AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En aguas cristalinas [Aemon]
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En aguas cristalinas [Aemon]
“La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse.”
Roger Martin du Gard
Roger Martin du Gard
Recuerdos, recuerdos. ¿ Es que nunca dejaran mi alma en paz? Los malditos ecos del pasado, vuelven sin fin en noches como estas. Sin control vuelven a mí las silenciosas lagrimas, sintiendo como la fría brisa se las lleva acariciándome las mejillas borrando todo rastro. Sonrío al aire y deseo que el aire también se lleve mis recuerdos, el dolor de esa niña que aún permanece en mí. La niña a la que se lo arrebataron todo en una noche, la que tembló de miedo y cayo asustada bajo las garras de aquella bestia, bestia que no era otro que su propia sangre, su querido padre. En esa cruel noche, le arrebataron la vida que conocía metiéndola en llena en una vida de miedos, recuerdos, extrañas criaturas y muchos enemigos, que una duquesa no tendría que tener. Yo era esa niña, y aún persiste el dolor de la pequeña en mi interior, mi alma sangra pensando en ella y en lo que nuestro padre creó; una bestia como él.
Hoy me miro y no me reconozco, ya no veo en mí el dulce e inocente rostro, el que bajo esta capa negra que luzco, reluce por las lágrimas que caen por mis verdes ojos. Hoy solo veo mis manos manchadas del rojo carmesí, la sangre que ayer en luna llena mi bestia por primera vez derramo de un joven que incauto se encontró con ella en lo más recóndito del bosque. No podrá decir el cielo, que no aclamé e intenté terminar con esa matanza, alejarme de allá llevándome a mi bestia conmigo, pero ella tuvo otros planes y por primera vez me fue imposible arreglar la situación cayendo sin control el pobre joven bajo sus fauces y garras.
¿Habrían sido los gritos de mis gritos de pequeña, los mismos gritos moribundos y de miedo que ese joven? Intenté no pensar en aquello, jurando que en esos momentos, me vi en aquellos ojos desolados muertos de miedo, ante mi bestia como yo lo estuve ante mi padre.
Caminé por un grande parque, sin rumbo ni destino, atapiada con una capa negra que ocultaba mi identidad. Mis pasos resonaron en las inmediaciones solitarias y oscuras, pasé de largo por unos bancos. No fui consciente de otra presencia que no fuera la mía por el solitario lugar, estaba concentrada en encontrar el lago y allí quedarme sentada con las horas corriendo, deseando quizás que viniera un vampiro y terminara con mi dolor.
La luna comenzando a decrecer parecía reírse de mí en los cielos iluminándome con su brillante luz, parecía mecerme en ella, aportándome su cálido calor y resplandor, acompañándome en mi desvelo, como si ella no tuviera nada que ver con mi agónico dolor como si ella no hubiese sido testigo de mi primera víctima en tantos años de mi condición.
Seguí mi camino en silencio hasta divisar a lo lejos las aguas oscuras del lago. Al llegar a sus orillas, me dejé caer en la húmeda hierba y llevando mis piernas hacia mí, permanecí abrazada a ellas encogida dejando que los dolorosos recuerdos desaparecieran, como el leve temblor de mis hombros, al sollozar el silencio hasta terminar calmándome, con la mirada perdida en el lago cayendo finalmente las ultimas lagrimas, que terminaron por perderse en mi cuello hasta terminar en la fresca hierba que acariciaba mi cuerpo.
Contemplé el reflejo de la luna en las aguas calmadas del lago, esa visión me calmó por unos instantes, recordándome la doble naturaleza de mi ser. No era mala, nunca sería una persona malvada, la bondad era toda definición de mi persona, aún así…suspiré y volví a refugiarme en mi abrazo. El viento como un amante acariciaba mi rostro, produciendo en mi el nacimiento de una ligera sonrisa sintiéndolo jugar con mi capa hasta lograr tumbar mi capucha y jugar con las hebras de mis cabellos. Tan concentrada en mis pensamientos y en las aguas del lago, que poco me di cuenta de una presencia en aquel solitario parque, hasta que oí las pisadas de alguien, acercándose. Con las manos me sequé las lágrimas de mi rostro y esperé. En esta noche mía nada podía salir peor, de lo que ya había salido, ahora solo podía mejorar mi noche o eso dese con fervor.
Desde la muerte de mi madre no había llorado, hasta el día de mi conversión en licantropía…y tras veinte seis años, hoy había vuelto a caer en ellas.
“A veces siento que me proteges con tu luz, otras veces me enloqueces
Unas veces te quiero, otras te detesto…la luna, mi maldición y condena”
Unas veces te quiero, otras te detesto…la luna, mi maldición y condena”
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 27/05/2013
Edad : 32
Re: En aguas cristalinas [Aemon]
Mecido por las aguas oscuras del lago me sentía como en casa, una casa en la que nunca había estado, en la que siempre quise estar y en la que, si acaso existía, pasaría la eternidad. Me sentía relajado, acogido y en paz conmigo mismo y con toda la existencia, aunque a su vez esa misma existencia desaparecía a mis sentidos. La suave brisa mecía ligeramente el agua y por consiguiente a mi cuerpo, hecho una bola, que se mantenía a unos treinta centímetros de la superficie en forma fetal. Podía sentir el latir de la tierra fluir por la corriente inexistente del lago, cada latido animal, cada movimiento de una hoja, el orbitar de los planetas, incluso la vida y la muerte de las estrellas. Todo aquello estaba a mi lado y a la vez a millones de kilómetros o millas de distancia. Yo era igual que cualquiera de ellos y a la vez no era más que una mota de polvo. Era demasiado para mi mente pensar en aquello pero por otro lado eso era precisamente en lo que mi mente se quería concentrar.
Llevaba en París tres... no, cuatro años, y había conseguido cierto "status". Ahora ya no solo me alimentaba de manzanas y mi trabajo era... meterla en caliente. Había conseguido cierto reconocimiento en los barrios pobres como médico y me contrataban a cambio de una cama, un plato de comida o simplemente con una sonrisa de alegría que me decía que no tenían nada y que aquellas comisuras alzadas eran más de lo que le habían dado a nadie en mucho tiempo, incluso a ellos mismos. Además, había podido enlazar una serie de trabajos semanales entre camarero, limpiador, deshollinador y cocinero. Ese último me costó un poco pero tuve una buena maestra y pronto aparecieron mis dotes para ello.
El caso es que ahora estaba allí, flotando a media altura tras mi último trabajo, que había sido el de camarero, pero como me habían dado la cena para ese último día y un regalo de una caja de manzanas, regalazo para esa época del año, me ofrecí, como regalo sorpresa, a deshollinar la chimenea... sobra decir que salí más negro que los negros del áfrica tropical. Pero me daba igual. Esa noche dormiría al raso, tal vez mi banco siguiese libre, pero me apetecía dormir en el bosque. Y este era el motivo, y no otro, por el que el lago se había convertido en mi pequeña bañera aquella noche. Por algo notaba como alguna brizna de hierba todavía se escurría entre mis dedos a pesar de haberme dado una buena frotada para quitar todo el humo y la ceniza de aquella chimenea, tampoco importaba, el cesped en los dedos realajaba.
No sé cuanto tiempo llevaría bajo el agua. ¿Medio minuto, uno, dos? No lo sé realmente pero cuando saqué la cabeza me sentía nuevo, uno con todo lo que me rodeaba. Despacio nadé hacia la orilla dejando una estela plateada en la superficie del lago bañado por la luna. Al fin hice pie y salí despacio, sin prisa, hacia el montón que hacían mis ropajes sobre una roca. Había podido remendarlos y lavarlos en mi último trabajo tras deshollinar la chimenea, y me habían regalado unos calzones porque no tenía ningunos. Los lavé un poco, porque era la única ropa que llevé mientras estuve dentro de la chimenea y hasta llegar al lago, y los dejé secar antes de entrar. Ahora estaban secos, como el resto de la ropa, pero yo mojado. Abrí los brazos en cruz y dejé que la brisa me secara sin prisa. Pequeñas gotas caian de mi pelo por mi cuerpo hasta caer por mis brazos hasta los dedos y perderse por ellos en el viento o seguir hasta mis piernas y regar el suelo. La brisa acariciaba mi cara e incluso mi miembro, a pesar de por todo lo pasado, parecía rejuvenecido tras unos días relajado y ese baño tan tranquilo.
Una vez ya seco comencé a vestirme de nuevo. La ropa me quedaba como un guante y hacía mucho que no me sentía tan fresco y renovado, así que lo agradecí. La noche era joven, como se empezaba a escuchar en algunos callejones de la ciudad, y todo podía pasar. No había dado más de quince pasos cuando aquellas palabras cobraron significado. A lo lejos, a unos doscientos metros de donde me encontraba, había una joven sentada, abrazada a sus piernas y parecía nostálgica o melancólica. Sonreí a medias, como cuando te cuentan una tragedia y pones esa extraña mueca de lástima, consuelo e intento de alegrar al otro, aunque sabes que no será así. Una media sonrisa que no va a ninguna parte pero trata de animar a ambas partes.
Mis pasos, descalzos, pues llevaba los zapatos en una mano, me llevaron a su lado. La vi secarse las lágrimas mientras me acercaba y me dije que aquella noche sería, al menos por un rato para ella. No me gustaba ver a gente triste, al menos mientras no me demostrasen que se lo merecían, y aun así a veces tampoco podía.
Finalmente llegué a su lado, me senté como ella, dejando los zapatos a mi derecha, y a ella a mi izquierda. A la distancia justa para estar sentado a su lado pero no invadir su espacio. Tenía una sonrisa velada, esa que te hace ver feliz pero no hace sentir mal a nadie, como si fuese parte de tu rostro y tu alma. Miré a la luna, allí arriba, mitad oscura, mitad brillante, con ese plateado tan mágico que rebotaba en el lago, haciendo brillar las ondas de algún pez trasnochador, quizás despertado por mi baño, que saltaba en él. No tenía prisa y ella tampoco parecía tenerla, así que simplemente dejé que se percatase de mi presencia y se tranquilizase un poco. Al cabo de unos minutos, no los conté, podrían ser dos, cinco o diez, comencé a hablar, primero era como un murmullo audible, después un susurro confidencial, poco más tarde un monólogo privado y finalmente una consulta velada.- "Siempre está ahí, mirándonos. Nos cubre con su manto, como dicen los poetas y escritores. Esconde oscuridad y a su vez la muestra. En ella hay terrores y mágia pero incluso esos dos conceptos con ella pierden sus límites y pueden ser cualquier cosa. A veces la miro y se que me protege de lo que se oculta bajo su mirada. Nos envía el viento para acariciarnos sin que sepamos que es ella, a la brisa para besarnos. Se siente madre de todo cuanto habita este mundo aunque ella misma sea parte también. A veces parece mostrar un rostro y otras se oculta para nosotros. No es que sea tímida, simplemente teme lo que pensaremos de ella en algunas ocasiones. Se que todo eso son imaginaciones, cuentos, pero me gusta verla así, darle personalidad. Bajo ella me siento seguro y libre, sin ataduras." -Suspiré, relajado, tras haber contado aquellas sensaciones y ni siquiera entonces la miré, a la joven, para preguntar.- "¿No te parece que es hermosa? A mi me lo parece. Se que siempre va a estar ahí, mirando, deseando actuar y contarme sus secretos, contárnoslos a todos nosotros, pero... hay que darle tiempo, ¿no crees?" -Me abracé las piernas mirando a la luna con esa sonrisilla y los ojos brillantes de ternura. Quería que ella se relajase y tal vez se soltase, todo fuese que me viera como un loco y se marchase. ¿Quién sabe como pueden ser las cosas en este mundo?
Llevaba en París tres... no, cuatro años, y había conseguido cierto "status". Ahora ya no solo me alimentaba de manzanas y mi trabajo era... meterla en caliente. Había conseguido cierto reconocimiento en los barrios pobres como médico y me contrataban a cambio de una cama, un plato de comida o simplemente con una sonrisa de alegría que me decía que no tenían nada y que aquellas comisuras alzadas eran más de lo que le habían dado a nadie en mucho tiempo, incluso a ellos mismos. Además, había podido enlazar una serie de trabajos semanales entre camarero, limpiador, deshollinador y cocinero. Ese último me costó un poco pero tuve una buena maestra y pronto aparecieron mis dotes para ello.
