AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
The cursed [Privado]
2 participantes
Página 2 de 2.
Página 2 de 2. • 1, 2
The cursed [Privado]
Recuerdo del primer mensaje :
Noche de luna llena, esas noches en las que toda la bestia interna que tenía Astor dentro luchaba por salir y hacer tanto como deseara acabando con todo aquello que se pudiera a su paso. Ese lobo interno era imposible de derrotar o calmar, esa fuerza destructiva era tan única que siempre días antes que la luna llena llegara Astor abandonaba todo aquello que le resultaba conocido y se adentraba en los bosques. Caminaba tan lejos como podía para que lo único que destruyera fuera vegetación.
Solo que en esa ocasión algo en sus planes usuales había salido de lo común. El inquisidor no se alejo lo suficiente rumbo a los bosques y todo porque tenía una misión muy importante en un pueblo cercano.
Su indicación desde hacía un mes atrás era buscar al asesino de 5 hombres en los bosques cercanos al pueblo, todos al parecer habían sido asesinados por algo que Astor reconocía a la perfección… un licántropo justo como él; solo que con el clima como estaba le costaba más de lo usual encontrar rastros deseados que le guiaran al hombre que justo como él se transformaba en un lobo al estar la luna brillando en lo alto.
Busco pistas día con día, intentando dar con quien era aquel asesino pero no fue capaz de encontrar nada y los días seguían corriendo hasta que solo que quedo un día para alejarse de aquel lugar.
Después de todo lo que había pasado con la duquesa Danna, se había enfocado mucho más en lo que debía hacer en su trabajo como inquisidor y gracias a eso olvidaba las cosa esenciales de la vida.
Sin mucho tiempo que perder fue como termino adentrandose en aquellos bosques desconocidos intentando alejarse tanto como le fuera posible para que nada ni nadie saliera herido cuando la bestia saliera a dar su paseo. Distraía su mente pensando seriamente en los hombres muertos y en todo lo que encontró que parecía no servirle para nada en lo absoluto, sabía que después de ese día cuando volviera al pueblo habría grandes novedades y pistas más recientes que las que había obtenido la primera vez.
Para el momento en el que fue consciente de que estaba oscureciendo se detuvo, no había razones para continuar caminando ya no lograría avanzar mucho más así que solo restaba esperar a que lo que iba a pasar sucediera en cualquier momento. Soltó un suspiro justo antes de sentarse en el suelo a contemplar el cielo, aguardando a que aquella luna brillante apareciera frente a sus ojos, esa luna que maldecía su existencia.
No debió esperar mucho tiempo para que la noche se volviera la dueña de todo el lugar y aún con su mirada en el cielo fue que la luna hizo acto de presencia, nublando el raciocinio de Astor para dejar en su lugar solo los pensamientos de una bestia que deseaba destruir todo a su alrededor.
El cuerpo del hombre fue sacudido por aquello que emergía de su interior y entre un grito de dolor justo antes de perder de manera completa su consciencia la bestia apareció; solo que en esta ocasión incluso la bestia tenía planes.
El lobo lanzó un aullido a su dueña, a la luna solo para comenzar a correr en la dirección de la cual antes el inquisidor había llegado. Tanto había pensado Astor en aquel caso que tenia entre manos y en el sitio del cual había salido que la bestia solo tenia eso en mente, encontrar y destruir aquello que ahora tenía considerado su presa. El manto nocturno lo cubría todo pero la respiración de aquella criatura rompía el silencio de donde pasaba a gran velocidad, en busca de aquello que de esa manera encontraría fácilmente después de todo ¿Cómo se oculta un licántropo de otro?
Prácticamente era un juego de niños para aquel hombre convertido en bestia llegar a los bosques que desde hacía un mes rondaba en búsqueda de otro de su raza. Cuando atravesó parte del territorio del otro licántropo un aullido cruzo el cielo, era un aviso de que estaba invadiendo su territorio pero aquel lobo no buscaba territorio de caza, buscaba a quien le advertía que se alejara y sin detenerse continuo corriendo en la oscuridad hasta que el olor del enemigo llego a él y corrió en su dirección.
El paisaje blanco de aquellos bosques estaba por teñirse de rojo una vez más, prueba de eso fue que dos aullidos surcaron el aire pues la batalla entre esas bestias estaba por comenzar.
De todos los malos epítetos que pueden darse a la Luna
quizá no haya otro más infeliz, que éste de redonda.
Marcelino Menéndez Y Pelayo
quizá no haya otro más infeliz, que éste de redonda.
Marcelino Menéndez Y Pelayo
Noche de luna llena, esas noches en las que toda la bestia interna que tenía Astor dentro luchaba por salir y hacer tanto como deseara acabando con todo aquello que se pudiera a su paso. Ese lobo interno era imposible de derrotar o calmar, esa fuerza destructiva era tan única que siempre días antes que la luna llena llegara Astor abandonaba todo aquello que le resultaba conocido y se adentraba en los bosques. Caminaba tan lejos como podía para que lo único que destruyera fuera vegetación.
Solo que en esa ocasión algo en sus planes usuales había salido de lo común. El inquisidor no se alejo lo suficiente rumbo a los bosques y todo porque tenía una misión muy importante en un pueblo cercano.
Su indicación desde hacía un mes atrás era buscar al asesino de 5 hombres en los bosques cercanos al pueblo, todos al parecer habían sido asesinados por algo que Astor reconocía a la perfección… un licántropo justo como él; solo que con el clima como estaba le costaba más de lo usual encontrar rastros deseados que le guiaran al hombre que justo como él se transformaba en un lobo al estar la luna brillando en lo alto.
Busco pistas día con día, intentando dar con quien era aquel asesino pero no fue capaz de encontrar nada y los días seguían corriendo hasta que solo que quedo un día para alejarse de aquel lugar.
Después de todo lo que había pasado con la duquesa Danna, se había enfocado mucho más en lo que debía hacer en su trabajo como inquisidor y gracias a eso olvidaba las cosa esenciales de la vida.
Sin mucho tiempo que perder fue como termino adentrandose en aquellos bosques desconocidos intentando alejarse tanto como le fuera posible para que nada ni nadie saliera herido cuando la bestia saliera a dar su paseo. Distraía su mente pensando seriamente en los hombres muertos y en todo lo que encontró que parecía no servirle para nada en lo absoluto, sabía que después de ese día cuando volviera al pueblo habría grandes novedades y pistas más recientes que las que había obtenido la primera vez.
Para el momento en el que fue consciente de que estaba oscureciendo se detuvo, no había razones para continuar caminando ya no lograría avanzar mucho más así que solo restaba esperar a que lo que iba a pasar sucediera en cualquier momento. Soltó un suspiro justo antes de sentarse en el suelo a contemplar el cielo, aguardando a que aquella luna brillante apareciera frente a sus ojos, esa luna que maldecía su existencia.
No debió esperar mucho tiempo para que la noche se volviera la dueña de todo el lugar y aún con su mirada en el cielo fue que la luna hizo acto de presencia, nublando el raciocinio de Astor para dejar en su lugar solo los pensamientos de una bestia que deseaba destruir todo a su alrededor.
El cuerpo del hombre fue sacudido por aquello que emergía de su interior y entre un grito de dolor justo antes de perder de manera completa su consciencia la bestia apareció; solo que en esta ocasión incluso la bestia tenía planes.
El lobo lanzó un aullido a su dueña, a la luna solo para comenzar a correr en la dirección de la cual antes el inquisidor había llegado. Tanto había pensado Astor en aquel caso que tenia entre manos y en el sitio del cual había salido que la bestia solo tenia eso en mente, encontrar y destruir aquello que ahora tenía considerado su presa. El manto nocturno lo cubría todo pero la respiración de aquella criatura rompía el silencio de donde pasaba a gran velocidad, en busca de aquello que de esa manera encontraría fácilmente después de todo ¿Cómo se oculta un licántropo de otro?
Prácticamente era un juego de niños para aquel hombre convertido en bestia llegar a los bosques que desde hacía un mes rondaba en búsqueda de otro de su raza. Cuando atravesó parte del territorio del otro licántropo un aullido cruzo el cielo, era un aviso de que estaba invadiendo su territorio pero aquel lobo no buscaba territorio de caza, buscaba a quien le advertía que se alejara y sin detenerse continuo corriendo en la oscuridad hasta que el olor del enemigo llego a él y corrió en su dirección.
El paisaje blanco de aquellos bosques estaba por teñirse de rojo una vez más, prueba de eso fue que dos aullidos surcaron el aire pues la batalla entre esas bestias estaba por comenzar.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: The cursed [Privado]
Los besos son como pepitas de oro o de plata, halladas en tierra
y sin un gran valor, pero preciosas porque revelan que cerca hay una mina.
George Villiers
– Ni importa, tampoco es como que sea la persona en la que todos confiarían de buenas a primeras – siempre lo había sabido, al menos desde que se había vuelto lo que ahora era. Nadie confiaba fácilmente en él y no esperaba que realmente confiaran pero ella, de ella si quería que confiara en él porque de esa manera sería capaz de protegerle de una mejor manera, alejarla de lo malo, del dolor – Anda come algo… – dijo mirándole de reojo, esperando que tomara algo pero entonces cayo en cuenta de lo que decía.
“Hemos dormido”… Astor no había esperado acabar durmiendo realmente al lado de ella, había prometido quedarse a su lado pero lo que tenía pensado era esperar a que durmiera y después sentarse en el suelo o en algún otro lugar para cuidarle desde la distancia, en cambio, termino durmiendo plácidamente en aquella cama junto a ella y la muestra de que había estado comido era que Corinne se había despertado mucho antes que él mismo.
Su mente culpo inmediatamente a aquel sueño que le invadió durante sus horas de descanso, pero no podía estar seguro de la razón real de que algo como aquello hubiese pasado. Permaneció en silencio unos segundo más, hasta que creyó que debía ser extraño si no respondía algo.
– Eso de los gruñidos significa que si tienes algo de hambre, así que come y no me mientas… no me gusta que me mientan Corinne – suspiro perdiendo de nuevo en ella, eso le era tan fácil que podría confundirlo fácilmente con respirar.
Aquel abrazo se que había desvanecido de la misma forma en la que había surgido era otra de esas cosas extrañas que le estaban ocurriendo al estar cerca de ella, pero ya era un evento importante que el inquisidor no recordara a la duquesa por estar al pendiente de esa joven que ahora veía hasta en sueños.
¿Alguna vez había pensado en que otra mujer sacara a Danna de su mente? Nunca, porque la misma Danna había entrado como una terrorista en sus pensamientos y se le había grabado hasta en la piel; pero ahora ante él tenía una nueva terrorista, una que era diferente a la primera porque no había aparecido rodeada de lujos y belleza, sino que aparecía creyendose al borde de la muerte. Era curiosa la forma en la que dos mujeres tan diferentes que compartían un poco aquel aroma tan peculiar aparecían frente a él de un segundo al otro.
Parecía no estar afectado por aquello o si quiera confundido con lo que pasaba, pero por dentro, aquel roce de sus labios, el calor que despedía su cuerpo y el aroma le habían puesto mucho más confuso que antes. Agradecio infinitamente que la loba no preguntara nada y solo terminara por responder a la pregunta de Astor sin más.
– Pues entonces toma lo que prefieras pero come como es debido, ya te dije que sino lo haces no te curaras pronto – le dejo tomar la tostada más pequeña, pero aún así pensaba dejar un trozo de alguna de sus tostadas por si ella quería más. Él comía bastante, probablemente para un humano común fuese demasiado, pero aún así era capaz de aguardar y esperar porque ella saciara su apetito primero.
Entre ambos se formo un momento de silencio, intentaba no mirarle mucho pero aún así de vez en cuando observaba el cuerpo de Corinne en su lado de la cama mientras que él por su lado comía un poco de carne, tostada y lo que alcanzara sin poder aun desviar de sus pensamientos a quien estaba tan cerca de él.
Le siguió con la mirada cuando se alejo de la cama para ir a la ventana; con todo y que el sol molestaba un poco no aparto la mirada de ella ni un segundo.
– Es solo sol, es mucho mejor que la luna – dijo firme, comiendo un poco más de carne mientras que la loba le pedía un trozo más de chocolate. Mientras lo cortaba recibió una ligera explicación del por qué se lo había terminado tan pronto y Astor se echo a reír – Bueno ahora ya se una de tus debilidades y tu no sabes ninguna mía, debes tener cuidado con lo que les das a conocer a los demás niña – No pensaba hacer nada con la información obtenida, solo se levanto y camino en dirección a ella con el chocolate en la mano – Pero todos tenemos debilidades… – le miro de manera fija, sintiendo como quería devorarla con la mirada – Una de mis debilidades… – olisqueo el aire, llenando sus pulmones del olor de ella – es un aroma que sencillamente me enloquece ¿curioso, no? – le dijo y entices regreso lentamente hasta su lugar en la cama.
Los ruidos del exterior le llegaron claros pero se mantuvo en aquel lugar pues creyó de primer momento que eran conocidos de Corinne que tenían permitido entrar en aquel lugar para buscar algunas cosas pero cuando escucho sus palabras se levanto de nuevo y camino hasta la ventana para ver en dirección a aquellos hombres que caminaban junto a los caballos; estaba de nuevo junto a Corinne, pero esta vez por un motivo diferente de los que había tenido antes y después de ver a los tres intrusos se alejo nuevamente de la ventana, aquel trío de inútiles no soportaría contra él así que no estaba preocupado, iría por los caballos y les daría su merecido, pero no ahí, no frente a ella.
– ¿Quienes son ellos y cuánto les debes? – ninguna de sus preguntas obtuvo respuesta, solo más palabras de angustia y molestia pero entonces, soltó un gruñido ante la petición de la loba. ¿Qué se quedara ahí?, ¿Qué ella lo solucionaría? Eso debía ser una broma, para eso estaba él, para solucionar aquellos problemas solo que aquella mujer era tan autosuficiente que deseaba encargarse de todo por su cuenta.
El inquisidor le sintió pasar a su lado y él camino de nuevo a la ventana para ver como ella salía de la casa y se acercaba entonces a aquel trío.
– Hermosa e imprudente… mala combinación – suspiro para darle la espalda a la ventana aquella y dirigió sus pasos a la escalera que le llevaría hasta la planta baja, donde un poco más allá de la salida se encontraba ella y la discusión parecía estar en pleno apogeo. Se encontraba cerca de la puerta cuando uno de aquellos sujetos le dio las riendas del caballo que llevaba a otro y tomando la mano de Corinne le acerco a él, en ese instante algo dentro del inquisidor ardió en una ira que nunca antes había experimentado así que sin pensarlo corrió en dirección a ellos.
– Con todo lo que nos debe tu padre, debería estar agradecido con que nos conformemos con los caballos… y contigo… – el imbécil aquel no solo la tocaba, sino que le decía aquello y antes de decir cualquier cosa la mano de Astor rodeo la cintura femenina para apartarle del hombre; solo una vez que le vio libre de las garras de aquel sujeto fue que el puño del licántropo se estrello en el rostro del desdichado aquel.
– Vuelve a tocarla y te mato – gruño entonces, mirando no solo al que se encontraba en el suelo con la nariz sangrante, sino a los otros dos que estaban más allá con los caballos – y esos caballos no les pertenecen así que entreguenlos ahora – era más una exigencia que nada, pero no permitiría que nadie le tocara o le dañara, ya lo había prometido a si mismo ¿o no?.
El hombre en el suelo se levanto entre quejidos mientras que otro de los hombre se acercaba a ellos.
– Venimos a saldar la deuda del viejo, así que no te metas que el asunto es entre ella y nosotros.
– ¿Entre ella y ustedes? – Astor se río y se acerco a Corinne – pues resulta que también es mi asunto – su mirada fue entonces a la fémina y le sonrío justo antes de tomarle de la cintura y acercarle a él, solo para juntar sus labios con los de ella en un corto beso del cual se alejo relamiendose los labios – si es problema de mi prometida, también es mío – después de decir aquello fue que miro a los hombres – Dime, ¿Cuánto es lo que se les debe? yo pagare para que se vayan y nos dejen en paz si es que saben lo que les conviene.
Actuó de manera impulsiva, pero siempre actuaba de esa manera solo que en estos últimos impulsos estaban además ocultos algunos deseos que no se atrevería jamás a contar, no por aquellos momentos pero en un futuro, tal vez.
y sin un gran valor, pero preciosas porque revelan que cerca hay una mina.
George Villiers
– Ni importa, tampoco es como que sea la persona en la que todos confiarían de buenas a primeras – siempre lo había sabido, al menos desde que se había vuelto lo que ahora era. Nadie confiaba fácilmente en él y no esperaba que realmente confiaran pero ella, de ella si quería que confiara en él porque de esa manera sería capaz de protegerle de una mejor manera, alejarla de lo malo, del dolor – Anda come algo… – dijo mirándole de reojo, esperando que tomara algo pero entonces cayo en cuenta de lo que decía.
“Hemos dormido”… Astor no había esperado acabar durmiendo realmente al lado de ella, había prometido quedarse a su lado pero lo que tenía pensado era esperar a que durmiera y después sentarse en el suelo o en algún otro lugar para cuidarle desde la distancia, en cambio, termino durmiendo plácidamente en aquella cama junto a ella y la muestra de que había estado comido era que Corinne se había despertado mucho antes que él mismo.
Su mente culpo inmediatamente a aquel sueño que le invadió durante sus horas de descanso, pero no podía estar seguro de la razón real de que algo como aquello hubiese pasado. Permaneció en silencio unos segundo más, hasta que creyó que debía ser extraño si no respondía algo.
– Eso de los gruñidos significa que si tienes algo de hambre, así que come y no me mientas… no me gusta que me mientan Corinne – suspiro perdiendo de nuevo en ella, eso le era tan fácil que podría confundirlo fácilmente con respirar.
Aquel abrazo se que había desvanecido de la misma forma en la que había surgido era otra de esas cosas extrañas que le estaban ocurriendo al estar cerca de ella, pero ya era un evento importante que el inquisidor no recordara a la duquesa por estar al pendiente de esa joven que ahora veía hasta en sueños.
¿Alguna vez había pensado en que otra mujer sacara a Danna de su mente? Nunca, porque la misma Danna había entrado como una terrorista en sus pensamientos y se le había grabado hasta en la piel; pero ahora ante él tenía una nueva terrorista, una que era diferente a la primera porque no había aparecido rodeada de lujos y belleza, sino que aparecía creyendose al borde de la muerte. Era curiosa la forma en la que dos mujeres tan diferentes que compartían un poco aquel aroma tan peculiar aparecían frente a él de un segundo al otro.
Parecía no estar afectado por aquello o si quiera confundido con lo que pasaba, pero por dentro, aquel roce de sus labios, el calor que despedía su cuerpo y el aroma le habían puesto mucho más confuso que antes. Agradecio infinitamente que la loba no preguntara nada y solo terminara por responder a la pregunta de Astor sin más.
– Pues entonces toma lo que prefieras pero come como es debido, ya te dije que sino lo haces no te curaras pronto – le dejo tomar la tostada más pequeña, pero aún así pensaba dejar un trozo de alguna de sus tostadas por si ella quería más. Él comía bastante, probablemente para un humano común fuese demasiado, pero aún así era capaz de aguardar y esperar porque ella saciara su apetito primero.
Entre ambos se formo un momento de silencio, intentaba no mirarle mucho pero aún así de vez en cuando observaba el cuerpo de Corinne en su lado de la cama mientras que él por su lado comía un poco de carne, tostada y lo que alcanzara sin poder aun desviar de sus pensamientos a quien estaba tan cerca de él.
Le siguió con la mirada cuando se alejo de la cama para ir a la ventana; con todo y que el sol molestaba un poco no aparto la mirada de ella ni un segundo.
– Es solo sol, es mucho mejor que la luna – dijo firme, comiendo un poco más de carne mientras que la loba le pedía un trozo más de chocolate. Mientras lo cortaba recibió una ligera explicación del por qué se lo había terminado tan pronto y Astor se echo a reír – Bueno ahora ya se una de tus debilidades y tu no sabes ninguna mía, debes tener cuidado con lo que les das a conocer a los demás niña – No pensaba hacer nada con la información obtenida, solo se levanto y camino en dirección a ella con el chocolate en la mano – Pero todos tenemos debilidades… – le miro de manera fija, sintiendo como quería devorarla con la mirada – Una de mis debilidades… – olisqueo el aire, llenando sus pulmones del olor de ella – es un aroma que sencillamente me enloquece ¿curioso, no? – le dijo y entices regreso lentamente hasta su lugar en la cama.
Los ruidos del exterior le llegaron claros pero se mantuvo en aquel lugar pues creyó de primer momento que eran conocidos de Corinne que tenían permitido entrar en aquel lugar para buscar algunas cosas pero cuando escucho sus palabras se levanto de nuevo y camino hasta la ventana para ver en dirección a aquellos hombres que caminaban junto a los caballos; estaba de nuevo junto a Corinne, pero esta vez por un motivo diferente de los que había tenido antes y después de ver a los tres intrusos se alejo nuevamente de la ventana, aquel trío de inútiles no soportaría contra él así que no estaba preocupado, iría por los caballos y les daría su merecido, pero no ahí, no frente a ella.
– ¿Quienes son ellos y cuánto les debes? – ninguna de sus preguntas obtuvo respuesta, solo más palabras de angustia y molestia pero entonces, soltó un gruñido ante la petición de la loba. ¿Qué se quedara ahí?, ¿Qué ella lo solucionaría? Eso debía ser una broma, para eso estaba él, para solucionar aquellos problemas solo que aquella mujer era tan autosuficiente que deseaba encargarse de todo por su cuenta.
El inquisidor le sintió pasar a su lado y él camino de nuevo a la ventana para ver como ella salía de la casa y se acercaba entonces a aquel trío.
– Hermosa e imprudente… mala combinación – suspiro para darle la espalda a la ventana aquella y dirigió sus pasos a la escalera que le llevaría hasta la planta baja, donde un poco más allá de la salida se encontraba ella y la discusión parecía estar en pleno apogeo. Se encontraba cerca de la puerta cuando uno de aquellos sujetos le dio las riendas del caballo que llevaba a otro y tomando la mano de Corinne le acerco a él, en ese instante algo dentro del inquisidor ardió en una ira que nunca antes había experimentado así que sin pensarlo corrió en dirección a ellos.
– Con todo lo que nos debe tu padre, debería estar agradecido con que nos conformemos con los caballos… y contigo… – el imbécil aquel no solo la tocaba, sino que le decía aquello y antes de decir cualquier cosa la mano de Astor rodeo la cintura femenina para apartarle del hombre; solo una vez que le vio libre de las garras de aquel sujeto fue que el puño del licántropo se estrello en el rostro del desdichado aquel.
– Vuelve a tocarla y te mato – gruño entonces, mirando no solo al que se encontraba en el suelo con la nariz sangrante, sino a los otros dos que estaban más allá con los caballos – y esos caballos no les pertenecen así que entreguenlos ahora – era más una exigencia que nada, pero no permitiría que nadie le tocara o le dañara, ya lo había prometido a si mismo ¿o no?.
El hombre en el suelo se levanto entre quejidos mientras que otro de los hombre se acercaba a ellos.
– Venimos a saldar la deuda del viejo, así que no te metas que el asunto es entre ella y nosotros.
– ¿Entre ella y ustedes? – Astor se río y se acerco a Corinne – pues resulta que también es mi asunto – su mirada fue entonces a la fémina y le sonrío justo antes de tomarle de la cintura y acercarle a él, solo para juntar sus labios con los de ella en un corto beso del cual se alejo relamiendose los labios – si es problema de mi prometida, también es mío – después de decir aquello fue que miro a los hombres – Dime, ¿Cuánto es lo que se les debe? yo pagare para que se vayan y nos dejen en paz si es que saben lo que les conviene.
Actuó de manera impulsiva, pero siempre actuaba de esa manera solo que en estos últimos impulsos estaban además ocultos algunos deseos que no se atrevería jamás a contar, no por aquellos momentos pero en un futuro, tal vez.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: The cursed [Privado]
“Un mundo nace cuando dos se besan.”
