Vísperas de una luna llena | Isabeau Beaumont | + 18 |

por **Aitor Copado** Miér Ago 14, 2013 11:20 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Si existía algo a lo que Aitor temía más que a nada eran a las noches como la de hoy, noche que se presentaría en aquel atardecer invernal. En pocas horas se ocultaría lo más preciado para él y detestable para los bebedores de sangre, el sol y se apoderaría de los cielos y de su propia bestialidad la luna llena. Y aunque esa bestia interna muchas veces lo había ayudado no lo veía como una bendición, o al menos aún no. Todavía se culpaba por las muertes que causó en un pasado que no se podía cambiar. Por supuesto, Aitor siempre intentó contener a esa bestia encadenándose en calabozos pero nada detenía al lobo negro, era como si el destino no le negara la libertad a la bestia; por alguna razón las cadenas lo liberaban porque no se destruían, como si alguien decidiera liberar al lobo lo que hacía creer a Aitor que lo seguían, que lo miraban y que un ser tenía control sobre la bestia.

Todas las mañanas se despertaba cubierto de sangre pero lo suficientemente alejado de la escena del crimen para saber quién había sido la víctima. Casi en un arranque paranoico él suponía que ese mismo ser que lo liberaba también lo conducía a otro lugar para que la consciencia de Aitor no lo deprimiera. Pero todo eso no tenía fundamentos y al parecer Aitor nunca lo comprobaría. Por la mañana había llegado a los campos sembradíos y su destino era el bosque un lugar en el que confiaba para liberar al lobo; sin embargo, él se había detenido en los campos. Su vida había dado un giro completo cuando abandonó su título y huyó de su pasado, conoció otro mundo e incluso hizo cosas que nunca pensó hacer, como robar para no morir de hambre. Sí, Aitor recordaba como había sido la primera vez que robó, había sido tan sólo una manzana y que significó mucho para su apetito, posteriormente siguió una breve cadena delictiva sin volverse uno de ellos, un villano o un Robin Hood. Fue entonces que abrió los ojos y ejerció pequeños trabajos, nunca fijos para que la bestia no interfiriera y dañara, así como para no formar ninguna clase de lazos. Esa era la razón por la que ahora él se había detenido a trabajar.

Ese mismo día por la mañana...

Tres horas habían pasado desde el amanecer, Aitor aún no probaba bocado y no tenía ni un franco para comprarse al menos una manzana, había caminado el día anterior casi hasta media noche y había descansado en una casa abandonado en los callejones. Él sabía cual era el día de hoy, hasta le había puesto un nombre, el día maldito y que no era más que la noche de luna llena. Al no tener ninguna moneda en sus bolsillos la única opción para llegar al bosque era caminar. Desde que se había convertido en licántropo el ejercicio se le facilitaba más, él siempre fue un joven sano y que hacía largas caminatas, después de todos los cazadores exóticos tienen que hacerlo para tener una buena cacería. Pero con la bestialidad en su interior sus energías se habían incrementado como sus atributos y sentidos, para que él se cansara se necesitaba realmente un esclavizante trabajo, un quehacer que aún no lo exigía al borde de dejarlo exhausto. Y muchas veces perdía el sentido del tiempo justo como en esos momentos.

Sin planearlo sus pies lo habían conducido a los campos sembradíos. El invierno se acercaba y sin embargo existía una gran cosecha en ese lugar, el aire del ambiente era sumamente delicioso, afortunadamente las ventiscas aún no llegaban a París ni los campos tan coloridos en los que Aitor se hallaba. Siguió su camino hasta estar en el corazón de los campos, a lo lejos pudo ver una gran mansión y supuso que ahí se encontraban los dueños de los sembradíos.

—Forastero, bienvenido a nuestros campos— Aitor dirigió la mirada a quien le hablaba, era una mujer, muy bella vestida como una campesina pero que no se trataba más que de una riquilla, sus perlas y demás joyas la delataban. Aitor le sonrió en respuesta y después hizo una caravana con la cabeza. —¿Acaso no puedes hablar?— siguió la mujer sin importarle el hecho de entablar la conversación con un extraño, alejada de la compañía. —Disculpadme mademoiselle, mas no es mi intención faltarle. Sí soy un forastero que sólo cruzaba este camino rumbo al bosque. No es mi intención importunaros— habló con suavidad concluyendo con una sonrisa, la jovencita le coqueteó con la mirada y se acercó a la figura musculosa oculta en esa camisa de franela blanca. —Creo que no has comido, sabes mi madre me mandó a recolectar fresas hazme el favor de recolectarlas por mí y además de darte un bocado también le pagaré por el trabajo— dijo la chiquilla y besó a Aitor en la comisura de sus labios, él no la alejó, no buscaba problemas tan sólo quería irse, pero no podía mentir en el hecho de que tenía hambre.

—De acuerdo mademoiselle, haré lo que me pedís— y tan pronto como terminó sus palabras cogió las bolsas que llevaba la joven en sus manos y subió la colina para recolectar las últimas fresas de la temporada.

Dos horas antes del anochecer...

La joven había cumplido su palabra, Aitor caminaba aún en los campos con cinco francos en la bolsa y comiendo la primer hogaza de pan de tres que la muchacha le había dado. El dinero poco le importaba era muy probable que no lo volvería a ver, no después de la luna llena, no luego de que arribe el lobo y haga de las suyas, pero lo que Aitor si podía era comer su recompensa y quizás, llegando al bosque enterrar los francos para regresar a buscarlos. Fue entonces que sintió una presencia.

por **Aitor Copado** Lun Oct 28, 2013 4:01 pm

Escucharla y verla reír realmente alegró a Aitor y peligrosamente estimuló la hombría del español, mas no se concretó una erección. Respiró profundamente y se acercó a la mujer que a diferencia de él seguía desnuda y se sentó en una roca pretendiendo interpretar que no se iría. —Ahora puedo deciros que me alegra mucho que hayáis persistido en mí, vuestra compañía también es para mí agradable o quizás más que eso— suspiró y desvió los ojos al agua que no se movía, se mantenía en quietud y él trataba de imitar esa tranquilidad pues el estimulo de la desnudez de la mujer que lo había hechizado era totalmente una amenaza para su excitación.

Tres años atrás...