El caso es que ahora estaba allí, flotando a media altura tras mi último trabajo, que había sido el de camarero, pero como me habían dado la cena para ese último día y un regalo de una caja de manzanas, regalazo para esa época del año, me ofrecí, como regalo sorpresa, a deshollinar la chimenea... sobra decir que salí más negro que los negros del áfrica tropical. Pero me daba igual. Esa noche dormiría al raso, tal vez mi banco siguiese libre, pero me apetecía dormir en el bosque. Y este era el motivo, y no otro, por el que el lago se había convertido en mi pequeña bañera aquella noche. Por algo notaba como alguna brizna de hierba todavía se escurría entre mis dedos a pesar de haberme dado una buena frotada para quitar todo el humo y la ceniza de aquella chimenea, tampoco importaba, el cesped en los dedos realajaba.
No sé cuanto tiempo llevaría bajo el agua. ¿Medio minuto, uno, dos? No lo sé realmente pero cuando saqué la cabeza me sentía nuevo, uno con todo lo que me rodeaba. Despacio nadé hacia la orilla dejando una estela plateada en la superficie del lago bañado por la luna. Al fin hice pie y salí despacio, sin prisa, hacia el montón que hacían mis ropajes sobre una roca. Había podido remendarlos y lavarlos en mi último trabajo tras deshollinar la chimenea, y me habían regalado unos calzones porque no tenía ningunos. Los lavé un poco, porque era la única ropa que llevé mientras estuve dentro de la chimenea y hasta llegar al lago, y los dejé secar antes de entrar. Ahora estaban secos, como el resto de la ropa, pero yo mojado. Abrí los brazos en cruz y dejé que la brisa me secara sin prisa. Pequeñas gotas caian de mi pelo por mi cuerpo hasta caer por mis brazos hasta los dedos y perderse por ellos en el viento o seguir hasta mis piernas y regar el suelo. La brisa acariciaba mi cara e incluso mi miembro, a pesar de por todo lo pasado, parecía rejuvenecido tras unos días relajado y ese baño tan tranquilo.
Una vez ya seco comencé a vestirme de nuevo. La ropa me quedaba como un guante y hacía mucho que no me sentía tan fresco y renovado, así que lo agradecí. La noche era joven, como se empezaba a escuchar en algunos callejones de la ciudad, y todo podía pasar. No había dado más de quince pasos cuando aquellas palabras cobraron significado. A lo lejos, a unos doscientos metros de donde me encontraba, había una joven sentada, abrazada a sus piernas y parecía nostálgica o melancólica. Sonreí a medias, como cuando te cuentan una tragedia y pones esa extraña mueca de lástima, consuelo e intento de alegrar al otro, aunque sabes que no será así. Una media sonrisa que no va a ninguna parte pero trata de animar a ambas partes.
Mis pasos, descalzos, pues llevaba los zapatos en una mano, me llevaron a su lado. La vi secarse las lágrimas mientras me acercaba y me dije que aquella noche sería, al menos por un rato para ella. No me gustaba ver a gente triste, al menos mientras no me demostrasen que se lo merecían, y aun así a veces tampoco podía.
Finalmente llegué a su lado, me senté como ella, dejando los zapatos a mi derecha, y a ella a mi izquierda. A la distancia justa para estar sentado a su lado pero no invadir su espacio. Tenía una sonrisa velada, esa que te hace ver feliz pero no hace sentir mal a nadie, como si fuese parte de tu rostro y tu alma. Miré a la luna, allí arriba, mitad oscura, mitad brillante, con ese plateado tan mágico que rebotaba en el lago, haciendo brillar las ondas de algún pez trasnochador, quizás despertado por mi baño, que saltaba en él. No tenía prisa y ella tampoco parecía tenerla, así que simplemente dejé que se percatase de mi presencia y se tranquilizase un poco. Al cabo de unos minutos, no los conté, podrían ser dos, cinco o diez, comencé a hablar, primero era como un murmullo audible, después un susurro confidencial, poco más tarde un monólogo privado y finalmente una consulta velada.- "Siempre está ahí, mirándonos. Nos cubre con su manto, como dicen los poetas y escritores. Esconde oscuridad y a su vez la muestra. En ella hay terrores y mágia pero incluso esos dos conceptos con ella pierden sus límites y pueden ser cualquier cosa. A veces la miro y se que me protege de lo que se oculta bajo su mirada. Nos envía el viento para acariciarnos sin que sepamos que es ella, a la brisa para besarnos. Se siente madre de todo cuanto habita este mundo aunque ella misma sea parte también. A veces parece mostrar un rostro y otras se oculta para nosotros. No es que sea tímida, simplemente teme lo que pensaremos de ella en algunas ocasiones. Se que todo eso son imaginaciones, cuentos, pero me gusta verla así, darle personalidad. Bajo ella me siento seguro y libre, sin ataduras." -Suspiré, relajado, tras haber contado aquellas sensaciones y ni siquiera entonces la miré, a la joven, para preguntar.- "¿No te parece que es hermosa? A mi me lo parece. Se que siempre va a estar ahí, mirando, deseando actuar y contarme sus secretos, contárnoslos a todos nosotros, pero... hay que darle tiempo, ¿no crees?" -Me abracé las piernas mirando a la luna con esa sonrisilla y los ojos brillantes de ternura. Quería que ella se relajase y tal vez se soltase, todo fuese que me viera como un loco y se marchase. ¿Quién sabe como pueden ser las cosas en este mundo?
Aemon- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/03/2012
Re: En aguas cristalinas [Aemon]
“El magnetismo de la luna nos llama, nos embruja …olvidándonos así de la cara que oculta bajo su claro manto…”
Sus pasos descalzos, le llevaron hasta a mi. Por un momento estuve tentada de girarme y ver quien era quien venia a interrumpir mi melancólica noche… pero a veces era mejor tener compañía, y quizás con su presencia, la noche terminara a mejor para mí. Se sentó a mi lado, dejando entre los dos un espacio, lo suficientemente grande para que no invadiera mi espacio personal, y lo suficientemente pequeño para que me sintiera acompañada y protegida por él. Sonreí ante aquellos pensamientos… ¿Qué aspecto tendría una dama en el lago a esas horas de aquella triste manera? Una chica perdida…? Y tan perdida que me encontraba…suspiré con la mirada fija en el lago.
Pensé que hablaría… tan equivocada me encontraba, que tras sentarse solo se hizo silencio. Agradecí mucho aquel silencio, ya que así mi alma se recuperaba, no iba a llorar mas y aún menos delante de aquel joven. Fueron largos minutos, en que me calmé lentamente dejando que el silencio llenara mi mente y mis sentidos. Observaba a ratos al joven de reojo, y él seguía como yo, contemplando la luna en silencio contándole sus secretos o simplemente maravillado con su hermosura.
Concentrada en mis pensamientos y en el agua oscura del lago, cuando finalmente mi silencioso compañero habló me sobresalté ligeramente y me giré a mirarle. Empezó a hablar en apenas unos susurros hasta terminar en una consulta velada. Le escuché maravillada de que un humano pudiera hablar de esa forma sobre la luna, con su voz transmitía el hechizo de la luna que hermosa y amable, nos protegía de las sombras posándose arriba de nuestras cabezas. Volví mi mirada al infinito asintiendo a sus bonitas y hermosas palabras. Él aún seguía contemplando la luna, absorto en ella y en sus palabras. Me preguntó si me parecía hermosa... claro que si me parecía hermosa! Eso no quitaba que la odiara…lo hermoso muchas veces esconde dos facetas, como yo misma: Duquesa y una licántropa en un mismo ser, en la misma esencia. Me relajé escuchando sus palabras, su tono de voz que inducía a la calma… ¿Quién seria ese joven?
Tras terminar de relatarme sus emociones sobre la luna que nos alumbraba, me quedé callada unos instantes meditando, hasta que finalmente usando una voz dulce y tierna relaté lo que mi corazón y cabeza me aclamaban de ella.
- Siempre ha sido y será hermosa, es la dama de la noche, la amante prohibida del sol...- susurré en una leve sonrisa- Pero también es malvada, la utopía de tantos relatos sobre criaturas oscuras, errantes de la oscuridad que se levantan y perecen con ella… Es en la noche cuando la maldad florece y donde nacen…las más grandes pasiones- añadí sonriendo de lado- La luna es nuestra amiga pero también nuestra enemiga, cuando decide dejarnos solos en las sombras de la oscuridad, sin luz a la que sujetarse, sin luz con la que protegerse. En la noche todo es incierto…una sombra puede parecer un árbol y ser otra cosa, bajo la luna se cometen los mayores crímenes…siempre bajo su sombra o bajo su luz el mal sobrevive- suspiré triste- No es mejor ¿andar a la vera del sol? Que tras las faldas de la luna? El sol nos enseña a ver…la luna a temer, por mas bella que pueda ser, la luna siempre esconderá dos caras- Me encogí mas contra mis rodillas y observé al joven por el rabillo del ojo, esperando por sus movimientos.
-Siento si os entristecen mis palabras, hoy no puedo verla con buenos ojos, a quien tanto amáis messier-susurré disculpándome, no quería hacerle pasarlo mal, tras que mostrara su preocupación por mi e intentara animarme.- En mi corazón la amo, en mi cabeza la odio.. Una contradicción llevada a lo más alto-
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 27/05/2013
Edad : 32
Re: En aguas cristalinas [Aemon]
No pude sino sonreír a sus palabras. A pesar de ello me mantuve en silencio, dejándola hablar, sin interrumpirla, mientras los animalillos del bosque parecían callar con sus palabras. Hasta el viento, que hasta hacía poco mecía las copas de los árboles y las briznas de hierba perezosas a nuestro alrededor, parecía detenerse para escucharla lo mejor posible. Tenía una voz clara, suave, dulce, cargada con una fuerte nota discordante cuyo origen, estaba casi seguro, residía en una ira contenida procedente de algún recóndito recuerdo de su mente. A pesar de aquello la escuché, sonriendo, como ya he dicho, y negando levemente.
Era cierto lo que decía, no voy a negarlo, pero no del todo y así se lo iba a hacer saber. Seguía observando la luna, sin mirarla a ella. Todavía no se había presentado así que no tenía el derecho de reclamar, realmente, su atención.- "No te voy a negar la razón en lo que dices pero... ¿no es también cierto que los mayores romances, los mejores encuentros y las pasiones más desenfrenadas ocurren también bajo su luz y no bajo la del astro rey? Es verdad que bajo el manto de la noche hay criaturas aterradores, salidas de todo tipo de cuentos y pesadillas, pero nosotros también somos criaturas que vagamos bajo el mismo manto y, perdona que lo diga así, pero creo que los humanos somos la peor criatura que habita bajo su luz plateada. No, no me entristecen tus palabras. Es más, me alegra ver que no soy el único que conoce sus dos caras, que sabe que por un lado te ofrece su mano y por el otro te pone la zancadilla una y otra vez pero... ¿no es esa la función de quien te guía? Ayudarte a levantarte mientras te enseña a no caer y levantarte por ti mismo." -Suspiré, recordando todas las noches pasadas bajo ella, con la brisa, símbolo de sus caricias y atenciones cuando más necesitaba del contacto de un alma caritativa, y sus puñaladas, cuando lo conseguido en una semana desaparecía presa de las criaturas que habitaban en sus horas.
Bajé la mirada, desconectándome de la luna y mirando mis manos, que jugueteaban entre mis piernas cruzadas con la hierba fresca en la noche. Finalmente me dejé caer de espaldas en la hierba, llevando mis manos a mi nuca para relajar el peso de la cabeza y los hombros. Notaba como los faldones de la camisa bailaban al compás de la suave brisa que no había sido retenida con la voz de la joven y cómo ésta, la camisa, se inflaba por la misma brisa refrescando mi cuerpo. Entonces, algo más relajado, limpio y fresco y con ella ya predispuesta a hablar, como había demostrado su respuesta, la miro a los ojos, girando la cabeza entre las palmas de sus manos.- "Por cierto, me llamo Aemon. ¿Con quien tengo el placer de hablar bajo la bipolar luna que nos acompaña esta noche?"
Era cierto lo que decía, no voy a negarlo, pero no del todo y así se lo iba a hacer saber. Seguía observando la luna, sin mirarla a ella. Todavía no se había presentado así que no tenía el derecho de reclamar, realmente, su atención.- "No te voy a negar la razón en lo que dices pero... ¿no es también cierto que los mayores romances, los mejores encuentros y las pasiones más desenfrenadas ocurren también bajo su luz y no bajo la del astro rey? Es verdad que bajo el manto de la noche hay criaturas aterradores, salidas de todo tipo de cuentos y pesadillas, pero nosotros también somos criaturas que vagamos bajo el mismo manto y, perdona que lo diga así, pero creo que los humanos somos la peor criatura que habita bajo su luz plateada. No, no me entristecen tus palabras. Es más, me alegra ver que no soy el único que conoce sus dos caras, que sabe que por un lado te ofrece su mano y por el otro te pone la zancadilla una y otra vez pero... ¿no es esa la función de quien te guía? Ayudarte a levantarte mientras te enseña a no caer y levantarte por ti mismo." -Suspiré, recordando todas las noches pasadas bajo ella, con la brisa, símbolo de sus caricias y atenciones cuando más necesitaba del contacto de un alma caritativa, y sus puñaladas, cuando lo conseguido en una semana desaparecía presa de las criaturas que habitaban en sus horas.