Octavio Paz
Octavio Paz
El silencio entre ellos se hacía eterno, parecía no tener fin. Lo único que lo rompía eran las miradas que de tanto en tanto se daban, como dos niños curiosos que observaban al otro para saber que hace, intentando indagar en la mente del otro. Pero en el caso de Astor, era imposible meterse en su mente, intentar adivinar que pasaba por su cabeza, que pensaría de todo parecía sumamente complicado. Dejando escapar un suspiro siguió mirándole coincidiendo a veces con su intensa mirada, situación en la que ella apartaba la suya y simulaba estar concentrada con su tostada, pero en aquel momento no había nada más interesante e intrigante que descifrar el silencio ajeno. Le había prometido que no le mentiría, que lo único que ocurría era que su estomago era pequeño y no solía comer demasiado, agregó con una sonrisa tomando nuevamente un poco de su alimento tumbada en el lado contrario de la cama en el que él estaba.
Resignada a que no podía todavía descifrar aquel rostro y sus expresiones mientras comía, se levantó en silencio sin querer interrumpir sus cavilaciones, llegando a la ventana donde se sentó. Allí no pudo dejar de pensar en aquel abrazo que Astor le había dado, hasta que terminándose el trozo de chocolate que había tomado sin apenas darse cuenta, le pidió con una sonrisa un poco más a Astor.
— Sí, supongo que ahora amaré más el sol que a la luna. —Susurró riéndose a continuación al sentir la risa del lobo quien se apresuraba a hacer lo que le había pedido y le cortaba un trozo de chocolate. ¿Se podía conocer una debilidad el gusto por el chocolate? — No creo que puedas encontrar una debilidad más dulce que la mía —Río mirándole viéndole levantarse de la cama y dirigirse hacia ella. — No se puede considerar una debilidad de la que poder sacar provecho. O al menos no mientras que no desees tentarme o pedirme algo a cambio. En ese caso puede ser una debilidad muy estúpida y efectiva... —Río suavemente— Pero yo no caería. —Dijo segura sonriendo mirándole fijamente, terminando por fruncir el ceño — No soy una niña. — Le contestó algo molesta. De pequeña sus amistades siempre la habían llamado pequeña, diera igual la edad que tuviese y tras todo lo que le había ocurrido en la vida, podía ser inocente y demasiado dulce, pero ya no había mucho de niña en ella.
Durante unos breves segundos, en los que duró la descarnada mirada que él le ofreció, se sintió sonrojar las mejillas. No estaba acostumbrada a ser objetos de esas miradas, como tampoco a que un joven como él la hiciera sentir por unos momentos la presa de un poderoso depredador. En cuanto olisqueó el aire, extrañada ladeó la cabeza sin dejar de mirarlo, quedando desconcertada al oír su respuesta mientras tomaba el chocolate que él le ofrecía. — Curioso, pero no me dices cual aroma, por lo que podría ser cualquiera… — Musito con una dulce sonrisa volviéndose tras mordisquear un poco de chocolate mirando por la ventana, avistando a aquellos hombres que se llevaban a sus caballos.
Tras las maldiciones que soltó, oyó las peticiones de Astor a las que hizo caso nulo. No iba a dejar que el tomara parte en aquello que ahora no era más que una vergüenza para ella. Ella a fin de cuentas finalmente había dejado a su padre que hiciera lo que quisiera, ya que todo lo que le decía y hacia ella por él, nunca habían servido de nada y ahora aquí estaban los resultados. Su padre no tuvo otras amistades que los más peligrosos del lugar. Con un poco de miedo y tras el alivio de ver que Astor no la seguía, bajó las escaleras todo lo rápido que pudo y salió hacia los hombres, los que al verla se pararon con unas crueles y cínicas sonrisas, las que no deparaban nada bueno.
— Mi padre aún no ha regresado de la ciudad. Os recomendaría que esperarais su llegada, se llevó todos nuestros caballos menos estos dos, por lo que podrá pagaros de sobra lo que os debe, caballeros. — No hacía falta presentaciones, todos ya sabían quién era ella y al contrario. Los hombres al verla tan segura se rieron.
— ¿Y quién nos asegura que no ha huido con nuestro dinero? Hace mucho tiempo que se fue y aún no hemos tenido noticias de él en ninguna parte. — Repuso uno con una sonrisa burlesca mirando de reojo a uno de sus otros compañeros. Corinne temió aquella mirada la que no deparaba nada bueno. Sentía que la observaban y bien sabía que era Astor quien la observaba por lo que no cedió en su papel de segura y firme en sus palabras aún que el miedo lentamente hacia mella en ella.
— No estáis en vuestro derecho de tomar estos caballos los cuales son míos y no de mi padre. —No dijo nada sobre la desaparición de su padre, la que en estos momentos para ella ya era un hecho y según el joven que la observaba desde dentro de la casa, él ya no volvería nunca jamás. ¿Cómo arreglar todo esto? Pensó intentando urdir un plan, encontrándose con que de pronto sin haber sido consciente del intercambio de las riendas de los caballos el hombre que tenía más cerca la tomó de la mano fuertemente agarrándola, acercando a él. Corinne gruño e intento deshacerse de su agarre.
—Con todo lo que nos debe tu padre, debería estar agradecido con que nos conformemos con los caballos… y contigo. — Dijo aquel hombre riéndose de ella, la que abrió los ojos consternada por sus palabras. Juró reventar el rostro del maldito imbécil que la tenia agarrada, cuando sintió unas cálidas manos que conocía muy bien apartándola de él.
— Astor... —Susurró sintiéndose de pronto segura, girándose a tiempo de ver cómo tras un buen puñetazo el hombre caía al suelo con la nariz sangrando. Los demás hombres con sus quejas y demandas, provocaron una situación inesperada para la joven que tras que Astor la acercara contra sí y le sonriera, bajó su rostro a besar sus labios. En el beso, su corazón se aceleró. No fue más que un simple roce de labios, pero aún tras separarse sentía su sabor impregnado en los de ella. Sintiéndose desarmada se quedó viéndole fijamente, mientras por su mente pasaban muchas preguntas. ¿Lo habría hecho solo para atestiguar que eran prometidos delante de esos hombres? Escuchando sus palabras en que dijo que sus problemas, también eran los suyos ya que estaban comprometidos, sus ojos se empañaron por unos segundos por la desilusión, parecía que en efecto lo hubiera hecho para mantener aquel papel que habían dicho tener la anterior noche. Sin dejar de mirarle, asintió levemente a Astor, dándole a entender que lo había entendido, debía de jugar su papel. — Gracias... —Agradeció con un movimiento de labios sin hablar para que no le oyeran los hombres.
— Os presento a mi prometido, señores... —Se giró hacia ellos recostándose inconscientemente en uno de los costados de Astor, buscando cierta protección y cercanía. — Mi padre no tuvo tiempo de presentarnos formalmente, por lo que sois los primeros en saber la feliz noticia...Y si mal no recuerdo eran 200 francos. —Añadió completamente segura. A ella sí que no la estafarían como a su propio padre.
— Las mujeres nunca entenderéis los asuntos de hombres. Tu padre nos debía doscientos francos, pero sumándole los días en los que va de retraso la suma ha ascendido a quinientos francos. Por lo que o tu prometido nos lo paga y se hace responsable de tus deudas o ya sabes con quien debes de venir a saldar tus cuentas... —Dijo con voz grave uno de ellos, el cual tenía las riendas de los equinos en su poder, sin dejar en ningún momento de mirar fijamente a Astor, retándole con la mirada mientras ayudaba al herido a levantarse del suelo. Corinne se agarró mas a Astor, reteniéndole. Aquel hombre era uno de los más fuertes, un matón decían las malas lenguas del más rico del pueblo, por lo que todo su respeto lo mantenía y se había hecho conocido a base de golpes. — ¿Seria una pena que no pudierais llegar a probar a esta belleza en la noche de bodas, cierto? — Añadió burlón. ¿Como podía ser alguien tan estúpido para llamar al lobo feroz ante su propia puerta? Pensó Corinne, observando la oscura mirada de Astor, quien parecía poder volverse lobo para desayunar a aquel joven.
El hombre herido, escupiendo sangre se levantó finalmente interponiéndose delante del descarado que andaba buscando pelea.
—¡Calmaos! —Repuso calmando a sus secuaces, girándose luego a la pareja. — Este asunto es de hombres, no de niñas. Dadle los caballos para que se los lleve, nosotros hablaremos de hombres a hombres con su prometido. Y de seguro que llegamos a un acuerdo satisfactorio. —Ordenó sutilmente a los demás con voz autoritaria.
Las palabras de aquel hombre nada le agradaron y aún menos las miradas de soslayo entre todos ellos. De reojo miró a Astor coincidiendo con su mirada. Indecisa no sabía qué hacer, pero finalmente tras asentir y apretando por un segundo la mano de Astor, se alejó de él dando unos pasos hacia el joven que tenia ahora los caballos; El joven que antes había intentado retar a Astor.
— Dame las riendas de mis caballos. —Ordenó ella. El joven se río manteniéndose en su sitio. Cansada de aquel juego, avanzó un paso hacia las riendas para tomarlas por sí misma, cuando de un momento a otro se encontró atrapada contra el cuerpo de aquel joven, agarrada por los cabellos mientras un afilado cuchillo amenazaba su fina garganta. Jadeó de dolor al sentir el frío metal arañar suavemente su piel y la tirantez que mantenía mientras la jalaba de los cabellos.
—Supongo que ahora el precio se ha triplicado. Dos mil francos y te la devolvemos entera. — Amenazó el joven observando a Astor, mordiendo una de las orejas de corinne en un gesto obsceno. Ella sintiendo su aliento jugando con el lóbulo de su oreja se estremeció asqueada. Se revolvió encontrándose con que el cuchillo apretaba mas contra su garganta hasta hacerle daño y temer por su vida. Miró a Astor aterrada y en ese segundo en que conectó con la mirada de él, una sombra negra cayó a espaldas del tercer hombre quien se encontró en el suelo con un gran perro atacándole ferozmente en un intento de proteger a su dueña, distrayendo a los demás, quienes se centraron en él olvidándose por unos segundos del furioso hombre al que chantajeaban con la vida de su prometida.
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: The cursed [Privado]
Las amenazas sólo son armas para el amenazado.
Leonardo Da Vinci
Se río ante sus palabras acerca de su debilidad, parecía estar explicando cada una de las cosas que sentía por el chocolate con la mayor precisión que fuera posible y aunque lo que pasaba por la mente no estuviese ni cerca de ser la manera en la que ella se sentía con respecto al chocolate creía saber al menos un poco como era esa sensación.
– Pues parece que ahora se como tentarte y ya encontraría la manera de sacar algo de provecho y aunque digas que no cederías porque no eres una niña… bueno por algo resulta que es tu debilidad así quid no estaría tan seguro de ser tu –le sonrío – y si eres una niña, solo una tendría por debilidad los chocolates – se encogió de hombros como dando aquel tema de su infantilidad por terminado, aunque al lado de Astor era obvio que ella era no más que una niña, pues el licántropo debía doblarle la edad aunque aparentemente no fuese de esa manera, de hecho si se les veía junto los demás verian a dos personas casi de la misma edad y si se mostraría a los demás como prometidos eso era bueno.
– Respecto a lo de la debilidad dulce… Eso lo dices porque es tu debilidad, yo por ejemplo puedo decirte que la mía es peculiar – le miro fijamente, sin poder evitar querer aspirar más de aquel aroma que el cuerpo de la joven despedía pero bien sabía que ya había cometido una imprudencia al haberse abrazado a ella como un naufrago a un trozo de madera y no podía darse el lujo de caer en ninguna tentación, no de nuevo – Es que es un aroma que seguramente no sentirías como yo aunque creo que – se acercó un poco más sin apartar los ojos de ella y bajo el tono de su voz – ese aroma lo conoces quizás demasiado bien y por eso no resultaría fascinante para ti – levanto lentamente su mano y paso uno de sus dedos por la comisura de los labios de Corinne – tenías un poco de chocolate ahí… – dijo antes de volver apartar la mirada antes de que fuese incapaz de hacerlo.
Le había resultado sencillamente imposible no seguirle, en otras circunstancias le hubiese dejado ir sola y bien hubiera creído que si algo malo le sucedía era porque se lo buscaba, pero ella era algo… diferente… y eso en algunos momentos le provocaba molestarse consigo mismo. No podía dejarle en manos de aquellos hombres, Corinne no sería presa de ellos porque los ojos del inquisidor ya estaban sobre ella y como ya lo había prometido a ella, nada ni nadie le haría daño jamás, el se encargaría de eso.
Según su punto de vista el golpe que le había dado al hombre que sujetaba a Corinne no había sido realmente violento pero bueno, la fuerza de un licántropo no era comparable a la de un hombre común y mucho menos cuando el licántropo estaba molesto.
Después de haber besado esos labios que antes habían susurrado su nombre le miro unos segundos, dedicándole una sonrisa.
– Todo esta bien… – le susurró también él para que confiara, que supiera que no permitiría que le dañaran o se llevaran las cosas que pertenecían a su difunto padre, a menos claro que fuese deseo de ella, pero en esos momentos no era deseo de ella y Astor dudaba que en algún momento deseara deshacerse de sus recuerdos en aquel que había sido su hogar hasta ese momento.
El inquisidor soltó una risa leve que quizás fue únicamente escuchada por ella. 200 francos eran nada para él, y si hubiesen debido más daba lo mismo, los pagaría sin decir nada mientras que se fueran y dejaran las cosas en paz, pero entonces el hombre que sostenía las riendas abrió la boca y Astor asintió levemente a su petición, aunque en sus ojos se notaba la que la manera en la que el hombre le retaba no le estaba agradando para nada; creyó que lo mejor era darles su merecido y que se fueran, más cuando su cuerpo se tenso preso de la ira que no estaba demostrando aún, sintió el cuerpo de Corinne tensarse a su lado y fue eso lo que le llevó a relajarse, no valía la pena que ella sufriera más.
– Saldaremos la deuda… – aseguro mirando a Corinne antes de volverse al hombre que osaba abrir nuevamente la boca solo para soltar una estupidez mayor.
Una ira profunda revoloteo en su mirada, aquel imbécil realmente quería terminar muerto. Astor estaba seguro de que nada le sucedería a la loba siempre que estuviese él ahí pero fácilmente podía leer los pensamientos de aquel hombre aunque no poseyera las habilidades peculiares que tenían los inmortales bebedores de sangre. Que otro hombre pensara en la mujer a su lado le revolvía por dentro como nunca antes y olvido entonces lo extraño que resultaran aquellas sensaciones solo para rodear la cintura de la fémina de una forma protectora, como si él hecho de haberla besado y acordado que serían prometidos le diera un derecho real sobre ella.
– No lleguemos a esos extremos entonces… – su voz sobo fuerte y clara. Estaba por decir algo más cuando otro de los hombres intervino en sus conversaciones – y si hablemos entre hombres – No le daba mucha buena pinta que ella se alejara para ir en busca de los caballos, pero no sabía que era lo que podía hacer, esperaba que aquellos infelices no tuvieran una “brillante” idea que solo terminara molestando más porque entonces no toleraría nada.
Miro serió a la mujer que apretaba levemente su mano y que se encaminaba en dirección a los hombres aquellos y a sus caballos. Las miradas que se lanzaban entre todos ellos no le pronosticaban nada bueno, pero no quería que las cosas se pudieran peor de lo que estaban, quería confiar en que Corinne se iría a un lugar seguro y entonces podría tratar como era debido a aquellos insolentes.
Todo fue bien y el inquisidor creyó por un segundo que ella se encontraría a salvo muy pronto, pero se equivoco.
De un veloz movimiento el que llevaba las riendas tomo a Corinne por los cabellos y le amenazo con un cuchillo. El licántropo permaneció inmóvil contemplando la escena mientras que en su garganta un gruñido amenazaba con escapar y su expresión fue finalmente de ira, y su mirada transmitía aquellos deseos de matarles que se habían mantenido ocultos hasta esos segundos.
Apretó los puños, analizando su movimiento cuando su cuerpo entero tembló de la manera en la que se estaba conteniendo. ¿Cómo no hacerlo? Si la mujer a quien le había prometido proteger estaba ahora en manos de un idiota que le mordía la oreja y miraba al lobo como si le dijera que ella era toda suya.
Solo necesito ver como los dos hombres se distraían observando al enorme perro que atacaba al otro para que Astor se moviera y para que Corinne no se viera afectada tomo con su mano el cuchillo aquel e hizo lo mismo con el primer hombre que había tocado a la loba; le golpeo el rostro. Los cabellos y el cuerpo de Corinne fueron liberados de aquel agarre y entonces sonrío al verle en libertad. En su mano se encontraba el cuchillo que antes estaba en manos del hombre que ahora, se quejaba en el suelo.
– Matenlo… – grito al ambos hombres, sin recordar que uno de ellos era ya atacado por el enorme perro.
– Si te atacan… usalo – le estiro entonces el cuchillo a la loba, esperando que lo tomara aunque de la mano de Astor caían algunas gotas de sangre.
Apenas ella tomo el cuchillo aquel se enfoco en el hombre que se levantaba mirándole con furia, mientras que el segundo hombre se acercaba hasta él; el hombre restante seguía sumido en una batalla con el perro de Corinne y por ese, no se preocupo.
– Les dije que no la tocaran de nuevo, ahora se irán y no volverán… no les daremos ni un solo franco pero deberán agradecer que les dejo ir con vida – menciono amenazante.
Sus palabras resultaron nada para aquellos hombres que se lanzaron en su contra al mismo tiempo, pero más que contra él, iban contra la loba que permanecía ahí, observando. Pensar en que pensaban aún en hacerle daño le enceguecio y dio un golpe con toda su fuerza a las costillas de uno de los hombres que soltó un alarido de dolor, mientras que al otro le pateo con fuerza la pierna y se escucho como aquel hueso se fracturaba ante el golpe del inquisidor para después dejar solamente el sonido del dolor de aquellos que se habían topado con el hombre equivocado. – Ahora… largo – dijo tajante – Corinne llama al perro para que estos amables caballeros se vayan – les dio entonces la espalda y comenzó a caminar hasta llegar cerca de ella; de aquella hombres no se preocupaba más, ninguno podía hacerles nada ya – ¿Estas bien? – pregunto estando finalmente frente a ella una vez más, conteniendo las ganas de darle la vuelta y pasar sus manos por su cuerpo para asegurarse de que lo único que existiera aún fueran las heridas de la noche anterior y ninguna nueva.
Leonardo Da Vinci
Se río ante sus palabras acerca de su debilidad, parecía estar explicando cada una de las cosas que sentía por el chocolate con la mayor precisión que fuera posible y aunque lo que pasaba por la mente no estuviese ni cerca de ser la manera en la que ella se sentía con respecto al chocolate creía saber al menos un poco como era esa sensación.
– Pues parece que ahora se como tentarte y ya encontraría la manera de sacar algo de provecho y aunque digas que no cederías porque no eres una niña… bueno por algo resulta que es tu debilidad así quid no estaría tan seguro de ser tu –le sonrío – y si eres una niña, solo una tendría por debilidad los chocolates – se encogió de hombros como dando aquel tema de su infantilidad por terminado, aunque al lado de Astor era obvio que ella era no más que una niña, pues el licántropo debía doblarle la edad aunque aparentemente no fuese de esa manera, de hecho si se les veía junto los demás verian a dos personas casi de la misma edad y si se mostraría a los demás como prometidos eso era bueno.
– Respecto a lo de la debilidad dulce… Eso lo dices porque es tu debilidad, yo por ejemplo puedo decirte que la mía es peculiar – le miro fijamente, sin poder evitar querer aspirar más de aquel aroma que el cuerpo de la joven despedía pero bien sabía que ya había cometido una imprudencia al haberse abrazado a ella como un naufrago a un trozo de madera y no podía darse el lujo de caer en ninguna tentación, no de nuevo – Es que es un aroma que seguramente no sentirías como yo aunque creo que – se acercó un poco más sin apartar los ojos de ella y bajo el tono de su voz – ese aroma lo conoces quizás demasiado bien y por eso no resultaría fascinante para ti – levanto lentamente su mano y paso uno de sus dedos por la comisura de los labios de Corinne – tenías un poco de chocolate ahí… – dijo antes de volver apartar la mirada antes de que fuese incapaz de hacerlo.
Le había resultado sencillamente imposible no seguirle, en otras circunstancias le hubiese dejado ir sola y bien hubiera creído que si algo malo le sucedía era porque se lo buscaba, pero ella era algo… diferente… y eso en algunos momentos le provocaba molestarse consigo mismo. No podía dejarle en manos de aquellos hombres, Corinne no sería presa de ellos porque los ojos del inquisidor ya estaban sobre ella y como ya lo había prometido a ella, nada ni nadie le haría daño jamás, el se encargaría de eso.
Según su punto de vista el golpe que le había dado al hombre que sujetaba a Corinne no había sido realmente violento pero bueno, la fuerza de un licántropo no era comparable a la de un hombre común y mucho menos cuando el licántropo estaba molesto.
Después de haber besado esos labios que antes habían susurrado su nombre le miro unos segundos, dedicándole una sonrisa.
– Todo esta bien… – le susurró también él para que confiara, que supiera que no permitiría que le dañaran o se llevaran las cosas que pertenecían a su difunto padre, a menos claro que fuese deseo de ella, pero en esos momentos no era deseo de ella y Astor dudaba que en algún momento deseara deshacerse de sus recuerdos en aquel que había sido su hogar hasta ese momento.
El inquisidor soltó una risa leve que quizás fue únicamente escuchada por ella. 200 francos eran nada para él, y si hubiesen debido más daba lo mismo, los pagaría sin decir nada mientras que se fueran y dejaran las cosas en paz, pero entonces el hombre que sostenía las riendas abrió la boca y Astor asintió levemente a su petición, aunque en sus ojos se notaba la que la manera en la que el hombre le retaba no le estaba agradando para nada; creyó que lo mejor era darles su merecido y que se fueran, más cuando su cuerpo se tenso preso de la ira que no estaba demostrando aún, sintió el cuerpo de Corinne tensarse a su lado y fue eso lo que le llevó a relajarse, no valía la pena que ella sufriera más.
– Saldaremos la deuda… – aseguro mirando a Corinne antes de volverse al hombre que osaba abrir nuevamente la boca solo para soltar una estupidez mayor.
Una ira profunda revoloteo en su mirada, aquel imbécil realmente quería terminar muerto. Astor estaba seguro de que nada le sucedería a la loba siempre que estuviese él ahí pero fácilmente podía leer los pensamientos de aquel hombre aunque no poseyera las habilidades peculiares que tenían los inmortales bebedores de sangre. Que otro hombre pensara en la mujer a su lado le revolvía por dentro como nunca antes y olvido entonces lo extraño que resultaran aquellas sensaciones solo para rodear la cintura de la fémina de una forma protectora, como si él hecho de haberla besado y acordado que serían prometidos le diera un derecho real sobre ella.
– No lleguemos a esos extremos entonces… – su voz sobo fuerte y clara. Estaba por decir algo más cuando otro de los hombres intervino en sus conversaciones – y si hablemos entre hombres – No le daba mucha buena pinta que ella se alejara para ir en busca de los caballos, pero no sabía que era lo que podía hacer, esperaba que aquellos infelices no tuvieran una “brillante” idea que solo terminara molestando más porque entonces no toleraría nada.
Miro serió a la mujer que apretaba levemente su mano y que se encaminaba en dirección a los hombres aquellos y a sus caballos. Las miradas que se lanzaban entre todos ellos no le pronosticaban nada bueno, pero no quería que las cosas se pudieran peor de lo que estaban, quería confiar en que Corinne se iría a un lugar seguro y entonces podría tratar como era debido a aquellos insolentes.
Todo fue bien y el inquisidor creyó por un segundo que ella se encontraría a salvo muy pronto, pero se equivoco.
De un veloz movimiento el que llevaba las riendas tomo a Corinne por los cabellos y le amenazo con un cuchillo. El licántropo permaneció inmóvil contemplando la escena mientras que en su garganta un gruñido amenazaba con escapar y su expresión fue finalmente de ira, y su mirada transmitía aquellos deseos de matarles que se habían mantenido ocultos hasta esos segundos.
