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Sombras en los bajos fondos [Desmond Allighari] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Danna Dianceht Jue Jun 20, 2013 8:12 am

Tras muchas horas del vaivén del modesto carruaje en el que viajaba, al fin llegué, al hostal de Paris en el que me alojaría. Esta vez el motivo del viaje, no era más que otro, que el de reunirme con  un ilustre artista de la ciudad Parisiense, y contestar a una grave carta, venida del mismísimo Rey de Escocia, que me rogaba que le recogiera un pedido, así que aprovechando mi estancia en París, me encargaría personalmente del pedido y de  la reunión con el grande hombre, con el que me iba a encontrar.

Siguiendo a la joven dama que me atendía, subí tras ella, hacia la estancia más cómoda y grande, que había sido reservado para mí. Muy pocos, a parte de la realeza, y conocidos, eran conocedores de mi posición real, pero el señor que llevaba el hostal, había sido amigo de mis difuntos padres, y siempre cuando acudía a la ciudad, acudía a su hospitalidad y él como si de una hija se tratase me abría su hostal y me reservaba la mejor estancia. Subiendo hasta el segundo piso, y pasando por un pasillo lleno de puertas, llegamos al pasillo noreste, donde solo había una habitación, la mía. Al abrir la estancia, que de nuevo seria mía, por una temporada, el olor a vela y de rosas recién cortadas, inundó mis sentidos, sonreí y agradecí que fueran tan atentos y que ya me conocieran tan bien.

-¿Se le ofrece algo más, madeimoselle?- la voz de la joven, me volvió a la realidad, la miré y negué con la cabeza- No gracias, todo está perfecto, como siempre. Dile al señor, que estimo mucho su preocupación, y que agradezco que sean tan atentos con mi persona- me contestó con una sonrisa, y tras una leve inclinación, cerró la puerta y me dejó sola en la estancia. En pocos pasos, cruce la estancia, que aún cómoda, no era demasiado grande, y me senté en el diván de madera, contemplando por los grandes ventanales que por las mañanas y tardes tanto alumbraban, y fijé mis ojos en los viandantes que recorrían la calle. Jóvenes amantes y esposos, cogidos de la mano, suspiré ante tal escena romántica, en la que un joven compraba una rosa en un comercio y se lo daba a su querida…si pudiese algún día encontrar eso, pensé para mis adentros, pero a causa de mi condición, no podía arriesgarme, mi persona era muy necesaria en Escocia, nadie podía saber mi condición, mi naturaleza, ya que si ese alguien lo dijese, cazadores e inquisidores me darían muerte en menos de lo que un gallo cantase su melodía. Seguí observando ensimismada las calles y sus movimientos, alguna que otra joven dama, que entraba en comercios comprándose vestidos, y siempre carruajes por la calle, yendo y viniendo, creando una estampa de diversos colores y tamaños, ya que circulaban como carruajes pequeños, como los grandes.

No sé cuánto tiempo estuve observando, solo hasta que ante mis ojos, el sol finalmente decayó del firmamento y unos toques en mi puerta, me llamaron para bajar a cenar, caí en la cuenta de que ya la luna se posaba hermosa en su cielo, otra noche. Levantándome del diván en el que me encontraba, cogí una de mis capas negras, con la que por las noches salía a pasear, la que me puse por encima, quedando escondido mi largo vestido color crema, sencillo que había usado por el largo viaje, hasta allí. – Señora, !se le hará fría la comida¡- me avisó la voz de detrás la puerta. Sonreí y abrí la puerta. La joven al verme hizo una leve reverencia y se quedó mirando mi atuendo - ¿No cenara señora?- negué con la cabeza- El viaje me quitó el apetito, iré a dar un paseo, quizás así se me abra de nuevo ¿No cree?- ella asintió y desapareció a avisar a otros comensales del hostal, ya que oí de nuevo, su voz, avisando de la cena, y leves toques a las puertas. Sonreí y bajé las escaleras, sin encontrarme más que alguna que otra pareja que se alojaban allí, como yo, a los que saludé en una cortés reverencia. 

Salí por la grande puerta, y solo salir, la fresca brisa de la noche, acarició mi rostro, jugueteando ligeramente con mi cabello, no hacía frío, pero la ligera brisa, hacia estremecer bajo mi capa mi piel. Las calles estaban desiertas, apenas el silencio era roto por el ruido de los carruajes y los caballos, que aún andaban por esas horas de la noche, no era muy tarde, pero como en el hostal, debían de estar cenando o en los restaurantes y bares de la ciudad, disfrutando de una buen comida. Apaciblemente caminé por las calles, internándome más en ellas, saliendo de las calles más seguras de París, las que tan bien conocía. Nunca había pasado más allá de esas calles y de los bosques, y hoy protegida de miradas indiscretas con mi negra capa, me sentía preparada, para tal incursión a los bajos fondos, donde en la noche, las calles cobraban vida.

Me cubrí el rostro con la capa, y en silencio,me adentré en la oscuridad.
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Mensaje por Desmond Allighari Vie Jun 21, 2013 8:21 pm

"El destino de un hombre va más allá de los intereses de la sociedad, es un camino que él mismo prepara y defiende hasta que la última llama de su alma se extinga"  


La tristeza alberga mi alma, que camina en soledad acompañada tal vez solo por mi cuerpo, ése que ya no parece mio. Respiro con dificultad, mientras me dirijo de nuevo hacia la ciudad que esconde mis pesadillas y mis más oscuros secretos; entonces tuve que detenerme un momento y sin aviso alguno caí al suelo, solo sostenido por mis brazos, que pronto se habían ensuciado por el pantano que la lluvia había creado el día anterior. Me levante casi de inmediato, recordé entonces, que hacía al menos tres o cuatro días que no había probado el alimento y mucho menos bebido más que agua de lluvia, y eso cuando la naturaleza se apiadaba del penoso ser que en derrota había convertido la victoria, y que su fracaso solamente lo sentía por la impotencia de no merecer la atención de la muerte, ni siquiera cuando la retaba a un duelo...


