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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Abbie Flynn Sáb Jul 20, 2013 10:04 am

- Pero señorita Abbie, ¡vuelva! ¡Es peligroso salir a estas horas!- la voz de la dama de llaves perdía intensidad a medida que la muchacha se alejaba hacia Dios sabe dónde. << Sí, siempre es tarde, incluso si son las 12 del mediodía >> -piensa para sí misma mientras suelta una risita. En realidad aquel día la mujer tenía razón, eran las 12 de la noche y no quedaba rastro de Sol, de su calor y su luz cegadora, las calles únicamente estaban iluminadas por velas incandescentes.

Caminaba y caminaba, atravesando callejones llenos de gente extraña y desaseada; se sentía observada en cada esquina, ojos que sugerían un aire de deseo y otros que desprendían desprecio. Así es, en esta ocasión no llevaba puesta la capa ni ningún otro tipo de máscara. Iba con uno de sus vestidos más llamativos, formado por un corsé que resaltaba su pecho, telas azul turquesa adornadas con hilos de oro y además usaba unos guantes de seda a juego.  No le había dado tiempo a cambiarse, salió tan enfadada de la mansión que ni siquiera había pensado en las consecuencias que tendría su repentina salida. No está muy acostumbrada a deambular por la noche, siempre ha dicho que es una chica de día.

Sin darse cuenta había llegado al bosque, el cual estaba completamente inmerso por la oscuridad. <<¿Cómo diablos he llegado tan lejos?>>. Estaba un poco asustada pues el ambiente era algo tétrico y el silencio asustaba, además hacía frío pero ella se lo había buscado. Si alguien le robaba o atacaba no podría defenderse pero tampoco se pondría a llorar como un bebé; intentaría usar su astucia.

Mientras el tiempo pasaba, más agobiada se sentía de estar en ese lugar, por lo que empezó a correr y correr hasta llegar a la laguna, ésta estaba algo iluminada por la luz de la luna creciente. Si hay luz se siente más segura. ¿Cuánto tiempo iba a estar allí? << Frío, frío....pero no quiero volver...aún no >> . De repente pudo sentir la presencia de una persona, parecía que la había estado observando por un tiempo; era una mujer. Por alguna razón, su mente se quedó en blanco... es como si aquel rostro la hubiese dejado paralizada.
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Mensaje por Ophelia M. Haborym Dom Jul 21, 2013 12:06 pm

Sed. Aquella sensación que le atenazaba la mente, impidiendo que cualquier otro pensamiento tuviera lugar, gobernándolo todo sin miramientos. Sed. Aquella terrible opresión en la garganta, el ardor en sus venas y la sequedad en su boca y sus labios, que ahora yacían blanquecinos, como flores marchitas. Sed. Aquella abrumadora tempestad de sentimientos que se adueñaba de sus actos, de su memoria, de su voluntad, doblegándola sin remedio y obligándola a dejar salir el monstruo, la bestia, al verdadero vampiro. Porque no es lo mismo un vampiro satisfecho, lleno, pleno, que acaba de alimentarse, que uno sediento. De hecho, no guardan ningún parecido más allá de los colmillos. Colmillos que ahora le dolían, como si alguien estuviera presionando sobre su encía con unas tenazas al rojo vivo. Era imposible ocultarlos. Notaba la pesadez de su cuerpo, la rigidez de sus movimientos y la dificultad para concentrarse. Era imposible pensar o tratar de pensar en algo diferente que la sed que sentía, que la necesidad imperiosa que en aquel momento la asaltaba, de salir de caza, de beber hasta quedarse satisfecha, pero sobretodo, de dejar de tener sed. Era lo único que odiaba de ser una inmortal, la necesidad que repentinamente la asaltaba de beber, de saciarse. No podía renunciar a ella o apartarla: simplemente, era imposible. Su cuerpo parecía cobrar vida propia y cualquiera a su alrededor se convertía en una víctima potencial, corrían peligro. Y muchos de sus sirvientes eran humanos, y realmente no le apetecía tener que cambiarlos nuevamente, le molestaba tener que instruir una y otra vez a simples humanos, y no quería convertirlos a todos: los necesitaba vivos para hacer ciertos recados. U ofrendas.

Finalmente, hubo de ceder a aquellos impulsos inhumanos (por no decir animales, que odiaba tal comparación), y salir de caza contra todo pronóstico. Aquella noche tenía una cita con Elena, quien iba a visitarla por primera vez a Francia, después de que ella se hubiese tenido que desplazar durante siglos hasta Londres para verla. Había deseado que llegara aquel momento durante semanas, desde el comunicado que había llegado al palacio, anunciando su inminente visita. Y ahora que el día finalmente había llegado, habría de salir para buscar a algún pobre diablo del que alimentarse. La verdad es que no le importaba el asesinato en sí, eso no era lo que le molestaba, de hecho, le divertía matar a aquella gente insulsa y sin importancia... Le fastidiaba el hecho de depender de ellos para "sobrevivir", aunque no tenía muy claro si se podría morir de sed, o si simplemente se haría más y más débil hasta caer en letargo. Quizá era eso, un letargo de algunos años, lo que necesitaba. Quizá eso rejuveneciera su milenario corazón. Renacería de su yerto cuerpo como una vez hizo, con las fuerzas cargadas y nuevas expectativas. Era algo que se plantearía más adelante, pero aquella noche, tenía que salir. Y cuanto antes mejor, porque ya empezaba a identificar el tipo sanguíneo de todos los sirvientes de la casa, y eso que su habitación estaba a cuatro pisos de donde se hallaban.

Tras bufar y maldecir en voz baja durante varios minutos, abrió las puertas del probador y rebuscó entre los vestidos hasta encontrar uno que le resultaba idóneo para la ocasión. Era de color negro, con la parte más ceñida al cuerpo, que iba desde el escote recto hasta más abajo de las caderas, bañada por florecillas de color rosa claro, que destacaba enormemente sobre el fondo oscuro. La falda era totalmente de tul, e iba desde debajo de las caderas hasta el suelo. Le parecía perfecto: sencillo, simple, bonito, sexy (para atraer a la víctima, evidentemente) y lo bastante suelto (al menos la falda) para darle mayor libertad de movimientos. Dejó su cabello caer en cascadas desordenadas hasta la mitad de su espalda, pintó sus labios de rojo carmín y se colocó una capa con capucha de color bermellón hecha de terciopelo. Ella no sentía frío, pero sería extraño que una muchacha saliese de casa con ese vestido sin nada más con que cubrirse.