Apretó los puños, analizando su movimiento cuando su cuerpo entero tembló de la manera en la que se estaba conteniendo. ¿Cómo no hacerlo? Si la mujer a quien le había prometido proteger estaba ahora en manos de un idiota que le mordía la oreja y miraba al lobo como si le dijera que ella era toda suya.
Solo necesito ver como los dos hombres se distraían observando al enorme perro que atacaba al otro para que Astor se moviera y para que Corinne no se viera afectada tomo con su mano el cuchillo aquel e hizo lo mismo con el primer hombre que había tocado a la loba; le golpeo el rostro. Los cabellos y el cuerpo de Corinne fueron liberados de aquel agarre y entonces sonrío al verle en libertad. En su mano se encontraba el cuchillo que antes estaba en manos del hombre que ahora, se quejaba en el suelo.
– Matenlo… – grito al ambos hombres, sin recordar que uno de ellos era ya atacado por el enorme perro.
– Si te atacan… usalo – le estiro entonces el cuchillo a la loba, esperando que lo tomara aunque de la mano de Astor caían algunas gotas de sangre.
Apenas ella tomo el cuchillo aquel se enfoco en el hombre que se levantaba mirándole con furia, mientras que el segundo hombre se acercaba hasta él; el hombre restante seguía sumido en una batalla con el perro de Corinne y por ese, no se preocupo.
– Les dije que no la tocaran de nuevo, ahora se irán y no volverán… no les daremos ni un solo franco pero deberán agradecer que les dejo ir con vida – menciono amenazante.
Sus palabras resultaron nada para aquellos hombres que se lanzaron en su contra al mismo tiempo, pero más que contra él, iban contra la loba que permanecía ahí, observando. Pensar en que pensaban aún en hacerle daño le enceguecio y dio un golpe con toda su fuerza a las costillas de uno de los hombres que soltó un alarido de dolor, mientras que al otro le pateo con fuerza la pierna y se escucho como aquel hueso se fracturaba ante el golpe del inquisidor para después dejar solamente el sonido del dolor de aquellos que se habían topado con el hombre equivocado. – Ahora… largo – dijo tajante – Corinne llama al perro para que estos amables caballeros se vayan – les dio entonces la espalda y comenzó a caminar hasta llegar cerca de ella; de aquella hombres no se preocupaba más, ninguno podía hacerles nada ya – ¿Estas bien? – pregunto estando finalmente frente a ella una vez más, conteniendo las ganas de darle la vuelta y pasar sus manos por su cuerpo para asegurarse de que lo único que existiera aún fueran las heridas de la noche anterior y ninguna nueva.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: The cursed [Privado]
Sin un corazón lleno de amor y sin unas manos generosas, es imposible curar a un hombre enfermo de su soledad.
Madre Teresa de Calcuta
Madre Teresa de Calcuta
Aún con el nombre de él en sus labios, los que un momento atrás habían sido besados, le miró confundida sintiendo un leve sonrojo colorear sus mejillas, cual color se incrementó al coincidir con la mirada de él unos segundos, en los que le dedicó una sonrisa. Sonrisa que por unos instantes le recordó a cuando perdida instantes antes en la cercanía ajena, cuando hablaban de su perdición de aroma a cacao, él se había acercado susurrándole con una seductora voz que su debilidad, diciéndole que el aroma que la causaba ella lo conocía demasiado bien. Y justo cuando ella quería preguntar para concretar que aroma era, su corazón enloqueció como un pequeño colibrí en su pecho, al sentir uno de sus dedos acariciar sus suaves labios y que con una sonrisa le había dicho que tenía una mancha de chocolate y se la había quitado. En aquel instante y tras que se alejara de ella, volvió el rostro y la mirada a la ventana, sonrojada. Color que se desvaneció al ver a través del cristal a los hombres con los caballos de su padre, llevándoselos. Siendo este el inicio de una serie de acciones que si no fuera por lo cabezota que era, podría haberse ahorrado al dejar que Astor se ocupara de aquellos hombres, cuyos alguna vez la habían amenazado.
Era una cabezota sin remedio y como desde pequeña quería tener las riendas de todo, valerse por sí misma, ser autosuficiente. Aunque ahora mirando a los ojos al lobo, solo quería que él la salvara, la alejara de esos hombres y de todo cuanto les rodease recordándole su anterior vida. Que la protegiera de todo y todos, hasta de sí misma y que vuelva a besarme, añadió en sus pensamientos mordiéndose el labio inferior, asintiendo a las palabras del joven, que le dijo que todo estaba bien, que él estaba con ella, haciéndola sentir segura y mas unida a él tras aquel efímero roce entre ambos.
— Todo estará bien. —Asintió ahora con palabras dedicándole una dulce sonrisa, tras la que se giró de nuevo hacia los hombres que se habían quedado de piedra. En aquel pueblo todo se sabía, el viento hacia correr las buenas nuevas y aquello de que ella estuviera prometida, los pilló de improvisto. Nadia sabía nada de que la única hija del matrimonio Strasse, el conocido entrenador de caballos se hubiese prometido a un joven fuera del pueblo.
En todo momento Corinne permaneció al lado de Astor, con el rostro relajado menos cuando fruncía el ceño al escuchar las insinuaciones de aquellos jóvenes y agradeciendo encontrarse junto a Astor se acercó más a él, buscándole. A su lado parecía que nada podía pasarle.
– Saldaremos la deuda… – Le aseguro él mirándola. Ella asintió avergonzada de que tuviera que servirse del dinero ajeno para salir de los problemas de su padre, cuando las palabras de aquel joven hicieron que su cuerpo temblara, encontrándose con que con uno de los brazos de Astor rodeó su cintura apretándola contra él. En un movimiento claramente protector. Con los ojos cerrados permaneció escondida en Astor, con una mueca en su rostro al oír que las conversaciones no eran para las niñas, que todo se debía de hablar entre hombres y no con ella presente. Sintiéndose ligeramente echada a un lado por él, al oírle estar de acuerdo con que hablaran solo los hombres, se apartó de él sin mediar mas palabras con él, solo apretándole la mano dándose fuerzas a sí misma, que ya intuía que algo tramaban aquellos hombres.
Sintiendo la seria mirada de Astor a sus espaldas caminó hacia los caballos, demandando las riendas de los dos ejemplares, terminando por acercarse, siendo en aquel momento en que el joven la agarró y la amenazó con un cuchillo en la garganta. Asqueada sintió como aquel hombre le mordía y lamia la oreja, en una clara provocación a Astor. Le miró asustada, chocándose contra la ardiente mirada de él. En un ataque de miedo, de preocupación por él fue a susurrar… a decirle que no se acercara, que iban armados, cuando bajo el asombro de todos el perro de Corinne se lanzó a uno de ellos, logrando que la atención fuera hacia ellos.
Astor quien había permanecido inmóvil, con los puños crispados, aprovechó entonces para moverse veloz hacia ella, tanto que hasta la propia Corinne ni le vio venir que ya le tenía delante de ella, interponiendo su mano entre el cuchillo y el fino cuello de ella. Tras un golpe seco, producto del fuerte puñetazo que le dio al joven que la mantenía sujeta, quedó libre de aquel agarre, quedando frente a frente de Astor.
Mirándole, le sonrío agradecida de verse libre. Por suerte el cuchillo solo le había dañado la capa superficial creando un pequeño corte del que solo salieron unas tímidas gotas de sangre. Nada comparado con la herida que tenia él, cuando le vio la mano con la que mantenía el cuchillo. Preocupada pero sin tiempo para poder examinar la herida, tomó la arma tras asentir a sus palabras, esperando no tener que usarlo. Era incapaz de hacer daño y era consciente de ello. Ella nunca podría levantar la mano contra alguien. Simplemente no era así.
Ensuciándose la mano de la sangre ajena, al tomar el cuchillo, se enfrentó a los hombres los que tras las palabras de Astor, se lanzaron a ellos nuevamente. Esta vez con más furia. Corinne esperó que se acercaran para ir contra ellos y defender su vida, pero nunca hizo falta llegar a tanto. Quedándose alejada de todos ellos, observó, horrorizándose al oír el crujido de las costillas y de la pierna al fracturarse. Los hombres quedaron tumbados en el suelo agonizando de dolor, mientras Astor iba hacia ella.
— Shack, ven! ¡Vamos! — Silbó al perro quien al oír su llamada, dejó ir al hombre que por unos minutos había sido el juguete de sus dientes y acudió trotando hacia ella, con la cola aún en alto, atento a cualquier movimiento para lanzarse de nuevo. Como hacía con los lobos que en ocasiones se atrevían a perseguir a los potrillos, cuando todos aquellos terrenos habían estado llenos de caballos pastando libremente.
Agachándose en cuanto Shack llegó a ella, antes de que Astor lo hiciera, le acarició la cabeza evaluando las reacciones del perro, quien solo le gruño al principio y luego se mantuvo un poco alejado de su alcance, observándola con cierta desconfianza pese a haberla protegido contra los hombres. Suspiró con cierta tristeza y se levantó cuando Astor llegó a ella. —Estoy bien… —Susurró alzando la mirada hacia él, sonriéndole aligerada tras verlo. Lo repasó rápidamente con la mirada, no parecía haber sufrido ningún golpe. — ¿Te hicieron algo? ¿Te tocaron...? — Preguntó preocupada terminando por cortar la distancia que les separaba. Alzó las manos y le recorrió los brazos, los hombros y el pecho en busca de alguna herida de algo que pudiese pasar desapercibido por sus ojos. Intentó no sentirse intimidada ni placida ante el contacto de sus manos contra el cuerpo de él, pero le resultó imposible ocultar el sonrojo de su piel, el suspiró que escapó en sus labios entreabiertos y en la forma que dulcemente le acariciaba, buscando magulladuras. No obstante también lo hacía tiernamente, con la inocencia de quien acariciaba a un amante la primera vez, en que las suaves y delicadas manos féminas entraban en contacto con el tacto ajeno, descubriendo nuevas sensaciones.
Mordiéndose el labio inferior, siguió repasando a consciencia a Astor, negada a alzar la mirada de nuevo a él y que él descubriera el desconcierto en sus ojos por todo aquello que sentía que no podía explicar. —Parece que estas bien…— Susurró con un tono bajo terminando de nuevo a acariciar sus brazos, hasta sus manos las que descubrió, encontrándose con la herida que se había hecho con el cuchillo cuando la salvó de aquel hombre. Frunció el ceño preocupada. Quizás haya sido más grave de lo que temía, pensó. — Quédate aquí. No te muevas. Ahora vengo. —Dijo sonriéndole ahora si alzando la mirada y corriendo hacia la fuente de su patio, de donde podía tomar un poco de agua con sus manos y con ella limpiar la herida. Rápidamente desapareció de la vista de Astor y fue hacia la fuente, en la que encontró un cuenco que podía servirle mejor para llevarle agua. Llenó el cuenco y volvió hacia él con el agua.
—Es solo agua. —Aclaró llegando a él. Tomó nuevamente su mano herida y sin importarle ensuciarse aún más sus manos de sangre seca, la limpió con un poco de agua dándose cuenta en ese instante que ya no había herida, apenas era más que un pequeño rasguño rojizo que cruzaba la piel. Frunció el ceño y volvió a verter agua, sin creer lo que sus ojos veían. — ¿Cómo…? Juraría que estabas herido y yo… y yo —Negó la cabeza sin entender que tan rápido había sanado. Ella había pasado una noche para sanar las heridas del ataque del oscuro lobo y aún seguía sin terminar de sanar la mordida del hombro. — Quería sanarte. Pero ya estás bien. — Alzó la mirada hacia él, buscando respuestas, encontrándose demasiado cerca de él. Podía sentir su aliento contra su piel. Miró inconscientemente aquellos labios del joven. —Yo te lo debía. —Balbuceó distrayéndose de aquella boca, fijándose en los ojos. Sin saber que opción era peor, si quedarse con aquellos labios que moría con volver a sentirlos inexplicablemente contra ella, o ahogarse en aquellos ojos cálidos, protectores, vivos y oscuros que la miraban como quien quiere devorar a alguien. Se sentía amenazada, pero no le importaba, confiaba en él. Más de lo que ya de por si pensaba. —Tú me has salvado dos veces. Ahora me tocaba a mí, hacer algo por ti… —Añadió completamente perdida en él, aún con una de sus manos en la ajena. Apenas importaba que se ensuciara de sangre, el pequeño rasguño en su cuello, los hombres que aún seguían allí retorcidos de dolor intentando levantarse. En aquel momento lo único que ocupaba su mente era el pequeño trecho que lo separaba de sus labios y como sus ojos eran apresados en los de él, sin poder deshacerse del intenso contacto que prevalecía entre ellos. Y del cual no quería escapar.
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: The cursed [Privado]
¿Cuál es la razón de que palabras como éstas me resulten tan torpes y tan frías?
¿Será que no hay palabra lo suficientemente tierna para describirte?
James Joyce
Todo había pasado demasiado rápido. El asesinato de aquel licántropo, el encuentro con ella y su aroma, la casa, dormir a su lado y ahora aquellos sujetos que amenazaban con hacerle sufrir un terrible destino, y además le tocaban de una manera que para nadie resultaba agradable, mucho menos para él.
El inquisidor había agradecido como nunca que aquel perro saliera a defender a su dueña pues de esa manera se había encontrado con la oportunidad de sacar a Corinne de aquella desafortunada situación en la que se veía envuelta debido a los malos tratos que su padre había llevado a cabo en vida.
Por momentos se decía a si mismo que el aroma de ella era lo que le hacía actuar de esa manera, en otros podría jurar que era únicamente la culpabilidad de creerse el que le llevo esa maldición y durante determinados momentos algo le decía que la verdad de todo es que existía algo en ella más allá de todas las mujeres que había conocido en su vida, aunque esa idea la descartaba en cuanto de daba cuenta de que estaba pensando en ella, después de todo esa clase de cursilerías no iban con él, mucho menos después de que intento hacer las cosas como eran debidas con Danna y termino por salirle el tiro por la culata.
Más las cosas no debían de ser de la misma manera siempre y ahora quisiera o no, se arrepintiera después o corriera peligro aquella mujer, ya había hecho demasiadas promesas como para salir escapando con alguna tontería.
La había librado de aquellos hombres sin mayores heridas, solo las amenazas y ligeros cortes, además de que aquellos no se atreverían ya a intentar llevarse alguno de los animales de aquello casa o ninguno siquiera se atrevería a volver a mirar a la loba, al menos eso esperaba, para su fortuna el perro también estaba a salvo aunque pudo notar la manera en la que el animal permanecía algo retirado de ella, justo lo que Astor había sospechado desde un principio, pues Corinne ya no era la misma aunque aparentemente lo fuese, las cosas habían cambiado y el perro lo notaba con suma facilidad.
– Te dije que se pondría raro contigo, pero espero que sea solo en lo que se acostumbra a lo que eres porque, ¿Quieres llevarlo a casa verdad? – No era previamente que le fascinaran los animales, pero todo lo que ella se llevara, los caballos y el perro tendrían lugar suficiente en su hogar.
Cuando comenzó a preguntarle si estaba herido no pudo más que sonreír y en el instante en que las manos femeninas daban aquel lento recorrido por su cuerpo, solo le miro. Su mente decía que era una forma de mostrar el agradecimiento de que le hubiese rescatado y ayudado a que les dejaran en libertad.
– Estoy bien – dijo, volviendo su mirada a ella y a ese ligero sonrojo en las mejillas de la mujer – nada me ha pasado así que puedes estar tranquila – llevó la mano que no tenía sangre a la mejilla de ella – Quizás tengas fiebre…– sabía claro que aquello no era fiebre, pero le parecía imposible no darle a conocer que había notado aquel sonrojo en sus mejillas, el cual de una manera extraña y curiosa… le tranquilizaba.
– Te dije que estaba bien – suspiro antes de que ella tocara la mano que había dio herida y antes de que él pudiera ser capaz de decirle cualquier cosa, salió disparada fuera de su vista – Pero si he dicho que estoy bien… – susurro para si mismo – deja de preocuparte por tonterías o terminaremos mal…– observo entonces su mano y como el corte que antes había en ella, estaba desapareciendo.
En esa clase de actos desinteresados era donde radicaba su gran confusión, cuando las manos de ella le tocaban como si fuera él lo único en el mundo y la manera en la que sus ojos se centraban en los suyos sin temor alguno, justo como antes Danna le había mirado, pero de eso ya solo quedaban recuerdos. Se quedo ahí, mirando embobado su mano hasta que el perro se movió y dirigió su mirada al animal que se echaba mirándole – Lo sé… es descuidada pero puedo entender porque aún le cuidas… yo también lo haré…– Era quizás algo loco hablar con aquel perro, pero sabía que en cierta parte de su naturaleza era capaz de entender que era lo que aquel animal deseaba y el por qué de haberse arriesgado protegiendo a su dueña.
No fue hasta que el sonido de pasos llego a él que se giro a verla correr hacía él.
– No es necesario Corinne yo… – resoplo cuando ella tomo su mano, sabía que aquello era inútil pero tal vez era necesario que ella se percatara de eso por su cuenta. Sonrió ante la cara de confusión de ella. – Te dije que estaría bien, además tengo más años que tu siendo esto, es normal que sane más rápido y… – le miro entonces – ¿Querías sanarme? – no pudo evitar soltar una risotada, quizás porque no creía que existiera quien pudiera lograr semejante hazaña o tal vez porque parte de él temía darse cuenta de que si se acercaba demasiado a ella, esas heridas que le mantenían de la manera en la que era acabarían desapareciendo – No me debes nada, así que olvidado niña; ya harás algo por mi en algún momento – llevó su mano entonces a la cabeza de ella, en un gesto que intentaba dejar en claro para si mismo que ella era una niña. Después de eso recordó a los hombres y se volvió a mirarles, se habían levantado con dificultad y se alejaban ya de la casa con algunos gemidos de dolor, cosa que le gusto a Astor; los quería bien lejos de aquella casa y de Corinne.
No había caído en cuenta de la manera en la que ella le miraba, o para ser realista, no había deseado darse cuenta de eso y solo cuando volvió a mirarla fue que se dio cuenta de que sus manos aun estaban juntas. La mano de Astor tomaba con seguridad la de ella y se dejo llevar por el aroma, por aquellos ojos y la calidez que aquel cuerpo le daba.
– Corinne… – susurro antes de terminar juntando nuevamente sus labios con los de ella, esta vez no de la manera superficial que antes lo había hecho. Los labios del licántropo buscaban dejar su marca en los de ella y quería al menos que por unos segundos el mundo se desvaneciera gracias a aquel beso que lentamente se convertía en algo más salvaje y lleno de necesidad. Sus brazos rodearon aquella figura que a ratos creía que se rompería ante el mínimo roce que tuviera con ella, pero eso no le importaba no en aquellos momentos.
Aquel beso le ayudo a olvidar todo, hasta que de los labios femeninos escapo un jadeo que le llevo de nuevo a la realidad y se maldijo por ceder nuevamente ante sus impulsos, los cuales en otros momentos eran de gran ayuda pero al lado de ella, estaba comenzando a odiarles.
– Bueno… creo que nos han creído lo del compromiso – dijo firme antes de soltarle y dar un paso alejandose de ella – Lamento si me excedí pero era algo que debíamos hacer para que fuese creíble todo esto – no sabía como es que ella tomaría todo lo que decía pero esperaba que creyera la gran mentira que él estaba ofreciéndole, todo por su bien.
– Deberíamos entrar nuevamente – señalo la entrada de la casa – lo mejor será que comencemos a ver que será lo que te llevaras de la casa y que dejaras. En cuanto más rápido dejemos este lugar creo que todo será mejor… a menos que… ¿Quieres descansar un día más? – le miro, aguardando a que dejara de mirarle y se limitara a responder, entrar a la casa y empacar. Temía seriamente que si aquellos ojos seguían clavandose en los suyos llegara el momento en que no pudiera realmente contener sus impulsos. Antes de que Corinne fuera capaz de responder cualquier cosa entro a la casa, escapando de aquellos ojos al menos unos segundos – Dime… ya que como nos iremos de aquí, deseo que sea cuando estés lista– puntualizo cuando ella entraba nuevamente en la casa.
¿Será que no hay palabra lo suficientemente tierna para describirte?
James Joyce
Todo había pasado demasiado rápido. El asesinato de aquel licántropo, el encuentro con ella y su aroma, la casa, dormir a su lado y ahora aquellos sujetos que amenazaban con hacerle sufrir un terrible destino, y además le tocaban de una manera que para nadie resultaba agradable, mucho menos para él.
El inquisidor había agradecido como nunca que aquel perro saliera a defender a su dueña pues de esa manera se había encontrado con la oportunidad de sacar a Corinne de aquella desafortunada situación en la que se veía envuelta debido a los malos tratos que su padre había llevado a cabo en vida.
Por momentos se decía a si mismo que el aroma de ella era lo que le hacía actuar de esa manera, en otros podría jurar que era únicamente la culpabilidad de creerse el que le llevo esa maldición y durante determinados momentos algo le decía que la verdad de todo es que existía algo en ella más allá de todas las mujeres que había conocido en su vida, aunque esa idea la descartaba en cuanto de daba cuenta de que estaba pensando en ella, después de todo esa clase de cursilerías no iban con él, mucho menos después de que intento hacer las cosas como eran debidas con Danna y termino por salirle el tiro por la culata.
Más las cosas no debían de ser de la misma manera siempre y ahora quisiera o no, se arrepintiera después o corriera peligro aquella mujer, ya había hecho demasiadas promesas como para salir escapando con alguna tontería.
La había librado de aquellos hombres sin mayores heridas, solo las amenazas y ligeros cortes, además de que aquellos no se atreverían ya a intentar llevarse alguno de los animales de aquello casa o ninguno siquiera se atrevería a volver a mirar a la loba, al menos eso esperaba, para su fortuna el perro también estaba a salvo aunque pudo notar la manera en la que el animal permanecía algo retirado de ella, justo lo que Astor había sospechado desde un principio, pues Corinne ya no era la misma aunque aparentemente lo fuese, las cosas habían cambiado y el perro lo notaba con suma facilidad.
– Te dije que se pondría raro contigo, pero espero que sea solo en lo que se acostumbra a lo que eres porque, ¿Quieres llevarlo a casa verdad? – No era previamente que le fascinaran los animales, pero todo lo que ella se llevara, los caballos y el perro tendrían lugar suficiente en su hogar.
Cuando comenzó a preguntarle si estaba herido no pudo más que sonreír y en el instante en que las manos femeninas daban aquel lento recorrido por su cuerpo, solo le miro. Su mente decía que era una forma de mostrar el agradecimiento de que le hubiese rescatado y ayudado a que les dejaran en libertad.
– Estoy bien – dijo, volviendo su mirada a ella y a ese ligero sonrojo en las mejillas de la mujer – nada me ha pasado así que puedes estar tranquila – llevó la mano que no tenía sangre a la mejilla de ella – Quizás tengas fiebre…– sabía claro que aquello no era fiebre, pero le parecía imposible no darle a conocer que había notado aquel sonrojo en sus mejillas, el cual de una manera extraña y curiosa… le tranquilizaba.
– Te dije que estaba bien – suspiro antes de que ella tocara la mano que había dio herida y antes de que él pudiera ser capaz de decirle cualquier cosa, salió disparada fuera de su vista – Pero si he dicho que estoy bien… – susurro para si mismo – deja de preocuparte por tonterías o terminaremos mal…– observo entonces su mano y como el corte que antes había en ella, estaba desapareciendo.
En esa clase de actos desinteresados era donde radicaba su gran confusión, cuando las manos de ella le tocaban como si fuera él lo único en el mundo y la manera en la que sus ojos se centraban en los suyos sin temor alguno, justo como antes Danna le había mirado, pero de eso ya solo quedaban recuerdos. Se quedo ahí, mirando embobado su mano hasta que el perro se movió y dirigió su mirada al animal que se echaba mirándole – Lo sé… es descuidada pero puedo entender porque aún le cuidas… yo también lo haré…– Era quizás algo loco hablar con aquel perro, pero sabía que en cierta parte de su naturaleza era capaz de entender que era lo que aquel animal deseaba y el por qué de haberse arriesgado protegiendo a su dueña.
No fue hasta que el sonido de pasos llego a él que se giro a verla correr hacía él.
