AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
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Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Habían sucedido demasiadas cosas en muy poco tiempo para narrarlo, como si tuviese alguna importancia. No la tiene. Mi vida siempre estuvo llena de apariciones repentinas y desapariciones igual de repentinas. Era un ir y venir donde las sorpresas eran de lo más común. Un día podía estar bailando felizmente antes de conocer a quien sería un buen amigo, y al siguiente, estar corriendo por mi vida. Al pensar en eso, cuando la luz de un faro me pilló sobre la cabeza, miré mi pie envuelto en un sencillo calzado color esmeralda; estaba menos inflamado y ya casi no me dolía. No sentía gran necesidad de llorar o hablar del tema, incluso si unos días antes había tenido que hacerlo.
Extrañaba aquella emoción y júbilo que sentía al bailar o al cometer una travesura. Era una sensación única a la que solo podía acceder cuando me olvidaba de lo que era correcto o no, y me permitía actuar como una niña. Miré a mi al rededor, por aquellos lares donde los más ricos paseaban sin temor a la presencia de mi pueblo. Corrí un poco en busca de algo interesante, y me detuve en seco cuando me di cuenta donde estaba. Era el Palacio Royal. No era difícil distinguirlo del resto de edificios, pero esa noche en particular las luces de su interior brillaban como diamantes en una caja. Me acerqué con cautela y vislumbré a hermosas mujeres ser escoltadas por elegantes caballeros, todos ellos con las ropas más finas del momento.
Una sonrisa casi felina se formó en mi rostro, teniendo en mente una idea tan divertida como arriesgada. Infiltrarme en aquella fiesta de clase alta no era ningún problema para mi, aunque cabía la dificultad de encontrar un vestido a mi medida y, como no, a alguien que pudiera ponérmelo. La actuación se me daba muy bien siempre que no conociera a mi victima.
— Mi padre debió haber llegado ya hace una hora. —le comenté con timidez y nervios falsos a un ama de llaves, como si yo llevara ahí desde el inicio de la velada. Ella me miró con gran preocupación, ya fuera porque no reconocía mi rostro o porque me había retirado toda la ropa menos la interior. Sonreí con dulzura al ver que vacilaba.— Mi dama de compañía iba con él, pero podría malinterpretarse si hablo de esto con alguien más. ¿Le molestaría ayudarme a poner mi vestido?
Dado que aquella prenda era mucho más ligera que la mayoría de los vestidos que la ama de llaves solía poner, no tardé mucho en estar lista. Admiré la tela roja sobre mi cuerpo como un manto de rubí, y no pude evitar sentirme divertida por lo bien que iba la situación. Al salir al gran salón, el cual comenzaba a llenarse considerablemente, sentí mucho frío en la espalda. Era una sensación que conocía bien, cuando algo importante estaba por suceder. Conseguí ignorar el escalofrío en mi columna con una buena copa de vino. Sonreía a más no poder, impresionada de como nadie parecía notar a la pobre y excéntrica gitana que en realidad era; todos saludaban con cordialidad, haciendo preguntas que rayaban en lo superficial y riendo por cualquier cosa.
Era como estar en el circo, pero visto de un modo mucho más retorcido.
Extrañaba aquella emoción y júbilo que sentía al bailar o al cometer una travesura. Era una sensación única a la que solo podía acceder cuando me olvidaba de lo que era correcto o no, y me permitía actuar como una niña. Miré a mi al rededor, por aquellos lares donde los más ricos paseaban sin temor a la presencia de mi pueblo. Corrí un poco en busca de algo interesante, y me detuve en seco cuando me di cuenta donde estaba. Era el Palacio Royal. No era difícil distinguirlo del resto de edificios, pero esa noche en particular las luces de su interior brillaban como diamantes en una caja. Me acerqué con cautela y vislumbré a hermosas mujeres ser escoltadas por elegantes caballeros, todos ellos con las ropas más finas del momento.
Una sonrisa casi felina se formó en mi rostro, teniendo en mente una idea tan divertida como arriesgada. Infiltrarme en aquella fiesta de clase alta no era ningún problema para mi, aunque cabía la dificultad de encontrar un vestido a mi medida y, como no, a alguien que pudiera ponérmelo. La actuación se me daba muy bien siempre que no conociera a mi victima.
— Mi padre debió haber llegado ya hace una hora. —le comenté con timidez y nervios falsos a un ama de llaves, como si yo llevara ahí desde el inicio de la velada. Ella me miró con gran preocupación, ya fuera porque no reconocía mi rostro o porque me había retirado toda la ropa menos la interior. Sonreí con dulzura al ver que vacilaba.— Mi dama de compañía iba con él, pero podría malinterpretarse si hablo de esto con alguien más. ¿Le molestaría ayudarme a poner mi vestido?
- Vestido:
Dado que aquella prenda era mucho más ligera que la mayoría de los vestidos que la ama de llaves solía poner, no tardé mucho en estar lista. Admiré la tela roja sobre mi cuerpo como un manto de rubí, y no pude evitar sentirme divertida por lo bien que iba la situación. Al salir al gran salón, el cual comenzaba a llenarse considerablemente, sentí mucho frío en la espalda. Era una sensación que conocía bien, cuando algo importante estaba por suceder. Conseguí ignorar el escalofrío en mi columna con una buena copa de vino. Sonreía a más no poder, impresionada de como nadie parecía notar a la pobre y excéntrica gitana que en realidad era; todos saludaban con cordialidad, haciendo preguntas que rayaban en lo superficial y riendo por cualquier cosa.
Era como estar en el circo, pero visto de un modo mucho más retorcido.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
" El destino tiene una forma muy curiosa de unirnos. ¿Cuántos bailes tendremos que recorrer para descubrir quién es quién?."
Estaba siendo el centro de atención de la fiesta. Al parecer, cierta amante de mi pasado había comentado con sus amigas el tamaño de mi.... alegría momentánea. Como era de suponer, el maldito rumor comenzó a correr por toda la sociedad. De dama en dama, se había engalanado, llevándolo a un absurdo imposible. Pero claro, ¿qué hombre podría estar molesto porque las mujeres lo acosaran?. Sólo yo, pensé con amargura mientras intentaba alejar las manos, de una de las jóvenes que me rodeaba, del bolsillo del pantalón.- Chèrie, no seas traviesa.- Le susurré, mientras todas sus compañeras comenzaban a reír con histeria. ¡Santo Dios!. ¿Dónde se había metido?.
Había acudido a la fiesta sólo porque uno de sus inversores le había pedido que se presentara para discutir sobre una de sus armas. En cambio, había sido rodeado por mujeres durante toda la noche, siendo la hija de su inversor la más ávida con las manos. En estos instantes, sus dedos recorrían sus hombros, intentando acercar su busto a su pecho. - ¿Es cierto que tuviste que escaparte del dormitorio de Elena por la ventana?. Dicen que es usted un calavera, monsieur.- Mi rostro palideció, mientras mantenía mi sonrisa galante. Elena había sido otra de sus amantes. Ambos habían disfrutado dos semanas en Italia, antes de que ella se comprometiese con su marido. Pero no, no había huido por la maldita ventana. ¿En qué estaba pensando Elena?. Sus ojos la buscaron por la habitación, y la encontró mirándolo al lado de su marido. Sus ojos azules parecían divertirse de la situación en la que se hallaba. - No, madame. Creo recordar que no fue por una ventana.- Sonrió con la característica sonrisa que lo había metido en ese problema, mientras sus ojos volvían a la mujer que le había hecho la pregunta. Para ser exactos, él nunca tuvo que huir de su casa. Más bien, tuvo que advertir al padre de Elena de que vigilase a su hija. Jamás había tenido deseos de casarse con nadie, mucho menos meterse en una cama matrimonial. Para su suerte, sus mujercitas, comenzaron a reírse, dejando que sus ojos lo recorrieran con mayor interés. No sería tan humillante, si no estuvieran todas acompañadas de algún joven pretendiente. Los pobres hombres, le dedicaban miradas furiosas o admiradas. Quería huir por primera vez en su vida.
Al parecer, las mujeres de su pasado se comenzaban a vengar de él. Justo en el momento en que había decidido abandonar todo su pasado. ¿Tanto lo odiaban?. Nunca les había mentido, así que jamás había tomado a una virgen, ni había forzado a ninguna mujer. Sus pecados no tenían que ver con ellas, a las que se había encargado de llevar placer. Suspiró y rezó por que alguien lo salvara pronto de aquella situación. O tendría que terminar armando un espectáculo con alguna mujer para huir. Algo digno de un calavera como él, quizás arrastrase a Elena por los pelos hasta el centro de la habitación y la azotase. ¿Sería eso suficiente?.
Estaba siendo el centro de atención de la fiesta. Al parecer, cierta amante de mi pasado había comentado con sus amigas el tamaño de mi.... alegría momentánea. Como era de suponer, el maldito rumor comenzó a correr por toda la sociedad. De dama en dama, se había engalanado, llevándolo a un absurdo imposible. Pero claro, ¿qué hombre podría estar molesto porque las mujeres lo acosaran?. Sólo yo, pensé con amargura mientras intentaba alejar las manos, de una de las jóvenes que me rodeaba, del bolsillo del pantalón.- Chèrie, no seas traviesa.- Le susurré, mientras todas sus compañeras comenzaban a reír con histeria. ¡Santo Dios!. ¿Dónde se había metido?.
Había acudido a la fiesta sólo porque uno de sus inversores le había pedido que se presentara para discutir sobre una de sus armas. En cambio, había sido rodeado por mujeres durante toda la noche, siendo la hija de su inversor la más ávida con las manos. En estos instantes, sus dedos recorrían sus hombros, intentando acercar su busto a su pecho. - ¿Es cierto que tuviste que escaparte del dormitorio de Elena por la ventana?. Dicen que es usted un calavera, monsieur.- Mi rostro palideció, mientras mantenía mi sonrisa galante. Elena había sido otra de sus amantes. Ambos habían disfrutado dos semanas en Italia, antes de que ella se comprometiese con su marido. Pero no, no había huido por la maldita ventana. ¿En qué estaba pensando Elena?. Sus ojos la buscaron por la habitación, y la encontró mirándolo al lado de su marido. Sus ojos azules parecían divertirse de la situación en la que se hallaba. - No, madame. Creo recordar que no fue por una ventana.- Sonrió con la característica sonrisa que lo había metido en ese problema, mientras sus ojos volvían a la mujer que le había hecho la pregunta. Para ser exactos, él nunca tuvo que huir de su casa. Más bien, tuvo que advertir al padre de Elena de que vigilase a su hija. Jamás había tenido deseos de casarse con nadie, mucho menos meterse en una cama matrimonial. Para su suerte, sus mujercitas, comenzaron a reírse, dejando que sus ojos lo recorrieran con mayor interés. No sería tan humillante, si no estuvieran todas acompañadas de algún joven pretendiente. Los pobres hombres, le dedicaban miradas furiosas o admiradas. Quería huir por primera vez en su vida.
Al parecer, las mujeres de su pasado se comenzaban a vengar de él. Justo en el momento en que había decidido abandonar todo su pasado. ¿Tanto lo odiaban?. Nunca les había mentido, así que jamás había tomado a una virgen, ni había forzado a ninguna mujer. Sus pecados no tenían que ver con ellas, a las que se había encargado de llevar placer. Suspiró y rezó por que alguien lo salvara pronto de aquella situación. O tendría que terminar armando un espectáculo con alguna mujer para huir. Algo digno de un calavera como él, quizás arrastrase a Elena por los pelos hasta el centro de la habitación y la azotase. ¿Sería eso suficiente?.
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
En mi ingenuidad de juventud, ser rodeada por damas y caballeros bien podía significar popularidad, pero no fue hasta esa noche que había más de un sentido para eso. Una sola mujer me miró con amabilidad, aunque no estaba del todo segura que fuera genuina; las demás, compartían miradas juiciosas y, sobre todo, curiosas. Yo había comparado ese baile con el circo, pero en ese momento yo era el mono que procuraba mantener curiosos a los espectadores. No negaré que me molestó un poco, pero estaba ahí por una experiencia nueva, y no me iría sin ella. La conversación que conseguía entablar con ella era estrictamente juzgada, como si cada palabra que saliera de mi boca necesitara censura total.
— Monsieur... Beker, ¿verdad? Parece realmente molesto. ¿Es por algo que dije? —le pregunté a un hombre de cabello escaso, ojos pequeños y un bigote extraño. Él apenas me dirigió una mirada, pues sus cejas prominentes estaban tan juntas entre si, que casi cubrían sus ojos de aceituna. Una dama a su lado, la que parecía mirarme con compasión, sonrió en pos de su acompañante.
— Mi marido debe estar un poco molesto por la presencia de cierto caballero a esta fiesta... —me explicó la mujer, claramente divertida por la situación. Su esposo la miró con tanta furia que me sorprendió la resistencia de su cuello para no romperse, y dijo algo sobre la poca caballerosidad de ese sujeto.— Los rumores corren más rápido que nuestro mensajero.
— ¿Rumores? —exclamé suavemente. Los conocía muy bien, pero nunca había estado demasiado cerca de ellos. Después de todo, nunca hubiese podido ser el centro de atención para crear rumores. Sin embargo, mi sorpresa por ellos pareció indicar a otra mujer que yo también estaba interesada, así que alegró su expresión y me señaló al centro del gran salón, donde había tantas personas que no podía ver el suelo.
— Es toda una noticia, y cuando nuestros esposos, hermanos e hijos por fin se sienten a salvo... vuelve a ocurrir algo escandaloso. —comentó a toda prisa entre risas. La miré como si estuviese hablando en otro idioma. Notando mi confusión, sonrió de manera traviesa y se acercó hasta mi oído, excusando su cercanía con su abanico emplumado.— Es un hombre, pero algunas indiscretas juran que es un Dios griego o algo así. No soy yo quien ha vivido la experiencia, pero... según los rumores, él puede dar placer a una mujer de tantas maneras, que la deja sin saber como se llama. El tema de conversación del momento es el tamaño de su...
Me aparté con cierta brusquedad de la "dama", y tras una mirada furiosa, también del grupo. No tenía nada en contra de ese tipo de temas, pero solo cuando la persona en cuestión estaba presente, y no cuando se hablaba a sus espaldas. Con cierta frustración, me acerqué a la mesa de bocadillos, donde abundaban las damas de compañía, solteras y atentas a la jóvenes que buscaban marido en el baile. Entre ellas circulaban todavía más chismes. Me pregunté, desesperada, si habría un lugar tranquilo en todo el palacio donde poder disfrutar la velada.
— Monsieur... Beker, ¿verdad? Parece realmente molesto. ¿Es por algo que dije? —le pregunté a un hombre de cabello escaso, ojos pequeños y un bigote extraño. Él apenas me dirigió una mirada, pues sus cejas prominentes estaban tan juntas entre si, que casi cubrían sus ojos de aceituna. Una dama a su lado, la que parecía mirarme con compasión, sonrió en pos de su acompañante.
