AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sueño de una noche...En España
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Sueño de una noche...En España
“Era una calurosa noshe en Sevilla…”
Así debería comenzar este relato, con un acento acorde a la situación, al momento, a la hora y a la compañía…
Pero escucharme hablando en un español… “andaluz”, levantaba mas carcajadas de las yo mismo me podía aguantar.
Así que será mejor que empiece por el principio.
Eran las doce de la noche, con doce minutos y doce segundos cuando yo sentado en uno de los sofás de mi gran salón en el castillo, miraba con total, completa y absoluta concentración a mi sujeto de análisis aquella noche.
Jäeger James Délvheen de Vries…y de las mercedes y de todos los santos -añadiría yo a sus apellidos, porque él lo valía- Era su nombre. El nombre de un hombre que ahora ante uno de los ornamentados y barrocos espejos, contemplaba su impecable y pensada imagen con suma atención.
Y es que ahí, delante de mí comenzaba el rito del macho ibérico moderno. Un rito en el que el macho se preocupaba por su imagen y la cuidaba con esmero para causar el efecto deseado tanto en el sexo opuesto como en el suyo propio. Y es que ahí estaba… Un hombre europeo de metro ochenta y cinco aproximadamente, piel blanca, ojos caprichosos, porte elegante…¿Que hacia? Se miraba al espejo, recolocándose su ya colocada y estratégicamente desabrochada camisa, para bajar la mirada, entrecerrar los ojos y hacer un sutil gesto de indiferencia al reflejo del espejo, como si coqueteara con el mismo, apoyándose luego sobre una de las mismas mesitas decorativas. Lleve una de mis manos a mi mentón mientras contemplaba el ritual sin perder detalle, mientras mi sujeto de análisis permanecía tan solo unos pocos segundos quieto antes de volver a acercarse a su reflejo para acomodar algunos mechones de su perfecto cabello corto, colocando el pequeño mechón de su patilla izquierda en su sitio, mientras le dedicaba un tiempo y un tacto delicado a las ondas de su precioso cabello de brillo castaño, tomando un segundo mechón de su frente para situarlo hacia atrás, acorde con el resto de mechones que seguían la pauta escrita, como si en vez de cabello fueran hilos de la sábana santa acomodados en su cabecita loca.
Me lleve una mano a la boca para que no se notase mi risa ahogada, una que intentaba disimular y que termine disimulando con tos antes de ponerme en pie y caminar hasta su lado, mirándome también en el espejo.
El ritual de un macho ibérico como Jae me parecía realmente fascinante y tenía la fiel intención de escribir sobre el y sus fases de “perfeccionamiento antes del cortejo” aunque fuera en su misma biografía, -una que no tenia fin, por cierto.-
Me acerque a mi reflejo y le mire de reojo mientras el me ignoraba y yo comenzaba a imitar el ritual del sujeto investigado de mi costado. Lleve mis dedos a mis cabellos para ponerlos a un lado de mi rostro, luego fruncí el ceño como si no me gustara y con mis propios dedos lleve mi melena al otro lado de mi rostro mientras fruncía los labios como si quisiera besar a un ser invisible. Luego subí un hombro, volví a llevar mis dedos a la punta de mis cabellos y comencé a subirlos como si quisiera darle volumen a mi cabello –cual señora recién salida de la peluquería-
Pero entonces cuando mire de reojo, el me miraba de frente, con una ceja arqueada y los brazos cruzados. Lo cual me hizo soltar una carcajada ante su semblante disgustado. Me había pillado molestándole.
¡No te me enfades primo! Si estas muy apuesto. Indique sin poder evitar tomar sus brazos y soltarlos para que no estuvieran cruzados. Sujetando una de sus manos para hacerle girar antes de sujetarle por la cintura y conducirle en un paso de baile ante su rostro de indignación que parecía decir. –aquí el que conduce los bailes soy yo- Casi podía escucharle gritarme…¡YO SOY EL HOMBRE!
Tengo una propuesta indecente que hacerte. Sus ojos se entrecerraron con malicia por lo que me adelante antes de que abriera los labios y comenzaran las obscenidades.