– No es necesario Corinne yo… – resoplo cuando ella tomo su mano, sabía que aquello era inútil pero tal vez era necesario que ella se percatara de eso por su cuenta. Sonrió ante la cara de confusión de ella. – Te dije que estaría bien, además tengo más años que tu siendo esto, es normal que sane más rápido y… – le miro entonces – ¿Querías sanarme? – no pudo evitar soltar una risotada, quizás porque no creía que existiera quien pudiera lograr semejante hazaña o tal vez porque parte de él temía darse cuenta de que si se acercaba demasiado a ella, esas heridas que le mantenían de la manera en la que era acabarían desapareciendo – No me debes nada, así que olvidado niña; ya harás algo por mi en algún momento – llevó su mano entonces a la cabeza de ella, en un gesto que intentaba dejar en claro para si mismo que ella era una niña. Después de eso recordó a los hombres y se volvió a mirarles, se habían levantado con dificultad y se alejaban ya de la casa con algunos gemidos de dolor, cosa que le gusto a Astor; los quería bien lejos de aquella casa y de Corinne.
No había caído en cuenta de la manera en la que ella le miraba, o para ser realista, no había deseado darse cuenta de eso y solo cuando volvió a mirarla fue que se dio cuenta de que sus manos aun estaban juntas. La mano de Astor tomaba con seguridad la de ella y se dejo llevar por el aroma, por aquellos ojos y la calidez que aquel cuerpo le daba.
– Corinne… – susurro antes de terminar juntando nuevamente sus labios con los de ella, esta vez no de la manera superficial que antes lo había hecho. Los labios del licántropo buscaban dejar su marca en los de ella y quería al menos que por unos segundos el mundo se desvaneciera gracias a aquel beso que lentamente se convertía en algo más salvaje y lleno de necesidad. Sus brazos rodearon aquella figura que a ratos creía que se rompería ante el mínimo roce que tuviera con ella, pero eso no le importaba no en aquellos momentos.
Aquel beso le ayudo a olvidar todo, hasta que de los labios femeninos escapo un jadeo que le llevo de nuevo a la realidad y se maldijo por ceder nuevamente ante sus impulsos, los cuales en otros momentos eran de gran ayuda pero al lado de ella, estaba comenzando a odiarles.
– Bueno… creo que nos han creído lo del compromiso – dijo firme antes de soltarle y dar un paso alejandose de ella – Lamento si me excedí pero era algo que debíamos hacer para que fuese creíble todo esto – no sabía como es que ella tomaría todo lo que decía pero esperaba que creyera la gran mentira que él estaba ofreciéndole, todo por su bien.
– Deberíamos entrar nuevamente – señalo la entrada de la casa – lo mejor será que comencemos a ver que será lo que te llevaras de la casa y que dejaras. En cuanto más rápido dejemos este lugar creo que todo será mejor… a menos que… ¿Quieres descansar un día más? – le miro, aguardando a que dejara de mirarle y se limitara a responder, entrar a la casa y empacar. Temía seriamente que si aquellos ojos seguían clavandose en los suyos llegara el momento en que no pudiera realmente contener sus impulsos. Antes de que Corinne fuera capaz de responder cualquier cosa entro a la casa, escapando de aquellos ojos al menos unos segundos – Dime… ya que como nos iremos de aquí, deseo que sea cuando estés lista– puntualizo cuando ella entraba nuevamente en la casa.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: The cursed [Privado]
Hay besos que en los labios dejan huellas como un campo
de sol entre dos hielos.
Gabriela Mistral
En ningún momento le hizo caso alguno a sus palabras. ¿Cómo podía estar bien, con un corte profundo en su mano? Negó con la cabeza apresurándose a ir en busca del agua, solo para al volver descubrir que aquel corte ya solo era un recuerdo en forma de enrojecimiento cruzando su piel. Él sonrío y río divertido al ver sus expresiones confundidas, explicándole que él sanaba más pronto que ella a causa de su edad y porque llevaba más tiempo que ella siendo un licántropo, con lo que tenía ventaja sobre ella. Asintió a sus palabras, frunciendo el ceño cuando la mano ajena acarició su cabeza, revolviendo ligeramente su cabello como si solo fuera una niña. Suspiró y dejó pasar aquel momento fugaz, sin dejar en ningún momento de separar sus manos de las de él, siendo una de sus manos tomadas con seguridad por una de las de él. de sol entre dos hielos.
Gabriela Mistral
Le gustaba sentirlo cercano a ella, su tacto y su piel tan cálida contra la propia. Cuando Astor volvió su mirada a ella tras observar como los hombres huían lejos de ellos finalmente, se sonrojó mirándole fijamente, sin esperarse bajo ninguna circunstancia de que el joven bajaría su rostro al de ella y volvería a tomar sus labios entre los suyos, en su segundo beso del día y de su vida. Cerró los ojos y se dejó llevar por la fuerza con que esta vez sus labios se movían contra los suyos. Abrió la boca dejándole paso, aceptando y profundizando el beso en lo que se encontraba rodeada y abrazada a él con firmeza, sintiendo más que nunca la calidez de él en sí misma. Como el primer beso que se habían dado, apenas un leve roce, se olvidaba de lo que le rodeaba y solo pensaba en él y en aquel sabor que quedaba en sus labios.
Con el pensamiento de que aquel beso no terminara nunca, jadeó contra sus labios plácidamente, encontrándose separada del beso en lo que tomaba aire y apoyaba su frente contra la de él. Le sonrío y mirándole fijamente, esperando que volvieran sus labios a unirse, se quedó de piedra ante las palabras de él.
— Nos han creído lo del compromiso. – Dijo él firme soltándola, alejándose así de ella – Lamento si me excedí pero era algo que debíamos hacer para que fuese creíble todo esto. — Corinne se quedó helada, y le miró dolida por unos segundos. ¿Estaba escuchando correctamente esas palabras? ¿La había besado solo para aparentar ser prometidos? En su interior su corazón latía destrozado. Sus primeros besos echados por el suelo. Escuchó sus siguientes palabras y asintió incapaz de contestar todavía y de apartar la mirada de la de él, hasta que este tomó la delantera y sin esperar a que hablara de nuevo, se alejó de ella, entrando en la casa. Ella confundida, se revolvió el cabello. Había cosas que era mejor no decirlas... ¿Como había podido decirle aquello? Sus ojos se clavaron en los hombres que ya apenas eran pequeñas motas lejanas en el paisaje, y sin dilación, con una tristeza que no entendía ni ella misma, siguió los pasos de Astor y entró en la casa también.
— ¿Puedes guardar a los caballos en los establos y darles de comer? La comida se encuentra resguardada en el mismo establo, no te será difícil encontrarlo. Mientras…puedo empacar las cosas y preparar todo para el viaje. — Dijo al entrar sin apenas dirigirle la mirada. Lo de antes le había dolido y hasta que se acostumbrase a aquel sentimiento y a que entre ellos todo iba a ser de mentira, solo una careta que se pondrían de cara a los demás, necesitaba su espacio a solas. Ahora no era el momento de quedarse mirando aquellos oscuros orbes, hipnotizantes que tenía como ojos. — Si no te importa hacerlo…—Añadió pasando por su lado directa hacia las escaleras que le llevarían a las habitaciones y en donde iba a tener que tomar sus pocas pertenencias. — Ya que si el viaje lo empezamos hoy mismo, necesitaran estar alimentados y con fuerza. Y hace mucho no dan largas cabalgadas por el bosque. —No supo por que seguía con sus explicaciones, pues ya sabía que el joven lo haría. Lo conocía poco, pero aquella faceta suya de protegerla y tenerla presente, todo y que luego le hiciera daño con sus comentarios, la conocía bien.
— Estaré arriba…—Susurró subiendo finalmente las escaleras, sin voltearse a mirarle siquiera sintiéndose una completa atontada por su comportamiento. Quizás en el fondo si en algunos momentos aún tuviera en su interior una dulce niña, quien sabe… Perdida en sus pensamientos, solo cuando ella terminó de subir el ultimo escalón, fue que oyó los pasos del joven dirigirse hacia el exterior de la casa en busca de los caballos, que se habían quedado pastando en el jardín, sin separarse uno del otro.
Suspirando tristemente por toda aquella situación que había trastocado por completo su mundo en apenas un día, fue hacia su habitación en busca de sus pertenencias que se iba a llevar a su nuevo hogar, parando un momento a mirar por la ventana a Astor, quien llevaba los caballos al establo. En un acto inconsciente acarició con sus dedos, sus labios que aún seguían hinchados y sensibles tras aquel arrollador beso en el que la había abrazado contra él, mientras sus labios le dejaban una huella en los propios. Aún podía sentir el sabor de Astor en ellos y revivir la sensación que la había barrido por completo, siendo este, como el corto beso anterior, los primeros besos que un hombre le daba en los labios.
— Mi primer beso… y todo es falso. —Susurró con un bajo tono de voz, dando la espalda a la ventana tras que Astor y los caballos desaparecieran de su vista. Tomando ánimos inexistentes en ese momento, se dirigió al viejo armario donde guardaba su poca ropa, y en apenas unos minutos, ya tuvo todo dentro de una bolsa. Ahora solo faltaba ver que haría con los recuerdos de aquel lugar, de su familia. No podía llevárselo todo, se recordó por más que Astor le hubiera dicho que si. Por lo que lo único que metió en la bolsa fue un pequeño cuadro que guardaba de su madre. Cuadro que al verlo no pudo contenerse más y unas lágrimas mojaron sus mejillas. Se sentía perdida, era la verdad. Y ahora más tras que aquel joven le confesara que todo lo que entre ellos había pasado y sucedería, solo seria en pos por que se creyeran la mentira del compromiso de ambos. — Madre… es que nunca nadie me amará? Padre siempre me culpó por tu muerte y ahora…. Nada en mi vida es verdad, hasta mis primeros besos... —Suspiró incapaz de terminar la frase, dejó el cuadro dentro la bolsa y apresuró sus pasos hacia las reliquias familiares, como objetos de valor y los cuadros, los que tomó y también guardó en una bolsa, solo que esta bolsa no se iría con ella en su nueva vida, si no que se quedaría escondida en uno de los escondites del sótano de la casa, para que ningún ladrón pudiera robarlos.
Una vez estuvo todo preparado, llevó como pudo las dos bolsas, donde aún Astor no había regresado de dejar a los caballos. Soltó la bolsa de ropa y sus pocas pertenencias y sin dejar la otra, fue a la cocina donde se encontraba el pequeño sótano tras bajar tres escaleras. Rápidamente se dirigió en donde permanecía escondido un pequeño compartimiento. Lo abrió y dejó allí la bolsa esperando que nadie nunca lo encontrase, ya que todo lo que quedaba de los Strasse, permanecía allí.
Cerrándolo de nuevo y asegurándose que se encontraba oculto y era muy difícil de avistarlo, secándose las lagrimas como pudo de su rostro, volvió hacia el comedor, donde finalmente a lo lejos la figura de Astor se acercaba cada vez más de nuevo a ella. Suspiró y apartando la mirada de él, incapaz de mirarle todavía, se fijó en el cielo que sin darse cuenta había adquirido un color oscuro. ¿Se acerca tormenta? Se preguntó temiendo que aquel cambio en el tiempo perjudicara su viaje.
— Parece ser que se acerca tormenta… —Dijo cuando oyó cerca de ella las pisadas de él. — Crees que tengamos que quedarnos y esperar a que pase de largo? — Le preguntó deseando que dijera que se quedaban un poco. Los caballos en tormenta iban más lentos y con el hombro aún herido que lo tenía, cabalgar lloviendo no creía que fuera lo mejor. Pero la última palabra la tenía él. — Podemos terminar con la existencia de comida, encender el fuego y quedarnos hasta que la tormenta desaparezca y podamos viajar más tranquilos. ¿Qué dices? Tenemos el fuego ya encendido, podemos hacer la carne en él, sin demorarnos apenas nada para hacerla. — Sugirió ahora si mirándole, apartando la vista enseguida que se acordó del enrojecimiento de sus ojos por haber llorado. No quería causarle más preocupación como tampoco más razones para que la llamara niña.
— ¡Shack, ven! ¡Va a llover!— Llamó al perro que se había quedado mirando a ambos con desconfianza. Sonrío tristemente y entró en la casa tras de Astor, dejando que su perro tuviera el paso libre para entrar, puesto que a él no le gustaba mojarse, y del cielo las primeras gotas de agua empezaban a caer. Sin darse cuenta preocupada por que el perro entrara en la casa, se topó nuevamente contra el pecho de Astor al no tener presente que se había quedado quieto. — Perdón… —Se disculpó retrocediendo un paso mirándole sin querer a los ojos. Preguntándose que vería él en su rostro, si la encontraría tan perdida, confundida y dolida como estaba, decidió apartar su atención de ella. — Solo deberemos de llevarnos eso. —Dijo señalando la bolsa. — Eso es todo lo que tengo… — Comentó sonriendo dulcemente, sin llegarle la sonrisa a los ojos.
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: The cursed [Privado]
Sin sonrisa de mujer no hay gloria completa de hombre.
José Martí
Estaba actuando como un iluso, como un completo idiota que simplemente no podía dejar de pensar en aquellos labios que momentos antes había probado y que de hecho había vuelto a besar por la tremenda necesidad que le sentía al tenerla tan cerca. Las cosas no podían ser de esa manera, algo debía haberle pasado durante la lucha con aquel licántropo pues ni siquiera con Danna había actuado de esa manera y el hecho de que compartieran su aroma ya no era algo que le convenciera para sus muestras de desesperación a tenerla y sentirla cerca.
Corinne le había llevado a la realidad con su jadeo, a esa realidad en la que no era ni posible ni conveniente que se encariñara con alguien, ¿No le había dicho esos Danna?, ¿No le alejo de él por eso? y ahora, parecía estar corriendo en la dirección que se prometio a si mismo esquivar, no debía pensar en ella, no debía pensar en nada; y nunca como en esos momentos le era tan complicado eliminar el sabor de los labios ajenos de los suyos, no existía forma de lograrlo pero aún así, fingió hacerlo, fingió que todo aquello había sido meramente porque necesitaban desviar la atención y convencer a otros de que eran prometidos.
No quería mirarle, no quería que le mirase. Ya bastante esfuerzo debía hacer para mantener su seriedad y alejar la confusión al menos un poco como para que ella le mirase como si hubiera matado a alguien. Bueno, bien podía haber matado al otro licántropo y a muchas personas antes que a él, pero ella no lo había visto y no tenía nada que ver con eso pero aún así lucía como si algo hubiera muerto. Alejo su presencia de ella, esperando que eso le calmara a él mismo al menos un poco; cosa que claro, no funciono.
Esperaba que ella entrara, se limitara a recoger todo lo necesario sin mirarle y entonces se fueran de aquel lugar con todo lo que ella cargara; en unos días ya se hacía en casa, en París y con Corinne a su lado… con su prometida. Resoplo para si mismo y paso su mano izquierda por sus cabellos cuando la figura de la loba cruzo el umbral de la casa. Astor miro en su dirección, escuchándola hablar y agradeció que no le mirara al menos de momento.
– Seguro, iré enseguida a hacerlo. Si necesitas ayuda para empacar algo solo grita igual no creo que me lleve mucho tiempo con los caballos así que regresare aquí pronto – rió – claro que no me importa hacerlo, además de que tienes razón, más vale que estén alimentados para el viaje que estamos a punto de emprender – Si bien en un inicio había agradecido que Corinne no le mirara, ahora no le parecía tan agradable parecer como si estuviese hablando contra la pared y recibir lo que parecían solo indicaciones y respuestas secas. El primer pensamiento de Astor es que aquello era perfectamente normal considerando que estaba por abandonar todo lo que conocía por lanzarse a una nueva vida con un desconocido.
El inquisidor permaneció inmóvil viéndola subir, convenciendo a su mismos pensamientos que era por el viaje que ella se había puesto de esa manera y que no valía la pena pensar en eso, no tenía que preocuparse por tonterías puesto que existían en París muchas más cosas en las cuales debía pensar. Cuando la figura femenina desapareció en las escaleras un suspiro escapo de sus labios y sus piernas se pusieran en marcha para guiarle a las afueras. Por fortuna los caballos seguían en el mismo lugar que antes y tomando las riendas de los tres comenzó a guiarles al establo.
– Es normal, esta dejando su casa y esas cosas no son sencillas de asimilar… su padre murió, ahora es licántropo y su vida se vio en peligro… además – se detuvo y se río, una risa amarga – resulta que ahora esta prometida contigo… ¿Qué esperabas? – para muchas mujeres él quizás resultaba un excelente partido pero solo pocos sabían la realidad y en esa realidad estaba el hecho de que nunca en la vida él pudiese haber sido lo adecuado para ninguna mujer. Su mente imagino que debía ser eso, la loba ya debía haberse dado cuenta sobre la clase de persona que era él y que no merecía la pena. Un gruñido de frustración salió de sus labios, los caballos relincharon quejándose de su molestia así que solo continuo hasta llegar al establo les dejo a cada uno en el lugar que supuso estaba destinado para cada uno, busco la comida y después de haberles dado a los tres fue al pozo del que antes Corinne había sacado agua para llevarles.
Termino relativamente pronto de hacer todo aquello que la loba le había pedido realizar, pero aún así se sentía aún no preparado para volver a su lado. Su cabeza de verdad estaba repleta de confusiones que en otro momento no hubieran sido más que pensamientos inútiles que desecharía a la primera de cambios pero justo ahora de verdad no podía dejar de pensar en lo bueno y lo malo de que no le mirara. Probablemente necesitaba llevarle hasta su casa, acomodarla como era debido y desaparecer unas semanas en los bosques usando de pretexto una cacería o alguna tontería por el estilo en lo que las cosas se arreglaban nuevamente y era capaz de verla sin desear estar cerca de ella. Astor permaneció en la entrada del establo, escuchando a los caballos y observando lentamente las nubes oscuras que avanzaban en su dirección; no pudo evitar reír al verlas, las nubes en ese color oscuro le recordaban como era como se sentía en esos precisos instantes, no siendo el mismo pero a la vez siendo lo más él que había sido en mucho tiempo. Su propia madre se lo había dicho después de que el padre de Astor muriera, ella le había mirado con aquellos ojos llenos de tristeza pero un profundo amor; había dicho a Astor que en su familia no había muerto uno de sus hombres sino ambos hombres que la vida le había dado y que eso le pesaba en el alma, que deseaba verlo como antaño pero de ese Astor ya demasiadas cosas habían pasado y por más que intento, aquel hombre que su madre deseaba ver no era más que un recuerdo lejano.
Suspiro entonces antes de alejarse del establo en dirección a la casa.
Se hallaba cerca de la puerta del comedor cuando pudo escuchar nuevamente la voz de Corinne.
– Lo mejor será quedarnos, eso es definitivo. De esa forma los caballos tendrán el suficiente tiempo como para descansar y andar más rápido una vez que la tormenta cese y la mañana llegue – pensó en que tenía una muy buena idea con respecto a lo de la comida – Si, hagamos algo para comer y… – las palabras se esfumaron de sus labios cuando aquel par de ojos se posaron sobre los suyos y se dio cuenta de que estaban enrojecidos, si ella hubiese sonreído quizás habría pensado que era solamente tristeza por lo vivido pero al no hacerlo le llevo a saber que era otra cosa lo que molestaba a la loba aquella que veloz se acerco a la puerta para llamar al perro. Astor permaneció silente, esperando que ella se girara o diera alguna otra señal para que pudiera comenzar a cuestionarle, solamente camino para estar más cerca de ella hasta que nuevamente ambos cuerpos chocaron y al volver a mirar al inquisidor los ojos de la loba lucían enrojecidos e incapaces de permanecer mucho tiempo centrados en los suyos y para colmo, para empeorar todo señalaba la bolsa de las cosas y sonreía de mentiras.
Gruño nuevamente esta vez más fuerte que las ocasiones anteriores y le dio la espalda unos instantes en los que incluso Shack se alejo más de ellos, intuyendo que las cosas no estaban bien en la mente de aquel hombre y que su cordura no debía ser la mejor en esos instantes. De un momento a otro se giro a Corinne con una expresión realmente sería en el rostro y volvió a acercarse a ella, tanto que la figura femenina dio unos pasos hacía atrás, terminando por estar pegada a la pared, teniendo a Astor muy cerca de ella.
– ¿Qué es lo que te pasa? Tienes los ojos rojos, no me has mirado y ahora ni si quiera eres capaz realmente de sonreír. ¿Qué es lo que te esta molestando? – sus ojos continuaban clavados en los ajenos y las ocasiones que ella intento alejar la mirada, Astor volvió a guiarle con un leve movimiento de su mano sobre aquel delicado mentón a que se enfocara en él y solo en él – Si no quieres irte tan pronto dilo y permaneceremos unos días más aquí o si quieres que diga que eres mi prima en lugar de mi prometida lo diremos pero… – paso ambas manos por sus cabellos, y sumido en la desesperación de ser un completo inútil para expresarse de la manera en la que realmente quería termino por alejarse y salir al exterior, donde la lluvia estaba lentamente arreciando.
Aquello era una completa estupidez pero no podía evitarlo; era tan patético él mismo en aquella situación. Momentos antes había esperado que ella no le mirara y ahora, era prácticamente como si implorara porque le mirara y le sonriera.
Se giro entonces para observar la entrada a la casa, las gotas le mojaban y algunas corrían por su rostro pero solo podía pensar en la mujer que me miraba desde el portal de la puerta.
– Sería más sencillo si tan solo me dijeras que demonios es lo que quieres y dejas de poner esa cara… – estaba dispuesto a ceder a lo que ella pidiera con tal de que sonriera verdaderamente y fuese capaz de mirarle – o dime, es que ahora que captas las implicaciones reales que vienen con la licantropía ¿me odias? – un si de aquellos labios y entonces lo mejor sería que cada uno siguiera por su camino.
José Martí
Estaba actuando como un iluso, como un completo idiota que simplemente no podía dejar de pensar en aquellos labios que momentos antes había probado y que de hecho había vuelto a besar por la tremenda necesidad que le sentía al tenerla tan cerca. Las cosas no podían ser de esa manera, algo debía haberle pasado durante la lucha con aquel licántropo pues ni siquiera con Danna había actuado de esa manera y el hecho de que compartieran su aroma ya no era algo que le convenciera para sus muestras de desesperación a tenerla y sentirla cerca.
Corinne le había llevado a la realidad con su jadeo, a esa realidad en la que no era ni posible ni conveniente que se encariñara con alguien, ¿No le había dicho esos Danna?, ¿No le alejo de él por eso? y ahora, parecía estar corriendo en la dirección que se prometio a si mismo esquivar, no debía pensar en ella, no debía pensar en nada; y nunca como en esos momentos le era tan complicado eliminar el sabor de los labios ajenos de los suyos, no existía forma de lograrlo pero aún así, fingió hacerlo, fingió que todo aquello había sido meramente porque necesitaban desviar la atención y convencer a otros de que eran prometidos.
No quería mirarle, no quería que le mirase. Ya bastante esfuerzo debía hacer para mantener su seriedad y alejar la confusión al menos un poco como para que ella le mirase como si hubiera matado a alguien. Bueno, bien podía haber matado al otro licántropo y a muchas personas antes que a él, pero ella no lo había visto y no tenía nada que ver con eso pero aún así lucía como si algo hubiera muerto. Alejo su presencia de ella, esperando que eso le calmara a él mismo al menos un poco; cosa que claro, no funciono.
Esperaba que ella entrara, se limitara a recoger todo lo necesario sin mirarle y entonces se fueran de aquel lugar con todo lo que ella cargara; en unos días ya se hacía en casa, en París y con Corinne a su lado… con su prometida. Resoplo para si mismo y paso su mano izquierda por sus cabellos cuando la figura de la loba cruzo el umbral de la casa. Astor miro en su dirección, escuchándola hablar y agradeció que no le mirara al menos de momento.
– Seguro, iré enseguida a hacerlo. Si necesitas ayuda para empacar algo solo grita igual no creo que me lleve mucho tiempo con los caballos así que regresare aquí pronto – rió – claro que no me importa hacerlo, además de que tienes razón, más vale que estén alimentados para el viaje que estamos a punto de emprender – Si bien en un inicio había agradecido que Corinne no le mirara, ahora no le parecía tan agradable parecer como si estuviese hablando contra la pared y recibir lo que parecían solo indicaciones y respuestas secas. El primer pensamiento de Astor es que aquello era perfectamente normal considerando que estaba por abandonar todo lo que conocía por lanzarse a una nueva vida con un desconocido.
