La noche no siempre es oscura [Mikael Boulanger]

Inspiré profundamente, llevándome así, el aroma de la ciudad, tan variada y simple. Siempre era el misma, fuera en tiempos de egipcios o de romanos, ese aroma persistía, el llamado efluvio de la humanidad. Ahí se mezclaba cada aliento de cada alma, cada gesto y sentimientos, derroches, alegrías, lagrimas, sangre, vida y muerte, mezcladas entre sí, junto los nuevos conocimientos del ser humano, que los hacía evolucionar, y que yo había sido testigo, desde sus inicios. Los mortales las mejores maquinas del mundo, Vivian, trabajaban y morían, así haciendo una cadena infinita, que se repetía año tras año, siglo tras siglo.  Suspiré perdido en mis pensamientos y cavilaciones, volviendo la vista hacia el camino incierto que había cogido, esta noche para moverme, por la ciudad. Ahora mismo la oscura calle, resplandecía en silencio y solitaria, excepto por algunos jóvenes que salían de las tabernas o se dirigían a los burdeles de la ciudad, muy conocidos por todo el mundo. Con calma, fui recorriendo esa calle, que parecía no tener fin, aún quedaban muchas horas para el amanecer, si que tenía tiempo suficiente para perderme y volver antes del inicio matutino. Tras unos minutos andar andando, me topé con un grujo de jóvenes damas, las que al verme enmudecieron, contemplándome, suscitando sonrisas entre ellas y leves susurros, a los cuales sonreí, al llegar las palabras a mis finos oídos. Pasé de largo de donde se encontraban, sintiendo aún sus miradas en mí. Quizás para ellas era extraño ver en la noche, entre la oscuridad, un joven trajeado, y de buen porte, en vez de los mujeriegos, que solían llenar las calles a esas horas de la noche. Era tan fácil para los vampiros seducir a las mortales de esta época…

Con los sentidos alerta, buscando siempre cualquier amenaza que pudiera encontrarme por el camino, fue cuando llegó a mí unos agrestes ruidos. No venían de muy lejos, por lo que internándome en una calle secundaria de la principal por donde andaba, me dirigí hacia donde provenían tales ruidos. Al estar más cerca pude discriminar las risas de ocho individuos y de uno, quien parecía defenderse, mientras los otros se mofaban de él. No me consideraba amigo de los jóvenes que se aprovechaban de los demás y que resultaban cobardes, débiles a la hora de la verdad. Por lo que tras oír las mofas de los individuos, la sangre me ardió por dentro, alterando mis colmillos, los que se asomaban letales, tras mis labios, y juré ayudar, y en el caso de que los ocho cobardes fueran humanos, quizás, podría por un día saltarme mi norma y beber de ellos. Pero la suerte parecía estar de mi lado, esta noche, ya que lo que olí, no fue más que el aroma de nueve vampiros, Resultará más entretenido de lo que pensé… Con los humanos se acabaría pronto, pero siendo unos vampiros, lo hacía todo más interesante.  Al fin y al cabo, lo que estaban haciendo no era bondadoso, si no todo lo contrario y a mi forma de ver, tenían que recibir de su propia medicina. Me interné en una calle más oscura de la anterior, hasta que llegué. Se encontraban en una plaza, los ocho vampiros, tenían rodeado a uno, un árbol me ocultaba, decidí quedarme y observar hasta que dos de los vampiros se lanzaron contra la víctima, y no logré contenerme, tenía que tomar cartas en el asunto.

-¿No os da vergüenza aprovecharos de la inferioridad numérica, aún con uno de nuestra especie? – salí de las sombras mostrándome, realmente contrariado. ¿Tan cobardes se estaban volviendo los vampiros, como para atacar a un pobre vampiro, entre ocho? ¿No tenían fuerza a caso? Odiaba a los vampiros cobardes, y esos, eran cobardes en su máximo nivel. Fruncí el ceño realmente molesto. Últimamente se creaban vampiros como si se tratara de ganado, y no consideraba apropiado, que cualquier humano pudiera ser como nosotros. Había que tener fuego en las venas, no agua en ellas, como esos vampiros que me observaban sorprendidos, recapacitando del porque no me habían oído acercarme, como si todo lo que pasara a su alrededor tuvieran la facultad de controlarlo. Reí, todos los vampiros jóvenes creían que eran fuertes, que eran indestructibles…yo le enseñaría, les haría descubrir como aún seguían siendo mortales. Alguien tenía que pararles los pies…y darles una lección que nunca olvidasen, siempre y cuando salieran vivos de allí– supongo que no tendré más remedio que ponerme en medio e igualar en algo, esta lucha- suspiré riéndome por dentro, la noche prometía. - ¿Alguien quiere ser el primero?- clavé mi mirada en ellos, esperando por el primer valiente, decidiera salir a enfrentarse con el mismísimo diablo. No iba a contenerme, los débiles terminaban en las fauces de los depredadores. Así era y así siempre seria – ¡Vamos...no muerdo!- dije irónico riéndome- no todavía…- les provoqué.