Bajé la mirada, desconectándome de la luna y mirando mis manos, que jugueteaban entre mis piernas cruzadas con la hierba fresca en la noche. Finalmente me dejé caer de espaldas en la hierba, llevando mis manos a mi nuca para relajar el peso de la cabeza y los hombros. Notaba como los faldones de la camisa bailaban al compás de la suave brisa que no había sido retenida con la voz de la joven y cómo ésta, la camisa, se inflaba por la misma brisa refrescando mi cuerpo. Entonces, algo más relajado, limpio y fresco y con ella ya predispuesta a hablar, como había demostrado su respuesta, la miro a los ojos, girando la cabeza entre las palmas de sus manos.- "Por cierto, me llamo Aemon. ¿Con quien tengo el placer de hablar bajo la bipolar luna que nos acompaña esta noche?"
Aemon- Prostituto Clase Baja
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Fecha de inscripción : 17/03/2012
Re: En aguas cristalinas [Aemon]
Miré de reojo al joven que seguía perplejo admirando la luna y su luz. Seguí su ejemplo, y solo volver mi mirada al frente, su voz volvió a interrumpir aquel mágico silencio que se formaba en aquel lago. Le escuche absorta, hablaba como un enamorado de la luna y aquello me hacia recordar momentos de la juventud, en cuanto apenas no era más que una niña, en que me sentaba a admirar cada noche la luna y hablaba con ella. Eran conversaciones muy inocentes, le preguntaba por el sol, por cómo se encontraba y le pedía que me dejara algún día tocarla, pero ella siempre se hacia la imposible. Prefería quedarse en el firmamento que bajar a que yo la cuidara. Al recordar aquellos momentos, sin poderme contener s me formó una leve sonrisa que por unos segundos alegró mi triste y melancólico rostro.
Seguí las observaciones del joven y asentí – La luna es buena guía para quienes no temen la noche y sus sorpresas, y por lo que comenta, se ha topado ya con muchas de las trampas de nuestra estrella del cielo – dije simplemente encogiéndome de brazos, soltando un suspiro entre mis labios. Por dentro estaba algo inquieta y muy curiosa, ¿Que criaturas conocería aquel joven apuesto? ¿Hablaría de nosotros? Seria difícil averiguar aquello. La brisa nos mecía y el silencio volvió a reinar entre nosotros. A diferencia de algunos silencios incómodos, el nuestro parecía estar bien, ya que así podíamos pensar, darle vueltas a la cabeza sobre todo y nada. A veces la vida era complicada y traicionera y otras veces una dicha con su alegría contagiosa. Yo seguí dándole vueltas a lo que debía conocer y desconocer de todo aquel joven. Había resultado muy extraña aquella frase, dirigiéndose a sí mismos como humanos y dando pie a la palabra criaturas.
Volví a mirarle de reojo, descubriéndolo jugueteando con sus manos, hasta que finalmente se tumbó sobre su espalda en la hierba. – Hoy hace muy buena noche para tumbarse y dormirse en esta fresca pero aún cálida brisa de Otoño – Comenté sonriendo. Volví mi mirada al lago, hasta que un movimiento de mi compañero de silencios se movió a mi lado y se incorporó mirándome. Le devolví la mirada, observando sus dulces ojos y pacifico rostro. – Yo me llamo Danna. Un placer estar contigo compartiendo la bipolar luna que se posa vigilante a nuestras cabezas. – Le sonreí dulcemente. Con una de mis manos jugueteé a acariciar la hierba que pisaba mis pies y mi cuerpo mientras mis ojos seguian clavados en los ajenos, mirando al joven.
– Y decidme Aemon, que os ha llevado al lago a estas tardías horas de la noche? A mí la desesperanza y melancolía- sonreí de lado ante aquello y proseguí – Pero y... ¿A ti? Espero que no haya sido mi culpa y se haya retratado de otros planes para acudir a consolar y dar apoyo a una completa desconocida -
Seguí las observaciones del joven y asentí – La luna es buena guía para quienes no temen la noche y sus sorpresas, y por lo que comenta, se ha topado ya con muchas de las trampas de nuestra estrella del cielo – dije simplemente encogiéndome de brazos, soltando un suspiro entre mis labios. Por dentro estaba algo inquieta y muy curiosa, ¿Que criaturas conocería aquel joven apuesto? ¿Hablaría de nosotros? Seria difícil averiguar aquello. La brisa nos mecía y el silencio volvió a reinar entre nosotros. A diferencia de algunos silencios incómodos, el nuestro parecía estar bien, ya que así podíamos pensar, darle vueltas a la cabeza sobre todo y nada. A veces la vida era complicada y traicionera y otras veces una dicha con su alegría contagiosa. Yo seguí dándole vueltas a lo que debía conocer y desconocer de todo aquel joven. Había resultado muy extraña aquella frase, dirigiéndose a sí mismos como humanos y dando pie a la palabra criaturas.
Volví a mirarle de reojo, descubriéndolo jugueteando con sus manos, hasta que finalmente se tumbó sobre su espalda en la hierba. – Hoy hace muy buena noche para tumbarse y dormirse en esta fresca pero aún cálida brisa de Otoño – Comenté sonriendo. Volví mi mirada al lago, hasta que un movimiento de mi compañero de silencios se movió a mi lado y se incorporó mirándome. Le devolví la mirada, observando sus dulces ojos y pacifico rostro. – Yo me llamo Danna. Un placer estar contigo compartiendo la bipolar luna que se posa vigilante a nuestras cabezas. – Le sonreí dulcemente. Con una de mis manos jugueteé a acariciar la hierba que pisaba mis pies y mi cuerpo mientras mis ojos seguian clavados en los ajenos, mirando al joven.
– Y decidme Aemon, que os ha llevado al lago a estas tardías horas de la noche? A mí la desesperanza y melancolía- sonreí de lado ante aquello y proseguí – Pero y... ¿A ti? Espero que no haya sido mi culpa y se haya retratado de otros planes para acudir a consolar y dar apoyo a una completa desconocida -
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: En aguas cristalinas [Aemon]
¿Dónde nos llevaría esa noche? Me había acercado a ella solo para animarla un poco, pero no pensé que acabaría por entablar una conversación tan... profunda como aquella. Hacía mucho que no hablaba de la luna, a pesar de ser ella la que me acompañaba la mayor parte de mi vida por mi trabajo, bueno, ambos, ya que ejercer en la clandestinidad te hacía buscar su cobijo igualmente. Era difícil, oscuro y peligroso vivir en aquellas horas pero cuando era lo único que te quedaba para encontrarle un sentido a la vida acababas por acostumbrarte y no temer a las sombras que proyectaba. Es más, muchas de esas sombras, que los desconocedores y diurnos veían como monstruos, acaban por tomar formas más amigables para uno. Por algo tenía amigos de "razas" que otros no se atreverían ni a mirar a los ojos desde cuatro cuadras de distancia.
Al fin y al cabo todos eramos muy parecidos. Unos buscamos algún sentido a la vida, otros pasarlo bien, otros simplemente no morir y algunos, por raro que parezca, la forma de encontrar ese final tal y como lo desean. Hasta aquellos hombres que se convierten en bestian sin control en luna llena o esos otros que necesitan de la vida rojiza de desconocidos para saciar un mal interno acaban por tener un sentido cuando te atreves a observarlos y comprenderlos.
Solo puedo sonreir y asentir a sus palabras. Finalmente conozco la identidad de mi interlocutora, la identidad de la joven que ha hecho que una noche más se vuelva algo interesante y novedoso. Danna, es extraño, pero me recuerda a manzana, la fruta que estuve comiendo a mi llegada a París en cantidades industriales pero de la que nunca me he cansado. Me trae buenos recuerdos, un poco oscuros, pero buenos. Allí empezaron mis andanzas, mi nueva y buscada vida, y el sabor de la manzana me acompañaba sin descanso, fresco, verde o rojizo, dulce y ácido, como la vida.- "Un nombre hermoso para una joven hermosa y de noble corazón." -Cerré los ojos para escuchar sus últimas palabras y contesté así, como dormido sobre la hierba, mecido por un mar verde y plateado en la noche.- "No deberías dejarte guiar por dos acompañantes como esos pero se que es más fácil decirlo que llegar a hacerlo. Por mí no tienes que preocuparte, si tuviese algo que hacer y decidí acercarme es algo con lo que yo, y no tú, tendré que cargar, así que no te preocupes." -Trataba de calmarla, pues era cierto que no era ella quien debía preocuparse si me había acercado a espensas de otra cosa.
¿Qué podía decirle? ¿Que me había acercado a relajarme de mi tarea de vender mi cuerpo o de abrirme de nalgas para otros o que venía para quitarme la mierda que pendía de la chimenea que había limpiado esa misma noche? Sonreí y la miré abriendo de nuevo los ojos.- "El descanso que el aire libre y la distancia con la llamada civilización me son ofrecidos en este lugar." -Me volví a quedar callado mirándola a los ojos.- "Pero dime, ¿puedo ayudar a la joven que ha llamado mi atención desde el lago en algo?"
Al fin y al cabo todos eramos muy parecidos. Unos buscamos algún sentido a la vida, otros pasarlo bien, otros simplemente no morir y algunos, por raro que parezca, la forma de encontrar ese final tal y como lo desean. Hasta aquellos hombres que se convierten en bestian sin control en luna llena o esos otros que necesitan de la vida rojiza de desconocidos para saciar un mal interno acaban por tener un sentido cuando te atreves a observarlos y comprenderlos.
Solo puedo sonreir y asentir a sus palabras. Finalmente conozco la identidad de mi interlocutora, la identidad de la joven que ha hecho que una noche más se vuelva algo interesante y novedoso. Danna, es extraño, pero me recuerda a manzana, la fruta que estuve comiendo a mi llegada a París en cantidades industriales pero de la que nunca me he cansado. Me trae buenos recuerdos, un poco oscuros, pero buenos. Allí empezaron mis andanzas, mi nueva y buscada vida, y el sabor de la manzana me acompañaba sin descanso, fresco, verde o rojizo, dulce y ácido, como la vida.- "Un nombre hermoso para una joven hermosa y de noble corazón." -Cerré los ojos para escuchar sus últimas palabras y contesté así, como dormido sobre la hierba, mecido por un mar verde y plateado en la noche.- "No deberías dejarte guiar por dos acompañantes como esos pero se que es más fácil decirlo que llegar a hacerlo. Por mí no tienes que preocuparte, si tuviese algo que hacer y decidí acercarme es algo con lo que yo, y no tú, tendré que cargar, así que no te preocupes." -Trataba de calmarla, pues era cierto que no era ella quien debía preocuparse si me había acercado a espensas de otra cosa.
¿Qué podía decirle? ¿Que me había acercado a relajarme de mi tarea de vender mi cuerpo o de abrirme de nalgas para otros o que venía para quitarme la mierda que pendía de la chimenea que había limpiado esa misma noche? Sonreí y la miré abriendo de nuevo los ojos.- "El descanso que el aire libre y la distancia con la llamada civilización me son ofrecidos en este lugar." -Me volví a quedar callado mirándola a los ojos.- "Pero dime, ¿puedo ayudar a la joven que ha llamado mi atención desde el lago en algo?"
Aemon- Prostituto Clase Baja
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Re: En aguas cristalinas [Aemon]
El poder de las palabras, que fácil decirlas, aconsejarlas…murmurarlas, pero las acciones, los hechos… eran muchas veces tan complicados. Hablar era fácil, inculcarse sí misma sus palabras en sus quehaceres, difícil. Como esperanzarme con palabras, cuando en mis blancas manos, yacía la sangre invisible, el rastro inequívoco de mi primera víctima. Veinte cinco años controlándome para que esta noche finalmente mi maldición tomara parte en el transcurso de mi vida y de la ajena, llevándole a la muerte sangrienta de mis garras salvajes sin tregua por cada latido menospreciado de su corazón mortal. Ahora nada me diferenciaba de las bestias salvajes a los que los cazadores buscaban y anhelaban asesinar, matar, destrozar…Ahora yo era solo una bestia mas.
