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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lara Karstein Jue Oct 17, 2013 11:29 pm

"Mis intensiones no son otras que satisfacer contigo mi sed de sangre."

La sed no discrimina, la sed reclama y consume como el fuego a la madera e incluso corroe la garganta como el mismísimo infierno; sin embargo, a través de los años he logrado un control que me permite darme el tiempo de elegir a mis víctimas, todas ellas con una característica en común: Su podredumbre.

Desde hace décadas decidí que lo más satisfactorio era alimentarme de los necios, de la plaga de la sociedad sea cual fuere el país en donde me encontraba; tomé lo que todos odiaban y me sacié con ellos hasta que su sangre fue el pago por sus pecados; tomé una justicia que no me pertenecía por mano propia y todo a cambio de aplacar a futuro mi consciencia, esa que puede lograr que un vampiro se arroje a los brazos del sol como única salida y esperanza si no se tiene cuidado de ella.

Hasta ahora, no puse nunca un pie sobre la zona de los burdeles porque me disgustaba de sobremanera esa suciedad, esos cuerpos tan usados me generaban más repulsión que los otros; sus camas eran, a mi vista, como las letrinas, testigos de decenas de cuerpos desnudos, de fluidos corporales de todo tipo y que parecían destinarse a una sola persona, la misma a la que se le entregaba el dinero al final de la faena. No obstante, esta noche mi sed reclamaba y al pensarlo durante un rato, deduje que muchos de estos que cobraban por sus servicios sexuales también merecían desaparecer de vez en cuando. Me importo poco pensar que incluso mi especie hacía parte de la clientela y sin pensar en favoritismos caminé con calma hasta al lugar para buscar mi presa. Esta noche él o la desdichada me pertenecería de una manera distinta a la que seguramente imaginaba y a cambio no obtendría absolutamente nada porque no tenía en mente perdonarle la vida.


"Adelante, ofrécete a mí como la basura de alquiler que eres" pensé mientras avanzaba entre los callejones donde la gente negociaba y a medida que llegaban a un acuerdo se internaban en las casas destinadas a acoger sus temporales placeres. La zona de las mujeres era patética, sus cuerpos estaban expuestos sin importar sus formas, sus colores e incluso edad. Había para todos los gustos y hombres de todas clases sociales llegaban allí buscando la mejor opción para satisfacer sus deseos mientras ellas se les contoneaban con ese olor a perfume barato para venderse al mejor postor. No me detuve demasiado, estas mujeres me provocaban tal repulsión que no soporté demasiado y avancé hacia la zona donde se encontraban los hombres que se dedicaban a lo mismo y enseñaban en su mayoría cuerpos firmes y jovenes que de seguro serían bien pagos por las viejas mayores que los estarían visitando con frecuencia y dejando buen dinero como cualquier obsesiva.

¿Visitarían vampirezas a los cortesanos? ¿Serían capaces estos de reconocernos? avancé aún más y giré en una calle cualquiera esperando a mi víctima, a un ambicioso, a un preguntón, a un ampón o a algún sujeto de mala vida que anduviera por las calles.
"Ven a mí, no hagas que la sed me carcoma por más tiempo porque sólo lograrías que te destrozara la garganta en un parpadeo".
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Mensaje por Aemon Dom Nov 10, 2013 12:23 pm

Vacía. Vacío. Vacía. Vacía. Vacío. Nada, ninguna caja o cajón en toda la casa ni en el banco del parque tenía un solo franco. Todo había desaparecido. Mira que me lo decían. Cobra con dinero, no con comida o cobijo. Las necesidades, en este cruel y desagradecido mundo, se pagan con francos, no con manzanas o generosidad. Hace tiempo que las buenas costumbres ya han sido olvidadas y los favores se pagan. No quería creerlo y, de nuevo, me encontraba sin blanca y con la necesidad de unas pocas piezas redondeadas y brillantes, de esas a las que la gente les daba un valor exagerado a mi modo de ver. No quería pedirlo, pero lo necesitaba para la mañana siguiente y con un "trabajo" normal no lo conseguiría a tiempo. En el budel tal vez me diesen trabajo pero se llevarían una parte por la habitación y no sería suficiente y tampoco quería poner en un aprieto a mis compañeros por asuntos propios. Me costó asimilarlo pero... debería venderme por esa noche en la calle. Dinero negro, sexo en un callejón rezando por no contraer una de esas deshonestas enfermedades. Estaba decidido.

