AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
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Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Recuerdo del primer mensaje :
Habían sucedido demasiadas cosas en muy poco tiempo para narrarlo, como si tuviese alguna importancia. No la tiene. Mi vida siempre estuvo llena de apariciones repentinas y desapariciones igual de repentinas. Era un ir y venir donde las sorpresas eran de lo más común. Un día podía estar bailando felizmente antes de conocer a quien sería un buen amigo, y al siguiente, estar corriendo por mi vida. Al pensar en eso, cuando la luz de un faro me pilló sobre la cabeza, miré mi pie envuelto en un sencillo calzado color esmeralda; estaba menos inflamado y ya casi no me dolía. No sentía gran necesidad de llorar o hablar del tema, incluso si unos días antes había tenido que hacerlo.
Extrañaba aquella emoción y júbilo que sentía al bailar o al cometer una travesura. Era una sensación única a la que solo podía acceder cuando me olvidaba de lo que era correcto o no, y me permitía actuar como una niña. Miré a mi al rededor, por aquellos lares donde los más ricos paseaban sin temor a la presencia de mi pueblo. Corrí un poco en busca de algo interesante, y me detuve en seco cuando me di cuenta donde estaba. Era el Palacio Royal. No era difícil distinguirlo del resto de edificios, pero esa noche en particular las luces de su interior brillaban como diamantes en una caja. Me acerqué con cautela y vislumbré a hermosas mujeres ser escoltadas por elegantes caballeros, todos ellos con las ropas más finas del momento.
Una sonrisa casi felina se formó en mi rostro, teniendo en mente una idea tan divertida como arriesgada. Infiltrarme en aquella fiesta de clase alta no era ningún problema para mi, aunque cabía la dificultad de encontrar un vestido a mi medida y, como no, a alguien que pudiera ponérmelo. La actuación se me daba muy bien siempre que no conociera a mi victima.
— Mi padre debió haber llegado ya hace una hora. —le comenté con timidez y nervios falsos a un ama de llaves, como si yo llevara ahí desde el inicio de la velada. Ella me miró con gran preocupación, ya fuera porque no reconocía mi rostro o porque me había retirado toda la ropa menos la interior. Sonreí con dulzura al ver que vacilaba.— Mi dama de compañía iba con él, pero podría malinterpretarse si hablo de esto con alguien más. ¿Le molestaría ayudarme a poner mi vestido?
Dado que aquella prenda era mucho más ligera que la mayoría de los vestidos que la ama de llaves solía poner, no tardé mucho en estar lista. Admiré la tela roja sobre mi cuerpo como un manto de rubí, y no pude evitar sentirme divertida por lo bien que iba la situación. Al salir al gran salón, el cual comenzaba a llenarse considerablemente, sentí mucho frío en la espalda. Era una sensación que conocía bien, cuando algo importante estaba por suceder. Conseguí ignorar el escalofrío en mi columna con una buena copa de vino. Sonreía a más no poder, impresionada de como nadie parecía notar a la pobre y excéntrica gitana que en realidad era; todos saludaban con cordialidad, haciendo preguntas que rayaban en lo superficial y riendo por cualquier cosa.
Era como estar en el circo, pero visto de un modo mucho más retorcido.
Habían sucedido demasiadas cosas en muy poco tiempo para narrarlo, como si tuviese alguna importancia. No la tiene. Mi vida siempre estuvo llena de apariciones repentinas y desapariciones igual de repentinas. Era un ir y venir donde las sorpresas eran de lo más común. Un día podía estar bailando felizmente antes de conocer a quien sería un buen amigo, y al siguiente, estar corriendo por mi vida. Al pensar en eso, cuando la luz de un faro me pilló sobre la cabeza, miré mi pie envuelto en un sencillo calzado color esmeralda; estaba menos inflamado y ya casi no me dolía. No sentía gran necesidad de llorar o hablar del tema, incluso si unos días antes había tenido que hacerlo.