—Naiara amada mía ven a mis brazos que vuestra compañía es todo lo que necesito... ¡Te amo!— dijo el duque que recostado en el lecho llamaba a su esposa que se peinaba sentada frente al tocador vestida en ropa interior, ella giró el rostro para ver a su joven esposo y dejando el cepillo con mango de plata caminó a donde él, levantó las cobijas y se acomodó en el pecho de él. —¡Te amo Aitor!, prométeme que estaremos siempre unidos— él le sonrió en respuesta y le dijo que si, luego, la besó.

Tiempo presente...

—Estaré siempre a vuestro lado...— susurró perdido en su mente, cerró los ojos y entonces recordó la presencia de Isabeu, ella estaba comenzando a igualar la presencia de la mujer que había perdido. —No quiero que adopte vuestra forma felina si así podemos seguir charlando y ahora seré yo él que os ruegue vuestra compañía...— se dirigió a ella con una sonrisa y se levantó acortando su distancia. Se hincó frente a ella y la tomó de las manos, —No os vaya... por favor...— dijo en un tono suplicante, —vuestra compañía ha revolucionado mis sentimientos, no solamente vuestra belleza me ha hechizado sino también vuestra inteligencia y el hecho de que os hayáis decidido a seguir aquí— Aitor se detuvo, tragó saliva discretamente y acarició el rostro de Isabeu, —no quiero que esta sea la última vez que nos veamos— dijo y le sonrió.

por **Isabeau Beaumont** Jue Oct 31, 2013 4:58 pm

Mi mirada siguió los movimientos de Aitor mientras él tomaba asiento a poca distancia en una roca. Así bajo la luz solar, rodeado de la naturaleza y con la mirada algo distraída al detenerse sobre las aguas del arroyo lo contemplé sin que él se percatase. La brisa a nuestro alrededor soplaba con cierta delicadeza moviendo de esa manera su cabello castaño el cual bajo los rayos de luz brillaba un poco aumentando su atractivo. Mis ojos se detuvieron entonces en su rostro mientras me permitía pensar por primera vez que en verdad él era un hombre muy apuesto. No es que no lo hubiese notado en un principio pero tampoco me había detenido a ahondar en ello. Sonreí al escucharle decir que también le agradaba mi compañía y al desviarse mis ojos hacia su cuerpo me sentí inusitadamente nerviosa por la reacción que provocó en mi por lo que abracé aún más fuerte mis rodillas y mordí mi labio inferior sin estar muy segura de que hacer con esa sensación que me tomaba por sorpresa.

Al tratar de distraerme en otra cosa mi mente viajó hacia mi pasado, dos años atrás...

-Lo siento Gaspard pero no te habrás tomado lo nuestro en serio, acordamos hacernos mutua compañía nada más, si mal no recuerdo estuviste de acuerdo y bastante cómodo con esos términos.

-Pero Isabeau! Eso fue antes de que lo nuestro se convirtiese en algo más.- Tomó mi mano en la suya y me miró intentando encontrar alguna señal en mis ojos pero lo observé imperturbable, lo que él deseaba de mi no podía encontrarlo porque no estaba en mi para dar... simplemente no era algo que yo pudiera sentir...

-Maldita sea! Dime que sientes algo!- Me empujó contra la pared acorralándome y su puño golpeó la misma a tan solo unos centímetros de mi rostro, mi expresión no cambió y me mantuve en silencio. En sus ojos pude ver la derrota y se separó lentamente de mi, una amarga carcajada brotó de su garganta. -De acuerdo, me doy por derrotado... No volveré a molestarte... pero tampoco lamento haberlo intentado, sabes lo que siento por ti y pensé que tú...- suspiró, y entonces su expresión cambió recuperando la compostura. -No debí engañarme.-

Se dirigió a la puerta y antes de salir me dirigió una última mirada. -Tu corazón está frío Isabeau, lo has convertido en un témpano de hielo a base de práctica y quizás ya sea demasiado tarde para que recuerdes lo que es tener uno. Es una pena y lo lamento por cualquiera que intente llegar hasta ti.- Permaneció en silencio un momento y pareció a punto de añadir más pero debió haberse arrepentido y en su lugar realizó una educada reverencia. -Adieu Isabeau...-

¿Acaso era mi corazón de verdad de hielo?

Abandoné mis recuerdos cuando escuché nuevamente la voz de Aitor quien me devolvía al presente al encontrarse ahora arrodillado frente a mi. Tras escucharle el dorso de mis dedos subió hasta su mejilla acariciándola y descubriendo así la cálidez de su tacto. -Tampoco deseo que esta sea la última vez que nos veamos.- Su sonrisa me alegraba y me hacía sentir a gusto como no lo había estado ya desde hace tanto tiempo que me era difícil recordar. -Será más bien usted quien me alegre con su compañía.- Sonreí suavemente, mi mano dejó su mejilla para pasar a su mandíbula dibujándola con mis dedos y luego descender subyugados acariciando su cuello. Sentí entonces como un escalofrío me recorría al tomar conciencia otra vez de mi desnudez al sentirle tan cerca, intenté dominar mi inquietud al respecto pero me resultó casi imposible, aún así de alguna manera logré mirarlo a los ojos dejándome envolver por su intensidad. --También siento algo cuando estoy a su lado y es tan fuerte en este momento que... me resultaría difícil alejarme de usted...-

por **Aitor Copado** Sáb Nov 23, 2013 10:11 pm

Aitor no pudo más, la mujer lo había conquistado absolutamente y él ya no dudaba en reconocerlo. Además, estaba convencido de lo que Isabeau le decía era cierto, creía en sus palabras porque sus ojos así se lo expresaban, el sentimiento de Aitor era correspondido y entonces a él le llegó aquel pensamiento de antaño. Donde pensaba que al ser licántropo su misma naturaleza lobuna lo ataría a involucrarse sentimentalmente con alguien de su misma especie. Por eso estaba desconcertado ahora, sabía que Isabeau era una cambiante felina, le era ilógico mas eso le valía la afirmación de que lo que el sentía era amor, un amor como el que le entregó a su fallecida esposa.