Marchó a los pocos minutos, directa al teatro de la ciudad, sabiendo que a esa hora acababan siempre las últimas obras (rozaba ya la medianoche), por lo que estaría lleno de nobles y puede que aristócratas que salían de él. No iba a faltar a su norma autoimpuesta, no esa noche, y sabía lo sencillo que sería conquistar a uno y llevarle hacia un callejón, mientras que él, dentro de su pobre mente pensaba que iba a tener una noche de pasión... Para luego ser exprimido como una simple naranja. Y así fue. Un hombre de unos treinta y pico años, en cuya capa estaba el emblema de una de las familias aristócratas de la ciudad, se acercó a ella mientras descansaba sentada en uno de los escalones del teatro, fumando un cigarrillo. Su mirada lo delataba. Cuando la inmortal le dijo de ir a un lugar más "íntimo", el humano no se lo pensó dos veces, y dijo que sí, dibujando una sonrisa lasciva. Ophelia le condujo hasta un callejón apartado, que bien conocía, lejos del teatro y del centro de la ciudad. Y tras darle el mejor beso que probablemente le hubieran dado en su patética vida, recorrió lentamente su cuello con la lengua, y clavó sus colmillos en él. Ante sus gritos de desesperación, hubo de partirle el cuello con un simple gesto para seguir bebiendo.

Parecía satisfecha, cuando de repente, una imagen poco usual apareció ante sus ojos como un destello en la madrugada. La inmortal alzó la ceja un tanto confusa, y siguió a la mujer por los callejones, consciente de que no sabía que estaba siendo perseguida hasta que se dejó ver de soslayo, momento en que empezó a correr. No sabía qué habría visto, si sus manos o sus colmillos, pero parecía realmente asustada. Quizá la confundió con un lobo o alguna criatura de pesadilla. Dudaba que supiese su verdadera naturaleza. No, no lo dudaba, sabía que no era así. La chica corrió sin descanso hasta la laguna, donde se detuvo, pensándose a salvo, y finalmente se detuvo a mirarla. La observó con intensidad, de arriba abajo, sin moverse ni parpadear, para luego enarcar una ceja y sonreír de forma siniestra. - Creo que nunca es tarde para un segundo bocado... y menos si tiene un envoltorio tan... agradable. -Susurró colocando sus manos en las caderas, y ladeando el rostro para observarla mejor. Era la humana más hermosa que había visto en bastante tiempo. Y estaba allí, sola, muy lejos de la última calle donde viviera gente. No podía huir.

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Mensaje por Abbie Flynn Dom Jul 21, 2013 6:40 pm

En aquellos instantes Abbie parecía completamente una muñeca de porcelana, mantenía los mismos gestos y apenas parpadeaba, es como si se hubiera convertido en una estatua de hielo como las que ponen en muchas celebraciones a las que asiste. Sin embargo no era el frío lo que le afectaba de aquella forma tan extraña, sino esa faz y sobretodo esos ojos envueltos por oscuridad.

¿Qué había pasado? ¿El tiempo se había detenido? En realidad estuvieron unos minutos sin apartar la vista la una de la otra, pero poco a poco la niña rica empezó a recobrar la consciencia y a pensar más o menos con claridad. ¿Quién era esa mujer y qué quería? Eran demasiadas preguntas para ser respondidas tan fácilmente. Cuando la mujer sonrío de tal manera Abbie no sintió miedo, más bien curiosidad...curiosidad por lo que estaba pensando mientras la contemplaba.

Se levantó tambaleándose un poco; no pensaba huir pero sí adoptar una pose segura (por si las moscas). No se fiaba de la noche: ¿son esos unos ojos o es un candelabro?, esa sombra de allí ¿es un animal o quizás un humano?; la vista en ocasiones nos puede jugar una mala pasada y hacernos caer en las trampas más macabras.

La desconocida salió de los arbustos y anduvo unos pasos hasta estar completamente iluminada por la luz blanca de la luna. Ahora sí que podía verla perfectamente y las palabras que fugazmente pasaron por su mente fueron las siguientes: belleza, picardía, fuerza, poderío. Eso es, la chica parecía tener la misma edad que Abbie, o al menos rondaba los 20... era perfecta, enterita. Hace poco descubrió que le atraían también las mujeres pero aquello ya era el colmo... << Dios mío, es que no parece real..¿Estaré soñando? >> - tras  tener la cabeza ocupada unos instantes se dio cuenta de que algo goteaba por su pierna, al no haber luz que la reflejara no veía nada, pero sí que se llevó las manos a la boca para averiguar qué había pasado: sangre, al parecer se habría arañado por alguna rama. No dolía pero era algo incómodo.

El ambiente era  sumamente extraño... no se oía ni un grillo, sólo el silbido del aire que poco a poco se volvía más pesado. Pudo apreciar cómo las facciones de la mujer cambiaron totalmente al darse cuenta de la herida que Abbie tenía en la pierna izquierda. A cualquier otra persona le hubiera asustado tal reación, pero ella se mantuvo quieta... no quería volver a casa.

- S-soy Abbie...-se atrevió a decir por fin mientras su mano tapaba la herida sin apenas rozarla. Quería conocerla, oír al menos su voz; sólo de esa forma aquella noche podría dormir en paz. Había algo en ella que le hacía sentir algo que nadie había conseguido antes, incluso sin antes de llegar al roce.