Aquellos eran los pensamientos del Hombre y del Lobo, ambos señores que habitaban un mismo cuerpo, compartían una misma alma, pero se debatían por las decisiones que su corazón consideraba mejores; la oscuridad y la luz eran la perfecta analogía para ambos, dos seres engendrados por la misma naturaleza pero que se negaban el uno al otro. Aquella mente perturbada y distraída, fatua tal vez de cordura y de miedo, jamás estaría en armonía; sino hasta que Desmond pudiera controlar aquel pasajero oscuro, aquella bestia que él mismo intentaba asesinar...  Una misión cumplida era esta noche el agravio, que a su alma, tanto le heria; pero la razón no residía en el fin, sino en el costo de los medios, de los cuales cualquier otro día hubiesen pasado desapercibidos, pero aquel daño colateral, aquella llama que se había extinguido hacia 3 noches cuando la escaramuza había tenido lugar y unos pocos valientes aunque faltos de honor habían enfrentado a un conjunto de caballeros, si se les podía llamar así, a quienes sus cabezas les habían puesto precio.

Lloraba entonces el lobo, la vida de un joven mercenario, aquel era para él tan solo un niño que jugaba a probar su suerte, un pequeño soñador que había crecido en medio de la pobreza y ansiaba crear su fortuna a través del arte oscuro de vender su daga. Desmond, no quería más pensar en ello, pero su mente recorría una y otra y otra vez, las oscuras escenas, pues se culpaba como líder la muerte de aquellos que bajo su mando,y que hoy habitaban su nuevos hogares, una tumbas de poco menos de dos metros que el lobo había cavado los últimos 2 días.


" Caras nuevas, viejos amigos... poco apoco comenzamos a darnos cuenta que al pasar del tiempo a ambos los vamos a perder, y todo a que nos aferramos terminara causándonos una gran herida"

Pronto el lobo estaba recorriendo las viejas calles parisinas, el luto todavía le acompañaba, más sin embargo trataba de ocultarlo, o bueno al menos eso intentaba. La tarde amainaba y el hambre hacia estragos en su mente, por lo que se dirigió al mercado Francés, donde sin vergüenza alguna empezó a robar a diestra y siniestra lo que a sus ojos les deleitaba, y que pronto llenarían su estomago. Y así paso la tarde, entre comida y alcohol, un ambiente bohemio y pecaminoso, donde compartiría con los más folclóricos personajes, desde aquellos aventureros egolatras, que contaban mentira tras mentira de sus aventuras, hasta aquellas damas de fino porte que con su mascara de lujuria y pasión, serían compradas por el mejor postor, quien desafortunadamente jamás podría pagar verdaderamente su corazón. Al llegar la noche el lobo se cansaría de tanta indecencia y libertinaje y levantándose altivo de su silla, salió caminando lentamente pero erguido, ocultando cualquier dejo de inestabilidad que produce el alcohol, y con una mirada terca se sintió superior a aquellos pobres bastardos que entre la vanidad de sus pasiones se perdían completamente.

Se deslizo por las calles y los callejones, su espada rozaba el camino, describiendo sonidos tan águdos y a la vez tan ásperos que cualquier niño tendría pesadillas, sin embargo el ánimo de Desmond no daba para más, su figura poco a poco se fue relajando y su gesto se torno completamente serio y sin emociones. Después de un largo y monótono camino llego hasta una de sus casas, donde se limpio y cambio de ropa, por una tan oscura como la noche misma, quería adelantar algunos trabajos, seria sencillo...  solo tengo que espiar y perder mis sentidos y pensamientos hasta que Morfeo haga su trabajo, pensaba el lobo para si mismo tratando de alejarse de cualquier recuerdo de su ultima tragedia.

Al salir de casa, no lo hizo por la entrada, debía mantener un bajo perfil, debía dar la impresión que aún se encontraba en casa y para ello tenía una salida secreta, que lo conducían hacia un callejón cercano, donde podría tomar su arsenal y salir al asecho de un nuevo trabajo, una nueva victima. Sin embargo algo delato sus sentidos, una mujer... Su olor era indistinguible y desde lejos la observo, al parecer estaba perdida o tal vez era muy distraída, lo que no concordaba era su atuendo y su olor, claramente como él, trataba de manejar un bajo perfil y despertar la más mínima sospecha. El lobo se acerco lentamente sin hacer ruido, esperaba que no constituyera un peligro para su estilo de vida, después de todo asesinar a tan bella dama, no era lo que cualquier hombre deseara.


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Mensaje por Danna Dianceht Dom Jun 23, 2013 1:37 pm

La oscuridad me envolvía, como la negra capa - que ondeaba a mis pasos, por la brisa que en esas horas de la noche, fresca y fría, ondeaba cualquier manto-. Siempre, por extraño que pueda parecer, me sentía a salvo escondida, en mi oscuro manto, que usaba más para esconderme, que para mucho más. En silencio, anduve por las calles de los bajos fondos, un buen rato. Ninguna calle me era conocida, y a la vez todas parecían ser conocidas. Todas las casas, con sus suelos de piedra, y sus callejones terroríficos, parecían salir del mismo molde, siempre iguales.