— Mi marido debe estar un poco molesto por la presencia de cierto caballero a esta fiesta... —me explicó la mujer, claramente divertida por la situación. Su esposo la miró con tanta furia que me sorprendió la resistencia de su cuello para no romperse, y dijo algo sobre la poca caballerosidad de ese sujeto.— Los rumores corren más rápido que nuestro mensajero.
— ¿Rumores? —exclamé suavemente. Los conocía muy bien, pero nunca había estado demasiado cerca de ellos. Después de todo, nunca hubiese podido ser el centro de atención para crear rumores. Sin embargo, mi sorpresa por ellos pareció indicar a otra mujer que yo también estaba interesada, así que alegró su expresión y me señaló al centro del gran salón, donde había tantas personas que no podía ver el suelo.
— Es toda una noticia, y cuando nuestros esposos, hermanos e hijos por fin se sienten a salvo... vuelve a ocurrir algo escandaloso. —comentó a toda prisa entre risas. La miré como si estuviese hablando en otro idioma. Notando mi confusión, sonrió de manera traviesa y se acercó hasta mi oído, excusando su cercanía con su abanico emplumado.— Es un hombre, pero algunas indiscretas juran que es un Dios griego o algo así. No soy yo quien ha vivido la experiencia, pero... según los rumores, él puede dar placer a una mujer de tantas maneras, que la deja sin saber como se llama. El tema de conversación del momento es el tamaño de su...
Me aparté con cierta brusquedad de la "dama", y tras una mirada furiosa, también del grupo. No tenía nada en contra de ese tipo de temas, pero solo cuando la persona en cuestión estaba presente, y no cuando se hablaba a sus espaldas. Con cierta frustración, me acerqué a la mesa de bocadillos, donde abundaban las damas de compañía, solteras y atentas a la jóvenes que buscaban marido en el baile. Entre ellas circulaban todavía más chismes. Me pregunté, desesperada, si habría un lugar tranquilo en todo el palacio donde poder disfrutar la velada.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
" La noche predecía una tormenta tan oscura, como los pozos negros de sus ojos. Ven gitana, hechiza de nuevo mi cuerpo."
Uno de los jóvenes, más por envidia que por amabilidad, comenzó a hablarme sobre el maravilloso mundo de los recién casados. Una tonelada de palabras francesas rebuscadas, comenzaron a atacarme por todos lados. Todas ellas intentando definir el matrimonio. Las mujeres que me rodeaban comenzaron a pestañear, sus corazones comenzaban a palpitar más rápido. Y el aroma.... Una oleada de excitación que me bañaba por completo. Era un pobre náufrago, aferrándose a una escasa tabla de cordura, intentando hacer frente a olas más grandes que un caballo. Iba a ahogarse. Y sería de la peor forma.
Desesperado, contesté bagamente a las preguntas que me hacían acerca de mis preferencias. No. No deseaba una mujer sumisa. Sí, apreciaba la belleza como cualquier hombre. No, no quería una mujer que me diera sólo hijos. No, no creía que en esa fiesta estuviese mi futura esposa. ¿Por qué?. - Porque creo en la pureza de la feminidad, mis queridas damen- Les dije con voz fría, pasando mi vista por todas ellas.- Aprecio a las mujeres que saben amar con todo su corazón. Entregándome todo lo que son, para que yo pueda atesorarlas como el tesoro que son. Lamentablemente, esta sociedad, interesada en la riqueza o belleza, no tiene esa inocencia que añoro y deseo.- Realicé una reverencia, mientras los hombres sonreían entendiendo lo que acababa de decir. Para mi desgracia, las mujeres no comprendían que las había llamado frías interesadas, meras carcasas vacías carente de inocencia o pureza. - Si me disculpan, creo que he visto a uno de mis inversores. - Me incorporé de nuevo y esquivé el montón de mujeres, no sin antes llevarme una caricia indecorosa en cierta parte de mi cuerpo.
Me moví por el salón con movimientos felinos, poco interesado en dejarme atrapar de nuevo en una...charla formal. ¿Qué creía su inversor?. No pensaba dejarse atrapar por su hija, por mucho dinero que quisiera ofrecerle a cambio. Le gustaba la libertad. Hacer lo que deseaba, sabiendo que no dañaba a nadie. Quería una mujer y quizás un matrimonio, pero no con alguien que mirase su cuerpo como un trofeo o la extensión de sus tierras. Suspiró y se acercó a un pequeño balcón. Apoyó sus codos sobre el mármol y levantó su mirada al cielo estrellado de parís. Había visto uno igual, muchos días atrás, cuando su compañía era una dulce gitana. ¿Qué pensaría ella si lo viese en esa situación, rodeado de mujeres que hablaban de...?. No, era absurdo pensar en eso.
Sacó de su chaqueta un cigarrillo, llevándoselo a los labios mientras su cuerpo se acomodaba contra la barandilla del balcón. Las puertas abiertas, le dejaban ver el interior de la fiesta, con todas esas mujeres riendo y moviendo el abanico. Los hombres, revoloteaban a su alrededor, casi desesperadamente. La temporada de las presentaciones en sociedad estaba terminando, y las muchachas ya casi habían finalizado de negociar sus matrimonios. Algunas habían conseguido un título, tierras y dinero. Otras afortunadas, el corazón de su futuro marido. Sin embargo, algunas eran tan estúpidas, que preferían pasar una noche en su cama. Cambiar toda su seguridad, por un rumor que habían creado otras mujeres. Encendió su cigarro y dio una calada, cerrando sus ojos para disfrutar el aroma y sabor.
- He de decir que sigues exactamente igual, Brodrick- Le dijo una voz que él no deseaba escuchar. No de nuevo. Elena apareció ante su rostro, con una sonrisa coqueta, cuando volvió a abrir los ojos.- Sigues robando corazones de damas inocentes.- Su voz era un ronco maullido de deseo.
- Vuelve con tu esposo Elena. Creo que ya has tenido suficiente diversión.- La miró con frialdad. Dejando que todo el desprecio que sentía por ella saliese a la luz. Era la primera de sus ex amantes que lo traicionaba así. ¿Qué motivo podría tener después de tantos años?. - No finjas que no sabes de qué hablo. Ambos sabemos que jamás fuiste inocente, ni siquiera cuando llegaste a mi. - Di otra calada al cigarro, mirando a la fiesta con cautela. Si ella se acercaba más, terminaría arrastrándola hasta su esposo.
Para su sorpresa, una joven vestida de rojo, se movió en un banco cercano. Al parecer había sido testigo de toda su conversación. Un rubor acudió a sus mejillas, pensando que quizás era una muchacha inocente, y se estaba enterando de algo inapropiado. Su cuerpo se movió hacia la joven de rojo, para disculparse y retirarse, pero Elena lo cogió del brazo.- Nunca te importó que no fuera virgen.- Le recriminó con una mueca de odio en su rostro. Ahí estaba, la verdadera cara de esa mujer. Su rostro comenzaba a tener esas marcas de disgusto, hechas de tanto fruncir el ceño a lo largo de los años. Pobre Elena.
Con compasión, tomó su mano con gentileza y se la apretó.- No me importan esas cosas, Elena. Yo no deseo alguien que no haya sido tocado. Sólo quiero que me amen, por lo que soy, y no por lo que puedo llegar a ser.- Besó su mano y la soltó, mirándola con intensidad.- Vuelve con tu esposo, Elena. Él te ama, por alguna extraña razón, aparta sus ojos cuando te ve mirarme. No te equivoques de hombre de nuevo..- Ambos sabían a lo que se refería. Él la había tomado como amante, cuando su amado la abandonó después de arrebatarle la virginidad. Yo le ofrecí consuelo y le otorgué la confianza que necesitaba en sí misma. Su marido, le dio todo lo demás. Un dolor punzante le recorrió el rostro cuando ella lo golpeó, sus ojos llenos de lágrimas, lo miraron durante un silencio incómodo, antes de que huyese hacia la fiesta de nuevo. - Lo siento, frau. No deberías haber escuchado esto.- Dijo en voz alta a la mujer del vestido rojo, mientras seguía mirando el lugar en el que había desaparecido Elena.
Uno de los jóvenes, más por envidia que por amabilidad, comenzó a hablarme sobre el maravilloso mundo de los recién casados. Una tonelada de palabras francesas rebuscadas, comenzaron a atacarme por todos lados. Todas ellas intentando definir el matrimonio. Las mujeres que me rodeaban comenzaron a pestañear, sus corazones comenzaban a palpitar más rápido. Y el aroma.... Una oleada de excitación que me bañaba por completo. Era un pobre náufrago, aferrándose a una escasa tabla de cordura, intentando hacer frente a olas más grandes que un caballo. Iba a ahogarse. Y sería de la peor forma.
Desesperado, contesté bagamente a las preguntas que me hacían acerca de mis preferencias. No. No deseaba una mujer sumisa. Sí, apreciaba la belleza como cualquier hombre. No, no quería una mujer que me diera sólo hijos. No, no creía que en esa fiesta estuviese mi futura esposa. ¿Por qué?. - Porque creo en la pureza de la feminidad, mis queridas damen- Les dije con voz fría, pasando mi vista por todas ellas.- Aprecio a las mujeres que saben amar con todo su corazón. Entregándome todo lo que son, para que yo pueda atesorarlas como el tesoro que son. Lamentablemente, esta sociedad, interesada en la riqueza o belleza, no tiene esa inocencia que añoro y deseo.- Realicé una reverencia, mientras los hombres sonreían entendiendo lo que acababa de decir. Para mi desgracia, las mujeres no comprendían que las había llamado frías interesadas, meras carcasas vacías carente de inocencia o pureza. - Si me disculpan, creo que he visto a uno de mis inversores. - Me incorporé de nuevo y esquivé el montón de mujeres, no sin antes llevarme una caricia indecorosa en cierta parte de mi cuerpo.
Me moví por el salón con movimientos felinos, poco interesado en dejarme atrapar de nuevo en una...charla formal. ¿Qué creía su inversor?. No pensaba dejarse atrapar por su hija, por mucho dinero que quisiera ofrecerle a cambio. Le gustaba la libertad. Hacer lo que deseaba, sabiendo que no dañaba a nadie. Quería una mujer y quizás un matrimonio, pero no con alguien que mirase su cuerpo como un trofeo o la extensión de sus tierras. Suspiró y se acercó a un pequeño balcón. Apoyó sus codos sobre el mármol y levantó su mirada al cielo estrellado de parís. Había visto uno igual, muchos días atrás, cuando su compañía era una dulce gitana. ¿Qué pensaría ella si lo viese en esa situación, rodeado de mujeres que hablaban de...?. No, era absurdo pensar en eso.
Sacó de su chaqueta un cigarrillo, llevándoselo a los labios mientras su cuerpo se acomodaba contra la barandilla del balcón. Las puertas abiertas, le dejaban ver el interior de la fiesta, con todas esas mujeres riendo y moviendo el abanico. Los hombres, revoloteaban a su alrededor, casi desesperadamente. La temporada de las presentaciones en sociedad estaba terminando, y las muchachas ya casi habían finalizado de negociar sus matrimonios. Algunas habían conseguido un título, tierras y dinero. Otras afortunadas, el corazón de su futuro marido. Sin embargo, algunas eran tan estúpidas, que preferían pasar una noche en su cama. Cambiar toda su seguridad, por un rumor que habían creado otras mujeres. Encendió su cigarro y dio una calada, cerrando sus ojos para disfrutar el aroma y sabor.
- He de decir que sigues exactamente igual, Brodrick- Le dijo una voz que él no deseaba escuchar. No de nuevo. Elena apareció ante su rostro, con una sonrisa coqueta, cuando volvió a abrir los ojos.- Sigues robando corazones de damas inocentes.- Su voz era un ronco maullido de deseo.
- Vuelve con tu esposo Elena. Creo que ya has tenido suficiente diversión.- La miró con frialdad. Dejando que todo el desprecio que sentía por ella saliese a la luz. Era la primera de sus ex amantes que lo traicionaba así. ¿Qué motivo podría tener después de tantos años?. - No finjas que no sabes de qué hablo. Ambos sabemos que jamás fuiste inocente, ni siquiera cuando llegaste a mi. - Di otra calada al cigarro, mirando a la fiesta con cautela. Si ella se acercaba más, terminaría arrastrándola hasta su esposo.
Para su sorpresa, una joven vestida de rojo, se movió en un banco cercano. Al parecer había sido testigo de toda su conversación. Un rubor acudió a sus mejillas, pensando que quizás era una muchacha inocente, y se estaba enterando de algo inapropiado. Su cuerpo se movió hacia la joven de rojo, para disculparse y retirarse, pero Elena lo cogió del brazo.- Nunca te importó que no fuera virgen.- Le recriminó con una mueca de odio en su rostro. Ahí estaba, la verdadera cara de esa mujer. Su rostro comenzaba a tener esas marcas de disgusto, hechas de tanto fruncir el ceño a lo largo de los años. Pobre Elena.
Con compasión, tomó su mano con gentileza y se la apretó.- No me importan esas cosas, Elena. Yo no deseo alguien que no haya sido tocado. Sólo quiero que me amen, por lo que soy, y no por lo que puedo llegar a ser.- Besó su mano y la soltó, mirándola con intensidad.- Vuelve con tu esposo, Elena. Él te ama, por alguna extraña razón, aparta sus ojos cuando te ve mirarme. No te equivoques de hombre de nuevo..- Ambos sabían a lo que se refería. Él la había tomado como amante, cuando su amado la abandonó después de arrebatarle la virginidad. Yo le ofrecí consuelo y le otorgué la confianza que necesitaba en sí misma. Su marido, le dio todo lo demás. Un dolor punzante le recorrió el rostro cuando ella lo golpeó, sus ojos llenos de lágrimas, lo miraron durante un silencio incómodo, antes de que huyese hacia la fiesta de nuevo. - Lo siento, frau. No deberías haber escuchado esto.- Dijo en voz alta a la mujer del vestido rojo, mientras seguía mirando el lugar en el que había desaparecido Elena.
- Spoiler:
- *damen= señoritas.
Por cierto, te incluí en esta parte porque no sabía como hacer que se encontraran
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Caminar entre semejante multitud fue uno de mis mayores retos nocturnos, mas sin embargo, era tanto mi deseo de alejarme de ella, que cada paso dado en el frío suelo de mármol se volvió fuerte y decidido. La luz de la luna solía ser una buena guía para una persona sofocada, y me fue extraño notar que, cerca de los balcones, no había mucha gente. ¿Qué pensaban aquellos burocráticos de la hermosa brisa y el suave manto plateado de la luna? ¿Sería acaso que si descubrieran su belleza buscarían venderla? La simple idea me dio un escalofrío y me arrancó una lágrima. No había manera de que personas tan frías y vacías existieran de verdad, pero por lo visto, yo me equivocaba fácilmente. A esas alturas del año, la mayoría de las mujeres tenían la compañía de un caballero, y supuse que más de un trato financiero debía haberse cerrado por la misma razón. Bufé y escapé, con los zapatos de terciopelo rojo amenazando la circulación de mis pies.
