AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
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Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
De nuevo, anduve sola por las calles de París durante un par de horas. Pasear era, desde hace algún tiempo, algo íntimo para mí. Me permitía reflexionar, pensar, añorar e incluso reír sola cuando rescataba algo que me habría resultado divertido de mi memoria. Hacía bastante tiempo que la luna ya había salido, permitiéndome salir de mi enorme y vacío hogar, por llamarlo de algún modo. La soledad he de admitir que se cebó un poco conmigo. Me pasaba las noches hablando sola, murmurando para mis adentros, creando relatos en mi cabeza que nunca estarían plasmados en un papel.
Sumergida, casi al punto de ahogarme en mis propios pensamientos, noté que algo tiraba de mi cuello, dejando caer las perlas que lo decoraban y vi cómo caían al suelo. Cuando despegué la vista de las esferas albas que ahora rodaban por mi vestido, identifiqué una figura desvaneciéndose entre los edificios del lugar.
Con la mano en el cuello consolándolo, me quedé inmóvil, mirando a un punto fijo inexistente, asimilando que me acababan de arrebatar algo mío y yo no había sido capaz de reaccionar. ¿Cómo podía ser tan torpe? ¿Qué me ocurre, acaso no soy un vampiro? Mi rostro se transformó de una tez comida por el terror a una mirada llena de furia. Recuperaría lo que es mío, y aquel pobre iluso que se atrevió a arrancarme el collar del cuello, lo pagará con el suyo.
Empecé a andar en la dirección a la que había marchado el varón, con los puños cerrados y en uno de ellos, aún sujeta la cuerda y un par de perlas que no habían caído con las demás. Ni siquiera me paré a recoger las que habían llegado al suelo. Aquellas no me importaban, sólo quería recuperar la dignidad que aquel insolente se había atrevido a arrebatarme.
Llevaba unos metros cuando me encontré en un cruce y mi olfato, oído y vista no identificaban movimiento alguno. No podía creer que un ladronzuelo fuera a llevarse con aquella facilidad algo de mi propiedad, no iba a admitir aquello, no podía, no debía. -Vamos, Kimberliane, ¿qué te pasa, estúpida?- me insistí, desesperada por no rendirme. Pero no sabía dónde ir, me empezaba a sentir avergonzada de mí misma, cuando de la nada, apareció un muchacho apoyado en uno de los muros de aquel cruce. Me quedé observándolo, ¿habrá visto al autor de mi disgusto? Tragué saliva y me aproximé a él, con una porte serena y educada, digna de una dama.
- Disculpe, caballero, pero estoy buscando a un hombre que ha salido a toda velocidad en esta dirección, pero me temo que perdí su rastro en este cruce, ¿sería tan amable de decirme si ha visto a un hombre apresurado y hacia dónde se dirigió? - cuando levantó la vista y la fijó en mí, perdí por un segundo la compostura. En realidad era un hombre hermoso, aunque un poco dejado y sucio. Sentí algo parecido a la lástima por aquel muchacho, seguro que la vida no había sido justa con él igual que no fue justa conmigo. Desde luego, el camino que seguimos a veces puede ser demasiado sinuoso o difícil. Estaba muy delgado, como si comiese muy a menudo simplemente lo necesario para sobrevivir. Sin embargo, la dureza de la vida le permitió tener músculos definidos y el cuerpo de un hombre, obviando su temprana edad.
Me quedé observándolo en silencio, disimulando mis pensamientos y esperando una respuesta, si no encontraba pronto al ladrón, no volvería a verlo nunca más, y con él se irá mi esperanza de recuperar la dignidad que había perdido (o mejor dicho, me habían arrebatado) aquella noche.
Sumergida, casi al punto de ahogarme en mis propios pensamientos, noté que algo tiraba de mi cuello, dejando caer las perlas que lo decoraban y vi cómo caían al suelo. Cuando despegué la vista de las esferas albas que ahora rodaban por mi vestido, identifiqué una figura desvaneciéndose entre los edificios del lugar.
Con la mano en el cuello consolándolo, me quedé inmóvil, mirando a un punto fijo inexistente, asimilando que me acababan de arrebatar algo mío y yo no había sido capaz de reaccionar. ¿Cómo podía ser tan torpe? ¿Qué me ocurre, acaso no soy un vampiro? Mi rostro se transformó de una tez comida por el terror a una mirada llena de furia. Recuperaría lo que es mío, y aquel pobre iluso que se atrevió a arrancarme el collar del cuello, lo pagará con el suyo.
Empecé a andar en la dirección a la que había marchado el varón, con los puños cerrados y en uno de ellos, aún sujeta la cuerda y un par de perlas que no habían caído con las demás. Ni siquiera me paré a recoger las que habían llegado al suelo. Aquellas no me importaban, sólo quería recuperar la dignidad que aquel insolente se había atrevido a arrebatarme.
Llevaba unos metros cuando me encontré en un cruce y mi olfato, oído y vista no identificaban movimiento alguno. No podía creer que un ladronzuelo fuera a llevarse con aquella facilidad algo de mi propiedad, no iba a admitir aquello, no podía, no debía. -Vamos, Kimberliane, ¿qué te pasa, estúpida?- me insistí, desesperada por no rendirme. Pero no sabía dónde ir, me empezaba a sentir avergonzada de mí misma, cuando de la nada, apareció un muchacho apoyado en uno de los muros de aquel cruce. Me quedé observándolo, ¿habrá visto al autor de mi disgusto? Tragué saliva y me aproximé a él, con una porte serena y educada, digna de una dama.
- Disculpe, caballero, pero estoy buscando a un hombre que ha salido a toda velocidad en esta dirección, pero me temo que perdí su rastro en este cruce, ¿sería tan amable de decirme si ha visto a un hombre apresurado y hacia dónde se dirigió? - cuando levantó la vista y la fijó en mí, perdí por un segundo la compostura. En realidad era un hombre hermoso, aunque un poco dejado y sucio. Sentí algo parecido a la lástima por aquel muchacho, seguro que la vida no había sido justa con él igual que no fue justa conmigo. Desde luego, el camino que seguimos a veces puede ser demasiado sinuoso o difícil. Estaba muy delgado, como si comiese muy a menudo simplemente lo necesario para sobrevivir. Sin embargo, la dureza de la vida le permitió tener músculos definidos y el cuerpo de un hombre, obviando su temprana edad.
Me quedé observándolo en silencio, disimulando mis pensamientos y esperando una respuesta, si no encontraba pronto al ladrón, no volvería a verlo nunca más, y con él se irá mi esperanza de recuperar la dignidad que había perdido (o mejor dicho, me habían arrebatado) aquella noche.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/04/2016
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Pese a que el invierno había concluido oficialmente, aún podían sentirse los vestigios en el aire, las noches seguían siendo frías pero, para mi mala suerte, no solo eso, sino que al frío y fuertes vientos se le añadía la tormentosa lluvia que azotaba con frecuencia. Odiaba esta época del año, la transición de invierno a primavera, era duro, no solo para mí, sino para todos los que compartían mi condición de desamparado era siempre la más impredecible, y agresiva temporada de todas. Si alguien del gremio no perecía en invierno, lo hacía en estas fechas. Con eso en mente, me puse a recordar a cuántos otros vagos y ladronzuelos había conocido desde que llegué a París, y de esos, cuántos de ellos se habían logrado escapar de la policía y aún rondaban libres por las calles, o cuántos otros seguían con vida, menos de la mitad en realidad. Un suspiro escapó de mis labios, esta vez no se formó una pequeña nube blanca en el aire con mi aliento, no hacía tanto frío para eso.
De entre las sombras una figura hizo acto de aparición, aquella silueta la conocía muy bien. Si bien no era necesariamente amigo mí, tampoco era alguien que atentaría contra mí de ninguna forma, una relación cordial, sí, justo eso. Era un muchacho, más joven que yo por muy poco en realidad, caminaba con manos en bolsillos y a juzgar por su andar, estaba preparándose para algo. -¿Que no aprendiste la lección anoche? -Cuestioné alzando la ceja, a lo que me respondió con una sonrisa traviesa. La noche anterior estuvo a punto de ser arrestado, tenía entusiasmo para el robo, pero sus reflejos aún necesitaban una pulida, justo por eso terminó con un ojo morado, el hombre a quien quiso quitarle su reloj se dio cuenta de lo que intentaba el chico.
Rodé los ojos para luego negar con la cabeza gacha, era necio sin duda. Pensaba en cómo ir a auxiliarle en cuanto fuese descubierto por su víctima, pero lo inesperado ocurrió. Apenas unos minutos después distinguí si figura corriendo rápidamente con algo en la mano, un pequeño objeto rodó hacia mi pie y lo recogí para examinarlo… una perla… el chico tuvo más suerte en unos minutos de la que yo tuve en todo el día.
Pasó poco tiempo antes de escuchar pasos nuevamente, tenía dinero ya por lo que robar no era necesario. Pero aun así, me sentía vulnerable sabiendo que alguien andaba en dirección mía, me pegué a la pared con nerviosismo y por poco me da un vuelco al corazón al escucharla. Lentamente levanté la mirada que hasta el momento estaba fija en el suelo. Era una jovencita de menos de veinte. Tragué saliva antes de hablar con apenas un hilo de voz. -¿Era suyo el collar señorita? -Le mostré la perla que había rodado hacia mí. -Lamento decirle que no logrará recuperarla, lo siento mucho.
De entre las sombras una figura hizo acto de aparición, aquella silueta la conocía muy bien. Si bien no era necesariamente amigo mí, tampoco era alguien que atentaría contra mí de ninguna forma, una relación cordial, sí, justo eso. Era un muchacho, más joven que yo por muy poco en realidad, caminaba con manos en bolsillos y a juzgar por su andar, estaba preparándose para algo. -¿Que no aprendiste la lección anoche? -Cuestioné alzando la ceja, a lo que me respondió con una sonrisa traviesa. La noche anterior estuvo a punto de ser arrestado, tenía entusiasmo para el robo, pero sus reflejos aún necesitaban una pulida, justo por eso terminó con un ojo morado, el hombre a quien quiso quitarle su reloj se dio cuenta de lo que intentaba el chico.
Rodé los ojos para luego negar con la cabeza gacha, era necio sin duda. Pensaba en cómo ir a auxiliarle en cuanto fuese descubierto por su víctima, pero lo inesperado ocurrió. Apenas unos minutos después distinguí si figura corriendo rápidamente con algo en la mano, un pequeño objeto rodó hacia mi pie y lo recogí para examinarlo… una perla… el chico tuvo más suerte en unos minutos de la que yo tuve en todo el día.
Pasó poco tiempo antes de escuchar pasos nuevamente, tenía dinero ya por lo que robar no era necesario. Pero aun así, me sentía vulnerable sabiendo que alguien andaba en dirección mía, me pegué a la pared con nerviosismo y por poco me da un vuelco al corazón al escucharla. Lentamente levanté la mirada que hasta el momento estaba fija en el suelo. Era una jovencita de menos de veinte. Tragué saliva antes de hablar con apenas un hilo de voz. -¿Era suyo el collar señorita? -Le mostré la perla que había rodado hacia mí. -Lamento decirle que no logrará recuperarla, lo siento mucho.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/09/2015
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Pareciera que acababa de cambiar de estación, aunque yo no prestaba mucha atención a aquello, pero cuando mi acompañante pronunció sus palabras no dejó rastro alguno de su aliento, por lo que supuse que no haría tanto frío como hace un par de semanas. Sin embargo, aún llevaba su chaqueta puesta, por lo que tampoco haría calor.
Era triste tener que deducir la temperatura por los demás, ya que de mi boca tampoco saldría ninguna nube de vapor aunque estuviésemos bajo cero.
En mi breve análisis del muchacho, pude distinguir una de las perlas de mi collar en sus manos. No pude evitar mirarlo con una sensación híbrida entre furia, sorpresa y esperanza, aunque esta última se desvaneció tras escuchar las palabras del chico.
