AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Karma - Privado
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El Karma - Privado
“The worth of a human being lies in the ability to extend oneself, to go outside oneself, to exist in and for other people.” - Milan Kundera
¿Malena? ¿Dónde estamos? Fue el silencio, fue ese grito el más fuerte que pudo escuchar. La humedad era intolerable por ser el desquicio de los hombres. Pesadez sobre los cuerpos que no podía ser evitada por la irremediable naturaleza hacía que todo lo que rodeara se impregnara de ese sentir, maximizaba los olores obligándolos a permanecer impunes en los lugares de origen. Había azufre picando en sus fauces, olor a desechos humanos, ácidos que penetraban por entre sus fosas nasales cual veneno arrebatando contra sus sentidos pero nada fue suficiente. Los ojos de Malena permanecieron cerrados sin presión ni voluntad pero fue su garganta la que no pude resistir el ardor que la inundaba, todo en su interior estimulaba a que su cuerpo buscara alivio tosiendo como una enferma de tuberculosis, su cuerpo raquítico nunca se había obligado a vivir y ahora era un simple reflejo de la cuota humana, aquella frenética actividad involuntaria que la aferraba a seguir respirando. Sus pulmones estaban extasiados en polvo y escombros terrenales luchando porque más aire ingresara en ellos contra el deseo mismo de ambas Malenas. Podría intuir que debería sentir frío por el piso de piedra enmohecido que la acarreaba cual camastro. Sus piel hendida contra sus huesos sobresalientes la pudo orientar a que su cuerpo se encontraba de costado, solitario como una nave naufragando sola presa de la tempestad. Pero no fue eso sino un sabor entremezclado con el aire que hurtó su boca y se adentró sobre las papilas de su lengua: Sal. ¿Por qué hay sal? Malena, MALENA carajo despiértate. No. Si. Malena, por favor…¿Sal? No era la sal neutral sino impregnada en la bruma marina que cubría la superficie donde se encontraba tendida. Cual animal enjaulado, erudita de una bestia salvaje en un zoológico los ojos de la joven se abrieron de par en par siendo sus párpados los únicos músculos que se contrajeron en aquella acción. Si mantenía los ojos cerrados solo vería oscuridad, pero si los cerraba el tiempo suficiente finalmente vería la luz. NO. Ella la había interrumpido y ahora era presa de su propia bestialidad a la que Malena la había atado. Si bien los animales eran el vínculo con el paraíso, pues no conocían el odio ni la envidia o el descontento, la bruja se alimentaba de ellos. Era un animal que no era un animal.
No soy yo. Eres tú. No soy yo, eres tú. Eres tú ¿Yo que soy? Tú no eres yo. Error, yo soy tu. YO NO SOY YO, YO SOY MALENA! Tú no eres Malena. Un grito cortó el silencio sepulcral cuando la joven sintió como el fuego arremetía contra la picazón de sus fauces. La odiaba, la había obligado a despertar y ahora estaba presa nuevamente en el mundo. Observó sus puños durante un tiempo en el que su visión se acostumbró a la oscuridad tenue que bañaba el recinto en que se encontraban. Estaban rojas, sus pequeñas arterias torturadas por la fuerza con que las había apresado contra el piso presa de su rabia, de la rabia de ella, el cuerpo era el mártir de su existencia y la de Malena, no era más que su pobre víctima testigo de la batalla acaecida dentro de sí. Había bullicios de fondo que no penetraron en sus oídos mientras sus piernas tomaban como ovillo a sus rodillas huesudas y su vista seguía clavada en algo más allá de cualquier verja de hierro forzado que la mantenían cautiva. Pero no eran los barrotes los que le quitaban su libertad, NADA lo hacía salvo ella. La oscuridad entrecortada por la sinuosa luz que penetraba las rocas agrupadas hacía siglos, paredes teñidas con lamentos y muerte pero nada de eso perturbaba su inquietud de cómo había llegado hasta allí y peor aún, si era su hipótesis verdadera. No podría, no es. ¿Cómo puedes saberlo? Por convicción ¿Te convences a ti misma de saberlo? No, yo ya lo sé solo te convenzo a ti. Sus dientes se apretaron remarcando la frágil quijada de la joven, tan delicada que parecía pintada por los antiguos griegos siguiendo los cánones de la más erudita belleza. ¿POR QUÉ ESTÁS EN MI CABEZA? DÉJAME EN PAZ. Ni la muerte te traerá paz. Estoy muerta por tu culpa ¿Por mi culpa? Malena, por mi culpa estás viva. La sonrisa altiva de ella la cernía sobre el sosiego del cuerpo, podía sentir la sarna de sus palabras resonando dentro de su cabeza en un espiral verborrágico que la penetraba hasta las profundidades sin pecado a merced. No sintió el ardor de su garganta ni el dolor en sus dientes cuando volvió a gritar para callarla.