—Creo en vuestras palabras Isabeau y me siento dichoso de que vuestros sentimientos sean iguales a los míos... ahora que me habéis dicho que te es difícil alejarte de mí, ya no os dejaré ir— afirmó con sutileza, en una voz suave y cariñosa. Dejó que sus ojos se perdieran en los felinos y su cuerpo comenzó a arder como lo hacía cuando se convertía en lobo, pero no se angustió pues era consciente de que no se convertiría y pese a no comprender el porque su cuerpo aumentaba a tal grado su temperatura continuó mirándola, así pudo haberse quedado por horas pero su cuerpo le exigía más, su sangre caliente no podían resistirse más a la desnudez de ella y su instinto traicionó lo que en un principio su razón no quería hacer... tocarla.

Con su mano delineó los sensuales y carnosos labios de ella, luego, acarició uno de los brazos que ocultaban sus senos, lo recorrió hasta subir por el hombro y apoderarse de su nuca, la sintió temblar y aunque él no lo demostró, en su interior se estremeció. Teniendo la nuca femenina en su mano la acercó un poco a él y Aitor se aventuró a besarla, a dejar que su instinto se adueñara de la razón, se liberó y los labios de Isabeau lograron acelerar el corazón del lobo, le costaba trabajo respirar pero se negaba a apartar los labios de los de ella. Ya no importaba nada, ni su juramento de no besar a ninguna mujer que no fuera su esposa. Cuando el prolongado beso terminó, Aitor tomó a Isabeau por la cabeza con ambas manos y no dejó de ver sus ojos.

—Me es imposible contenerme y no lo haré... El sentimiento que tengo por ti me quema, me quiero unir a ti y no dejarte ir jamás— dijo en una voz un poco alterada, su corazón a penas le dejaba articular palabra pero era ya evidente la excitación de su hombría que le valió perder las hojas que lo mantenían semi desnudo.

por **Isabeau Beaumont** Jue Nov 28, 2013 1:57 am

Escuché atentamente las palabras de Aitor sin apartar mi mirada de su rostro, por un momento olvidé cualquier cosa que se encontrara alrededor nuestro y me concentré simplemente en todo lo que era él, en sus varoniles facciones, en el tono afectuoso de su voz, en la manera en que sus oscuros ojos se fijaban en los míos y me observaban logrando inquietarme y que mi sangre corriese mucho más rápido por mi cuerpo haciéndome sentir viva y desconcertándome al darme cuenta de que todos mis sentidos se concentraban en él y comenzaban a anhelarle.

Me pregunté si él lo sabía, si lograba verlo en mis ojos y de repente no estaba segura de si lo mejor era escapar porque de no hacerlo corría el riesgo de quedarme acá y dejarme hechizar por él, y eso sería algo nuevo porque yo no solía sucumbir. Siempre me había gustado conservar el dominio de mi misma, encontrarme en la comodidad de saberme poseedora de controlar las situaciones, ante todo dejarme guiar no por los sentimientos sino por la razón, pero esto era algo inesperado, y sin embargo algo más fuerte en mi se imponía y me revelaba que, a pesar de mis arraigadas costumbres, no deseaba en lo absoluto marcharme de su lado.

Me estremecí al sentir las caricias de Aitor, cerré los ojos al sentir la cercanía de nuestros rostros dejándome llevar por el deseo de sentir sus labios sobre los míos, descubrí entonces que estos eran cálidos y suaves y que provocaban que una corriente de electricidad recorriera mi cuerpo. Levanté mis manos y las pasé por sus hombros acariciando su cabello, mi pecho subía y bajaba a un ritmo acelerado perdiéndome así en la intensidad de un beso que deseaba prolongar y que no terminase hasta que finalmente no me quedó más remedio que separarme de sus labios.

Mi mirada volvió a perderse en la suya y mi mano acarició suavemente su mejilla al escucharle, comprendí el significado de sus palabras y lo alterados que estábamos los dos. -Entonces que sea así. Quédate conmigo sin importar lo que pase, no te contengas porque no quiero que lo hagas ni deseo contenerme yo. Desconozco el por qué o si tiene el menor sentido, sé que nuestras naturalezas son diferentes pero cuando te veo no siento eso.- Tiré de él suavemente, sabía que su hombría se había despertado y con ese movimiento me dejé caer de espaldas sobre el pasto arrastrándolo a poca distancia por arriba de mi quedando así expuesta mi total desnudez bajo su mirada ya que no deseaba ocultarme más ante sus ojos sino que él me viese tal y como era.

-Aitor...- susurré su nombre, tocando su rostro y grabando en mi mente cada pequeño detalle del mismo, intentando controlar los latidos que tan fuertemente retumbaban en mi pecho al observar lo hermoso que era y comprender que él también me deseaba. - También quiero unirme a ti. Quiero que seamos no un licántropo y una cambiaformas sino tan solo un hombre y una mujer con el mismo sentimiento.- Le observé en silencio un par de segundos antes de que mis labios dibujaran una dulce sonrisa, lo acerqué de vuelta hacia mi y deseando volver a probar el sabor de sus labios los rocé suavemente con lo míos temblando al sobrecogerme el cúmulo de sensaciones que despertaban en mí al tenerle tan cerca.

por **Aitor Copado** Mar Dic 24, 2013 12:51 am

Básicamente sobre ella, Aitor acarició el cuerpo de Isabeau desde su arrobadora cadera al hombro derecho, cruzando los voluptuosos y hermosos pechos de la mujer que ya lo había aceptado. —Yo no te he podido ver de otra manera, mis ojos ven a una mujer de nombre Isabeau, tan bella que mis ojos se extasían segundo a segundo— dijo en tono afectuoso y besó una vez más los labios lascivos, el beso se prolongo y él le cogió de la cabeza levantándola un poco para que quedara la mata ligeramente suspendida, la hombría erecta de Aitor ardía en el torso femenino mientras la boca se movía frenéticamente en la de Isabeau.

Su cuerpo comenzó a arder anormalmente y que sabía no sorprendería a ella, o al menos no la asustaría como pasaría con una mortal, no cuando ella sabía lo que Aitor era y lo había aceptado como tal, como un hombre al que deseaba ese momento. Pero eso comenzaba a ser peligroso, que Isabeau no le importara entregarse a un lobo, que le diera no solamente su cuerpo sino también su comprensión, provocó un incremento en el cariño por ella, un cariño que se convirtió en enamoramiento y que culminaría, al menos para Aitor, en un amor, un amor quizás no correspondido.

