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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aitor Copado Miér Ago 14, 2013 11:20 pm

Si existía algo a lo que Aitor temía más que a nada eran a las noches como la de hoy, noche que se presentaría en aquel atardecer invernal. En pocas horas se ocultaría lo más preciado para él y detestable para los bebedores de sangre, el sol y se apoderaría de los cielos y de su propia bestialidad la luna llena. Y aunque esa bestia interna muchas veces lo había ayudado no lo veía como una bendición, o al menos aún no. Todavía se culpaba por las muertes que causó en un pasado que no se podía cambiar. Por supuesto, Aitor siempre intentó contener a esa bestia encadenándose en calabozos pero nada detenía al lobo negro, era como si el destino no le negara la libertad a la bestia; por alguna razón las cadenas lo liberaban porque no se destruían, como si alguien decidiera liberar al lobo lo que hacía creer a Aitor que lo seguían, que lo miraban y que un ser tenía control sobre la bestia.

Todas las mañanas se despertaba cubierto de sangre pero lo suficientemente alejado de la escena del crimen para saber quién había sido la víctima. Casi en un arranque paranoico él suponía que ese mismo ser que lo liberaba también lo conducía a otro lugar para que la consciencia de Aitor no lo deprimiera. Pero todo eso no tenía fundamentos y al parecer Aitor nunca lo comprobaría. Por la mañana había llegado a los campos sembradíos y su destino era el bosque un lugar en el que confiaba para liberar al lobo; sin embargo, él se había detenido en los campos. Su vida había dado un giro completo cuando abandonó su título y huyó de su pasado, conoció otro mundo e incluso hizo cosas que nunca pensó hacer, como robar para no morir de hambre. Sí, Aitor recordaba como había sido la primera vez que robó, había sido tan sólo una manzana y que significó mucho para su apetito, posteriormente siguió una breve cadena delictiva sin volverse uno de ellos, un villano o un Robin Hood. Fue entonces que abrió los ojos y ejerció pequeños trabajos, nunca fijos para que la bestia no interfiriera y dañara, así como para no formar ninguna clase de lazos. Esa era la razón por la que ahora él se había detenido a trabajar.

Ese mismo día por la mañana...

Tres horas habían pasado desde el amanecer, Aitor aún no probaba bocado y no tenía ni un franco para comprarse al menos una manzana, había caminado el día anterior casi hasta media noche y había descansado en una casa abandonado en los callejones. Él sabía cual era el día de hoy, hasta le había puesto un nombre, el día maldito y que no era más que la noche de luna llena. Al no tener ninguna moneda en sus bolsillos la única opción para llegar al bosque era caminar. Desde que se había convertido en licántropo el ejercicio se le facilitaba más, él siempre fue un joven sano y que hacía largas caminatas, después de todos los cazadores exóticos tienen que hacerlo para tener una buena cacería. Pero con la bestialidad en su interior sus energías se habían incrementado como sus atributos y sentidos, para que él se cansara se necesitaba realmente un esclavizante trabajo, un quehacer que aún no lo exigía al borde de dejarlo exhausto. Y muchas veces perdía el sentido del tiempo justo como en esos momentos.

Sin planearlo sus pies lo habían conducido a los campos sembradíos. El invierno se acercaba y sin embargo existía una gran cosecha en ese lugar, el aire del ambiente era sumamente delicioso, afortunadamente las ventiscas aún no llegaban a París ni los campos tan coloridos en los que Aitor se hallaba. Siguió su camino hasta estar en el corazón de los campos, a lo lejos pudo ver una gran mansión y supuso que ahí se encontraban los dueños de los sembradíos.

Forastero, bienvenido a nuestros campos— Aitor dirigió la mirada a quien le hablaba, era una mujer, muy bella vestida como una campesina pero que no se trataba más que de una riquilla, sus perlas y demás joyas la delataban. Aitor le sonrió en respuesta y después hizo una caravana con la cabeza. —¿Acaso no puedes hablar?— siguió la mujer sin importarle el hecho de entablar la conversación con un extraño, alejada de la compañía. —Disculpadme mademoiselle, mas no es mi intención faltarle. Sí soy un forastero que sólo cruzaba este camino rumbo al bosque. No es mi intención importunaros— habló con suavidad concluyendo con una sonrisa, la jovencita le coqueteó con la mirada y se acercó a la figura musculosa oculta en esa camisa de franela blanca. —Creo que no has comido, sabes mi madre me mandó a recolectar fresas hazme el favor de recolectarlas por mí y además de darte un bocado también le pagaré por el trabajo— dijo la chiquilla y besó a Aitor en la comisura de sus labios, él no la alejó, no buscaba problemas tan sólo quería irse, pero no podía mentir en el hecho de que tenía hambre.

De acuerdo mademoiselle, haré lo que me pedís— y tan pronto como terminó sus palabras cogió las bolsas que llevaba la joven en sus manos y subió la colina para recolectar las últimas fresas de la temporada.

Dos horas antes del anochecer...

La joven había cumplido su palabra, Aitor caminaba aún en los campos con cinco francos en la bolsa y comiendo la primer hogaza de pan de tres que la muchacha le había dado. El dinero poco le importaba era muy probable que no lo volvería a ver, no después de la luna llena, no luego de que arribe el lobo y haga de las suyas, pero lo que Aitor si podía era comer su recompensa y quizás, llegando al bosque enterrar los francos para regresar a buscarlos. Fue entonces que sintió una presencia.


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Mensaje por Isabeau Beaumont Jue Ago 15, 2013 2:30 am

Tan solo un par de semanas atrás había llegado a Paris.

Recordaba el momento en que había dejado caer mis maletas en la habitación del hotel, la había recorrido con la mirada reparando en cada pequeño detalle para asegurarme que fuera de mi gusto. Observé los muebles de madera preciosa, las finas telas que cubrían la mesa que se encontraba a un lado de la ventana por donde se filtraban los suaves rayos del sol, el decorado de las paredes, los elegantes cuadros con figuras de finas mujeres y caballeros pomposos de mejillas coloradas y exageradas pelucas. Me acerqué a la cama y con mi dedo repasé la tela del cubrecamas, era suave al tacto y el colchón invitaba a ser utilizado, pero resistí  cualquier tentación y me dirigí a la ventana para abrirla de par en par.

Observé entonces el paisaje que se abría paso frente a mi. El bullicio de Paris se hacía presente en los transeúntes, en los carruajes que jalaban los corceles guiados por hábiles manos. Por momentos me aventuraba a intentar imaginarme quien se encontraba adentro de los mismos: figuras importantes, gente de la alta sociedad, personajes de ilustre apellido y títulos nobiliarios. Mordí mi labio inferior al pensar en eso. La vida tenía sus ironías, gente que no movía un dedo y que poseía todas sus riquezas simplemente por haber nacido en la familia correcta, no tenían que merecerlo y les parecía lo más natural del mundo nacer en cuna de oro y encontrarse rodeados de sirvientes y ser saludados con pleitesías. Qué habían hecho para merecerlo? Qué pensarían si supieran que se codeaban con una cambiaformas de origen más que dudoso, que una ladrona de los barrios más miserables intercambiaba ahora con ellos cortesías, les acompañaba a la mesa, les halagaba y se tragaba sus blandas e insulsas personalidades pretendiendo ser una de ellos.

Volví al presente cuando escuché mi nombre. -Isabeau, no vienes con nosotros?.-

Permití que una ligera sonrisa de asentimiento se formara en mi rostro enmascarando el tedio que me provocaba encontrarme en compañía de las hermanas. Las había conocido en el hotel y sin que yo buscase nada ellas se habían pregonado mis guías al enterarse de que era mi primera vez en la capital. Eran muy jóvenes las dos y lo que no alcanzaban a tener en inteligencia les sobraba en hermosura. No tardé en darme cuenta de que contaban con más de un pretendiente, cosa que se evidenciaba ahora pues nos acompañaban un par de caballeros que se desvivían por complacerlas. Levanté mi paraguas de color blanco y asentí, siguiéndolas y abstrayendome de la conversación, mientras las seguía por los alrededores de la casa a la cual me habían invitado.

Tenía que admitir que el lugar era hermoso, muy diferente del ajetreo de la capital por supuesto, pero había un cierto encanto en el cielo azul cargado de nubes y en el verdor de los árboles a nuestro alrededor. Al grupo se le había ocurrido que nos vendría bien un día de campo por lo que cáminabamos ahora por el lugar alejándonos poco a poco de la mansión. Me hubiese entretenido un poco más si el par de mozalbetes no hubiesen sido tan niños, tal vez entonces hubiese podido interesarme en desviar su interés hacía mi, pero me distraía el fragante olor de las frutas a mi alredor, la campiña llamaba mi atención, el mecer de las ramas por la cálida brisa, el trinar de los pájaros... Sonreí maliciosamente al recordar mis cacerías pasadas cuando me divertía en mi forma de gata blanca corriendo y trepando rápidamente alcanzando a mi presa...

-Isabeau, tú crees que a Mr. D... le interese si de repente...-

No prestaba demasiada atención a la conversación, y cada vez y sin darme cuenta, me fui alejando más del grupo para encontrarme entre campos y sembradíos. Mi mente no se detenía al observar el lugar y comenzar a imaginarme si valdría la pena ser dueña de un lugar así, cuales serían los gastos, las posibles ganancias. Dejé caer el paraguas y caminé, dejándome envolver por el olor de la tierra y de la frescura del ambiente. El aire se tornaba más fresco a medida que avanzaba la tarde, lo notaba mientras caminaba entre los árboles. Me detuve de repente al presentir la presencia de alguien más.  Un hombre joven se encontraba a pocos metros de distancia. Mi mirada lo examinó de los pies a la cabeza, al principio pensé que se trataba de un trabajador del lugar pero su aspecto y sus ropas no eran precisamente parisinos. Llevé mis brazos a mi pecho entrecruzándolos al distinguir su aura. A pesar de que no se movía mis instintos felinos me ponían alerta.
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Mensaje por Aitor Copado Jue Ago 15, 2013 1:59 pm

Aitor se detuvo y después de terminar su bocado volteó para contemplar la presencia que había sentido antes. Era tan sólo una mujer, mas no una cualquiera. Él se percató de algo, al igual que él poseía una bestia interior; no tenía idea de que clase pero a diferencia de Aitor, tal parecía que disfrutaba de ese poder. Aitor dedujo ese hecho por su rostro y por sus prendas, ¿acaso será de esas personas que se aprovechan de sus habilidades extrahumanas para sacar beneficios sobre otros?, bueno él era el menos indicado para señalar e incluso criticar a una persona, después de todo él no conocía a esa mujer y podía equivocarse como muchas veces lo hacía.