Vámonos a España de vacaciones. Hace mucho que no voy hacia allí –setenta años exactamente, cuando me había mudado a Alemania después de vivir quince años allí, en Sevilla- y me gustaría que nos fuéramos unos días o unas semanas a Sevilla pero solo nosotros, y con Ivanna si quiere venir. Ya sabes, una salida entre hermanos, podríamos movernos en el mapa ir a otros rincones…¡podría llevaros a la playa! Indique riendo sin querer, pues había sonado como si ellos fueran mis niños pequeños, unos a los que quería sacar de paseo. Seria porque eran mis hermanos menores.
¿Qué me dices?
Casi podía escuchar el sonido de las castañuelas, el guitarreo, los tacones resonando con ímpetu en la madera al compás de esos bailes apasionados, en los que las melenas rizadas y negras se movían casi girando al compás del mismo viento que envolvía esos bailes pasionales con cierta furia. Solo necesitaba una sonrisa por su lado y le cogería, me lo posaría al hombro y le obligaría a entrar en el carruaje. Básicamente porque ya había predispuesto el viaje y las maletas… incluida la suya.
Así debería comenzar este relato, con un acento acorde a la situación, al momento, a la hora y a la compañía…
Pero escucharme hablando en un español… “andaluz”, levantaba mas carcajadas de las yo mismo me podía aguantar.
Así que será mejor que empiece por el principio.
Eran las doce de la noche, con doce minutos y doce segundos cuando yo sentado en uno de los sofás de mi gran salón en el castillo, miraba con total, completa y absoluta concentración a mi sujeto de análisis aquella noche.
Jäeger James Délvheen de Vries…y de las mercedes y de todos los santos -añadiría yo a sus apellidos, porque él lo valía- Era su nombre. El nombre de un hombre que ahora ante uno de los ornamentados y barrocos espejos, contemplaba su impecable y pensada imagen con suma atención.
Y es que ahí, delante de mí comenzaba el rito del macho ibérico moderno. Un rito en el que el macho se preocupaba por su imagen y la cuidaba con esmero para causar el efecto deseado tanto en el sexo opuesto como en el suyo propio. Y es que ahí estaba… Un hombre europeo de metro ochenta y cinco aproximadamente, piel blanca, ojos caprichosos, porte elegante…¿Que hacia? Se miraba al espejo, recolocándose su ya colocada y estratégicamente desabrochada camisa, para bajar la mirada, entrecerrar los ojos y hacer un sutil gesto de indiferencia al reflejo del espejo, como si coqueteara con el mismo, apoyándose luego sobre una de las mismas mesitas decorativas. Lleve una de mis manos a mi mentón mientras contemplaba el ritual sin perder detalle, mientras mi sujeto de análisis permanecía tan solo unos pocos segundos quieto antes de volver a acercarse a su reflejo para acomodar algunos mechones de su perfecto cabello corto, colocando el pequeño mechón de su patilla izquierda en su sitio, mientras le dedicaba un tiempo y un tacto delicado a las ondas de su precioso cabello de brillo castaño, tomando un segundo mechón de su frente para situarlo hacia atrás, acorde con el resto de mechones que seguían la pauta escrita, como si en vez de cabello fueran hilos de la sábana santa acomodados en su cabecita loca.
Me lleve una mano a la boca para que no se notase mi risa ahogada, una que intentaba disimular y que termine disimulando con tos antes de ponerme en pie y caminar hasta su lado, mirándome también en el espejo.
El ritual de un macho ibérico como Jae me parecía realmente fascinante y tenía la fiel intención de escribir sobre el y sus fases de “perfeccionamiento antes del cortejo” aunque fuera en su misma biografía, -una que no tenia fin, por cierto.-
Me acerque a mi reflejo y le mire de reojo mientras el me ignoraba y yo comenzaba a imitar el ritual del sujeto investigado de mi costado. Lleve mis dedos a mis cabellos para ponerlos a un lado de mi rostro, luego fruncí el ceño como si no me gustara y con mis propios dedos lleve mi melena al otro lado de mi rostro mientras fruncía los labios como si quisiera besar a un ser invisible. Luego subí un hombro, volví a llevar mis dedos a la punta de mis cabellos y comencé a subirlos como si quisiera darle volumen a mi cabello –cual señora recién salida de la peluquería-
Pero entonces cuando mire de reojo, el me miraba de frente, con una ceja arqueada y los brazos cruzados. Lo cual me hizo soltar una carcajada ante su semblante disgustado. Me había pillado molestándole.
