El baile de las mil caras [Priv. Brodrick] +18

por **Yuna Rutledge** Miér Feb 27, 2013 11:57 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Al caer la noche, en una zona particular de París, una suave música y una cálida hoguera fue encendiendo los ánimos de los gitanos. Habían de todos un poco, con familias de diez miembros o simplemente la compañía de su sombra. El número variaba cada hora, pues habían algunos que decidían marcharse y otros que llegaba conforme las estrellas iban apareciendo en el cielo nocturno; al principio, la comida era la protagonista, caliente y bien dotada, siendo la reserva especial de muchos que apenas conseguían pan barato del diario. Las historias iniciarían casi al final de la velada, cuando todos estuviesen exhaustos del baile y los juegos; había todavía mucho que festejar, y por supuesto, yo no iba a perdérmelo.

Mi naturaleza austera se marchaba de vez en cuando en esas noches de fiesta, vino y música. Había algo en mi sangre que me atraía a ese mundo de oscuros secretos y magia no muy santa.

"Una fiesta en honor al deseo de vivir. Solo los valientes llegarán pues su corazón no teme a nuestros secretos y nuestro saber de su destino."- Así citaba la pequeña nota que había recibido en la taberna el día anterior, y sin necesidad de una dirección, había dado con el clavo.

El sol se había ocultado no hacía mucho cuando había alcanzado a vislumbrar la caravana, no muy grande pero repleta de gente alegre; habían encendido el fuego hacía rato, y el delicioso sabor a carne asada escapaba de sus dominios hasta alcanzarme con seductora tentación. Al llegar, no hubo miradas desdeñosas ni interrogatorios incómodos, como si reconocieran a su gente con tan solo mirarles de reojo. Tampoco es que repudiaran a toda la gente, pero como yo, tenían cierto recelo con los refinados aristócratas, nobles y cualquiera que presumiera una clase superior. Más de una presentación se hizo, la cena comenzó y todos gritaron vivos y tradicionales deseos de abundancia.

Un viejo hombre con la piel arrugada como pasa oscura, comenzó a tocar el laúd, un joven se le unió tocando el violín (desecho pero bien afinado), y una niña de apenas 13 años con la flauta dulce. La melodía era rica en ritmo, de esas canciones que te hacían querer dar saltos y vueltas en el mismo lugar. Una mujer entrada en años los acompañó entonando una rápida y casi protestante canción, con la letra en otro idioma. Varios bailaron en pareja y muchos otros (especialmente niños) en grupo. Atraída por el barullo y el calor del fuego, me acerqué a un gran espacio vacío y dancé como hacía tiempo no lo hacía.

Sin zapatos y con más de un aro de oro encima, salté sobre el suelo firme, apenas notando el viento que alborotaba mi cabello castaño. Esa noche había sido selectiva para avivar mis ánimos, con una camisa color hueso casi transparente bajo un corsé azul como el océano; mis faldas eran una ensalada de colores suaves y apasionados; rojo por ahí y dorado por allá. El ritmo iba cada vez más rápido, y me entregué tal a la danza que no me di cuenta lo lejos que estaba ahora del fuego, aun en la zona de la caravana, y con las faldas volando de un lado a otro por el intenso baile. Cerré los ojos engatusada por el fervor, acariciando las notas de la música sin prestar atención a lo demás.

- Guíame los pasos, sol... no te detengas por más cansada que me veas.- Susurré en romaní sin darme cuenta.

por **Yuna Rutledge** Jue Abr 11, 2013 6:57 pm

"No tengo nada más que decirte. No hay palabras para lo que me estás haciendo".

Al primer contacto, un violento y feroz estremecimiento me recorrió el cuerpo, iniciando y terminando en un punto muy especifico entre mis piernas. No podía creer que aquellos sonidos guturales y salvajes provinieran de mí; jadeaba como estuviese al borde de la muerte, pero en vez de pedir la absolución, rogaba por más, más de esas caricias y más de Brodrick. Los dedos de mis pies se mantenían tensos hacia adentro, mientras mis manos buscaban desesperadas su cabello, impidiendo, por el momento, que pudiera apartarse. Sus besos habían dejado de ser dulces, y se habían vuelto íntimos y dementes, como si sus labios hambrientos buscaran en mi piel algo que pudiera saciar su sed. Sentí mi espalda arquearse sobre la hierva, con mis caderas buscando retenerlo. Un largo y pronunciado gemido quedó suspendido en el aire frío cuando sus dedos buscaron en mi interior, tentándome.

Yo lo obedecía con tanto ahincó, que me era imposible contener las mejillas sin un intenso color carmín. Sus ojos pardos era el mejor afrodisíaco, apasionados como ninguno. Iba más allá de un hombre que sabía como moverse o donde tocar; estaba atento a mis reacciones, a cada gemido y contracción involuntaria. Mis palabras se habían tornado incongruentes, pasando del romaní al francés con demasiada rapidez. Lo pedía más adentro, más cerca de mí. Sus labios sobre los míos fueron mi perdición, y ese movimiento de sus dedos en mi interior me enloquecieron hasta hacerme gritar. Finalmente, tanto placer explotó. Un ligero pero erótico estremecimiento me bajó por la espalda, mis piernas atraparon la mano masculina y un gritito se ahogó en su boca. ¡Oh, demonios!

Apenas y podía respirar cuando hubiese vuelto a abrir los ojos, y caí en la cuenta, casi como si yo no fuese la responsable, que tenía las uñas clavadas en la espalda de Brodrick. ¿En qué me había convertido ese hombre? No se trataba solo de que me había llevado al mejor orgasmo de toda mi existencia, ni que fuese un cambiaforma que, por naturaleza, poseía una vena salvaje. No, era algo más. Ese hombre tenía un talento especial para apasionar a sus amantes, para jugar con el cuerpo e una mujer como un pianista podría tratar a su piano.