Me paré en medio de una calle, buscando con la mirada, alguna señal, cartel, dirección, o hasta el rotulo de alguna casa, donde pusiera en que calle me encontraba, pero nada. Suspire, al verme sin suerte y proseguí, todo y que seguir adelante, parecía ser que solo llevaría a perderme más entre esas calles. Algo bueno tenía que tener ser licantropa, por lo menos, ante muchos seres no estaba indefensa, y menos ante hombres violentos o criminales, que eran los que abundaban en esas maltrechos y oscuros calles. ¿Quién demonios me mandó a mí, a visitar los bajos fondos?

La curiosidad mató al gato, y ¿al lobo?, suspiré al aire, con una leve sonrisa ante mis pensamientos, elevando ligeramente los labios. Me apresuré con mis pasos hacia alguna otra calle, deseando llegar al final de esas callejuelas, que parecían no tener fin, volviéndome a quedar atrapada en un sin fin de calles. Hasta que finalmente llegué a una calle concurrida, por grupos de gente, que salían en silencio de las tabernas. Me tape mas con la capa y me encogí en ella, disimulando así, o intentando pasar desapercibida, situación que logré, ya que apenas me echaron una rápida ojeada, y pasaron completamente de mi presencia. Decidí seguir a una pareja que ataviada en capas negras también, se deslizaron, saliendo de un burdel, hasta las sombras, perdiéndose. Recé para que me llevaran a algún sitio mejor que en el que me encontraba o que ya que estaban, la guiaran hacia la concurrida e iluminada ciudad, de nuevo. Les seguí un rato, a una distancia prudencial, donde no me vieron en ningún momento, hasta que riéndose de mi suerte, entraron en una humilde casa en uno de los callejones.

Ahora sí que me encontraba mas perdida que nunca, suspiré y decidí volver sobre mis pasos, hasta así encontrar el camino por el cual entré, cuando mis sentidos, me avisaron de que alguien en la oscuridad de la noche, en esa calle, me observaba. Paré más atención, y un leve olor a licántropo invadió mi olfato. Confundida, intenté descubrir donde se escondía, pero hoy, ya cansada como me encontraba, resultaba imposible, como resguardar por completo mi olor, ante el desconocido merodeador, aún así, seguía manteniendo el mimetismo, que me ocultaba casi del todo.

-¿Quién anda ahí?- pregunté en un tono claro, girándome, sintiendo esa presencia cada vez más cerca. -¿Qué quiere de mí?- añadí en un tono más flojo, conocedora, de que si contestaba a esta última pregunta, me encontraba ante una criatura de la noche como yo o otra cosa, descartando la posibilidad de que fuera solo un mero humano más.
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Mensaje por Desmond Allighari Miér Jul 03, 2013 1:42 pm

" El miedo a lo desconocido,
Se cierne sobre la oscuridad,
Que en abismo oculta su peligro..."


Después del sonido de la aguda voz de la dama todo quedo en silencio, apenas se escuchaban roedores en la lejanía y uno que otro cuervo en el bosque vecino. Observar, esa era la clave para sobrevivir, para aprender, para analizar y vencer; sin embargo aquella mujer no era del todo corriente, y en poco tiempo el lobo se dio cuenta de su verdadera naturaleza y entendió como una fina y refinada dama de la alta sociedad no temía en estas noches de luna, acercarse a lugares tan oscuros y peligrosos. Desmond se encontraba frente a una encrucijada, la curiosidad y la sospecha rondaban su mente, mientras él poco a poco se acercaba secretamente hacia su posición, y aunque aún estuviera debatiendo que hacer con ella, su instinto ocupaba el dominio entero de su cuerpo y buscaba la salida más segura de aquella desconcertante situación.

Se dio un momento para pensar y observo al cielo taciturno, no debía responderle, no aún… Era bastante sencillo hacerlo, pero el lobo había aprendido a no confiar en nadie, ni siquiera en su propia sombra. Suspiro algo triste y saco de su bolsillo una pequeña ampolla, la cual contenía una sustancia liquida de color ámbar con una opacidad poco común, rompió entonces el frágil contenedor de vidrio y extrajo el líquido que se encontraba en él. Aquella era una simple sustancia química producida por una rara planta de las selvas americanas, la cual producía sedación e interactuaba con es sistema nervioso de la víctima, paralizándola por unas cuantas horas. Aquel extraño producto era el derivado de uno de sus largos viajes como mercenario alrededor del mundo, donde aprovechaba para comprar aquellos artefactos nuevos o instrumentos de interés para su trabajo. Y aunque cualquiera diría que era un amante a su trabajo, lo menos que sentía Desmond era pasión por el espionaje, la investigación o el asesinato, sus sueños distaban bastante de aquellos medios que utilizaba para subsistir de buena forma. Su respiración se comenzó a agitar, nunca se había acostumbrado al sentimiento de cazar, y menos de aquella forma. Tomo pronto su aquel objeto que a la vista parecía un rudimentario y pequeño dardo, pero que dentro de sí contenía una complejidad aún mayor, sin vacilar lo lanzó, impactando en pocas centésimas de segundos en el muslo de la joven mujer e inyectando la sustancia en su cuerpo.

Tras uno o dos minutos, salió lentamente de la oscuridad caminando lentamente hacia a ella, su mirada al principio se escondía tras las sombras que proporcionaban las estructuras arquitectónicas vecinas, pero poco a poco fue apareciendo iluminada por la luna, aquella mirada vacía, sin remordimientos o conciencia alguna, tal vez bañada por un dejo de tristeza que la experiencia pasada de hace algunos días le había proporcionado. No dijo nada hasta que tomándola por la cintura con sus brazos, le sonrió. La sostuvo firmemente para evitar que se lastimara y retirando el complicado dardo de su pierna, lo guardo en uno de sus bolsillos, sin expresar algún otro gesto. Su respiración se había normalizado, y estaba un poco más tranquilo, cambio su agarre y tomándola desde sus piernas y abrazándola alrededor de su espalda la llevo como a una novia en su noche de bodas, hacia su oscuro recinto. Aún el lobo se preguntaba si aquello había sido la decisión correcta,  sin embargo sabía que no podía deshacer lo que ya estaba hecho, y que debía descubrir quién era aquella polizonte que merodeaba uno de sus secretos lugares.

