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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Fiona Di Centa Dom Ago 25, 2013 7:48 pm



El silbato sonó a lo lejos, alertando a los pasajeros, familiares y amigos, que esperaban la llegada del tren. No sabía de dónde provenía ni adonde se dirigía. No estaba en la estación con el propósito de emprender un viaje. Solo sus pies le habían guiado hasta ese punto y bueno, ¿Quién era ella para negarse a una aventura inesperada? Pero ahora, parada en la estación entre los pequeños grupos de parisinos que hablaban frotándose las manos para calentarse, no estaba muy segura de encontrar nada que fuese mínimamente interesante. Algunos curiosos volvieron a verla. La razón posiblemente fuese su atuendo. Abrigado, por supuesto (las apariencias eran indispensables), pero muy poco común pues se trataba de un vestido ceñido al cuerpo elaborado en terciopelo negro.

Algunas risas y muchas palabras, todos tan ansiosos por que llegara el bulloso armatoste de hierro. Estaba de pie, observando la escena desde uno de los puntos vacios de la estación y pensando que tal vez sus pies no siempre tenían la razón, cuando escuchó un sollozo no muy lejos del lugar donde ella se encontraba. Se trataba de una chica joven, unos 20 tal vez 22 años, de cabellos castaños y grandes ojos verdes. Lloraba desconsoladamente mientras se acercaba caminando. Apretaba su congestionada nariz con un pañuelito de tanto en tanto y, con el mismo trozo de tela, secaba las lágrimas que escurrían sin contemplación por las lozanas mejillas. No era adinerada, eso lo podida deducir fácilmente por sus vestimentas, pero tampoco se trataba de alguien de los bajos fondos. Una trabajadora quizás, humilde pero honrada como solían decir.

La chica levantó la mirada y se encontró con Fiona observándola fijamente. Por un momento se mostró incomoda, pero fuese el que fuese su dolor se impuso al hecho de que una desconocida le observara. Se paró cerca del final de la plataforma y miró con tristeza las vías que se alejaban. Fiona, como hipnotizada, se acercó a la chica – Madame, ¿se encuentra usted bien? – le preguntó fingiendo preocupación. – Si, estoy bien - contestó la otra sin mucho convencimiento antes de romper a llorar nuevamente – Lo siento pero eso no parece ser exactamente “bien” – repuso la pelirroja ofreciéndole a la chica su propio pañuelo – No es nada, solo que… solo que… él se fue, ¿comprende? Me dejó y no sé si va a volver - soltó entre sollozos – ¿Qué voy a hacer? Mi Padre me matara cuando se entere – entonces una retahíla de recuerdos asomaron en la mente de la vampira. Lo que pudo sacar en claro es que el joven con quien ella había planeado casarse la había engatusado para llevarla a la cama y ahora, cuando ella pensaba que estaba embarazada, la dejaba escapando de cualquier compromiso.

Absolutamente escandaloso, trágico y… normal. Nada que le extrañase en demasía, ya había visto casos similares. – Bueno, podrías hablar honestamente con tu Padre o hacer algo al respecto para salir de tu miseria – le aconsejo encogiéndose de hombros. La otra, por su parte dejó de llorar momentáneamente mientras trataba de comprender lo que le decía aquella desconocida. El silbato sonó nuevamente, esta vez mucho más cerca, en cuestión de segundos arribaría el tren – Esto es grave – manifestó llevándose la mano al vientre –Él no me escuchara, me lanzará a la calle con lo que lleve puesto ¿Qué se supone que hare entonces?¿mendigar? – una sonrisa macabra asomó por las comisuras de la pelirroja – Entonces es evidente que solo queda una opción – y diciendo esto empujó a la joven a las vías del tren.
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Mensaje por Leonor Daxmins Jue Ago 29, 2013 7:40 pm

Leonor sabía que no iría a la estación para abrirse paso a nuevos horizontes, subiendo a algún vagón o cosas por el estilo, pero lo había escuchado nombrar tantas veces, que simplemente sintió que ir a conocer el "fantástico" lugar que todos mencionaban, no sería una mala idea, la noche recién comenzaba, y esa idea, era una buena opción para aprovecharla.

Caminó a paso lento y despreocupado, dejando que la brisa jugara con las puntas de su largo cabello, las cuales no cubría la capucha de la capa que llevaba, siendo esta en ocasiones también levantada por el viento, una noche fría por lo visto, aunque ella no fuera capaz de sentirla así, era fácil darse cuenta observando a los humanos temblar, arropándose con sus grandes abrigos y mantas, siempre tan friolentos - pensó, entrando finalmente a la estación, la cual era amplia, y se encontraba con bastantes transeuntes, personas aguardando el siguiente tren, o esperando por los que venían en el, todo ahí era ansiedad.

Entre tanto alboroto, la joven decidió abrirse paso y alejarse un poco del escenario, fue en ese momento que alguien capto poderosamente su atención, una muchacha joven que no se molestaba en esconder su llanto, se paseaba por el lugar, Leonor pensó de inmediato en acercarse, y de ser posible brindarle ayuda, quizás estaba perdida, o le había ocurrido algo realmente malo.

Y con este pensamiento en su mente, se encaminó hasta ella, pero sus pasos se detuvieron al ver que otra mujer se le acercaba, y sencillamente mantuvo su distancia observándoles con curiosidad, la joven no paraba de llorar y la extraña simplemente le hablaba con mucha calma, nada fuera de no normal, aunque su rostro cambio, cuando fue capaz de ver en su mente las intenciones de la misteriosa mujer, haciéndola llevar su propia mano hasta su boca con sorpresa al ver esas imágenes realizadas, el tren arribó, encargándose de aplastar silenciosamente y hacer desaparecer por completo a la joven.

Soltó el aliento, y solo cuando se repuso del asombro, se armo de valor para acercarse, a la que ahora estaba segura, era de su mismo linaje, y solo cuando estuvo a una distancia prudente para dos desconocidas, habló.

- Muy practica su manera de terminar con los tormentos humanos, ¿no? -le comentó con voz apacible, quitándose la capucha que cubría su rostro, llevando su mirada hasta la mujer.
- Aunque al parecer, hacerlo con la chica fue lo mejor - pensó, casi hablando consigo misma, desviando su mirada hasta el tren, y como las personas se amontonaban para subir, mientras otras luchaban por bajar.

- Todo un espectáculo, y disculpe mi curiosidad, ¿pensaba subir a este tren? - le preguntó señalando la gran maquina bulliciosa con su dedo indice, formando una cómplice sonrisa en sus labios, aguardando la respuesta de la desconocida, que se dedicaba a observarle con completa tranquilidad, al parecer su presencia junto a ella no le incomodaba.
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Mensaje por Fiona Di Centa Sáb Ago 31, 2013 11:22 pm


Ninguna expresión se manifestó en el rostro de la pelirroja cuando el tren alcanzó a la desdichada mujer quien, presa del asombro, no había proferido el más ínfimo sonido al verse empujada. El sonido de la locomotora resultaba ensordecedor, de manera que solo los finos oídos vampíricos pudieron escuchar el sonido de la piel lacerarse, la carne desprenderse y los huesos astillarse y romperse, todo en cuestión de segundos. Probablemente cuando el tren se retirara del lugar algún trabajador percibiera los restos humanos medio molidos sobre las vías, pero también era posible que nadie se enterara nunca de lo sucedido. Una desaparición más en la agitada París. Un desperdicio si se consideraba en  términos de sangre pero hubiese resultado en extremo aparatoso el intentar alejar a la joven de la estación. Y siendo sinceros, la idea solo llegó a su mente y en ese momento no encontró ningún motivo por el cual detenerse. un simple movimiento había despojado a la mujer de su miseria y a ella de su lloriqueo: ¡voilà!.

Sus pensamientos se encontraban dispersos entre los despojos que permanecían bajo las vías, el gentío apresurándose a subir o bajar del armatoste metálico y algún nuevo objetivo para lo que quedaba de la noche cuando escucho que alguien le hablaba. Al girarse se encontró de frente con una joven inmortal. Joven solo en apariencia pues evidentemente era mayor pero ¿y quién no lo era? Odiaba sentirse vulnerable por su juventud. Frunció el ceño ligeramente mientras escuchaba a la recién llegada, tanto en lo que decía en voz alta como en lo que por su cabeza se cruzaba.

– No en realidad – contestó mientras observaba a la otra con total tranquilidad – solo me apeteció un poco del bullicio característico del lugar. y tiene usted razón, siempre es un espectáculo observar al ganado intentando migrar – descartó continuar dando explicación con un sutil gesto de su mano. Luego, con lentitud, repaso a la otra. Estaba un poco inquieta por su aparición pero no lo exteriorizaba. Los encuentros que había tenido últimamente con otros inmortales no habían resultado del todo amables y por eso tenía la guardia alta. Observó por unos instantes al gentío, luego miro el lugar donde la joven había desaparecido – No me considero del todo practica. Tal vez solo un poco apresurada pues admito que hay muchas otras maneras, más creativas e interesantes, de dar alivio a un alma atormentada – una sonrisa maléfica cubrió su boca. Nos sabía si con el tiempo menguarían los pequeños placeres que encontraba en la crueldad, esperaba que no, pero por si acaso se encargaba de gozar cada segundo en su infierno personal.

– Puede que usted lo hiciese diferente ¿puedo preguntarle con que método le habría “ayudado”? – preguntó señalando sutilmente las vías e intrigada por conocer un poco más del carácter de lo que aparentaba ser una dulce joven. Esa era una de sus desventajas, no lograba aparentar ni dulzura ni inocencia por más que lo intentara y pensaba, sinceramente, que ese sería un atributo digno de ser explotado. Pero entonces el bullicio le hizo caer en cuenta de algo – Disculpe usted mi grosería por cuestionarla sin siquiera averiguar primero si tiene prisa ¿pensaba usted abordar el tren? – le devolvió la pregunta, no porque le importara en realidad si había sido o no grosera, sino porque la aparente cordialidad y buenas costumbres resultaban indispensables al momento de entablar una conversación. Además con esa respuesta podría también vislumbrar las intenciones de la vampira frente a ella. Mientras esperaba por las respuestas de su interlocutora el silbato sonó nuevamente, avisando que pronto el tren partiría e instando a los pasajeros que aún no habían abordado para que se dieran prisa.


Última edición por Fiona Di Centa el Sáb Sep 07, 2013 10:40 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Leonor Daxmins Vie Sep 06, 2013 8:05 pm

Comenzó a concentrar mas su atención en la mujer, que su alrededor, ignorando a si mismo, todos los ruidos molestos que cruzaban junto a ella, así como el silbato del tren, el cual amenaza con irse en cualquier momento, ya nada eso la distraía, solo mantenía su mirada fija en la extraña, la cual poco a poco comenzaba a cambiar su rostro, y se disponía a responder a sus acelerados comentarios, los cuales habían nacido nada mas y nada menos luego de presenciar el final de la infortunada joven.