Bajé la mirada y asentí, aunque desde luego no iba a aceptar aquella respuesta. Sin embargo, sería algo extraño que una mujer afirmara con tanta seguridad el poder encontrar a su agresor, al menos una mujer mortal. -Muchas gracias caballero, pero no puedo permitir que se me despoje de algo que me pertenece- torné un poco la cabeza, mostrándome digna. -Si usted no me va a ayudar, tendré que hacerlo sola, pero comprenderá que no puedo evitarlo- le sonreí.
Cuando bajé la vista hacia mis manos, en las que aún llevaba cinco o seis perlas encerradas en mi puño y unidas a través del fino hilo, recordé la historia de aquel collar. El collar que me regaló mi padre en mi boda. Ante esta memoria, no pude evitar volver a sentir aquello que sentía por mi padre y marido: repulsión. Desde luego, yo ya no quería ese collar, su valor en el mercado era bastante más extenso que el valor que yo le presentaba emocionalmente. Sin embargo, volví a observar al muchacho, seguro que tenía un precio. Actuó de forma extraña cuando le pregunté sobre el sujeto al que perseguía, podría ser que lo conociese.
Volví a mirar de reojo un momento las esferas de mi mano, y me dirigí a él. -Escucha, tu delgadez indica que has pasado hambre, sé lo que se siente- y de verdad lo sabía, tras mi conversión estuve a punto de morir por negarme a matar a ningún ser humano, pero pronto, aquella humanidad que me caracterizaba cuando aún respiraba, se convirtió en restos -y sé como habría agradecido en aquella época que alguien me brindase una mano- literalmente- por eso te ofrezco esto -levanté mi brazo, dejando al descubierto mi palma con las gruesas esferas albinas- hay cinco o seis perlas, por ellas te podrían dar una buena cantidad, estimo que unos 1.460 francos. -ante el silencio del muchacho deduje que estaba contando los pros y los contras de mi oferta- dime, ¿quizá se te ha ocurrido la manera de ayudarme? Sólo soy una pobre mujer a la que le han robado - pongo un tono inocente, casi burlón, no podría rechazar aquella oferta- y si me ayudas a recuperar el botín del extraño, prometo que te daré otras cinco perlas.
Desde luego no me hacía falta el dinero, yo misma me definía como una muchacha de Clase Media, aunque sabía que estaba más cercana a la riqueza de un gran burgués. Sin embargo, no me refiero al dinero cuando me defino de aquella manera, si no a la actitud frente a él. No soy lo suficientemente humilde como para denominarme de Clase Baja, ni lo justamente soberbia como para identificarme como la Clase Alta.
No me importaba cederle aquel dinero al muchacho, desde lego se veía que lo necesitaba, y según sus manos llenas de cicatrices también habrá debido realizar algún despojo, por el cual fue castigado, pero aquello no era asunto mío, cada uno se gana la vida como puede. Siempre y cuando no me afecte, por supuesto.
Dirigía mi mirada interrogante, con mi propuesta en el aire, esperando una respuesta que llegaría pronto, debido a que el chico, separó sus labios.
Era triste tener que deducir la temperatura por los demás, ya que de mi boca tampoco saldría ninguna nube de vapor aunque estuviésemos bajo cero.
En mi breve análisis del muchacho, pude distinguir una de las perlas de mi collar en sus manos. No pude evitar mirarlo con una sensación híbrida entre furia, sorpresa y esperanza, aunque esta última se desvaneció tras escuchar las palabras del chico.
Bajé la mirada y asentí, aunque desde luego no iba a aceptar aquella respuesta. Sin embargo, sería algo extraño que una mujer afirmara con tanta seguridad el poder encontrar a su agresor, al menos una mujer mortal. -Muchas gracias caballero, pero no puedo permitir que se me despoje de algo que me pertenece- torné un poco la cabeza, mostrándome digna. -Si usted no me va a ayudar, tendré que hacerlo sola, pero comprenderá que no puedo evitarlo- le sonreí.
Cuando bajé la vista hacia mis manos, en las que aún llevaba cinco o seis perlas encerradas en mi puño y unidas a través del fino hilo, recordé la historia de aquel collar. El collar que me regaló mi padre en mi boda. Ante esta memoria, no pude evitar volver a sentir aquello que sentía por mi padre y marido: repulsión. Desde luego, yo ya no quería ese collar, su valor en el mercado era bastante más extenso que el valor que yo le presentaba emocionalmente. Sin embargo, volví a observar al muchacho, seguro que tenía un precio. Actuó de forma extraña cuando le pregunté sobre el sujeto al que perseguía, podría ser que lo conociese.
Volví a mirar de reojo un momento las esferas de mi mano, y me dirigí a él. -Escucha, tu delgadez indica que has pasado hambre, sé lo que se siente- y de verdad lo sabía, tras mi conversión estuve a punto de morir por negarme a matar a ningún ser humano, pero pronto, aquella humanidad que me caracterizaba cuando aún respiraba, se convirtió en restos -y sé como habría agradecido en aquella época que alguien me brindase una mano- literalmente- por eso te ofrezco esto -levanté mi brazo, dejando al descubierto mi palma con las gruesas esferas albinas- hay cinco o seis perlas, por ellas te podrían dar una buena cantidad, estimo que unos 1.460 francos. -ante el silencio del muchacho deduje que estaba contando los pros y los contras de mi oferta- dime, ¿quizá se te ha ocurrido la manera de ayudarme? Sólo soy una pobre mujer a la que le han robado - pongo un tono inocente, casi burlón, no podría rechazar aquella oferta- y si me ayudas a recuperar el botín del extraño, prometo que te daré otras cinco perlas.
Desde luego no me hacía falta el dinero, yo misma me definía como una muchacha de Clase Media, aunque sabía que estaba más cercana a la riqueza de un gran burgués. Sin embargo, no me refiero al dinero cuando me defino de aquella manera, si no a la actitud frente a él. No soy lo suficientemente humilde como para denominarme de Clase Baja, ni lo justamente soberbia como para identificarme como la Clase Alta.
No me importaba cederle aquel dinero al muchacho, desde lego se veía que lo necesitaba, y según sus manos llenas de cicatrices también habrá debido realizar algún despojo, por el cual fue castigado, pero aquello no era asunto mío, cada uno se gana la vida como puede. Siempre y cuando no me afecte, por supuesto.
Dirigía mi mirada interrogante, con mi propuesta en el aire, esperando una respuesta que llegaría pronto, debido a que el chico, separó sus labios.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/04/2016
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Estaba por alejarme caminando lejos de aquel lugar cuando la voz de la joven atrajo mi atención nuevamente. Bajé la cabeza un tanto avergonzado ante el hecho de que hubiese remarcado mi extrema delgadez que se me figuraba a la de un mismo esqueleto. Pero luego sus palabras tomaron un rumbo inesperado, observé lo que me ofrecía y para mi sorpresa eran algunas de las perlas del collar, arqueé la ceja un tanto confundido y por varios minutos no dije nada pues estaba tratando de comprender la situación.
Al parecer la chica quería recuperar un valioso collar que le habían arrebatado a pesar de que éste se había roto por completo, sería lógico si aquél objeto fuese en verdad costoso, o contradictorio era que me ofrecía las finas perlas que juntas en realidad podían sumar el doble de lo que me decía la chica. Para obtener ese tesoro solo tenía que guiarla hasta quien le hurtó. De todas las maneras era yo quien salía ganando y por lo mismo sospechaba que era una trampa. Observé más detenidamente aquella perla que aun conservaba en mi mano , buscando ver si de casualidad era falsa pero tal parecía que era genuina. No lo entendía. -¿Cuál es la trampa? -Cuestioné en voz baja observándole más que desconfiado.
Admito que la idea del dinero era mucho más que tentadora y de buena gana habría aceptado sin pensarlo pero no podía hacerlo así. Era alguien que yo conocía quien estaba involucrado y si bien no éramos del todo amigo, era “uno de los míos” al chico tampoco le había tocado una vida fácil, era un bastardo sin más y por ello la vida le fue dura desde el inicio. No sentía que podría traicionarlo de esa forma
No solo aquello, había algo muy peculiar en esa chica que me mantenía más que alerta y también me hacía sospechar de sus intenciones, era alguna extrañeza en torno a ella pero seguía sin dar en el clavo ¿qué era?
Al parecer la chica quería recuperar un valioso collar que le habían arrebatado a pesar de que éste se había roto por completo, sería lógico si aquél objeto fuese en verdad costoso, o contradictorio era que me ofrecía las finas perlas que juntas en realidad podían sumar el doble de lo que me decía la chica. Para obtener ese tesoro solo tenía que guiarla hasta quien le hurtó. De todas las maneras era yo quien salía ganando y por lo mismo sospechaba que era una trampa. Observé más detenidamente aquella perla que aun conservaba en mi mano , buscando ver si de casualidad era falsa pero tal parecía que era genuina. No lo entendía. -¿Cuál es la trampa? -Cuestioné en voz baja observándole más que desconfiado.
Admito que la idea del dinero era mucho más que tentadora y de buena gana habría aceptado sin pensarlo pero no podía hacerlo así. Era alguien que yo conocía quien estaba involucrado y si bien no éramos del todo amigo, era “uno de los míos” al chico tampoco le había tocado una vida fácil, era un bastardo sin más y por ello la vida le fue dura desde el inicio. No sentía que podría traicionarlo de esa forma
No solo aquello, había algo muy peculiar en esa chica que me mantenía más que alerta y también me hacía sospechar de sus intenciones, era alguna extrañeza en torno a ella pero seguía sin dar en el clavo ¿qué era?
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/09/2015
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Ante mi propuesta guardó silencio, supongo que es normal que el muchacho no confiase en mí. Quizás sabía demasiado bien quién era mi agresor. Quizás era un amigo o incluso un hermano, debería conseguir que el muchacho confiase en mí.
Mis sospechas se confirmaron cuando me preguntó si tenía segundas intenciones. Ante su cuestión, sonreí de lado. - No hay truco - miré la perla que tenía en la mano - puedes quedártela de fianza - señalé la esfera. Por supuesto no pensaba engañar al muchacho.
Como seguía mirándome de aquella manera, mi paciencia empezó a agotarse. -Escucha, chico - mi tono era mucho más amenazante ahora - pienso recuperar lo que es mío y será con tu ayuda o sin ella, te ofrezco una recompensa por tu favor, pero si rehúsas, no me veré en otra opción que hablar con mis contactos. Si es alguna razón fraternal, amistosa, o algo de aquello, te puedo asegurar que tú serás mucho menos... mortal que mis otras opciones, no sé si me entiendes. - le puse otra perla en su mano - esta es mi fianza, ¿me ayudarás o no?- extendí mi mano.
El tiempo pasaba y la noche se acababa, debía actuar rápido y recuperar mi honor, no estoy dispuesta a que un simple ladronzuelo me robe, a mí, a una Chessire, una vampira.
Hacía algunos momentos que me preguntaba si el muchacho sabía lo que era, desde luego no tenía razones para hacerlo, pero aquella sería una razón de su desconfianza, una muy buena razón.
Preferiría que aquel muchacho me ayudase. He mencionado a mis "contactos", y aunque sea cierto que son brutos y mortales, son unos estúpidos que no son capaces de encontrar su chaqueta en un perchero.
Le miraba seria, con la mano aun extendida, esperando la respuesta de mi acompañante.
Mis sospechas se confirmaron cuando me preguntó si tenía segundas intenciones. Ante su cuestión, sonreí de lado. - No hay truco - miré la perla que tenía en la mano - puedes quedártela de fianza - señalé la esfera. Por supuesto no pensaba engañar al muchacho.