― Jugador empedernido... debería estar enojada contigo por burlarte de mi orgullo, pero me es imposible estarlo cuando me has hecho esto. ― no era el mejor momento para decirle aquello, en medio de una risita fresca, en el mismo tono burlón e insinuante que había utilizado durante la fiesta. Tomé su rostro entre mis manos, besando sus labios, sus mejillas y su cuello. Iba a torturarlo como él a mi, a prolongar su placer y hacerlo pedir más. Miré de reojo una suave y lisa roca por la que se deslizaba el cristalino chorro de agua del manantial, y una sonrisa gatuna se formó en mis labios. ― Siéntate, Brodrick... ahí.

Me acerqué a tientas al lugar que le indicaba, menos cohibida, dejandole una imagen muy poco decente de mi misma. Completamente desnuda y gateando. Sabía que si lo dejaba simplemente así, podría tomarme por sorpresa y olvidarse de la cortesía, de manera que tomé su mano y lo hice seguirme. Cuando lo hubiese tenido sentado contra la roca, con algunas gotas frescas de agua cayendo sobre nosotros, lo miré con un brillo travieso, dejando bien claro lo que quería hacer. No me detuve ni un momento, besando su cuello, dejando que mi aliento cayera sobre su piel, mordiendo de vez en cuando la zona entre el cuello y el hombro; bajé lentamente, recorriendo su pecho y su torso con la punta de la lengua. Suspiré, apresando los músculos de sus piernas con las manos, mientras mis labios se acercaban peligrosamente a un punto sensible. Demasiado sensible.

por **Brodrick Von Meer** Mar Abr 23, 2013 2:56 pm

" Te miro, sabedor del placer que vas a proporcionarme y un escalofrío recorre mi columna vertebral, avisándome del peligroso final".

La seguí, como un niño que tiembla de placer ante la llegada del dulce. Si hubiese tenido muchos años menos, estaría seguro de que mi imaginación hubiera estropeado el momento, haciendo que terminase aún sin haber tocado nada más que su piel. Recorrí la distancia con paso lento, perezoso, admirando el bamboleo tenue de sus caderas. La desnudez de su cuerpo brillaba en la oscuridad, haciendo que me diese cuenta de la perfección de su piel. El cabello desordenado se mecía con el viento, acariciando la curva de su cuello. Su espalda estrecha, se revelaba como la superficie más adorable que hubiera visto antes. Deseaba tocarla de nuevo, acariciarla con su lengua para saber si era igual de suave que parecía a simple vista.

Cerró los ojos, antes de bajar a los montículos redondeados que lo hipnotizaban. Probablemente, la hubiera seguido, tomando su mano con suavidad bajo la suya, y sonriendo como un estúpido, aunque estuviese hablando de torturarlo con plata. ¡Jesús!, debía detenerse, dejar de mirar su cuerpo. O al final, terminaría haciendo lo que más temía, terminar sin haber alcanzado a poseer su cuerpo.

Apretó la mandíbula con fuerza y se sentó sobre la roca que había señalado Roham. El frío torturó su piel, haciendo que diera un respingo. Su piel siempre estaba a una temperatura más elevada que la de cualquier humano, revelando, casi sin querer, lo que él era en realidad. Miró a los ojos oscuros de Roham, admirando cómo había perdido su vergüenza, despertando la seductora que llevaba dentro y que había esperado sacar en algún momento de la noche.- ¿Cómo podría haber dañado tu orgullo, si estás así..- Acarició la cabeza que bajaba para besarle el hombro. Lamiéndolo, succionando su carne con pasión, ¿realmente creía que era él quien la tenía entre sus manos?.- .provocándome como una vil seductora?.- Rió, apretando su rostro más a su cuello, gimiendo como un adolescente. Se obligó a bajar las manos, a dejar que hiciera con él lo que desease, igual que ella había dejado que él la tocase. Torturándola hasta hacerle alcanzar el placer.

Agarró la superficie irregular de la roca, apretando sus dedos con fuerza en ella. Gritándose mentalmente, que no podía tocarla. Debía dejar que ella tomara confianza, que se convirtiese en una amante exigente, como lo era él. Podía hacerle perder la soltura que había ganado, obligándola a hacer lo que deseaba, pero no lo quería. Era más placentero observar en sus ojos la oscura certeza de estarlo haciendo bien. Demasiado bien, pensó mientras sus caderas se sacudían, suplicando que las tocase cuando su lengua bajó por su estómago. Realmente estaba aprendiendo rápido. Demasiado rápido. Habían transcurrido unos pocos segundos y ya lo tenía en sus manos. Sabía lo que estaba buscando, lo que deseaba mientras su lengua acariciaba la parte baja de su ombligo.

Tomó su rostro y la obligó a mirarlo. Sus ojos estaban bañados con el calor candente de la necesidad, la había pillado perdida en los deseos de complacer y en otro mucho más perverso, el de hacerle perder el juego que había ganado antes. - Hazlo.- Le susurró mientras rozaba sus labios.- Hazme suplicar.- Sabía que la suavidad de su voz no había atenuado la orden implícita que había tras su susurro ronco. Deseaba que le hiciera perder la razón, descubrir cuan bueno podía ser dejarse llevar entre esas manos pequeñas.