Al fin, cuando pude sentir el fresco rocío de la noche, me di cuenta que una pareja estaba bajo las estrellas. ¿Interrumpiría algo importante? Vacilante, retrocedí unos pasos. Mi estrategia de huir cuanto antes se vio destruida cuando una voz femenina habló, y tras ella, una masculina bien conocida por mi la siguió. No había duda a quien podía pertenecer aquella voz, pero la falta de pasión y gozo en ella me dio un escalofrío. Sonaba molesto, carente de emoción. Sus palabras fueron para mi casi tan impactantes como para la dama que lo acompañaba, si bien mi deseo de empujarlo por el balcón fueron un poco menos dramáticos que aquella bofetada. No pude dejar de observarlos, y me reprimí a mi misma por el deseo de besar esa rojiza mejilla.
— Imagino que no. —murmuré con calma, sin denotar el enojo que mi rostro mostraba al "caballero" que tenía en frente. No podía asimilar que fuera el mismo hombre, pero no había duda alguna. Nadie más tenía ese rostro y esa altura, esos hombres que podía recordar muy bien desnudos. Di unos pasos hacia él, sin intimidarme por la diferencia de estatura.— Quizás esas palabras me han sorprendido más que... tu vestimenta. —respiré profundamente, como si pudiese exhalar fuego.— Tramposo, mañoso y mujeriego... Oh, no podrías ser nadie más.
Porque las palabras no eran mi fuerte, ni en francés ni es romaní, solo pude empujar su fuerte pecho hasta que su cuerpo chocara con la fría piedra del balcón. No me bastaba una bofetada ni palabras corteses que escondían veneno. Mi manera de ser no se parecía a las de aquellas damas, y nunca pretendería lo contrario. Atrás de mi, unos murmullos indignados empezaron a esparcirse lenta pero progresivamente, sin que eso me importase un comino. Y si después de esa noche Brodrick olvidaba mi existencia en París, por mero disgusto, también podía vivir con eso. Era imposible fingir que estaba contenta incluso si había pasado demasiado tiempo después de besar esos labios tentadores.
— ¡Ah! Si fuese un poco más educada te daría una bofetada como esa última, pero me temo que no lo soy. —le repliqué con enfado sin molestarme en gritar. Con Brodrick, era un poco difícil fingir ser una niña ingenua.— Tendría que colgarte de los pulgares o dejarte sin descendencia alguna. —aunque mis palabras excedían mis verdaderos deseos de venganza, no acababa de decidir si consideraba aquello último una realidad.
Al fin, cuando pude sentir el fresco rocío de la noche, me di cuenta que una pareja estaba bajo las estrellas. ¿Interrumpiría algo importante? Vacilante, retrocedí unos pasos. Mi estrategia de huir cuanto antes se vio destruida cuando una voz femenina habló, y tras ella, una masculina bien conocida por mi la siguió. No había duda a quien podía pertenecer aquella voz, pero la falta de pasión y gozo en ella me dio un escalofrío. Sonaba molesto, carente de emoción. Sus palabras fueron para mi casi tan impactantes como para la dama que lo acompañaba, si bien mi deseo de empujarlo por el balcón fueron un poco menos dramáticos que aquella bofetada. No pude dejar de observarlos, y me reprimí a mi misma por el deseo de besar esa rojiza mejilla.
— Imagino que no. —murmuré con calma, sin denotar el enojo que mi rostro mostraba al "caballero" que tenía en frente. No podía asimilar que fuera el mismo hombre, pero no había duda alguna. Nadie más tenía ese rostro y esa altura, esos hombres que podía recordar muy bien desnudos. Di unos pasos hacia él, sin intimidarme por la diferencia de estatura.— Quizás esas palabras me han sorprendido más que... tu vestimenta. —respiré profundamente, como si pudiese exhalar fuego.— Tramposo, mañoso y mujeriego... Oh, no podrías ser nadie más.
Porque las palabras no eran mi fuerte, ni en francés ni es romaní, solo pude empujar su fuerte pecho hasta que su cuerpo chocara con la fría piedra del balcón. No me bastaba una bofetada ni palabras corteses que escondían veneno. Mi manera de ser no se parecía a las de aquellas damas, y nunca pretendería lo contrario. Atrás de mi, unos murmullos indignados empezaron a esparcirse lenta pero progresivamente, sin que eso me importase un comino. Y si después de esa noche Brodrick olvidaba mi existencia en París, por mero disgusto, también podía vivir con eso. Era imposible fingir que estaba contenta incluso si había pasado demasiado tiempo después de besar esos labios tentadores.
— ¡Ah! Si fuese un poco más educada te daría una bofetada como esa última, pero me temo que no lo soy. —le repliqué con enfado sin molestarme en gritar. Con Brodrick, era un poco difícil fingir ser una niña ingenua.— Tendría que colgarte de los pulgares o dejarte sin descendencia alguna. —aunque mis palabras excedían mis verdaderos deseos de venganza, no acababa de decidir si consideraba aquello último una realidad.
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- No te preocupes, me gustó mucho y así me fue más fácil seguir. Maia es toda tuya~ (?) -Ok no xD-
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
En cuanto la dama salió de las sombras en las que se había protegido, pensó que se había equivocado, pero al tenerla ahora frente a él, no cabía duda. Su pequeña gitana estaba golpeándolo por alguna extraña razón, y a pesar de lo extraño de la situación, sus labios formaron una sonrisa de completa felicidad. No había creído que sus caminos volvieran a unirse, mucho menos en otro baile.
Tomó sus pequeñas manos entre las suyas, intentando frenar la lluvia de golpes que caían sobre su pecho. - Roham....- Le susurró, mientras su cabeza se inclinaba sobre ella para poder evitar que su conversación llegase a alguien más. Algunos curiosos estaban comenzando a avanzar hasta la ventana, quizás atraídos por la imagen de una mujer atacando al hombre más deseado de la fiesta. Quería comenzar a reírse a carcajadas, pero tenía que conservar las formas.- Roham, princesa gitana, vas a hacerte daño.- La reprendió mientras depositaba un beso en su frente y con uno de sus brazos la abrazaba, arrastrándola más a las sombras. Iba a conseguir descubrirse a sí misma. No sabía cómo había entrado, pero pensaba tratarla como a una dama. Todos los dioses en los que creía su padre, podían saber que ella lo merecía más que aquellas pequeñas fieras que lo esperaban en el interior.
No podía creer su suerte. Había creído que iba a tener que soportar una velada en la que sería analizado, comparado y comprado cual animal. Sin embargo, ahora todo apuntaba a que podría suceder de otra forma, quizás con una rabiosa gitana. ¿Por qué estaba enfadada con él?. Un movimiento de Roham, intentando golpearle con el codo en el estómago, le recordó que aún seguía aferrando sus manos para evitar que se hiriera. Colocó el cigarro en su boca, y luego la soltó para abrazarla. Arrastró su cuerpo junto al suyo, en un intento de baile, siguiendo las notas de la música que llegaba hasta el balcón. - Vamos Roham, ¿qué he hecho para enfurecerte?. - Exhaló el humo al aire, realizando dos círculos perfectos con la boca. Intentaba hacer el estúpido par hacer que sonriera. Sucedían cosas maravillosas cuando su boca se curvaba.- ¿Me odias tanto que deseas torturarme?. O, ¿quizás quieres comprarme?- Le dijo con una sonrisa ladeada. El cigarro se mecía en sus labios mientras hablaba, demostrando cuántos años de experiencia poseía como fumador. Levantó uno de sus brazos y le hizo dar una vuelta. Aprovechó el movimiento para apagar el cigarro con uno de sus pies, para después tomarla por la cintura y levantarla para dar una vuelta en el aire, con ella en brazos. - No me odies, Roham. No soportaría que lo hicieras.- La miró con sinceridad, mientras la depositaba en el suelo y esperaba su respuesta. ¿Era por Elena, o quizás le habían dicho algo extraño sobre él?.
Tomó sus pequeñas manos entre las suyas, intentando frenar la lluvia de golpes que caían sobre su pecho. - Roham....- Le susurró, mientras su cabeza se inclinaba sobre ella para poder evitar que su conversación llegase a alguien más. Algunos curiosos estaban comenzando a avanzar hasta la ventana, quizás atraídos por la imagen de una mujer atacando al hombre más deseado de la fiesta. Quería comenzar a reírse a carcajadas, pero tenía que conservar las formas.- Roham, princesa gitana, vas a hacerte daño.- La reprendió mientras depositaba un beso en su frente y con uno de sus brazos la abrazaba, arrastrándola más a las sombras. Iba a conseguir descubrirse a sí misma. No sabía cómo había entrado, pero pensaba tratarla como a una dama. Todos los dioses en los que creía su padre, podían saber que ella lo merecía más que aquellas pequeñas fieras que lo esperaban en el interior.
No podía creer su suerte. Había creído que iba a tener que soportar una velada en la que sería analizado, comparado y comprado cual animal. Sin embargo, ahora todo apuntaba a que podría suceder de otra forma, quizás con una rabiosa gitana. ¿Por qué estaba enfadada con él?. Un movimiento de Roham, intentando golpearle con el codo en el estómago, le recordó que aún seguía aferrando sus manos para evitar que se hiriera. Colocó el cigarro en su boca, y luego la soltó para abrazarla. Arrastró su cuerpo junto al suyo, en un intento de baile, siguiendo las notas de la música que llegaba hasta el balcón. - Vamos Roham, ¿qué he hecho para enfurecerte?. - Exhaló el humo al aire, realizando dos círculos perfectos con la boca. Intentaba hacer el estúpido par hacer que sonriera. Sucedían cosas maravillosas cuando su boca se curvaba.- ¿Me odias tanto que deseas torturarme?. O, ¿quizás quieres comprarme?- Le dijo con una sonrisa ladeada. El cigarro se mecía en sus labios mientras hablaba, demostrando cuántos años de experiencia poseía como fumador. Levantó uno de sus brazos y le hizo dar una vuelta. Aprovechó el movimiento para apagar el cigarro con uno de sus pies, para después tomarla por la cintura y levantarla para dar una vuelta en el aire, con ella en brazos. - No me odies, Roham. No soportaría que lo hicieras.- La miró con sinceridad, mientras la depositaba en el suelo y esperaba su respuesta. ¿Era por Elena, o quizás le habían dicho algo extraño sobre él?.
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Aunque ese lugar no era el más adecuado para castigar a quien me había hecho enojar tanto, comenzaba a considerar seriamente lanzarlo del balcón y huir de ahí como una fugitiva. Una idea tentadora, pero poco probable. Por más que mis golpes impactaban con certeza sobre el cambiaformas, no parecían ser más que suaves caricias; además, incluso si pudiera ejercer la fuerza suficiente para cometer homicidio, él estaría entre las últimas personas a las que me atrevería a matar. No había manera de desahogar la frustración que enardecía en mi acalorado pecho. Mi corazón se había desbocado de pura indignación al verlo vestido así, y al oír mi alias de sus labios, dejó de bombear sangre a mis pies y la dedicó toda a mi rostro.
Casi parecía que el castigo divino caía sobre mi al verlo.
Cuando creía haber olvidado la fuerza de sus brazos, me sentí sujetada sin dificultad alguna, incapaz de volver a lanzar un solo golpe. Su rostro, que no parecía haber cambiado en absoluto luego de un par de meses, estuvo tan cerca de mi que por poco apreciaba el olor a tabaco. Intenté con fuerzas que aquel detalle me molestara, pero no hubo manera. Era un aroma peculiar que buscaba tentarme un poco más cada vez. Resistirme era imposible cuando sus palabras y sus movimientos me guiaban a una danza y no a una pelea; a diferencia de la última vez, no eran pasos largos y libres, sino pequeños y calculados. A pesar de mi enfado, procuré no pisarle los pies con los zapatos de tacón que llevaba.
— Eres un gran tonto si no lo ves... —repliqué a su cálida cercanía, desviando la mirada. Bailar de aquella forma no era mi fuerte, pero por alguna razón lo hacía lo suficientemente bien para seguir el ritmo. El que fuese un buen bailarín me dejó aun más desconcertada, pues significaba que él no estaba ahí de manera fortuita como yo. Le lancé una mirada de sospecha, esforzándome por ocultar el temblor de mis labios a sus ridículas acciones. ¡Vaya que deseaba reír!— No veo manera de que tu pudieses ser comprado. Vaya que no. Es más probable empaquetar la Luna y... —callé con brusquedad al notar que, en lugar de un reclamo, mis palabras parecían adular el espíritu libertino del hombre. Negué fervientemente con la cabeza.— En todo caso, ¿por qué querría hacerlo? Solo me darías problemas. No confío en tu capacidad para seguir ordenes...
Suspiré, tan molesta con él como ahora lo estaba conmigo misma. Al parecer, ni una sola noche podía ser esa mujer enfadada, indignada y furiosa que protegía su orgullo tan fervientemente como su honestidad y decencia. Sonaba más como el papel que una de esas mujeres del baile querrían tomar. A mi, la idea me abrumaba. Estar molesta con Brodrick era un caso difícil, en especial cuando me hacía bailar a su lado y me hablaba con aquella voz grave. Le miré de reojo sin notar que suavizaba la expresión de mi rostro.
— No te creas tan importante para que yo te odie... —murmuré con los labios temblorosos. No estaba segura de cuanto de mis palabras era verdad, y cuanto era un vano intento de mantener mi fachada de indignación. El giro y el pequeño salto en el aire me tomó por sorpresa, pero no lo suficiente para caer y perder el ritmo. Seguí sus pasos, quizás solo para jugar o quizás porque no tenía pensado perder ante él. No sabía la cantidad de sangre que se acumulaba en mis mejillas al mirarle los ojos.— Eres la última persona a la que pensaba encontrar en un lugar así... —susurré al fin con sinceridad.— Verte con esta ropa, con esa mu... —me aclaré la garganta y omití eso último.— No te puedo negar que ha sido una sorpresa, y no una muy placentera. Es como si fueses otra persona.
Casi parecía que el castigo divino caía sobre mi al verlo.
Cuando creía haber olvidado la fuerza de sus brazos, me sentí sujetada sin dificultad alguna, incapaz de volver a lanzar un solo golpe. Su rostro, que no parecía haber cambiado en absoluto luego de un par de meses, estuvo tan cerca de mi que por poco apreciaba el olor a tabaco. Intenté con fuerzas que aquel detalle me molestara, pero no hubo manera. Era un aroma peculiar que buscaba tentarme un poco más cada vez. Resistirme era imposible cuando sus palabras y sus movimientos me guiaban a una danza y no a una pelea; a diferencia de la última vez, no eran pasos largos y libres, sino pequeños y calculados. A pesar de mi enfado, procuré no pisarle los pies con los zapatos de tacón que llevaba.