Y en su mente Aitor se preguntaba ¿qué sucederá después?, ¿se separarán como él lo quiso en la víspera de luna llena? Él rogaba por que no fuera así, en su corazón que comenzaba acelerarse cuando depositó nuevamente a Isabeau en el pasto y levantaba una de sus piernas; imploraba a que marchara con él, a que lo acompañara en su búsqueda y que quizás, volver esa búsqueda insignificancia, para él estar con Isabeau sería suficiente, porque ella conocía su alma, la vio con sus propios ojos, no le temió y después de sobrevivir a los posibles ataques de la bestia, se quedo hasta que él despertara. ¿Quién podía hacer eso, encontraría a alguien que lo hiciera? Aitor conocía esa respuesta, por mucho tiempo pensó que nunca encontraría una persona como Isabeau, que estaba condenado a la soledad, pensar en alguien así era mera fantasía, mas ahora descubría que Isabeau representaba esa mujer, era la perfección y más que tomar el cuerpo femenino prefería sellar una unión para estar juntos hasta la muerte que amar esa belleza natural y no volverla a ver.

Mientras se sumergía en sus cavilaciones, las manos recorrían las piernas femeninas, el vientre, los brazos sin dejar de besarla, introducía su lengua en la ajena y sus labios se estremecían rijosamente, la irracionalidad de sus manos acariciando el cuerpo de Isabeau contrastaba con los pensamientos de Aitor, era como si la bestia estuviera amando el cuerpo mientras él cautivo se encontrara ajeno a lo que sucedía, mas cuando Aitor se dio cuenta de ello, no lo atribuyó a la bestia, pese a sus deseos de convertirla en su pareja, en ese momento importaba tomar el cuerpo, de nada serviría pedirle una unión, no si su intención no era echar a perder el momento. Un momento que ambos habían deseado en tan pronto tiempo.

El beso cesó, los labios de Aitor acariciaron la comisura de la boca y las mejillas, exhaló en el rostro femenino su cálido aliento, descansando su rostro en el de ella. Su boca comenzó a articular sin decir nada, volvió a mover su cabeza dejando que su nariz se deslizara por la mejilla y se pegara a la nariz de ella, sus miradas se encontraron y la besó con inocencia, luego, se reincorporó abriendo las piernas de la mujer que deseaba llamarla mía; su excitación se escabulló hasta rozarle la vagina, ambas zonas erógenas ardían y se deseaban mutuamente, Aitor le cogió de los tobillos y le alzó las piernas, volteó su cabeza a la derecha y fue besando la pierna desde el tobillo hasta la pantorrilla, mordió sensualmente la rodilla y finalmente la penetró.

Los primeros movimientos de Aitor fueron lentos, tener las piernas de Isabeau en alto le servía como un auxiliar mas sabía que eso le cansaría a ella y entumecería los músculos. Fue entonces que depositó nuevamente las piernas sobre él suelo, Aitor fue embistiendo un poco más duro mientras se inclinaba a ella para besar su boca y capturar todo gemido que ella le entregara y él le entregara todos sus jadeos.

por **Isabeau Beaumont** Jue Dic 26, 2013 6:14 pm

Mi mirada se negaba a apartarse de los ojos color miel de Aitor, en ese momento en que nada me importaba más que sentirle a él, mis dedos recorrían suavemente su rostro mientras el afecto que encontraba en su mirada me envolvía toda entera de una manera tan cálida como lo hacían por igual sus palabras, brindándome un cobijo que no había esperado encontrar, sobrecogiéndome y robándome el habla momentáneamente. Las caricias que sus manos me prodigaban estremecían mi cuerpo y la manera en que sus labios encajaban con los míos acaloraban toda mi piel, mis manos ahora acunaban cariñosamente su rostro mientras me dedicaba a explorar el dulce sabor de su boca.

Fue entonces cuando supe que no deseaba únicamente su cuerpo sino que de alguna manera quería devolverle el mismo cobijo que encontraba en él, deseaba lograr aliviar la carga que había descubierto en su alma al no poder controlar su conversiones o los efectos de las mismas, aligerar ese peso con el que nadie debería de tener que vivir. Descubrí que me importaba lo que a él le sucediera y que más que nada quería estar junto a él en las futuras noches de luna llena, acompañarle en esos terribles momentos en que no tenía control sobre su lobo y que se veía obligado a ceder a su dominio, y al mismo tiempo tenía miedo de descubrir el por qué yo deseaba todo eso o de que me era posible albergar aquel sentimiento que no esperaba llegar a conocer y al que no deseaba poner nombre pues desde hace mucho había jurado que nunca me entregaría a el.

Mis pensamientos se sucedían en mi mente adquiriendo mayor velocidad al deleitarse todos mis sentidos recorriendo con mis manos el pecho y la espalda de Aitor, acariciando una y otra vez sus bien torneados músculos y descubriendo así que su piel ardía bajo las yemas de mis dedos. La mía comenzando a hacerlo también al continuar ese beso que por momentos se volvía hambriento y frenético elevando tanto mi temperatura como si dejase de ser yo misma y alguna presencia ancestral que dormía en mi despertase al ser estimulados cada uno de mis felinos sentidos amenazando con apoderarse de mi razón y con abrasar mi cuerpo. Nuestros labios se separaron al fin y respiré sintiendo como mi tibio aliento se mezclaba con el de él al descansar su rostro sobre el mío, mi pecho se elevaba una y otra vez mientras procuraba recuperar la normalidad de mi respiración, sonreí al darme cuenta de como el acariciaba afectuosamente mi rostro con sus labios y su nariz. Cuando sus ojos y los míos se encontraron volví a sentir esa enorme necesidad de acogerlo entre mis brazos y nunca dejarlo irse de mi lado.

Lo observé un instante y quise protestar cuando la tibieza que irradiaba su cuerpo a escasos centímetros del mío se alejó un instante para incorporarse pero en lugar de ello un involuntario gemido escapó de mi garganta cuando su hombría acarició mi feminidad, pareciéndome tan lenta y tortuosa la manera en que acababa de rozarme que apenas pude darme cuenta de como él alzaba mis piernas y de que debería de estar abochornada en lugar de temblar por sus besos y rogar internamente que no prolongase mi deseo y necesidad de él.