Como seguía mirándome de aquella manera, mi paciencia empezó a agotarse. -Escucha, chico - mi tono era mucho más amenazante ahora - pienso recuperar lo que es mío y será con tu ayuda o sin ella, te ofrezco una recompensa por tu favor, pero si rehúsas, no me veré en otra opción que hablar con mis contactos. Si es alguna razón fraternal, amistosa, o algo de aquello, te puedo asegurar que tú serás mucho menos... mortal que mis otras opciones, no sé si me entiendes. - le puse otra perla en su mano - esta es mi fianza, ¿me ayudarás o no?- extendí mi mano.
El tiempo pasaba y la noche se acababa, debía actuar rápido y recuperar mi honor, no estoy dispuesta a que un simple ladronzuelo me robe, a mí, a una Chessire, una vampira.
Hacía algunos momentos que me preguntaba si el muchacho sabía lo que era, desde luego no tenía razones para hacerlo, pero aquella sería una razón de su desconfianza, una muy buena razón.
Preferiría que aquel muchacho me ayudase. He mencionado a mis "contactos", y aunque sea cierto que son brutos y mortales, son unos estúpidos que no son capaces de encontrar su chaqueta en un perchero.
Le miraba seria, con la mano aun extendida, esperando la respuesta de mi acompañante.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Definitivamente algo no andaba del todo bien en torno a la joven que en un principio parecía inocente, vulnerable sin más, poco después me demostró su verdadera naturaleza amenazante la cual me dejó perplejo. Mi boca colgaba abierta en señal de la obvia sorpresa que acababa de llevarme, todo lo que sucedía en ese momento era contradictorio ¿y qué sus contactos no podían ayudarla? ¿por qué tenía que ser exclusivamente yo? ¿qué estaba pasando en verdad?
-Sí, le ayudaré. -Asentí enérgico, tanto por la euforia de tener con qué subsistir, así como el miedo que comenzaba a invadirme. Una voz interior me imploraba que me echara a correr de inmediato pues en verdad algo raro estaba pasando, algo malo. Guardé ambas perlas en mi bolsillo para erguirme una vez más. - ¿Cómo puedo ayudarle? ¿Tan solo desea información o qué quiere específicamente? -Inquirí. Por puro reflejo miré hacia abajo, a sus jóvenes manos específicamente. Podía notar algo fuera de lo ordinario, aunque no sabía muy bien qué, lo estaba viendo, estaba frente a mí de eso estaba totalmente seguro, pero había algo que… simplemente no calzaba, era lo que me provocaba esa sensación de alerta, lo que impulsaba a que mi mente me gritara que corriese lo más lejos posible, sin mirar atrás. Un instinto de supervivencia.
Luego me percaté, y al hacerlo, sentí que el corazón me daba un vuelco, que la sangre caía hacia mis pies abandonando el resto del cuerpo, respiraba entrecortado y con los ojos abiertos como platos. Estaba viendo unas garras, algo muy característico de ciertas “personas”, de una especie en realidad. La joven tan inocente y delicada con la que me había topado no era nada más que una vampiresa. ¿Era una trampa? ¿Quería matarme? “¡Corre!” gritó mi cabeza y esta vez le hice caso sin más miramientos. Al instante me di a la fuga, lo más rápido y lejos que mis piernas pudiesen llevarme, todo con tal de dejar lo más de distancia posible entre la vampiresa y yo
-Sí, le ayudaré. -Asentí enérgico, tanto por la euforia de tener con qué subsistir, así como el miedo que comenzaba a invadirme. Una voz interior me imploraba que me echara a correr de inmediato pues en verdad algo raro estaba pasando, algo malo. Guardé ambas perlas en mi bolsillo para erguirme una vez más. - ¿Cómo puedo ayudarle? ¿Tan solo desea información o qué quiere específicamente? -Inquirí. Por puro reflejo miré hacia abajo, a sus jóvenes manos específicamente. Podía notar algo fuera de lo ordinario, aunque no sabía muy bien qué, lo estaba viendo, estaba frente a mí de eso estaba totalmente seguro, pero había algo que… simplemente no calzaba, era lo que me provocaba esa sensación de alerta, lo que impulsaba a que mi mente me gritara que corriese lo más lejos posible, sin mirar atrás. Un instinto de supervivencia.
Luego me percaté, y al hacerlo, sentí que el corazón me daba un vuelco, que la sangre caía hacia mis pies abandonando el resto del cuerpo, respiraba entrecortado y con los ojos abiertos como platos. Estaba viendo unas garras, algo muy característico de ciertas “personas”, de una especie en realidad. La joven tan inocente y delicada con la que me había topado no era nada más que una vampiresa. ¿Era una trampa? ¿Quería matarme? “¡Corre!” gritó mi cabeza y esta vez le hice caso sin más miramientos. Al instante me di a la fuga, lo más rápido y lejos que mis piernas pudiesen llevarme, todo con tal de dejar lo más de distancia posible entre la vampiresa y yo
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/09/2015
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Me preguntaba por qué se quedaba mirando con ese gesto de desconcierto, hasta que miró mi mano. Tan pronto como vio mis pálidos dedos, delgados y un tanto huesudos, echó a correr. Ante su reacción suspiré. No puedo creerme que vaya a tener que hacer esto me dije a mí misma.
Rajé la falda de mi vestido, quedando de él, sólo la parte superior y algunas tiras de tela que antes formaban una hermosa falda, no podría correr con un vestido así y necesitaba atrapar a aquel muchacho.
Alcé la mirada tras los segundos que había tardado en sentirme más cómoda y el chico ya había desaparecido.
Sabía qué hacer en estas situaciones, cerré mis ojos y me concentré en mi oído, pronto escuché los pasos y la respiración entrecortada del muchacho. Eché a correr tras de él, subí por una escalera a un tejado, desde el que podía ver las calles de se barrio y distinguí una figura ocultándose tras unos trozos de madera.
No pude evitar sonreír de lado. En cuanto más me acercaba, más bañaba las paredes un aroma característico, ¿acaso era sangre? ¿se había malherido el muchacho? me acerqué lo suficiente a su escondite para que pudiese oírme.
Chico, no seas más estúpido - pero no encontré repuesta. -Sólo quiero que me escuches y me ayudes, y si no vas a hacerlo no debías irte sin devolver la fianza- seguía sin recibir respuesta y decidí acercarme un poco más. Cuando pude acercarme lo suficiente, me dirigí de nuevo a él - y exijo una respuesta, muerta o no, no dejo de ser una dama.
Rajé la falda de mi vestido, quedando de él, sólo la parte superior y algunas tiras de tela que antes formaban una hermosa falda, no podría correr con un vestido así y necesitaba atrapar a aquel muchacho.
Alcé la mirada tras los segundos que había tardado en sentirme más cómoda y el chico ya había desaparecido.
Sabía qué hacer en estas situaciones, cerré mis ojos y me concentré en mi oído, pronto escuché los pasos y la respiración entrecortada del muchacho. Eché a correr tras de él, subí por una escalera a un tejado, desde el que podía ver las calles de se barrio y distinguí una figura ocultándose tras unos trozos de madera.
No pude evitar sonreír de lado. En cuanto más me acercaba, más bañaba las paredes un aroma característico, ¿acaso era sangre? ¿se había malherido el muchacho? me acerqué lo suficiente a su escondite para que pudiese oírme.
Chico, no seas más estúpido - pero no encontré repuesta. -Sólo quiero que me escuches y me ayudes, y si no vas a hacerlo no debías irte sin devolver la fianza- seguía sin recibir respuesta y decidí acercarme un poco más. Cuando pude acercarme lo suficiente, me dirigí de nuevo a él - y exijo una respuesta, muerta o no, no dejo de ser una dama.
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Seguí andando aun con el aliento casi perdido hasta que doblé una esquina que sabía me iba a sacar a un callejón que, a pesar de estar a la vista de la gente, la mayoría de las personas no reparaban en su presencia. Pocos conocían que en realidad existía y a dónde salía pues ese callejón se volvía cada vez más estrecho y en ciertos puntos coincidía con otras callejuelas formando un laberinto que, si sabías moverte, podrías usarlo para llegar hasta el otro lado de la ciudad, y ese era mi plan.
No volteé atrás en ningún momento, lo cual no sabía si era bueno o malo, pues me la imaginaba andando con velocidad sobrehumana, creía que estaba pisándome los talones y preparaba sus colmillos para así clavarlos en mi cuello ante la primera oportunidad tuviese. Con eso en mente continué moviéndome, esta vez adentrándome en el pequeño callejón entre dos edificios; mientras corría iba girando la cabeza hacia arriba, esperando que saltara desde el techo en cualquier momento para aterrizar frente a mí. Fue justo por desviar la vista del camino que terminé tropezando con Dios sabrá qué, provocando que cayera al suelo y rodara un par de veces por el mismo; aturdido y asustado me incorporé, volviendo a tropezar casi al instante -y de una forma patética debo agregar- y no por haber caído por el mismo objeto, sino porque al tratar de levantarme sentí un dolor punzante en el brazo que me mandó al piso otra vez. Hice un segundo intento por ponerme en pie y luego observé a mis alrededores, cayendo en la cuenta de lo verdaderamente tétrico que era el lugar por las noches, miraba atento a todas partes implorando por haber perdido a la vampiresa, porque no me hubiese seguido.
Me sentía expuesto en ese lugar tan encerrado, aterrado sin más, por cualquier ángulo que llegara, si es que lo hacía, me acorralaría fácilmente; y lo peor, me había perdido, no lograba distinguir por qué calle había pasado ya pues todas eran casi idénticas. Escuché un ruido en un tejado y de inmediato me di cuenta de que ella estaba tras de mí. ¿Y qué pasaría ahora? no pude evitar tragar saliva al tiempo que caminaba en reversa, buscando proteger mi lado ciego, sentía un líquido caliente que corría por mi brazo y me detuve para observar, estaba sangrando, de alguna manera logré cortarme cuando caí. Ante eso busqué escondite en un montón de cajas de madera apiladas en un rincón.
-¡No te acerques! -Grité con el temor evidente mientras con una mano buscaba ocultar mi herida. -Sé que no eres humana. -Con eso esperaba que se asustara un poco pero sin éxito, tan solo quería que se alejara de ahí, que no me lastimara. Esperaba que se abalanzara sobre mí en cualquier momento… no que continuara hablando. -¿Lo dice usted en serio? -Pregunté desconfiado, podía ser una trampa, buscaba hacerme salir de mi escondite. -No puedo ayudarle, quien le ha robado el collar es un conocido mío, no puedo traicionarlo de esa manera. Por favor entiéndalo. -A pesar de no querer ayudarle a que enviaran a ese muchacho a la cárcel, tampoco podía devolver esas perlas, me salvarían de tener que cometer ilícitos… -Lo haré, si no dice quién le ayudó. -Murmuré aún escondido pues no me daba confianza salir de ahí, menos con un brazo sangrante siendo ella una vampiresa.
No volteé atrás en ningún momento, lo cual no sabía si era bueno o malo, pues me la imaginaba andando con velocidad sobrehumana, creía que estaba pisándome los talones y preparaba sus colmillos para así clavarlos en mi cuello ante la primera oportunidad tuviese. Con eso en mente continué moviéndome, esta vez adentrándome en el pequeño callejón entre dos edificios; mientras corría iba girando la cabeza hacia arriba, esperando que saltara desde el techo en cualquier momento para aterrizar frente a mí. Fue justo por desviar la vista del camino que terminé tropezando con Dios sabrá qué, provocando que cayera al suelo y rodara un par de veces por el mismo; aturdido y asustado me incorporé, volviendo a tropezar casi al instante -y de una forma patética debo agregar- y no por haber caído por el mismo objeto, sino porque al tratar de levantarme sentí un dolor punzante en el brazo que me mandó al piso otra vez. Hice un segundo intento por ponerme en pie y luego observé a mis alrededores, cayendo en la cuenta de lo verdaderamente tétrico que era el lugar por las noches, miraba atento a todas partes implorando por haber perdido a la vampiresa, porque no me hubiese seguido.