Liberó silenciosamente el aire que guardaba en sus pulmones, negando sutilmente con su cabeza a la pregunta final que le fue entregada.
- No, solo he venido a conocer este lugar, ya que la verdad, prefiero caminar o correr hacia destinos que se encuentren mas apartados, es mucho mas gratificante para mi. - le comentó con naturalidad, llevando una mano hasta un mechón de su cabello el cual cruzaba su rostro, acomodándolo tras su oreja, y continuó hablando.
- Dejando de lado que el lugar se encuentra repleto de personas, el pensar en que la muchacha hubiera servido de alimento, era poco probable, y mas por eso felicito su creatividad, quizás con haberle roto el cuello, hubiera sido suficiente para silenciarla, pero usted fue mas haya y eso es interesante. - añadió sin disimular la sonrisa con una leve chispa traviesa que se dibujaba en sus labios, mas sabía a la perfección la imagen que brindaba a los que la veían a simple vista, y si algo tenía eso que ver con su personalidad, Leonor no era la típica "vampiresa sanguinaria", pero era sincera consigo misma, al demostrar lo mucho que le había gustado la determinación de su ahora acompañante.

Dio un paso mas adelante, solo para observar con mas determinación a la vampiresa, no estaba segura de cuanta diferencia, tanto de experiencia como edad existía entre ellas, pero eso solo era un punto irrelevante entre ambas, puesto que sin duda se veían unidas por el mismo lazo de inmortalidad.
- Y si usted tampoco pensaba subir, no creo que solo el bullicio la haya atraído hasta aquí ¿o me equivoco? - comenzó hablando nuevamente en voz baja, dejando que solo ella escuchara sus palabras, y que estas solo significaran leves he incomprensibles susurros para el resto de los presentes en el lugar.
- Por que siéndole sincera, todo esto y el ver tanto humano junto, me ha dado algo de sed. - le confesó, levantando la mirada hacia algunos de los cuales pasan por los costados de sus cuerpos, conteniendo una risa, para luego volver a su compostura.

No estuvo segura de que si ella, compartiría sus deseos, ni mucho menos si quisiera su compañía en esos momentos, pero aún así dejo abierto su comentario, para que lo tomara como una invitación.
- Me gustaría conocer su nombre... - dijo de pronto frunciendo sus labios, aguardando el recibir una respuesta.
- El mio es Leonor, y ya que mi apellido no es de la alta sociedad, no veo necesario el mencionarlo - agregó encogiendo graciosamente sus hombros, a la par que daba un hondo respiro, dejando que el dulce aroma de la sangre llegara hasta su sensible olfato, haciendo destellar cautelosamente sus ojos, los cuales llegaron a posarse directamente en la pupilas ajenas, sosteniendo esa intimidante mirada que mantuvo la vampiresa en todo momento.
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Mensaje por Fiona Di Centa Sáb Sep 07, 2013 10:38 pm


Fiona entendía lo que la otra vampira quería decir respecto a los destinos apartados por lo que asintió con la cabeza y sonrió. Ella, muchas veces, prefería también tener la libertad de correr a su antojo que estar a atada a las demoras propias de un camino en compañía. Los armatostes, como aquel tren, tampoco le llamaban en demasía la atención. Se hartaba fácilmente y no le agradaba la idea de encerrarse en un espacio tan reducido cuando no tenía una verdadera motivación para hacerlo.  Las palabras que siguieron, aunadas a la expresión de la vampiresa, le hicieron sentir un tipo de empatía con la recién llegada. Al parecer el curso de sus pensamientos no estaban muy alejados a los suyos propios. Además, junto a ella, no sentía vulnerado su espacio ni amenazada su integridad. – Si, claro, la opción del cuello también habría servido pero ¿Qué puedo decir además de que me gusta el drama? – se encogió de hombros. El tono bromista de sus palabras hacía parecer la charla como si de gustos en cuanto postres se tratase.

No le importó que la otra se le acercara un paso más. Empezaba a sentirse relajada en su presencia y por alguna razón decidió bajar la guardia y darse una oportunidad de conocerle. Escuchaba alternativamente lo que decía y lo que pensaba y se sorprendió ligeramente al darse cuenta de que no le daba mayor importancia al tema de la edad. Luego una sonrisa maliciosa se poso sobre los labios de la pelirroja. Era más que obvio lo que le proponía y la idea le no le desagradaba para nada. – No se equivoca, por supuesto. Estaba en busca de algo que hiciese que la noche valiera la pena. Usted me comprende, supongo. No siempre es suficiente solo con “cenar”, las distracciones también son necesarias. Hasta ahora pensaba que la dulce criatura bajo las líneas del tren sería lo máximo a lo que podría aspirar pero su llegada me demuestra lo errada que estaba – . La excitación se abría paso con rapidez en la mente de la pelirroja quien empezó a buscar entre los humanos presentes las posibles presas de la noche.

Las nuevas palabras le hicieron volver la vista – Fiona Di Centa – se presentó inclinando muy ligeramente la cabeza – Aunque presumo que mi apellido tampoco le será reconocido pues mi familia no es Francesa – pensó que aquella aclaración era necesaria. Inicialmente pensó en ofrecerlo solo su nombre, tal como había hecho la otra, pero no tenía razón alguna para ocultar su apellido así que ¿Por qué no? – Es un placer conocerla mademoiselle Leonor – manifestó finalmente antes de adelantarse y, en un gesto bastante arriesgado, tomar de gancho a la otra vampira sin solicitar primero su consentimiento. Era tan posible que la aceptara como que decidiera deshacerse del contacto pero debía esperar a que reaccionara para conocer la decisión.

– Me agrada su idea y me pregunto si tiene algo, o a alguien, en mente ¿o prefiere que le ubiquemos entre ambas? – las palabras fueron emitidas justo cuando se aferraba a Leonor. Hasta donde había percibido la vampiresa no tenía un objetivo claro, sin embargo pudiese ser que el conocerla le hubiese distraído de su presa y, por consiguiente, la pelirroja no hubiese podido “leer” ese pensamiento especifico. De todas maneras seria una experiencia interesante. No podía decirse que tuviese muchas amigas en esta nueva vida preternatural y, aunque le avergonzaba admitirlo, hasta ella sentía la apremiante necesidad de contar con alguien su vida.
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Mensaje por Leonor Daxmins Sáb Sep 14, 2013 12:40 pm

Soltó una pequeña risa al escuchar lo del drama, aquello le parecía totalmente aceptable, y por su puesto jamas estaba de mas, manteniendolo de forma equilibrada, y eso al parecer era lo que harían, después de todo un encuentro tan oportuno no podía ser desperdiciado bajo ninguna circunstancia, y ahora sentía que todo lo que sucedía no era solo una mera casualidad.

Le escucho con atención, asintiendo a sus palabras de vez en cuando, la situación comenzaba rápidamente a volverse interesante. Fiona le hablaba con una seguridad admirable, tan propia de su especie, pero que denotaba una experiencia un tanto mayor que la de Leonor, por lo que se mantuvo siempre atenta, guardando cada cosa que le compartía.

Solo cuando sintió necesario el volver a abrir sus labios, lo hizo, y justamente en el momento que sus pensamientos fueron compartidos por la pelirroja.
- Desde luego que la entiendo mademoiselle, mas de lo que cree, las distracciones dan el gusto bueno, en momento que todo se vuelve un tanto monótono y aburrido - le dijo con seguridad, mientras sentía como era contenida por la mujer, a lo cual respondió con una sonrisa en modo de aprobación a sus actos, y levantó la mirada nuevamente hacía la multitud, intentando captar a mas de alguien que valiera la pena.
- Sinceramente mi estimada Fiona, aún no, y me parece bastante correcto que les ubiquemos entre ambas ¿le parece? - le preguntó, manteniendo esa sonrisa traviesa en sus labios, mientras comenzaba a caminar a la par con su, ahora, compañera nocturna.

Y de esta forma, fueron pasando por entre las personas que ya se disponían a regresar a sus casas, o que se habían entretenido a intercambiar una que otra palabra con los que recién arribaban a la ciudad. Leonor paseaba su mirada por sobre todos y cada uno de ellos, el cálido olor de la sangre, y los atrayentes sonidos de los corazones latiendo, eran los encargados de ambientar el apacible escenario.

Finalmente se detuvo, haciendo que la vampiresa hiciera lo mismo junto a ella, sin soltarle aún. A la derecha de ellas se encontraba una pareja joven, de aproximadamente unos veinte o un poco mas, los cuales estaban muy concentrados en sus cosas, sin prestar mayor atención a lo que pasaba fuera de su burbuja y a su izquierda un grupo de tres jóvenes, que por sus ropas y maletas, eran unos recién llegados a París. Volvió a posar su mirada en la de su acompañante, mientras fruncía ligeramente los labios.
- Le dejo el honor de elegir a usted, Fiona. - aseguró con un movimiento de su mano, a modo de invitación, seguramente ella haría una buena y selectiva elección, que les daría a las dos, una noche inevitablemente divertida.
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Mensaje por Fiona Di Centa Mar Sep 17, 2013 5:20 pm

Se irguió satisfecha de que la otra vampiresa no hubiese rehuido del agarre. La vida nocturna traía consigo una infinidad de nuevas experiencias y sensaciones pero, para alguien con la suerte que ella había tenido, eso también significaba andar en soledad. Aunque de tanto en tanto se topaba con otras almas que pudiesen hacerle compañía momentánea, normalmente se limitaban a un parloteo intrascendente y poco íntimo. Tampoco era común que coincidiera con alguien que pensara de un modo similar a como ella lo hacía. La razón la desconocía. Durante algún tiempo estuvo firmemente convencida de que serían más los vampiros que se inclinaran por el convencionalismo de la criatura maléfica y falta de moralidad, pero se había topado casi por igual con aquellos que como ella se abandonaban a los placeres de la sangre y la muerte, que con los que demostraban un insano apego por la raza humana.

La pelirroja inclinó ligeramente la cabeza en señal de asentimiento mientras caminaba al lado de Leonor. Algunos de los humanos que se cruzaron volteaban a mirarlas, no porque fuese algo inusual que dos mujeres jóvenes caminasen tomadas de gancho, sería este un andar propio de las viejas amigas, sino por lo inusitado de la belleza de cada una que, combinada, resultaba imposible de resistir. Ella observaba y oteaba el aire en busca de un aroma irresistible. Algunos rostros llamaron su atención, algunos pensamientos le hicieron voltear la mirada, pero ninguno fue lo suficientemente fuerte como para detener a su acompañante. Era una noche especial que merecía más que un bocado corriente.