Extrañaba aquella emoción y júbilo que sentía al bailar o al cometer una travesura. Era una sensación única a la que solo podía acceder cuando me olvidaba de lo que era correcto o no, y me permitía actuar como una niña. Miré a mi al rededor, por aquellos lares donde los más ricos paseaban sin temor a la presencia de mi pueblo. Corrí un poco en busca de algo interesante, y me detuve en seco cuando me di cuenta donde estaba. Era el Palacio Royal. No era difícil distinguirlo del resto de edificios, pero esa noche en particular las luces de su interior brillaban como diamantes en una caja. Me acerqué con cautela y vislumbré a hermosas mujeres ser escoltadas por elegantes caballeros, todos ellos con las ropas más finas del momento.
Una sonrisa casi felina se formó en mi rostro, teniendo en mente una idea tan divertida como arriesgada. Infiltrarme en aquella fiesta de clase alta no era ningún problema para mi, aunque cabía la dificultad de encontrar un vestido a mi medida y, como no, a alguien que pudiera ponérmelo. La actuación se me daba muy bien siempre que no conociera a mi victima.
— Mi padre debió haber llegado ya hace una hora. —le comenté con timidez y nervios falsos a un ama de llaves, como si yo llevara ahí desde el inicio de la velada. Ella me miró con gran preocupación, ya fuera porque no reconocía mi rostro o porque me había retirado toda la ropa menos la interior. Sonreí con dulzura al ver que vacilaba.— Mi dama de compañía iba con él, pero podría malinterpretarse si hablo de esto con alguien más. ¿Le molestaría ayudarme a poner mi vestido?
- Vestido:
Dado que aquella prenda era mucho más ligera que la mayoría de los vestidos que la ama de llaves solía poner, no tardé mucho en estar lista. Admiré la tela roja sobre mi cuerpo como un manto de rubí, y no pude evitar sentirme divertida por lo bien que iba la situación. Al salir al gran salón, el cual comenzaba a llenarse considerablemente, sentí mucho frío en la espalda. Era una sensación que conocía bien, cuando algo importante estaba por suceder. Conseguí ignorar el escalofrío en mi columna con una buena copa de vino. Sonreía a más no poder, impresionada de como nadie parecía notar a la pobre y excéntrica gitana que en realidad era; todos saludaban con cordialidad, haciendo preguntas que rayaban en lo superficial y riendo por cualquier cosa.
Era como estar en el circo, pero visto de un modo mucho más retorcido.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
¿Por qué te despides de mi, dulce embustero?
Dos noches pasaron juntos y sintió, en medio del silencio que siguió a sus besos, que en realidad se trataba de toda una vida. Porque reconocía el deseo controlado en sus ojos. Sin previo aviso lo recordó bajo su cuerpo, mirándola de la misma manera. Quiso fingir que no se estremecía, pero no podía ocultar el color rojo subiendo por su rostro. Lo recordaba cubriendo cada centímetro de su piel desnuda bajo la frescura de una noche de verano; con la humedad de un manantial cristalino a pocos pasos de distancia. De pronto se sintió acalorada, incomoda con ese vestido tan ajustado y lleno de capas y pliegues. "Sé lo que tienes en mente", decía la mueca en sus labios romaníes. Le complacía oírlo hablar, aunque sólo fuera por un momento. Fue el recuerdo de ese sonido lo único que pudo tranquilizarla en medio del pánico; era ese sonido lo único que la apasionaba en una fiesta de alta alcurnia. Era ese sonido, justamente, lo que no quería perder jamás.
Ignoró el impulso de preguntarle por qué odiaba esas fiestas, pues temía que la respuesta resultara demasiado tentadora. No quería pensar cuan dispuesta estaría a dejarlo todo por él, si así se lo pedía. Porque el tiempo y las circunstancias eran crueles y entrometidas. No, no estarían juntos. En el momento en el que él le pidió que le leyera las cartas, ella ni siquiera lo sospechaba. Tenía la creencia de que algo bueno podía suceder en el futuro. De que había una versión de ese cuento en el que podían ser felices. Además, esa noche era suya.
— Cobro una tarifa de infarto, querido. Ya estás advertido. —Bromeó en voz baja, accediendo a tan ridícula idea. No solía leer el futuro a sus conocidos, menos aún de forma gratuita (exceptuando a cierto vampiro). Sin embargo, y conforme transcurrían los segundos, la propuesta era cada vez más y más tentadora. ¿Qué le esperaba al hombre de ojos apasionados y sonrisa peligrosa? Él tenía experiencia en hacerla sucumbir a la tentación, de modo que le permitió llevarla y acomodarla en el sillón. Le lanzó una sonrisa socarrona muy característica de ella.— Sólo por eso te aumentaré el costo, rufián. —Reposó el brazo contra la cabecera dorada y ladeó la cabeza, mirándole. Algunos mechones castaños se soltaban del tocado, debido a que aún eran muy cortos. Cuando se sentó a su lado, añadió:— Además, debía castigarte de alguna forma, y mis manos son muy pequeñas para hacerte gran cosa.