Cerró los ojos y sintió cómo ella seguía besándolo. Lamiendo su piel, intentando hacer lo que le había ordenado. Unas gotas frías cayeron sobre su rostro, perdiéndose sobre su estómago, y siendo recogidas por la lengua de Roham. Miraba el recorrido que hacían las gotas de agua sobre su piel, una y otra vez, eran tomadas por la sagaz lengua sonrosada. Tembló, presa de un placer incalculable, y cuando pensaba que podía seguir esperando un poco más, ella lo mordió. Haciendo que gruñera, que ronronease bajo el pellizco de sus dientes. Meneó sus caderas, sabiendo que no serían tocadas si no lo pedía. - Por favor, Roham...- Gruñó con fiereza. Partió una parte de la roca con sus propias manos, cediendo la dureza del material, bajo la firmeza extrema de sus manos.

por **Yuna Rutledge** Mar Abr 23, 2013 4:13 pm

"Te doy tres segundos, mi angustiado amante... y cuando termine no podrás olvidarte de mi jamás".

Cuando la sobriedad de la decencia se apoderara de mi, cuando un gramo de vergüenza volviera a dejarme cohibida y tímida, quizás, cuando renunciara a mi desprecio por la Iglesia y todos sus semejantes, pudiera confesar mi pecaminoso acto, y admitir que nunca antes había hecho algo así. El deseo era mi maestro y Brodrick la mano que me guiaba a través de la tormenta que azotaba con ventiscas de placer; mi conocimiento sobre lo que estaba haciendo era casi nulo, salvo algunas conversaciones con mujeres dedicadas al acto sexual, pero esas platicas sin censura no rondaban por mi mente. Oh no, la vulgaridad de esas mujeres deterioradas no me atraía en absoluto, ni tampoco sus "juegos" sobre como complacer a un hombre. Yo solo podía mirar a mi hermoso amante, con todos sus músculos contraídos y su respiración entrecortada, y únicamente guiada con eso, seguí mi propio ritmo. Ahí radicaba la verdadera sensualidad, en estar atento a lo que al otro le gustaba, cada punto sensible que debía ser explotado con toda la maldad del mundo. Detecté uno o dos, donde él se revolvía y casi gruñía de dolor. ¿Dolor? ¿Placer? ¿Cómo identificar uno u otro cuando todos los nervios estaban a flor de piel? Apenas fui consciente de lo que le hacía a la pobre roca, cuando finalmente, y con mucha delicadeza, toqué la punta de su símbolo masculino.

Escucharlo gemir y suplicar me removió emociones muy intensas, que por si mismas, casi me llevaron al segundo orgasmo. Me vi obligada a sujetar ese falo, no precisamente pequeño, para que mis labios pudieran trazar pequeños y suaves besos, desde la punta suave hasta el riguroso tronco; tenía a mi disposición armas femeninas y que podrían llevarlo a la locura, entre las cuales destacaba el vaho de mi boca, mis labios, y muy, pero muy de vez en cuando, mi lengua. Deseaba torturarlo sin dulzura, sin permitir que sus sentidos se saciaran en un orgasmo. Mis manos no detuvieron su recorrido por las piernas, dando pequeños apretones como si se tratara de un masaje.

― Mi querido, Brodrick... estás cerca, ¿verdad? Lamento decirte, querido, que no soy tan amable como tu.

No dudé ni un momento en rodear la punta de su miembro con los labios, dejando que un muy leve roce de mi lengua lo torturara más y más. Cuando me separé, y me di cuenta que tenía el aliento más cálido que antes, volví la mirada hacia él. Esos ojos estaban seduciendome, tentándome a seguir y regalarle todo el placer. Pero eso sería desaprovechar toda la noche. Aun seguía sintiendo calor entre las piernas, y sabía bien lo que ese punto tan sensible me estaba exigiendo. Le sonreí a mi amante, tomé su rostro entre las manos, y besé su frente. Recorrí cada centímetro de piel con los labios hasta dar con su oído, y ahí, susurrarle:

― ¿Cuanto quieres esto, Piramnyi? ― mientras hablaba, ya con la voz ronca, me senté a horcajadas sobre él, con una pierna a cada lado de su cuerpo, y con su miembro bien sujeto con la mano derecha. ― Yo te deseo tanto... ahora mismo, tan solo quiero sentirte... ― restregué la punta contra mi sensible y húmeda cavidad, arrancándome un jadeo.

por **Brodrick Von Meer** Sáb Abr 27, 2013 2:07 pm

Gimió con fuerza, riéndose de la pequeña arpía en cortas carcajadas, meros gorgojeos apagados por la habilidad con la que sus labios le cortaban la respiración. Aquella preciosa boquita que lo torturaba, acariciándolo de forma deliciosa en su miembro. Cerró los ojos y se dejó llevar, hasta tal punto, que se sobresaltó cuando el cuerpo de ella se estableció sobre sus rodillas. Era una jinete preparada para el paseo más sensual de toda su vida, apretando con sus pequeños muslos, los poderosos músculos de sus piernas.

Con los ojos aún cerrados, se acercó a su cuello, tirando de su pelo oscuro y sedoso, para exponer su cuello. Gimió sobre él, besándolo, obligándola a arquear su espalda. La mano de la mujer aferraba su miembro entre sus manos, situándolo tan cerca del paraíso, que sólo quería temblar. Mordió su cuello con suavidad, lamiendo la marca sonrosada, y dedicándole un profundo beso. Tironeó de su piel, clavándole las uñas en uno de sus muslos, creándole la marca de los famosos " besos de amor". Ah, sus amigos franceses, tan expertos, tan ligeros en el arte del amar. Con sus finas y elegantes mujeres, sabían de lo que hablaba. Esa dulce y vergonzosa marca que quedaba en el cuello de los amantes, como el rastro imperceptible del placer. La ciega pasión de los que saben disfrutar del momento más importante, el que precede a la penetración.