Sus ojos se cruzaron pero no intercambiaron palabras, no tenía tiempo para desperdiciarlo con la dama, mas había algo que lo cautivaba. Llevó el pan a su boca y dio una buena mordida. Aitor reconocía que aquella hogaza de pan era lo más delicioso que había probado en meses y el alimento en esos momentos era mayor que los deseos de entablar una conversación. Por supuesto, la dama que con los brazos cruzados seguía observándolo pendiente podía verse que se alimentaba bien así que Aitor no se molestó ni siquiera en ofrecerle una pieza, pues, tampoco quería que lo ofendieran si se trataba de una joven caprichosa y airosa. Así, decidió mejor darse la media vuelta y continuar su camino.

Quince minutos antes...

Aitor había recolectado dos grandes bolsas de fresas y aunque era una de sus frutas favoritas no probó bocado, no era por el hecho de estar sucias o la idea de poderse enfermar por tener microbios nocivos, pues él no enfermaba, no gracias a la bestia. Pero no lo sentía correcto, además si lo llegaban a pillar aquella jovencita quizás no cumplía su palabra y por nas fresas no sacrificaría la comida y los francos. A medio camino de la mansión y donde él se halaba fue interceptado por la joven que iba acompañado de dos centinelas.

Buen trabajo dudaba que fueras a desempeñarte de tal manera de recolectar esos dos sacos— el tono de la muchacha no era para nada despectivo, realmente parecía impresionada aunque él no sabía porqué, ¿quién no podía en casi dos horas recolectar tales fresas?, quizás no se sentía impresionada por eso, pero no importaba, al menos no a él. —Yo he cumplido nuestra parte del trato, espero que hagáis lo mismo mademoiselle— dijo ignorando las expresiones de los centinelas. La muchacha le sonrió coqueta y estiró la mano de uno de los centinelas que le dio una bolsa de cuero y además ora más pequeña. Luego, la joven señaló las bolsas para los centinelas que fueron a tomarlas y se alejaron con ellas dejando a la muchacha con Aitor. —Te daré tres piezas de pan y cinco francos— dijo mientras caminaba hacía él contoneando, Aitor suspiró y esperó que no tratara de hacer lo que se imaginaba que haría.

Gracias mademoiselle, os agradezco— afirmó mientras tomaba la bolsa, entonces la muchacha acortó la distancia entre ellos y poniéndose de puntitas trató de besarlo mas él no lo permitió. —¿A no?— reprochó no ofendida, sino coqueteando como si Aitor estuviera desplegando un juego de seducción, la muchacha se agarró su rizado cabello rubio y jugó con él mientras humedecía sus labios. —Estamos buscando un nuevo empleado— continuó y tocó los pectorales masculinos que se resguardaban en la camisa de franela beige. Entonces Aitor le tomó de las manos y la alejó, —no os quiero ofender mademoiselle, sólo soy un viajero y no es mi intención continuar en vuestros terrenos, disculpadme pero me tengo que ir— se dio media vuelta y camino.

Quince minutos después...

Entonces Aitor pensó –¿y si decide seguirme?– ese pensamiento lo hizo detenerse y voltear a mirar de nuevo a la mujer que seguía ahí, pendiente y alerta. Aitor dio dos pasos hacía ella, aún se mantenía alejado para ser una amenaza pero así no tendría que gritarle. —No tardará mucho en anochecer mademoiselle, os recomiendo que regreséis por donde vino, puede ser una noche tormentosa y si me disculpa continuaré con mi camino que abandonar estos campos es mi intención— hizo una caravana y volvió a darse media vuelta, dio otra mordida al pan y continuó caminando esperando que la mujer tomara su consejo y no lo siguiera.


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Mensaje por Isabeau Beaumont Jue Ago 15, 2013 7:46 pm

Aún alertada por su aura, permanecí de pie en el mismo lugar, observándolo en silencio. Rápidamente su ropaje me indicó que no se trataba de uno de los señores del sembradío, ni tan siquiera uno de los trabajadores pues de serlo ya se habría presentado o le hubiese parecido extraño verme sola en el lugar. Por otro lado, el extraño color de su aura me inquietaba y me alertaba, pero no lograba percibir en él amenaza alguna. Sabía que no era humano, pero tampoco era como yo, y al no haberme encontrado nunca con alguien así no podía reprimir el preguntarme quién o qué era.  El silencio se alargaba y comencé a preguntarme si en realidad hablaría Francés o si de su boca escucharía alguna otra lengua, pero fue el ver la hogaza de pan en su mano y la manera en que le arrancó una buena mordida lo cual me transportó hacia mis recuerdos, y por un momento recordé a Pierre...

Me encontraba en el orfanato otra vez, entre las oscuras y deprimentes paredes, tenía nueve años y entre disimuladas risas y cubriendo nuestras bocas con una mano para no delatarnos, mi amigo Pierre me tomaba de la otra mano y en medio de la noche, desafiando a las autoridades del lugar al escurrirnos silenciosamente por el pasillo nuestros pequeños pies corrían en la oscuridad, con la ayuda de mi visión nocturna.

-No entiendo como haces para ver tan bien Isa, pero nos resulta muy útil.- Pierre soltaba una risilla y me miraba con ojos brillantes de aventura y aire de conspiración.

-En realidad no está tan oscuro...- Susurraba yo, algo sorprendida de que él no pudiese ver tan bien como yo lo hacía, sobretodo porque en realidad a él lo distinguia muy bien. -Qué tienes allí?- Casi alcé la voz y escuche su pronunciado Shhhhhhhhh. Si el personal del orfanato nos descubría el castigo sería tremendo y ambos lo sabíamos muy bien.

-Mira...- Observé como del interior de su vieja chaquetilla sacaba un envoltorio que ocultaba un trozo de pan. La visión era divina y mi estómago rechinaba al verlo.

-Por Dios! Es una hogaza completa!- Teníamos tanta hambre... La comida que nos brindaban era muy escasa y recuerdo como sufrí un fuerte azote de manos de la superiora cuando un día pregunté por qué el hijo del cocinero recibía una porción dos veces más grande.
Aquella noche Pierre había cortado la hogaza de pan en dos partes iguales y le había dado un buen mordisco saboreándola con delicia antes de que abruptamente se encendieran las luces y a pesar de mis gritos y mis súplicas nos arrancaran del suelo, sepárandonos y llevándonos a cada uno a un cuarto de castigo adonde nos esperaban los golpes de una fuerte varilla... Oh Pierre... las lágrimas resbalaban por mi rostro al recordarle y no podía evitar llamarlo a gritos...


Volví abruptamente a la realidad al escuchar una voz masculina dirigiendose a mi. Recordé adonde estaba y observé como el forastero dirigía un par de pasos en mi dirección lo cual hizo que me tensase brevemente. De qué hablaba? Una noche tormentosa? El cielo no amenazaba lluvia y esto yo lo sabía a la perfección porque mis instintos me permitían adivinar con cierta antelación cuando ésta estaba a punto de caer, en cuyo caso yo no estaría aquí sino corriendo hacia seguro refugio. Entonces por qué sus enigmáticas palabras? De repente aquel hombre resultaba un enigma o solo estaba tratando de asustarme.

Lo lógico era que diera media vuelta y me marchara pero me sorprendió ver que se dirigía hacia el bosque. Entonces avancé un poco y carraspeé. -Pero si la noche es tormentosa y usted sigue esa dirección se adentrará en el bosque... No encontrará allí refugio de la interperie ni un lugar adonde descansar.- Alzaba mi voz en dirección a su espalda para que él me oyera pero por momentos dudé que me prestara la menor atención. -Tampoco ese pedazo de pan le durará mucho. Sería mejor que se dirigiese al pueblo.- Sentí como el viento arreciaba a nuestro alrededor y hacia bailar las hojas que levantaba a su paso. El bosque no era un buen lugar para pasar la noche y menos con un clima así. De repente un frío helado recorría mi espina dorsal pero aún así le seguí un par de pasos, observándole y preguntándome que demonios me orillaba a caminar detrás de él y hablarle a su espalda.
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Mensaje por Aitor Copado Jue Ago 15, 2013 10:19 pm

No, al parecer la mujer no seguiría su consejo, así como el gato muere por su curiosidad aquella joven mujer se arriesgaba sin saberlo. Quizás el aura de Aitor no era agresiva y sus expresiones eran pasivas pero cuando la bestia se manifestaba la razón se perdía y surgía una brutalidad salvaje. ¿Pero que podía hacer Aitor para ahuyentar a esa mujer?, entre más trabas fuera a poner alimentaría la curiosidad de la mujer, era como echarle leños al fuego, sólo avivaba las llamas; Aitor tenía que se inteligente si quería poner a salvo a aquella mujer. Por un momento creyó que ignorándola podría ser la situación y pese a escuchar los comentarios no manifestó impresión ni interés en las advertencias. Fue entonces que el vitoriano comprendió que el único medio para alejarla de él era la persuasión.

Precisamente mi intención es adentrarme lo más posible al bosque— dijo al momento en el que se detuvo y giró para contemplar a la mujer. Ésta también se detuvo pues era obvio que seguía recelando de él lo que para Aitor era muy acertado. —Mademoiselle, mi propósito no es buscar un refugio en donde no lo hay, mi propósito es alejarme lo más que pueda de cualquier hombre o mujer y un pueblo es el lugar menos indicado para resguardarme en esta noche próxima— su tono no era agresivo mas tampoco tierno, oscilaba en un sosiego y una seguridad de la que pocos tenían, sobre todo cuando se encuentran muy cercas de hacer cosas en contra de su voluntad. —El dinero me importa poco...— continuó mientras miraba su bolsillo derecho lugar en el que había depositado los francos, ...después de esta noche perderé lo poco que traigo, pero no es importante, el dinero es algo banal y que destruye al hombre mañana podré conseguir más para poder continuar mi viaje— concluyó y le dedicó una sonrisa.