¡No te me enfades primo! Si estas muy apuesto. Indique sin poder evitar tomar sus brazos y soltarlos para que no estuvieran cruzados. Sujetando una de sus manos para hacerle girar antes de sujetarle por la cintura y conducirle en un paso de baile ante su rostro de indignación que parecía decir. –aquí el que conduce los bailes soy yo- Casi podía escucharle gritarme…¡YO SOY EL HOMBRE!
Tengo una propuesta indecente que hacerte. Sus ojos se entrecerraron con malicia por lo que me adelante antes de que abriera los labios y comenzaran las obscenidades.
Vámonos a España de vacaciones. Hace mucho que no voy hacia allí –setenta años exactamente, cuando me había mudado a Alemania después de vivir quince años allí, en Sevilla- y me gustaría que nos fuéramos unos días o unas semanas a Sevilla pero solo nosotros, y con Ivanna si quiere venir. Ya sabes, una salida entre hermanos, podríamos movernos en el mapa ir a otros rincones…¡podría llevaros a la playa! Indique riendo sin querer, pues había sonado como si ellos fueran mis niños pequeños, unos a los que quería sacar de paseo. Seria porque eran mis hermanos menores.
¿Qué me dices?
Casi podía escuchar el sonido de las castañuelas, el guitarreo, los tacones resonando con ímpetu en la madera al compás de esos bailes apasionados, en los que las melenas rizadas y negras se movían casi girando al compás del mismo viento que envolvía esos bailes pasionales con cierta furia. Solo necesitaba una sonrisa por su lado y le cogería, me lo posaría al hombro y le obligaría a entrar en el carruaje. Básicamente porque ya había predispuesto el viaje y las maletas… incluida la suya.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 476
Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: Sueño de una noche...En España
Cuando despegué los labios para responder a la oferta propuesta por Jerarld, una femenina voz elevada unas octavas más de lo necesario, interrumpieron nuestra conversación. Ivanna, situada en lo alto de la baranda que acompañaba la larga escalinata del castillo, se dejó deslizar por ella cual niña pequeña y juguetona al grito de: ¡VACACIONEEEEEEEEEEEEEEES!, con un más que eufórico fin de show al saltar de la baranda y caer sobre sus puntillas, alzando los brazos y añadiendo un enérgico: ¡Y OLÉ! que bien le valieron los aplausos de Jerarld y parte de los siervos que pasaban por allí en aquél momento. Ivanna, radiante, se inclinó ante su público varias veces y repartió besos en el aire cuál diva. Yo, simplemente puse los ojos en blanco y volví mi atención hacia mi hermano, ignorando a la pelirroja que aun seguía saludando.
- Con una condición.- susurré con porte serio y sin atisbo alguno de sonrisa. Mis ojos se clavaron feroces en los de Jerarld y me incliné más hacia él para que pudiera escucharme pese a reducir mi timbre de voz. Pero entonces, sonreí ampliamente, y decidí que no tenía por qué pedirle permiso de semejante cosa privada, así que aproveché para besar su frente sonoramente y corrí escaleras arriba tras levantarle la falda a Ivanna y pellizcarle el trasera, escuchando su rebuznos tras de mí mientras mis carcajadas inundaban el castillo.
Minutos después, bajé las escaleras totalmente cambiado: ahora me había recogido mis cabellos en un diminuto moño que recordaba al peinado de los samuráis, pero que despejaba mi rostro y me daba un aire muy informal, aspecto que también me hacía triunfar, por supuesto. Mis ojos los cubrí con unas excéntricas gafas de sol grandiosas y con montura de un fosforito color naranja. Obviamente, me había deshecho de mi camisa y chaleco, luciendo tipazo con mi torso al descubierto, solamente adorando por varios collares de conchas y uno de macarrones -ese me lo había regalado la mocosa de la familia, la pequeña Danielle-. Sobre mi hombro derecho llevaba mi toalla -por un lado se veía el cuerpo desnudo de una mujer de forma frontal, y por detrás, el mismo cuerpo pero de espaldas. Era una buena forma de recostar mi cabeza entre los senos de una top model del momento, sin duda-. Realmente, lo único que llevaba de ropa era mi bañador negro, de esos que se pegaban a la piel y remarcaban el talento, aquellos de pierna corta y bajos de cadera, dónde en realidad, poco podía disimularse. Me sentía como ir desnudo y eso me gustaba, me sentía más libre que nunca. Oh, pero en mi cintura llevaba la razón por la que casi le había pedido permiso a Jerarld: lo mejor de lo mejor, sin lo que no iba jamás a la playa. Mi flotador en forma de patito amarillo.
