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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Invitado Miér Ago 21, 2013 11:24 am

“Si tan solo supieras al menos la mitad de lo que tengo que cargar en mi espalda.”


Le miré con extrema dulzura, el hecho de que ella pensara que le sorprendería ver a alguien más “fuerte” que yo me causaba gracia. Simplemente porque yo no era más que una escoria de vampiro. Con poderes que ciertamente me servían, pero que no eran para nada amenazantes. Desde siempre me había sentido una bueno para nada y así era, por lo que saber que servía para ayudar a al menos aquella gitana era todo un logro en lo que a mí se refería y por ello un calor extrañamente placentero recorría mi torso y se iba hacía mis mejillas. Mordí mi labio y negué, sin responder a aquellas inquietudes, dejándolas apagadas en los segundos pasados. — Cómo que cuchilleando?¡?! — Me quejé avergonzado y la miré de mala gana, sonriendo de lado con una diversión apenas perceptible en mis labios. La evalué un momento más y decidí volver a callar como ella parecía haber anhelado en esos mismos instantes. A decir verdad sabía que hablaba demasiado y de más también. Me lo solían decir en los dos trabajos que tenía, en uno, por entablar demasiadas conversaciones con las personas enfermas que solo querían alimento y en el otro por hablar tanto solo arriba del escenario. Aunque en este, siempre me hacía el interesante y reservado, al final terminaba demostrando lo torpe que era por querer decir más cosas que las que podía en un solo instante.


Pasé una de mis manos por su hombro y la acerqué a mí con cuidado, mirando a través de las ventanillas. Justo en ese momento pasábamos por una iglesia y no me agradaba, principalmente porque en esos lugares podría haber peligrosos enemigos que realmente prefería esquivar a toda costa. Suspiré justo en el momento en el que ella hablaba de los colores y me quedé mirándola, con una sonrisa escocida, casi volcándome a reír en voz alta. Pero el hombre que conducía el carruaje estaba demasiado cerca y no quería pasar vergüenza. — El verde es tan para vos… Me gusta el dorado y el rojo, el último es de mis preferidos. Que tal un vestido dorado y verde? El rojo no os parece muy de navidad con el dorado en combinación?  Y yo prefiero cuando están sueltos, pero sé que a las mujeres les gustan ajustados y pomposos, así que puede ser de los dos.  Uno y uno, mejor? — Parloteaba, ladeando la cabeza a un lado y al otro, mirándola con un cariño fraternal que se sentía a gran distancia, apretando su mejilla cuando su mirada chocaba con la mía y ella parecía sumida en un sueño como de salvación. A lo que yo no entendía, después de todo no había hecho nada para ayudarla aquella vez cuando fue capturada y escapó. Sola… Eso me daba una gran pauta. Ella no era una gitana cualquiera, era fuerte y muy capaz y eso me mantenía de alguna forma en una paz interior, donde ya no tenía que preocuparme tanto, al grado de la locura. Y más aún con la sangre que le había dado, la cual me permitiría encontrarla fácilmente. Aquella sangre la ayudaría a regenerarse si tenía alguna herida y el olor me permitiría encontrarla en casi, orgullosamente podía pensar, cualquier lugar de Francia.


— M…Maia? — Susurré como si fuese un notición, sin querer hacerlo público. Mis ojos se contornearon con sorpresa y me quedé algo horrizado. Ella me había mentido con su nombre? Cuál de los dos era el real? Por qué lo había hecho? Unos ojos heridos fueron los que se mostraron ante ella cuando terminó sus palabras y me quedé mirando hacía el piso, asintiendo un poco, al instante en el que el carruaje se detenía. No contesté y me acerqué a pagarle, en tanto me bajaba y la esperaba. Suspirando pesadamente. Me sentía desconcertado. No había pensado en la posibilidad de que me hubiese mentido con su nombre. Pero luego lo noté. Una gitana… No le daría el nombre real a nadie, ni la edad, ni la nacionalidad. Al fin y al cabo eran nómadas que iban de lugar en lugar. En donde no tenían que hacer ninguna relación estrecha con nadie. Y que mejor forma de mantener la distancia que con un nombre falso? Eso me hizo recomponer un poco. Saber su nombre verdadero podía significar que le había caído lo suficientemente bien, como para confiarme algo así. Por ello, luego de unos momentos en los que yo caminaba en silencio, pensativo hacía la puerta, abriéndola con mucho cuidado, para dejarla pasar sonreí y la miré. — Muy bien Maia! Vamos a la cocina, os parece? Espero que entendáis cuando os llamo Roham, pensé que no me habíais ocultado eso. Y decidme, algo más que me hayáis ocultado? Entonces qué queréis comer? Empecemos a preparar que no tenemos toda la noche! Luego os mostraré el cuarto de invitados, deberías daros una ducha… Que os parece si os dais una ducha y os ponéis una bata de estar mientras cocino? — La empujé un poquito fuera de la cocina, tenía que pensar un poco más las cosas.  Y para ello, sin duda alguna necesitaba silencio y un poco de concentración en lo que hacía. Estaba seguro que ella entendería, era buena para esas cosas, igual que Neru, tenían una forma de leerme con tal facilidad y algunas veces me sacaba de quicio.


“Yo nunca pensé que las mentiras se cortaran las patas ellas mismas.”
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Mensaje por Yuna Rutledge Mar Ago 27, 2013 1:51 am

Paz no era la mejor palabra para describir lo que sentía conforme transcurrían los minutos en el carruaje tan elegante que Hero había rentado esa noche; de hecho, aunque sí había tranquilidad y una dicha increíble, era difícil predecir lo que ocurriría después. Sí, resulta irónico que yo no lo supiera. Estaba contenta porque las visiones eran cada vez menos constantes y eso significaba largos sueños y casi ninguna pesadilla. Por otro lado, me preocupaba lo que pudiera estar omitiendo, si sería algo importante o insignificante, conocía cuan poca cosa se necesitaba para que algo pacifico se transformara en un caos. Sacudí la cabeza como cualquier cosa, sin querer inmiscuir un tema así en nuestra conversación.

Cuchicheas, si. Lo haces casi tanto como yo. —inquirí a prisa, fingiendo gran seriedad, como una profesora mencionaría los defectos de su alumno. Sin embargo, al igual que a mi querido amigo, una sonrisa juguetona se me escapó de los labios. No podía evitar jugar y bromear con él, quien siempre parecía tan fácil de provocar. ¡Quien no quisiera un compañero como aquel vampiro! Sonreí sin preocuparme por el exterior en cuanto me mantuvo a su lado, sintiendo un curioso calor en medio del frío de su cuerpo. Era como si se tratara de un aura cálida atrapada en una piel de hielo.— Cualquiera estará bien, phral... y yo también prefiero los sueltos. No me gusta el corsé ni cualquier otra cosa que usen las mujeres para lucir esos vestidos. —arrugué la nariz, como si la simple idea de ponerme semejante cosa encima me produjera alergia.— No me malinterpretes, admiro mucho la moda parisina que vero a diario en mujeres refinadas. Son muy bellas. Pero no me imagino de esa forma... —sonreí.

El tiempo transcurrió finalmente, y antes de llegar al sitio donde ya antes me había sentido en un cuento de hadas, contemplé algo que me heló la sangre. La perdida de un brillo fundamental en los rasgados ojos de mi vampiro Jaejoong. Fue un breve momento, casi imperceptible, pero me estrujó tanto el corazón que tuve que mantener la compostura para no sacudirlo y exigirle que me dijera que sucedía. Tras unos minutos de meditación (ni siquiera noté que a él le ocurría lo mismo), llegué a una conclusión. Mi nombre. No podía ser otra cosa. Quise maldecirme a mi misma por ignorar que algo así podría afectarle. Después de todo, no sabía tantas cosas de mi como parecía saber. Habíamos hecho una amistad tan rápidamente, que ese tipo de detalles me superaban. Lo miré con gran sorpresa por la forma en como me llevaba de aquí para allá entre las lujosas estancias de la mansión, incluso echándome de la cocina.

¡P-Pero...! ¿Estás seguro? Oh, pero sería la segunda vez que cocinas para mi. Es injusto. —protesté con una expresión ridículamente infantil. Por un momento olvidé que debía mostrarme arrepentida, y es que costaba trabajo no ser yo misma con él.— ¡Lo haré solo porque eres el señor de la casa! Señor Jaejoong todopoderoso. —me burlé entre risas, en la puerta de la cocina. Temía herir sus sentimientos, pero sabía que disculparme una y otra vez en ese momento no era lo más indicado. Más tarde, cuando ambos hubiésemos aclarado nuestras ideas y sentimientos, le explicaría por qué no le había dicho mi nombre de pila. Se lo debía más que a cualquier otra persona.

Dejé que el silencio se adueñara de la cocina en cuanto me alejé de ella, despidiéndome temporalmente de Hero con una tímida sonrisa. Al caminar por la superficie de un suelo costoso, tocar las paredes impecables y admirar las curiosidades que decoraban la mansión, me sentí en un mundo diferente, tal como la última vez. El ama de llaves pareció reconocerme lo suficiente para brindarme su encantadora ayuda, guiándome a donde podría tomar un baño. Admito que me moría de la vergüenza, dado que nunca me había bañado en una casa ajena, pero al final acabé por aceptar que decir "gracias" y "disculpe" cada cinco segundos era mucho peor que no hacerlo. Minutos más tarde, disfrutaba de una bañera repleta de agua caliente. La sensación era mucho mejor de lo que hubiese imaginado, aunque no dejaba de pensar lo que ocurriría al bajar nuevamente. ¿Seguiría molesto Hero por haber mentido? Esperaba que no, ya que perderle significaría perder otro pedazo de mi. Y quien sabe cuanto más pudiera aguantar.

Al salir de la bañera y secarme con una toalla, sentí como si hubiesen caído de mis hombros unos veinte kilos. Cuando menos. Estaba ligera, fresca y más animada. Lo único que había amenazado con bajarme el animo habían sido las cicatrices en mi tobillo y espalda, que podía sentir incluso ahora. Era un recordatorio molesto, pero no insoportable. Cubrí mi cuerpo con una bata color plata terriblemente suave, la cual debió dejar el ama de llaves. Bajé con toda prisa por las escaleras, deseosa de ver a Hero.
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Mensaje por Invitado Vie Ago 30, 2013 1:09 am

“La figura de una mujer debe estar escondida o expuesta, pero jamás en el medio. No debe estar bordeando sus cinturas, atrapadas en la tela dura. Reluciendo pechos aplastados que se sofocan en la ausencia de aire.” 

Le sonreí, apreciando su gusto-o más bien disgusto- por la ropa parisina de la cual yo estaba tan al corriente. Era inevitable, cada vez que un diseñador hacía algo nuevo, llegaban a mi casa cartas con invitaciones para los desfiles. Y yo me embobaba por ir. Era divertido, entretenido y me dejaba tomar nota de las telas que se usaban. Aunque claro, algunas eran tan ridículas o excesivamente tejidas que pasaba a ignorarlas. Desde siempre me había parecido que lo más simple era también lo más provocativo y lo más hermoso. Pero las personas no parecían estar de acuerdo con ello y se notaba febrilmente cuando iba caminando por las calles de París. Las mujeres con vestidos pomposos y corsé apretados. Telas con relieve en todas partes, los hombres con elegantes y exagerados moños en las camisas, bordeados por oro y lentejuelas. Queriendo exigir ser mirados por la senda en la cual caminan. — Perfecto entonces Gitanita. Oh! No os preocupéis, a mí también me parecen un poco exagerados esos vestidos. Aunque claro, vosotros también os vestís algo extraño. La combinación de vuestros colores no es la mejor! — Inquirí sacándole la lengua, riendo entre dientes, en tanto el tiempo pasaba y me acariciaba el cuello, suspirando vívidamente. Riendo juguetonamente cuando el momento de echarla de la cocina surgió y ella parecía molesta por ello. Si no hubiese pasado lo que pasó, probablemente estaría muy contento de tenerla ayudando o mirando. Pero ahora  quería estar solo, por al menos un par de minutos.

