AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
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El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
Al caer la noche, en una zona particular de París, una suave música y una cálida hoguera fue encendiendo los ánimos de los gitanos. Habían de todos un poco, con familias de diez miembros o simplemente la compañía de su sombra. El número variaba cada hora, pues habían algunos que decidían marcharse y otros que llegaba conforme las estrellas iban apareciendo en el cielo nocturno; al principio, la comida era la protagonista, caliente y bien dotada, siendo la reserva especial de muchos que apenas conseguían pan barato del diario. Las historias iniciarían casi al final de la velada, cuando todos estuviesen exhaustos del baile y los juegos; había todavía mucho que festejar, y por supuesto, yo no iba a perdérmelo.
Mi naturaleza austera se marchaba de vez en cuando en esas noches de fiesta, vino y música. Había algo en mi sangre que me atraía a ese mundo de oscuros secretos y magia no muy santa.
"Una fiesta en honor al deseo de vivir. Solo los valientes llegarán pues su corazón no teme a nuestros secretos y nuestro saber de su destino."- Así citaba la pequeña nota que había recibido en la taberna el día anterior, y sin necesidad de una dirección, había dado con el clavo.
El sol se había ocultado no hacía mucho cuando había alcanzado a vislumbrar la caravana, no muy grande pero repleta de gente alegre; habían encendido el fuego hacía rato, y el delicioso sabor a carne asada escapaba de sus dominios hasta alcanzarme con seductora tentación. Al llegar, no hubo miradas desdeñosas ni interrogatorios incómodos, como si reconocieran a su gente con tan solo mirarles de reojo. Tampoco es que repudiaran a toda la gente, pero como yo, tenían cierto recelo con los refinados aristócratas, nobles y cualquiera que presumiera una clase superior. Más de una presentación se hizo, la cena comenzó y todos gritaron vivos y tradicionales deseos de abundancia.
Un viejo hombre con la piel arrugada como pasa oscura, comenzó a tocar el laúd, un joven se le unió tocando el violín (desecho pero bien afinado), y una niña de apenas 13 años con la flauta dulce. La melodía era rica en ritmo, de esas canciones que te hacían querer dar saltos y vueltas en el mismo lugar. Una mujer entrada en años los acompañó entonando una rápida y casi protestante canción, con la letra en otro idioma. Varios bailaron en pareja y muchos otros (especialmente niños) en grupo. Atraída por el barullo y el calor del fuego, me acerqué a un gran espacio vacío y dancé como hacía tiempo no lo hacía.
Sin zapatos y con más de un aro de oro encima, salté sobre el suelo firme, apenas notando el viento que alborotaba mi cabello castaño. Esa noche había sido selectiva para avivar mis ánimos, con una camisa color hueso casi transparente bajo un corsé azul como el océano; mis faldas eran una ensalada de colores suaves y apasionados; rojo por ahí y dorado por allá. El ritmo iba cada vez más rápido, y me entregué tal a la danza que no me di cuenta lo lejos que estaba ahora del fuego, aun en la zona de la caravana, y con las faldas volando de un lado a otro por el intenso baile. Cerré los ojos engatusada por el fervor, acariciando las notas de la música sin prestar atención a lo demás.
- Guíame los pasos, sol... no te detengas por más cansada que me veas.- Susurré en romaní sin darme cuenta.
Mi naturaleza austera se marchaba de vez en cuando en esas noches de fiesta, vino y música. Había algo en mi sangre que me atraía a ese mundo de oscuros secretos y magia no muy santa.
"Una fiesta en honor al deseo de vivir. Solo los valientes llegarán pues su corazón no teme a nuestros secretos y nuestro saber de su destino."- Así citaba la pequeña nota que había recibido en la taberna el día anterior, y sin necesidad de una dirección, había dado con el clavo.
El sol se había ocultado no hacía mucho cuando había alcanzado a vislumbrar la caravana, no muy grande pero repleta de gente alegre; habían encendido el fuego hacía rato, y el delicioso sabor a carne asada escapaba de sus dominios hasta alcanzarme con seductora tentación. Al llegar, no hubo miradas desdeñosas ni interrogatorios incómodos, como si reconocieran a su gente con tan solo mirarles de reojo. Tampoco es que repudiaran a toda la gente, pero como yo, tenían cierto recelo con los refinados aristócratas, nobles y cualquiera que presumiera una clase superior. Más de una presentación se hizo, la cena comenzó y todos gritaron vivos y tradicionales deseos de abundancia.
Un viejo hombre con la piel arrugada como pasa oscura, comenzó a tocar el laúd, un joven se le unió tocando el violín (desecho pero bien afinado), y una niña de apenas 13 años con la flauta dulce. La melodía era rica en ritmo, de esas canciones que te hacían querer dar saltos y vueltas en el mismo lugar. Una mujer entrada en años los acompañó entonando una rápida y casi protestante canción, con la letra en otro idioma. Varios bailaron en pareja y muchos otros (especialmente niños) en grupo. Atraída por el barullo y el calor del fuego, me acerqué a un gran espacio vacío y dancé como hacía tiempo no lo hacía.
Sin zapatos y con más de un aro de oro encima, salté sobre el suelo firme, apenas notando el viento que alborotaba mi cabello castaño. Esa noche había sido selectiva para avivar mis ánimos, con una camisa color hueso casi transparente bajo un corsé azul como el océano; mis faldas eran una ensalada de colores suaves y apasionados; rojo por ahí y dorado por allá. El ritmo iba cada vez más rápido, y me entregué tal a la danza que no me di cuenta lo lejos que estaba ahora del fuego, aun en la zona de la caravana, y con las faldas volando de un lado a otro por el intenso baile. Cerré los ojos engatusada por el fervor, acariciando las notas de la música sin prestar atención a lo demás.
- Guíame los pasos, sol... no te detengas por más cansada que me veas.- Susurré en romaní sin darme cuenta.
Última edición por Maia Roham el Dom Mar 24, 2013 12:26 pm, editado 1 vez
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
Hacía algunas noches atrás, había vendido varias dagas a un grupo de gitanos. Al parecer, las necesitaban para su espectáculo, y mientras las hacía, habían estado en su tienda, observando cómo fundía el metal y lo vertía en el molde hecho a la medida exacta en la que me habían exigido hacerlo. Aunque siempre hacía mi trabajo sólo, uno de los niños del grupo era un huérfano, y sus enormes ojos negros le habían mirado con admiración cuando prometió tener las cinco dagas hechas a mano en unas horas. Sin saber cómo, había tomado al pequeño entre sus enormes brazos y lo había sentado a una distancia segura, para que observase el proceso. Y sus familiares, se habían quedado para vigilarlo. Aunque en realidad, querían vigilar a Brodrick, todos se habían dado cuenta de que no era humano, y por tanto, no se fiarían de él desde el comienzo.
Horas después, con un perfecto trabajo de artesanía realizado, le entregaron un saquito hecho con diferentes telas, lleno de monedas y un papel con una invitación a una fiesta. Conociendo a los gitanos, sería algo bastante animado; mujeres que no lo temerían por su altura o su musculosa figura, atrevidas señoras que pedirían lo que deseasen sin complejos o tapujos, vino y comida excelente, y cómo no, música romaní. Todo prometía ser una velada prometedora, pero cuando llegó al lugar, y comenzó a sentir las manos de numerosas personas arrebatándole el grueso abrigo de lana, el chaleco azul a juego con la chaqueta de algodón y el cinturón de cuero italiano, terminó vestido como un gitano más. Sólo había quedado de sus ropajes, un pantalón ceñido de cuero negro, sus botas altas y oscuras, y una camisa blanca, abierta en el pecho. Afortunadamente, no había llevado ni dinero, ni armas, pues habría sentido enormemente, la pérdida de alguna de sus obras.
Después de una comida abundante, se encontraba rodeado de tres mujeres de piel bronceada, todas danzando a su alrededor con una sonrisa sensual y volátil. Pequeñas manos en su espalda, le recorrían sin vergüenza el cuerpo, palpando su figura con atención. Reía casi como un loco, mientras daba vueltas. Mientras el sol se ocultaba, o quién sabe si se alzaba, dejando un rastro rojizo en el cielo. Pintando de sangre todo lo que nos rodeaba, muriendo por nosotros, dando la bienvenida a la noche, a las numerosas estrellas que se alzarían en el cielo, y que nos darían la luz que necesitaban para continuar bailando. Separándose de las mujeres que lo estaban llevando a un camino sin retorno, continuó bailando, uniéndose a los hombres que daban saltos y movían sus manos al aire. Imitándolos como podía, no se dio cuenta de que se acercaba a una muchacha de cabello castaño que bailaba alocadamente. Su espalda chocó con la de ella, y estuvo a punto de arrojarla al suelo, pero gracias a la rapidez de sus reflejos, consiguió atraparla por la cintura, juntando su cuerpo con el suyo mientras aún continuaba riendo.- Perdón Frau, me temo que me he dejado llevar. - Soltándola con una sonrisa pícara, realizó una reverencia perfecta ante ella, y comenzó a bailar a su alrededor como hacían a su vez los demás hombres con otras muchachas. Unió sus ojos oscuros a los de la mujer y sonrió con libertad, casi olvidando que él era un canalla, y que jamás pedía perdón.
Horas después, con un perfecto trabajo de artesanía realizado, le entregaron un saquito hecho con diferentes telas, lleno de monedas y un papel con una invitación a una fiesta. Conociendo a los gitanos, sería algo bastante animado; mujeres que no lo temerían por su altura o su musculosa figura, atrevidas señoras que pedirían lo que deseasen sin complejos o tapujos, vino y comida excelente, y cómo no, música romaní. Todo prometía ser una velada prometedora, pero cuando llegó al lugar, y comenzó a sentir las manos de numerosas personas arrebatándole el grueso abrigo de lana, el chaleco azul a juego con la chaqueta de algodón y el cinturón de cuero italiano, terminó vestido como un gitano más. Sólo había quedado de sus ropajes, un pantalón ceñido de cuero negro, sus botas altas y oscuras, y una camisa blanca, abierta en el pecho. Afortunadamente, no había llevado ni dinero, ni armas, pues habría sentido enormemente, la pérdida de alguna de sus obras.
Después de una comida abundante, se encontraba rodeado de tres mujeres de piel bronceada, todas danzando a su alrededor con una sonrisa sensual y volátil. Pequeñas manos en su espalda, le recorrían sin vergüenza el cuerpo, palpando su figura con atención. Reía casi como un loco, mientras daba vueltas. Mientras el sol se ocultaba, o quién sabe si se alzaba, dejando un rastro rojizo en el cielo. Pintando de sangre todo lo que nos rodeaba, muriendo por nosotros, dando la bienvenida a la noche, a las numerosas estrellas que se alzarían en el cielo, y que nos darían la luz que necesitaban para continuar bailando. Separándose de las mujeres que lo estaban llevando a un camino sin retorno, continuó bailando, uniéndose a los hombres que daban saltos y movían sus manos al aire. Imitándolos como podía, no se dio cuenta de que se acercaba a una muchacha de cabello castaño que bailaba alocadamente. Su espalda chocó con la de ella, y estuvo a punto de arrojarla al suelo, pero gracias a la rapidez de sus reflejos, consiguió atraparla por la cintura, juntando su cuerpo con el suyo mientras aún continuaba riendo.- Perdón Frau, me temo que me he dejado llevar. - Soltándola con una sonrisa pícara, realizó una reverencia perfecta ante ella, y comenzó a bailar a su alrededor como hacían a su vez los demás hombres con otras muchachas. Unió sus ojos oscuros a los de la mujer y sonrió con libertad, casi olvidando que él era un canalla, y que jamás pedía perdón.
- Spoiler:
- Perdón por la tardanza, estuve haciendo un trabajo.
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
"Hay una extraña luz en el cielo. Hay un resplandor de fuego a lo lejos. La música va enardeciendo a quien pueda oír, los colores van embriagando a los que puedan ver, y las bellas gitanas besando los labios de aquellos hombres que puedan sentir."
Girando sobre mis pies, dando golpes de cadera, volviendo mis hombros ligeros y vibrantes; cada movimiento acorde a la música era una chispa en el fuego que iba creciendo. Había un gozo especial en la danza nocturna, pues el astro luminoso iba ocultándose detrás de las montañas y las mansiones de aquellos ricachones. Sí, el sol se ocultaba de todos sin distinciones, la noche aparecía y nos bañaba a todos con la luz de la luna y las estrellas, poco a poco sustituyendo la oscuridad a la luz. No podía pedir nada más que la dicha de vivir y bailar, cantar y seguir con torpeza las letras de aquellas canciones, moverme y sentir el suelo bajo mis pies desnudos. Nada... a excepción de una pareja de baile. Había creído que caería al piso por un fuerte empujón en la espalda, pero en vez de eso, giré sobre mi cuerpo y fui sostenida contra lo que parecía un alto y mortífero hombre.
¡Un cambiaformas! Tan solo de verlo, pude reconocer su aura. Tenía unos ojos marrones muy oscuros, un cabello castaño cenizo y una sonrisa de chico bueno; sin embargo, su aura era imponente, casi animal, y la estatura tampoco lo convertía en un cordero inocente. Aun así, el verlo sonreír y bailar con tan buen ritmo, solo me animó a seguir su ejemplo.