— Eres un gran tonto si no lo ves... —repliqué a su cálida cercanía, desviando la mirada. Bailar de aquella forma no era mi fuerte, pero por alguna razón lo hacía lo suficientemente bien para seguir el ritmo. El que fuese un buen bailarín me dejó aun más desconcertada, pues significaba que él no estaba ahí de manera fortuita como yo. Le lancé una mirada de sospecha, esforzándome por ocultar el temblor de mis labios a sus ridículas acciones. ¡Vaya que deseaba reír!— No veo manera de que tu pudieses ser comprado. Vaya que no. Es más probable empaquetar la Luna y... —callé con brusquedad al notar que, en lugar de un reclamo, mis palabras parecían adular el espíritu libertino del hombre. Negué fervientemente con la cabeza.— En todo caso, ¿por qué querría hacerlo? Solo me darías problemas. No confío en tu capacidad para seguir ordenes...
Suspiré, tan molesta con él como ahora lo estaba conmigo misma. Al parecer, ni una sola noche podía ser esa mujer enfadada, indignada y furiosa que protegía su orgullo tan fervientemente como su honestidad y decencia. Sonaba más como el papel que una de esas mujeres del baile querrían tomar. A mi, la idea me abrumaba. Estar molesta con Brodrick era un caso difícil, en especial cuando me hacía bailar a su lado y me hablaba con aquella voz grave. Le miré de reojo sin notar que suavizaba la expresión de mi rostro.
— No te creas tan importante para que yo te odie... —murmuré con los labios temblorosos. No estaba segura de cuanto de mis palabras era verdad, y cuanto era un vano intento de mantener mi fachada de indignación. El giro y el pequeño salto en el aire me tomó por sorpresa, pero no lo suficiente para caer y perder el ritmo. Seguí sus pasos, quizás solo para jugar o quizás porque no tenía pensado perder ante él. No sabía la cantidad de sangre que se acumulaba en mis mejillas al mirarle los ojos.— Eres la última persona a la que pensaba encontrar en un lugar así... —susurré al fin con sinceridad.— Verte con esta ropa, con esa mu... —me aclaré la garganta y omití eso último.— No te puedo negar que ha sido una sorpresa, y no una muy placentera. Es como si fueses otra persona.
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
La miró a los ojos durante unos instantes, intentando encontrar el verdadero sentimiento de Roham, tras aquellas palabras. Algo le decía que había más, mucho más tras lo que decía. Era casi, como si una parte de ella estuviese a punto de quebrarse en su interior. Lo que lo atormentaba, era el no saber si se debía a él, a lo que decían de él o a otra cosa ajena a su persona. Todo era un misterio, se habían amado bajo la luna y las estrellas, conociéndose tan íntimamente como podían. No se conocían en otro ámbito. Pero para él, que había estado desnudo ante aquella mujer, no había una posibilidad de considerarla una desconocida.
Haciendo caso omiso a las personas que estaban en la fiesta, prosiguió bailando con ella. Pero tras unos pasos indecisos, quizás frutos del enfado que ella sentía por él, suspiró y se quedó quieto.- Pon tus pies sobre los míos. Lo estás haciendo bien, pero temo que mis pies sufran tu furia momentánea.- Le dedicó una sonrisa infantil. Algo en ella, sacaba ese aspecto en él. Era casi como si la esencia de la muchacha lo contagiase, llenándolo de sentimientos que había creído perdidos.
En cuanto tuvo sus pies sobre los suyos, con los tacones clavándose en ellos, no pudo evitar soltar una carcajada. - Vamos, Roham. Concédeme una tregua. - La miró con cierto dolor. Aunque éste era un reflejo de su inseguridad, más que de sus acciones.- Acepto no ser importante para ti. Incluso el no ser alguien que siga órdenes. Pero, puedo asegurarte, que esta noche se dicen de mi, más fantasías que realidad.- Se inclinó para acariciar una de sus mejillas sonrosadas. Al menos, algo en ella no había cambiado. Seguía siendo tan intensa y pura, como la noche en la que se habían conocido. Aún podía escuchar el sonido de su risa, un tintineo ronco, en medio del golpeteo de tambores. Su lengua parecía recordar el sabor del licor que había capturado de su boca. Incluso podía evocar, con total perfección, cada curva que había acariciado.
En cuanto supo que su cuerpo estaba respondiendo a sus recuerdos, no pudo evitar sonrojarse un poco. Apartó su mirada, esperando que ella no hubiese captado el deseo en sus ojos. No creía que eso le hiciera mejorar la situación. - La mujer que estaba antes aquí, es parte de mi pasado. Puedo disculparme por haberte hecho partícipe de esa escena indecorosa. Pero no puedo pedir perdón por pertenecer a una familia adinerada. Ni quiero, ni debo.- Apretó sus labios y la volvió a mirar de nuevo.- No sé lo que podrán haberte contado, pero sé que puedes percibir cuánto de ello es verdad o no.- Besé su frente, intentando mover mis pies en perfecta armonía con la música. Mi voz bajó varias notas, intentando crear un susurro que sólo ella pudiera escuchar.- Me cubriste con tu cuerpo, Roham. Tocaste cada parte de mí. Respóndeme.¿Soy lo que dicen?.- Su pregunta intentaba buscar la verdad que estaba en su corazón. Ésa que no quería mostrarle, por alguna extraña razón. Podría decirle que él sabía lo que era el hambre y la soledad. Sabía lo que era vagar por las calles, sin más familia que tu sombra y suciedad. Su padre lo había adoptado cuando se fugó del orfanato. Y su hermanastra, era tan pura e inocente, que no le había podido decir que era su hermano. No quería ensuciarla. Pero callaba. Siempre lo hacía. ¿Cómo ser un despiadado calavera, si supieran que era un hombre de buen corazón?.
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Si había algo realmente difícil para mi por aquella época, era mentir. Y mentir a Brodrick, luego de la noche más intensa de mi vida, era algo simplemente imposible. No había manera de retroceder en mis pasos y fingir que nunca lo había visto; era tentador creer que podía seguir mi día a día fingiendo que no lo había conocido, pero entonces quien haría eso no sería yo, sino una muñeca vacía y triste. A la larga aprendí a aceptar esa faceta de mi que me obligaba a ser sincera. Sus ojos clavados en los míos me hacía más difícil la tarea de soltar solo unas pocas palabras.
Al bailar, noté que estaba siendo un fracaso como dama. No había pasado suficiente tiempo con mi padre para bailar sobre sus pies, de manera que al hacerlo esa noche, sentí mi peso clavándose sobre los pobres pies de mi acompañante. No negaba que, debido a mi enfado, me hacía sentir un poco mejor desquitarme de esa forma, pero por otro lado, ambos estábamos adoloridos por culpa de los dichosos tacones. Al escuchar sus palabras respecto a mi dura y tal vez cruel negativa, algo se estremeció en mi pecho. Fue una mezcla de ternura y culpa.
— Sé que puede ser así... bueno, quizás un poco. No sabía que estaban hablando de ti hasta ahora. —le dije en voz baja, sin enfado pero sin estar del todo segura de lo que sentía en ese momento. Debía admitir que encontraba la situación divertida, puesto que de haber sabido a quien se referían esas viejas chismosas, les hubiese tirado las bebidas encima de sus costosos vestidos. Reí a lo bajo, reteniendo una gran carcajada.— Imagino que más de un grupo de mujeres estarán comentando tus destrezas... independientemente de si las hayan presenciado o no.
Vaya perdida de orgullo la mía. Reír era una de mis cosas favoritas, y sería raro no hacerlo con alguien como ese cambiaformas. Apegué mi rostro a su mano como un gato que busca ser acariciado. Bajo mi sorpresa y enfado por descubrirlo así, extrañaba esas caricias. Escuché sus palabras con los ojos cerrados, como si estuviese lista para dormir y despertar en sus brazos. Desconcertada por mis curiosos sentimientos, me aparté unos centímetros y me concentré en la conversación.
— Nunca pretendí ser la única mujer a la que has... besado. —expliqué suavemente y con sinceridad, intentando no detallar las cosas que habíamos hecho además de besarnos. Si lo decía, empezarían mis propias fantasías al respecto.— Solo ha sido algo impactante. Sobre tu familia y... el dinero. Bueno... —suspiré, con la mirada baja.— Tienes que perdonarme. Me criaron con la idea de que acumular riquezas solo puede volver a una persona avara, y cuando te conocí... —sacudí la cabeza— Nunca te hubiese descrito de esa forma. —cerré los ojos con más fuerza. Sabía bien que sus palabras no pretendían herirme, pero de alguna forma, eran la confirmación de que había sido bastante egoísta. Si él disfrutó conmigo aquella noche, siendo yo más pobre que los pobres, ¿por qué yo adolecía tanto por su vestimenta? Lo último que me dijo me hizo pensar. Era un hombre entregado, quizás con un amor por las mujeres más intenso del que debería, pero por ello mismo, era honesto y un amante de la vida. Levanté la mirada y vi la misma chispa de hacía un par de meses, y tan solo por ello, tomé su rostro y rocé mis labios a los suyos.— No. No eres lo que figuras en esta fiesta... —me aventuré más allá y le besé.— Eres el mismo hombre de mi fiesta.
Al bailar, noté que estaba siendo un fracaso como dama. No había pasado suficiente tiempo con mi padre para bailar sobre sus pies, de manera que al hacerlo esa noche, sentí mi peso clavándose sobre los pobres pies de mi acompañante. No negaba que, debido a mi enfado, me hacía sentir un poco mejor desquitarme de esa forma, pero por otro lado, ambos estábamos adoloridos por culpa de los dichosos tacones. Al escuchar sus palabras respecto a mi dura y tal vez cruel negativa, algo se estremeció en mi pecho. Fue una mezcla de ternura y culpa.
— Sé que puede ser así... bueno, quizás un poco. No sabía que estaban hablando de ti hasta ahora. —le dije en voz baja, sin enfado pero sin estar del todo segura de lo que sentía en ese momento. Debía admitir que encontraba la situación divertida, puesto que de haber sabido a quien se referían esas viejas chismosas, les hubiese tirado las bebidas encima de sus costosos vestidos. Reí a lo bajo, reteniendo una gran carcajada.— Imagino que más de un grupo de mujeres estarán comentando tus destrezas... independientemente de si las hayan presenciado o no.
Vaya perdida de orgullo la mía. Reír era una de mis cosas favoritas, y sería raro no hacerlo con alguien como ese cambiaformas. Apegué mi rostro a su mano como un gato que busca ser acariciado. Bajo mi sorpresa y enfado por descubrirlo así, extrañaba esas caricias. Escuché sus palabras con los ojos cerrados, como si estuviese lista para dormir y despertar en sus brazos. Desconcertada por mis curiosos sentimientos, me aparté unos centímetros y me concentré en la conversación.
— Nunca pretendí ser la única mujer a la que has... besado. —expliqué suavemente y con sinceridad, intentando no detallar las cosas que habíamos hecho además de besarnos. Si lo decía, empezarían mis propias fantasías al respecto.— Solo ha sido algo impactante. Sobre tu familia y... el dinero. Bueno... —suspiré, con la mirada baja.— Tienes que perdonarme. Me criaron con la idea de que acumular riquezas solo puede volver a una persona avara, y cuando te conocí... —sacudí la cabeza— Nunca te hubiese descrito de esa forma. —cerré los ojos con más fuerza. Sabía bien que sus palabras no pretendían herirme, pero de alguna forma, eran la confirmación de que había sido bastante egoísta. Si él disfrutó conmigo aquella noche, siendo yo más pobre que los pobres, ¿por qué yo adolecía tanto por su vestimenta? Lo último que me dijo me hizo pensar. Era un hombre entregado, quizás con un amor por las mujeres más intenso del que debería, pero por ello mismo, era honesto y un amante de la vida. Levanté la mirada y vi la misma chispa de hacía un par de meses, y tan solo por ello, tomé su rostro y rocé mis labios a los suyos.— No. No eres lo que figuras en esta fiesta... —me aventuré más allá y le besé.— Eres el mismo hombre de mi fiesta.
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Le ofreció una sonrisa pícara. Aquella mujer era una de las más salvajes que conocía, quizás fuera lo que más le gustaba de ella. Era una unión de inocencia y conocimiento. Pero podía percibir que algo no era igual que antes, su sonrisa temblaba antes de convertirse en una mueca de felicidad. ¿Qué le habría ocurrido?. La miró a los ojos durante unos instantes, antes de tomarla por la cintura y levantarla en brazos. - Vamos a divertirnos, Roham. Mostremos a esos avaros cómo ser libres.- Comenzó a reír por la travesura que iba a hacer. La llevó en brazos, con las manos de ella alrededor de su cuello, ignorando las miradas que estaban atrayendo. Sabía que en el fondo, todos esperaban que él hiciese algún espectáculo. Pues ahí lo tenía, salvo que todos sus movimientos eran dedicados a una sola mujer. Quería ver a Roham feliz, sentir el sonido de su risa rozar su cuerpo de nuevo.
Dejó a Roham en el centro de la habitación, de pie, mientras él comenzaba a caminar lentamente a su alrededor. Estaba trazando un círculo a su alrededor, mirándola con ojos oscuros, repitiendo la misma escena que ambos habían vivido noches atrás. Se detuvo delante de ella, mientras desviaba la mirada a los músicos y le hacía un pequeño gesto al hombre que tenía un violín. Ambos se conocían, habían tomado whisky noches atrás. Así que supo que él iba a acompañar su locura con una sonrisa. Se quitó la chaqueta, arrojándola hacia donde un grupo de mujeres mayores estaban sentadas, era el lado de las solteronas y matronas. Ése lugar era su favorito, porque era donde se refugiaba de las jóvenes casaderas, así que allí fue la prenda de su ropa. Era un tributo a las jóvenes que la sociedad había dejado de lado, pensando que no valían para un matrimonio. Les dio una sonrisa pecadora y un guiño de ojos, antes de volver a centrarse en Roham.
