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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Astor Gray Sáb Oct 05, 2013 11:12 pm

De todos los malos epítetos que pueden darse a la Luna
quizá no haya otro más infeliz, que éste de redonda.

Marcelino Menéndez Y Pelayo

Noche de luna llena, esas noches en las que toda la bestia interna que tenía Astor dentro luchaba por salir y hacer tanto como deseara acabando con todo aquello que se pudiera a su paso. Ese lobo interno era imposible de derrotar o calmar, esa fuerza destructiva era tan única que siempre días antes que la luna llena llegara Astor abandonaba todo aquello que le resultaba conocido y se adentraba en los bosques. Caminaba tan lejos como podía para que lo único que destruyera fuera vegetación.
Solo que en esa ocasión algo en sus planes usuales había salido de lo común. El inquisidor no se alejo lo suficiente rumbo a los bosques y todo porque tenía una misión muy importante en un pueblo cercano.

Su indicación desde hacía un mes atrás era buscar al asesino de 5 hombres en los bosques cercanos al pueblo, todos al parecer habían sido asesinados por algo que Astor reconocía a la perfección… un licántropo justo como él; solo que con el clima como estaba le costaba más de lo usual encontrar rastros deseados que le guiaran al hombre que justo como él se transformaba en un lobo al estar la luna brillando en lo alto.
Busco pistas día con día, intentando dar con quien era aquel asesino pero no fue capaz de encontrar nada y los días seguían corriendo hasta que solo que quedo un día para alejarse de aquel lugar.

Después de todo lo que había pasado con la duquesa Danna, se había enfocado mucho más en lo que debía hacer en su trabajo como inquisidor y gracias a eso olvidaba las cosa esenciales de la vida.
Sin mucho tiempo que perder fue como termino adentrandose en aquellos bosques desconocidos intentando alejarse tanto como le fuera posible para que nada ni nadie saliera herido cuando la bestia saliera a dar su paseo. Distraía su mente pensando seriamente en los hombres muertos y en todo lo que encontró que parecía no servirle para nada en lo absoluto, sabía que después de ese día cuando volviera al pueblo habría grandes novedades y pistas más recientes que las que había obtenido la primera vez.

Para el momento en el que fue consciente de que estaba oscureciendo se detuvo, no había razones para continuar caminando ya no lograría avanzar mucho más así que solo restaba esperar a que lo que iba a pasar sucediera en cualquier momento. Soltó un suspiro justo antes de sentarse en el suelo a contemplar el cielo, aguardando a que aquella luna brillante apareciera frente a sus ojos, esa luna que maldecía su existencia.

No debió esperar mucho tiempo para que la noche se volviera la dueña de todo el lugar y aún con su mirada en el cielo fue que la luna hizo acto de presencia, nublando el raciocinio de Astor para dejar en su lugar solo los pensamientos de una bestia que deseaba destruir todo a su alrededor.
El cuerpo del hombre fue sacudido por aquello que emergía de su interior y entre un grito de dolor justo antes de perder de manera completa su consciencia la bestia apareció; solo que en esta ocasión incluso la bestia tenía planes.

El lobo lanzó un aullido a su dueña, a la luna solo para comenzar a correr en la dirección de la cual antes el inquisidor había llegado. Tanto había pensado Astor en aquel caso que tenia entre manos y en el sitio del cual había salido que la bestia solo tenia eso en mente, encontrar y destruir aquello que ahora tenía considerado su presa. El manto nocturno lo cubría todo pero la respiración de aquella criatura rompía el silencio de donde pasaba a gran velocidad, en busca de aquello que de esa manera encontraría fácilmente después de todo ¿Cómo se oculta un licántropo de otro?

Prácticamente era un juego de niños para aquel hombre convertido en bestia llegar a los bosques que desde hacía un mes rondaba en búsqueda de otro de su raza. Cuando atravesó parte del territorio del otro licántropo un aullido cruzo el cielo, era un aviso de que estaba invadiendo su territorio pero aquel lobo no buscaba territorio de caza, buscaba a quien le advertía que se alejara y sin detenerse continuo corriendo en la oscuridad hasta que el olor del enemigo llego a él y corrió en su dirección.

El paisaje blanco de aquellos bosques estaba por teñirse de rojo una vez más, prueba de eso fue que dos aullidos surcaron el aire pues la batalla entre esas bestias estaba por comenzar.


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Mensaje por Corinne Strasse Mar Oct 08, 2013 6:39 am

Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio.
Paulo Coelho

Pasaban minutos de las tres de la noche,  y Corinne seguía de un lado para otro de la casa, debatiendo que hacer, dormir ya le resultaba imposible. Habían pasado cinco semanas desde la partida de padre con los últimos caballos a subastar. La  ruta a seguir era larga, aún así no debía de tardar más de tres semanas en todo caso. Aún con los peores sucesos  debería de encontrarse hacia una semana ya en su hogar de vuelta y no había señales de su vuelta. Ni correspondencia, ni nada que llegara a manos de Corinne; su hija. No podía decirse que no había intentado conciliar el sueño. Desde las diez de la noche  se había tumbado ya en la cama, esperando por Morfeo pero más que eso, lo único que obtuvo fue simplemente darle aún más vueltas a su cabeza con la desaparición de su padre.

Se quedó pensativa en silencio, un buen rato mirando el cálido fuego. Su mente era un hervidero de preocupación la cual no se disipaba.

Llevaba preocupada así ya tres semanas y cada vez aquel sentimiento se intensificaba ¿Y si le hubiera podido pasar algo? Tenía que averiguar, pero en el pueblo sabían lo mismo que ella. Había logrado los últimos días quedarse dormida junto al fuego, arropada por una manta en el salón a la espera de que su padre entrara por la puerta finalmente. Hoy, parecía ser una noche diferente, y por mas que se concentrara en el crepitar de las llamas del fuego y de los colores y sombras del mismo, el sueño no la vencía, si no todo lo contrario, poco a poco la preocupación, y la valentía se apoderaban de cada uno de sus pensamientos, quienes les decía que saliera en su busca. Antes de decidirse pensó en las desventajas y ventajas de cabalgar en la noche y salir a buscarle. Al ser de noche, seria mejor para el caballo al no tener que aguantar el ardiente sol y el cansancio tardaría más en mostrarse. En desventajas su propia poca visibilidad a causa de la oscuridad de la noche.

Nada de eso parecía ser suficiente para pararle los pies, no seria su primera vez de ir por el bosque en plena noche, pensó levantándose del sillón y encaminándose  a su habitación de donde tomó un abrigo, decidida a salir en su busca, esa misma noche.

Tras alistarse, le faltó tiempo para aparecerse en las cuadras y preparar el último caballo que les quedaba, el viejo Forst, el primer caballo de su padre. Lo preparó para el viaje, subiéndose finalmente espoleándolo a salir de la cuadra y dirigirse al bosque. El caballo relinchó y durante unos minutos se mostró reticente a avanzar y adentrarse en el bosque. — ¡Vamos¡¡Debemos buscarle¡- habló tirando de las riendas, controlando al oscuro corcel como la misma noche— No es la primera vez que nos vemos en esta situación. ¡Adelante!... No nos pasara nada. En unas horas saldremos del bosque sanos y salvos —Acarició las crines del caballo, tranquilizándolo. Forst, lucía nervioso y no entendía el porqué. Era el corcel más veterano que tenían, por lo que cabalgar en la oscuridad de la noche, no le resultaba ningún problema. Suspiró sin comprenderle y volvió a espolearlo. El caballo volvió a resistirse, hasta que finalmente cedió a sus órdenes dejando atrás el hogar, adentrándose en el bosque.

Si de algo pecaba la joven Corinne era de terquedad. Una vez se le metía una idea en su cabeza, no había fuerza en la tierra que lograra convencerle de todo lo contrario.

***

La oscuridad del bosque era impenetrable, solo el vestigio de luz que se colaba entre las ramas y copas de los arboles provenientes de la luna llena que aquella noche lucia en lo más alto del firmamento, dejaba ver a Corinne por donde se dirigían. Forst aún se encontraba inquieto bajo la mano experta de Corinne. Era como si fuera consciente de un peligro, al que aún no se habían chocado, pero el que seguía allí, esperándolos en alguna parte escondido. Muchas veces intentó cambiar de rumbo, todos los intentos en vano. Corinne deseaba cruzar el bosque lo más rápido que pudiera ser, y aquello era por el camino que seguían, por lo que no dejó ni salirse un poco del camino establecido. La joven también sentía una sensación de alerta, y cuando oyó muy por detrás de ellos, un fuerte aullido romper la calma del bosque, se estremeció inconscientemente.

Solo es un lobo, sigamos — Susurró a su corcel que tras aquel aullido, se había puesto aún más nervioso.

A regañadientes el corcel avanzó, acelerando el ritmo hasta cabalgar, huyendo lo más rápido que podía de aquel salvaje aullido. Aquel nuevo ritmo, le pareció bien, así que le dejó llevar la batuta a Forst, sintiendo ella también un sexto sentido que le urgía a salir de aquel bosque. Siguiendo aquel ritmo, llegaron a medio recorrido, apenas quedaba más de una media hora para salir de aquel bosque. El frio azotaba su cuerpo protegido por un abrigo. En su mente dio gracias a dios por haber tomado aquel abrigo, que por lo menos la reconfortaba. De no haberlo llevado, se encontraría helada, más de lo que ya estaban sus manos con las que sujetaba las riendas. Todo parecía ir bien,  tras cabalgar un rato, Forst se había calmado, y con suerte habrían pasado unas horas, por lo que el amanecer los encontraría sanos y salvos, fuera del oscuro bosque.

Agradecida, suspiró relajándose, formando vaho con su aliento. La noche era fría, el invierno ya había penetrado en las altas montañas y pequeños pueblos, como en el que vivía. En su pueblo los inviernos eran muy fríos y los inviernos suaves, no como París, en donde el calor a veces se hacía insoportable. Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de cuando pasaron por un riachuelo en el que Forst tenía pensado beber de sus aguas, hasta que el cuello de su corcel bajo en busca del agua, sobresaltándola. Repuesta de aquella breve sorpresa, sonrío observando como el caballo bebía sediento del riachuelo, cuando dos aullidos rompieron de nuevo el silencio del bosque, y esta vez cerca de ellos. Demasiado cerca.

Se oyó un crujido reverberado por feroces gruñidos, sorprendiendo a Corinne y como si fuera aquella la señal de salida, Forst se desbocó, galopando lo más veloz posible, con una Corinne agarrada a sus crines con miedo. Ahora lo sentía, detrás de ellos las pisadas y los gruñidos les seguían, mientras otro aullido se volvía a escuchar a lo lejos. Lo tenían cerca, sentía su excitada respiración, la suya y la de su nervioso corcel. Podía jurar que si se giraba podría ver el vaho del aliento de la criatura que les perseguía. Pero era incapaz de hacerlo. Fuera lo que fuera que les perseguía, no quería quedarse y averiguarlo. Con sus pensamientos centrados en la esperanza de poder llegar al pueblo mas cercano y esconderse del lobo y con el miedo agarrotando sus sentidos, no fue consciente de cuando cayó del caballo y este fue abatido contra el suelo.

Solo se oían los relinchos del caballo y los salvajes gruñidos de la bestia. La oscuridad era completa. Los ojos de la luna habían sido protegidos de la visión de muerte de aquel lugar por las nubes de la noche.  Ahora ya no había escapatoria, estaba a merced de la bestia.






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Mensaje por Astor Gray Vie Oct 18, 2013 11:08 pm


El lobo es nuestro poder y nuestra fuerza, muchacho.
La licantropía no es una maldición, sino un don.

Laura Gallego García


Se había alejado tanto, siempre intentaba mantrenerse lejos de todo. Debía ser de esa manera por su propio bien pues cuando osaba acercarse un poco a algo que prometía luz, terminaban las cosas mal como con Danna. Su oscuridad devoraba todo aquello que amaba sin el menor remordimiento, simplemente porque así era él, así era la bestia.
Lo único que parecía haberle calmado un poco fue el visitar de manera regular e inexplicable la tumba de aquella cortesana a la que decidió nombrar Bea y que a todos quienes le preguntaban decía que era su hermana. Algunas veces creía que esa mujer sumergida a la fuerza por él en la oscuridad eterna, era la única capaz de saber realmente sobre él.

De haber estado consciente habría agradecido el terminar persiguiendo a aquel enemigo que se metió profundo en su mente y al cual solo quería destruir; en lugar de haber terminado corriendo rumbo a París en busca de la tumba de Bea y destrozando todo a su paso.
La persecución se estaba llevando a cabo y aquel otro monstruo no se daba a encontrar por ningún sitio, se escabullía en busca de algo más, algo que aún la bestia era incapaz de encontrar. Al menos fue de esa manera hasta que el otro lanzo un gruñido, advirtiendo a quienes se encontraran cerca que era el momento de que se alejaran pues había encontrado a su presa ideal; lo malo de ese asunto era que el licántropo que escucho eso no estaba dispuesto a retirarse sin intentar dar pelea, más bien aquello se le antojaba como un reto a su fuerza.

Resoplaba con cada nuevo golpe que daban sus patas en el suelo, y el aroma del enemigo aumento de manera considerable guiandole por el camino indicado, más junto a ese aroma, apareció otro que le confundió y que incluso le obligo a detenerse unos segundos confundido, aunque la bestia no poseía consciencia real los recuerdos que existían en su cuerpo de ese aroma le eran aún así inolvidables o lo fueron hasta el momento en el que ese tenue aroma se desvaneció en el aire, dejando solamente el del enemigo que hubiese preferido jamás estar allá en esos instantes de haber sabido lo que le esperaba.

Un relincho surco los aires y el grito de una mujer se escucho después de ese; con ese maravilloso inicio para las orejas de la bestia la caza real, esa batalla en la que solamente uno de los monstruos saldría victorioso daba inicio.
No tardo mucho tiempo más en dar con la ubicación del otro licántropo; su instinto estaba tan enfocado en ese enemigo que no le detuvo el olor a sangre o el caballo que agonizaba en la nieve, mucho menos los gritos femeninos que no eran más que un zumbido en el ambiente… nada más existía y por eso fue que la bestia se lanzo sobre su enemigo, quitandole de encima de la figura femenina.

Las figuras se enfrascaron en una pelea, se movían de un lado a otro, sumergiendo a momentos en la oscuridad y otras ocasiones en la luz de la luna que les observaba atenta a cada uno de los movimientos de esos sus hijos. El enemigo era hábil y había logrado herir el cuerpo transformado del inquisidor, más finalmente logro acertar una mordida al cuello enemigo, y de ahí se aferro para abrirle y que la sangre fluyera, manchando la nieve y parte del pelaje de la bestia que se deleito con el sabor ferroso de aquel liquido vital. Si bien una herida de ese estilo no era suficiente como para terminar con la vida de otro licántropo no ceso sus ataques hasta dejarle el cuerpo al enemigo en una situación de la cual la recuperación no sería opción.

Cuando el otro cuerpo dejo de luchar y el corazón de latir e intentar sobrevivir a esos ataques fue que hasta su olfato llegaron más olores; el de la sangre del enemigo, la del caballo que yacía inmóvil ahora sobre la nieve y otra sangre… una que poseía algo diferente y que incluso en esa forma era incapaz de resistir.
Guiado por ese otro aroma se alejo de dnde se alaba mientras ruidos provenientes de esa dirección le llamaban. Lentamente fue de la manera en la que se acerco hasta ella; a la joven de cabellos castaños que se volvió en su nueva presa a destruir. Dejo escapar un gruñido y se preparo para atacarla, más sangre debía de correr según la bestia pues sus fauces se encontraban deseosas de sangre y  destrucción.

