A new season UA [Priv. Skyler]

por **Yuna Rutledge** Dom Sep 22, 2013 8:42 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Otro día más. A mediados del segundo curso, no debería sorprenderme que el tiempo transcurriera tan lentamente, pero no podía evitar sentirme atrapada. "Es tu sangre la que exige libertad", decían mis padres una y otra vez, sin que yo les tomara enserio. Los amaba, no puedo decir que no fuera así, y compartía muchas de sus costumbres por solidaridad, pero no era como ellos. Me preocupaba tener buenas notas, una buena relación con los profesores y un pase directo a la universidad. En fin, de cualquier modo, a veces sentía que mi vida se iba tornando monótona y aburrida. Si, tenía amigos, y varios de los buenos debo añadir, pero... cuando miré por la ventana del salón de gimnasia, hacia el nublado cielo de Agosto, tuve la sensación de que me faltaba algo más.

¡Tonterías! Sacudí la cabeza decidida a olvidar esa maldita sensación. Un grupo de chicas que conservaba grandes cantidades de energía luego de la práctica me llamó a gritos. Les lancé una mirada de pereza.

— ¡Voy en unos minutos! Debo encargarme del equipo. —les expliqué para su mala suerte. Todas respondieron a su vez y salieron del gimnasio. Aunque no me agradaba eso de cargar cosas pesadas, disfruté los siguientes minutos de soledad. Era una novedad gratificante, disfrutar la luz que se colaba por entre los enormes ventanales del gimnasio, la paz y la calma del silencio. A esas alturas mi uniforme deportivo era un desastre. "Fantástico, Maia... adiós la elegancia". Cuando avanzaba hacia los vestidores de las chicas, pude verme en el largo espejo de cuerpo completo. Tenía las mejillas rojas del esfuerzo y el cabello se me salía de la coleta, ahora que iba creciendo.— Preciosa. —dije con sarcasmo.

Cuando hubiese dejado todo en su lugar, volví por el resto del equipo. No podría hacerlo mucho más tiempo sola. Abandoné el lugar antes de siquiera haber acabado. Necesitaba asearme cuanto antes. Y entonces, en el pasillo, le vi. No era la primera vez, pero si estando yo sola y él tan cerca. A esa distancia, medio escondida tras una pila de casilleros blancos, podía apreciar sus ojos azules. Y ahí me quedé como una boba... sin apartar la mirada de aquella persona a quien todos consideraban demasiado "callado".

por **Yuna Rutledge** Mar Oct 01, 2013 12:07 pm

Cuando recuperé el aliento y comprendí que decía la verdad sobre seguirme, no pude evitar sonreír. Le indiqué con un gesto de la cabeza que marcháramos por el primer pasillo hasta la salida, donde, a pesar de tener una gruesa capa de polvo, reinaba la paz. Era todo tal y cómo lo había visto antes. Intenté no parecer desconcertada cuando salimos por fin. Me di cuenta ante todo que Skyler seguía en su papel protector, adelante o atrás, alerta a cualquier ataque inesperado. "Calma", me hubiese gustado decir, pero habría sido muy tonto. No estábamos en una situación común que mereciera la calma de un paseo. El exterior estaba teñido de un brillo dorado precioso, el cual solo aparecía una hora antes del atardecer. Ya que no teníamos transporte, tendríamos que ir a pie. Al principio nuestra carrera fue casi a trote, cortando el mayor tiempo posible hasta sentirnos seguros. Conforme recorríamos la ciudad, más caía en cuenta de la soledad que habitaba en ella; las casas parecían deformes y abandonadas tras a saber cuantas replicas.

Cuando pasamos al lado de una en especifico, ya cerca de la calle que conducía a mi casa, me llevé las manos a la boca para contener un grito. La barda que rodeaba la casa, las paredes e incluso la puerta y las ventanas, estaban salpicadas de sangre. Retrocedí, con el corazón desbocado del miedo, y me aferré a lo único que tenía cerca. Skyler. Un zumbido me impidió escuchar sus advertencias. Lo único que tenía claro, además de que sacudía mis hombros, es que unos ojos amarillos que destilaban apetito animal parecían encontrar muy atractivo mi terror. De nuevo, la risa más parecida a la de un perro me erizó la piel. De un asombroso salto desde el pórtico de la puerta hasta la calle, esa bestia estuvo a punto de hincarme los colmillos en el cuello... hasta que falló.

Y no se trató de un error de cálculo o que yo hubiese podido moverme al fin. Se trataba, una vez más, de mi caballero de armadura dorada. Caí al suelo, no sin antes apreciar la repugnante imagen de una criatura tan peligrosa desgarrandole el mismo hombro herido a Skyler Ackermann. El impactó contra el concreto me anticipaba feos cardenales que, por el momento, me importaban una mierda. Levanté la mirada tan pronto pude y, entre sangre y rugidos, observé una pelea de instintos básicos. El cazador había perdido, por un breve momento, la elegancia a la hora de luchar contra una torpe bestia, la cual parecía tener la fuerza suficiente para estrellarlo contra el muro contrario de la calle. Me encogí tan solo de imaginar cuanto debía doler eso.

¿Cuanto tiempo más debía decir su nombre en gemidos? Ah, cierto, me faltaba el aire por la caída. Pero eso no importaba, por más que doliera, porque a unos metros de distancia la batalla campal entre Skyler y los nuevos dos lobos, me enloquecía. Moriría. No podía salir de esa pelea tan limpio y pulcro, como antes, porque ya estaba herido de gravedad. Solo pude distinguir unas patadas, golpes que arrancaban gemidos caninos, más sangre y maldiciones por parte del cazador. Todo sucedió demasiado rápido. Cuando todos los contendientes cayeron al suelo, levantando una ligera capa de polvo, me puse de pie. Me temblaban las piernas y las lágrimas no dejaban de recorrer mis mejillas sucias.

— Skyler... Sky, despierta. —le rogué, congestionada, tomando su cabeza con suma delicadeza. Para nuestra buena fortuna, estaba medio consciente, pero no lo suficiente para entablar una conversación. Sonreí como tonta por lo feliz que me sentía. No estaba muerto. El refrescante alivio que sentí solo fue opacado por lo que me preocupaban sus heridas. Podía curarlas con el equipo necesario, que solo encontraría en un hospital o en mi casa. Miré en todas direcciones y encontré una motocicleta.— Q-Quédate quieto, y no te duermas... Sky, mantén los ojos abiertos. —le exigí con más firmeza. Parecía realmente irritado. ¿Quién no lo estaría con esas heridas?

Cuando alcancé el vehículo, hice cuanto pude para montarlo en él sin abrir más sus heridas. No iba a explicar cómo ni por qué sabía como encender una motocicleta sin necesidad de las llaves, pero una vez que llegamos a mi casa, me preocupó poco lo que pensara sobre mis actos delictivos. Solo cuando estuvo sobre la mesa del comedor, y con un amplio botiquín de plantas medicinales al lado, suspiré. El proceso de curar, limpiar y cerrar las heridas fue largo y extenuante, casi insoportable cuando mis dedos se iban entumeciendo, pero no me detuve hasta que su respiración se regularizó. Después, caí dormida a su lado.

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