AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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|| Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
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|| Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
El atardecer puesto sobre la magnificencia de la ciudad de Paris, Francia se coloca eternamente perfecto ante la vista de los ciudadanos que en diferentes puntos de aquel suelo van recorriendo poco a poco bajo la orden de llevar acabo sus labores diarias, sin embargo, justo en una de las más grandes y resguardadas locaciones pareciese que un disturbio roba todo el protagonismo, siendo la plaza donde la inigualable Catedral de Notre Dame.
-¡ALTO AHÍ LADRÓN!- Se escucha potente y demandante una voz, un líder de la Guardia que con su uniforme representativo lleva colgada varias medallas doradas en muestra de su alta jerarquía. Tras de él 8 uniformados más siguen cuál perros falderos sus ordenes, empujando a la gente y sembrando el temor de una autoridad con falta de juicio para llevar acabo su trabajo -¡¡HE DICHO QUE TE DETENGAS!!- repite con autoridad y sin embargo un silueta amorfa cubierta por un manto negro es lo único que pareciese ser su meta.
Alto y de piel morena, cubierto totalmente de negro con una capa que pende de sus hombros y se mece violentamente por la velocidad que lleva su carrera. Un cinturón singular, una espada bien ajustada y un látigo resguardado del otro lado, sus manos cubiertas por guantes oscuros y en su rostro lo incognito se realza al llevar un antifaz que se atora entre sus cabellos largos y sueltos. Un sombrero ladino con una pluma cómo único detalle termina por dibujar la aparición del ladrón más famoso -y buscado- de todo Europa.
-¡LADRÓN ROSA NEGRA, DETENTE!- Y la carrera prosigue -¡Lo lamento amigos míos! Pero no tengo intenciones de saludar al Rey ésta noche...- giró su rostro y con una sonrisa cínica observó a la autoridad venir tras él. Rápidamente se introdujo en la plaza bajo un susurro que sólo él pudo observar -Aunque no me molestaría ver a la Reina- riendo a carcajadas por su chiste local.
Saltando entre la gente, siendo el protagonista de una persecución acérrima y llevando un tesoro robado el famoso criminal decide dar una vuelta improvisada y termina por quedar a los pies de la maravillosa Catedral, aunque desgraciadamente con las puertas cerradas -Éste no era el plan...- se lamenta unos segundos, girando su cuerpo y viendo que lo han rodeado -En nombre del Rey... ¡DETENTE Y RÍNDETE!- le encaran, por lo que él responde con toda claridad y seguridad -Rendirme es algo que aun no aprendo a hacer, amigo mío... Pero detenerme... ¡Es imposible!- tomando de su cinturón tres esferas pequeñas, arrojándolas al suelo para así dejar salir una densa cortina de humo que termina por cegar a sus perseguidores, dándole la oportunidad de desaparecer en el acto.
-Demonios... ¿a dónde se fue?- murmura el Capitán, girando su rostro de un lado a otro, tratando de ver dónde se metió el extranjero -¡Un poco lentos para ser la Guardia Real!- todo para terminar viendo con sus propios ojos cómo el Ladrón Rosa Negra cínicamente le habla desde varios metros arriba en la Catedral -¡MALDITO!... ¡TRAIGANLO VIVO!-
-Nada cómo una noche de trabajo duro, honesto y con acción- Adentrándose en la edificación por una de las ventanas con 9 hombres búscandolo
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: || Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
Ya volvía a pasar otro año desde la muerte de mi madre. La suerte no me acompañaba, pero no podía quejarme. Últimamente mis pulmones no daban muchos problemas, y mi economía se salvaba para pagar gastos y algo de comida. Mis ropas seguían siendo viejas y algo desgastadas, pero siempre limpias, por supuesto, no podía ir a Notre Dame con las ropas sucias.
Llegué con una vela en mis manos, y un ramo de flores que había cogido en el campo el día anterior. Aún aguantaban, pues las había puesto en agua limpia toda la noche. Me dirigí a la entrada y entré sin problemas, aunque el “padre” cerró la puerta tras de mi. Lo miré extrañada. No cerraban las puertas.
-Hija mía, se avecina tormenta. Cerraremos las puertas por esta noche, y si alguien más pide cobijo, que Dios se apiade de su alma para que lo oigamos y le abramos. Quédate en la casa de Dios, al menos esta noche. Tenemos pan recién horneado y un poco de vino.
Suspiré y asentí agradeciendo el detalle, aunque lo que más deseaba era llegar a mi casita y tumbarme en la cama. Había sido un día duro de trabajo, en el que mis nuevos amos habían dado rienda suelta a múltiples insultos estúpidos.