Fue Leonor quien finalmente detuvo la marcha mientras observaba dos situaciones muy diferentes. Los ojos verdes siguieron también el mismo curso comprendiendo el dilema que tenían en frente. Exhibió una sonrisa decadente para luego morder suavemente la punta de su lengua en gesto indeciso – Veamos, ¿deberíamos inclinarnos por la dulzura del amor o el exótico sabor del extranjero? – Preguntó mientras paseaba los ojos de la pareja al grupo. Las parejas resultaban interesantes solo por el placer de saber cuál de los dos se quebraba primero sobreponiendo la supervivencia al amor declarado, pero, por otro lado, aquellos tres jóvenes podrían convertirse fácilmente en un reto… ¿de dónde venían? ¿Cuál era su destino final? ¿Cuál de ellos sería el que intentara ser el héroe? ¿Cuál gritaría más e intentaría abandonar a sus amigos por salvar su propio pellejo? Eran tantas las posibilidades que les ofrecían que tuvo la respuesta casi de inmediato – Ya que me ha dado usted el honor de escoger creo que me apetecen más los recién llegados – declaró con una mirada de complicidad.

La estación se vaciaba poco a poco mientras el tren se preparaba para partir una vez más. Los despojos entre las vías metálicas estaban casi en el olvido debido al nuevo objetivo planteado mientras los jóvenes extranjeros permanecían de pie sobre la plataforma discutiendo sobre las trivialidades propias de su viaje. Entonces uno de ellos levantó la mirada y la posó sobre el par de jóvenes bien vestidas y hermosas que les observaban desde una distancia prudencial. No debía tener más de 23 años, era alto y delgado, nada musculoso pero si con un porte distinguido que de seguro le valía bastante al momento de cortejar. Sus cabellos eran oscuros, al igual que sus ojos, contrastando marcadamente contra la piel blanca. Les ofreció una sonrisa cautivadora la cual fue respondida con ansias por la pelirroja. - ¿Recuerdas lo que era sentir la emoción de la conquista? – le preguntó a Leonor mientras oteaba los pensamientos del joven. No se trataba de una mala persona pero sí de una suerte de casanova. Solo pretendía pasar un buen rato en los brazos de una mujer hermosa y, si estaba en sus manos, hacerle a ella también feliz. Hum, interesante, normalmente los hombres mujeriegos se contentaban con llegar al éxtasis sin importarle lo más mínimo su pareja, este que estaba frente a ellas se enorgullecía de dar tanto placer como el que recibía. Pensaba él que tal vez su paso por París había iniciado con buen pie. Fiona amplió su sonrisa al notar que tan equivocado estaba el pobre humano.

– Me parece que en este caso en concreto podemos recurrir al acercamiento frontal. No creo que les incomode en demasía que este par de inocentes jovencitas pretendan ayudar a un trío que extranjeros desubicados en la estación del tren – comentó en voz baja mientras el joven alto alertaba a los otros dos indicándoles, con un gesto que intento ser disimulado pero que falló estrambóticamente, el lugar donde Fiona y Leonor estaban paradas. Si por la pelirroja fuera ya se hubiese acercado al trío, sin embargo no estaba sola esa noche y prefirió concederle la decisión del acercamiento a su acompañante. Tan vez ella prefiriera otro tipo de estrategia. Por su parte a Fiona poco le importaba las escenas públicas, de hecho le fascinaba hacer alarde de su superioridad a plena vista. Se guardó de espiar la mente de los otros dos jóvenes pues ahora su concentración se cernía sobre la inmortal a la cual se anclaba por uno de sus brazos.
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Mensaje por Leonor Daxmins Jue Sep 19, 2013 5:31 pm

Se mantuvo quieta, sin disimular la sonrisa sombría dibujada hace ya varios minutos sobre sus labios, aguardando pacientemente que su compañera se decidiera por fin. Mientras tanto por su cabeza también pasaban miles de ideas, era la primera vez que realizaría una "cena" en compañía de alguien, por lo que la situación se le tornaba mas interesante con forme avanzaba el tiempo, de seguro podría recibir algo de la sabiduría ajena, así como de los mismo encantos que se reflejaban a flor de piel, y era precisamente eso, lo que lograba captar poderosamente su atención, y volviéndose la razón principal de mantenerse ahí todavía.

De pronto la voz un poco indecisa de la vampiresa le hizo centrar aún mas su mirada en ambos grupos frente a ella, y solo se limitó a ladear ligeramente su cabeza, cuando escucho la decisión final.
- Me parece una estupenda decisión, siempre es bienvenido saborear los manjares extranjeros, de seguro el beber siempre de lo mismo, resulta monótono, no podemos dejar pasar esta encantadora oportunidad - le comentó, mientras ambas mantenían fija la mirada en los jóvenes, los cuales no paraban de hablar, poniéndose de acuerdo, y ver que harían a su reciente llegada. El echo de que Fiona compartiera la misma habilidad de Leonor, volvía todo mucho mas sencillo, puesto que podrían intercambiar ideas aún frente a ellos, y no se darían cuenta de absolutamente nada.

Sonrió de medio lado al escuchar la pregunta de la mujer, y mientras se preparaba para contestarla cruzo su mirada con la del joven, comparando así sus pensamientos, llegando a la misma conclusión que ella;un inocente mujeriego.
- Te mentiría si dijera que si, pero supongo que nunca es tarde para recordar ciertas cosas ¿no? - respondió simultáneamente sostenía el brazo ajeno con el propio, soltando una pequeña risa por lo bajo al ver el embarazoso gesto del hombre.
- Me parece muy apropiado ir en ayuda de los recien llegados Fiona, se ven un poco desorientados - agregó con un aire cargado de sarcasmo, a la par que sus pasos se encaminaban directamente hasta ellos, sin soltar a la pelirroja.

Solo cuando estuvieron a una distancia prudente para que sus poco desarrollados oídos les escucharan Leonor abrio sus labios para dedicarles las primeras palabras a los tres.
- Buenas noches, caballeros... - le dijo realizando una delicada reverencia con su cabeza, antes de levantar la mirada, haciendo que sus ojos viajaran por los de quienes las observaban de manera perpleja y totalmente sorprendida ante tal directo acercamiento.
- Vemos que acabáis de llegar a París, sean bienvenidos - finalizó con su voz totalmente cálida, regalandole a ellos una sensación de seguridad, la cual claramente no dudarían por un segundo, ¿que mas podrían hacerles dos indefensas mujeres? nada; claro, si de simple humanas se tratase.
- Este... gracias, es usted muy gentil, señorita -respondió precisamente el mas vigilado, realizando una reverencia un tanto bruta, recibiendo los suaves codazos de sus amigos, animándole a ser el quien hablara.
- Mil disculpas el atrevimiento pero, ¿que hacen dos señoritas como ustedes solas a estas horas?. Las calles se vuelven peligrosas cuando se oculta el sol. - comentó de manera insinuante observandolas con los ojos bien abiertos y atentos. Aquella frase hubiera echo reír a Leonor, mas se contuvo compartiendo solo un pensamiento con la  mente de la mujer -*Claro, para ustedes* - respondió solo para ambas.

Su mirada de desvió de lleno hasta la pelirroja, observando como en sus ojos brillaba esa malicia propia de un momento de caza, pero solo asintió, dándole el paso a realizar también un ligero aporte antes de comenzar con la esperada y real bienvenida que ambas deseaban entregarle a los jóvenes, los cuales solo se mantenían ahí embobados frente a ellas, totalmente indiferentes del peligro que les acechaba, desconociendo que aquel, había sido su último viaje.
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Mensaje por Fiona Di Centa Dom Sep 22, 2013 12:43 pm

Le agradaba aquella vampiresa. Hasta ahora habían conseguido permanecer juntas algunos minutos sin que el sarcasmo hiriente y propio de la personalidad de Fiona saliera a flote. Al parecer finalmente estaba aprendiendo a comportarse, era eso o que en verdad había encontrado un alma afín. Podría haberse entusiasmado desde ese momento pero prefirió darse un tiempo prudencial antes de permitir que sus esperanzas se inflaran para luego ser aniquiladas brutalmente. Resultaba irónico el cómo se guardaba de confiar so pena de sufrir una desilusión comparada en la forma casi suicida de comportarse la mayoría de las veces, especialmente cuando las circunstancias estaban claramente en contra de su integridad física. Pero esa era su esencia. Quizás el tiempo le obligase a cambiar, tal vez viviera lo suficiente como para que un poco de sabiduría finalmente le llegara y aprendiera a contener su lengua y a no ceder ante su orgullo. A reconocer la superioridad de algunos y ser humilde ante la misma. No era algo que ansiara, le gustaba ser quien y como era y pensaba disfrutarlo al máximo por el tiempo que le quedara.

Fiona supo que Leonor había llegado a la misma conclusión sobre el joven pero no llegó a entrever si aquello le agradaba o no. Tal vez simplemente la traía sin cuidado. – Oh, yo si le recuerdo. El fuerte palpitar contra tus odios, las mariposas bailando en tu estomago, la garganta seca ante la emoción de lo inevitable. La tención en los muslos y el bajo abdomen… jum, tan incitante y cautivador y, al mismo tiempo, tan inocente – el contexto para la utilización del término “inocencia” había cambiado radicalmente en los pocos años que llevaba con vida. La inocencia de la niñez, luego en la adolescencia, el coqueteo casto y, finalmente, el comportamiento inocente de su marido para con sus víctimas mortales. Solo eran niveles nuevos, todos ellos superados. Ahora creía que no quedaba en ella vestigio alguno de inocencia, tanto así que ni siquiera podía llegar a aparentarla con éxito.

Secundó la risa de la vampiresa. En realidad los humanos, en especial los jóvenes, resultaban una fuente incalculable de diversión. Se encaminó hacia el grupo, al lado de Leonor, sin decir nada más en voz alta pero feliz de que a su nueva compañera de correrías le agradarase su elección. Sus ojos fijos en el joven de cabellos oscuros, una sonrisa amable en sus labios y una mirada calculadora en sus ojos. Inclinó ligeramente la cabeza en señal de saludo después de que la vampiresa terminara el suyo y esperó, observando a los jóvenes, mientras la otra hablaba. Tuvo tiempo entonces para reparar en el resto de los presentes. De los otros dos chicos uno era bajo y un poco pasado de peso, el otro era casi tan alto como en el que había reparado primero la pelirroja y bastante atractivo. Las mentes de estos estaban distraídas y confusas por la interrupción. El gordito todavía repasaba de perfil en el itinerario y conservaba la última de sus preguntas para sus amigos ¿Dónde se hospedarían esas tres noches en Paris?