Estaba a punto de terminar todo aquello al lanzarse sobre ella, pero el destino tenia otros planes para él y la luna, que en un inicio había llamado a ese su sirviente ahora le convocaba para que regresara a su lado y esperara nuevamente al siguiente llamado.
Los rayos del sol comenzaron a salir y del lobo en esos bosques solo se elevo un ultimo aullido que dio paso al hombre que estaba de rodillas en aquel lugar cubierto por nieve y sangre al igual que su cuerpo. La consciencia regresaba a él que soltó una maldición al verse en aquel sitio pero justo después su mirada se enfoco en un par de ojos azules y su mente solo capto aquel aroma que le recordó a Danna sin que ella estuviera realmente en ese lugar.


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Mensaje por Corinne Strasse Sáb Oct 19, 2013 7:52 am

El hombre no tiene miedo a su oscuridad, sino a su luz.
Marianne Williamson

Lo oía todo y no veía nada. La oscuridad era completa, tras levantarse corrió, quizás sí que en el fondo tenía un sentido de supervivencia. Pero con el miedo latente en sus venas, y sin el sentido de la vista en aquella oscuridad, estaba condenada al fracaso. No podía competir contra la bestia de las noches. Aún así siguió alejándose, dando tumbos por el bosque, alejándose de los relinchos agonizantes de su corcel y de los gruñidos feroces de la bestia.

¡Ahh! —Gritó al caer de bruces contra el húmedo suelo del bosque.  No había intuido el tronco caído en su camino, chocando con él irremediablemente. Le dolía el tobillo…intentó moverlo y de nuevo se quejó. No podía levantarse, no de nuevo… o quizás sí. No podía flaquear…”Vamos” se animó. El pueblo estaba próximo, solo unos minutos andando y llegaría. Faltaba tan poco…

No obstante todo intento fue demasiado tarde, y tras levantarse a duras penas, volvió a caer al suelo esta vez bajo el peso de la bestia, que cansada había dejado el cuerpo moribundo del animal para centrarse en su otra presa y ahí fue donde gritó más fuerte. Con sus garras le arañó la espalda, todo el cuerpo.  Le desgarró ferozmente las ropas de su cuerpo y con ellas, la piel de la espalda, rasgándosela. En todo momento Corinne intentó alejarse de la bestia y las heridas. No obstante bajo el peso de la gran bestia, no pudo hacer más que gritar, chillar por ayuda, mientras sentía como lentamente la vida se le escurría a través de la sangre que manaba de sus heridas.

Lo peor vino cuando sintió sus dientes penetrar su hombro con ferocidad. Aulló de dolor, al tiempo que la bestia apretaba más la mordida, sujetándola contra sus dientes. La vista se le enturbió, su cuerpo temblaba preso del agonizante dolor y su dolorida garganta, ya no podía chillar más. En aquel cuadro, deseó que la muerte se la llevara en aquel instante. Suplicó que no dejara que restara consciente para ser testigo de cómo la bestia troceaba su carne y lentamente la devoraba. La bestia gruñó tirando de ella, levantando su cuerpo del suelo. Corinne lloró de dolor. Aquel movimiento solo servía para reafirmar el agarre contra su piel, para profundizar más aquella mordida, tras lo cual la sacudió con fuerza. Corinne jadeó y  tras aquel instante de agonía, algo arremetió contra aquel lobo, alejándolo de ella.

En su dolor, oyó una pelea, gruñido y aullidos se entrelazaban entre sí, cerca de ella. Sin fuerzas para darse la vuelta, empezó a arrastrarse por el frío suelo nevado. Le costó toda la voluntad del mundo luchar por su vida y huir, en vez de quedarse y morir. A cada movimiento de su cuerpo, la espalda le ardía. Uno de los hombros no podía moverlo, siendo así todavía más difícil huir del alcance de las bestias. Tenía que mantener los ojos abiertos. Acción que era doblemente difícil en aquella oscuridad, que lentamente para su suerte iba desapareciendo, pudiendo su visión intuir el camino a seguir.

Siguió arrastrándose, hasta que cegada por la nieve, no vio venir una pequeña pendiente, a la que cayó sin resistencia. Rodó por la pendiente, hasta quedar enterrada de espaldas en la nieve. Sus ojos llorosos se quedaron nublados por la agonía y el dolor que recorría cada porción de su cuerpo, al tiempo que la blanca nieve, enfriaba su cuerpo, sintiendo así cada vez menos el dolor de las heridas. Y lentamente, se abandonó a la inconsciencia.


[...]


El frío la hizo despertar lentamente. Sus huesos. Toda ella temblaba de frio. La pérdida de sangre empezaba a hacer efecto en su cuerpo, cada vez más débil. Lentamente abrió los ojos. El bosque ya no estaba oscuro, pronto saldría el sol por el firmamento. Se preguntó cuantos minutos debía de haber restado dormida. No muchos dedujo, ya de que haber sido más ya no habría despertado. Se movió y de nuevo el dolor en el tobillo, hizo que jadeara de dolor. El frío solo había dormido su espalda y la sangre que congelada, había dejado de salir de sus heridas. Se incorporó como pudo, agradeciendo el no sentir la agonía lacerante de los desgarros en su cuerpo.

Observó a los lados, reconociendo el lugar. Estaba cerca, muy cerca del pueblo. Y así como la alegría de encontrarse a salvo inundó el alma de Corinne, en aquel instante fue consciente del silencio sepulcral del bosque. Ya no oía gruñidos, ni aullidos, ni ningún movimiento de ningún tipo. ¿Habrían luchado hasta morir ambas bestias? De todo corazón deseó que si, y justo en aquel momento escuchó un gruñido. Volvió la vista al frente y allí estaba. La gran bestia acechándola, lentamente acercándose.

Paralizada se quedó como conejo que ve inminentemente su muerte y no tiene escapatoria. Su corazón tartamudeó bajo su pecho y su cuerpo dejó de temblar bajo el abrigo de la nieve. La bestia le gruñó una última vez, ya a apenas uno metros de ella, y doblando su cuerpo hacia atrás, tomando impulso para lanzarse sobre ella… los primeros rayos de sol alumbraron el bosque, dando la bienvenida a un nuevo día. Y allí sus ojos fueron testigos de lo increíble. Bajo los rayos del sol, el lobo lentamente dejó de ser una bestia, convirtiéndose en un hombre, que cayó de rodillas en la nieve.

Estaba desnudo, reparó Corinne observando atónita aún el lugar donde instantes antes había estado el lobo y ahora había un hombre. Tenía todo el cuerpo manchado de sangre, quizás como ella. Solo que en su caso, la sangre que lucía en sus ropas hechas jirones de tela, era su propia sangre. Los rayos de sol alumbraron al joven, quien cuando levantó la mirada encontrándose con los rasgados ojos de Corinne, crearon una sombra, haciendo que aquel hombre pareciera más temible que la bestia.

Se quedaron unos minutos en silencio mirándose. Corinne midió las probabilidades que tenia de escapar y llegar al pueblo, pero el temblor que nuevamente recorrió su cuerpo, hizo abortar aquel plan inmediatamente. No llegaría ni a levantarse, que ya tendría al hombre encima de ella.

¿Quién…?  ¿Q-que eres? — Preguntó temblorosa con una voz ronca, forzando su garganta a pronunciar las palabras. Se incorporó lo que pudo, hasta que la espalda la hizo gemir lastimosamente, al abrirse por el movimiento una de sus heridas que por el momento parecían encontrarse congeladas por el frío. Fue en aquel movimiento que el hombre avanzó hacia ella y ella tembló de miedo.

No…n-no se acerque —Intentó nuevamente arrastrarse hacia atrás, cuando el dolor de tobillo volvió a darle problemas. Se mordió los labios acallando el gemido de dolor. — No se acerque, por favor. No…no diré nada, os lo juro — Tampoco la iban a creer.  —No me mate. No q-quiero morir… — Susurró con voz temblorosa, mirándole fijamente a los ojos, sin saber que esperarse del hombre.



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Mensaje por Astor Gray Lun Oct 21, 2013 10:02 pm

La pena capital mata de inmediato, mientras que la cadena perpetua lo hace lentamente.
¿Quién es más verdugo?
¿El que te mata en pocos minutos o el que tarda toda una vida?

Antón Pávlovich Chéjov

No tardo mucho en captar que era lo que había sucedido, el olor de la sangre sobre él se lo había indicado… había asesinado al licántropo que debía y por ese lado todo estaba bien, pero cuando aquel aroma llego a él y sus ojos se encontraron con otra mirada se quedo helado. Debía estar sumido en una pesadilla, frente a él estaba una mujer que nunca antes había visto y que le miraba cual conejo asustando, temblando y con la ropa hecha jirones, pero olvido todo nuevamente cuando el olor de Danna llegó hasta él, solo que en ese aroma existía algo ligeramente diferente y fue entonces cuando se dio cuenta de la verdad.

Aquel aroma que llegaba hasta él no era de Danna, si no de aquella mujer que estaba frente a él y que al parecer estaba herida. Sus ojos recorrieron el cuerpo femenino hasta que sus ojos se centraron en su hombro, en el cual había una mordida.
Maldijo al aire, sin importar que ella le escuchara o no. Aquella mordida no era nada bueno para nadie y mucho menos para la joven frente a él, pues esa marca solo significaba que ahora ella formaba parte de los malditos y que cuando la luna se alzara orgullosa en los cielos llamando a quienes eran sus hijos, la joven al igual que él y aquel desgraciado que ya estaba muerto debería ir a obedecer el mandato de su gobernante nocturna.

No era eso realmente lo que le hacía maldecir y preocuparse del modo en que lo hacía si no el hecho de que siempre procuro ser cuidadoso, pues no deseaba que alguien más cargara con ese peso de ser un licántropo por su culpa, pero ahora no podía estar seguro de que eso que tanto se había esforzado en mantener no hubiera cambiado en esa noche y eso le molesto. Era su culpa y lo sabía, de no haber estado pensando tanto en aquella otra bestia que debía cazar nada de eso habría pasado, claro que lo que el inquisidor desconocía era que contrario a lo que pensaba de no haber estado ahí la joven no hubiera visto un nuevo amanecer.

Se levanto con cuidado en el lugar donde estaba, captando de nuevo aquel aroma que hizo que terminara gruñendo. El hecho de que esa mirada estuviera sobre él y ese olor fueran tan semejante al de aquella que había ganado un lugar en su corazón no le ayudaban para tomar una decisión; porque la decisión estaba en sus manos. En su existencia recaía el dejarla vivir cargando con esa maldición a cuestas el resto de su vida o en terminar en apenas unos segundos todo el sufrimiento que en un futuro podría llevar a cuestas. Eso de tomar decisiones realmente serias no le iban bien y menos con tan poco tiempo y factores que afectaban sus pensamientos como todo en aquellos momentos; frustrado miro a la joven que le interrogo entonces.
No le sorprendió que le preguntara ¿qué era? al final todos terminaban preguntado esa clase de cosas porque la verdad era tan misteriosa que no podían considerarles personas normales.
¿Qué soy? Soy lo mismo que tu eres ahora niña pero tranquila que todo pasara pronto – Con pasos decididos e ignorando la desnudez de su cuerpo que le resultaba tan natural se acerco lentamente a ella.

Se había decidido, tendría que terminar con la vida de ella para sentirse bien consigo mismo; eso a pesar de que no estaba seguro haber sido él quien le había transmitido aquella maldición, más no encontraba otra cosa que hacer. Si él le había transformado o no, como el único capaz de salvarle de ese destino debía hacerlo y viendo a la chica, no le resultaría tan complicado terminar con su joven vida.

Con cada nuevo movimiento que la fémina llevaba a cabo solo terminaba por lastimarse más a si misma y el olor a sangre aumento rápidamente pues sus heridas se abrían nuevamente, a lo que no pudo más que suspirar y rascarse la nuca.
Con un demonio, deja de moverte. – Rió cuando le escucho decir que no le matara, que no quería morir – Lo siento, pero en algún momento estoy seguro que me agradecerás lo que estoy a punto de hacer contigo – y sin ningún miramiento le sujeto por el cuello, levantando todo el peso de la chica. Justo de la misma manera en la que lo hizo con Bea, solo sería cuestión de esperar a que perdiera la consciencia y después la vida.

Mientras esperaba que todo pasara aquel aroma que comenzaba a resultarle realmente molesto aumento en intensidad y sus ojos se posaron sobre aquellos azules de la joven que estaba por asesinar. No supo exactamente que fue lo que sucedió pero le atrajo más a él y con cuidado le sujeto la cadera para soltarle el cuello y que no fuera a dar al suelo.
Gruño entonces, porque se sentía molesto consigo mismo; había resultado demasiado débil como para asesinarla y no entendía el por qué.
Con cuidado la cargo en sus brazos, por el momento debía encontrar un sitio en donde encargarse de ella y de sus heridas.
Oye niña, ¿Dónde esta tu casa? Necesitamos curarte aunque seguramente te recuperaras pronto. Por cierto no me vuelvas a decir qué como si fuera una cosa, mi nombre es Astor y te tengo buenas noticias… no morirás.

Quizás estaba cometiendo un error pero sencillamente ya no podía dejarle ahí o matarle, así que lo único que le quedaba era protegerle si es que sabía que era proteger a otros.


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Mensaje por Corinne Strasse Mar Oct 22, 2013 10:04 am

Uno no reconoce los momentos realmente importantes en su vida hasta que es demasiado tarde.
Agatha Christie
                                                                                           
El hombre permanecía pensativo todo el tiempo, al contrario que Corinne que permanecía asustada, estática en el lugar sin atreverse a mover. Solo se movió nuevamente cuando la figura del hombre se acercó lentamente hacia ella, gimiendo de dolor al mover su cuerpo herido de nuevo. Recuperándose de las intensas emociones de la noche, con todo lo que aquello acarreaba, aún sin comprender que todo el mundo que conocía para ella había cambiado irremediablemente a partir de esa noche, que ya nada seria igual para ella, intentó comprender cada palabra que aquel joven le decía, pero en su estado, con la mente en shock, apenas entendió mas de dos palabras seguidas. Lo que si entendió fue lo que estaba a punto de suceder. Lo que él iba a hacer con ella, cuando con pasos decididos, sin titubear se acercó, hasta quedar frente a frente. En aquel momento le quito importancia a la desnudez del hombre, que se exhibía con total naturalidad. Todos sus intentos de resistencia estaban en hacerla hablar antes de que terminara con ella finalmente. Si con la bestia se había salvado, ¿por que debía de perecer a manos del hombre?

Su garganta se encontraba atascada. El miedo la paralizó, silenciando su voz con la que en ningún momento pudo protegerse contra quien agarrándola del cuello sin miramientos, la levantó del suelo. Presa del pánico, se debatió unos segundos. Le empezaba a faltar el aire. Inútilmente se agarró a la mano que le presionaba el cuello, e intentó apartarlo de ella, sin éxito. La debilidad de su cuerpo era notable y con cada mísera resistencia, solo hacia que abrirse más sus heridas, derramando sangre inútilmente. Lentamente su cuerpo parecía quedarse dormido. Negada a rendirse, jadeó en busca de aire, intentando respirar. Ante aquella resistencia la mano que la mantenía en el aire, curiosamente calida contra su fría piel, apretó más el agarre, logrando que sus ojos derramaran unas pequeñas lagrimas al presentir que se acercaba el final. Buscó su mirada, y allí se quedó mirándole fijamente. Y fue justo en ese momento, cuando presentía los últimos latidos de su dolorido corazón, cuando sus ultimas fuerzas la abandonaban, que tras ser atraída hacia el cuerpo del licántropo y ser sujetada contra él, que aquella mano la liberó, dejando vía libre nuevamente al oxigeno que rápidamente volvió a respirar.