El inquisidor permaneció inmóvil viéndola subir, convenciendo a su mismos pensamientos que era por el viaje que ella se había puesto de esa manera y que no valía la pena pensar en eso, no tenía que preocuparse por tonterías puesto que existían en París muchas más cosas en las cuales debía pensar. Cuando la figura femenina desapareció en las escaleras un suspiro escapo de sus labios y sus piernas se pusieran en marcha para guiarle a las afueras. Por fortuna los caballos seguían en el mismo lugar que antes y tomando las riendas de los tres comenzó a guiarles al establo.
– Es normal, esta dejando su casa y esas cosas no son sencillas de asimilar… su padre murió, ahora es licántropo y su vida se vio en peligro… además – se detuvo y se río, una risa amarga – resulta que ahora esta prometida contigo… ¿Qué esperabas? – para muchas mujeres él quizás resultaba un excelente partido pero solo pocos sabían la realidad y en esa realidad estaba el hecho de que nunca en la vida él pudiese haber sido lo adecuado para ninguna mujer. Su mente imagino que debía ser eso, la loba ya debía haberse dado cuenta sobre la clase de persona que era él y que no merecía la pena. Un gruñido de frustración salió de sus labios, los caballos relincharon quejándose de su molestia así que solo continuo hasta llegar al establo les dejo a cada uno en el lugar que supuso estaba destinado para cada uno, busco la comida y después de haberles dado a los tres fue al pozo del que antes Corinne había sacado agua para llevarles.
Termino relativamente pronto de hacer todo aquello que la loba le había pedido realizar, pero aún así se sentía aún no preparado para volver a su lado. Su cabeza de verdad estaba repleta de confusiones que en otro momento no hubieran sido más que pensamientos inútiles que desecharía a la primera de cambios pero justo ahora de verdad no podía dejar de pensar en lo bueno y lo malo de que no le mirara. Probablemente necesitaba llevarle hasta su casa, acomodarla como era debido y desaparecer unas semanas en los bosques usando de pretexto una cacería o alguna tontería por el estilo en lo que las cosas se arreglaban nuevamente y era capaz de verla sin desear estar cerca de ella. Astor permaneció en la entrada del establo, escuchando a los caballos y observando lentamente las nubes oscuras que avanzaban en su dirección; no pudo evitar reír al verlas, las nubes en ese color oscuro le recordaban como era como se sentía en esos precisos instantes, no siendo el mismo pero a la vez siendo lo más él que había sido en mucho tiempo. Su propia madre se lo había dicho después de que el padre de Astor muriera, ella le había mirado con aquellos ojos llenos de tristeza pero un profundo amor; había dicho a Astor que en su familia no había muerto uno de sus hombres sino ambos hombres que la vida le había dado y que eso le pesaba en el alma, que deseaba verlo como antaño pero de ese Astor ya demasiadas cosas habían pasado y por más que intento, aquel hombre que su madre deseaba ver no era más que un recuerdo lejano.
Suspiro entonces antes de alejarse del establo en dirección a la casa.
Se hallaba cerca de la puerta del comedor cuando pudo escuchar nuevamente la voz de Corinne.
– Lo mejor será quedarnos, eso es definitivo. De esa forma los caballos tendrán el suficiente tiempo como para descansar y andar más rápido una vez que la tormenta cese y la mañana llegue – pensó en que tenía una muy buena idea con respecto a lo de la comida – Si, hagamos algo para comer y… – las palabras se esfumaron de sus labios cuando aquel par de ojos se posaron sobre los suyos y se dio cuenta de que estaban enrojecidos, si ella hubiese sonreído quizás habría pensado que era solamente tristeza por lo vivido pero al no hacerlo le llevo a saber que era otra cosa lo que molestaba a la loba aquella que veloz se acerco a la puerta para llamar al perro. Astor permaneció silente, esperando que ella se girara o diera alguna otra señal para que pudiera comenzar a cuestionarle, solamente camino para estar más cerca de ella hasta que nuevamente ambos cuerpos chocaron y al volver a mirar al inquisidor los ojos de la loba lucían enrojecidos e incapaces de permanecer mucho tiempo centrados en los suyos y para colmo, para empeorar todo señalaba la bolsa de las cosas y sonreía de mentiras.
Gruño nuevamente esta vez más fuerte que las ocasiones anteriores y le dio la espalda unos instantes en los que incluso Shack se alejo más de ellos, intuyendo que las cosas no estaban bien en la mente de aquel hombre y que su cordura no debía ser la mejor en esos instantes. De un momento a otro se giro a Corinne con una expresión realmente sería en el rostro y volvió a acercarse a ella, tanto que la figura femenina dio unos pasos hacía atrás, terminando por estar pegada a la pared, teniendo a Astor muy cerca de ella.
– ¿Qué es lo que te pasa? Tienes los ojos rojos, no me has mirado y ahora ni si quiera eres capaz realmente de sonreír. ¿Qué es lo que te esta molestando? – sus ojos continuaban clavados en los ajenos y las ocasiones que ella intento alejar la mirada, Astor volvió a guiarle con un leve movimiento de su mano sobre aquel delicado mentón a que se enfocara en él y solo en él – Si no quieres irte tan pronto dilo y permaneceremos unos días más aquí o si quieres que diga que eres mi prima en lugar de mi prometida lo diremos pero… – paso ambas manos por sus cabellos, y sumido en la desesperación de ser un completo inútil para expresarse de la manera en la que realmente quería termino por alejarse y salir al exterior, donde la lluvia estaba lentamente arreciando.
Aquello era una completa estupidez pero no podía evitarlo; era tan patético él mismo en aquella situación. Momentos antes había esperado que ella no le mirara y ahora, era prácticamente como si implorara porque le mirara y le sonriera.
Se giro entonces para observar la entrada a la casa, las gotas le mojaban y algunas corrían por su rostro pero solo podía pensar en la mujer que me miraba desde el portal de la puerta.
– Sería más sencillo si tan solo me dijeras que demonios es lo que quieres y dejas de poner esa cara… – estaba dispuesto a ceder a lo que ella pidiera con tal de que sonriera verdaderamente y fuese capaz de mirarle – o dime, es que ahora que captas las implicaciones reales que vienen con la licantropía ¿me odias? – un si de aquellos labios y entonces lo mejor sería que cada uno siguiera por su camino.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: The cursed [Privado]
No me preguntes porqué lloro, porque pueden ser tuyas las lágrimas que ensucian mi rostro.
R.M
R.M
Sintiendo el cuerpo del licántropo contra ella, indefensa solo pudo alzar la mirada hacia él, preguntándose que vería en ellos y en el temblor de sus labios. ¿Iba a llorar? Lo dudaba. Lo habia perdido todo y ya habia llorado suficiente al enterrar los recuerdos de su familia en el sótano de la casa, donde los habia dejado escondidos para que nadie se los llevara en su ausencia. Pero allí mirando las oscuras orbes de él, le era imposible no volver a recordar aquel último beso que la habia hecho jadear y suspirar. Quería repetirlo, volver a sentir aquellas cosquillas por su cuerpo como si se tratara de mil hormigas paseándose por su cuerpo. Pero tan pronto como pensó aquello, las palabras del licántropo, diciéndole que todo habia sido por que debían hacer sus papeles de prometidos ante los demás, debían disimular el amor que se tenían volvieron a su mente e incapaz de seguir mirándole, apartó sus ojos de los ajenos, centrándose en la bolsa de ropa, esperando que él no hiciera caso de la jovencita temblorosa y triste que veía ante él. Porque de tener que contarle lo que le ocurría, tenía miedo de que se riera y burlara de él. No quería parecer una niña delante de sus ojos.
Él seguía en silencio, mirándola. Corinne le sonrío sin éxito, pues sentía que era difícil engañarle y que no se creía sus tristes sonrisas, que solo eran producto de no causarle a él preocupación alguna por ella.
— Que ocurre, Astor? — Preguntó frunciendo el ceño al estremecerse al oír un gruñido, pero a diferencia de los anteriores, este más fuerte de lo que andaba acostumbrada. Se giró hacia él observándole darle la espalda. — No… no me des la espalda, por favor… —Susurró con una suave y triste voz. Lo único que debía hacer era acostumbrarse a que todo era una farsa, que nada de aquello desde un buen principio era real y por encima de todo, no enamorarse más de lo que su tierno corazon ya estaba de aquel guerrero.
Astor se giró hacia ella en aquel momento. El corazon de Corinne se aceleró al ver en aquel rostro, una seria expresión, como nunca antes le habia visto. Por el rabillo del ojo vio hasta como Shack se alejaba de ellos, gruñendo por lo bajo a Astor, quien decidido se acercaba a ella. Corinne de pronto asustada, dio unos pasos atrás, hasta que chocó contra la pared con su espalda y el cuerpo de Astor la acorraló. Le escuchó manteniendo la mirada en la de él todo lo que podía hasta que avergonzada por preocuparle de aquella manera y sin poder aguantar su mirada mucho más tiempo, la apartaba de él, provocando que él con una de sus manos suavemente guiara de nuevo su mirada a la de él.
Sin saber que decirle, sus ojos se volvieron más rojos, conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir de nuevo. — No sé qué me pasa Astor…Solo tengo ganas de llorar. —Susurró triste dejando que sus ojos se fijaran en los de él —No me importa ser tu prometida… y lo quiero ser. —Dijo en una media sonrisa y por primera vez no apartó la mirada. Sin saber que mas decirle, se quedó mirándole como se apartaba de ella y se alejaba, saliendo al exterior. Afuera la lluvia golpeaba ya con fuerza, y lentamente el suelo quedaba mojado por ella. Al verlo irse al exterior, sin pensárselo siguió sus pasos, hasta quedarse en el portal de la puerta. Indecisa de si debía ir a buscarlo y llevarlo de nuevo dentro de la protección de la casa, se recostó en el marco de la puerta con la mirada perdida en la espalda de Astor. — Astor hace frio, por favor entra. Te estás mojando… y si te resfrías? —Negó con la cabeza a ese pensamiento. Habia oído hablar de resfriados que terminaban quitando la vida a las personas si no se cuidaban y trataban como correspondía. —He perdido ya a toda mi familia, no quiero que te pase nada. — Dijo en un débil susurro, sin saber si sus palabras llegarían a sus oídos. — Ahora tu eres mi única familia… —Añadió esperando por que se girara hacia ella y volviera con ella en la casa.
Tras sus palabras se giró para alegría de Corinne, pero permaneció quieto en medio de la lluvia. El agua ya mojaba sus ropas, adhiriéndose su camisa a su pecho y algunas gotas corrían por su rostro. Incapaz por eso de mirarle a otro sitio que no fuera sus ojos, no fue consciente de que de un momento a otro empezaba a llover con más intensidad, hasta que inconscientemente, después de escuchar sus últimas palabras y negar con la cabeza con una lagrima resbalando por su mejilla, salió de la protección de la casa y fue hacia él, sin importarle que su vestido y ella se mojaran.
—Yo jamás podré odiarte… ¿como dices eso? Me dejaste vivir y ahora quieres ser mi protector, la única familia que me queda. ¿Cómo podria odiarte? — Le miró fijamente, mientras sus pasos lo llevaban hacia él, hasta quedar frente a frente. Por unos segundos sonrío al ver como las gotas de agua corrían por el rostro de ambos. — No me asusta la licantropía, si estás conmigo cuando eso suceda. Y como tú mismo has dicho, estarás conmigo cuando ocurra, no me dejaras sola, verdad? — Le preguntó tomando una de sus manos entre las suyas. El destino los habia enlazado y ella no quería romper por nada del mundo aquella conexión. Porque le daba igual que él fuera el lobo que la atacó y mordió, ahora era lo único que le quedaba en su vida y no dejaría que como todos, él tambien desapareciera. Por unos momentos le sonrío, y besó su mano con ternura, volviendo a mirarle luego. — No quiero nada. Es solo que… —Suspiró sin encontrar las palabras. — Prometes no bromear sobre esto? No pensar ¿mal de mí? —Le preguntó mirándole tristemente y muy confundida, esperando por su asentimiento, con lo que poder contarle que le sucedía, sin el miedo a que se mofara de ella. Porque si lo hacía, le rompería el corazon.
Al oírle y ver su asentimiento, se mordió el labio inferior, asintiendo ella tambien con la cabeza. Cada vez el agua los mojaba más, enturbiando su visión. No importaba, hasta agradecía que el agua corriera por su rostro y se llevara las tímidas lágrimas que salían de sus ojos. — Antes me hiciste daño… y no estoy acostumbrada a eso. —Vio la confusión en el rostro ajeno y contuvo un sollozo, pues todo lo que le pasaba sumado a la lluvia, y a la tormenta que se acercaba la hacían entristecerse. Ya no tendría a su padre y madre, con los que refugiarse cuando la tormenta la hiciera temblar de miedo, cuando ella quisiera esconderse se encontraría sola, sin protección de unos brazos que la protegieran. — Fueron mis primeros besos… y cuando dijiste que solo fingíamos ante los demás, me dolió. Es una tontería, lo sé, pero no quería que mis primeros besos fueran así. —Apartó la mirada incapaz ahora si de mirarle fijamente, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. ¿Qué pensaría ahora de ella? ¿Qué era una niña, una muy inocente e infantil? Quizás si lo fuera, admitió ella, porque desde siempre habia soñado con que sus primeros besos la harían tocar el cielo, serian verdaderos, y aquellos por más lejos que la hubieran llevado, habia vuelto a tocar con los pies el suelo al ser negados por los labios ajenos. —Y yo… quisiera repetirlos, besar tus labios. Pero no quiero que reniegues de ellos, que me pisotees luego. Solo quería fingir que era real, que de verdad querías… y que te gustó besarme. Aunque lo haga mal. —Admitió abriendo su corazon a Astor, sin saber que esperar ahora de él. — No quiero que te obligues a hacerlo ahora… no tenemos porque fingir besarnos para convencer a los demás de nuestro compromiso. — Añadió igual de indecisa y triste, relamiéndose los labios inconscientemente, llevándose de nuevo el sabor de aquel último beso a su mente y calmando el hinchazón de sus rosados labios.
Sonriendo todo lo que pudo, miró un momento al cielo y tembló. Las nubes negras estaban encima de ellos, la tormenta estaba al llegar y allí al exterior se sentía desprotegida. El perro desde la puerta de la casa, les ladró como diciéndoles que entraran, que se sentía incomodo con Corinne en medio de la lluvia. — Deberíamos entrar antes de que la tormenta caiga bajo nuestro… —Su voz temblaba y su cuerpo ahora temblaba, al oír de lejos los primeros signos de lo que el cielo acontecía. —Además debemos cambiarnos de ropa. En la bolsa tengo ropa de recambio para los dos. Ven, vamos. —Tiró de su mano esperando que hiciera algo. Correr con ella hacia la casa, tomar y besarla o escapar de ella dejándola solas. ¿Qué harás Astor? Se preguntó mirándole fijamente, apretando su mano contra la suya. — ¿Astor..?
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: The cursed [Privado]
Una mujer puede darlo todo con una sonrisa y recuperarlo después con una lágrima.
Gabrielle Coco Chanel
¿Qué ocurría? Eso era lo que precisamente él debía preguntar a ella pues al parecer le detestaba tanto como para no querer responder y parecer que sufría con su cercanía. Quizás había obrado mal en algún instante pero había hecho todo aquello que le parecía lo más correcto y no podía ser simplemente que ella no fuera a valorar eso; debía esperar demasiado de los demás en algunas ocasiones. No era común en él pero al parecer en el fondo seguía teniendo aquellos sentimientos demasiado nobles que le habían llevado una vez a decidir cambiar y todo había salido mal después de eso así que al parecer era momento de renunciar a todo eso de nuevo a pesar de que le fuera complicado o ella pusiera esas caras de que realmente estaba sufriendo ante las cosas que él hacía, pero las cosas eran así y nada podía cambiar.
Corinne le pedía cosas tan complicadas que en momentos le era imposible contenerse de gritarle. Ella no quería que le diera la espalda cuando quien se la había pasado evadiendo su mirada había sido ella durante todo el rato después de que había ido a alimentar a los caballos y regresado justo como ella lo pedía además de que ahora estaba llorosa.
– Solo ganas de llorar… bueno eso creo que puedo intentar comprenderlo pero sigo sin saber ¿Por qué me evitas? – suspiro pesadamente, aquello de tener que estar conviviendo con alguien era realmente complicado. Eso sin considerar que apenas eran prácticamente desconocidos, que era lo que harían o en que situaciones se vería involucrado cuando llegara a París con ella anunciando a todo mundo que era su prometida, eso a menos que ella dijera que aceptaba ser su prima. Respiro con cierto alivio al saber que no le molestaba ser su prometida y de hecho se sintió más que satisfecho de escucharle decir que quería serlo pero nada de eso quitaba que momentos antes hubiese estado extraña y no dijera nada más que eso.
– Un resfriado… ¿En serio? – Se río de si mismo y de todo aquel acto. Era como un chiquillo caprichosos y todo por ella. Corinne permanecía en el marco de la puerta, observando en su dirección con evidente preocupación en el rostro, pero ella ya sabía que él no era alguien normal y era extraño que no intuyera que no le pasaría nada estando bajo la lluvia – No pasara nada, estaré bien…– Permanecio silente después de que ella dijo que él era su única familia. ¿podía ser realmente una familia para ella? Se negaba a si mismo esa capacidad de poder ser familia de alguien y de cuidar de alguien pero ya se lo había prometido y sabia que por ella sería capaz de hacerlo así que un suspiro salió de sus labios.
Los ojos de ambos se encontraron con dificultad habían salido aquellas ultimas palabras de sus labios pero lo mejor era saber que era lo que ella esperaba y de esa manera entonces podría ahorrarle la decepción que significaba estar cerca de él, todo sería más sencillo de esa manera.
Una sonrisa fugaz cruzo su rostro cuando le vio salir a la lluvia, pero antes de que se acercara más a él avanzó en dirección a ella deteniéndose ambos a la mitad del camino, cuando se habían quedado realmente cerca el uno del otro.
– Eso es precisamente lo que yo quisiera saber pero no haces nada más que evitar mirarme y ¿Qué más puedo pensar? – un gruñido de frustración salió de sus labios, aquello que ella decía tenia sentido pero aún creía que existía algo más que le incomodaba y que Corinne no quería decirle por algún motivo que no alcanzaba a comprender – Dije que no te dejaría sola y no lo haré… nunca lo haré aunque tengas miedo entonces estaré ahí e intentare protegerte de todo aquello que parezca que va a dañarte como los sujetos de hace rato – Una sonrisa más duradera quedo en sus labios y sujeto aquella mano que tomaba la suya – ¿Solo qué? – observo como los suaves labios que antes había besado ahora eran los que besaban su mano – Yo prometo no bromear y no pensar mal de ti, así que dime – le sonrió, esperando que eso le animara a hablar finalmente.
Le miro sin comprender a que se refería, le había defendido, había intentado hacer todo para que ella estuviera bien y sin embargo le había hecho daño con algo que él mismo había hecho.
– Pero si no hice nada… ¿ o si? – realmente necesitaba que le dijera que era lo que había hecho mal para intentar evitar hacerlo de nuevo, no quería que aquel par de ojos se alejaran de él, no quería si quiera que aquellos ojos miraran a alguien más que no fuera el mismo porque era ciertamente posesivo aunque se negara a decirle eso en aquellos instantes.
De nuevo sonrío. Ahora creía que las cosas tenían realmente sentido. No cabía la menor duda de que Corinne era una niña, pero una que le llenaba de confusión, después molestia y alegría, le hacía ocilar entre emociones como ninguna otro, ni siquiera como Danna. Se quedo en silencio, llevando cada palabra hasta su mente sin que la sonrisa desapareciera en ningún momento de sus labios, por el contrario aumento en los momentos en los que ella decía que quería repetirlos, que no quería que le hiciera sentir mal. No lo diría claro, pero la razón por la que había decido decir que eran besos falsos era en parte por el temor de que ella no quisiera.
Simplemente asintió a sus palabras de que deberían de entrar y cambiarse de ropa. Ignoro el perro que les ladraba desde la puerta e incluso ignoro algunos relámpagos que amenazaban en los cielos. Su mano apretó más la de Corinne y no dejo que avanzara con rumbo a la casa o le soltara por el contrario cuando ella menciono su nombre termino por tirar de ella.
Acercó a Corinne hasta él y le rodeo la cintura, viendo cierto grado de confusión en aquellos ojos y no pudo más que sonreír antes de que sus labios le besaran nuevamente. No pudo asegurar durante cuanto tiempo permaneció besando aquellos labios pero cuando se separo de ella alejo un grupo de cabellos húmedos que le cruzaban la frente.
– Debiste de decirme lo que te incomodaba desde un principio, sino quieres que finjamos no lo haremos y si quieres que te bese solo dilo porque ya te lo dije ¿no? Yo no beso a nadie si no quiero… todos mis besos son reales, siempre.
Un nuevo ladrido llego hasta ellos desde la puerta y las gotas de lluvia caían de manera más espesa con cada segundo que pasaba. Sin preguntar nada le cargo entre sus brazos, como la noche anterior le había llevado hasta aquel sitio y avanzo con dirección a la casa.
Shack se aparto de la puerta y dio paso a ellos. Astor dejo a Corinne en la entrada y le sonrío.
– Bueno vamos cambiarnos la ropa ahora si… – terminaron de entrar en la casa y cerraron la puerta tras ellos solo para que entonces Astor se quitara la camisa completamente mojada que usaba y miro en dirección a Corinne – Deberíamos aprovechar… ya que debemos cambiarnos deja que te cambie los vendajes del cuerpo aunque creo que para mañana estarás bien.
Gabrielle Coco Chanel
¿Qué ocurría? Eso era lo que precisamente él debía preguntar a ella pues al parecer le detestaba tanto como para no querer responder y parecer que sufría con su cercanía. Quizás había obrado mal en algún instante pero había hecho todo aquello que le parecía lo más correcto y no podía ser simplemente que ella no fuera a valorar eso; debía esperar demasiado de los demás en algunas ocasiones. No era común en él pero al parecer en el fondo seguía teniendo aquellos sentimientos demasiado nobles que le habían llevado una vez a decidir cambiar y todo había salido mal después de eso así que al parecer era momento de renunciar a todo eso de nuevo a pesar de que le fuera complicado o ella pusiera esas caras de que realmente estaba sufriendo ante las cosas que él hacía, pero las cosas eran así y nada podía cambiar.
Corinne le pedía cosas tan complicadas que en momentos le era imposible contenerse de gritarle. Ella no quería que le diera la espalda cuando quien se la había pasado evadiendo su mirada había sido ella durante todo el rato después de que había ido a alimentar a los caballos y regresado justo como ella lo pedía además de que ahora estaba llorosa.
– Solo ganas de llorar… bueno eso creo que puedo intentar comprenderlo pero sigo sin saber ¿Por qué me evitas? – suspiro pesadamente, aquello de tener que estar conviviendo con alguien era realmente complicado. Eso sin considerar que apenas eran prácticamente desconocidos, que era lo que harían o en que situaciones se vería involucrado cuando llegara a París con ella anunciando a todo mundo que era su prometida, eso a menos que ella dijera que aceptaba ser su prima. Respiro con cierto alivio al saber que no le molestaba ser su prometida y de hecho se sintió más que satisfecho de escucharle decir que quería serlo pero nada de eso quitaba que momentos antes hubiese estado extraña y no dijera nada más que eso.
– Un resfriado… ¿En serio? – Se río de si mismo y de todo aquel acto. Era como un chiquillo caprichosos y todo por ella. Corinne permanecía en el marco de la puerta, observando en su dirección con evidente preocupación en el rostro, pero ella ya sabía que él no era alguien normal y era extraño que no intuyera que no le pasaría nada estando bajo la lluvia – No pasara nada, estaré bien…– Permanecio silente después de que ella dijo que él era su única familia. ¿podía ser realmente una familia para ella? Se negaba a si mismo esa capacidad de poder ser familia de alguien y de cuidar de alguien pero ya se lo había prometido y sabia que por ella sería capaz de hacerlo así que un suspiro salió de sus labios.