Viva o muerta, ahogada en sueños o despierta en pesadillas lo único cierto era que observada desde afuera podría asemejar un cadáver tendido en su lecho de muerte, mugriento donde habían olvidado de cerrar las ventanas, una con vista al cielo y otra hacia los campos verdosos, pero desde el interior era el mismo caballo troyano indultando que era a sí misma contra quien estaba arremetiendo, dos ejércitos combatiendo por un mismo territorio donde la importancia no era la tierra sino quien poseyera el poder. Tarde o temprano la verdad de la miseria de cada ser era la misma: Cada uno es su peor enemigo.
No soy yo. Eres tú. No soy yo, eres tú. Eres tú ¿Yo que soy? Tú no eres yo. Error, yo soy tu. YO NO SOY YO, YO SOY MALENA! Tú no eres Malena. Un grito cortó el silencio sepulcral cuando la joven sintió como el fuego arremetía contra la picazón de sus fauces. La odiaba, la había obligado a despertar y ahora estaba presa nuevamente en el mundo. Observó sus puños durante un tiempo en el que su visión se acostumbró a la oscuridad tenue que bañaba el recinto en que se encontraban. Estaban rojas, sus pequeñas arterias torturadas por la fuerza con que las había apresado contra el piso presa de su rabia, de la rabia de ella, el cuerpo era el mártir de su existencia y la de Malena, no era más que su pobre víctima testigo de la batalla acaecida dentro de sí. Había bullicios de fondo que no penetraron en sus oídos mientras sus piernas tomaban como ovillo a sus rodillas huesudas y su vista seguía clavada en algo más allá de cualquier verja de hierro forzado que la mantenían cautiva. Pero no eran los barrotes los que le quitaban su libertad, NADA lo hacía salvo ella. La oscuridad entrecortada por la sinuosa luz que penetraba las rocas agrupadas hacía siglos, paredes teñidas con lamentos y muerte pero nada de eso perturbaba su inquietud de cómo había llegado hasta allí y peor aún, si era su hipótesis verdadera. No podría, no es. ¿Cómo puedes saberlo? Por convicción ¿Te convences a ti misma de saberlo? No, yo ya lo sé solo te convenzo a ti. Sus dientes se apretaron remarcando la frágil quijada de la joven, tan delicada que parecía pintada por los antiguos griegos siguiendo los cánones de la más erudita belleza. ¿POR QUÉ ESTÁS EN MI CABEZA? DÉJAME EN PAZ. Ni la muerte te traerá paz. Estoy muerta por tu culpa ¿Por mi culpa? Malena, por mi culpa estás viva. La sonrisa altiva de ella la cernía sobre el sosiego del cuerpo, podía sentir la sarna de sus palabras resonando dentro de su cabeza en un espiral verborrágico que la penetraba hasta las profundidades sin pecado a merced. No sintió el ardor de su garganta ni el dolor en sus dientes cuando volvió a gritar para callarla.