-Gracias Padre…por el momento, iré a colocar la vela y a rezar un poco. Acepto la oferta, en breve iré
El hombre asintió con una sonrisa bonachona y se dirigió a sus aposentos. Mientras, mis pasos lentos iban dirigidos a uno de los altares. No solía ya tener fe en Dios, aunque mi madre había sido realmente pesada desde que yo era pequeña, y me obligaba a hablar con, lo que para mí era, una pared.
Me agaché y encendí la vela en el altar. Di media vuelta y me arrodillé en un banco. Entrelacé las manos y cerré los ojos mientras pensaba, hablaba mentalmente con ella, no con Dios. No había pasado ni medio minuto cuando se empezaron a escuchar gritos en la puerta. Alguien forcejeaba, o algo parecido.
Me levanté extrañada. Oí algo sobre detener a alguien en nombre del rey. Negué y anduve por la gran catedral. Por el momento, y por lo que parecía, solo estábamos padre Jean y yo. Lo que no sabía, es que alguien aguardaba en aquellos muros, alguien que acababa de entrar, y era el hombre buscado.
Llegué con una vela en mis manos, y un ramo de flores que había cogido en el campo el día anterior. Aún aguantaban, pues las había puesto en agua limpia toda la noche. Me dirigí a la entrada y entré sin problemas, aunque el “padre” cerró la puerta tras de mi. Lo miré extrañada. No cerraban las puertas.
-Hija mía, se avecina tormenta. Cerraremos las puertas por esta noche, y si alguien más pide cobijo, que Dios se apiade de su alma para que lo oigamos y le abramos. Quédate en la casa de Dios, al menos esta noche. Tenemos pan recién horneado y un poco de vino.
Suspiré y asentí agradeciendo el detalle, aunque lo que más deseaba era llegar a mi casita y tumbarme en la cama. Había sido un día duro de trabajo, en el que mis nuevos amos habían dado rienda suelta a múltiples insultos estúpidos.
-Gracias Padre…por el momento, iré a colocar la vela y a rezar un poco. Acepto la oferta, en breve iré
El hombre asintió con una sonrisa bonachona y se dirigió a sus aposentos. Mientras, mis pasos lentos iban dirigidos a uno de los altares. No solía ya tener fe en Dios, aunque mi madre había sido realmente pesada desde que yo era pequeña, y me obligaba a hablar con, lo que para mí era, una pared.
Me agaché y encendí la vela en el altar. Di media vuelta y me arrodillé en un banco. Entrelacé las manos y cerré los ojos mientras pensaba, hablaba mentalmente con ella, no con Dios. No había pasado ni medio minuto cuando se empezaron a escuchar gritos en la puerta. Alguien forcejeaba, o algo parecido.
Me levanté extrañada. Oí algo sobre detener a alguien en nombre del rey. Negué y anduve por la gran catedral. Por el momento, y por lo que parecía, solo estábamos padre Jean y yo. Lo que no sabía, es que alguien aguardaba en aquellos muros, alguien que acababa de entrar, y era el hombre buscado.
Meredith Deveraux- Humano Clase Baja
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Re: || Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
La entrada a La Catedral no había sido para nada difícil, mi cuerpo de manera casi instantánea se adaptó al poco espacio para moverse pues una vez que el ventanal quedó atrás me dispuse a seguir hacia el centro del recinto - Por Satanás, de todos los lugares en dónde me tuve que ocultar, debí elegir una Iglesia... Realmente aquel al que llaman Dios debe estar molesto con mi intromisión- susurré abriéndome paso en la oscuridad de una especie de bodega, de la cuál al salir me vi justo en un nivel superior que me brindaba una ventajosa vista hacia el primer piso. Ideal para saber si es que la Guardia rompe las normas y se atreve a penetrar en La Casa del Señor.
Pronto escuché varios azotes contra las paredes y las ventanas, por un segundo creí que habían sido los de uniforme, sin embargo un trueno y la caída fuerte de la lluvia había tomado el protagonismo total al soltar lo que pareciese ser una fuerte tormenta -Bueno, bien dicen que por algo pasan las cosas- con una sonrisa ladina volví a citar, caminando hasta encontrarme con la forma ideal para bajar.
Di un salto, caí sobre un especie de escalera que era usada para darle capas de pintura a las paredes, luego di otro para utilizar mis manos y sujetarme de uno de los pilares que adornaban tan vistosamente el recinto. Por último dejé caer mi cuerpo y girando en el aire logre hacer lujo de mi habilidad nata para el escapismo, cayendo de pie haciendo un ligero sonido que se expandió por el eco de aquella Catedral.