Así que, calzando ya mis chanclas playeras ornamentadas con palmeras verdes y amarillas, me dirigí hacia mis estupefactos hermanos y dejé que mis gafas de sol se deslizaran por el puente de mi nariz.
- ¿Y bien? ¿Nos vamos?
Mostré mi perfecta hilera de dientes y sin esperar respuesta, empecé a correr hacia la puerta principal, dejándola abierta para que ellos me siguieran mientras yo seguía corriendo rumbo al descapotable rojo, saltando sobre el asiento del piloto pese a las dificultades que el flotador de patito me comportaba. Sólo entonces arranqué el motor y acomodándome, esperé ansioso la llegada de mis hermanos a bordo.
- Con una condición.- susurré con porte serio y sin atisbo alguno de sonrisa. Mis ojos se clavaron feroces en los de Jerarld y me incliné más hacia él para que pudiera escucharme pese a reducir mi timbre de voz. Pero entonces, sonreí ampliamente, y decidí que no tenía por qué pedirle permiso de semejante cosa privada, así que aproveché para besar su frente sonoramente y corrí escaleras arriba tras levantarle la falda a Ivanna y pellizcarle el trasera, escuchando su rebuznos tras de mí mientras mis carcajadas inundaban el castillo.
Minutos después, bajé las escaleras totalmente cambiado: ahora me había recogido mis cabellos en un diminuto moño que recordaba al peinado de los samuráis, pero que despejaba mi rostro y me daba un aire muy informal, aspecto que también me hacía triunfar, por supuesto. Mis ojos los cubrí con unas excéntricas gafas de sol grandiosas y con montura de un fosforito color naranja. Obviamente, me había deshecho de mi camisa y chaleco, luciendo tipazo con mi torso al descubierto, solamente adorando por varios collares de conchas y uno de macarrones -ese me lo había regalado la mocosa de la familia, la pequeña Danielle-. Sobre mi hombro derecho llevaba mi toalla -por un lado se veía el cuerpo desnudo de una mujer de forma frontal, y por detrás, el mismo cuerpo pero de espaldas. Era una buena forma de recostar mi cabeza entre los senos de una top model del momento, sin duda-. Realmente, lo único que llevaba de ropa era mi bañador negro, de esos que se pegaban a la piel y remarcaban el talento, aquellos de pierna corta y bajos de cadera, dónde en realidad, poco podía disimularse. Me sentía como ir desnudo y eso me gustaba, me sentía más libre que nunca. Oh, pero en mi cintura llevaba la razón por la que casi le había pedido permiso a Jerarld: lo mejor de lo mejor, sin lo que no iba jamás a la playa. Mi flotador en forma de patito amarillo.
Así que, calzando ya mis chanclas playeras ornamentadas con palmeras verdes y amarillas, me dirigí hacia mis estupefactos hermanos y dejé que mis gafas de sol se deslizaran por el puente de mi nariz.
- ¿Y bien? ¿Nos vamos?
Mostré mi perfecta hilera de dientes y sin esperar respuesta, empecé a correr hacia la puerta principal, dejándola abierta para que ellos me siguieran mientras yo seguía corriendo rumbo al descapotable rojo, saltando sobre el asiento del piloto pese a las dificultades que el flotador de patito me comportaba. Sólo entonces arranqué el motor y acomodándome, esperé ansioso la llegada de mis hermanos a bordo.
Jäeger J. Délvheen- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 28/06/2012
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Re: Sueño de una noche...En España
Desvié la cabeza a un lado y parpadee mientras arqueaba una ceja.
