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La vida es una farsa. Por eso los actores sabemos vivirla. [Eric L. Mowd] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



NIGEL QUARTERMANE

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Mensaje por Eric L. Mowd Mar Sep 03, 2013 7:40 am




DATOS BÁSICOS
-Nombre del Personaje: Eric Logan Mowd
-Edad:22 años
-Especie: Humano
-Tipo, Clase Social o Cargo: Clase alta
-Orientación Sexual: Heterosexual
-Lugar de Origen:Londres

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA
Difícil es, quizá, la palabra más adecuada para definir a Eric Mowd pues-como cualquiera de sus pasadas amantes  o compañeros sobre las tablas podrían afirmar-difícil es el conocerle e imposible entender sus razones para comportarse como lo hace como sus repentinos e imprevisibles cambios de humor. Arrogante, cínico, pretendidamente hedonista y sin duda temperamental; son muchos quienes afirman que su falta de implicación emocional con quienes le rodean le haría digno merecedor del título inhumano. Y aunque por su rigor y exigencia a nivel profesional-tanto para consigo mismo como para con los demás-puedan llegar a dar esa impresión, no lo es. Puede ser cierto, quizás, que de despertarlo tenga un pésimo carácter, e incluso que su limitada paciencia lleve en más de una ocasión a estallidos de ira completamente carentes de tacto o sensibilidad; pero lo es también que le sobra intelecto para saber cuándo debe aplacar su ánimo por difícil que resulte.

Afirma que el teatro es su amante y las mujeres su pasatiempo y, por tanto, prefiere reservar sus desvelos, dedicación y compromiso a su profesión, regalando a aventuras y devaneos solo el tiempo restante.

Es, como corresponde a su profesión increíblemente polifacético, pudiendo mostrar tanto una cara amable, gentil, risueña y repleta de natural encanto y elegancia; como una cara amarga, que oculta tras un negro humor el resentimiento para con el mundo y la humanidad que tanto le decepcionaron en sus-tan bien acalladas y escondidas-épocas pasadas, de las que, por cierto, se sabe tan poco como de lo que esconden las paredes de su pequeña mansión. Un lugar que ha mantenido, como su propia privacidad, bien salvaguardado del escrutinio público. Pero ¿por qué tanto recelo? Nadie lo sabe, y de preguntarle, probablemente no obtengas más respuesta que un comentario ingenioso destinado a distraer tu atención sobre ese punto muerto en la conversación. Porque el secretismo-como el éxito y la fortuna merecida-nunca se consigue por casualidad.

HISTORIA

-¡Logan! Cuánto tiempo sin vernos...-dijo un hombre bastante joven, sentándose en una pesada butaca tapizada en terciopelo dentro del despacho de el ahora llamado Eric Mowd, a quien se dirigía, mirándole con sus ojos vidriosos y dispersos por los efectos del alcohol. Como siempre, estaba en apuros.
-Desde la última que viniste a pedirme dinero, si mal no recuerdo-aunque pudiera parecer un reproche, el tono cómplice de su voz restaba severidad al comentario-el mismo motivo que te ha impulsado a pisar de nuevo mi casa; de nuevo sin haber sido invitado-enfatizó esto último en reprobación, pero tanto él como su amigo sabían que era precisamente esa relación, que tan pocos tenían con el actor,lo que le salvaba de haber sido expulsado del edificio-¿me equivoco?
-Ojalá, pero ya sabes como soy, Logan,mi voluntad...
-Sí, es tan endeble como vulnerable es una rosa a las heladas-le cortó, consciente del rumbo que tomaban sus palabras-ya te he dicho que ese nombre no tiene ya nada que ver conmigo.
-Lo siento, lo siento.A veces olvido lo de tu gran "nombre artístico"-alargó la mano para alcanzar la botella de coñac y servirse una copa.
-Pues no vuelvas a olvidarlo, no estoy interesado en que nadie empiece a indagar sobre mi pasado-le retiró la botella, ignorando el reproche en su expresión-sabes que no me importaría dártela entera, pero ya has bebido más que suficiente, y salta a la vista.
-Cada uno con sus manías: a tí te gusta la privacidad y a mí beber-su estado de ebriedad confería a la protesta un tinte entre infantil y patético- al menos la mía me ayuda a hacer amigos.
-¿Amigos que te dejan sin un centavo en partidas de cartas?-alzó una ceja burlón.
-Para buenos amigos ya te tengo a ti. Como cuando éramos críos ¿te acuerdas?
-No. Ese pasado pasado no existe para mí-su voz sonó seca y tajante, dado que frente a su amigo era inútil eludir el tema con más elegancia.