Con un movimiento elegante, cayó de rodillas ante ella, extendiendo una de sus manos hacia la pequeña mujer que lo observaba con aquel traje rojo. - ¡Que suene el violín!. - Le guiñó un ojo a Roham, mientras fingía ser empujado y rechazado por ella. De fondo, el sonido de un violín comenzaba a sonar, siendo acompañado por los acordes de un pianoforte. Escuchó las risas de las mujeres más viejas, seguida por las roncas carcajadas de algunos hombres. Eso fue suficiente para que él se levantase de nuevo, fingiendo estar sorprendido por su acto indecoroso. Así que se remangó las mangas de su camisa blanca, dejando al descubierto la piel oscura que había debajo. Sus ojos dedicaron a Roham toda la pasión con la que la había mirado antes. Ella sabría qué estaba imaginando mientras sus ojos descendía por su figura. Sus brazos se cruzaron sobre su pecho y volvió a mirarla a los ojos. Después, comenzó a zapatear el suelo con la rapidez y elegancia de un bailarín gitano. Cada movimiento de pies, estaba acompañado de un acorde del pianoforte, y sus caderas se balancearon, siguiendo el sonido del violín. Se acercó a Roham, dándole una vuelta antes de juntar su cuerpo contra el de él y empezar a deslizarse con ella por el suelo de madera. Sabía que sus pequeños pies no podían seguir sus grandes zancadas, así que el se movía con pasos cortos, con su cintura guiándola a cada paso que daban. - Vamos pequeña, déjate llevar. Yo te protegeré.- Le susurró con una sonrisa.
Dejó a Roham en el centro de la habitación, de pie, mientras él comenzaba a caminar lentamente a su alrededor. Estaba trazando un círculo a su alrededor, mirándola con ojos oscuros, repitiendo la misma escena que ambos habían vivido noches atrás. Se detuvo delante de ella, mientras desviaba la mirada a los músicos y le hacía un pequeño gesto al hombre que tenía un violín. Ambos se conocían, habían tomado whisky noches atrás. Así que supo que él iba a acompañar su locura con una sonrisa. Se quitó la chaqueta, arrojándola hacia donde un grupo de mujeres mayores estaban sentadas, era el lado de las solteronas y matronas. Ése lugar era su favorito, porque era donde se refugiaba de las jóvenes casaderas, así que allí fue la prenda de su ropa. Era un tributo a las jóvenes que la sociedad había dejado de lado, pensando que no valían para un matrimonio. Les dio una sonrisa pecadora y un guiño de ojos, antes de volver a centrarse en Roham.
Con un movimiento elegante, cayó de rodillas ante ella, extendiendo una de sus manos hacia la pequeña mujer que lo observaba con aquel traje rojo. - ¡Que suene el violín!. - Le guiñó un ojo a Roham, mientras fingía ser empujado y rechazado por ella. De fondo, el sonido de un violín comenzaba a sonar, siendo acompañado por los acordes de un pianoforte. Escuchó las risas de las mujeres más viejas, seguida por las roncas carcajadas de algunos hombres. Eso fue suficiente para que él se levantase de nuevo, fingiendo estar sorprendido por su acto indecoroso. Así que se remangó las mangas de su camisa blanca, dejando al descubierto la piel oscura que había debajo. Sus ojos dedicaron a Roham toda la pasión con la que la había mirado antes. Ella sabría qué estaba imaginando mientras sus ojos descendía por su figura. Sus brazos se cruzaron sobre su pecho y volvió a mirarla a los ojos. Después, comenzó a zapatear el suelo con la rapidez y elegancia de un bailarín gitano. Cada movimiento de pies, estaba acompañado de un acorde del pianoforte, y sus caderas se balancearon, siguiendo el sonido del violín. Se acercó a Roham, dándole una vuelta antes de juntar su cuerpo contra el de él y empezar a deslizarse con ella por el suelo de madera. Sabía que sus pequeños pies no podían seguir sus grandes zancadas, así que el se movía con pasos cortos, con su cintura guiándola a cada paso que daban. - Vamos pequeña, déjate llevar. Yo te protegeré.- Le susurró con una sonrisa.
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Como la vez anterior, las acciones de Brodrick me dejaron sorprendida y entusiasmada. Él se consideraba un malvado, pero no parecía darse cuenta que, además de incitar al deseo y la lujuria, incitaba también a la aventura, el valor de divertirse sin importar el lugar ni el momento. Su risa me provocó un cosquilleo en el estómago, y de no ser por el conflictivo corsé, hubiese reído también. Lo seguí sin detenerme, aunque me embriagó la vergüenza de estar en medio de tantas personas. Al estar en el centro del enorme salón, se me subieron los colores al rostro, y no pude evitar mirar a Brodrick con indignación y reproche. "¡Me las pagarás, tramposo!", pensé, nerviosa.
Por un momento, sopesé la idea de marcharme de ahí y vengarme de sus travesuras dejándolo en ridículo, pero entonces lo vi quitarse la chaqueta y lo entendí... era igual a la otra noche.
Sus brazos bajo la camisa remangada, su cabello cada vez más alborotado por el movimiento, su destreza al cometer imprudencias. Si, era esos detalles los que me habían obligado a bailar con él en primer lugar. No se trataba solo de un hombre guapo (aunque si lo era, y bien que lo sabía), rico y con un saludable apetito sexual. Tenía una chispa para disfrutar estar vivo. Rodé los ojos y permití que una bufona sonrisa se formara en mi rostro. ¡Que buena sensación!
— Yo inventé el concepto de locura, amigo mío. —le repliqué con burla cuando pasó lo suficientemente cerca de mi para que nadie más escuchara. ¿Unos pocos zapateos? Lo seguí, y le superé. Podía bailar mucho mejor, siempre y cuando me esforzara, cosa que haría encantada. Debido al tipo de instrumentos, música, vestimenta y calzado, el baile seguía siendo diferente al de la fiesta gitana, pero en esencia, era igual. Seguí sus pasos sin reparos, un poco limitada por los tacones, aunque me encantaba el sonido que hacían al caer sobre el frío piso de mármol.
— ¿Y quien me protegerá de ti? —respondí cerca de su rostro, tomando su brazo para guiarme con más confianza por el salón. A los pocos segundos estaba moviendo las caderas tal y como había hecho noches atrás, pero a diferencia de entonces, el balanceo ni siquiera se notaba bajo las capas y capas de tela del vestido. Lo miré de reojo.— O tal vez... ¿quién te protegerá de mi?
Reí suavemente a nuestros juegos. La música era encantadora, pero poco adecuada para los que no supieran bailar sin una lista de pasos predeterminados. Me deslizaba cuanto podía lejos de Brodrick, como si quisiera escapar de él; al final siempre volvía a sus brazos con un centímetro menos de distancia entre ambos. ¿Lo notaría la gente a nuestro al rededor? No estaba segura ni siquiera de si eso me importaba. Era mi forma de libertad, y estaba tan sedienta de ella, que me embriagué en pasos de baile.
Por un momento, sopesé la idea de marcharme de ahí y vengarme de sus travesuras dejándolo en ridículo, pero entonces lo vi quitarse la chaqueta y lo entendí... era igual a la otra noche.
Sus brazos bajo la camisa remangada, su cabello cada vez más alborotado por el movimiento, su destreza al cometer imprudencias. Si, era esos detalles los que me habían obligado a bailar con él en primer lugar. No se trataba solo de un hombre guapo (aunque si lo era, y bien que lo sabía), rico y con un saludable apetito sexual. Tenía una chispa para disfrutar estar vivo. Rodé los ojos y permití que una bufona sonrisa se formara en mi rostro. ¡Que buena sensación!
— Yo inventé el concepto de locura, amigo mío. —le repliqué con burla cuando pasó lo suficientemente cerca de mi para que nadie más escuchara. ¿Unos pocos zapateos? Lo seguí, y le superé. Podía bailar mucho mejor, siempre y cuando me esforzara, cosa que haría encantada. Debido al tipo de instrumentos, música, vestimenta y calzado, el baile seguía siendo diferente al de la fiesta gitana, pero en esencia, era igual. Seguí sus pasos sin reparos, un poco limitada por los tacones, aunque me encantaba el sonido que hacían al caer sobre el frío piso de mármol.
— ¿Y quien me protegerá de ti? —respondí cerca de su rostro, tomando su brazo para guiarme con más confianza por el salón. A los pocos segundos estaba moviendo las caderas tal y como había hecho noches atrás, pero a diferencia de entonces, el balanceo ni siquiera se notaba bajo las capas y capas de tela del vestido. Lo miré de reojo.— O tal vez... ¿quién te protegerá de mi?
Reí suavemente a nuestros juegos. La música era encantadora, pero poco adecuada para los que no supieran bailar sin una lista de pasos predeterminados. Me deslizaba cuanto podía lejos de Brodrick, como si quisiera escapar de él; al final siempre volvía a sus brazos con un centímetro menos de distancia entre ambos. ¿Lo notaría la gente a nuestro al rededor? No estaba segura ni siquiera de si eso me importaba. Era mi forma de libertad, y estaba tan sedienta de ella, que me embriagué en pasos de baile.
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
El rostro de mi Roham estaba allí de nuevo. Sabía que aquella mujer era una adorable aventurera, aceptaba todos sus juegos, provocándolo de una forma tan natural como el respirar. Cuerpo junto a cuerpo, pies envueltos en cómodas botas rozando los zapatos altos y tortuosos de ella. Todo era tan diferente, pero a la vez tan idéntico, que parecía que en cualquier momento ella volvería a provocarle con aquel pañuelo rojo. Ése objeto había sido su obsequio. El regalo de una gitana, un recuerdo físico de un evento que siempre danzaría en su mente.
Permitió a su cuerpo chocar contra la cadera de ella, rozando parte de su corpiño en un movimiento sinuoso. Quería mantener una expresión seria, quizás inocente, pero los gemidos ahogados de algunas damas, sólo hizo que se riera a carcajadas. - Nunca estaré a salvo de ti, Roham. Ningún hombre lo estará jamás. - Le susurró mientras la atrapaba por la cintura para levanarla. Giró, con ella en sus brazos, alrededor de la habitación, deteniéndose cerca de los músicos. Una pareja se acercó a ellos, intentando bailar de la misma forma en que lo hacían. Era una versión mucho más torpe y joven de ellos mismos, aún así, era tan fresca e inocente, que le guiñó un ojo a Roham y continuó bailando con ella. - Creo que habéis creado una nueva danza, mi señora.- Le dijo con voz ronca y risueña. Sabía que algunas personas estaban pendiente de ellos, así que protegía el nombre de ella. No deseaba que la noche terminase en un drama innecesario. No todos veían con buenos ojos la presencia de los gitanos en tierras francesas, mucho menos en una fiesta privada.
Sin embargo, todo transcurrió como pensaba. Los hombres más atrevidos, sacaron a sus parejas a bailar. Los más orgullosos, también accedieron a danzar por conservar su honor ante sus amadas. Lo divertido fue ver a una vieja condesa, arrastrar a su esposo hasta los jóvenes bailarines. Al parecer, habían mujeres con tanto orgullo como Roham. Por si eso no fuera poco, arrastró a Roham consigo, acercándose a la pareja mayor, que intentaba coordinarse con la música. Quería que viese como habían mujeres con el mismo espíritu que ella. - Mira Roham, de entre todos estos avaros ricos, hay alguien muy similar a ti- Le dijo señalando a la anciana mujer. Los años habían transcurrido gentilmente en ella, dejando ciertas arrugas en sus ojos y mejillas. Marcas eternas de la felicidad que había gozado. Al contrario de lo que podría haber pensado cualquiera, su cuerpo se mecía con un buen ritmo, acercándose a una completa fusión con los acordes musicales. Junto a ella, su esposo la miraba con ojos admirados y amorosos. Quizás hubiese sido arrastrado sin su consentimiento, pero era feliz junto a su esposa. - A pesar de su edad, su espíritu no ha muerto. - Le susurró mientras se agachaba para besar su frente con suavidad. Si hubiesen estado fuera, habría sido un roce de labios, pero era consciente de la posición de ella ante la sociedad. Una mujer debía ser respetada, fuera de la clase que fuera. - No sé qué ocurre, pero tus labios no sonríen como antes. Sé que hablarás de ello si lo deseas, así que sólo diré esto: te deseo lo mismo, Roham. Que conserves tu espíritu, eternamente.
Permitió a su cuerpo chocar contra la cadera de ella, rozando parte de su corpiño en un movimiento sinuoso. Quería mantener una expresión seria, quizás inocente, pero los gemidos ahogados de algunas damas, sólo hizo que se riera a carcajadas. - Nunca estaré a salvo de ti, Roham. Ningún hombre lo estará jamás. - Le susurró mientras la atrapaba por la cintura para levanarla. Giró, con ella en sus brazos, alrededor de la habitación, deteniéndose cerca de los músicos. Una pareja se acercó a ellos, intentando bailar de la misma forma en que lo hacían. Era una versión mucho más torpe y joven de ellos mismos, aún así, era tan fresca e inocente, que le guiñó un ojo a Roham y continuó bailando con ella. - Creo que habéis creado una nueva danza, mi señora.- Le dijo con voz ronca y risueña. Sabía que algunas personas estaban pendiente de ellos, así que protegía el nombre de ella. No deseaba que la noche terminase en un drama innecesario. No todos veían con buenos ojos la presencia de los gitanos en tierras francesas, mucho menos en una fiesta privada.
Sin embargo, todo transcurrió como pensaba. Los hombres más atrevidos, sacaron a sus parejas a bailar. Los más orgullosos, también accedieron a danzar por conservar su honor ante sus amadas. Lo divertido fue ver a una vieja condesa, arrastrar a su esposo hasta los jóvenes bailarines. Al parecer, habían mujeres con tanto orgullo como Roham. Por si eso no fuera poco, arrastró a Roham consigo, acercándose a la pareja mayor, que intentaba coordinarse con la música. Quería que viese como habían mujeres con el mismo espíritu que ella. - Mira Roham, de entre todos estos avaros ricos, hay alguien muy similar a ti- Le dijo señalando a la anciana mujer. Los años habían transcurrido gentilmente en ella, dejando ciertas arrugas en sus ojos y mejillas. Marcas eternas de la felicidad que había gozado. Al contrario de lo que podría haber pensado cualquiera, su cuerpo se mecía con un buen ritmo, acercándose a una completa fusión con los acordes musicales. Junto a ella, su esposo la miraba con ojos admirados y amorosos. Quizás hubiese sido arrastrado sin su consentimiento, pero era feliz junto a su esposa. - A pesar de su edad, su espíritu no ha muerto. - Le susurró mientras se agachaba para besar su frente con suavidad. Si hubiesen estado fuera, habría sido un roce de labios, pero era consciente de la posición de ella ante la sociedad. Una mujer debía ser respetada, fuera de la clase que fuera. - No sé qué ocurre, pero tus labios no sonríen como antes. Sé que hablarás de ello si lo deseas, así que sólo diré esto: te deseo lo mismo, Roham. Que conserves tu espíritu, eternamente.
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
El dulce y divertido baile libertino que empezaba a popularizarse en el enorme salón, fue como un néctar para mi, un remedio casero que servía hasta para las más profundas heridas. Levanté la vista, disfrutando del rostro de mi acompañante; su altura, su olor, su sonrisa socarrona que superaba las expectativas femeninas. No era un icono de belleza, porque en realidad su persona no provenía de ningún molde; pero para mi, y el resto de las mujeres en el salón, era visible su destreza y su energía, sus ganas de festejar el simple gozo de la noche. Me rendí en un momento dado, a sus pasos y a la música. Sin alcohol aquello había sido más complicado, pero finalmente, pude relajarme al completo.