Aitor... Mi feminidad le recibió al deslizarse él en ella, disfrutando cerré mis ojos y apoyé mis manos en torno a sus brazos, el tenerle en mi interior era una sensación indescriptible, comencé a mecerme al ritmo de sus lentas embestidas queriendo gemir de placer pero resultándome imposible al encontrarse nuevamente sus labios sobre los míos fundiéndonos en un beso en el cual al no poder desahogarme de otra manera volqué toda mi pasión. Me sentía afiebrada, delirante, podía sentir el pecho de Aitor junto al mío, la sensación de su corazón latiendo sobre el mío a un mismo ritmo. Lo que sentía por él se intensificó tanto que podía sentir como si nuestras almas se encontraran entrelazadas y la mía ya no me perteneciese del todo sino que ahora formara parte de la de él.

Sus embestidas ahora se volvían más fuertes y veloces llenándome a mayor profundidad, mis piernas abrazaron su cintura buscando soporte y ajustándose así a ese nuevo vaivén, sentía como él empujaba sus caderas contra las mías aumentando mucho más la intensidad de la fricción mientras yo me movía hacia adelante y hacia atrás más rápido presa de un placer demasiado intenso. Mis labios finalmente se apartaron de su boca, entre gemidos recuperé parte de mi aliento y comencé a besar con dulzura su mejilla, la comisura de sus labios, la línea de su mentón, alcé mi mirada oscurecida por la pasión y encontré la de él. -Quédate conmigo...- Rodeé su cuello con mis brazos y besé sus labios suavemente. -Quédate conmigo no solo hoy sino ahora y siempre... no quiero verte ir... quiero estar siempre contigo.- El miedo me invadió otra vez, pero ahora temía no volver a verle después de hoy, que él también se desvaneciera como había sucedido antes cuando era aún muy joven y perdí a aquellos que más me importaron...

por **Aitor Copado** Dom Ene 05, 2014 6:34 pm

Aitor mantuvo la postura inicial, las piernas de Isabeau atenazaron las caderas de él y el ritmo se hizo más prominente, los besos de ella, sus jadeos, su mismísimo aliento eran la gloria, un sentir que creyó nunca más sentir. Pero entonces, llegaron sus palabras... —quiero estar siempre contigo— había dicho, la piel de Aitor se erizó y las embestidas perdieron intensidad, mas él se negó a salir del interior de ella, quería sentir su interior, amaba sentirlo así que se limitó a ir más despacio y perderse en los ojos de un azul profundo de ella.

Norte de Francia, dos años y medio atrás...

—Aitor, nunca encontrarás una mujer con la que puedas formar una familia, al menos, no una mortal... sólo una de nosotros puede darte el cobijo que da la familia... Vamos al Reino de Hungría, allí podemos unirnos a la manada que pertenecía y posiblemente encontrarás una mujer que te haga feliz— consoló su creador, pero Aitor no lo veía así, su mujer había significado todo para él.

Pero existía algo en lo que él sí pensaba... –¿Sólo una mujer con licantropia puede estar junto a mí?– la respuesta parecía de lo más obvio, ninguna mujer a la que él podía llamar sana podría contener a su bestia, y compartiría finalmente el destino de su ex esposa... Una muerte por sus fauces

—Prefiero vivir en soledad...— le respondió a su creador.

Bosque, tiempo presente...

Las embestidas finalmente se detuvieron, la mano de Aitor acarició el rostro de ella, —Isabeau tus palabras han desnudado los deseos de mi corazón... Quiero permanecer a tu lado por siempre, mi vida no tenía sentido hasta que te conocí... lo sé porque estás aquí, recibiéndome pese a lo sucedido. En tan breve tiempo me atrevo a decirte te quiero y quiero tener la oportunidad de decirte ¡Te amo!— buscó sus labios y la beso. —Se entonces mi pareja, caminemos en esta vida juntos— dijo en sus labios y le tomó de las caderas, luego, y aprovechando que ella lo tenía tomado del cuello se reincorporó hasta estar sentado sobre sus musculosas pantorrillas, Isabeau estuvo entonces a horcajadas sobre el regazo de él y comenzó de nuevo la danza.

—Este momento no pudo haber existido sin ti, gracias por hacerlo realidad, gracias por ser parte de mi vida, gracias por darme una razón para continuar— dijo entre jadeos pues los movimientos de ambos cuerpos habían aumentado en intensidad, ella caía sobre su hombría mientras él besaba los labios, la comisura de su boca, su cuello; las manos de él recorrieron la delgada espalda de la mujer que comenzaba a amar y de quien no quería separarse jamás.

por **Isabeau Beaumont** Vie Ene 10, 2014 3:52 am

Las embestidas de Aitor fueron disminuyendo un poco su intensidad permitiéndome así recuperar parte de mi aliento, nos mecimos lentamente al acoplarse nuestras caderas a ese nuevo ritmo que aunque más sosegado no dejaba de estremecerme de igual manera, erizando cada poro de mi cuerpo, cada uno de mis sentidos aún inmersos en él. No podía dejar de tocar su piel, de embriagarme con su aroma, de desear prolongar la manera en que su respiración se acompasaba con la mía, de anhelar nuevamente sus besos. Volví a sonreír al sentir su mano sobre mi rostro, la tomé en la mia y la acerqué a mis labios para besarla suavemente justo antes de que mis latidos se disparasen al escuchar sus palabras, por un momento me sentí atontada, confundida, como si no fuese real lo que acababa de oir y de repente me olvidé de respirar.

Mi mente no estaba muy segura de estar procesando lo que mis oidos acababan de escuchar de manera correcta. ¿Acaso había dicho él que me quería?

Los dulces labios de Aitor parecían confirmarlo al volver a encontrarse con los míos, mi mano abrazó nuevamente su cuello y ese momento pareció eternizarse pero mi mente traicionera insistía en llevarme al pasado. Podía verme a mi misma, una figura juvenil que había perdido prematuramente la inocencia de la niñez, me encontraba en el cementerio, frente a mi había una lápida con una sencilla inscripción: Pierre, 1772-1781... después mis recuerdos me orillaban a escuchar un disparo que rozaba mis oídos al descubrirse mi verdadera naturaleza... Diversas imágenes se sucedían una a la otra en mi mente, mi huida, mi marcha a las calles y el inicio de mis andanzas delictivas... pero sobre todo unas palabras que se repetían obstinadamente una y otra vez en mis pensamientos sin querer detenerse... Tu corazón está frío...

Me negué a seguir escuchándolas, nada de mi pasado me importaba, no tras haber conocido a Aitor, entonces volví al presente y me aferré a sus palabras, y cuando al incorporarnos volví a mirarle sentí que era verdad que él me quería. El ritmo de nuestros cuerpos se incrementaba otra vez, sus besos recorriendo mi cuello y sus manos acariciando y descendiendo por mi espalda lograban que mi vientre ardiera al cabalgar sobre él, me levanté un poco moviéndome hacia el frente sintiendo la proximidad de su piel contra la mía, su cálido aliento erizaba la piel de mis pechos, mis dedos recorrían sus sensuales labios los cuales no podía dejar de mirar ya que ellos eran culpables de haber derretido hace tan solo un minuto la coraza de mi corazón. Mis ojos se detuvieron en los suyos un momento y al hacerlo quisieron transmitirle lo que yo también sentía.

Comencé a mover mis caderas más despacio calmándose un poco mi agitada respiración, mis manos se enredaron en su castaño cabello acariciándolo y acercándole más, mordí mi labio inferior pero al ver sus ojos las palabras fluyeron de mis labios sin desear retenerlas.

-Durante mucho tiempo pensé que no podría amar, que no desearía ser la pareja de alguien... siempre lo creí así, pero ahora me doy cuenta de que tenía esa convicción porque mi camino aún no se había cruzado con el tuyo, no te había conocido, no sabía que existías...- Detuve mis movimientos un breve instante. -No soy nada fácil, soy terca y testaruda, lo notaste cuando te seguí anoche, pero si a pesar de eso quieres que recorramos la vida juntos seré igual de terca al recorrerla contigo porque no hay nada que desee más que eso... o que ser tu pareja.- Volví a moverme suavemente sobre él amando el hacerlo y de pronto, sin haberlo esperado, descubrí por primera vez lo que realmente significaba esa palabra, amar.

-Te quiero Aitor...-

por **Aitor Copado** Jue Ene 30, 2014 9:43 pm

Cuando Isabeau redujo la intensidad de su movimiento, Aitor supo que no tardaría en darle una respuesta a su propuesta, que no tardaría en decirle algo. Dejó que se armara de valor si eso era la razón por la que había decidido esperar, aunque era posible que un recuerdo le hubiera distraído para hacerle consciencia y tomara la decisión más prudente. Llegaron las palabras como dulces caricias a su alma, ella no solamente lo había aceptado, le había dicho que lo quería; vio en sus ojos sinceridad y aunque se definiera terca y testaruda como él ya lo había comprobado, se trataba realmente del amor de su vida. Su destino, su futuro, su vida misma tenía nombre, Isabeau Beaumont.

—Sólo por ti es que estamos aquí, por eso te querré terca y testaruda, porque soy un necio, pero nunca, nunca más te diré que te alejes de mí...— concluyó para después buscar los labios ajenos, la besó como no había besado a ninguna mujer antes y recordó la noche anterior, en la que él se alejaba y ella lo detuvo, en la que perseveró para que pudieran conversar; Aitor se encontraba nublado por su preocupación de lastimarla y a quien se acercara a los campos que se empeñó en alejarla de él; mas lo único que consiguió fue un amor; una luz en la oscuridad que él mismo había adoptado por sus deseos ciegos de querer controlar a la bestia. Ahora prometía mientras se encontraban fundidos, mientras eran un solo ser; que nunca violaría los sentimientos de Isabeau, de la dueña de su corazón; para él, ella podía lidiar con su maldición, se lo había hecho ver así y mientras la besaba sonrió por haberla encontrado, estaba satisfecho con la vida cuando creyó que ésta lo atormentaba.

Entonces y por primera vez; sintió ese ardor en su cuerpo que se presentaba todas las noches de luna llena, cuando la bestia anunciaba la posesión; Aitor estaba totalmente desconcertado, casi nublado por sus propios jadeos y el derroche de pasión de ambos no trajo en el un interés en comprender que era lo que pasaba. Los ojos de la bestia aparecieron en los orbes del vitoriano produciendo un brillo sobrenatural, su cuerpo emitió un calor anormal, su espalda se volvió ligeramente más ancha, sus uñas crecieron y sus sentidos se intensificaron, en ese momento el placer que sentía en ese momento con Isabeau se convirtió en una incertidumbre que acariciaba con sutileza el pánico.

Embistió dos veces más a a su amada y cuando vio que le crecía el vello en sus brazos se alejó sin comprender que era lo que sucedía. Los ojos de Aitor desaparecieron finalmente, sus orbes azabache sobre un amarillo irracional indicaron que el lobo estaba por hacer presencia. Dio un par de pasos atrás y como si estuviera aprisionado en una bolsa, el lobo se liberó haciendo presencia en plena luz del día, frente a Isabeau. La mirada de la bestia se posó en la de Isabeau, no mostraba agresión, la miraba como si quisiera reconocerla, era como si se tratara de una de los suyos; y es que Aitor perdía toda humanidad las noches de luna llena y un verdadero lobo aparecía, con sus instintos asesinos.

Pero el lobo no la reconoció y su cuerpo se fue tensando, los colmillos aparecieron como dos navajas dispuestas a atacar a la mujer desnuda que Aitor descubrió que amaba. Mas él no podía hacer nada, era como si la bestia hubiera aparecido para matarla, temiendo que con su presencia el lobo ya no fuera aparecer nunca más, era como si el alfa fuera a perder a su beta; así la bestia miraba a Isabeau, dispuesta a alejarla de la vida de Aitor. Fue cuando sucedió, los ojos del lobo perdió su brillo feroz y resplandecieron los ojos del vitoriano, finalmente él pudo escuchar los sonidos a través de las orejas del animal, ver con el espectro del lobo y sentir el pasto con sus fuertes patas. Supo que era alto, más que un lobo común y sus patas oscuras le decían que era negro.

El lobo quiso retomar su cuerpo y meneo la cabeza, esto hizo que por breves segundos Aitor dejara de estar presente, pero era como si escuchara al lobo, como si pudiera hablar con la bestia y descubrió sus intenciones que tenía sobre ella... Aitor no se lo permitiría y antes de que se lanzara con sus mortales fauces, el lobo cayó al piso como si fuera derribado por una fuerza invisible, se quiso reincorporar pero un nuevo golpe lo mantuvo en el piso; los latidos de su corazón enloquecieron y la bestia se descontroló, aulló, gruñó y soltó mordidas a la nada, lo latidos se hacían más intensos y para cuando finalmente pudo levantarse para encarar a Isabeau, el lobo desapareció dejando que el cuerpo desnudo de Aitor cayera.