Me abrí paso por sus pasillos oscuros, seguí un especie de luz que provenía de una sala especial a la cuál entré sin ninguna clase de tacto, encontrándome con toda una pared de ofrenda en velas encendidas que eran las causantes de aquella iluminación y por último, el detalle que más me agrado... Una hermosa mujer de cabello rubio.
-Buenas noches, señorita- Exclamé con mi acento extranjero, una sonrisa ladina y la Guardia Real tras de mí.
Pronto escuché varios azotes contra las paredes y las ventanas, por un segundo creí que habían sido los de uniforme, sin embargo un trueno y la caída fuerte de la lluvia había tomado el protagonismo total al soltar lo que pareciese ser una fuerte tormenta -Bueno, bien dicen que por algo pasan las cosas- con una sonrisa ladina volví a citar, caminando hasta encontrarme con la forma ideal para bajar.
Di un salto, caí sobre un especie de escalera que era usada para darle capas de pintura a las paredes, luego di otro para utilizar mis manos y sujetarme de uno de los pilares que adornaban tan vistosamente el recinto. Por último dejé caer mi cuerpo y girando en el aire logre hacer lujo de mi habilidad nata para el escapismo, cayendo de pie haciendo un ligero sonido que se expandió por el eco de aquella Catedral.
Me abrí paso por sus pasillos oscuros, seguí un especie de luz que provenía de una sala especial a la cuál entré sin ninguna clase de tacto, encontrándome con toda una pared de ofrenda en velas encendidas que eran las causantes de aquella iluminación y por último, el detalle que más me agrado... Una hermosa mujer de cabello rubio.
-Buenas noches, señorita- Exclamé con mi acento extranjero, una sonrisa ladina y la Guardia Real tras de mí.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: || Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
Un sonido de algo que caía, un silencio largo, y alguien irrumpiendo en mi pedestal, por así decirlo. Me levanté aun dando la espalda a ese desconocido que había interrumpido mis rezos, mis plegarias, mis conversaciones con mi madre. Apreté los puños y me giré. Vi a un hombre, con un antifaz. Levanté una ceja, tras él, unos guardias de la realeza aguardaban en silencio, tal vez para pillarlo desprevenido.
-En primer lugar, habéis interrumpido mis plegarias, habéis irrumpido en la casa de Dios, creyendo que es un patio de juegos, Monsieur, y los de detrás, ¿sabéis acaso que tenéis prohibida la entrada a la casa de Dios para detener a alguien? Marchaos profanadores de tumbas, irrumpís el descanso de los que aquí yacen, de las almas en pena que por aquí deambulan, y de los viudos, viudas y huérfanos que intentan consolar las penas con unas plegarias. Marchaos de la casa del señor, pues mientras ese bandido siga en estas paredes, poco podéis hacer más que empaparos bajo la lluvia.
Aparté al bandido con un brazo bruscamente y me encaré a los guardias.
-Si más no, para capturar a alguien esta noche, tendréis que derramar la sangre inocente de la joven que tenéis delante, monsieurs. Pero sabed que no obtendréis ningún perdón por el pecado cometido. Aun estáis a tiempo.
Si algo funcionaba en ese País, que me partiera un rayo si mentía, era la maldita religión. Todo francesito de nuestra época, era propenso a tener una fe en algo que no podían ver, que jamás habían visto, o que jamás les había contestado en sus rezos y plegarias. Yo seguía sin creer mucho en algo así, aunque cada vez que pensaba en no creer, se me revolvía el estómago, tal vez con un poco de miedo.
Dicho y hecho, lo guardias, no muy convencidos, y mirando al enmascarado, se giraron y empezaron a andar hacia la salida, conducidos por el padre.
-En primer lugar, habéis interrumpido mis plegarias, habéis irrumpido en la casa de Dios, creyendo que es un patio de juegos, Monsieur, y los de detrás, ¿sabéis acaso que tenéis prohibida la entrada a la casa de Dios para detener a alguien? Marchaos profanadores de tumbas, irrumpís el descanso de los que aquí yacen, de las almas en pena que por aquí deambulan, y de los viudos, viudas y huérfanos que intentan consolar las penas con unas plegarias. Marchaos de la casa del señor, pues mientras ese bandido siga en estas paredes, poco podéis hacer más que empaparos bajo la lluvia.
Aparté al bandido con un brazo bruscamente y me encaré a los guardias.