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Mensaje por Ophelia M. Haborym Miér Jul 24, 2013 6:43 pm

No tenía demasiado claro por qué había cedido tan fácilmente a un impulso tan... ¿humano? como había sido aquel. Salir corriendo tras una cría -no porque lo pareciese, sino porque casi cualquiera en comparación con ella, eran simples niños de cuna-, como si nunca hubiese visto a una mujer hermosa. Tan hermosa. Exuberante. Cualquiera hubiese hecho lo mismo... O al menos de eso se quiso convencer. Lo había hecho y ya no había vuelta atrás, esa era la única verdad que podía ver. Ahora tenía dos opciones: seguir recriminándose a sí misma haber sido tan estúpida, o seguir haciéndoles caso a sus instintos, que parecían saber más de su persona que ella misma. Instinto, ¿eh? Aquello que desde hacía varios siglos únicamente utilizaba para dañar a otros. Para asesinar. Para alimentarse, fortalecerse, a costa de la desaparición de otros... De esos mortales a los que tanto aborrecía. Y sus motivos tendría, ¿quién iba a venir a recriminarle por su comportamiento? Lo lógico era temerle, y para ser francos, ¿acaso alguien se enfrenta a sus miedos por voluntad propia? No, en absoluto. Ni siquiera ella lo hizo en su momento, aunque ahora no estaba muy segura de si alguna vez temió a algo más que a sus propios impulsos. Impulsos que, junto al instinto, aquella noche la habían llevado hasta el lago, corriendo tras una humana cuyo aroma empezaba a resultarle de lo más tentador.

Leyó su expresión perpleja en el mismo instante en que se produjo, no sin cierto regocijo. Sonrió ampliamente, pícara, con una ceja alzada y sus colmillos blancos como la nieve, mordiéndole el labio inferior con insistencia. Siempre le agradaba adivinar los pensamientos de los humanos fijándose en sus simples reacciones. Eran casi como un libro abierto para ella. ¿Para qué necesita alguien leer mentes, cuando has vivido dos mil años entre humanos, observándoles, averiguando más de ellos? ¿Acaso había algo que pudieran esconderle a ella. Precisamente a ella. Lo dudaba. Era prácticamente imposible que ninguna de aquellas criaturas burdas y aburridas le mintiera. Imposible. No podía ser... Claro que, también pensaba que ningún humano podría sorprenderla, y allí estaba, persiguiendo a uno como si no hubiese otros más grandes, o más ricos, o más sabrosos a los que cazar. ¿Más sabrosos? Uh... Un simple vistazo a la pierna de la chica, y obtuvo la respuesta que andaba buscando. No, no había nada más sabroso... O al menos, no tan cerca. La sangre había bañado parcialmente su vestido, incitándola. ¿Acaso no se había dado cuenta frente a lo que estaba? Se relamió los labios en un gesto más siniestro que excitante, y observó su mano descender hasta una herida abierta en su pierna. Oh, definitivamente no sabía lo que estaba haciendo. La vampira se acercó lentamente, hasta quedar apenas a unos cuantos metros de ella. Inspiró con fuerza, aspirando todo aquel aroma a sangre y juventud. Casi podía notar el sabor de aquella sangre bajando por su garganta, revitalizando su yerto interior...

Su alteración había teñido de rojo sus mejillas, regalándole una vista aún más perfecta si cabía. Hermosa y con aroma intrigante... La presa perfecta para cualquier vampiro. Su sed volvió a aflorar, y con un gesto rápido, fugaz, como si de un rayo se tratase, se situó tras ella y, acabando con la distancia entre ambas, desplazó la mano por su costado, con tal suavidad que probablemente ni lo hubiese notado. Quedó pegada a ella, piel con piel, la espalda ajena contra su pecho, y un hermoso cuello blanco quedando a la vista y al alcance de sus siempre sedientos colmillos. Era lo menos que pudo hacer ante la simple presentación efectuada por la asustada niña, que pronto yacería entre sus brazos, suya, en aquel eterno instante. Aunque no pudo evitar reír por lo bajo ante aquello, ¿te presentas así, sin más, ante una criatura que no conoces y que probablemente no vaya a hacer nada bueno? Era aquella espontaneidad lo que todavía la mantenía interesada por algunos humanos, como ella. Esa chica, esa mujer, esa presa... La presa más hermosa que tendría el placer de cazar.

- Abbie... Gracioso nombre para una grácil dama. ¿Corríais de mi, o pensabais que era la muerte que iba buscándoos? -Sonrió de forma siniestra, acariciando su delgado cuello con la punta de la nariz. -¿Sabéis, hermosa dama? Quizá debisteis seguir corriendo... -Dijo en una carcajada melodiosa, alejándose un poco. No quería que aquello acabase tan pronto: a ella sí le gustaba jugar con la comida. - Yo soy Ophelia, quien tendrá el placer de alimentarse de vos en cuanto me digáis qué hacíais a esas horas vagando sin rumbo por las calles. -Sonrió como si no hubiese dicho nada extraño, sin quitarle ojo de encima.


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Mensaje por Abbie Flynn Sáb Jul 27, 2013 11:04 am

Estaba algo confusa, no sabía cuáles era las intenciones de aquella mujer tan espléndida, es como si hubiera sido atrapada por aquellos ojos brillantes y llenos de misterio. Si se ponía a pensarlo, la situación era bastante extraña e inusual: dos mujeres solas en medio del bosque a las tantas de la noche. -Eso es- ¿Qué le había atraído a este lugar? ¿Cuál era su misión?. La joven aún no podía creer lo que había hecho, presentarse así sin más ante una desconocida, ¿dónde había ido a parar su inseguridad?, aunque creyó haber hecho lo correcto o al menos eso vio en el rostro de la extraña.

<< Espera...eso que veo...¿son colmillos de vampiro?...vampiro... >> Abbie nunca había estado ante la presencia de uno, pero en ocasiones habló con gente que sí y le contaron cómo lucen y cuáles son sus acciones, pero ésto último es totalmente impredecible. Lo descubrió inmediatamente, cuando mostro sus relucientes colmillos puntiagudos, sin embargo intentó ocultar que la había descubierto. << Es cierto, esa belleza es inhumana >> . ¿Estaba en peligro? Quizás se trataba de una vampiro pacífica, quizá no le haría daño y la dejaría huir.

La herida parecía ser algo profunda pues no dejaba de sangrar y poco a poco su vestimenta iba tornando un color rojizo, como el carmín que la chica llevaba en sus labios. De repente, su corazón se encogió sin motivo aparente, no era miedo -no, Abbie nunca tenía miedo- sino inconsciencia. ¿Qué era lo que sentía en aquellos instantes?. Se manifestaba como un impulso, un impulso a que aquella mujer la probara, la saboreara, se asemejaba a una cierta conexión visual entre ambas. -No sabía lo que decía- ¿Habría usado sus poderes para que cayera en sus redes tan fácilmente?. << Despierta, eres fuerte >> . Negó varias veces para asegurarse de que volvía a ser ella misma, desconocía lo que le había sucedido. ¿Y si en verdad la inocencia de la chica quería apartarse algún rato para ofrecer asiento al pecado? ¿Y si ella también era domada por sus instintos y represiones?.