Y pese a la afirmación, Eric no había olvidado-ni según se temía, iba a olvidar-el negro y miserable transcurrir de su infancia en aquella destartalada casucha.
-Si así fuese no pondrías tanto empeño en ocultarlo-aún borracho como lo estaba, Andrew seguía siendo poseedor de la locuacidad e ingenio comunes, y eso logró hacer sonreír a su amigo-estoy seguro de que lo recuerdas. Al menos, yo lo hago como si fuera ayer.

-No creo que tú debas usar esa expresión, Andrew-se burló él- con lo que bebes apuesto a que no puedes recordar ni dónde despertaste ayer.

-Muy agudo-el pique, que habría costado a otro un buen batacazo, le sonsacó una risa-pero no vas a conseguir distraerme con él como haces con los demás. Quieras o no vamos a recordar viejos tiempos.
-Andrew...
-Todavía me acuerdo de la primera vez que nos cruzamos...¡quién te ha visto y quién te ve!Nadie podría esperar que aquel niño flacucho y lleno de mugre podría llegar a ser un hombre rico.
-Mi trabajo me costó.
-Ni que decirlo tienes, aunque entonces tampoco parecías muy dispuesto al trabajo-se rió-pasabas más tiempo escapándote del campo que trabajando en él.
-No todos tenemos las suerte de nacer hijos de terrateniente avaro-la envidia que en otros tiempo se intuía en su voz al hacer ese comentario brillaba por su ausencia-una herencia que, por cierto, malgastarás si no consigues hacerte un hombre de provecho antes de que esa rata egoísta pase a mejor vida.
-No seas aguafiestas hablando de eso ahora. Hasta aquellas épocas son mejores que las que me esperan.
-Solo para ti, porque te recuerdo que...-la voz pareció perdérsele tanto como la mirada.
-Ya, el salvaje de tu padre. A veces se me olvida.-dijo con aire despistado.
-Tu vicio hace estragos en tu memoria-aunque mordaz y en apariencia entero, revivir aquellos recuerdos teñía su rostro de ensimismamiento.
-Estragos te los hacía a ti tu padre en el pellejo ¡vaya unas palizas!-la falta de tino con que hablaba no consiguió zaherir la simulada estabilidad emocional del actor, pese a que con aquellas palabras estuviese reviviendo el dolor de aquellos años-¡casi pierdo el sentido la primera vez que vi aquellos moratones al meternos a nadar en el río!
A medida que le oía, Eric veía proyectarse en su mente recuerdos que creía olvidados. Pudo ver sus propios pies avanzando torpes sobre la madera chirriante de un polvoriento salón pobremente iluminado por la luz de la luna, oír la voz siempre ebria de su padre y sus roncas amenazas sumiéndole en aquel atroz pánico que, con frecuencia, le paralizaba.
"¡Esta vez te mataré, Logan!¡Esta no la cuentas!"-solía decirle cuando estaba especialmente violento.
Recordarlo le hizo fruncir el ceño y se tironeó el pelo; como solía hacer cuando sus emociones empezaban a escabullirse de su férreo control.
-Y aún así llegaste aquí...¡Tú, el mayor de los cinco hijos de un apacero borrachuzo, vago y violento! ¡El pobre niño, el indeseable vándalo, el hijo de Daniel Scott, llenando de aplausos los mayores teatros!
-No repitas ese apellido en esta casa.
-Es el tuyo, por más que lo niegues.
-No, dejó de serlo cuando me fui a los doce años.
-Lo sorprendente no fue que lo hicieses, sino lo que tardaste en decidirte. Con lo dado que eres a los arrebatos, nadie entendió cómo aguantaste tantos años. Aunque muchos pensaban que a ti nunca te pegaba.
-Eso era precisamente lo que les hacía creer.Si me quejaba o ponía mala cara, si quiera remotamente, me cobraba lo pagado con intereses-al decirlo, su tono se hizo horriblemente tenso y tuvo que forzarse a respirar antes de continuar-fue lo único en lo que me ayudó ese miserable. Después de todo, cuando el pescuezo te va en ello, o aprendes a fingir que nada sucede y simular que aprecias a quien te muele a palos, o acabas muerto a sus manos del peor de los modos.
-Resultas deprimente cuando te pones categórico-una sonrisa amarga se pintó en los labios de ambos segundos después de que Eric diese un largo trago a la botella.
-Resulto deprimente siempre que me obligas a recordar eso.
-Lo hago,al menos hoy,porque jamás acabaste de contarme qué fue de tu vida en los seis años que tardamos en reencontrarnos. Tengo curiosidad.
-¿Se te ha ocurrido pensar que tengo motivos para dejar siempre incompleta esa narración?
-Ocasionalmente. Pero lo ignoro.
-Pues del mismo modo te ignoraré yo a ti.-conforme lo dijo, supo que no podría ignorar igualmente a sus recuerdos y el silencio se instaló entre ambos.
Los citados habían sido años realmente duros. Desde que abandonase aquella casa para tomar rumbo a la ciudad; pasó hambre, penurias y miserias a niveles que hasta entonces habría creído imposibles. Pero jamás se rindió. Se había marchado bajo la promesa de hacer fortuna y por su vida misma, e iba a conseguirlo.