- ¡Dulce Jesús!. Creo que tienes entre tus manos lo mucho, mucho que quiero esto.- Rió con fuerza, haciendo que el cuerpo de la joven temblase contra él. El suave bamboleo de sus pechos, le hizo recordar el sabor que tenían. Gimió antes de enterrar el rostro en el valle que separaba ambos senos, deslizando la lengua por él y creando un círculo húmedo, alrededor de los montículos. Comenzó por el izquierdo, lamiendo la superficie de su piel con lentitud. Torturándola del mismo modo que se torturaba a sí mismo, pues sentir la humedad que estaba provocando en ella, lo hacía querer arrancarle la mano que apretaba su miembro, y poseerla de una corta estocada.

Fue cerrando el círculo, acercándose peligrosamente a uno de sus pezones. Sonrió cuando sintió con las manos que le aferraban el trasero y la espalda, el temblor que la sacudió cuando, después de una tortura tardía, su lengua rozó el botón erecto. Lo mordió, beso y volvió a morder, dejando que su boca se deslizara hacia el otro seno y repitiera el mismo recorrido, aunque esta vez, los círculos hechos con su lengua eran mucho más rápidos. Con la mano derecha acarició sus sexo, favoreciendo el roce con su miembro y mano. Ayudándola a alcanzar el éxtasis de nuevo. - Roham- Le susurró con voz ronca, comenzando a mover sus caderas, al menos todo lo que la mano de ella le permitía. Acariciando su clítoris con un movimiento continuo y exigente, con la pericia que dan, no los años, sino el estudio de las respuestas de sus amantes. A veces, unos movimientos tan simples como el movimiento sutil de sus caderas, el gemido más profundo o agudo que los demás, la forma en la que su boca se abría y cerraba... Todo era una orden implícita para él. Un; acaríciame ahora, un aprieta más fuerte, o un simple me gusta.

por **Yuna Rutledge** Dom Abr 28, 2013 11:01 am

"Hasta aquí llegamos, amigo mío..."

Nunca una experiencia había sido tan erótica y placentera como la noche que conocí a Brodrick Von Meer, y aunque en un principio la noche era joven y el juego principal era la seducción y la tentación, pronto nos vimos envueltos en un deseo más bajo y primitivo. El calor que solo se puede experimentar al estar pegados, uno contra el otro. Sus labios en mi cuello, sus manos recorriendome, su clara excitación rozándome la entrepierna, su calor abrazándome con demencia; el conjunto era un afrodisíaco, una droga natural. A penas podía respirar con sus caricias, pues de nuevo frustraba mi intento de someterlo a mi ritmo, ni siquiera por un solo momento. Sentí como el cabello me caía sobre la cara, como se me pegaba a la frente por el sudor. Me mordía el labio inferior, incluso con demasiada fuerza, cuando me dejé llevar por el deseo y descendí de un solo movimiento; las piernas me temblaban con violencia, y me costó tanto esfuerzo reprimir otro orgasmo inmediato, que le clavé las uñas en la espalda.

Acepté sus besos, que ahora me encantaban, y comencé a moverme de arriba a abajo con un ritmo no precisamente lento. Estaba desesperada por sentir esa fricción, por ver la tensión en su cuello y hombros. ¿Como sería la expresión exacta de ese hombre al enloquecer de placer? Sonreí, cual felino travieso, y pensé que valdría la pena averiguarlo. Cerré los ojos, jadeando sin cesar, con mis caderas subiendo y bajando, golpeando el regazo de Brodrick casi con brusquedad. Enterré las manos en su cabello, impidiendo que se apartara de mi.

― B..Brodrick... querido... sé cuanto has deseado esto, desde hace horas. ¿No es así? ― sonreí contra su hombro, mordiendo de vez en cuando, acariciando su abdomen y su pecho con las manos. A esas alturas, el nivel de entrega era primitivo y totalmente sexual. Levanté la mirada y la clavé en la ajena.― Mírame... y ni se te ocurra apartar la mirada.

Tensé los músculos internos de mi cuerpo, aprisionando más aun su símbolo masculino, tan delicioso y excitante. Cuando encontré el ángulo adecuado, y un punto muy sensible de mi fue golpeado por la punta, grité entre gemidos. ¡Por Dios! Era una tortura tan placentera que por encima de los gemidos, podía escucharse claramente mi corazón acelerado. Le miré sus ojos con una suplica silenciosa, deseando más. Le aceleré el ritmo, le tomé sus manos y las coloqué sobre mi trasero, como última ficha en nuestro juego donde las trampas eran perfectamente aceptables. Le sonreí con cierta dificultad, y sentí que el paraíso se me venía encima con una descarga eléctrica, y lo único que yo podía vociferar, además de gemidos, era su nombre.

por **Brodrick Von Meer** Sáb Mayo 04, 2013 5:18 pm

" Siénteme. Deja que tu cuerpo responda a la bestia que gruñe y se retuerce para ti".

No podía hacer nada más que mirarla. Unir mis ojos oscuros a los suyos y sentir cómo todo el mundo parecía centrarse en el cálido y dulce aliento que salía de sus labios. Gemidos cortos, mezclados con los poderosos gritos que comenzaban a provocarme, con una música que sólo ella y yo conocíamos, una que nos había unido desde los primeros golpes de tambor. Quería el arrullo de las guitarras sonar a nuestro alrededor, a aquellos gitanos de ojos astutos mirar la escena que sucedía a tan sólo unos metros de ellos. Que todos escuchasen la música profana que seguían mis caderas al penetrar su carne. Golpe tras golpe, caricia tras caricia. Cualquier idiota diría que las caricias no se escuchan, que mi lengua, recogiendo las gotas de su sudor, no eran pinceles delineando un cuadro virginal. Gritarían mi locura y me encerrarían, cual animal soy. ¿Pero qué saben los lúcidos aristócratas cuando cae la noche?. ¿Qué saben de los secretos femeninos, del placer que sólo un hombre conoce cuando los descubre?. Rió como respuesta a sus locas preguntas internas, levantándose sobre la roca, sujetando el cuerpo de Roham con fuerza para que no cayese.