Fiona rió por lo bajo ante la burdo saludo masculino y los codazos disimulados que le acompañaron. El pensamiento de su acompañante sonó alto y claro en su cabeza al cual ella respondió con una risita de complicidad – No se equivoca Monsieur, las calles parisinas suelen ser peligrosas, más aún en la noche. Pero ahora ya no estamos solas – contestó en voz alta pero manteniendo la sonrisa en sus labios. Pudo sentir la mirada de Leonor sobre sí. – Aunque claro, tal vez me equivoque al presumir que podemos contar con la protección de tres gallardos y apuestos caballeros… tal vez tengan prisa y muchos asuntos que atender como para entretenerse – desvió su mirada un segundo hacia la vampiresa mientras ellos se miraban entre sí – No estoy segura si es timidez, indecisión, estupidez o instinto de supervivencia – le confió sin palabras a Leonor. Hubiese esperado una respuesta positiva prácticamente automática y en su lugar solo estaban los tres pelmazos observándose uno a otro sin saber que decir – Bueno, después de todo puede que nuestra presencia es inoportuna – soltó con un tono de decepción antes de hacer el amago de retirarse – No, no. Por favor, no son para nada inoportunas – se apresuró a decir el vocero del grupo.

La mente del joven volaba intentando encontrarla manera de no perder a las hermosas jóvenes. El compañero esbelto pensaba en algo similar aunque no se atreviese a abrir la boca, al parecer su experiencia con féminas era mucho más limitada. Al gordito, por su parte, le parecía atractiva la idea pero también le causaba recelo el que ellas se hubiesen atrevido a acercarse tan desprevenidamente a tres desconocidos ¿y si fuesen el señuelo de una banda de asaltantes? Fiona le lanzó una significativa mirada a Leonor .- ¡Magnifico! En ese caso creo que podríamos empezar por presentarnos ¿no lo creen? Oh, por cierto, en respuesta a su pregunta, Monsieur, estábamos aquí despidiendo a una buena amiga nuestra que partió a un lugar mejor. Le vamos a extrañar mucho y no se imaginan lo acongojadas que estamos por eso – hizo un puchero fingido consiguiendo arrancar una sonrisa en dos de los rostros que la miraban – Espero que no alcancen a ver los restos de nuestra buena amiga embadurnando los rieles del tren – bromeó en privado con Leonor – Mi nombres en Fiona – terminó posando con suavidad la mano libre sobre su propio pecho.
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Mensaje por Leonor Daxmins Sáb Sep 28, 2013 6:43 pm

Leonor solo se mantuvo en silencio escuchando a su compañera, riendo para sus adentros mientras bromeaban para si mismas, Fiona se mostraba sumamente segura, esa confianza que desprendía era suficiente para intimidar a los tres hombres que las observaban de manera tan calculadora como cautivada. Todo en ellas era atrayente, mas para ellos, unos simples humanos, y encima siendo recibidos por las bellas señoritas, quienes no tuvieron pudor alguno en acortar la distancia, y formular los primero intercambio de palabras, de la noche, la cual daba un suspenso, he indicios de que sería larga y sumamente divertida, al menos para las vampiresas, y en definitiva solo eso era importante.

La mirada de la joven, se posaba uno a uno en los ojos ajenos, intentando descifrar algo en ellos, algún tipo de maldad, o algo por el estilo...nada, solo eran unos recién arribados y hasta se podría decir que se encontraban un tanto confundidos en la nueva ciudad que los recibía, y terminaría por ser, la última que visitarían, que grave error escogerla precisamente, de seguro cuando la situación se volviera insostenible y macabra para sus pobres almas, comenzarían a odiar y maldecir a quien haya elegido París, como su destino a visitar.

Las últimas palabras de la pelirroja la hicieron sonreír, mientras su mirada perdía de vista, solo por segundos a los hombres, para posarse en ella - De ser así, tendremos que dejar que acompañen el nuevo lugar de descanso de nuestra amiga- comentó rápidamente, sonriendoles nuevamente a los hasta ahora desconocidos.
- Mi nombre es Leonor - agregó a la par que su cabeza daba una ligera inclinación, para volver la vista al frente, dejando la invitación a las presentaciones ajenas.
- Yo soy Damian - reveló el vocero, regalando una atractiva sonrisa a ambas, mientras levantaba su mano señalando al gordito del grupo, el cual embobado no fue capaz de responder por si solo.
- El es Augusto, y el...- comenzó diciendo, mientras su mano viaja hasta el último incógnito, justo cuando se vio interrumpido por el.
- Tranquilo hermano, puedo presentarme yo mismo... - le dijo, quitando con suavidad la mano de el, dando un paso mas cercano a las jóvenes, mientras la mente de Leonor regalaba otro pensamiento por privado a Fiona - Así que hermanos, al parecer las cosas toman un giro mucho mas divertido, lastima que los padres perderán a dos hijos en una misma noche - aquello fue agregado con una pequeña risita, la cual fácilmente puso ser interpretada como respuesta a lo que acababa de hacer el joven, al detener la presentación de su hermano.
- Roger, señoritas... es un enorme placer conocerlas - confesó finalmente, mientras su mano sostenía primeramente la de la pelirroja, y luego la de su compañera, dejando en ambas un beso en el dorso de esta, muy atento por parte de el.

Con las presentaciones ya concluidas, la joven sintió que era momento de dar inicio a su cena, lo cual lo compartió en la mente ajena y sonrió antes de hablar nuevamente.
- Será un alago para nosotras contar con su compañia, mas ahora que nos hemos visto solas, en este lugar que se ha vuelto tan solitario - les dijo con una preocupación fingida en su voz, observando como la gente comenzaba a disiparse a su alrededor, hasta casi siendo ellos, los últimos en aquel lugar, ya no vendrían mas trenes, por ende, la estación pronto cerraría.
- Será mejor que nos dirijamos a la salida, no esperemos a que se haga mas tarde - inquirió, sosteniendo nuevamente el brazo de la vampiresa, comenzando a caminar, aunque se volteó observándoles de manera curiosa.
- ¿Nos acompañan? -le preguntó al grupo, los cuales se apresuraron en tomar sus maletas y seguirlas. Sus pensamientos cambiaron dramáticamente, ingeniando en sus inútiles mentes, maneras en que esa no fuera la última vez que verían a las damas, lastimosamente para ellos, cayeron en la trampa.

Leonor deshizo el gancho de la pelirroja, llevándose una mano a su frente simulando sorpresa, observando los ojos inmortales llenos de incertidumbre al no saber que le ocurría.
- Me he olvidado de algo mas atrás, sigan adelante, nos veremos en la salida, Fiona.- mintió, mientras se encaminaba de regreso, o al menos eso creían ellos, solo estaban siendo acorralados, la vampiresa se ubicó justo tras los hombres, solo siendo localizada por su compañera, a la cual le regalo una cómplice sonrisa, y sin abrir sus labios le dijo - Provecho mi estimada Fiona, es hora de la cena-.
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Mensaje por Fiona Di Centa Miér Oct 02, 2013 1:53 am

La respuesta silenciosa a su comentario sobre las vías del tren le pareció simplemente encantadora. Resultaba refrescante el poder tener ese doble nivel de conversación pero, al mismo tiempo, se convertía en una distracción que debía ser sometida y silenciada. El primer impulso de la pelirroja ante tal respuesta hubiese sido soltar una carcajada, pero ésta debió ser contenida, no sin esfuerzo, so pena de alertar a las tres presas que esperaban por añadir una anécdota más a un viaje que estaba, en realidad, a punto de finalizar. Los ojos verdes se desplazaron hacia el punto en donde había desaparecido la joven embaraza, junto con toda su miseria, mientras escuchaba a su compañera de correrías presentarse. Un recuerdo fugaz cruzó su mente, uno en el cual los deseos pueriles se mezclaban con la ideología propia de las féminas de la época. Soñaba, en ese entonces, con la felicidad que traería a su vida un retoño y ni en sus más oscuras fantasías podría haber dilucidado que terminaría convirtiéndose en un ser que no pudiese sentir respeto ni siquiera por eso que tanto había ansiado. La perversidad estaba escondida en todos los corazones, solo necesitaba de un ambiente propicio para emerger. Eso ella lo comprendía muy bien, y lejos de sentirse cohibida o amilanada, abrazaba con beneplácito su propia realidad.

La voz masculina que hasta ahora se había refreído a ellas le sacó de la ensoñación. Sus ojos retornaron a los extranjeros justo para observar como Damian exhibía una enorme sonrisa antes de proceder a desvelar el nombre del gordito y de ser interrumpido por el último de los humanos. – Bueno, al menos podrán alegrarse de que todo quede en familia – respondió nuevamente en silencio. Enarcó una de sus cejas y permitió que una sonrisa entre pícara y burlona se posara sobre sus labios al ver como el joven se acercaba a ellas para luego besar sus manos. Al parecer había perdido la inhibición propia de los hombres jóvenes y resultaba ser ahora, en cuestión de segundos, un Casanova en potencia, seguramente deseoso de seguir los pasos de su hermano. Fiona se limitó a observarle ávidamente hasta que terminó el osado acto protocolario, después del cual asintió con su cabeza dando a los extranjeros un gesto de agradecimiento por la deferencia y a Leonor la aceptación respecto a la decisión del inicio de lo que sería su “cena”.

Permitió con docilidad que la vampira le tomara nuevamente su brazo y dio inicio a la caminata. No era necesario esperar por una respuesta, todos los presentes sabían que los chicos irían tras ellas, tal como un borrego hambriento tras su madre. A pesar de esto un escalofrió de satisfacción la recorrió al escuchar como las maletas eran izadas y los pasos que apresurados les seguían. La sangre era el motor y la muerte siempre resultaba estimulante, sin embargo, para la pelirroja, el juego previo se había convertido en una especie de droga, una de la cual no podía, ni quería, prescindir. El engaño y la seducción formaban parte de ese juego. El saberse lo suficientemente superior como para poder atraer al humano que le apeteciera justo al lugar en donde deseaba tenerlo.