¡Que bien se sentía poder hablar con él! Brodrick tenía la particularidad de hacerla sentir bien siendo ella misma. Demoró en responder a su interrogante, pues estaba muy ocupada mirando sus facciones e imaginando la curva de sus hombros bajo el traje. La seda escarlata acariciaba cual pétalo de rosa el pantalón masculino, pero la morena intentaba no detenerse a pensar en ello.
— Hay varios métodos. —Le explicó lentamente, como si le confiara un secreto. En parte, así era. Ningún gitano tradicional explicaría a un gadjo como funcionaba la adivinación. Tomó su mano y la acarició concienzudamente.— Los restos en una taza de té, los huesos o las cartas del tarót... Ah. —Dio un respingo, como si recordara algo importante.— Perdí algunas hace tiempo. —Suspiró y sonrió con ternura.— Tendré que leer tu mano, entonces. Es un método muy limitado, pero supongo que... —Se interrumpió a sí misma cuando ojeó las líneas en la palma y reconoció una muy particular. Aquella por la que tantas personas temían. Había más información en el resto, pero fue esa única marca natural la que la hizo contener la respiración. El color abandonó de golpe el rostro de la mujer y, como si la habitación hubiese desapareció, se vio inmersa en una visión.
Se trataba del tipo de visión que más odiaba. Una en la que ella estaba presente, en la que se involucraba con aquel al que pertenecía el destino de la visión. Tenía los ojos cubiertos de lágrimas pero podía vislumbrar el color penetrante de la sangre. Y, muy borroso, el rostro de un hombre.
— ¡Dios! —Exclamó, con una mano en la boca. ¿Qué significado tenía lo que acababa de ver? No fue claro, pero sí aterrador.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Una ráfaga de viento recorrió el sendero bordeado de laureles, agitó las ramas del castaño y se extinguió a lo lejos. No se percibía otro ruido que el canto del ruiseñor. Al oírlo, volví a llorar.
Los ojos de Brodrick brillaron cuando la carcajada, que había estado conteniendo, salió de sus labios convirtiéndose en una risa gruesa y ronca. A veces le sorprendía como alguien como ella podía tener tanta personalidad. Era como u torbellino de emociones andante. Pasaba del enfado, a la alegría, para ir a la tristeza y finalizar de nuevo en algo similar a la felicidad. A él le encantaba esa parte de ella que nunca podías llegar a adivinar. Era como estar ante un crucigrama nuevo cada mañana. Uno de esos misterios que por mucho que los estudiaras, siempre descubrías algo nuevo. Eso era lo que más le hacía daño. Que a pesar de saberlo, él seguía allí, sentado a su lado con una sonrisa como si el hecho de que ella pudiera ser su alma gemela no valiera nada. Se estaba mutilando a sí mismo en post de algo que ni siquiera sabía que era.
Alejó sus tristes y dolorosos pensamientos mirando con concentración sus manos entrelazadas. Las pequeñas manos de ella se veían sorprendentemente blancas contra su piel morena.- No te preocupes por el precio. Dime qué quieres y te lo daré.- Sonrió y miró hacia otro lado que no fuera su rastro. Porque sólo él sabía cuánto se moría por darle algo. Lo que fuera. Sólo un intento de estar más cerca. Pero él se repetía que podría hacer como antes. Mientras no la viera de nuevo, no pensaría tanto en ella. No se conocían sino de dos días. Así que, aunque su corazón y su cuerpo actuasen como si se conocieran de toda una vida, realmente eran dos desconocidos. Si no volvían a verse, no tendría más recuerdos con los que pensar en ella. Sólo los antiguos servían para que no pudiera centrarse si quiera en lo que le estaba explicando. ¿Qué decía del tarot?.