-Continua Roham. Muévete y encuentra tu placer en mí.- Le dijo mirándola a los ojos con una sonrisa felina. Podía sentir las gotas de agua deslizándose por su hombro derecho, trazando una línea curva sobre los músculos de su pecho y uniéndose en el estómago de Roham, deslizándose hasta la cumbre caliente de su sexo. Notó los suaves movimientos de ella y comenzó a mover sus caderas con ferocidad. Demandando más. Más gemidos, más gritos, y por supuesto, mucho más de esas uñas clavándose sobre su espalda. Besó sus pechos mientras acunaba su cabeza en una de sus manos. Con la otra, agarró su cadera, aferrándola con fuerza y uniendo su cuerpo al suyo.

Gruñó mientras caminaba hacia la pared de roca natural. La apoyó contra ella, y comenzó a moverse en su interior con estocadas suaves y lentas. Dejando que sintiera la dureza y longitud de su cuerpo, en esa parte tan húmeda y suave de ella. Besó su frente, y cuando notó el sabor del sudor, comenzó a lamer su piel, saboreando las gotas saladas de su esfuerzo.- Pienso ser lento, Roham. He sufrido toda la noche, con mi miembro duro y listo para ti. Ahora debes sufrir tú.- Le dedicó una sonrisa perversa, antes de lamer sus labios y retorcerse en un ángulo imposible, para lamer uno de sus pezones. Lo torturó con su lengua, mientras que con la otra mano pellizcaba con suavidad el otro. Proporcionándole caricias lentas y metódicas en los picos endurecidos de sus senos.

Gruñó cuando las uñas de ella se hundieron sobre sus hombros, marcándolo con crueldad. Podía sentir el olor metálico de su sangre. Nada grave, pero podía sentir el picor de la piel rasgada y arañada de su espalda. Unas pequeñas gotas de ella comenzaron a deslizarse hacia delante, dejando que ella pudiera ver lo que le estaba haciendo con sus uñas. La miró con fijeza y sonrió cuando enterró su miembro con rapidez en su interior.- Más fuerte Roham, hunde tus uñas en mí. - Se rió, dejando que el sonido de sus carcajadas bailara sobre su piel, acariciándola de una forma que su cuerpo no podía. Bajó su rostro hasta el suyo y la besó, uniendo sus labios a los de ella con pasión. Sin darse cuenta, había aumentado la velocidad de sus estocadas, dejando que la espalda de ella rozase la piel de la roca. La besó con crudeza, hundiendo su lengua dentro de su boca, atormentando la lengua femenina con caricias húmedas.

Le excitaba su lado salvaje, era algo que llamaba a la bestia que tenía en su interior. El león que conquistaba con la lengua su boca, y seguiría. Constante e inmutable, hasta que pudiera alimentarse de sus gemidos. Porque era era suya, adorable, tierna y dulce en su entrega. Suya hasta que la noche terminase, después, sería suyo como protector y amigo, si ella lo decidía así. O su amante, en aquellas noches que lo llamase a su cama..... O a otro lugar. Cualquiera sería digno para tenerla entre sus piernas. Salvaje y única, como era ella.- Vuélvete salvaje para mí, Roham- Le dijo mientras le mordía el cuello y pellizcaba con mayor dureza sus pezones. Obligándola a arquear su espalda en la dura roca par él. Se enterró en su interior con un gruñido posesivo, y supo, cuando la miró a los ojos, que no había nada humano en él en ese momento. Sólo el león y ella. Sólo pasión y entrega. ¡Dulce Jesús!, si su carne se cernía otra vez sobre su miembro con tanta fuerza, sería capaz de poseerla como un sucio animal.

por **Yuna Rutledge** Lun Mayo 06, 2013 1:24 am

"Es como un río de fuego. Siento que me ahogo y no me quemo".

Estaba ahí tan disuelta en una danza primitiva, que apenas era consciente de que, detrás de una fina muralla de arbustos y arboles, habían varias personas ajenas a tanto placer. Solo existían dos cuerpos en mi consciencia, ambos bañados de agua dulce y salada, de olores excitantes. Lo recuerdo bien porque la noche en que conocí a ese hombre, jamás podría olvidarla; ¿qué pintor podía olvidar su primera obra maestra, la cual superaba a cualquier otro boceto a medio terminar? Yo solo había podido recordarlo con las piernas bien apretadas y el labio inferior entre los dientes. Sus manos sobre mi cuerpo y su lengua recorriendome y explorandome, con dulzura y sin ella, con fervor y descontrol; estaba fuera de sus cabales, lo había vuelto loco y era posible que él me arrastrara a su delirio. Estaba cerca, podía sentirlo. Cada embestida era una nueva ola que golpeaba mis sentidos, en un punto muy especifico de mi interior. Sus palabras eran una tortura deliciosa para mi, porque poco a poco, a cada segundo que pasaba, me daba cuenta de lo mucho que me gustaba su voz, ronca y áspera por el esfuerzo.