Viva o muerta, ahogada en sueños o despierta en pesadillas lo único cierto era que observada desde afuera podría asemejar un cadáver tendido en su lecho de muerte, mugriento donde habían olvidado de cerrar las ventanas, una con vista al cielo y otra hacia los campos verdosos, pero desde el interior era el mismo caballo troyano indultando que era a sí misma contra quien estaba arremetiendo, dos ejércitos combatiendo por un mismo territorio donde la importancia no era la tierra sino quien poseyera el poder. Tarde o temprano la verdad de la miseria de cada ser era la misma: Cada uno es su peor enemigo.
Malena Schreiber- Hechicero Clase Baja
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Re: El Karma - Privado
El Gran Maestro de la Depravación, se encontraba sentado en su trono, a la cabeza del comedor. Zacarías, Dominic, Rafael, Merrick y Lucien; sus primeros al mando de los pequeños ejércitos que iban armando, se encontraban todos sentados alrededor de la mesa; donde copas, platos y candelabros, estaban elegantemente colocados. Cualquiera que entrase al salón y desconociese cuál era la verdadera naturaleza de los presentes, creería que asistía a una galante cena. Eso, por supuesto, si no reparaban en el pequeño que estaba bebiendo, con desenfrenada desesperación, de su muñeca. Demyan, hijo de los Marquand, era su títere humano. Llevaba alimentándolo con su adictiva sangre desde hacía tres años. Su vínculo se había reforzado hasta tal punto, que sin una dosis cada noche, el infante simplemente enloquecería. Quien mirase a los vidriosos orbes de su protegido, vería cuán cerca estaba de convertirse en un demonio. La sonrisa siniestra de Mikhail, mientras arrancaba su muñeca de los dientes de éste, solo dejaba claro cuánto disfrutaba de ese intercambio. El niño, que contaba ahora con seis años, se relamió los labios y; aunque parecía que en cualquier momento saltaría para obtener más, hizo caso omiso de los temblores que le recorrían y se colocó a la derecha de su maestro. En ese momento, varios humanos, hombres y mujeres e incluso un niño, fueron arrastrados hasta el salón. Como ya era costumbre, cada que llegaban nuevos esclavos al castillo, se realizaba una bienvenida. Mikhail hizo acercar a uno de los humanos del grupo. Había aprendido que, dando el ejemplo, los demás se volvían estúpidamente cooperativos. El caballero, que rondaba la treintena, trastabilló con las cadenas que colgaban de sus tobillos mientras intentaba acercársele. Éste no tuvo siquiera tiempo de llegar al suelo, pues en un movimiento grácil y veloz, el vampiro se había levantado de su asiento y desprendido la cabeza del humano de su cuello. La sangre salpicó las paredes, a él y algunos rostros de los presentes. Sostenía su recién adquirido trofeo del cabello. Sin mucha demora, la soltó sobre su plato. – ¡Sírvanse, hijos míos! ¡La cena ya ha sido dispuesta! Soltó una carcajada al ver cómo sus vástagos abandonaban su apariencia de civilizados para abordar a las presas que, inútilmente, intentaban salir de ahí.