Se acercaba y la joven no se alejaba, seguía quieta como una estatua, cuidando sus movimientos y expresiones, aunque no podía engañar ni en broma a una vampiro, por lo que acabó aceptando qué era lo que tenía en frente suya y  pensó en dejar de hacerse la tonta. Pero, se acercó demasiado y, allí estaban, pegadas ambas, rozándose. Y ahí es cuando supo que aquella noche sería presa de un ''demonio'' envuelto en belleza. << Me pregunto cómo sabrá mi sangre, ¿notará que tengo algo de bruja? mi abuela lo es... ¿Estará rica? >> no paraba de hacerse preguntas y es en ocasiones se había preguntado lo que sería ser vampiro.

Incluso en aquella posición, tan indefensa por estar atrapada entre los brazos de otra mujer...ni siquiera intentó escabullirse de ellos, mantuvo una expresión serena y calmada, como si ya se lo esperase. ¿Era aquel su final? No, estaba segura de que no. Y entonces, el silencio que reinaba volvió a romperse cuando salieron palabras de la desconoida. - Ninguna de  las dos, ni siquiera era consciente de su presencia hasta hace nada, corría porque la noche es oscura y una no puede ver bien en la oscuridad- le comentó y seguidamente se mojó los labios para añadir -Además, ¿por qué debería huir de usted? -por si las moscas, formalidades-. De nuevo, no se hacía la tonta, solamente decía la verdad.

Cualquier otra persona habría salido corriendo en su lugar cuando ésta le confirmó que sería el postre -o quizá segundo plato- de la vampiro, pero aunque en lo más profundo de su corazón habitaba algo de temor, la única forma de no morir es mostrando a los demás que puedes con cualquier cosa, que eres un huracán. Finalmente le contó en motivo de su ''fuga'', aunque eso no le iba a perdonar la vida: - Estoy harta de que me digan qué hacer y cómo debo hacerlo, ya soy mayor y no es justo que tomen decisiones por mí. Por eso salí disparada de mi mansión, porque a veces la rabia se apodera de mí y me hace ser algo descuidada-.
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Mensaje por Ophelia M. Haborym Mar Jul 30, 2013 12:27 pm

Ophelia... una rosa roja en una noche estrellada... Roja como la sangre que manchaba sus labios, como la sangre que recorría el exterior de aquella desconocida, incitándola a tomar un segundo plato, despertando la sed que parecía calmada. Criatura plagada de sombras, sin luces que la alumbraran. Allí donde la oscuridad moraba, absoluta, plena, sin nada más que el silencio que acompaña a toda muerte... allí estaba ella. Oculta tras un velo de misterio por nadie nunca apartado. Ella era la prueba andante de que la belleza traspasa la vida y se encuentra tras la muerte. Pálida, blanca... peligrosa. Como toda belleza que se precie. Aquella que puede hacerte enloquecer o morir de dolor por no tenerla. Podía ser todo o nada al mismo tiempo. Inalcanzable, como la estrella más lejana del firmamento. Ophelia, de palabras parcas y acciones grandes. Aspiró nuevamente el aroma de la mujer con una leve sonrisa, que aunque no llegaba a alcanzar sus ojos, parecía sincera. Aunque la honestidad nunca había sido una de sus virtudes más apreciadas, no se había olvidado de sonreír. No todavía, aunque probablemente nada de lo que estuviese pensando para con aquella dama de nombre dulce, haría sonreír a ninguna otra persona. Su mente no funcionaba como la de los mortales... Incluso distaba mucho de parecerse a la de otros muchos inmortales. ¿Y a quién le importaba? Comparar es un acto humano, y tan absurdo como su misma existencia.

Abbie representaba todo lo que ella odiaba a la vez, y sin embargo le atraía. Ophelia era el imán, y ella el trozo de metal que, frente a todos los demás, había logrado abrirse camino y llegar a la meta. Podía ser inhumana, inmortal, una asesina, un ente siempre furioso... Pero apreciaba más que nadie aquellas cosas que la naturaleza había logrado hacer bien. Y aquella muchacha, cuya inoportuna aparición había trastocado levemente sus planes de convertir aquella noche en una tranquila y aburrida noche más, ante las infinitas que aún se avecinaban, era algo digno de apreciar. Su rostro invitaba a acercarse, bien fuese por su inocencia o por la feminidad que desprendía. Tenía algo que la hacía diferente, empezando por su nombre y terminando por sus actos, incomprensibles, que rallaban lo ilógico sin hacerlos absurdos. ¿Quería contrariarla? Si era así, lo estaba consiguiendo. Una arruga se dibujó en su frente, perfectamente lisa, mostrando un ceño levemente fruncido. Escuchaba sus palabras presentándoles demasiada atención, como si realmente fueran lo más interesante que podría decir. ¿Acaso habría hecho caso a algún otro humano, con sus quejas absurdas o sus palabras banas? No, nunca lo había hecho y confiaba en no hacerlo en ningún otro momento, o comenzaría a creer que la eternidad realmente la estaba haciendo enloquecer.

Ya sabía que no se había dado cuenta de que ella la había estado siguiendo. Era imposible. Nada en su aroma le indicaba que fuese otra cosa más que humana. Y eso la frustraba. ¿Un simple humano podía llamar acaso su atención de esa forma tan... extraña? No, no era simple. Aquella muchacha de cabello rubio no tenía nada de simple. Parecía creerse valiente cuando todas sus reacciones decían que no lo era. Pero si tuviera miedo, huiría... ¿no? Eso es lo que hacen los animales cuando tienen miedo, correr, correr desesperadamente por su vida. Y ella no estaba corriendo. Estaba rígida, quieta, frente a ella, dejando salir las palabras destartaladamente por entre sus labios, sin control, sin motivo. Estaba asustada, lo sabía, lo sentía. Pero no reaccionaba como lo hubiese hecho cualquier otro. Como lo hizo el hombre que acababa de asesinar. Como lo habían hecho las miles de persona cuya vida había acabado entre sus manos, bajo sus colmillos... Y la pregunta del millón. ¿Por qué debería correr de mi? No podía creérselo. Reprimió una carcajada. ¿Le estaba intentando tomar el pelo? ¿O realmente era así de... inocente? Sería un buen bocado, sin duda, se dijo, recobrando su fuerza característica y avanzando nuevamente hacia ella. Recorrió su cuello, blanco, frágil, con la yema de su dedo índice y volvió a relamerse, pegándose a ella nuevamente.