Volví mi mirada al joven y enarqué la ceja, observando su rostro. Al decirle mi nombre en su cara cruzaron varios estados y muecas. ¿A que le recordaría mi nombre? Por lo que sabía de él, quería decir naturaleza emotiva… en algunos escritos me llamaban la guardiana de la naturaleza, la emotividad de la libertad. Y así era yo, amante de la naturaleza, de la libertad, emotiva, tierna y dulce. Poseedora de la terquedad de los arboles que se negaban a abandonar este mundo, ya que tras arrancarles la tierra, ellos resurgían de sus pedazos a una nueva vida. La naturaleza era sabia. Esta era yo y así era. – Gracias – Murmuré con una sonrisa dulce ante sus palabras consoladoras. Mi nombre era lo único que me quedaba de mi madre. - ¿Aemon de donde proviene? – le pregunté. – Daemon proviene del griego y uno de sus significados podría traducirse en espíritu guardián. Un protector en toda su excelencia – añadí tumbándome a su lado encima la fresca hierba. Suspiré sintiendo el tacto y el frescor por todo mi cuerpo y sonreí al aire observando el manto estrellado que nos cubría. - ¿Se considera así? Si es así, encontramos uno de los sentidos a su nombre -
Escuché sus palabras, sintiéndome aligerada…temía haberle hecho perder o hacerle llegar tarde a donde fuera en esta noche al verme junto al lago. En efecto una joven solitaria en aquel lugar daba mucho que pensar y qué decir. Y no era para menos. Si supiese el motivo de mi escapada al lago, donde por unos instantes mi alma parecía resarcirse, huiría aterrado. Asentí a cada una de sus palabras – No se le puede debatir nada de lo que dice y piensa. Es acertado en todo – Sonreí girando mi rostro hacia él mirándole, concediendo con sus orbes ajenos puestos en los míos. La oscuridad de la noche y los rayos de la luna, le iluminaban el rostro apacible, como si de un ángel se tratase. Sonreí ante aquello y pensativa a sus últimas palabras, me quedé deliberando.
¿Qué podría decirle? ¿De qué forma podía ayudarme? En verdad, ya estaba resultando, alejarme de mis pensamientos y culpa en esta noche era todo lo que necesitaba y sin saberlo ya lo estaba haciendo – Creo que ya lo hizo. Necesito ocupar mis pensamientos e inquietudes en otras cosas, liberar mi mente del pasado, de la sombra que atormenta mi alma – me encogí de hombros aún mirándole - ¿Y yo puedo ayudarle en algo? Siento si me equivoco, pero tampoco parece que esta noche sea la mejor noche que ha tenido... Si necesita hablar adelante, la noche y la luna nos amparan y de mis sellados labios no saldrá palabra alguna de lo que decida contar. – Volví mi mirada a la noche, dejándole espacio para que pensara mientras yo hacía lo mismo, intentando descubrir cómo empezar mi relato de muerte y culpa sin que me maldijera a los demonios del infierno.
Volví mi mirada al joven y enarqué la ceja, observando su rostro. Al decirle mi nombre en su cara cruzaron varios estados y muecas. ¿A que le recordaría mi nombre? Por lo que sabía de él, quería decir naturaleza emotiva… en algunos escritos me llamaban la guardiana de la naturaleza, la emotividad de la libertad. Y así era yo, amante de la naturaleza, de la libertad, emotiva, tierna y dulce. Poseedora de la terquedad de los arboles que se negaban a abandonar este mundo, ya que tras arrancarles la tierra, ellos resurgían de sus pedazos a una nueva vida. La naturaleza era sabia. Esta era yo y así era. – Gracias – Murmuré con una sonrisa dulce ante sus palabras consoladoras. Mi nombre era lo único que me quedaba de mi madre. - ¿Aemon de donde proviene? – le pregunté. – Daemon proviene del griego y uno de sus significados podría traducirse en espíritu guardián. Un protector en toda su excelencia – añadí tumbándome a su lado encima la fresca hierba. Suspiré sintiendo el tacto y el frescor por todo mi cuerpo y sonreí al aire observando el manto estrellado que nos cubría. - ¿Se considera así? Si es así, encontramos uno de los sentidos a su nombre -
Escuché sus palabras, sintiéndome aligerada…temía haberle hecho perder o hacerle llegar tarde a donde fuera en esta noche al verme junto al lago. En efecto una joven solitaria en aquel lugar daba mucho que pensar y qué decir. Y no era para menos. Si supiese el motivo de mi escapada al lago, donde por unos instantes mi alma parecía resarcirse, huiría aterrado. Asentí a cada una de sus palabras – No se le puede debatir nada de lo que dice y piensa. Es acertado en todo – Sonreí girando mi rostro hacia él mirándole, concediendo con sus orbes ajenos puestos en los míos. La oscuridad de la noche y los rayos de la luna, le iluminaban el rostro apacible, como si de un ángel se tratase. Sonreí ante aquello y pensativa a sus últimas palabras, me quedé deliberando.
¿Qué podría decirle? ¿De qué forma podía ayudarme? En verdad, ya estaba resultando, alejarme de mis pensamientos y culpa en esta noche era todo lo que necesitaba y sin saberlo ya lo estaba haciendo – Creo que ya lo hizo. Necesito ocupar mis pensamientos e inquietudes en otras cosas, liberar mi mente del pasado, de la sombra que atormenta mi alma – me encogí de hombros aún mirándole - ¿Y yo puedo ayudarle en algo? Siento si me equivoco, pero tampoco parece que esta noche sea la mejor noche que ha tenido... Si necesita hablar adelante, la noche y la luna nos amparan y de mis sellados labios no saldrá palabra alguna de lo que decida contar. – Volví mi mirada a la noche, dejándole espacio para que pensara mientras yo hacía lo mismo, intentando descubrir cómo empezar mi relato de muerte y culpa sin que me maldijera a los demonios del infierno.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: En aguas cristalinas [Aemon]
"Me gusta ayudar a la gente sin pedirles nada a cambio... miento, si me pueden dar una manzana no se la rechazo." -Comenté riendo en respuesta a si mi nombre provenía de Daemon.- "Nunca me había parado a pensar en el sentido de mi nombre, tampoco creo que me defina. Quiero decir, los nombres tienen un significado, pero mi significado no es mi nombre sino lo que yo ofrezco al mundo y acepto de él. Pero, ¿sabes? Creo que no iban muy desencaminados y hasta puede que tengas razón. Hemos encontrado un sentido a mi nombre." -La miré tumbarse a mi lado y me pareció un movimiento demasiado perfecto. Tenía la sensualidad con la que una joven se tumba sin intención mezclada con la insinuación de una loba que busca llamar la atención como un juego que solo ella entiende. Sonreí de medio lado antes de arrancar un par de hierbecillas y jugar con ellas en mis manos, reposadas sobre mi pecho.
Ante sus palabras de asentimiento y aceptación de lo que le había dicho anteriormente solo pude sonreír y mirarla. Bajo la luz de la luna se podía ver que tenía un bello rostro, tal vez uno de los más bellos que había visto nunca, y su sonrisa solo contribuía a mejorarlo. Me quedé así, tumbado bocarriba, con una briza de hierba manoseada en mis manos y sonriendo a esa desconocida que poco a poco dejaba de serlo. Es extraño como hay veces que un completo desconocido da la sensación de ser casi un viejo amigo. Eso me ha hecho pensar alguna vez en la posibilidad de la reencarnación, pero es algo que en mi vida dudo que se sepa, así que tampoco acabo por darle demasiadas vueltas.
La dejé hablar, escuchando su suave voz salid de sus preciosos labios mientras, poco a poco, mis ojos volvían a desviarse hacia la luna. Al menos había conseguido mi objetivo, animar a esa desconocida, aunque fuese un poco nada más. Cerré los ojos mientras ella me ofrecía su confidencialidad y respiré profundo. Pude notar como la noche volvía a acariciarme con sus dedos mecidos en el viento y giré de nuevo la cabeza hacia ella, fijando mis ojos en los pozos de miel de Danna. Era un extraño color pero por alguna razón que se escapaba a mi lógica, como muchas otras cosas, me daba paz. Era algo típico de mí. A la gente suele asustarle lo extraño, a mi me daba curiosidad y tranquilidad. Estuve unos segundos en silencio y finalmente me puse de lado, apoyando un codo en la hierba e inclinando ligeramente mi cuerpo para no dejar de mirarla.- "Ante todo me alegro de haberla ayudado en su pesar. Se que hay veces que es mejor evadir la mente y... fijese por donde eso es algo que me encanta hacer. A mí no es que me haya ido muy mal. Es más, mi ropa es la que más podría quejarse. Hasta hace escasos treinta minutos estaba toda llena de hollín. Sí, sí, como lo oye, hollín. Hoy me ha tocado el premio gordo; ver una chimenea por dentro. Solo le diré que ahora mismo esta noche me parece mucho más iluminada que muchas otras. ¿Sabe lo bueno de estar ahí dentro? Que tiene una acústica increible. Lo de fuera no termina de molestarte y lo que tu cantes, aunque sea en voz baja, vuelve a ti mejorado. Y bueno, como puede ver ya no quedan rastros de hollín sobre mí, lo que quiere decir que tiene otra cosa buena. Tras el trabajo viene un baño relajante obligado." -La miré con una nueva sonrisa y luego volví a mirar la luna.
No se el rato que estuve así y si me dijo algo la escuché con toda la intención del mundo pero en mi mente ya se estaba perfilando algo. Tal vez una pequeña aventurilla, algo inocente en el bosque, hacerla sentir como una niña durante un tiempo, le sentase bien. Aunque ella decía que la había ayudado podía ver en su mirada que algo le afectaba al corazón y la mente todavía, y eso no me gustaba en alguien que parecía tener un alma bondadosa, aunque las apariencias siempre engañan.
Ante sus palabras de asentimiento y aceptación de lo que le había dicho anteriormente solo pude sonreír y mirarla. Bajo la luz de la luna se podía ver que tenía un bello rostro, tal vez uno de los más bellos que había visto nunca, y su sonrisa solo contribuía a mejorarlo. Me quedé así, tumbado bocarriba, con una briza de hierba manoseada en mis manos y sonriendo a esa desconocida que poco a poco dejaba de serlo. Es extraño como hay veces que un completo desconocido da la sensación de ser casi un viejo amigo. Eso me ha hecho pensar alguna vez en la posibilidad de la reencarnación, pero es algo que en mi vida dudo que se sepa, así que tampoco acabo por darle demasiadas vueltas.
La dejé hablar, escuchando su suave voz salid de sus preciosos labios mientras, poco a poco, mis ojos volvían a desviarse hacia la luna. Al menos había conseguido mi objetivo, animar a esa desconocida, aunque fuese un poco nada más. Cerré los ojos mientras ella me ofrecía su confidencialidad y respiré profundo. Pude notar como la noche volvía a acariciarme con sus dedos mecidos en el viento y giré de nuevo la cabeza hacia ella, fijando mis ojos en los pozos de miel de Danna. Era un extraño color pero por alguna razón que se escapaba a mi lógica, como muchas otras cosas, me daba paz. Era algo típico de mí. A la gente suele asustarle lo extraño, a mi me daba curiosidad y tranquilidad. Estuve unos segundos en silencio y finalmente me puse de lado, apoyando un codo en la hierba e inclinando ligeramente mi cuerpo para no dejar de mirarla.- "Ante todo me alegro de haberla ayudado en su pesar. Se que hay veces que es mejor evadir la mente y... fijese por donde eso es algo que me encanta hacer. A mí no es que me haya ido muy mal. Es más, mi ropa es la que más podría quejarse. Hasta hace escasos treinta minutos estaba toda llena de hollín. Sí, sí, como lo oye, hollín. Hoy me ha tocado el premio gordo; ver una chimenea por dentro. Solo le diré que ahora mismo esta noche me parece mucho más iluminada que muchas otras. ¿Sabe lo bueno de estar ahí dentro? Que tiene una acústica increible. Lo de fuera no termina de molestarte y lo que tu cantes, aunque sea en voz baja, vuelve a ti mejorado. Y bueno, como puede ver ya no quedan rastros de hollín sobre mí, lo que quiere decir que tiene otra cosa buena. Tras el trabajo viene un baño relajante obligado." -La miré con una nueva sonrisa y luego volví a mirar la luna.
No se el rato que estuve así y si me dijo algo la escuché con toda la intención del mundo pero en mi mente ya se estaba perfilando algo. Tal vez una pequeña aventurilla, algo inocente en el bosque, hacerla sentir como una niña durante un tiempo, le sentase bien. Aunque ella decía que la había ayudado podía ver en su mirada que algo le afectaba al corazón y la mente todavía, y eso no me gustaba en alguien que parecía tener un alma bondadosa, aunque las apariencias siempre engañan.