Me sentía expuesto en ese lugar tan encerrado, aterrado sin más, por cualquier ángulo que llegara, si es que lo hacía, me acorralaría fácilmente; y lo peor, me había perdido, no lograba distinguir por qué calle había pasado ya pues todas eran casi idénticas. Escuché un ruido en un tejado y de inmediato me di cuenta de que ella estaba tras de mí. ¿Y qué pasaría ahora? no pude evitar tragar saliva al tiempo que caminaba en reversa, buscando proteger mi lado ciego, sentía un líquido caliente que corría por mi brazo y me detuve para observar, estaba sangrando, de alguna manera logré cortarme cuando caí. Ante eso busqué escondite en un montón de cajas de madera apiladas en un rincón.
-¡No te acerques! -Grité con el temor evidente mientras con una mano buscaba ocultar mi herida. -Sé que no eres humana. -Con eso esperaba que se asustara un poco pero sin éxito, tan solo quería que se alejara de ahí, que no me lastimara. Esperaba que se abalanzara sobre mí en cualquier momento… no que continuara hablando. -¿Lo dice usted en serio? -Pregunté desconfiado, podía ser una trampa, buscaba hacerme salir de mi escondite. -No puedo ayudarle, quien le ha robado el collar es un conocido mío, no puedo traicionarlo de esa manera. Por favor entiéndalo. -A pesar de no querer ayudarle a que enviaran a ese muchacho a la cárcel, tampoco podía devolver esas perlas, me salvarían de tener que cometer ilícitos… -Lo haré, si no dice quién le ayudó. -Murmuré aún escondido pues no me daba confianza salir de ahí, menos con un brazo sangrante siendo ella una vampiresa.
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Por fin volví a escuchar la voz del muchacho, aunque por los pequeños gemidos que se le escapaban entre las palabras supuse que estaba malherido. Ignoré todo lo que me estaba diciendo, ya que no quería verlo morir. Sé que tiene una herida y en su condición social es imposible que pueda ir a ver a un médico. Seguramente tendrá colegas que cosan una herida, pero si esta infectase, deberían amputar.
Me autoconvencía de que ese chico no me importaba en absoluto, que mi interés por su vida era simplemente mis perlas, pero aquello dejó de ser así hace ya bastante tiempo. Es cierto que si él no me ayudaba, seguiría intentándolo por mí misma, pero quería que aquel muchacho confiase en mí, yo no soy un vampiro asesino comedor de hombres como él pensaba y quería demostrárselo. La idea de darle mi sangre para devolverle un ápice de vida rondó mi cabeza, pero las consecuencias serían nefastas. Aquel vínculo que se crease no me convenía para nada, no quería tener a un humano pegado a mis faldas todo el tiempo, así que opté por llevarlo a casa para que uno de mis sirvientes le limpiase y curase la herida. Sin embargo, sé que no será fácil convencer a la persona que se oculta tras un par de cajas de madera desesperado para que me acompañe a casa.
- Escucha, chico, estás sangrando, y mucho- la verdad es que mi naturaleza empezaba a florecer imaginando toda aquella sangre gorgoteando por la camisa del chaval- si sigues así podrías desmayarte e igualmente tendría que llevarte a rastras, lo que resultaría bastante curioso a los ojos de los hombres- intentaba tranquilizarle de alguna manera. - Sé que no confías en mí y créeme, yo tampoco lo haría al principio, pero si estuviese sangrando de aquella forma no me lo pensaría dos veces-
A medida que hablaba, me iba acercando al escondite del chico hasta que me postré delante suya y expuse mi brazo para que se levantase - Mi hogar no queda muy lejos de estas calles, allí recibirás atención y reposo. Solo necesito que me des una dirección y un nombre y mandaré a mis sicarios a recuperar lo que es mío. Si me traen de vuelta mis perlas, podrás quedarte con las prometidas, lo juro. Además nunca sabrán tu nombre, porque nunca sabrán quien las reclama, estás a salvo.
Seguía mirando a sus ojos, para demostrar mi sinceridad, aún con el brazo extendido esperando a que el chico me respondiese.
Me autoconvencía de que ese chico no me importaba en absoluto, que mi interés por su vida era simplemente mis perlas, pero aquello dejó de ser así hace ya bastante tiempo. Es cierto que si él no me ayudaba, seguiría intentándolo por mí misma, pero quería que aquel muchacho confiase en mí, yo no soy un vampiro asesino comedor de hombres como él pensaba y quería demostrárselo. La idea de darle mi sangre para devolverle un ápice de vida rondó mi cabeza, pero las consecuencias serían nefastas. Aquel vínculo que se crease no me convenía para nada, no quería tener a un humano pegado a mis faldas todo el tiempo, así que opté por llevarlo a casa para que uno de mis sirvientes le limpiase y curase la herida. Sin embargo, sé que no será fácil convencer a la persona que se oculta tras un par de cajas de madera desesperado para que me acompañe a casa.
- Escucha, chico, estás sangrando, y mucho- la verdad es que mi naturaleza empezaba a florecer imaginando toda aquella sangre gorgoteando por la camisa del chaval- si sigues así podrías desmayarte e igualmente tendría que llevarte a rastras, lo que resultaría bastante curioso a los ojos de los hombres- intentaba tranquilizarle de alguna manera. - Sé que no confías en mí y créeme, yo tampoco lo haría al principio, pero si estuviese sangrando de aquella forma no me lo pensaría dos veces-
A medida que hablaba, me iba acercando al escondite del chico hasta que me postré delante suya y expuse mi brazo para que se levantase - Mi hogar no queda muy lejos de estas calles, allí recibirás atención y reposo. Solo necesito que me des una dirección y un nombre y mandaré a mis sicarios a recuperar lo que es mío. Si me traen de vuelta mis perlas, podrás quedarte con las prometidas, lo juro. Además nunca sabrán tu nombre, porque nunca sabrán quien las reclama, estás a salvo.
Seguía mirando a sus ojos, para demostrar mi sinceridad, aún con el brazo extendido esperando a que el chico me respondiese.
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Sus palabras, si bien no me convencían, sonaba lo suficientemente sinceras como para crearme algo de duda, fragilidad en mis palabras obstinadas. Observé la mano que me ofrecía con el temor aún presente, podría ser una trampa, en cuanto tomara su mano tiraría de mí para perforar mi cuello con su potente mandíbula en un abrir y cerrar de ojos. Ese pensamiento daba vueltas en mi cabeza, la idea de que de un momento a otro terminara muerto en el suelo sin que nadie supiera lo que había pasado resultaba más que aterradora; por otra parte ¿qué podía hacer? ¿tratar de huir? ¿pelear con ella?
Lo único que podría salir de alguno de esos dos escenarios sería que terminaría alcanzándome apenas avanzara unos metros, si es que me permitía avanzar algo, o de plano acorralado, tal y como en ese momento. Sin más opciones estiré el brazo que no estaba herido para tomar el suyo, en silencio rogando porque hablara con honestidad.
Me levanté con su ayuda y al estar de pie volví a usar mi brazo para cubrir la herida de la cual seguía brotando sangre, sabía sin necesidad de verla, que necesitaba que alguien la cosiera urgentemente, la cortada era muy larga y profunda, ocasionando que el líquido rojo siguiera brotando, manchando mi harapienta camisa. Fue así como comenzamos el trayecto hacia su hogar, la seguía desde una distancia razonable, en caso de que todo fuera una mentira al menos tendría un par de segundos para reaccionar ante un ataque. No me fiaba de ella en absoluto pero en realidad no había otra cosa que pudiera hacer en ese momento.
-No sé cómo se llama. -Dije rompiendo el silencio. -Pero todos lo conocen por Dante, nadie sabe su apellido o su verdadero nombre, él siempre se presenta de ese modo. -No podía creerlo ¿de verdad le estaba diciendo todo eso? Un sentimiento de culpa me sobrecogió, estaba traicionándolo. Sin embargo estaba consciente de que necesitaba del dinero urgentemente. -A veces lo veo en la taberna que está en el centro. Es todo lo que sé. -De repente estaba alarmado, algo en lo que no había pensado, pero ya era tarde, o tal vez no ¿Podía hacer algo para remediarlo? -No le haga daño, él tampoco ha tenido una vida fácil.
El tono era una súplica. No quería que saliera lastimado por mi culpa, no me lo perdonaría, ladrón o no.
Lo único que podría salir de alguno de esos dos escenarios sería que terminaría alcanzándome apenas avanzara unos metros, si es que me permitía avanzar algo, o de plano acorralado, tal y como en ese momento. Sin más opciones estiré el brazo que no estaba herido para tomar el suyo, en silencio rogando porque hablara con honestidad.
Me levanté con su ayuda y al estar de pie volví a usar mi brazo para cubrir la herida de la cual seguía brotando sangre, sabía sin necesidad de verla, que necesitaba que alguien la cosiera urgentemente, la cortada era muy larga y profunda, ocasionando que el líquido rojo siguiera brotando, manchando mi harapienta camisa. Fue así como comenzamos el trayecto hacia su hogar, la seguía desde una distancia razonable, en caso de que todo fuera una mentira al menos tendría un par de segundos para reaccionar ante un ataque. No me fiaba de ella en absoluto pero en realidad no había otra cosa que pudiera hacer en ese momento.
-No sé cómo se llama. -Dije rompiendo el silencio. -Pero todos lo conocen por Dante, nadie sabe su apellido o su verdadero nombre, él siempre se presenta de ese modo. -No podía creerlo ¿de verdad le estaba diciendo todo eso? Un sentimiento de culpa me sobrecogió, estaba traicionándolo. Sin embargo estaba consciente de que necesitaba del dinero urgentemente. -A veces lo veo en la taberna que está en el centro. Es todo lo que sé. -De repente estaba alarmado, algo en lo que no había pensado, pero ya era tarde, o tal vez no ¿Podía hacer algo para remediarlo? -No le haga daño, él tampoco ha tenido una vida fácil.
El tono era una súplica. No quería que saliera lastimado por mi culpa, no me lo perdonaría, ladrón o no.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Cuando el chico tomó mi mano sentí una pizca de alivio, pues aunque no tenía su confianza plena, y aunque se fiase de mí porque no tenía opción, me permitió demostrarle que mis palabras eran sinceras.
El muchacho debía estar anémico, ya que tuve que hacer bastante uso de fuerza para levantar a un cuerpo tan delgado, entonces noté que necesitaba reponerse, y lo cierto era que yo también empezaba a tener hambre. Desde luego la sangre caliente que fluía por el brazo del joven no me ayudaba a olvidarme del reclamo de mi cuerpo.
Anduvimos unos metros, y cuando estábamos a mitad de camino de nuestro destino, se rompió el silencio con algunos datos remotos sobre el ratero y una especie de súplica.
- Tranquilo, no le herirán si yo no se lo pido, pronto podrás verlo por las calles hurtando a más ilusos.- giré mi cabeza y le sonreí, sabiendo que si guardaba las distancias conmigo no era por su cansancio, sino por su miedo.
Pasamos un par de minutos más caminando, en un silencio que se rompía por algunos instantes debido a las maldiciones que el muchacho dirigía a su herida, cuando nos encontramos en frente de mi casa, con una fachada puramente del siglo diecinueve, con abundantes decoraciones vegetales y dos grandes columnas que soportaban el friso que coronaba la gran puerta de madera e hierro.
Llamé levemente a la puerta, y con un crujido al que ya me había acostumbrado, expuso el interior del edificio, del cual destacaba una gran escalera de mármol. Cuando las criadas me vieron, se espantaron por las condiciones de mi vestido, pero con una señal mandé a callar a las mujeres que chillaban como gallinas.
- Este hombre está hambriento y sediento, y como todos notaréis, necesita varios cuidados higiénicos. Cosed su herida, dadle un baño y llevadlo al comedor en el que nos veremos en veinte minutos, yo también necesito vestirme apropiadamente.
