Exclusif [Privé]

por **Tania Fernandez** Vie Jun 28, 2013 12:15 pm

Llegaba a ser interesante como sus cuerpos se movían con tan facilidad de acoplarse al contrario, era una de sus mejores habilidades, el moverse con facilidad al momento de estar con un cliente y lo más importante, disfrutar también ella de lo que hacía, tal vez era una de las virtudes que le ayudaba a ser la mejor cortesana de todas, la cual siempre tenía un cliente esperando por probar su carne. Cuan caprichosa era por sentir ese poder en sus manos. No cualquiera podría estar con ella, aunque le faltaba siempre dinero y la verdad le era difícil mantener alimento y un techo, prefería sentirse poderosa que solamente ser una cortesana más.

Comenzaba a encontrarle el buen sabor a ser contratada por personas desconocidas, que luego le daban un juego diferente, aunque siempre había estado entre las paredes del burdel por seguridad, comenzaba a sentirse libre, más libre de lo normal, así que seguía sus instintos y seguía entrando al mundo de las cortesanas traviesas que se mantenían entre las piernas de personas importantes. Su cuerpo amazónico, su tez indígena era una exquisitez para muchos, con solamente verla, una presión entre los pantalones de los hombres comenzaba aparecer.

Esta noche acepto, esperaba no hacerse adicta a esos juegos, pero que importaba, creía que tenía la suficiente seguridad para no caer en alguna trampa fácilmente. Por el dinero ella bailaba entre las piernas de cualquiera y como buena mujer había encontrado disfrutar su trabajo, que comenzó como una tortura, volviéndolo algo tan rutinario que necesitaba sus dosis para poder vivir tranquila.

Se encontraba en una hermosa mansión, las jóvenes del servicio la veían de reojo con cierto recelo, mientras Tania mantenía los ojos entrecerrados esperando a alguien, quien ya había pagado sus servicios, su vestido era descarado, mantenía sus senos a la vista y su cuerpo definido por la sencillez del corsé, se preguntaba, que le esperaba, con ansiedad y emoción, pues era una de las pocas veces que daba un trato exclusivo, ahora solamente debía esperar que alguien apareciera para poder saber exactamente qué haría y con quien estaría.

¿Habría alguna sorpresa?

por **Ivanoa/Dorian Cercel** Dom Jun 30, 2013 12:17 pm

Desgatar el tiempo cuando se dirigía a París era un hábito muy recurrente en la clase alta, Dorian por su parte destinaba algunas actividades a su propio entretenimiento de placer. Y no a cualquier placer banal, sino a ese mismo que le llaman "el acto del amor, la pasión y el deseo". Ese con el que se mezclan las pieles y los cuerpos volviéndolos uno mismo, deleite que hace bastante tiempo ya descartaba pese a encontrase unido a una de las mujeres que más les atraía físicamente y emocionalmente. Ivanoa no tenía punto comparación, mucho menos uno de referencia en el que se pudiera ubicar para saber que era lo que realmente pensaba cuando estaba con él ¡Cuanto odiaba encontrase a la expectativa! definitivamente un sentimiento que no le deseaba a nadie, complacerlo y viceversa se volvía monótono, necesitaba un halo de diversión, una que sólo conocía por pensamientos y uno o dos libros de cierto marqués pervertido.

El tercer llamado a la puerta puso sobre aviso al dueño de la mansión, sabía de quien se trataba, su perfume dulzón le evidenciaba a kilómetros y para mala suerte de la chica el ánimo de Dorián no había cambiado en lo absoluto. Era sencillo prescindir de los servicios de otra mujer y pagar una módica cantidad de francos que no le preocupaba malgastar, mientras más encantadora la presa mejor, pero para ello, Ivanoa estaba disponible todos los días de la semana. Mejor aún, su precio no se escatimaba en monedas de plata, sino en palabras que él sabia elegir muy bien para conseguir lo que quisiera. En un salto ágil apoyó su pie diestro sobre la orilla de la cama y se dirigió hasta el ventanal principal de la habitación, deslizando suavemente los dedos entre las finas cortinas -Brandon!- exclamo imperativo, cuando de forma casi inmediata un hombre de avanzada edad entró al lugar -Llévenla a la habitación contigua, prendan velas y cierren las cortinas, eviten el incienso detesto su olor, además, esto no es un burdel…- murmuró tajante e inexpresivo como usualmente se le conocía y por último añadió -Encárgate de llevar la valija que está sobre la cama- señaló con el mentón en dirección a un portafolio de piel usado.