Jäe…Luz de mi vida...- Yo, tenia en mente que marcháramos en avión. No se. Me encogí de hombros. Básicamente porque son unas cuantas horas y seria mas cómodo para que no nos pille el sol. Además…Oye, ¿piensas viajar con el flotador del patito todo el viaje? Mira que es mi avión privado. Pero…No se, un poco de glamour, ¿no? Gire el rostro para buscar apoyo en Ivanna, pero al hacerlo la vi moviendo sus manos al compás flamenco de una melodía invisible como si estuviera cantando o recitando a la virgen del Rocío … Ella estaba muy concentrada y emocionada con su baile flamenco como para prestarnos atención.
Mi rostro de póker hablo por sí mismo, así que desvié la mirada, me acerque a una de las mesas auxiliares, cogí las llaves, me acerque a la bailarina pelirroja de flamenco y después de posármela al hombro cual saco salí del castillo.
¡Sam! ¡Que lleven nuestras maletas al hotel Alfonso XIII de Sevilla!
Me dirigí con mi hermana-saco de patatas en dirección al coche, y la deposite con sumo cuidado en la parte de atrás, mientras Ivanna quedaba extendida en todo el asiento trasero. Le mire, contagiándome con su sonrisa radiante, y la verdad es que, me habría ido atrás con ella, pues Jäe al volante me parecía un verdadero peligro...Pero ahora que lo pensaba, si, casi que era mejor ir adelante, así si teníamos un accidente, nuestros cuerpos quizás amortiguarían un poco mejor a Ivanna…
Di un ágil salto al asiento delantero y me senté, acomodándome mientras abría la guantera de Jäe, rebuscando entre sus pertenencias con curiosidad -y sin su permiso, obviamente-.
¿Anda, a ver que tienes aquí?...juguetes, lubricantes, ¿otro patito de goma? Ehm…no creo que no quiera saber que haces con él. Cogí un par de gafas de aviador y me las puse, encontrando otro par de gafas en forma de corazón que lance hacia atrás, cazándolos Ivanna en el acto mientras seguía rebuscando entre pintalabios, algunas uñas postizas -quizás de alguna moza descarriada- y después de mover a un lado la lencería femenina y un sombrero de cowboy, encontré algunos CD’s. Hombre, ¿por qué no te bajas la música digitalmente? Te me estas quedando anticuado… ¿humm.?
Un titulo me parecio extraño, por lo que lo puse en el reproductor quitando las manazas de Jae que me decia que no pusiera eso, que era de no se quien...
Lloré...llore de risa.
…El coche arrancó, dejando un rastro de humo y una marca de neumáticos sobre el asfalto, y es que el fugaz conductor del flotador de patito tenía ansias por la velocidad que ahora nos alejaba veloces, mis guardias abrieron la gran reja de la salida con bastante prisa, mientras nosotros como poseídos salíamos despedidos a toda velocidad fuera de mis dominios.
El bosque verde nos rodeo rápidamente por el camino, llegando a una rapidez alarmante a la carretera. A este paso llegaríamos a España en media hora.
El techo del descapotable se reclino y el viento nos despeinó mientras reíamos y parloteábamos. Me coloque el sombrero de cowboy para que el pelo no se me molestara tanto en el rostro. Si no hubiera sido porque un extraño ruidito en el motor nos hizo mirar hacia delante, seguido de una gran humareda. Quizás no nos hubiéramos dado cuenta de varias cosas, como que nos seguía la policía y que el descapotable parecía estar agonizando…
Jäe…Luz de mi vida...- Yo, tenia en mente que marcháramos en avión. No se. Me encogí de hombros. Básicamente porque son unas cuantas horas y seria mas cómodo para que no nos pille el sol. Además…Oye, ¿piensas viajar con el flotador del patito todo el viaje? Mira que es mi avión privado. Pero…No se, un poco de glamour, ¿no? Gire el rostro para buscar apoyo en Ivanna, pero al hacerlo la vi moviendo sus manos al compás flamenco de una melodía invisible como si estuviera cantando o recitando a la virgen del Rocío … Ella estaba muy concentrada y emocionada con su baile flamenco como para prestarnos atención.
Mi rostro de póker hablo por sí mismo, así que desvié la mirada, me acerque a una de las mesas auxiliares, cogí las llaves, me acerque a la bailarina pelirroja de flamenco y después de posármela al hombro cual saco salí del castillo.