Me sentía flotando, en un ángulo perfecto, como si todo se hubiese acomodado en el lugar indicado para hacerme temblar. Gemía casi sin darme cuenta, respondiendo a su voz con cortos reproches, que sonaban más bien como quejidos de dolor. ¿Me haría esperar más? ¡Cuando podía soportar un hombre! Y cuanto pensaba hacer soportar a una mujer. Era un hombre cruel, si, como él había dicho antes. No había una decisión concreta de lo que queríamos hacer, o al menos eso deduje en su momento, dado que no veía un fin a tanta locura. Él se movía, y yo podía notar su desesperación por llegar allá a donde habíamos aspirado desde un inicio; a la vez, se contenía, obligándome a aceptar un ritmo lento, a soportar sus húmedos besos entre los pechos, mi cuello y mis propios labios. Cuando se acercó a besarme, cerré los ojos y me abrí a su sabor.

― Ay... Mi Dios Bendito... oh... discúlpame por blasfemar... ― gemí contra su hombro, justo cuando creía que me caería al suelo. Ahora mismo me sentía muy agradecida de la fuerza sobrehumana que debía poseer Brodrick, pues de ser otro hombre, habría tenido la terrible decepción de verme caída y, posiblemente, herida en el suelo. Pero no era otro hombre. Brodrick me había mostrado una faceta burlona y juguetona, como un gato inofensivo al que le gustan los retos; sin embargo, tras arrebatar todo rastro de control en él, me había mostrado un lado más salvaje. Su cuerpo era el de un luchador, un rey entre plebeyos que adoraban su aroma.

Esa noche había descubierto algo distinto en mi misma, un instinto que vivía el presente sin pensar en los horrores del pasado y del futuro; solo podía bailar contra su cuerpo, fingiendo que seguía en la pista de baile con la música contra mis oídos y el calor de la fogata sobre mi. Ahora mi música eran sus gemidos, y su piel era mi hoguera. Me aferré a su cabello cuando pronunció mi nombre por última vez. Besé su mejilla y recé contra su oído:

― N..No... no lo haré si tu no lo haces.― reí a lo bajo, aunque más que una risa, parecía un lamento. Rodeé sus caderas con las piernas, incitándolo a liberar toda su energía. ― Déjate venir, Brodrick... no soy tan frágil. No soy una muñeca.― deposité varios besos a lo largo de su cabeza, hasta donde mis labios alcanzaran.― Soy real.

Como si fuera el juramento más serio que jamás hubiese realizado, me aferré con todas mis fuerzas, aventurandome bajo el cuerpo de un hombre grande, dominante y terriblemente apasionado. Volví a soltarme y permití que la oleada de placer me revolcara una y otra vez, hasta que mi entrepierna se tensara al máximo y mi voz se convirtiera en un mero hilo áspero. Aunque ese orgasmo no me tomó por sorpresa, si lo hizo el hecho de que fuese tan largo. No estoy segura aun si grité su nombre, o tan solo lo imaginé.

por **Brodrick Von Meer** Jue Mayo 16, 2013 10:25 pm

"Como el dulce vuelo de las mariposas, te elevas. Y te me vas, con movimientos suaves y elegantes, creando un tornado en la superficie de mi cuerpo. "

Dulces llamaradas de pasión se cernían sobre mi cuerpo, mientras Roham gritaba de placer. Su cuerpo, joven y perfecto, con esa piel tersa propia de los que ejercitan su cuerpo mediante el trabajo, se estremecía bajo mis manos. ¡Dios!, no podía hacer otra cosa que dejarme llevar. No tenía el autocontrol suficiente, como para mantener un ritmo suave, así que me aferré a la cintura estrecha, buscando el punto oculto en su interior. Busqué tentativamente con mi miembro, mientras mis ojos comenzaban a cambiar de color. El león que había en mi interior, pulsó bajo mi piel, haciendo que mi estómago encurecido, se moviese bajo la caricia de una garras que sólo yo podía sentir, que sólo yo podía ver. Quizás ella ya supiera su secreto, quizás no, pero ya no podía dar marcha atrás. En el mismo momento en que el interior de su cuerpo, se apretó, con una fuerza increíble, sobre mi miembro, toda la cordura desapareció.

Gruñí, mientras varias gotas de sudor se deslizaban de mi frente, hasta la mandíbula fuertemente apretada. Temía que si abría la boca, el rugido posesivo del león, se filtraría de ella. Tomándola como la bestia que era. No era su parte humana la que la observaba con hambre desnuda, sino su bestia. LA quería poseer, con fuerza, con pasión. ASí que hice lo que quería el animal, me introduje en ella, con un movimiento tan rápido y duro, que sentí las uñaas de ella introducirse en la carne de mi espalda con un dolor punzante y agradable. Una y otra vez, repetí el mismo movimiento seco, posesivo y delirante. No sabía si estaba gruñendo o hablando. No deseaba si quiera saberlo, sólo quería perderme en los movimientos salvajes. Llegar a mi placer.

- Mi único deseo es complacerte. Será duro y rápido.- Reí como un loco. Mi rostro se acercó sobre el suyo, buscando hundir mi lengua sobre su boca entreabierta. La besé con toda la pasión que sentía, sin dejar nada oculto. Todo lo que era, iba en ese beso, salvo aquella parte de mí, que quería la soledad. Esa parte oscura y perversa, quedó atrapada bajo una mucho más natural. La única parte que pensaba como un animal; observar, analizar, cazar y alimentarme. Nada más, nada menos.

La golpeé con mis caderas, creando sonidos fuertes, constantes y cada vez más rápidos y frenéticos. Mis piernas se abrieron más, para cargar mejor el peso de su cuerpo, evitando que se cayese al suelo conmigo tras ella. Aunque el muro de piedra nos sostenía en vertical, sabía que cuando terminase, mis rodillas podrían fallar. Mi espalde se arqueó, dejando que el ángulo en el que me introducía en ella cambiase por uno mucho más profundo. Con la conciencia fuera de juego, la separé de la pared, apretándola contra mi pecho, mientras mi boca se cerraba con posesividad sobre su cuello. La mordí con fuerza, para mantenerla quieta. No sabía porqué, pero a mi bestia le agradaba marcarla, sentir cómo su cuerpo se aflojaba sobre el suyo, para permitirle hacer con ella lo que más deseaba. Terminar en su interior. Una, dos, tres veces, mi miembro se enterró dentro de ella, antes de que mi boca la soltase para poder gritar mi liberación.