Tras esto, subí las escaleras mientras observaba como el servicio se llevaba al chico que parecía confuso.
Tomé un baño ligero, me perfumé y vestí cómodamente pero apropiada para una cena con un invitado. Sin embargo, llevaba el pelo suelto, que acariciaba mi espalda, cubierta por un bello corpiño azul, a juego con la falda. Utilicé un maquillaje discreto, y según el reloj de mi padre que guardaba en un cajón, aún faltaban un par de minutos para que se cumpliese el plazo asignado, así que me dirigí al comedor, que se encontraba a la izquierda de las escaleras en la planta de abajo. Pude observar en mi camino que habían limpiado la sangre del suelo ya, y sólo esperaba que mi acompañante hubiese dejado de sangrar para poder pensar en otra cosa que no fuese comida.
Cuando llegué a la estancia acordada, no había nadie aún, así que tomé asiento y rellenaron mi copa con el único contenido que puede saciar mi sed. Tras un par de segundos, las puertas se abrieron, dejando al chico pasar. Me levanté y delicadamente, le hice un gesto para que me acompañase. Tras esto, pedí que rellenasen la copa al chico con un buen vino y que fuesen trayendo la comida.
Bien sabía que yo no iba a comer, pero sería grosero no acompañar a un invitado en su cena.
Me había sentado, y ya me habían rellenado dos veces la copa cuando me dirigí a él.
- Espero que la comida sea de tu agrado - aunque viendo cómo devoraba el cochinillo que le habían servido podía deducir que sí- esta noche irán mis muchachos al lugar que mencionaste, y tomarán aquello que me robaron. Si no está tu compañero en la posada, te quedarás hasta que aparezca.- lo cierto es que mi tono parecía una amenaza hacia el muchacho, pero debía asegurarme de que se cumplía mi voluntad. Tomé otro sorbo del contenido de la copa y escuché lo que se disponía a decir.
El muchacho debía estar anémico, ya que tuve que hacer bastante uso de fuerza para levantar a un cuerpo tan delgado, entonces noté que necesitaba reponerse, y lo cierto era que yo también empezaba a tener hambre. Desde luego la sangre caliente que fluía por el brazo del joven no me ayudaba a olvidarme del reclamo de mi cuerpo.
Anduvimos unos metros, y cuando estábamos a mitad de camino de nuestro destino, se rompió el silencio con algunos datos remotos sobre el ratero y una especie de súplica.
- Tranquilo, no le herirán si yo no se lo pido, pronto podrás verlo por las calles hurtando a más ilusos.- giré mi cabeza y le sonreí, sabiendo que si guardaba las distancias conmigo no era por su cansancio, sino por su miedo.
Pasamos un par de minutos más caminando, en un silencio que se rompía por algunos instantes debido a las maldiciones que el muchacho dirigía a su herida, cuando nos encontramos en frente de mi casa, con una fachada puramente del siglo diecinueve, con abundantes decoraciones vegetales y dos grandes columnas que soportaban el friso que coronaba la gran puerta de madera e hierro.
Llamé levemente a la puerta, y con un crujido al que ya me había acostumbrado, expuso el interior del edificio, del cual destacaba una gran escalera de mármol. Cuando las criadas me vieron, se espantaron por las condiciones de mi vestido, pero con una señal mandé a callar a las mujeres que chillaban como gallinas.
- Este hombre está hambriento y sediento, y como todos notaréis, necesita varios cuidados higiénicos. Cosed su herida, dadle un baño y llevadlo al comedor en el que nos veremos en veinte minutos, yo también necesito vestirme apropiadamente.
Tras esto, subí las escaleras mientras observaba como el servicio se llevaba al chico que parecía confuso.
Tomé un baño ligero, me perfumé y vestí cómodamente pero apropiada para una cena con un invitado. Sin embargo, llevaba el pelo suelto, que acariciaba mi espalda, cubierta por un bello corpiño azul, a juego con la falda. Utilicé un maquillaje discreto, y según el reloj de mi padre que guardaba en un cajón, aún faltaban un par de minutos para que se cumpliese el plazo asignado, así que me dirigí al comedor, que se encontraba a la izquierda de las escaleras en la planta de abajo. Pude observar en mi camino que habían limpiado la sangre del suelo ya, y sólo esperaba que mi acompañante hubiese dejado de sangrar para poder pensar en otra cosa que no fuese comida.
Cuando llegué a la estancia acordada, no había nadie aún, así que tomé asiento y rellenaron mi copa con el único contenido que puede saciar mi sed. Tras un par de segundos, las puertas se abrieron, dejando al chico pasar. Me levanté y delicadamente, le hice un gesto para que me acompañase. Tras esto, pedí que rellenasen la copa al chico con un buen vino y que fuesen trayendo la comida.
Bien sabía que yo no iba a comer, pero sería grosero no acompañar a un invitado en su cena.
Me había sentado, y ya me habían rellenado dos veces la copa cuando me dirigí a él.
- Espero que la comida sea de tu agrado - aunque viendo cómo devoraba el cochinillo que le habían servido podía deducir que sí- esta noche irán mis muchachos al lugar que mencionaste, y tomarán aquello que me robaron. Si no está tu compañero en la posada, te quedarás hasta que aparezca.- lo cierto es que mi tono parecía una amenaza hacia el muchacho, pero debía asegurarme de que se cumplía mi voluntad. Tomé otro sorbo del contenido de la copa y escuché lo que se disponía a decir.
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
La gente de la que no me fiaba mucho era la gente de clase alta, pues el vivir en la calle ya por tantos años me demostró que por lo general eran estos los más abusivos, además de tacaños. El dinero daba poder que tarde o temprano corrompía a la gente y dejaba salir a la luz su lado oscuro. En segundo lugar estaban los sobrenaturales en sí, en especial de los vampiros, no tanto por el temor de sus poderes sobrehumanos, sino de saber a cuánta sangre había sido derramada en manos de mis padres, tenía miedo de que alguno de ellos buscara venganza por uno de los suyos, aunque fuera una posibilidad remota no estaba demás andar precavido. Pensando en eso me recorrió un escalofrío por mi espalda al llegar al umbral de la puerta, antes de entrar al inmueble mi corazón volvía a estar frenético, me arrepentía de haber hecho caso, quería dar la vuelta e irme pero ya era tarde. La voz de la vampiresa era apenas un eco lejano, quería salir de ahí ¿qué tal que todo era una trampa? ¿y si solo buscaba alimento?
Antes de darme cuenta, las criadas ya estaban guiándome hacia otra habitación y a pesar de mi histeria las acompañé en silencio, volteando a ver la puerta antes de desaparecer por el pasillo. Una de ellas limpió la herida y aunque sabía que intentaba hacerlo con cuidado no podía evitar quejarme del dolor o apartarme de vez en cuando, más por querer evitar tacto físico que por otra cosa. Terminado eso, me llevaron a un cuarto de baño que ya estaba preparado, a más de una la puse de mal humor cuando intenté echarlas del cuarto, por supuesto que no iba a lavarme con alguien más en el cuarto, mucho menos dejar que ellas lo hicieran, no me importaba si la “joven” lo había ordenado.
Pasaron varios minutos antes de que bajara al comedor principal, ya con la herida tratada, limpio y arreglado, aunque la camisa que me habían dado me quedaba grande, ni modo, no había otra cosa. Naturalmente se deshicieron de lo que traía puesto cuando llegué.
Vale, hasta el momento parecía que no era ninguna clase de trampa, y a esas alturas no tendría por qué serlo, por lo que me permití relajarme y disfrutar de la comida y vino que me llevaba a la boca. -Está delicioso. -Murmuré entre un bocado y otro, tenía tanta hambre que podría devorar incluso los huesos. La escuché atentamente y casi me da un vuelco al corazón, me detuve de comer y me dirigí a ella, preocupado. -No es justo, no puedo quedarme. Nada garantiza que él esté ahí esa noche, o tan siquiera en lo que queda del mes, no hay forma de saberlo, ¿me quedaré aquí entonces? incluso podría estar muriendo mientras hablamos. -De un momento a otro sentí que mi puesto de huésped cambiaba al de un prisionero.- ¿Y si no aparece otra vez?
Antes de darme cuenta, las criadas ya estaban guiándome hacia otra habitación y a pesar de mi histeria las acompañé en silencio, volteando a ver la puerta antes de desaparecer por el pasillo. Una de ellas limpió la herida y aunque sabía que intentaba hacerlo con cuidado no podía evitar quejarme del dolor o apartarme de vez en cuando, más por querer evitar tacto físico que por otra cosa. Terminado eso, me llevaron a un cuarto de baño que ya estaba preparado, a más de una la puse de mal humor cuando intenté echarlas del cuarto, por supuesto que no iba a lavarme con alguien más en el cuarto, mucho menos dejar que ellas lo hicieran, no me importaba si la “joven” lo había ordenado.
Pasaron varios minutos antes de que bajara al comedor principal, ya con la herida tratada, limpio y arreglado, aunque la camisa que me habían dado me quedaba grande, ni modo, no había otra cosa. Naturalmente se deshicieron de lo que traía puesto cuando llegué.
Vale, hasta el momento parecía que no era ninguna clase de trampa, y a esas alturas no tendría por qué serlo, por lo que me permití relajarme y disfrutar de la comida y vino que me llevaba a la boca. -Está delicioso. -Murmuré entre un bocado y otro, tenía tanta hambre que podría devorar incluso los huesos. La escuché atentamente y casi me da un vuelco al corazón, me detuve de comer y me dirigí a ella, preocupado. -No es justo, no puedo quedarme. Nada garantiza que él esté ahí esa noche, o tan siquiera en lo que queda del mes, no hay forma de saberlo, ¿me quedaré aquí entonces? incluso podría estar muriendo mientras hablamos. -De un momento a otro sentí que mi puesto de huésped cambiaba al de un prisionero.- ¿Y si no aparece otra vez?
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
El tono de preocupación del muchacho lo cierto es que me parecía exagerado, y a mí los dramas nunca me habían gustado. Sin embargo, tuve que contener la respuesta que en ese momento se me ocurría, ya que no quería ser grosera con mi invitado, sin embargo, no podía permitir que se me subiera a las barbas. Entonces, me dirigí a él en un tono serio pero no amenazador.
- Aquí estarás mejor que hurtando y harás menos daño, por supuesto. Ya te he dicho que mi intención no es hacer daño a tu compañero, simplemente quiero que sepa a quién no volver a molestar. Si esta noche no está en el lugar que me señalaste, volverás a hospedarte aquí, ya que tu estado actual no te permite ir a ningún lado- señalé con un ligero gesto de mis dedos la herida de su brazo. - Dormirás en una buena cama y te levantarás a una buena hora, también necesito que me ayudes en ciertos aspectos.-
Desde luego el hecho de que estuviera cenando acompañada no era por gusto propio. Mi hospitalidad se debía a que necesitaba la seguridad de encontrar al malhechor, sin embargo, el chico no iba a estar simplemente viviendo en mi casa, sino que también ayudaría en ella, desde luego esto no era un hotel.
-Como bien sabrás, de día las cortinas que decoran la habitación taparán la luz. Yo debo quedarme en las sombras pero tú irás al cobertizo del jardín y lo recogerás. Hace bastante que los jardineros se quejan del mal estado del mismo.
Al chico parecía no agradarle del todo la idea, pero si iba a estar aquí, al menos debería serme útil. Además, así me encargaba de que estuviese entretenido y no me molestase demasiado.
Habían pasado varios minutos cuando el plato del muchacho ya no tenía contenido, y por la hora que era, si quería que este rindiese mañana, debería acostarse, antes de que entrase más la madrugada.
Me levanté de mi lugar, le deseé las buenas noches y le recordé que a las siete debía estar en pie. Llamé a Modine, una de mis criadas para que le acompañase a su habitación, y yo me dirigí a la mía.