— De no ser porque sería algo realmente cruel y devastador, te tendría en una cajita para mi goce personal. —le confesé en uno de los giros, cuando mis pies tocaron el suelo y mis manos se aferraron a sus hombros. Mi cabello, que aun no había crecido lo suficiente para un peinado con horquillas, comenzó a liberarse, dejando uno que otro mechón suelto sobre mi rostro. Mis palabras fueron sinceras y bromistas al mismo tiempo; pues no encontraba nada más cruel que someter a alguien al encierro. Miré a mi alrededor, notando que más de una pareja bailaba en aquel improvisada carrera musical. Los violines empezaron a apresurar el paso, como si anunciaran una tormenta.— Es como una fiesta gitana, pero con otro envoltorio...
Entre los giros y deslices, sentí que era transportada por el salón. No me di cuenta al principio de aquella mujer, hasta que Brodrick fijó sus ojos en ella y me incitó a hacer lo mismo. Tenía un encanto poco común en mujeres de clase alta, especialmente en las que los años habían consumido de resentimiento y monotonía. Ella era claramente libre de mente y corazón. Me sentí conmovida al verla bailar, un poco vacilante pero muy divertida; su esposo parecía apreciar esa belleza interior, como si tuviese un manto de diamantes encima. Por un breve momento, perdí el ritmo, algo aturdida por las palabras de Brodrick. Si, había algo que había cambiado en mi, pero estaba dispuesta a volver a ser yo misma. Lo miré con ojos honestos y amantes.
— Tan solo me pregunto... si sabes la importancia de tus palabras, piramnyi... —susurré contra su oído, sin perder de vista su mirada. Quería recorrer su rostro a puros besos, y hacer un desorden en su pelo con mis manos. Nunca fui dada a expresarme con palabras, sino con acciones. Un poco ansiosa, tomé su mano y me olvidé de su reputación. Las consecuencias las pagaría después el calavera, quien tenía la culpa por pasar el tiempo con una gitana incivilizada. Lo arrastré por el salón, buscando un sitio donde las miradas indiscretas no me limitaran. Giré por un pasillo lleno de puertas cerradas, probando cada cerradura hasta que una cedió. Entré y jalé a mi acompañante al interior. Ahí, lo miré, siendo más consciente de su altura en privado, en esa pequeña bodega de cuadros antiguos.— Brodrick... —mi pecho subía y bajaba, cuando una sonrisa me brotó en los labios.— ¡Cuanto te extrañé!
— De no ser porque sería algo realmente cruel y devastador, te tendría en una cajita para mi goce personal. —le confesé en uno de los giros, cuando mis pies tocaron el suelo y mis manos se aferraron a sus hombros. Mi cabello, que aun no había crecido lo suficiente para un peinado con horquillas, comenzó a liberarse, dejando uno que otro mechón suelto sobre mi rostro. Mis palabras fueron sinceras y bromistas al mismo tiempo; pues no encontraba nada más cruel que someter a alguien al encierro. Miré a mi alrededor, notando que más de una pareja bailaba en aquel improvisada carrera musical. Los violines empezaron a apresurar el paso, como si anunciaran una tormenta.— Es como una fiesta gitana, pero con otro envoltorio...
Entre los giros y deslices, sentí que era transportada por el salón. No me di cuenta al principio de aquella mujer, hasta que Brodrick fijó sus ojos en ella y me incitó a hacer lo mismo. Tenía un encanto poco común en mujeres de clase alta, especialmente en las que los años habían consumido de resentimiento y monotonía. Ella era claramente libre de mente y corazón. Me sentí conmovida al verla bailar, un poco vacilante pero muy divertida; su esposo parecía apreciar esa belleza interior, como si tuviese un manto de diamantes encima. Por un breve momento, perdí el ritmo, algo aturdida por las palabras de Brodrick. Si, había algo que había cambiado en mi, pero estaba dispuesta a volver a ser yo misma. Lo miré con ojos honestos y amantes.
— Tan solo me pregunto... si sabes la importancia de tus palabras, piramnyi... —susurré contra su oído, sin perder de vista su mirada. Quería recorrer su rostro a puros besos, y hacer un desorden en su pelo con mis manos. Nunca fui dada a expresarme con palabras, sino con acciones. Un poco ansiosa, tomé su mano y me olvidé de su reputación. Las consecuencias las pagaría después el calavera, quien tenía la culpa por pasar el tiempo con una gitana incivilizada. Lo arrastré por el salón, buscando un sitio donde las miradas indiscretas no me limitaran. Giré por un pasillo lleno de puertas cerradas, probando cada cerradura hasta que una cedió. Entré y jalé a mi acompañante al interior. Ahí, lo miré, siendo más consciente de su altura en privado, en esa pequeña bodega de cuadros antiguos.— Brodrick... —mi pecho subía y bajaba, cuando una sonrisa me brotó en los labios.— ¡Cuanto te extrañé!
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Fui arrastrado por la pequeña mujer, atravesando el amplio salón de baile con velocidad. Ignoré las miradas escandalizadas de algunos, así como las aliviadas de algunos hombres. Al parecer, esta noche el calavera al que habían estado considerando un rival de su amor por alguna joven, había desaparecido, dejándoles vía libre para poder continuar su rito de cortejamiento. Aún seguía sin comprender porqué se molestaban por su presencia. Él jamás había querido casarse. Sólo hacía poco tiempo que había comenzado a plantearse sentar la cabeza. Según su padre, todo hombre con una gran fortuna siente en algún momento de su vida, la necesidad de un matrimonio. ¿Pero con otra dama de alta sociedad?. ¿Alguien que no estuviese acostumbrada a su lado salvaje?. No. Ella huiría de él en su noche de bodas. Quizás antes.
Siguió a Roham con una mueca. Su cabeza no paraba de preguntarse acerca de lo que ella había dicho. ¿La importancia de sus palabras?. Había dicho meramente la verdad. Le deseaba felicidad. Que fuera libre en todo momento y no conociese el sentimiento de opresión. Él sabía lo que se sentía al estar atrapado, sin ninguna vía de escape. Algo tan atroz y desolador, que comenzaba a comerte de dentro a fuera, con una mandíbula pequeña, pero de dientes afilados. La imaginación era una herramienta peligrosa cuando estabas en manos de otra persona. Más si había oscuridad de por medio. Pero, ¿por qué sus pensamientos acudían a algo tan desagradable?. Ella era Roham. La gitana más alegre y salvaje que conocía. Todo aquello que no fuera libertad, no hacía juego con la bella y pequeña mujer. ¿Cuántos hombres, al igual que él, habrían caído presas de su inocencia y candor?.
- Roham... ¿Qué te propones, diablillo de ojos oscuros?- Le susurró mientras veía cómo la joven forcejeaba todas la puertas que encontraba a su paso. No parecía que desease encontrar una habitación concreta, más bien, encontrar el primer lugar que les brindase intimidad. ¿Tendría algo que contarle, que no podían escuchar los demás invitados?. Cuantas más puertas dejaban atrás, más nervioso se ponía. No sabía porqué, pero cuando Roham estaba presente, nada salía como había planeado. Lo que era una fiesta inocente y familiar, se convertía en una competición de danzas sensuales. Un simple roce de cuero contra algodón, se transformaba en un beso ardiente. Un cruce de miradas, en una unión bajo el cielo estrellado.
Al fin, una puerta cedió bajo la pequeña mano de Roham. Sin poderlo creer, era empujado dentro de la misma, sintiendo como sus manos rozaban su espalda al hacerlo. El contacto generó un escalofrío en su cuerpo, creado de la misma forma en que las chispas surgían al chocar dos piedras con fuerza. Debía tener cuidado con ella. Tenía la habilidad de prender fuego en su sangre. - Roham..- Susurré como respuesta a su exclamación. Mi mirada calló al pecho agitado de la joven, sorprendiéndome de verla casi sin respiración. Quizás hubiera sido difícil recorrer aquella distancia arrastrando a alguien como él, más si se unía la velocidad a la que Había movido sus pies. A veces se olvidaba de que era más frágil que él, Roham era una de esas mujeres que parecen invencibles. Inalcanzables de todo lo que puede quebrar a una persona.
Sin poderlo evitar, le ofreció una sonrisa abierta, extendiendo sus brazos abiertos como una invitación. - Ven aquí, bella criatura. Explícame cuál es la importancia que le das a mis palabras.- Le exigió mientras sus ojos brillaban con picardía y felicidad. Su pregunta estaba relacionada a la pregunta que se había hecho mientras caminaban. Quería saber qué pasaba por su mente, más ahora que tenían tiempo de hablar con tranquilidad y en privado. Sus ojos advirtieron el cuadro más cercano, casi riendo a carcajadas, al observar un desnudo integral. ¿Y luego él era el pervertido calavera?. El dueño no se quedaba atrás, pensó con sorna.
Siguió a Roham con una mueca. Su cabeza no paraba de preguntarse acerca de lo que ella había dicho. ¿La importancia de sus palabras?. Había dicho meramente la verdad. Le deseaba felicidad. Que fuera libre en todo momento y no conociese el sentimiento de opresión. Él sabía lo que se sentía al estar atrapado, sin ninguna vía de escape. Algo tan atroz y desolador, que comenzaba a comerte de dentro a fuera, con una mandíbula pequeña, pero de dientes afilados. La imaginación era una herramienta peligrosa cuando estabas en manos de otra persona. Más si había oscuridad de por medio. Pero, ¿por qué sus pensamientos acudían a algo tan desagradable?. Ella era Roham. La gitana más alegre y salvaje que conocía. Todo aquello que no fuera libertad, no hacía juego con la bella y pequeña mujer. ¿Cuántos hombres, al igual que él, habrían caído presas de su inocencia y candor?.
- Roham... ¿Qué te propones, diablillo de ojos oscuros?- Le susurró mientras veía cómo la joven forcejeaba todas la puertas que encontraba a su paso. No parecía que desease encontrar una habitación concreta, más bien, encontrar el primer lugar que les brindase intimidad. ¿Tendría algo que contarle, que no podían escuchar los demás invitados?. Cuantas más puertas dejaban atrás, más nervioso se ponía. No sabía porqué, pero cuando Roham estaba presente, nada salía como había planeado. Lo que era una fiesta inocente y familiar, se convertía en una competición de danzas sensuales. Un simple roce de cuero contra algodón, se transformaba en un beso ardiente. Un cruce de miradas, en una unión bajo el cielo estrellado.
Al fin, una puerta cedió bajo la pequeña mano de Roham. Sin poderlo creer, era empujado dentro de la misma, sintiendo como sus manos rozaban su espalda al hacerlo. El contacto generó un escalofrío en su cuerpo, creado de la misma forma en que las chispas surgían al chocar dos piedras con fuerza. Debía tener cuidado con ella. Tenía la habilidad de prender fuego en su sangre. - Roham..- Susurré como respuesta a su exclamación. Mi mirada calló al pecho agitado de la joven, sorprendiéndome de verla casi sin respiración. Quizás hubiera sido difícil recorrer aquella distancia arrastrando a alguien como él, más si se unía la velocidad a la que Había movido sus pies. A veces se olvidaba de que era más frágil que él, Roham era una de esas mujeres que parecen invencibles. Inalcanzables de todo lo que puede quebrar a una persona.
Sin poderlo evitar, le ofreció una sonrisa abierta, extendiendo sus brazos abiertos como una invitación. - Ven aquí, bella criatura. Explícame cuál es la importancia que le das a mis palabras.- Le exigió mientras sus ojos brillaban con picardía y felicidad. Su pregunta estaba relacionada a la pregunta que se había hecho mientras caminaban. Quería saber qué pasaba por su mente, más ahora que tenían tiempo de hablar con tranquilidad y en privado. Sus ojos advirtieron el cuadro más cercano, casi riendo a carcajadas, al observar un desnudo integral. ¿Y luego él era el pervertido calavera?. El dueño no se quedaba atrás, pensó con sorna.
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Mis acciones, rara vez eran planeadas con anticipación. No acostumbraba a pensar mucho en lo que haría a futuro, incluso si eso sonaba extraño viniendo de una gitana que, en práctica, podía ver el por venir. No me interesaba en lo más mínimo. Había asistido a aquel baile como una pilla, siendo que, con ayuda de mi adorable phral, no hubiese sido necesario. Él era un hombre hasta cierto punto influyente y, aunque lo negara, un gran y popular talentoso. Con cierto esmero, hubiese podido colarme en una fiesta de alta sociedad sin que nadie sospechara mis orígenes. Pero eso no hubiese sido tan divertido como hacerlo por mi misma, lo cual me recordaba a los viejos tiempos. Los días en que mis andanzas dependían solo de mi.
El velo de aquellos pensamientos era pesado y desconcertante, como algo lejano y sublime; como un sueño que mantiene su irrealidad aun despierta. Levanté la mirada lentamente, sin prisas ni desenfreno. No podía perderme a mi misma lo suficiente para volverme una persona precipitada. Le obsequié con suave lentitud una sonrisa tímida, delicada. Un leve indicio de afecto.
— Una historia complicada, querido. —admití en un murmullo, disfrutando el calor de su cuerpo y reprimiendo una carcajada por aquella pintura "indecente". Al mirarla, y por algún motivo que aun me era indiferente, recordé esa noche donde la desnudez fue la protagonista de nuestra curiosa y poco ortodoxa relación. Mis ojos se clavaron en la pintura, pensativa, pensando con cautela la mejor forma de explicarle la desagradable experiencia que experimenté meses atrás.— Tus palabras han sido sabias desde que te conozco, Brodrick... —inquirí en tono juguetón pero suave, apartándome con una sonrisa. Paseé por el cuarto, mirando los objetos con gran curiosidad.
De no ser por unas pocas velas y la luz de la luna que entraba por los ventanales, aquella habitación estaría completamente a oscuras. Encontré un curioso mueble de estilo gótico, muy poco adecuado para los salones que parecía presumir el Palacio Royal. Era hermoso, por supuesto, pero desencajaba y quizás por esa única razón se encontraba ahí, abandonado con obras de arte escandalosas y libros que quizás nadie compraría por su contenido sin censura. Me sentí curiosamente cómoda ahí. Me giré de nuevo hacia la alta figura del calavera, apreciando sus facciones y su postura. Era horrendamente apuesto.