Mi cuerpo se estremeció, pero me senté con cuidado sobre la hierba, para evitar caerme. Cuando estuve seguro, me derrumbé sobre mi espalda, arrastrando a Roham sobre mi pecho, con el miembro, aún semi erecto, en su interior. Luché por una bocanada de aire fresco, obligándome a recordar cómo se respiraba. Cuando logré inspirar y exhalar varias veces, comencé a reírme con suavidad. - Me alegro de no haberme caído. Creo que hubiese estropeado toda mi gallardía anterior.- Mi voz sonaba mucho más ronca y áspera de lo normal. Aunque, con todo el placer que me había golpeado, era algo natural. Sabía que mis ojos aún tenían el tono verde jade, que siempre acudía a ellos cuando mi parte animal salía a flote. Quizás durase en él, hasta que su corazón dejase de golpearle el pecho con fuerza. O quizás, hasta que dejase de mirar la marca que había dejado en el cuello de Roham, con el orgullo posesivo del conquistador. Era alguien dominante en su vida, al parecer, en su parte animal también.

por **Yuna Rutledge** Vie Mayo 17, 2013 12:39 am

Cuando la sensación de caer desde los cielos, con lenta suavidad, me recorrió el cuerpo, abrí los ojos. Me sentía pesada y un poco somnolienta, como si hubiese vivido toda mi vida en cuestión de minutos y necesitara recobrar un poco de aire. Pero en realidad, solo deseaba seguir aspirando el aroma a hombre, sexo y humedad en el ambiente. Me di cuenta que ya no me encontraba contra la roca, sino sobre el cuerpo aparentemente indestructible de Brodrick. ¿Sería solo yo la que me preguntaba como habíamos sobrevivido al proceso de pasión que nos había enloquecido? La idea de verme tan preocupada por si se trataba de una ilusión, casi me dio risa; era casi ridículo el modo en que algo demasiado bueno, hacía que uno se cuestionara seriamente si en realidad lo estaba viviendo, o si en cambio, solo era producto de su imaginación. Escuchar su voz ronca, sin embargo, me hizo darme cuenta que en verdad había ocurrido, y que estaba ahí debajo mío, con sus latidos desbocados y su masculinidad dentro de mi. Podía sentir su respiración todavía agitada sobre mi cabeza, acariciándome el cabello que me cubría la frente. Le recorrí el cuerpo con pereza, desde sus tensos brazos hasta su suave torso.

― No sé que decirte... ― le confesé con una sonrisa apenas juguetona. Sentía que el menor esfuerzo me exigía grandes cantidades de energía.― Habría sido una experiencia más. Apenas y me daba cuenta de lo que pasaba.

Sacudí la cabeza, conteniendo una carcajada que me habría robado el último aliento que tenía. En vez de eso, y con mucho cuidado, me senté sobre sus piernas y me "separé" de él. Mirarlo así, tendido sobre la hierva y con todo el cuerpo brillante por las gotitas de agua y sudor, me pareció tan adorable como excitante. Era un hombre interesante, pues su encanto radicaba en ser absolutamente irreverente y poco "dulce". Que mujer tan complicada era yo. Me retiré un rizo oscuro del rostro y me incliné hacia él para besar sus ojos, tan peculiares como su personalidad. ¿Sería que su apasionado lado salvaje provenía de su naturaleza como cambiaformas? No lo sabía, pero me parecía justo averiguarlo con el tiempo.

― Pero debo admitir, que fue como entregarse a un animal salvaje. ― desvié la mirada hacia nuestras ropas, que yacían a un lado tan flácidas y abandonadas, que casi daban pena.― No pensaba... te aseguro que no creía que esta noche acabaría así. Ni siquiera sé si esa botella que me diste a beber ha surtido algún efecto en mi. Me siento muy lúcida, ¿sabes? Aunque con mucho sueño.

Cerré la boca y tensé los labios en cuanto me di cuenta que estaba balbuceando. ¿Por qué? Cuando la fiesta había animado y el encuentro con Brodrick me había inspirado la noche, me encontraba tan segura de mi misma que casi no me reconocía. En cambio, en ese momento, volvía a ser tímida y fácil de abochornar. No quería irme aun, pues no es que tampoco tuviera un lugar muy agradable al cual volver, pero no veía muchas más opciones. ¿La caravana que había organizado la velada me permitiría pasar la noche ahí? Tomando en cuenta lo amables que habían sido antes, era posible. Pero entonces... significaba que debía despedirme de Brodrick.

por **Brodrick Von Meer** Mar Jun 11, 2013 7:45 pm

" La magia ocurre sólo ante aquellos que tienen los corazones abiertos. La pregunta es, ¿quién es el hechizado por quién?"

Con el corazón aún danzando en mi pecho, era incapaz de separarme del cuerpo tierno y joven de Roham. Había sido una experiencia única, tanto, que aún no había hecho lo que solía hacer cuando terminaba de satisfacer su lujuria; correr hacia el montón de ropa, vestirse y despedirse con una sonrisa. Sentía que la joven tenía más sentido común que las demás mujeres, no dudaba de su inteligencia, ya le había mostrado en esa misma noche, que podía manejarlo mucho mejor que las retorcidas cortesanas de clase alta. Tal vez fuera eso, que había inocencia e inteligencia en ella. O quizás, en su interior sabía que ella era demasiado inteligente como para quererlo. Nadie en su sano juicio se ataría a una mala bestia como él.