Corinne totalmente desconcertada tras unos segundos se encontró siendo cargada en los fuertes brazos de Astor. Gimió de dolor cuando la tomó y sin querer rozó las heridas de su espalda y hombro. — ¡Ahh…! —Se quejó cerrando los ojos reprimiendo las lágrimas que querían mojar sus mejillas de nuevo.Sin poderse contener se estremeció cuando le gruñó, haciéndole recordar y revivir los gruñidos de la gran bestia que la había atacado.

No me gruñas…p-por favor Astor. —Le llamó así por su nombre, dándole a entender que le había escuchado. — ¿Recuperarme pronto? ¿Eres medico? —Se encontraba confundida. No tenia sentido que tras aquellas heridas, se fuera a recuperar pronto. La suerte en todo caso sería que sobreviviera y que un medico llegara a tiempo para salvarla. ¿Sería Astor un medico? Solo eso tendría sentido. — A la salida del bosque…en una casa humilde, a las afueras del pueblo. Pero esta m-muy lejos.— Le contestó en un susurró con la vaga sensación en la mente de que algo muy importante se dejaba atrás, cuando él dio sus primeros pasos, internándose de nuevo en el bosque. A cada movimiento del cuerpo ajeno al moverse, al caminar, la espalda le ardía de dolor. Con miedo a que si la viera sufrir se replanteara terminar lo que había intentado anteriormente, cerró los ojos con fuerza, mordiéndose el labio acallando cualquier sonido proveniente de ellos, sufriendo el dolor en silencio. No podría soportar de nuevo su mano haciendo fuerzas contra su cuello, robandolé la vida.

Encontrarse en sus brazos, ayudó a que su cuerpo se recuperara del frío y lentamente empezara a entrar en calor. Todo y que también tenía su lado malo. con la calidez de su piel, sus heridas se reabrían. Con los ojos fijos en los de él, lentamente se abandonó al calido abrazo y sin ser consciente de ello, sus ojos empezaron a cerrarse. Intentó debatirse contra el sueño, pero el cansancio y la debilidad eran superiores y tras que cerrara los parpados, cayó dormida irremediablemente en brazos del licántropo.


[…]



Los gruñidos volvían a atormentarla, ahora en su inconsciencia, dentro de su mente revivía la pesadilla. A ratos temblaba mientras la figura de aquel lobo irrumpía en su mente, negro, fuerte, letal se exhibía bajo la luz de la luna llena y esta vez al acercarse ningún rayo de sol la salvaba de ser despedazada. Y fue justamente cuando el lobo volvía a morderle del hombro, que se despertó súbitamente encontrándose con unos ojos que fijamente la miraban. Le devolvió la mirada, examinando aquellos ojos sin encontrar signos de violencia o fría determinación a terminar con su vida. Se quedó unos segundos mas mirándole fijamente, hasta que volvió a estar calmada recostada contra él.

Tendré siempre la misma pesadilla? — Le preguntó rompiendo el silencio, intentando así establecer comunicación y olvidar el dolor de su hombro y espalda, que tras la pesadilla revivida, sentía más intensamente en cada desgarro de su suave piel.

Mirando al frente,rehuyendo de su mirada, reconoció bajo su sorpresa aquellos arboles que poco tenían ya de bosque. Estaban muy cerca de su casa. Apenas faltarían unos pocos minutos para llegar a verla entremezclandose con el paisaje.
Estamos cerca… — Volvió su mirada a la de él, y por primera vez le sonrío,sin idea alguna de lo que su vida estaba a punto de cambiar, de lo que aquella noche significaría para ella por el resto de su existencia.



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Mensaje por Astor Gray Lun Oct 28, 2013 9:59 pm

La paz comienza con una sonrisa.
Madre Teresa De Calcuta

El inquisidor habría mentido de decir que habían sido aquellas lágrimas o su desesperación lo que le hizo desistir de su idea de muerte para ella, ese sería uno de esos acontecimientos misteriosos que jamás se comprendían por más que se les diera vuelta una y otra vez en la cabeza. En parte tampoco quería entenderlo, solo deseaba salir de ese lugar y llevarla a un lugar mejor. Aquel frágil cuerpo que pronto dejaría de ser débil se sentía tembloroso en sus manos; reacciones normales siempre que actuaba como aquello que era, una bestia pero si deseaba la cooperación de ella debería mostrarle que no le haría más daño, que curaría sus ideas e incluso más que eso; Astor se haría cargo de ella desde ese momento en adelante, no le dejaría a su suerte para que terminara muerte por alguna imprudencia.

Como no dejabas de moverte tus heridas se han abierto nuevamente, así que ya mantén la calma si no deseas acabar peor de lo que ya estas – En parte era su culpa pero eso jamás lo admitiría o si lo admitía sería solo en sus pensamientos porque no se los diría a nadie y menos a una joven desconocida que ahora estaba maldita gracias a la impertinencia de ella y dos lobos que decidieron jugar a ver cual era el más poderoso desgraciadamente en la noche en la que ella salió.La joven tembló de nuevo entre sus brazos y su voz se hizo oír de nuevo – no me doy cuenta cuando gruño, así que deberás aguantarte – no tenía porque soportarle, bien podía dejarla ahí a su suerte, seguramente sobreviviría y todo estaría bien para ambos si no se encontraban nuevamente, pero no lo haría aunque eso significara enojarse con cada cosa que ella le dijera – ¿Médico? ¿Te parezco médico? – se río de ella y de esos pensamientos que simplemente le parecieron una tontería. Fue testigo de como se había transformado de un lobo a un hombre y aún así creía que era un simple médico – No lo soy, pero estoy bastante seguro de que te recuperaras, la mordida que tienes lo garantiza… – no debía ser ese el mejor momento para hablar de aquello, pero lentamente debía darle pistas, ponerle en sintonía de lo que estaba pasando en realidad.

Escuchó en donde le decía que se encontraba la casa, no podían ir a ningún otro lugar para tratar las heridas de la chica, nadie en su sano juicio les ayudaría. Un hombre desnudo y ensangrentado y una mujer herida en sus brazos, aunque era seguro para él que la inquisición no le haría nada probablemente desearían llevarla a ella a la muerte o convertirla en un soldado y si de algo estaba seguro era que no le daría a nadie a aquellos que con trampas y amenazas le llevaron a despedirse de todo cuanto conocía para entrar en aquel mundo lleno de muerte y destrucción. Aquello le gustaba y no podía decir lo contrario, pero no quería que ella terminara como él.
Bien, entonces iremos a tu hogar. La distancia es lo de menos más bien ese será el único lugar seguro en el que podremos estar así que… – sin decir nada más comenzó a caminar .

Notaba perfectamente como con cada paso que daba en aquel frío ambiente, lastimaba a la fémina figura en sus brazos pero no podía hacer nada más para calmar el dolor, al menos no hasta que llegaran a su destino. Conforme avanzaban pudo sentir como nueva sangre comenzaba a correr por su brazo y como algunas gotas caían en la nieve. Las heridas se estaban abriendo y gruño por aquello; no podía ir más rápido a menos que quisiera lastimarla más pero al mirarla se percato como ya estaba dormida en sus brazos.
Niña ingenua… – conocía de sobra el cansancio que quedaba después de ser atacado una persona por un lobo, pero por alguna razón la manera en la que ella dormía le parecía diferente. Su cara aunque en algunos momentos mostraba una mueca de dolor era como si se sintiera segura y a salvo, irónico, pues se encontraba en los brazos de alguien que lo ultimo que podía ofrecer era seguridad.

Se perdió un buen rato, caminando y sin dejar de mirarle. Hasta que noto como su rostro mostraba otras expresiones y suspiro. Él también había sufrido de pesadillas durante sus primeros meses de licántropo y al verla lo supo, por eso espero a que se despertara y solamente le observo con la comprensión que su rostro era capaz de brindar.
Durante algún tiempo la tendrás… es normal pero después de algún tiempo todo será solo un mal recuerdo y nada más que eso así que no debes temer, solo recuerda que es una pesadilla y que la verdadera bestia ya no esta en tu pasado, ni en tus sueños… – la bestia existía ahora en su interior, de la misma manera en la que estaba dentro de Astor.

Miro la casa que estaba un poco más allá, evadiendo la mirada y la sonrisa de ella. ¿Cómo le sonreía después de que probablemente él le había hecho aquello?
No dijo nada más, solo camino hasta llegar a la casa en la cual la puerta estaba poco asegurada por lo que pudo entrar fácilmente.
Poca seguridad, deberías de haber tenido un poco más de cuidado – la casa era pequeña a comparación de la suya pero estaba cálida y bien organizada – ¿Dónde esta el baño? y agua caliente, le necesitaremos para tus heridas así como algo para vendarte – la dejó en una silla que encontró, con todo el cuidado que pudo – dime donde están las cosas, iré por ellas antes de llevarte para curarte y… – se rasco la mejilla sin dejar de mirarle – ¿Cuál es tu nombre, niña? – si iba a ayudarle y mostrarle todo lo que ella era ahora al menos debía conocer su nombre.



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Mensaje por Corinne Strasse Miér Oct 30, 2013 12:48 pm

 “La calidez consuela los tristes corazones”
Anónimo


La simple idea de tener más pesadillas como aquella durante meses, la aterrorizaron. ¿Tendría que revivir cada noche la mordida de aquella gigantesca bestia? La sonrisa que instantes antes había dibujado en su rostro desapareció, como las hojas  que en invierno caían de los arboles, para formar suaves relieves en el suelo y suspiró, exhalando aire lo que provocó que moviera más de la cuenta su pecho al respirar, y este moviera la espalda herida. Cerró los ojos con dolor, deseando fervientemente llegar ya a la casa y que como decía aquel hombre, sanara rápidamente. Todo y que aún tenía dudas de sanar rápidamente su cuerpo por sí solo, y más de la explicación que le había dado. “Estoy bastante seguro de que te recuperaras, la mordida que tienes lo garantiza…”¿Qué quería decir con aquello? Sin entenderlo, a la que se vio capaz de abrir los ojos, tras que el dolor remitiera, los fijó de nuevo en él, quien en ese momento ni le miraba.  

Observó cada relieve, cada gesto de aquel serio rostro. Intentó adivinar su procedencia. No parecía ser extranjero. ¿Viviría por allí cerca? ¿Cuántos años tendría? ¿Siempre era así de serio? Muchas preguntas acudían a su mente, y quería preguntarlas, no obstante aquellos oscuros ojos ciertamente aún la aterrorizaban a ratos, y en aquel momento, tan fijos en la casa que se veía aún de lejos, la hacía no desear molestarle.

En sus brazos se sentía bien, sorprendentemente era muy cálido. De no saber que andaba horas caminando con ella a cuestas sin problema alguno, se habría preocupado de que no sufriera de fiebre.  Recostándose de nuevo en sus brazos, de forma que el cálido brazo ajeno no le rozara la mordida del hombro, suspiró aligerada. Si el cuerpo le dolía, más en concreto la espalda, no era nada comparado con la agonía de aquella herida que le habían provocado los colmillos de la bestia. El silencio ciertamente no le iba bien, lo mejor para ella era hablar y distraerse así de lo sucedido, sin darle tiempo a pensar en nada, pero las preguntas y el extraño suceso de la noche, aún seguía despertándole terribles dolores de cabeza. Aceptando que por el momento lo más aconsejable era sanar y llega a casa, donde poder descansar, centró su mirada en su casa, la que cada vez estaba más cerca para su alivio.

Todo estaba como lo había dejado al marcharse. El jardín silvestre seguía como siempre, solo la puerta de entrada que cedió enseguida bajo la mano de Astor, revelaba las prisas que la habían urgido a irse en medio de la noche hacia el bosque. Con una ligera sonrisa en sus labios, escuchó las palabras del joven y asintió. —  Salí con prisas hacia el bosque, y además no tenemos mucho de valor. Apenas nos podrían entrar ladrones en busca de víveres, y poco más. No creo que fueran con mesas y sillas por el bosque huyendo. —Musitó claramente algo más alegre, tras pasar dentro de la casa, volviéndose a sentir en casa. A salvo. Astor la llevó por el salón, hacia una silla donde cuidadosamente la sentó. En medio del salón el fuego seguía encendido creando una suave luz y una agradable calidez que se extendía por la pequeña casa.

El baño está yendo hacia aquel pasillo— Le señaló con una de sus manos el único pasillo que tenia la casa. — La primera puerta que encuentras. Allí hay toallas y vendas. — Le explicó sin dejarse apoyar en el respaldo de la silla, ya que el contacto podría empeorar sus heridas. Pensó en el agua caliente, admitiendo que era lo más difícil de encontrar, todo y que con el fuego que aún había en el comedor, con suerte en poco tiempo el agua se podría calentar. — Agua caliente, a la puerta de atrás de mí, hay la cocina. Toma cualquier pequeña olla, la llenas de agua y déjala unos minutos al fuego del salón. Con suerte no tardará mucho en calentarse. — Le miró frunciendo el ceño, alzando la mirada hacia él —  Pero… ¿Agua caliente? —Preguntó con una voz más dulce, más baja, casi con miedo. Si el simple pensamiento de vendarle las heridas, ya le hacía estremecerse de dolor, sentir agua caliente en sus heridas, sería una completa agonía y no se sentía con más fuerzas. Solo quería descansar, no sufrir aún más de lo que ya sufría por sí misma.

Le miró esperando que tranquilizara sus temores. Si creía que se iba a dejar quemar con agua sus heridas, lo tenía claro. Podía ser peor que un gato en resistirse al contacto del agua si se requería, todo y que pensándolo bien, en su estado, tampoco sería posible de moverse, como ahora no era capaz de levantarse y tumbarse en los mullidos sillones o tumbarse junto al fuego, en la vieja alfombra que decoraba el suelo.

Corinne… Me llamo Corinne — Se presentó sonriéndole dulcemente por unos segundos, hasta que unos ruidos los alertaron. Era el ruido de unas pequeñas garras rascando la puerta de madera de la entrada. — Será Shack, es nuestro perro pastor — Le explicó tranquilizándolo.

Sin querer como acto reflejo se sentó mejor, recostando su espalda contra el respaldo de la silla, lo que provocó que se agarrara a la mano ajena que tenía más cerca de sí misma y apretara, conteniendo así el gemido de dolor. Apretar aquella mano le fue bien. Así podía centrar su mente en algo externo al dolor que sufría su cuerpo.

Si te dijera que esta es la peor noche de mi existencia y la más extraña…. Podrías creerme? —Clavó sus azules ojos en los oscuros, dejando lentamente de ejercer fuerza en el agarre de la mano, sin dejarla del todo. Su contacto lograba disipar un poco el dolor, y le estaba completamente agradecida. Todo aquello la superaba, tenía miedo a preguntar, a las respuestas y sobre todo a que todo ello la cambiara.



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Mensaje por Astor Gray Dom Nov 03, 2013 9:29 pm

Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano.
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Agradecía de manera enorme el silencio pues aún era incapaz de descubrir que era lo que le diría, como le explicaría todo aquello. Seguramente historias de sobre naturales había escuchado, pero era muy diferente cuando uno les escuchaba como simples historias a cuando te decían que esa a partir de ese momento sería tu realidad, que todos aquellos monstruos que creías solamente historias no lo eran y para empeorar las cosas que eras parte de ellos.
Las cosas eran complicadas cuando se sabía algo como eso, que daba un giro de 180º a toda vida, sin importar que la persona creyera no tener verdaderamente una vida.