— No soy una persona que se cierre en si misma, Brodrick... creo que lo sabes bien. —le dije al dar un paso hacia él.— Es posible que no me sienta como la misma mujer a la que conociste tiempo atrás. No luego de ser... encerrada. — Le confesé en poco más que un susurro. Esta última palabra la dije como la peor grosería existente. Como la maldición de una bruja.— Los detalles, ni yo los entiendo. Solo sé que una mañana me encontraba huyendo como la presa en una cacería, antes de ser encerrada en un almacén y abandonada a mi suerte. —suspiré.— Creí que algo estaba mal conmigo, incluso al poder escapar. Como si me hubiesen arrebatado algo, pero... —sonreí, mirando a esos ojos oscuros que me brindaban algo más que valor y emoción.— Lo que me dijiste allá en el salón, me dejó pensando que quizás eso no es cierto.
Cuando hubiese estado de nuevo a poca distancia de su cuerpo, mis manos jugaron con el cabello bien cortado que sobresalía por el cuello de su camisa, acariciando también la nuca y el resto de la espalda. Tocarlo me era imposible de evitar, como si fuese el más exquisito y entretenido pasatiempo.
El velo de aquellos pensamientos era pesado y desconcertante, como algo lejano y sublime; como un sueño que mantiene su irrealidad aun despierta. Levanté la mirada lentamente, sin prisas ni desenfreno. No podía perderme a mi misma lo suficiente para volverme una persona precipitada. Le obsequié con suave lentitud una sonrisa tímida, delicada. Un leve indicio de afecto.
— Una historia complicada, querido. —admití en un murmullo, disfrutando el calor de su cuerpo y reprimiendo una carcajada por aquella pintura "indecente". Al mirarla, y por algún motivo que aun me era indiferente, recordé esa noche donde la desnudez fue la protagonista de nuestra curiosa y poco ortodoxa relación. Mis ojos se clavaron en la pintura, pensativa, pensando con cautela la mejor forma de explicarle la desagradable experiencia que experimenté meses atrás.— Tus palabras han sido sabias desde que te conozco, Brodrick... —inquirí en tono juguetón pero suave, apartándome con una sonrisa. Paseé por el cuarto, mirando los objetos con gran curiosidad.
De no ser por unas pocas velas y la luz de la luna que entraba por los ventanales, aquella habitación estaría completamente a oscuras. Encontré un curioso mueble de estilo gótico, muy poco adecuado para los salones que parecía presumir el Palacio Royal. Era hermoso, por supuesto, pero desencajaba y quizás por esa única razón se encontraba ahí, abandonado con obras de arte escandalosas y libros que quizás nadie compraría por su contenido sin censura. Me sentí curiosamente cómoda ahí. Me giré de nuevo hacia la alta figura del calavera, apreciando sus facciones y su postura. Era horrendamente apuesto.
— No soy una persona que se cierre en si misma, Brodrick... creo que lo sabes bien. —le dije al dar un paso hacia él.— Es posible que no me sienta como la misma mujer a la que conociste tiempo atrás. No luego de ser... encerrada. — Le confesé en poco más que un susurro. Esta última palabra la dije como la peor grosería existente. Como la maldición de una bruja.— Los detalles, ni yo los entiendo. Solo sé que una mañana me encontraba huyendo como la presa en una cacería, antes de ser encerrada en un almacén y abandonada a mi suerte. —suspiré.— Creí que algo estaba mal conmigo, incluso al poder escapar. Como si me hubiesen arrebatado algo, pero... —sonreí, mirando a esos ojos oscuros que me brindaban algo más que valor y emoción.— Lo que me dijiste allá en el salón, me dejó pensando que quizás eso no es cierto.
Cuando hubiese estado de nuevo a poca distancia de su cuerpo, mis manos jugaron con el cabello bien cortado que sobresalía por el cuello de su camisa, acariciando también la nuca y el resto de la espalda. Tocarlo me era imposible de evitar, como si fuese el más exquisito y entretenido pasatiempo.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
No hables, acércate, escucha lo que te estoy diciendo al oído
Escuché la voz candente de Maia, siguiendo cada uno de sus movimientos como el felino que era. Atrapando en segundos, cada ondulación que su larguísima falda roja hacía al caminar. Por mucho que fingiese, el bamboleo astuto que hacían sus caderas, indicaba algo demasiado inapropiado para las jovencitas de alta clase. Quizás fuera algo innato en alguien de la naturaleza gitana, una mujer criada bajo los suaves impulsos sentimentales de sus ancestros. Cuando alguien era criado bajo las ásperas manos de hombres y mujeres trabajadores, de piel dorada por el sol y ojos sinceros, era imposible el opacar su ascendencia bajo numerosas capas de la más lujosa tela.
Más aquello, lejos de provocarle aversión, sólo hacía que sus ojos siguieran hechizados, subyugados ante los más bajos intereses masculinos. – Cuéntame, Roham. Prometo no perderme ningún argumento-. O al menos lo intentaría, sólo tenía que mirar cómo sus labios se extendían, creando una sonrisa dulce para él. ¿Qué haría si conociese sus pensamientos?.
Como un reflejo a su propia pregunta, los labios de la gitana se entreabrieron, lanzando una carcajada. Su corazón comenzó a latir con fuerza, preocupado de que, una vez más, su propia naturaleza demasiado sexual, hubiera hecho evidente el curso de sus pensamientos para Roham. Por alguna extraña razón, sentía que si ambos pasasen más tiempo juntos, podrían comunicarse con tan sólo la intensidad oscura de sus miradas. Como si formasen una serie de fuego cruzado entre ambos, lanzándose cada uno, la más peculiar de las historias. Era como estar en consonancia, en una misma hebra de hilo que con cada sacudida, transmitiera palabras al oscuro punto negro que manchaba el iris. Adentrándose por él, para poder alcanzar la espesa y ardiente sangre de su cuerpo. Era extraño el saberse tan unido a alguien con el que apenas conocía. Ambos eran extraños que se trataban como amigos de toda una vida.
- No me gusta ser petulante contigo, pequeña. Pero creo recordar, que no hubo nada más sabio entre nosotros, que el roce de nuestras pieles desnudas bajo la luz de la luna. – Sus labios formaron una sonrisa demasiado sensual y perfecta. Una mueca creada para capturar a la joven hada que se movía con curiosidad explorando la habitación. Aunque, como siempre, el destino era mucho más sabio de lo que podría llegarle a gustar al cambiaformas. Pues, mientras él había lanzado una de sus armas más peligrosas ante el género femenino, ella seguía de espaldas a él, recorriendo con sus dedos el mueble más horrendo que había descubierto jamás. Eran de esas creaciones hechas por una mente perversa, creando ondulaciones picudas en la madera, como si eso fuera a otorgarle más belleza.
Frustrado, se revolvió el pelo, mientras apoyaba su espalda contra la pared para obligarse a prestar atención a sus palabras. ¿Había dicho algo de cerrarse?. Sacudió la cabeza y la miró con inocencia, fingiendo algo totalmente diferente a lo que acudía a su mente cuando sus ojos volvieron a coincidir con los suyos. – Nada más lejos de la realidad, Roham. Tu personalidad siempre ha tenido el encanto de ser… inocentemente abierta.- Mantuvo una expresión indiferente al tono evidentemente sensual con el que había pronunciado la última palabra. Adoraba la facilidad con la que ambos podían jugar con el otro, usando la simpleza de las palabras y el tono más grave con el que susurrar las demás. ¿Se estaría convirtiendo en uno de esos hombres que mantenían siempre el brillo de la picardía en sus ojos?. O, ¿quizás siempre lo había tenido?.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
La sonrisa que se formó a consecuencia de sus pensamientos, murió con la misma rapidez con la que su cuerpo había respondido a sus palabras. Una tensión sacudió su cuerpo desde el interior hasta el exterior, haciendo que sus músculos se marcasen contra la tela que aprisionaba su enorme cuerpo. El león que habitaba en su interior, se había alzado con rapidez, respondiendo al miedo que ocultaba con valentía aquella mujer. ¿Qué demonios le habían hecho?. - ¿Por qué no recurriste a mí de inmediato?- Su voz salió con el ímpetu que impregnaba la rabia en su cuerpo. Sus manos atraparon las frágilas muñecas de Roham, para acercarla más a su cuerpo. – No tienes idea de lo que podría hacerles a todos aquellos que tocan, con sus sucias manos, la inocente piel que cubre tu cuerpo. – Sus ojos relucieron con la promesa de algo mucho más atroz que la muerte. Si algo había aprendido de su padre adoptivo, era la creatividad en las sesiones de tortura. Aunque, a decir verdad, él siempre había tenido predilección por el salvajismo de Leónidas. Aquel vampiro sí que sabía lo que era la sed de sangre.
Una sonrisa dulce afloró en sus labios, mientras recordaba que ella era alguien asustada por las acciones de algún bastardo con poco entretenimiento. No podía permitirse el enseñarle su parte oscura, aquella que sólo conocían los que dañaba lo que él consideraba suyo. No importaba si eran familiares, amigos o meros amantes. Él siempre protegía lo que le pertenecía. Su parte león jamás cedía terreno si su mente ya había considerado que su presa era algo digno de ser conservado. – Por supuesto, Roham. Yo siempre tengo la razón. – Le dijo en relación a las palabras que momentos atrás le había dicho a la mujer.- ¿Acaso no soy el sabio Brodrick?. -
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Conocía bien la pasión de Brodrick. No era un hombre al que se le pudiera calificar de frío después de una experiencia como la vivida meses atrás. Ni siquiera cuando oí su voz por primera vez en esa fiesta, destilando tanto interés emocional como una seripiente hacia su presa, pensé que se trataba de un hombre cruel. Él no era así. De manera que la ardiente mirada en sus ojos oscuros no me fue ajena; era increíble la cercanía entre nuestros cuerpos y espíritus cuando solo habíamos compartido una velada juntos. Por lo visto, eso era suficiente para sucumbir al fuego. Él me lo advirtió en aquella ocasión, y yo me rendí encantada a sus deseos. En ese instante, creo que estaba ocurriendo lo mismo. Ladeé la cabeza hasta que un par de mechones cortos que escapaban del tocado me rozaron el hombro. De cerca ese hombre lucía mucho más peligroso.
— Una faceta que ha sido abierta especialmente para ti. —confesé con la voz ronca debido a la profunda sinceridad de mis palabras. No era algo que pudiera definirse en pocas palabras, pero si debía intentarlo, la conexión entre nosotros aquella noche me había dejado marcada como el acero caliente contra la piel del ganado. Una preciosa "B" imaginaria había sido tatuada en mi ser. En todo mi cuerpo. Por ello mismo, no me sorprendió del todo su furia al descubrir mi encierro. Pero si me perturbaba. ¿Se trataba de un hombre tan apasionadamente salvaje que se encendía con la más mínima chispa? Lo dudaba, pues antes parecía indiferente a cualquier emoción de la fiesta.
Dejé que me acercara a su cuerpo, en parte porque ni en sueños habría podido evitarlo, y en parte porque lo necesitaba con desesperación. ¿Qué radicaba en Brodrick que lo hacía tan diferente a cualquier otro hombre? Algunos rostros masculinos seguían vigentes en mi memoria pero ninguno prendía mis bajos instintos como lo hacía el cambiaformas. Me permití escuchar su corazón, sentir el calor que le recorría el cuerpo. Tal vez por la rabia, tal vez por la emoción. Adoraba esa forma en como se desenvolvía.
— No tuve tiempo. —fue lo único que pude susurrar en mi defensa. No, no hubo tiempo para nada que no fuera correr tan rápido como los pies descalzos de una gitana pudieran hacerlo. De no ser porque se trataba de una sobrenatural quien había acabado con mi libertad a golpes, habría tenido alguna oportunidad. No era tan indefensa como podía aparentar. Por eso mismo, sonreí con cierto destello de diversión.
Mi terror a los lugares cerrados y oscuros debía impedirme sentir comodidad en ese cuarto, pero la presencia de Brodrick calmaba cualquier inquietud negativa. Y el aliento cálido que caía de sus labios hacia mi rostro... era desquiciante. Ni el ajustado corsé me impidió ponerme de puntillas para recorrer con los dedos su corta melena de león. Mis labios esperaron pacientes frente a los suyos.
— Sabio como ninguno. —lamí sus labios con la punta de la lengua, aunque no me atrevía besarlo porque eso hubiese significado mi perdición. Cuando volví la mirada a la suya, fue con suma necesidad de algo.— Quiero volver a verte, Brodrick. Otro día, otra noche. Necesito saber que no volveré a perderte de vista.— tomé su rostro con ambas manos y los ojos cerrados de la impotencia. Podía ser tan sencillo para él masacrar mis sentimientos... le bastaría con salir de la habitación. Sin embargo, confiaba en él, aunque no fuera la opción más precavida. No con emociones tan intensas.— Brodrick, quiero...
— Una faceta que ha sido abierta especialmente para ti. —confesé con la voz ronca debido a la profunda sinceridad de mis palabras. No era algo que pudiera definirse en pocas palabras, pero si debía intentarlo, la conexión entre nosotros aquella noche me había dejado marcada como el acero caliente contra la piel del ganado. Una preciosa "B" imaginaria había sido tatuada en mi ser. En todo mi cuerpo. Por ello mismo, no me sorprendió del todo su furia al descubrir mi encierro. Pero si me perturbaba. ¿Se trataba de un hombre tan apasionadamente salvaje que se encendía con la más mínima chispa? Lo dudaba, pues antes parecía indiferente a cualquier emoción de la fiesta.
Dejé que me acercara a su cuerpo, en parte porque ni en sueños habría podido evitarlo, y en parte porque lo necesitaba con desesperación. ¿Qué radicaba en Brodrick que lo hacía tan diferente a cualquier otro hombre? Algunos rostros masculinos seguían vigentes en mi memoria pero ninguno prendía mis bajos instintos como lo hacía el cambiaformas. Me permití escuchar su corazón, sentir el calor que le recorría el cuerpo. Tal vez por la rabia, tal vez por la emoción. Adoraba esa forma en como se desenvolvía.
— No tuve tiempo. —fue lo único que pude susurrar en mi defensa. No, no hubo tiempo para nada que no fuera correr tan rápido como los pies descalzos de una gitana pudieran hacerlo. De no ser porque se trataba de una sobrenatural quien había acabado con mi libertad a golpes, habría tenido alguna oportunidad. No era tan indefensa como podía aparentar. Por eso mismo, sonreí con cierto destello de diversión.
Mi terror a los lugares cerrados y oscuros debía impedirme sentir comodidad en ese cuarto, pero la presencia de Brodrick calmaba cualquier inquietud negativa. Y el aliento cálido que caía de sus labios hacia mi rostro... era desquiciante. Ni el ajustado corsé me impidió ponerme de puntillas para recorrer con los dedos su corta melena de león. Mis labios esperaron pacientes frente a los suyos.