Zacarías, el perverso, ya había puesto su mirada sobre una de las jóvenes. La cara de aberración que le dedicó ésta debió de haberle molestado porque lo primero que hizo, fue arrancarle los ojos y dejarlos caer dentro de su copa. Rafael sostenía en su puño el sangrante corazón de uno de ellos, lo levantó como si se tratara de un premio y exprimió, el líquido cayó directamente al interior de su boca. Pronto, había en los platos cabezas, órganos, miembros amputados. El rojo los bañó. Tiñó sus costosas ropas. Solo el enorme rubí que colgaba del cuello de Mikhail, parecía sobresalir. La brutal matanza, pronto se volvió en una orgía, cuando más mujeres fueron sacadas de sus celdas. Merrick y Lucien, compartían una; mientras que Dominic disfrutaba enterrando su miembro en una de las mujeres sin cabeza. El Sire, no se quedaba atrás, por supuesto. Tenía su puño enterrado en la entrepierna de una pelirroja que, contra sus deseos, estaba expuesta en la orilla de la mesa; sus colmillos fuertemente enterrados en el pecho derecho. Succionaba con voracidad. Como si llevase semanas sin probar sangre fresca. “El barco ha llegado, amo”. La voz, que pertenecía a uno de sus licántropos, encargado de custodiar las afueras, perpetró en su mente. Todo el tiempo, el vampiro era consciente de ellos. Los había conseguido con engaños. ¡Él los había creado! Una vez que había tenido bajo su yugo a uno de esa especie, lo había soltado en sus dominios durante las Lunas Llenas para incrementar sus filas. Solo los más fuertes sobrevivieron y, aquéllos que podían albergar alguna veta vengativa o codiciosa, la habían suprimido en cuanto amenazó con acabar con sus seres amados. ¡Los humanos eran tan estúpidos! Nunca comprendería porqué sacrificaban sus vidas para ayudar a otros. Él, estaba claro, nunca lo haría. Si tuviese que matar a todos para salvarse a sí mismo, lo haría con los ojos cerrados. No respondió. Por órdenes suyas, los nuevos prisioneros de If, se presentarían primero ante él. A Mikhail le gustaba, de vez en cuando – y si había potencial – adoptar a uno. Ella o él, podrían tener un lugar en su mesa. Ya fuese como su posible vástago o muñeca. Mientras esperaba, dejó que el sonido de carne contra carne reinase; y el olor a sexo y sangre, llenase sus fosas nasales.
Zacarías, el perverso, ya había puesto su mirada sobre una de las jóvenes. La cara de aberración que le dedicó ésta debió de haberle molestado porque lo primero que hizo, fue arrancarle los ojos y dejarlos caer dentro de su copa. Rafael sostenía en su puño el sangrante corazón de uno de ellos, lo levantó como si se tratara de un premio y exprimió, el líquido cayó directamente al interior de su boca. Pronto, había en los platos cabezas, órganos, miembros amputados. El rojo los bañó. Tiñó sus costosas ropas. Solo el enorme rubí que colgaba del cuello de Mikhail, parecía sobresalir. La brutal matanza, pronto se volvió en una orgía, cuando más mujeres fueron sacadas de sus celdas. Merrick y Lucien, compartían una; mientras que Dominic disfrutaba enterrando su miembro en una de las mujeres sin cabeza. El Sire, no se quedaba atrás, por supuesto. Tenía su puño enterrado en la entrepierna de una pelirroja que, contra sus deseos, estaba expuesta en la orilla de la mesa; sus colmillos fuertemente enterrados en el pecho derecho. Succionaba con voracidad. Como si llevase semanas sin probar sangre fresca. “El barco ha llegado, amo”. La voz, que pertenecía a uno de sus licántropos, encargado de custodiar las afueras, perpetró en su mente. Todo el tiempo, el vampiro era consciente de ellos. Los había conseguido con engaños. ¡Él los había creado! Una vez que había tenido bajo su yugo a uno de esa especie, lo había soltado en sus dominios durante las Lunas Llenas para incrementar sus filas. Solo los más fuertes sobrevivieron y, aquéllos que podían albergar alguna veta vengativa o codiciosa, la habían suprimido en cuanto amenazó con acabar con sus seres amados. ¡Los humanos eran tan estúpidos! Nunca comprendería porqué sacrificaban sus vidas para ayudar a otros. Él, estaba claro, nunca lo haría. Si tuviese que matar a todos para salvarse a sí mismo, lo haría con los ojos cerrados. No respondió. Por órdenes suyas, los nuevos prisioneros de If, se presentarían primero ante él. A Mikhail le gustaba, de vez en cuando – y si había potencial – adoptar a uno. Ella o él, podrían tener un lugar en su mesa. Ya fuese como su posible vástago o muñeca. Mientras esperaba, dejó que el sonido de carne contra carne reinase; y el olor a sexo y sangre, llenase sus fosas nasales.