En cuanto me introduje en mis aposentos, me puse a hacer pequeños bocetos, lo cierto es que me había inspirado. Cogí un rastro de carboncillo y empecé a manchar a gran superficie blanca, aún sin saber con seguridad que saldría como resultado.
- Aquí estarás mejor que hurtando y harás menos daño, por supuesto. Ya te he dicho que mi intención no es hacer daño a tu compañero, simplemente quiero que sepa a quién no volver a molestar. Si esta noche no está en el lugar que me señalaste, volverás a hospedarte aquí, ya que tu estado actual no te permite ir a ningún lado- señalé con un ligero gesto de mis dedos la herida de su brazo. - Dormirás en una buena cama y te levantarás a una buena hora, también necesito que me ayudes en ciertos aspectos.-
Desde luego el hecho de que estuviera cenando acompañada no era por gusto propio. Mi hospitalidad se debía a que necesitaba la seguridad de encontrar al malhechor, sin embargo, el chico no iba a estar simplemente viviendo en mi casa, sino que también ayudaría en ella, desde luego esto no era un hotel.
-Como bien sabrás, de día las cortinas que decoran la habitación taparán la luz. Yo debo quedarme en las sombras pero tú irás al cobertizo del jardín y lo recogerás. Hace bastante que los jardineros se quejan del mal estado del mismo.
Al chico parecía no agradarle del todo la idea, pero si iba a estar aquí, al menos debería serme útil. Además, así me encargaba de que estuviese entretenido y no me molestase demasiado.
Habían pasado varios minutos cuando el plato del muchacho ya no tenía contenido, y por la hora que era, si quería que este rindiese mañana, debería acostarse, antes de que entrase más la madrugada.
Me levanté de mi lugar, le deseé las buenas noches y le recordé que a las siete debía estar en pie. Llamé a Modine, una de mis criadas para que le acompañase a su habitación, y yo me dirigí a la mía.
En cuanto me introduje en mis aposentos, me puse a hacer pequeños bocetos, lo cierto es que me había inspirado. Cogí un rastro de carboncillo y empecé a manchar a gran superficie blanca, aún sin saber con seguridad que saldría como resultado.
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Pude ver en los ojos de la vampiresa que el tono de voz que había utilizado no había sido de su agrado y estaba retando su paciencia y hospitalidad. Al ver eso me retracté de mis palabras… aunque no totalmente, era cierto, el muchacho tenía problemas con matones de otras zonas del bajo mundo en París y en varias ocasiones había estado cerca de la perdición de la que se salvó sólo por un instante de suerte en el último momento, ojalá que estuviera bien… para que yo no saliera pagando por sus actos. Solté un pesado suspiro y volteé a ver a mi brazo recién atendido. Ella tenía razón, aunque pudiera irme, esa condenada herida acabaría por costarme no solo dinero, sino la misma vida en la situación equivocada. Asentí entonces a sus palabras, obviamente la idea de dormir en una suave cama, tener comida a mi disposición, techo y un medio para calentarme no me era desagradable en absoluto, ni siquiera el trabajar en sus jardines, sin embargo, tenía mis fuertes reservas con la idea de no poder salir hasta que el muchacho apareciera.
-Lamento haber reaccionado de esa forma, cumpliré sus órdenes. -Murmuré suficientemente audible para que pudiese escucharme. -Me ha tratado de manera hospitalaria, es lo mínimo que puedo hacer para agradecerle. -Completé lentamente volviendo a mi comida, en verdad que moría de hambre y no me había percatado de ello hasta que había dado el primer mordisco. Poco después el plato estaba vacío y ella se despedía, correspondí de la misma manera, no sin antes volver a agradecerle por sus cuidados y seguí a la criada por el pasillo opuesto hasta que llegamos a una amplia puerta.
Observé la modesta (pero lujosa en su propia manera) habitación en donde tenían ya lista una ropa delgada y suave para dormir por lo que me cambié y terminando me tumbé sobre la cama dispuesto a dormir. Esa noche recuerdo haber tenido pesadillas, no tan fuertes como para hacerme despertar de un sobresalto, pero sí lo suficientemente incómodas como para negarme una noche placentera de sueño. Cuando abrí los ojos aún no daban las seis de la mañana pero supe que no podía descansar más y me dispuse a salir para ir a atender ese jardín.
Bajé las escaleras con cautela aun sabiendo que seguramente los sentidos desarrollados de la “joven” podrían percatarse de mi presencia, luego abrí la puerta trasera y fui a buscar las herramientas con qué trabajar. Salí del cobertizo y para mi desagrado, el jardín estaba en pésimas condiciones, había muchas plantas muertas y también hojas y montones de maleza que se amontonaban. Solté un suspiro y comencé a trabajar, primero limpiando las hojas que estaban desperdigadas por el amplio césped, terminando eso, proseguí con quitar toda la maleza que crecía entre las flores y eso me tomó más tiempo del esperado, cuando me di cuenta, la actividad en el lugar había iniciado y las sirvientas salían a tender ropa y a mi nariz llegaba el aroma de la comida que estaba siendo preparada. Me incorporé, decidido a desayunar antes de proseguir con el trabajo y fue en ese momento que advertí que estaba siendo vigilado, podía sentirlo, el pelo en mi nuca que se erizaba y un escalofrío bajando por mi espalda; tragué saliva y volteé hacia arriba y vi la silueta de la vampiresa que se asomaba por el ventanal, observándome ¿qué estaría pensando?
-Lamento haber reaccionado de esa forma, cumpliré sus órdenes. -Murmuré suficientemente audible para que pudiese escucharme. -Me ha tratado de manera hospitalaria, es lo mínimo que puedo hacer para agradecerle. -Completé lentamente volviendo a mi comida, en verdad que moría de hambre y no me había percatado de ello hasta que había dado el primer mordisco. Poco después el plato estaba vacío y ella se despedía, correspondí de la misma manera, no sin antes volver a agradecerle por sus cuidados y seguí a la criada por el pasillo opuesto hasta que llegamos a una amplia puerta.
Observé la modesta (pero lujosa en su propia manera) habitación en donde tenían ya lista una ropa delgada y suave para dormir por lo que me cambié y terminando me tumbé sobre la cama dispuesto a dormir. Esa noche recuerdo haber tenido pesadillas, no tan fuertes como para hacerme despertar de un sobresalto, pero sí lo suficientemente incómodas como para negarme una noche placentera de sueño. Cuando abrí los ojos aún no daban las seis de la mañana pero supe que no podía descansar más y me dispuse a salir para ir a atender ese jardín.
Bajé las escaleras con cautela aun sabiendo que seguramente los sentidos desarrollados de la “joven” podrían percatarse de mi presencia, luego abrí la puerta trasera y fui a buscar las herramientas con qué trabajar. Salí del cobertizo y para mi desagrado, el jardín estaba en pésimas condiciones, había muchas plantas muertas y también hojas y montones de maleza que se amontonaban. Solté un suspiro y comencé a trabajar, primero limpiando las hojas que estaban desperdigadas por el amplio césped, terminando eso, proseguí con quitar toda la maleza que crecía entre las flores y eso me tomó más tiempo del esperado, cuando me di cuenta, la actividad en el lugar había iniciado y las sirvientas salían a tender ropa y a mi nariz llegaba el aroma de la comida que estaba siendo preparada. Me incorporé, decidido a desayunar antes de proseguir con el trabajo y fue en ese momento que advertí que estaba siendo vigilado, podía sentirlo, el pelo en mi nuca que se erizaba y un escalofrío bajando por mi espalda; tragué saliva y volteé hacia arriba y vi la silueta de la vampiresa que se asomaba por el ventanal, observándome ¿qué estaría pensando?
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Cuando me retiré a mis aposentos, la inspiración se apoderó de mí y no pude evitar sacar mi pluma, rellenar el tintero y plasmar en la hoja de pergamino todas las palabras que cruzaban mi mente en aquel momento de la noche. Cuando me quise dar cuenta, tenía mi escritorio lleno de papeles marcados por mi pluma, y justo cuando iba a realizar el trazo final que nombraría la canción escrita que sonaba en mi cabeza, un ruido de metal oxidado hizo que me exaltase y hacer manchar del líquido negro toda la hoja, mandando al garete todo el trabajo que había hecho hasta ahora, ya que ésta caló y cubrió gran parte del resto de las que había desordenadas cubriendo el soporte de madera.
Me colmé de la paciencia que creía inexistente, y tranquilamente, me aproximé a ver qué demonios estaba ocurriendo ahí afuera a las seis y media de la mañana. Cuando vi el origen de lo que me perturbaba, no me lo podía creer. El muchacho había madrugado para hacer las tareas que le encomendé unas horas antes, incluso con el brazo en malas condiciones. He de admitir que me sorprendió tal acto de responsabilidad por su parte, ya que creía firmemente que tendría que verter un jarrón de agua fría sobre su tez para despegarlo de las sábanas, pero por lo que se ve, me equivocaba.
Por un leve instante se me cruzó la estúpida e imposible idea de darle trabajo al muchacho como mozo, desde luego, era un chico al que le hacía falta fuerza física, sin embargo, estaba colmado de fuerza vital, lo cual me vendría bastante bien. Sin quererlo, empecé a darle vueltas al tema, y a preguntarme si no era una idea tan absurda después de todo.
Cuando salí del abismo de mis pensamientos, me di cuenta de que el chico estaba ahí, fijo en el suelo, mirándome directamente a los ojos desde la distancia. Sin parpadear siquiera, cerré las pesadas cortinas color vino, para que cuando subiese un poco el sol, no llegara su rastro a mi estancia. Cuando bajé, los candelabros iluminaban las salas, desde luego era triste vivir en una completa oscuridad, con algún leve suspiro del fuego. Echaba de menos el calor y la luz natural, abrir las ventanas y poder respirar la brisa que aún arrastraba el rocío de la madrugada.
Últimamente pensaba demasiado en lo que echaba de menos de ser humana, lo cual no era para nada lo que me había prometido a mí misma.
Al llegar a la estancia donde se serviría el desayuno en unos minutos, observé la oscuridad del lugar, y pensé... No era justo arrebatarle a aquel muchacho lleno de vida la luz y calor del sol mientras desayuna, así que ordené a Fleur, una de mis criadas, abrir todas las cortinas, cuando el muchacho llegase y correrlas cuando abandonase la estancia. Yo me retiré al salón, donde me sirvieron una taza que rellenaron con el néctar de algún voluntario. Tuve suerte de encontrar un servicio tan fiel y dispuesto a entregarme el contenido de sus venas. Cuando me sentí satisfecha, di las gracias y ordené a uno de mis mayordomos que llamase al muchacho. Tenía una idea en mente, ciertamente arriesgada, pero que creo que demostrará la confianza que le había brindado a mi invitado.
Cuando el chico entró, estaba lleno de barro y rastros verdes de haberse arrodillado sobre el césped. Sin embargo, no dudé en ofrecerle asiento. El chico, nervioso, supongo que esperaba algún tipo de reproche, mas esa no era en absoluto mi intención.
- Buenos días. He podido observar que has madrugado, lo cual me ha creado la necesidad de premiar tu responsabilidad. Sé que no puedo retenerte aquí, no eres mi prisionero, bueno, no del todo, sabes lo que quiero decir.
He decidido encargarte ir a la tienda más cercana a comprar los utensilios que encuentres necesarios para condicionar mi jardín, ya que he podido comprobar que los que yo tenía no eran del todo apropiados, y puede que estuvieran un tanto oxidados. Además, te sobrará dinero y puedes comprar lo que más desees con él, ya sea un calzado nuevo, o una barra de pan. Eso sí, por favor te pido que vuelvas antes de las cinco, y que no hurtes a nadie, te voy a dar todo lo que necesitas, nadie debe ver su día arruinado por un crimen tan innecesario como aquel.
Puedes retirarte, el dinero estará en la mesita blanca de la entrada, no creo que vayas a necesitar más del que encontrarás.
Tras esto, me levanté y dirigí con un leve movimiento de brazo al chico hacia la puerta para que continuase haciendo sus quehaceres, ya que pronto iban a ser las doce del mediodía, y en menos de tres horas el muchacho debía lavarse, vestirse, almorzar y marchar a comprar los utensilios necesarios.
Por supuesto que se me había cruzado la idea de que el muchacho desaparecería y no volvería a verlo nunca más, sin embargo, algo de él me decía que podría confiar en que no era así, que volvería y cumpliría con su palabra, y desde luego, eso es lo que esperaba, en lo que confiaba, en la palabra de un ladrón, sí, pero de un ladrón honesto.
Me colmé de la paciencia que creía inexistente, y tranquilamente, me aproximé a ver qué demonios estaba ocurriendo ahí afuera a las seis y media de la mañana. Cuando vi el origen de lo que me perturbaba, no me lo podía creer. El muchacho había madrugado para hacer las tareas que le encomendé unas horas antes, incluso con el brazo en malas condiciones. He de admitir que me sorprendió tal acto de responsabilidad por su parte, ya que creía firmemente que tendría que verter un jarrón de agua fría sobre su tez para despegarlo de las sábanas, pero por lo que se ve, me equivocaba.
Por un leve instante se me cruzó la estúpida e imposible idea de darle trabajo al muchacho como mozo, desde luego, era un chico al que le hacía falta fuerza física, sin embargo, estaba colmado de fuerza vital, lo cual me vendría bastante bien. Sin quererlo, empecé a darle vueltas al tema, y a preguntarme si no era una idea tan absurda después de todo.
Cuando salí del abismo de mis pensamientos, me di cuenta de que el chico estaba ahí, fijo en el suelo, mirándome directamente a los ojos desde la distancia. Sin parpadear siquiera, cerré las pesadas cortinas color vino, para que cuando subiese un poco el sol, no llegara su rastro a mi estancia. Cuando bajé, los candelabros iluminaban las salas, desde luego era triste vivir en una completa oscuridad, con algún leve suspiro del fuego. Echaba de menos el calor y la luz natural, abrir las ventanas y poder respirar la brisa que aún arrastraba el rocío de la madrugada.
Últimamente pensaba demasiado en lo que echaba de menos de ser humana, lo cual no era para nada lo que me había prometido a mí misma.
Al llegar a la estancia donde se serviría el desayuno en unos minutos, observé la oscuridad del lugar, y pensé... No era justo arrebatarle a aquel muchacho lleno de vida la luz y calor del sol mientras desayuna, así que ordené a Fleur, una de mis criadas, abrir todas las cortinas, cuando el muchacho llegase y correrlas cuando abandonase la estancia. Yo me retiré al salón, donde me sirvieron una taza que rellenaron con el néctar de algún voluntario. Tuve suerte de encontrar un servicio tan fiel y dispuesto a entregarme el contenido de sus venas. Cuando me sentí satisfecha, di las gracias y ordené a uno de mis mayordomos que llamase al muchacho. Tenía una idea en mente, ciertamente arriesgada, pero que creo que demostrará la confianza que le había brindado a mi invitado.
Cuando el chico entró, estaba lleno de barro y rastros verdes de haberse arrodillado sobre el césped. Sin embargo, no dudé en ofrecerle asiento. El chico, nervioso, supongo que esperaba algún tipo de reproche, mas esa no era en absoluto mi intención.
- Buenos días. He podido observar que has madrugado, lo cual me ha creado la necesidad de premiar tu responsabilidad. Sé que no puedo retenerte aquí, no eres mi prisionero, bueno, no del todo, sabes lo que quiero decir.
He decidido encargarte ir a la tienda más cercana a comprar los utensilios que encuentres necesarios para condicionar mi jardín, ya que he podido comprobar que los que yo tenía no eran del todo apropiados, y puede que estuvieran un tanto oxidados. Además, te sobrará dinero y puedes comprar lo que más desees con él, ya sea un calzado nuevo, o una barra de pan. Eso sí, por favor te pido que vuelvas antes de las cinco, y que no hurtes a nadie, te voy a dar todo lo que necesitas, nadie debe ver su día arruinado por un crimen tan innecesario como aquel.
Puedes retirarte, el dinero estará en la mesita blanca de la entrada, no creo que vayas a necesitar más del que encontrarás.
Tras esto, me levanté y dirigí con un leve movimiento de brazo al chico hacia la puerta para que continuase haciendo sus quehaceres, ya que pronto iban a ser las doce del mediodía, y en menos de tres horas el muchacho debía lavarse, vestirse, almorzar y marchar a comprar los utensilios necesarios.
Por supuesto que se me había cruzado la idea de que el muchacho desaparecería y no volvería a verlo nunca más, sin embargo, algo de él me decía que podría confiar en que no era así, que volvería y cumpliría con su palabra, y desde luego, eso es lo que esperaba, en lo que confiaba, en la palabra de un ladrón, sí, pero de un ladrón honesto.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
El desayuno que sirvieron fue simplemente excelente, fruta fresca, huevos revueltos con jamón y unas rebanadas de pan tostado. Una vez satisfecho, fui notificado que la vampiresa deseaba verme en otra habitación a solas. Al pensar en ello no pude hacer menos que tragar saliva con ansiedad. Me levanté de la silla y con pasos cautelosos entré en al salón, de inmediato cruzando miradas con la mujer de pelos rojos.
Mis ojos fueron nerviosos del asiento ofrecido a su persona, rebotando una y otra vez hasta que por fin opté por sentarme, las primeras palabras que salieron de su boca me dejaron atónito ¿Me estaba premiando? No pude evitar dejar ver una sonrisa de oreja a oreja, se sentía extrañamente bien que te dijeran que habías hecho un buen trabajo, y eso era una sensación nueva, pero bienvenida de todas formas. Luego seguí escuchando con oídos atentos al resto de la conversación y cuando finalizó asentí en comprensión.
-Muchas gracias señorita, volveré a la hora indicada. -Y con estas palabras fue que salí de la habitación no sin antes inclinar levemente la cabeza, seña de respeto y gratitud. Luego de eso, me dediqué a juntar las hojas que estaban regadas por el césped, lo hacía con rapidez, justamente para no perder valioso tiempo que podía utilizar saliendo del lugar.
Terminado eso fui a asearme y a vestirme con ropa que me fue proporcionada por alguno de los muchos criados que estaban al servicio de la muchacha -a quien debería de preguntarle su nombre-, luego de eso fue que abandoné el lugar ya con las monedas en los bolsillos y caminé hacia la zona comercial. Ya ahí, fui primero a una tienda especializada en vender artículos como los que me habían especificado, después fui emocionado a comprar unas botas nuevas, las que tenía estaban a poco de quedar inservibles de lo rotas que estaban.
Con calzado nuevo y reluciente comencé a caminar de regreso, no había tardado tanto, aun quedaba mucho tiempo de sobra. Estaba a medio camino cuando de repente, una silueta familiar pasó cerca de mí, no pude evitar girarme al darme cuenta de quién se trataba. Para mi asombro, no era nada más que el ladrón que le había arrebatado el collar a la pelirroja, actuando sin pensar, comencé a seguirlo, tenía que averiguar qué había hecho con ese collar, que me lo entregara si es que aun estaba en su posesión o guiarme hasta quien lo tenía. Estuve así por varias calles hasta que finalmente vi que se detenía frente al umbral de una puerta desvencijada, tocó el timbre y un hombre corpulento atendió, hicieron un intercambio breve de palabras y luego, el ladronzuelo se alejaba con más de 600 francos en los bolsillos.
Al principio no supe qué había pasado pero poco a poco se aclararon mis pensamientos, aquel hombre compraba cosas robadas y lo que había presenciado era una transacción. Seguramente el collar había pasado por sus manos.
Apenas llegué a la conclusión de eso cuando algo acudió a mi conciencia de forma tan repentina como un relámpago. -¿Qué hora es? -Alcé la vista al cielo y para mi horror, las estrellas ya estaban adornando el cielo y la luna indicaba que ya era muy entrada la noche. ¡Me había pasado de la hora! Casi instantáneamente alguien colocó un saco sobre mi cabeza, las herramientas que cargaba cayeron al suelo con estrépito y fui atado con las manos tras la espalda. Alguien me estaba cargando sobre su hombro y traté de liberarme con golpes y patadas, sin éxito -¡Auxilio! Grité pero el saco era muy grueso y amortiguaba la mayor parte del sonido. Hice lo posible por tratar de liberarme pero lo único que conseguí es que el hombre que me cargaba ajustara su agarre. El miedo comenzó a apoderarse de mi cuerpo y acciones. ¿A dónde me llevan? -¡Ayuda!
Escuché el sonido de una puerta rechinando y antes de poder preveerlo, fui arrojado a lo que parecía el interior de un carruaje donde comencé a retorcerme, intentando quitar la soga de las manos y el saco de la cabeza. Pensaba en eso cuando el saco fue repentinamente removido de mi cara por una mano ajena, alcé la vista un tanto deslumbrado y dentro del carruaje, sentada, estaba la vampiresa de pelos rojos como el fuego.
Mis ojos fueron nerviosos del asiento ofrecido a su persona, rebotando una y otra vez hasta que por fin opté por sentarme, las primeras palabras que salieron de su boca me dejaron atónito ¿Me estaba premiando? No pude evitar dejar ver una sonrisa de oreja a oreja, se sentía extrañamente bien que te dijeran que habías hecho un buen trabajo, y eso era una sensación nueva, pero bienvenida de todas formas. Luego seguí escuchando con oídos atentos al resto de la conversación y cuando finalizó asentí en comprensión.
-Muchas gracias señorita, volveré a la hora indicada. -Y con estas palabras fue que salí de la habitación no sin antes inclinar levemente la cabeza, seña de respeto y gratitud. Luego de eso, me dediqué a juntar las hojas que estaban regadas por el césped, lo hacía con rapidez, justamente para no perder valioso tiempo que podía utilizar saliendo del lugar.
Terminado eso fui a asearme y a vestirme con ropa que me fue proporcionada por alguno de los muchos criados que estaban al servicio de la muchacha -a quien debería de preguntarle su nombre-, luego de eso fue que abandoné el lugar ya con las monedas en los bolsillos y caminé hacia la zona comercial. Ya ahí, fui primero a una tienda especializada en vender artículos como los que me habían especificado, después fui emocionado a comprar unas botas nuevas, las que tenía estaban a poco de quedar inservibles de lo rotas que estaban.
Con calzado nuevo y reluciente comencé a caminar de regreso, no había tardado tanto, aun quedaba mucho tiempo de sobra. Estaba a medio camino cuando de repente, una silueta familiar pasó cerca de mí, no pude evitar girarme al darme cuenta de quién se trataba. Para mi asombro, no era nada más que el ladrón que le había arrebatado el collar a la pelirroja, actuando sin pensar, comencé a seguirlo, tenía que averiguar qué había hecho con ese collar, que me lo entregara si es que aun estaba en su posesión o guiarme hasta quien lo tenía. Estuve así por varias calles hasta que finalmente vi que se detenía frente al umbral de una puerta desvencijada, tocó el timbre y un hombre corpulento atendió, hicieron un intercambio breve de palabras y luego, el ladronzuelo se alejaba con más de 600 francos en los bolsillos.
Al principio no supe qué había pasado pero poco a poco se aclararon mis pensamientos, aquel hombre compraba cosas robadas y lo que había presenciado era una transacción. Seguramente el collar había pasado por sus manos.