Sentía la mirada de la joven sobre si al caminar, pero decidió no mirarle más que estuviera en ese estado era en parte su culpa. No era verdaderamente así pero en su mente, él era el único culpable de lo que ella estaba pasando. Intentaba no moverse mucho, era capaz de notar como ella contenía el aire cada vez que un moviendo suyo lastimaba su ya demasiado herido cuerpo, pero no podía hacer mucho más que intentar apurarse a llegar hasta la casa, solo que sin lastimarla le era imposible. De haber podido gruñir de frustración lo habría hecho, pero la joven le había mirado con miedo cuando había hecho eso así que se contuvo, o al menos lo intentaba.

Comprendía el punto de ella a que no serían robados, pero igual le parecía descuidado de parte de ella estar de esa manera.
Igual no deberías dejar el lugar tan descuidado, si alguien entra es probable que no solo vengan a robar si no a hacerte daño – Aunque lo que llamo su atención fue la manera en la que hablaba en plural y le miro con seriedad– ¿Con quién vives? – no le preocupaba demasiado el hecho de tener que toparse con alguien más, aunque bien podría ser un problema el hecho de que anduviera desnudo por ahí – Y… no tienes algo de ropa o algo con lo cual cubrirme – tampoco le interesaba andar desnudo a él, pero a los demás, bueno, no estaban acostumbrados a eso.

Solo le sonrió ante esa cara de cachorro herido que le mostraba y con paso firme se alejo al baño tomando toallas y vendas, solo que termino por acomodar una de las toallas para que le tapara la parte inferior de cuerpo justo antes de volver a donde estaba ella y dejar las cosas ahí; no le miro si no que fue entonces a la cocina para buscar una olla y poner algo de agua en ella, llevando aquello al salón donde el fuego permanecía encendido para mantener aquel lugar cálido y una vez que hizo todo aquello volvió a donde ella se encontraba.
Vamos que no son tan estúpido, pero tampoco esperaras que te ponga agua completamente fría en las heridas o si… le sentirías como si te clavaran dagas en el cuerpo así que la temperatura templada es lo mejor – le dio esa breve explicación antes de revisar las vendas y las toallas que había dejado ahí para usarles con ella.

Se acercó a dejar las vendas más cerca de donde estaba ella y fue entonces cuando escucho finalmente su nombre.
Un gusto Corinne, al parecer tu y yo tendremos mucho que compartir de ahora en adelante – de alguna manera la sonrisa de Corinne le tranquilizo un poco; parecía decirle que todo estaba bien, que no había hecho nada malo. Las garras que comenzaron a rascar la puerta le alertaron apenas un poco, hasta que ella dio la explicación. Se quedo pensando en que pasaría cuando el perro se encontrara con su dueña y se diera cuenta de que ya no era la misma; un apretón en su mano desvió su mente de aquel pensamiento y se giro a mirarle, sufría de nuevo – Tranquila, todo estará bien… confía en mi – y dicho eso le soltó la mano.

Volvió a donde se encontraba el agua la cual ya estaba lo suficientemente caliente. Le agregó un poco más de agua fría y entonces quedo a la temperatura justa para que no le doliera tanto.
Claro que te creo, porque para todos los que hemos pasado esto es a noche más extraña y quizás la más dolorosa – llegó al lado de ella y dejo el agua en el suelo; tomo una toalla y la mojo en el agua para después exprimirle – esto va a doler pero es necesario que resistas además, de esta forma te recuperaras más pronto.

Sin esperar mucho más, porque eso solo alargaría el sufrimiento mental de Corinne comenzó a limpiar las heridas, observando las muecas de dolor que ella hacía e intentando ser lo más blando posible al curarle y pensó entonces en desviar su atención diciendo otras cosas.
Corinne, cuando te recuperes no podrás volver a vivir en este sitio – quizás no fuera lo mejor para decir, pero era lo único capaz de mencionar en aquellos momentos – te iras conmigo, vivirás en mi casa y te ayudare en lo que pueda a que controles tu nueva naturaleza – cada cierto tiempo volvía a sumergir la toalla en el agua, que ya se había manchado de la sangre de ella y eso que apenas estaba curando su espalda, aún faltaba el lugar más doloroso… la mordida que le transmitió aquella maldición.


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Mensaje por Corinne Strasse Lun Nov 04, 2013 7:07 am

 “Dame tu mano y no me la sueltes en la tormenta”
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A cada palabra de Astor su mente se confundía entre historias y lo que había visto. Parecía entremezclarse todo de forma que empezaba a desconocer la realidad de la fantasía. ¿O era todo realidad? Aturdida siguió los movimientos del joven que andaba como perro por su casa, llevando vendas y toallas que dejo en el salón para seguidamente ir a la cocina y allí preparar lo que más temía ella, la olla con agua que calentaría al fuego. Solo el dolor de su espalda y hombro parecían unirla a la realidad, pero todo y así había momentos en que no sabía si  todo era un sueño y despertaría en breves o se quedaría para siempre. Observando a Astor cayó en la cuenta que se había tapado con una toalla la parte inferior de su cuerpo.

Al caer en ello, apartó la mirada temiendo sonrojarse. En todo el camino había andado con ella a cuestas desnudo y los primeros minutos había estado desnudo, sin importarle que le mirara ni nada. Lo que obviamente no pasó, había estado demasiado ocupada en tolerar el dolor de su cuerpo como para fijarse en el cuerpo ajeno. Ahora una parte de ella lo lamentaba, era todo un milagro poder vanagloriarse con su torso desnudo. Musculoso, fuerte, esculpido…debía de tener muchas jóvenes en las noches de pasión bajo él. Si solo la visión de su pecho bien dotado, ya hacia hiperventilar a una gran mayoría, ¿Cómo sería la visión de todo su cuerpo?

Cambiando de pensamientos volvió su mirada a él, quien terminó de poner el agua a calentar y volviéndose hacia ella, le acercó las vendas y las toallas, de forma que ya las tuviera preparadas para cuando fueran necesarias. No más de unos minutos, calculó Corinne para que el agua hubiera calentado el agua.

Suspiró sin querer pensar en el dolor que en breves empezaría a sentir, siendo tomada por el intenso dolor de sus heridas al rozarse con la silla, donde apretó con fuerza la mano de Astor entre las suyas. Le miró y este le dedico una sonrisa comprensiva “Tranquila, todo estará bien… confía en mi” Aquellas palabras la tranquilizaron, la serenaron y confiando en él le dejó escapar de su agarre e irse a buscar el agua para sanar sus heridas. La tortura iba a empezar. —  ¿Mucho que compartir? — Preguntó sin entender, centrada en los movimientos del joven.

Su cuerpo tembló cuando el agua fue llevada hacia ella, y Astor mojó una de las toallas y la exprimía. ” Esto va a doler” Obviamente ya lo sabía. Tras asentir, cerró los ojos imaginándose bellos paisajes, imaginándose aquellos tiempos en que corría por el campo con su madre a caballo… pensamientos inútiles, ya que al rozar la toalla con las heridas, tembló de dolor conteniendo sus alaridos, solo dejando entrever una mueca de dolor. — Duele… — Se quejó mordiéndose el labio cuando por segunda y tercera vez la toalla limpió sus heridas. Sentía las heridas en carne viva, sin querer ver el color rojo que teñia el agua en esos momentos, volvió a cerrar los ojos, obligándose a restar quieta para que Astor pudiera actuar lo más rápido posible.

Cada vez su cuerpo temblaba más y más conteniéndose a moverse y alejarse de aquella tortura. Todavía no había pasado a los profundos arañazos que tenía más arriba de su espalda, ni tampoco a la mordida del hombro. Tras unos minutos, con los ojos ahogados en lagrimas, los abrió y tomó una de las manos de Astor entre las suyas, centrándose en ella y no en el dolor que asolaba su cuerpo. Allí fue cuando quizás conmovido por las lágrimas o aquel gesto, aquella cercanía le empezó a hablar. Corinne sin entender sus palabras negó con la cabeza ante el avance de la toalla y a sus extrañas palabras. — Vivo con mi padre  —Explicó aprovechando que el joven volvía a remojar la toalla en agua, dándole unos segundos de paz a su tembloroso cuerpo — No puedo irme contigo. Yo estaba en el bosque porque lo andaba buscando…¡Ahhg! Duele mucho  —Su conversación se vio interrumpida cuando la toalla empezó de nuevo a recorrer las heridas, esta vez las de más arriba. Hincando sus uñas en aquel fuerte brazo del que se había apoderado, intentó sobrellevar el dolor. — Hace dos meses se fue y no ha regresado...debo buscarle y traerle a casa, si no me ve aquí cuando regrese se le romperá el corazón, Astor. —Murmuró terminando con un gemido lastimero sintiendo como lentamente se iba acercando al hombro, donde tenía la mordida del animal.

No iría a rozarle con la toalla mojada, la herida del hombro, ¿no?, se preguntó inquieta apretando mas su mano, removiéndose finalmente en la silla en cuando sintió la cercanía de la toalla en la mordida. — ¡No...no,n-no!  Dame un descanso, Astor. Por favor — Le rogó apartando su hombro de su cercanía al intuir su próximo movimiento, girándose a verle a los ojos fijamente. Mirándole con los ojos empañados de lagrimas de dolor, le soltó lentamente la mano que aún permanecía apresada entre las propias y respiró temblorosa — Podrías ir al cuarto de mi padre, tenía mucho ropa que nunca se pon-nia. Seguro que algo encuentras que te pueda ir…. —Sugirió intentando que así cediera a su petición y le diera unos minutos merecidos de paz. Si ahora le tocaba en la herida del hombro, la rompería. Claro que siempre era mejor hacerlo todo rápido y que si ahora le dejaba recomponerse luego sería peor… Bajando la mirada, dejó que Astor fuera quien tomara la decisión de ver qué hacer con la situación. Dos lagrimas corrieron por sus mejillas y tomó aire profundamente — Si quieres hazlo…pero debes prometerme que todo esto pasara y solo será un mal recuerdo. — Tomó de nuevo una de sus manos entre las suyas, esperando que esta vez fuera él quien le diera un apretón. — No me sueltes Astor. — Añadió con una rota voz de dolor y miedo. Su cuerpo y mundo se iba a derrumbar, lo presentía y no podía hacer mucho para reconducir todo aquello, solo contenerse, cerrar los ojos con fuerza y rezar por despertar a tiempo.



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Mensaje por Astor Gray Dom Nov 10, 2013 1:45 pm

Antes de ofrecer debemos detenernos, pero después de haber ofrecido, cumplirlo.
Séneca


Aun no se sentía con la capacidad de poder decirle que era un licántropo, que ahora con cada noche de luna llena su cuerpo sufriría una transformación como la que antes había observado en él y peor aún que quizás en algunos momentos asesinaría gente. También debía mencionarle que a partir de ese momento no podía confiar mucho en desconocidos después de todo era difícil distinguir a los inquisidores de seres normales, sino ahí estaba él, ayudando a esa joven a la que debió haber asesinado de una sola vez y jamás aguardar.
Si compartiremos mucho Corinne, historias, tiempo, quizás desventuras incluso pero ese no es el momento de pensar en eso, hay cosas más importantes ahora.

No podía alejar su mirada de ella, de esa mueca de dolor que se dibujaba en su rostro y de como aquel cuerpo temblaba con cada roce nuevo de la toalla contra la piel herida. Sabía que las cosas eran así la primera vez pero esa sería la ultima vez que sufría de esa manera, al menos era lo que él estaba esperando. El inquisidor se ocuparía de que nada más le pasara, que solo él o aquel otro engendro que ya estaba muerto fuesen los único que le lastimaran y a partir de ellos nada ni nadie volvería a tocar esa piel buscando dañarle, nunca más aquella mueca de dolor se dibujaría en aquellos labios.
Lo sé… solo resiste un poco más y ya veras… – le daba descansos pero no muy largos, en cuanto más pronto terminara aquella tortura para ella sería todo mejor, para ambos.

Su mano y parte de su brazo era sujetado por aquella temblorosa mano, más no le retiro porque eso le estaba brindando un poco más de valor a la loba que se encontraba frente a él.
Vas bien Corinne, resiste se que puedes – limpiaba su cuerpo en tanto el agua se tornaba de un color rojizo debido a la sangre retirada por las toallas. No fue capaz de decirle nada cuando escucho de su padre. Tenía tiempo sin llegar a su casa y Astor supo el porque, aquel hombre había sido uno de los asesinados entonces por aquella bestia que ya había eliminado. Pero era bastante curioso, las personas habían muerto por la misma zona y eso le hizo creer que era probable que el lobo hubiera estado rondado la casa de Corinne desde antes y un leve gruñido se formo en su garganta, uno que apenas fue detectable por si mismo.
No se dio cuenta de lo que hacía precisamente por estar pensando en eso hasta que las manos de Corinne le llevaron de nuevo a la realidad y alejo la toalla del hombro.
Si claro, te daré un descanso es solo que… – estaba por decirle lo de su padre cuando ella le indico donde podía conseguir la ropa y dejando la toalla en el agua se levanto para ir a donde ella le indicaba que debía ir solo que antes de desaparecer del campo visual de ella le miro – Te iras a vivir conmigo, porque… tu padre murió Corinne, fue asesinado por lo que casi te mata a ti así que… – creyó haber sido muy frío por eso fue que se alejo veloz, dejando de ver aquellos ojos llenos de lagrimas, dolor y ahora incredulidad.

Se alejo hasta entrar al cuarto de aquel hombre y solamente pudo golpear la pared con el puño, su inutilidad para llevarse con otros se volvía más notoria en esos momentos. Había dado a Corinne una de las peores noticias que cualquiera podía recibir y le había abandonado. Gruño y tomo algo de aquella ropa solo para cubrir su desnudez y entonces regreso a aquel lugar donde le dejo, las lagrimas no paraban de salir de  aquellos hermosos ojos y se acerco nuevamente, poniendose frente a frente a ella.
Lamento las malas noticias, lamento todo esto que te esta ocurriendo pero… – con uno de sus dedos retiro las lagrimas que corrían por sus mejillas – Te prometo que nada ni nadie te hará daño, te protegeré cueste lo que me cueste y yo me encargare de que seas feliz cuente lo que me cueste – con eso estaba cerrando su propósito, pues se encargaría realmente de hacerla feliz y de que nunca nada le faltara.

Apretó la mano de Corinne mientras sumergía de nuevo la toalla en el agua, era el momento de limpiar la mordida y eso no sería nada lindo ni poco doloroso. Llevó la mano de la loba hasta sus labios y le deposito un beso, esperando que de verdad pudiera resistir el dolor y no terminara inconsciente.
Lista… – coloco la toalla cerca de la herida y le sonrío – No te soltare Corinne, nunca lo haré… – y entonces comenzó a limpiar aquella zona a pesar del dolor que estaba provocando a la fémina que apretaba su mano.
Se apuro lo más que pudo y cuando termino de aquello soltó la mano de Corinne para tomar las vendas y mostrarselas.
Estas lista, ahora solo hay que vendarte – y nuevamente se acercó a ella comenzando con aquella tarea – Corinne hay algo que debo decirte… – le miro entonces, buscando el valor que ella mostraba para darle aquella noticia.


