Cut the bond with the moon [Desmond]

“Cuando la oscuridad de la tristeza alberga el alma,
solo la añeja pasión puede salvarla de la infalible muerte...”

La noche acaecía en los altos y frondosos bosques del valle, yo por otra parte ya había caído en el oscurantismo tan común de la bebida, no soportaba vivir conmigo mismo… las pesadillas ocupaban gran parte de la noche, el resto de ella solamente desvariaba y sentía como la culpa invadía mi mente; tantas imágenes, recuerdos de los cuales me avergonzaba, pasaban una y otra vez ante mis ojos, parecía como si de nuevo viviera aquellos momentos. Suspire, mi mirada perdida logro observar a lo lejos a un búho, su melancólico ulular parecía un canto de guerra, “hermoso animal” -pensé mientras súbitamente el ave de caza se preparaba, abrió sus alas, soltó el agarre que sus zarpas ejercían contra aquella rama y voló precipitadamente contra su presa, mis ojos en forma humana apenas pudieron captar el suceso, fue tan rápido, tan salvaje… propio de aquellos instintos que  gobernaban la mente de los animales, y que en un par de noches también me gobernarían a mi. Ya no me preocupaba, hacia más de 5 años que me había rendido a tratar de resistirme a la indefectible metamorfosis, y hacia aún más que estaba agonizando, con cada día y con cada hora perdía un poco más, ahora solo quedaban esbozos del hombre que alguna vez fui y de los sueños que en aquellos tiempos soñé… Nadie se había preocupado, ni aquel a quien había salvado del que ahora era mi destino cruel, contrario a ello mi cabeza desde aquel día tenia precio. ¡YA NO MÁS! – Grito para sí mismo mientras su cabeza golpeo con su parte posterior el árbol en el que se encontraba. Si a nadie le importo, ¿Por qué ha de interesarme a mí?. Después de todo, al menos yo había aprendido a vivir con mi maldición y a controlar mis demonios,  aunque no niego que el precio fue tan alto que al final ni yo mismo me reconocía. En aquellas noches como esta, solo deseaba la muerte, morir en pie de guerra como el soldado que antaño fui, sin remordimientos ni dolor, sin nadie que derrame solo una lagrima para enjugar mi partida, mi marcha final.

Un golpe seco hizo su entrada en mí perturbada mente chocando contra ella, mis ojos se dirigieron hacia la dirección donde había escuchado aquel obtuso sonido, pronto vi al joven y obstinado búho desplomado contra la dura y fría tierra, una de sus alas estaba lastimada, sin pensarlo corrí a recogerlo, supongo que me sentía un poco identificado con el inexperto predador, lo tome con mis manos y cuando trate de acariciar su pequeña cabeza, me atacó, su pequeño pero agudo pico corto la piel de uno de mis dedos y empecé a sangrar, ensuciando el plumaje del animal que altivo se resistía a la ayuda prestada, no niego que gruñí ante aquel inesperado ataque, pero solo un par de segundos hicieron falta para entender como se sentía y comprender que la frustración del fracaso lo hacía sentir lo que yo ahora mismo sentía. Lo lleve hasta un gran pino, dejándolo sobre una alta y ancha rama, lejos de aquellos cazadores terrestres que lo hubieran tomado como una fácil cena, no podía hacer más por él, aunque dentro de mí, esperaba que el búho lograra encontrar  valentía en su corazón para superar el fracaso y aquella lesión y sobrevivir, no quería que dejase su vida a merced del corto tiempo de la agonía.

De pronto el lobo se sintió observado, un frío escalofrió recorrió su médula, su cuerpo se estremeció y pronto sus ojos voltearon en una y en otra dirección buscando al espía de sus acciones, se volteó y frente a él había una vieja liebre que juzgaba con ojos preocupados al hombre que ayudaba a su cazador caído en desgracia, ambas miradas se encontraron y el lobo no pudo entender que significaba dentro de su corazón la mirada de la liebre y entonces todo quedo en silencio.

Un rato largo nos tomo aquella conversación en silencio,  no puedo decir a ciencia cierta que conocía aquello que el animal quería hacerme entender, pero lo imaginaba; pasaron interminables minutos antes que las efímeras miradas que chocaban como hielo y fuego se extinguieran en la oscuridad del bosque que se teñía de negro, la luz de una luna incompleta iluminaba parcialmente los senderos que entre los diversos arboles se encontraban. La liebre di una vuelta y corrió hacia un arbusto cercano, yo fui tras ella, nunca supe por qué pero suponía era mejor que quedarme sentado aquella noche. A lo lejos vi a una muchacha, una joven de rostro conocido y ropas gitanas, pensé que era una mera ilusión, pero al acercarme más y más, el hermoso espejismo se hacia cada vez más real, la liebre me miro distraído y detuvo su paso. Me acerque lentamente al árbol donde se sentaba ella y me senté del lado contrario sin hacer ruido alguno. Escucho como le hablaba a la luna, y quiso expresar con ella un saludo al astro menguante que los observaba, pero se contuvo, de pronto la liebre entro en el arbusto, a su paso varias pequeñas ramas se rompían, yo solo suspire mientras notaba exaltado el pulso de la joven, quise advertirle que no era nada más que un pequeño roedor que jugaba entre la noche y que cansado ya se dirigía a su madriguera a unos metros adelante, pero guarde silencio. Como lo predije la liebre pronto atravesó la oscuridad y corrió a su madriguera, mientras tanto yo recordaba donde la había visto. Un pensamiento recorrió rápidamente mi mente y los recuerdos fluyeron, Hace 6 o 7 años había visto a la pequeña en un tren español, recordaba su dije de sol y su rostro de luna, como su nombre.


Luna…- susurre para después aclarar mi voz- Luna- Replique esta vez con mayor fuerza- Así te llamas, ¿Verdad pequeña? – sonreí aunque no me pudiera ver- Yo te conocí hace mucho tiempo… -exclame antes de volver a permitir que el silencio se adueñara del bosque que tanto amaba.