Aemon- Prostituto Clase Baja
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Re: En aguas cristalinas [Aemon]
Esta noche me recordaba a las noches mágicas, en que sin rumbo alguno paseas y te vas encontrando a gente querida o sorpresas agradables. Con el brillo de la luna a nuestras cabezas y el reflejo en el lago aquel lugar parecía embrujado. Como si estuvieras atrapado por la belleza de la naturaleza, integrándote en un paisaje idílico, como aquella noche lo era. Aquel bosque era un lugar de paz, también ayudaba la calma de aquel bosque donde apenas se oía algún que otro grillo que dedicaba su canto a la dama de sus noches, y no se escuchaba mucho más. Solo el fluir del agua y nuestras respiraciones, más algún que otro ruido en cuando Aemon jugaba con la hierba. Sonreí ante aquello, mi madre cuando era pequeña me había contado que la relajaba mucho acariciar la verde hierba y jugar con ella, que cuando no conseguía conciliar el sueño, se salía al exterior, al jardín y allí tumbada en la fresca hierba encontraba la paz y el sueño con Morfeo. Esta misma escena de Aemon, me recordaba a ella.
No dejé de sonreír y observar a aquel joven que jugueteaba con sus manos entre la hierba. Estaba tan relajado y tranquilo, que le envidiaba, porque aún en esta noche y en u agradable y pacifica compañía, por dentro seguía tensa. ¿Cómo le diría a ese joven, que era culpable de una muerte? Si aquel crimen ya me costaba aceptarlo, como decirlo en voz alto, cuando aún tienes la vana esperanza de que todo sea un sueño? Suspiré perdiéndome en el espejismo de la luna en el agua del lago, cuando su voz interrumpió el silencio, haciéndome volver su rostro a él y mirarle.
Mi cara podría parecer un cómico mapa, mientras oía su narración de cómo le había ido al día.- ¿Hollín? -Alcé la ceja y él asintió siguiendo con sus explicaciones, sacándome sonrisas. – Es increíble cómo puedes ver de algo a lo que muchos dirían “experiencia terrible” su lado bueno. Yo la única vez que terminé de pequeña escondiéndome en una chimenea, logré asustar a mis padres al salir de color negro. Aún me acuerdo que una de las criadas corrió murmurando que me había quemado, que avisaran a un medico – Reí acordándome en mis memorias de aquel día – Por suerte mi madre fue lista y antes de que se vinieran los médicos y quizás la loca de la criada con agua para que no me quemara mas, me limpió sacándome la pólvora, descubriendo el motivo de mi color. Ese día me prohibieron jugar cerca de la chimenea, y la criada se enfadó conmigo, haciéndome jurar que nunca le daría mas estos sustos…Pero si, aún me acuerdo de la acústica, cuando me escondí allí parecía estar yo sola en el mundo, no escuchaba el exterior solo mi voz. Ese creo que fue mi escondite predilecto.. Porque por más que me lo prohibieran, seguí escondiéndome – Le sonreí mirando el agua al oír lo del baño - ¿No le preocupa enfermarse? No deben de estar las aguas muy calientes la verdad – murmuré preocupada. Yo podía bañarme en agua helada que no podía enfermar de ninguna manera, gracias a mi condición. Pero para un mortal normal, aquellas temperaturas podían ser mortales. Hoy no hacia frio, pero si hubiera sido una noche más fría, podría enfermarse por cualquier cosa y coger un resfriado de los fuertes.
Le miré por el rabillo del ojo y seguía mirando la luna. Sonreí y también observando aquel astro, me di fuerzas para contar lo que me ocurría. Quizás era mejor soltarlo, que quedárselo dentro siempre.
-Yo ayer vine aquí, también a bañarme. Solo que no por encontrarme sucia de tierra o cualquier otra cosa… si no de sangre - Aún sin mirarle seguía pendiente de sus movimientos, no quería asustarle – No quiero asustarte, pero si deseas irte estás en tu derecho- sonreí ligeramente con una mueca triste y proseguí – La luna llena para mi es una maldición. Me convierto en una bestia sedienta sin control alguno… o al menos un control escaso de mi mente. He estado años controlándola, pero el otro día.. No sé qué pasó. Él se encontraba en un mal lugar en un muy mal momento y se cruzó conmigo…Luego desperté cubierta de sangre. No sé qué pasó finalmente, ni donde esta ni que hice con él…solo sé que la sangre me cubría entera y tardé horas en quitarme los restos de ella en mi cuerpo. Ya sé que puedo parecerte ahora mismo una loca…¿Bestias descontroladas? ¿En luna llena? Todo esto parece un cuento de terror, ¿cierto? – No pude evitar mirarle y reírme de aquello. Me imaginaba lo que debía de estar pensando, y que pensaría yo de no saber nada de licántropos y vampiros si alguien me hubiera contado lo que yo le había contado. Demente…aquella habría sido la palabra con que habría definido a aquella persona.
Le miré aún tumbada desde la hierba, con cierta tristeza esperando que huyera o soltara una retahíla de maldiciones sobre mi persona y me aconsejara que acudiera a la Iglesia.
Pero no había nadie que pudiera resarcirme las culpas de aquel acto atroz. En mi alma aquella muerte pesaba mucho y oprimía mi corazón en la pena y el desengaño. Siempre había creído que podía ser buena, aún con mi condición…pero las bestias no pueden domesticarse para siempre y al final la bestia se reveló contra mí y sus ataduras.
Ahora lo sabía, toda bestia siempre seria una bestia.
No dejé de sonreír y observar a aquel joven que jugueteaba con sus manos entre la hierba. Estaba tan relajado y tranquilo, que le envidiaba, porque aún en esta noche y en u agradable y pacifica compañía, por dentro seguía tensa. ¿Cómo le diría a ese joven, que era culpable de una muerte? Si aquel crimen ya me costaba aceptarlo, como decirlo en voz alto, cuando aún tienes la vana esperanza de que todo sea un sueño? Suspiré perdiéndome en el espejismo de la luna en el agua del lago, cuando su voz interrumpió el silencio, haciéndome volver su rostro a él y mirarle.
Mi cara podría parecer un cómico mapa, mientras oía su narración de cómo le había ido al día.- ¿Hollín? -Alcé la ceja y él asintió siguiendo con sus explicaciones, sacándome sonrisas. – Es increíble cómo puedes ver de algo a lo que muchos dirían “experiencia terrible” su lado bueno. Yo la única vez que terminé de pequeña escondiéndome en una chimenea, logré asustar a mis padres al salir de color negro. Aún me acuerdo que una de las criadas corrió murmurando que me había quemado, que avisaran a un medico – Reí acordándome en mis memorias de aquel día – Por suerte mi madre fue lista y antes de que se vinieran los médicos y quizás la loca de la criada con agua para que no me quemara mas, me limpió sacándome la pólvora, descubriendo el motivo de mi color. Ese día me prohibieron jugar cerca de la chimenea, y la criada se enfadó conmigo, haciéndome jurar que nunca le daría mas estos sustos…Pero si, aún me acuerdo de la acústica, cuando me escondí allí parecía estar yo sola en el mundo, no escuchaba el exterior solo mi voz. Ese creo que fue mi escondite predilecto.. Porque por más que me lo prohibieran, seguí escondiéndome – Le sonreí mirando el agua al oír lo del baño - ¿No le preocupa enfermarse? No deben de estar las aguas muy calientes la verdad – murmuré preocupada. Yo podía bañarme en agua helada que no podía enfermar de ninguna manera, gracias a mi condición. Pero para un mortal normal, aquellas temperaturas podían ser mortales. Hoy no hacia frio, pero si hubiera sido una noche más fría, podría enfermarse por cualquier cosa y coger un resfriado de los fuertes.
Le miré por el rabillo del ojo y seguía mirando la luna. Sonreí y también observando aquel astro, me di fuerzas para contar lo que me ocurría. Quizás era mejor soltarlo, que quedárselo dentro siempre.
-Yo ayer vine aquí, también a bañarme. Solo que no por encontrarme sucia de tierra o cualquier otra cosa… si no de sangre - Aún sin mirarle seguía pendiente de sus movimientos, no quería asustarle – No quiero asustarte, pero si deseas irte estás en tu derecho- sonreí ligeramente con una mueca triste y proseguí – La luna llena para mi es una maldición. Me convierto en una bestia sedienta sin control alguno… o al menos un control escaso de mi mente. He estado años controlándola, pero el otro día.. No sé qué pasó. Él se encontraba en un mal lugar en un muy mal momento y se cruzó conmigo…Luego desperté cubierta de sangre. No sé qué pasó finalmente, ni donde esta ni que hice con él…solo sé que la sangre me cubría entera y tardé horas en quitarme los restos de ella en mi cuerpo. Ya sé que puedo parecerte ahora mismo una loca…¿Bestias descontroladas? ¿En luna llena? Todo esto parece un cuento de terror, ¿cierto? – No pude evitar mirarle y reírme de aquello. Me imaginaba lo que debía de estar pensando, y que pensaría yo de no saber nada de licántropos y vampiros si alguien me hubiera contado lo que yo le había contado. Demente…aquella habría sido la palabra con que habría definido a aquella persona.
Le miré aún tumbada desde la hierba, con cierta tristeza esperando que huyera o soltara una retahíla de maldiciones sobre mi persona y me aconsejara que acudiera a la Iglesia.
Pero no había nadie que pudiera resarcirme las culpas de aquel acto atroz. En mi alma aquella muerte pesaba mucho y oprimía mi corazón en la pena y el desengaño. Siempre había creído que podía ser buena, aún con mi condición…pero las bestias no pueden domesticarse para siempre y al final la bestia se reveló contra mí y sus ataduras.
Ahora lo sabía, toda bestia siempre seria una bestia.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: En aguas cristalinas [Aemon]
A pesar de que parecía en otro mundo no pude evitar reírme en un par de ocasiones ante su historia de la chimenea. Podía ver perfectamente la escena, entre otras cosas porque mi hermana Bianca había hecho lo mismo… junto a Sira, para rematar la faena. Parecían dos tizones cuando salieron de la chimenea y los gritos de la criada habían sido similares a los que relataba Danna. Nuestra madre, por el contrario, se lamió un dedo que pasó por las frentes de ambas dejando demostrado que no era más que hollín. Por suerte padre no se encontraba y pude ver todo el espectáculo. La criada corriendo, Mary se llamaba, y los tres ángeles de la casa riendo al verla, dos de ellos más negros que el carbón. Mostré una sonrisa abierta y triste a la vez a la joven morena que estaba a mi lado, pues a pesar de un bello recuerdo me hizo ver a unas hermanas que no volvería a ver jamás. Suspiré ante aquello pero no traté de quitarlo de mi memoria, todavía podía verlas cada noche antes de irme a dormir, dándome fuerzas para seguir viviendo en los momentos difíciles. Todavía recordaba como madre me dijo que las llevase a bañar y como las llevé pataleando entre risas debajo de un brazo a cada una. Al final ellas acabaron limpias… yo más mojado que si hubiese entrado en el río.
Negué, abriendo de nuevo la boca pero la cerré, al parecer se había abierto y si contestaba a lo del agua con mi voz podría cerrar aquél camino. Encogí mis hombros, dando a entender que si bien fría también agradable y que si por una posible enfermedad no me bañaba podría coger otras peores que un resfriado, además no solía meterme cuando la temperatura exterior o del agua estaba por debajo de unos mínimos. Al parecer su historia venía ya, de seguido, sin esperar un solo minuto. Cerré los ojos para poder verlo mejor, como hice con la de la chimenea, pero contó algo que no esperaba, una historia que conocía, sí, pero que no veía venir.
Una bestia en luna llena, una mujer lobo. Conforme hablaba sabía que era eso y no otra cosa. Por como lo contaba no le gustaba, era opuesto completamente a su personalidad. Pensar en aquella joven, bella y algo tímida convertida en un lobo humanoide cubierto de sangre y dándose cuenta tardía de sus actos, pero con la sangre todavía sobre su cuerpo, me hizo estremecerme ligeramente. No por la historia, no por las muertes, sino por lo que ella debió pasar. ¿Cómo debe ser despertarse y verse cubierto de sangre cuando toda tu vida has luchado por el bien? Sí, tal vez por mi vida y profesión podía entender algunas cosas, cosas que la gente pensaría que no iba a hacer nunca y al final hacía parte de su vida. Su historia iba acabando lentamente. Esperaba que cayese una lágrima de sus ojos, como a la mayoría de la gente. Pero no, rio con suavidad, como esperando algo por mi parte, tal vez miedo o algo similar. Creí ver tras esa risa un muro contra las posibles reacciones ajenas. Abrí los ojos para mirarla y sin más, sin saber como reaccionaría ella, la abracé. Era una pose un poco extraña, al estar ambos en el suelo, pero me daba igual, la abracé, supuse que lo necesitaría, comprensión.