-Si más no, para capturar a alguien esta noche, tendréis que derramar la sangre inocente de la joven que tenéis delante, monsieurs. Pero sabed que no obtendréis ningún perdón por el pecado cometido. Aun estáis a tiempo.
Si algo funcionaba en ese País, que me partiera un rayo si mentía, era la maldita religión. Todo francesito de nuestra época, era propenso a tener una fe en algo que no podían ver, que jamás habían visto, o que jamás les había contestado en sus rezos y plegarias. Yo seguía sin creer mucho en algo así, aunque cada vez que pensaba en no creer, se me revolvía el estómago, tal vez con un poco de miedo.
Dicho y hecho, lo guardias, no muy convencidos, y mirando al enmascarado, se giraron y empezaron a andar hacia la salida, conducidos por el padre.
Meredith Deveraux- Humano Clase Baja
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Re: || Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
Tan pronto me acerqué a la hermosa chica la luz de las velas ante la sobrante oscuridad reveló mi vestimenta, mi rostro y mi antifaz. Quise ahí mismo darle un cumplido en cuánto observé sus bellos ojos de color, sus rizos rubios que caían por su espalda y hombros, esa mirada de un Ángel podría decirse, pero cuál cubeta de agua fría sobre mi cuerpo sus palabras me golpearon y me detuve. Me observó y yo a ella, habló con tanta seguridad que por un momento me hizo olvidarme de los guardias que acechaban a mí espalda; yo los esperaba y aun así ella con esa fuerza los hizo sacar de sus guardias -Impresionante...- murmuré.
Ella prosiguió condenando la mala educación que tanto ellos cómo yo mismo teníamos, no era un secreto que la Religión condenaba y manipulaba cada uno de los seres que existía en ese periodo de tiempo, exceptuando a unos cuántos, unos cuántos cómo yo -Es mejor que no se acerq...- y me callé, ella ya estaba ahí regañando cómo niños a los de la Guardia Real ¿y yo? yo disfrutaba el espectáculo con una sonrisa ladina, misma que se intensificó una vez que se ofreció a protegerme, condenando a derramar su sangre inocente antes de atraparme.
-Salvado por una hermosa mujer, debo ser el criminal más afortunado del mundo... Y sin embargo, usted ignora totalmente a quien acaba de salvar, ¿no es así?- me atreví a decir tan pronto cómo los uniformados se fueron y ella volvió a girarse a mí. Dejé la educación hipócrita a un lado y tomé la mano de la chica, deposité un beso en su dorso y pronto saqué con mi otra mano una Rosa Negra desde los adentros de mi camisa, ofreciéndosela cómo agradecimiento.
-El Ladrón Rosa Negra y la noche le estamos infinitamente agradecidos, lindura- hice una reverencia y me reincorporé casi en el acto, le miré fijamente con mis ojos marrones y esbozando aun esa sonrisa ladina anexé -Tantos años haciendo esto y es la primera vez que los Guardias me dejan en paz sin necesidad de golpearlos... Y sobra decir... Que es la primera vez que una bella mujer es quién me salva el pellejo- guiñando mi ojo diestro de una forma cínica.
Ella prosiguió condenando la mala educación que tanto ellos cómo yo mismo teníamos, no era un secreto que la Religión condenaba y manipulaba cada uno de los seres que existía en ese periodo de tiempo, exceptuando a unos cuántos, unos cuántos cómo yo -Es mejor que no se acerq...- y me callé, ella ya estaba ahí regañando cómo niños a los de la Guardia Real ¿y yo? yo disfrutaba el espectáculo con una sonrisa ladina, misma que se intensificó una vez que se ofreció a protegerme, condenando a derramar su sangre inocente antes de atraparme.
-Salvado por una hermosa mujer, debo ser el criminal más afortunado del mundo... Y sin embargo, usted ignora totalmente a quien acaba de salvar, ¿no es así?- me atreví a decir tan pronto cómo los uniformados se fueron y ella volvió a girarse a mí. Dejé la educación hipócrita a un lado y tomé la mano de la chica, deposité un beso en su dorso y pronto saqué con mi otra mano una Rosa Negra desde los adentros de mi camisa, ofreciéndosela cómo agradecimiento.