Sacudió su cabeza y se obligó a decir algo inteligente.- Sí, una vez vi a una gitana que usaba huesos de palomas que te obligaba a matar allí mismo. Y por los huesos y sus órganos te decía que mal tenías. - Se rió y la miró a los ojos, manteniendo su mirada con tranquilidad. - Al parecer yo sufro de la garganta. Según ella mi problema es no decir todo lo que siento.- Volvió a reír y negó con la cabeza. Aunque por dentro sabía que aquella vieja había tenido razón con él, era evidente que sólo había sido cuestión de azar. Si hubiera sido una mujer, seguramente le habría hablado del amor. Algún hombre rico o hermoso que ella conocería en los siguientes días. Y de esa forma, la muchacha sólo tendría que imaginarse que cualquier hombre que le hablase y fuese rico o guapo, era suyo por el destino. A veces “predecir el futuro” consistía en decir algo que pudiera suceder de verdad.
Pero toda su diversión se borró cuando vio la expresión de pánico de Roham. Había pensado que ella le sonreiría y le diría que tendría muchos hijos, o que se le caería el pelo. Pero no era eso lo que tenía. En lugar de una Maia dulce y pícara, tenía una mujer pálida y asustada. - ¿Qué ocurre?. ¿Voy a tener tantos hijos?. - Sonrió intentando confortarla y cuando vio que no fue suficiente, le tomó el rostro con las manos y le dio un beso casto en los labios. Le estaba empezando a asustar. Así que hizo lo que todo hombre haría en su lugar, la reconfortó. - No pasa nada, Roham. El destino puede cambiarse, así que veas lo que veas, no te asustes.- Sonrió con inocencia y le dio una buena dosis del hoyuelo de su mejilla, marcado más de lo normal por la fuerza con la que estaba tratando de mantener la sonrisa en su lugar. - Todo saldrá bien. Tiene que salir bien.-
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Cuando dices adiós puedo respirar el aire del desierto que dejas atrás.
El tiempo juntos se agotaba. La noche transcurría de prisa al lado de Brodrick, el hombre que sin dificultad ni demora robó su corazón. La visión de su muerte, tras un vaho de lágrimas y desesperación, palpitaba contra sus sienes. No podía creerlo, ni aceptarlo. ¿Por qué debía morir? ¿Por qué el destino insistía en arrebatarle todos sus tesoros y sonrisas? Se lo preguntó a sí misma en silencio, con la respiración entrecortada, con el tierno calor masculino abrazándola.
“¿Qué pasa? ¿Voy a tener tantos hijos?”, escuchó, apenas consciente de sus palabras. Quería y no quería contárselo. Sabía muy bien cómo reaccionaba la gente a las malas noticias cuando venían del futuro. Miedo, recelo, desconfianza y finalmente ira. Por ese maldito poder, más de un vidente había muerto. Ella misma había sido marcada. Pero Brodrick no le haría daño, no él. Deseaba empapar el rostro ajeno con sus gotas salinas en busca de sus labios. Cuando él la besó, el cruel y destructivo anhelo de ser ella la madre de sus hijos, de pocos o muchos, le hizo encogerse entre sus brazos.
― Eres un optimista, querido… ―Susurró con los nervios reflejándose en su distorsionado acento romaní. Miró su rostro, su orgulloso esfuerzo por mantener una expresión calmada y positiva. Deslizó suavemente la mano contra su mejilla, por la barba que apenas alcanzaba a sentirse, que teñía la piel morena de una sombra atractiva. Quería recordar cada una de sus facciones. Detuvo los dedos en sus labios y sonrió con tristeza. ― Pero eres muy malo para mentir. ―Clavó los ojos ambarinos en los ajenos, deleitándose de esa mezcla de dulzura y fuerza que él emanaba.
Dios, como quería pasar tiempo con él, conocerlo un poco más y que supiera más de ella. Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no echarse a llorar. ¿Cuánto tiempo le quedaba? ¿Unos meses o semanas? Quizás sólo esa noche. No creía tener el valor de dejarlo ir. ¡Si era así, que Dios aguardara lo suficiente! Lo besaría hasta que ese amargo final llegara.