— Sabio como ninguno. —lamí sus labios con la punta de la lengua, aunque no me atrevía besarlo porque eso hubiese significado mi perdición. Cuando volví la mirada a la suya, fue con suma necesidad de algo.— Quiero volver a verte, Brodrick. Otro día, otra noche. Necesito saber que no volveré a perderte de vista.— tomé su rostro con ambas manos y los ojos cerrados de la impotencia. Podía ser tan sencillo para él masacrar mis sentimientos... le bastaría con salir de la habitación. Sin embargo, confiaba en él, aunque no fuera la opción más precavida. No con emociones tan intensas.— Brodrick, quiero...
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
"Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose"
Nunca pensó que ella pudiera hacer un movimiento tan dulce y a la vez sensual. Lamer su labio sólo lo había dejado queriendo más de aquella boca que había probado meses atrás. Pero no se le olvidaba que ella estaba en un momento frágil. Dividida entre una pesadilla que sólo ella podía rememorar.
A un suspiro de sus labios, su voz lo acarició como un guante de seda, metiéndose por sus oídos y deslizándose en el interior de su cuerpo. Casi podía sentir cómo su cuerpo se estremecía ante una mano invisible que lo acariciaba como un amante solo sabe. Era uno de esos momentos que llegan con una mirada, se prolonga con una caricia y se iba con un suspiro. Él sabía bastante de ellos. Pero esta vez era diferente por el olor de su miedo. Su bestia interior podía capturar su aroma, envolviéndose con él.
Cerró sus ojos, siéndole imposible el ver aquellos ojos llenos de necesidad. A pesar de no ver sus esferas oscuras, podía sentir su peso sobre él. Tiraba de él, al mismo tiempo que su bestia ronroneaba contra su piel deseando catar a aquella mujer que la había despertado. Su león era una criatura egoísta y caprichosa. Siempre quería más. No importaban las consecuencias cunado se era el rey de la selva, por eso sus manos tomaron el rostro de Maia. Esas grandes manos que sabía que poseía, capaces de quebrarle el cuello en una fracción de segundo. Y eso le gustaba. Tanto a él como a su bestia. Ambos tenían el mismo gusto para las presas; delicadas, suaves y cálidas. Pequeñas criaturas con una fuerza interior capaz de oponer resistencia, pero que al final, en un enfrentamiento poco tenían que hacer ante él. Era algo que le dolía pensar en su juventud. Pues al final, aquel ávido asesino no era diferente del humano que convivía con él.
- No sabes lo que pides.- Le susurró juntando ambas frentes. Ni siquiera el estar completamente inclinado ante ella, en una posición más que incómoda, hizo que se retirara. Pues a veces el dolor físico sólo hacía más fácil el negar un camino que no debías tomar. No con ella. Aquella mujer no era como otras, hembras que había tomado con violencia en un camastro desgastado, buscando dios sabe qué cosa. Queriendo calmar un dolor profundo en su alma, que sólo desaparecía en el interior de una mujer. Meros encuentros físicos en los que ambos buscaban algo, y a la luz del día, las sonrisas fingidas y las palabras de un encuentro futuro que no llegaría jamás. – Estaré para prestarte ayuda. Pero, por favor, Roham. Por favor. – Le rogó con cierto dolor. – No me mires así, no cuando hueles tan malditamente bien. – Sonrió y besó su frente con cierta aceleración. Se sentía torpe, intentando evitar lo que hacía varios meses no habían podido impedir. Pero esta vez, al menos por ella, intentaría advertirle antes de que fuera tarde. Antes de que aquella habitación se convirtiese en un mero chismorreo más que agregarle a su reputación.
- Brodrick, quiero…..- Santo Dios. Ella no iba a ayudarlo, ¿verdad?. Realmente parecía perdida. Su voz sonaba tan terriblemente vidriosa, parecía que de un momento a otro sus palabras se convertirían en un grito ahogado de su alma. Gimió y al abrir los ojos la besó.
Su boca se deslizó con la suavidad de las plumas. Deslizándose por aquella pequeña atrevida, lamiendo la piel que hasta hacía unos instantes le estaba rogando. Bebió de sus palabras no dichas, de todos aquellos gritos que había callado la noche que la atraparon. Y sus dedos borraron las lágrimas inexistentes del dolor que sacudía su alma rota. Buscaba con cada gesto reconstruirla, devolverle lo que ella le había enseñado meses atrás.
– Piensa bien lo que vas a pedirme, Roham. Porque quizás te lo entregue. – Se apartó de ella con dolor, cerrando sus ojos para abrazarla entre sus brazos. Enterró su pequeño cuerpo contra el suyo, como si aquel gesto pudiera parar la demanda que deseaba decirle. Ansiaba volver a recorrerla con sus manos, extendiendo caricias hasta que la noche fuera día y ambos tuvieran que volver a la realidad. Quizás por eso hizo lo que hizo. Quizás por eso comenzó a cantar.
Su voz comenzó a entonar una canción en italiano. Una llena de esperanza para aquella mujer. Una para el hombre que sólo había demostrado ser en realidad ante ella. Era un regalo, fruto de la desesperación que sentía dentro de él. Porque no podía tocar con sus manos aquella piel que no merecía poseer. Su voz se llenó de valentía, comenzando a llenar la habitación con seguridad. – Hemos nacido para brillar cada uno de nosotros, porque creemos.- Sus manos la guiaron, comenzando a bailar al compás de una canción que sólo él conocía y entonaba para ella. Era una faceta oculta. Un calavera no podía demostrar que en el fondo era un hombre sencillo y enamorado de la vida. A él le habían enseñado que era mejor ser confundido por alguien malvado. Pero hoy, los gitanos acudían a fiestas de la alta clase, Roham era un rubí y él un trovador.
– Nunca mires atrás y vencerás. Tú lo conseguirás- Le dijo mirándola a los ojos. Sonriendo con la seguridad del que dice la verdad.
"Sólo Dios conoce la piel con la que viste a sus ángeles"
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
No olvidemos que las pequeñas emociones son los capitanes
de nuestras vidas y las obedecemos
sin siquiera darnos cuenta.
de nuestras vidas y las obedecemos
sin siquiera darnos cuenta.
Pasó tanto tiempo sola y abandonada que lleguó al punto de no aceptar a nadie. De cerrarse como las ostras en el mar, reacia y desconfiada, siempre tan deseosa de la soledad. No quería necesitarlos ni oírlos. Quería ser la chiquilla a quienes todos ignoraban y daban por sentado que desaparecería alguna vez. Fue un hombre el que le hizo echar raíces y, por primera vez, creer que podía pertenecer a algún lugar. Un vampiro que resultó estar tan aterrado de ella que hizo de su primer encuentro algo rídiculo. Uno al que amaría por el resto de su vida. «— Amor, pequeña Roham. Estas pensando en ello.—», le decía una vocecilla al oído. Un sentimiento tan intenso como fatal. Aun bajo el tembloroso fuego que se extendía por su pecho, que se debía a las evidentes reacciones de mi calavera, pudo comprender algo importante.
El amor es un arma de doble filo que te vuelve tan vulnerable como un soldado en el campo de batalla sin armas ni escudos. Era algo irreversible en cuanto al cantante Jaejoong, lo cual ya había discutido con él unas noches atrás; sin embargo... temía que volviera a sucederle.
La crecanía entre su cuerpo y el ajeno imposibilitaba las frías falacias de antaño. Era completamente honesta, y él podía comprobarlo. Su cuerpo reaccionaba bajo sus manos y eso le hizo saber que él tampoco podría mentirle. Era igual a la primera vez. Una cálida danza entre dos cuerpos donde solo podía existir la sinceridad. Y lo vio cerrar los ojos como si no pudiese mirarle; algo cálido y vibrante en su pecho le dijo que aquella era una medida drástica para no hacer lo que sus mentes perversas ya sugerían. Sí, hacerlo en aquella habitación con Brodrick y marcar ahí uno más de sus apasionados encuentros habría sido un deleite, pero esa noche quería conocerlo por algo más allá de una noche furtiva.
— Te pido y te miro sin intención oculta. —recitó para él, tan cerca de sonar como aquellos poetas que de vez en cuando se colaban al circo a probar suerte. Pero ahí nadie quería a los poetas ni a los enamorados. Sus costumbres gitanas poco sabían del amor y solo a través del cuerpo podía verse una declaración.— Y es que quiero...
Interrumpida de exquisita y placentera manera, movió los labios contra los que ahora la buscaban. Quería elevarse hasta su cielo, dejar por una vez la segura y firme tierra. Quería abandonarse otra vez, y creer de nuevo que podía dejar de alejar a todos de su propio mundo. Le rodeó el cuello con los brazos y se apoyó en su fuerza. La tocaba como nadie lo había hecho, quizás porque se trataba de él o porque nunca estuvo tan mal recompuesta. Quería llorar, a pesar de sentirse tan extasiada. Y solo el ligero suspiro de alivio le hizo saber que el beso había terminado. La distancia ya poco significaba más que una cifra mundana.
— Tan solo no me des el cielo, el mar y las estrellas, Brodrick. Son obsequios ordinarios que las damas piden por vanidad. —susurró contra su oído. Se quedó apegada a él, de esa forma en la que no podría verse más cómoda. El hombre con el que había tenido dos únicos encuentros, le cantaba algo que alegraba su alma y acunaba su cuerpo. Algo en ella deseaba conocer a la bestia interior de Brodrick, no por repentino masoquismo, sino por una necesidad abrazadora de ver más en él que un caballero ambulante. Era tan cálido y familiar, que un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas como unos pequeños diamantes robados. Hundió el rostro en el fino sacó de su traje y escuchó con suma atención. Pediría su voz, porque ahora la necesitaba. Pero entonces también sus manos al acariciarla porque sin ellas no se sentiría en paz. Pediría más de aquel baile sublime. O quizás pidiera sus ojos porque deseaba divisarlos siempre que fuera posible. Y él la miró, como si leyera su pensamiento. La sonrisa no hizo sino arrebatarle el aliento. Decidida, quitó unos mechones de su frente con delicadeza y apreció sus facciones; la curvatura se sus pómulos y la bella comisura de sus labios. Cada centímetro lo recorrió con la punta de los dedos sin perder ningún detalle.
— Dame solo un poco más de ti. —pidió al fin con el último racimo de esperanza. Un poco más de él, era todo lo que deseaba en realidad. Joyas, viajes, vestidos o fiestas... se trataban de cosas materiales que podrían desaparecer y nada cambiaría por ello. Pero unos minutos más con ese hombre, unos cuantos besos más, una mirada como la que ahora le dedicaba... eso perduraría en su memoria para siempre. Si algún día le perdía y debía ver el amanecer después de eso, tendría algo de él con ella. Un rubor de timidez cubrió su rostro.— Podría... leerte las cartas. O quizás podamos bailar en otros tantos escenarios. O incluso... —se detuvo, cuando cayó en cuenta de la emoción que le invadía. Besó los dedos masculinos uno por uno, saboreando el momento.— Perdona, estoy siendo muy exigente.
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
La vida es aprender a bailar bajo la lluvia
Sus labios se abrieron con un gemido, un sonido entrecortado de sorpresa al sentir sus labios sobre la piel de sus dedos. Era injusto. Él tenía debilidad hacia todo lo que ella hiciera, más si era una caricia tan suave como aquella y llena de significado oculto. Porque, aunque su pensamiento masculino estaba centrado en el cosquilleo que hacía cada respiración de Maia sobre sus dedos y el sonido decadente de la seda contra sus piernas cada vez que ella acercaba otro dedo a sus labios. No ignoraba que era un contacto puro. Lleno de un sentimiento mágico que lo ataba a ella. Una mujer que era suya y no. Alguien que siempre desearía tener y no podría. Ésa era la realidad entre él y Roham. El más puro amor que había sentido y el más doloroso de todos.
-Ya te lo dije antes, Roham. - Le dijo con sencillez, encogiéndose de hombros y apartando su mano de las pequeñas de ella. Quería continuar aquella caricia, pero era jugar con un fuego peligroso. Estaba caminando por el borde de un camino que lo llevaría a arrancarle el traje rojo y hacerla volver a casa semidesnuda. - Acabo de recordar porqué odio las fiestas lujosas- Se dijo a sí mismo en alto, cerrando los ojos unos segundos para maldecir a todos y cada uno de los invitados que los esperaban en la gran sala de aquel baile. Aquellos pobres desgraciados no sabían que él los estaba condenando a la impotencia eterna por impedirle tocar a Roham como quería. Aunque si lo hiciera, no sólo destruiría aquella sensación de paz que había logrado instalar en ella después de lo que había pasado en su secuestro. Sino que mancillaría su nombre, imagen y el respeto que ambos se habían ganado cuando se conocieron. Era mejor mantenerse firme, con aquella sonrisa cordial de amigo. Del amigo que realmente era y sería.
Escucha bien amor lo que te digo, pues creo no habrá otra ocasión para decirte que no me arrepiento de haberte conocido.
Se rió de su estupidez, abriendo los ojos para ella. - Léeme las cartas, Roham. Juguemos durante unas horas solos y predice mi futuro.- Sonrió para ella, aunque sus ojos mostraron cierto dolor. Él no era el hombre que ella pensaba que era. Toda aquella confianza, realmente no se la merecía por los errores que ensuciaban su pasado. Errores que lo perseguían y hacía que fuera a buscar peleas en las tabernas. Fue un asesino. No siempre mató con conciencia de ello, pero la sangre cubría sus manos. ¿Qué lo hacía diferente a los hombres que la habían secuestrado?. Él antes cobraba cuantiosas sumas de dinero por matar. Es cierto que estudiaba cuidadosamente cada detalle sobre la víctima antes de aceptar, pero no iba a justificarse. Era quien era. Y ahora, no era distinto aunque se hubiera retirado. Vendía armas. A inquisidores. Hombres que perseguían seres sobrenaturales. Como él. Como su hermana. Inocentes como Roham que jugaban a predicciones del porvenir.
Cada quien con su cielo, su invierno su duda, su historia, su miedo a morir.
En silencio, tomó su mano y la guió hasta unos sillones alargados y lujosos. Muebles creados más para adornar que para el confort, pero serían suficientes para hacerla sonreír de nuevo y entregarle una parte de sí mismo. Al menos podría hacer eso por ella. - Siéntate. Acercaré uno de esos pequeños reposapiés para que estés más cómoda.- Una sonrisa divertida cruzó su rostro y se giró hacia ella con un brillo pícaro en los ojos.- Aunque espero que tus enormes pies quepan en él.-
Una vez preparó todo, se sentó junto a Roham y la miró expectante, obligándose a no pensar en nada más que aquello que iba a suceder entre ambos. Ignoraría todo lo que no la concerniera a ella, evadiéndose de su dura realidad y centrándose en lo único que lo hacía sentirse mejor consigo mismo. En esa imagen que Roham había creado de él. Mantendría ese brillo de admiración en sus ojos, aunque tuviera que morir por ello. – ¿Qué necesitas para averiguar mi futuro?. -
Y si protesta el corazón, en la farmacia puedes preguntar, ¿tienes pastillas para no soñar?
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