- ¡Eso es lo mejor que se puede hacer aquí! -grité por encima de la música, desamarrando así una pañoleta roja de mi cintura, que normalmente decoraba mi falda, y rodeé su cuello con ella. Hacía tiempo no bailaba en pareja, con viejos amigos que habían perecido por culpa de la Inquisición. Recordaba pasos vagos, movimientos de cadera, pequeños saltos de adelante hacia atrás. Había algo prendiéndose en el ambiente, la temperatura subiendo y unas cuantas gotas cristalinas resbalando por mi cuello hasta mi pecho. Pensé en las palabras clave, "Dejarse llevar", y me atreví.
Había un hueco en el centro de la caravana, cerca de la hoguera, y me tentó a tomarlo. Levantándome las faldas hasta las rodillas, me aparté del salvaje hombre, y tras un par de piruetas, aterricé sobre el centro. Varios chicos y chicas gritaron emocionados, decidiendo que era hora de encender la noche. La música se volvió un poco más violenta, animando el paso a prisa. Miré al hombre con las cejas en alto, como diciendo "¿Te atreves a seguir mi paso?". Choqué las palmas de mis manos y le lancé mi pañoleta, comenzando un baile que, además de difícil, era una mezcla entre movimientos retadores y sensuales.
- ¿Que tanto puedes dar en esta pista de baile? - Sonreí, no sin cierta burla. Un grupo de chicas animaron al cambiaformas, bastante encandiladas de él. No podía ser mejor la noche. Había de todo un poco entre los gitanos, pero todos parecíamos tener la cualidad de ser territoriales, siempre retando a otros y disfrutándolo en el proceso.
Girando sobre mis pies, dando golpes de cadera, volviendo mis hombros ligeros y vibrantes; cada movimiento acorde a la música era una chispa en el fuego que iba creciendo. Había un gozo especial en la danza nocturna, pues el astro luminoso iba ocultándose detrás de las montañas y las mansiones de aquellos ricachones. Sí, el sol se ocultaba de todos sin distinciones, la noche aparecía y nos bañaba a todos con la luz de la luna y las estrellas, poco a poco sustituyendo la oscuridad a la luz. No podía pedir nada más que la dicha de vivir y bailar, cantar y seguir con torpeza las letras de aquellas canciones, moverme y sentir el suelo bajo mis pies desnudos. Nada... a excepción de una pareja de baile. Había creído que caería al piso por un fuerte empujón en la espalda, pero en vez de eso, giré sobre mi cuerpo y fui sostenida contra lo que parecía un alto y mortífero hombre.
¡Un cambiaformas! Tan solo de verlo, pude reconocer su aura. Tenía unos ojos marrones muy oscuros, un cabello castaño cenizo y una sonrisa de chico bueno; sin embargo, su aura era imponente, casi animal, y la estatura tampoco lo convertía en un cordero inocente. Aun así, el verlo sonreír y bailar con tan buen ritmo, solo me animó a seguir su ejemplo.
- ¡Eso es lo mejor que se puede hacer aquí! -grité por encima de la música, desamarrando así una pañoleta roja de mi cintura, que normalmente decoraba mi falda, y rodeé su cuello con ella. Hacía tiempo no bailaba en pareja, con viejos amigos que habían perecido por culpa de la Inquisición. Recordaba pasos vagos, movimientos de cadera, pequeños saltos de adelante hacia atrás. Había algo prendiéndose en el ambiente, la temperatura subiendo y unas cuantas gotas cristalinas resbalando por mi cuello hasta mi pecho. Pensé en las palabras clave, "Dejarse llevar", y me atreví.
Había un hueco en el centro de la caravana, cerca de la hoguera, y me tentó a tomarlo. Levantándome las faldas hasta las rodillas, me aparté del salvaje hombre, y tras un par de piruetas, aterricé sobre el centro. Varios chicos y chicas gritaron emocionados, decidiendo que era hora de encender la noche. La música se volvió un poco más violenta, animando el paso a prisa. Miré al hombre con las cejas en alto, como diciendo "¿Te atreves a seguir mi paso?". Choqué las palmas de mis manos y le lancé mi pañoleta, comenzando un baile que, además de difícil, era una mezcla entre movimientos retadores y sensuales.
- ¿Que tanto puedes dar en esta pista de baile? - Sonreí, no sin cierta burla. Un grupo de chicas animaron al cambiaformas, bastante encandiladas de él. No podía ser mejor la noche. Había de todo un poco entre los gitanos, pero todos parecíamos tener la cualidad de ser territoriales, siempre retando a otros y disfrutándolo en el proceso.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
Hay dos clases de gente para quienes la vida es una fiesta continua: los muy ricos y los muy pobres. Unos, porque no carecen de nada; los otros, porque no tienen nada que hacer.
Washington Irving
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Rió con fuerza mientras escuchaba a varias jóvenes animarlo, pero sus ojos seguían fijos en la gitana que lo retaba con la mirada. Sus caderas se mecían con sensualidad, trazando un ritmo desenfrenado que lo estaba excitando. Sus cejas alzadas con burla, y una sonrisa pícara digna de armarle competencia. Los ojos de varios hombres ya se habían deslizado por su figura, dándose cuenta de lo mismo que él, aquella mujer era puro fuego.
Animado por el ritmo vibrante de las panderetas y tambores, comenzó a dirigirse hacia la gitana con una sonrisa capaz de hacer desmayar a cualquier mujer, pero por primera vez no era algo ficticio. Sonreía con picardía a la mujer que lo retaba, sintiendo cómo la música lo domaba con mayor facilidad de lo que habría creído. Tal vez fuera cierto que la música domaba a las bestias. O quizás fueran los gritos de la muchedumbre, los compañeros de baile que saltaban una y otra vez sobre la tierra seca, levantando una nube de polvo que se alzaba en el aire, mezclándose con la noche.
Sus pies se movían cual bailarín profesional, sus manos se movieron en el aire, flexionando los músculos en la camiseta blanca que comenzaba a pegarse a su cuerpo con el sudor. Y agitando la cabeza, se removió el pelo mientras corría y hacía el pino, para terminar cayendo de pie ante la gitana. A tiempo de que el pañuelo llegase al suelo, cayó de rodillas ante ella, y con una sonrisa, recogió la pañoleta roja. Los aplausos y vítores se escuchaban a su alrededor, mientras se levantaba y cerraba los ojos girando al rededor de la gitana, tomando sus manos y haciéndola girar con él una, y otra vez. Saltaba, meneaba las caderas con suavidad, y se reía como un loco. Porque al fin y al cabo eso era, se había olvidado de todo, y ya sólo veía a la gitana, al pañuelo rojo que tenía en la mano, y la hoguera. El fuego que chispeaba y hacía sonidos que acompañaban a la música con los chasquidos de los troncos quemándose.
Pasando cerca de una mesa con bebidas, soltó a la mujer y se cercó a ella para tomar una botella. Volvió sobre sus pasos, mientras dejaba que el licor entrase en su cuerpo, aliviando la sequía que dominaba su boca y le preguntó a la mujer- ¿Deseas un poco?- Sin escuchar su respuesta, se anudó el pañuelo rojo al pantalón, y le dirigió una mirada cómplice- Te doy dos opciones; darme una prenda por la botella entera, o compartir su contenido si permites que sea yo quién te de el licor. - Miró la boca de la mujer con picardía, mientras se la imaginaba abriéndola para permitir que derramara el líquido en ella. A pesar de la imagen sumamente erótica, sabía que la pequeña era capaz de hacerlo sólo por retarlo. Rió mientras pensaba lo mucho que le gustaban los gitanos.
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
"¿Dominarme es lo que quieres tu? Eso es locura. Es un juego lo que hay aquí, y lo estoy jugando. No pienses que vas a ganas, pues estoy ganando."
Cada respiración era como el aliento de un dragón, si, caliente y delicioso. Tal vez fuese la expectación, tal vez fuese el cansancio galopando contra mi corazón... o quizás solo fuese la euforia de la noche. Fuese lo que fuese, no dejaba de preguntarme en cada milésima de segundo: ¿Podrá tomarlo?
Los gitanos solíamos ser impredecibles; algunos eran honestos y amables, otros juguetones y traicioneros, y otros sencillamente malvados. Había tanta diversidad que no había manera de decir si se estaba más cerca del cielo o del infierno en esa fiesta de mil caras. Yo misma no sabía si estaba siendo una amable mujer o una gitana seductora mientras admiraba su cuerpo bien formado al bailar; había contracciones en sus músculos, gotas de sudor en su camisa blanca, y bien... una mirada de diversión en su mirada. Los pies del hombre se movían con una mezcla de gracia y virilidad, algo curioso para alguien que no tenía cara de bailarín. Yo no dejaba de sonreír y mirarlo fijamente, hasta que, corriendo y barriéndose en el polvoriento suelo, alcanzó la pañoleta roja. Se encontraba a pocos centímetros de mis faldas, con esa estúpida sonrisa de superioridad.
Mi respuesta fue sencilla y propia de alguien que ha perdido el juego con gozo: Una mueca de fingida molestia, que luchaba por no convertirse en una sonrisa. Me eché el cabello para atrás justo a tiempo, antes de que él tomara mis manos y me hiciese bailar en círculos con él. Reía, se notaba tan eufórico como yo, así que me contagié de su risa e hice que mis movimientos coincidieran con los suyos. El mareo y la adrenalina convertían aquel improvisado baile en lo más excitante de la noche, quizás excluyendo solo las miradas que iban y venían entre hombres y mujeres. Cuando se detuvo, me sorprendí de encontrarme en la zona donde conservaban frescas las bebidas; él bebía y lo hacía con estilo, y yo no podía negar que me moría de sed. Asentí y estuve a punto de dar un sorbo, cuando entonces él puso condiciones.
Coloqué mis brazos en jarras, con las manos llenas de brazaletes en las caderas. ¿Creía que podía hacerme caer en su juego tan fácilmente? Podía estar mareada y, vamos, bastante excitada, pero yo era una maestra del engaño a donde iba y eso no me lo iba a quitar un simple gadjo, como les decíamos a quienes no eran gitanos. Quise tomar mi pañoleta, tal vez para quitarle un poco la ventaja, pero la tenía en un sitio poco indicado para tocar. Bufé, miré sus labios, y formé una mueca idéntica a la anterior.
- No pienso quitarme ni darte nada... ¿o acaso crees que estas son ropas corrientes como esos vestidos de encaje y plumas de las damas parisinas?- mi broma fue directa y casi risueña. Eché un vistazo a la fiesta, y una sonrisa gatuna se formó en mis labios al notar que varios ya tomaban sus mascaras y antifaces. La di la cara al hombre y acerqué mi rostro al suyo.- Tomo la segunda opción... pero también tengo una condición. Si quieres que la noche siga floreciendo, disfrutarás de las mil caras. Encuentrame entre todas estas personas y dame ese licor.
Un segundo después de dejarle clara mi condición, le di un suave empujón en el pecho y corrí entre la multitud. No había garantías de que siguiera mi juego, pero en eso consistía ser un jugador en la vida, correr riesgos y aceptar lo que viniera después. Me apresuré a tomar una pañoleta verde con monedas doradas en ella, que tintineaban al mover las caderas, y de esa manera sustituir a la roja. Un hombre de edad madura me obsequió un antifaz colorido y que se ajustaba a la parte superior de mi rostro, verde y con piedras doradas. No había forma de que me reconociera... ¿o si?
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
"Dos cosas quiere el hombre de verdad: el peligro y el juego. Por eso quiere la mujer, que es el juguete más peligroso" .
El corazón latió desbocado con la provocación de la mujer, no había nada que lo excitara más que una cacería. El instinto animal se elevó llevándose la sonrisa infantil, dotando a su mirada de un brillo especial que sólo los buenos amantes reconocen. El brillo de la pasión por el juego, el calor abrasador que dominaba el cuerpo cuando iniciabas una partida en la que, el que establece las reglas no sabe la trampa que acaba de fabricar para él mismo. Cerró los ojos para darle la ventaja de escabullirse, de mimetizarse con los hombres y mujeres que danzaban, moviendo sus cuerpos al ritmo ancestral de la lucha. Cuerpos cercanos rozándose sin vergüenza, disfrutando de la excitación del otro como de la propia, o al menos éso sentía él. La pasión era su apellido, y la locura su nombre, no había nadie capaz de hacerle sombra en el maldito mundo, y si lo hubiera, simplemente lo metería en su cama para superarlo, aprender lo que le faltaba y sentir la necesidad que le provocaban sus caricias.
Inspiró el aire nocturno cargado de aromas fuertes. Incienso, madera, cenizas, fuego. Caminó entre la gente con paso lento, disfrutando de las sensaciones aumentadas que, como cambiaformas, lo embargaban. Sus pasos trazaban un camino serpenteante, su pecho era rozado por manos femeninas y masculinas cuando se adentró en la masa de personas con antifaces. Tomó a una mujer de la cintura y la pegó a su cuerpo, dejando que el olor de la excitación de la mujer, y un ligero toque de menta le picase la nariz. Rió cuando un joven pegó su pecho liso y firme detrás de él. La lujuria estaba comenzando a surgir, a embotar su cuerpo y adormecer el instinto del cazador que reclamaba su presa. Se acercó al oído de la mujer y le susurró su deseo en alemán, bailó moviendo sus caderas en un balanceo sensual entre el joven y la gitana. Pero sus ojos buscaban entre la gente, siempre olfateando el aire y asegurándose de que su presa estuviera cerca y pudiera verlo bailar. Estaba claro que su gente sabían el juego y estaban intentando alejar su mente del juego, y si las manos que tocaban sus muslos subían unos centímetros más al foco central de su lujuria, seguramente lo conseguirían.