― Ah… ―Encontró un poco de sentido común entre sus pensamientos heridos. No podía acabar así. Quería y estaba determinada a proteger a Brodrick, que junto a Hero, era lo único que le quedaba además de los recuerdos. Cerró los ojos y se aferró al cuerpo ajeno, descansando su mente de las imágenes salpicadas de sangre que presenció hacía unos minutos. Sentía el cuerpo frío y distante, como si de pronto se hubiese convertido en una piedra. ¿Realmente era así cómo debía ser su vida? Perdiendo todo lo que apreciaba, siendo como muchos gadjos la llamaban, un fenómeno. Veía cosas que no quería ver, y que a la larga no podía cambiar.
― No sé si pasará o no, Brodrick… ―Mintió con el entrecejo muy junto. Sabía que ninguna de sus visiones había errado hasta el momento. ― Pero quisiera que esta no sea la última noche que estemos juntos. Yo… ―Abrió los ojos muy sorprendida de la forma en que lo había dicho, del sentimiento que destilaba su voz más allá del miedo. Se ruborizó y apartó la mirada, incapaz de afrontarlo. ¿Era correcto tomarse las libertades que se tomaba con él? Independientemente de si se gustaban o no, de si había una extraña conexión entre los dos, no era propio decir que existía un futuro para ellos. Romaní y gadjo. Pobre y rico. Apretó los puños sobre la seda escarlata y tomó aire. Ni en sus más alocados sueños sospecharía lo que ahora salía de sus labios.― Sé que casi no nos conocemos. Antes de aquella noche pensaba que estar con una sola persona, sea amigo, familiar o amante, sólo te quita la libertad con la que naces. ― Regresó la mirada a Brodrick, con el brillo de una tenue esperanza en los ojos castaños.― Pero desde que te conocí, creo que te...
Lo que sea que pensara decirle, quedó sofocado en un jadeo de terror cuando alguien tocó a la puerta. Desde afuera se escucharon voces masculinas que preguntaban sobre el fin de la velada, sobre otras cosas banales que ella no entendía y sobre no sé que damas aguardando. Era como un balde de agua fría. ¿Tan rápido había acabado? ¿Tendría que despedirse de él de una vez?
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Mira que a veces el demonio nos engaña con la verdad, y nos trae la perdición envuelta en dones que parecen inocentes.
William Shakespeare
Apoyó su rostro contra la mano de ella, disfrutando de la caricia que le prodigaba. Sus ojos no dejaban de mirarla, podía ver el velo de la tristeza cubrir el maravilloso tono marrón oscuro de sus ojos. No podía entender qué ocurría con su predicción del futuro, pero no era estúpido. Lo que ella había visto no era nada bueno, tenía la suficiente fuerza como para hacerla palidecer y eso lo preocupaba. Porque él, muy dentro de sí, tenía una puerta cerrada bajo llave. Una que no deseaba abrir bajo aquella mirada triste y casi suplicante de Roham. Nunca había tenido miedo de nada, pero esta noche sentía algo similar a ése sentimiento aferrándose a él. Podía sentir cómo invisibles fuerzas se adentraban dentro de su ser, marcándolo de dentro hacia afuera.
Se estremeció sintiendo la fatalidad de aquel funesto presagio. Él era un hombre modesto y casi bruto en lo que se refería a sentimientos y todo lo que tuviera que ver con los elementos transcendentales del ser humano. No podía creer en una fuerza invisible y omnisciente que los protegiera y a la vez castigase. Era tan absurdo que ni siquiera podía plantearse el elegir una mera religión. Y eso lo entristeció, porque él no tendría un Dios al que suplicar por las almas de sus seres queridos. Al final de su existencia estaría solo. Como siempre, se acordó de su hermana. Ambos parecían estar marcados por la soledad y la muerte. Quizás era eso lo que había visto Maia, que en su final estaría sólo.
-Quizás no esté mintiendo, Roham.- Sonrió con tranquilidad, como si no hubiera nada que pudiera destruirlo. Era un cambiaformas, eso lo hacía mucho más fuerte de lo que podría creer jamás Maia, quizás por eso sonreía con tanta paz y diversión. - Quizás sólo quiero creer mis palabras.- Se encogió de hombros con un movimiento brusco y permaneció al lado de aquella pequeña mujer. Escuchando con atención cada palabra, mientras su pequeño cuerpo se movía con nerviosismo. Era tan encantadora así, cuando sus ojos parecían a punto de llorar, que sólo lamentó no haber tenido tiempo en aquella velada para hacerla derramar esas gotas que permanecían en sus ojos tercamente. Le gustaba eso de ella, al igual que tantas cosas. Todo lo que la hacía ser Maia Roham. La amaba con la tranquilidad voraz del mar.