Mikhail Argeneau- Vampiro Clase Alta
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Re: El Karma - Privado
—Nunca te perdonaré que me hayas enseñado lo que es el amor —fueron sus primeras palabras— y después me hayas dejado para que me arreglase como pudiese. ¿Por qué nunca has contestado mis cartas? ¿Por qué te desvaneces… y reapareces durante el tiempo suficiente para destrozar otra vez mi corazón, cuando acaba de conformarse? A veces me descubro pensando en ti… y deseando no haberte conocido.
Si el grito de un niño escuchas y la música en tus oídos se enciende ¿Eres una bestia? No era una dulce melodía, ambas podían oirlo desde el apacible silencio en el que sumían. No se interrogaban ni discutían, estaban simplemente aturdidas sin poder comprender el por qué. La causa era inherente al problema, aunque era la raíz de la cuestión ¿Para qué querían saberlo? ¿Para atarse a un sinsentido de remordimientos? ¿Para descubrir que una había traicionado a la otra? ¿Traición? No, la traición es humana ¿Entonces? Entonces no puedes traicionarme, no tienes causa suficiente para lograr esa consecuencia. Del odio nace la traición. DEL ODIO. Oh no Malena, del odio nace el amor, amor por mí misma. Lo que antes había sido calma ahora rajó la tierra debajo de sus pies. Frío y pegajoso cuando no comprendía, esa frivolidad que resbalada por dentro de sus entrañas hasta entrometerse en sus venas y cada vez que respiraba, su pulso se aceleraba y ese hielo, aquel escalofrío comenzaba a expandirse acalambrando sus piernas petrificadas en su lugar. Algo raro ocurría, la tocaban, la arrastraban obligándola a caminar pero no era Malena, el hielo que congelaba su ser comenzó a hervir demasiado rápido. Sus muelas que antes chocaban contra sí descontroladas por la pérdida de la sensibilidad ahora ardían en rabia acompañadas por un siseo nefasto sin poder encontrar a su enemigo. Su cuerpo se retorcía entre las presas de manos que comenzaron a acorralarla contra la muralla de piedras obligándolas a enfrentarse con la realidad de la presa herida y lastimada, la mas salvaje y peligrosa de todas pero eso no fue lo peor, sino el vacío que sumió a su mente cuando su garganta se secó en un grito desgarrador. Podía sentir como sus uñas se hundían en fresca carne, sangre que coagulaba manchando sus dedos, pero sus pupilas no lograron hacer foco mientras la contracción de sus músculos no cedía ante la presión.