Ah, el placer de ser observado haciendo fechorías era el mejor pecado concebido por el hombre. La picazón y el escalofrío que serpenteó por su columna le advirtió de que la fragancia se acercaba, la que deseaba hallar se había unido a la marea de cuerpos retorciéndose en una danza que nunca acababa, una que incitaba a la vida y el calor. Se giró y enfrentó al joven que lo miraba con pasión, sus labios entreabiertos en una súplica silenciosa. Y así, unidos por el roce de una nueva cadera femenina agitándose a su derecha, el ruidoso meneo de unas monedas a lo lejos, y la fragancia del sudor y la pasión, tomó al joven y lo besó con ardor. Su experiencia le hizo disfrutar del beso y pensar en una mujer concreta, una gitana ardiente que lo rechazaba. Gimió cuando manos ajenas tiraron de su camisa y la sacaban de los pantalones para exponer su pecho al caliente aire de la noche. Se separó del joven con los ojos cerrados, y olfateó de nuevo el aire, necesitando alejarse del fuego lujurioso que había comenzado a quemarle, y centrarse en el juego.
Siguió el rastro, con la botella aún en la mano. Su aspecto atraía y alejaba a la gente, porque su mirada estaba bañada de necesidad caliente y acuciante, su camisa semiabierta exponía parte de su abdomen, y los pantalones brillaban con la luz rojecina de la hoguera cercana, marcando los músculos de sus muslos y el pañuelo rojo tapando la elevación de su anatomía. Y a lo lejos, una falda se agitaba con capas de diferentes tonalidades, su aroma le provocó una sonrisa vencedora. Rió y se acercó a ella con una sonrisa, la tomó por la cintura y pegó sus caderas a la de la gitana. - Te encontré, bella retadora. Ahora te toca beber.- Alzó la botella con una sonrisa y alzó una de sus cejas cuando advirtió el rubor de sus mejillas.- ¿ Te gustó observarme, mientras tus congéneres intentaban alejarme de ti?.- Agitó su cabeza y la pegó aún más a él para susurrarle - Eres una tramposa encantadora, Frau romaní, pero reconozco que adoro los juegos.- La soltó con una sonrisa felina y sensual, y le acercó la botella a los labios.- Abre la boca para mí, paga tu deuda.
El corazón latió desbocado con la provocación de la mujer, no había nada que lo excitara más que una cacería. El instinto animal se elevó llevándose la sonrisa infantil, dotando a su mirada de un brillo especial que sólo los buenos amantes reconocen. El brillo de la pasión por el juego, el calor abrasador que dominaba el cuerpo cuando iniciabas una partida en la que, el que establece las reglas no sabe la trampa que acaba de fabricar para él mismo. Cerró los ojos para darle la ventaja de escabullirse, de mimetizarse con los hombres y mujeres que danzaban, moviendo sus cuerpos al ritmo ancestral de la lucha. Cuerpos cercanos rozándose sin vergüenza, disfrutando de la excitación del otro como de la propia, o al menos éso sentía él. La pasión era su apellido, y la locura su nombre, no había nadie capaz de hacerle sombra en el maldito mundo, y si lo hubiera, simplemente lo metería en su cama para superarlo, aprender lo que le faltaba y sentir la necesidad que le provocaban sus caricias.
Inspiró el aire nocturno cargado de aromas fuertes. Incienso, madera, cenizas, fuego. Caminó entre la gente con paso lento, disfrutando de las sensaciones aumentadas que, como cambiaformas, lo embargaban. Sus pasos trazaban un camino serpenteante, su pecho era rozado por manos femeninas y masculinas cuando se adentró en la masa de personas con antifaces. Tomó a una mujer de la cintura y la pegó a su cuerpo, dejando que el olor de la excitación de la mujer, y un ligero toque de menta le picase la nariz. Rió cuando un joven pegó su pecho liso y firme detrás de él. La lujuria estaba comenzando a surgir, a embotar su cuerpo y adormecer el instinto del cazador que reclamaba su presa. Se acercó al oído de la mujer y le susurró su deseo en alemán, bailó moviendo sus caderas en un balanceo sensual entre el joven y la gitana. Pero sus ojos buscaban entre la gente, siempre olfateando el aire y asegurándose de que su presa estuviera cerca y pudiera verlo bailar. Estaba claro que su gente sabían el juego y estaban intentando alejar su mente del juego, y si las manos que tocaban sus muslos subían unos centímetros más al foco central de su lujuria, seguramente lo conseguirían.
Ah, el placer de ser observado haciendo fechorías era el mejor pecado concebido por el hombre. La picazón y el escalofrío que serpenteó por su columna le advirtió de que la fragancia se acercaba, la que deseaba hallar se había unido a la marea de cuerpos retorciéndose en una danza que nunca acababa, una que incitaba a la vida y el calor. Se giró y enfrentó al joven que lo miraba con pasión, sus labios entreabiertos en una súplica silenciosa. Y así, unidos por el roce de una nueva cadera femenina agitándose a su derecha, el ruidoso meneo de unas monedas a lo lejos, y la fragancia del sudor y la pasión, tomó al joven y lo besó con ardor. Su experiencia le hizo disfrutar del beso y pensar en una mujer concreta, una gitana ardiente que lo rechazaba. Gimió cuando manos ajenas tiraron de su camisa y la sacaban de los pantalones para exponer su pecho al caliente aire de la noche. Se separó del joven con los ojos cerrados, y olfateó de nuevo el aire, necesitando alejarse del fuego lujurioso que había comenzado a quemarle, y centrarse en el juego.
Siguió el rastro, con la botella aún en la mano. Su aspecto atraía y alejaba a la gente, porque su mirada estaba bañada de necesidad caliente y acuciante, su camisa semiabierta exponía parte de su abdomen, y los pantalones brillaban con la luz rojecina de la hoguera cercana, marcando los músculos de sus muslos y el pañuelo rojo tapando la elevación de su anatomía. Y a lo lejos, una falda se agitaba con capas de diferentes tonalidades, su aroma le provocó una sonrisa vencedora. Rió y se acercó a ella con una sonrisa, la tomó por la cintura y pegó sus caderas a la de la gitana. - Te encontré, bella retadora. Ahora te toca beber.- Alzó la botella con una sonrisa y alzó una de sus cejas cuando advirtió el rubor de sus mejillas.- ¿ Te gustó observarme, mientras tus congéneres intentaban alejarme de ti?.- Agitó su cabeza y la pegó aún más a él para susurrarle - Eres una tramposa encantadora, Frau romaní, pero reconozco que adoro los juegos.- La soltó con una sonrisa felina y sensual, y le acercó la botella a los labios.- Abre la boca para mí, paga tu deuda.
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
"¿Es por aquí o será por allá? Tantos cuerpos y colores son el campo de batalla. Te ganaré porque, sino lo hago, mi ego herido solo podrá se recompensado con un trago."
Una vez que el disfraz estuviese listo, volví a bailar. La noche era joven y todos deseaban participar en los juegos de lo prohibido y lo excitante; los niños no eran parte del juego, por supuesto, pero ellos tenían sus propias formas de diversión, al lado de los ancianos que entonaban las melodías más salvajes de todo París. Las mujeres, con su piel del color del bronce, giraban en torno a los hombres, algunas incluso se divertían balanceando las caderas entre si. Era un espectáculo de lo más divertido, si bien los gitanos teníamos un sentido del humor poco agradable para la mayoría de los gadjos, especialmente para aquellos que contaban con fortunas rechonchas y propiedades extensas. Había solo un hombre que, con su gala de riqueza y finura, conservaba mi afecto y mi respeto. Me reí internamente al pensar, no sin cierta maldad, lo asustado que se sentiría de estar en aquella fiesta.
Era una noche mágica, llena de secretos, chispas y danzas eróticas. Entre cada pequeño movimientos de mis caderas, algún hombre se acercaba con el deseo de bailar a mi lado; aceptaba sin dudar, sujetando manos y devolviendo sonrisas. Todo mundo parecía acomodado a la situación, al deseo de esconderme y al de distraer al cambiaformas. Cuando mi pareja de baile cambió a una mujer que apenas rozaba mi nariz, fui capaz de verlo. Me pareció imposible no sonreír por como lo había pillado, acorralado por más de una muchacha y un joven que deseaba su atención; no pude evitar morder mi labio inferior, emocionada por lo que veía. Sus pantalones se ajustaban tan bien a su figura que casi podía adivinar lo que había debajo del pañuelo rojo, y tanta excitación estaba llamándome como si se tratara de un imán; en vez de acudir en su asistencia, me concentré en la menuda muchacha que danzaba a mi lado. Levantábamos las faldas lo suficiente para mostrar los tobillos, y levantábamos el polvo con los pies, riendo y siguiendo la letra de algunas canciones.
Iba más y más animaba conforme pasaban los minutos, disfrutando el calor de la hoguera en contraste con la brisa fría que prestaba París por las noches. Un salto, dos, un movimiento de caderas, otro salto. Admiré a una mujer de edad madura sentada sobre un enorme árbol caído, aplaudiendo y enardeciendo las llamas del fuego. En sus piernas descansaban un par de castañuelas doradas, y cuando me descubrió mirándolas, las lanzó a mis manos con una sonrisa amable. ¡Que gozo era aquella calidez humana! Casi había olvidado por qué vivía sola. En vez de cuestionarlo, deslicé los dedos por la cinta de las castañuelas y continué bailando. Mi corazón retumbaba con fuerza contra mi pecho cuando, de improviso, choqué contra algo duro y caliente. De nuevo un cuerpo humano, y no cualquiera. Me había cogido por la cintura y no había manera se escapar. ¡Que bandido! Ni siquiera lo había visto llegar, y ahora me exigía pagar por haber perdido.
- ¡Siempre cumplo mi palabra y le aseguro que no pienso huir!- Admiré la botella de licor con tentación. Cerré los ojos, sonreí y me preparé para lo peor... que resultaba también ser lo mejor. Abrí la boca lo suficiente para que el líquido pudiese entrar, pero no lo suficiente para atragantarme.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
«Y su boca se abrió. Las posibilidades tan infinitas, como los senderos que se bifurcan en un grande y hermoso jardín».
Y ahí estaba, su mente llena de imágenes de la gitana girando y moviendo las caderas al ritmo de la música. El cántico grave de los mayores haciendo que en sus venas la sangre corriese más caliente. Los gorgojeos de labios abiertos y algunos niños que unían sus risas a la marea de sonidos que lo embriagaban con mayor efecto que el alcohol. O quizás fuera la sensualidad del ambiente, con los jóvenes de piel oscura danzando con el deseo que sólo se conoce en los amantes de la vida, en los que no tenían nada más que su sangre y piel para continuar. Sea como fuera, Brodrick se vio obligado a tensar la mandíbula con fuerza, haciendo que se inflamasen las venas de su cuello, cuando los labios de la muchacha se abrieron. Parecía una ofrenda a los Dioses, tentadora y dulce como el color amarino del whisky.
Lamió sus labios para otorgar frescor a una parte de su cuerpo, y aliviar el fuego que había comenzado a arder desde que la joven lo había retado. No sabía cómo le agradecía sus palabras, que se doblegara ante él temporalmente, pues ambos sabían que esto era un juego. Uno oscuro y sin reglas, que cada uno marcaría según la danza que sonara en el momento. - Así me gusta, cumplamos tu promesa.- Se acercó a ella, dejando que su pecho rozase el suyo. Una parte de su mente registró la ausencia del corsé, mientras inclinaba la botella sobre la boca abierta. Derramó el líquido en su interior con suavidad, mientras admiraba el tono rosáceo de sus labios. Con el fuego su cabello brillaba con tonos marrones, y sus párpados cerraros se oscurecían por la sombra de sus pestañas. Parecía tan joven y pura en esos instantes, que casi quiso no ser un calavera. Sonrió ante su pensamiento, y deslizó la mirada desde el cuello esbelto, hasta la sombra de sus pechos revelados por la luz de la fogata. Exhaló el aire cerca de su cuello y agradeció el casi de su pensamiento. El casi, que le permitió desanudar el pañuelo verde que había unido a su cadera.
Rió cuando su distracción hizo que la botella se desviara por un segundo y derramase un poco de su contenido por el borde de sus labios. - Discúlpame, será mejor que te limpie .- Le dijo mientras bajaba la botella y la conservaba en su mano derecha. Con la mano que tenía el pañuelo verde, tomó la nuca de la gitana y acercó su boca al hilo de licor que se deslizaba con rapidez por su cuello. Lamió el recorrido que había realizado el líquido desde su cuello, hasta el borde de sus labios, y con la pericia de los amantes, rozó sus labios mientras le quitaba el antifaz- Puedes esconderte bajo tus ropajes de mí, usar tu piel como escudo protector, pero no podrías huir de mi, si mi deseo es encontrarte.- Besó la otra comisura de sus labios y se apartó bruscamente, anudando el segundo pañuelo a su pantalón y dejando la botella de licor en sus manos. - Una prenda, una botella. Ahora soy yo el que tiene sed. ¿Cuál es el precio?.- Sonrió ladino, y esperó la respuesta.
Y ahí estaba, su mente llena de imágenes de la gitana girando y moviendo las caderas al ritmo de la música. El cántico grave de los mayores haciendo que en sus venas la sangre corriese más caliente. Los gorgojeos de labios abiertos y algunos niños que unían sus risas a la marea de sonidos que lo embriagaban con mayor efecto que el alcohol. O quizás fuera la sensualidad del ambiente, con los jóvenes de piel oscura danzando con el deseo que sólo se conoce en los amantes de la vida, en los que no tenían nada más que su sangre y piel para continuar. Sea como fuera, Brodrick se vio obligado a tensar la mandíbula con fuerza, haciendo que se inflamasen las venas de su cuello, cuando los labios de la muchacha se abrieron. Parecía una ofrenda a los Dioses, tentadora y dulce como el color amarino del whisky.