- ¿Por qué deberíais temer a la muerte, querida? Eso deberíais preguntaros... Porque no soy otra que la muerte con su cara más hermosa, más fría... Más peligrosa... -Susurró en su oído, apartando los mechones de pelo que se interponían entre sus labios y la oreja ajena. Enarcó la ceja. Sus palabras sonaban como las de una niña enfurruñada, y eso no le acababa de gustar. Pero su aroma la tentaba demasiado como para hacer caso a semejante tontería. ¿Mayor? ¿Cuántos años podía tener, veinte, veinticinco? ¿Mayor?... Nunca se es lo suficientemente mayor para enfrentarte cara a cara con la muerte, sin armas, y con una herida lo bastante grande como para que se hubiese desmayado hacía minutos atrás. Sin decir nada, bajó la mano por su vientre, y siguió descendiendo hasta rozar el lugar donde estaba la herida abierta. Suspiró en voz baja, con los labios entreabiertos y los ojos entornados. Podía saborearla desde aquella distancia. ¿Es que no se daba cuenta del peligro que corría? ¿Acaso era tan necia para no huir cuando la misma muerte se estaba recreando en el que probablemente sería su final? Sería un broche bastante triste para una vida demasiado corta. Pero a ella no le importaba. Sólo quería saborearla... - Bastante descuidada, deberíais decir... Pues huyendo de una vida sencilla os habéis topado con una bestia hambrienta... Y de mi sí que no podréis escapar. -Acabó la frase en un gemido, y abrió la boca, dispuesta a clavar sus colmillos en la presa que acababa de cazar... O que se había entregado voluntariamente, según se mire.


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Mensaje por Abbie Flynn Jue Ago 01, 2013 8:17 pm

<< Sí, me he adentrado en la boca del lobo -de la loba en este caso- sin darme cuenta. ¿Y qué? Probablemente sea devorada dentro de unos instantes, probablemente mi vida acabe...pero no tengo miedo a la muerte >> . Lo sabía, sabía que era imposible encontrar una mujer tan hermosa a las tantas de la noche, tras el crepúsculo ... una mujer mortal; sin embargo ''lo'' que tenía en frente no era para nada humano << Me pregunto cuántos hombres y mujeres habrán sido atraídos por tal belleza >>. ¿100, 200, 300...? Quién sabe cuánto ha vivido y es que cuanto más se viva, más experiencia se adquiere ¿no?. Seguro. ¿Y si por más que vivas siempre sigues tropezándote con la misma piedra de siempre? ¿Y si vivir eternamente no es más que una maldición?.

Estuvieron ambas durante algún tiempo calladas, en el cual sólo había contacto visual... como si la estuviese chequeando completamente; la elegante y favorecida vampiro desgarraba a Abbie con su mirada feroz y parecía comprobar que todo estaba listo para servirse; es decir, ella. ¿Que qué significaría ser un vampiro para la joven rubia?. Vivir en una continua prisión: no poder exponerse a la luz del Sol -la cual ama con toda su alma- , tener que depender de otros humanos para vivir, matar, perder todo rastro de humanidad, ver morir a todos tus seres queridos, cometer pecado tras pecado. Aunque quizás formar parte de ese mundo la cambiaría drásticamente..quizás fuese menos insegura y más fuerte tanto física como psicologicamente, pero ¿merecería la pena?.


Realmente Abbie es muy inocente, aún desconoce múltiples cosas y es muy ingenua, pero sabe cómo apañárselas en distintas situaciones. Actúa con cabeza -o al menos eso pensaba antes de adentrarse en el bosque-, es inteligente, femenina y muy amable. Pero, ¿de qué le servía todo eso en aquellas circustancias?  No le ayudaría a salvar su trasero. << Su piel es pálida y extremadamente fría, aunque su cuerpo sea capaz de calentar a cualquiera en menos de dos segundos. Una muñeca de porcelana sin rasguño alguno >> . Eso es lo que sintió cuando los dedos de la vampiro acariciaron suavemente su delicado cuello, un roce que hizo estremecer a la presa.

Y no sólo eso, su voz la dejó maravillada... era tan mansa...pero no, no podía bajar la guardia. Aún quedaba alguna posibilidad de que saliera viva aquella noche; todo lo bonito que estaba viendo en ella contrastaba con lo que realmente era...
<< Apuesto que está a punto de clavarme sus afilados colmillos o
que sólo juega, para darle algo de emoción. >>
. Esta candorosa ''niña'' ignoraba cuánto más podría reprimir las emociones que en ese momento paseaban dentro de ella, deseosas de salir. ''No tener miedo a morir'' podía interpretarse de dos formas: 1. Es valiente 2. No aprecia su vida o la considera una pesadilla. Abbie sabe perfectamente que ama su vida y que es valiente, pero... ¿y la vampiro?. Una de las cosas que más detesta es los malentendidos; pueden enfadar llenamente a otra persona aunque lo que estés intentando es mostrarle tu aprecio. Eso es.

La herida que seguía apretando para dejar que sangrara cada vez se hacía más dolorosa y poco a poco la sangre era más abundante, llegando a tal punto en el que la joven tenía su mano derecha completamente roja y pequeñas gotas descendían de ella, dejando un rastro de sangre por incontanbles hojas secas. Mires por donde lo mires aquello incitaba a abalanzarse sobre ella. ¿Y si tan profundo olor había atraído a más criaturas de la noche?.