Vestido con un pantalón negro de cuero, una camisa blanca abierta hasta el cuarto botón dejando ver mis pectorales a medias y la primera linea de lo abdominales y unos zapatos negros, los únicos que tenía, me dirigí a uno de los callejones cercanos al burdel. Hacía bastante frío, demasiado tal vez, pero si me cubría no me reconocerían como cortesano ni la gente vería la "mercancía" por lo que no podría conseguir esas monedas, asquerosas monedas, que necesitaba.

Las primeras horas de la noche no eran nada halagüeñas. Los clientes con dinero entraban directamente al burdel, los que entraban en los callejones no eran más que zaparrastrosos, no pobres, sino pervertidos que se dejaban la paga de su trabajo, la que tenía que alimentar a las familias que ya habían perdido, en cuerpos de pecado. Con maestría y cierta experiencia evité entrar en el campo visual de muchos de ellos. Finalmente la noche profunda llegó, la hora de asesinos, sombras y monstruos. La hora que me interesaba pues esa era la hora en que las grandes bolsas buscaban lo exótico más allá del burdel.

Varias mujeres ocultas en capuchas y hombres entre sombras pasaron ante nosotros, todos ellos, sin excepción, con dos orbes brillantes en un punto impreciso de las sombras, dos ojos al acecho de una presa digna de sus bolsas. Miré a todos desafiante, esperando ser del agrado de los de mayores bolsas. No se si llamarlo mala suerte o destino pero ninguno se detuvo. Fruncí el ceño resignado y fue entonces cuando algo en mi cabeza me dio un toque, un aviso, y mis ojos se clavaron en una nueva sombra que aparecía por la esquina. Una joven morena, de ojos oscuros y seguros, buen cuerpo a pesar de sus andares. Más parecía una cazadora que una mujer pecadora. Había algo en ella, un aura tal vez, ¿quien sabe?, que me llamó la atención. Ni me fije en si llevaba bolsa. Mi vida tenía que juntarse con la suya y así fue como ocurrió.

Me adelanté unos pasos caminando por el centro de la calle como uno más entre los cortesanos y cortesanas apoyados en las paredes a ambos lados del adoquinado. Me dirigí hacia ella seguro de mi mismo, sin prisas pero sin pausas, como si un hilo invisible pero indestructible me guiase a su encuentro.- "Sígueme, tengo lo que buscas." -Susurré cuando pasé por su lado acariciando el dorso de su mano con mi índice. No me giré a ver si me seguía, algo me decía que lo haría, y me metí en un callejón más pequeño que esa calle y un poco más adelante en otro callejón en el que estaríamos a solas. Solo una luz, un candil colgando en medio de la calle, a unos dos metros y medio de altura, nos acompañaría. ¿Porqué estaba allí? ¿Porque la había escogido? Solo el tiempo me lo diría. ¿Sería para bien o para mal? ¿Y quien sufriría las consecuencias? De nuevo la misma respuesta llegó a mi cabeza.
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Mensaje por Lara Karstein Dom Nov 24, 2013 6:16 pm

"Unos buscan el dinero, pero para mí, la sangre es el dinero del alma."
Recuerdo que alguna vez pensé que los inmortales somos como la noche. Somos como la dulce sombra caída del cielo que ahoga París, como una ola incomprensible e impenetrable, oculta, que aniquila, que destruye los colores, las formas; que oprime los pechos, los seres, los cuerpos, todo con su tacto casi imperceptible. La mayoria no nos esforzamos en contenernos, nos movemos con la agilidad que nos es propia y muchos hombres han sobrevivido para contar con espanto aquellas cosas de las que somos capaces. Sin embargo no es mi caso, nadie ha sobrevivido si he decidido matarlo y sólo un humano al que decido convertir en vampiro puede escapar de la presión de mis colmillos acompañando a su último aliento.

Suspiré agradeciendo que el sonido de mis altos zapatos ensordeciera levemente los sonidos de aquél lugar. Había de todo: gritos, gemidos, suspiros, golpes, todo lo imaginable ocurría tras las paredes y cada quién seguía en lo suyo como si nada importara lo suficiente como para prestar más atención. Las miradas se compartían hasta que alguna correspondía y entonces otro reemplazaba en el juego a quien se iba. Muchos de los míos se movían con elegancia y firmeza, con la decisión que es propia del cliente y del demonio que confía en sus males.