Una luna llena antes....

El lobo negro aullaba a la luna, Aitor había sido consumido en ese pelaje oscuro, los ojos de la bestia como incandescentes brillaban en la noche, en un callejón a las afueras de París, el lobo había vencido la audacia de Aitor liberándose de las cadenas que él mismo había puesto sobre sí para contener a la bestia. Fracasó como lo hizo con muchas noches atrás. El lobo era más poderoso que el vitoriano pero él seguía empeñándose a contener a la bestia. ¿Por qué no lograba entenderlo? No era porque fuera terco, era más bien aferrarse a una esperanza que al parecer no existía, al menos no en él. ¿Y de dónde había surgido esa esperanza?... De su maestro, un licántropo con la habilidad de controlar su bestialidad, un hombre que tenía el control absoluto del lobo, de su propia naturaleza, y eso era lo que buscaba Aitor. Él amaba tanto su vida que la única manera que creía podría sobrellevarla y formar nuevamente una familia era logrando lo que consiguió su maestro... el control absoluto.

Pero en esa noche la brutalidad se apoderó del lobo y siguiendo los rastros de un desafortunado se abalanzó sobre de él. Como si se tratara de una gran chuleta. El lobo no permitió que su víctima, un hombre rechoncho de clase media, pudiera pedir ayuda, atacó directo a la yugular matándolo al instante. No lo devoró, simplemente le sacó los intestinos y se marchó con el hocico lleno de sangre. Aulló y corrió hacía ningún punto, hacía ningún destino. La irracionalidad del lobo sólo lo encaminaba a un lugar... a donde hubiera seres que cazar... que matar.

Una luna llena después, tiempo presente...

No le había sonreído para cortejarla, había sido un acto natural que él no podía cambiar. Aitor no era un seductor mujeriego, de hecho no se había encamado con alguien en mucho tiempo y tampoco tenía intenciones de hacerlo. Por supuesto, como cualquier humano se sentía atraído por otro, en el caso de él las mujeres y sólo ellas. Por ejemplo, la mujer que estaba frente a él lo había atraído mucho, no podía negarse el hecho de que la rubia era hermosa, empero, Aitor no pensaba en ello, al menos, esa atracción no se apoderaba de su razón ni de sus pensamientos. Ahora, lo que procedía a sus acciones era alejarse, ocultarse en el bosque para que no sucediera lo que ocurrió la luna llena anterior.

Habiéndole explicado espero que sigáis vuestro camino... no, mejor que regreséis por el camino que llegó, es mejor que busquéis un refugio en el pueblo y no salgáis— aconsejó y volvió a darse la vuelta. El pan que momentos antes disgustaba se le había acabado por lo que tuvo que hacerse de otro. —Os advierto mujer, por vuestra seguridad aléjese de mí— y continuó su camino sintiendo aún la presencia femenina.


Última edición por Aitor Copado el Jue Ene 16, 2014 10:40 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Isabeau Beaumont Vie Ago 16, 2013 12:39 am

El viento a nuestro alrededor silbaba cada vez más fuerte mientras mis piernas continuaban su andar sobre las hojas secas. El forastero continuaba su marcha y por un breve lapso pensé que ni tan siquiera me había escuchado. Fue entonces cuando me detuve abruptamente al notar que ahora disminuía la velocidad de sus pasos para detenerse y girar hacia mi. Mi mirada volvió a fijarse en la suya mientras elevaba su voz para dirigirme unas palabras.  Por encima de sus hombros se vislumbraban con facilidad los frondosos árboles que comenzaban a evidenciar el hecho de que estábamos dejando los sembradíos atrás nuestro.  

Repentinamente, y sin saber por qué, mis oidos percibieron como las ramas se agitaban susurrando  cada vez con más fuerza, como si de repente existiera una especie de simbiosis entre lo salvaje de la naturaleza y él. Algo similar al magnetismo que en muchas ocasiones había yo sentido al adentrarme entre los árboles, pero eso se debía a mi naturaleza, y lo hacía a voluntad, no por desear alejarme de la gente. Era eso lo que él me estaba diciendo que deseaba hacer?

Desvié mi mirada junto con la suya hacia su bolsillo cuando me indicó que todo lo que tenía estaba allí y que el dinero era algo banal. Alcé una ceja al escuchar esa afirmación. El dinero importaba, y mucho. El dinero te abría posibilidades, te brindaba comodidad, estabilidad, sosiego, te hacia mover en una sociedad que se regía por él y que no se compadecía de cerrarte las puertas en las narices si carecías de el mismo, pero ahora parecía no ser el momento para entrar en dicho debate, porque aunque las palabras del hombre frente a mi encerraban cierto misterio parecía que en verdad buscaba refugio bajo el cobijo del bosque.

Por un momento reparé en su sonrisa, su aura había cambiado, ahora se mostraba sosegada y firme. Sus gestos y su manera de comportarse me hacían creer que no me encontraba frente a un hombre de baja cuna o carente de educación, pero había algo más en él que llamaba mi atención aunque no lo podía discernir con toda seguridad. Tal vez era el contraste entre lo que él aparentaba, la manera en que vestía, el hecho de que no fuera del todo humano o esa sonrisa que me dirigió. Era más que simple curiosidad, aunque, me dije, sea lo que fuese tampoco debía ser suficiente para que yo continuase allí, con los pies pegados en el suelo sin haberme marchado. O era que de repente salía a relucir mi terquedad, pero al escuchar sus últimas palabras indicándome que buscara refugio no pude más que intuir que no intentaba simplemente asustarme, pero tampoco me creía que me encontraba frente a un criminal o a un forajido y no es que no tuviera experiencia con estos últimos o que no me hubiera encontrado en una situación más que simplemente peliaguda más de una vez con anterioridad.

-Y si le dijera que sigo el mismo camino?- Volví a gritar a su espalda, cuando observé como volvía a emprender su marcha. Obviamente me estaba advirtiendo que me largase y sí, seguro era lo más apropiado porque después de todo ponía mucho énfasis en su advertencia.

-Después de todo anochece y resultaría más rápido atravesar el bosque a devolverme sobre mi marcha y cruzar los sembradíos, especialmente si tengo que atravesar los grandes maizales que empañan la vista y disfrazan las veredas. Sería más lógico seguir el camino más corto.- Al observar el cielo rojizo me dije que en realidad no era tan pésima la idea. Si regresaba sobre mis pasos tendría que andar el doble para después tener que tomar un carruaje que le daria la vuelta al bosque para llevarme de vuelta a la ciudad.

-A qué le teme?- Susurré casi inaudiblemente al repasar en mi mente sus últimas palabras, Aléjese de mi...
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Mensaje por Aitor Copado Vie Ago 16, 2013 2:53 pm

La mujer era insistente y eso le puso un poco nervioso, de hecho  no quiso comer más, de pronto se le había ido el hambre, mas él prosiguió no quiso detenerse pues confiaba en que la mujer se cansaría y se marcharía, ¿o qué más podía hacer si se empeñaba a no tomar sus consejos?, poco a poco la distancia entre ambos se acortaba, por supuesto, ella seguía lo suficientemente alejada para echarse a correr aventajada lo que a Aitor le importaba en lo más mínimo. –¿sigue mi mismo camino?... eso es ridículo– pensó sin siquiera mirarle. —El bosque es muy grande mademoiselle, si lo que queréis es cruzarlo basta conque toméis el camino marcado... camino que yo no tomaré pues como os mencione, mi intención es alejarme de vosotros, tan sólo quiero aislarme en la soledad— dijo en un tono lo suficientemente fuerte para ser escuchado pero sin ser necesariamente un grito, después de todo, ella ya estaba más cerca. Pero entonces ella pronunció las palabras que ya había escuchado con anterioridad... —¿A qué le teme?— dijo la mujer.

Hace dos años...

Aitor se encontraba en Rumania, ya habían pasado dos meses desde que dejó a su maestro y creador. No era que estuviera harto de él, las enseñanzas habían sido fructíferas pero sí él quería lograr tener conciencia y dominar al lobo justo como su maestro lo hacía tenía que hacerlo solo. Había matado a muchos y comenzaba a considerar en atarse con cadenas y encerrarse en una mazmorra. Aquella noche era maldita, era la noche del lobo, la noche de luna llena. Y Aitor caminaba en el bosque, confiado de estar sólo mas no lo estaba, allí en ese lugar estaba una mujer, una campesina que llevaba hongos en una canasta. La noche estaba por llegar y aunque ella debía de llevar esos hongos a casa su afán de levar los mejores había sido la causa de demorarse.

Aitor la escuchó antes de poder verla, sintió el olor del sudor masculino, un fragancia natural que no podía ser comparada con los mejores perfumes de París; y sin embargo, era la fragancia preferida de Aitor y ese gusto se incrementaba con la luna llena, sin saberlo ese repentino gusto por el olor de una mujer sudada, era el gusto del lobo y no de él. Aitor recordó entonces el tiempo en el que fue duque de Vitoria, su sangre noble lo hubiera hecho rechazar esos olores y le hubiera hecho escoger y manifestar una pasión por los perfumes más populares de Europa... los franceses.

Finalmente la vio con su canasta y hongos que se llegaban a caer al estar sobre puestos en una canasta que no podía albergar ni un hongo más. —Oh signor, buenas noches— saludó con educación la joven pero Aitor no respondió el saludo. —Será mejor que se marche aléjese de mí lo más que pueda, es más corred y reguardeceos en su casa y no salgáis— fue lo que respondió con seriedad. La joven le sonrió como no lo habían hecho en semanas. —¿A qué le teme signor?— preguntó con inocencia mas ya era tarde.

La luna llena se alzaba sobre el crepúsculo, la sangre de Aitor comenzó a hervir y sin decir más pegó la carrera hasta que perdió la consciencia; el lobo hizo aparición buscando a su primera víctima, a aquella mujer que amablemente le había saludado.

Tiempo presente...