Con una sonrisa traviesa, se sentó y le tomó la cabeza con suavidad. La obligó a mirarle a los ojos, dejando que viese en ellos, ahora marrones de nuevo, la completa seriedad que comenzaba a sentir. - No tienes que preocuparte, no diré a nadie lo ocurrido aquí. No importa si fue el licor, el baile, o tus ojos mágicos, Roham. No me arrepiento de ello.- Se acercó a su rostro con lentitud deliberada, dejando que ella se apartase de él, si eso era lo que deseaba, y depositó un beso en sus labios. Nada de lujuria. Nada de deseo. Sólo el mero contacto de cuerpo sobre cuerpo. Satisfaciendo la necesidad de tocarla que había sentido.

Sin darse cuenta, comenzó a besarla de nuevo, profundizando el beso mientras pensaba en cómo había comenzado todo. Cómo su cuerpo lo había hechizado de tal forma, que si no hubiese sido por ella, hubieran armado un espectáculo frente a sus compañeros. ¿Estaría su familia entre ellos?. ¿La buscarían ahora los hombres, sabiendo que era tan deseable que había capturado a un calavera como él?.

Cuando su cuerpo se arqueó contra el de Roham, con una nueva erección. Se dio cuenta de que su boca había descendido por el cuello de Roham, dejando un rastro húmedo de los besos que le había proporcionado. Sonrió separándose de su cuello, pensando en la facilidad con la que podría poseerla de nuevo. - Lo siento, creo haber escuchado que estabas cansada.- Le guiñó un ojo y la levantó para poderse separar de ella. Cuando ambos estuvieron de pie, la abrazó con fuerza, presionando el cuerpo femenino con el suyo.- Será mejor que te cubras, sino podrás descubrir cómo puedo llegar a ser de salvaje.- Comenzó a reírse sobre su pelo oscuro, haciendo una broma sobre su anterior comentario. Decir que había sido como si lo hubiera hecho con un animal salvaje, era quedarse corta. Aunque podía ser aún peor. Sería bueno si no llegaba a descubrir cuánto.

por **Yuna Rutledge** Jue Jun 13, 2013 6:08 pm

Si había algún amante más dulce y misterioso que Brodrick, conocerlo sería peligroso. Su esencia salvaje no desaparecía de mi organismo, como si me hubiese infectado con una adictiva carga de deseo y libertad. Ni siquiera en los años que vagaba por Europa me había sentido tan excitada por la vida. Mirarlo de esa forma en que parecía un gato travieso meditando la mejor manera de comerme. Ya me había devorado lo suficiente por una noche, cosa que en realidad no ayudó a calmar mis nervios. Escuché sus palabras y me dejé llevar por su mano cual brújula dorada. No era un vampiro que pudiera hipnotizar, y sin embargo, yo obedecía a sus movimientos como una serpiente a la música. Adoraba que me tomara entre sus manos, incluso después de que la pasión de nuestros cuerpos se hubiera consumido.

O eso pensaba yo, escuchando tranquilamente sus palabras y correspondiendo lo que parecía un simple gesto de despedida. Ya podía imaginar el amanecer, que venía sobre nosotros, avisándome que todo aquello había sido la noche de una cenicienta. Sin embargo, no ocurrió lo que yo creía, sino que el beso que tan dulcemente había iniciado, se convirtió en una nueva oleada de deseo. Lo sentí tan cerca de mi que no pude evitar gruñir, inhalando su aroma. En un momento dado, dejé de sentir sus labios sobre los míos y me di cuenta que había descendido a mi cuello, donde la insistente caricia me hizo cerrar con fuerza los ojos. Cuando se detuvo y se apartó de mi, me dejó la sensación de estar varada en medio de la nada. Le lancé una mirada de reproche que pudo ser un poco infantil.

— Eres malvado y cruel, te lo he dicho ya. —le repliqué con el ceño fruncido. Para mi vergüenza, antes de que pudiera siquiera decirle que estaba en perfecto estado para repetir, bostecé y me estiré como un felino.— Nunca me había agotado tanto... es tu culpa. —lo miré un momento cuando estuvimos en pie, admirando sus facciones y sonriendo como toda una malvada.— Si lo descubro algún día, me consideraré realizada. —me levanté sobre las puntas de los pies y mordí su labio inferior. Sabía que aquella imagen de hombre civilizado que él conservaba, y mi propia imagen de una inocente gitanilla, eran tan sublimes como las nubes en el cielo. Lo miré con una ceja en alto, bajando lentamente una mano hasta su entrepierna, y ahí, acariciando con la suave y lenta tortura.— Ya que eres tan caballeroso y civilizado, me cubriré y me marcharé. Y es posible que no nos volvamos a ver hasta después de mucho tiempo.

Divertida con mi propia propuesta, acabé por vestirme. La suerte de nosotras las gitanas era que el corsé no formaba parte de nuestra vestimenta, aunque habría sido interesante notar la reacción de Brodrick si le pidiera ayuda para vestirme. Até a mi cintura aquella pañoleta verde brillante, incluso cuando hacía de mis movimientos más ruidosos por las monedas doradas. Me acerqué de nuevo a mi querido amigo y le extendí la pañoleta roja.

— Conservala.

Y sin más, cuando la última mirada y el último beso hubiesen sido dados, me despedí con un movimiento de la mano y me alejé de aquel manantial, con la ligereza de un ave contenta que desplegaba sus alas después de mucho tiempo. No miré hacia atrás, como la romaní que era, pero sentí que me llevaba algo importante esa noche. Sonreí y corrí en la oscuridad.

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