Los ojos de ambos se encontraron con dificultad habían salido aquellas ultimas palabras de sus labios pero lo mejor era saber que era lo que ella esperaba y de esa manera entonces podría ahorrarle la decepción que significaba estar cerca de él, todo sería más sencillo de esa manera.
Una sonrisa fugaz cruzo su rostro cuando le vio salir a la lluvia, pero antes de que se acercara más a él avanzó en dirección a ella deteniéndose ambos a la mitad del camino, cuando se habían quedado realmente cerca el uno del otro.
– Eso es precisamente lo que yo quisiera saber pero no haces nada más que evitar mirarme y ¿Qué más puedo pensar? – un gruñido de frustración salió de sus labios, aquello que ella decía tenia sentido pero aún creía que existía algo más que le incomodaba y que Corinne no quería decirle por algún motivo que no alcanzaba a comprender – Dije que no te dejaría sola y no lo haré… nunca lo haré aunque tengas miedo entonces estaré ahí e intentare protegerte de todo aquello que parezca que va a dañarte como los sujetos de hace rato – Una sonrisa más duradera quedo en sus labios y sujeto aquella mano que tomaba la suya – ¿Solo qué? – observo como los suaves labios que antes había besado ahora eran los que besaban su mano – Yo prometo no bromear y no pensar mal de ti, así que dime – le sonrió, esperando que eso le animara a hablar finalmente.
Le miro sin comprender a que se refería, le había defendido, había intentado hacer todo para que ella estuviera bien y sin embargo le había hecho daño con algo que él mismo había hecho.
– Pero si no hice nada… ¿ o si? – realmente necesitaba que le dijera que era lo que había hecho mal para intentar evitar hacerlo de nuevo, no quería que aquel par de ojos se alejaran de él, no quería si quiera que aquellos ojos miraran a alguien más que no fuera el mismo porque era ciertamente posesivo aunque se negara a decirle eso en aquellos instantes.
De nuevo sonrío. Ahora creía que las cosas tenían realmente sentido. No cabía la menor duda de que Corinne era una niña, pero una que le llenaba de confusión, después molestia y alegría, le hacía ocilar entre emociones como ninguna otro, ni siquiera como Danna. Se quedo en silencio, llevando cada palabra hasta su mente sin que la sonrisa desapareciera en ningún momento de sus labios, por el contrario aumento en los momentos en los que ella decía que quería repetirlos, que no quería que le hiciera sentir mal. No lo diría claro, pero la razón por la que había decido decir que eran besos falsos era en parte por el temor de que ella no quisiera.
Simplemente asintió a sus palabras de que deberían de entrar y cambiarse de ropa. Ignoro el perro que les ladraba desde la puerta e incluso ignoro algunos relámpagos que amenazaban en los cielos. Su mano apretó más la de Corinne y no dejo que avanzara con rumbo a la casa o le soltara por el contrario cuando ella menciono su nombre termino por tirar de ella.
Acercó a Corinne hasta él y le rodeo la cintura, viendo cierto grado de confusión en aquellos ojos y no pudo más que sonreír antes de que sus labios le besaran nuevamente. No pudo asegurar durante cuanto tiempo permaneció besando aquellos labios pero cuando se separo de ella alejo un grupo de cabellos húmedos que le cruzaban la frente.
– Debiste de decirme lo que te incomodaba desde un principio, sino quieres que finjamos no lo haremos y si quieres que te bese solo dilo porque ya te lo dije ¿no? Yo no beso a nadie si no quiero… todos mis besos son reales, siempre.
Un nuevo ladrido llego hasta ellos desde la puerta y las gotas de lluvia caían de manera más espesa con cada segundo que pasaba. Sin preguntar nada le cargo entre sus brazos, como la noche anterior le había llevado hasta aquel sitio y avanzo con dirección a la casa.
Shack se aparto de la puerta y dio paso a ellos. Astor dejo a Corinne en la entrada y le sonrío.
– Bueno vamos cambiarnos la ropa ahora si… – terminaron de entrar en la casa y cerraron la puerta tras ellos solo para que entonces Astor se quitara la camisa completamente mojada que usaba y miro en dirección a Corinne – Deberíamos aprovechar… ya que debemos cambiarnos deja que te cambie los vendajes del cuerpo aunque creo que para mañana estarás bien.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: The cursed [Privado]
Un beso es un truco de la naturaleza, para callar las palabras cuando se vuelven innecesarias.
Emil L.
Emil L.
Habia temido que se riera de ella, que se mofara de su inocencia o que nuevamente le llamara “niña” como acostumbraba en ocasiones. Para su asombro no fue así, solo se quedó viéndola con una sonrisa en su rostro, escuchando cada palabra terminando por agrandar aquella dulce sonrisa con que la miraba. Completamente absorta por aquella sonrisa que alzaba los labios que ansiaba besar, se encontró esperando por una respuesta que no llegó, lo que solo hizo que mostrándose algo incomoda y tras que la tormenta se acercara a ellos, buscara algún modo de escapar y romper aquel silencio que le causaba pavor. No quería pensar si la rechazaba, si volvía a decirle que debían de besarse en ocasiones, para seguir con aquella farsa de ser prometidos. Farsa que por el momento les daba muchos problemas o aquello parecía, siendo gracioso que aún no tuvieran que pasar por alguna gran prueba, como darse a conocer como tales en algún evento importante.
Harta ya de aquel silencio, del asentimiento silencioso de Astor a todas sus palabras y con el cuerpo empapado de la lluvia que caía, susurró su nombre esperando algún movimiento de su parte, algo que le hiciera entender que la habia escuchado, siendo lo único que percibió un ligero aprieto en su mano. Miró la mano que sostenía de él entre las suyas, y tiró nuevamente de él, asustada tras ver un relámpago alumbrar el oscuro cielo, cuando Astor tiró de ella acercándola a él, apresándola con su cuerpo.
Alzó la mirada confundida. — ¿Qu…? —No pudo terminar la pregunta que con los brazos de él rodeándola por la cintura y tras una fugaz sonrisa de él, bajó los labios hacia ella y la besó. Jadeó suavemente al ser besada por aquellos labios que más que nunca en medio de la tormenta sabían a bosque, a agua, siendo a la misma vez tanto dulce como salvajes, besando, recorriendo a consciencia sus rosados labios. Suspiró contra ellos y cerró los ojos, entreabriendo sus labios más de lo que ya la tenia, dejándole paso a su boca que con suavidad él demandaba y hacia suya. Moviendo sus labios contra los ajenos, tomando mas iniciativa se aventuró tambien en la boca ajena, profundizando el beso hasta que perdió la cuenta de que labios eran los propios o los de él. Ahora solo parecían ser uno.
La tormenta se acontecía, y como si siguiera la intensidad de aquel beso, ella tambien se intensificó, haciendo que Shack volviera a ladrar llamándolos para entrar. — No vuelvas a decirme aquello, no vuelvas a mentirme, porque yo no quiero fingir y menos esto. — Susurró contra sus labios, totalmente empapada por el agua tomando nuevamente con sus labios los ajenos, besándole durante un buen tiempo más, incapaz de separarse de él y de su sabor. Con una sonrisa y tomando aire tras aquel magnifico beso, sin palabras que decir se apartó y se lo quedó mirando y viendo un brillo divertido en aquellos ojos oscuros, de un momento a otro fue tomada en brazos por él, tal como la noche del ataque la habia llevado.
Estaban los dos totalmente mojados, por lo que al entrar en la casa, dejaron un rastro de agua a cada uno de sus pasos. Shack al verlos llegar ladró contento de que al fin Corinne estuviera ya dentro de casa y solo cuando Astor cerró la puerta, que dejó de voltear alrededor de Corinne asegurándose que estaba bien, para dejarse caer ante el fuego encendido en medio del salón. Una vez estuvo ella nuevamente con los pies en el suelo, sonrío a Astor y se tocó el pelo sacándose el agua con las manos todo lo que podía. — Deberemos secarnos bien… Tu puede que no, pero yo soy propensa a resfriarme a menudo. —Susurró girándose hacia él viéndole sacarse la camisa y sonrojándose sin poder contenerse ante la visión de aquel fuerte y desarrollado pecho que instantes antes la habia acobijado en la tormenta. Coincidió con la mirada de él y frunció el ceño, al tiempo que iba hacia la bolsa donde tenía la ropa para tomar ropa de recambio que las palabras de él la tomaron desprevenida. — Pero.. no hace falta cambiarme las vendas. No me duele, enserio. — Susurró negada a que en aquel instante cuando aún tenía el sabor de sus labios y la sensación de aquellos besos, él la viera realmente tal como era, sin la ropa que ocultaba su fino cuerpo. Le miró y vio en su mirada que él no dejaría que de hoy no pasara el cambiarse las vendas y ver como se encontraban las heridas, para poder sanarlas correctamente. Suspiró avergonzada de que la viera. El día del ataque, habia estado demasiado concentrada en el hecho de que le dolía. El dolor le habia hecho olvidar que habia tenido el vestido completamente rasgado y él habia podido ver gran parte de su joven cuerpo. Pero ahora, seria consciente de cada roce de sus manos contra su piel y de cada mirada que él le dedicase.
— Enserio, no me duelen ya, y no quiero pasar por lo del otro día. Ya se me secaran solas. —Dijo contrariada, empezando a notar el frío de su cuerpo tras pasar debajo de la lluvia demasiado tiempo. Al verle acercarse, le miró fijamente e intuyendo que sería imposible pararle finalmente asintió. — De acuerdo, te dejaré cambiarme los vendajes y así vemos como siguen las heridas. — Dijo finalmente en un suspiro acercándose al fuego del salón, pensando un momento en la mordida, la que aún seguía sintiendo y que en ocasiones si se la tocaba le dolía. Aún debía tener mucho hinchazón en aquella parte.— Deberíamos ir a buscar las vendas y toallas para secarnos. No pensé en poner toallas en la bolsa de la ropa. —Le sonrío sin dejar de mirarle y morderse el labio hinchado de los besos. — Si no te importa, puedes ir tú? Creo que si me muevo del calor del fuego me congelaré a los pocos segundos. Estoy helada. —Musitó frente al fuego y al lado de Shack que dormía o se lo hacía, ya que con un ojo abierto seguía los movimientos de los ambos. Miró al perro y río dulcemente al verle la cara a este, girándose para Astor nuevamente no pudo dejar de sonreír. — Siento si hablo como mi madre, ordenando aquello, lo otro y siempre haciendo trabajar al otro…te juro que esta no es mi intención. —Río suavemente y viéndole marchar hacia el baño donde tomar de nuevo todo lo que necesitaba, con lentitud dejó caer mitad del vestido, descubriendo las vendas de su espalda y su vientre, y la más importante la del hombro.
— Tu estas bien allí eh, traidor. —Dijo mirando a Shack divertida, intentando pasar del hecho que su cuerpo temblaba del frío, esperando por que volviera Astor con una toalla que secar y las vendas. Se abrazó a sí misma con sus brazos, escondiendo sus pechos e intentando darse calor se acercó un poco más al fuego. Mientras esperaba por Astor de espalda a él, pensó en lo que vería Astor en ella esta vez, porque él como ella la noche del ataque, habia estado más pendiente de sus heridas y en calmarla que no en contemplar su cuerpo o aquello habia parecido. ¿Y si me encuentra poco hermosa? ¿Y si tengo el cuerpo de una niña? Suspiró y se abrazó mas a si misma dándose calor cuando sobresaltándose ligeramente, se encontró con que alguien le pasaba una toalla por encima. Al sentir los brazos de Astor rodeándola, se calmó relajándose. — Gracias. —Dijo agradecida con una dulce sonrisa de que se preocupara por ella y del frio que la hacía temblar. — Este frío me está matando…—Sonrío mirándole de reojo, recostándose contra él. Un trueno resonó en el exterior en aquel momento, haciendo temblar el suelo. Shack se levantó asustado y gimoteó, al mismo tiempo que Corinne se estremecía, agradeciendo de nuevo que Astor estuviera con ella. — La tormenta no nos gusta a ninguno de los dos… verdad, Shack? — El perro se sentó al lado de ellos, sin alejarse del fuego y corinne sonrío. De no ser por los brazos de Astor y de él, estaría como una niña pequeña temblando de miedo, recordando la mala experiencia que habia tenido en una de ellas de bien pequeña, y de allí el pavor que les tenía.
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: The cursed [Privado]
Te quiero por cada beso, por cada contacto secreto,
por las promesas que hicimos,
por el tiempo andado y desandado.
Jenniley Bonilla
Las cosas transcurrían aparentemente de la manera que debían, aunque claro las cosas eran muy diferentes en ese lugar a lo que serian en casa pero en esos momentos no podía pensar en la realidad que rodeaba su vida. En aquellos momentos era únicamente el prometido de aquella mujer que estaba completamente empapada a su lado bajo la lluvia pero de regreso a París las cosas volverían a ser lo que antes y él seguiría siendo aquel licántropo que cumplía las ordenes de la inquisición; asesinando con aquellas manos que rodeaban el cuerpo femenino a otros sobrenaturales. Pero para todo eso aún faltaba algo de tiempo.
– Eso de que te enfermes cambiara también así que no deberías preocuparte tanto que estoy seguro de que eso pasara pronto. Aún sí tienes razón, será mejor que te seques bien sobre todo tu – le dijo terminando por dejar la camisa en el suelo y seguir con la mirada el andar de Corinne. Enarco la ceja y se cruzo de brazos ante sus palabras; le parecía extraño que diciendo que no deseara que le cambiara las vendas así que se puso firme respecto a ese asunto – ¿Es una broma verdad? Acabas de decirme que sueles resfriarte muy fácilmente y por nada del mundo puedes dejarte las vendas mojadas que sería igual a que no tu hubieras secado y de hecho sería más fácil que te enfermaras – no entendía porque la renuencia de su parte por cambiarse los vendajes y más en aquellas situaciones pero si de algo estaba seguro es que él mismo no cedería y terminaría por lograr lo que debía – así que nada de que no te duelen o que se secaran solas, te cambiaremos los vendajes y punto, Corinne.
Camino apenas unos pasos en dirección a ella cuando una sonrisa se dibujo en su rostro al saberse ganador.
– Seguro, además lo mejor será que te quedes ahí en lo que vengo aunque… sería buena idea que mientras traigo lo necesario fueras sacándote ese vestido – algo que siempre le había causado gran frustración eran los vestidos, creía que estaban diseñados específicamente para hacerle subir cuando tenía prisas por desnudar a una mujer por eso siempre por lo general terminaba comprando vestidos nuevos y dado que Corinne no era como aquellas mujeres simplemente no podía hacerlo. Le dedico una sonrisa cuando le escucho hablar de su madre y negó – eso suena a que si tu padre hacía lo que tu madre pedía, somos idénticos a un matrimonio – dicho eso se dio la vuelta y comenzó a ir en dirección al cuarto donde la primera vez obtuvo todo lo que necesitaba, solo que esta ocasión las cosas estaban mucho más calmadas.
Una vez que llego al cuarto aquel saco lo necesario pero antes de regresar al lado de ella para hacer el cambio de las vendas y que se acercara mucho más al fuego para darse calor a si misma pensó en que sería más conveniente cambiarse en aquel lugar; sin esperar más fue que se desnudo por completo. Tomando una de las toallas fue que se seco primero los cabellos y después el resto del cuerpo.
– No será malo que tome más ropa de su padre… – dijo para si mismo antes de ir al otro cuarto y buscar únicamente un pantalón seco; después de todo no pasaba realmente frío y él no se enfermaría como la mujer cerca del fuego aseguraba que le pasaría a ella.
Astor regreso sobre sus pasos y cargando nuevamente las cosas que necesitaría avanzo lentamente hasta que el fuego y la figura de Corinne cerca del calor se hicieron visibles y se detuvo a contemplarla.
Cada vez que su mirada le captaba como en aquellos momentos no podía evitar pensar en que era una niña, sin embargo apenas un vistazo rápido a su cuerpo y eso quedaba meramente en una idea estúpida. Aquella era toda una mujer y bastante hermosa. La primera vez se había enfocado únicamente en curar las heridas de ella y en esta ocasión esperaba ser capaz de solo poder concentrarse en eso y no en la suavidad de la piel que ya había sentido y el calor que ella despedía. Sin mencionar claro, el aroma. Eso era lo peor, esperaba que el aroma de Corinne no le afectara justo en aquellos momentos porque entonces no sería capaz de contenerse mucho tiempo.
Tomo aire, una respiración profunda y con calma avanzó hasta deslizar la toalla por los hombros de ella, mientras que sus dedos rozaban la piel de los hombros femeninos.
– De nada – termino por sentarse al lado de ella y ante sus palabras sobre el frío y la manera en la que se recostaba sobre él, le fue imposible no rodearle con el brazo – pues para que no tengas más frío es que debes cambiarte y quitarte las vendas así que… ¿lista?
Antes de que ella pudiera responder a su pregunta el sonido del trueno llego hasta ellos y tanto la loba como el perro se acercaron más a él, haciendo que soltara una risotada.
– No me digas que te da miedo, ahora entiendo porque al perro igual – le miro entonces con una sonrisa y negó suavemente – una niña cobarde y enfermiza, vaya que será entretenido decir que eres mi prometida.
Esperaba que no dijera nada más, así que simplemente acerco las vendas y la mirada de Corinne permaneció enfocada en él, como la de un cachorro suplicante que esperaba que no le hicieran algo cruel. Aquello era exclusivamente por su bien, además de que él mismo se sentiría mucho más tranquilo si lograba terminar de vendarle y después le ponía algo de ropa encima. A pesar de que el cuerpo de su prometida estaba cubierto con aquella toalla le resultaba sumamente tentadora la manera en la que uno de sus hombros asomaba , al igual que la manera en la que parecía estar protegiendo su cuerpo con las manos.
– Vamos, no pongas esa cara y hagamos el cambio ya, que si tardamos más, tendrás mucho más frío que ahora. Y si dices que no… – le sonrío – entonces te tocara dormir sola con los truenos – y a modo de que la amenaza era real un nuevo trueno hizo su aparición, provocando que el perro avanzara entre ellos hasta encontrar un pequeño escondite bajo una mesilla – a menos claro que pienses quedarte con él – dijo señalando a Shack que temblaba – Decide…
por las promesas que hicimos,
por el tiempo andado y desandado.
Jenniley Bonilla
Las cosas transcurrían aparentemente de la manera que debían, aunque claro las cosas eran muy diferentes en ese lugar a lo que serian en casa pero en esos momentos no podía pensar en la realidad que rodeaba su vida. En aquellos momentos era únicamente el prometido de aquella mujer que estaba completamente empapada a su lado bajo la lluvia pero de regreso a París las cosas volverían a ser lo que antes y él seguiría siendo aquel licántropo que cumplía las ordenes de la inquisición; asesinando con aquellas manos que rodeaban el cuerpo femenino a otros sobrenaturales. Pero para todo eso aún faltaba algo de tiempo.
– Eso de que te enfermes cambiara también así que no deberías preocuparte tanto que estoy seguro de que eso pasara pronto. Aún sí tienes razón, será mejor que te seques bien sobre todo tu – le dijo terminando por dejar la camisa en el suelo y seguir con la mirada el andar de Corinne. Enarco la ceja y se cruzo de brazos ante sus palabras; le parecía extraño que diciendo que no deseara que le cambiara las vendas así que se puso firme respecto a ese asunto – ¿Es una broma verdad? Acabas de decirme que sueles resfriarte muy fácilmente y por nada del mundo puedes dejarte las vendas mojadas que sería igual a que no tu hubieras secado y de hecho sería más fácil que te enfermaras – no entendía porque la renuencia de su parte por cambiarse los vendajes y más en aquellas situaciones pero si de algo estaba seguro es que él mismo no cedería y terminaría por lograr lo que debía – así que nada de que no te duelen o que se secaran solas, te cambiaremos los vendajes y punto, Corinne.
Camino apenas unos pasos en dirección a ella cuando una sonrisa se dibujo en su rostro al saberse ganador.
– Seguro, además lo mejor será que te quedes ahí en lo que vengo aunque… sería buena idea que mientras traigo lo necesario fueras sacándote ese vestido – algo que siempre le había causado gran frustración eran los vestidos, creía que estaban diseñados específicamente para hacerle subir cuando tenía prisas por desnudar a una mujer por eso siempre por lo general terminaba comprando vestidos nuevos y dado que Corinne no era como aquellas mujeres simplemente no podía hacerlo. Le dedico una sonrisa cuando le escucho hablar de su madre y negó – eso suena a que si tu padre hacía lo que tu madre pedía, somos idénticos a un matrimonio – dicho eso se dio la vuelta y comenzó a ir en dirección al cuarto donde la primera vez obtuvo todo lo que necesitaba, solo que esta ocasión las cosas estaban mucho más calmadas.
Una vez que llego al cuarto aquel saco lo necesario pero antes de regresar al lado de ella para hacer el cambio de las vendas y que se acercara mucho más al fuego para darse calor a si misma pensó en que sería más conveniente cambiarse en aquel lugar; sin esperar más fue que se desnudo por completo. Tomando una de las toallas fue que se seco primero los cabellos y después el resto del cuerpo.
– No será malo que tome más ropa de su padre… – dijo para si mismo antes de ir al otro cuarto y buscar únicamente un pantalón seco; después de todo no pasaba realmente frío y él no se enfermaría como la mujer cerca del fuego aseguraba que le pasaría a ella.
Astor regreso sobre sus pasos y cargando nuevamente las cosas que necesitaría avanzo lentamente hasta que el fuego y la figura de Corinne cerca del calor se hicieron visibles y se detuvo a contemplarla.
Cada vez que su mirada le captaba como en aquellos momentos no podía evitar pensar en que era una niña, sin embargo apenas un vistazo rápido a su cuerpo y eso quedaba meramente en una idea estúpida. Aquella era toda una mujer y bastante hermosa. La primera vez se había enfocado únicamente en curar las heridas de ella y en esta ocasión esperaba ser capaz de solo poder concentrarse en eso y no en la suavidad de la piel que ya había sentido y el calor que ella despedía. Sin mencionar claro, el aroma. Eso era lo peor, esperaba que el aroma de Corinne no le afectara justo en aquellos momentos porque entonces no sería capaz de contenerse mucho tiempo.
Tomo aire, una respiración profunda y con calma avanzó hasta deslizar la toalla por los hombros de ella, mientras que sus dedos rozaban la piel de los hombros femeninos.
– De nada – termino por sentarse al lado de ella y ante sus palabras sobre el frío y la manera en la que se recostaba sobre él, le fue imposible no rodearle con el brazo – pues para que no tengas más frío es que debes cambiarte y quitarte las vendas así que… ¿lista?
Antes de que ella pudiera responder a su pregunta el sonido del trueno llego hasta ellos y tanto la loba como el perro se acercaron más a él, haciendo que soltara una risotada.
– No me digas que te da miedo, ahora entiendo porque al perro igual – le miro entonces con una sonrisa y negó suavemente – una niña cobarde y enfermiza, vaya que será entretenido decir que eres mi prometida.
Esperaba que no dijera nada más, así que simplemente acerco las vendas y la mirada de Corinne permaneció enfocada en él, como la de un cachorro suplicante que esperaba que no le hicieran algo cruel. Aquello era exclusivamente por su bien, además de que él mismo se sentiría mucho más tranquilo si lograba terminar de vendarle y después le ponía algo de ropa encima. A pesar de que el cuerpo de su prometida estaba cubierto con aquella toalla le resultaba sumamente tentadora la manera en la que uno de sus hombros asomaba , al igual que la manera en la que parecía estar protegiendo su cuerpo con las manos.
– Vamos, no pongas esa cara y hagamos el cambio ya, que si tardamos más, tendrás mucho más frío que ahora. Y si dices que no… – le sonrío – entonces te tocara dormir sola con los truenos – y a modo de que la amenaza era real un nuevo trueno hizo su aparición, provocando que el perro avanzara entre ellos hasta encontrar un pequeño escondite bajo una mesilla – a menos claro que pienses quedarte con él – dijo señalando a Shack que temblaba – Decide…
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: The cursed [Privado]
Nunca se dice tanto con tan poco, como cuando las acciones vienen de impulsos surgidos del momento.