Aitor no pensó en lo que acababa de suceder, no le preocupaba que el lobo hubiera hecho presencia en un momento que no le correspondía, era una falta a su propia naturaleza. No, el temor de Aitor fue que Isabeau estuviera aterrada, que comprendiera que quizás el lobo podría aparecer en cualquier momento, haciendo que nunca fuera posible una confianza sobre Aitor, su temor era quedarse nuevamente solo... Que ella se fuera.

por **Isabeau Beaumont** Dom Feb 02, 2014 1:15 am

El que Aitor dijese que me quería así como yo era provocó que una sonrisa se dibujase en mis labios. Repentinamente deseaba que él conociese todo de mi y deseaba a mi vez conocer todo de él y el que él me hubiese propuesto recorrer nuestro camino juntos abrigaba mi corazón tanto como lo hacía él en este momento con cada nuevo beso que compartían nuestros labios y con nuestras mutuas e incansables caricias, animándome a creer que teníamos frente a nosotros todo el tiempo del que quisiéramos disponer para que eso ocurriera. Y al creerlo así, al haber descubierto inesperadamente lo que sentía por él y saber que él también albergaba el mismo sentimiento por mi provocaba que por primera vez en mi vida me olvidase de mi cinismo con respecto al futuro y que comenzase a creer que quizás mi percepción de la vida estaba equivocada. Provocaba que todo mi ser temblara al darme cuenta de que mi destino no era ni remotamente lo que yo creía, que todos los planes que había trazado en mi mente hasta ahora y que me habían parecido vitales y muy bien estructurados comenzaban a fragmentarse y caer en pedazos para que en su lugar se impusiese un rostro, unos ojos color miel en los que deseaba ver mi reflejo y una voz a la que no me importaría siempre escuchar decir mi nombre y lo más sorprendente de todo esto era que me sentía feliz de que pudiese ser así.

Mientras mi cuerpo continuaba meciéndose junto al de Aitor apretándose a él, mientras mis dedos recorrían el trayecto desde sus omóplatos hasta sus pectorales, hundiendo mis uñas en su piel y separaba brevemente mis labios de los suyos liberando así mis ahogados jadeos provocados por cada nueva embestida suya, le miré a los ojos perdida en el placer que, por un momento al ser tan intenso no me permitió advertir como estos comenzaban a cambiar de tonalidad, abandonando la profunda intensidad de la mirada que me hechizaba para ser reemplazada por otra que no me era desconocida pero que al aparecer tan inesperadamente me pareció que debía de encontrarme en una especie de ensueño. Mis sentidos se negaban a advertir lo que estaba sucediendo frente a mis ojos, negándose a aceptar ese cambio al considerarlo imposible, pero entonces al sentir como él daba unos pasos alejándose de mi no pude evitar despertar abruptamente y comprender que Aitor se encontraba bajo el yugo de su lobo y que este de alguna manera inaudita comenzaba a tomar posesión de él.

Permanecí helada observando la transformación que se llevaba a cabo frente a mi. No podía comprender como podía suceder en plena luz del día pero como si de un hermoso sueño hubiese saltado cruelmente a la peor pesadilla la misma escena de la noche anterior se repetía. El brillante pelaje negro reemplazaba la bronceada piel masculina y su atractivo rostro perdía su forma humana para adquirir la de quien varias horas atrás había sido mi feroz antagonista. Mis músculos parecían agarrotados negándose a moverse. Era como si aquella terrible visión que había temido en el arroyo ahora se materializase frente a mi, y sin embargo, ahora era completamente diferente porque a pesar de que el enorme lobo negro con su fría y siniestra mirada pareciese estar sopesándome para atacarme no podía olvidar ni un instante que era el mismo hombre al que amaba. Le amaba... y era esa palabra, amor, la que me había parecido durante toda mi vida un signo de debilidad aquella misma que ahora me brindaba la fuerza necesaria para intentar buscar en el feroz lobo alguna señal de Aitor creyendo que era imposible que él no estuviese presente en algún lugar, que pudiese permitir que el lobo me hiciese daño; por eso no pude invocar al tigre, a pesar de la alarma que se disparaba en mi y de los colmillos que mostraban las enormes fauces del lobo se curvaran asesinamente al mirarme...

Repentinamente mi cuerpo tembló al percibir lo que parecía un milagro. ¿Pero acaso era posible? Contemplé la variación en su aura, el cambio en sus ojos y al descubrir que su mirada había regresado mis músculos se liberaron permitiéndome avanzar un par de pasos en su dirección. Hechizada por el repentino cambio deseaba tocarle pero me detuve abrúptamente al ver como el aura cambiaba una vez más y esta vez estuve segura de que saltaría sobre mi para acabar conmigo pero en su lugar le observé caer al suelo. Sorprendida contemplé la lucha que le dividía hasta que finalmente la figura de Aitor volvió a presentarse cayendo una vez más.

Impulsivamente y sin pensar en la posibilidad de que el lobo volviese a emerger me apresuré a acercarme a él y me dejé caer de rodillas a su lado. -¡Aitor!- Lo abracé angustiada sin estar segura de que se encontrase consciente. -¡Aitor!- Sentí entonces el suave movimiento de su pecho bajo mi mejilla el cual me anunciaba que estaba respirando. Levanté la cabeza e inclinándome sobre el acuné cariñosamente su rostro con mis manos. -¿Estás bien?- Mi mirada buscaba algún tipo de reacción a mis palabras. Lo observé preocupada y uno de mis dedos apartó suavemente el cabello que caía sobre su frente. -¿Te das cuenta de lo que acabas de lograr?- Me senté junto a él y mirándole a los ojos acaricié su mejilla con el dorso de mis dedos. -Lograste imponerte sobre el lobo.-

Mi piel se erizó y el frío caló mi cuerpo al pensar en lo que había estado a punto de suceder. Un par de lágrimas nublaron mi vista y alcé mis dedos para frotar mis ojos y deshacerme rápidamente de cualquier evidencia de ellas. -Evitaste que me hiciera daño... me protegiste...- dije apenas sobre un susurro. Me incliné para besar sus labios y luego apoyé cariñosamente mi mejilla en su cuello. No me importaba que el lobo volviera a resurgir, o que nos hubiera interrumpido al presentarse así, o lo que pudiera pasar de aquí en adelante, sólo deseaba permanecer a su lado ahora y siempre. -¡Te amo!-

por **Aitor Copado** Miér Feb 05, 2014 11:16 pm

De no ser porque la vio acercarse a él, Aitor se hubiera dejado vencer para caer en la inconsciencia. Con sus preguntas finalmente reflexionó en lo que había sucedido, ahora comenzó a importarle que posiblemente estaba a un paso de alcanzar el control de su bestia; el beso sanador y reconfortante de Isabeau le aseguraron totalmente que ella se mantendría a su lado. Cuando le escuchó decirle ¡Te amo!, Aitor acarició el hermoso rostro con ternura, sus ojos consumidos por la felicidad no hicieron otra cosa que complementar la sonrisa que en labios del vitoriano se describieron.