¡Sam! ¡Que lleven nuestras maletas al hotel Alfonso XIII de Sevilla!
Me dirigí con mi hermana-saco de patatas en dirección al coche, y la deposite con sumo cuidado en la parte de atrás, mientras Ivanna quedaba extendida en todo el asiento trasero. Le mire, contagiándome con su sonrisa radiante, y la verdad es que, me habría ido atrás con ella, pues Jäe al volante me parecía un verdadero peligro...Pero ahora que lo pensaba, si, casi que era mejor ir adelante, así si teníamos un accidente, nuestros cuerpos quizás amortiguarían un poco mejor a Ivanna…
Di un ágil salto al asiento delantero y me senté, acomodándome mientras abría la guantera de Jäe, rebuscando entre sus pertenencias con curiosidad -y sin su permiso, obviamente-.
¿Anda, a ver que tienes aquí?...juguetes, lubricantes, ¿otro patito de goma? Ehm…no creo que no quiera saber que haces con él. Cogí un par de gafas de aviador y me las puse, encontrando otro par de gafas en forma de corazón que lance hacia atrás, cazándolos Ivanna en el acto mientras seguía rebuscando entre pintalabios, algunas uñas postizas -quizás de alguna moza descarriada- y después de mover a un lado la lencería femenina y un sombrero de cowboy, encontré algunos CD’s. Hombre, ¿por qué no te bajas la música digitalmente? Te me estas quedando anticuado… ¿humm.?
Un titulo me parecio extraño, por lo que lo puse en el reproductor quitando las manazas de Jae que me decia que no pusiera eso, que era de no se quien...
Lloré...llore de risa.
…El coche arrancó, dejando un rastro de humo y una marca de neumáticos sobre el asfalto, y es que el fugaz conductor del flotador de patito tenía ansias por la velocidad que ahora nos alejaba veloces, mis guardias abrieron la gran reja de la salida con bastante prisa, mientras nosotros como poseídos salíamos despedidos a toda velocidad fuera de mis dominios.
El bosque verde nos rodeo rápidamente por el camino, llegando a una rapidez alarmante a la carretera. A este paso llegaríamos a España en media hora.
El techo del descapotable se reclino y el viento nos despeinó mientras reíamos y parloteábamos. Me coloque el sombrero de cowboy para que el pelo no se me molestara tanto en el rostro. Si no hubiera sido porque un extraño ruidito en el motor nos hizo mirar hacia delante, seguido de una gran humareda. Quizás no nos hubiéramos dado cuenta de varias cosas, como que nos seguía la policía y que el descapotable parecía estar agonizando…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 476
Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
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Re: Sueño de una noche...En España
- ¡Cagüen la p...!
- Cof cof
- Oh, lo siento, hermana, a veces olvido tu profesión...jeje - Me disculpé entonces, justo cuando el coche frenó definitivamente y quedamos en la cuneta, viendo yo por el retrovisor del coche cómo el coche patrulla se detenía tras nuestro descapotable, bajando de él un par de guaylongos de esos con mostacho, gafas de sol, sombrero de cowboy desteñido, plaquita de plástico y masticando un chicle. ¿Se podía tener menos glamour? Uno de ellos ancló su codo sobre mi ventanilla y se quitó las gafas de sol, mirándome por un largo instante sin dejar de roer aquél dichoso chicle.- ¿Sucede algo, caballero?- inquirí, controlando la vena palpitante que me gritaba que me abalanzara sobre ese tío con aires de hippy y le arrancara el chicle para hacer con él una soga para el marimacho. Me reí cuando imaginé que su peso lo haría ceder y no moriría... una pena, sin duda.
- Superabais el límite de velocidad, así que necesito sus papeles y los del coche. Ya.
Miré ceñudo al capullo en cuestión. ¿Quién se creía que era ese para hablarme así a mí? ¿A MÍ? Le mostré mis colmillos pero entonces, Jerarld me tocó el hombro con la palma de su mano y claro, me relajé. Él me indicó dónde se guardaba el papeleo del descapotable y mientras yo se lo entregaba al poli malo junto a mi carné de identidad, el hombre pareció percatarse de nuestro extraño atuendo. O mejor dicho, del mío solamente.