— Vamos, vamos! No os quejéis! Shu shu, tenéis mucho para contarme luego. Si? — La miré muy seriamente, como si con ello la sentenciara a que me dijera la verdad de las cosas, el por qué y el cómo. Estaba claro que yo no me quería quedar con la duda de nada y menos habiéndola casi obligado a asentarse en mi hogar por al menos uno o dos días. Ella era extraña, lo había notado desde siempre, desde el momento en que dijo ser una gitana me tendría que haber ido corriendo para nunca más volver, pero no fue de ese modo y ahora tendría que luchar contra ese renovado temor que estaba penetrando mi piel, floreciendo una vez más. Pero sus nuevas palabas me hicieron relajar, me tranquilizaron más de lo que supuse y negué, sonrojándome un poco por aquella burla. Ya me las pagaría aquella bella gitana que siempre provocaba en mí un sentimiento cálido y abrumante. Suspiré y me arremangué la ropa, me lavé las manos y me puse manos a la obra, cocinar me llevaba a un mundo donde la paz era lo que primero reinaba en el aire. Ondeando mis cabellos con algunos ganchos, sujetándolo bien para que nada arruinara la comida. La última vez que se me había caído un cabello a una tarta, había provocado una revolución en la mesa. Reí ante ese solo recuerdo y me acerqué cuidadosamente a preparar lo que antes habíamos discutido, ladeando la cabeza, esperando escuchar los ruidos que en el piso superior se deberían escuchar, si ella efectivamente hacía lo propuesto.


-Tiempo más tarde-

Al fin había terminado la cena para la dama y la ama de llaves. Esta última había comido apenas había terminado la última cocción, con la excusa de que tenía hambre, pero yo sabía que era porque no quería molestar la charla íntima que tendríamos y al fin y al cabo lo agradecía, pues quizá, “Maia” tendría un poco de vergüenza o hasta quizá se negaba totalmente a contarlo todo. Sonreí discreto cuando la señora que acompañaba mis días y noches saludó cortésmente y se fue a su habitación en el segundo piso. Y allí me quedé, preparando las cosas en el comedor que había a un costado, una mesa enorme, con candelabros, adornada con refinadas cosas antiguas y algunas no tanto. En una punta había; Mandú, unas pequeñas empenadillas de pasta rellenas de verduras y kimchi. Japchae, hecho con fideos de boniato acompañados de verduras, espinacas y un poco de carne a tiras a los lados. Tofu, compuesto de soja, con una textura y color similar a la del queso. Tortillas y Kimchi Jigae, una sopa hecha a base de un kimchi ya más fermentado y de sabor picante. Esperaba que algo de todo aquello le gustara, en general yo prefería cocinar salteados de fideos con carne, pero en ese momento sentía que hubiese sido mejor cocinar algo francés, pero cuando estaba por ir hacía la cocina nuevamente, la vi. Estaba corriendo por las escaleras con los cabellos mojados y una bata larga y arreglada. Se veía increíble y eso me hizo sonreír, mostrándole todos mis dientes, contento por verla de aquel modo tan encantador. — Ahh! Os veis muy bien Mademoiselle. Espero que os guste algo de lo que os preparé. Tenía dudas, pero bueno, no sé, en cualquier caso puedo cocinar más cosas! —

Le cercioré, acariciando sus cabellos, acomodándolos un poco, en lo que la acompañaba a la punta de la mesa, para yo sentarme en uno de los costados. Me había preparados dos botellas para mí. Una de sangre y otra de whisky, las tenía acomodadas de forma oblicua y tenía una copa a cada lado servida hasta la mitad. — Buen provecho! — Tomando el líquido rojo, que tranquilamente podría confundirse con un vino espeso, subí la copa y la llevé a mis labios, cuidando que nada caiga de mi boca, bebiendo cuidadosamente, en tanto me acomodaba, esperando a que ella empiece la conversación que tanto había esperado mientras cocinaba. — Y bien… Me gustaría saber… Algo más que queráis decirme? Y el por qué? — Espeté dejando la copa a un lado, observándola bonitamente.


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Mensaje por Yuna Rutledge Vie Ago 30, 2013 1:36 pm

Bajaba las escaleras de dos en dos, con las puntas de mis cabellos húmedos salpicando, cuando lo vi. Estaba igual que hacía unos minutos, quizás con el vapor de la cocina sobre su pelo oscuro, pero ninguna otra diferencia notable en su persona. Era difícil que Hero cambiara algo de él al grado de que yo no pudiera reconocerlo, por no decir imposible, ya fuera porque yo siempre reconocería su aura o porque, en realidad, al ser vampiro no podía modificar radicalmente su apariencia. Al pie de la escalera me di la oportunidad de saludarlo con una reverencia, así como harían las damas de alta sociedad. La bata plateada era una belleza por si misma, como un manto celestial que brillaba a cada movimiento. Sonreí con cierta timidez por su halago, a los cuales seguía sin acostumbrarme, y lo seguí hasta donde se encontraba el comedor.

No puedo decir que me sorprendiera más que el resto de la enorme mansión, pero tanta elegancia me perturbaba. Me sentía fuera de lugar, y a su vez, en un cuento de hadas. Me senté y le observé hacer lo mismo. Bajo la luz dorada de las velas y candelabros, su cabello lucía unos matices castaños muy hermosos, aunque sus ojos seguían tan oscuros como siempre. Ellos, sin embargo, tenían luz propia.

Todo esto se ve exquisito. —le confesé con alegría. En contraste con mi personalidad bromista y emocionada de siempre, en la mesa me comporté con suma serenidad. No solo por modales, sino porque quería brindarle la tranquilidad a Hero de que no me encontraba mintiendo.— ¡Salud! — Sonreí por encima de una copa con agua, bebiendo tan lento como mis dedos temblorosos me lo permitían. No tenía experiencia con la cristalería y prefería no comenzar a romper todo. Sospechaba lo que mi amigo estaba bebiendo y, a pesar de mi aversión a la sangre, tuve la tentación de pedirle una prueba. Ese vampiro me había perturbado de verdad. Sacudí la cabeza levemente y dirigí una traviesa mirada a cada platillo de la mesa, buscando las palabras adecuadas para empezar mi confesión.— Si, un par de cosas. Mi vida no es tan interesante para tener que recurrir a las mentiras a menudo, pero... —suspiré y me encogí de hombros, sin conseguir desvanecer la sonrisa de mis labios.

Una explicación. Eso y más merecía Hero, pero yo no sabía como darsela. Los motivos eran vanos y quizás para alguien como él, ilógicos. Antes de perder a mi padre nunca tuve la necesidad de mentir sobre mi nombre, incluso cuando él insistía que hacerlo nos mantenía a salvo. A su lado, nada me parecía peligroso. Pero él ya no estaba, y yo no podía darme el lujo de viajar de un país a otro para protegerme de represalias; sería costoso, cansado y contraproducente. Bebí un poco más del agua para aclararme la garganta y tuve la sensación de que muchas mariposas me revoloteaban en el estómago. Levanté la mirada y me enfrenté a la suya.

En algunas tribus romaníes es una costumbre utilizar el apellido paterno como nombre de pila. Al menos, hasta que una mujer se casa. —agité la mano en el aire como si eso tuviese poca relevancia.— No es que la mía lo hiciera muy a menudo, pero cuando llegamos a Francia todo se volvió complicado y peligroso. La Inquisición parecía mucho más activa cuando yo era niña. —le lancé una mirada significativa.— ¿Recuerdas lo que te conté que le sucedió a mi caravana? En fin, me quedé sola... y nunca fui muy fuerte. Comencé a usar mi apellido como identificación en todos lados, sin excepción. De hecho, con el paso de los años casi olvidé cual era mi verdadero nombre. —hice una pausa importante en ese momento. No me había detenido a pensar, jamás, lo mucho que extrañaba mi propio nombre; caí en la cuenta de que durante años no había hecho nada más que luchar por mi vida, buscando fortalecerme y evitar cualquier cosa que amenazara con herirme. Me llevé una mano al pecho por la mezcla de emociones y me obligué a continuar.— Dependiendo de la situación, y cuanto riesgo encontrara en ella, inventé nombres y apellidos. Incluso edades y nacionalidades. Debía dejar de ser yo... —suspiré y volví a mirar a Hero a los ojos. Le debía toda aquella información... y más. Extendí la mano por sobre los cubiertos de plata y la cristalería costosa, acariciando su mano. Era mi mejor amigo, después de todo.— Mi nombre es Maia Roham, tengo veinticuatro años y nací en Hungría. Soy una gitana romaní. Y... te quiero bastante, prhal... —reí al darme cuenta que seguía pronunciando aquella palabra en romaní.
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Mensaje por Invitado Jue Sep 05, 2013 9:17 pm

“Es un sentimiento que está alejado de la misma realidad, que perdura en la distancia y en el tiempo. Y se hace más fuerte con cada llama de fuego inmortal.”


Me asombraba la educación con la que ella se empeñaba en tratar todo a su alrededor, era algo “singularmente” extraño, como si intentara encajar en lo que eran las costumbres de la alta sociedad. Pero por mi parte no era algo que yo requiriera, estábamos solos y con tal que ella no quemara la casa o a mí mismo, todo estaría bien. No era la primera vez que invitaba a alguien de clase baja o media a mi hogar. En realidad, era casi una costumbre para mí, invitar a esa clase de personas a cenar. Yo no podía comer lo que preparaba y la ama de llaves explotaba si tenía que probar todos mis platillos. Claro que, nunca había invitado a un romaní… Los gitanos desde siempre me habían dado miedo. Humanos con poderes más allá de los naturales, capaces de saber el pasado, presente y futuro de una persona – viva o muerta- con simples cartas, que yo siquiera terminaba de entender. Suspiré y la seguí dulcemente hacía la mesa, dejándome caer en la silla mientras bebía impetuosamente de mi propia cena. Sonriendo por su alago, esperando que ella comiera, aunque parecía llevar más sed que hambre. Mordí mi labio inferior y pestañeando esperé, estaba ansioso y se notaba en mis ojos. — Ahh Ya sabéis, la comida entra por los ojos~ Y esta clase de comidas tienen muchos colores, no creéis? A-ah! Salud! — Aquel brindis me tomó por sorpresa y tomé mi copa torpemente, levantándola del mismo modo de ella, intentando hacerlo igual. Pocas veces se hacía eso en las cenas a las que recurría y me quedé un poco avergonzado de seguir el juego de esa forma tan bruta. Pero su sonrisa marfilada y plateada me llenaba de emociones diferentes, no podía siquiera intentar sentirme mal o perturbado. Era como si ella estuviese cambiando mis ánimos a su favor inconscientemente. No sabía si podía tener esa clase de habilidades sobre naturales, pero no dudaba, que quizá sea ella misma, la humana detrás de todo eso, la que me ponía alegre y emocional.


La sangre me sumergía en un sueño lento y pastoso; pasando por mi garganta, mientras las palabras de la peli corta se derrochaban en mis orejas, intentaba terminar de entenderla, pero me era demasiado difícil. En realidad, era el sueño el que me embriagaba y por ello un vaso de agua se posó en mis labios y de una sacudida terminé por recomponerme, abriendo mis enormes ojos oscuros, enfrentando los ajenos con una singular curiosidad. El agua provocaba que todos mis sentidos se despierten de forma brutal, era una forma muy rápida y efectiva de levantarme de cualquier sueño. Y no. No sabía si era algo típico de vampiros o si solo me sucedía a mí. — Pero…? ~~— Esperé ansioso, relamiendo mis labios y acomodando mis cabellos detrás de la oreja en uno de mis tantos tics nerviosos. Y de repente su voz fluyó como una dulce melodía en la habitación, haciendo resonar las campanas, los meticulosos cristales de la lámpara en forma de araña que había sobre nuestra mesa. Y me quedé algo atontado. Finalmente sabía las razones, de alguna forma me había imaginado gran parte de ellas. Estaba seguro que la gitana no lo había hecho para molestarme y por eso estaba agradecido. Mi rostro mostraba en cada superficie de su piel, lo feliz y contento que estaba por escuchar la verdad y me removí en mi asiento, suavemente sonrojado por haberla, casi forzado, a decirme cosas tan íntimas que quizá ella no quería destapar. Nunca me hubiese imaginado gran parte de su historia, quizá si los motivos de eso en específico, pero no tanto y mi corazón casi latía de la emoción.