—No iba a dejar que te hiciera daño, no lo permitiré ni a él ni a nadie más— susurró con cariño mientras su mano recorría el cuello hasta apoderarse de la nunca y dirigirla a sus labios, a un prolongado beso que buscaba por sí mismo decir lo que en palabras Isabeau le pronunció. Sin embargo, para él no fue suficiente, cuando el beso terminó delineó los labios con languidez —¡Te amo!— le dijo y nuevamente la besó.

Ya el pasado había quedado atrás, aquel te amo de ella había sepultado finalmente los recuerdos que atormentaban a Aitor desde que mató a su familia y su esposa, y de los largos años en los que asesino irremediablemente, donde la bestia con sus fauces y sus garras despojó a miles de vidas inocentes. Las dos palabras de Isabeau sanaron completamente el corazón del lobo, no se sentía solo, sentirse en sus brazos, recibiendo cariños lo hizo por unos instantes creer que era normal, que no poseía esa maldición y su sonrisa también lo insinuaba; en esos momentos volvían a ser un hombre y una mujer, así tenía que ser y Aitor daría lo mejor de sí para que sus vidas no se separaran nunca.

Pero entonces aquellos instantes de olvidar al lobo terminaron, sintió nuevamente la presencia de la bestia, no para querer tomar su cuerpo. Aitor no presentó ningún cambio en su apariencia, pero él sabía que en su interior el lobo negro asechaba a Isabeau, podía percibir que le decía que en toda oportunidad que le fuera posible intentaría matarla. El lobo comprendió antes que Aitor que ella podría desaparecer la furia e irracionalidad, no habría cabidad para la bestia, para la muerte; el lobo perdería su naturaleza asesina y no lo permitiría. Y cuando Aitor finalmente lo comprendió en los brazos de Isabeau se juró que no perdería la carrera contra el lobo, que por el amor que sentía por ella lucharía contra esa naturaleza maldita, triunfaría para que las vísperas de luna llena no fueran un tormento, no estuvieran impregnadas en la sosobra y el temor de lastimar al amor de su vida, él triunfaría.

—¡Vamos!— le dijo y ambos se levantaron, estaban tomados de la mano y mirándose de frente, Aitor totalmente feliz y ansioso de comenzar a recorrer la vida junto a Isabeau.

por **Isabeau Beaumont** Lun Feb 10, 2014 12:16 am

La angustia y la negra opresión que sentía pesadamente en mi pecho al aguardar una reacción por parte de Aitor se desvanecieron en el momento en que le escuché hablar. El se encontraba bien. Sonreí al constatarlo sabiendo antes de que él lo dijera que este sentimiento que había nacido entre los dos era lo suficientemente fuerte y verdadero como para no permitir que ningún daño le aconteciese al otro y es que en ese momento me importaba más lo que pudiese acontecerle a él que lo que me sucediese a mi, aunque también tuve la convicción de que si estabamos juntos podríamos sobrellevar lo que pudiese venir, independientemente de lo que el futuro nos deparase.

Me sorprendí al pensar en ello y entonces mi corazón latió mucho más deprisa al pensar en que él ahora era mi futuro. Me entregué a sus besos vertiendo en ellos toda la intensidad del amor que acababa de descubrir que sentía por él y que deseaba transmitirle. Mi rostro resplandecía al igual que lo hacían mis ojos al mirarle tras haberle escuchado decir que él también me amaba y de repente comprendí que únicamente él podría haber tocado mi alma de esa manera, que nadie más podría nunca haber provocado en mi este sentimiento que en este momento alejaba cualquier oscuridad que se había alojado hasta ahora en mi interior para ser reemplazado por algo que alguna vez escuché decir que se conocía como esperanza.

-¿Nos vamos?- Sonreí alegremente al levantarme de un salto junto a él tomada de sus manos. -¿Adónde?- En mi rostro se reflejó la curiosidad y se dibujó una nueva sonrisa. Ver a Aitor frente a mi bajo la luz del día, observar su apuesto rostro en medio del escenario que nos rodeaba, sentir como el viento volvía a soplar a nuestro alrededor como si susurrase especialmente para nosotros, tal y como lo había hecho al arreciar la noche anterior y a la vez de forma completamente diferente al haber descubierto nuestro amor, me hizo creer que no importaba en realidad adonde fuéramos. Me acerqué y coloqué mi índice sobre sus labios. -Shhh. Espera, no me respondas aún.-

Observé todo detalle de él un momento deseando llevarme esa imagen grabada en mi memoria. Recordar en que lugar exacto del bosque nos encontrábamos, tanto los temibles encuentros con el lobo como nuestra mutua entrega, llevarme en mi memoria el arrullo de las aguas del cercano arroyo, incluso no olvidar tras cuales árboles él se vistió con la naturaleza, reí al recordar esto último y me acerqué a él. -En que lío te has metido al encontrarte con alguien que querrá seguirte a pesar de cualquier protesta.- Rodeé sus hombros con mis brazos y volví a besarle prolongadamente. Te amo... fueron las palabras que mi mente repitió y estuve segura de que a pesar de no usar palabras él me había escuchado.

Me separé de él y le tomé nuevamente de la mano. -¡Vayamos entonces!- le dije sonriente entrelazando mis dedos con los suyos, feliz de que mis pasos siguieran el mismo trayecto que los de él al caminar a su lado y observar el panorama frente a nosotros. Entonces me di cuenta por primera vez de que el interminable invierno que congelaba tanto el cuerpo como el alma finalmente se había acabado para permitir la llegada de la luminosa y cálida primavera.

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