Lamió sus labios para otorgar frescor a una parte de su cuerpo, y aliviar el fuego que había comenzado a arder desde que la joven lo había retado. No sabía cómo le agradecía sus palabras, que se doblegara ante él temporalmente, pues ambos sabían que esto era un juego. Uno oscuro y sin reglas, que cada uno marcaría según la danza que sonara en el momento. - Así me gusta, cumplamos tu promesa.- Se acercó a ella, dejando que su pecho rozase el suyo. Una parte de su mente registró la ausencia del corsé, mientras inclinaba la botella sobre la boca abierta. Derramó el líquido en su interior con suavidad, mientras admiraba el tono rosáceo de sus labios. Con el fuego su cabello brillaba con tonos marrones, y sus párpados cerraros se oscurecían por la sombra de sus pestañas. Parecía tan joven y pura en esos instantes, que casi quiso no ser un calavera. Sonrió ante su pensamiento, y deslizó la mirada desde el cuello esbelto, hasta la sombra de sus pechos revelados por la luz de la fogata. Exhaló el aire cerca de su cuello y agradeció el casi de su pensamiento. El casi, que le permitió desanudar el pañuelo verde que había unido a su cadera.
Rió cuando su distracción hizo que la botella se desviara por un segundo y derramase un poco de su contenido por el borde de sus labios. - Discúlpame, será mejor que te limpie .- Le dijo mientras bajaba la botella y la conservaba en su mano derecha. Con la mano que tenía el pañuelo verde, tomó la nuca de la gitana y acercó su boca al hilo de licor que se deslizaba con rapidez por su cuello. Lamió el recorrido que había realizado el líquido desde su cuello, hasta el borde de sus labios, y con la pericia de los amantes, rozó sus labios mientras le quitaba el antifaz- Puedes esconderte bajo tus ropajes de mí, usar tu piel como escudo protector, pero no podrías huir de mi, si mi deseo es encontrarte.- Besó la otra comisura de sus labios y se apartó bruscamente, anudando el segundo pañuelo a su pantalón y dejando la botella de licor en sus manos. - Una prenda, una botella. Ahora soy yo el que tiene sed. ¿Cuál es el precio?.- Sonrió ladino, y esperó la respuesta.
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
"’Lo único que sé… además del hecho de que no sé nada… es que deseo seguir jugando contigo"
Tener los ojos cerrados frente a un hombre tan evidentemente peligroso, había resultado ser una experiencia de lo más placentera. La única vez que había experimentado algo como tal, había sido un par de años atrás, precisamente con otro cambiaformas. En esta ocasión, había un toque de expectación, como si no pudiese predecir lo que haría ahora. Su presencia me erizó el fino vello de la nuca y de los brazos; podía sentir el calor de su cuerpo aunque hubiesen varios centímetros de distancia entre ambos. Al estar tan cerca, su voz sonó como el ronronear de una bestia erótica y poco disciplinada; no entendía del todo por qué esas cortas pero significativas palabras me provocaban semejante ansiedad. ¿Acaso sería una visión sobre lo que podría venir después?
El sabor exquisito del licor me arrancó un gemido de placer, aunque no estaba segura de si él lo habría escuchado considerando el volumen de la sinfonía romaní. Risas, música, coros y el tintineo de las copas y botellas que circulaban de aquí para allá. Había probado aquella mezcla en otra ocasión, pero no sabía como prepararla; era tan seco como el vodka, pero con un sabor más peculiar. No estaba segura de si contenía el extracto de alguna fruta dulce, pero resultaba una bebida casi afrodisiaca. Cuando el pequeño trago había desaparecido de mi boca, noté que él se había acercado todavía más, cosa que me dejó sin aliento. Un solo trago y ya me sentía como una borracha hipersensible al sexo opuesto. Claro que, nadie podía culparme considerando el ambiente en el que me encontraba.
Apenas gruñí por la tormenta de sensaciones que me recorrían el cuerpo, todo por sentir el licor desviando su curso hasta mi cuello, sus labios recuperando tan valioso manjar, y su tacto sobre mi piel encendiendo una pasión fugaz. Estaba tentándome, lo sabía, y no había nada mejor para disfrutar al máximo una velada salvaje como lo era la fiesta de las mil caras. Noté de reojo, mientras escuchaba las palabras del cambiaformas, que algunos hombres preparaban una gran tabla de madera, atada a un árbol firme, que serviría para el espectáculo principal de la noche. Algunos de ellos formaban parte del circo gitano, y gustaban de mostrar sus talentos gratis a su propia gente en medio de tales fiestas. Entre las herramientas para tal espectáculo, sobresalían cintas rojas, cuchillos y dagas realmente afiladas, y decenas de accesorios como plumas, chocolates, pinzas, cuerdas y muchos otros pequeños objetos. Sonreí maléficamente.
― Mi precio es sumamente irracional… pero así es todo por aquí. ― le expliqué, casi acariciando las palabras. Tomé su rostro con ambas manos, mirándolo fijamente y transmitiéndole con mi habilidad más reciente, una enorme carga de adrenalina. No tenía mucha experiencia transmitiendo emociones de aquella manera, pero de un tiempo atrás, me decidí que podría practicar de vez en cuando. Y quería divertirme con él. ―Va a haber un pequeño espectáculo, ¿quisieras participar en él? Te advierto que es peligroso. Pero es probable…― me apegué a él, sosteniendo con firmeza la botella y rozando mi vientre contra lo que escondían ambas pañoletas. ―… que tengas el valor adecuado. Puedes llamarme Roham, por cierto.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
"Así te quería tener. Preciosa, vital, alocada y servil. No importa el precio, cuando juegas con fuego, poco importa quien se quema primero".
Apenas podía entender el porqué, pero su cuerpo se había llenado de una vitalidad impropia en él. El deseo aumentó hasta el punto de acercarse a ella con una sonrisa invencible, propia de los que se saben ganadores del juego desde el principio. El maldito roce de su vientre sobre su miembro y las palabras que lanzaban el reto eran tan inocentes como macabras. Porque en el fondo sabía que era una trampa, su cerebro casi dormido le gritaba peligro, ¿pero no era acaso un inconsciente?. ¿No había recibido muchas veces el adjetivo de temerario?. Quién hubiera dicho que bastaba una sonrisa para que gruñera y se golpeara el pecho con dominación. El momento era suyo, la oportunidad era factible, pues independiente de si ganaba o no, ya había conseguido despertar su deseo. El aroma de su excitación era aún más dulce que el sabor del licor sobre su piel.
Incapaz de hacer caso a su instinto de supervivencia, dejó de lado su ya adormecida consciencia y asintió mientras apoyaba su frente a la suya. Tan lejano el momento en el que bailaba y sonreía inocente a la gitana que se hacía llamar Roham, tan lejano que sólo podía pensar en beber y en alejarse de esa pequeña boca que le sonreía. ¿Sería esa la misma sonrisa que le dio la serpiente a Eva?. Maléfica y cruel, llena de misterios y sabedora de su poder sobre él. Era un mero juguete de esas manos que tomaban su rostro, y a pesar de ello, sólo tuvo que pensar en otra persona para dominarse. Respiró hondo y se rió- Pequeña bruja, no tientes a la suerte, podría comerte sin importar cuántos familiares tengas presente- Le guiñó un ojo mientras la tomaba por la cintura y la levantaba. Dejó que sus pies se unieran a su cintura, y deslizó una de sus manos desde su cintura a la cadera, apretándola con fuerza para acercar su sexo a la creciente erección que se escondía cada vez menos entre los pañuelos.- Toda acción tiene su consecuencia- le dijo mientras comenzaba a caminar con ella en brazos. Sus manos en todo momento sosteniéndola con firmeza, creando un suave balanceo sensual entre sus cuerpos.- Este es tu castigo por provocarme, la próxima vez no seré tan benevolente.- Ronroneó sus palabras con satisfacción mientras se hundía en el pozo oscuro de sus ojos.
Sabía que estaba atrayendo las miradas de todos los gitanos que celebraban a su alrededor. Todos centrados en cómo continuaría la historia. Uno de los hombres que estaba tocando una guitarra, dejó de tocar y se levantó para ir hacia él, sin embargo, una mujer astuta lo cogió del brazo atrayéndolo hacia ella. No supo qué le susurró al hombre, pero cuando terminó, ambos sonreían con ojos brillantes mientras él les dejaba atrás y continuaba su camino. - Abre esa boca, dulce. Dime cuál será tu trampa..- A pesar de estar caminando con lentitud, ya casi había dado la vuelta al numeroso grupo de músicos que seguían tocando y cantando a su alrededor. Los niños jugueteando a su alrededor con gritos y risas, todos señalaban al hombre que cargaba a una sonrojada Roham. Acortó más el espacio que separaba sus caderas, dejando que el roce fuera aún más intenso.Deseaba otro gemido, otro suspiro de la pequeña, y continuaría caminando hasta el centro de París para conseguirlo.- Gime para mi Roham.- Le dijo en un susurro mientras se acercaba a su rostro.- Di mi nombre, Brodrick.
Apenas podía entender el porqué, pero su cuerpo se había llenado de una vitalidad impropia en él. El deseo aumentó hasta el punto de acercarse a ella con una sonrisa invencible, propia de los que se saben ganadores del juego desde el principio. El maldito roce de su vientre sobre su miembro y las palabras que lanzaban el reto eran tan inocentes como macabras. Porque en el fondo sabía que era una trampa, su cerebro casi dormido le gritaba peligro, ¿pero no era acaso un inconsciente?. ¿No había recibido muchas veces el adjetivo de temerario?. Quién hubiera dicho que bastaba una sonrisa para que gruñera y se golpeara el pecho con dominación. El momento era suyo, la oportunidad era factible, pues independiente de si ganaba o no, ya había conseguido despertar su deseo. El aroma de su excitación era aún más dulce que el sabor del licor sobre su piel.
Incapaz de hacer caso a su instinto de supervivencia, dejó de lado su ya adormecida consciencia y asintió mientras apoyaba su frente a la suya. Tan lejano el momento en el que bailaba y sonreía inocente a la gitana que se hacía llamar Roham, tan lejano que sólo podía pensar en beber y en alejarse de esa pequeña boca que le sonreía. ¿Sería esa la misma sonrisa que le dio la serpiente a Eva?. Maléfica y cruel, llena de misterios y sabedora de su poder sobre él. Era un mero juguete de esas manos que tomaban su rostro, y a pesar de ello, sólo tuvo que pensar en otra persona para dominarse. Respiró hondo y se rió- Pequeña bruja, no tientes a la suerte, podría comerte sin importar cuántos familiares tengas presente- Le guiñó un ojo mientras la tomaba por la cintura y la levantaba. Dejó que sus pies se unieran a su cintura, y deslizó una de sus manos desde su cintura a la cadera, apretándola con fuerza para acercar su sexo a la creciente erección que se escondía cada vez menos entre los pañuelos.- Toda acción tiene su consecuencia- le dijo mientras comenzaba a caminar con ella en brazos. Sus manos en todo momento sosteniéndola con firmeza, creando un suave balanceo sensual entre sus cuerpos.- Este es tu castigo por provocarme, la próxima vez no seré tan benevolente.- Ronroneó sus palabras con satisfacción mientras se hundía en el pozo oscuro de sus ojos.
Sabía que estaba atrayendo las miradas de todos los gitanos que celebraban a su alrededor. Todos centrados en cómo continuaría la historia. Uno de los hombres que estaba tocando una guitarra, dejó de tocar y se levantó para ir hacia él, sin embargo, una mujer astuta lo cogió del brazo atrayéndolo hacia ella. No supo qué le susurró al hombre, pero cuando terminó, ambos sonreían con ojos brillantes mientras él les dejaba atrás y continuaba su camino. - Abre esa boca, dulce. Dime cuál será tu trampa..- A pesar de estar caminando con lentitud, ya casi había dado la vuelta al numeroso grupo de músicos que seguían tocando y cantando a su alrededor. Los niños jugueteando a su alrededor con gritos y risas, todos señalaban al hombre que cargaba a una sonrojada Roham. Acortó más el espacio que separaba sus caderas, dejando que el roce fuera aún más intenso.Deseaba otro gemido, otro suspiro de la pequeña, y continuaría caminando hasta el centro de París para conseguirlo.- Gime para mi Roham.- Le dijo en un susurro mientras se acercaba a su rostro.- Di mi nombre, Brodrick.
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
"No planeaba que, al ser un juego, acabaría en una situación tan placenteramente inconveniente. Que hombre tan tramposo"
Mientras miraba sus ojos, cargados de la emoción que le había brindado, me pregunté quien llevaría el marcador más alto. Por las reacciones de su cuerpo, y el deseo que se iba calentando en mi pecho, no importaba demasiado, pero me consideraba demasiado competitiva; anhelaba tenerlo de nuevo a mis rodillas, suplicando, como si no pudiese pensar en otra cosa que en mi. ¿Cuándo me había vuelto tan maléfica? Yo me consideraba una gitana relativamente dulce e inocente, pero mis instintos libertinos exigían más que la seguridad y tranquilidad que por lo general me eran suficientes. Lo deseaba a él, a su libertad y a su creativa y perversa mente. En aquel entonces no me di cuenta de mi sonrisa permanente, del sonrojo que iba aumentando en mis mejillas. Todo era a causa de la actividad física, el deseo y el licor. ¡Que bella combinación!