— En realidad es casi normal, para las mujeres, cambiar al apellido del marido. Aunque he conocido de algunas que mantienen ambos dos. Creo que esa es la mejor forma de hacer las cosas, aunque si fuese yo, también me gustaría tener el apellido de mi mujer…— Susurré pensativo y le volví a sonreír, asintiendo, apoyando mis codos en la mesa, me acercaba completamente curioso, esperando a saber más. Como si fuese uno de esos cuentos que solía escuchar de una muchacha en las afueras de la iglesia. Eran cuentos completamente fantásticos, pero me enamoraban completamente. — Mmm… Sí, lo recuerdo muy bien… Ah! Pero, sabéis? Dicen que los nombres están tatuados en la piel y en la memoria. — Respondí con una suavidad irreconocible y acaricié aquella mano con el mismo sentimiento; era una extraña mezcla de serenidad, compasión, felicidad, tristeza y amor. Me sentía suelto, relajado ante su presencia y sus palabras, mis ojos estaban fijos a los de ella, como si fuese una planta perdida que lucharía por hacer rejuvenecer. — Bonsoir, Mademoiselle, Maia Roham, es un placer para mi hospedaros en mi hogar. — De forma casi burlona acaricié su mejilla y asentí, mirándola atentamente, moviendo la cabeza a un lado y al otro como si quisiera cerciorarme que en su rostro no había lágrimas, no había sensaciones de tristeza ni de humillación. Cosas que me parecían vanas y realmente estúpidas. Ella debería estar orgullosa de ser quien era, aunque estaba claro que entendía sus motivos para esconderse, pues eran prácticamente los mismos que los míos. —Prhal…  Cuando me diréis que significa eso Maia? No recuerdo que me lo hayáis aclarado. Decídmelo...— Aunque en lo más profundo de mi interior, sabía que significaba. De alguna forma lo había deducido, aunque sería demasiado vergonzoso decirlo y que estuviese mal. Quería escucharlo salir de su boca, en un idioma conocido para ambos.


— Y no comeréis nada? Anda, probad de mis platillos, necesito saber cuál es el mejor. Por cierto… Trabajo en una organización de seres sobrenaturales en la lucha contra la inquisición, bajo el nombre falso, pero de hechos verdaderos, de N-Corporation, “Nutrition & Health for everyone”; una corporación encargada de la alimentación y nutrición de los desamparados de clase baja. Y soy cantante y pianista. Sí? — Aclarados los términos y condiciones de la verdad y solo la verdad, la miré y me sonrojé. Había pronunciado algo torpe el inglés, pues era bastante malo para ello y aparte, estaba nervioso. Jamás se lo había dicho a nadie realmente. Simplemente decía lo justo y necesario para no mentir, pero tampoco decirlo todo. Como lo había hecho con Neru, la brujilla que tanto quería. Pero ella era muy torpe y demasiado joven para involucrarla en algo así. Ella aún podía pasar desapercibida sin ningún esfuerzo. Pero Maia ya era perseguida por el simple hecho de tener costumbres y formas de pensar y hacer las cosas diferentes, algo que aún no era aceptado para nada en la sociedad en la que vivíamos, siquiera yo terminaba de aceptarlo, por simple miedo a lo diferente. Quería saber qué es lo que ella pensaba sobre ello, estaba casi desesperado por un poco de comprensión y principalmente, hacía tiempo quería compartirlo con alguien que no fuese Camila, con quien compartía el trabajo. — Soy un sanador, refuerzo de arma a distancia en La Alianza y el cocinero de la N-Corporation… — Murmuré al final mirando hacia el piso y seguí acariciando sus manos, sonriéndole de lado al final.


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Mensaje por Yuna Rutledge Vie Sep 06, 2013 10:23 pm

Hacía un agradable calor dentro de la mansión, si se comparaba con el frío que te cala los huesos del exterior, especialmente en aquellos días cercanos al Invierno. No estaba segura de si Hero pudiese notarlo, por lo cual de manera inconsciente, hacía lo posible por mostrarle mi comodidad. Respiraba la tranquilidad que se vivía en ese confortable comedor. Mi adorado vampiro era todo un artista con la comida, como había comprobado al ver tan exquisitos manjares; tenía más razón de la mencionada con respecto a la belleza gastronómica que presentaba de manera elegante, aunque suponía que el sabor no se quedaba atrás. Apenas podía evitar relamerme los labios, lo cual habría sido un poco maleducado. No quería comportarme de la misma forma de cuando lo conocí, ya que en ese entonces el hambre había ganado a cualquier autodominio de mi parte. Como una criatura indefensa en un mundo cruel y sombrío.

¿Tu preferirías el apellido de tu esposa? —pregunté, francamente intrigada, cuando su comentario me llevó al presente. Lo miré con gran interés, pues no había considerado la opción de verlo casado. Se me prendió una violenta ráfaga de celos y fue ahí donde di el primer bocado, encantada de probar algo de carne. No me di cuenta la cantidad de caras que estaba haciendo. ¡Como una niña mimada!— Pero eso en una situación hipotética. ¿Porque preferirías otro apellido? Me encanta el tuyo, aunque es difícil de pronunciar con un acento francés. Oh, está delicioso esto. —cerré los ojos, fascinada por el sabor de las verduras y las tiras de carne. No había probado la sopa, pero se veía buenísima. Levanté la mirada y me encontré con la suya, sonriendo como toda una niña en Navidad, la cual ya no se encontraba tan lejos.— ¿Si quieres saber? —jugué con él, sabiendo que eso lo haría rabiar. Esperé exactamente treinta segundos con una mirada pensativa, como si fuese de lo más importancia, hasta que romí a reír y lo miré con expresión de disculpa.— ¡Lo siento, lo siento! Ya deberías sospecharlo... Phral en romaní significa "Hermano".

Conforme pasaban los minutos y mi explicación se volvía una liberación sin precedentes, tuve la sensación de haber cambiado. ¿Hasta que punto? No lo sabía, pero era como deshacerme de un enorme peso que no sabía que estuviese cargando. Sus palabras irónicas me arrancaron una sonrisa, que se alargó al disfrutar el dulce sabor del vino. Podía ver en sus ojos un destello de júbilo, lo cual significó para mi una brillante bandera blanca. Estabamos en paz, y no había nada que me pudiera hacer más feliz en ese momento. ¡Cuando me hubiese gustado saltar de alegría! Me imaginé a mi misma besando sus pálidas mejillas, y entonces se me escapó una risa muy cercana a la tan temida carcajada. ¿Por qué duraban tan poco mis modales? Sacudí la cabeza y me llevé un buen trozo de tofu a los labios. Oh, quería probar todo, pero temía desperdiciar la comida.

La sopa y las tortillas están exquisitas, querido. —espeté con alegría, casi ronroneando del placer de comer algo tan delicioso. Me llevé la copa de vino a los labios cuando soltó aquello de improviso. El alcohol, aunque no muy fuerte, se atascó en mi garganta y me provocó una fuerte tos, la cual tuve que acabar de prisa o sino mi querido amigo se preocuparía. Me limpié la boca con una servilleta y lo miré.— ¿Hablas enserio? —apreté los labios como reprimenda.

Es evidente que el vampiro no bromearía con algo así, o al menos no con esa seriedad en la mirada. Tenía algo en el rostro que me advertía lo que eso significaba. Fruncí el ceño por la dificultad de entender el nombre de la corporación en inglés, idioma que conocía de forma muy limitada. "Sanador, refuerzo de arma a distancia en La Alianza y el cocinero de la N-Corporation". Sus palabras me calaron los huesos y me costó trabajo tragar. Al hacerlo, le lancé una mirada seria y curiosa.— Imagino que... el peligro va implicado en ese trabajo. — No quería sonar juiciosa por sus actividades después de haber cometido la imprudencia de mentirle respecto a mi nombre, pero la simple idea de verlo muy cerca de la Inquisición me revolvió el estómago. Esperaba que no se notara en mi rostro o con mis manos tensas. Sonreí con cierto esfuerzo y desvié la mirada en cuanto sentí los ojos empañados. ¿Por qué no podía superar de una vez el asunto de la Inquisición? —Porque ellos mataron a tu familia.—, decía una voz patosa y sombría en mi cabeza.— Y temes que hagan lo mismo con él.—
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Mensaje por Invitado Jue Sep 12, 2013 11:17 am

“Los apellidos son las marcas del pasado, los nombres son las marcas del futuro. Como si estuviésemos predestinados a cumplir algo por el solo hecho de llevar un nombre, una vibración humana. A nosotros, los inmortales, nos hace sentir… Vivos?”


Me reí con vergüenza ante sus caras, cubriendo con una suavidad de porcelana mis labios, mirándole encantado por sus gestos y acciones y por supuesto aquel dulce tinte en su voz por preguntarme cosas sobre un apellido que probablemente jamás llegaría. Pero intentaba imaginarme como sería y seriamente consideraba que tener el apellido de la persona amada era muy importante, como si lleváramos parte de esa persona en nuestra memoria. Quizá eso era demasiado romántico, o demasiado estúpido y aniñado? No supe que decir y me embriagó un dulce silencio que se rompió cuando de sus palabras fluyó el gusto por mi comida. Pocas cosas me ponían más contento que eso. — Ah! Me alegro Maia, pero comed como queráis, no os esforcéis, no seáis tonta! Y bueno, me gustaría llevar el de mi mujer, pero no cambiar el mío. Tener ambos apellidos y ella igual. Eso sería lo ideal en lo que a mí respecta. Pero no creo que eso se pueda hacer jamás, nunca, absolutamente nunca se podrá, eso es seguro! — Negando con la cabeza y subiendo los hombros, resignado a que esas cosas jamás cambiarían, en realidad, ya veían muy difícil el simple hecho de que las mujeres pudiesen hacer cosas ellas solas. Ya que por el momento a pesar de que las mujeres eran en gran parte las administradoras de las familias, ellas no podían o no era ético que trabajaran, para algo estaba el marido o eso se decía.


Mi entrecejo se frunció al punto que en la lejanía se podría observar solo una ceja arrugada en mi frente y solo pude reír como un estúpido cuando la sonrisa ajena me hizo calmar, bebiendo con simpatía, asintiendo con los ojos cerrados. Claramente entusiasmado por saber aquel significado. Ciertamente no me gustaban las relaciones con humanos, muchas veces sentía que estaba mal hablarles, tenerlos como gente tan cercana a mí mismo. Pero era imposible evitarlo, principalmente porque los demás inmortales, eran, en su mayoría, seres mediocres, tristes, melancólicos o muy sádicos y crueles, cuál de las dos era peor? Realmente no tenía idea, ambas eran una estaca en el corazón para un ser inmortal de apenas diez años como yo. — Umm! A-ah?! … — No pude decir nada con real significado, aunque en mis exclamaciones si pude demostrarle una calidez, vergüenza y dulzura que sentía fuerte en mi pecho, era como si de repente me sintiera realmente conectado a ella o quizá eran solo ideas fantasiosas mías, cosa que no era de sorprender, ya que siempre terminaba fantaseando con algo normal, como amigos, gente querida y amada, que supuestamente los chupasangre no podían tener. Mordí mi labio inferior y me quedé expectante al cielo, para reía con entusiasmo, dejando salir una carcajada que se disolvía en el aire, queriendo cubrir mi rostro a como dé lugar. Qué vergüenza era la que ella me provocaba cuando hacía esa clase de comentarios o esas caras tan cómicas, era un payaso, pero uno que no me daba miedo.