Evel D
Evel D
Rodeada por uno de los cálidos brazos de Astor, le era imposible no dejarse caer contra él, recostando su cuerpo en el ajeno, en un intento de buscar seguridad y de calidez, aquella de la que él le proporcionaba, aún bajo la lluvia o mojado como anteriormente lo estaba, aun que ahora ya se hubiese secado y cambiado de ropa, observó Corinne al verle con nuevos ropajes que ella no le había dado. En su camino al baño, habría pasado por la habitación de su padre y de allí haber tomado las ropas que había dejado en el armario. Temblorosa asintió a sus palabras intentando no pensar en el hecho de que la vería de nuevo desnuda, por segunda vez cuando un trueno hizo temblar las paredes de la casa, anunciando así la llegada de la tormenta próxima a la casa. Las ramas de los arboles se agitaban de un lado para otro sin cesar, el bufido del viento era fuerte y el de la lluvia constante y fuerte contra el suelo.
Corinne escondida en su abrazo, mientras él aún le mantenía la toalla por los hombros y espalda, secándola lentamente, soltó una risa que logró que Corinne le mirara molesta. — No soy una cobarde. —Dijo con firmeza, agradeciendo que no sonara otro trueno en aquel instante en que decía aquellas palabras. — Es solo que tuve una mala experiencia y conmigo Shack ,por eso ninguno de los dos puede ver al otro bajo la lluvia o en una tormenta, todo nos recuerda a aquel día. —Dijo mirándole, olvidando unos segundos que debía de quitarse aquella toalla y dejar que empezara a proceder en el cambio de vendas.
— De pequeña me perdí y Shack, que era pequeño me encontró, pero mi padre le perdió también el rastro a él y nos dejó en el bosque una noche de tormenta. Apenas yo tenía seis años y él unos meses de vida. Pasamos mucho miedo aquella noche y de allí supongo que proviene todo. —Terminó contando esperando hacer tiempo mientras se convencía de mostrarse ante él.
La mirada de Astor fija en ella, pero le dio a entender que ahora ella no le importaba, que lo primera eran las vendas de su cuerpo y secar aquel tembloroso cuerpo que no dejaba de estremecerse en sus brazos. Al oír sus palabras suspiró y negó con la cabeza, protestando ante lo último. — No te rías de él, pobre. —Se quejó viendo a Shack tembloroso bajo una mesilla. Contuvo una sonrisa y le miró, asintiendo finalmente, no demasiado convencida. Pero al fin y al cabo, al mal tiempo darle prisa. — De acuerdo... pero si puede ser cuidado, sobretodo en el de la mordida, aún siento escozor y molestia en aquella zona. —Dijo en un susurro al tiempo que dejaba que la toalla que la tapaba cayera el suelo. Aún seguía con las manos en sus pechos, por lo que se giró y dándole la espalda, mirando hacia el fuego descubrió sus pechos. Tomó aire y sintió como las manos de Astor empezaban cuidadosamente a quitarle las vendas por la espalda. Pero al ver como tenia impedimentos y no podía quitárselas bien, finalmente se giró de vuelta a él y sonrojada le miró. — Vamos...quítame las vendas, por favor... que empieza a hacer mucho frio. —dijo en un susurro y un castañeo de dientes leve al tiempo que al sentir ahora el tacto ajeno y sus manos, su cuerpo se estremeció y su piel se erizo, prolongando mas así el sonrojo de sus mejillas.
Intentando no reaccionar a las caricias de las cálidas manos del licántropo, ni a las miradas del mismo, se vio a sí misma suspirando cuando le quitó una de las vendas principales que ahogaba parte de uno de sus pechos. Se quejó de molestia al sentirlo libre, ahora acostumbrado a la sujeción de aquella venda, que había hecho que la sangre circulara más despacio, volvía a llenarse, y aquello era lo que provocaban las molestias. Intentando nuevamente no reaccionar ante su tacto, por lo menos no conscientemente se concentró en lo que él hacía y como le sacaba las vendas. No era alguien inexperto, eso seguro. — Donde aprendiste a poner y a cambiar vendas? — Le preguntó curiosa, acercándose mas a él, en cuando en un movimiento sin querer la tiró para él, quedando así medio cuerpo de Corinne encima el de él.
Corinne le miró los labios y sin contenerse, haciendo caso a su impulso le besó, dándole un corto beso en los labios. Suspiró sobre aquellos labios que había besado hacia apenas unos segundos y se apartó nuevamente de él. Algo avergonzada y temblorosa con frío al pasar de estar entre sus brazos y cerca de él a estar un poco lejos de aquella calidez tan propia de él, se abrazó nuevamente a sí misma y dejó que Astor terminara de quitarle todo, quejándose de dolor al quitarle la venda de la mordida, la que aún tenía en mal estado. — Te dije que todavía me dolía... —Susurró ella, con una voz lastimada y temblorosa por el frío de su cuerpo. Sonrojada sintió como sus dedos acariciaban la zona de la mordida con cuidado, observándola con atención. En muchas ocasiones sus ojos coincidieron, y se quedaban allí mirándose, hasta que ella sonrojada apartaba la vista o la apartaba él para fijarse que hacía y donde tocaban sus manos.
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: The cursed [Privado]
Yo soy más fuerte que tú, porque me apoyo en ti.
Carmen Conde
– Tener una mala experiencia significa que eres una cobarde – le dijo con una enorme sonrisa en el rostro, mirándole en sus brazos y sin poder no burlarse de ella y de la manera en la que temblaba cuando los truenos se hacían sonar en el cielo. No era que lo hiciera de mala voluntad, sino que simplemente le parecía bastante curioso y no podía evitar no disfrutar de eso al menos unos segundos, aunque después se sintiera ligeramente mal por ella.
Escucho entonces la anécdota de ella y le sonrío.
– Tienes razón eras pequeña y el perro también pero sabes… es solo lluvia y los truenos son solo mucho ruido nada más que eso. Además no necesitar temer más… – le miro entonces, con la seriedad que creía que las palabras que continuaban merecían – porque yo estaré siempre para cuidarte, ya te lo dije así que no debes temer por algo que no dejaré que te haga daño, ¿entendido? – era completamente en serio, nada ni nadie le dañaría, no mientras el estuviese vivo y para defenderle.
Miro al fuego de la chimenea y sonrío ante lo que ahora estaba pensando solo para después decirle la idea a la loba cobarde.
– Debes de dejar de temer a los truenos, porque la siguiente vez que llueva con truenos nos quedaremos toda la tormenta fuera, mojandonos y no se te permitida correr como Shack a esconderte – su mirada fue a buscar al perro, del cual se veía solo una temblorosa parte y eso le provoco estallar en una sonora carcajada – Es que… ¿Cómo no quieres que me ría? Tan solo mira a donde ha ido a dar con tal de sentirse ligeramente seguro, siendo que dentro de la casa ya esta lo suficientemente seguro como para que los truenos no le hagan daño – suspiro entonces y dejo de reír, en parte solo porque ella se lo pedía y no deseaba hacerle enojar.
Levanto una mano de la manera más solemne que podía.
– Haré todo lo posible por no hacerte daño, pero es que de verdad que necesitamos cambiarte las vendas antes de que te enfermes y descuida, que sé como duelen las mordidas… yo también recibí una para llegar a ser esto que soy – aquello era obvio, pero en algunos momentos sentía como que Corinne olvidaba ese detalle respecto a él y en esos momentos era cuando una necesidad de demostrarle que le comprendía parecía en él.
Finalmente cuando la loba dejo caer la toalla que cubría su cuerpo, la mente de Astor trataba de concentrarse solo en las heridas pero le era imposible ignorar el cuerpo femenino. Gruño bajito cuando ella termino por girarse en dirección a la chimenea, privándole de aquella vista pero ofreciéndole otra.
Sus manos fueron con calma a comenzar a sacarle las vendas, hasta que se detuvo y suspiro.
– Es imposible que te las quite si me estas dando la espalda, además ya te las vende una vez, así que anda… gira – al momento de que Corinne girara, no pudo no mirar aquellas mejillas sonrojadas. Asintió a sus palabras y finalmente fue que vio las vendas y parte de ella no entre quejidos y más sangre que nada. Las manos del inquisidor recorrían la piel ajena y le era imposible no notar la manera en la que la piel de Corinne se erizaba ante su tacto y eso le agrado.
Realmente trataba de no enfocarse en las sensaciones pero le era demasiado complicado. Le agradaba el aroma, la manera en la que ella le miraba, como se sonrojaba y su piel se erizaba e incluso la manera en la que suspiraba cuando sus senos eran liberados de la presión de la venda. El licántropo sintió un enorme deseo por acariciar cada parte de aquella piel, pero se contuvo para continuar con su labor.
– Bueno, esta es la clase de cosas que se aprende cuando uno es bueno peleando. Siempre se debe saber la manera de cambiar una venda porque no sabes que es lo que puede suceder – agradeció que ella rompiera el silencio mientras sacaba la venda de la mordida y le sonrío.
Cuando en un movimiento bastante raro termino ella cayendole se quedo mirándole. Aquello era una injusticia, tenerla tan cerca y al tiempo tener que guardar distancia. Los labios de Corinne se acercaron a los suyos y termino besándole, no podía no hacerlo; sus manos recorrieron la espalda de la loba con cuidado de no hacerle daño solo para que cuando se alejara, dejara el vació de su calidez. Ninguno dijo nada.
Corinne menciono que aún dolía su mordida, y Astor paso sus dedos con una sonrisa por aquella marca intentando calmarle tanto a ella como a si mismo.
Con delicadeza e intentando rozarle lo menos posible fue que le cubrió de nuevo con las vendas y después le miro, acariciando suavemente su mejilla.
– Ya esta listo… ves, no ha sido nada – y sin decir nada más y con cuidado le acerco a él, buscando una manera en la que quedara cómoda – ahora a dormir, que si todo esta bien mañana partiremos – le beso entonces la frente y un nuevo suspiro salió de sus labios – Descansa Corinne, que estaré aquí para cuidarte… siempre.
Carmen Conde
– Tener una mala experiencia significa que eres una cobarde – le dijo con una enorme sonrisa en el rostro, mirándole en sus brazos y sin poder no burlarse de ella y de la manera en la que temblaba cuando los truenos se hacían sonar en el cielo. No era que lo hiciera de mala voluntad, sino que simplemente le parecía bastante curioso y no podía evitar no disfrutar de eso al menos unos segundos, aunque después se sintiera ligeramente mal por ella.
Escucho entonces la anécdota de ella y le sonrío.
– Tienes razón eras pequeña y el perro también pero sabes… es solo lluvia y los truenos son solo mucho ruido nada más que eso. Además no necesitar temer más… – le miro entonces, con la seriedad que creía que las palabras que continuaban merecían – porque yo estaré siempre para cuidarte, ya te lo dije así que no debes temer por algo que no dejaré que te haga daño, ¿entendido? – era completamente en serio, nada ni nadie le dañaría, no mientras el estuviese vivo y para defenderle.
Miro al fuego de la chimenea y sonrío ante lo que ahora estaba pensando solo para después decirle la idea a la loba cobarde.
– Debes de dejar de temer a los truenos, porque la siguiente vez que llueva con truenos nos quedaremos toda la tormenta fuera, mojandonos y no se te permitida correr como Shack a esconderte – su mirada fue a buscar al perro, del cual se veía solo una temblorosa parte y eso le provoco estallar en una sonora carcajada – Es que… ¿Cómo no quieres que me ría? Tan solo mira a donde ha ido a dar con tal de sentirse ligeramente seguro, siendo que dentro de la casa ya esta lo suficientemente seguro como para que los truenos no le hagan daño – suspiro entonces y dejo de reír, en parte solo porque ella se lo pedía y no deseaba hacerle enojar.
Levanto una mano de la manera más solemne que podía.
– Haré todo lo posible por no hacerte daño, pero es que de verdad que necesitamos cambiarte las vendas antes de que te enfermes y descuida, que sé como duelen las mordidas… yo también recibí una para llegar a ser esto que soy – aquello era obvio, pero en algunos momentos sentía como que Corinne olvidaba ese detalle respecto a él y en esos momentos era cuando una necesidad de demostrarle que le comprendía parecía en él.
Finalmente cuando la loba dejo caer la toalla que cubría su cuerpo, la mente de Astor trataba de concentrarse solo en las heridas pero le era imposible ignorar el cuerpo femenino. Gruño bajito cuando ella termino por girarse en dirección a la chimenea, privándole de aquella vista pero ofreciéndole otra.
Sus manos fueron con calma a comenzar a sacarle las vendas, hasta que se detuvo y suspiro.
– Es imposible que te las quite si me estas dando la espalda, además ya te las vende una vez, así que anda… gira – al momento de que Corinne girara, no pudo no mirar aquellas mejillas sonrojadas. Asintió a sus palabras y finalmente fue que vio las vendas y parte de ella no entre quejidos y más sangre que nada. Las manos del inquisidor recorrían la piel ajena y le era imposible no notar la manera en la que la piel de Corinne se erizaba ante su tacto y eso le agrado.
Realmente trataba de no enfocarse en las sensaciones pero le era demasiado complicado. Le agradaba el aroma, la manera en la que ella le miraba, como se sonrojaba y su piel se erizaba e incluso la manera en la que suspiraba cuando sus senos eran liberados de la presión de la venda. El licántropo sintió un enorme deseo por acariciar cada parte de aquella piel, pero se contuvo para continuar con su labor.
– Bueno, esta es la clase de cosas que se aprende cuando uno es bueno peleando. Siempre se debe saber la manera de cambiar una venda porque no sabes que es lo que puede suceder – agradeció que ella rompiera el silencio mientras sacaba la venda de la mordida y le sonrío.
Cuando en un movimiento bastante raro termino ella cayendole se quedo mirándole. Aquello era una injusticia, tenerla tan cerca y al tiempo tener que guardar distancia. Los labios de Corinne se acercaron a los suyos y termino besándole, no podía no hacerlo; sus manos recorrieron la espalda de la loba con cuidado de no hacerle daño solo para que cuando se alejara, dejara el vació de su calidez. Ninguno dijo nada.
Corinne menciono que aún dolía su mordida, y Astor paso sus dedos con una sonrisa por aquella marca intentando calmarle tanto a ella como a si mismo.
Con delicadeza e intentando rozarle lo menos posible fue que le cubrió de nuevo con las vendas y después le miro, acariciando suavemente su mejilla.
– Ya esta listo… ves, no ha sido nada – y sin decir nada más y con cuidado le acerco a él, buscando una manera en la que quedara cómoda – ahora a dormir, que si todo esta bien mañana partiremos – le beso entonces la frente y un nuevo suspiro salió de sus labios – Descansa Corinne, que estaré aquí para cuidarte… siempre.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: The cursed [Privado]
Cuando no existan más palabras, por favor solo abrázame y júrame no soltarme nunca jamás, de tu abrazo.
A.D
A.D
Frunciendo el ceño, permanecía en sus brazos en silencio oyéndole. Se encontraba demasiado bien allí junto a su calidez como para apartarse y darle una buena reprimiendo por reírse de ella de aquella forma. — No soy una cobarde por tener una mala experiencia señor "mirad que fuerte soy". Y puede ser solo ruido, pero me asusto de ese ruido. Tu como no debes de temer a nada...—Replicó alzando la mirada sin separarse de su abrazo en el que permanecía, y le miró entre molesta, indignada y sonriente, pues era imposible mantener su faceta fría y enfadada, cuando él solo hacía que sonreír y verla allí encerrada entre sus brazos.
Sonriente le miró, escuchando su serio tono de voz. Con una de las manos le acarició la mejilla tímidamente, sin poder expresar con palabras lo que aquellas palabras y aquel gesto significaban para ella, tras perder a toda su familia y no encontrarse realmente sola, si no que salvada por él. — Gracias… y si, queda entendido. Pero y quien me protegerá de tus comentarios y burlas? —Sonrío bromeando de nuevo contra su pecho, ahogando su suave risa que Astor le dijo su magnífica idea, para hacerle pasar aquella tontería del miedo a las tormentas. Rápidamente en sus brazos se envaró y negó reticente. Agarrando la toalla que envolvía su cuerpo se apartó de sus brazos y le miró con actitud reprobatoria con un mohín molesto curvando sus labios, en una graciosa mueca. Por curiosidad miró también a Shack y tuvo que controlarse por no reír como él, al verlo de aquella forma. — Admito… que es difícil no reír, pero lo pasamos mal y de no ser por ti, yo estaría a este momento acurrucada en la cama sin moverme de allí, por lo que basta de reírte! — Le golpeó levemente el pecho al volver a oír su risa tras sus palabras, agradeciendo que finalmente le hiciera caso y dejara de reír permitiéndole de nuevo ir a sus brazos.
Asintiendo a sus palabras, dejó la toalla caer de su cuerpo, descubriendo las vendas, ruborizándose, estremeciéndose a cada caricia de las manos ajenas con su piel, cuando en el transcurso de sacar las vendas, rozaba con sus dedos su piel. Le tocaba con suavidad, consciente de que de no estar del todo sanadas, un roce inadecuado o más fuerte que de costumbre la haría jadear de dolor, y aquello corinne lo agradecía, por que en aquellos instantes se sentía comprendida y acompañada de cierta forma por él. Se quejó algunas ocasiones en las que la herida aún no se habían cerrado, principalmente donde las garras del licántropo habían llegado al musculo. Aquellas heridas con las que murió de dolor cuando tras el ataque de los licántropos, Astor la sanó, pero por suerte, estas ya estaban mejor, y el roce de las manos de Astor hacían que su mente pensara en otras cosas lejos de su espalda y el dolor que pudiera sentir.
— Así que mi prometido es un guerrero hábil en la lucha? ¿No serás peligroso no? —Sonrío mirándole divertida y sonrojada sin querer sentir sus manos como volviendo a vendar su espalda, tocaban la piel de su vientre y debajo los pechos, asegurándose de poner bien las vendas y que estas se sujetaran. Suspiró plácidamente y se mordió el labio inferior. — No me molestaran mucho los demás, si saben de ti entonces, y tampoco miraran lo que es para ellos tampoco…. Puedo sentirme realmente protegida de tipos como los de antes que nos visitaron.—Dijo en una sonrisa haciendo una pequeña mueca de molestia al sentir tensarse demasiado las vendas contra su piel. Tras aquel movimiento y queja, fue que terminó contra él, cayéndole encima, y sin aguantar la tentación le besó en los labios, de forma lenta y suave, gastando unos minutos en aquella unión. Al terminar se apartó temiendo que se hubiera molestado con ella, pero por el contrario cuando se quejó de su mordida, de lo que le dolía la señal de aquellos dientes que la habían despojado de su humanidad, sintió a Astor tan cercano a ella que se vio tentada a llorar, al sentir aquellos dedos acariciarle con ternura y cuidado la marca, en un intento de calmarla. Y funcionó, parecía ser como si cuando él estaba cerca de ella, o le tocaba aquella marca, todo estaba bien, en su lugar.
Tras aquellos segundos en que se recostó plácidamente contra él y dejó que terminara de vendarle la mordida nuevamente, para que tras terminar le acariciara la mejilla y tras calmarla, la acercó a él, volviendo a estar entre sus brazos, escondiendo sus pechos contra el ajeno, sintiendo su calidez penetrar en su cuerpo. Suspiró plácidamente y asintió a sus palabras. — Podría dormirme así junto a ti y pondría la mano al fuego por qué no pasaría ni un segundo frio en la noche. —Sonrío y besó su pecho. — Estate siempre…no quiero pensar en que me dejes tú también. Déjame dormir contigo al lado del fuego esta noche. —Pidió alzando la mirada viéndole dulcemente y sin esperar que expresara su acuerdo le tomó de las manos y le llevó frente al fuego, donde una suave moqueta tapaba el frio suelo. En ella ya habían preparadas dos mantas que en caso de lluvia había pensado llevarse para cuando partieran a casa de él, y así no mojarse demasiado. Pero ahora, servirían para algo mejor.
Envolviéndose con una de esas mantas su cuerpo, acordándose de su desnudez, se volvió a él y con una sonrisa exhausta se tumbó en la moqueta, justo frente el fuego encendido. Esperó que él fuera a su lado, tumbándose también, para poder apoyar su cabeza en su brazo y acurrucarse contra él. Le tapó junto a ella con aquella manta que seguía envolviéndola, y suspirando contra la piel de él, se juntó más, hasta sentir su calidez y lentamente sin darse cuenta, sintiendo unos labios en su frente fue quedándose dormida, completamente arropada por él y aquel fuego que los protegía de la oscuridad.
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: The cursed [Privado]
Yo también pienso en mí cuando te sueño y robo al tiempo todas mis edades
para poblar mis íntimas moradas y acompañarte siempre, siempre, siempre.
Manuel Altolaguirre
¿Temor? Ella tenía razón, no temía a nada solo a necesitar a alguien tanto que después la separación lastimara. Con Danna había estado cerca de eso, pero ambos supieron alejarse a tiempo y ella quedo simplemente como parte de su historia, una parte que le llevaba buenos recuerdos pero nada más que eso.
– Bueno ya no diré nada así que tranquilizate y creo que todos tenemos temores – le mentía un poco solo por hacerla sentir mejor, aunque esa mentira no lo fuera del todo – solo que algunas cosas son más peligrosas y reales que los truenos – le miro entonces, dedicándole una sonrisa mientras que ella observaba a Shack.
Le vendaba con cuidado, pensando en que ella era lo más frágil y delicado que alguna vez había debido curar, en otras circunstancias eran otros inquisidores, todos acostumbrados a recibir heridas de aquella clase y los cuales estaban plenamente conscientes de que debían ser curados. Todo era muy diferente cuando debía curar a uno de los inquisidores a cuando debía curar a Corinne.
– No es que sea hábil, solamente sé defenderme cuando es debido. Por ejemplo cuando alguien amenaza con herir a la mujer que será mi esposa, en esos momentos es cuando debo protegerla y por eso lucho y peligroso – le miro y rió – si lo fuera ¿Estaría aquí curando tus heridas tan despreocupado? – lo ultimo que tenia era despreocupación y estaba mintiendo nuevamente acerca de sus verdaderas habilidades y su trabajo, pero no iba a decirle que era un inquisidor que se encargaba de matar a todos los sobrenaturales que se encontrara por el camino ya que ese detalle le incluía a ella, pero eso jamás pasaría, no permitiría que nadie le hiciera daño y precisamente por eso mismo es que decidió llevarle junto a él para protegerle como merecía.
Sus manos se movían hábilmente, cubriendo aquellas heridas que ya no eran en gran parte más que la sombra de lo que horas antes habían sido y eso alegraba a Astor, aunque pos fuera no lo pareciera.
Corinne provocaba algo en él que no lograba comprender del todo, pero le resultaba agradable la manera en la que era estando cerca de ella y esos besos. Le resultaba completamente sencillo terminarle besando cada vez que aquellos labios estuviesen cerca, eran tan tentadores que no quería apartarse de ellos, así como tampoco quería ser apartado de aquel femenino cuerpo.
– Si eso es lo que quieres y estarás feliz además de que descanses, entonces dormiré contigo esta noche – quiso decirle que dormiría a su lado esa y las noches siguientes, pero era incapaz de atarse, de atarlos a un destino que ninguno había escogido pues ta bastante era lo que hasta ese momento vivían como para agregar más promesas que después podrían arrepentirse de hacer.
Le siguió, tal como la oscuridad seguía a la luna y todo lo que ella era; algo así se sentía, Corinne era una luna que alumbraba toda la oscuridad que existía a su alrededor.
Astor se recostó a su lado y sonrío al verle de esa manera. Dejo que se acomodara de la manera en la que le resultara más cómoda debido a sus heridas y una vez que se mantuvo inmóvil pego sus labios a la frente de la mujer que cubría en un abrazo protector contra su cuerpo.
– Descansa… – susurró notando como la respiración ajena se volvía más tranquila pero por su parte, Astor no podía dormir, pensaba en ella, en sus labios y todo lo que comenzaba a significar para él, hasta que lenta y paulatinamente comenzó a perder la consciencia sobre si mismo y todo lo que le rodeaba.