Las palabras le retumbaron por la mente como una canción trágica, se dio la vuelta para encarar los ojos curiosos, los ojos tercos que buscaban una respuesta. Aitor comprendió entonces que solamente diciéndole la verdad podría lograr que se aléjase de él, o al menos eso creía. —Mire, yo puedo ver vuestra aura lo que me dice que no sois una humana común y corriente, así como usted podéis ver la mía... somos diferentes y a menos que posea la misma naturaleza que la mía os permitiré seguirme si así lo deseáis. Así que decidme ¿qué sois? Y yo os confesaré a que le temo y por qué quiero estar solo— dijo y se acercó más a ella.


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Mensaje por Isabeau Beaumont Vie Ago 16, 2013 8:19 pm

A medida que constataba como me ignoraba sin responderme y continuaba con su marcha comencé a disminuir la rapidez de la mía. Ese repentino impulso que inicialmente me había orillado a preocuparme por un perfecto desconocido comenzaba a tambalear al escuchar sus palabras indicándome que mejor me fuera por otro camino, lo cual fácilmente equivalía a decirme que le estaba estorbando.

Que mejor tomara el camino marcado... Mordí fuertemente  mi labio inferior. De acuerdo, para que insistirle a alguien que no me respondería. Más fácil me sería adquirir alguna de mis formas felinas y correr por el bosque a mis anchas, lo atravesaría con rapidez, disfrutaría de la noche a plenitud, con algo de suerte podría incluso entretenerme en algún juego con los otros habitantes del bosque, no tenía porque volver enseguida al hotel ni rendirle cuentas a nadie.

Comencé a ponderar esa idea y a medida que proseguía por el camino me parecía más atractiva. Había algo especial en el llamado de la naturaleza, lo sentía en mis huesos y en cada rincón de mi ser a medida que el olor de la grama envolvía mi olfato y el piar de los pájaros que sobrevolaban sobre nosotros para resguardarse en sus nidos acariciaba mis oidos. Ya me había desviado demasiado de mi camino original, mis ojos ahora brillaban con una iridiscencia especial. Sabías que iba a suceder esto Isabeau? Por qué te adentras en el bosque cuando sabes perfectamente que no fue por esto por lo que viniste a Paris.

Intenté alejar esa reprimenda de mi mente, por Dios, los días pasados habían estado cargados de tedio. Isabeau Beaumont era solo la mujer que todos veían de la manera en que preferían hacerlo. Para ellos resultaba más fácil imaginarse que contaban con la compañía de una dama de sociedad, podíamos intercambiar halagos, hacernos caravanas, hablar de política, del estado del tiempo, la verdad es que yo no era quien se aprovechaba de ellos sino lo opuesto. Incluso las hermanas habían deseado mi compañía para su propio beneficio, sabiendo perfectamente que al escudarse en que yo las acompañaba eso les libraba de la compañía de su chaperona y les proveía de más libertad para coquetear con ese par de jóvenes que no contaban con más atributo que su fortuna y que carecían de más propósito que el de disfrutar entre sus faldas.

Me detuve una vez más pero esta vez fue porque sin esperarlo el hombre frente a mi se daba la media vuelta y me dirigía sorpresivamente la palabra. Por qué de repente cambiaba de opinión y me confesaba que también podía ver mi aura?  Tal vez finalmente había descubierto en él la necesidad de responder a mi pregunta. Me decía que también era diferente pero me resultaba arrogante de su parte el que me dijese que me pemitiría seguirle si le agradaba mi respuesta.

Retiré con mis dedos el cabello que la brisa hacia caer sobre mi rostro y suavicé mi expresión cuando sus últimas palabras me confirmaron que efectivamente le temía a algo. Irónicamente su pregunta no tenía una fácil respuesta. Qué era yo? Recordaba que cuando era aún muy joven había acudido una vez a un confesionario intentando buscar la respuesta pero en lugar de consuelo solo había encontrado el horror proveniente de los labios del sacerdote. Qué era yo? La semilla del diablo... me decían.

-Usted sabe que no tenemos la misma naturaleza...- respondí, esta vez sin tener que gritar porque él se encontraba más cerca. -Pero eso no quiere decir que no pueda entender lo que usted me diga. Quién sabe, tal vez se sorprenda usted mismo al confiar en alguien. Después de todo que somos usted y yo más que dos extraños que se encontraron por mera coincidencia y que después de esta noche probablemente nunca vuelvan a verse. Qué importa entonces que sepamos lo que es el otro.-

El ritmo de mis latidos se aceleraba, dirigí mi mirada hacia mis manos justo en el momento en que mis uñas crecían de tamaño y revelaban en su lugar unas afiladas garras, entonces volví a elevar mi rostro para que él viese por un momento mis ojos adquirir una tonalidad brillante mientras mis pupilas se estrechaban en franjas verticales, tal y como sucedía con los felinos al al encontrarse bajo la luz del sol. Esto lo hice mientras lo observaba directamente esperando descubrir algo en su expresión, sorpresa, curiosidad, rechazo, quizás incluso repulsión, y luego de un par de minutos volví a recuperar mi apariencia ordinaria.

Desvié mi mirada hacia el paisaje, definitivamente hoy no era yo misma, acababa de revelar voluntariamente mi bien guardado secreto a alguien que tan sólo unos minutos atrás me advertía que me cuidara de él.
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Mensaje por Aitor Copado Miér Ago 21, 2013 2:34 pm

Para Aitor se le hacía difícil en confiar en otros cuando él vivió algunas traiciones tanto en su vida como duque y mortal común así como en sus pocos años malditos bajo el yugo del lobo.–¿qué me sorprenda al confiar en alguien?– Aitor lo dudaba, lo dudaba como cualquier humano que ha sufrido y recela de la sociedad cruel y miserable. –Qué importa lo que uno sepa del otro– pensó y por un momento quiso confiar en las palabras femeninas, mas el tiempo comenzaba a estar en su contra, el crepúsculo reinaba sobre los cielos y pronto llegaría la luna; él sabía que por seguridad de la mujer no podía estar más tiempo a su lado.

Cuando Aitor estaba dispuesto a empeñarse en irse la mujer le mostró su naturaleza; no sintió ninguna clase de repulsión ni mucho menos indiferencia, más bien fue atracción a eso que no había visto jamás. Él nunca había tenido un contacto con los llamados Cambiaformas, escuchó de ellos mas los creía un mito... ¿No era ingenuo ese pensamiento cuando creía mitos a los licántropos y vampiros? Sí, lo era pero Aitor tenía ese ideal un tanto conservador y cerrado. Ella desvió su mirada mostrándole su bello perfil y sin que se diera cuenta él se acercó y le tomó el rostro con una mano en una caricia que hizo que lo volteara a ver. Los ojos comprensivos buscaban decirle "todo está bien" mientras que su sonrisa decía "confía en mi".

La caricia terminó en la barbilla retirando su mano, después suspiró. —A mí me gustaría tener el control sobre mi naturaleza, posiblemente para usted no tenga inconveniente, quizás ya estáis acostumbrada mas yo no. Cada luna llena se desata en mi una incontrolable bestia, me convierto en un involuntario asesino, una bestia irracional que no se puede controlar. No importa si es un ser afectivo a mi persona, esta bestia no hace distinciones mata a quien se cruce en su camino... verá yo no puedo transformarme a voluntad... yo soy un licántropo— confesó y ahora él desvió la mirada otorgándole una vista a su perfil bien definido.

Mujer, realmente me gustaría tener vuestra compañía, intercambiar palabras y llevar la conversación a un nivel mayor al actual donde sólo busco alejaros. Pero ahora que ya sabéis acerca de la bestia que descansa en mí y que en tan poco tiempo poseerá mi cuerpo y mi razón, ese gusto no puede existir— dijo en el momento en el que la volvió a ver, nuevamente acortó la distancia y le besó en la mejilla sin importarle la falta de respeto que semejante acto representaba, mas las intenciones de Aitor eran puras y poco le importaba lo que otros pensaran, después de todo estaban solos y ella parecía ser una mujer que sabía bien interpretar las intenciones de un hombre.

Aitor comenzó a caminar de nuevo al bosque mas la luz había caído, el corazón comenzó a latir con menos aceleración y él pudo escucharlo con una precisión y volumen tal que parecía que el corazón latía en sus oídos. La piel de Aitor comenzó a arder y la respiración se aceleró, sintió un mareo y cayó de cuclillas, después a cuatro patas estremeciéndose. Giró ligeramente la cabeza para contemplar a la joven que momentos antes habló con él, los ojos de Aitor habían desaparecido, ahora la bestia parecía mirarla, —¡Huye...!— dijo en un hilo de voz a penas audible. –Fui un estúpido, fui un...– fueron sus últimos pensamientos, tenía la esperanza de que ella se salvara con sus habilidades pero no de los caciques de los campos.

El cuerpo de Aitor se estremeció, creció en volumen y un pelaje negro emergió de su piel trigueña, el rostro desapareció dando lugar a un hocico feroz y unas orejas atentas; la ropa se destrozó totalmente mas seguía en pedazos enredada entre sus enormes patas y lomo, el lobo camino un poco hacía el frente y después se sacudió liberándose de esa atadura de tela que eran las ropas y se dio media vuelta. La bestia miró a los ojos a la mujer sin tener intenciones de atacarla, al menos sin tener un pretexto aún.


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Mensaje por Isabeau Beaumont Jue Ago 22, 2013 5:05 pm

Mi mirada se detuvo en la lejana vista del sol que ahora descendía y se difuminaba en el horizonte  revelando asi que pronto se ocultaría y sería reemplazado por otra esfera luminosa. Las aves sobrevolaban sobre nosotros dirigiéndose de vuelta al bosque adonde sus nidos les acogerían en las siguientes horas, las copas de los árboles que se distinguían por arriba del bosque parecían inclinarse en mi dirección como si de esa manera quisiesen capturar mi atención y aumentar su silencioso llamado insistiéndome a adentrarme entre ellos al notar que aún no me movía. El forastero seguía de pie en la misma posición, aún sin haberse alejado tras haber sido testigo de lo que brevemente le había enseñado de mi persona. No tenía idea de que pensamientos cruzarían por su mente o de si alguna vez habría visto un cambiaformas, no era necesario tampoco recordarme a mi misma las reacciones por demás desfavorables que había recibido en las muy contadas ocasiones en que revelé mi naturaleza voluntariamente.

Repentinamente una suave caricia recorría mi rostro, mis ojos sorprendidos se encontraron con los suyos y lo que vi en ellos estaba lejos de lo que esperaba encontrar. Su mirada era serena y en lugar de rechazo encontré aceptación como si inusitadamente existiese un vínculo que sólo él y yo podíamos comprender y que se hacía presente debido a esa naturaleza que existía en los dos. Escuché sus palabras con atención y comprendí que en ellas no sólo existía temor sino desesperación por no poder dominar lo que él llamaba su bestia. El concepto me resultaba extraño pues no podía imaginarme lo que era no encontrarse en dominio total de ella, que esta se apoderase de él, guiase sus actos y reprimiese su conciencia para ejercer dominio sobre sus acciones. Se trataba de algo completamente contrario a lo que yo experimentaba con mis transformaciones pero él no era un cambiaformas como yo sino un licántropo como ahora me revelaba.

Su afirmación y el beso que sus labios depositaron en mi mejilla apenas me dieron tiempo de reaccionar aunque en ningún momento lo percibí como una insinuación ni como un atrevimiento sino simplemente como un cálido gesto con el cual me confirmaba sus previas palabras. Sin embargo todo sucedía demasiado rápido, su revelación de qué era un licántropo, el sol que finalmente desparecía dando paso a la luna que en ese momento no se mostraba nada tímida sino más bien nos reglaba toda su majestuosidad al permitirnos verla en su totalidad. El hecho de que cayese al suelo en ese mismo instante para comenzar su involuntaria transformación frente a mi, sus últimas palabras cargadas de angustia antes de que emergiese en él un enorme y salvaje lobo de brillante pelaje negro que al reemplazar su forma humana alarmó a los pequeños animales que se encontraban a nuestro alrededor incitándoles a huir despavoridos y dejándome inmersa en el silencio que sólo se encontraba interrumpido por la acompasada respiración del lobo.

Mis instintos se apoderaron de mi, el licántropo ahora daba la media vuelta y me miraba de frente pero sus ojos habían sufrido un drástico cambio, en ellos no se distinguía rastro alguno del hombre que acababa de conocer, una frialdad primitiva me inspeccionaba y disparaba en mi una alarma interna que me obligó a iniciar mi propia transformación. Mis latidos volvieron a acelerarse, mi mente urgió a mi cuerpo a abandonar mi apariencia de mujer para entregarse al felino que existía en mi,  pude sentir el alargamiento de mis huesos y el estiramiento de mi carne mientras estos se acomodaban a mi nueva forma, mis ojos ahora rasgados adquirieron una tonalidad brillante y mi postura erguida fue reemplazada al caer al suelo sobre cuatro poderosas patas blancas tras haber invocado al enorme tigre blanco que ahora se mantenía quieto y observaba silenciosamente al licántropo.

Observé como el lobo comenzaba a moverse, mis fauces se abrieron en señal de advertencia aunque no deseaba una confrontación, no olvidaba que se trataba del mismo hombre y deseaba de alguna manera llegar a él y ayudarle, aunque cómo podía hacerlo y más en esta situación era algo que escapaba a mi conocimiento. Sabia que contaba con telepatía y que esta me permitía comunicarme con los otros animales del bosque pero con un lycan?

El aspecto del lobo era amenazador, sus largos y afilados colmillos sobresalían de su hocico, recordaba las últimas palabras del hombre instándome a que huyera pero ahora eso estaba fuera de consideración. Parecía todo ocurrir en cámara lenta, ambos nos movíamos sigilosamente en una especie de círculo el uno frente al otro. Entonces recurrí a mi habilidad telepática en un esfuerzo por penetrar en la mente del lycan y sorpresivamente noté que podía hacerlo aunque que él me prestase atención era otra cosa, aún así comencé a susurrarle indicándole de forma sosegada que no era su enemiga, buscando encontrar en su oscura mirada alguna señal de comprensión... Fue entonces cuando escuché el sonido de pasos que se acercaban, algún desventurado había decidido que era una hermosa hora para recorrer la zona pues un alegre silbido llegaba hasta mis oídos, todo lo que podía rogar es que no tuviese la brillante idea de aparecerse frente a nosotros...
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Mensaje por Aitor Copado Dom Ago 25, 2013 2:43 pm

La bestia aguardó pendiente la transformación que a sus ojos surgió. No se asombró, pues no tenía raciocinio para hacerlo, para aquel lobo sólo sucedía un evento misterioso que olvidaría la próxima luna llena. El tigre imponía autoridad y pese a ello el lobo no retrocedió, no temía. Los cambiaformas eran difíciles de reconocer o más bien prácticamente imposible ya que su transformación en animal era precisa y similar tanto en colores como en dimensiones y fuerza, en cambio los licántropos eran distintos, su masa corporal se incrementaba volviéndose más grandes y ostentosos que los lobos promedio por lo que aquel tigre no representaba una amenaza potencial para el lobo.

Comenzó la danza, ambas bestias se estudiaron, mientras el tigre usando uso de razón buscaba en los ojos del lobo a Aitor, la bestia simplemente pensaba en apoderarse del terreno así como mostrar su potencia. Le gruño sacándole los colmillos como si fuera atacarle, su piel se tensó y el negro pelaje pareció resplandecer. De pronto, una voz dentro de la cabeza inverosímil del lobo lo taladró, no entendía aquellas palabras pero ese fenómeno para él lo hizo encabritarse en un intento vano de liberarse de esa voz, además, la ira se incrementaba. No tardó mucho para que la bestia superara  esa molestia y como si supiera que el tigre era la culpable se agazapó hacía ella,; sin embargo, el ataque no se concretó. En las cercanías una pareja se acercaba. Las orejas del lobo se alzaron y su cabeza se direccionó a donde los humanos, sus ojos se movieron asechantes y con unos pasos su cuerpo se redireccionó con destino a los humanos.

El lobo aulló  tan fuerte que los humanos aún lejos se sintieron intimidados. Fue entonces que ignorando la presencia de la cambiaformas el lobo emprendió el camino hacía sus presas. Los humanos ya corrían hacía la casa más cercana para cuando el lobo pudo visualizarlos, pero no llegarían lejos. En poco tiempo la bestia se agazapó sobre el hombre por la espalda atacando la yugular y matándolo en el momento del contacto. Aquel hombre era un desgraciado que había enamorado a esa chiquilla rica para robarle no sólo su virginidad, sino también sus joyas y matarle; mas eso no le importaba al lobo, él ni siquiera lo sabía o podía razonar, él simplemente lo había atacado primero por representar una amenaza al tener un cuerpo más grande. El lobo lo despedazó por completo en tan sólo un minuto la tigre no había podido evitarlo aunque hubiera querido... Sin embargo, ¿podría salvar a la mujer?

El lobo se reincorporó y volvió a aullar alertando ahora a los caciques. Pero eso tampoco le importaba, en su primitivamente sólo estaba la mujer que había escapado, una doncella que corría entre la alta cosecha. El lobo emprendió entonces la cacería adentrándose a la cosecha en busca de su presa que desprendía un delicioso olor a terror. Seguiaba por el latido del corazón acelerado, por la respiración desordenada y por su instinto lobuno. Al fin le dio alcance y aunque le pudo arremeter por detrás como lo había hecho con el hombre prefirió rodearle y encararla por el frente. La mujer lloraba cuando se tuvo que detenerse por el lobo negro que le bloqueaba el paso, por aquella bestia negra con el hocico manchado por la sangre del que fuera en tan breve tiempo su amante. Pero entonces, cuando el lobo estaba por atacar a la doncella apareció la tigre.


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Mensaje por Isabeau Beaumont Mar Ago 27, 2013 4:05 am

Me empeñaba en buscar alguna señal del hombre en los ojos del lobo negro pero a medida que los segundos se sucedían me daba cuenta de que era imposible encontrar cualquier rastro, mi mente ahora se encontraba conectada con la suya pero en su interior no encontré la menor posibilidad de sosegarle sino irritación, molestia y una intensa furia que me sobresaltó. Había logrado antes comunicarme con éxito con las diversas criaturas del bosque consiguiendo aliados en ellos, claro que no habían faltado las excepciones, los encuentros con criaturas puramente salvajes con las cuales era imposible establecer una conexión pero aún en ellas lograba encontrar algún tipo de respuesta, algo que no sucedía ahora con la mente del lycan a excepción de la oscuridad que noté inmediatamente en sus ojos. Mis pensamientos se sucedían con rapidez uno detrás del otro sin llegar aún a ninguna conclusión de utilidad, nunca antes me había topado con un licántropo, me encontraba en terreno desconocido sin mayor recurso que apelar a mis instintos.

De todas maneras y aunque un frío repentino helase mi nuca, no podía permitirle al tigre titubear en ninguno de sus pasos o podría ser un error fatal para mi. Mis ojos se mantuvieron fijos en el lobo el cual comenzaba a agazaparse. Enfocando mi mirada en él me preparé para un ataque de su parte pero justo entonces pareció olvidarse de mi y salió disparado en dirección a las voces que se escuchaban provenientes de la misma dirección de adonde había escuchado previamente el silbido constatando de esa manera que no era una sino dos personas las que se encontraban a escasa distancia.

Maldita sea una y mil veces, por qué demonios tenían que aparecerse por aquí, esperaba que el aullido atronador que el lican acababa de emitir los orillase a buscar refugio. Por otro lado el licántropo se había olvidado de mi lo cual me brindaba la posibilidad de olvidarme a mi vez de él y desaparecer de la zona. Era el momento de largarme y seguir mi propio camino como debía haberlo hecho desde el principio.

Sin embargo sabía que no era así, que el mismo impulso que me había orillado a seguir al forastero volvía a rebelarse ante esa idea, así que la ignoré y corrí a gran velocidad, siguiendo el rastro del lobo y escuchando como un grito irrumpía en la oscuridad de la noche. Mi olfato felino distinguió de inmediato el olor inequívoco de la sangre, el cazador había cobrado su primera víctima. Entre la cosecha escuchaba los gritos aterrorizados de una mujer. Volví a maldecir mientras mis movimientos se volvían más sigilosos para no llamar la atención del lican cuyo olor también lograba distinguir.

Qué estaba haciendo? Yo no era de ninguna manera una heroina de cuento, no tenía expectativas altruistas, no robaba a los ricos para ayudar a los pobres, pero aquí estaba yo saltando con mi agilidad felina para interponerme entre el lobo y la mujer. La oscuridad en sus ojos me recorría con su fría mirada, el hombre al que había deseado ayudar parecía ahora un fragmento de mi imaginación, pero no era la primera vez que veía cara a cara a la oscuridad. La figura inerte de un inocente niño volvió en mis recuerdos junto con la imagen de mis ojos infantiles curtidos de lágrimas. Alguien que jamás volvería, la tierra que ahora cubría su tumba, mi hermoso Pierre muerto al igual que mi corazón. Sacudí esas imágenes, no era el momento de recordar...

-Si estás allí vuelve.- Apelé una vez más en la mente del lobo aunque este se lanzó furioso sobre mi, logrando que ambos rodásemos vertiginosamente sobre los cultivos, el lican estaba dispuesto a matarme, lo había enfurecido tras privarle de su siguiente presa. Mordiscos, arañazos, los rugidos que escapaban de mi garganta al propinarlos y recibirlos. Salté sobre mis cuatro patas mientras la sangre escapaba de una herida de mi costado pero antes de cualquier otra cosa unos gritos volvieron a escucharse. Un grupo de trabajadores de los sembradíos que seguramente habían escuchado a la mujer se acercaban con antorchas, corriendo entre la cosecha sin saber que en tan solo un minuto se encontrarían frente a frente con un tigre blanco y un licántropo...
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Mensaje por Aitor Copado Miér Sep 11, 2013 2:45 pm

Si de algo se lamentaría Aitor, era de despertar con la noticia de haber herido a aquella dama que en la luz crepuscular le haya dirigido la palabra y que por unos momentos lo hiciera sentir a gusto.

Pero a la bestia sólo pensaba con ira, su inteligencia se basaba en un instinto puramente animal, aquel tigre que sobresalía por su pelaje era un obstáculo que el lobo no dudo en atacar. Ya se había fastidiado de escuchar una voz en su mente y ella era la única que podía ser la culpable de ese tormento. Así que, el lobo se agazapó con sus poderosas patas y soltando mordiscos a diestra y siniestra con la fuerte mandíbula que minutos antes hubo destrozado al seductor hombre que acompañaba a una inocente joven.

Los zarpazos eran poderosos pero no lo suficiente para dejarlo fuera de combate, no mortales para someter al lobo, era como si Isabeu se contuviera, como si realmente no quisiera hacerle daño. Sin embargo, no sucedía lo mismo con el lobo salvaje que buscaba los puntos mortales para dejar fuera de combate a su rival. De pronto, la bestia ceso su peligroso ataque para atender una chusma que se acercaba. Eran varios hombres con tridentes y antorchas. Se abrieron paso entre los sembradíos y los encontraron, ambos aparentes animales sangrados que sanaban por su magia natural. El lobo se puso recto y a los ojos del hombre parecía que había crecido unos veinte centímetros, sus orbes amarillos sobre la cabeza negra lo hacían ver como el animal del diablo; los humanos retrocedieron unos pasos, luego, se abalanzaron.

El lobo gruñó, agachó ligeramente su cabeza y lanzó un aullido que paralizó a varios hombres y dejó fuera de combate a otros al romperles el tímpano y en los más cercanos provocar derrames cerebrales. El lobo se lanzó sobre los que estaban más atrás que sólo se encontraban algo aturdidos y de un salto los superó para adentrarse al bosque, al destino que Aitor desde un principio añoró.

Ocho horas después del ataque, en la salida del sol...

Un ligero dolor de cabeza despertó a Aitor, los primeros rayos del sol que penetraron las copas de los árboles lo cegaron como si viera por vez primera la luz. Siempre sucedía lo mismo cuando la bestia se iba. Estaba en las orillas de un arroyo totalmente desnudo y le punzaba el brazo izquierdo, miró y vio las marcas de lo que debía de ser una garra, estaba sanando pero aquella herida era fresca lo que significaba que había tenido una lucha antes de la salda del sol. Aitor sabía que era inútil tratar de recordar y pese a ello lo intentó; como lo esperaba no funcionó, temía por la rubia de la noche anterior, temía que ella no hubiera huido y que por algún motivo se hayan enzarzado en una lucha y más temía que hubiera sido derrotada, porque la bestia se asegura de matar en cada victoria.

Trató de no pensar en eso y levantándose caminó al agua, se fue introduciendo dejando que el calor de su maldito cuerpo calentara la fría agua y no fuera al revés. La suciedad que la bestia le había dejado al cuerpo trigueño del vitoriano se fue limpiando con la pureza del arroyo, era como si se tratase de aguas curativas. Pronto, su cuerpo recuperó su color natural y decidió sumergirse. Fue entonces que mientras estaba dentro del agua vio una silueta que lo observaba.


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Mensaje por Isabeau Beaumont Miér Sep 11, 2013 8:28 pm

Esta fue sin lugar a dudas una de las noches más largas de mi vida, fue el primer pensamiento que acudió a mi mente después de abrir los ojos y elevar la mirada hacia el cielo para contemplar el azul del mismo y sentirme cobijada por la naturaleza a mi alrededor. Me encontraba en mi forma humana tendida boca arriba sobre el pasto y podía escuchar el trinar de los pájaros en las copas de los árboles, en otro momento ese hecho me hubiera incitado a perseguirlos pero no ahora cuando aún estaba medio adormilada.

Recordaba al extraño de ojos de color miel como si se hubiera tratado de un sueño, si cerraba los ojos podía volver a escuchar su voz pidiéndome que me alejara de él. Ahora comprendía que había sido una insensata al haber insistido en seguirle aunque no lo lamentaba, por primera vez en mucho tiempo había dejado atrás los convencionalismos y había hecho lo que sentía en el momento. El recuerdo del gran lobo negro también acudía a mi memoria, me estremecía al recordar como bastó uno de sus aullidos para que la mayor parte de los campesinos cayesen fulminados a tierra, lo lamentaba por ellos, al menos la mujer había logrado escapar junto con el resto de hombres que se encontraban atrás. Al principio algunos de ellos quisieron lanzarse sobre mi pero bastó una mirada a mis fauces abiertas y mis amenazadoras garras y al grupo de compañeros que yacían muertos sobre el suelo para que se lo pensaran dos veces y decidieran marcharse por el mismo camino por el que habían llegado.

Me incorporé y repasé mi cuerpo, aún había tenido otro enfrentamiento con el lobo en el bosque, me había demostrado lo fuerte y temible que era, cuan asesino y vicioso podía ser. Varias heridas en mi costado lo demostraban aunque milagrosamente no eran demasiado graves, mi naturaleza se encargaría pronto de ellas. Caminé hacia el arroyo que se encontraba a tan solo unos pasos de mi y estiré mis brazos sobre mi cabeza, al menos todo había pasado ya. Introduje los dedos de mi pie derecho en el agua para medir su temperatura, hice una mueca, estaba muy fría. Aún así deseaba limpiar mis heridas y mi cuerpo que lo necesitaba después de tan largo encuentro.

Me introduje rápidamente en el agua para poder acostumbrarme lo antes posible a su temperatura y sentir como esta se encargaba poco a poco de lavar mi cuerpo, comencé a nadar disfrutando el momento, me sentía liberada después de los pasados días en el hotel. Me sumergí y fue entonces cuando en la profundidad vi una figura aparecer frente a mis ojos. Sobresaltada por lo inesperado del hecho volví a la superficie por instinto y nade alejándome un poco.

-Es usted.- dije tras unos segundos al reconocer de quien se trataba tan pronto vi asomar su cabeza por arriba del agua. Lo contemplé en silencio, eran sus mismos ojos otra vez, los ojos del humano no los fríos y mortales del lobo, era tan grande el contraste entre el uno y el otro que si no hubiese contemplado su transformación con mis propios ojos no lo hubiera creído. -Pensé que no lo vería otra vez.- Le sonreí levemente, imaginaba que no tenía memoria de lo acontecido, tal vez en medio de todo era una bendición que fuese así, si hubiera sido yo hubiera preferido no recordar. -Está usted bien?- pregunté, refiriéndome a su estado físico, ignoraba si los licántropos poseían la misma habilidad de los cambiaformas en cuanto a la rápida recuperación de sus heridas. Mientras aguardaba su respuesta y aunque no fuera algo frecuente en mi no pude evitar que el rubor acudiera a mis mejillas al recordar que ambos estábamos completamente desnudos.
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Mensaje por Aitor Copado Sáb Sep 14, 2013 4:00 pm

Por unos momentos no la reconoció, su voz a penas le parecía conocida, era como si el lobo quisiera borrarla de su memoria. Pero algo en Aitor lo mantenía atento. Entonces lo recordó todo, aquella era la rubia de la noche anterior, la dama que lo detuviera como consecuencia a un deseo de querer conversar; horas antes él había querido irse lo más pronto posible, pero ahora era distinto, ahora no estaba condicionado a huir por la idea de ponerse a salvo. Pero todo sus impulsos giraban en una pregunta ¿por qué está aquí?; Aitor conseguiría esa respuesta.

Estoy bien mademoiselle— contestó Aitor a una de las preguntas y sonrió con compromiso, pues no era su intención transmitir otro tipo de sentimiento, después de todo ella caía en el hecho de que ambos estaban desnudos. –¿Qué demonios sucedió?– pensó el vitoriano mientras llevaba una mano a su cabeza como si eso lo ayudase a recordar, se sintió desorientado y abrumado; por supuesto que él no recordaba nada mas existía algo que le indicaba que él le había hecho daño a ella, o al menos la bestia. —¿Qué fue lo que sucedió?— preguntó un tanto inocente como sí realmente quisiera saber lo que hizo.

Treinta lunas llenas atrás...

No preguntes algo sabrás de antemano te dolerá... para personas como tu que ven en la licantropía una maldición, la ignorancia es su bendición— dijo el maestro de Aitor, mientras éste bajaba la mirada, por más que quisiera saber si había sido el autor de la masacre en el norte de Francia, era un hecho que él temía a la respuesta. Ya demasiadas cargas soportaba para llevar más. —No, debo de saberlo... si hay familias que necesiten mi ayuda yo no puedo negárselas, no cuando sea yo el causante— reprochaba Aitor que siempre escuchaba a su voz consciente.