Entonces Leonor le soltó repentinamente. Ella le miró curiosa mientras hablaba ¿Qué era lo que planeaba? – Espero que puedan disculpar a mi amiga. Si no fuera porque tiene su cabeza adherida al cuerpo también la olvidaría – bromeó obsequiándoles una sonrisa de disculpas una vez la vampiresa desapareció para la vista de los mortales aunque para sus ojos fuese perfectamente claro como Leonor se apostaba a la retaguardia del grupo. Le guiño un ojo de manera imperceptible para los humanos antes de hablar nuevamente – Por cortesía propongo que le obedezcamos – esta vez ella se acercó al joven que tenía más cerca, que resulto ser Damian, y le tomó por el brazo libre antes de halarlo con suavidad reiniciando la caminata de su gancho. El joven la miró estupefacto por un segundo antes de exhibir nuevamente su encantadora sonrisa. La mayoría de las mujeres de la época eran tan mojigatas que muy pocas se atreverían a tomar la iniciativa de tocar a un hombre. Solo por eso ya empezaba a formarse una prejuiciosa concepción en la mente del joven. Bueno, ella no era una cortesana o una libertina en el estricto sentido de la palabra. Se divertía cómo y cuando quería, no importaba que se tratara de sangre, sexo o una simple charla. Tomaba lo que deseaba y desechaba lo que no le servía, así de sencillo.

– Y… ¿ya tienen pensado un lugar para su alojamiento? – les preguntó tranquilamente obligándoles a prestarle atención a ella en lugar de girar la vista hacia atrás. La última pareja presente en la estación caminaba muy por delante de ellos, dirigiéndose a la salida. – No en realidad, pensábamos indagar sobre un buen alberge para viajeros de paso no bien llegáramos a la ciudad – contestó el joven mirando de reojo a sus compañeros. Necesitaban de algunos pocos segundos para que la pareja desapareciera dejándoles completamente solos en la estación. Habrían guardas, por supuesto, pero muy seguramente esperarían al menos una hora antes de dar inicio a las rondas de vigilancia. No podía ser más perfecto. La pelirroja simuló un ligero tropiezo descargando su peso en el joven del cual se sostenía y haciéndole abandonar su maleta para poder sostenerla con las dos manos – ¿Se encuentra usted bien? – que galante era y que deliciosa sonaba su preocupación – Que torpe soy, creo que me he torcido un tobillo – manifestó frunciendo el ceño en una expresión de dolor que no sentía. La pequeña pausa fue suficiente para que quedaran solos. Mientras ella era sostenía por los fuertes brazos de Damian, Augusto se adelantó y recogió la maleta de su amigo.

– Gracias querida, lo mismo te deseo – contestó finalmente a la rezagada Leonor antes de rodear con una de sus manos la nuca de Damian y atraer su cuello con un movimiento violento y extremadamente rápido hasta sus labios abiertos.
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Mensaje por Leonor Daxmins Dom Oct 06, 2013 6:51 pm

Leonor sabía que aquello era solo cosa de tiempo, mas la oportunidad estaba dada y ellas simplemente tuvieron la suerte y la correcta ubicación esa noche. Definitivamente el haberse encontrado con alguien que compartiera su naturaleza, y su sed, en ese momento, fue una coincidencia claramente, aunque una bastante acertada y difícil de ignorar. Por su mente pasaban mil ideas de como terminaría la velada, y solo por esos pensamientos, en su rostro se marcaba una sonrisa obscura, la cual era dedicada a su compañera, quien al parecer, ya había escogido a su victima: Damian.

Acomodando los cabellos que caían por su rostro, la vampiresa comenzó a caminar tras ellos, hasta ser testigo de la fingida lesión de la pelirroja. Fue en ese momento que su cuerpo se puso alerta, y escucho en su mente, las educadas palabras de cortesía entregadas por Fiona, la cual dio la apertura a la cena, clavando rápidamente sus colmillos en la suave y delicada piel del humano, quien ahogo un quejido, intentando separarse, todo resultando ser en vano, estaba claro que no podría contra ella.

Mientras tanto en los rostro de los otros dos hombres, se dibujaba una mueca de horror al ver lo ocurrido, aunque ninguno era capaz de reaccionar, y se quedaron perplejos por unos segundos. Fue su hermano quien se armo de valor y corrió hasta ellos, con su puño en el aire directo a la mujer. Leonor por su parte se puso entre el y su objetivo, deteniéndolo en seco, sosteniéndolo con fuerza por el antebrazo.
- Es de mala educación irrumpir de esa manera tan estrepitosa, monsieur Roger. Su hermano y mi amiga están teniendo un encuentro bastante intimo. - mencionó con sarcasmo, aunque mantenía su expresión sumamente seria. Conforme mencionaba cada palabra, su agarre se volvía mas fuerte, hasta que sin mas, el hueso del brazo ajeno cedió, haciendo que de los labios del joven, se liberara un grito ensordecedor, el cual termino por despabilar al último de ellos, quien corrió en su ayuda. Mala idea, la mano libre de la vampiresa se ubico con habilidad en su pecho, empujándolo hasta las vías del tren, donde golpeo su cabeza contra estas, quedando inconsciente.

Lentamente su visión se concentro en Roger, quien ya no tenía las energías de forcejear, he intentaba mantenerse quieto, evitando el dolor que le producía la quebradura.
- ¿Por que... hacen esto? - pregunto con dificultad, subiendo la mirada hasta Leonor, quien la sostuvo por unos momentos, antes de dedicarle una sonrisa, llevando una palma al cuello de el.
- Digamos que no es nada personal, simplemente ustedes eligieron bastante mal su día de arribo a este lugar. - respondió casi en un susurro, tomando los cabellos del desafortunado, haciéndole inclinar la cabeza hacía un costado, dejando a la vista su latiente vena, la cual en cosa se segundos se encontraba siendo perforada por los colmillos de ella. Lo sostuvo con firmeza, era de esperarse que imitara los movimientos de su hermano, la supervivencia siempre sería lo principal para los humanos.

Sus esfuerzos fueron inútiles, y suavemente comenzaron a cesar, solo una de sus manos se posó sobre el hombro de la vampiresa, empujando con las pocas fuerzas que le quedaban en su debilitado cuerpo. El abrazo que la joven mantenía con el, se fue abriendo con suma sutileza, a la par que sus colmillos se retiraban de la piel de su cuello. Levanto la cabeza, y sostuvo la mirada del hombre, observando con atención como el brillo de sus ojos se desvanecía, hasta perderlo por completo.
- Bienvenido a París. -murmura en su oído, y deja caer el cuerpo inerte, el cual resbala por sus brazos hasta el suelo. Se puso de pie rápidamente, mientras relamía sus labios, disfrutando de los últimos toques de la dulce sangre extranjera.

Al incorporarse por completo, su vista viajo hasta su compañera, y dedicándole un suave gesto con su cabeza, le indico hasta donde se encontraba aún dormido, el último de los tres hombres, y simplemente aguardó que la pelirroja terminara también con aquel que continuaba entre sus fríos brazos.



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Mensaje por Fiona Di Centa Jue Oct 10, 2013 12:19 am


Ah! La potencia de la juventud, su resistencia por aceptar lo inevitable. Pudiese ser que el joven Damian no comprendiese en plenitud lo que le estaba ocurriendo en ese momento y, aún así, algún tipo de alerta remota había activado su instinto de supervivencia, de luchar con todo lo que tenía por preservar su derecho a existir. Tan alto y fuerte como era no representaba nada para la vampiresa. Ella le abrazó, uniendo los dos cuerpos como si de amantes se tratase, mientras sus labios permanecías unidos al descubierto cuello del joven extranjero. La sangre brotaba de las dos pequeñas heridas causadas por los afilados colmillos, y bajaba por su garganta como una fuente inagotable y espesa de líquido frenesí. Los brazos de él la  empujaban en un intentando fallido por apartarla. Los gemidos, que lamentablemente no pudieron ser emitidos en la calidez de un lecho como el mismo Damian había planeado, se volvían cada vez más débiles. La succión duró muy poco tiempo en realidad, pero para la pelirroja el éxtasis de alimentarse dilataba el tiempo hasta lo inconcebible.

Sus sentidos le dibujaron en la mente, como si de un segundo plano se tratase, lo que ocurría en derredor. Una maleta cayendo estrepitosamente al suelo y unos pasos que se acercaban con rapidez. El aire moviendo a su alrededor mientras el golpe era interceptado por la recién conocida compañera de aventuras. Bien podría haberlo dejado golpearla, sería el equivalente a un mosquito estrellándose contra una pared de granito, así de imperceptible, aunque en silencio Fiona le agradecía a Leonor el evitarse la molestia de tener que enfurecerse. Rió mentalmente al escuchar las palabras que la vampiresa profería al entregado hermano antes de partir su brazo. Un nuevo sorbo, un nuevo escalofrío. Apretó con más fuerza el cuerpo contra sí. Si no se moderaba terminaría partiéndolo en dos. Las piernas de Damian ya no le sostenían, sus pensamientos eran errantes y no tardaría en perder la conciencia.

– Valentía en un mar de pánico – pensó la pelirroja al notar como el tercero de los extranjeros reaccionaba finalmente. El vínculo entre hermanos obligaba, en la mayoría de los casos, a intentar interferir, por lo que no le extraño que Roger corriera en auxilio de Damian. Pero, de alguna manera había esperado que aquel regordete jovencito tratara de escapar de lo que sería una muerte segura. Ahora, en lugar de estar corriendo en busca de ayuda se encontraba inconsciente sobre las frías vías. Al menos tenía la suerte de que a esa hora ya no transitaran más trenes.

Con esfuerzo Fiona se obligó a apartarse del cuello de Damian antes de que este se desvaneciera. Lamió con lentitud la sangre que tenía en los labios antes de girar con su mano la cabeza del joven, obligándolo a mirar como Leonor se encargaba de su hermano. – Alégrate mon ami, pues tendrán ustedes la dicha de conocer exactamente el destino uno del otro. Sin dudas, sin incertidumbres. ¿Preferirías morir en un lecho siendo demasiado anciano como para poder asistirte incluso en las más intimas de las necesidades? ¿Quién podría desear algo así? – esperó hasta que Leonor terminó con su festín mientras un débil lloriqueo le indicaba que el joven en sus brazos aún conservaba la suficiente cordura como para comprender lo que acababa de ocurrir. Juntos observaron la señal de la vampiresa indicando el lugar donde su amigo permanecía inmóvil, pero no quedaban bríos en el cuerpo del chico como para oponer resistencia.