Las paredes a los costados de donde caminaba se mostraban antiguas y agrietadas y me parecían odiosamente húmedas y estrechas; por doquier se percibía un olor maldito, un aroma pesado al igual que aquél ambiente. No obstante no gesticulé de ningún modo y continue mi marcha hasta que un pensamiento llamó mi atención. Fue extraño, lo sentí tan directo para mí que levanté de inmediato la mirada cuando escuché ese "Sígueme". Observé al hombre con curiosidad por aquél hecho, buscando descartar alguna cosa sobrenatural en él que pudiera haber logrado escuchar el hilo de mis pensamientos. Sin embargo no fue así, era humano, pero aquella manera de hablarme captó por completo mi atención y lo seguí una vez pasó por mi lado.

Su tacto, cálido y preciso aún cuando se trató de un simple roce, me terminó de confirmar su humanidad a través de su tibieza. Sentí en el aire el aroma de su sangre que corría con velocidad como buscando calentar su cuerpo en medio de aquella helada noche. Yo también sentía algo así, porque los vampiros sentimos el frío tanto como los mortales, y la sangre de una víctima es, a menudo, el alivio rico y sensual del frío. Sonreí y apenas lo demostraron las comisuras de mis labios y observé con total calma al hombre que caminaba frente a mí. Me llevaba varios centimetros a pesar que yo llevaba zapatos de gran altura y un tacón demasiado delgado que ya manipulaba a la perfección. Era robusto, de musculatura firme a la vista y perceptible a través de aquella delgada camisa que apenas si le cubría algo de aquél viento inclemente. Se movía con seguridad y en pocos minutos desvio hacia un callejón con menos luz que los anteriores. Yo continuba tras de él, en silencio y a poca distancia. Me mantuve en silencio esperando ver como actuaba. Jamás había pisado esos lugares y algo de curiosidad sentía. ¿Cuál era el paso a seguir? era cuestión de esperar, pues, por ningún motivo, iba a atacarlo sin darme la oportunidad de divertirme un poco.
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Mensaje por Aemon Sáb Ene 11, 2014 9:59 am

Caminaba despacio por aquél lugar de perversión y mezcolanza de razas. El lugar perfecto para no volver a ver un nuevo amanecer, para coger una de tantas enfermedades de las llamadas incurables y que te deformaban hasta la muerte o para ser secuestrado y mutilado a cambio de unas pocas monedas. Y allí es donde había ido yo antes de encontrarme con la mujer que ahora me seguía y, al igual que ella, mi rostro mostraba que no pertenecia a aquél mundo. Tal vez ella tuviese algo sobrenatural o, que se yo, una entereza diferente a muchas humanas, no podía saberlo si no me mostraba algún rasgo característico de una de esas tantas razas que conocía y a las que había encandilado con la entrepierna. Por mi parte, nunca habría acabado en un callejón sin un nuevo amanecer, contrayendo alguna enfermedad o secuestrado pues antes que cortesano había sido vagabundo durante mi trayecto a París y después de algo como eso sabías reconocer el peligro y huir de él, a pesar de tener que meterte en la boca del lobo para ganarte las lentejas.

Y esa boca de lobo, en esta época del año, tenía el aliento gélido y sonaba a muerte. A pesar de ello caminaba con mis escasos ropajes, seguido, o eso esperaba, por la joven que tampoco pegaba en aquél lugar, lúgubre y oscuro a pesar de los gemidos que nos traía el cortante viento. El calleón al que fui, en el que olía a meado, sudor, sangre y semen en la entrada, el viento no nos atacaría. Más adelante, cuando mi camisa dejase de ondear por el sibilante aire, los aromas también nos abandonarían y los sonidos de la sordidez quedarían atrás. Ambos quedaríamos solos, apartados de todos y en un ambiente que, a pesar de su oscuridad y estrechez, se amoldaba más a lo que ambos éramos. Dos personas que no pegaban en el mundo en el que nacieron ni en el que viven ahora.

Allí, en ese callejón que daba a otro, iluminados por un único candil sobre nuestras cabezas y alejados de todas las miradas posibles, paré, respiré hondo y me giré. ¿Estaría allí la mujer o habría caminado solo guiado por una falsa corazonada? Por suerte no era así y ella estaba a unos pasos de donde me encontraba. Me quedé mirándola, tratando de leer algo en su mirada, en su rostro o en sus acciones, incluso en su ropa. No había forma de sacarle nada, solo veía ese aura, algo más difuminada, de quien está sin estar, de quien parece saber más de lo que tú nunca podrás imaginar, ni siquiera aunque te lo expliquen mil y una vez.

