Y de entre los muertos salió un hurón {Zelman}

por **Asztrik von Rosenthal** Mar Oct 08, 2013 4:41 pm

Correteaba entre las lápidas con algo de prisa, adonde siempre, adonde ya nadie iba. Era de noche y si no hubiera sido por mi envidiable sentido de la vista y la orientación, seguro que me habría dado de bruces con cualquier lápida o con cualquier árbol. A esas horas ya nadie se encontraba dentro del cementerio, o eso directamente supuse. Avancé hasta que llegué hasta las primeras viejas y maltratadas tumbas, que databan de la mitad de siglo anterior, y me acicalé. Olisqueé el ambiente fresco y tranquilo del lugar, y cuando estuve seguro de que no escuchaba más que el movimiento de las hojas por la brisa y que no veía más que las quietas sombras que formaba la tenue luz de la Luna, me transformé. Poco a poco mi cuerpecito blanco (a excepción de, como siempre, el pelaje negro que se encontraba alrededor de mis ojos) de piel rosa fue creciendo, alcancé una estatura media para un hombre, poco a poco mi cola fue disminuyendo de tamaño hasta desaparecer. Mi hocico sonrosado perdió la forma animal para tornarse humano. Como por arte de magia mi desnuda piel fue recubriéndose de mis extravagantes ropajes, parecidos a los de un mago, con cierto colorido, pero sin perder la elegancia. Por último el pelo que recubría mi cabeza fue poco a poco volviéndose castaño oscuro, pasando por todos los colores de pelo existentes desde el blanco. Al minuto ya era completamente como todo el mundo. Nadie imaginaría que hace apenas tiempo era un animalito albino. Respiré hondo y saqué una pipa de madera de roble, a la que añadí, no tabaco, sino unas extrañas hierbas que podrían confundirse perfectamente con perejil o hierbabuena picada, y con un mechero, las encendí. El humo que salía de ella no era gris, como la gente pensaría, sino que conforme ascendía iba adquiriendo los tonos del arcoiris, comenzando por salir de mi pipa de color rojizo para acabar perdiéndose en la inmensidad del cielo añil con tonos violáceos. El humo además brillaba de forma tenue, lo que daba un espectáculo mágico. Saboreé lentamente el mágico humo y después lo exhalé, haciendo figuras y símbolos arcanos que en raras ocasiones la gente comprendería.

por **Zelman Perrin** Mar Oct 08, 2013 6:45 pm

Me desperté apoyado de espaldas en una de esas frías tumbas, cuales te congelabas casi al tacto. Sentía que mi cuerpo estaba un poco entumecido y me costó un poco poder espabilarme del todo, recordando más o menos cómo es que había llegado hasta ese cementerio lleno de cadáveres bajo tierra, comidos por los gusanos caníbales.
Hice una mueca de disgusto al notar que tiritaba un poco, abrazándome a mi mismo y mirando hacia mi alrededor.
Todo estaba completamente oscuro y tan solo mirar hacia la expansión del terreno hacía que un escalofrío recorriera tu cuerpo casi sin darte cuenta. Si mirabas del todo, podías notar una débil niebla que cubría parte de las tumbas como si éstas estuvieran llamando a esa dicha niebla. Parecía terrorífico, como en una escena de terror de teatro. Casi me sentí así, pero la comparación era que eso era real e inmediatamente debía salir de allí antes de que me diera mal royo.
No debía haberme quedado durmiendo en el primer lugar que pillé, en realidad, pero después de ese entierro bastante aburrido era normal. Además, la anterior noche no dormí nada y.. ¿que mejor lugar que dormirse en un cementerio? Era lo mas normal del mundo.
Cuando me dispuse a caminar, algo pasó por mi vista. En un principio creí que eran imaginaciones mías, pero tras parpadear unas cuantas veces pude llegar a ver que una especie de animal pequeño correteaba tan fresco como si nada entre las tumbas.
Con curiosidad le seguí, sin saber muy bien lo que me esperaba por ver a continuación: El animal se había parado y no me veía, porque estaba de espaldas a mi.
Me puse a caminar hacia él lentamente para no espantarlo.. y que grata sorpresa me llevé cuando le vi hacer movimientos extraños. No, se estaba transformando en algo. Su cuerpo crecía a cada segundo, casi oí cómo sus huesos crujían, adoptando una forma humana.
No me podía creer lo que mis azulados ojos estaban viendo en ese mismo momento, ¿seguía soñando o mis sueños se estaban convirtiendo en mis pesadillas?
me quedé quieto como una piedra. No estaba nervioso ni nada parecido, tan solo era demasiado irreal como para creer que eso fuera verdad.
Por lo que, aunque ese hombre bien vestido y con una pipa entre sus labios estuviera fumando cosas extrañas, no llegué a atreverme a preguntarme qué era lo que estaba fumando. Era como si el arcoiris se hubiera atrapado allí y estuviera escapando, muy lentamente, esfumándose en el aire.
No me contuve más. Él no me veía, pero di unos cuantos pasos, rompiendo una rama que crujió e hizo más ruido del normal en ese sitio tan silencioso.
- ¿Eres.. eres una rata? Fue lo único que se me ocurrió preguntar, notando que mi voz sonaba algo seca por falta de bebida, pero llena de curiosidad y a la vez aniñada.