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Mensaje por Corinne Strasse Dom Nov 10, 2013 3:44 pm

 “La desesperación tiene sus propias calmas.”
Bram Stoker

Con los ojos cerrados, esperó el intenso dolor que sacudiría sus cimientos por completo, pensando que Astor tomaría la toalla y limpiaría la mordida del hombro. En tensión su cuerpo seguía tembloroso por el dolor anterior que había soportado, con cierto éxito, ya que a pesar de las lágrimas que habían regado de sus ojos, se había mantenido en el lugar, permitiendo a Astor que le limpiara los profundos desgarros de su piel. Tensión, que cuando sintió como la toalla se alejaba de la herida, desapareció levemente de su cuerpo, dejándola respirar algo más tranquila. —Gracias Astor —Agradeció por ese descanso que le brindó a su cuerpo y a sí misma, donde podría tomar un poco mas de fuerzas. Con los ojos nuevamente cerrados, intentando así apartar el dolor de su mente, la calidez de Astor se fue de su lado, junto con sus pasos que le indicaron que en efecto se iba a ir a buscar algo de ropa que ponerse. La ropa de su padre. Padre donde estarás? Que fue de ti?... No pudo contenerse a pensar, cuando de nuevo la voz de Astor irrumpió sus pensamientos y cavilaciones. “Te irás a vivir conmigo, porque… tu padre murió Corinne, fue asesinado por lo que casi te mata a ti así que…”

¿Qué? — Sus oídos y su cabeza debían de andar bromeando. No podía haberle dicho eso... Mi padre tiene que estar bien,se decía a sí misma. Abrió los ojos llenos de dolor y lágrimas, de lo anteriormente sufrido, más el infierno que para ella significaban aquellas palabras. Ya había sido muy duro perder a su madre, y desde aquel nefasto día, entre ella y su padre las cosas no iban demasiado bien. Aún así sentirse sola, sin familia, desamparada... solo el simple pensamiento de que ya no vería mas a su padre, la hacía llorar desconsoladamente, partiéndose por dentro de pena. — Debes de estar bromeando...— Su voz temblaba, y sus ojos de nuevo sin querer volvían a llorar, sabiendo que el joven lo había dicho en serio y que por la mirada seria que le prestaba, todo era cierto, solo que ella se negaba a creer eso. ¿Cuanto podía cambiarle la vida en una noche? Ni ella misma entendía aún la enormidad de todo aquellos sucesos, y lo que aún faltaba por llegar.

Cegada por las lagrimas, Astor apenas era una sombre visible en el marco de la puerta que de pronto desapareció dejándola con un vació en el corazón. — Astor no! No te vayas. ¡Vuelve! No, no puede ser verdad. Mi padre, no puede..Tengo que salir a buscarle. Tiene que estar... — Intentó levantarse de la silla, pero temblorosa, sus piernas no le sostenían y volvió a sentarse a la silla nuevamente. — Tiene que estar vivo...— Murmuró en una súplica silenciosa, pero su propio corazón rompiéndose  y aquellas lágrimas que nacían de su interior, le decían lo contrario y finalmente, pensando en lo extraño que fuera de que tras dos meses no hubiera vuelto, aceptó lo que Astor le había dicho.

Perdida en su dolor, ahora doblemente intensificado, no fue consciente de nada más, hasta que Astor se puso frente a ella, mirándola de cerca. Ella le miró completamente pérdida, y desvalida, deseando abrazarse a él cuando con uno de sus dedos le retiro las lágrimas que aún corrían por sus mejillas. — Gracias. Pero Astor, yo no quiero ser una carga...no quiero ser una molestia. Ya encontraré algo si de verdad padre no regresa...— Su voz temblorosa se apagó durante unos instantes en que tomó aire nuevamente. Pensándolo bien sin su padre, esa casucha, ya no era de ella, porque no era un varón y no podía heredar. Que haría ahora ella? De reojo vio como mojaba de nuevo la toalla y su cuerpo volvió a temblar, tomando de nuevo una de sus manos entre la suya, la que se llevó Astor a los labios y besó. Corinne pese a las lágrimas y a la situación, se sonrojó al sentir aquel suave y efímero beso, con el que esperaba calmarla y tranquilizarla un poco, darle las fuerzas que le faltaban.

Tras aquel beso, la toalla fue colocada en su hombro. — No lo hagas, no me sueltes— Volvió a decir ella esperando que de verdad no la soltara, obligándose de nuevo a quedarse quieta ante él y con la mano de él entre las suyas y apretándole, enfundándole fuerzas, los primeros gemidos y algún que otro alarido de dolor, inundaron el pequeño salón. Sentía la herida tan intensamente que no era suficiente su fuerza de voluntad para no removerse, por suerte la fuerza de Astor bastó con mantenerla en el sitio mientras iba rápido en su cometido. Susurró su nombre muchas veces, rogando que terminara, que la dejara así, que no siguiera y otras veces solo llegaba a llamarle sin poder agregar nada más. Temió caer inconsciente, pero cuando deseó dejar de luchar y abandonarse al sueño, la mano de Astor se retiró con la toalla y aún así su cuerpo temblaba.

A regañadientes dejó que la mano de Astor la que tanto había apretado contra si, se liberara y le mostrara con ella las vendas. Con una de las manos se retiró las lágrimas de sus ojos y le miró. — ¿También me dolerá? —Preguntó con voz débil, cansada de tener que aguantar aquella tortura, que se estaba alargando más que el accidente en la noche. — ¿Ya pasó lo peor no? — añadió dejando que empezara a vendarle, removiéndose ligeramente un poco solo cuando las vendas rozaban las heridas más profundas de su carne. —Cuéntamelo todo entonces —decidida dentro de lo que podía, pero más que eso resignada a que su mundo se estaba rompiendo a pedazos, le miró fijamente, sintiendo como iba siendo su espalda vendada. — ¿Que me mordió? Que quiere decir todo esto...? Por qué dices que somos iguales...Astor? Necesito saberlo todo, hoy, antes de que desfallezca. — Y por favor abrázame fuerte, pensó, pero aquellas palabras se quedaron allí, en su mente.



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Mensaje por Astor Gray Dom Nov 10, 2013 4:51 pm

A quién le dices tú secreto le vendes tu libertad.
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Obro mal en no decirle inmediatamente, en no permanecer en aquel lugar a ver que era lo que sucedía con ella cuando la noticia del fallecimiento de su padre llegara a ella y cayera en conciencia de eso; en cambio, huyo como un cobarde todo porque no deseaba formar verle desmoronarse o sufrir por eso. Si bien Astor no era demasiado sentimental tenía recuerdos aún muy presentes sobre la muerte de su padre que al igual que el de Corinne había sido asesinado por uno de la raza de ellos dos. Pero ese hecho del pasado no permitía que le dejara a ella sola, sufriendo en silencio por eso había decidido regresar a su lado sol para ser cuestionado por una pregunta "¿Qué?", la incredulidad era notaría en esos ojos que amenazaban con atravesarle y revelar sus propios secretos. Le había negado y escapo escapando a aquel cuarto aunque detrás de él se escucharan aquellas palabras como una manera de implorarle que volviera riendo y le dijera que era una broma, una mala broma pero nada de lo que había dicho lo era.

Termino por regresar antes de que ella de verdad cometiera una imprudencia, había cometido una primeramente al salir a buscar a su padre antes y de hecho le creía entonces capaz de hacerlo de nuevo.
Lamento tener que darte esta noticia pero es mejor que lo sepas de ahora a que le esperes sin que nunca llegue, es por eso que te he dicho que espero te vayas conmigo – le miro con seriedad – Me rehuso a que te quedes sola en este lugar y más ahora que… – guardo silencio, evadiendo de nuevo el tema de la licantropía que ahora estaba en la mujer – Se que esperas que sea una broma Corinne, pero nada de esto lo es y bueno… el tiempo te ayudara a superar esta perdida, por ahora no pienses que estas sola porque me tienes a mi aquí.

Gruño, no era capaz de dejarle en ese lugar a que esperara solo a darse cuenta verdaderamente de que su padre no regresaría además de que ¿Quién había dicho que era una carga? Él no y de eso estaba seguro por eso fue que no le tomo importancia real a eso, pero aún así hablo para dejarle en claro aquello y que la loba no tomara las cosas de una manera errónea.
No serás una carga y no es bueno que te quedes en este lugar sola ya te lo dije. Lo máximo que podía permitirte sería estar aquí hasta cerca de la siguiente luna llena pero… no es muy peligroso nos iremos a casa en cuanto estés mejor que ese lugar ya no será solo mi casa sino también será tuya.

No te soltare – dijo firme mientras su labor era llevada a cabo. Cada ciego tiempo Corinne mencionaba el nombre del inquisidor en voz baja, como en un susurro que desconcentro en varias ocasiones a Astor, eso aunado al olor tan similar al de Danna que era parte de la esencia real de aquella mujer le ponían mal. Se vio en la necesidad de hacer oídos sordos, sumirse en otro pensamiento aunque a pesar de sus esfuerzos, lo único en su mente era aquella manera en la que Corinne pronunciaba su nombre, resultaba que eso misteriosamente le gustaba y mucho.
Al limpiar aquellas heridas buscaba las palabras adecuadas para decirle que era una licántropo justo como él y de manera inconsciente comenzó a ensayarlas para no hacerle sufrir más de lo que ya lo había hecho.

Un poco, pero es el final y su has resistido hasta aquí podrás soportar esto sin duda alguna – se acerco, colocando las vendas y comenzando a cubrirle pero antes de continuar hablando tal como ella lo pedía inhalo profundo – No desfallecerás, estarás cansada si, pero no morirás aún. Lo que te mordió no era un lobo común, era un licántropo y bueno pues… en ese bosque había dos licántropos el que asesine y… yo. – Acomodo sus vendas sin mirarle – No sé quién de los dos te mordió pero ahora ya no hay vuelta atrás Corinne, ahora esta maldición también corre por tus venas y en las noches de luna llena tu y yo seremos iguales, porque ambos somos licántropos ahora – Tomo otras vendas para vendar su hombro – Te curaras pronto porque eso es algo de las habilidades que poseemos entre muchas otras cosas… – guardo silencio – ¿entiendes lo que digo? además nadie puede saber lo que somos.

Era tan complicado estar ahí, decirle a alguien como ella que su destino estaba sellado y todo por una imprudencia tanto de ella como del él mismo, solo que Astor estaba olvidando una parte importante. Quizás todo aquello debía de suceder y de esa manera tomaría un camino que antes le parecía imposible el sencillo hecho de mirar a Corinne ya le provocaba algo que no podía comprender y aunque pensaba que era en parte por el aroma que cargaba eso, no tenía realmente nada que ver.


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Mensaje por Corinne Strasse Dom Nov 10, 2013 6:32 pm

 "La fuerza hidráulica más poderosa del universo, es la lágrima de una mujer.”
Carlos Fisas

Por más que su mente intentaba cegarse con la esperanza de que Astor se encontrará equivocado, las palabras que él le dirigía eran como puñales candentes directos a su corazón. Terminando con toda ilusión de que pudiera ir y recuperar a su padre, y su vida de vuelta. ¿El tiempo? Pensó con tristeza, quizás si que con su padre quien estos últimos años no se había llevado del todo bien, con el paso del tiempo pasaría...pero aún seguía con la muerte de su madre, con aquel dolor en lo más hondo de sí misma. En su inocente mente había pensado que padre y ella volverían a estar como antes, a ser una familia nuevamente, no obstante, ya nunca más lo fue y ahora ya no lo sería. Miró a Astor con la tristeza y el dolor en sus ojos — ¿Mi casa? —Preguntó casi ausente. Sin padres estaba sola, y aquel joven que seriamente le decía que no estaba sola, que estaría con él, le confundía, le hacía desear ir y abrazarlo, derramando todas sus penas o lo que quedaba por derramar de ellas en sus brazos. Como si pudiera encontrar consuelo en él.

Por un momento pensó de verdad lo de irse a vivir con él. Tal como se encontraba no tenía muchas más opciones y desde que Astor había decidido no matarla había confiado plenamente en él, hasta sin darse cuenta en silencio, le ofrecía su roto corazón, para que no la dejara sumida en la soledad. — ¿Pero, qué dirá la gente? — Era muy mal visto que una jovencita viviera con un hombre, a no ser que fuesen familiares. Y todo que a ella poco le importaban los demás en este momento, no sabía nada de él y de la vida que este llevaba, y la gente a la hora de hacer daño con sus comentarios era muy retorcida. —Tampoco quiero estar sola...tengo a mi perro, pero no creo que cuente mucho, verdad? —Pese a todo esbozó una pequeña sonrisa que duró solos unos pocos segundos — No me gusta la soledad ni la oscuridad... y este lugar. Sin ellos... — Se le empezaba a quebrar nuevamente la voz y mordiéndose el labio se quedó callada, mirando a Astor. Respiró hondo y se calmó lo que pudo escuchando a Astor, quien le aseguraba que tendría un nuevo hogar y como había dicho anteriormente allí sería feliz.

Corinne asintió, conteniendo las lágrimas, preparándose para que finalizara de sanarle las heridas. Iría con él y una vez estuviera todo bien vería que hacer, como plantearle el que la dejara ir a buscar el cuerpo de su padre para poderle dar sepultura al lado de la tumba de su madre, ya que ambos se habían amado eternamente, hasta después de la muerte de ella. Y así como asintió empezó el dolor y los alaridos, susurros. A veces Astor la miraba y coincidían las miradas, la de ella agonizando y perdida, como una cachorra indefensa y la de él confundida pero a la vez con protección y comprensión, asumiendo él el rol de ser su lobo guía en la transición de su nueva vida. Cuando terminó, apenas se lo podía creer, se terminaba el sufrimiento todo y que como le decía Astor, quedaba vendarle la espalda y el hombro, y esperar a que sanaran sus heridas. — ¿Me dejaras dormir después de esto...? Creo que estoy teniendo demasiado emociones para un mismo día —Dijo sonriendo ligeramente acallando un quejido de cuando empezó a tirar de la venda que le iba poniendo y este necesitó tirar un poco para sujetarla bien contra su piel. Restó en silencio moviéndose un poco cuando no le era suficiente con apretarse las manos en puños y acallar sus quejidos, para no hacerle sentir peor de lo que él lo estaría pasando viendo su propio dolor, cuando empezó Astor a decirle todo aquello, y completamente confundida se quedó en blanco, sin saber que decir o que responderle.

¿Licántropos...? Hombres lobo — Parecía todo de un cuento de terror. ¿Sería todo aquello cierto? La verdad era que lo que había visto era muy extraño, aún tenía en su memoria la imagen del lobo cuando a punto de atacarla se había vuelto humano y este la había mirado con aquellos profundos ojos, los mismos ojos que ahora la miraban, esperando su reacción. — No sé qué decirte...Seguro no era un lobo? Podría tener la rabia o cualquier enfermedad... y cuando tú te apareciste, quizás lo soñé. —Hasta ella misma negaba sus palabras, todo lo que él le decía tenía sentido con lo que había pasado y visto. — Si hubieses sido tu... no podrías saberlo? —Algo le decía que no había sido él, el gruñido del último lobo que había escuchado no era el mismo que el que la había atacado con fiereza y mordido seguidamente. Pero con aquella confusión y su cuerpo que ya no resistía mucho el cansancio, no podía pensar de más sobre aquello, con lo único que conseguía era revivir lo que estaba seguro que sería una de sus pesadillas mas revividas en el futuro. — Pero yo no puedo ser como tú. Sangro...soy humana, y me duele todo. Astor no puedes decirme eso. Yo no puedo ser un lobo, o monstruo, tener esta maldición... o como lo llames. Yo no puedo ser una loba o lo que sea. — Le miró fijamente buscando algo que le dijera que había dudas en sus ojos, que quizás no era del todo cierto sus palabras y solo no sabía lo que le pasaría tras esas heridas en su cuerpo. Pero mirándole se topó con una pared llena de certezas, que le aseguraba que era una licantropa y que todo su mundo que había sido destruido, además, iba a cambiar por completo, el mismo día.