Mi intención de seguir tomando un punto dominante se vio frustrada cuando sentí que me alzaba con suma facilidad. Me enrollé en torno a su cintura por mero instinto, pero comprendí demasiado tarde el error que había cometido; era una cercanía peligrosa, tanto, que no necesitaba mirar debajo de aquellas prendas para saber lo que se escondía. Podía sentirlo tan cerca y tan fuerte, que me fue imposible no volver a gemir. ¡Maldita sea! Ni siquiera me había retirado prenda alguna, y ya estaba consiguiendo que mi cuerpo actuara de acuerdo a sus deseos. Era un maldito tramposo, sí. No sabía como la rivalidad y la excitación podían ir tan de la mano, pero ahí estaba yo, aferrándome a su cuello con los brazos y mordisqueando su hombro derecho con la intención de vengarme.
― ¡Benevolente un cuerno! ― gruñí en voz baja, atormentada por la posición en la que me tenía. Había sido bastante astuto, pues de aquella manera había poco que yo pudiera hacer para tentarlo sin verme yo misma afectada. Sus manos en mi cintura y mis caderas comenzaban a parecerme insoportables, pero no porque quisiera apartarlas, sino porque la ropa me picaba y el calor comenzaba a hacer estragos en mi sistema nervioso. ― ¿Qué planeas hacer en medio de tanta gente? ¿Me cargarás así toda la noche? Jum… que sepas que… no te servirá de mucho. Yo… ¡Uhm! ― sisee como un felino molesto cuando un nuevo roce me llevó a las puertas del cielo, sin ser lo suficientemente preciso para hacerme entrar. Tomé con fuerza de su cabello, sin estar muy segura de si quería apartarlo o acercarlo más a mi.
Inclusive para los gitanos, aquellas muestras de placer eran motivo de habladurías, aunque en nuestro caso, las habladurías se tomaban más como un cumplido que como un castigo de la sociedad. Algunos jóvenes parecían frustrados por nuestro juego, y tuve que reprimir una sonrisa al pensar que, de verdad, no sabía si estarían celosos de mi o del hombre que me llevaba en brazos. Cuando escuché finalmente su nombre, le mordí el lóbulo de la oreja con una sonrisa.
― Bueno, Brodrick, tramposo… estas jugando con fuego. Aunque, por lo que veo, no eres de los que temen quemarse, ¿cierto? ― continuando con el ritmo de la música, que se tornó más lenta y sensual, moví mis caderas contra su entrepierna. ― ¿Jugarás así hasta resultar calcinado?
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
" Déjame escuchar tus gemidos en la noche. Demuestra todo el fuego que escondes detrás de esa sonrisa infantil. Pero antes, ¿el juego o el placer?"
Con el corazón enloquecido, miró los ojos oscuros de la mujer que le rodeaba la cadera con sus piernas. Dejó que caminar para simplemente cerrar los ojos y abandonarse al placer del roce pagano de su sexo. Sabía que iba a quemarse, pues le estaba dando demasiado poder sobre su excitación. La boca entreabierta de Roham, el aliento caliente de ella derramándose por su rostro, y esos dedos pequeños tirando de su cabello como si quisiera acercarlo a ella hasta llegar a fundirse en un único cuerpo. El ritmo de sus caderas se acompasó a los de ella, facilitándole el roce fuerte y permanente que necesitaba.
Besó el borde de su mandíbula, metiendo una de sus grandes manos dentro de las numerosas capas de colores que constituían su falda. Rió en su cuello femenino cuando ella se apretó contra él con fuerza. Sus piernas le obligaban a moverse con mayor velocidad, y él estaba cada vez más deseoso de darle lo que deseaba. Sus dedos rozaron el borde redondeado de su trasero, apretando con fuerza una de sus nalgas y acercándola más a su erección. - Dime que no deseas quemarte y me detendré pequeña.- Susurró en la curva de su cuello mientras su otra mano tomaba su corto pelo oscuro y tiraba de él para que arqueara su espalda. Sus pequeños senos se alzaron en un banquete suculento para su mirada ardiente. Mordió su cuello con suavidad, y lamió el borde de la fina camisa que tapaba sus senos.
El sabor salado de su sudor le golpeó con fuerza, haciendo que se moviera con cierta brusquedad. Gimió como el inconsciente que era, y siguió el camino de las gotas de sudor que se deslizaban por el borde misterioso que separaba sus pechos. Adoraba la piel pálida que separaba el valle de esas pequeñas bellezas. Sonrió contra su piel cuando sopló sobre la piel húmeda y obtuvo un tirón de pelo y un gemido. Estaba tan cerca que podía sentir su humedad comenzando a torturar el eje de su pasión.- ¿Cuán cerca del borde puedes caminar?- Le dijo mientras soltaba su pelo y acariciaba su mejilla con la punta de sus dedos.- ¿Cuánto vas a extender esto?. - Sus ojos ardían con la pasión que quemaba su cuerpo.- Puedo darte placer, dejar que toques el cielo todas las veces que quieras, pero antes.....- Cogió sus manos y las separó de su cabeza. Necesitaba centrarse, o terminaría acostándola en el suelo y enterrándose dentro de ella, junto a la hoguera. - Será mejor que decidas si quieres el placer primero, o el juego. - Le besó el borde de su boca de fresa y se separó de ella con una sonrisa pícara. Miró cómo los pañuelos estaban húmedos con el rocío de su placer y sonrió con maldad. La había dejado al borde del abismo.
Con el corazón enloquecido, miró los ojos oscuros de la mujer que le rodeaba la cadera con sus piernas. Dejó que caminar para simplemente cerrar los ojos y abandonarse al placer del roce pagano de su sexo. Sabía que iba a quemarse, pues le estaba dando demasiado poder sobre su excitación. La boca entreabierta de Roham, el aliento caliente de ella derramándose por su rostro, y esos dedos pequeños tirando de su cabello como si quisiera acercarlo a ella hasta llegar a fundirse en un único cuerpo. El ritmo de sus caderas se acompasó a los de ella, facilitándole el roce fuerte y permanente que necesitaba.
Besó el borde de su mandíbula, metiendo una de sus grandes manos dentro de las numerosas capas de colores que constituían su falda. Rió en su cuello femenino cuando ella se apretó contra él con fuerza. Sus piernas le obligaban a moverse con mayor velocidad, y él estaba cada vez más deseoso de darle lo que deseaba. Sus dedos rozaron el borde redondeado de su trasero, apretando con fuerza una de sus nalgas y acercándola más a su erección. - Dime que no deseas quemarte y me detendré pequeña.- Susurró en la curva de su cuello mientras su otra mano tomaba su corto pelo oscuro y tiraba de él para que arqueara su espalda. Sus pequeños senos se alzaron en un banquete suculento para su mirada ardiente. Mordió su cuello con suavidad, y lamió el borde de la fina camisa que tapaba sus senos.
El sabor salado de su sudor le golpeó con fuerza, haciendo que se moviera con cierta brusquedad. Gimió como el inconsciente que era, y siguió el camino de las gotas de sudor que se deslizaban por el borde misterioso que separaba sus pechos. Adoraba la piel pálida que separaba el valle de esas pequeñas bellezas. Sonrió contra su piel cuando sopló sobre la piel húmeda y obtuvo un tirón de pelo y un gemido. Estaba tan cerca que podía sentir su humedad comenzando a torturar el eje de su pasión.- ¿Cuán cerca del borde puedes caminar?- Le dijo mientras soltaba su pelo y acariciaba su mejilla con la punta de sus dedos.- ¿Cuánto vas a extender esto?. - Sus ojos ardían con la pasión que quemaba su cuerpo.- Puedo darte placer, dejar que toques el cielo todas las veces que quieras, pero antes.....- Cogió sus manos y las separó de su cabeza. Necesitaba centrarse, o terminaría acostándola en el suelo y enterrándose dentro de ella, junto a la hoguera. - Será mejor que decidas si quieres el placer primero, o el juego. - Le besó el borde de su boca de fresa y se separó de ella con una sonrisa pícara. Miró cómo los pañuelos estaban húmedos con el rocío de su placer y sonrió con maldad. La había dejado al borde del abismo.
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
"Perdí. Me humillaste en mi propio juego pero nunca había disfrutado tanto perder. Amigo mío, si me invitas un trago más, tal vez te deje ver a la gitana perversa que escondo bajo esta sonrisa infantil."
¡No, demonios! No podía suceder de verdad, no estaba preparada. La fiesta en la hoguera me había resultado tan efímera y familiar que había dado por sentado que un juego como aquel acabaría entre risas y charlas largas e inocentes. Y sin embargo, todo estaba saliendo de manera muy distinta. Los músculos a los que me aferraba, su abdomen, su cintura, sus caderas estrechas; la espalda a la que me aferraba, sus hombros, su aliento… todo aquello me estaba pasando una factura muy, muy exigente. Había indagado en los placeres del cuerpo de manera superficial en el pasado, y tan solo un hombre me había hecho alcanzar el cielo. Aun así, eso no se asemejaba a esto. Quizás fuera que, estar tan cerca de mi gente, de mi música y de mis colores y juegos, estuviese más expuesta. Fuese lo que fuese, no dejaba de estremecerme y reprimir gemidos que finalmente escapaban por mi garganta.
Mientras sentía que sus pies se detenían, y sus caderas compensaban tal movimiento, creí que acabaría por caer al suelo. Afortunadamente, él me tenía bien sujeta, quizás en lugares poco apropiados para decir que estaba rescatando a una doncella, pero bien sabía yo que ni él era un caballero, ni yo era una doncella indefensa. En peligro, sí. Pero no indefensa. Sabía perfectamente en los líos donde podía estarme metiendo, y con malicia, pensé lo bien que sería que él se metiera en líos conmigo. Así sería todo mejor. Mordía mi labio inferior cuando sentí sus labios sobre mi piel, su aliento caliente y su piel masculina. ¿Soñaba? ¿Fantaseaba despierta? Podía estar muriendo, y me daba igual. Solo había algo que deseaba más que ver el futuro en aquel instante, y estaba torturándome bajo las faldas.
― Traidor… jugador empedernido… delicioso… ― las palabras que escuchaba, sorpresivamente, eran las que salían de mi propia boca en respuesta a sus insolentes desafíos. No deseaba gemir como una niña inexperta, pero estaba costándome la vida no rogar por sus caricias. ‘Asaltemos la carpa del patriarca de esta caravana’ ―deseaba suplicarle― ‘Hazme todo lo que te venga a la cabeza. Quizás entonces puedas aliviar el calor que tengo entre las piernas’. El contacto de sus labios con el escote que llevaba me erizó el vello oscuro de la nuca. No podía más, estaba al borde de algo inmenso que mi cuerpo sencillamente no podía controlar.
― Incluso nosotros, que poseemos un espíritu libre y juguetón, podemos tener decencia. ― le advertí a Brodrick, no como una negativa a su propuesta, sino como un recordatorio de que no estábamos solos. Miré alrededor y descubrí un pequeño sendero que, aunque oscuro, conducía a un bello lugar que yo conocía bien. No podíamos estar muy lejos de aquel diminuto manantial, que había sido maniobrado con manos obreras para adquirir la forma de un jardín pequeño y publico. Seguía siendo demasiado expuesto, pero lo prefería, a ser el centro de atención para una docena de jóvenes lujuriosos. Para mi buena fortuna ―o mala, como se viera―, me dejó en el suelo un momento. Mis ojos brillaron con emoción al descubrir la condición de los pañuelos, verde y rojo, en medio de nuestro juego maléfico. Le lancé un beso al aire y, siguiendo el juego, le indiqué que me siguiera junto antes de salir corriendo. Mis piernas temblaban por el placer que había experimentado hacía un par de minutos, y de lo cerca que había estado de probar el cielo sin haberme quitado una sola prenda de encima, más que aquellas pañoletas. Al haber llegado al manantial, que no era más que una fuentecilla cristalina, me mojé solo un poco la cara y el cabello con su agua; luego, esperé temblorosa sobre una cama suave de musgo fresco.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
" ¿Lo escuchas?. Es el llamado de la selva. El sonido de mi alma quemándose en el fuego de tus ojos".
Los ojos oscuros de Brodrick persiguieron la pequeña figura. Necesitaba varios minutos para calmarse, o la atraparía antes de que llegara al lugar que deseaba ir. Estaba paralizado. Los latidos de su corazón golpeando el pecho con fuerza, en rugido caliente de su sangre corriendo por sus venas, gritando por su nombre- Roham...-murmuró. Su voz, una invocación pagana; su cuerpo, el estadio de una batalla que comenzaba a forjarse.
Inspiró con fuerza el aire viciado de aromas, sacudió su cabeza intentando salir del estado soporífero al que se había condenado. Pero todo fue en vano, aún podía captar su aroma. Si moviese su mano, podría llegar a palpar la adorable humedad que cubría los paños de su cadera. ¡No lo hagas, maldita sea, aleja la mano! . Pero hizo caso omiso a su conciencia. La arrojó a las llamas que estaban junto a él, en la hoguera, y desató los pañuelos para inhalar la fragancia pecaminosa. El canto de sirenas, por un instante, lo golpeó con fuerza, haciendo que se olvidara de todos los hombres y mujeres que lo rodeaban. Abrió sus ojos, calientes brasas ambarinas de deseo, y sonrió peligrosamente al amino de tierra por el que había desaparecido la gitana. Si había alguna oportunidad de que escapase a su destino, se había escapado desde el momento en que su lengua lo desafió. Al final de la noche, sería suya.