El lobo se sentó horas y horas al frente de ella, la había dejado sobre su cama, pero ella estaba reacia a despertar,  Desmond ya se preocupaba por haber posiblemente exagerado la dosis, sin embargo en el momento menos esperado, observo como su cuerpo se movía lentamente, despertando del trance que le había provocado la sustancia. Estaba un poco ansioso, pero cuando la vio abrir sus grandes ojos, se enterneció y volvió a sonreírle.

-Mi nombre es Desmond, lamento lo furtivo de nuestro encuentro, como puede observar no tiene ninguna lesión y muchos menos me he aprovechado de usted. Sin embargo… usted se encontraba en un lugar al cual no debió ingresar y…-suspiro- me vi obligado a sedarla. Ahora bien, ¿Quién es usted? – pregunto tranquilamente.-

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Mensaje por Danna Dianceht Miér Jul 03, 2013 8:42 pm

La vida es sólo una pequeña luz entre dos grandes oscuridades.
José Narosky


La contestación, fue un imperioso silencio. Inquieta volví a centrarme en los aromas de la noche, y sin duda, olía a un licántropo a unos metros de mí, el que parecía querer no salir. Suspiré, ahora lo que mejor me habría ido seria unas indicaciones acertadas de cómo salir de ese callejón oscuro, para volver al hostal en que me alojaba, antes de que se preocuparan por mí. Ser duquesa tenía su lado bueno y malo, el bueno se trataba una de las cosas, de que si faltabas un día, la gente se preocupada y te buscaba y no cesaba hasta dar contigo. De pequeña una vez me perdí y al cabo de tres horas toda Escocia se volcaba en mi búsqueda, hasta encontrarme escondida bajo una maleza. Estaba en París, por eso, pero igualmente los del hostal me buscarían- solo que quizás no lo harían, en estos oscuros lados de la ciudad.- Volví mi vista al frente, preocupada por quien fuese que estuviera allá... ¿Y si no podía hablar? ¿O tenía algún problema?  Preocupándome por ese licántropo, dí un paso hacia donde venia el olor, cuando extraño ruido rompió el aire. – Ay!- exclamé al notar un pinchazo en mi muslo. Miré hacia abajo y contemplé sorprendida lo que parecía un dardo.

Aún sin creerme que alguien se atreviera a dispararme un dardo, como si no fuera más que un animal salvaje, me lo fui a quitar cuando una sensación invadió mi cuerpo, paralizándolo. Allí me asusté ¿Y si había topado con un cazador? Intenté moverme, luchar contra la substancia que se había internado en mi organismo, cuando al fin, el responsable de la cacería, salió a la luz, dirigiéndose hacia mí. Su fría mirada, vacía sin remordimiento alguno me impresionó, logrando que un escalofrió hiciera temblar mi cuerpo, el que intentaba en vano, luchar contra esa substancia desconocida. Lo observé, cada vez menos consciente. De un momento a otro sentí sus brazos tomándome por la cintura, vislumbre su sonrisa y tras sentir como me quitaba el dardo de mi piel y me tomaba en brazos, caí en los brazos de Morfeo, oyendo por última vez, las pisadas de aquel joven que me acunaba contra su pecho.


**


La cabeza me dolía, así como todo el cuerpo. Lentamente fui recobrando la consciencia hasta que me acordé de todo y de nuevo, el aroma a licántropo volvió a mí, indicándome así, que se encontraba próximo a mí.Tenía que despertar... me urgía mi loba. Asentí a su llamado y usando toda mi fuerza de voluntad, finalmente empezó a hacer mover mi cuerpo ligeramente, hasta abrir los ojos, algo mareada.

¿Desmond¿ ¿Edmond? Oh, mi cabeza aún no despertaba del todo y el lobo cazador ya me estaba hablando. Intenté escuchar sus palabras, y analizarlas aún teniendo mi cabeza medio dormida y mi loba en un rincón de mi mente cabreada. Sonreí a lo último, ya le iba bien que la loba lo pasara mal... ahora, eso quería decir que a mi también me tocaba recibir, y eso ya, no me gustaba ni un pelo. Por mala suerte, estábamos unidas y revueltas, no existía yo sin ella y al contrario.

¿Lugar en el que no debía de ingresar? Pensé confundida. Ni que tuviera su palacio secreto... o quizás sí, o quizás era el terreno de su manada. Siendo así no sabía cómo reaccionar, nunca me había encontrado en esa situación. Suspiré para mis adentros, enfocando mi mirada cada vez mas nítida en el joven, quien me observaba con una tierna sonrisa, con la misma que me había mostrado, cuando me había rodeado con sus brazos. ¿Se vio obligado a sedarme? Mi cabeza no encontraba sentido a sus palabras, si había cometido pecado, no era más que perderme por los callejones de los bajos fondos. Quizás ya era hora de dejar de confiar en las directrices de los demás, en lo referente a que dirección tomar