Aceptó trabajos por demás desagradables e indignos en los suburbios, ahorró, soportó desplantes, humillaciones...y se mantuvo con vida hasta que un golpe de suerte; o mejor dicho una rica viuda a quien agasajó con todos cuantos favores y placeres le exigió; le abrió las puertas al mundo del teatro, sabedora de su afición por él. Su voz; melosa y rebosante de satisfacción al darle la noticia sería algo que jamás podría olvidar.
"No voy a darte nada hecho. Ya sé que no te gustan las caridades. Pero te he conseguido una prueba para el papel protagonista de la próxima obra del principal"-le había susurrado, sus suaves manos bajando por su espalda en una caricia impaciente; ansiosa por su recompensa.

Revivir el sabor de la euforia que le invadió al saber suyo aquel papel fue el único recuerdo de aquella serie de memorias capaz de sacarle una sonrisa. Había salido, gritado, reído y bebido, proclamando a los cuatro vientos que, de no faltarle la suerte que le había sonreído en aquella tarde, todos acabarían sabiendo su nombre. El nuevo nombre que, en honor a la nueva vida que aguardaba tener gracias a ella, había estrenado en su audición: Eric Mowd. El éxito fue rotundo y sus interpretaciones-modestia aparte-sublimes, a lo largo de toda la temporada. Con solo quince años; puso su carrera en marcha y empezó a amasar una fortuna que, a sus dieciocho, era ya más que respetable.
Su apellido se hizo eco por las calles, su fama creció y, con ella, el adictivo sabor de la fortuna; presente desde su primer papel en todos los ámbitos de sus vida.
-¿Otra vez soñando?-la voz de su amigo le arrancó de sus ensoñaciones, devolviéndole a la realidad.
-¿Qué era esta vez? ¿El estreno de Hamlet? ¿el de MacBeth, quizá? ¿Tu proverbial Yago, que enloqueció a todos los críti...-su voz se vio cortada por la de Eric, que negó. -Era Isabelle. Ahora mismo estaba recordando cómo la conocí-la incomodidad se evidenció en la expresión de Andrew que, menos versado en la mentira, no supo disimularla debidamente.-Estaba preciosa. Mejor dicho, lo era,-hizo una pausa-aunque eso ya lo sabes. Fue en un baile de gala tras un estreno. Ella llevaba un vestido rojo y esa preciosa melena rubia suya suelta sobre los hombros. Siempre supo cómo sacarse partido.
-Cierto.
-Era tan hermosa y risueña que no pude evitar acercarme-suspiró-es como si aún pudiera ver esos ojos azules fijos en los míos. El modelo de mujer hecho realidad. Bailamos y nos reímos horas y horas. Ahora me doy cuenta de que no era una gran conversadora;de hecho, solo sabía hablar de banalidades;pero me hacía sentir necesitado, y quererla resultaba increíblemente sencillo. Como resultó a lo largo de todo un año de paseos y besos robados hasta que pedí su mano. Quería esperar para hacer las cosas bien con "la mujer de mi vida". Estaba entusiasmado con mi compromiso, con la vida tan feliz que tendríamos-le miró, divertido por su culpabilidad, sin atisbo de rencor-pero eso también lo sabes.