No puedo quedarme aquí...tengo que buscar el cuerpo de mi padre, asegurarme que todo esto no es un sueño. Tengo que levantarme —Insistió dándose fuerzas para erguirse de la silla y levantarse, tambaleándose sintiéndose de repente mareada y aún mas débil de lo que creía, dio un paso al frente cayendo al suelo cuando uno de sus pies se tambaleó sin aguantarla de pie, sujetándose rápidamente a las manos de Astor que impidieron que se fuera hacia abajo y se hiciera daño contra el suelo. Se agarró a sus manos, como si fueran ellas su salvación. Moría por un abrazo, por el consuelo... —No puede cambiar todo, así, tan rápido. No puede ser Astor...No quiero que me digas nada, solo miénteme, dime que es un sueño. Que solo estoy confundida, que todo pasará y vendrán tiempos mejores. Que no estaré sola... que tú estarás conmigo. Pero dime que sigo siendo humana y que los cuentos de terror son solo eso, cuentos. —Le miró, mientras su voz a ratos se iba quebrando, rogandole de que calmara sus miedos. — Y si no puedo superar todo esto... ¿Que será de mí?— De poder llorar nuevamente lo haría, pero ya no quedaban lágrimas con los que representar su dolor... su perdida. El dolor ahora era interior y aquel, era el peor de todos.



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Mensaje por Astor Gray Dom Nov 17, 2013 7:18 pm

No tema el futuro, no llore el pasado.
Percy Bysshe Shelley



Una carga nunca antes sentida le embargo, no porque ella fuese a ser una molestia (que en parte quizás lo sería) sino porque la ausencia que veía en los ojos femeninos no le gustaba.
Si, será también tú casa… nuestra casa – le dijo con voz segura y de hecho ella no lo sabía pero era una de las decisiones más firmes que el licántropo había tomado en su vida. De hecho cuando se trataba de mujeres era bastante especial y nunca antes habría aceptado que una mujer llegara de un momento a otro a invadir su casa y todo lo que consideraba suyo pero por algún motivo pensar en Corinne por su “territorio” no le provocaba la mínima molestia; al contrario lo que le provocaba cierto grado de enojo era el pensar en que ella le dijese que no iría, que prefería quedarse sola en aquel lugar.

Durante unos segundos no existió respuesta alguna y el inquisidor movió el pie ligeramente, desesperado al no escuchar la respuesta que estaba esperando de ella solo que lo que llegó hasta sus oídos no fue precisamente lo que tenía planeado escuchar, aunque tampoco era lo peor que pudiera escuchar.
El perro quizás actúe diferente contigo ahora pero si tanto te interesa tenerlo podemos llevarlo a casa al igual que nos llevaremos algunas cosas que te hagan recordar este lugar… si lo quieres claro – cruzó los brazos y desvió la mirada pues aunque había dado una solución a las cosas menos preocupantes seguía la gran interrogante de lo que la gente diría. Astor estaba acostumbrado a que la gente hablase de él; era el tipo de hombre que siempre estaba solo y hacía lo que se le venía en gana pero ciertamente que lo importante es que siempre había estado solo y en esta ocasión debía pensar en alguien más… en una mujer.
Se mantuvo en silencio hasta que la idea llego a su mente y entonces suspiro.
La gente no dirá nada porque te harás pasar por mi prometida – nuevamente miro a la loba con la misma decisión de antes – Diremos que nos casaremos pronto y que ese es el motivo por el que estas en mi casa, además podemos salir a diferentes lugar y no se… visitar incluso esos lugares donde venden cosas de boda para que de verdad crean eso ¿qué opinas? así nadie hablara mal de ti – ese era el colmo de todo el asunto, ir a ver cosas de boda, decir que tenía una prometida. Se estaba metiendo en algo más que le sobrepasaba pero aún así más que el deber que sentía antes por hacerlo, ahora tenia deseos de hacerlo aunque como el licántropo terco y orgulloso que era, jamás aceptaría aquello.

Claro que te dejare dormir después de esto, no voy a mantenerte siempre en vela después de todo te curaras pronto y que mejor que te cures mientras duermes así podremos irnos antes… – le dijo mientras terminaba de tensar fuertemente una de las vendas que cubrían el herido cuerpo de la joven. De manera inconsciente miro el agua que ya estaba completamente teñida de rojo y no pudo evitar que un suspiro saliera de sus labios pues todo aquello era solamente su culpa. Ahora, no solo debía fingir que tenía una prometida sino que además había dado por olvidado uno de los asuntos más importantes; debía mantener a Corinne oculta de la inquisición cosa que sabía no le sería complicado siendo el inquisidor pero finalmente nunca se sabía cuando podían ocurrir los descuidos y entonces… un movimiento del cuerpo femenino le récordo que le estaba vendando y dejo de pensar en problemas más allá de los que ahora estaban pasando en esos instantes.
Para ayudarse también es que había pensado en hablar de la raza a la que ahora esa joven pertenecía.

La incredulidad en la voz y la mirada de Corinne era algo que ya se espera desde el momento en que menciono la licantropía; si bien él mismo en el inicio de todo aquello había dudado de la veracidad de aquello con los días y sobre todo con la primer luna llena todas sus dudas se habían disipado cual humo.
Así es… hombres lobo – suspiro buscando la manera de hacer que creyera en eso de una manera mucho más rápida que él en su determinado momento, pero no encontró alguna forma de hacerle creer, la mente de la joven quizás excusaría todos sus intentos con racionalizaciones o excusas – No era un lobo, ni tenía rabia y tampoco fue un sueño… todo es real Corinne se que es complicado de entenderlo y créeme sé que es mucho más aceptarlo pero no te mentiría, no tengo razón para hacerlo – Suspiro y se llevo la mano derecha a la nuca, jamás sabría realmente quien de ambos le había mordido y que ella le preguntara solo le hacía sentir peor, un completo inútil por perder la consciencia cada vez que la luna llena brillaba en lo alto – No… no tengo forma de saberlo y jamás lo sabremos realmente así que es mejor que pensemos en que he sido yo, olvidemos que existió otro lobo – Bajó la mano y negó suavemente. ¿Tan monstruoso lucía? o cuál era la razón de que la joven pensara que no sangraba o le dolía algo; era probable que se debiera a su expresión o a la manera tan natural de hablar de aquello, la verdad era que cuando se vivía de esa manera por un largo periodo de tiempo el dolor ya no era lo mismo y la sangre era meramente un liquido que en algún momento dejaba de fluir – Veras tu propia naturaleza, pero no ahora. Debemos esperar a la siguiente luna llena y ahí entonces te darás cuenta de la verdad.

Se descuidaba unos seguros apenas y entonces se levantaba, aún intentaba encontrar a aquel padre que ya estaba muerto y enterrado. La inquisición jamás le daría el cuerpo de alguien asesinado por un licántropo que persiguiera.
Oye… – estiro sus manos para evitar que la mujer cayera y aquellos ojos se clavaron implorantes en los suyos. Esa voz sonaba cansada, pero sobre todo asustada. ¿Él había temido alguna vez? Si, claro que si pero eso había quedado en el pasado y en ese lugar estaba mucho mejor. Sus brazos se movieron y cubrió el cuerpo femenino con ellos, era algo parecido a un abrazo solo que más torpe que uno – Puedo decirte que es un sueño y que las cosas serán siempre iguales pero la verdad no quiero mentirte. No quiero que mañana te levantes y te des cuenta de que te mentí, porque voy a decirte la verdad aunque duela, que es mejor que una mentira pero te prometo que vendrán tiempos mejores y que jamás estarás sola porque yo estaré a tu lado – le soltó suavemente – lo superaras, todos lo hacemos y que será de ti bueno… eso lo sabremos después pero lo sabremos juntos ahora… – deslizo una de sus manos por las piernas de Corinne solo para terminar cargándole – Es hora de dormir niña, mañana estarás mejor así que dime ¿Dónde es tu cuarto? y ¿Dónde puedo quedarme yo? – avanzó un poco aguardando que ella le dijera a que lugar ir.


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Mensaje por Corinne Strasse Lun Nov 18, 2013 4:06 pm

 " Cuando quieres algo, todo el universo conspira para que realices tu deseo.”
Paulo Coelho

Todas las palabras que Astor dejaba ir con aquella seguridad completa, como él la tenia, la calmó un poco, hasta que todas las dudas de si sería bienvenida a su hogar, y a su vida, desaparecieron tras que el lobo le dijera que su casa, sería la de ambos. Por unos instantes le miró aún dubitativa, aún así se mordió la lengua y dejó de preguntar lo mismo una y otra vez, ya que al final quizás se cansaría de ella, y lo que no quería era quedarse sola. Además si bien como él decía los planes eran en irse de allí lo más temprano posible, tras que sus heridas sanaran, que según él no tardarían mucho en desaparecer de su espalda, con lo que obviamente se encontraría en breves en aquella casa y una vez allí vería como iría yendo todo, ya que no podía olvidar que eran solo unos extraños, por más que hablaran y él le dijera palabras de ánimo, solo se las decía para consolarla, o al menos aquello era lo que pensaba.

Asintió mirándole a sus palabras, reprimiendo una mueca cuando las vendas fueron colocadas en una de sus heridas, lo que hizo que tomara aire abruptamente. —  ¿Por qué estará extraño conmigo? — Frunció el ceño ante la mención de que quizás se comportaría su perro diferente ahora con ella. — Ha sido inseparable de mí por muchos años. Prometo que no molestará, puede estar por fuera si no dejas que entren perros en el interior de la casa...y puedo trabajar de algo para pagar su comida, como también la mía. — Si algo era ella, era humilde, nunca se aprovecharía de la buena predisposición de alguien ni tomaría demasiado de lo que le ofrecieran. No le gustaba la caridad, y por más que ella fuera una alma caritativa con los necesitados, ella desde pequeña se había ganado todo lo que tenía con su trabajo ya fuera ayudando a su madre, limpiando cuadras, con las ovejas o entrenando los caballos en cuando fue más grande y su padre dejó acercarse a ellos. Al pensar en los caballos le vino su montura a la mente. — ¡Y oh! también me gustaría si se pudiera llevarnos mi montura, si tiene un terreno donde tenerla...si es demasiado por eso, puedo dejarla en libertad. —Susurró partiéndosele el corazón al pensar en separarse de su yegua blanca que desde pequeña había cuidado y entrenado.

Se giró un poco dejando que las manos de Astor tuvieran espacio para vendarla correctamente, cuando la respuesta de qué hacer con la opinión del resto de gente al verla con él y viviendo juntos, la pilló por sorpresa. — ¿Tu prometida? — Le miró encontrándose de nuevo con su firme resolución, a lo que solo pudo asentir por más dudas que tuviera. — Podría funcionar...Aún así la gente desconfiará al ver que no llega el día para el matrimonio... y no te resultara extraño? Digo por pasear de mi mano y fingir que no somos dos desconocidos. — Se sonrojó mirándolo desviando la mirada de sus ojos, algo turbada. Había pensado que encontraría algún día un esposo del que se enamoraría locamente y perdidamente, pero nunca que se prometería de aquella forma. Astor era muy atractivo y tenía algo que la hacía confiar en él, sus palabras, sus gestos, su mirada… Nadie decía que quizás con el tiempo no pudieran terminar siendo algo más que conocidos. Todo y que el quizás, solo era eso, nadie podía saber lo que le deparaba el futuro. Aún así parecía ser lo más acertado visto el momento, todo y que fuera una locura. — Podríamos intentarlo. Acudir al pueblo más cercano, ir a las fiestas...pasear por las calles.—Terminó sonriendo asintiendo, refiriéndose a fingir aquel papel frente a los demás, además que hacia mucho no se relacionaba con los demás o acudía a fiestas desde la muerte de su madre, por lo que extrañaba aquella parte de su vida que había perdido. Y entre ella y él, tal como se veían podían hacerse pasar por prometidos. Tampoco hacía falta mucho contacto, unas sonrisas, una caricia en la mano de ella, o un leve susurro contado al oído de ella. Aquello si que lo veía y no le desagradaba la idea, por el momento se sentía bien a su lado y tampoco veía a Astor desconfiado con ella, si no todo lo contrario.

Aligerada tras que le dijera que luego descansaría y así se recuperaría, terminando Astor de vendar sus heridas, fue cuando empezó a contarle de la licantropía y terminó ella enloqueciendo con la confusión que gobernaba su mente, cuando se encontró cayendo al suelo, salvándose de hacerse daño contra el suelo gracias a las manos del licántropo, que la agarraron con suavidad, para seguidamente tras mirarle a los ojos y ver la gran confusión y dolor que en ellos se escondía, la tomó acercándola a él, cubriéndola con sus brazos, escondiéndola en una abrazo que intentaba hacerla sentir segura, devolverle la seguridad, dejando que el miedo se alejara de ella. Corinne se abrazó a él dejando que las palabras de Astor la calmaran por completo, haciendo huir sus temores. Y asintiendo en silencio, incapaz de hablar, dejó que la alzara, agarrándose ella a su cuello.

En el segundo piso esta mi habitación y hay dos habitaciones más. —Indicó pensativa, perdida en su mente mientras Astor la llevaba hacia el segundo piso. Ella seguía dándole vueltas a lo de que fuera verdad lo de los hombres lobos. No quería creerlo, pero Astor parecía tan sincero con sus palabras y afirmaciones. — No quiero que me pase nada. No quiero ver mi naturaleza... ¿Duele? — Preguntó débilmente mirándole, negando la cabeza seguidamente — No quiero saberlo mejor... Tú estarás conmigo. Me protegerás, eso es lo importante. No estaré sola, pase lo que me tenga que pasar ¿no? —Suspirando miró al frente encontrándose ya en el segundo piso, terminando de subir las escaleras. — La del fondo es mi habitación. —Le dijo con cierta tristeza — Y las demás están libres, puedes tomar la que quieras. Ya no son de nadie...supongo. — susurró con voz entrecortada, negando a entristecerse de nuevo con la ausencia de su familia.

Al entrar en la habitación, decorada cálidamente, miró la gran cama que se encontraba en medio del espacio y le entró miedo al pensar en dormir sola. ¿Y si le venían las pesadillas? — Astor —Le llamó sin saber como decírselo, que palabras usar, para que no la malinterpretara. — Podrías quedarte... y dormir a mi lado? — Alzó su mirada entre sus brazos, buscando aquellos oscuros ojos. — No quiero tener pesadillas. No quiero despertarme y encontrarme en la oscuridad. Por favor, solo esta noche... No me dejes sola.—Le rogó con una dulce voz mirándole fijamente, terminando por sonrojarse ante la intensidad con que aquellos ojos la contemplaban.



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Mensaje por Astor Gray Lun Dic 02, 2013 8:02 pm

Mientras que las nubes en el cielo ya se van tiñendo de carmín, duerme niña, duerme sin recelo, que velando estoy cerca de ti.
Guillermo González Camarena


No se perdía mucho con intentar que viviera junto a él, pero aún existía una pequeña duda de que las cosas salieran terriblemente mal y no pudieran convivir mucho tiempo. Igual y podía decir si es que ella terminaba por irse o regresar a aquel lugar que el compromiso se había cancelado por motivos de suma importancia… o qué más daba, no le debía explicaciones a ninguna persona que no fuera el mismo y en ese punto a la mujer que le miraba con ciertas dudas en sus ojos pero que aún así estaba dispuesta a confiar en él justo de la misma manera en que la mujer que le había dejado ya lo hizo en su momento; ahora lo único que faltaba según creía es que terminara por defraudar a aquella loba como lo hizo con la duquesa, aún así se negaba a que eso sucediera dos veces mucho más porque Danna ya tenía a alguien a su lado y en realidad jamás había estado sola pero Corinne… ella ya no tenía a nadie más que a él.