Sonrió a una mujer de avanzada edad cuando pasó a su lado. Le dedicó una reverencia, y le pidió el caldero que tenía entre sus manos. Como intercambio, le dejó la botella del licor que había abandonado Roham. Dándose la vuelta, dejó atrás a todos aquellos que bailaban, comía, cantaban o tocaban. No miró atrás, y quizás, si lo hubiera hecho, hubiera podido divisar la sonrisa conocedora de la mujer. Quién alzó la botella hacia la espalda ancha de Brodrick, y bebió un trago a su salud. Quién fuera, no tenía reverencia en ése momento. Sólo su gesto, muestra de los mejores deseos para el cazador. Aquél, que iba a adentrarse en el mejor secreto de la naturaleza, la vida misma.
Brodrick persiguió el aroma de Roham como un loco. El hambre que sentía por su cuerpo, sólo era equiparable a la sed. La increíble sequedad de su garganta, ansiosa del líquido que sólo podía darle los besos de Roham. Las pequeñas y gruesas vayas de sus labios rojos, le hacían desear morder el fruto prohibido que era. Adentrarse en el terreno mágico que sólo aparecía ante el hombre una vez en la vida, quizás en una noche de luna menguante como esta, en la que los amantes sienten el verdadero fuego de la pasión.
Estaba acostada, su cuerpo dorado por el sol, iluminado bajo la luna. El corazón desbocado de la pequeña llegaba a él, como una muestra de humildad. Cuan alto precio pagaría por poseerla. Por tumbarse sobre ella, desnudarla, y marcar su piel, con el rastro candente de sus manos. -Cierra los ojos pequeña- Le dijo aún en la distancia. Quería que su mente pensase miles de posibilidades obscenas. Que su piel, cuando llegase a tocarla, quemase de la necesidad que él ya sentía. Que su boca se abriese, soltando un gemido ansioso. Así era él, un ávido depredador. Y ella, su presa, la víctima ofrecida en un altar natural de musgo, con las piernas entreabiertas y el pelo corto revuelto y lleno de pequeñas hojas.
Se acercó con lentitud, se arrodilló, en el pequeño espacio abierto entre sus piernas. Sus manos tomaron uno de sus pies y la descalzó con lentitud. Besando el empeine de su pie con la boca entre abierta. Pasando la lengua por el hueso de su fino tobillo. - Llámame cruel, Roham. Pero voy a marcarte. - Susurró sobre su pie. Elevó la cabeza, mientras tomaba el otro pie y repetía la misma acción. Quitar su zapato, besar su pie, y lamer su tobillo. Todo para despertar el hambre en ella. Para que se acostumbrara a su toque suave y firme.- -Dominaré tu cuerpo, hasta que no sepas qué parte de él es tuyo, y cuál es mío.- Deslizó sus manos por encima de su vestido. Acariciando sus muslos con arrogancia y pasión. Palpó sus senos y gimió al sentir la dureza de sus pezones. Se estaba condenando, e iba pagar un alto precio por llevarla más allá del límite de lo racional. Pero al final, valdría la pena.
Se inclinó sobre ella, y acercó su boca a la suya. Sus enormes manos a cada lado de su cabeza.- Recordarás esta noche, al igual que yo. Y al final, no podrás evitar compararla con las demás que vivas. - Acarició con sus labios el cuello de la joven y sonrió cuando le susurró al oído.- ¿Estás preparada para ello, Roham?.- La voz ronca de Brodrick se elevó en la noche. La música se escuchaba a lo lejos, así como el redoble de un tambor. A lo lejos, un lobo aullaba a la luna llena, y en el corazón del cambiaformas, rugía un león. Sabiendo, que su pequeña estaba a punto de caer en las manos de un calavera.
Los ojos oscuros de Brodrick persiguieron la pequeña figura. Necesitaba varios minutos para calmarse, o la atraparía antes de que llegara al lugar que deseaba ir. Estaba paralizado. Los latidos de su corazón golpeando el pecho con fuerza, en rugido caliente de su sangre corriendo por sus venas, gritando por su nombre- Roham...-murmuró. Su voz, una invocación pagana; su cuerpo, el estadio de una batalla que comenzaba a forjarse.
Inspiró con fuerza el aire viciado de aromas, sacudió su cabeza intentando salir del estado soporífero al que se había condenado. Pero todo fue en vano, aún podía captar su aroma. Si moviese su mano, podría llegar a palpar la adorable humedad que cubría los paños de su cadera. ¡No lo hagas, maldita sea, aleja la mano! . Pero hizo caso omiso a su conciencia. La arrojó a las llamas que estaban junto a él, en la hoguera, y desató los pañuelos para inhalar la fragancia pecaminosa. El canto de sirenas, por un instante, lo golpeó con fuerza, haciendo que se olvidara de todos los hombres y mujeres que lo rodeaban. Abrió sus ojos, calientes brasas ambarinas de deseo, y sonrió peligrosamente al amino de tierra por el que había desaparecido la gitana. Si había alguna oportunidad de que escapase a su destino, se había escapado desde el momento en que su lengua lo desafió. Al final de la noche, sería suya.
Sonrió a una mujer de avanzada edad cuando pasó a su lado. Le dedicó una reverencia, y le pidió el caldero que tenía entre sus manos. Como intercambio, le dejó la botella del licor que había abandonado Roham. Dándose la vuelta, dejó atrás a todos aquellos que bailaban, comía, cantaban o tocaban. No miró atrás, y quizás, si lo hubiera hecho, hubiera podido divisar la sonrisa conocedora de la mujer. Quién alzó la botella hacia la espalda ancha de Brodrick, y bebió un trago a su salud. Quién fuera, no tenía reverencia en ése momento. Sólo su gesto, muestra de los mejores deseos para el cazador. Aquél, que iba a adentrarse en el mejor secreto de la naturaleza, la vida misma.
Brodrick persiguió el aroma de Roham como un loco. El hambre que sentía por su cuerpo, sólo era equiparable a la sed. La increíble sequedad de su garganta, ansiosa del líquido que sólo podía darle los besos de Roham. Las pequeñas y gruesas vayas de sus labios rojos, le hacían desear morder el fruto prohibido que era. Adentrarse en el terreno mágico que sólo aparecía ante el hombre una vez en la vida, quizás en una noche de luna menguante como esta, en la que los amantes sienten el verdadero fuego de la pasión.
Estaba acostada, su cuerpo dorado por el sol, iluminado bajo la luna. El corazón desbocado de la pequeña llegaba a él, como una muestra de humildad. Cuan alto precio pagaría por poseerla. Por tumbarse sobre ella, desnudarla, y marcar su piel, con el rastro candente de sus manos. -Cierra los ojos pequeña- Le dijo aún en la distancia. Quería que su mente pensase miles de posibilidades obscenas. Que su piel, cuando llegase a tocarla, quemase de la necesidad que él ya sentía. Que su boca se abriese, soltando un gemido ansioso. Así era él, un ávido depredador. Y ella, su presa, la víctima ofrecida en un altar natural de musgo, con las piernas entreabiertas y el pelo corto revuelto y lleno de pequeñas hojas.
Se acercó con lentitud, se arrodilló, en el pequeño espacio abierto entre sus piernas. Sus manos tomaron uno de sus pies y la descalzó con lentitud. Besando el empeine de su pie con la boca entre abierta. Pasando la lengua por el hueso de su fino tobillo. - Llámame cruel, Roham. Pero voy a marcarte. - Susurró sobre su pie. Elevó la cabeza, mientras tomaba el otro pie y repetía la misma acción. Quitar su zapato, besar su pie, y lamer su tobillo. Todo para despertar el hambre en ella. Para que se acostumbrara a su toque suave y firme.- -Dominaré tu cuerpo, hasta que no sepas qué parte de él es tuyo, y cuál es mío.- Deslizó sus manos por encima de su vestido. Acariciando sus muslos con arrogancia y pasión. Palpó sus senos y gimió al sentir la dureza de sus pezones. Se estaba condenando, e iba pagar un alto precio por llevarla más allá del límite de lo racional. Pero al final, valdría la pena.
Se inclinó sobre ella, y acercó su boca a la suya. Sus enormes manos a cada lado de su cabeza.- Recordarás esta noche, al igual que yo. Y al final, no podrás evitar compararla con las demás que vivas. - Acarició con sus labios el cuello de la joven y sonrió cuando le susurró al oído.- ¿Estás preparada para ello, Roham?.- La voz ronca de Brodrick se elevó en la noche. La música se escuchaba a lo lejos, así como el redoble de un tambor. A lo lejos, un lobo aullaba a la luna llena, y en el corazón del cambiaformas, rugía un león. Sabiendo, que su pequeña estaba a punto de caer en las manos de un calavera.
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
Comprendí... que si estoy aquí, es porque yo así lo decidí. Conocer y reconocer, que nada es perfecto, y el defecto es bello también.
Los gritos de euforia y la música tradicional se escuchaba aun en las profundidades de aquel jardín semi-natural, pero yo no podía escuchar nada con demasiado detenimiento que no fuera mi propio corazón. Era un latido tras otro, expectante, al borde del abismo; sonaba como uno de los tambores que retumbaban al fondo de tan alegre melodía, desenfrenado y ruidoso. Respiré profundamente, mirando al cielo nocturno, lleno de pequeños puntos de luz que centellaban con intensidad. ¿Cómo sería alcanzar una estrella? En momentos racionales, sabría que un deseo así era ridículo e infantil, pero con la sangre en la cabeza y las emociones al límite, me sentía capaz de subir y bajar cien veces al cielo. El manantial relucía como un riachuelo de diamantes, pero además de eso, el jardín estaba en penumbras, por lo que, al ver la sombra de Brodrick acercarse, su altura me intimidó.
Era la imagen perfecta de un depredador buscando su presa, que se había quedado atrapada en una trampa de tentación. Eliminó mi campo de visión al ordenarme cerrar mis ojos, y por supuesto, obedecí sin replicar. Temblaba, respiraba aceleradamente. Sin embargo, había una diferencia importante entre la presa común de un león, y yo.
Yo le deseaba. Lo había deseado desde el inicio del juego, pero no me había sentido tan desesperadamente ansiosa por sentir sus manos sobre mi cuerpo, y su aliento sobre mis labios. Quería saber como se sentiría tener todo su peso sobre mí, y que tan buen jugador podría ser en las grandes ligas. Llegó a mí, tal como deseaba, y su presencia me arrancó un gemido de antelación. ¿Sería demasiado susceptible? Quizás, pero estaba casi muerta del deseo y no podía contener las reacciones que por si solas escapaban de mí. Cuando lo sentí a pocos centímetros, y recordé las facciones un tanto duras, pero terriblemente atractivas, de su rostro, sentí ganas de besarle. Extasiada, me incliné hacia adelante, tanteando con los dedos, pero no encontré nada. Desconcertada, creí que había sido engañada, hasta que un suave beso fue plantado en el empeine de mi pie. El contacto de piel contra piel hizo que un fuerte estremecimiento me recorriera el cuerpo, y a sus palabras, solo pude responder:
― Cruel... ― respiré profundamente, haciendo un gran esfuerzo por calmar mis ansiar, por no mostrar el desenfrenado deseo que tenía. Creí que me derretiría, que cada uno de mis huesos clamaría por él en un segundo. ¡Oh, cuanto quería tenerlo en ese mismo momento! Sus manos me tocaban sin piedad, pero también sin la perversión que necesitaba, que me urgía. Era tan... malvado. ― Brodrick, querido... por favor...― el sonido de mi atormentada voz apenas parecía tener cordura. Suplicar no había sido parte de mi plan, pero tal como estaban las cosas, no podría evitarlo. Cuando lo sentí sobre mi cuerpo por fin, cuando sus manos rodearon mi sensible busto, gemí y me retorcí. Que sentencia de muerte tan exquisita y placentera, que sensación tan espeluznante y a la vez adictiva. Buscaría su rostro en la oscuridad, acariciandolo con la punta de mis dedos y apegandome a su cuerpo.
Su voz, ronca y seductora, resultaba irresistible. En mi boca temblaban las palabras traviesas y rebeldes "¿Seguro que lo recordaré?", pero comprendí, con resignación, que él tenía razón. Me había atrapado en mi propio juego y ahora había caído en la boca del lobo. O en este caso, del león. Estaba a su merced, y no había nada en ese momento que pudiese excitarme más.
― Brodrick... ― le susurré al oído, presa del deseo. Besé su mejilla, acaricié la base de su nuca, su corto cabello, su fuerte cuello. No podía detenerme, ni era mi intención hacerlo. Mis manos poseían su propia necesidad de conocer la piel de sus hombros, de arrancarle uno a uno los botones de su camisa, de tocarle donde el calor emanaba. Aunque sabía que no me comprendería, lancé un reguero de palabras de pasión en romaní. Resultaban ser palabras inentendibles para quien solo supiera francés, pero en mi boca, eran un cántico de deseo y lujuria.
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
Con el ruido amortiguado de la música que llegaba al jardín en el que se encontraban, se decidió a acabar con la cruel decisión de evitar los labios de Roham. Calló el cántico pagano que emergía de su boca con sus labios. Lamió sus labios para que abriera la boca y le permitiera explorar su interior. Quería que se quemara en el fuego de la pasión. Le había prometido tocar el cielo, y eso haría.