— Tonta! Tonta! Mmm, se ven ricas, yo podría comer un bocadillo… Mmmm~~ — Y le robé con cuidado el pedazo de tortilla que comía, metiéndolo a mi boca con una gentil delicadeza, dejando el tenedor en el plato con cautela, haciendo como si nada hubiese pasado, cubrí con dos dedos mi boca y mastiqué más de la cuenta, estaba rico, a mi gusto, le faltaba más de un litro de picante, pero era porque no le sentía mucho el gusto a las cosas, a medida que el tiempo pasa, es más difícil poder procesar la comida y solo con la suficiente sangre en el cuerpo es posible. Como si esta última fuese un motor para que nuestro cuerpo funcione de manera natural. Le sonreí y por su rostro preocupado y severo me quedé con ambas orbes abiertas, asustado por su reacción que tardé aún más en poder terminar de tragar aquel pequeño bocado que había robado como un vil ladroncillo. — Si, hablo emm… en serio… Me creéis capaz de inventar semejante nombre y en inglés?! Sí, es verdad, pero estoy menos cerca del peligro que otros, no hago combate cuerpo a cuerpo, probablemente ya estaría muerto de ser así. — Dije avergonzado de mí mismo, mi falta de experiencia y mi cuerpo me negaban poder ir de cuerpo a pelear contra seres tan poderosos. Con sus venenos, paralizantes, agua bendita y aquellos movimientos que denotaban que habían sido entrenados justamente para matar gente como nosotros, “superhumanos”. Y eso sin contar haber sido convertido de tan joven y con un cuerpo apenas marcado, pero no lo suficiente, simplemente, todo me dejaba en total desventaja. — Que pasa con ese rostro? No me miréis así, quería comentaros eso, es necesario que lo sepáis, o al menos así lo creí… — Bufé y con real preocupación acerqué una de mis manos a su mejilla y la acaricié, intentando palparla un poco más, de repente su color había bajado y automáticamente miré a la comida. Habría algo crudo? Algo mal hecho? El pánico casi entra del todo a mí y me levanté para acercarme un poco más, mirándole fijamente a los ojos, buscando alguna respuesta en ellos. — Decidme algo… Pero no lloréis, por qué vuestros ojos parecen perlas recubiertas con una capa de líquido? Lamento lo que sea que haya hecho, pero no es para tanto no? Ammmh… Hice postre! Queréis que os lo traiga ahora? Ah! Iré por él, no tardo, quietita aquí! — Dije imponente y me levanté de un salto, correteando a la cocina como si de ello pendiera las lágrimas de la doncella. Esperando a volver pronto con las dos tartas una de chocolate con coco y la otra de frutilla. Eran mi especialidad, estaba al tanto de que no había levantado la mesa, pero recuperar los ánimos de Maia era más importante que eso.


“Tu llanto es como si el sol me diera en el rostro, me quema la piel, me provoca querer hacerme cenizas.”
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Mensaje por Yuna Rutledge Vie Sep 27, 2013 1:20 am

Cenar con él era un manjar en tantos sentidos, que me es difícil contarlos. Su magnifica cocina que frustraba por no tener el espacio suficiente en el estómago para probarla toda. La elegancia de su morada, dulce y cálida. Y, por sobre todos estos exquisitos detalles, su presencia. Tiempo atrás, en un primer encuentro, significó más ese ser maravilloso que había encontrado de la nada. Una sorpresa. Ahora no era solo un vampiro encantador. Era mi phral, de sangre o no, lo era. No quería verlo triste ni preocupado, pero aun más, no quería verle herido o... —Dilo, sabes de que se trata—, esa maldita voz de nuevo. Si, temía verle muerto. Era complicado imaginarlo de esa forma (por no decir, demasiado desagradable), pues en mi condición humana, su fuerza y rapidez eran suficientes para considerarlo fuera del alcance de la muerte. En la realidad, por otro lado, las cosas no eran así. Era ese hombre que me mantenía atenta a sus expresiones, me hacía reír con sus palabras vergonzosas, me hacía encelar con suma facilidad, me hacía feliz. Y la felicidad era algo que me había rehuido mucho tiempo.

¡Pues claro que era necesario! —repliqué de forma inmediata a sus palabras, sorprendiéndome a mi misma del congestionamiento en mi voz. Estaba al borde del llanto. No era muy justo de mi parte responder de esa manera, pero la información que él me brindaba resultaba demasiado importante para elegir no conocerla.— Aunque no me haga feliz... y quizás es egoísmo... era necesario saberlo. —me cubrí los ojos con el antebrazo, mojando la fina y delicada tela de la bata plateada. ¿Qué estaba haciendo? Debido a que no podía verlo, su caricia me tomó desprevenida. Di un respingo y mantuve el brazo sobre mis ojos; de esa manera, podía cubrir parcialmente mi sonrojo. ¿Por qué Hero siempre terminaba consolándome de esa forma? Hipé una vez, agradecida de que en ese justo instante él se levantaba y corría a la cocina.

No quería que se marchara. Era en esa noche, una niña mimada que lo necesitaba con locura. Había dicho cosas, desde que le conocí, que me había reprimido para con otras personas. Me estaba desarmando como podía hacerse con un reloj de bolsillo, y es posible que ni siquiera lo supiera. Sin esperar a que el vampiro volviera, me levanté del asiento y lo seguí a la cocina. No podía quedarme quieta y cortés, porque yo no era así. Cuando le vi, estaba de espaldas, tomando lo que supuse que debía ser el postre. Bajo las lágrimas que me corrían por el rostro, sonreí como una tonta. "Eres un curioso ángel...". Destrocé la distancia que nos separaba de un momento a otro, abrazándole por la espalda. Lo más probable es que aquello le sorprendiera o, incluso, no le gustara. Hero parecía un hombre al que no le agradaban las sorpresas, en especial las de una gitana que le había mentido en una ocasión. "Y un cuerno".

Hemos pasado dos noches juntos. —espeté de la nada, con una voz que no parecía la mía. Era más honesta, a un grado que rayaba en lo sagrado. Como si cada palabra fuera una oración.— Realmente, no llevamos muchos de conocernos... —no hubo manera de disimular la resignación en mi voz. No era algo que pudiera cambiar.— Conozco poco de ti... y aunque te he hablado de mi, es posible que no lo sepas todo. Somos, casi, un par de extraños... —hundí el rostro en el centro de su espalda, porque no alcanzaba más arriba sin zapatos.— Y sin embargo, te quiero. ¿Cómo te puedo querer así, Hero? ¿Por qué?
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Mensaje por Invitado Lun Oct 07, 2013 12:08 am

“Los gritos que reclaman ser atendidos y escuchados, confundes el amor con el odio. Y los ecos de tus tormentos me traspasan la piel, la dejan aún más helada y me pregunto, cuando podré sentir como mi corazón late tan rápido que explota.” 

La desesperación entró en mí de una forma que no podía creer que aún ocurriera. Cuando el estómago se te retuerce en mil pedazos y empiezas a pesar por qué rayos hiciste eso. Y sí, eso mismo me estaba ocurriendo. Por qué se lo había contado? Tendría que habérmelo guardado y jamás decírselo. Pero ella parecía estar de acuerdo en la parte de que tenía que saber. Luego de pensar y darle vuelta a la situación. Que fueron alrededor de cinco o seis minutos en los cuales estuve callado y completamente ido. Me di cuenta de que no estaba llegando a ningún lugar. No la entendía y no lograría hacerlo a menos que le prestara más atención. Por lo que invoqué toda mi fuerza de voluntad y volví a clavar mi mirada en la suya, esperando que algún ángel caiga del cielo a salvarme de aquellos regaños que estaba a punto de recibir. — Por favor, no lloréis. Sabéis que no lo he hecho apropósito, es decir… Bueno, vos entendéis. — Agachando mi cabeza, me frustré por el aroma salado de su llanto, las gotas que estaban a punto de caer. Y me torturaba de una de las peores formas que podía. Pero la luz de mi cabeza me acababa de salvar y por ello, me había levantado, corriendo a la cocina.

Estaba seguro de que a ella le molestaría esa reacción por mi parte. Prácticamente la había dejado con las palabras en la boca. Es que como siempre y desde siempre, mi forma de detener los conflictos en los que me metía era huyendo. Un maldito bueno para nada, que no sabe enfrentarse a las cosas frente a frente y cuando lo hace es solo por ira y amargura acumulada, que lo llevan a explotar como un niñito. Sí, sabía que era de esa forma, pero no lo podía cambiar. Había sido criado con una mentalidad que pocos tenían. “Huye de los oponentes que sabes que no puedes vencer” Efectivamente era una de las cosas más lógicas que sabía, pero también me hacían un cobarde. O eso es lo que decían los demás, pero para mí, resultaba mal útil vivo que muerto. En ese momento me di cuenta que la supuesta pelea que podría llegar a tener con Maia, era una, donde mi vida no corría peligro. Y entonces, lo noté. Era un verdadero cobarde. Quedé mirando la pared donde estaba el postre, tragando saliva unos momentos, mientras el frío helado empezaba a hacer reacción en mí, procesando aquello con calma, hasta que un calor demasiado humano se acumuló en mi espalda y filos hilos de fuego se apretaron en mi tórax, provocando que los vellos de mi nuca se levanten bellamente. — Maia… Oh! Si lo planteáis así suena tan raro, jajaja… Mmm Nunca os he contado? Para mí la primera impresión lo vale todo… Y no suelo cambiar de opinión y vos no sois la excepción a la regla. Sí, aún seguís dando miedo— Murmuraba, nervioso por tenerla en mi espalda, removiéndome muy suavemente, quitando las manos de allí para poder acariciarle uno de sus brazos, agachando la cabeza. No me animaba a verle a los ojos, me sentía extrañamente devastado, pero intentaba no demostrarlo en la voz. Quería cambiar esa cobardía que ahora, era tan real.

— Será que soy especial? Cuando las cartas nos llevaron a encontrarnos fue especial… No? Quizá si las tiráis, no sé… Yo solo sé que estoy a gusto con vuestra presencia y a pesar de ser una gitana me agradáis mucho. Maia… Yah, anda, estáis llorando? — Sentirla en mi espalda era raro, una sensación agradable pero peligrosa. El calor iba directo a mi estómago y subía por mi pecho. La diferencia entre estar abrazado a un inmortal y a un mortal era grandísima. Por ello, miré hacia arriba, sonriendo y con mucho cuidado me fui removiendo, girando para poder abrazarla con cuidado, pasando los brazos, uno por su cabeza y otro por su cintura. La apoyaba en mi pecho, o más bien debajo de este, ya que era, para mi sorpresa bastante más bajita de lo que era con los zapatos puestos. — Veo que sois una mentirita. Oh bueno, sois más bonita así de pequeña. Vas a comer postre…? — Pregunté, acercando a cabeza a la ajena, apoyando mis labios allí, que un beso le deposité y luego apoyé solo el mentón. Arrullándola entre mis brazos con calma, en tanto me movía muy despacio de atrás hacia delante, y luego de un costado a otro, sonriendo mullidamente. Al final, la cobardía era algo que probablemente nunca me podría sacar del interior. Pero a pesar de tener ese gran y enorme defecto, yo amaba. Amaba de una forma que algunas veces, ni los humanos pueden. La amaba a ella, tanto como a las demás amigas que había conseguido, las cuales eran muy pocas, apenas podía contarlas con una mano. Aunque con ella era algo especial, mucho más entrelazado. Sentía, que de alguna forma compartíamos un dolor en común. — Vamos… Nos sentamos en el sillón? Prenderé el hogar, porque hace frío. Me ayudáis? — Llevándola de esa forma, le hablaba en susurros. Subiendo aquel ligero cuerpo a mis pies, y como un pingüino empezaba a caminar, balanceándome, dirigiéndome hacia el living, dejando que la risa salga como una sombra de mis labios.


“Los ánimos, son lo último que hay que perder, antes de la esperanza. Esta, es la raíz de todo sueño. Es la que nos prolonga la vida y las que nos hace fuertes a medida que avanzamos en el camino.” 
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Mensaje por Yuna Rutledge Lun Oct 21, 2013 2:02 pm

Nunca creí que se pudiera librar una batalla sin desenfundar un arma o intercambiar palabras hostiles. No tenía la experiencia suficiente para decidir si esa era una batalla real o no lo era; porque Hero no tenía malas intenciones para conmigo, de eso estaba segura, y sin embargo, su existencia era una firme amenaza para mi salud física y mental. Nunca quise tanto a una persona en tan poco tiempo, ni de tal forma, que una orden, petición o renuncia pudiera desarmarme completamente. Ahí estaba, aferrandome a él como si temiera verlo desaparecer. "Tal como mis padres", pensaba con la mirada caída y los nudillos blancos. La mayoría de los gitanos encontraba horrorosa la idea de depender de un gadjo. De amarlo. Para mi, la idea siempre fue tan vaga como la de amar a un romaní. No era una posibilidad, interés o deseo. Ahora veía en las llamas de las velas un futuro incierto por el puro amor que sentía por el vampiro.