Le observé, fijando mi mirada en él, ya normalizando lentamente mis sentidos – Me llamo Danna- iba a añadir más a mi nombre, pero me quedé callada, bien podía conocer mi apellido o quizás no, y  tras su tan amable bienvenida, me encontraba reacia a contarle toda la verdad, sin saber anteriormente sus intenciones para conmigo. Todo y que quizás así me volviera a ganar otro dardo en mi muslo y francamente, no me gustaba, ni quería repetir la experiencia. La mejor opción que se me presentaba, era ser sincera...pero no del todo. – Si os soy franca, solo estaba buscando un comercio que está en el centro, y una dama me indicó que el camino más corto sería ir por los callejones hasta llegar- suspiré, levantándome lo suficiente de la cama para recostarme contra la pared- y sinceramente, me perdí. – me encogí de hombros- Llegué donde nos encontramos y fui dormida por su dardo, sintiéndome por unos minutos, como un salvaje animal que debe de ser capturado, cuando solo me encontraba curiosa, al oler a otro lobo por allí. ¡Usted me durmió, cazó... o me sedó! como usted menciona y ahora me encuentro confundida, con mi loba inquieta tras lo sucedido, y usted!- recalqué- permanece tranquilo y con una apacible sonrisa. Sin duda alguna hay alguna cosa que se le escapa a mi dormida mente.- Clavé mi verde mirada en sus ojos, demandando respuestas. - ¿No será un cazador...no? – Ya no había forma de esconder lo que éramos, él lo sabía y yo también.
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Mensaje por Desmond Allighari Vie Jul 12, 2013 5:20 pm

“En las vicisitudes del destino, solo quien es capaz de arriesgarlo todo puede llegar al final de su sueño.”
 
El corazón de los hombres puede crecer y madurar, puede sufrir y quebrarse haciéndonos impotentes ante la realidad, puede oscurecer y morir al acostumbrarse a viles actos que escandalizan y siembran el temor en los inocentes. Pero lo más importante el hombre siempre tiene la capacidad de convertirlo en un corazón noble.
 
Cuando al fin me acerque a tan bella y reacia dama, mis dedos no pudieron evitar rozar su mejilla, su cuello y hasta su hombro, mientras tanto nuestras miradas se cruzaban. Sus ojos verdes se clavaban en mi alma como estacas; solo estaba confundida, pensé. Con suavidad tomé sus manos y las amarre a la cama, asegurando así por un momento su permanencia en mi recinto, tal acto aunque no fuese mi costumbre y tal vez solo por ser ella se acompañaba con una sonrisa en mi rostro. Tenía mucho que pensar sobre lo que había dicho, tal vez podría ser cierto, tal vez solo era una artimaña bien jugada por parte de aquella mujer que apenas salia del trance a la que había sometido sin su consentimiento, pero por ahora no debería arriesgarme a perder el control de la situación, era ya la madrugada y los efectos completos de la sustancia pronto terminarían en su cuerpo… la matarían si no le daba el antídoto. Suspire sin levantarme de su lado, al cual sin preocupación alguna me había quedado después de encadenarla, no recordaba en donde se encontraba el antídoto, y aun así el mismo era tan peligroso como aquel ponzoñoso veneno… sería difícil que confiara en mi, pero si decía la verdad… una duquesa muerta no me haría para nada ningún bien.
 
-          No, no soy un cazador – Respondí tranquilamente mientras me levantaba de su lado – Por favor, por ahora déjeme pensar, en un momento arreglaremos este malentendido – exclame alejándome de ella y recogiendo la cena, la cual había preparado mientras ella dormía.
 
Sus planes habían cambiado, era difícil saber lo que el lobo haría, pues su mente se encontraba tan confundida que temía cometer cualquier error, su respiración estaba agitada como sus latidos, al pasar a su lado dejo la comida sobre la mesa de noche junto a la cama y prosiguió su camino hasta él closet, dejó caer su viejo y oscuro abrigo, luego su chaqueta de cuero diseñada especialmente para su trabajo, y por ultimo dejo caer su blanca camisa que contrarrestaba con su atuendo completo, se volteó y la miro, su mirada era profunda, un poco enojada por la situación en la que se encontraba. Pasaron varios segundos antes que el lobo olvidara la distracción de aquellos ojos verdes de noble cuna, suspiro y se acercó a ella, la luz de la luna que entraba por la ventana dejo ver su musculoso y esbelto torso cubierto por cicatrices de todo tipo de armas, el lobo había descubierto el acertijo, acercándose rápidamente a Danna se tiro sobre su cuerpo con presteza y delicadeza, inhalo su aroma, acaricio sus cabellos, sintió su piel… y luego se detuvo pensativo, su rostro no demostraba ningún gesto de emoción alguna y alejándose  un poco de ella tomo de su cuerpo aquella capa oscura que la cubría, dejando al descubierto sus verdaderas ropas, un vestido tan caro como su cuna, y al que solo aquellos por los que corría sangre azul podrían permitirse.
 
-          Tenia razón – Exclamo exaltado y cayéndose de la cama – Dianceht…- susurro  a su oído mientras recobrando la postura ponía aquella cinta roja que adornaba su brazo derecho apenas bajo el deltoides, en la boca de la dama para evitar que dijera palabra alguna.
 
Rezongo en un suspiro provocado mientras se alejaba, se quito sus botas y el resto de su ropa, mientras le daba la espalda a la dama, su cuerpo desnudo pronto volvió a cubrirse con nueva y más sofisticada ropa, ropa tal vez la cual no pertenecía al lugar escabroso, donde residía aquella casa solitaria y oscura, como el mismo lobo. Se acercó lentamente a  Danna con una daga en sus manos, lentamente la soltó sobre la mesa de noche quitándole las ataduras que impedían su libertad, tomo rápidamente también la cinta roja que humedecida por su saliva se había tornado tan carmesí como la sangre y la volvió a colocar en su brazo. La miro y volvió a sonreír, esta vez su mirada confundida apenas lograba encontrar a la loba en los ojos de la joven dama. Come, por favor… Lamento haberte atado pero necesitaba pensar y no podía preocuparme en si escaparías – Se rio de su comentario con nerviosismo, tratando de suavizar los actos que él mismo sabía no podían llamarse de forma diferente a secuestro. Debo traerle el antídoto, espero que no tome la daga y trate de confiar en mi, por que en el momento en que se levante, tanto su muerte como la mía pueden estar aseguradas – Exclamo alejándose de la habitación y cerrándola la puerta.
 