Su cuerpo se llenó de anticipación al ver el sentido que estaban tomando sus palabras. Sus labios se entreabrieron, soltando su nombre, “Roham”, por encima de sus palabras. Estaba tan centrado en su propia fantasía, que no había escuchado a las personas que se acercaban hasta ellos. Quería tanto saber esas palabras, que se había inclinado sobre ella para escuchar las últimas letras que se habían convertido en un tenue susurro avergonzado. Abrió la boca para pedirle, no, exigirle que terminase aquella frase. Lo necesitaba. Tenía que saberlas para poder marcharse de aquella habitación con el sentimiento del que se sabe vencedor de la mayor batalla de todas, o quizás, para salir con el corazón hecho trizas y una sonrisa indulgente. Pero cuando levantó la mano hacia ella para acariciarle el rostro, entendió lo que habían escrito en tantos libros sobre el terror a perderlo todo.
Rozó los labios de Roham, deleitándose con la suavidad de una piel que ya había besado antes, para después apartar su mano. Sabía que entre ellos quedaba un silencio con miles de sentimientos y palabras no dichas. A veces el miedo nos vence sin siquiera comenzar una batalla. Nunca creyó que huiría de una mujer, pero por primera vez, sólo sonrió mientras le decía con una mirada lo que no podía expresar con palabras. - Quizás algún día entiendas lo que yo hoy he aprendido de ti, Roham.- Le susurró besándole una mano, antes de levantarse y apartarse de ella. Quería algo que no podía ofrecer, porque aquella mujer era libre. Él no le ofrecería nada más que cadenas, gruesas tiras metálicas de pesados eslabones que la unieran a él. No podía hacerlo, no con ella.
Suspiró y se revolvió el pelo, lleno de frustración y dolor. Pero aún así le tendió la mejor de sus sonrisas a aquella mujer que lo hacía temblar de miedo y huir. Ella, con esa pequeña complexión física, lo había vencido desde la primera vez en que sus miradas se cruzaron.
Cuando la ayudó a levantarse de la silla, para salir de allí, no pudo evitar sentir que de alguna forma ellos no volverían a verse. Lo sentía con tanta seguridad, que la miró con miedo. Tomó su rostro entre sus manos y la besó. Gruñó y poseyó sus labios con la fuerza que sólo otorga el más puro estado de terror. No quería pensar que jamás volvería a tener la oportunidad de no volverla a ver. - No me olvides.- Le pidió con la voz más suplicante jamás había emitido. Tiró de su pelo y volvió a besarla, abrazándola contra él mientras temblaba como un hombre que sabe que su hora se acerca. - Por favor- Susurró entre beso y beso. Despeinándola, marcándola con sus manos y labios. Si este era el final, al menos tendría el dulce sentimiento de vivir en ella, en un recuerdo perdido. Uno que en su vejez se antojaría un sueño de juventud, quizás sólo un producto de la mente de una mujer romántica. Quería gritarle que era real, pero ya él mismo lo dudaba.
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: Otro baile interesante [Priv. Brodrick]
Las voces de afuera apremiaban sus nervios, la convertían en una muchachita indecisa que hacía revolotear sus faldas rojas como los pétalos de una flor atrapada en una corriente de aire. Sus labios estaban separados y secos, no había palabras que escaparan de ellos. Apenas podía respirar. El presente y el futuro la atrapaban, y de pronto se olvidó de su naturaleza terrenal. Se sentía poeta, una musa trágica que vive desesperanzada la despedida de su único amor. "Un amor de dos noches", debía recordarse con la mirada triste fija en el suelo. Pero cuan poco duraba la tristeza cuando el pánico se apoderaba de ella. ¡Quería salir! De pronto se sentía asfixiada por la presión del amor y el miedo. El pago por vivir y sentir era muy alto para una criatura sensible como ella. Sus orbes oscuros temblaban mirando de la puerta al hombre que tenía enfrente. "No me dejes", quería llorarle, pero estaba lejos de encontrar aquellas palabras en su voz.