Un amor falto de experiencia, me recordé cuando él aseguró que seguía temiendo de mi. Me imaginé que tipo de travesuras o bromas podía jugarle, sonriendo como una caprichosa niñita que ha encontrado el compañero de aventuras perfecto. Ah, pero Hero no lo era. Quizás encontrara entretenidos algunos de mis juegos más inocentes, mas no soportaría después las artimañas que había aprendido de mi familia diez años atrás. Eso lo asustaría más. Podía notar en su aura un temor más allá de lo racional, como los nervios de un chiquillo que caza por primera vez.

¿Especial? —suspiré, derrotada. Era una palabra muy delicada para lo que ese vampiro significaba para mi. Pero no quise decirlo de esta forma, porque el intenso amor de una gitana no haría sino aumentar su fobia hacia los hijos de la tierra y el sol.— Podría decirse que si. Has sido el primer vampiro que he conocido. —le recordé, como excusa para mis palabras anteriores.— ¿Es tal vez que quiero con mucha facilidad? Sería extraño, porque no conozco a tantas personas como pudiera. —me revolví sorprendida cuando él se giró y me abrazó, entorpeciendo mis pensamientos tanto como mis palabras y movimientos.— Yo no... ¡Eh! Es que... —balbuceaba, tan torpe de mi como de él. No estaba acostumbrada aun a ese afecto, menos aun de un hombre, y sentirlo, cálido bajo la frialdad de su piel, era un balsamo peligroso. No me di cuenta que estaba haciendo pucheros hasta que levanté el rostro al suyo.— No soy tan bajita. ¡Es que tu tienes los zapatos puestos! Si, eso. Eh... ¿postre? Se me ocurre uno, pero dudo que esté en el menú. —aparté la mirada, deslizandola por debajo de su brazo.— ¿Qué tienes ahí a la espalda? ¿Chocolate?

Algunas personas tenían talento para evadir las respuestas incomodas. Por lo visto, yo no era una de ellas. Tartamudeaba y reía nerviosa al intentar disimular algo que iba más allá de una cortesía entre amigos. ¿Un vampiro de clase alta siendo amigo de una gitana pobre cual perro callejero? La posibilidad, aunque mínima, significaba que no existía ahí un educado intercambio de ideas, canapés ligeros y una efímera lealtad sin compromiso. No era eso lo que tenía con él, ni lo deseaba así. Esperaba que mi visita durara una eternidad, y que él no descubriera jamás la forma en como miraba la sombra en sus rasgados ojos, la curva en sus labios al sonreír, o la única línea que se dibujaba en su frente cuando fruncía el ceño. Detalles que me guardaría para mi misma.

¿Al fuego? —susurré, como si la euforia de pensamientos vagos y poéticos hubiese desaparecido de pronto. Me di cuenta que durante los últimos minutos, no había hecho sino pensar tonterías y hacer eco de ellas en mis palabras. Apreté los labios esperando que Hero no me regañara por esto, pues ya una vez acabé con su paciencia al irme por el camino de la negatividad. Le dediqué una pequeña y adorable sonrisa, de esas que solo él conseguía arrancarme luego de cometer un error.— ¿A la próxima me dejas ser yo quien guíe? —le pregunté con inocencia, tomando a tiempo los platos con el postre y aferrandome a su cintura con los brazos. Si me caía, merecería cualquier burla al respecto.— Por cierto... —desvié la mirada, entre divertida y frustrada de mi propia impaciencia y debilidad.— Eres la persona más especial para mi.
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Mensaje por Invitado Sáb Oct 26, 2013 5:11 pm

“Cuando las personas están unidas por sentimientos fuertes y felices, la peor de las armas es la palabra. La palabra puede cortar hasta el lazo más fuerte de amor”
Creí que me derretiría de una extraña ternura al tenerla tan apretada a mí, la sensación de calidez me hacía viajar a un pasado que estaba en blanco. Un pasado que yo no sabía en aquel entonces y que probablemente no sabría nunca. Sí, era aquel tiempo en el que estaba rodeado de hermanas, una madre y un padre. Era esa sensación, pero a pesar de recordarla de alguna extraña forma, no podía terminar de hacer la conexión, esos recuerdos habían sido borrados de mi memoria y nunca volverían, no había forma de sacarlos de mi interior porque ya no estaban. Pero aun así, estaba sorprendido, sorprendido de poder pensar que era algo conocido y algo que inexorablemente me encantaba. Le sonreí, a ella, a mí mismo y negué de forma tímida ante sus expectativas de una discusión evolutiva. Estaba al borde de un sentimiento intenso y no iba a permitir que este me cegara como muchas veces me había sucedido y esas mismas había terminado lastimado. Por tener un corazón humano, había salido perdiendo. 

— ¿Por qué el, “podría decirse”? ¿Podríais conocer a más entonces? No te preocupes, yo también soy alguien, que quiere con facilidad, creo que es más porque sé que si alguien me cae bien a la primera, luego me caerá siempre bien. Un poco tonto, no creéis? — Me reí y le ayudé a seguir el camino que nos habíamos dispuesto hacia el living. Ya una vez me habían preguntado por que tenía sentimientos tan “humanos”, yo no estaba seguro de saberlo. Pero podía pensar, que era el hecho de haber “nacido” vampiro, mis memorias sobre ser humano estaban extintas y había sido criado de esta forma, no conocía otra forma de ser. Ser “esto” era lo normal para mí hasta hacía tres años.


— ¡Ah! ¡Pero mis zapatos no tienen tacos, no seáis mentirosa, os crecerá la nariz ya veréis! — Me reí juguetonamente, moviendo los cabellos a un lado y al otro, despabilándome de aquel sueño lánguido en el que había caído, no era la depresión lo que buscaba aflorar en nuestro núcleo. Quería que la paz y la pequeña melodía de la felicidad sean las que nos inunden. Sus palabras me quitaron de mi ensueño y abrí grande los ojos, observándola entre sorprendido y curioso. — ¿Qué es? Ah! No miréis! Mmmrrg, si es tarta de chocolate, pero mmm, ¿qué tal si primero coméis de esto y luego hacemos el postre que queráis? Aish, como no os voy a preguntar antes si queríais algo especial! Aunque seguro me decíais “lo que quieras está bien ,blublu, bluu” por vuestra tonta vergüenza, así que!! Es vuestra culpa. — 

Sentencié, riendo entre dientes, en tanto dejaba que ella agarre lo que quiera, cubriendo mis labios apenas con una mano, tomando una botella de whisky en el camino, olí por arriba y al sentir el rico gusto que salía de allí, miré de reojo a la gitana. — Estaréis así agarrada como garrapata todo el día y noche? No creo que pueda vivir con tantos kilos en exceso sobre mi~ — Me burlaba riendo, en tanto caminábamos de forma incomoda, pero divertida, intentaba no pisarla, pero se hacía difícil siendo que no podía mirar hacia abajo, ya que llevaba cosas en la mano y estas tapaban nuestros pies.

Al final, llegamos sanos y salvos, aunque casi resbalé dos veces y con eso ella también. Podría haberse ido al suelo, pero pude llegar a apoyar la botella en la mesita ratona del living. Miré el hogar y busqué salirme de la enredadera de brazos. — Prenderé el fuego, manteneos lejos que si me quemo voy a sufrir más que vos. Y si te quemáis tampoco estaré contento.Murmuré al instante posterior que las palabras hermosas de Maia rodearon mis orejas. ¿Qué significaba eso? La pena resurgió en mi pecho y un leve sonrojo se afianzó en mis mejillas, sonriendo, mostrando mis dientes con una delicadeza especial. La miré, fijando mis ojos en los ajenos y negué, mordiendo mi labio inferior de una forma tonta y casi ridícula.

— “La más” es un término demasiado profundo… Sois una tremenda tonta… Anda, dame un momento y hablaremos de esto. — Tomando sus manos, las separé con un cuidado ancestral, dirigiéndome a prender aquel demonio que podría matarme, lo hice con cuidado y di un salto cuando una de las llamas resurgió de la madera. Suspirando, sintiéndome reflejado en aquellas llamas. La realidad es que pocas veces prendía aquello, porque no sentía ese tipo de cosas, frío, calor, solo que fuese algo extremo, para mí era lo mismo. — Cuando quieras, podéis ser vos la que guíe… ¿Al final tenéis todas las cartas o faltan algunas? Ahh, creo que ya pronto saldrá el sol. Podéis ir a donde queráis, pero con cuidado, no vayáis a perderos. Y aquí en casa, mi lugar favorito es la biblioteca, luego podríamos ir juntos no creéis? Ah! Sí, supongo que sabéis leer, no? En la corporación les he enseñado a algunos. — Comentaba con dinamismo, mientras me servía el vaso y daba algunos tragos, últimamente me pasaba gran parte del tiempo bebiendo, por suerte eso no me hacía ninguna clase de daño. Miraba a los lados, cerciorándome de las ventanas y las puertas, no quería convertirme en un carbón y menos frente a ella.

—Y bien, que significa eso de "la más"... — Aprovechando aquel momento exacto, la miré y esperé, sin ser demasiado insistente, si quería hablar de ello, bien y si no, ya tendría tiempo para descubrirlo por mi mismo. 

“¿Podremos jugar juntos a que somos una familia de verdad?”
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Mensaje por Yuna Rutledge Dom Nov 03, 2013 10:39 pm

Comprobé por milesima vez que, al lado de Hero, no podía permanecer mucho tiempo en seriedad. Hice pucheros y expresiones de reproche por sus palabras y su risa, aunque éstas en realidad me parecían tan encantadoras como siempre. ¿A que se debía mi afecto por ese hombre? Bueno, a una lista interminable de razones lógicas, y otra más larga de razones ilógicas; ya antes lo he mencionado, y repetirlo sería casi vergonzoso. Se trata del amor que se clava con fuerza y crueldad en un corazón, y al ser en mi caso un corazón humano, ardía con más intensidad. Yo no conocía nada de amores pasionales, ya fuera porque el destino no me había llevado a uno hasta el momento, o porque no podía sentir algo así. Pero algo como la fraternidad no me era ajeno.

Creo que si conociera en un futuro a una persona, más aun a un vampiro, que sea más especial para mi que tu... lo vería en una visión. —le expliqué muy segura de mis palabras, asintiendo como una niña al descubrir como sumar.— Si, no podría omitirlo. Es algo muy importante. —insistía. El tiempo que transcurría en el camino hacia el living lo acaparaba en conversación el vampiro, en parte porque éste tenía la peculiaridad de ser extremadamente parlanchino y en parte porque a ella le encantaba escucharlo; era una voz que valía la pena oír durante largos periodos de tiempo, incluso si solo era para burlarse de ella. Lo miraba con pucheros, muecas de fingido disgusto y hasta tiraba de su cabello en venganza.— ¡No te burles, Jae! Yo... Yo soy más eficáz y hábil de lo que parezco. Y tengo buen equilibrio. Y... ¿Estoy pesada? ¡Ah, me has dicho gorda! Que descortés. Ay, tengo que darte lecciones de cortesía.

Reí, jugué, le devolví las bromas y sacudí su cabello. Descubrí que era una noche feliz, en más de un sentido. Creí por primera vez que así podía ser mi vida. Segura y feliz, siempre con la sonrisa de ese vampiro dispuesta para mi; o la esperanza de alegrarlo cuando sus ojos se viesen asustados, tristes o empañados; incluso soportar sus enojos si en algún momento cometía un error. Pero había más que solo la cálida seguridad de esa mansión. Habían cosas que todavía debía hacer, conocer, recorrer. Era una gitana, y eso nada ni nadie podría cambiarlo. Ni siquiera yo misma. Siempre me vería en la necesidad de salir corriendo solo para probar el mundo y sus colores. El amor era una de las cadenas más peligrosas que podía tener.

Algún día tendrás que dejarme prender la chimenea, aun si corro el riesgo de quemarme. —le repliqué desenfada y cruzada de brazos, observandolo. El que se apartara de mi y perdiera el contacto con su cuerpo me desalentó un poco, pero me dije a mi misma que ser tan caprichosa solo podría traerme problemas. Mientras esperaba a que encendiera el fuego, pensé en los días antes de que Hero me encontrara. En las calles se oían muchas cosas; la mayoría no eran más que rumores malintencionados y mitos infundados, pero en ocasiones a alguien se le escapaba información importante que te ponía los pelos de punta si resultaban reales. Eso me llevo a mencionar:— Es curioso, hace un par de días escuché acerca de cómo se podía matar a un vampiro. —hice una leve expresión de dolor.— Lo siento. Es que... no es algo que se escuche todos los días, ¿sabes? Hablaban sobre los distintos... métodos.