-Nunca me cansaré de decirte que lo siento. Me conoces lo bastante como para saber que no pude resistirme.
-Lo sé. No te culpo, ya lo hice bastante todos los meses después de descubriros encima de mi diván .
-¿Qué fue de él?
-Lo quemé. Aunque guardé un trozo del tapizado para recordarme lo mala enfermedad que el amor es, y lo fuerte que es mi autocontrol; porque cuando me dijo aquello de "iba a ser condesa" ganas de matarla no me faltaron. Ni a ti tampoco.
-Conmigo no te controlaste mucho, que se diga.
Eric rió.
-También es verdad. Te dejé para el arrastre.Pero ya sabes lo que se dice "ojo por ojo"...
-Ya, ya...yo rompí tu alma de romántico y tú me partiste la nariz, un brazo, dos costillas...
-La pierna fue por el diván. Era caro.
Ambos se deshicieron en carcajadas cómplice hasta que una de las sirvientas entró, con aire preocupado, tras haber llamado a la puerta.
-Siento molestarle, señor Mowd, pero hay una mujer que quiere hablar con usted inmediatamente. No hemos podido echarla.
-Ahora resulta que todo el mundo se pasa por aquí como Pedro por su casa...-dijo con cierta molestia, mirando a la joven- no pasa nada, Anne, hazla pasar y acompaña al señor Dégas a la salida-dijo cubriendo un cheque al portador con su rúbrica y entregándoselo a Andrew-pon la cantidad que necesites.

-Y vuelve el amo de la casa...-dijo con humor amargo el mencionado, echándole una mirada para nada decente a la jovencita, que se ruborizó, sujetándole para que caminase sin tropezar.
-Como me entere de que te propasas con ella voy a cobrarte otro diván ¿me has entendido?-advirtió desde el despacho, mirando con desconcierto a una mujer bastante mayor, de aire burlón e inteligente-¿Quién es usted y quien le ha dado el condenado derecho a colarse en mi casa?
-Desde luego el temperamento es de tu padre-susurró ella, sentándose con toda confianza frente a él-pero sé que te arrepentirás de tu poca caballerosidad después...
-Puedo ser aún menos caballeroso si no tiene la amabilidad de marcharse por su propio pie.
-No escuchas a nadie que no sea un inversor potencial para ese teatro tuyo ¿verdad?
-Desde luego en mi casa no.
-Pues te ofreceré una suma que no puedas rechazar. Ahora escúchame.
-Si no hay más remedio.
-No lo hay. Además te resultará interesante.-dijo misteriorsa, buscando inspirar una curiosidad que no logró, sacando tres pequeños retratos de su bolso y seleccionando de entre ellos el de una joven que rondaría la edad de Eric, unos veinte años.
- Fíjate en ella.
-Sí, muy bien parecida la muchacha, pero no entiendo a qué quiere llegar mostrándome retratos. Le advierto que si su intención es proponerme que me case con su hija...
La anciana se echó a reír de un modo escandaloso y negó.
-Nada más lejos; mírala bien ¿no se te parece a alguien?
-A simple vista...-sus ojos se ensancharon comedidamente, con un disimulo solo propio de un actor. Y es que aquella joven podría ser perfectamente una réplica femenina de sí mismo.