Al volver a la habitación pocos minutos después de haberla abandonado, el lobo trajo consigo un recipiente de vidrio junto con un vaso lleno de agua, se acercó a Danna y mirándola a los ojos vertió un recipiente en el otro, espero unos momentos y enfrentándose a los efectos secundarios del antídoto bebió un poco, esperando que de esta forma la loba confiara al menos en beber el liquido. Necesito que te levantes- exclamo mientras tomando su mano la jalo hacia sí con delicadeza, lo que haría a continuación podría mitigar la confianza que tal acto, tan poco lógico y que en cuestión de minutos lo dejarían tan débil como un simple humano, habría conseguido crear en ella. Tomo su daga y de un movimiento cortó el vestido, él cual cayo al suelo, dejando a la dama solo con su corsé y ropa interior, se arrodillo ante ella para recoger el vestido y aprovecho aquellos segundos para observar completo el cuerpo de la dama, la habitación había quedado en silencio y tirando el vestido de lado comenzó a levantarse, sus manos recorrieron sus piernas hasta llegar a sus muslos, amarrando en su muslo derecho aquella cinta carmesí que pocas veces se había quitado, dejo de tocarla y al quedar frente a ella rozo sus labios contra los de ella, sus instintos eran muy fuertes, pero no debía caer en ellos, cerro sus ojos por un momento y capturo entre sus labios, el labio inferior de la dama sintiendo por algunos segundos la lujuria del beso prohibido, se alejó avergonzado y volvió a sentarla con la misma delicadeza, posteriormente acerco el vaso a sus manos, esperando lo bebiera.
 
-          Lo…- su voz temblaba, pero pronto la aclaró - Lo siento, la dejaré y por eso he rotó su vestido Danna Dianceht, no quiero que salga y se someta a los peligros que se esconden tras estos callejones – Exclamó sin mirarla a los ojos por la vergüenza. Comenzó a alejarse pero pronto se volvió hacía ella – Espero se tome el antídoto, prolongara la debilidad de su cuerpo, pero lo curara así mismo del veneno, volveré con un nuevo vestido para que pueda partir de aquí, sin embargo puede hacer uso de la casa como deseé y también puede irse, sí esa es su decisión. Solo le advierto, si no bebé el antídoto en menos de 5 horas morirá, sin importar que sea licántropo.
 

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Sombras en los bajos fondos [Desmond Allighari] Empty Re: Sombras en los bajos fondos [Desmond Allighari]

Mensaje por Danna Dianceht Jue Jul 18, 2013 2:55 pm

La mayoría de los temores los generan nuestros sentimientos.


Se me acercó sin contestar ninguna de mis preguntas anteriores, tuvo el descaro y la osadia de acariciarme en apenas unos leves roces mi mejilla, cuello y hasta mi hombro, mientras le observaba confundida, sin saber a qué atenerme. Lentamente sin dejar de observar mis ojos, como pidiéndome permiso y perdón en una misma sonrisa, me amarró a la cama con las manos, asegurándolas allí, bajo mi sorprendida mirada. Intenté desquitarme del agarre, huir de él, no me gustaba estar así, pero todo intento fue en vano, mientras el lobo se quedaba sentado a mi lado, absorto en sus pensamientos. Finalmente se dignó a responderme, diciéndome que no era un cazador y que le diera espacio para pensar en ese malentendido. -¿Cual malentendido? Yo solo veo que me has amarrado a una cama sin motivo alguno....también os gusta atar a vuestras presas?- pregunté desconfiada. No sabía a que jugaba y no quería jugar a ese extraño juego, en que él sabía que pasaría a continuación, y yo no. Se alejó sin contestarme, otra vez, volviendo al poco tiempo con un plato con comida... ¿la cena?, mi loba respiró tranquila ante aquella palabra, ella no sería la cena de la noche para aquel extraño lobo.


Dejó la comida sobre la mesa, llegando hacia mí el aroma rico de aquel plato de pollo, de haber sido loba me hubiera relamido y lanzado directa a por el plato y la comida, estaba hambrienta. Pero el joven pese a seguramente notar mi hambre y de seguro mi rugido de estomago demandando por energía, se volvió y fue hacia un lejano closet donde en silencio se cambio de ropa. Suspiré calmando mi estomago, hasta que le volví a ver, directo hacia mí con el torso desnudo, rebelando a mis ojos todas aquellas cicatrice de guerra...- ¿Estás seguro que no eres un cazador?... O ¿inquisidor?...- murmuré de nuevo temiendo su cercanía, ante la vista de su imponente torso desnudo y sus cicatrices. Le miré contrariada por la situación, nada me gustaba lo que iba pasando y cuando se tiro encima de mí mas lo temí pero lo encaré como mejor supe. El joven olió mi perfume de los cabellos, inhalo mi aroma y sintió mi piel, le miré fijamente confundida ante ese toque y con indiferencia en su rostro de un momento a otro me quito la capa que me protegía de ser descubierta, revelando mi vestido caro, que solo podía querer decir una cosa, que era de la realeza.