-El Ladrón Rosa Negra y la noche le estamos infinitamente agradecidos, lindura- hice una reverencia y me reincorporé casi en el acto, le miré fijamente con mis ojos marrones y esbozando aun esa sonrisa ladina anexé -Tantos años haciendo esto y es la primera vez que los Guardias me dejan en paz sin necesidad de golpearlos... Y sobra decir... Que es la primera vez que una bella mujer es quién me salva el pellejo- guiñando mi ojo diestro de una forma cínica.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: || Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
Cuando los guardias se fueron, no me quedó otro remedio que escuchar las mil y una pamplinas que el enmascarado estaba soltando por la boca. Tras el beso que me dio en la mano, la aparté y me la limpié en mi vestido, que tampoco estaba muy limpio, pero era mejor que la saliva de aquel desgraciado que se pensaba que podía flirtear conmigo. Cogí la rosa y se la lancé en la cara. El hombre había tenido la amabilidad de quitarle las espinas, algo que seguramente él mismo agradeció. Negué furiosa, con ganas de tirarle más cosas, pero me contuve y respiré hondo.
-osáis irrumpir en la casa de Dios con un antifaz, ocultando vuestro rostro, mintiendo a nuestro señor y, por lo que he visto, después de pecar en algún robo o algo parecido. No os he salvado por ser vos, ni mucho menos, ladrón, simplemente me ha parecido una falta de respeto vuestra irrupción a todas las personas que acuden a la iglesia.
Levanté una ceja y me giré para observar la figura de cristo. A mi, a pesar de haber soltado todo aquello por mi boca, me daba realmente igual la religión. Era mi madre la devota, y por ello, lo defendía, nada más.
-No intentéis flirtear con una dama, o con lo que sea, en la casa del señor, ¿a caso no se me ha entendido bien?
Me giré y lo miré a los ojos, me acerqué a escasos centímetros de el, para que me escuchara y no hiciera falta gritar, es más, mis ojos solían tener un poder un tanto extraño. Solo hacía falta mirarlos para que nadie les discutiera.
-Estáis en un lugar sagrado, por el amor de Dios, un poco de respeto, soy algo más que bella, y si no os tiro algo más a la cara que la rosa, es por la fe y la religión que nos rodea, ha quedado clarito, señor?
La última palabra se la dije en español, era de las pocas cosas que sabía decir. Supongo que el que mi “padre” viajara tenía sus ventajas. El acento de ese hombre era totalmente claro, y lo de la rosa…ya era demasiado.
-osáis irrumpir en la casa de Dios con un antifaz, ocultando vuestro rostro, mintiendo a nuestro señor y, por lo que he visto, después de pecar en algún robo o algo parecido. No os he salvado por ser vos, ni mucho menos, ladrón, simplemente me ha parecido una falta de respeto vuestra irrupción a todas las personas que acuden a la iglesia.
Levanté una ceja y me giré para observar la figura de cristo. A mi, a pesar de haber soltado todo aquello por mi boca, me daba realmente igual la religión. Era mi madre la devota, y por ello, lo defendía, nada más.
-No intentéis flirtear con una dama, o con lo que sea, en la casa del señor, ¿a caso no se me ha entendido bien?
Me giré y lo miré a los ojos, me acerqué a escasos centímetros de el, para que me escuchara y no hiciera falta gritar, es más, mis ojos solían tener un poder un tanto extraño. Solo hacía falta mirarlos para que nadie les discutiera.
-Estáis en un lugar sagrado, por el amor de Dios, un poco de respeto, soy algo más que bella, y si no os tiro algo más a la cara que la rosa, es por la fe y la religión que nos rodea, ha quedado clarito, señor?
La última palabra se la dije en español, era de las pocas cosas que sabía decir. Supongo que el que mi “padre” viajara tenía sus ventajas. El acento de ese hombre era totalmente claro, y lo de la rosa…ya era demasiado.
Meredith Deveraux- Humano Clase Baja
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Re: || Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
Mi rostro quedó paralizado y mis labios se torcieron al tratar de aguantar una risa que no quedó más que en eso. La rosa pegó en mi rostro y cayó al suelo, por lo que decidí agacharme para recogerla y entonces limpiarle los pétalos cómo si nada hubiese pasado al mismo tiempo que la bella fémina seguía maldiciéndome de la forma más bonita que en toda mi vida lo han hecho -Palabras muy extremas y defensivas para alguien a quien le gusta la iglesia del todo- dije aun sonriendo con todo cinismo, acercándome a la figura de Cristo donde a sus pies dejé aquella flor.
-¿O me equivoco? Su enfado es "por las personas que vienen" pero nunca se refirió así a usted misma, eso me hace pensar que la iglesia no es de mucho agrado para usted pero viene por compromiso- continué explicando mi teoría, regresé a mi posición dónde ella misma acortó la distancia entre ambos, dándome esa mirada fulminante a la que solo respondí manteniendo en alto mis ojos y una sonrisa ladina -Un paso más y terminaré besándole- importándome poco lo degenerado que eso haya sonado.