Todo lo que ella le decía entonces sobre el perro y trabajar le causo gracia. No era necesario que ella se esforzara por hacer algo pues con él dinero que tenía el inquisidor era suficiente para mantenerla a ella, el perro y todo lo que deseara.
El perro podía estar extraño por tu nueva condición pero no te pasara nada grave si es que te muerde – río al mirarla – respecto a trabajar y llevártelo, no hay problema nos llevaremos el perro y todo lo que desees pero con la condición de que no trabajes, no quiero que digan que no te trato bien y tampoco es como que necesitemos dinero, yo tengo lo necesario para ambos – le escucho con atención a las peticiones que ella hacía y de nuevo río – Claro, al decirte que llevaras lo que quisieras incluye todo lo que necesites o quieras contigo, lo único que espero además es que te sientas cómoda en mi casa… es decir nuestra casa.

Termino de vendar una de las partes de su cuerpo antes de que aquellos asombrosos ojos se posaran sobre los suyos una vez más. El hecho de que siguiera hablando como si no le creyera generaba en él dudas, quizás podía decir que era una prima, una amiga de su familia, algo por el estilo; pero cuando Corinne no se negó a la propuesta que Astor le daba todo volvió a su cause y la mejor opción que era ser prometidos volvió a su mente, asegurandose a si mismo que eso era lo mejor que podía hacer por él y por ella.
No será para nada extraño – su mano busco la de la loba y levanto para que ella mirara como se entrelazaban – No es extraño llevar de la mano a una mujer y nosotros tenemos un vinculo a partir de ahora más fuerte que el de cualquier otra persona, así que no eres una desconocida por completo – acerco la mano de Corinne a sus labios y deposito en ella un beso – aún tenemos tiempo también para que nos conozcamos un poco más y que la gente crea el compromiso así que tranquila que todo saldrá bien – dejo entonces la mano que sostenía y volvió a la labor de terminar de vendarle – La gente desconfía siempre pero si vemos que las cosas se ponen tensas – se encogió de hombros – entonces lo mejor será que terminemos casados en verdad – aquellas palabras, contrario a lo que siempre había creído de si mismo, no le resultaron para nada difíciles de pronunciar y eso le resulto curioso pero no tenía el tiempo disponible como para analizar cada una de las cosas que estaban pasando en aquellos momentos.

Fiestas, paseos… tener una vida real… ¿Hace cuanto que no vivía como las personas normales? Tanto tiempo tenía que ya le era un sueño lejano el poder estar de nuevo de manera normal con otros pero por ella… tendría que hacerlo. No pudo más que sonreír al verle esa sonrisa y estar dispuesta a hacer todo aquello que era probable justo como para él fuese complicado.
No soy muy bueno asistiendo a fiestas o paseando por las calles pero creo que como has dicho podríamos intentarlo… de hecho… ¿No será pronto la fiesta del pueblo cercano? – Había escuchado eso mientras daba caza al licántropo que asesino, que en poco tiempo se llevaría a cabo una fiesta en aquel pueblo, la más importante de aquel lugar según tenía entendido – Sería bueno que comenzaramos ahí ¿no crees? – le parecía excelente idea dar inicio a todo aquello en un lugar que Corinne conociera, un lugar lejos aún de París y de todo lo que ella encontraría allá.

Era confuso y a la vez doloroso para ambos viajar de un tema a otro. Apenas terminaban de hablar de compromisos, fiestas y las cosas que harían juntos solo para dar paso a la verdad que existía detrás de todo eso, la licantropía de la joven. El inquisidor cargaba a la chica intentando protegerla de todo aunque no pudiera garantizar que los pensamientos de lo que le contaba le dañaran más que ninguna otra cosa.
Subía lentamente las escaleras al segundo piso, no quería tener que responder a más preguntas que solo lastimarían a la fémina pero tampoco podía esconderle todo.
Pase lo que pase, estaré contigo siempre así que tranquila ¿si?… no pienses mucho en eso que será mayor tortura a lo que realmente pasara, solo recuerda siempre que estaré contigo – No dijo nada más y se dirigió a la habitación del fondo, esa que era la de ella. Sonrió al instante porque el olor de ella llegaba con más intensidad a medida que se acercaban a esa habitación.

Dime – le miro al entrar en aquella habitación repleta de ella. Avanzó hasta quedar cerca de la cama mientras la loba expresaba su deseo por no permanecer sola y Astor volvió al pasado, a esos días en los que las pesadillas le atacaban y de nuevo veía en sueños a su padre morir y a él mismo convertido en aquella bestia que Corinne contemplo antes – Entiendo… – susurró – me quedare contigo así que – con cuidado termino por sentarla en la cama y moviendo un poco las sabanas le recostó para después taparla con cuidado. Al verla ahí, mirando sus ojos como los de una niña asustada sintió una punzada en el pecho y suspiro – Es hora de que descanses para que tus heridas se curen más pronto – habiendo dicho eso se alejo de ella y camino por el borde de la cama hasta sentarse del otro lado de la cama – Aquí estaré por si alguna pesadilla ataca tus sueños – le dedico una sonrisa y acaricio suavemente sus cabellos – Descansa, Corinne… – susurró antes de recostarse de lado para mirarla.

Así permaneció, observando cada gesto de ella y cada suave respiración hasta que los ojos ajenos se cerraron, enviando a la joven a un mundo mejor… o eso era lo que el esperaba; que se encontrara en un lugar donde no existían lobos ni oscuridad. Sus dedos recorrieron suavemente la mejilla de Corinne hasta que lentamente y en parte un tanto víctima de todo lo que ese día le paso termino cerrando los ojos para dormir al lado de esa mujer, la primera con quien el inquisidor dormiría de manera real.


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Mensaje por Corinne Strasse Miér Dic 04, 2013 2:51 pm

 “Hay un traje que se amolda a todos los cuerpos, un abrazo.”
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En sus brazos en silencio esperando por su contestación a si dormiría a su lado o la dejaría sola en esa noche, permaneció pensativa en lo que hacía minutos atrás le había dicho dejándola confundida. ¿Estaba aquel joven bien de la cabeza? No amaba a nadie más que se le ocurriera decir tal proposición a una desconocida? Todo y que como bien había dicho si toda aquella locura de los licántropos resultaba ser cierta, ellos estarían más unidos entre sí que cualquier unión que estableciera un monje o una misa. Además sus palabras solo habían sido aconsejadas en el termino de si no se creen los aldeanos la mentira que llevaría a la joven a mudarse a un lugar desconocido dejando atrás todos sus recuerdos y una familia inexistente.  Aún así había algo en aquel joven que la hacia suspirar sin motivo alguno. Su prometido y quizás mas adelante "esposos" o quello habia dicho él…Sonriendo terminó suspirando volviendo a mirarle, sintiéndose segura en sus brazos mientras la llevaba a su habitación.

Centrándose en el rostro del joven, se olvidó de cada tristeza de su corazón al tiempo que acercándose a la cama él hablaba. Mirándole esperando que le dijera que se quedaría con ella, cuando lo escucho no logró evitar sonreír. — Gracias Astor. —Susurró agarrándose a él cuando lentamente la bajó a la cama hasta sentarla. Al terminar de aquella forma y no sentir dolor alguno por el momento de su espalda maltratada, dejó de sujetarse a él, suspirando plácidamente al sentir las suaves y cálidas sabanas y dejándose mover por las suaves manos de Astor terminó recostada en la cama arropada. Se encontraba de lado de forma que no podía verle a los ojos, por lo que se giró con una mueca de dolor. Respirando profundamente al sentir las sabanas rozando las heridas vendadas de su espalda, le miró asustada. Aún no había dicho que se quedaría con ella y aquello le aterraba. No quería que la dejara en la oscuridad. No hoy. — Quédate… por favor. —Insistió con sus ojos fijos en los de él.

Tras sus palabras, Astor volteó la cama, seguido por su mirada que cuando lo vio sentarse al otro lado de la cama suspiró aligerada. Esta noche no dormiría sola. Volteándose de nuevo, quedando frente a frente con Astor asintió soñolienta, sonriendo al sentir el ligero sonrojo que se extendía por sus mejillas en cuando le acarició los cabellos y le sonrío. — Buenas noches Astor. — Susurró cerrando los ojos al sentir como el peso del joven ocupaba definitivamente el otro lado de la cama y se recostaba a su lado. Volvió a abrir los ojos y feliz de tenerlo a su lado tomó una de sus manos entre las suyas acercándola a sí misma. Aquel momento en el cual le había besado el dorso de la mano le había enternecido y cada vez que en su agonía le había dejado apretar su mano se había sentido mejor, y ahora era más de lo mismo, necesitaba su cercanía. Y así lentamente abriendo los ojos a pequeños retazos de tiempo asegurándose que se encontraba aún a su lado apretando  su mano se durmió plácidamente bajo la vigilancia del licántropo.


[...]


En ningún momento fue consciente de cómo su cuerpo en busca de la calidez que emanaba de Astor se acercaba a él, hasta quedar piel con piel. Acurrucándose a su lado como una pequeña niña que busca protección. Ni tampoco como él se acercaba mas a ella y la abrazaba contra sí. Ella con una cara dulce e inocente seguía dormida soñando lejos de esa casa y aquella escena, soñando con un lobo oscuro. De nuevo sus pesadillas parecían volver, pero esta vez fue diferente, sentía los gruñidos de aquella bestia, pero no le temía, una parte de ella se encontraba divertida y complacida con aquel ruido que lograba crear el lobo para ella. Como si fuera un canto para sus oídos. El lobo oscuro se acercaba y ella le esperaba con una mirada firme y segura. Sintiendo el olor del lobo, de su garganta salió un suave gimoteo que fue seguido por nuevos gruñidos de él. Y fue cuando quedó frente a frente de aquellos oscuros ojos que tanto le recordaron a Astor, que vio su reflejo… y no era humana, era una loba gris la que le devolvía la mirada.

Aterrada sin entender de donde había salido aquella loba que miraba a través de sus ojos, en sus sueños se debatió hasta que lentamente empezó a ser consciente de la realidad y aquellos lobos desaparecían de su mente. Preguntándose si seria ella la del sueño, abrió los ojos encontrándose con un rostro plácidamente dormido. Extrañada frunció el ceño hasta que recordó los sucesos de la noche pasada y sonriendo ahora sí, observó a Astor quien dormido la mantenía abrazada contra él. Alegre de que hubiera cumplido su palabra de quedarse con ella velando su sueño, recostó su cabeza en el cálido pecho en donde sin pensar en nada, solo oyendo la fuerte respiración de él, dejó pasar los minutos, hasta que se acordó de las heridas de su espalda, las que bajo su asombro no parecían dolerle por el momento. — Luego te traeré el desayuno. —Susurró contra el pecho ajeno dejando un beso en su piel antes de escurrirse de sus brazos intentando no despertarle, hasta salirse de la cama.

Volvió de nuevo la mirada a Astor asegurándose que seguía dormido y con todo el sigilo que pudo tras tomar un vestido sencillo que tenia colgado en una de las sillas, salió de su habitación, dando gracias a dios de que la puerta la hubiera mantenido abierta, ya que si hubiera estado cerrada no habría habido forma de ocultar los ruidos de la puerta al abrirse. Encaminándose al baño en la primera planta, fue quitándose una de las vendas que le recubría la espalda con el motivo de verse su piel y ver la evolución de las heridas y ver si de verdad sanaba rápido. Con una mueca de dolor se quitó una venda y entrando al baño, se miró al espejo buscando el ángulo perfecto para verse la piel que había dejado expuesta, y sin creer lo que sus ojos veían, se llevó las manos a su espalda, acariciando su piel sintiendo el pinchazo que le provocó el tocar la herida, pero atónita se dio cuenta que era real todo lo que le había dicho. La herida ya no estaba abierta, apenas parecía un pequeño rasguño ya en su piel, solo que aún mostraba hinchazón y aquello era lo que l proporcionaba todavía dolor. Quizás tendría todavía alguna herida un poco abierta, pero el dolor ya no era como el agónico que antes de dormir había sufrido. — Parece increíble…  —Musitó sonriendo quitándose el vestido destrozado con el que había dormido, y tomando el vestido azul que había escogido se lo puso, borrando la sonrisa de su rostro al acordarse de su padre de nuevo, el cual por unos momentos había olvidado.

El cantar de los pájaros la sonsacó de su melancolía y entrecerrando los ojos, conteniendo las lágrimas fue esta vez a la cocina. El sol empezaba a salir por el horizonte y segura de que la luz del sol despertaría tarde o temprano a Astor y como todo el mundo querría desayunar tomó la bandeja con que llevaría los alimentos y hábilmente acostumbrada a hacerlo cada día, empezó a preparar un abundante desayuno. Ya que como no sabía que le gustaba, mejor era probar con mucho que arriesgarse a prepararle algo que luego no le gustara.

Aprovechando el fuego que había quedado encendido en el salón hizo carne y tostó el pan que serviría para hacer tostadas con mermelada casera que hacia ella. Una vez estuvo eso preparado tomó croissants que había comprando el otro día antes de salir al bosque la noche pasada. También coloco en la bandeja chocolate, un vaso de leche,  de vino y agua. Eso ultimo mas para ella que para él e intentando no caer con todo aquel peso por las escaleras, subió al segundo piso, volviendo a la habitación dejando la bandeja de comida en una mesita cerca de Astor. Una vez estuvo todo en su lugar se giró al verle sonriendo al encontrárselo todavía dormido todo y que los primeros rayos del sol alumbraban levemente la habitación.

Sentándose a su lado de la cama, bajó la cabeza hasta depositar un dulce beso en su frente. — Buenos días. — dijo contra su piel sonriendo al ver que lentamente parecía despertarse de su sueño. Volviendo a besar su frente, al retirarse le vio ya con los ojos abiertos y le sonrío nuevamente. — Te traje el desayuno. —Mencionó señalando la mesilla cerca de ambos donde permanecía la gran bandeja. — No supe que te gustaría, así que te hice un poco de todo. — Señaló esperando que terminara de despertar y quizás se apartara de su lado al sentirla tan cerca de sí, mientras ella añoraba sentirse abrazada como al despertar había permanecido en sus brazos. — Y sabes, tenías razón. Sané milagrosamente, todavía no del todo…pero es asombroso el cambio. —Añadió intentando sonsacarle alguna sonrisa, de aquellas que en tan poco tiempo la hacían sentir segura. — Y gracias por quedarte conmigo toda la noche y dormir a mi lado. —Susurró mirándole fijamente con una sonrisa mientras sus mejillas se sonrojaban. Sin querer hacerle sentir incomodo, volvió la mirada a la bandeja. — Si no te das prisa, la carne se enfriará. ¿Te acerco el desayuno? —Le peguntó levantándose ya para ir a buscarla y traérsela anticipándose a sus palabras, dejándosela a su lado con una sonrisa, esperando que le agradara lo que le había preparado.



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Mensaje por Astor Gray Jue Dic 12, 2013 10:23 pm

Te miro y planeo una vida contigo cargada de sueños.
Y si no se cumplen cuando despertemos, con la luz del día ya veremos lo que hacemos.

Ismael Serrano


No hubiera sido capaz de cerrar los ojos ni un segundo de haberse alejado de su lado, sabía que las pesadillas le atacarían y en la soledad simplemente le devorarían lentamente hasta que aquellos ojos que le miraban implorantes se llenasen de nuevo de lagrimas y poco a poco la luz que parecía existir en el interior de Corinne se extinguiera.
Estaba ahí a su lado, observando aquel frágil cuerpo recostado y como un sonrojo recorría el rostro de la loba. No necesito que le dijera nada, ese sonrojo le dejaba en claro que era la primera vez para ella en que alguien más, para ser específicos un hombre pasaba la noche a su lado; de haber sentido la necesidad de reír ante eso lo hubiera hecho, justo como solía hacerlo cuando algo le parecía ridículo pero de ella solo no se lo parecía y por eso simplemente le miro.

Su mano fue tomada por ella y no opuso resistencia ni intento alejarle de ella. Dejo que Corinne tomara su mano y se aferrara a ella como si con eso Astor fuera a salvarle de cualquier cosa y aunque no sabía todo lo que podía hacer por ella aún, estaba dispuesto a intentar sacarle de cualquier sitio y de cualquier oscuridad que amenazara con acabar con aquella sonrisa dulce que poseía el rostro de la fémina.
Alguna parte muy en lo profundo de si mismo tenia miedo de no ser capaz de cumplir las promesas que antes le había hecho, quedarse a su lado esa noche era una cosa relativamente sencilla comparada con la idea de cuidarle de todo y estar siempre con ella. ¿Qué haría cuando Corinne debiera saber la verdad? La realidad que les esperaba lejos de esa cabaña era diferente quizás a lo que ella estaba esperando y aunque el inquisidor intentaría todo por tenerle cómoda la forma en que reaccionaría ella aún estaba por verse.

Una vez que ella se durmió, continuo entregándole su mano y no intento para nada alejarla pues de esa manera también se sentía comido y aunque no lo admitiera después eso aunado al hecho de estar cansado y a su lado fue lo que le llevo a cerrar los ojos y entregarse al sueño sin apartar aún así de sus pensamientos aquella loba que probablemente había sido creada por él mismo.

[...]
En alguna parte del transcurso del sueño de ambos se acerco hasta aquel cuerpo que descansaba a su lado y sin estar consciente le abrazo y por primera vez desde que Astor se hubiese convertido en licántropo soñó no con el día de su transformación sino con algo más.

El sueño comenzó como todas sus pesadillas, en aquel camino que le guiaba a los últimos momentos que habría de pasar con su padre pero contrario a todo lo que sucedía al atacarle los recuerdos, no existió destrucción alguna, no vio al gran lobo lanzarse sobre su padre hasta asesinarle, ni sintió nuevamente el dolor punzante del mordisco que creyó que terminaría matando al igual que su procreador. Nada de eso apareció en esa ocasión, de hecho, al llegar al lugar de sus recuerdos donde la desgracia había ocurrido, observo a una mujer de cabellos castaños y mirada confusa, su vestido estaba desgarrado en algunas zonas pero aún así era hermosa, así que dejando detrás todo camino en dirección a ella.
La mujer miro a Astor y sonrió suavemente antes de caminar, adentrandose más y más en el bosque; girando a ratos para ver si él aún le seguía. Cada vez que estaba cerca de ella estiraba su mano que solo alcanzaba a rozar el maltrecho vestido y eso le sacaba una que otra sonrisa.

Durante aquel andar, esperaba que se detuviera y le dijera algo, quería alcanzarle para tenerle cerca pero ella solamente caminaba hasta llevarle a una especie de claro en el cual había nieve. Como todo en los sueños, el inquisidor no noto extraño el hecho de que pasaran de una estación a otra tan abruptamente, o que al entrar al claro hubiese aparecido una luna llena para iluminarlo. Los sueños eran extraños, siempre llenos de significados ocultos, vivencias importantes o desagradables y una que otra esperanza del futuro.
Su mirada viajo por aquel lugar hasta que se detuvo en la figura femenina que permanecía parada en la mitad de aquel claro, y la cual no dejaba de mirarle. La mujer de los cabellos castaños le estiro la mano y Astor camino en su dirección pero justo cuando estaba más cerca de ella y su mano ya estaba próxima a tocar la ajena algo le saco de aquel lugar; una voz que salía de los labios de la mujer del sueño pero que no estaba ahí, estaba lejos de ese mundo, estaba en la realidad.

Sus ojos se abrieron lentamente y la figura de la mujer de su sueño apareció frente a él; fue entonces cuando recordó todo lo que había pasado el día anterior, todo lo que le había hecho a aquella mujer… a Corinne. Permanecio mirándole un rato, sin reaccionar cuando ella depositaba un beso en su frente pues el inquisidor aún estaba esperando que desapareciera justo como la de su sueño, pero en esta ocasión no sucedió eso, ella permaneció ahí hablándole.

Le escuchaba claramente y comprendía cada una de las cosas que le decía pero no podía responderle, se sentía incapaz de hacerlo y la razón le era completamente desconocida, pues nunca antes se había quedado sin palabras y mucho menos cuando las respuestas posibles eran tan obvias de darse. “Gracias”, “Te dije que sanarías”… nada era complicado pero aún así solo pudo sonreír y no apartar su mirada de ella ni un instante.
Los ojos del licántropo siguieron aquel cuerpo cuando se levanto y fue por el desayuno. Se suponía que era él quien le cuidaría y en cambio ahí estaba ella, llevando el desayuno a la cama, como si le debiera algo a él, a quien le había llevado la desgracia a la vida.

Finalmente suspiro al ver la bandeja a un lado de él y con cuidado de no tirar nada de lo que había se levanto.
Buenos días – respondió finalmente – ya te lo había dicho desde ayer, lo bueno de ser licántropo es que nuestras heridas sanan mucho más rápido que las de cualquier humano normal pero al menos ya has sido capaz de notarlo por ti misma. Por cierto gracias por el desayuno, no era necesario que trajeras nada podía comer cualquier cosa y tampoco es como que será el único que coma así que deberías tomar algo también y comer – se paso la mano por los cabellos y se estiro. Tenía tanto tiempo sin pasar una noche como aquella que era reconfortante descansar.

Miro entonces a Corinne, pero su mirada viajo hasta la mano de ella y en su mente solo pudo ver de nuevo a Corinne en su sueño, estirando su mano a él.
Sin darse cuenta muy bien de lo que hacía, toma entre sus manos la de ella y sonrió.
Te alcance… – creyó que solo lo pensaba, pero en realidad lo había dicho en un susurro y sin esperar más tiro de la mano de la loba para acercarla a él y abrazarle contra si. Respiro aquel aroma tan peculiar que ella poseía, ese que en un principio le había recordado a la duquesa que se encontraba lejos de él, en brazos de alguien más que podía darle lo que él no; pero en esta ocasión ese aroma no le hizo pensar en Danna, sino en la mujer que ahora estaba cerca de él.

Cuando cayó en cuenta de lo que hacía, le aparto de si mismo con suavidad y no le miro. Desvió su mirada a la bandeja de comida, no porque estuviera pensando en que tenía hambre sino que lo que había hecho le tomo por sorpresa incluso a si mismo.
Avanzó de nuevo hasta sentarse en la cama y tomando un trozo de pan lo mordió.
¿Qué de todo comerás tu? – pregunto y miro la bandeja, esperando que no le dijera nada del extraño abrazo que acababa de darle, porque de hacerlo sería incapaz de darle una explicación pues ni él mismo sabía que era lo que estaba pasando.


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Mensaje por Corinne Strasse Vie Dic 13, 2013 7:16 pm

 “Una mirada vale mas que mil palabras.”
Proverbio chino


Desde que el joven abrió los ojos, se lo quedó mirando con una dulce sonrisa en su rostro esperando que reaccionara o lo que más temía, que se apartara de ella tras despertarse y descubrir su cercanía tan próxima. No obstante pasó todo lo contrario, ya que se quedó mirándola fijamente sin apartar su mirada de la de ella durante un buen rato. Mirándolo cayó en el rostro dulce y placido que presentaba él tras esa noche de descanso. Quizás haya sido una mala idea despertarlo tan temprano, pensó aunque ya corrían las diez de la mañana.

Sin poder alejar sus ojos de los suyos, empezó a hablarle buscando alguna reacción de su parte, encontrándose de vuelta con que solo la miraba. ¿Estaría medio adormilado todavía? Depositó de nuevo un beso en su frente dulcemente y se levantó para ir a buscarle la bandeja que había dejado en la mesita. La tomó con cuidado de que no se le cayera nada al suelo y girándose la depositó al lado de Astor en la cama, haciendo lo que nunca le habían dejado hacer, comer en la cama. Quedándose allí parada sin saber qué hacer, vio como Astor se levantaba y se estiraba. Escuchando finalmente sus primeras palabras, sonrío. Por más que su rostro se mostrará mas jovial y suave, aquella voz seguía siendo la misma, grave, firme, cuando se dirigía a ella lo hacía con un tono más suave.

Hay una diferencia abismal entre lo que te dicen y lo que te crees. Discúlpame por dudar de ti. Aún me duelen por eso…—Se disculpó coincidiendo con sus oscuros ojos, sonriendo al verlo tan relajado. Aquel Astor recién levantado, era muy diferente al joven que había conocido la noche pasada, el cual en un momento había intentado terminar con su vida y al siguiente segundo la había llevado hacia si entre sus brazos. ¿Por que había decidido al final salvarla y cuidarla? Aquella pregunta siempre rondaría su mente sin respuesta alguna. — No tengo mucha hambre... —le contestó a su invitación. — Aún así tomaré algo, hemos dormido bastante y no quiero que los gruñidos de mi estomago me avergüencen. —Añadió riendo suavemente, fijando un momento la mirada en la bandeja, intentando averiguar que le vendría mas bien para su estomago. No era de comer mucho, pero tras lo que le había sucedido en verdad andaba hambrienta.

Sin darse cuenta de lo que pasó en los siguientes segundos, terminó por sentir como las manos de él tomaban las suyas. Cerró los ojos al sentir la calidez de aquellas manos. Era tan agradable tenerlo cerca, sentir sus caricias. Tras aquel instante abrió los ojos mirándole, encontrándose con que le sonreía. “Te alcance...” Le susurró entonces y sin esperar tiró de ella llevándola a sus brazos. Corinne se dejó abrazar por él como una pequeña niña que busca refugio y protección, ajustándose perfectamente su cuerpo al ajeno, encontrando el hueco perfecto entre el cuello y el hombro para que ella pudiera recostar su cabeza y aspirar el aroma de su piel, sin ser consciente que en aquel momento él también se grababa en su memoria la esencia de ella.

El abrazo duró unos segundos, hasta que sus labios rozaron y suspiraron sobre la piel del cuello masculino, siendo aquel movimiento el desencadenante de que el abrazo se rompiera. Como si de pronto se hubiese dado cuenta de lo que hacía y dejándola confundida se separó de ella. Sus manos buscaron las ajenas, pero al darse cuenta de que parecía fijado en la comida, sonrío suavemente terminando por reír al verlo sentado tranquilamente en la cama y comiendo un trozo de pan.

Una tostada y un poco de chocolate. — Contestó con una ligera sonrisa, muriéndose por probar aquel chocolate, ya que en su casa normalmente no se podía comprar chocolate, por el alto precio en el mercado, el que solo abrían en ocasiones especiales y al haberlo visto en la cocina, esperando por ser abierto, no pudo contenerse a agarrarlo y dejarlo en la bandeja. Aquel día quizás podía ser el único en el que estuviera allí, y no encontraba bien desaprovechar una tableta entera de chocolate. Acercándose hacia la cama nuevamente, al ver a Astor ofreciéndole una de las tostadas, ella negó con la cabeza. — Esta para ti, yo prefiero la pequeña. —Dijo tomando la más pequeña de las tres tostadas, dejando las más grandes para él.

Tras tomar la tostada dio una vuelta a la cama, tumbándose de nuevo donde se había quedado dormida y dio un mordisco a su desayuno mientras se giraba quedando de costado, observando a Astor comer. Tras un buen rato y temer incomodarle partió un trozo de chocolate y levantándose se lo llevó hacia el gran ventanal de su habitación. Descorrió las cortinas alumbrando la habitación y sentándose se quedó en el refilón donde había suficiente hueco para que pudiera sentarse observando así el bosque  y el pequeño jardín de su hogar.

Giró un momento la vista a Astor y río al verlo ligeramente alumbrado por el sol. — Lo siento...Hoy el sol alumbra con fuerza, no lo tuve en cuenta. — Le sonrío al tiempo que cerraba un poco las cortinas aún sentada en la encimera fría de la ventana. — Podrías pasarme cuando puedas un poco más? —Le preguntó refiriéndose al chocolate, el cual pensando en el licántropo, en apenas unos segundos y sin darse cuenta se lo había terminado. — Creo que te has topado con una de mis debilidades. —Y tú podrías ser una de ellas también, pensó sonriéndole esperando que terminara y le llevara el chocolate, anhelando su cercanía nuevamente.

Sin separar su mirada de la de él, le sonrío terminando por dejarle de mirarle en cuanto al darle un nuevo trozo de chocolate se centró en el jardín, acallando la pregunta que surgía en su mente sobre preguntarle del abrazo que antes se habían dado, ya que de pronto empezó a oír extraños ruidos y podía jurar llegar a distinguir a los ladridos de su perro procediendo del exterior. Frunciendo el ceño miró hacia allí, en clara señal de alerta viendo como quienes parecían tres hombres de ropajes oscuros, que se llevaban a los últimos caballos que les quedaban. Los que nunca había pensado librarse de ellos, ni podía vender  a nadie por el sagrado recuerdo de su madre en ellos.

¡No pueden llevárselos! —Exclamó ella en voz alta, con una molesta voz y asustada, entendiendo al instante quienes eran esos visitantes. Era los que su padre había gracias al juego en esos últimos años y su vicio en él, debido una gran cantidad de dinero. En verdad quizás no era tanto dinero, pero para alguien humilde como Corinne el precio que ellos les decían que debía de pagar, superaba muchísimo con creces el máximo que podía aportar. — No, ellos no! Maldita sea les dije que esperaran, que conseguiría el dinero...y estoy a punto de conseguirlo! — Susurró angustiada levantándose del lado de la ventana, decidida a ir a recuperar sus caballos. — Mi padre no ha regresado, pero eso no les da derecho a venir como ladrones y llevarse lo que quieran. —dijo firme aunque su voz terminara por titubear. Aquellos hombres no eran hierba buena, la última vez que habían ido la habían amenazado. ¿Que pasaría ahora? — Tu mejor quédate aquí. Ahora vengo. No te preocupes, yo lo solucionaré… — Le susurró a Astor intentando tranquilizarlo y borrando aquella expresión de miedo de su rostro antes de que él se diera cuenta siquiera de su existencia. No quería acarrear con una muerte en su consciencia y menos la de él, y bien sabia que aquellos eran capaces de cualquier cosa, empezando por sobrepasarse con ella o ser unos brutos, hasta matar a Astor. Y aquello último no lo pensaba consentir. Como tampoco que se llevaran a sus únicos caballos y a los mejores, y en concreto, los favoritos de su fallecida madre que luchó tanto por conseguir unos ejemplares tan perfectos.

Y así pasó por el lado de Astor decidida a ir y encararse con aquellos ladrones y hablar con ellos, esperando que él le hiciera caso y se quedara en la habitación. No obstante su mente rogaba  para que fuera con ella, a su lado se sintiera más fuerte, más protegida, y con la certeza de poder encararse con las crueles almas de aquellos hombres y salir indemne junto con sus caballos y él de todo.



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