por **Asztrik von Rosenthal** Miér Oct 09, 2013 2:55 pm

Oí al instante como la rama se partía por un pie ajeno. Me asusté inevitablemente, y me giré, con elegancia, echando el poco humo que quedaba en mis pulmones, que al darme cuenta lo había exhalado apenas unos centímetros de mi inesperado visitante. Un niño. Me relajé. Si algo me gustaba de los niños es que no eran tan ignorantes y no tenían la mente tan carcomida y cerrada como los demás. Además, los chiquillos de la calle, como él, son discretos. No diría nada. En mi cara se dibujó una media sonrisa afable, al fin, dije:

- Soy un hurón, no una rata. -contesté, tranquilo, e hice una pausa, mirándolo de arriba a abajo mientras fumaba-. ¿Se puede saber qué hace un niño a estas horas aquí? No es muy cómodo... ¿no tienes dónde dormir?

Hice unas figuritas con el humo multicolor mientras mi sonrisa, por un momento, cogió un toque melancólico. Me veía reflejado en él. Recordaba como había vivido sin rumbo alguno entre aquel laberinto de piedra. Recordaba no querer salir porque esperaba a mi maestro. Dejé de recordar y me senté en la lápida que se encontraba entre el muchachito y yo, cruzando las piernas y tocando con delicadeza aquella pipa. Después di otra calada, y eché el humo sobre la cara del chico. No era un atrevimiento o una ofensa, al contrario. Solo quería probar cuan curioso era. Ese humo no lo desagradaría, pues sus colores no eran lo único distinto. Su aroma no se parecía en nada al del tabaco, de hecho, más bien recordaba al olor que desprendería una barra de incienso de base frutal. Saboreé otra vez más el momento, y hundí mi mirada chocolate en los destellos azulados que emitía la suya. En ellos se notaba un pasado duro, como el de todos los de su categoría. No era fácil ser un niño, o casi un adolescente, sin atención de nadie más. Deduje que no tenía padres por los harapos que llevaba por ropa, por su pelo destartalado y por el hecho de que habría estado durmiendo o merodeando en la madrugada por el cementerio. Ningún padre con dos dedos de frente lo habría dejado. Me sentía a gusto con él. Había visto a primera vista mi mayor secreto, así que no me preocupé por parecer una persona normal.

- ¿Habías visto antes algo así? -pregunté, acercando mi rostro al de él, como lo habría hecho un animal que se dispone a examinar a otro o a olisquear algo curioso.

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