Asentí ante su último mandato y cuándo escuché la palabra "señor" con ese acento singular tratando de dar a entender el español no pude evitar sentir un fuerte escalofrío en mi cuerpo, realmente que se escuchó maravilloso con su voz -Le ruego no vuelva a hablarme en español porque suena demasiado bien en sus labios... Hágame caso si en verdad desea que no prosiga coqueteándole- guiñé mi ojo diestro cómo la última vez y entonces empecé a observar a mis alrededores, preguntándome cómo demonios había acabado en la casa del Señor.
-¿Puede al menos recordar los modales, querida y presentarse?-
-¿O me equivoco? Su enfado es "por las personas que vienen" pero nunca se refirió así a usted misma, eso me hace pensar que la iglesia no es de mucho agrado para usted pero viene por compromiso- continué explicando mi teoría, regresé a mi posición dónde ella misma acortó la distancia entre ambos, dándome esa mirada fulminante a la que solo respondí manteniendo en alto mis ojos y una sonrisa ladina -Un paso más y terminaré besándole- importándome poco lo degenerado que eso haya sonado.
Asentí ante su último mandato y cuándo escuché la palabra "señor" con ese acento singular tratando de dar a entender el español no pude evitar sentir un fuerte escalofrío en mi cuerpo, realmente que se escuchó maravilloso con su voz -Le ruego no vuelva a hablarme en español porque suena demasiado bien en sus labios... Hágame caso si en verdad desea que no prosiga coqueteándole- guiñé mi ojo diestro cómo la última vez y entonces empecé a observar a mis alrededores, preguntándome cómo demonios había acabado en la casa del Señor.
-¿Puede al menos recordar los modales, querida y presentarse?-
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: || Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
¿Sacarme de quicio? Sí, eso era fácil, y sí, ese desconocido lo estaba consiguiendo. Hice cara de asco, no porque no me pareciera apuesto el hombre, pero por el hecho de que no me besaba con desconocidos, y aquellas palabrerías que intentaban sonar seductoras, me daban ganas de vomitar.
Cogí su antifaz, y antes de que intentara detenerme para que no se lo quitara, simplemente tiré de el y lo solté para que impactara en su rostro. No pude evitar sonreír con malicia. Me santifiqué y me aparté de el. Hice una pequeña reverencia burlona y suspiré.
-Modales, creí que los de mi clase no necesitaban eso, según mucha gente. Meredith Deveraux, emperatriz de las mas altas cumbres de mi casa, y reina inconfundible de la soledad. Amante, por su puesto, de mi querido Rey, el trabajo, y viuda del dinero…aunque tampoco lo llegué a conocer muy bien, la verdad.
Miré yo también la iglesia y suspiré. Miré la rosa negra, a su lado, mis “plantitas” eran de lo más triste y cutre que había en la iglesia. Me acerqué a uno de los pedestales y arreglé las plantas que habían plantadas. Quité las secas y lo coloqué bien.
-Debo deciros, señor –repetí en español- que flirtear conmigo no os servirá de lo más mínimo. Si es cierto, que la iglesa no es de mi gran devoción, y si, me siento obligada a venir y a protegerla, y debéis admitir que el protocolo que sigue la fe de éste País os ha sacado de un apuro bastante grande, si más no, ¿miento?
Me giré y lo miré para ver su respuesta. La noche iba a ser larga, y por lo que veía, ni el ni yo íbamos a salir, yo hasta que parara de llover, y él hasta que los guardias no se cansaran de esperar en la puerta.
Cogí su antifaz, y antes de que intentara detenerme para que no se lo quitara, simplemente tiré de el y lo solté para que impactara en su rostro. No pude evitar sonreír con malicia. Me santifiqué y me aparté de el. Hice una pequeña reverencia burlona y suspiré.
-Modales, creí que los de mi clase no necesitaban eso, según mucha gente. Meredith Deveraux, emperatriz de las mas altas cumbres de mi casa, y reina inconfundible de la soledad. Amante, por su puesto, de mi querido Rey, el trabajo, y viuda del dinero…aunque tampoco lo llegué a conocer muy bien, la verdad.
Miré yo también la iglesia y suspiré. Miré la rosa negra, a su lado, mis “plantitas” eran de lo más triste y cutre que había en la iglesia. Me acerqué a uno de los pedestales y arreglé las plantas que habían plantadas. Quité las secas y lo coloqué bien.