-¿Mi madre? Mi madre es Mary Sco...
-¿Scott? No cielo, no. Eso solo fue un arreglo del canalla de tu padre. El conde Dégas.
-¿El padre de Andrew?-se rió ladino-Claro señora, claro.
-¿Cómo explicas sino tan poco parecido con tu madre, padre y hermanos?
-¿Cuernos?
-Sé serio-le regañó maternal- estoy segura de que eres lo bastante listo como para darte cuenta. Te lo explicaré rápido, porque sé que eres impaciente. En eso te pareces a ella-suspiró apenada-Angnés se enamoró de ese malnacido siendo muy joven. Él la engatusó, mejor dicho, tan rápido que ni cuenta me di.-frunció el arrugado ceño-Para cuando abrí los ojos, tu madre estaba llorosa contándome que esperaba un hijo.
Los ojos azules de Eric la sometieron a escrutinio, sopesando sus palabras.
-Él aceptó hacerse cargo a regañadientes a cambio de un buen pellizco de mi fortuna y se casaron.A mí nunca me gustó, pero tú necesitabas un padre.-su expresión vivaracha perdió color-Tardé meses enteros en tener noticias, y para cuando llegó la primera carta había pasado el tiempo suficiente como para que me esperase que se tratase de una invitación a conocer a mi recién nacido nieto, pero...-se le quebró la voz-no lo fue.
-¿Qué era?-no pudo disimular más la intriga.
-Una carta comunicándome que tu madre había muerto en el parto, y la criatura...-le miró-tú, también. Debí haber tenido el tino de comprobalo, pero estaba muy rota para pensar en las argucias de esa rata avara. Muchos años después, hace uno, supe que él había borrado todo rastro del matrimonio y te había dado a ese muerto de hambre con Agnés aún de cuerpo presente ¡el muy desgraciado!
La furia y melancolía entremezcadas enturbiaron los ojos de Eric, que se tensó como un arco antes de ser disparado.
-Solo espero que me disculpes, de haber ido allí...
-No hay nada que disculpar, es el señor Dégas quien debe darme explicaciones, no usted.-afirmó con pasmosa serenidad, disponiéndose a salir directo a buscar al susodicho, dándole un beso en la frente a la anciana y poniendo una de sus manos sobre la suya- Gracias, abuela.

Dos años después de que la tensa conversación padre-hijo tuviese lugar-es decir, , actualmente- no pasa un mes sin que llegue a Mowd Maison algún rastrero lacayo del conde Dégas; transmitiéndole sus enardecidas súplicas por que acepte convertirse en heredero a su muerte, pare hacer mayor su gran fortuna en lugar de dilapidarla como Andrew lo haría. Naturalmente, todos son enviados de vuelta con negativas consistentes en una única frase:
" Dile que use su fortuna para comprarse una conciencia limpia. De él no querría, de poder elegir, ni la sangre que pueda tener en mis venas. Ni ostento , ni envidio su dinero o título, como no desearía el destino que le espere en el infierno, a donde irá pronto."
El si habrá o no mas oportunidad para el amor que para una afirmativa ante esa propuesta es algo que solo el tiempo podrá dilucidar, como el qué será de su vida o su carrera. Y es así como lo prefiere.

DATOS EXTRA
-Aprendió tres idiomas (francés, español e italiano) entre un trabajo y otro antes de hacerse actor.
-Es tan hábil peleando como con los juegos de azar, pero procura evitar ambas actitudes fuera de escena.
-A día de hoy paga una cuantiosa suma de dinero a la que fue su familia a cambio de que no le visiten ni traten de localizarle por carta.
-Odia la leche.

gracias a αgusτınα• de sourcecode
Eric L. Mowd
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La vida es una farsa. Por eso los actores sabemos vivirla. [Eric L. Mowd] Empty Re: La vida es una farsa. Por eso los actores sabemos vivirla. [Eric L. Mowd]

Mensaje por Invitado Mar Sep 03, 2013 5:57 pm

FICHA ACEPTADA
Bienvenido a Victorian Vampires

He movido la otra ficha que has abierto a la papelera, al ser un duplicado. Si deseas que la borremos, ponte en contacto con cualquier miembro del staff y así se hará.
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