Consideró las palabras del moreno como un extraño e inapropiado acertijo. ¿Acaso no sabría su pasajero amante que su mente se nublaba a causa del temor? Quizás lo supiera, pues aunque la sonrisa recibida alteró sus sentidos y le recordó a la primera noche, reconoció en los ojos ajenos la misma emoción de miedo e inseguridad que ella sentía.
Hasta el momento, como una niña queriéndose hacer la valiente, no había derramado más lágrimas. Había pensado que despedirse de él sería posible sin que un torrente de emociones los desequilibraran. Pobre jovencita torpe, ¿en qué no se había equivocado? Él la tomó para besarla, y ella lo recibió como lo más natural en el mundo. Sus labios, que encajaban tan bien en los suyos, tenían un sabor reconfortante y adictivo. No quería soltarle. Apenas se dio cuenta que se apegaba a él y se ponía de puntillas para alcanzar su bien cortada melena oscura. No, no podía olvidarle. Incluso si su vida durara eternidades, no podría jamás olvidar aquel momento. Acarició su rostro masculino, delineó sus hombros. Hizo todo lo que pudo para mantenerlo en su memoria y hacer justicia de él. Sintió como las lágrimas saladas empapaban sus mejillas.
― No... ―Le prometía en susurros dispuestos sólo para sus oídos.― No te olvidaré jamás, Brodrick. Te amo. ―Y cuando lo dijo, algo dentro de ella supo que era cierto. No eran palabras de creencia. Era la afirmación más pura que podía hacer la inexperta gitana. Y siguió jurándole con la boca, con las manos. Estaba muy frustrada de no poder hacer lo mismo que hizo la primera vez y única vez que estuvieron realmente juntos. "Llévame... a cualquier lado, pero hazlo", quería suplicarle, pero debía ahogar su petición. Era tarde, no había un futuro para ellos y sólo los minutos siguientes serían suyos. Nada más. Los hombres se retiraban del pasillo, pero pronto volverían. La velada llegaba a su fin y también la esperanza de que aquel reencuentro significara algo más.
Consideró las palabras del moreno como un extraño e inapropiado acertijo. ¿Acaso no sabría su pasajero amante que su mente se nublaba a causa del temor? Quizás lo supiera, pues aunque la sonrisa recibida alteró sus sentidos y le recordó a la primera noche, reconoció en los ojos ajenos la misma emoción de miedo e inseguridad que ella sentía.
Hasta el momento, como una niña queriéndose hacer la valiente, no había derramado más lágrimas. Había pensado que despedirse de él sería posible sin que un torrente de emociones los desequilibraran. Pobre jovencita torpe, ¿en qué no se había equivocado? Él la tomó para besarla, y ella lo recibió como lo más natural en el mundo. Sus labios, que encajaban tan bien en los suyos, tenían un sabor reconfortante y adictivo. No quería soltarle. Apenas se dio cuenta que se apegaba a él y se ponía de puntillas para alcanzar su bien cortada melena oscura. No, no podía olvidarle. Incluso si su vida durara eternidades, no podría jamás olvidar aquel momento. Acarició su rostro masculino, delineó sus hombros. Hizo todo lo que pudo para mantenerlo en su memoria y hacer justicia de él. Sintió como las lágrimas saladas empapaban sus mejillas.
― No... ―Le prometía en susurros dispuestos sólo para sus oídos.― No te olvidaré jamás, Brodrick. Te amo. ―Y cuando lo dijo, algo dentro de ella supo que era cierto. No eran palabras de creencia. Era la afirmación más pura que podía hacer la inexperta gitana. Y siguió jurándole con la boca, con las manos. Estaba muy frustrada de no poder hacer lo mismo que hizo la primera vez y única vez que estuvieron realmente juntos. "Llévame... a cualquier lado, pero hazlo", quería suplicarle, pero debía ahogar su petición. Era tarde, no había un futuro para ellos y sólo los minutos siguientes serían suyos. Nada más. Los hombres se retiraban del pasillo, pero pronto volverían. La velada llegaba a su fin y también la esperanza de que aquel reencuentro significara algo más.
A veces la despedida más funesta es la única posible.
Yuna Rutledge- Gitano
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