Sombras oscuras cernidas sobre almas puras. La historia siempre se repetía. Colmillos entre las sombras, fauces bajo la luna, gritos que nadie escuchará jamás y almas truncadas en mil lágrimas de cristal. Lobos, vampiros, la noche. Almas, lloros, el día. Por mi trabajo ya había conocido ambas partes. Lobos y vampiros que deseaban convertir y los mismos que deseaban perder su maldición. Conocía ambas partes, entendía a ambas y sabía que ambas necesitaban comprensión. Era su naturaleza, eran ellos, pero debían aceptarlo. ¿Cómo ser dos en una sola mente? ¿Cómo aceptar a un extraño que hace lo que tú no harías? Es difícil de imaginar, más difícil de ver y más todavía de ser.
Mientras la abrazaba separé ligeramente la cabeza para mirarla a los ojos.- “No debes sentirte mal. Si, sé que te sonará raro, pero necesitabas hacer eso. Es parte de ti y en ese preciso momento debía ocurrir lo que ocurrió. No dejes que eso te martirice, sino sería un accidente cruel. No ocurrió sin más, sino por un motivo.” –Aquello podía sonar duro a pesar de lo que trataba de contener mis palabras.- “Necesitabas alimentarte y eso… no es algo por lo que sufrir, es algo natural, Danna.” –Besé su sien separándome un poco de ella y poniéndome en pie. Pasé mis manos por mi cuerpo para limpiarme un poco y luego le tendí la mano para ayudarla a levantarse si quería.- “Necesitas aire, necesitas animarte y correr, no mirar el reflejo de la luna que ahora odias durante horas. ¿Qué me dices? ¿Confías en mí? Te enseñaré a darme la patita.” –De nuevo podía ser una broma cruel, pero quería que se entendiese como que si me daba la mano la ayudaría a tratar de controlar esa parte de ella que ahora detestaba.
Negué, abriendo de nuevo la boca pero la cerré, al parecer se había abierto y si contestaba a lo del agua con mi voz podría cerrar aquél camino. Encogí mis hombros, dando a entender que si bien fría también agradable y que si por una posible enfermedad no me bañaba podría coger otras peores que un resfriado, además no solía meterme cuando la temperatura exterior o del agua estaba por debajo de unos mínimos. Al parecer su historia venía ya, de seguido, sin esperar un solo minuto. Cerré los ojos para poder verlo mejor, como hice con la de la chimenea, pero contó algo que no esperaba, una historia que conocía, sí, pero que no veía venir.
Una bestia en luna llena, una mujer lobo. Conforme hablaba sabía que era eso y no otra cosa. Por como lo contaba no le gustaba, era opuesto completamente a su personalidad. Pensar en aquella joven, bella y algo tímida convertida en un lobo humanoide cubierto de sangre y dándose cuenta tardía de sus actos, pero con la sangre todavía sobre su cuerpo, me hizo estremecerme ligeramente. No por la historia, no por las muertes, sino por lo que ella debió pasar. ¿Cómo debe ser despertarse y verse cubierto de sangre cuando toda tu vida has luchado por el bien? Sí, tal vez por mi vida y profesión podía entender algunas cosas, cosas que la gente pensaría que no iba a hacer nunca y al final hacía parte de su vida. Su historia iba acabando lentamente. Esperaba que cayese una lágrima de sus ojos, como a la mayoría de la gente. Pero no, rio con suavidad, como esperando algo por mi parte, tal vez miedo o algo similar. Creí ver tras esa risa un muro contra las posibles reacciones ajenas. Abrí los ojos para mirarla y sin más, sin saber como reaccionaría ella, la abracé. Era una pose un poco extraña, al estar ambos en el suelo, pero me daba igual, la abracé, supuse que lo necesitaría, comprensión.
Sombras oscuras cernidas sobre almas puras. La historia siempre se repetía. Colmillos entre las sombras, fauces bajo la luna, gritos que nadie escuchará jamás y almas truncadas en mil lágrimas de cristal. Lobos, vampiros, la noche. Almas, lloros, el día. Por mi trabajo ya había conocido ambas partes. Lobos y vampiros que deseaban convertir y los mismos que deseaban perder su maldición. Conocía ambas partes, entendía a ambas y sabía que ambas necesitaban comprensión. Era su naturaleza, eran ellos, pero debían aceptarlo. ¿Cómo ser dos en una sola mente? ¿Cómo aceptar a un extraño que hace lo que tú no harías? Es difícil de imaginar, más difícil de ver y más todavía de ser.
Mientras la abrazaba separé ligeramente la cabeza para mirarla a los ojos.- “No debes sentirte mal. Si, sé que te sonará raro, pero necesitabas hacer eso. Es parte de ti y en ese preciso momento debía ocurrir lo que ocurrió. No dejes que eso te martirice, sino sería un accidente cruel. No ocurrió sin más, sino por un motivo.” –Aquello podía sonar duro a pesar de lo que trataba de contener mis palabras.- “Necesitabas alimentarte y eso… no es algo por lo que sufrir, es algo natural, Danna.” –Besé su sien separándome un poco de ella y poniéndome en pie. Pasé mis manos por mi cuerpo para limpiarme un poco y luego le tendí la mano para ayudarla a levantarse si quería.- “Necesitas aire, necesitas animarte y correr, no mirar el reflejo de la luna que ahora odias durante horas. ¿Qué me dices? ¿Confías en mí? Te enseñaré a darme la patita.” –De nuevo podía ser una broma cruel, pero quería que se entendiese como que si me daba la mano la ayudaría a tratar de controlar esa parte de ella que ahora detestaba.
Aemon- Prostituto Clase Baja
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Re: En aguas cristalinas [Aemon]
Esperando un ataque de histeria o de gracia de parte del joven, me quedé pensando en mi dolor. Aquel dolor que empezó hace tantos años a torturar mi alma, a rasgar poco a poco mi personalidad. Había creído que lo había conseguido, que ganaba más el alma mortal que la temible bestia de la luna llena. Que podía controlar la bestia, nunca completamente, pero anteriormente había podido inculcarle mis pensamientos y que lo acatase. Por ejemplo, el castillo en Escocia, los alrededores y las gentes que allí Vivian, eran sus dominios, en los que no cazaba, solo protegía de desconocidos. Ahí el por qué me gustaba tanto ir en luna llena a mi hogar, a mis montañas. Allí hasta el espíritu del lobo se calmaba. No como en París, que la anterior noche se descontroló de tal forma que terminé matando a un joven o transformándolo. Nunca lo sabré pues el cuerpo no apareció y aquello me entristecía. Una cosa era matar cruelmente, pero matar al fin y al cabo y la otra dejar la victima medio muerta y con la condena de la bestia sobre ella. Yo no quiero ser responsable de la condena de otros. Nunca habría deseado ser mi padre el día que me mordió y nunca desearé aquel papel…me decía a mí misma.
Suspiré, solo habían pasado unos segundos, que en mis pensamientos de sangre y muertes se hacían eternos, y el joven que seguía a mi lado, en todo el discurso lo único que había logrado percibir era algún estremecimiento, pero nunca aquel rostro burlesca o de temor, que estaba segura que pondría una vez finalizara mi relato macabro de bestias inmortales. A fin de cuentas ¿Quién se creería eso? Yo solo creía en aquello, porque lo había visto, me había tocado de lleno aquel mundo sobrenatural…pero si no me hubiese mordido mi padre, seguiría en mi mundo de príncipes y princesas, de finales felices y de alegrías eternas. Y bajo mi sorpresa, abrió los ojos y acercándose a mí, aún los dos tumbados en el suelo, me abrazó, gesto que logró sonsacar de mis tristes ojos, unas pequeñas lagrimas que intentaba reprimir.
Me quedé allí en su abrazo, con los ojos cerrados, sintiendo la calidez de ambos, y como en silencio él consolaba mi rota alma, que lloraba por dentro, rompiéndose en pedazos, sin entender como alguien podía entenderle y mostrarle afecto a un ser como ella, a alguien sobre la que quizás recaía una muerte o algo mucho peor. Escuché sus palabras, abriendo los ojos de nuevo mirándole. No podía creer lo que mis oídos escuchaban. Yo… me sentía como un monstruo, una desconocida. Aún así asentí a sus palabras. Era verdad que todos matamos por sobrevivir, bien que comemos ciervos o conejos para subsistir. Su bestia también necesitaba alimentarse, y cansada de comer siempre carne de animales, no había resistido la tentación de probar sangre humana. Debía de ser como si de vivir solo de lechuga, de repente te dieran la opción de comer un poco de pollo, y tú sin dudar aceptarías. — Sé que necesitaba alimentarse… pero... – Mi voz temblaba, saliendo entrecortada – Es muy duro. Pensé que ya lo tenía controlado aquella parte, que no hacía falta dañar a un ser humano. Y aquí estoy tras condenar una alma inocente a saber donde… - Le miré y caí en que era extraño que él me entendiera. ¿Conocería la existencia de los sobrenaturales? Quizás por eso no huyó al escucharme o se burló llamándome demente. - ¿Cómo sabes todo esto? ¿Cómo no te asustaste? Otra gente me habría llamado demente o habría salido asustada, corriendo hacia su hogar – le miré con miles de preguntas en mi mente sobre aquel curioso dato, cuando me besó la sien y se levantó tendiéndome la mano.
Acepté su mano y me levanté. Pasé también mis manos por mi ropa, mi vestido para limpiarlo de todo rastro de hierba y sonreí tímidamente ante sus palabras. – Enséñame a darte la patita entonces, aléjame de este lugar que solo me recuerda el gran pecado que cometí. – le di la mano y dejé que me llevara fuera de allí. ¿Dónde? Me daba lo mismo, lo que quería era alejarme, irme lejos, donde la luna y su reflejo no pudieran juzgarme. Di un último vistazo al lago y al reflejo de la dama blanca que alumbraba el oscuro cielo y volví la mirada al joven que tiraba de mí. - ¿Dónde me llevas?
Suspiré, solo habían pasado unos segundos, que en mis pensamientos de sangre y muertes se hacían eternos, y el joven que seguía a mi lado, en todo el discurso lo único que había logrado percibir era algún estremecimiento, pero nunca aquel rostro burlesca o de temor, que estaba segura que pondría una vez finalizara mi relato macabro de bestias inmortales. A fin de cuentas ¿Quién se creería eso? Yo solo creía en aquello, porque lo había visto, me había tocado de lleno aquel mundo sobrenatural…pero si no me hubiese mordido mi padre, seguiría en mi mundo de príncipes y princesas, de finales felices y de alegrías eternas. Y bajo mi sorpresa, abrió los ojos y acercándose a mí, aún los dos tumbados en el suelo, me abrazó, gesto que logró sonsacar de mis tristes ojos, unas pequeñas lagrimas que intentaba reprimir.
Me quedé allí en su abrazo, con los ojos cerrados, sintiendo la calidez de ambos, y como en silencio él consolaba mi rota alma, que lloraba por dentro, rompiéndose en pedazos, sin entender como alguien podía entenderle y mostrarle afecto a un ser como ella, a alguien sobre la que quizás recaía una muerte o algo mucho peor. Escuché sus palabras, abriendo los ojos de nuevo mirándole. No podía creer lo que mis oídos escuchaban. Yo… me sentía como un monstruo, una desconocida. Aún así asentí a sus palabras. Era verdad que todos matamos por sobrevivir, bien que comemos ciervos o conejos para subsistir. Su bestia también necesitaba alimentarse, y cansada de comer siempre carne de animales, no había resistido la tentación de probar sangre humana. Debía de ser como si de vivir solo de lechuga, de repente te dieran la opción de comer un poco de pollo, y tú sin dudar aceptarías. — Sé que necesitaba alimentarse… pero... – Mi voz temblaba, saliendo entrecortada – Es muy duro. Pensé que ya lo tenía controlado aquella parte, que no hacía falta dañar a un ser humano. Y aquí estoy tras condenar una alma inocente a saber donde… - Le miré y caí en que era extraño que él me entendiera. ¿Conocería la existencia de los sobrenaturales? Quizás por eso no huyó al escucharme o se burló llamándome demente. - ¿Cómo sabes todo esto? ¿Cómo no te asustaste? Otra gente me habría llamado demente o habría salido asustada, corriendo hacia su hogar – le miré con miles de preguntas en mi mente sobre aquel curioso dato, cuando me besó la sien y se levantó tendiéndome la mano.