Seguía manteniendo una mirada serena y tranquila, a pesar de las palabras que habían salido de aquellla ''bestia'', así era como ella misma se denominaba.
- Supe, supe que no podría escapar en cuanto la vi. Cuando beba de mí me gustaría saber qué tal le pareció mi sangre. - se atrevió a decir de forma natural, que hasta resultaba creíble que no tenía ni una pizca de miedo. << Allá vamos, espero que no sea tan doloroso como dicen... pero ya he perdido bastante sangre, ésto puede ser algo peligroso >>. Se limitó a cerrar los ojos y a maldecirse a sí misma por no haber disfrutado de los últimos rayos de Sol que nunca más volvería a ver. Aunque, de algún modo sabía que no iba a perecer esa noche.
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Mensaje por Ophelia M. Haborym Vie Ago 02, 2013 5:35 pm

Muéstrame tu cuello y deja que mis colmillos rompan la piel
que impide que tu sangre sea para mí, y tu vida será eterna...
Morirás cada mañana y renacerás al anochecer.
Aquelarre. Mägo de Oz

Un intenso silencio se había instalado entre ambas, aunque distaba mucho de ser incómodo para ninguna de las dos. La escena, inalterable, aun con la furia que poco a poco iba trayendo consigo la noche, se desarrollaba con total normalidad pese a lo inusual de la misma. Un vampiro abrazando sutilmente a una humana, tomándola como si más que de una presa, se tratase de un bien muy preciado. Nadie mejor que Ophelia conocía la fragilidad de la vida humana. Nadie mejor que ella sabía lo sencillo que sería traspasar la línea ficticia que separa el respirar del dejar de hacerlo. Simplemente podría apretar ligeramente aquel abrazo, y su existencia habría sido cortada de lleno. Y violar aquella ley establecida en la naturaleza humana implicaría desperdiciar una sangre que tan deliciosa parecía. No, no quería acabar con su existencia, porque aunque patética, le parecía en cierto modo valiosa. Aunque fuese para servirle de alimento. La sangre cálida, joven, dulce de la muchacha solamente valdría la pena manteniéndola con vida. Una eternidad practicando tenía sus frutos. Sabía matar, sí, era experta en hacerlo... Pero también lo era manteniendo a los humanos con vida el tiempo necesario, fuera este unas horas o incluso años. Y aquella muchacha tenía algo que le decía que preferiría tenerla años antes que terminar con ella allí mismo, aunque la única utilidad real que tuviese fuese la de ser su cena. Era una buena cena, sí...

Era una chica extraña. Tenía miedo. Lo olía, lo sentía. Pero el miedo la había llevado a asumir su destino con cierta valentía. U osadía. Puede que tuviera un poco de ambas cosas. ¿No temía a la muerte o simplemente no apreciaba su vida? Entornó los ojos ante lo que significaba la segunda opción. Significaba que todo aquello no merecía la pena. Si le daba igual morir que vivir, no era la presa que buscaba. Tenía que tenerle miedo. Quería que lo tuviese. En cierto modo, lo necesitaba. El miedo los hacía humanos. Débiles. Apetecibles. Pero ella no exterminaba a gente que quería ser exterminada. No era justa, ni quería empezar a serlo. La muerte no es justa, y ella no era más que un esbirro de Su Majestad, la Parca, la noche eterna... Lo fue desde que sus ojos se abrieron nuevamente, sobreponiéndose a su poder. Era un soldado del caos... No, no podía hacer justicia. No iba a hacerlo. Se alejó de ella unos pasos, pensativa, deliberando si realmente merecía la importancia que le estaba otorgando, o si simplemente era una humana estúpida que no apreciaba lo que tenía. Mejor vivir como humano que morir como una rata. ¿No? Se cruzó de brazos y esperó algo. No sabía muy bien qué, pero tampoco pudo esperar demasiado, ya que, instantes después, tuvo lugar lo que jamás habría previsto. Vampiros.

Eran cinco. Frente a ambas. Miraban a la chica como si se tratase de un pedazo de carne sin vida. Sin alma. La miraban como si fuese suya. Y no lo era. Neófitos. Apenas repararon en la presencia de la antigua, que rápidamente se colocó tras ellos, en lo que dura un parpadeo. Dos se giraron, pero los otros tres la ignoraron y se abalanzaron contra la humana. Sus colmillos relucían en la tiniebla. Bastó una mirada furiosa de la vampiresa para que cayeran al suelo, retorciéndose de dolor. Ahora le iban a prestar atención. Por las buenas, o por las malas. Los otros dos vampiros se quedaron quietos, estupefactos, mientras que la antigua se acercó a Abbie a paso calmo, sin demasiada prisa. Los cinco giraron la cabeza al unísono, para observarla. La ira relucía en sus ojos, con la misma fuerza que la necesidad de sangre. Les atenazaba la garganta, y ella lo sabía. Lo percibía. Lo sentía. Hizo que un nuevo latigazo de dolor recorriera sus mentes. Sus gritos cortaron la calma de la noche. Cuando estuvo a la altura de la muchacha, habló en voz alta, clara y grave. Dura. La voz de un antiguo. Les miró fríamente, despectivamente. No valían nada, y esa mirada bastó para hacérselo saber.

- Ella... Es mía. -Dijo simplemente, señalándola con un gesto de la mano. - ¿Lo habéis entendido? -Su voz resonaba en el silencio. Era profunda, ronca. La voz del demonio, de una bestia. La voz de la muerte. Veloz como una ráfaga de aire en la tempestad, se colocó sobre dos de los neófitos que aún yacían en el suelo. - Y no me gusta que toquen mis cosas. -Un segundo después, sus manos, con más apariencia de garras que de manos humanas, atravesaron sus cráneos como si fuesen de plastilina. Una sangre de mal olor, putrefacta, coagulada, negra, brotó de su interior despacio. Ya no había vida en aquellos seres. No eran nada. Un hondo agujero en su cráneo dejaba ver el cerebro grisáceo, destrozado. Un tercer vampiro se abalanzó sobre ella, pero lo lanzó por encima de su cabeza, en dirección al agua, como si no pesara nada. Los otros dos neófitos salieron corriendo despavoridos, con la ira reflejada en su rostro, después de jurar que la encontrarían. Ophelia alzó una ceja, sonriendo. Estaría esperando.