No existió nada que perturbara su sueño, se sentía tan en paz que el calor que sentía entre sus brazos le invitaba a continuar durmiendo para no soltarle nunca, pero el sueño no debía ser eterno y sus ojos se abrieron lentamente para que frente a él apareciera el rostro de la loba aquella, esa mujer que hasta hacia unas horas era completamente humana. Una sonrisa apareció en su rostro y beso aquella frente que tenia tan cerca.
– Corinne… buenos días – susurro para no despertarle de manera tan brusca, pero consciente de que ese día debían de marcharse aprovechando que el día apenas comenzaba y que las cosas ya estaban preparadas para su partida. Si bien pensaba en que desayunaran algo, se alistaran y partieran, aún esperaría a ver como es que ella se sentía antes de cualquier cosa. Noto como ella se movía suavemente entre sus brazos – Niña floja, es hora de levantarse – dijo con una sonrisa, esperando alguna clase de reclamo o una broma ante sus palabras.
para poblar mis íntimas moradas y acompañarte siempre, siempre, siempre.
Manuel Altolaguirre
¿Temor? Ella tenía razón, no temía a nada solo a necesitar a alguien tanto que después la separación lastimara. Con Danna había estado cerca de eso, pero ambos supieron alejarse a tiempo y ella quedo simplemente como parte de su historia, una parte que le llevaba buenos recuerdos pero nada más que eso.
– Bueno ya no diré nada así que tranquilizate y creo que todos tenemos temores – le mentía un poco solo por hacerla sentir mejor, aunque esa mentira no lo fuera del todo – solo que algunas cosas son más peligrosas y reales que los truenos – le miro entonces, dedicándole una sonrisa mientras que ella observaba a Shack.
Le vendaba con cuidado, pensando en que ella era lo más frágil y delicado que alguna vez había debido curar, en otras circunstancias eran otros inquisidores, todos acostumbrados a recibir heridas de aquella clase y los cuales estaban plenamente conscientes de que debían ser curados. Todo era muy diferente cuando debía curar a uno de los inquisidores a cuando debía curar a Corinne.
– No es que sea hábil, solamente sé defenderme cuando es debido. Por ejemplo cuando alguien amenaza con herir a la mujer que será mi esposa, en esos momentos es cuando debo protegerla y por eso lucho y peligroso – le miro y rió – si lo fuera ¿Estaría aquí curando tus heridas tan despreocupado? – lo ultimo que tenia era despreocupación y estaba mintiendo nuevamente acerca de sus verdaderas habilidades y su trabajo, pero no iba a decirle que era un inquisidor que se encargaba de matar a todos los sobrenaturales que se encontrara por el camino ya que ese detalle le incluía a ella, pero eso jamás pasaría, no permitiría que nadie le hiciera daño y precisamente por eso mismo es que decidió llevarle junto a él para protegerle como merecía.
Sus manos se movían hábilmente, cubriendo aquellas heridas que ya no eran en gran parte más que la sombra de lo que horas antes habían sido y eso alegraba a Astor, aunque pos fuera no lo pareciera.
Corinne provocaba algo en él que no lograba comprender del todo, pero le resultaba agradable la manera en la que era estando cerca de ella y esos besos. Le resultaba completamente sencillo terminarle besando cada vez que aquellos labios estuviesen cerca, eran tan tentadores que no quería apartarse de ellos, así como tampoco quería ser apartado de aquel femenino cuerpo.
– Si eso es lo que quieres y estarás feliz además de que descanses, entonces dormiré contigo esta noche – quiso decirle que dormiría a su lado esa y las noches siguientes, pero era incapaz de atarse, de atarlos a un destino que ninguno había escogido pues ta bastante era lo que hasta ese momento vivían como para agregar más promesas que después podrían arrepentirse de hacer.
Le siguió, tal como la oscuridad seguía a la luna y todo lo que ella era; algo así se sentía, Corinne era una luna que alumbraba toda la oscuridad que existía a su alrededor.
Astor se recostó a su lado y sonrío al verle de esa manera. Dejo que se acomodara de la manera en la que le resultara más cómoda debido a sus heridas y una vez que se mantuvo inmóvil pego sus labios a la frente de la mujer que cubría en un abrazo protector contra su cuerpo.
– Descansa… – susurró notando como la respiración ajena se volvía más tranquila pero por su parte, Astor no podía dormir, pensaba en ella, en sus labios y todo lo que comenzaba a significar para él, hasta que lenta y paulatinamente comenzó a perder la consciencia sobre si mismo y todo lo que le rodeaba.
[…]
No existió nada que perturbara su sueño, se sentía tan en paz que el calor que sentía entre sus brazos le invitaba a continuar durmiendo para no soltarle nunca, pero el sueño no debía ser eterno y sus ojos se abrieron lentamente para que frente a él apareciera el rostro de la loba aquella, esa mujer que hasta hacia unas horas era completamente humana. Una sonrisa apareció en su rostro y beso aquella frente que tenia tan cerca.
– Corinne… buenos días – susurro para no despertarle de manera tan brusca, pero consciente de que ese día debían de marcharse aprovechando que el día apenas comenzaba y que las cosas ya estaban preparadas para su partida. Si bien pensaba en que desayunaran algo, se alistaran y partieran, aún esperaría a ver como es que ella se sentía antes de cualquier cosa. Noto como ella se movía suavemente entre sus brazos – Niña floja, es hora de levantarse – dijo con una sonrisa, esperando alguna clase de reclamo o una broma ante sus palabras.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: The cursed [Privado]
La armonía más dulce de escuchar, es el sonido de la voz del ser amado.
Jean de la Bruyère
Jean de la Bruyère
Con una suave sonrisa y acurrucada en el calor ajena, sintiendo los labios de él en su frente, cansada fue cerrando los ojos lentamente, hasta que irremediablemente se quedó dormida plácidamente en brazos de Astor.
Y así la noche pasó, como todo ese tiempo se sucede, rápido y paulatinamente a la vez. Rápida para quienes ya duermen bajo el manto de las estrellas y la oscura noche, y paulatinamente para aquellos que no logran conciliar el sueño y descansar lo que sus cuerpos les piden. El cielo oscurecido pasó pronto a alumbrarse con los primeros rayos de sol que anunciaban la llegada de un nuevo día, con la esperanza de que este fuera mejor que los anteriores. La tormenta por suerte había quedado resguardada, solitaria y alejándose de Francia en lo que el sol y los seres vivos de la tierra iniciaban los quehaceres diarios de sus vidas. Corinne seguía acurrucada y entrelazada junto el cálido joven que ahora se presentaba como su prometido y en un futuro esposo, si todo terminaba indudablemente bien. Y curiosamente no fue la luz solar que entraba por las ventanas, ni la respiración fuerte de Shack que tumbado boca arriba permanecía en uno de sus costados, los que la despertaron, si no el roce de unos labios contra su frente, lo que logró sonsacarla del mundo de los sueños, para encontrarse frente a frente con el hombre que en tan poco tiempo le robaba el aliento. Entreabrió un segundo los ojos, en lo que le vio a él y rápidamente volvió a cerrarlos, demasiado todavía adormecida para poder hacerle caso alguno.
— Astor debe de ser demasiado temprano…duérmete. —Se quejó con voz suave, moviéndose hasta quedar nuevamente a su lado, recostada en uno de sus costados. Pasó sus brazos por su torso y se quedó allí abrazada a él. — Además se está tan bien así… eres tan cálido. —Comentó en un susurro dejándose nuevamente adormecer. Creyéndose a salvo de ser despertada de nuevo, tanto la risa de él como sus palabras llegaron a sus oídos y demasiado dormida intentó fruncir el ceño sin conseguirlo, solo logrando con ello que Astor volviera a sonreír. Suspiró entre la calidez de la manta que cubría su cuerpo y la proximidad, piel con piel con él y sonrío ella también finalmente. — No soy una niña, y tampoco una floja. —dijo contra él. —Bien… quizás algo floja, pero es demasiado temprano. Y necesito descansar para sanar mis heridas, tú mismo lo dijiste. — Esperó que con aquello hubiese ganado unos minutos de descanso, pero de nuevo él rompió el silencio, intentando provocarla y acariciarla para que despertara de una buena vez. Negando sonriente río suavemente y moviéndose en su abrazo, llegó a la altura de su rostro y besándole la mejilla permaneció unos instantes acariciando con sus labios su piel. — Buenos días….Astor. —Susurró dulcemente contra su piel.
— ¿Tenemos que irnos, no?— Preguntó volviéndose sonrojada tras aquel efímero y dulce beso. Con pereza se movió hasta quedar sentada a su lado, sin acordarse de que su desnudez la cual solo la cubría la manta que llevaba alrededor de su cuerpo y que tras su movimiento dejó su espalda y medio cuerpo visible a Astor. Sin ser consciente de eso miró a Shack y sonrío, al verlo tumbado al lado de las bolsas con lo que tomarían para partir de la casa y empezar una nueva vida, como si él supiera de eso y quisiera decirle que los acompañaba. — Desayunamos y partimos, o tomamos el desayuno y la comida por el camino? —Preguntó mirando para atrás unos segundos, sonriéndole a Astor. Con un suspiro volvió a mirar al frente, y cerró los ojos unos segundos, agradecida de poder sentir aún desde allí, la agradable temperatura de él. — Es curioso, pero desde ayer siento que este no es mi hogar. Lo encuentro tan triste y silencioso, que no me apena irme…como si mi corazón supiera que lo que vendrá ahora, será mejor que todo lo que dejaré atrás. — Comentó restando unos segundos en silencio hasta que finalmente agarrando la manta alrededor de ella tras ver que medio cuerpo había sido descubierto, con un suave sonrojo se levantó dándole la espalda a Astor, en lo que iba a buscar ropa que ponerse. Llegó a la bolsa con lo que debían de llevarse y de allí tomó la ropa, frunciendo el ceño insegura miró la ropa sin saber cual escoger. — Astor… será un camino largo? —Preguntó mordiéndose el labio indecisa. Tras oír sus palabras asintió y tomando la ropa más adiente se giró hacia él nuevamente. — No mires. —Le dijo con una sonrisa volviéndose al frente y dejando que la manta cayera de su cuerpo.
Empezó a vestirse, siempre procurando estar de espaldas a él, por si se le ocurría mirar. Terminó de ponerse el vestido y resopló al no poder por si misma atarse el corsé. — Podrías levantarte y ayudarme con esto, por favor? No llego por mí misma. —Le preguntó y oyendo a Astor moverse hacia ella, suspiró plácidamente al sentir sus manos acariciarle la piel en lo que iba lentamente atando su corsé. Sentía como las yemas de sus dedos rozaban su suave piel, logrando que se estremeciera y se relajara por completo. Astor tomándose su tiempo en atar cada parte de aquel corsé, se encontró agradeciendo que alargara el final de sus caricias, hasta que irremediablemente se lo terminó de atar. Corinne sonriéndole se lo agradeció y le miró cayendo en la ropa que llevaba. —Deberías tú también cambiarte de ropa. En las bolsas encontraras todo, yo de mientras voy a preparar comida y el desayuno. Y una vez esté todo listo y los caballos, podremos irnos. —dijo sonriente mirándole. Tras sus palabras, y el asentimiento de Astor no pudo no controlarse, y alzándose de puntillas, dejó un efímero y corto beso en sus labios, desapareciendo en la cocina antes de que Astor pudiera regañarla. Y así, preparando carne, preparando el pan, las galletas y cosas que iban a llevarse por el camino, escuchó cada uno de los pasos de Astor, sus ideas y venidas, hasta que finalmente le sintió entrar a las cocinas deteniéndose a su lado.
—Ya está todo listo y el desayuno esperándonos. —Dijo ella, volviéndose a él con una suave sonrisa, mientras todos los platos, la fruta, tostadas y carne que había preparado para él y su desayuno lucía exquisito tras ellos, en una de las mesas.
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: The cursed [Privado]
Estamos hechos para concebir lo inconcebible y soportar lo insoportable.
Eso es lo que hace nuestra vida tan dolorosa y al tiempo tan inagotablemente rica.
Arthur Schnitzler
No le parecía que fuese temprano, pero estaba acostumbrado a estar de aquella manera. Dormir y levantarse a los primeros rayos del sol para hacer algunas cosas antes de que sus deberes le llamaran, generalmente eso era lo que hacía por eso es que aquella hora le parecía demasiado normal y si deseaban llegar pronto a París, aquello era lo mejor.
Suspiro al ver como en lugar de levantarse se acomodaba de otra forma, impidiéndole movilidad pero diciendo aquellas palabras que provocaron que termina por soltar una carcajada.
– Vamos que tampoco es como si hiciera mucho frío, esta bien que llovió pero la temperatura es bastante agradable – movió un poco más el cuerpo de ella, esperando que terminara por levantarse – Bueno floja, descansaras cuando lleguemos a nuestro destino. Si es necesario te dejare dormir varios días así que arriba, que quiero que aprovechemos el día para andar – se movió un poco antes de recibir aquel beso, ante el cual permaneció estático solo para sentir como los labios femeninos le rozaban. Corinne era una niña que hacía cosas que solo terminaban por tentarle más o dejarle una sonrisa de bobo en el rostro que no era muy común en él; justo como ese beso y la manera en que le daba los buenos días con las mejillas sonrojadas – Buenos días Corinne, niña floja – rió un poco, esperando a que se desesperezara para levantarse ambos.
Asintió a su pregunta y contuvo una risa cuando le vio moverse, descubriendo parte de su cuerpo. Para Astor no significaba molestia alguna que se mantuviera de esa manera, después de todo así podía apreciar mucho mejor su cuerpo, aquel que la noche anterior se esforzó tanto por no tocar ya que sabía que de tocarle mucho más sería incapaz de resistir no besar cada parte de su piel hasta que el calor de sus besos se quedara impregnado en la tersa piel femenina.
– Creo que lo mejor será que tomemos el desayuno aquí y llevemos algo para el camino, y apuremonos que como ya te dije prefiero que lleguemos lo más pronto posible para que puedas descansar debidamente – miro a los ojos de Corinne, con toda la plena intención de que no se percatara de que estaba admirando con detalle su cuerpo o al menos la parte descubierta – Este es tu hogar, solo que es ahora un hogar diferente y eso es todo – fue incapaz de responderle si es que todo sería mejor a donde ahora iba. Podía ofrecerle muchas cosas pero tal vez jamás lo que ella esperase realmente obtener y eso en parte le alteraba. Observando aquella expresión amable y su sonrisa sabía que ella no merecía nada de eso que le estaba sucediendo pero la vida daba vueltas que nunca nadie puede comprender y aquella parecía ser una de esas vueltas.
No evito el reír cuando finalmente ella se percato de la pequeña muestra que le había dado y sol le vio mirarle un sonrojada antes de darle la espalda e ir en dirección a la ropa que tenia preparada.
– Si, será un viaje algo largo así que ponte algo que re resulte cómodo y permita que te muevas bien – suspiro ante su petición y claro, no se giro. ¿Cómo hacerlo cuando aquella figura era descubierta ante él – Lo dices después de que te he visto desnuda dos veces, así que ahora no tiene el mínimo sentido que lo digas.
– Ya voy – respondió gustoso a la petición y fue de inmediato a hacerse cargo de aquellas cintas y mientras lo hacía no pudo evitar que su dedos rozaran la piel ajena, provocando que sonriera aunque ella no pudiera verle el rostro – Espero que realmente vayas a estar cómoda con esto, igual puedes cambiarte en el camino – ver aquel cuerpo le era inevitable y deleitarse tocando aquella piel lo era mucho menos – Cierto, olvide lo de mi ropa – menciono mientras se miraba a si mismo y le escuchaba dar aquellas indicaciones, antes de que los labios de ella volvieran a sorprenderle. Un suspiro salió de sus labios, mientras pasaba sus manos por sus cabellos. Realmente aquella mujer le sacaría de sus casillas y sus estados de seguridad con su forma tan peculiar de ser, aunque no le molestaba para nada que la loba continuara besándole cuando quisiera. El inquisidor tomo algunas ropas de las bolsas y se cambio de ropa, observando a ratos en dirección a la cocina mientras que es escuchaba los pasos de Corinne de un lado a otro. Igual él, acomodo de nuevo las bolsas y salió a asegurarse de que los caballos estaban listos para una vez terminado el desayuno partir.
Ya que todo quedo en orden, llego hasta la cocina. Miro a Corinne desde la puerta y finalmente se acerco a ella.
– Eres una excelente cocinera, todo luce delicioso – le sonrío para después guiarle a la mesa y sentarse ambos a tomar el desayuno. Mientras ambos se alimentaban de todo aquello que la loba preparo, sus ojos no dejaron de encontrarse y ambos de sonreír. También vio más de una vez como las mejillas de ella se tornaban rojas y al mirarla, volvía la mirada a otro sitio aun más sonrojada de lo que antes lo estuvo.
Solo hasta que ambos terminaron y Corinne miro su casa una ultima vez, fue que le dijo que estaba lista y ante esas palabras ambos salieron de aquella casa. Claro que no podía imaginar como es que ella se sentía pues su mirada aun lucía triste e incluso el perro se notaba de esa manera.
– Todo estará bien Corinne. Ahora tu hogar se encontrara a mi lado e igual esta será tu casa y cuando vengas a ella, yo vendré a tu lado – dijo aquello antes de que ambos subieran a las monturas y después de sonreír fue que le beso nuevamente por el hecho de que no se contenía al estar cerca de ella. Ambos se miraron después de eso, solo para que terminaran por montar y lentamente se alejaran de aquel lugar.
Astor no podía dejar de mirarle de vez en cuando, preocupado por ella y por él mismo. Más allá de donde ahora se encontraban, estaba un hogar que compartirían, una farsa que deberían llevar a cabo a la perfección y sus promesas. Cumpliría cada una de ellas, todo únicamente por ver la sonrisa en aquel hermoso rostro, siempre.
Eso es lo que hace nuestra vida tan dolorosa y al tiempo tan inagotablemente rica.
Arthur Schnitzler
No le parecía que fuese temprano, pero estaba acostumbrado a estar de aquella manera. Dormir y levantarse a los primeros rayos del sol para hacer algunas cosas antes de que sus deberes le llamaran, generalmente eso era lo que hacía por eso es que aquella hora le parecía demasiado normal y si deseaban llegar pronto a París, aquello era lo mejor.
Suspiro al ver como en lugar de levantarse se acomodaba de otra forma, impidiéndole movilidad pero diciendo aquellas palabras que provocaron que termina por soltar una carcajada.
– Vamos que tampoco es como si hiciera mucho frío, esta bien que llovió pero la temperatura es bastante agradable – movió un poco más el cuerpo de ella, esperando que terminara por levantarse – Bueno floja, descansaras cuando lleguemos a nuestro destino. Si es necesario te dejare dormir varios días así que arriba, que quiero que aprovechemos el día para andar – se movió un poco antes de recibir aquel beso, ante el cual permaneció estático solo para sentir como los labios femeninos le rozaban. Corinne era una niña que hacía cosas que solo terminaban por tentarle más o dejarle una sonrisa de bobo en el rostro que no era muy común en él; justo como ese beso y la manera en que le daba los buenos días con las mejillas sonrojadas – Buenos días Corinne, niña floja – rió un poco, esperando a que se desesperezara para levantarse ambos.
Asintió a su pregunta y contuvo una risa cuando le vio moverse, descubriendo parte de su cuerpo. Para Astor no significaba molestia alguna que se mantuviera de esa manera, después de todo así podía apreciar mucho mejor su cuerpo, aquel que la noche anterior se esforzó tanto por no tocar ya que sabía que de tocarle mucho más sería incapaz de resistir no besar cada parte de su piel hasta que el calor de sus besos se quedara impregnado en la tersa piel femenina.
– Creo que lo mejor será que tomemos el desayuno aquí y llevemos algo para el camino, y apuremonos que como ya te dije prefiero que lleguemos lo más pronto posible para que puedas descansar debidamente – miro a los ojos de Corinne, con toda la plena intención de que no se percatara de que estaba admirando con detalle su cuerpo o al menos la parte descubierta – Este es tu hogar, solo que es ahora un hogar diferente y eso es todo – fue incapaz de responderle si es que todo sería mejor a donde ahora iba. Podía ofrecerle muchas cosas pero tal vez jamás lo que ella esperase realmente obtener y eso en parte le alteraba. Observando aquella expresión amable y su sonrisa sabía que ella no merecía nada de eso que le estaba sucediendo pero la vida daba vueltas que nunca nadie puede comprender y aquella parecía ser una de esas vueltas.
No evito el reír cuando finalmente ella se percato de la pequeña muestra que le había dado y sol le vio mirarle un sonrojada antes de darle la espalda e ir en dirección a la ropa que tenia preparada.
– Si, será un viaje algo largo así que ponte algo que re resulte cómodo y permita que te muevas bien – suspiro ante su petición y claro, no se giro. ¿Cómo hacerlo cuando aquella figura era descubierta ante él – Lo dices después de que te he visto desnuda dos veces, así que ahora no tiene el mínimo sentido que lo digas.
– Ya voy – respondió gustoso a la petición y fue de inmediato a hacerse cargo de aquellas cintas y mientras lo hacía no pudo evitar que su dedos rozaran la piel ajena, provocando que sonriera aunque ella no pudiera verle el rostro – Espero que realmente vayas a estar cómoda con esto, igual puedes cambiarte en el camino – ver aquel cuerpo le era inevitable y deleitarse tocando aquella piel lo era mucho menos – Cierto, olvide lo de mi ropa – menciono mientras se miraba a si mismo y le escuchaba dar aquellas indicaciones, antes de que los labios de ella volvieran a sorprenderle. Un suspiro salió de sus labios, mientras pasaba sus manos por sus cabellos. Realmente aquella mujer le sacaría de sus casillas y sus estados de seguridad con su forma tan peculiar de ser, aunque no le molestaba para nada que la loba continuara besándole cuando quisiera. El inquisidor tomo algunas ropas de las bolsas y se cambio de ropa, observando a ratos en dirección a la cocina mientras que es escuchaba los pasos de Corinne de un lado a otro. Igual él, acomodo de nuevo las bolsas y salió a asegurarse de que los caballos estaban listos para una vez terminado el desayuno partir.
Ya que todo quedo en orden, llego hasta la cocina. Miro a Corinne desde la puerta y finalmente se acerco a ella.
– Eres una excelente cocinera, todo luce delicioso – le sonrío para después guiarle a la mesa y sentarse ambos a tomar el desayuno. Mientras ambos se alimentaban de todo aquello que la loba preparo, sus ojos no dejaron de encontrarse y ambos de sonreír. También vio más de una vez como las mejillas de ella se tornaban rojas y al mirarla, volvía la mirada a otro sitio aun más sonrojada de lo que antes lo estuvo.
Solo hasta que ambos terminaron y Corinne miro su casa una ultima vez, fue que le dijo que estaba lista y ante esas palabras ambos salieron de aquella casa. Claro que no podía imaginar como es que ella se sentía pues su mirada aun lucía triste e incluso el perro se notaba de esa manera.
– Todo estará bien Corinne. Ahora tu hogar se encontrara a mi lado e igual esta será tu casa y cuando vengas a ella, yo vendré a tu lado – dijo aquello antes de que ambos subieran a las monturas y después de sonreír fue que le beso nuevamente por el hecho de que no se contenía al estar cerca de ella. Ambos se miraron después de eso, solo para que terminaran por montar y lentamente se alejaran de aquel lugar.
Astor no podía dejar de mirarle de vez en cuando, preocupado por ella y por él mismo. Más allá de donde ahora se encontraban, estaba un hogar que compartirían, una farsa que deberían llevar a cabo a la perfección y sus promesas. Cumpliría cada una de ellas, todo únicamente por ver la sonrisa en aquel hermoso rostro, siempre.
TERMINADO
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Página 2 de 2. • 1, 2
Temas similares
» The cursed lovers // Privado - Spyros
» The Cursed One || Privado "Aguilares" posible +18
» Cursed one || The First.
» Calíope - The cursed one
» The cursed one [Libre]
» The Cursed One || Privado "Aguilares" posible +18
» Cursed one || The First.
» Calíope - The cursed one
» The cursed one [Libre]
Página 2 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour