Ladrón a la fuga

Las Navidades se acercaban, y el frio seguía atormentando a los más desfavorecidos. Mientras algunos gozaban de buenos alimentos y un cálido hogar donde resguardarse, otros sobrevivían robando y durmiendo en la calle, cubriendo sus cuerpos con periódicos o viejas telas que apenas abrigaban. Aquella fría mañana muchos trabajaban para llevar dinero a casa y sacar adelante a sus familias. La mayoría de ellos por la zona industrial, una zona llena de pequeños y grandes talleres donde fabricaban todo tipo de cosas útiles para los ciudadanos que podían permitírselo.

Hubiera sido una mañana de lo más tranquila de no ser por unos gritos que resonaban por una de las calles. Podía entenderse perfectamente “¡Al ladrón!, ¡Detengalo!, ¡Cojan a ese chico!”. Segundos después un muchacho paso corriendo entre la multitud, huyendo de unas cuantas personas que parecían querer darle caza. Esa situación era bastante normal, sobre todo en los suburbios, donde había mucha menos vigilancia. Sin embargo, por la zona industrial había más de un policía haciendo su trabajo, quien no dudo en apuntarse a la persecución para detener las fechorías de aquel niño.

El muchacho en cuestión era Czeslaw, un niño de 12 años que al parecer había tomado prestado algo que no le pertenecía. El menor corría, evitando a la gente que intentaba frenar su paso, colándose entre sus piernas o pasando por su lado, evitando que le agarraran. Por el camino perdió la gorra beige oscuro que cubría sus sucios cabellos. No podía detenerse a recuperarla, asi que giró en el primer callejón que encontró a mano izquierda tras esquivar un carruaje con el que casi choca. En su interior yacían un par de vagabundos, uno de ellos sostenía una botella, seguramente de ginebra o algo parecido mientras que el otro parecía estar dormido. El niño salto a ambos resbalando al finalizar el salto y cayendo al suelo. Por suerte se reincorporó rápidamente, logrando salir del callejón, dando con una transitada calle.

Estaba exhausto, y con la anterior caída se había roto uno de los viejos zapatos que calzaba. No tenía muchas salidas, por lo que se metió en el primer callejón que encontró despejado, arrojando un par de contenedores tras de si. Echo un vistazo a sus espaldas, asegurándose de que nadie le seguía, fue entonces tropezó con algo, cayendo al suelo una vez más. Adolorido dirigió su mirada al causante de su torpeza viendo que se trataba de un hombre. Estaba tan cansado que ni siquiera se levantó y medio reincorporado a su lado examinó a aquel tipo quien a simple vista parecía un vagabundo más, cómo él. El tercero con el que se cruzaba y segundo con el que tropezaba.

- Podrías avisar de que estas aquí...- se quejó, agotado. Recuperando el aliento aún bastante nervioso por si alguien le seguía el rastro hasta ahí.

Nervios que podían percibirse en sus azules ojos que se iban intercalando entre el hombre y el final del callejón, atento a todo movimiento cual felino asustado. Poco le importaba el dolor de las caídas sufridas, ya tendría tiempo para lamerse las heridas cuando estuviera a salvo. Lo único que tenía claro era que no iba a dejarse atrapar ni por la iglesia ni por la policía, ni ahora ni nunca.

Descansaba mis cortesanas posaderas sobre el frío empedrado de un oscuro y escondido callejón. Una manta espesa se colgaba de mis hombros y me rodeaba por completo, dejando a la vista solo parte de mis orejas y la mitad superior de mi rostro. Esa noche había tocado redada en el parque, la caza al vagabundo, como había oido que la llamaban. Por dicho motivo había tenido que llevar mis manzanas y objetos personales a la casa que Fiolette me había dejado y que yo casi no usaba, por un infantil rechazo a aprovecharme de los demás. Aunque ella me la había regalado de buen grado no me parecía correcto utilizarla como si tal cosa, y más sabiendo que su uso le reportaría gastos que yo no podía pagar, debido, entre otras cosas, a mi manía de no cobrar con dinero.

El caso es que allí me encontraba, con una manzana en el regazo desde el principio de la noche, recostado contra la pared al amparo de las sombras y calentito bajo toda aquella tela. Soñaba con mis hermanas, a las que hacía años que no veía por diferencias familiares, las mismas que me habían llevado a huir de todas las riquezas y manías paternas para tomar la vida humilde y desenfrenada que ahora me definía. Las veía jugar y molestarse, tirarse de los pelos y gritarse obscenidades que yo, a escondidas, les había enseñado. Todo ello acabaría poco a poco con la severidad de nuestros padres. Pero ahora las veía abrazarse tras rasgarse los vestidos por los hombros y haberse deshecho el peinado a tirones. Tenían sonrisas bellas y sabía que conseguirían lo que se propusiesen, solo había que verlas, o tal vez solo fuese que era su hermano y las veía con demasiado cariño y amor.

Sea como fuere algo me sacó de aquél bucólico y onírico lugar de golpe y porrazo. Lo que antes era un campo radiante con mis hermanas como fuente de luz ahora era la completa oscuridad y la vuelta a sentir el frío recorrer mi frente y la punta de mis orejas. Tuve un escalofrío que me despejó al momento y me hizo abrir los ojos como platos mirando a los lados de reojo, sin moverme, no quería que los brazos del invierno se colasen bajo la manta. Escuché algo como a lo lejos, con voz de niño, y entonces descubrí que es que había un niño en el suelo a mi lado, removiendose para colocarse de lado en el suelo. Parecía agotado tras haber cruzado un campo lleno de alambres de espino. En el pelo parecía necesitar algo, como una gorra, pues lo tenía revuelto y a la vez chafado, como cuando te quitas una gorra tras haberla llevado durante mucho tiempo. No lo había visto antes pero por alguna razón a ese niño le hacía falta una gorra. Me estiré ligeramente bajo la manta con un sonoro.- "Mmmmnnnngggghhhh..." -Que me acurrucó todavía más, antes de dirigirle la mirada al joven.- "Y tú por donde corres." -Dije de buen humor.- "¿Te encuentras bien? Me llamo Aemon. Te pediría disculpas por dormir en tu camino pero no te las daré hasta conocer tu nombre." -Miré en el interior de mi regazo, dentro de la manta y cogí la manzana. Hice fuerza, en direcciones contrarias con las manos, para partir la manzana por la mitad. Sonó un "crack" rasgado bajo las mantas justo antes de que sacase una mano y le lanzase media manzana, esperando que la cogiese al vuelvo.- "Buen provecho." -Fue cuanto dije mientras llevaba la media parte, que me había quedado, a la boca. Dí un bocado jugoso que llenó mi dormida boca de sabor, despertándome la lengua y humedeciendo mis labios. Volví de nuevo la mirada dormida hacia el joven esperando una respuesta.

A nuestro alrededor el bullicio iba aumentando levemente conforma la gente se levantaba, aquella que no estaba ya trabajando, y los pájaros parecían querer unírseles con sus cánticos tímidos en aquella época del año. En el ambiente se notaba el rocío del invierno empezando a aclimatar y dar olor al ambiente. Se estaba bien bajo la manta.

El menor tras tropezar con aquel vagabundo se lo quedo mirando tras oírle decir aquello, frunciendo el ceño y dispuesto a quejarse. Pero un trozo de manzana le fue lanzado, tomándolo al vuelo y mirándolo estupefacto. ¿Chocaba con él y le regalaba una manzana?, suspiro y sin querer darle muchas vueltas le dio un gran mordisco a la pieza de fruta, sentándose a una distancia prudencial del mayor. Sin lograr ocultar su nerviosismo a medida que recuperaba el aliento.

- Czeslaw… - respondió, presentándose mientras masticaba – ahora pide disculpas – le exigió, sin ningún tipo de educación. Siendo incapaz de mirar al mayor a los ojos por mucho tiempo, más atento al callejón que a cualquier otra cosa de su entorno.

Y es que tendría que estar huyendo, pero el hambre y agotamiento le habían obligado a permanecer ahí sentado, devorando la manzana lo más rápido que podía para salir huyendo de nuevo en cuanto recuperase el aliento. Pero el caos que había dejado tras de si genero más sospechas que distracción, escuchando las voces de un agente no demasiado lejos de ahí. No tenía donde esconderse y los nerviosos temblores se intensificaron. Lo único que se le ocurrió fue dejar caer lo que quedaba de manzana al suelo y arrastrarse corriendo a refugiarse bajo la manta de Aemon, haciéndose un ovillo para que se note lo menos posible su presencia.

A los pocos segundos parte de la multitud paso no muy lejos de ahí, y un agente de la policía se adentró en el callejón, apartando uno a uno los obstáculos que el menor había puesto a su paso.

No pude evitar reirme con ganas ante su desfachatez.- "Lo prometido es deuda. Mis piernas piden disculpas por ponerse en vuestro camino, mi señor, Czeslaw." -Suspiré viendo que le ocurría algo, huía de algo más bien. Lo sabía por los movimientos casi espasmódicos de sus ojos y el ligero temblor de su cuerpo más allá del frío que pudiese hacer. Unas voces se escucharon a pocos metros del callejón y el joven, que hasta ahora estaba afanoso comiéndose la manzana apartado de mí de pronto la acabó, lanzó el corazón y se escabuyó entre mis mantas. Le dejé colocarse pues era solo un crío y por sus actos sabía que no era mala persona, sino que la vida lo había llevado por ese camino.

No dudé en taparlo bien para que no se notase que bajo la manta había algo más que mi cuerpo, aunque fue algo dificil evitar que el joven no tocase mi erección matutina. De cualquier modo intenté que no la notase mucho mientras le acariciaba el pelo para tranquilizarlo y que la manta no temblase con él delatándolo. Cuando entró el agente moviéndolo todo me quedé mirándolo con cara de dormido.- "¿Busca algo, agente?" -Pregunté al enfurruñado hombre.- "Un vagabundo..." -Le escuché mascullar.- "Debería arrrestarte... ¿Has visto pasar a un niño, más o menos de esta altura, por aqui?" -Sonreí como mejor sabía y negué.- "No, señor agente. Ni lo he visto ni debería detenerme. He querido pasar aquí la noche, cosa que no es un delito. Respecto al niño... me pareció escuchar a uno correr calle abajo no hace mucho." -El agente me miró unos segundos como valorándome. ¿Se iría o se quedaría? Sabía que se iría. No tenía más que hacer ahí y si se acercaba podía ganarse un despido por abuso de autoridad contra un ciudadano. Acaricié la cabeza del joven suavemente para tranquilizarlo aunque el bulto en mi pantalón era ligeramente mayor pues poco a poco me iba despertando.- "¿Y bien, señor agente?"