Ronroneó con sensualidad, tomando sus manos y apretándolas contra su pecho musculoso. La obligó a deslizar las manos por su cuerpo, que se acostumbrase a la tensión peligrosa de su cuerpo a punto de estallar. - Sigue murmurando para mí, Roham. Canta tu excitación- Le susurró en el oído. ¿Era el cazador, o la presa?. Ya no lo sabía, sólo podía escuchar los gemidos que salían de los labios rojos, el sonido de los lobos buscando a su pareja, y el continuo martillar de su corazón.
Le besó los dedos de las manos a Roham,cerrando los ojos para disfrutar del momento. Los mordió y los lamió, mientras se deshacía de su camisa. Con un pensamiento fugaz, y pecaminoso, se acordó del pequeño caldero que había traído con sigo, y volviendo a sonreír como un niño travieso, se levantó y la miró. El brillo sensual de sus ojos oscuros lo hechizaban, hacía que quisiera volver a tumbarse sobre ella y arrancarle la ropa. Con los labios hinchados de sus besos, estaba aún más hermosa, y la falda, arrugada en sus muslos, revelaba más de lo que podía ocultar. - Estás arrebatadora cuando te excitas Roham, pero aún deseo verte más hermosa.- Le tendió una mano para que se levantara, y con la impaciencia innata en él, la empujó a sus brazos, evitando que su cuerpo olvidara la excitación constante que le prodigaba. Le mordió el cuello mientras metía los dedos por el borde de su camisa, recorrió el estómago liso y decorado con un lunar en el lado izquierdo. Sometió a su garganta, a una lucha de besos húmedos, recorriendo con su lengua, la curva elegante de su cuello. - Levanta los brazos para mí.- Quería desnudarla de forma sensual. Descubrir el cuerpo que iba tomar, y tratarlo como el regalo que era. Una entrega a la vida, y al placer.
Se separó un paso para contemplar sus pecho desnudo. Bajo la luz de la luna, y el brillo amarillento de la hoguera lejana, las cimas de sus senos lo excitaban. Los miraba como un religioso admiraría a Jesucristo. Lástima que él fuera ateo y hubiera cometido todos los pecados capitales, sino, podría orar un agradecimiento al Dios cristiano.- Scheiße...- El insulto salió de sus labios sin que pudiera evitarlo. Se había colocado en desventaja, ahora sólo podía imaginar cuan suaves podían ser. ¿Qué se sentiría teniéndolos entre sus manos?, ¿a qué sabrían?. Gruñó como un león enjaulado, y se acercó de nuevo a ella. La tomó de la cintura con la mano derecha, y con la izquierda recorrió su cadera con un movimiento rápido y leve. Gimió cuando su boca la besó con ardor, barriendo su boca con la lengua, exigiendo una respuesta apasionada de ella.
La besó una y otra vez, apretando su excitación contra su vientre, sintiendo sus senos sobre su pecho desnudo, y cuando no pudo más, la levantó en el aire. Apretó sus muslos, colocándolos sobre el hueso de su cadera. Se movió contra ella, y con un gruñido salvaje, volvió a tomar su boca semi abierta. Estaba perdido, había comenzado a fundirse bajo las caricias exigentes de sus manos, y sólo podía pensar en continuar entre ellas, seguir hasta darle tanto placer que sólo pudiera gritar.
La bajó en el suelo para poder arrancarle la falda del cuerpo. Lanzó la prenda al aire y le dedicó una sonrisa hambrienta. - Y así, la mujer tuvo al muchacho en sus manos.- Rió mientras admiraba su desnudez. El corazón le golpeaba el pecho con tanta fuerza, que podía asegurar que su sonido se expandía en el bosque, siendo más audible que el martilleo del tambor. Besó las manos de Roham y las colocó sobre su pecho. - Desnúdame, disfruta de mí, como yo de ti. - La voz salió con dureza de su garganta. Era una orden clara. La instaba a disfrutar del placer previo al carnal. Pero antes de que hiciera lo que lee había ordenado, la acercó a él y la besó como sólo él había aprendido a hacer. Un beso que destilaba pasión y castigo. - Aún tengo una pequeña sorpresa.- Le susurró. Señaló con su cabeza al pequeño caldero que había dejado en el suelo. Dentro había algo dulce, fundido y caliente. Chocolate.
- Spoiler:
- *Scheiße = Mierda
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
"Un segundo más, piramnyi... bésame un segundo más."
Para mi sorpresa, una ola de tranquilidad, relajación y calma me embriagó, no por encima de la pasión, por supuesto. Era como si mi cuerpo se hubiese adaptado a las caricias que Brodrick me proporcionaba, con la intención de perdurar, de aceptarlas y disfrutarlas sin pensar demasiado en el final de aquella noche. Ya no buscaba el clímax, sino al aliento de ese hombre. Tenía sed y hambre de él, de explorarlo con calma y morderlo suavemente; para mi sufrimiento, y también para mi intenso placer, él tomó la iniciativa en ese tema. Lo miré con ojos entrecerrados, deteniendo las suplicas y remplazandolas por suaves jadeos. Su cuerpo fornido parecía de fuego al tacto, su pecho era duro y sus latidos también; como si se estuviese reprimiendo, me obsequiaba las caricias y los besos con tremenda ternura, que gemir ya no era suficiente. Lo buscaba con los labios desesperadamente, hasta que, con una orden, me obligó a levantar los brazos. Oh, en que mujer tan obediente me había convertido esa noche mágica, porque no dudé en hacerlo, y disfrutar cada diminuto roce de sus dedos cuando me sacó la delicada prenda de ropa.
Sentí que las mejillas se me encendían como dos faros, y temí que aun en la oscuridad pudiera notarlo. Sí, estaba loca por él, podría devorarlo y hacerle las cosas más perversas... aun así, me sentía tímida. No en muchas ocasiones había quedado tan expuesta, con mi busto generoso al aire, y sus ojos tan fijos en ellos. "Deja de mirarme", deseaba decirle, apartarme y darme la vuelta. En cambio, me quedé bien quietecita, a merced de su juiciosa mirada. ¿Buscaría algo en especial? ¿Una marca o una deformidad? No estaba segura, pero tenía una sensación extraña en el estomago y la entrepierna, como si un millar de mariposas hubiese decidido volar ruidosamente dentro. Lo escuché exclamar algo en un idioma que desconocía, claramente una palabrota. Casi se me escapó una sonrisa burlona, decidida a no pasar tanta vergüenza cuando él mismo se notaba tan... adorable. Sin embargo, no hubo tiempo de nada. Me tomó de la cintura, acercándome a él, y besando con ardor mis labios. Se me ahogó un gemido dentro de su boca, y me apreté contra su cuerpo instintivamente y le devolví el beso. Que delicia, que delirio. Buscaba la posición correcta, y yo jalaba de su cabello bien cortado con urgencia. El roce de nuestros cuerpos me excitó tanto que ignoré el rubor, y le solté otro reguero de palabras, y si bien él no lo sabía, serían mucho menos decentes que las anteriores.
Cuando se separó, me sentí a la deriva. Vulnerable y deseosa, con los labios calientes y una sensación de vacío en mis manos. Le necesitaba cerca, y verlo tomarse su tiempo solo me hizo fruncir el ceño, como una minina impaciente. El maldito Brodrick me arrancó un grito ahogado cuando, además de mi blusa, se deshizo de mi falda, teniendo así una sencilla y casi transparente prenda interior sobre las piernas, más parecida a los pantalones árabes que solían usar las bailarinas. Estaba casi desnuda, en medio de un jardín donde cualquiera podría verme. Los colores volvieron a subir a mis mejillas, incluso con violencia. Para mi sorpresa, las palabras de Brodrick alcanzaron a robarme una carcajada, fresca como la noche, y lo miré con innovador deseo. Miré con detallado escrutinio su cuerpo, las prendas que faltaban por retirar, imaginando lo que habría abajo.
― No me molestaría en absoluto, piramnyi... tu eres...
Interrumpida por un nuevo beso, descubrí lo fácil que le resultaba a aquel hombre ponerme en jaque. Tan solo un contacto con sus labios me volvía en una joven mansa, cual felina consentida, y me incitaba a cogerle por el cabello y aferrarme a sus hombros. Escuché el resto de sus juguetonas palabras, y miré de reojo el caldero que contenía, al parecer, un brebaje peligroso. Oscuro, líquido espeso, e increíblemente apetitoso. Mis ojos se fijaron en los de mi precioso cambiaformas, entre asombrados e incrédulos. ¿Qué planeaba hacer con aquello? No podía pensar en nada acorde a nuestras acciones con chocolate caliente. Sin embargo, en vista de que mi instinto no me había mentido jamás, me dejé llevar y besé su frente, de pie sobre mis puntas tan alto como podía. Besé lenta y dulcemente cada parte de su rostro, mientras mis manos se encargaban de sus molestos pantalones. Lo hice con premeditada lentitud, con pequeños y "torpes" descuidos, que me hacían rozar esa parte que parecía morir por un poco de contacto humano.
― ¿Cómo planeas usarlo? ― le susurré como quien no quiere la cosa, como si no estuviese desnudandolo y recorriendo su cuerpo en el proceso. Ahora yo tenía la ventaja de la desnudez casi absoluta, y con ella, podía despistarlo. No por nada era una gitana. Sonreí con dulzura, como lo haría cualquier mujer que acaba de reencontrar a su viejo amigo. Y mis manos, casi demoníacas, siguieron su curso hacia abajo, deslizando la tela de los pantalones, y dejando que mi vientre rozara con mayor libertad ese torturado miembro masculino. Entonces me vino una idea, y descubrí que mis palabras podían albergar un doble sentido. Con una sonrisa traviesa, lo incité a mirarme a los ojos. ― Hablo del chocolate, claro...
- Spoiler:
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
" Llega el momento más perverso de la noche. Aquel en el que te dejas llevar por la pasión, y descubres un juego más profundo del que pensaste jugar".
La pasión que había en esos oscuros ojos, era un dulce afrodisíaco para él. Nada quedaba ya, de la dulce joven con la que había bailado. Todo eran sonrisas traviesas, miradas profundas, y suspiros robados entre besos húmedos. ¿Cómo había conseguido una compañera de juegos tan atrevida, tan dispuesta a hacerle rogar?. Sería la magia del momento, o quizás la que llevaba ella en su interior, pero cada vez estaba más perdido en su aroma, en la esencia única de aquella mujer. La deseaba, y ella a él. No podían negarse eso, él tenía una muestra más que evidente de cuánto la quería. - Se te dan muy bien los juegos, Sweet Witch.- Dejó que acariciara el tormento que tenía entre sus piernas, adoraba la forma en que su cuerpo se deslizaba sobre su miembro y le sonreía al saber que lo tenía en sus manos. Lo hacía realmente bien, con esa mirada fingida de inocencia, como si no supiera el dolor que le estaba provocando. Se rió con carcajadas profundas, ruidos roncos que resonaron en el silencioso jardín.
- Déjame probarte, Roham- le susurró en el oído mientras la alzaba de nuevo. La cogió entre sus brazos y la besó con suavidad. Casi a tientas, dejó que su lengua jugara con la suya, que ella llevara la iniciativa en el beso, todo con el fin de que se olvidara del chocolate, y de lo que venía a continuación. Caminó con los ojos abiertos, continuando el beso, e intentando guardar el equilibrio para no caerse y arrastrar a Roham con él. No le resultaría divertido a la joven terminar aplastada bajo su peso. Al menos no en este momento, pensó con diversión.
Se arrodilló en el suelo, y la acostó en la hierva fresca. Se separó un poco para mirarla a los ojos. Había una pequeña sombra de vergüenza en sus ojos, algo efímero que se ocultaba tras la pasión que sentía. Era un sentimiento común, que todos llevamos dentro. Es difícil entregarse a un desconocido, más si sabes que no tienes ropa bajo la que ocultarte, ni sabes qué vendrá a continuación. Había llegado el momento de cruzar la penúltima barrera, la que podía quebrar el momento de intimidad, y hacer que huyera de él, o que se quedara entre sus brazos. Era el instante en que un hombre sabía si era buen o no amante. Pues llevar a una mujer hasta un orgasmo era sencillo, lo difícil era hacer que se entregara completamente en el proceso, que su alma cantase junto a la tuya, que su piel recordase tu tacto noches después al momento. Era el pacto silencioso que pocos conocían, el pacto de la confianza mutua. - Eres demasiado hermosa, Roham. Demasiado dulce en la entrega.- Sus palabras eran sinceras. No necesitaba mentirle. Era un actor consumado, podía hacer creer a los demás que era inocente, aún con la sangre de sus víctimas manchando sus manos. Pero en estos momentos, jamás mentía. Daba siempre lo que necesitaban, ni más ni menos.
Alargó su mano hacia el caldero y metió uno de sus dedos en el líquido templado de su contenido. Con suavidad, untó la sabrosa y dulce mezcla en el labio inferior de Roham. Con una sonrisa, bajó su rostro hasta el de ella, y lamió el contenido. Con caricias suaves y lentas, acarició sus pechos mientras limpiaba el labio de Roham. Dejó pequeños besos en el labio grueso, y la besó con amabilidad. Repitió la misma acción por sus hombros, el cuello, el valle superior a sus senos... Adoró con su lengua, la suave piel de sus pechos, mordió con suavidad sus pezones y se rió cuando ella tembló debajo de él. - Podría estar así toda la noche Roham. ¿Quieres que siga probándote?- Le preguntó cuando llegó a su ombligo, sabiendo que de ella dependía el continuar o no.