-Debo deciros, señor –repetí en español- que flirtear conmigo no os servirá de lo más mínimo. Si es cierto, que la iglesa no es de mi gran devoción, y si, me siento obligada a venir y a protegerla, y debéis admitir que el protocolo que sigue la fe de éste País os ha sacado de un apuro bastante grande, si más no, ¿miento?
Me giré y lo miré para ver su respuesta. La noche iba a ser larga, y por lo que veía, ni el ni yo íbamos a salir, yo hasta que parara de llover, y él hasta que los guardias no se cansaran de esperar en la puerta.
Meredith Deveraux- Humano Clase Baja
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Re: || Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
Me quedé quieto un momento y sentí cómo mi cuerpo entero de paralizó cuándo tomó mi antifaz, lo primero que se me vino a la mente fue sujetar su mano y evitarlo al pensar lo peor, sin embargo una vez más hizo algo que jamás hubiese pensado que haría y todo terminó con un pequeño pero certero golpe sobre mi rostro, provocándome una sutil risa -Eso no se hace...- dije al sobarme un poco la nariz, caminando hacia dónde ella mientras la escuchaba atento y a su vez le observaba acomodar las plantas -Una belleza de clase baja, no es cómo que sea algo malo... Pero su presentación fue muchísimo más elegante que las fiestas masivas que hacen los de la Realeza- ¿Y cómo lo sé? Ironías de la vida.
-Meredith Deveraux- hice lujo de mi francés al pronunciar su nombre -Hermoso nombre, muy alusivo a la tierra que le vio nacer mi hermosa rubia- luego me volvió a echar en cara el hecho de que la iglesia y la exagerada devoción de los locales habían salvado mi pellejo -Bueno si, pero debo decir que no me hubiese importado patearles el trasero aquí mismo cómo lo he hecho todo este tiempo. Quizás me hubiese provocado un serio problema con "el creador" pero ¿Qué más da? Igual iré al infierno en cada religión existente- solté una carcajada, los chistes no eran lo mío y en ese mismo segundo ella podría darse cuenta; me quedé a su lado y le vi con detenimiento.
-¿Qué hace usted aquí?-
-Meredith Deveraux- hice lujo de mi francés al pronunciar su nombre -Hermoso nombre, muy alusivo a la tierra que le vio nacer mi hermosa rubia- luego me volvió a echar en cara el hecho de que la iglesia y la exagerada devoción de los locales habían salvado mi pellejo -Bueno si, pero debo decir que no me hubiese importado patearles el trasero aquí mismo cómo lo he hecho todo este tiempo. Quizás me hubiese provocado un serio problema con "el creador" pero ¿Qué más da? Igual iré al infierno en cada religión existente- solté una carcajada, los chistes no eran lo mío y en ese mismo segundo ella podría darse cuenta; me quedé a su lado y le vi con detenimiento.
-¿Qué hace usted aquí?-
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: || Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
Mi sonrisa sarcástica fue imposible de esconder. Los chistes, desde luego, no me estaban haciendo ninguna gracia. Mientras pensaba como salir de mis pensamientos y contestarle, un relámpago iluminó la iglesia. Las llamas de las velas se removieron en un contoneo sinuoso al ritmo del sonido del trueno. Me estremecí levemente y me senté en el banco mientras me cubría los brazos con las manos.
Miré al hombre enmascarado e hice una mueca. Lo cierto, es que ni yo sabía que responderle. ¿Qué hacía allí?
-No lo se muy bien, la verdad…no se si lo que hago es saldar una deuda con mi madre, o con el creador, o lo que esté allí escuchando, si es que hay alguien que lo hace…no se si realmente solo estoy limpiando mi conciencia, o intento hacer algo semi útil, como por ejemplo, pasar el rato arreglando flores, poniendo velas o incluso salvando la vida a bandoleros españoles que andan por ahí haciendo el idiota. Quien sabe…
Me encogí de hombros y resoplé
-¿Y vos? ¿porqué os perseguía la guardia? ¿Qué habéis hecho? No preguntaré sobre el antifaz, solo diré que es hortera, y que no os favorece para nada, la verdad. Tampoco pediré que os lo quitéis, aunque sea una falta de educación, aunque puedo aseguraros que no diré a nadie quien sois. ¿Quién iba a creerme?
Sonreí un poco, ya dejándome llevar. ¿Qué iba a perder por sonreir?
off: siento la tardanza!
Miré al hombre enmascarado e hice una mueca. Lo cierto, es que ni yo sabía que responderle. ¿Qué hacía allí?