Sacudí la cabeza y preferí callar. Caí en cuenta de la atención que le prestaba a las ventanas del lugar, y supuse que era una medida preventiva contra el sol. Por si las dudas, recorrí las paredes buscando cualquier punto ciego que se estuviese pasando por alto. Era obvio que estaban acostumbrados ahí a mantener los salones aislados del sol durante el día, pero a causa de la misma gravedad, la pesada tela de una cortina se movió los centímetros necesarios para dejar pasar lo que, en un rato, podría ser un rayo de luz. La acomodé bien y, por si las dudas, la mantuve en su lugar con el alfiler que había encontrado en el piso de arriba. Miré a Hero de reojo y no pude evitar sonreír.

Sé leer, mi madre me enseñó lo básico... o eso me dijo mi padre. No lo recuerdo bien. Él me enseñó después a leer cuentos y relatos. —hice una mueca y me sacudí el cabello, más seco.— Pero hace mucho que no leo nada más largo que el titulo de una obra de teatro o la advertencia de "No se aceptan gitanos" en las tiendas. No suelo necesitarlo. —sonreí con cierta timidez al aproximarme a su lado. Medité lo que diría a continuación, porque con él había que ser claro como el agua.— En mi vida he tenido una madre, un padre, abuelos, amigos y otro tipo de conocidos. Con el tiempo, los que han sido más importantes para mi... —hice una pausa y bajé la mirada.— Ya no están. Hay mucha gente que me gusta, personas que me agradan y paso tiempo con ellas. —lo miré a los ojos.— Luego estás tu. Si tuvieses una persona a la cual necesitaras tanto... incluso a primera vista... quizás entenderías a que me refiero.
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Mensaje por Invitado Jue Nov 07, 2013 10:22 pm

“Fue algo lógico pensar que en tu mente yo era una simple parte de tu destino. Y así me di cuenta, que ya no me dolerían tus palabras al hablar de un futuro incierto.” 

Era la creación de un paradigma diferente, lo que me llevó a construir con fidelidad lo que sería un nuevo camino a correr. Quizá era solo una idea mía, pero ella parecía tomar las energías, concentrarlas y volcarlas en un mar de sentimientos que eran, quizá, demasiados empalagosos para alguien como yo. Que no había tenido demasiado cariño, pues mis recuerdos y crianzas, solo aparecían lo que parecen ser eran más caprichos convertidos en realidad, que un cariño real en sí mismo. Un valor que era satisfactoriamente necesario y no infra moral en absoluto. Y me preguntaba, ¿cómo podía negarle sus palabras si con solo mirarme provocaba que me derritiera? Y por ello le sonreí, enarcando mi ceja mientras la risa brotaba de mí siempre, para nada sutil, voz. — ¡Hahaha! Demostradme lo eficaz o útil que podéis ser por favor. Es una promesa. Tenéis toda la eternidad para hacerlo o al menos yo puedo esperar tooodo ese tiempo~ — Le susurré al final con un deje de tristeza, pero completamente camuflada con la ironía y la agresividad de una charla demasiado cómica para darle un marco de seriedad. Quise tomarle su nariz cuando esos pucheros se enfrentaron a mi rostro, pero era imposible hacerlo en tanto cargara las cosas y a la muchacha al mismo tiempo. — ¿Cuándo empezamos por las lecciones? Aunque creo que primero habría que enseñaros a ser toda una dama de salón. Uggh… Me dio cosa de solo imaginaros así. — Solo pensar en una Roham callada, centrada y amarga me helaba los bellos de la nuca. Siempre recordaba aquellas cenas que tenía con diferentes familias y las mujeres con las que conversaba solo hablaban de matrimonio, de servir al hombre y de ser una buena ama de casa, esposa y madre. De poder vomitar cosas que fuesen más asquerosas que la sangre, lo hubiese hecho.

Fue la curiosidad lo que me llevó a pispear de reojo sus labios, terminando de encender la chimenea con el debido cuidado. Obviando sus palabras de que ella la prendería algún día. Fueron aquellos métodos que yo conocía muy bien, los que me llevaron a prestarle suma atención. Pero intenté no ser demasiado obvio y empecé a servirle del pastel y una taza de té. Sentándome cómodamente en el sillón en tanto servía una copa de mi tan alabada bebida. — Y, ¿cuáles habéis aprendido? Hay varias, no somos “todo-poderosos”, el fuego, una estaca de madera, el sol, cortarnos la cabeza. Hay varias maneras, pero no sé, que habéis escuchado en la calle? — Le pestañeé y moví la cabeza a un lado y al otro, al tiempo que daba un nuevo sorbo a mi bebida. Escuchando sus palabras, sentía que pronto vendría una charla que quizá no estaría del todo contento de escuchar. Pero algo desvió mi atención y fue un simple acto, uno tan hermoso que provocó que en mis mejillas se tiñera un rosado intenso. — Gracias, mirad, tengo una cicatriz en la mano, por meterme donde no debía. Cuando me la hice fue algo horrible, carne y sangre. Era el mismo olor de cuando se cocina al carbón. — Mostré mi mano allí había una línea delgada, pero larga que se camuflaba con una de las “líneas de la vida” de mi mano. Pero que si se enfocaba claramente, era una cicatriz que llevaba desde que podía recordar.

—Oh, pues aquí hay muchos muchoooos libros y podéis leer los que queráis. Hay algunos que he conseguido que quizá os interesen, sobre gitanos o algunas artes oscuras. En su mayoría no los entiendo, porque están hablados en otra lengua, se supone que los escribieron romanís. Y deben estar escritos en esa lengua que tienen… — Deduje ya que había corroborado que no era inglés, español o algún otro idioma que no conociera en su totalidad.
Y allí me hallé, frente a ella, como dos adolescentes que estaban con confesarse para pactar aquel típico juramento de sangre que los hacía ser hermanos para siempre. ¿Había cosa más romántica-amistosa que esa? No lo creía posible, pero como fuese estaba demasiado feliz de ‘poder sentir’ eso con alguien. Y me quedé escuchándola, viéndola con mis ojos tan redondos y curiosos como siempre. Dejando fluir una sonrisa agotada y emocionada. Subí mi mano a su mejilla y con el dorso de esta le acaricié, mostrando mis dientes que eran uno más blanco que el otro y afilados como ningún otro humano.
—Me hacéis sentir como un insensible… Pero yo tengo de eso, solo que es muy difícil demostrarlo, hacerlo público. No, mejor me lo guardo en mi interior. Me gusta. Me gusta ser “la más”. Pero,  ¿no creéis que sea un poco problemático? Y no por lo que sois o lo que soy yo. Si no, porque es doloroso. Podríais perderme cualquier día de estos o noche, más bien. No me gustaría veros sufrir. Odio ver sufrir a las personas…  — Dije con cierto temor y desagrado, suspirando, bebiendo un nuevo trago de mi vaso que luego observé el suyo, esperando que diera un trago o un bocado a la comida. —Si alguna vez no llego, ¿sufriréis? — Mis ojos se colaron a los ajenos y esperé algo, quizá quería un abrazo, de esos que me sacaban risas por la vergüenza.


“La comunicación es más efectiva entre actos que entre simples palabras. Palabras que quizá son una simple proyección de lo que te gustaría ser, pero nunca lograrás hacerlo.”
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Mensaje por Yuna Rutledge Sáb Nov 09, 2013 1:41 am

No pude evitar reír. Respondía a mi con distintas expresiones y emociones; quizás en el fondo se guardaba algún sentimiento que considerara demasiado íntimo para compartir conmigo, pero agradecía su honestidad al hablarme. Después de la charla durante la cena, me pareció importante prestar más atención al asunto de la sinceridad. Un buen ejemplo era el de no censurarme mientras le contaba lo que había escuchado tiempo atrás por las calles. Mi idea de una plática amena con Hero Jaejoong no incluía un relato detallado sobre como un par de hombres serios, elegantes pero con aspecto peligroso, discutían las mejores formas de cómo matar a un inmortal. Mi primer instinto fue mencionar a los vampiros, pero si mi memoria no me fallaba, esos hombres no se referían solo a los hijos de la noche. Habían mencionado otro tipo de seres inhumanos a los que se les debía matar con armas o métodos especiales. El recuerdo de sus frías voces me hizo estremecer.

Intenté sonreír y seguir la corriente que Hero suponía al hacer del tema algo ligero, cuando en realidad, era incomodo y siniestro. Mi rostro mostraba lo poco que había disfrutado oír de aquella información, y quizás, si mi buen amigo era atento, de lo asustada que aun estaba por ello.

Mencionaron confinamiento bajo el uso del agua bendita, por si necesitaran... estudiarlos. —respondí con la mandíbula tensa y la mirada fija en un punto indefinido por encima de Hero. Era difícil mirarlo al decir aquello.— Pero sí, parecían preferir la decapitación. —sacudí la cabeza en cuanto volvía a lo mío. Tan pronto como pudiera depender solo de la luz que confería la chimenea y las velas, y no del sol, más aliviada me sentiría. Cuando volví hacia él y me mostró la cicatriz que tenía en la mano, sentí que se me encogía el corazón. Una herida tan pequeña que, según sus palabras, debía haber dolido como los siete infiernos. El vacile que sufrí al acercarme más debió ser muy evidente por el vampiro, pues sabía que había perdido el color de la cara. Tomé su mano con una significativa fuerza y besé el punto central de la cicatriz.— Incluso las cicatrices que cubren estas líneas tienen una historia que contar sobre tu pasado y futuro.

Fue lo único que dije, y lo único que pretendía decir al respecto por el momento. Ya una vez intenté leerle la mano a aquel hombre, aunque en aquella ocasión se trataba de la otra mano y mis sentimientos hacia él no interferían tanto con mi labor. El roce de su mano contra mi mejilla me recordó a las viejas charlas con papá; era un hombre que a pesar de su valentía y dureza física, no temía dar muestras de afecto como esas.

Puedo traducirte esos libros si lo deseas. Si tenemos tiempo. —comenté con cierta pereza, como un felino que disfruta las caricias de su amo con entera tranquilidad.— Pero si he leído pocos libros en húngaro y algunos en francés, los romaníes son más escasos. No hay muchos rom que sepan leer y escribir. —le expliqué sin darle mucha importancia. Aun sin soltar su mano, mientras escuchaba el resto de sus palabras y le veía beber como si eso no pudiera embriagarlo realmente (suponía que no), lo arrastró hacia uno de los hermosos sillones que convinaban con el tapiz de las paredes. Ese lugar era de ensueño.Pero sus palabras hacían el contraste entre el sueño y la pesadilla. Dolorosas cuestiones que prefería evitar; ya una vez creí haberlo perdido, pero en esa ocasión no hubo un "adiós" definitivo. Si alguna vez él no llegaba a mi... ¿qué haría yo? No quiero saberlo, ni imaginarlo, ni creerlo.— Sobreviviría. —murmuré, reacia a admitir que el sufrimiento de perderlo sería algo más que drástico.

La idea de un Hero frío e indiferente me aterraba. La posibilidad de verlo marchar me oprimía el pecho con amargura. Pero su muerte, era algo inimaginable. Entonces pensé algo que hasta el momento no me había parecido relevante; no era sino hasta ahora que la seguridad me tenía embriagada que comenzaba a recobrar las esperanzas e ilusiones. Un poco sonrojada y dudativa, lo miré a los ojos con la cabeza ladeada.