Un pie detrás del otro, una fila de escoria tras otra y ellas ¿Qué mierda ha pasado? No importa la causa, solo el resultado, solo que fuiste tan idiota traicionera que nos metiste con la mierda. CON LA MIERDA. EN LA MIERDA. Porque es lo que somos. Es lo que eres, yo me amo demasiado como para serlo. Su melena estaba cuidadosamente arreglada sin explicarse el por qué, sus ropas aceptables acompañaban un andar esclavizado al ritmo general pero reacio a seguir el compás de miseria que condecoraba aquella caravana a través de altos pasillos hasta un grato salón que se vislumbraba al final. La cripta gigante, el olor férrico que inundaba sus narinas impregnando sus fauces que lo reconocieron al instante: Sangre. La ansiedad era más fuerte que el miedo. Era lo único que sentía, la curiosidad después de todo era un pecado universal. Fueron segundos eternos, agonías infinitas pero Malena finalmente tuvo su turno de ingresar en aquel lugar y no pudo contenerse. No fue nerviosa ni alegre, fue tan pura aquella risa que desdibujó sus ansias que hubiera encajado con una joven que participaba de una gala en su honor, aunque fueron segundos hasta que escuchó el siseo en su mente. No la silenciaba, buscaba su atención para recordarle que pese a su cuna hebrea el narcisismo era su religión, y era ella en torno a lo que todo giraba. Sus manos aferraron despeinando su melena, quería agitar su cabeza, obligarla sacarla de allí por Dios Santo - Lo sé, lo sé. NO LO SÉ – Su voz aguda y rasposa al borde de la desesperación ¿Cómo podía estar entusiasmada y enojada al mismo tiempo? ¿Cómo a menos de que estuviera demente o fuera demasiado inteligente para sentir tantas emociones? ¿No era lo mismo? ¿No eran la misma persona? Malena, basta. No, deja de pensar en él, tu juego es conmigo ¿Juego? Si, sus párpados cerrados con fuerza comenzaron a relajarse hasta acostumbrarse a la tenue luz que bañaba al recinto. Él seguía allí sentado en su trono, esa persona que actuaba como un imán para ellas disfrutando de su propia partida. El suelo, los casilleros. Peones, torres, caballos. Era su turno de mover, era el Jaque Mate porque las partidas largas las aburrían. Era a todo o nada y la nada no existía.
-Ajedrez humano. Si, tu quieres jugar - ¿Ella no? ¿Y ella tampoco? Estrategia y mente, ideas retorcidas en su propio eje cuya estrategia no consistía en ganar sino en huir del monstruo que aventuraba ser. Sus comisuras mantuvieron una línea neutra y limpia, desteñida del horror que agonizaba bañando en sangre cual vino tinto derramado sobre el mármol que se imponía frente a ellas. Peones derribados, uno por uno obstaculizaron su camino alejándose de la fila de plegarias que se narraba detrás de ellas cuando sus ojos encontraron a la pieza maestra delante de sí. Sus ojos azules contrastaban contra los grises propios que lo invitaban a perecer en un abismo tan incierto que resultaría encantador, su cuerpo esbelto encontraba la sensualidad en la carencia de carne recubriendo sus huesos, pero fue aquella sonrisa esbozada tan sardónica como cínica, lindando los límites del sarcasmo con la demencia para dejarle dejes de inocencia a un rostro pintoresco y envidiable. Se detuvo por acción de la gravedad a tan solo unos pasos de donde había iniciado su viaje, ya escoltada por guardias que la injuriaban en un lenguaje que no le interesaba ni tan siquiera, llegaba a escuchar porque estaba absorta en el demonio que tenía frente a ellas – Ella es Malena, yo soy Malena. Yo soy la Reina, ella es mi alfil. Y tú, tú eres el Rey de la Barbarie - La táctica consiste en saber qué hacer cuando hay algo que hacer, la estrategia, en saber qué hacer cuando no hay nada que hacer - Jaque Mate. C'est fini. Muerto estás, muertas estamos pero eso ya lo sabemos ¿No? - Podría asemejar una niña egoísta regodeando su gloria, pero la neutralidad de sus facciones y la calma de su respiración remarcaban algo importante en su lógica desenfrenada. No tenían nada que perder más que un desafío, y él ya tenía todo menos la incógnita que aquella joven parada frente a sí le estaba proponiendo. Demencia en su estado más sano y puro.