Acepté su mano y me levanté. Pasé también mis manos por mi ropa, mi vestido para limpiarlo de todo rastro de hierba y sonreí tímidamente ante sus palabras. – Enséñame a darte la patita entonces, aléjame de este lugar que solo me recuerda el gran pecado que cometí. – le di la mano y dejé que me llevara fuera de allí. ¿Dónde? Me daba lo mismo, lo que quería era alejarme, irme lejos, donde la luna y su reflejo no pudieran juzgarme. Di un último vistazo al lago y al reflejo de la dama blanca que alumbraba el oscuro cielo y volví la mirada al joven que tiraba de mí. - ¿Dónde me llevas?
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: En aguas cristalinas [Aemon]
Se podría decir que conocía bastante bien ese mundo oscuro del que ella me hablaba. Estaba claro que no lo conocía tanto como la inquisición u otras personas pero había hecho mis pinitos. Bien por mi trabajo de cortesano o por el de médico. Sabía bien como funcionaba aquello. Igual no conocía todas las razas pero si que es lo que más llamaba la atención a vampiros y licántropos e incluso a algunos cambiaformas. Cuando no estaba solo abierto de piernas o entre unas piernas abiertas aprendía mucho de ellos y casi todos se quejaban de lo mismo. Todos detestaban tener que matar para vivir. Era extraño como el ser humano de pronto ve como algo atroz lo que antes veía como algo de su vida cotidiana.
Para los humanos, al menos para la inmensa mayoría, escuchar hablar de guerra solo supone dos cosas. Sentir lástima por los muertos inocentes, si en la cultura no hay odio por los muertos, o apoyo a sus tropas, a pesar de lo que hagan. Con los atracos, violaciones y palizas en los barrios sucede lo mismo. Somos peores que animales en algunas ocasiones y cuando escucho a buenas personas, como la joven que ahora se levantaba ayudada de mi mano, me hacía preguntarme quien era más animal. Ellos por alimentarse y sufrir o los demás por ser tan insensibles.
Podría haber contestado a sus preguntas pero preferí que de sus labios saliesen las palabras y el malestar y el nerviosismo diesen paso a la curiosidad y la relajación. Tomé su mano y la delantera caminando sin prisas por el bosque. De vez en cuando me giraba para mirarla y dedicarle una sonrisa, un guiño amistoso y poco más. Quería llevarla más allá, más alto. Cerca de las estrellas donde todo pierde protagonismo y te sientes lo que eres. Una simple mota de polvo en un espacio inmenso pero tan importante como cualquier otra mota de polvo.
Poco antes de llegar a la cima de aquella alta colina, caminando entre el camino que los árboles parecían haber preparado para nosotros, y tras casi quince minutos de silencio, abrí la boca para responder sus preguntas.- "La vida nos da conocimiento, Danna, y he vivido mucho aunque no quiera reconocerlo. He conocido a otros como tú, a otra buena gente que se siente perdida cuando sigue siendo ella misma." -La miré de reojo con una sonrisilla. La luna parecía más grande ahora y el aleteo de un ave nocturna parecía querer indicarnos el camino.- "El miedo solo conseguirá paralizarnos o dejar de pensar, algo que no podemos dejar que pase. Mejor respetarlo todo y saber apreciarlo." -Ya casi estábamos, se podía ver la luna cada vez menos oculta tras las ramas, más brillante que cuando estábamos junto al lago. Casi a punto de llegar a la cima me volví hacia ella tomándole las manos.- "No veo porque debería llamarte demente o asustarme. Me has demostrado ser una buena muchacha y el ser humano es el animal más salvaje de todo y a pesar de ello nos toleramos a nosotros mismos." -Le guiña un ojo.- "¿Me harías el favor de cerrar los ojos?" -Sonrió a medias.- "Por favor." -Esperaba que todavía confiase en él y lo hiciese. Soltó sus manos y le tendió una.- "Antes de que los cierres... dame la patita." -Murmuré para el juego de palabras. Ahora empezaría la verdadera lección, aquella que la haría aceptarse como era. En cuanto su mano se cerrase sobre la mía y cerrase los ojos todo habría empezado.
Para los humanos, al menos para la inmensa mayoría, escuchar hablar de guerra solo supone dos cosas. Sentir lástima por los muertos inocentes, si en la cultura no hay odio por los muertos, o apoyo a sus tropas, a pesar de lo que hagan. Con los atracos, violaciones y palizas en los barrios sucede lo mismo. Somos peores que animales en algunas ocasiones y cuando escucho a buenas personas, como la joven que ahora se levantaba ayudada de mi mano, me hacía preguntarme quien era más animal. Ellos por alimentarse y sufrir o los demás por ser tan insensibles.
Podría haber contestado a sus preguntas pero preferí que de sus labios saliesen las palabras y el malestar y el nerviosismo diesen paso a la curiosidad y la relajación. Tomé su mano y la delantera caminando sin prisas por el bosque. De vez en cuando me giraba para mirarla y dedicarle una sonrisa, un guiño amistoso y poco más. Quería llevarla más allá, más alto. Cerca de las estrellas donde todo pierde protagonismo y te sientes lo que eres. Una simple mota de polvo en un espacio inmenso pero tan importante como cualquier otra mota de polvo.
Poco antes de llegar a la cima de aquella alta colina, caminando entre el camino que los árboles parecían haber preparado para nosotros, y tras casi quince minutos de silencio, abrí la boca para responder sus preguntas.- "La vida nos da conocimiento, Danna, y he vivido mucho aunque no quiera reconocerlo. He conocido a otros como tú, a otra buena gente que se siente perdida cuando sigue siendo ella misma." -La miré de reojo con una sonrisilla. La luna parecía más grande ahora y el aleteo de un ave nocturna parecía querer indicarnos el camino.- "El miedo solo conseguirá paralizarnos o dejar de pensar, algo que no podemos dejar que pase. Mejor respetarlo todo y saber apreciarlo." -Ya casi estábamos, se podía ver la luna cada vez menos oculta tras las ramas, más brillante que cuando estábamos junto al lago. Casi a punto de llegar a la cima me volví hacia ella tomándole las manos.- "No veo porque debería llamarte demente o asustarme. Me has demostrado ser una buena muchacha y el ser humano es el animal más salvaje de todo y a pesar de ello nos toleramos a nosotros mismos." -Le guiña un ojo.- "¿Me harías el favor de cerrar los ojos?" -Sonrió a medias.- "Por favor." -Esperaba que todavía confiase en él y lo hiciese. Soltó sus manos y le tendió una.- "Antes de que los cierres... dame la patita." -Murmuré para el juego de palabras. Ahora empezaría la verdadera lección, aquella que la haría aceptarse como era. En cuanto su mano se cerrase sobre la mía y cerrase los ojos todo habría empezado.
Aemon- Prostituto Clase Baja
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Fecha de inscripción : 17/03/2012
Re: En aguas cristalinas [Aemon]
No me agradaba para nada no obtener respuesta. Seguí preguntando donde íbamos hasta que entendí que no iba a contestarme por ahora, y que toda presión seria innecesaria en aquel caso. Tomada de la mano del joven me dejé llevar, despidiéndome en silencio de la cruel luna que alumbraba nuestras cabezas. Finalmente callada intenté relajarme observando los alrededores.
Nos estábamos internando en lo más hondo del bosque. Aquella zona era totalmente desconocida para mí, por lo que no sabía dónde me llevaría o donde depararía aquel camino lleno de naturaleza y sombras de la noche. A ratos Aemon se giraba hacia mí y me sonreía, ofreciéndome mas consuelo del que podría imaginarse. Hacía mucho nadie me sonreía de aquella forma y agradecía la dulzura de aquel desconocido, que en vez de temerme intentaba sanar y alegrar mi alma. Yo también le sonreía, sonrojándome en cuando me guiñaba el ojo en un ademan divertido y pícaro. – Oh vamos, deja de hacerme sonrojar. –Dije riendo suavemente, rompiendo el silencio que se había impuesto entre nosotros y aquel bosque. Lentamente tras unos largos y casi eternos minutos, justo antes de que volviera a insistir con que me dijera el paradero a donde me llevaba, empezamos a subir una por una colina. Fruncí el ceño y dejé que siguiera llevándome.
La colina siguiendo con el recorrido de arboles del bosque, también se encontraba lleno de abundante naturaleza salvaje. No mucha gente habría pisado esas tierras vírgenes, pensé mirando un momento hacia atrás siendo consciente por primera vez en todo la noche desde que me había alejado junto al joven del lago, que habíamos recorrido un gran trecho, lo que me hacia preguntar aún con mas curiosidad que planeaba y si se encontraría cansado, tras toda aquella vuelta, aquel paseo que me daba.
-Aemon – Lo llamé parándome y por consiguiente parándose él también. – Si necesitas descansar, o recuperar el aliento, podemos pararnos un rato aquí mismo si es tu deseo. Ya que no sé donde me quieres llevar, pero llevamos un largo trecho recorrido. ¿Seguro que no deseas descansar? Solo llevamos unos diez minutos o quince... pero como no sé cuanto falta por llegar, podemos parar y seguir tras un minuto. – Le miré con cierta preocupación a su mirada, pero él terco como yo misma emprendió de nuevo el paseo, y yo poniendo los ojos en blanco y riéndome en silencio, le seguí de nuevo, mordiéndome la lengua, aguantando nuevamente las preguntas que surgían en mi mente.
Lentamente la colina parecía tocar ya su fin. Alcé la mirada hacia el cielo y allí estaba, la luna de nuevo a nuestras cabezas, dejándose entrever entre las ramas de los arboles, los que empezaban a escasear poco a poco, llenándose la colina de hierbas, flores y matorrales, con muy poca presencia de los arboles. Y al fin se dignó a contestar a mis preguntas. Con una suave sonrisa le escuche, mirándome como de reojo él también me sonreía, mientras seguíamos subiendo la colina. Ya llevábamos quince minutos.... – Muy pocos no están perdidos en este mundo Aemon. Hace falta perderse para encontrarse dicen... – mencioné frunciendo el ceño antes sus siguientes palabras. – Como podría respetar que en la luna llena no soy más que una bestia que ya ha matado o atacado a una persona? Yo nunca podré apreciar el don o maldición a mi parecer que me ha tocado vivir. Todo y que no niego que ahora soy quien soy quizás también en parte por todo lo que me ha acontecido estos años, que me han formado quien soy. A saber como estaría si todo no hubiera pasado... aunque suene feliz pensar en que quizás entonces mis padres podrían seguir vivos, y nada de esto hubiera recaído encima de mis hombros, también podría ser que cualquier otra criatura hubiese terminado conmigo o hasta el hombre... – Me confundía yo misma y aquello se lo debía a Aemon que me hacia cuestionar lo que pensaba y verlo todo desde otras perspectivas muy diferentes. ¿Cual sería la acertada? Fui a agregar más a mi intervención cuando se volvió hacia mí tomándome de las manos. ¿Ya habíamos llegado?
– Pero no siempre soy yo misma Aemon... – dije en contestación a sus palabras, sonrojándome antes su guiño y mirarle confundida. - ¿Cerrar los ojos? – Le miré extrañada, cediendo a sus demandas tras su por favor. – De acuerdo cerraré los ojos. Solo espero que valga la pena. No a muchos les dejo verme tan vulnerable. Así que confío en ti para que me guíes tomando mi patita – Sonreí tomando su mano y cerrando los ojos. – cuidado con los arboles. – agregué en broma esperando que me llevara hacia nuestro destino.
Era extraño, a nuestro alrededor solo había bosque y la colina – No me querrás tirar colina abajo verdad? – dije en cuanto empezó a tirar de mi con suavidad y yo le seguí dejándome llevar por su mano, con una mueca divertida en mis labios. – Confío en ti Aemon, así que vamos. –añadí repitiendo de nuevo lo de la confianza con una creciente curiosidad por saber donde me llevaba. – Me dirás finalmente donde me llevas?
Nos estábamos internando en lo más hondo del bosque. Aquella zona era totalmente desconocida para mí, por lo que no sabía dónde me llevaría o donde depararía aquel camino lleno de naturaleza y sombras de la noche. A ratos Aemon se giraba hacia mí y me sonreía, ofreciéndome mas consuelo del que podría imaginarse. Hacía mucho nadie me sonreía de aquella forma y agradecía la dulzura de aquel desconocido, que en vez de temerme intentaba sanar y alegrar mi alma. Yo también le sonreía, sonrojándome en cuando me guiñaba el ojo en un ademan divertido y pícaro. – Oh vamos, deja de hacerme sonrojar. –Dije riendo suavemente, rompiendo el silencio que se había impuesto entre nosotros y aquel bosque. Lentamente tras unos largos y casi eternos minutos, justo antes de que volviera a insistir con que me dijera el paradero a donde me llevaba, empezamos a subir una por una colina. Fruncí el ceño y dejé que siguiera llevándome.