Hero, ¿tu me quieres? —susurré, y un poco presa de los nervios y la inseguridad, añadí:— ¿Tu sufrirías si yo no vuelvo jamás?
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Mensaje por Invitado Dom Nov 17, 2013 1:58 pm

“La verdad es una regla, morimos al igual que todos, los asesinatos son algo que fácilmente puede llegar a nuestro ser. El miedo que recorre tu interior es solo la impresión por algo que es cotidiano en este mundo”
Era extraño conversar con ella de ese tema. Yo podía percibir su miedo o su angustia, pero había algo que no me terminaba de cerrar. Las personas, lo humanos, ¿no morían también con una estaca clavada en su corazón? ¿Por qué tendría que ser aquel tema agravante, si hay cosas mucho peores que le pueden pasar a los mortales? ¿No sería algo ligero, ver cuáles son las pocas cosas que nos pueden destruir a los chupa sangre? No quise decirlo, porque pensaba que quizá eso la haría sufrir un poco más y por ello me mantuve en silencio, sonriendo de lado, escuchándola atentamente. Se notaba que ser una gitana y andar de aquí para allá en las calles le proporcionaba mucha información. Eso era realmente bueno… El simple pensar de que ella podría ser una espía me erizó los cabello. ¡No! Ella nunca estaría en una organización como aquella, me negaba completamente a que ella estuviese en potencia de morir. ¿No era suficiente con el hecho de que Camila estuviese trabajando conmigo? Me negaba y por ello eliminé ese pensamiento automáticamente. —Solo un verdadero creyente puede lastimarnos con agua bendita, en general la mayoría de los tontos de la inquisición no son más que gente que busca venganza. Y la iglesia te da muchas cosas, cosas que los cazadores comunes no tienen. Y es por eso que no suelen lastimarnos con ese tipo de cosas. — Expliqué moviendo la cabeza a un costado, intentando de entender aquella postura que la muchacha tenía, pero me resultaba difícil, así que estiré mi mano y acaricié nuevamente esa mejilla contraria, subiéndola un poco. Odiaba que me hablen sin mirarme a los ojos.


—Maia, quiero saber una cosa. Tú, una mortal, ¿no mueres si te decapitan? ¿Por qué te perturba algo que es lógico? Estáis sufriendo, tu aura decae y me haces preocupar, pero debéis saber que yo, como tú, puedo morir y eso me hace feliz. Nacer, vivir y morir. Esa es la ley por la que supone vinimos al mundo. ¿Sí? No más tristeza, tómalo como si habláramos de todas las maneras que hay de que un humano muera. No sería una charla agradable, pero tampoco algo inusual. — Espeté y apoyé un dedo en su nariz, acariciándola tiernamente, negando que simplemente era adorable ver como ella se preocupaba. Eso me hacía sentir completamente protegido y querido; mis ánimos se habían recompuesto totalmente. Lo que sí, no me había esperado que ella leyera mi cicatriz, la tironeé, no quería que viera ni una sola cosa y fue su beso lo que me hizo detener el tironeo.  Y la risa vergonzosa salió de mis labios, cubriéndolos por unos segundos con mis manos, casi estaba por suspirar, ella siempre terminaba haciéndome quedar como el chico malo de la relación. Pero aun así alcé mi brazo, para acercarla a mí, abrazarla lentamente para sentir aquel calor humano que ella irradiaba. — Si quieres puedes traducirlos, no tienes qué. Pero eso te serviría para aprender mejor esas cosas… Los libros los conseguí en el mercado ambulante, muchas veces hay gente desesperada que necesita dinero. Y a mí me encantan los libros! Aunque soy un poco torpe para leer en otros idiomas, yo simplemente quería tenerlo. — Acariciando aquella piel debajo de sus ojos, sacando la lengua juguetonamente.

Sus preguntas siempre eran dolorosas, ¿Por qué ella quería saber esa clase de cosas? ¿Era quizá que notaba en mi aura, la facilidad con la que muchos podrían destruirme? La amargura pasó por mi garganta como un trago de sangre de muerto. Como un veneno irreconocible y creí ver la luz unos segundos. Desvié la mirada y me quedé fijo en sus ojos, asintiendo por unos segundos, volviendo a beber de mi vaso, pensando, dudando sobre aquel tema que ella estaba intentando sacar a relucir. ¿Sufrir? Yo seguro que sufriría, pero ¿estaba bien decirlo? Y no había dudas de que la quería, por qué otra razón la dejaría vivir en mi casa, conmigo? A una simple humana, a una romaní que me daba miedo.
— Preguntáis cosas tontas. Estáis viviendo en mi casa por ahora y estuve buscándote toda la noche. Dime, ¿cómo puede ser que no te quiera o te extrañe? — La regañé y metí un pedazo de torta en su boca con la cuchara, besándole la mejilla al tiempo que me la acercaba, acurrucándome con ella en tanto cerraba los ojos. Como si me hubiese puesto a dormir, pero en realidad solo estaba descansando. — Yo viviré más que tú, en algún momento pasará… Que “no volverás más”, pero siempre que sea por medios naturales no te extrañaré. Seguirás estando conmigo siempre. Aquí y aquí… — Acercando mi mano con la yema de los dedos a su corazón y luego a su cabeza. Yo procuraría nunca olvidar a aquellas personas que me habían hecho feliz. Todas esas personas que me habían sacado una sonrisa.

— ¿Por qué me lo preguntáis? Maia, siento que me estáis ocultando algo. ¿Qué es lo que escondéis que no sale de vuestra cabeza? Me da terror pensar en que algo malo está sucediendo, aunque lo presiento. Las auras de Paris han estado inquietas, los seres sobrenaturales están incrementándose. Las muertes son más cotidianas que antes… No quiero saber qué es lo que sucederá en el futuro, pero te protegeré. — Declaré, en tanto la apretujaba contra mi pecho, sonriendo con tranquilidad, estaba seguro de que ella sobreviviría a todo lo que se le pusiera por delante.


“No puedo olvidar aquello que me hace sentir un humano de verdad.” 
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Mensaje por Yuna Rutledge Mar Nov 26, 2013 12:44 am

"Estoy al borde de perderte.
De decirte algo de suma importanciapara nuestra supervivencia.
Estoy al borde de perderme."


Vaya tristezas acudían a su encuentro cuando la ingenua gitana se reunía con aquel peculiar vampiro. Lo tenía constantemente en su cabeza. Con él aprendió el riesgo de amar demasiado. No era solo no ser correspondida a un sentimiento que pudiera ser o no el de una hermana a un hermano, si bien no compartían la sangre; era el verdadero significado de atarse a una persona. Desde la noche que lo conoció supo que algo habría de cambiar en su destino. La cuestión era, ¿cuánto y qué habría de cambiar? Las limitaciones se hacían presente y el miedo también. Temía perderle y ahora que sabía que ella también era importante para él, era más consciente de su fragilidad. Sí, hablaban de cosas tristes que desanimaban la noche, que consumía las horas en incomodos pensamientos que se negaban a expresarse en palabras. Sospechaba que él tenía más en mente de lo que decía, incluso si por si mismo era un hombre parlanchino.

Oírle hablar sobre la ley de la vida le arrancó una mueca de dolor. ¡Que cosas podía decir ese condenado vampiro! Ah, y no es que no entendiera que estaba siendo racional y lógico, pero solo de oírle decir eso le daban ganas de atizarle en la cabeza uno de aquellos pesados candelabros que vio en el pasillo de arriba hacía unas horas. «— Ay, pero entonces se quemaría.— », se lamentó de pronto con expresión de arrepentimiento. Asintió mirándolo como una niña obediente, como quien tiene la humildad necesaria para saber cuando le han vencido en una discución.

Pero sigue siendo algo que no quiero ni imaginar. —replicó, no para seguir discutiendo, sino para dejar muy claro su punto. Era una opinión totalmente subjetiva. Hizo un puchero en respuesta a Hero cuando éste le sacó la lengua. Le sorprendía la actitud infantil que adoptaba el vampiro a pesar de ser de la alta alcurnia.— En la creencia romaní, tener más dinero del que puedes gastar o más cosas de las que puedes ocupar es casi una maldición. Trae malas vibras. Sin embargo... —echó un vistazo a su alrededor y luego clavó los ojos ambarinos en su propio amigo, hasta sonreír.— No puedo decir que sea tu caso. Tienes un museo aquí, y creo que cada detalle es indispensable. Es una obra de arte en si misma. Sin duda, tengo que leer y traducir esos libros. Ya me dirás tú que tan mal voy con el francés.

Se deleitó con el calor que acomodaba en medio de su cuerpo y el de Hero. Probablemente la única razón de que existiera tal calidez fuese la presencia del fuego y el latir de su propio corazón; no sabía todo aun sobre los vampiros, pero en leyendas de todo tipo, y entre sus constantes investigaciones sobre estos seres tras perder por primera vez al cantante, supo que no les latía el corazón. Se apoyó contra él buscando algún latido. Había calma y suavidad, pero no escuchaba nada. Quizás, de prestar más atención, podría...

¿Qué? —levantó la cabeza cuando Hero dijo que la quería. Y que la extrañó. Y de pronto un trozo de tarta dulce le impidió seguir hablando. Era la cosa más exquisita que hubiese probado.  No había dudas de por qué el postre era tan esperado durante la cena. Tragó como pudo y se ruborizó por el beso en su mejilla. ¿Es que ese hombre no notaba lo que le estaba haciendo? Lo miró con reproche pero poco le duró el enfado al verse contra su cuerpo. La cantidad de tiempo que había pasado sin ese contacto la había vuelto tan austera y desconfiada, que casi dolía recibir muestras de afecto. Sus últimas observaciones la hicieron sentir como una chiquilla mentirosa de nuevo, si bien no había hecho más que omitir información... de nuevo. Se mordió el labio y maldijo. Era un mal hábito que debía corregir cuanto antes. Suspiró y lo miró fijamente, recorriendo con la punta de unos dedos bellos pero maltratados la perfecta piel del vampiro.— No sé exactamente qué ocurre. ¿Cómo podría saberlo? Te he contado acerca de esos hombres y es todo lo que sé. Sin embargo... sí, parece que algo está cambiando. Da terror recorrer las calles y creo que no soy la única que lo siente. He tenido pesadillas. Hombres matando bestias, y al final no sé quienes son los monstruos... —sacudió la cabeza con desaliento.— Intento creer que son solo sueños. Pero me es imposible saberlo con seguridad, Hero.
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Mensaje por Invitado Lun Dic 02, 2013 8:44 pm

“Aún en el más inmenso de los laberintos, conseguiré tomar tu mano, para que no puedes perderte de mí. Lucharía contra todo aquello que no te permite verme de verdad.” 

Asentí a modo de aprobación y enarqué la ceja con señera, hablar de todas aquellas cosas no hacía más que enfierecer las auras cotidianas que rodeaban la ciudad y quizá también mi casa. Aunque esta siempre estaba cuidada, limpia y los muebles se movían una vez cada seis meses para que las energías no se queden acumuladas en un solo lugar. Desde aquel entonces, cuando había perdido parte de mi alma, me había metido en el tema de las energías, de las artes místicas. Eso me había sacado un poco de aquel trance que había tenido y aunque no estaba seguro de que hiciera efecto, mi propia mente creaba el efecto necesario para mentirme a mí mismo. — No lo imagines. Saca eso de tu cabeza de una vez. ¡Ah! ¿Será eso cierto? Bueno, no es como si fuese hacer eso que hizo San Francisco de Asís, pero me gusta ocupar muchas cosas y también darlas si ya no las necesito. — Le sonreí de lado y me dispuse a ver unos segundos a mí alrededor. Allí había candelabros más altos que un hombre y lámparas profusamente trabajadas, alfombras del tamaño de un lago, auténticas traídas de oriente, cosidas a mano por artesanos. Aquella casa era un reflejo de lo excéntrico y necesitado de objetos materiales para rellenar eso que me faltaba, que yo estaba. Me avergoncé, pero me sentía orgulloso de todo, de las escaleras que se curveaban o ascendían en forma de caracol, las pinturas y telas antiguas y hermosas y por sobre todo de la biblioteca con siete estanterías que se alzaban hasta el techo donde allí se encontraba tallado un cuervo negro, completamente azabache, con todos los detalles perfectamente hechos. Era el cuervo que llenaba la casa de recuerdos imborrables.