Asombrada en cuando adivinó mi apellido, no fui incapaz de decir nada, al encontrarme una cinta roja en mi boca, impidiéndome hablar. Aterrorizada y más confundida que nunca, contemplé como el joven se cambiaba de ropa y lentamente volvía a mí con una daga en sus manos. Trague saliva, preguntándome que me haría con aquella pequeña daga, hasta que me liberó del amarre, liberándome también del impedimento del habla causado por aquella cinta roja. Me acercó hacia la mesa donde yacía el pollo. Mi estomago volvía a rugir de hambre y sin hacer mucho caso a sus palabras, empecé a comerme el pollo hambrienta, intentando así que mi cuerpo se recuperara de un leve malestar que empezaba a afectarle. Apenas fui consciente de que el joven partiera y me dejará sola, hasta que volvió sorprendiéndome posando unos vasos con un extraño liquido a mi lado. – ¿Que es?- El antídoto me acordé, lo miré indecisa hasta que él lobo cogió y también bebió de la substancia. Tras terminar el pollo, y ante la mirada impaciente del lobo, cogí el vaso y me bebí un sorbo aquel liquido que me supo a rayos -¡Demonios! Al menos pensé que el sabor sería bueno...- murmuré acordándome de las medicinas que en mi tierra me daban de pequeña. El lobo callado sumido en sus pensamientos me hizo levantarme a lo que como ya era costumbre en aquel lugar le miré confundida ¿Ahora qué quería? Lo menos que me imaginé fue que me quitara el vestido, que me lo rompiera! Cerré los ojos al sentir sus cálidas manos recorriendo mi piel, hasta que llegó a mis labios, donde los besó unos instantes. Nuestros instintos eran muy fuertes y ahora mi loba demandaba acercarme más a aquel loco, pero bajo nuestra tristeza se separó avergonzado, tras aquella muestra de descontrol por su parte. Dejé que volviera a sentarme mientras mi loba arañaba las paredes de mi cabeza, preguntándose... por que no habría caído? ¿Tan malo sería besarla?

Permanecí callada ante sus palabras, observando ensimismada el vaso con el extraño líquido, el antídoto como decía él. Su voz era grave cuando decía aquello y no parecía mentir, así que tendría que ser verdad. Tras sus palabras se fue, dejándome sola de nuevo, pero esta vez semidesnuda. Sonreí ante aquel pensamiento, cada luna llena me levantaba desnuda, no tendría que sentirme mal por aquello, que para nosotros era tan normal como la desnudez, pero como duquesa era retacada y  me sentía muy extraña en presencia de aquel joven en paños menores.


En un suspiro tomé la iniciativa y me bebí de un solo trago lo que quedaba de antídoto- realmente repugnante...-murmuré en una mueca. Terminé lo que quedaba en el plato de mi cena y dejando los cubiertos en el plató, me paré a pensar en qué hacer. Lo que tenia segura que no iba a hacer, era huir de esas calles en paños menores, me iba a esperar a que viniera el joven Desmond y me trajera algo que ponerme, y más le valía traerme algo o se las vería con mi loba.

Levantándome, me dirigí a la puerta, abriéndola lentamente. Asomé la cabeza por ella, observando si había alguien. Al no haber nadie, como había dicho Desmond, podía dar una vuelta por la casa... y ¿Por qué no? No podía quedarme más tiempo encerrada en aquella habitación, y menos con mi loba despertando. Descalza, sintiendo el frio bajo mis pies, lo que agradecí, me fui moviendo sigilosamente por el pasillo, observando cada habitación con la que me cruzaba, buscando algún lugar donde poder reposar un rato o sentarme y contemplar algo. El pasillo era largo, pero no me tomó mucho tiempo hasta que terminé en un salón.

Oí a lo lejos las pisadas de alguien, olfateé para darme cuenta que era Desmond, pero las pisadas se detuvieron y entraron en una habitación. Respirando más tranquila, me decidí a tumbarme en uno de los cómodos sillones, quedándome contemplando uno de los cuadros que había colgado, donde salía un lobo negro y tras él la bella luna. ¿Seria el lobo de Desmond? Me quedé allí ensimismada, hasta que un malestar me hizo temblar, alertándome. No me encontraba bien, algo me pasaba. Gruñí del malestar, temiendo que Desmond me hubiera engañado y hubiera querido librarse de mí con un veneno y confiada de mi me lo hubiera bebido.

Me toqué con una mano la frente, y me di cuenta que estaba ardiendo en fiebre. Era normal para los licántropos, tener más temperatura de lo normal, pero no era bueno tener fiebre, ya que nuestro cuerpo enseguida se sobrecalentaba. –Desmond!- le llamé. No tenía mucha voz así que esperé que me oyera. Al poco rato unos pasos se dirigían hacia mí, con los ojos cerrados esperé que fuera él. Solo cuando su presencia entró en el salón buscándome, volví a hablar, dejando caer una mano sobresaliendo del sillón para que me encontrara.

-No me encuentro...bien-susurré apenas en un mormullo- Hace mucha calor...tengo fiebre...ah! no me gusta sentirme así- dentro de mí, mi loba gruñía sin saber que sucedía, sintiéndose mal- ¿Qué me pasa? ¿Que me distes?- Respiré hondo, extrañamente muy débil tumbada en el sillón- Ayúdame...

Con la mano extendida busqué la ajena, poco me importaba si era él el culpable, quería sentir a alguien a mi lado. Me sentía muy extraña, tenía mucho calor, estaba en ropa interior y aún así el calor me mataba. - ¿Por qué me ataste la cinta en la pierna?- pregunté consciente por un momento de que tenía algo atado en una de ellas, a la altura del muslo... ¿Donde me había dado con el dardo?