-No lo se muy bien, la verdad…no se si lo que hago es saldar una deuda con mi madre, o con el creador, o lo que esté allí escuchando, si es que hay alguien que lo hace…no se si realmente solo estoy limpiando mi conciencia, o intento hacer algo semi útil, como por ejemplo, pasar el rato arreglando flores, poniendo velas o incluso salvando la vida a bandoleros españoles que andan por ahí haciendo el idiota. Quien sabe…
Me encogí de hombros y resoplé
-¿Y vos? ¿porqué os perseguía la guardia? ¿Qué habéis hecho? No preguntaré sobre el antifaz, solo diré que es hortera, y que no os favorece para nada, la verdad. Tampoco pediré que os lo quitéis, aunque sea una falta de educación, aunque puedo aseguraros que no diré a nadie quien sois. ¿Quién iba a creerme?
Sonreí un poco, ya dejándome llevar. ¿Qué iba a perder por sonreir?
off: siento la tardanza!
Meredith Deveraux- Humano Clase Baja
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Re: || Ladrón que roba ladrón || Meredith Deveraux
Escuché atento a cada palabra que me decía. Su mirada se perdió por unos segundos, realmente parecía ser algo que ni ella misma entendía pues, de que otra forma le contaría algo así a un extraño? Me acerqué y le di una palmada en la espalda cómo si fuese un amigo o algún compañero, quizás rompí la barrera del tacto pero creí que lo necesitaría -Siempre buscamos el bien de nuestros seres queridos aun por encima del nuestro y eso incluye la parte en la que hacemos locuras... Sin siquiera saber qué es lo que realmente hacemos- respondí con una sonrisa por su chiste pesado. No sabía si en verdad me insultaba o si así es cómo su humor se desarrolla. Prefería no saberlo.
Mantuve mi sonrisa y reí un poco más totalmente sincerado, moví mi rostro de un lado a otro cómo símbolo de negación para así darle lugar a mi respuesta -Gracias por la crítica "constructiva", creo voy a reconsiderar el material de mi antifaz- suspiré y saqué de entre mis ropas una bolsilla con muchas monedas de oro que terminé otorgándoselas -Esos son los supuestos cobros por honorarios de un prestamista abusivo. Decidí hacerle una visita y le quité el dinero, él me estaba esperando pues sabía que iba a por él... Así que terminé siendo perseguido por la guardia Real pero saliéndome con la mía, evidentemente- le guiñé el ojo diestro con cinismo, orgulloso de mis actos.
-Por favor, toma tú el dinero y entrégaselo a la gente de la zona sur, podrás reconocerlos fácilmente... La mayoría de ellos aun lloran su robo- empuñe mis manos y apreté mi quijada, respiré hondo y antes de que ella pudiera decir algo me adelanté -Te pido éste favor porque allá afuera me buscan a mí y puedo con eso, sin embargo mi prioridad es que la gente reciba su dinero- me atreví a tutearla, quise relajar un poco el ambiente e invitarle a entrar en un poco más de confianza, después de todo, la tormenta seguía latente afuera y no parecía que nos fueramos a ir de ahí pronto.
OFF: Sin preocupaciones. Un placer tenerte de vuelta, hermosa
Mantuve mi sonrisa y reí un poco más totalmente sincerado, moví mi rostro de un lado a otro cómo símbolo de negación para así darle lugar a mi respuesta -Gracias por la crítica "constructiva", creo voy a reconsiderar el material de mi antifaz- suspiré y saqué de entre mis ropas una bolsilla con muchas monedas de oro que terminé otorgándoselas -Esos son los supuestos cobros por honorarios de un prestamista abusivo. Decidí hacerle una visita y le quité el dinero, él me estaba esperando pues sabía que iba a por él... Así que terminé siendo perseguido por la guardia Real pero saliéndome con la mía, evidentemente- le guiñé el ojo diestro con cinismo, orgulloso de mis actos.
-Por favor, toma tú el dinero y entrégaselo a la gente de la zona sur, podrás reconocerlos fácilmente... La mayoría de ellos aun lloran su robo- empuñe mis manos y apreté mi quijada, respiré hondo y antes de que ella pudiera decir algo me adelanté -Te pido éste favor porque allá afuera me buscan a mí y puedo con eso, sin embargo mi prioridad es que la gente reciba su dinero- me atreví a tutearla, quise relajar un poco el ambiente e invitarle a entrar en un poco más de confianza, después de todo, la tormenta seguía latente afuera y no parecía que nos fueramos a ir de ahí pronto.
OFF: Sin preocupaciones. Un placer tenerte de vuelta, hermosa
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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