Giró de nuevo el lozano rostro y depositó un casto beso en los rellenos labios. Ya no había miedo en aquellas pupilas, solo una súplica silenciosa mezclada con el profundo dolor que le causa la suerte de su adorado Roger. La manó de la vampiresa recorrió el cabello del joven con delicadeza para luego permitir que se desplomara hasta el suelo. – Una vida de aventuras no podría pedir mejor o mas fantástico fin – la susurró mientras él, débil y prácticamente desangrado luchaba por ingresar algo de aire a sus pulmones. Después de un par de respiraciones forzadas sobrevino el silencio. La pelirroja cerró los ojos por un segundo, disfrutando del momento, para luego posarlos sobre Leonor. Una sonrisa de complicidad apareció en sus labios mientras se acercaba con una rapidez sobrenatural hasta la otra vampiresa. Soltó una risotada de emoción antes de tomarle las manos y besárselas – Que magnifico gusto tienes mi querida Leonor. Confío en que tu bocado haya sido tan satisfactorio como el mío, aunque siendo parientes me atrevo a presumir que fue como si bebiéramos de la misma fuente – bromeó para luego inspirar profundamente – No se tu pero yo me siento algo… traviesa – comentó antes de soltarle las manos y haciéndole un guiño - ¿tienes alguna idea en particular o solo nos dejamos llevar por la emoción? – le preguntó juguetona mientras caminaba hacia atrás, mirándola a ella pero acercándose lentamente hacia las vías del tren.
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Mensaje por Leonor Daxmins Sáb Oct 19, 2013 10:49 am

El misterio de la vida, totalmente indescifrable. Era realmente sorprendente como en simples minutos aquello puede desaparecer, esa capacidad de hacer subir la sangre al rostro, logrando enrojecer dulcemente las mejillas; el sentir ese alivio al momento de dar una gran bocanada de aire, para luego dejarlo escapar, disfrazado de un suave suspiro.
La muerte sin duda alguna es mas sencilla de comprender, y lo que aún se ve cubierto de sombras, termina por descubrirse con los años. Después de todo, el sigilo, el cuidado que conlleva el mantener el corazón funcionando a la perfección; se puede ver opacado en un abrir y cerrar de ojos, por nuestras malas decisiones o simplemente por una mala pasada del destino. Fue justamente eso lo que les ocurrió a los jóvenes esta noche, cuando un aventurado viaje los encaminó directamente a la muerte.

Leonor simplemente esperó con calma hasta que su compañera liberara al otro hombre. Era increíble como las pocas fuerzas que aún mantenía le sirvieran para intentar liberarse, mientras el frío abrazo ajeno, lo aguardaba en sus brazos, aunque tal y como hizo ella, permitió que se azotara contra el suelo.
Los ojos de la joven se mantuvieron en el hombre hasta el último respiro que propinó, y de alguna forma, se sintió en calma por el, había seguido los anteriores pasos de su hermano, quien yacía sin vida unos metros mas atrás de ellos.

Levanto velozmente su mirada, encontrándose frente a frente con la pelirroja, quien dibujaba una radiante sonrisa en sus finos labios, los cuales llegaron a posarse sobre sus manos, a lo que en respuesta, devolvió una suave reverencia.
- Agradezco tu cumplido, Fiona - contesto con su voz tranquila y serena, manteniendo sus ojos centrados solamente en ella.
- Dulce, muy dulce... Creo que si, acabamos de compartir un exquisito bocado sin duda.- alzo una ceja mientras escuchaba sus siguientes palabras, sutilmente decoradas con una pizca de maldad.
- ¿Traviesa? - preguntó, volviendo nuevamente su semblante curioso. Aunque terminó por comprender al ver como su compañera se dirigía lentamente hasta las vías del tren.

Por supuesto que aún quedaba algo pendiente, no existía la posibilidad de dejar testigos, aquello sería realmente inapropiado, si habían comenzado algo, debían terminarlo con la misma elegancia.Por lo que sus pasos siguieron a la mujer, dejando que su vista jugueteara con la ajena, hasta encontrarse ambas de pie al borde, frente a su nuevo objetivo.
- No puedo creer que esté durmiendo como un angelito en un lugar tan peligroso como ese - murmuró en voz baja, mientras ladeaba su cabeza observándole con cierta burla.
- Vamos querida, no podemos dejarle ahí... ¿o si? - preguntó, mientras daba un paso al aire, hacia adelante, dejando que sus pies aterrizaran sobre las vías. Examinaba al humano, bajo su cabeza se encontraba una pequeña mancha carmesí, aunque no era nada excesivamente grave, puesto que su corazón aún se escuchaba resonando con fuerza en su pecho.

La vampiresa volvió hasta Fiona, estirando su mano, en un gesto cortés invitándola a bajar a su lado. Luego de esto se inclino hasta el cuello del hombre, y con una de sus uñas, realizó un pequeño corte en el, atrapando unas cuantas gotas con su indice, el cual en cosa de segundos se encontró posado sobre los labios de la pelirroja, depositando el vital liquido sobre el inferior.
- Dime que te parece, tu degustación podría darnos el destino de este pobre extranjero. - comentó mientras esperaba la respuesta de la mujer, deseaba ver que le parecía, manteniendo sus ojos posados de manera profunda en los de ella, haciéndolos viajar en ocasiones a su labios. Estaba dejando que ella decidiera, aunque siempre podían darle un final un tanto mas divertido, pero eso lo dejaba ahora en las manos de la experiencia.
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Mensaje por Fiona Di Centa Lun Nov 04, 2013 1:45 am

Satisfecha la pelirroja se acercó a las vías del tren en compañía de la otra vampiresa. Podía sentir como la tibieza de la sangre recién ingerida se dispersaba poco a poco, dejándola como la concha vacía y fría que era desde hacía algunos años, como cualquier objeto inerte capaz de captar el calor de la vida pero inhabilitado para reproducirlo o, si quiera, mantenerlo. Mientras caminaba repaso sus labios con la lengua percibiendo apenas el sabor del joven recién asesinado. No tenia remordimiento alguno, su conciencia no se había manifestado en la noche y confiaba en contar con la entretención suficiente como para mantenerla al margen. Igual no es que le pusiese atención en demasía pero, de vez en cuando, resultaba ser una completa molestia. Era una cazadora, un ser que requería de la fuerza vital de otros para poder subsistir y, por tanto, no podía darse el lujo de someterse a la moralidad humana. Había otras razones para su comportamiento, para la locura sangrienta en que había convertido su existencia. Como todos ella también tenía un pasado que definía su carácter, para bien o para mal.

– De ninguna manera auspiciaría tal desperdicio – contestó sonriendo mientras la otra se lanzaba a las vías. Le agradaba el humor de Leonor, tan semejante al suyo y al mismo tiempo matizado con un ligero toque de suavidad que ella, suponía, no poseía. – Solo en medio de la inconsciencia podría asemejarse el hombre con un ser angelical – posó la mano sobre la que le era ofrecida y descendió de manera elegante y delicada. El cuerpo yacía ahora a sus pies, en medio del frio y la suciedad propia del escenario. No escaparon de la vista de la pelirroja algunos de los restos esparcidos de la llorosa joven que había arrojado al inicio de la noche pero su atención era reclamada ahora por el latido del fuerte y joven corazón. Observó impasible como la vampiresa le abría una herida superficial y luego, con la velocidad propia de su raza, depositaba el unas cuantas gotas sobre sus labios. Antes de cerrar los ojos y saborear el metálico sabor que era ofrecido, se permitió lamer suavemente la fría y dura piel – Tan bueno como podría esperarse, supongo que no nos defraudara aunque esa no sea precisamente su elección – contestó en tono burlón devolviéndole la mirada firme a Leonor.

Una sonrisa y un guiño para su compañera antes de inclinarse ella misma sobre el pobre infeliz. Podían acabarle allí mismo, sin que él se enterara si quiera pero eso no resultaba para nada atractivo, no esa noche. Despierta mon ami, hay dos damas ansiosas de poder observar tus ojos iluminados por la luz de la luna – canturreó mientras palmeaba suavemente las rollizas mejillas. Poco a poco el joven empezó a volver en sí. Sus ojos desenfocados se abrieron apenas lo suficiente como para poder dar a entender a la pelirroja que aún no terminaba de ubicarse sobre donde estaba o que había ocurrido. Le lanzó una mirada rápida a Leonor, invitándola a unirse a ella, para luego apoyar la mano sobre el pecho del joven – Vamos, abre los ojos para mi… míranos – finalmente un atisbo de reconocimiento seguido por un brillo de pánico. La mano libre de Fiona le cubrió con rapidez la boca evitando que el grito que empezaba a formarse en la masculina garganta fuese emitido.

El recuerdo del ataque a sus amigos rondaba la mente de Augusto mientras en medio del terror intentaba pensar en una posible salida. Y aunque escapar de la muerte esa era ahora su prerrogativa, un pensamiento errante le traiciono. Fiona percibió como el joven no podía evitar observarlas como las bellezas que eran: tan atractivas como mortíferas. Una sonrisa maliciosa se posó sobre los labios de la pelirroja – Si prometes comportarte yo te prometo que lo disfrutaras – mientras susurraba aquellas palabras su mano fue recorriendo el pecho y abdomen del joven para posarse, finalmente, en su entrepierna que inmediatamente respondió endureciéndose traicionando el instinto de supervivencia y cediendo terreno a otro mucho menos fundamental. – Jum, mira Leonor, parece que al joven Augusto no le disgusta mi propuesta – bromeó masajeando el bulto y escuchando los cortos y bajitos gemidos, mezcla de miedo y deseo.

Soltó una risotada antes de liberar la boca del joven. Resultaba un poco absurdo la forma como aquel órgano parecía controlar las acciones de los hombres. Tal vez fuese que aún se encontrara un poco confundido por el golpe sufrido, tal vez solo se tratase de una sobrecarga de deseos frustrados en un adolescente carente de un físico mínimamente atractivo para las jóvenes de su edad. Con un movimiento rápido la pelirroja rasgo parte de los pantalones de Augusto, revelando la piel que bajo ellos se escondía. Luego repasó con su lengua la parte interna de uno de los muslos ¿había tenido a alguna mujer, u hombre, tan cerca de su zona más sensible? En realidad lo dudaba. Con suavidad presionó sus colmillos contra la tierna piel ocasionando que la sangre brotara mientras el cuerpo se convulsionaba ligeramente bajo ella. A veces la diferencia entre el dolor y el placer era tan sutil que resultaba casi imposible diferenciarlos.
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Mensaje por Leonor Daxmins Miér Nov 20, 2013 9:35 pm

La noche como siempre una aliada silenciosa y comprometida con aquellos que vivían bajo su manto protector, que vela incansablemente por ellos. Murmullos, susurros y gritos, son los que transforma hasta volverlos solo una brisa imperceptible, al menos para los humanos, ingenuos he incrédulos. Así sería ahora y para siempre, el impacto de su raza sobre la tierra era incluso mas, del que podían imaginar. Casualmente esta noche solo es para eso, dejar volar la imaginación, una bastante macabra cabe decir, pero no hay nada que se pueda hacer en contra de eso, las identidades jalan a los portadores hacía su naturaleza, y nadie podría llegar a negarse.

Los ojos de Leonor observaron con atención a su compañera mientras esta, degustaba con precisión la sangre del hombre, que aún yacía inconsciente.
- Ya veremos que elección tomará, quizás nos sorprenda y no se incline por el camino fácil- le dijo a la pelirroja, sosteniendo con seguridad su mirada. Estaba claro que aún no terminaban en el lugar, y menos si quedaba en el, un corazón que aunque débil, aún latía, esperando quizá que un milagro lo hiciera desaparecer de ahí... solo falsas esperanzas.

Una pequeña risa escapó de los labios de la vampiresa, luego de ver el gesto que le fue dedicado, y a continuación como Fiona se encargaba de despertar al hombre que se mantenía inerte sobre las vías. La joven llevó su cuerpo hasta posarse atrás de el, y desde ahí podía observar con lujo de detalle, todos los movimientos ajenos, tanto del humano como de la innata cazadora que finalmente consiguió despertarlo.
- Buen trabajo, monsieur Augusto, vuelve a ver la luz.- comentó, con un toque sarcástico en su voz, mientras los temerosos ojos del hombre intentaban centrarse en ellas, siendo testigos de cuando la mano de la inmortal terminó por silenciarlo, regalándole unas firmes, pero encantadoras palabras.

Leonor levantó la mirada hacía la pelirroja cuando le escuchó nombrar, observando con algo de sorpresa como su acompañante era capaz de hacer que los instintos mas bajos  su victima se despertaran. Estaba consiente que eso era algo muy típico en los humanos, el sexo y todas las fantasías que la mayoría tiene, pero ¿Es posible que incluso al encontrarse tan cerca de la muerte, eso aún esté tan presente? De seguro, aquel hombre no estaba totalmente enfocado en lo que vendría luego.
- Así parece Fiona, es mas, me atrevería a decir que realmente está disfrutando de tu... atenciones - le diría mientras una de sus manos se enredaba en los cabellos de el, haciendo que su cabeza se inclinara hacía atrás, tomando así su cuerpo un completo estado de sumisión.

Todo en la otra inmortal era sensualidad pura, sabía perfectamente lo que hacía y estaba consiente de los efectos que tenía, aprovechándolos al máximo, y todo esto bajo la atenta mirada de la neófita, quien con su mano libre, rozaba la vena palpitante del cuello de Augusto. Sintió como su pulso se disparaba cuando Fiona se concentro directamente en la piel de su muslo, escuchó también con absoluta claridad el jadeo, mezcla de placer masoquista y dolor, al recibir la mordida. Inevitablemente el humano reaccionó, ya no podía contenerse ante aquello, practicamente entregándose a los brazos de la muerte, que en este caso valía por dos.
Las manos de Leonor descendieron del cuello, hasta su pecho, abriendo de un solo tirón la camisa, mientras sus uñas eran clavadas en la piel ajena haciéndolo sangrar. El liquido carmesí se deslizaba con rapidez, viéndose acompañado por un pequeño grito de dolor. Los ojos de la vampiresa destellaron, y sin esperar mas, clavo con agilidad sus colmillos en el cuello del hombre, bebiendo con fuerza. Estaba disfrutando de su naturaleza, ¿Que mas podía esperarse? Le gustara o no, la sangre siempre la llamaría.

En medio de todo el éxtasis del momento, su brazo derecho se estiró hasta Fiona, logrando que sus dedos llegaran a rozar el cabello rojizo de ella, y sin dejar de beber buscó la mirada ajena, permitiendo que sus dedos enroscaran con suavidad algunos mechones de su cabellera. Sentía esa cercanía con ella, y aún mas intensa al encontrarse bebiendo al mismo tiempo, y del mismo cuerpo.
Solo un pensamiento, mas inclinado a una duda, logró compartir mentalmente con ella.
- Espero lo estés disfrutando tanto como yo...-
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Mensaje por Fiona Di Centa Dom Dic 08, 2013 8:32 pm

No existía una sola criatura sobre la faz de la tierra que no tuviese algún grado de seducción. Fuese por su cuerpo, sus palabras, sus ojos, su esencia o sencillamente sus ademanes, todos constituían, en un nivel u otro, atracción. Todos llevaban dentro de sí su propia carga de sensualidad. Incluso aquel chico temeroso y regordete tenía su atractivo. Su ingenuidad y pureza, su deseo contenido, su sangre caliente, su temor por encontrarse a las puertas de la muerte. Tantas posibilidades se abrían que resultaba difícil escoger el camino a seguir. Todo era un juego, un gran teatro en el cual a la pelirroja le gustaba tirar de los hilos de las marionetas a su antojo, divertirse con ellas hasta que la atracción terminara y fuera momento de encontrar una nueva fuente de diversión. Esa noche, sin embargo, no era como las demás, hoy tenía público y eso solo conseguía hinchar su propio deseo y egocentrismo.

La mirada de Leonor sobre sí mientras engatusaba al joven la excitó, y el miedo y deseo de éste alimentaba un fuego interno que conocía muy bien. Un jadeo fuerte emergió de los masculinos labios cuando la otra vampiresa le tomó por el cabello, haciendo que adquiriera una posición aun más vulnerable. La sangre brotaba dentro de la boca de Fiona como un exquisito manantial. No era la mejor que hubiese degustado, pero tampoco podía quejarse ante la puesta en escena que aquella alma le estaba procurando. – ¿Es eso cierto Augusto? ¿Disfrutas de mis atenciones? – susurró apenas separando los labios de la recién abierta herida. El miembro palpitante sobre el que reposaba una de sus manos le ofreció la respuesta que solicitaba. Lamentablemente la pelirroja dudaba que el joven viviera lo suficiente como para poder complacerlo en su totalidad. El varonil miembro permanecería retenido bajo los ropajes hasta que su poseedor se abandonara en los brazos de la muerte.

Sonriendo con sorna retornó a la herida solo para percibir, segundos después, como Leonor le abría la camisa y clavaba sus uñas en la tierna carne del pecho. El grito de dolor, seguido por el inequívoco sonido de la piel humana rasgándose bajo la fuerza infranqueable de unos colmillos, ocasionó que la propia Fiona jadeara satisfecha. Sus instintos animales le instaban a defender su presa, su deseo por la novedad y la satisfacción que le provocaba el que su compañera se uniera a su juego le animaba a alargarlo lo más que pudiese. Con gran esfuerzo redujo la intensidad de la succión. La herida que le había abierto en el muslo no era muy profunda, sin embrago, la sangre perdida por las heridas en el pecho, combinada con la alimentación de las dos, le matarían rápidamente. Ya podía sentir como el brío del corazón disminuía. Se apartó una vez más de la herida, finalizando tan íntimo encuentro con largo e incitante lengüetazo.

Soltó una risita por lo bajo al escuchar el comentario mientras permitía que la otra jugase con su cabellera – Todos lo estamos disfrutando querida, lamentablemente a nuestro amigo no le queda ya mucho más que dar – sentenció burlona enderezándose y aprovechando la pausa para observar en derredor, asegurándose de no toparse con ninguna mirada indiscreta antes de retornar su atención a la pareja. Se encontró con una respiración rápida, un pálido rostro y una mirada aterrada. Los pensamientos de Augusto giraban en torno a su familia, sus amigos recién fallecidos, su estado actual y todo lo que aún deseaba ver y hacer. Era conocedor de su destino aunque permanecía reacio a creer lo que su lógica le indicaba como inevitable. Si le abandonaran en ese momento, con algo de ayuda, tal vez sobreviviera. Atrapó la mano de Leonor, alejándola de su cabellera y acercándola hasta sus propios labios donde depositó un casto beso antes de raspar la pétrea piel con sus propios colmillos, cuidándose de no perforarla.

– Es mi turno de observar – canturreó antes de incorporarse y sacudir con delicadeza el polvo que se había adherido al terciopelo de su faldón. Luego caminó hasta posarse detrás de Leonor. Deseaba tomarla pero no quería asustarla. No era alguien que pudiese ufanar de poseer camaradas y, aunque no lo pareciese, en verdad valoraba las pocas ocasiones en las que le era permitido un acercamiento “amistoso”. Gracias a su don, el mismo que la pelirroja poseía, la otra ya estaría enterada de todo aquello, de sus intenciones y deseos, de las razones para contenerse… no le importaba, aquello resultaba de lo mas conveniente, al menos le evitaba tener que dar explicaciones en voz alta. A lo lejos se escuchaban pasos, seguramente había empezado la ronda del vigilante nocturno, sin embargo aún contaban con tiempo más que suficiente para finiquitar su asunto – Emocióname, querida… muéstrame el pequeño monstruo que puedes llegar a ser… -
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Mensaje por Leonor Daxmins Miér Dic 11, 2013 11:34 am

Parecía como el tiempo escapaba de sus delicadas y suaves manos conforme avanzaba la noche, mientras esta se volvía cada vez mas siniestra, acompañando a ambas criaturas nocturnas, llenas de una devoción incomprensible por aquel liquido carmesí, el cual precisamente era derramado sin control alguno, disfrutando de cualquier forma en que sus instintos les llamasen. El problema estaba sobre la mesa, las decisiones de los desafortunados jóvenes que habían escogido aquel lugar para descender del que ahora podría llamarse "El ferrocarril de la muerte". paría los acogió por un par de horas, pero fueron las portadoras de la muerte las que decidieron su próximo destino, el cual no tenía manera de ser burlado.

La vampiresa mas inexperta asintió a las palabras ajenas, pero con cierta nostalgia al notar que eran ciertas, la vida pronto abandonaría al joven, quien aún sin tener motivos se aferraba a la vida, con una fuerza que nacían desde los mismos pensamientos que estaba segura estaban apareciendo en la mente de su compañera.
Estaba mas que claro que el no deseaba morir, y aunque en su alma, el pesar de haber perdido a sus amigos le golpeaba con potencia, no se resignaba a la idea de perseguir el mismo destino para el mismo. Y seguramente, de haber contado con algo de ayuda, podría haber dado una pelea digna, o solo conservar su frágil vida, unas horas mas. Lamentablemente, aquello ya no era una opción para el extranjero.