Desplazó la vista hasta la humana y torció el gesto. Estaba perdiendo demasiada sangre. Notaba sus pulsaciones, débiles, lentas, le extrañaba que no se hubiese desmayado ya. De un sólo movimiento, la tomó en volandas y la llevó hasta un árbol cercano, tumbándola bajo él. Rasgó su muñeca derecha con los colmillos y dejó que su fluido vital brotara por su brazo, brillante, espeso. Ofreció el brazo a la muchacha con el ceño fruncido y ninguna expresión en el semblante. - Bebed o morid... No os queda más remedio. -Murmuró, apremiándola para que lo hiciera antes de que la herida desapareciera por completo. Clavó las rodillas en la tierra, frente a ella, sin dejar de observarla fijamente. - ¿Ahora sí me tenéis miedo? -Susurró para después dibujar una leve y lacónica sonrisa.


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Mensaje por Abbie Flynn Sáb Ago 03, 2013 8:50 am

¿Cuál era realmente la intención de aquella mujer? ¿Acabaría con ella? ¿Es posible que a pesar del esfuerzo que está ejerciendo la joven para no parecer débil todo acabe volviéndose negro para siempre?. Todas las criaturas superiores al humano como los vampiros tienen una fuerza sobrenatural, una fuerza que puede terminar con la corta vida de una persona en unos instantes... pueden hacerla sufrir como nunca antes, dejarla agonizando en el pavimento hasta su último aliento. Son como títeres en un teatro, manejados al antojo del usuario. No es sólo fuerza física lo que poseen sino también poderes psíquicos e insólitos con los que no necesitan ni mancharse para hacerte explotar el cerebro.

¿Buscaba el miedo en sus ojos? Pronto lo encontraría; tenía una bola en la garganta...una sensación incómoda, ahora quería volver...sus instintos de bruja le decían que algo malo se acercaba, algo malvado y perverso. Pero, ¿no se referían a lo que tenía a su lado? ¿puede haber algo más malvado que un vampiro?. Bueno, la verdad es que existen millones de humanos que podrían pasar por bestias, no todos por ser humanos son buenas personas. Idea equivocada. Respecto a la cuestión anterior, ¿qué habría pensado de ella?
<< Espero que no me juzgue de manera errónea, no quiero que me asesine por un malentendido provocado por palabras >>. Palabras, las palabras a veces no sirven de nada...pueden decirse infinitas cosas con tan solo una mirada. Eso es lo que habían estado haciendo todo este tiempo, mirarse y comunicarse de esa forma.

Y entonces, teniendo una mano en su corazón y otra en la herida, ocurrió lo que más temía Abbie: una manada de vampiros. ¿De dónde habían salido? ¿Era su sangre tan buena para atraer a tal cantidad de bestias de la noche?. Parecía ser que sí. Todas las emociones que había estado reprimiendo salieron definitivamente a la luz, no aguantaba más... por un momento se vio a sí misma tirada en suelo, un cuerpo frío y sin vida, un cadáver. El rostro de la joven se tornó más pálido de lo que estaba y rompió a llorar. Sin embargo era un llanto callado,  como si su alma estuviera resguardándose del peligro... por fin admitió para sí misma que el miedo corría por sus venas. No iba a ser comida por uno, sino por seis vampiros, sedientos de sangre y atraídos por el olor de una herida que Abbie maldecirá toda su vida, por haberla metido en aquel revuelo. El pánico se había apoderado de ella, aunque aún seguía siendo poco para el que debería de tener en un momento como aquel. Quizás lo que ocurría es que estaba tan cansada que resultaba un gran esfuerzo incluso gritar...era apreciable cómo sus ojos se cerraban poco a poco, como si fuera a caer en un profundo sueño.

De repente la escena pasó a ser un ring de lucha, recordaba a la típica pelea entre hombres por una chica. Pero ésto no era algo típico para nada, era la situación más peligrosa en la que había estado. Se quedó quieta como una estatua, no podía hacer nada por salvar su vida y pedir ayuda resultaría algo inútil; era una pérdida innecesaria de energía. Durante unos segundos tres de los vampiros vinieron hacia ella pero sólo pudieron rozarla pues la vampira que llegó primero los mandó directos al suelo sin tocarlos. << He visto mi vida pasar delante de mis ojos >> . ¿La estaba salvando de aquellos esbirros?. No tardó mucho para dejar a los otros asaltantes doloridos, incluso atravesó el cráneo de uno. Aquello sí que asustaba, pero asustaba más el rostro de la mujer enfadada. << ¿Soy suya? ¿Soy un objeto? >> . Ya sabia porqué había sido socorrida, porque la sangre que podía adquirir de ella era de su propiedad, no quería compartila con nadie. Al menos por ahora estaba a salvo.

Cuando todo parecía haberse calmado, su ''salvadora'' se acercó a la herida -tanto física como mentalmente-. Lo que acababa de ver se manifestaría continuamente en su mente, unas imágenes muy difíciles de disipar. Apenas escuchaba su voz, sólo vio que le ofreció su brazo y entonces lo comprendió. Los vampiros son sabios y saben cuando una persona está en sus últimas, y así estaba Abbie. Se supone que la sangre vampiresca es sanadora para los humanos. A pesar de que la estaba salvando no podía confiar en ella, ¿y si la transformaba en una de ellos? ¿y si la quería como esclava?. Pero no tenía tiempo para pensar, quedaba poco tiempo y ambas lo sabían...
- Tengo miedo de ti, pero me has salvado... habría sido devorada por aquellos vampiros en dos segundos- Le dijo con voz suave y seguidamente puso su delicada boca en aquel regalo, empezando a  beber poco a poco. Era la primera vez que hacía algo así...el sabor de la sangre era extraño pero de alguna manera revitalizante. << ¿Ha acabado ya todo esto? >>.
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Mensaje por Ophelia M. Haborym Dom Ago 04, 2013 3:12 pm

Una mente con miedo
es aquella que se debate
entre la locura y la cordura.