- ¿A dónde se dirigían con estas pintas? ¿Son gogos o algo por el estilo?- rió él, mirando a su compañero situado tras él que al ver cómo su jefe reía con mofa, el otro quiso imitarlo para quedar bien con él y la estupidez que lo acompañaba. Argh, puñeteros mortales... ¡qué idiotas se habían vuelto! Al menos en 1800 se mantenía una máscara de ética que les mantenía a salvo de vampiros que como yo, no disponen de demasiada paciencia, sobre todo con las burlas.
- Sí, su madre requirió nuestros servicios. ¿Se apunta?- le espeté torciendo una sonrisa maliciosa.
Pero entonces, cuando al hombre del mostacho sesentero le empezó a entrar la hurticaria por la espalda, mi hermanita Roxanne intercedió antes de que al poli se le empezara a poner esa cara de alcachofa verde de color morado.
- Disculpe a mi hermano, señor...
- Paco. Me llamo Paco, señorita. A sus servicios, guapa.- respondió, una vez se hubo fijado en que había más gente en el coche y que uno de ellos era una despampanante pelirroja de escandalosas curvas que poco a poco, ella empezó a mostrar más con sutiles gestos, como el inclinarse hacia él para mostrarle parte de su generoso escote o bien subiéndose la ya corta falda de su ajustado vestido rojo para que al otro le empezaran a temblar las piernas al imaginarse el Paraíso que encontraría entre las piernas de aquella bella mujer. Ais, realmente, en esos instantes, me sentía orgulloso de ella y de sus armas de mujer.
Y así, sin darme cuenta, Rox nos había librado de la multa de tráfico y conseguido que ellos mismo con su coche patrulla nos acercaran al puerto, punto más cercano para llegar a España, según nos indicaron. En apenas unos minutos saldría el último barco del día en esa dirección, así que todo iba viento en popa. ¡Incluso conseguí que me dejaran ir como copiloto! ¡Fue tan emocionante encender la sirena...!
- Recuerda agregarme el Facebook, bonita, ya sabes... ¡Paco Merte! ¡PACO MERTE!- gritaba el condenado mientras nosotros tres nos dirigíamos hacia el barco a punto de zarpar.
Tras dejar las cosas en nuestro camarote compartido nos dispusimos a descansar, puesto que el alba ya empezaba a asomarse en el horizonte de aquél mar abierto que ya empezábamos a cruzar rumbo a España. Me quité la ropa hasta quedar del mismo modo en el que llegué al mundo, me metí en la cama y cerré los ojos una vez mi dedo pulgar se aposentó en mi boca, quedándome al fin tranquilo y relajado...
Pero entonces... ¡Oh, entonces!
En el aire era palpable el olor a coco y a piel tostada, despertándome cierta sensación que logró sacarme del lecho, abrir la puerta de mi camarote y mirar hacia el pasillo, conmocionándome al ver las figuras desnudas caminando tan bien bronceadas por aquél pasillo, excitándome y despertando un sentimiento visceral acelerado. Por lo que supe después, en aquél barco sólo existía el sexo femenino. ¿Sería cosa de un error? ¿De buena suerte? ¿Qué iba a suceder ahí con tanta mujer?
Oh, ¡y tanto que sabía qué hacer!
¡Perderme en sus brazos! ¡Perderme en sus muslos! ¡Quedarme en ese barco con todas ellas junto a mí!
- Cof cof
- Oh, lo siento, hermana, a veces olvido tu profesión...jeje - Me disculpé entonces, justo cuando el coche frenó definitivamente y quedamos en la cuneta, viendo yo por el retrovisor del coche cómo el coche patrulla se detenía tras nuestro descapotable, bajando de él un par de guaylongos de esos con mostacho, gafas de sol, sombrero de cowboy desteñido, plaquita de plástico y masticando un chicle. ¿Se podía tener menos glamour? Uno de ellos ancló su codo sobre mi ventanilla y se quitó las gafas de sol, mirándome por un largo instante sin dejar de roer aquél dichoso chicle.- ¿Sucede algo, caballero?- inquirí, controlando la vena palpitante que me gritaba que me abalanzara sobre ese tío con aires de hippy y le arrancara el chicle para hacer con él una soga para el marimacho. Me reí cuando imaginé que su peso lo haría ceder y no moriría... una pena, sin duda.