La colina siguiendo con el recorrido de arboles del bosque, también se encontraba lleno de abundante naturaleza salvaje. No mucha gente habría pisado esas tierras vírgenes, pensé mirando un momento hacia atrás siendo consciente por primera vez en todo la noche desde que me había alejado junto al joven del lago, que habíamos recorrido un gran trecho, lo que me hacia preguntar aún con mas curiosidad que planeaba y si se encontraría cansado, tras toda aquella vuelta, aquel paseo que me daba.
-Aemon – Lo llamé parándome y por consiguiente parándose él también. – Si necesitas descansar, o recuperar el aliento, podemos pararnos un rato aquí mismo si es tu deseo. Ya que no sé donde me quieres llevar, pero llevamos un largo trecho recorrido. ¿Seguro que no deseas descansar? Solo llevamos unos diez minutos o quince... pero como no sé cuanto falta por llegar, podemos parar y seguir tras un minuto. – Le miré con cierta preocupación a su mirada, pero él terco como yo misma emprendió de nuevo el paseo, y yo poniendo los ojos en blanco y riéndome en silencio, le seguí de nuevo, mordiéndome la lengua, aguantando nuevamente las preguntas que surgían en mi mente.
Lentamente la colina parecía tocar ya su fin. Alcé la mirada hacia el cielo y allí estaba, la luna de nuevo a nuestras cabezas, dejándose entrever entre las ramas de los arboles, los que empezaban a escasear poco a poco, llenándose la colina de hierbas, flores y matorrales, con muy poca presencia de los arboles. Y al fin se dignó a contestar a mis preguntas. Con una suave sonrisa le escuche, mirándome como de reojo él también me sonreía, mientras seguíamos subiendo la colina. Ya llevábamos quince minutos.... – Muy pocos no están perdidos en este mundo Aemon. Hace falta perderse para encontrarse dicen... – mencioné frunciendo el ceño antes sus siguientes palabras. – Como podría respetar que en la luna llena no soy más que una bestia que ya ha matado o atacado a una persona? Yo nunca podré apreciar el don o maldición a mi parecer que me ha tocado vivir. Todo y que no niego que ahora soy quien soy quizás también en parte por todo lo que me ha acontecido estos años, que me han formado quien soy. A saber como estaría si todo no hubiera pasado... aunque suene feliz pensar en que quizás entonces mis padres podrían seguir vivos, y nada de esto hubiera recaído encima de mis hombros, también podría ser que cualquier otra criatura hubiese terminado conmigo o hasta el hombre... – Me confundía yo misma y aquello se lo debía a Aemon que me hacia cuestionar lo que pensaba y verlo todo desde otras perspectivas muy diferentes. ¿Cual sería la acertada? Fui a agregar más a mi intervención cuando se volvió hacia mí tomándome de las manos. ¿Ya habíamos llegado?
– Pero no siempre soy yo misma Aemon... – dije en contestación a sus palabras, sonrojándome antes su guiño y mirarle confundida. - ¿Cerrar los ojos? – Le miré extrañada, cediendo a sus demandas tras su por favor. – De acuerdo cerraré los ojos. Solo espero que valga la pena. No a muchos les dejo verme tan vulnerable. Así que confío en ti para que me guíes tomando mi patita – Sonreí tomando su mano y cerrando los ojos. – cuidado con los arboles. – agregué en broma esperando que me llevara hacia nuestro destino.
Era extraño, a nuestro alrededor solo había bosque y la colina – No me querrás tirar colina abajo verdad? – dije en cuanto empezó a tirar de mi con suavidad y yo le seguí dejándome llevar por su mano, con una mueca divertida en mis labios. – Confío en ti Aemon, así que vamos. –añadí repitiendo de nuevo lo de la confianza con una creciente curiosidad por saber donde me llevaba. – Me dirás finalmente donde me llevas?
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: En aguas cristalinas [Aemon]
Por mucho que hubiese vivido nunca me había sacado el título de psicólogo, ni llegaría a la altura de aquellos que escribían libros de cientos de páginas sobre el tema. Filosofía, psicología y mente humana parecían meros juguetes en manos de aquellas brillantes mentes. Mi trabajo como cirujano, mi vida como niño obligado y mi libertad como cortesano liberal me habían enseñado muchas cosas. Una de ellas era que para ayudar a la gente no podías hacerlo desde la frialdad de la tinta en una hoja de papel, tenías que formar parte, por un mísero instante, de sus vidas, hacerlas dejar que penetrases en sus sentimientos y pensamientos más profundos, entenderlas y hacerte uno con ellas antes de, tan siquiera, poder pensar en querer ayudarlas.
Había visto muchas mentes perturbadas en mi etapa en París. Muchos venían creyendo querer una polla o un ano donde follar y todo lo que necesitaban era alguien que les escuchase y les pusiese unas pocas normas, un nuevo objetivo en la vida. ¿Cuántas veces había entrado desnudo en una habitación y había acabado acunando a quien me había contratado ayudándole a ver la luz que la vida le ofrecía? Todavía iba a cenar muchas noches a una taberna regentada por una pareja a la que reuní cuando la mujer requirió mis servicios. Le hice ver que no era mi polla lo que buscaba sino el amor de su marido y que éste no se lo daba porque ella no sabía apreciar las muestras de cariño que él le daba. Ella había nacido en familia rica y caido en desgracia. Él había sido el único que la había acogido y amado cuando todos la repudiaron pues no era ni rica ni pobre. Él trataba de animarla poniéndole su nombre en el pan, haciendo pequeños detalles de panadería, sonriéndole o guiñándole un ojo cuando se cruzaban en el trabajo. Ella quería joyas, vestidos y grandes fiestas. Cuando le hice ver que ella ya no podía desear eso porque su mundo, aunque no lo reconociese, era el nuevo, se dio cuenta de que ni las joyas, ni los vestidos, ni las grandes fiestas le darían el calor y la alegría que esos simples gestos de su marido le otorgaban.
Y con todo esto quiero llegar a que no eres tú quien tiene que darle lecciones a nadie cara a cara o a través de unas hojas. Tienes que conseguir que la persona se cuestione su mundo, su ser y ella misma, guiada de tu mano, encuentre el camino que tiene y que siempre ha sabido que es el suyo. De esa forma, y no metafóricamente, llevaba a Danna. Cogida de la mano la guiaba a través de la colina, una larga colina, lo suficientemente larga como para hacerla hablar consigo mismo, haciéndola creer en un principio que era conmigo con quien hablaba.
Al final tuve que hablar, claro está, cuando ya ella misma había abierto el camino al entendimiento. Por suerte estabamos cercanos al final y no pude evitar sonreir por sus ocurrencias. Claro que no iba a tirarla colina abajo pero si haría caer su pesar por allí.- "No hará falta. Solo déjate llevar. Confía en tus pies y en mis manos." -Caminé unos pocos pasos más, apartando unas ramas para que ella no se encontrase con las mismas en su ciego camino y me puse a su espalda, con las manos en su cintura.- "Despacio. Hay una piedra a tu derecha. Con cuidado. Muy bien. No los abras aún." -Como si la noche quisiese ayudarme, la nube que tapaba la luna se apartó dejando que una leve brisa mágica nos acariciase e iluminase con su brillo.- "Ahora..." -Susurré a su oido. Quería que viese el amplio bosque, que sintiese la vida que allí proseguía. Allí había bondad y maldad, verdad y mentira, felicidad y sufrimiento. Todas las criaturas de aquellas colinas, incluso las coníferas y demás plantas, sentían, padecían, amaban y vivían. Ella, como la mujer de la taberna, había sido humana y ahora era licana. Podía desear joyas, vestidos y grandes bailes y fiestas pero debía saber apreciar que ahora le tocaba reconocer que su vida estaba en su nombre impreso en un pan, en pequeños pastelitos con detalles para ella y en guiños velados desde lejos por quien la quiere. Quería que comprendiese, con la inmensidad que se abría ante ambos, que no era una bestia pero tampoco era ya humana. Que el sufrimiento que sentía acabando con vidas humanas para alimentarse no era una maldad en si misma pues lo hacía con el fin de alimentarse, como lo hacían los animales en ese bosque, como lo hacían los humanos hacía años. Ahora sus transformaciones eran su nombre impreso en una barra de pan, ahora le tocaba aceptar lo que era, ahora tocaba controlar a la llamada bestia y ser una con ella. De esa forma podría vivir tal y como era y controlar en mayor medida a la "bestia" de su interior.
Si a pesar de todo, con lo que le había mostrado, no lo entendía, le contaría la historia, una historia tan diferente y parecida a la suya como la humana y la bestia que ella decía ser.
Había visto muchas mentes perturbadas en mi etapa en París. Muchos venían creyendo querer una polla o un ano donde follar y todo lo que necesitaban era alguien que les escuchase y les pusiese unas pocas normas, un nuevo objetivo en la vida. ¿Cuántas veces había entrado desnudo en una habitación y había acabado acunando a quien me había contratado ayudándole a ver la luz que la vida le ofrecía? Todavía iba a cenar muchas noches a una taberna regentada por una pareja a la que reuní cuando la mujer requirió mis servicios. Le hice ver que no era mi polla lo que buscaba sino el amor de su marido y que éste no se lo daba porque ella no sabía apreciar las muestras de cariño que él le daba. Ella había nacido en familia rica y caido en desgracia. Él había sido el único que la había acogido y amado cuando todos la repudiaron pues no era ni rica ni pobre. Él trataba de animarla poniéndole su nombre en el pan, haciendo pequeños detalles de panadería, sonriéndole o guiñándole un ojo cuando se cruzaban en el trabajo. Ella quería joyas, vestidos y grandes fiestas. Cuando le hice ver que ella ya no podía desear eso porque su mundo, aunque no lo reconociese, era el nuevo, se dio cuenta de que ni las joyas, ni los vestidos, ni las grandes fiestas le darían el calor y la alegría que esos simples gestos de su marido le otorgaban.
Y con todo esto quiero llegar a que no eres tú quien tiene que darle lecciones a nadie cara a cara o a través de unas hojas. Tienes que conseguir que la persona se cuestione su mundo, su ser y ella misma, guiada de tu mano, encuentre el camino que tiene y que siempre ha sabido que es el suyo. De esa forma, y no metafóricamente, llevaba a Danna. Cogida de la mano la guiaba a través de la colina, una larga colina, lo suficientemente larga como para hacerla hablar consigo mismo, haciéndola creer en un principio que era conmigo con quien hablaba.
Al final tuve que hablar, claro está, cuando ya ella misma había abierto el camino al entendimiento. Por suerte estabamos cercanos al final y no pude evitar sonreir por sus ocurrencias. Claro que no iba a tirarla colina abajo pero si haría caer su pesar por allí.- "No hará falta. Solo déjate llevar. Confía en tus pies y en mis manos." -Caminé unos pocos pasos más, apartando unas ramas para que ella no se encontrase con las mismas en su ciego camino y me puse a su espalda, con las manos en su cintura.- "Despacio. Hay una piedra a tu derecha. Con cuidado. Muy bien. No los abras aún." -Como si la noche quisiese ayudarme, la nube que tapaba la luna se apartó dejando que una leve brisa mágica nos acariciase e iluminase con su brillo.- "Ahora..." -Susurré a su oido. Quería que viese el amplio bosque, que sintiese la vida que allí proseguía. Allí había bondad y maldad, verdad y mentira, felicidad y sufrimiento. Todas las criaturas de aquellas colinas, incluso las coníferas y demás plantas, sentían, padecían, amaban y vivían. Ella, como la mujer de la taberna, había sido humana y ahora era licana. Podía desear joyas, vestidos y grandes bailes y fiestas pero debía saber apreciar que ahora le tocaba reconocer que su vida estaba en su nombre impreso en un pan, en pequeños pastelitos con detalles para ella y en guiños velados desde lejos por quien la quiere. Quería que comprendiese, con la inmensidad que se abría ante ambos, que no era una bestia pero tampoco era ya humana. Que el sufrimiento que sentía acabando con vidas humanas para alimentarse no era una maldad en si misma pues lo hacía con el fin de alimentarse, como lo hacían los animales en ese bosque, como lo hacían los humanos hacía años. Ahora sus transformaciones eran su nombre impreso en una barra de pan, ahora le tocaba aceptar lo que era, ahora tocaba controlar a la llamada bestia y ser una con ella. De esa forma podría vivir tal y como era y controlar en mayor medida a la "bestia" de su interior.
Si a pesar de todo, con lo que le había mostrado, no lo entendía, le contaría la historia, una historia tan diferente y parecida a la suya como la humana y la bestia que ella decía ser.
Aemon- Prostituto Clase Baja
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