La pasión que había en esos oscuros ojos, era un dulce afrodisíaco para él. Nada quedaba ya, de la dulce joven con la que había bailado. Todo eran sonrisas traviesas, miradas profundas, y suspiros robados entre besos húmedos. ¿Cómo había conseguido una compañera de juegos tan atrevida, tan dispuesta a hacerle rogar?. Sería la magia del momento, o quizás la que llevaba ella en su interior, pero cada vez estaba más perdido en su aroma, en la esencia única de aquella mujer. La deseaba, y ella a él. No podían negarse eso, él tenía una muestra más que evidente de cuánto la quería. - Se te dan muy bien los juegos, Sweet Witch.- Dejó que acariciara el tormento que tenía entre sus piernas, adoraba la forma en que su cuerpo se deslizaba sobre su miembro y le sonreía al saber que lo tenía en sus manos. Lo hacía realmente bien, con esa mirada fingida de inocencia, como si no supiera el dolor que le estaba provocando. Se rió con carcajadas profundas, ruidos roncos que resonaron en el silencioso jardín.
- Déjame probarte, Roham- le susurró en el oído mientras la alzaba de nuevo. La cogió entre sus brazos y la besó con suavidad. Casi a tientas, dejó que su lengua jugara con la suya, que ella llevara la iniciativa en el beso, todo con el fin de que se olvidara del chocolate, y de lo que venía a continuación. Caminó con los ojos abiertos, continuando el beso, e intentando guardar el equilibrio para no caerse y arrastrar a Roham con él. No le resultaría divertido a la joven terminar aplastada bajo su peso. Al menos no en este momento, pensó con diversión.
Se arrodilló en el suelo, y la acostó en la hierva fresca. Se separó un poco para mirarla a los ojos. Había una pequeña sombra de vergüenza en sus ojos, algo efímero que se ocultaba tras la pasión que sentía. Era un sentimiento común, que todos llevamos dentro. Es difícil entregarse a un desconocido, más si sabes que no tienes ropa bajo la que ocultarte, ni sabes qué vendrá a continuación. Había llegado el momento de cruzar la penúltima barrera, la que podía quebrar el momento de intimidad, y hacer que huyera de él, o que se quedara entre sus brazos. Era el instante en que un hombre sabía si era buen o no amante. Pues llevar a una mujer hasta un orgasmo era sencillo, lo difícil era hacer que se entregara completamente en el proceso, que su alma cantase junto a la tuya, que su piel recordase tu tacto noches después al momento. Era el pacto silencioso que pocos conocían, el pacto de la confianza mutua. - Eres demasiado hermosa, Roham. Demasiado dulce en la entrega.- Sus palabras eran sinceras. No necesitaba mentirle. Era un actor consumado, podía hacer creer a los demás que era inocente, aún con la sangre de sus víctimas manchando sus manos. Pero en estos momentos, jamás mentía. Daba siempre lo que necesitaban, ni más ni menos.
Alargó su mano hacia el caldero y metió uno de sus dedos en el líquido templado de su contenido. Con suavidad, untó la sabrosa y dulce mezcla en el labio inferior de Roham. Con una sonrisa, bajó su rostro hasta el de ella, y lamió el contenido. Con caricias suaves y lentas, acarició sus pechos mientras limpiaba el labio de Roham. Dejó pequeños besos en el labio grueso, y la besó con amabilidad. Repitió la misma acción por sus hombros, el cuello, el valle superior a sus senos... Adoró con su lengua, la suave piel de sus pechos, mordió con suavidad sus pezones y se rió cuando ella tembló debajo de él. - Podría estar así toda la noche Roham. ¿Quieres que siga probándote?- Le preguntó cuando llegó a su ombligo, sabiendo que de ella dependía el continuar o no.
Brodrick Von Meer- Cambiante Clase Alta
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
"Luz celestial. Fuego infernal. Todo depende de la perspectiva... ¿no?"
Como si el tiempo se hiciese más lento, me detuve al atrapar la mirada de mi tramposo y apasionado compañero. Un par de ojos juguetones, orgullosos y dispuestos a todo; veía dentro de él, tal como podía hacer con las personas más profundas que iba conociendo a lo largo de mi vida. En realidad, unos ojos así solo había llegado a ver un año antes, con el mismo brillo felino. Sin embargo, Brodrick entremezclaba la dulzura y la atención con la salvaje pasión de un fuego vivo, imposible de controlar. Cada caricia, beso y palabra, marcaba un paso más en el camino al cielo, o para muchos pudorosos, en el descenso al infierno. Tal como me sentía ahora, me sentía capaz de saltar al agujero del averno con una sonrisa gustosa. Siempre y cuando las manos de Brodrick no se apartaran, gritaría, gemiría y haría todo tipo de locuras.
Cuando me besó, sentí aquellas mariposas de las que tanto hablaban las gadji parisinas, aquellas muchachas amantes del romance que mantenían en secreto sus deseos más íntimos, que añoraban pero vivían sin la chispa de esa pasión indecente. Yo lo sentía por todos lados, por el cuerpo, por la boca, por debajo de mi piel hipersensible. Lo abracé sin prisa, enredando mis dedos entre su cabello castaño cenizo, imponiendo un ritmo lento y profundo, rebuscando con suavidad su sabor, deleitándome con lo bien que se sentía besarle. Para mi sorpresa, y sin que yo me hubiese dado cuenta, me tenía ahora sobre la hierva, de nuevo yo entre sus brazos. Recargué mi cabeza en su hombro, disfrutando el calor que emanaba, respirando con dificultad cuando sus palabras llegaron a mis oídos; sonaba como un loco hablando verdaderos delirios. No sabía que responder, porque mi capacidad para entregarme siempre había sido mi mayor debilidad, mi punto frágil en medio de mi coraza dura. Si me miraba a los ojos, si volvía a besarme, si decía una vez más mi apellido... estaría perdida.
― No me hagas decirte lo que eres... ― argumenté con tono práctico, demasiado excitada para poder ocultar el fondo indecente y necesitado de mi voz. Gemí con fuerza al sentir el chocolate cálido sobre mi piel, y seguí así cuando su lengua se dedicó a retirarlo. Como no quería arrancarle el cabello con los dedos, bajé las manos a su espalda, y tras cada lamida, arañé su piel. Comenzaba a retorcerme sin control alguno, apegando mis caderas a las suyas con una clara advertencia de mis necesidades. No podía más, entre el cielo y la tierra, a la deriva entre sus brazos y mi cordura. Lo necesitaba tanto que comenzaba a doler. ― Piramnyi... por favor... Ah... yo... ― mi voz se apagó cuando sus manos sujetaron mis pechos y jugaron con ellos a placer, enloqueciendome. Me quejé sin renuencia, aceptando sus caricias, hasta escuchar lo último. Arqueé la espalda, anticipando su descenso por mi cuerpo, rozando con los dedos la cima del placer. Asentí una y y otra vez, abriendo las piernas.― Vas a volverme loca, Brodrick... Piramnyi...
Al levantar la mirada y toparme con la luna blanca, levanté una mano hacia ella, convencida de que, si mi querido nuevo amigo bajaba más, podría alcanzarla. Temí, entonces, estar siendo tan vulnerable... había perdido en un juego mucho más peligroso.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18
" Soy un mero animal sediento. Sed de placer, hambre de tu carne, adorador de tu cuerpo."
No podía hacer otra cosa que reír sobre su estómago, sus palabras entrecortadas lo estaban excitando, recordándole que quedaba poco para que ambos comenzaran a quemarse en el fuego de la pasión. - Entonces enloquece. Abandona todo pensamiento racional y entrégate a mi.- Le dijo mientras se deshacía de la última barrera que impedía que estuviera completamente desnuda para él. Deslizó el fragmento de tela por sus piernas, dejando que sus ojos se fijasen en el triángulo erótico de su sexo. Abandonó la tela lejos de ambos, y sonrió a Roham cuando descendió. Bañó sus muslos de besos, intercambiándolo con mordidas y lametones, a medida que se acercaba al centro de su placer.
Con una larga y lenta lamida, recorrió su sexo, disfrutando del suave cosquilleo de su bello en los labios. Catando el sabor prohibido de su esencia más intima. Gruñó con deseo, apretando su cabeza contra el montículo. Hundiendo su lengua en lo más profundo de ella. No había ya nada dulce, lo quería todo. Ahora. Sin barreras, ni interrupciones. La dejaría conocer el placer oscuro y animal que habitaba en él.
Una de sus manos tomó una de sus nalgas, apretándola con fuerza, y la otra, comenzó a masajear el nudo que la hacía estremecer. Escuchó sus gemidos, como un cristiano la palabra sagrada de la Biblia. Era un espectáculo dulce de ver, perfecto para sucumbir ante los estremecimientos de placer que sacudían su cuerpo. No le importaba el tiempo que tuviera que dedicarle, la tomaría sólo cuando estuviera completamente seguro de que había alcanzado el clímax varias veces. Sabía cómo se descontrolaba cuando estaba excitado, así que, si no quería dañarla, era lo que debía hacer. Además, todo ello, le hacía gozar. Le encantaban las mujeres que se abandonaban en sus brazos. Bellezas implorantes, musas de sus noches, recuerdos hermosos durante el día.
Se separó de ella y la observó. Se relamió los labios y le sonrió, quería más, mucho más de ella. Y lo tendría. - Mírame.- Amplió su sonrisa cuando vio que ella hacía lo que le ordenaba. Mantuvo sus ojos en los de ella, mientras introducía uno de sus dedos en su interior. Comenzó a moverlo con suavidad, dejando que su interior se adaptase al pequeño invasor. Y la besó, introdujo su lengua en su boca, al mismo tiempo que repetía la misma acción con su dedo. Imitando, duplicando la sensación de posesión. Aumentó el ritmo de su invasión, añadiendo un segundo dedo. Se alimentó de los gemidos de sus labios, se sentía a punto de estallar. Su miembro latía dentro de sus calzones, anhelando hacer lo mismo que sus dedos. Tantear la carne ajena, introducirse en ella, y comenzar a bailar. Seguir los pasos de la maravillosa melodía de su placer.
- Scheiße - Maldijo ante su desesperación, apretó su sexo contra el sexo de roham, y se balanceó. Adorando la fricción que realizaba el cuerpo desnudo de ella, contra la tela que cubría su sexo. Movió los dedos dentro de ella, a un ritmo infernal. Deseaba escuchar el grito de su liberación, antes de que perdiese la cordura y se arrancara la ropa interior para poseerla.
No podía hacer otra cosa que reír sobre su estómago, sus palabras entrecortadas lo estaban excitando, recordándole que quedaba poco para que ambos comenzaran a quemarse en el fuego de la pasión. - Entonces enloquece. Abandona todo pensamiento racional y entrégate a mi.- Le dijo mientras se deshacía de la última barrera que impedía que estuviera completamente desnuda para él. Deslizó el fragmento de tela por sus piernas, dejando que sus ojos se fijasen en el triángulo erótico de su sexo. Abandonó la tela lejos de ambos, y sonrió a Roham cuando descendió. Bañó sus muslos de besos, intercambiándolo con mordidas y lametones, a medida que se acercaba al centro de su placer.
Con una larga y lenta lamida, recorrió su sexo, disfrutando del suave cosquilleo de su bello en los labios. Catando el sabor prohibido de su esencia más intima. Gruñó con deseo, apretando su cabeza contra el montículo. Hundiendo su lengua en lo más profundo de ella. No había ya nada dulce, lo quería todo. Ahora. Sin barreras, ni interrupciones. La dejaría conocer el placer oscuro y animal que habitaba en él.
Una de sus manos tomó una de sus nalgas, apretándola con fuerza, y la otra, comenzó a masajear el nudo que la hacía estremecer. Escuchó sus gemidos, como un cristiano la palabra sagrada de la Biblia. Era un espectáculo dulce de ver, perfecto para sucumbir ante los estremecimientos de placer que sacudían su cuerpo. No le importaba el tiempo que tuviera que dedicarle, la tomaría sólo cuando estuviera completamente seguro de que había alcanzado el clímax varias veces. Sabía cómo se descontrolaba cuando estaba excitado, así que, si no quería dañarla, era lo que debía hacer. Además, todo ello, le hacía gozar. Le encantaban las mujeres que se abandonaban en sus brazos. Bellezas implorantes, musas de sus noches, recuerdos hermosos durante el día.
Se separó de ella y la observó. Se relamió los labios y le sonrió, quería más, mucho más de ella. Y lo tendría. - Mírame.- Amplió su sonrisa cuando vio que ella hacía lo que le ordenaba. Mantuvo sus ojos en los de ella, mientras introducía uno de sus dedos en su interior. Comenzó a moverlo con suavidad, dejando que su interior se adaptase al pequeño invasor. Y la besó, introdujo su lengua en su boca, al mismo tiempo que repetía la misma acción con su dedo. Imitando, duplicando la sensación de posesión. Aumentó el ritmo de su invasión, añadiendo un segundo dedo. Se alimentó de los gemidos de sus labios, se sentía a punto de estallar. Su miembro latía dentro de sus calzones, anhelando hacer lo mismo que sus dedos. Tantear la carne ajena, introducirse en ella, y comenzar a bailar. Seguir los pasos de la maravillosa melodía de su placer.
- Scheiße - Maldijo ante su desesperación, apretó su sexo contra el sexo de roham, y se balanceó. Adorando la fricción que realizaba el cuerpo desnudo de ella, contra la tela que cubría su sexo. Movió los dedos dentro de ella, a un ritmo infernal. Deseaba escuchar el grito de su liberación, antes de que perdiese la cordura y se arrancara la ropa interior para poseerla.
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