¡Oh vamos!- los alenté. Los vampiros entre si se miraban y sonreían, quizás creían que el numero les seria ventajoso, pero en efecto contra mí aquellos cachorros, esos cobardes que se atrevían a perseguir y a jugar con un incapacitado vampiro, no tenían nada que hacer solo desear que terminara  pronto con ellos. ¿Una muerte rápida?- Si, pero no se las pensaba dar a ninguno de ellos, primero sufrirían y aprenderían la humildad de postrarse a los pies de un vampiro, a pedir disculpas- Sonreí ante aquellos pensamientos y la malévola sonrisa que mis labios esbozaron se agrandó al ver como dos vampiros, en equipo venían hacia mi.- ¿De dos en dos?- reí encontrándomelos encima en apenas unos segundos. Los dos vampiros me miraban divertidos, solo veían en mi a una mariposa a la que romper sus alas y quemar bajo un eterno fuego.- Ilusos...- murmuré por lo bajo al tiempo que uno de ellos se me abalanzaba. Le cogí del pie antes de que impactara contra mí y en un movimiento de la mano, le giré completamente el hueso del pie. Un horrible ruido a hueso roto rompió el silencio de la noche. Con una mueca de desprecio al comprobar que tan rápido podía quebrar aquellos malditos huesos de esos perros sarnosos, con la misma mano le golpeé arrojándolo al suelo, impactando su espalda contra una de las casas, quedándose moribundo. Tras arrojar al joven neófito, me dejé sorprender por su compañero quien atacó sin medida contra mí. Sus garras no eran más que suaves caricias en mi piel, sonreí en mis adentros, Que tan rápido los jóvenes de hoy en día creían vencer a sus mayores, pensé al verlo regodearse tras permitirse apartar unos segundos sus garras de mi cuerpo. Sus garras poco me hacían, mi sanación tras tantos años, solo en el caso de estar muy débil me iría más lenta de lo normal y en estos momentos no se daba esa circunstancia. Apenas sus garras penetraban en mi piel, esa herida, ese surco en mis carnes se cerraba. La bendición de los vampiros era esa, la rápida regeneración de nuestro cuerpo, pocas cosas habían que nos mataran de un golpe y aún así, dependiendo de la edad que tuviese el vampiro esas artimañas no servirían.

-No es más que otro deficiente vampiro.- se burló el vampiro dándome la espalda, dirigiéndose a sus compañeros. Sonreí abalanzándome contra él- No lo creo cachorro- murmuré en su oído, tras agarrarle fuertemente contra mí, alzándole la cabeza con una de las manos, encarándolo hacia el resto de los vampiros. – ¿Tu última palabra, muchacho?- Sus ojos se agrandaron de miedo, revolviéndose lastimosamente ante mi agarre. Intentó hablar pero el miedo lo mantenía paralizado, reí contra su cuello y antes de que nadie pudiera hacer nada contra mí de un mordisco le separe limpiamente la cabeza del torso, cayendo así la segunda víctima de la noche. Miré fijamente a los seis vampiros restantes, en sus ojos ardía la rabia y la venganza…nada me agradó más que ver aquellos rostros. Si debía de matar a cobardes, al menos que me dieran algo de faena o se volvían aburridos. – Dos molestias menos, ahora solo quedáis seis… ¿Quién será el próximo?- No podía leerles la mente, pero si en sus poses algo se podía leer era la certeza de que esta vez atacarían todos. Uno o dos vampiros irían contra el otro vampiro, mientras los demás a la vez intentarían matarme…Obvio que lo intentarían! Pero de intentarlo a lograrlo, hay mucho camino que recorrer.