- Superabais el límite de velocidad, así que necesito sus papeles y los del coche. Ya.
Miré ceñudo al capullo en cuestión. ¿Quién se creía que era ese para hablarme así a mí? ¿A MÍ? Le mostré mis colmillos pero entonces, Jerarld me tocó el hombro con la palma de su mano y claro, me relajé. Él me indicó dónde se guardaba el papeleo del descapotable y mientras yo se lo entregaba al poli malo junto a mi carné de identidad, el hombre pareció percatarse de nuestro extraño atuendo. O mejor dicho, del mío solamente.
- ¿A dónde se dirigían con estas pintas? ¿Son gogos o algo por el estilo?- rió él, mirando a su compañero situado tras él que al ver cómo su jefe reía con mofa, el otro quiso imitarlo para quedar bien con él y la estupidez que lo acompañaba. Argh, puñeteros mortales... ¡qué idiotas se habían vuelto! Al menos en 1800 se mantenía una máscara de ética que les mantenía a salvo de vampiros que como yo, no disponen de demasiada paciencia, sobre todo con las burlas.
- Sí, su madre requirió nuestros servicios. ¿Se apunta?- le espeté torciendo una sonrisa maliciosa.
Pero entonces, cuando al hombre del mostacho sesentero le empezó a entrar la hurticaria por la espalda, mi hermanita Roxanne intercedió antes de que al poli se le empezara a poner esa cara de alcachofa verde de color morado.
- Disculpe a mi hermano, señor...
- Paco. Me llamo Paco, señorita. A sus servicios, guapa.- respondió, una vez se hubo fijado en que había más gente en el coche y que uno de ellos era una despampanante pelirroja de escandalosas curvas que poco a poco, ella empezó a mostrar más con sutiles gestos, como el inclinarse hacia él para mostrarle parte de su generoso escote o bien subiéndose la ya corta falda de su ajustado vestido rojo para que al otro le empezaran a temblar las piernas al imaginarse el Paraíso que encontraría entre las piernas de aquella bella mujer. Ais, realmente, en esos instantes, me sentía orgulloso de ella y de sus armas de mujer.
Y así, sin darme cuenta, Rox nos había librado de la multa de tráfico y conseguido que ellos mismo con su coche patrulla nos acercaran al puerto, punto más cercano para llegar a España, según nos indicaron. En apenas unos minutos saldría el último barco del día en esa dirección, así que todo iba viento en popa. ¡Incluso conseguí que me dejaran ir como copiloto! ¡Fue tan emocionante encender la sirena...!
- Recuerda agregarme el Facebook, bonita, ya sabes... ¡Paco Merte! ¡PACO MERTE!- gritaba el condenado mientras nosotros tres nos dirigíamos hacia el barco a punto de zarpar.
Tras dejar las cosas en nuestro camarote compartido nos dispusimos a descansar, puesto que el alba ya empezaba a asomarse en el horizonte de aquél mar abierto que ya empezábamos a cruzar rumbo a España. Me quité la ropa hasta quedar del mismo modo en el que llegué al mundo, me metí en la cama y cerré los ojos una vez mi dedo pulgar se aposentó en mi boca, quedándome al fin tranquilo y relajado...
Pero entonces... ¡Oh, entonces!
En el aire era palpable el olor a coco y a piel tostada, despertándome cierta sensación que logró sacarme del lecho, abrir la puerta de mi camarote y mirar hacia el pasillo, conmocionándome al ver las figuras desnudas caminando tan bien bronceadas por aquél pasillo, excitándome y despertando un sentimiento visceral acelerado. Por lo que supe después, en aquél barco sólo existía el sexo femenino. ¿Sería cosa de un error? ¿De buena suerte? ¿Qué iba a suceder ahí con tanta mujer?
Oh, ¡y tanto que sabía qué hacer!
¡Perderme en sus brazos! ¡Perderme en sus muslos! ¡Quedarme en ese barco con todas ellas junto a mí!
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Jäeger J. Délvheen- Vampiro Clase Alta
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