Miedo. Es lo que deberían sentir todos al ver a Ophelia... pero hay algunos insensatos que no lo tienen. Como aquellos que ven en el predador peligroso que les persigue algo fascinante... Como las polillas se acercan al fuego motivadas por su fulgor y perecen padeciendo el peor de los horrores. Ophelia es la atracción personificada para todas las criaturas, que, pobres de ellos, no pueden resistirse a acercarse a ella, a tocarla aunque sea durante un momento; momento en el que empieza una caída de difícil retorno. O quizás ella inicia su particular caza con un simple roce. El contacto con ella se hace adictivo, primero una caricia, luego un abrazo, un beso que arrastra a la desesperación. Cada vez va a más, hasta que en la última fase la víctima pierde por completo su individualidad y voluntad, solo vive para intentar tocarla de nuevo y para obedecer sus órdenes sean cuales sean. ¿Atracción o poder? ¿Puede haber algo más? Sí, lo había. Su sangre... Su sangre les volvía locos. Su sangre... una vez la bebían podían dar su voluntad por perdida. No habría un nuevo amanecer a menos que ella lo dijera. Eran meros esclavos a sus órdenes. Meras marionetas a merced de sus hilos. A merced de su siniestra voluntad. Podrían suicidarse si ella lo requiriera. Atentarían contra su propia naturaleza, contra su propio instinto de conservación, si ella lo exigiera. Serían sus presas para siempre. Y la recompensa para aquellos que eran atraídos por tal magnetismo sobrenatural... era ser sus esclavos por toda la eternidad, o los años que durasen. ¿No era tan mala recompensa, no?

No iba a negar que al principio, cuando había formulado aquel corte en su muñeca y apremió a la chica para que bebiera, lo había pensado. Había sido un pensamiento fugaz, corto, ligero, pero que sin duda reflejaba sus verdaderos deseos. Y no le habría costado nada hacerlo si lo hubiera deseado, porque la chica bebió de su líquido vital con cierta ansia, provocándole un placer simplemente indescriptible, y totalmente incomprensible para los mortales. Casi más placentero que beber la sangre de otros, era que otros bebieran de la tuya. Un poco. Lo suficiente para hacerse notar. Y si no hubiera sido porque llevaba una eternidad vivida a cuestas, y sus sentidos no se parecían nada a los humanos, su vello se hubiese erizado inmediatamente. Algo que jamás hubiese notado aquella chica extraña, inusual, absorta en sus propios pensamientos. Adivinaba su temor con sólo asomarse a sus bonitos ojos... Podía adivinar su lucha interior con sólo observar sus gestos. ¿A qué debería rendirse, a la confianza o al temor que profesaba por Ophelia? Ella, sin duda, habría elegido el temor. Se conocía demasiado bien como para pensar lo contrario. Podría intentar no hacerle nada malo. Lo estaba intentando, de hecho. Pero las ganas permanecían... Y eran demasiado fuertes como para no rendirse a la evidencia: estando con ella, estaba en peligro. No de otros vampiros, como la muchacha podría haber pensado. Ophelia era peligrosa, y en cierta forma le parecía absurdo que no se diera cuenta.

¿Si le había hecho aquello a dos vampiros en menos de diez segundos, qué no podría hacerle a su frágil cuerpo...? ¿Y a su débil mente? Podría hacer que se retorciera de dolor con sólo mirarla, y ahora que había bebido su sangre, podría obligarla a hacer todo cuando quisiera. Podría hacer que cayese rendida a sus pies, o incluso que atentase contra sí misma. ¿Es que no se daba cuenta? ¿O quizá no quería darse cuenta? Apartó el brazo de los labios de la muchacha, y lamió la herida, que en pocos segundos se cerró por completo. La observó atentamente, a escasos centímetros de su rostro, y ladeó la cabeza, frunciendo el ceño. Aún no comprendía el motivo de su manifiesta tranquilidad. Sabía que por dentro estaba nerviosa. Podría oír sus latidos desde el fondo de la laguna. Rápidos, furiosos, desbocados. ¿Por qué quería que su cara externa se mostrase tranquila? A ella le gustaba el color del miedo, los gestos desesperados... Pero aquella muchacha... ¿Qué tenía ella que no tuviesen los demás?

Acarició su rostro con suavidad. Era tan cálido el tacto de su piel que desentonaba enormemente con la frialdad de su ser. Su naturaleza. Pétrea, fría... Inhumana. De pronto encontró atractivo su aroma a vida, sus latidos, su fragilidad. Era una presa, sí. Pero no una presa cualquiera. Porque a cualquier otra la habría desangrado hacía bastante tiempo. La observó con el ceño fruncido y la confusión latiendo en su semblante. Deseaba beber de ella, pero no quería que muriera. No habría peleado contra aquellos neófitos a sabiendas que volverían si quisiera su muerte. Había dicho que era suya, y así lo sentía. Así lo quería ver. Pero no de ese modo. Aunque su sangre estuviera dentro de ella y podría dejarla a su merced en cualquier momento... no quería que fuese así. Suspiró en voz baja y sonrió levemente.

- ¿Acaso salvaros me hace menos peligrosa? Quizá piense que no tenían derecho a saborear una sangre como la vuestra... Yo os cacé, después de todo... Y como dije, odio que toquen MIS cosas. -Recalcó la palabra "mis", entornando los ojos con cierta picardía. - No querida, habríais sido devorada en menos de dos segundos, creedme... Aunque yo puedo tardar incluso menos. -Susurró sentándose junto a ella, emitiendo un leve bufido. La deseaba. Deseaba su sangre, pero no bebería de ella hasta que su herida hubiese mejorado, cosa que no debería tardar mucho dada la cantidad de sangre que había bebido. -Vuestra herida no debería tardar mucho en sanar. -¿Y después qué? ¿Esperaría hasta que tratase de salir corriendo? O quizá, en el fondo, lo que esperaba es que demostrase su valía. Quería saber si de verdad no la temía. O eso, o la haría temblar de miedo ella misma. La sed comenzó a atenazar su garganta nuevamente, y el cuello de la muchacha le parecía incluso más atractivo que antes. Entonces supo, que no la dejaría escapar. De nuevo, volvió a acariciar su rostro de forma rítmica, pausada, ¿tierna? Se mordió el labio inferior y entrecerró los ojos. Su expresión se tornó sombría, salvaje, y sus pupilas se dilataron. Sed. Sangre. Era cuanto su mente pedía a gritos. Era lo que deseaba. Ahora. Ya. No quería esperar más.


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