Extralimitarse hasta al borde de la locura ese era justo el plan que rayaba sus pensamientos, le venían un montón de ideas que llevar a cabo en la suave piel de la cortesana; amarrarla y destinar dos o tres azotes, someterla y hacerle ver quién era el que mandaba ¿y por qué no? Algo de sangre podría colarse en su acto ¿Qué seria ella ante su fuerza? Razones tenía para buscar a quien dominar, cuando le era casi imposible hacerlo con su joven esposa ¡Y eso le frustraba de maneras desconocidas! Precisando de las ordenes de su amo, el mayordomo abordó a la morena y de un chasquido de sus dedos el servicio desapareció de su vista -Bonsoir mademoiselle, sígame-

Ella era justo lo que su amo buscaba, distinta y además extranjera, si sobrepasaba sus límites y le lastimaba podía decir que era un accidente y nadie en lo absoluto preguntaría por tal diosa, no obstante, varios de sus clientes le extrañarían sin lugar a dudas y podía afirmar que no se trataba de una mujer común y corriente pues su sola presencia le hacía dudarlo considerablemente. El amo tendría a alguien que le diese guerra.

por **Tania Fernandez** Lun Jul 08, 2013 2:24 pm

No tenía mucha paciencia para esperar, se podría decir que no servía para aquel trabajo, el cual siempre se buscaba complacer al cliente, pues su mentalidad siempre era más a aprovechar las oportunidades y disfrutar ella, aun mas que su propio cliente, el llegaba a estar en un segundo plano. Claramente había, en ocasiones algunas, excepciones, que le daban un aire nuevo a su servicio. Lo único que podía hacer en esos momento era ver todo lo que sus ojos podían a alcanzar en su perímetro, manteniendo sus manos en sus rodillas como niña traviesa que la mandaron a estar quieta, era un crimen total, pero debía acoplarse a lo que dijeran, pues no podía hacer mas nada.

Pronto algunos sonidos de paso, le alegraron su corazón, al menos había gente que vivía en esa mansión, no eran fantasmas que llegaban y desaparecían al segundo de ser vistos. Encontró a un anciano entrar al lugar, inclino su cabeza mientras este parecía desinteresado en muchas cosas y más si tenía que ver con ella, se alzo los hombros eso era ya típico, tan normal que solamente le podría provocar una gracia que la hacia sonreír de medio lado. Se levanto, dando unos pasos hacia donde este la guiaba como ciervo al matadero, sus caderas se movían a los compas de su música, la música de su interior latino.

-…- miro el lugar, escudriñando hasta donde sus ojos podían llegar a ver entre las puertas que parecían medio abiertas solamente para que ella fisgonear, pero era solamente la torpeza de las empleadas que no llegaban a tener el cuidado suficiente de cerrar bien las puertas mientras arreglaban, el pasillo era largo y tedioso, la mujer comenzaba a suspirar del aburrimiento, mientras lo único nuevo que tenia para disfrutar era la vista de aquel anciano, que en tiempos pasados, debió ser un excelente amante. Rio suavemente mientras aquellos pensamientos hacían que su libido subiera un poco, en imaginar a un maestro del sexo escondido entre esas arrugas. ¿Abría algo que le pudiera enseñar a ella? siempre se aprendía algo nuevo.

Llegaron al fin a la habitación, Tania se sintió como un animal en su hábitat natural, se aproximo a la lujosa cama que aparecía como un tesoro en medio de una isla desierta. Como infante, encontrando un nuevo juguete llego a tirarse en aquel lugar, para cubrir su rostro con las suaves y aromáticas sabanas que cubrían aquella cama, en donde muchos secretos luego serian susurrados. Se sentí en el borde, notando como el anciano dejaba un maletín en una de las mesas, había otras dos puertas, tal vez eran pasadizos a otras habitaciones, alguna sala o algo, tampoco le interesaba mucho, ahora solamente debía esperar a su misterioso amante. Se volvió a acostar en la cama, esta vez boca arriba, mientras todo su cuerpo se hundía entre el colchón suave, disfrutaba los minutos de un paraíso que nunca seria suyo.

¿Dónde estaba Lucifer, Para llevar aquel ángel seductor a donde se merecía estar…?
En el infierno junto con el

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