Me concedí el placer de acercarme a los leños y puse la mano por arriba, buscando algo de calor que no tenía en mis manos y suspiré, escuchándola, dejando que de mi boca salga un poco de silencio, por al menos unos minutos, hasta que todo saliera nuevamente a los golpes de mi boca. El calor del fuego me concedió por unos segundos su don y fue por ello que el abrazo con la gitana fue tan cálido, lo disfruté, esperaba que no se notara lo encantado que estaba de tenerla entre mis brazos y solo cuando sus ojos fuertes, nítidos y rudos me miraron, me desvié del camino del simple placer. Me quedé enfocado en lo que decía, asintiendo a unas palabras que sin razón alguna estaban desvaneciéndose en mi cabeza. — ¿Esta rico? ¿Ah? ¿Cómo que “¿Cómo podría saberlo?”? ¿No sois vos la que ve el futuro? — Me quejé alzando unos momentos un dedo índice y luego lo bajé sonriéndole en forma de reproche, entre los dos, no hacíamos más que enfadarnos siempre, suponía que esa era nuestra forma de darnos algo similar al “amor”. 


Mordí mi labio y con aspereza me separé, tirando mi cuerpo como un saco de papas en una parte del sillón, mirando hacía el interminable techo que se hacía más largo a medida que yo buscaba alguna respuesta para mis incógnitas. Tenía miedo, pero me negaba a que algo tan horrible como eso podría estar sucediendo. Suspiré y me acaricié un poco la nuca, intentando desistir de las ideas que en mi cabeza se formaban. — ¿Qué piensas de ello? ¿De verdad podría solo ser un sueño? En absoluto lo veo convincente y menos siendo quien y “lo que” eres. Algo está ocurriendo, pero aún no sé qué. Ash… En fin. Creo que ya es hora de que me vaya a la cama y tú también ya que no habéis dormido nada. No tienes que avisarme cuando te vas, ni cuando vuelves. Pero si quieres dejarme una nota estaré feliz. Me levantaré igual en unas horas, a haceros el desayuno. Llegáis a correr una sola cortina y os haré limpiar todos los pisos de la casa! — Advertí disfrutando el toque de su mano, cerrando los ojos unos segundos, para luego tomar esa débil mano que me había acariciado previamente. La observé como quien no conoce y dejé que siga acariciando, pestañeando mientras la miraba a los ojos, perdiéndome en su inocencia hermosa. 


— Lo que sea que estén tramando, los agarraremos, los haremos pagar. Eso te lo prometo…  — Mordiendo un momento su mano, sin buscar lastimarla, tan solo sentir aquella cobertura que escondía en su interior el elixir de la vida eterna. Lo saboreé desde allí y la solté, separándome con facilidad y tranquilidad, casi como una danza me deslicé hacia un costado, levantándome en tanto tomaba un bocado un pequeño de torta y lo metía en mi boca, saboreándolo con ganas. — Arriba muchacha, o queréis que os lea un cuento antes de dormir? — Me burlé, acariciando con diversión su nariz, tironeándola un poco, mientras estiraba mi cuerpo que deseaba irse a la cama y despertar en la noche, sabiendo que no estaría solo en toda esa mansión, ya que la ama de llaves se iba a esos horarios. 


“Deseo cuidarte, desde aquella noche en la cual vi tu rostro asustado y tú el mío. A pesar de ser un ser que puede ver a través de mí, no me importó.”
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Mensaje por Yuna Rutledge Lun Ene 06, 2014 1:38 am

Una flecha sola, puede ser rota fácilmente,
pero, muchas flechas son indestructibles
» Gengis Kan


Que hermosa manera de demostrar afecto. Peculiar, pero bella de todas formas. No es que con Hero no mostrara su parte más dulce e, intentandolo de veras, su parte más refinada. Pero eran en momentos como ese, donde las bromas y la cálida fraternidad se extendían hacia un punto estratégico de su corazón; una zona donde no podía rechazar nada, donde daría todo con tal de permanecer así más tiempo. Era ella misma; la joven que nació de un gitano y una gadji, la que sobrevivió a grandes perdidas y conservó la capacidad de amar. Con Hero, con su vampiro, era así. Rió ante el juguetón reproche del asiático, pues de cierta manera tenía razón al hacerlo. ¿No era ella quien hablaba constantemente del futuro y sus destinos? ¿No era ella quien estudiaba con detenimiento las cartas? Al menos, lo había hecho los últimos días, en un desesperado intento por verlo a él en su futuro.

Resultaba irónico que, la noche anterior, cuando se reencontraron, las cartas por fin mostraron su mensaje. Cuan caprichoso podía ser el universo. De todos modos, estaba ahí, y eso debía bastar. Los temas tristes los dejaría para después (eso se decía), cuando las lágrimas comenzaran a brotar por el dolor de su corazón, y no por la dicha del mismo. Ahora, con el sabor del chocolate en el paladar, sólo había espacio para Hero. Repitió su nombre mentalmente y una sonrisa renació en sus labios. Ya estaba cerca de él, disfrutando la suavidad de su piel y el deleite de su voz.

He aprendido que el miedo no es algo de lo que te puedas deshacer como las prendas de un traje. Vive contigo y te advierte del peligro para que sigas con vida. Es... —sonrió, muy a su pesar, y tocó la nariz del vampiro como si se tratara de una buena palabra.— Un instinto humano. —una risa musical escapó de su boca. Más fácil era contener la lluvia que las risas en la gitana. A veces se preguntaba si no sufría de alguna enfermedad que la obligara a reír por pequeñeces. De todas formas, eso le parecía importante.— Tal vez somos más parecidos de lo que creía.

Suspiró cuando supo que él tenía razón y habría que dormir. Estando frente a él, de pie, era imposible no notar la tensión y el dolor en sus piernas, y entonces cayó en cuenta de las distancias recorridas, las palabras dichas, los saltos y piruetas, las acciones realizadas. Todo en día y medio. Asintió somnolienta a su indicación, pero no se movió de ahí. Lo observó en silencio y apenas dio un pequeño quejido por la mordida; no era algo realmente doloroso, y le sorprendía la emoción que despedía estar a punto de ver su propia sangre en los labios del vampiro. No fue así, pero disimuló su decepción.

Si, si. A la cama. Creeme que ahora en verdad suenas como un hermano mayor. —inquirió con una expresión de suave burla. Estaba tan cansada que ni siquiera podía encogerse de hombros y mostrar más sarcásmo en sus palabras. Pero si podía curvar las cejas, y así lo hizo cuando él mencionó algo sobre un cuento.— ¡Oh, pero eso no es justo! Yo me sé muchos. Sería preferible que te contara yo uno, así tendrías algo más que saber en tu eternidad. —continuó hablando y riendo, mientras accedía a seguirlo. Igual que lo había hecho él, tomó un poco de tarta y le dio un último bocado antes de alejarse de ahí. Sin pudor alguno (recordemos que bajo la fina bata de seda plateada no tenía nada que esconder), se apretujó contra su amigo, cogiendo su brazo y descansando contra él una calidez propia del ser humano.— Debes saber algo sobre nosotros los romaníes. —susurró a su lado, mientras lo acompañaba al piso de arriba.— No importa cuan extraños, misteriosos o rufianes podamos ser, todos nosotros guardamos una fuerte lealtad hacia nuestros amigos y familiares. No abandonamos.

Toda su vida dio un giro de 180° ese día, después de esa noche. Su mejor amigo era un vampiro. Residía de manera temporal en su casa, que era nada más y nada menos que una mansión digna de pintar en un lienzo. Su pudor, timidez y desconfianza se desvanecieron como la espuma en el mar. Dormiría de día y no de noche. Y, por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía un lugar al cual volver. Siempre al lado de Hero.
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Mensaje por Invitado Mar Ene 14, 2014 1:14 am

“Siempre he preferido el arco, desde lejos, sin mirar, se puede apuntar mejor que con una espada cuerpo a cuerpo.” 

Y el significado del miedo surcó en mi océano de una forma tal que las batallas sufrieron una derroca eterna. ¿Podía ella entender el sufrimiento que cargaba ahora mismo? Pensar todas las cosas que tenía que hacer y al mismo tiempo saber que cada una de ellas se estaba desmoronando. Simplemente estaba desmoralizado, los cambios en el tiempo estaban perjudicándolo todo y aun así estaba con ella, aplastados uno contra otro, mientras buscábamos sostén de alguna forma u otra. O al menos eso es lo que me parecía que ella también quería. Siempre había deseado ese poder de Neru, entender los sentimientos, saber la realidad de ellos. Aunque claro, de pensarlo el mundo me resultaba bastante aburrido. Suspiré, acaricié una vez más sus cabellos que bailaban entre mis dedos dulcemente y le sonreí con mis colmillos afilados y dientes blancos reluciendo entre mis labios. —Un hombre sin miedos es un hombre sin esperanzas y sin límites. ¿Dónde iríamos a parar si no tuviésemos miedo? Aunque la cobardía, es cuando lo hay en exceso, deberíamos tener la balanza nivelada, siempre. — Sacaba la lengua con expresión infantil, sonriendo a aquella risita que ella siempre soltaba a cada frase que daba. Como una barrera para que las personas no encuentren los significados detrás de las palabras. Pero yo lo sabía o más bien, así lo sentía y hurgaba entre sus frases, las desmenuzaba en mi cabeza cada noche, hasta poder sacar la conclusión acertada.

Mis ojos relampaguearon por los ajenos. La piel erizada al tacto de mis colmillos, casi pude sentir el sabor de su sangre, pero una mueca de fantasía se burló en mi rostro y solo quedó un sueño que no se cumpliría. Observé como se estiraba, como hacía notar su cansancio acumulado. ¡Claro que estaba cansada! Siquiera quería pensar como había dormido los anteriores días, de hacerlo una cólera inexplicable se colaba entre mi sangre y me hacía desear arrebatarle esa libertad que ella tanto amaba. Pero saberlo, me hacía entender que era imposible algo así. Antes muerta. Eso me decía a mí mismo antes de pensar en el solo hecho de hacerle algo así, algo que sin duda alguna podría hacer si me lo proponía. Pero, ¿qué tan egoísta podía llegar a ser? Miré al frente, a las largas escaleras que estaban esperándonos y luego la observé de reojo. Tan radiante y llena de esperanzas que mantenía las mías a flote también. Curvé los labios con gratitud y cuando ella terminó de comer aquel bocado me dispuse a caminar. Sentí su hermosa piel debajo de la fina tela de la bata y mi labio se mordió con inconformidad, ella me provocaba un poco, pero no podía admitirlo, siquiera soñarlo. La empujé juguetonamente y la miré también con una ceja arqueada. — Mi sexualidad no es un asunto menor, chiquilla. — Espeté alzando un dedo y la abracé más a mi cuerpo,  contradiciendo mis palabras y actos, que al fin y al cabo eran simples expresiones de cariño y una confianza que costaba tener con cualquier otra persona.

— Conozco a alguien, que fue abandonado por su mmm ¿cómo se dice? Por su caravana, pero será una historia para contar otra noche y tú también me puedes contar esas terribles historias que tienes en la punta de la lengua. Pero por ahora, iremos a nuestras habitaciones… Y dormiremos, no me gustan las mujeres pandas, con esas aureolas negras alrededor del ojo! — Le jugué mientras caminábamos y pensaba en los días y noches que pasaríamos contándonos historias y tonteando entre ambos. Ahora era el momento de verdad conocernos, de distraerme, de mantenerme al marguen de todo por un tiempo, hasta que el cuervo vuelva a mí. Pronto, lo sentía en mi interior. Algo me decía que no faltaba demasiado tiempo para que ello ocurra. Con Maia a mi lado, estaba seguro que podría superar todo lo que se estaba por avecinar. Tomé un aire que no necesitaba y cuando llegamos a la puerta de su cuarto, le besé la frente, mirándola con curiosidad, mientras arqueaba una de mis cejas con completa seguridad. — Nunca me abandonarás, aun cuando te vayas. No es el cuerpo lo que se tiene que quedar, si no el recuerdo. Los recuerdos, son partes de alma. Que descanses. —

Fue un sueño agradable, como si estuviese en un colchón de plumas, hacía ya bastante tiempo que no estaba tan cómodo cuando dormía. Quizá era por todo el estrés que habíamos pasado, entre la inquisición, la búsqueda del esposo de Giulia, la de Nicolas y todo para nada, porque no había tiempo, ahora estábamos separados y yo tenía muy pocas personas de mi lado y por sobre todo, me faltaba lo más importante, al no tener al cuervo negro, una parte de mis ganas de vivir se estaban extinguiendo.




“Pero luego de una muerte tranquila, viene la luz, la paz y la serenidad eterna.”


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