Apenas llegué a la conclusión de eso cuando algo acudió a mi conciencia de forma tan repentina como un relámpago. -¿Qué hora es? -Alcé la vista al cielo y para mi horror, las estrellas ya estaban adornando el cielo y la luna indicaba que ya era muy entrada la noche. ¡Me había pasado de la hora! Casi instantáneamente alguien colocó un saco sobre mi cabeza, las herramientas que cargaba cayeron al suelo con estrépito y fui atado con las manos tras la espalda. Alguien me estaba cargando sobre su hombro y traté de liberarme con golpes y patadas, sin éxito -¡Auxilio! Grité pero el saco era muy grueso y amortiguaba la mayor parte del sonido. Hice lo posible por tratar de liberarme pero lo único que conseguí es que el hombre que me cargaba ajustara su agarre. El miedo comenzó a apoderarse de mi cuerpo y acciones. ¿A dónde me llevan? -¡Ayuda!
Escuché el sonido de una puerta rechinando y antes de poder preveerlo, fui arrojado a lo que parecía el interior de un carruaje donde comencé a retorcerme, intentando quitar la soga de las manos y el saco de la cabeza. Pensaba en eso cuando el saco fue repentinamente removido de mi cara por una mano ajena, alcé la vista un tanto deslumbrado y dentro del carruaje, sentada, estaba la vampiresa de pelos rojos como el fuego.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
En cuanto escuché la gran puerta indicar que el muchacho abandonaba la casa, una sensación extraña envolvió mi pecho, que si no fuera porque era imposible, diría que sufría una pequeña presión. Haciendo caso omiso a aquel efímero momento, en el que parecía que me empezaba a preocupar por el chico, un inconsciente movimiento sacudió mi cabeza, como queriendo sacar de ella todo pensamiento extraño o inapropiado.
De pronto, la idea de un baño caliente, cruzó mi mente y lo cierto es que me apetecía relajarme y sentir los vapores, abriendo mis poros, purificando la pálida y fría envoltura de mi cuerpo. Mientras el servicio se dedicaba a realizar todos los preparativos, mi mente se escapó de la celda y volvió a pensar el muchacho. Tras un tiempo hablando conmigo misma, miré el reloj de pared. Éste indicaba que el chico había marchado hace una hora más o menos, lo que me hacía deducir que mi baño ya estaba preparado.
Con una fina bata de seda, me dirigía a mi destino. Cuando abrí las puertas, descubrí un gran baño, con una decoración digna de unas termas romanas.
Sumergida en la gran bañera, jugaban mis largos dedos con la espuma que tapaba mi desnudo cuerpo bajo el agua. Apoyé la cabeza en uno de los bordes, pensando en un millón de cosas, sin que ninguna me distrajese de mi momento de relajación. Tal punto alcancé, que sin haberme percatado siquiera de que me había dormido, desperté de un brinco, con la bañera rebosando y el suelo lleno de espuma. Salí sin preocuparme de que estaba desnuda y aún mojada, cuando mis sirvientes se escandalizaron por mi situación y las jóvenes venían a tapar mi cuerpo con toallas. Intentando deshacerme de las manos que envolvían mi cuerpo, tapándolo de la mirada de los que allí se encontraban, miré el reloj. Mis sospechas se habían confirmado, había pasado la hora acordada.
- ¿Ha regresado el muchacho? - el único que se atrevió a contestar fue Boris, uno de los mayordomos, y su respuesta no me agradó en absoluto. Mi pálida y hermosa tez, pronto se vio repleta de venas marcadas en los surcos de los ojos inyectados en sangre, con unos colmillos aterradores asomando entre mis labios. No podía creer que ese mocoso me hubiera engañado de aquella manera. Tal fue el gruñido que escapó de mi garganta, que las muchas muchachas que estaban a menos de un metro de mí, salvaron las distancias. - Que preparen mi carruaje y a uno de los matones, tenemos que encontrar a ese ladronzuelo.
Tras mis palabras, todos fueron a avisar al servicio que había requerido y yo marchaba a mis aposentos. Me puse el primer vestido que vi, absorta por la ira y la decepción. Cuando pasé el umbral de la puerta, mi carruaje estaba esperando y el cielo me permitía ir sin paraguas, ya que el sol se había ocultado bastante tiempo atrás.
Llevaba ya un tiempo sonando los cascos de los caballos cuando mandé un "Alto" tan estruendoso que temía que el muchacho lo hubiera escuchado. El hombre que me acompañaba bajó, y atrapó al chico. Lo tuve frente a mí cuando descubrieron su rostro y el gesto de ira que invadía mi cara, se transformó en el de una profunda decepción. Había confiado en alguien, y de nuevo me habían traicionado, se acabaron los privilegios para aquel muchacho. Sin embargo, por muchos pensamientos que cruzaran mi mente, no me tembló la voz al dirigirme a él.
- Confié en vos. Os di techo, comida, agua, incluso un trabajo. Os di medicinas, os di sábanas y os di de mi propio dinero para que os compráseis algo. Veo que del trato que hicimos, lo que ha respetado usted es simplemente el hecho de comprarse unas botas nuevas. - El desprecio en mi voz helaba el ambiente. Dos veces había abierto el muchacho la boca, y dos veces tuve que levantar el dedo en gesto de que no quería ser interrumpida. Sin embargo cuando acabé, dirigiendo una fulminante mirada que barría al chico de arriba a abajo, dejé que explicara qué le hizo pensar que no le encontraría, y que no pagaría su estupidez.
De pronto, la idea de un baño caliente, cruzó mi mente y lo cierto es que me apetecía relajarme y sentir los vapores, abriendo mis poros, purificando la pálida y fría envoltura de mi cuerpo. Mientras el servicio se dedicaba a realizar todos los preparativos, mi mente se escapó de la celda y volvió a pensar el muchacho. Tras un tiempo hablando conmigo misma, miré el reloj de pared. Éste indicaba que el chico había marchado hace una hora más o menos, lo que me hacía deducir que mi baño ya estaba preparado.
Con una fina bata de seda, me dirigía a mi destino. Cuando abrí las puertas, descubrí un gran baño, con una decoración digna de unas termas romanas.
Sumergida en la gran bañera, jugaban mis largos dedos con la espuma que tapaba mi desnudo cuerpo bajo el agua. Apoyé la cabeza en uno de los bordes, pensando en un millón de cosas, sin que ninguna me distrajese de mi momento de relajación. Tal punto alcancé, que sin haberme percatado siquiera de que me había dormido, desperté de un brinco, con la bañera rebosando y el suelo lleno de espuma. Salí sin preocuparme de que estaba desnuda y aún mojada, cuando mis sirvientes se escandalizaron por mi situación y las jóvenes venían a tapar mi cuerpo con toallas. Intentando deshacerme de las manos que envolvían mi cuerpo, tapándolo de la mirada de los que allí se encontraban, miré el reloj. Mis sospechas se habían confirmado, había pasado la hora acordada.
- ¿Ha regresado el muchacho? - el único que se atrevió a contestar fue Boris, uno de los mayordomos, y su respuesta no me agradó en absoluto. Mi pálida y hermosa tez, pronto se vio repleta de venas marcadas en los surcos de los ojos inyectados en sangre, con unos colmillos aterradores asomando entre mis labios. No podía creer que ese mocoso me hubiera engañado de aquella manera. Tal fue el gruñido que escapó de mi garganta, que las muchas muchachas que estaban a menos de un metro de mí, salvaron las distancias. - Que preparen mi carruaje y a uno de los matones, tenemos que encontrar a ese ladronzuelo.
Tras mis palabras, todos fueron a avisar al servicio que había requerido y yo marchaba a mis aposentos. Me puse el primer vestido que vi, absorta por la ira y la decepción. Cuando pasé el umbral de la puerta, mi carruaje estaba esperando y el cielo me permitía ir sin paraguas, ya que el sol se había ocultado bastante tiempo atrás.
Llevaba ya un tiempo sonando los cascos de los caballos cuando mandé un "Alto" tan estruendoso que temía que el muchacho lo hubiera escuchado. El hombre que me acompañaba bajó, y atrapó al chico. Lo tuve frente a mí cuando descubrieron su rostro y el gesto de ira que invadía mi cara, se transformó en el de una profunda decepción. Había confiado en alguien, y de nuevo me habían traicionado, se acabaron los privilegios para aquel muchacho. Sin embargo, por muchos pensamientos que cruzaran mi mente, no me tembló la voz al dirigirme a él.
- Confié en vos. Os di techo, comida, agua, incluso un trabajo. Os di medicinas, os di sábanas y os di de mi propio dinero para que os compráseis algo. Veo que del trato que hicimos, lo que ha respetado usted es simplemente el hecho de comprarse unas botas nuevas. - El desprecio en mi voz helaba el ambiente. Dos veces había abierto el muchacho la boca, y dos veces tuve que levantar el dedo en gesto de que no quería ser interrumpida. Sin embargo cuando acabé, dirigiendo una fulminante mirada que barría al chico de arriba a abajo, dejé que explicara qué le hizo pensar que no le encontraría, y que no pagaría su estupidez.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón [Privado]
Ahora sí que tenía problemas. Miraba a la otra sintiendo el palpitar de mi corazón acelerándose cada vez más, golpeaba mi pecho, se agitaba cual locomotora y de repente tenía la boca totalmente seca y me encontraba incapaz de pronunciar palabra alguna, ni siquiera un susurro. Estaba completamente mudo, ¿cómo no estarlo? la visión que tenía enfrente era de lo más aterrador.
Nunca fui muy apegado a los vampiros, les tenía pavor solo por el mero hecho de saber que existían y andaban entre nosotros los humanos como si nada, pero de eso a haber hecho enojar a uno, era un paso gigantesco que había dado, intencionalmente o no. Todo por tratar de hacer lo correcto… Como siempre, intentando arreglar las cosas terminaba empeorando la situación, yo era inocente, o al menos quería pensarlo, sin embargo, siempre tenía que pagar crímenes ajenos. Era el curso de mi vida, y yo que pensaba que eso había quedado atrás. Al parecer no… No atiné a decir palabra alguna, me había asustado hasta la voz.
El trayecto de nuevo hasta la mansión había sido eterno y lleno de tensión que uno podía incluso tocar, pensaba en qué iba a pasar, ¿qué iba a hacerme? el carruaje se detuvo con brusquedad y provocó que me diera un golpe en la cabeza. Antes de que tan siquiera poder emitir un quejido unas manos fuertes me sacaron del carruaje, aterrizando de cara contra el césped. -Madame, puedo explicarlo, yo… amgg. -Fui cortado luego de sentir un golpe en la nuca, muy suave pero no por ello hizo que me tensara menos. Era la boca de un arma de fuego… me estaban apuntando con un jodido fusil...
Nunca fui muy apegado a los vampiros, les tenía pavor solo por el mero hecho de saber que existían y andaban entre nosotros los humanos como si nada, pero de eso a haber hecho enojar a uno, era un paso gigantesco que había dado, intencionalmente o no. Todo por tratar de hacer lo correcto… Como siempre, intentando arreglar las cosas terminaba empeorando la situación, yo era inocente, o al menos quería pensarlo, sin embargo, siempre tenía que pagar crímenes ajenos. Era el curso de mi vida, y yo que pensaba que eso había quedado atrás. Al parecer no… No atiné a decir palabra alguna, me había asustado hasta la voz.
El trayecto de nuevo hasta la mansión había sido eterno y lleno de tensión que uno podía incluso tocar, pensaba en qué iba a pasar, ¿qué iba a hacerme? el carruaje se detuvo con brusquedad y provocó que me diera un golpe en la cabeza. Antes de que tan siquiera poder emitir un quejido unas manos fuertes me sacaron del carruaje, aterrizando de cara contra el césped. -Madame, puedo explicarlo, yo… amgg. -Fui cortado luego de sentir un golpe en la nuca, muy suave pero no por ello hizo que me tensara menos. Era la boca de un arma de fuego… me estaban apuntando con un jodido fusil...
- Off:
- Perdona que sea corto, no he tenido mucho tiempo en estas fechas :c
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/09/2015
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