Abrí los ojos y le miré, clavando mis verdes ojos en los suyos. No sabía si también en ellos observaba la inquietud y el dolor de mi loba...o si no, y si su lobo tras aquella mirada, accedería a ayudarnos, a calmarnos hasta que pasara el efecto de lo que fuera aquello que nos dio, o si nos dejaría con nuestro dolor, bajo la sombra de aquel cuadro.

 
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Sombras en los bajos fondos [Desmond Allighari] Empty Re: Sombras en los bajos fondos [Desmond Allighari]

Mensaje por Desmond Allighari Dom Sep 01, 2013 12:45 am

"La luna exhala en el norte tan suyo, los claros gemidos de una amante pérdida en la soledad... La luna amiga, esposa y madre grita al desacierto del azar destino contra la marea de tu mirada fugaz; la luna, es solo la luna... tan blanca, tan bella, un recuerdo viejo de tiempos de antaño, de días atrás. Sueña, duerme y ríe, pues algún día como la luna, tu tiempo llegará." 
Pasaron solo segundos, eternos esbirros del tiempo que esconden entre sus líneas actos punibles de aburrimiento, angustia y melancolía. El efecto del antídoto empezaba a hacer estragos en el cuerpo del lobo, y un terrible dolor se colaba a través de su medula, su visión se hacia borrosa con cada paso que lo llevaba fuera de la habitación, sin embargo y a pesar de ello su postura no cambio, no se inclino, no demostraría su debilidad o cansancio antes los hechos que aquella noche habían tenido lugar. Poco a poco fue asimilando la sensación y matando el dolor solo con la ansía de los recuerdos como arma. Su tristeza le hacían olvidar todo, ignorar todo, separarse en un mundo abstracto mientras lagrimas brotaban de sus ojos ya rojos, ya inflamados, mientras él sonreía al mismo tiempo por aquellos recuerdos de antaño, aquellas pequeñas ocasiones en las que había sido feliz con los suyos. Pronto llego al corredor y como las almas que divagan en los bosques se perdió tras un solido muro de manera súbita y camino lentamente a su armería. Había sido una noche pesada y algo confusa para el lobo, no acostumbraba a que sus instintos gobernaran su mente y su osadía esta vez había excedido y con creces cualquiera de sus anteriores vanalidades; por ahora la prudencia era la única que valía la pena tener, y la mejor respuesta a su actual e intrincada situación.
Al llegar a la puerta, extendió con fuerza sus brazos haciéndola aparte, para entrar libremente en su secreto lugar… armería, biblioteca, el único recinto de paz en su desordenada mente. Cuando llego comenzó a recoger el anterior desorden que había causado la última vez que estuvo allí y tomando entre sus manos su diario, lo coloco sobre la eterna mesa de roble, aún más vieja que él. Suspiro y sentándose sobre una vieja y casi inservible silla, empezó a ojear página por página hasta llegar a una hoja en blanco. Los recuerdos comenzaron a surgir como imágenes en su mente y poco a poco fue olvidándose de sus obligaciones, las cuales en parte, se había resignado a dejar relegadas para un próximo día. La temperatura de su cuerpo comenzó a subir, como era costumbre y de su conocimiento, el mismo antídoto era el veneno mismo solo atenuado por el elixir de una planta extraña a aquellos lugares, pero que sin embargo potenciaba los síntomas de aquella toxina. De pronto a lo lejos comenzó a escuchar los pasos curiosos de la joven licantropa, esperaba que no entrar a la habitación, no quería que la presencia de otro ser mancillara su preciado refugio, pero al parecer no había estado interesada en aquel lugar, razón por la cual el joven lobo obvio sus sentidos y se dedico a escribir  una corta frase en su olvidado diario.
“La noche se hace larga y la espuma que se cree niebla, espesa. Por mi ventana solo veo como la oscuridad dibujada en tonos azulados y grisáceos se ve derrotada por haces tenues de tonos blanquecinos. En la sala una mujer, silueta semidesnuda de mi lascivo instinto que me obliga a amarla, sin embargo mi mente abstracta en la soledad se escuda en la prudencia de mis actos que con osadía libran la batalla al lado del valiente ímpetu, del descorazonado frenesí de mi naturaleza…” 
Entonces, lo interrumpieron unos suaves quejidos, a los que presuroso respondió, cuando llego al lugar, observo a Danna, quien no estaba acostumbrada a dicho dolor, sufrir el inclemente desenlace de la desventurada situación. Se acercó a ella besando con ternura su frente, como recordaba vagamente que hacia su madre cuando el aún era muy joven. Sin decir nada tomó su mano entre la suya y suavemente la cargo contra su pecho llevándola a la cama.
-          Todo estará bien – le susurro, mientras rápidamente la depositaba lenta y cuidadosamente en el catre de aquella habitación ya tan conocida por ella.
Se alejó un momento y cerro la ventana, evitando que frías ondanadas de aire se escaparan entre las rendijas y pudieran crear una peor experiencia para la dama, a quien apenas pudo mirar avergonzado, hacía tanto tiempo que su cuerpo se había acostumbrado al dolor, que se había olvidado lo difícil y abrumador que fue su primera experiencia de aquel tipo. Se acercó a la cama y se acostó junto a ella abrazándola, paso sus manos por sus muslos desnudos y rozo aquella prenda que había colocado hacia apenas unos instantes, la miro como pudo y le sonrió sin que se diera cuenta, abrazándola luego por su espalda en un gesto más paternal que sexual.
-          Solo es un recuerdo, así nunca olvidaras al terrible lobo que sin querer arruino una de tus noches – rio nerviosamente interrumpiendo su discurso – Pero has de saber y evitar escaparte, pues al fin y al cabo una dama como tu, debe evitar lugares tan repulsivos como estos. – Beso su nuca como acto final y durmió a su lado durante el resto de la noche. 




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