¡No seas necio Aitor..! ¿qué pretendes hacer...?, ¿cuidar a los niños que has dejado huérfanos?, ¿exponerlos a tu incontrolable rabia? Mejor aprende a vivir contigo mismo para que no sucedan tragedias como las de ayer... es tiempo de irnos no podemos continuar aquí— dijo con mucho tacto el maestro y ambos comenzaron a caminar adonde el alba moría.

Tiempo presente...

¿Qué fue lo que te hice?— rectificó la pregunta, en esos momentos no le importaba lo demás, en esos momentos en su mente estaba Isabeau nadie más importaba. Nadó hasta ella acortando la distancia como lo había hecho la noche anterior, la belleza de Isabeau comenzaba a impresionarlo, la luz del sol seducía el cuerpo femenino, él tan sólo se sentía satisfecho por ver el delgado rostro, era consciente de que debajo del agua se ocultaba un cuerpo exquisito, pero no pensaba como lo haría otro hombre. Alguna vez había pintado y la forma en la que Aitor miraba a Isabeau no era morbosa sino artística. Rompiendo la intimidad de ella y aprovechando el hecho de que estaban solos él acarició una de las mejillas de ella. —¿Por qué sigues aquí?— le susurró con intriga pero no abandonó el rostro femenino.


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Mensaje por Isabeau Beaumont Dom Sep 15, 2013 5:31 am

Mi mirada se detuvo por un momento en el forastero mientras breves episodios de la noche anterior acudían a mi mente como si se tratasen de veloces ráfagas, aún siendo estas demasiado vívidas y tan recientes que por un momento en lugar de ver la figura de quien se encontraba a escasa distancia creí que esta desaparecía para dar paso nuevamente al enorme lobo negro de afilados colmillos que esta vez se encargaba de saltar ferozmente sobre mi para terminar de una vez con lo que él consideraba un asunto inconcluso.

Sin embargo la temible visión duró tan solo unos breves segundos, desvaneciéndose en el momento en que la voz masculina llegó hasta mis oídos para traerme de vuelta a la realidad permitiéndome ver otra vez el rostro que le acompañaba, el mismo que apenas unas horas antes en un momento de franqueza me había revelado el motivo de su desasosiego, logrando así que sin pensarlo me decidiese a seguir al lobo hasta donde este fuese. Por un momento no hice más que observar sus ojos color miel encontrándome algo ajena a lo que me estaba respondiendo.

¿Que qué había sucedido? Devolví mi atención a sus palabras, era cierto entonces lo que yo había sospechado, que sus memorias se encontraban reprimidas al no ser parte de las suyas sino más bien del lobo que le dominaba de alguna manera que me resultaba demasiado desconocida y desconcertante. ¿Alguna vez algún testigo le habría explicado con detalle lo que acontecía en esas noches de luna llena o se despertaba siempre él en la incertidumbre, contando con sus heridas y con alguna visión demasiado sangrienta como única respuesta a sus interrogantes? Me pregunté que habría pasado por su mente esta mañana cuando había despertado al fin, no estaba segura de que fuese yo la más indicada para narrarle lo acontecido.

-El lobo...- respondí ahora que lo veía nadar hacia mi acortando la distancia que nos separaba. Era mi impresión o al estar más cerca la expresión de su rostro se había suavizado logrando así que el recelo natural que hubiese sentido al verle aproximarse se apartase de mi mente para concentrarme únicamente en el roce que ahora ejercían sus dedos sobre mi mejilla.

-Digamos que... frente a él fui muy afortunada a pesar de todo...- Pensé que él deduciría que nos habíamos enfrentado, al decirlo desvié mi mirada hacia su brazo adonde pude notar varias marcas de garras, las mías sin lugar a dudas. Mis dedos viajaron ligeramente sobre ellas repasándolas, sabiendo que no le lastimaría que las tocase, las heridas iban sanando con mucha rapidez, me alegraba de veras, eso quería decir que cualquier otra que tuviera por mi causa también se regeneraría con la misma facilidad como ahora lo hacían las mías. Me sentía mucho menos adolorida de como me había encontrado al despertar, era como si además de mi naturaleza de alguna manera la frescura y la vitalidad del arroyo y del bosque a nuestro alrededor ejerciesen su beneficiosa influencia sobre mi.  

-Me gusta estar aquí.- respondí, observándole a los ojos mientras llevaba mi mano hasta la de él, aún descansando ésta suavemente sobre mi mejilla. Había algo más en lo que acababa de decirle pero no me parecía que debía ahondar en la razón de por qué yo estaba todavía aquí, aunque observando al joven hombre frente a mi la previa curiosidad que había experimentado al verle por primera vez no había disminuido, más bien deseaba saber más, aunque para él pudiera resultar extraño siendo yo únicamente la desconocida con la que había intercambiado un par de palabras la noche anterior. A pesar de eso no pude evitar que en mi rostro se dibujase una pequeña sonrisa al desear conocer más de él. -¿Cuál es tu nombre?-
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Mensaje por Aitor Copado Sáb Sep 21, 2013 2:01 am

Sentir la mano de la mujer acariciando las heridas que cicatrizaban y comenzaban a desaparecer hizo que Aitor se relajara. El vitoriano agradecía que ella siguiera allí así como el hecho de que pese a todo estaba bien. —No sólo es el hecho de estar en este momento, sino compartir el momento contigo es lo que me agrada en este instante... soy Aitor y agradezco no solamente que estés bien, sino también que estés aquí conmigo pese a todo lo que debió de haber sucedido con el lobo— dijo y su mano se movió, acarició con las yemas de los dedos los definidos labios para finalmente sostener la delicada barbilla. —Quiero disculparme por lo de anoche, fui muy grosero pero mi intención era evitar que tuvieras contacto con el lobo— dijo y apartó su mano de ella.

Alguna vez fui alguien importante en Vitoria, ahora tan sólo soy un hombre maldito, es la primera vez que conozco alguien como tu, mi maestro maestro me habló de ustedes y de esa extraordinaria capacidad de ser conscientes de sus actos, son pocos los hombres que sufren de licantropía que pueden controlarse es por eso que viajo, porque quiero hacerme de ese secreto, quiero controlar a la bestia— se expresó seguro deduciendo que esa sería la pregunta que le haría, las dudas que ella podría tener. —Dime... ¿alguna vez conociste a alguien como yo?— su voz convincente se escuchó con fluidez, por supuesto que le hubiera gustado decir que era muy hermosa y que se sentía sumamente atraído por ella, después de todo estaban desnudos y pese a tener una maldición seguía siendo un hombre y los deseos carnales no desaparecían, de hecho parecían intensificarse; a veces, Aitor veía a las mujer como hembras, como un medio de reproducción, justo como lo harían las bestias, sí, así pensaba él, era como si el lobo desde su inconsciente le inyectara esos deseos primitivos.

Aitor bajo la mirada para contemplar una herida en su torso que estaba por desaparecer y en ese movimiento con discreción vio la desnudez de la mujer a través del agua, se estremeció y la sangre comenzó a hervirle; cerró sus ojos y se dio media vuelta. —Disculpe mademoiselle por darle la espalda pero no es mi intención ofenderla, por mi culpa está usted en una situación vergonzosa o más bien estamos pero antes que nada permita que le diga que es una mujer muy hermosa, no me escudaré en la bestialidad que tengo dentro, pues es la naturaleza del hombre sentir atracción por otro, eso es lo que me sucede ahora y mi cuerpo se ha manifestado ante su escultural belleza lo que me ha puesto en evidencia.... no sé como resolver la situación aún pero no será apropiado irme y dejarla desnuda, pero tampoco podremos permanecer todo el tiempo en el agua....— Aitor respiro profundamente y trató de controlar sus sensaciones corporales, trató de persuadir su mente, de olvidar su desnudez pero era inútil, no lo conseguía y eso le frustraba; lo menos que quería en ese momento era tener una erección.

Entonces Aitor se volvió a dar la vuelta para maravillarse con los ojos de la mujer y anunciarle su idea, —Sugiero que se quede aquí, tardará muchísimo en caer la noche para que regresemos a un lugar poblado así que tendremos que vestirnos con la naturaleza— Aitor le sonrió un tanto inocente, la idea era ridícula e infantil, pero ¿qué otra alternativa había? Aitor comenzó a nadar a la orilla y antes de salir por completo se detuvo y giró para verla —¿cuál es su nombre mademoiselle?— preguntó.


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Mensaje por Isabeau Beaumont Dom Sep 22, 2013 4:42 am

Mantuve mi mirada fija en los ojos del hombre frente a mi, escuchando con interés las palabras que me dirigía. Aitor. Sonreí para mi misma repasando varias veces el nombre en mi mente logrando de esa manera asociar al fin un nombre a su rostro, me gustaba como se oía, era un nombre diferente a los que solía escuchar en los ambientes franceses y me parecía que a él le sentaba muy bien. Comenzaba entonces a darme cuenta de algunas cosas con respecto a él, entre ellas que a mi también me agradaba que él estuviera acá. ¿Era ilógico? Probablemente sí, si se tenía en cuenta que hasta hace unas pocas horas me encontraba luchando con él, o acaso era precisamente su licantropía lo que le hacía diferente ante mis ojos, el hecho de que nunca hubiese conocido a alguien así, pero de alguna manera al observarlo dudaba que fuese únicamente eso.

-Tampoco fui la más cordial de las mujeres.- Solté una suave risa al decirlo y digerí la siguiente información. Había sido un hombre importante, no me sorprendí al escucharlo porque había notado desde el principio en su manera de dirigirse a mi y de comportarse que no estaba tratando con alguien de baja educación, era comprensible que si anteriormente había gozado de una buena posición sus modales nunca le abandonasen a pesar llevar ropa más sencilla.  -A decir verdad, no, nunca conocí a alguien como usted hasta ahora.- Por supuesto había escuchado alguna vez hablar de los licántropos, pero siempre en forma de leyenda y nunca les presté demasiada atención a las mismas, aunque ahora que sabía que de verdad existían mi perspectiva cambiaba, por qué no controlaban el animal interno si formaba parte de ellos... Aún al no encontrarse en esa forma intuía que había algo del lobo en Aitor, tenía que haberlo, por eso me sentía extrañamente a gusto con él, porque ambos les llevábamos en nuestra esencia, en mi caso llevaba al felino que era parte fundamental de mi ser, aunque en él no fuese de nacimiento algo me decía que le tenía que ser posible encontrar  ese secreto que anhelaba.