Sintió el delicado agarre de la mano de Fiona, acompañado por un sutil beso en la misma, a lo cual respondió con una sonrisa sutil, aunque era perceptible en ella el toque siniestro de las ideas que tenía.
- Ponte cómoda, querida. Vamos a disfrutar de los minutos que nos quedan por delante. - le diría, mientras se posicionaba frente al humano y su cuerpo se ubicaba sobre las magulladas piernas, instintivamente el hombre clavó con temor sus ojos en ella.
La presencia de Leonor no llegaba a ser tan intimidante como la de Fiona, y ciertamente podía ser vista como un tanto mas dulce, por que su rostro demostraba eso, escondiendo casi a la perfección su obscura naturaleza.
Su fría mano derecha, la cual irónicamente se encontraba manchada por la propia sangre del joven, se alzó hasta posarla sobre la cálida mejilla, mientras sostenía la mirada de el.
- Por favor...- comenzaría diciendo el hombre con voz temblorosa, siendo silenciado suavemente por los dedos de la vampiresa.
- Shh... ya pronto terminará...- lentamente, se acercaría hasta poner sus labios a la altura del oído ajeno.
-... Te lo prometo. - le susurraría, mientras su cabeza se deslizaba cuello abajo, rozando tanto sus labios como su nariz, recorría la piel de el, buscaba embriagarse con el aroma de su sangre, despertando nuevamente en ella el deseo por la misma.

La mano libre de la inmortal se ubicó bajo el mentón de Augusto, haciéndole levantar sin mucho esfuerzo su cabeza, esperaba que encontrara la mirada de Fiona tras de si, quería que ella fuera testigo de cuando la luz escapara finalmente de los aterrados ojos de el.
- Un placer conocerle, Monsieur. -murmuraría, justo en el momento que sus colmillos se clavaran con habilidad en la base de su cuello.
Como era de esperarse el joven soltaría un grito bastante elevado, por lo que la mano libre de la vampiresa se ocuparía de silenciarlo antes de que fuera liberado, evitando alertar al vigilante.

Fuera de todo lo demás Leonor disfrutaba del vital liquido, saboreaba en el la diferencia por la procedencia de su sangre, los pequeños detalles, todo, podría ser captado.
Fue en el momento que sus ojos destellaron a causa de su alimentación, que profirió unas palabras a pelirroja.
- Esta bien... no te preocupes.- le diría mentalmente, refiriéndose de esa manera a los pensamientos que había escuchado en su mente un poco antes, lo cual podría ser tomado como una autorización a los deseos que sentía la vampiresa.
No iba a negarle algo como eso, pero sería ella la que finalmente decidiría si se dejaba dominar o no, por sus instintos. Por su parte Leonor, por primera vez se había dejado llevar por completo, sintiéndose sumamente extraña, pero llena de fuerza, y de una "vitalidad" que creía perdida.
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Mensaje por Fiona Di Centa Vie Dic 20, 2013 11:45 pm


La pelirroja se cruzó de brazos mientras observaba orgullosa como Leonor tomaba el control. Gracias  a su porte se le veía más como una niña traviesa en mitad de una pilatuna que como la criatura feroz y sanguinaria que por naturaleza debería ser. A pesar de esto, las cosas habían ido demasiado lejos para ese momento como para que tan dulce rostro engañara a un Augusto agonizante. El terror asomaba por los ojos y los labios temblorosos parecían entonar una silenciosa plegaria que se vio interrumpida por el toque cariñoso de su verdugo. Resultaría esta una muerte digna de recordar. Las palabras de la joven vampiresa, el intento de suplica del humano, el rito sensual y fascinante de la cazadora que se embriaga con el aroma de su presa. Fiona mordisqueaba su propio labio esperando con ansiedad a que la función terminara. Su sed latía con fuerza en la garganta, sus venas ardían pidiendo a gritos el elixir que apenas había podido saborear, pero se mantuvo firme, acudiendo al poco autocontrol que poseía hasta que los colmillos rasgaron el cálido cuello.

Los ojos del joven le observaron desenfocados, transmitiéndole el dolor que sentía y el desaliento que ahora le inundaba. Podría haberse quedado simplemente allí observando como ocurría lo inevitable pero un sutil cambio le insto a ponerse de nuevo en movimiento.  El silencioso mensaje era claro. No había lugar a dudas y si la otra le mirase en ese momento muy seguramente vería una expresión de genuina sorpresa. En realidad no había albergado la esperanza de obtener lo que deseaba sin que mediase algún tipo de lucha. Deseo gritar de emoción pero se contuvo nuevamente, sería una torpeza imperdonable que su euforia llamase la atención del vigilante cuando las dos se habían esforzado tanto hasta ese momento por ocultar los sonidos agónicos del joven.

Lenta y elegantemente se arrodilló junto a la cabeza de Augusto. Luego tomó la mano de la vampiresa y la retiró de la boca del humano. Éste se encontraba delirante y balbuceante, no habría un nuevo grito así como tampoco una oportunidad para que continuase con su limitada existencia. Su corazón palpitaba irregularmente y el sudor que cubría su piel pálida y fría anunciaba su aproximación a las puertas del cielo… o del infierno según fuese el caso. Fiona sostuvo frente a sí la pétrea mano de Leonor. Luego, con delicadeza, la acercó hasta sus labios entreabiertos. Sus ojos brillaban deseosos cuando los colmillos finalmente atravesaron la piel y la sangre broto a borbotones de la herida. Cerró los ojos con fuerza ante el impacto del primer trago. No existía un punto de comparación entre la sangre mortal y la inmortal, era como intentar encontrar algún tipo de similitud entre un grajo y un pavo real.

Se abandonó a las sensaciones que le inundaban pero siendo en extremo cuidadosa con cerrar su mente a cualquier imagen o pensamiento. La esencia de la otra vampiresa, tan joven y tierna. ¿Había sido ella igual en sus primero años? ¿La habría percibido así su amado? Posiblemente no. Ingenua y ansiosa, temerosa incluso, pero no tierna. Ni siquiera en sus años mortales había exteriorizado ternura genuina. Con un gran esfuerzo apartó los labios. Solo se había permitido unos pocos sorbos pero eran suficientes por ahora si es que no pretendía perder el control y lanzarse encima de Leonor como un animal salvaje. Relamiéndose los labios se permitió caer sentada en el sucio suelo. En ese momento dejo de importarle la etiqueta y la regla cardinal de nunca encontrarse desarreglada. Una fuerte risotada escapo de los labios. – Tal vez suene un poco extraño pero, querida mía, estas deliciosa – comentó antes de reír con fuerza una vez más, olvidando, o ignorando, el silencio que se supone debían mantener.

– Supongo que ya lo has probado tú también… el éxtasis de beber de otro inmortal. El poder de nuestra sangre inundándote… corriendo por tus venas… haciendo temblar tus huesos – finalmente abrió los ojos antes de clavarlos en Leonor con intensidad – sencillamente sublime – sentenció antes de levantarse con rapidez y abrazar con fuerza a la otra vampiresa, apartándola de su presa humana y conteniéndola entre sus brazos. Sus ojos verdes brillaban con intensidad y ferocidad inhumanas. Deseaba abalanzarse sobre el cuello de la joven inmortal, abrirlo de tajo y robar su más preciado dote. Sin embargo, en su lugar, expuso su propio cuello, entregándose ella misma en un gesto de estúpida confianza que sabía bien podría pagar muy caro.

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Mensaje por Leonor Daxmins Dom Ene 19, 2014 11:34 am

Habían riesgos que se volvían en algo necesario, debía ser explotados o simplemente se perdería una oportunidad, que difícilmente volvería a repetirse. Pero existían otros que sencillamente se corrían por el placer de sentir mas haya de los limites naturales, el dar y compartir un tesoro, una "vida" o como se le llamase. Podía ocurrir en cualquier momento, la duda a equivocarse estaría siempre presente, y solo sería despejada cuando las acciones demostraran cuanta razón se tiene al dejar que los deseos mas bajos, o mas imperiosos terminen por dominar la carcasa que mantiene a aquellos caminantes nocturnos.

¿Cuantos pensamientos se podía divagar cuando la mente de la joven se hallaba sucumbida frente a la alimentación? ...Muchos ciertamente, mas cuando sentía aquellos ojos ajenos curiosos, clavados en su accionar. Por algunos minutos solo existió silencio, el cual terminó siendo trizado por los pasos que daba la otra, mientras se acercaba, poniéndose muy cerca del cuerpo de Leonor, la cual fue débilmente consiente cuando su mano se vio entre las níveas de Fiona, y mas tarde cuando los colmillos de ella desgarraron la piel de su muñeca. Fue en ese momento que la boca de la joven abandonó el cuello del ahora difunto Augusto.
Percibía el brotar de su propia sangre con cada succión que era provocada, siendo incapaz de no levantar su mirada, hasta encontrarse con el siniestro rostro que tenía junto a ella.

Analizó con detalle todo aquello, a ratos mordiendo sus labios, buscando con eso que de alguna manera, los quejidos que le podría ser provocados se ahogaran.
Fue paciente y aguardó a que su compañera la liberara, en ningún momento se apresuró a nada, puesto que hasta ese momento terminó disfrutándolo de manera casi retorcida, para luego escuchar la risa ajena, mezclada con algunas palabras que no le fueron del todo desconocidas.
- Agradezco tu alago, y lo tomo como tal, querida.- agregaría con una sonrisa, dejando entrever en esta sus colmillos aún sobresalientes, y sus labios manchados en carmesí.
- Tal como me has dicho, si, he tenido el placer de experimentar de esa sensación, y la prefiero por sobre los humanos claramente... provoca algo tan difícil de explicar.- le diría, intentando en vano el poder que provocaba el alimentarse de su propia especie, y que solo por esa ella, y el compartir su naturaleza, sería capaz de comprenderla.

Fue una sorpresa el como se vio casi apresada en los brazos ajenos, aquel abrazo un tanto posesivo pero que fue correspondido al instante por la joven, quien observó con sorpresa como la pelirroja exponía peligrosamente su cuello ante ella ¿En serio deseaba compartir su sangre con ella?... un intercambio. Fue con este simple pensamiento que los labios de Leonor llegaron hasta el punto preciso de su cuello, inhalando desde ahí, ese aroma tan característico y tan único.
Sus manos aferraron a la vampiresa desde su espalda baja, aferrándola de igual forma a su cuerpo, sus labios se presionaron contra la fría piel, simulando un beso, uno muy similar al de Judas, antes de que su boca se abriera exponiendo sus colmillos que en un rápido movimiento se encontraron clavados y bebiendo de la que había sido su cómplice esa noche.

Era cierto, jamás podría existir un ápice de comparación entre ella, y el humanos que yacía a sus pies. El sabor de su elixir la embriagó, pero debía mostrar su control, y por mucho trabajo que aquello conllevaba, se removió con delicadeza de su cuello, sin antes proporcionarle una ligera lamida a una última gota que se deslizaba a su hombro.
- Inigualable...- susurraría, antes de levantar sus ojos y sostener la mirada verdosa de ella.
- Debemos salir de aquí, Fiona.- le recordaría, mientras lentamente también la liberaba de su abrazo, y la sostenía por su brazo con suavidad, esperando que de su boca saliera alguna señal, aquella que le daría termino a una noche llena de emociones.


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