Un pie detrás del otro, una fila de escoria tras otra y ellas ¿Qué mierda ha pasado? No importa la causa, solo el resultado, solo que fuiste tan idiota traicionera que nos metiste con la mierda. CON LA MIERDA. EN LA MIERDA. Porque es lo que somos. Es lo que eres, yo me amo demasiado como para serlo. Su melena estaba cuidadosamente arreglada sin explicarse el por qué, sus ropas aceptables acompañaban un andar esclavizado al ritmo general pero reacio a seguir el compás de miseria que condecoraba aquella caravana a través de altos pasillos hasta un grato salón que se vislumbraba al final. La cripta gigante, el olor férrico que inundaba sus narinas impregnando sus fauces que lo reconocieron al instante: Sangre. La ansiedad era más fuerte que el miedo. Era lo único que sentía, la curiosidad después de todo era un pecado universal. Fueron segundos eternos, agonías infinitas pero Malena finalmente tuvo su turno de ingresar en aquel lugar y no pudo contenerse. No fue nerviosa ni alegre, fue tan pura aquella risa que desdibujó sus ansias que hubiera encajado con una joven que participaba de una gala en su honor, aunque fueron segundos hasta que escuchó el siseo en su mente. No la silenciaba, buscaba su atención para recordarle que pese a su cuna hebrea el narcisismo era su religión, y era ella en torno a lo que todo giraba. Sus manos aferraron despeinando su melena, quería agitar su cabeza, obligarla sacarla de allí por Dios Santo - Lo sé, lo sé. NO LO SÉ – Su voz aguda y rasposa al borde de la desesperación ¿Cómo podía estar entusiasmada y enojada al mismo tiempo? ¿Cómo a menos de que estuviera demente o fuera demasiado inteligente para sentir tantas emociones? ¿No era lo mismo? ¿No eran la misma persona? Malena, basta. No, deja de pensar en él, tu juego es conmigo ¿Juego? Si, sus párpados cerrados con fuerza comenzaron a relajarse hasta acostumbrarse a la tenue luz que bañaba al recinto. Él seguía allí sentado en su trono, esa persona que actuaba como un imán para ellas disfrutando de su propia partida. El suelo, los casilleros. Peones, torres, caballos. Era su turno de mover, era el Jaque Mate porque las partidas largas las aburrían. Era a todo o nada y la nada no existía.
-Ajedrez humano. Si, tu quieres jugar - ¿Ella no? ¿Y ella tampoco? Estrategia y mente, ideas retorcidas en su propio eje cuya estrategia no consistía en ganar sino en huir del monstruo que aventuraba ser. Sus comisuras mantuvieron una línea neutra y limpia, desteñida del horror que agonizaba bañando en sangre cual vino tinto derramado sobre el mármol que se imponía frente a ellas. Peones derribados, uno por uno obstaculizaron su camino alejándose de la fila de plegarias que se narraba detrás de ellas cuando sus ojos encontraron a la pieza maestra delante de sí. Sus ojos azules contrastaban contra los grises propios que lo invitaban a perecer en un abismo tan incierto que resultaría encantador, su cuerpo esbelto encontraba la sensualidad en la carencia de carne recubriendo sus huesos, pero fue aquella sonrisa esbozada tan sardónica como cínica, lindando los límites del sarcasmo con la demencia para dejarle dejes de inocencia a un rostro pintoresco y envidiable. Se detuvo por acción de la gravedad a tan solo unos pasos de donde había iniciado su viaje, ya escoltada por guardias que la injuriaban en un lenguaje que no le interesaba ni tan siquiera, llegaba a escuchar porque estaba absorta en el demonio que tenía frente a ellas – Ella es Malena, yo soy Malena. Yo soy la Reina, ella es mi alfil. Y tú, tú eres el Rey de la Barbarie - La táctica consiste en saber qué hacer cuando hay algo que hacer, la estrategia, en saber qué hacer cuando no hay nada que hacer - Jaque Mate. C'est fini. Muerto estás, muertas estamos pero eso ya lo sabemos ¿No? - Podría asemejar una niña egoísta regodeando su gloria, pero la neutralidad de sus facciones y la calma de su respiración remarcaban algo importante en su lógica desenfrenada. No tenían nada que perder más que un desafío, y él ya tenía todo menos la incógnita que aquella joven parada frente a sí le estaba proponiendo. Demencia en su estado más sano y puro.
Malena Schreiber- Hechicero Clase Baja
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