-Entonces continúe esa búsqueda, no cese en el intento de averiguar de una manera u otra como dominar al lobo.- Me sorprendí al ver como giraba dándome la espalda sin comprender por qué lo hacía tan repentinamente, escuché sus palabras y recordé entonces cual era nuestra situación. Claro... el asunto apremiante de... la carencia de ropa. Por supuesto estaba consciente de eso pero por un momento al concentrarme en lo que me decía había secluído ese pensamiento en algún rincón de mi mente, ahora que volvía a la realidad era cierto que esta no era la mejor de las situaciones. Si hubiera estado sola en el bosque no me hubiese importado tanto, mi forma felina carecía de ropa, la humana no la consideraba tan imprescindible, excepto claro si tenía a otro ser humano cerca, entonces volvían a entrar en juego las conveniencias sociales.

Observé la espalda de Aitor un momento al escuchar lo que ahora me decía, era cierto que no era apropiado estar tan cerca el uno del otro, sin embargo al oirle no pensé en eso, más bien recordé el cálido roce de su mano sobre mi rostro y la manera en que sus dedos recorrieron suavemente mis labios, me daba cuenta de que me había agradado y de que me gustaría volverlo a sentir, me agradaba también descubrir que me consideraba hermosa, de alguna manera sonaba diferente a los halagos que solía escuchar de manera afectada de los miembros de alta sociedad, viniendo de él se escuchaba sincero. Extendí mi mano un momento, mis dedos casi atreviéndose a romper la barrera del espacio existente para así ceder a ese impulso y tocarle, estaba a punto de hacerlo pero justo entonces él giró sobre si mismo por lo que mi mano regresó rápidamente al agua.

-Pues no me parece mala la idea de esperar a que anochezca.- respondí, sin dejar entrever en mi expresión lo que había estado pensando acerca de él, me gustaba la sugerencia y a la vez resultaba oportuno no regresar todavía porque no tenía ninguna prisa en hacerlo, podía imaginarme a las hermanas acosándome con preguntas en cuanto se percatasen de mi regreso en el hotel. -¿Vestirnos con la naturaleza?- Alcé una ceja al escuchar esa propuesta. -Permítame preguntarle, ¿qué idea tiene en mente para lograr dicho objetivo?- Sonreí de lado al verlo nadar hacia la orilla, aparentemente la propuesta iba en serio.

Me zambullí alegremente en el agua, aproveché para espantar a unos peces y salí nuevamente a la superficie a cierta distancia de él, mi humor había mejorado desde la llegada de la mañana. -¿De verdad se quedará en el bosque hasta el anochecer?- lo observé con curiosidad, la gente no solía acompañarme en los bosques en las contadas ocasiones en que los recorrí en mi ciudad de origen, muchísimo menos esperaba que lo hicieran en Paris, aunque no es que esperara venir tampoco.

-Soy Isabeau.- respondí y noté que se disponía a dejar el arroyo por lo que giré para no verle cuando lo hiciera, mordí mi labio e intenté concentrarme en los árboles más allá de la otra orilla, nada, probé a contar mentalmente y al no lograrlo moví mi rostro ligeramente hacia un lado, ¿había salido ya o estaba aún en el agua? -Supongo que ahora es mi turno.- Anuncié en voz bastante alta para que me oyera antes de girar otra vez, no lo ví. Agucé mis oídos y permanecí en silencio un instante, a la mejor se había internado en los árboles para brindarme discreción y no hacerme sentir incómoda, con ese pensamiento nadé lo poco que me faltaba para llegar a la orilla del arroyo y de esa manera salí del agua permitiendo que los dedos de mis pies pisasen suavemente el suelo debajo de mi.
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Mensaje por Aitor Copado Dom Oct 13, 2013 2:10 am

Aitor permaneció donde estaba cuando escuchó a Isabeau mencionar que saldría también del agua. Tuvo curiosidad por un momento de ver su desnudez, ya había admitido que le atraía y aunque ella había ignorado esa declaración, él era consciente que no podía esperar mucho de ella, suficiente había hecho con asegurarse que el lobo no hiciera desastres o al menos eso creía Aitor ya que no tenía bien claro el porqué seguía con él. —Es un hermoso nombre y respondiendo a sus preguntas... sí esperaré hasta el anochecer, mientras caminaré y sobre vestirnos con la naturaleza...— rió divertido aún oculto entre los frondosos árboles. —Yo me idearé algo con ramas y hojas, tu tienes una opción más viable... cambiar a tu forma felina— dijo y suspiró.

Hace un año...

Había despertado en un granero, las puertas estaban derribadas y los animales habían escapado despavoridos. Estaba usualmente desnudo y ya había perdido el pudor de ese tipo de situaciones. Al reincorporarse analizó el lugar buscando algo que le diera no solamente una pista, sino también algo que cubriera su desnudez, en eso una jovencita entró curiosa y lo contempló, primero, lo vio de arriba a abajo, luego, su piel se puso colorada y hasta el último se volteó, cubrió con sus manos su rostro y gritó escandalizada. Aitor se desconcertó pero extrañamente no se sintió avergonzado, pero lo que sí hizo fue buscar una prenda y ponérsela. —Disculpa mujer por avergonzarla pero ya tengo ropa puesta...

Tiempo presente...

Aitor profundizó mucho en su acontecimiento que por unos momentos olvido con quién estaba y de hecho estaba dispuesto a ponerse de pie y comenzar a irse. Pero antes de salir de los árboles reaccionó. –Discúlpame si soy insistente pero está será la última vez que nos veamos y me gustaría resolver el acertijo... qué es lo que la motiva a seguir aquí... no quiero sentirme vanidoso al creer qeu es por mí. Pienso que también tienes una interrogante, una curiosidad... ¿cierto?, porque si es así... si sigues callando nunca la resolverás— dijo seguro al tiempo en el que tomaba dos ramas llenas de hojas y con una liana las sujetaba a su cintura de modo que cubría su hombría y su trasero, entonces salió al fin para buscarla con la mirada. La contempló sentada y cubriéndose los pechos, por un momento Aitor había creído que no la encontraría, que era probable que ella su hubiera ido dejándolo hablar sólo pero seguía ahí y eso incrementaba su incertidumbre. Entonces reparó en la forma en la que ella lo miraba, sí, Aitor se sintió avergonzado por primera vez después de muchos años y es que realmente me veía ridículo y se echó a reír. —Lo sé me veo como un idiota, suerte tienes de que podes adoptar otra forma a voluntad y no padecer esta vergüenza— y aunque a Aitor le parecía embarazoso la verdad era que la estaba pasando bien.


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Mensaje por Isabeau Beaumont Miér Oct 16, 2013 12:22 am

Observé brevemente a mi alrededor y avancé unos cuantos pasos en dirección a los árboles preguntándome si al fin y al cabo Aitor no se habría marchado adentrándose entre ellos. Visto de forma objetiva la situación resultaba extraña y no me sorprendía el que pudiese preferir estar a solas, aunque dichos pensamientos fueron muy breves ya que se desvanecieron en cuanto distinguí el sonido de su voz proveniente de detrás de varios árboles frondosos.

Sonreí divertida al escucharle e imaginarme que pudiera estar buscando algo con que cubrirse e intenté espiar desde donde me encontraba elevándome sobre las puntas de mis pies al pensar que tal vez le vería pero aunque lo intenté no logré distinguirle, suspiré girando sobre mi misma y me alejé un poco sentándome cerca del arroyo. Mientras aguardaba noté que mi cabello comenzaba a secarse, solía llevarlo recogido pero ahora que había perdido mis horquillas éste se encontraba suelto cayendo por debajo de mis hombros casi hasta mi cintura, mis dedos le acomodaron frente a mi cubriendo de esa manera mis pechos. En cuanto vi a Aitor reaparecer me apresuré a abrazar mis rodillas para adquirir una posición más discreta en la que no se viera nada indebido.

Lo observé entonces cuando se acercó y apreté muy fuerte los labios al ver su nuevo atuendo. Intenté disimular lo más que pude pero mis ojos se humedecieron y me atacó un acceso de toz. -No, en realidad me ha sorprendido con su versatilidad para... usar la naturaleza... -  No pude contenerme más y acabé soltando la risa. -Lo siento... No es mi intención... de verdad... Es usted muy efectivo para encontrar recursos en una situación así. - Volví a apretar los labios en un esfuerzo supremo por recobrar la compostura.

Al intentarlo pensé en la veracidad de sus palabras, a diferencia suya podía adquirir a voluntad alguna de mis otras formas y evitarme todo este embrollo. -Es cierto que podría abandonar ahora mi forma humana...- Lo contemplé un momento al decirlo, a pesar de todo se le veía relajado, yo también me sentía así por lo que quise creer que para él también tenía que ver con la compañía.  -Pero si  lo hago, a pesar de la libertad que me otorgaría, no podría comunicarme con usted.-

Hice una breve pausa antes de responder a su pregunta. -En un principio decidí quedarme un poco más para asegurarme de que se encontraba bien, deseaba comprobarlo y después me alejaría pero si no lo he hecho aún es porque... descubrí que me agrada su compañía...- Mis ojos se detuvieron un momento en los de él, buscando algún tipo de reacción a mis palabras. -Es usted el primero con quien... es difícil de explicar, me siento a gusto con que sepa quien soy o lo que soy, y que no parezca desagradarle a pesar de eso...- Ahora que lo expresaba en voz alta comenzaba a darme cuenta de que era así. -Pero de ninguna manera deseo imponerle mi presencia si le incomoda que aún no me haya retirado, sé que se la impuse demasiado anoche, dependerá de usted si desea que le acompañe o que adquiera una de mis formas felinas.- Lo miré en silencio y poco a poco una suave sonrisa se dibujó en mi rostro.  -Ya conocía la respuesta a su pregunta... Usted... es la razón por la que sigo acá...-
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