Sin apartar la mirada de la suya, sin quitar esa expresión de curiosidad, abrí la boca, la cerré y la volví a abrir creyendo tener las palabras adecuadas para ella.- "¿Qué es lo que buscabas en ese lugar? No eres como las demás." -En mi tono no se notaba el típico sonsonete de cortesano buscando alabar a su próxima presa, sino una verdadera curiosidad y certeza en lo que decía. Di un paso hacia ella como el corderito que da un paso hacia el matadero, conocedor de que el peligro acecha pero no sabe donde, tratando de mostrar una valentía que sus orejas caidas desmontan.

***

Off: Lara, perdoname el retraso. Prometo no tardar tanto en la próxima respuesta.
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Mensaje por Lara Karstein Lun Ene 13, 2014 5:39 pm

"¿Qué es la vida?
No es más que un juego miserable en la que tienes todas las de perder."

A cada paso que daba empezaba a recordar el porqué no me gustaban esos sitios. Había demasiada gente y, aunque yo no soy una santa, había demasiado pecado. Las miradas lascivas me irritaban; los pensamientos eran tan asquerosos que detestaba leerlos pero me era necesario para estar atenta de cualquier situación de riesgo para mí; el mover de intereses era tal, que cada quien complacía al otro por obtener unas cuantas monedas. De buena gana me los cargaría a todos, tal vez lo haga, recordaré los rostros de los peores y los seguiré como ladrón en la noche, los devoraré como el león que degusta lentamente a su presa luego de acecharla. Ahhj, no puedo evitar sentir este disgusto, esto hace parte de mí desde que recuerdo.

¿Cuánto aguantará mi paciencia para no desgarrarle el cuello a este hombre en un santiamén y largarme de una vez por todas? No sólo me molesta el exceso de personas con pensamientos aún más molestos que ellos, sino también este olor fuerte que ¡parece penetrar desde mi nariz hasta mi cerebro! de seguro estoy exagerando a causa de la molestia. Sin embargo, en la mente de este hombre frente a mí no he encontrado lo mismo que en otros, no sé si ha aprendido a disimular sus pensamientos en la experiencia con vampiros o si sencillamente así es él.

Le di una mirada a aquél estrecho lugar y fruncí el ceño durante una fracción de segundo hasta que el cortesano se giró y me observó como escrutándome con la mirada. Por mi parte, permanecí inmóvil, con las manos en los bolsillos empuñadas como si sintiera el frío y sosteniéndole la mirada de tal forma que apenas si parpadee una vez por pura costumbre. Supongo que me analizaba, quizás queria deducir si tenía dinero para empezar a hacer lo suyo y vaya que así era. Tenía dinero conmigo, claro, lo suficiente como pagarle algo más de un mes suponiendo que era un hombre de precio elevado. A la vista, tenía un par de joyas diminutas en los dedos que mantenía ocultos en el preciso momento en que se giró y unos pendientes que me había obsequiado no recuerdo quién pero que sí me gustaban.

Noté con claridad que quiso decirme algo pero se contuvo ¿Qué clase de cortesano era? según mis suposiciones (Porque hasta ahora no me constaba nada) suponía yo que intentaría decirme cosas, halagar y endulzar el oído así como creen los hombres que funcionamos las mujeres aunque un par nos escapemos a zancadas de dicha teoría. Pero de nuevo su mente fue más sonora que sus palabras y yo sencillamente me limité a sonreír de costado. No iba a afirmarle nada, no iba a corroborar que leía la mente porque muchas veces es bueno tener ases bajo la manga y usarlos cuando el otro menos lo espera. Se acercó hacia mí, apenas un paso como si temiera algo o como si no estuviera seguro de lo que yo buscaba por aquella noche. No sé que tanto presentía, pero si era lo que su cuerpo me decía, no estaba errando en lo absoluto.

Como si me burlara y buscara el juego con malicia, di un paso hacia él y enarqué ambas cejas agudizando la mirada que no le retiré ni por un momento. Permanecí igual que antes, sólo avancé lo mismo que él y esperé que sus palabras me dijeran lo que tenía en sus pensamientos. Continué igual porque quería conocer "su" juego a la hora de ejercer su labor y deducir así que tanto merecía la muerte y en que velocidad de ejecución. Me moví igual que él porque incluso planeaba empezar a probarle la paciencia repitiendo una que otra de sus acciones.
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Mensaje por Aemon Dom Feb 02, 2014 1:37 pm

Me imitaba. Sí, eso es lo que estaba haciendo. Imitaba mis pasos y me observaba. No, me estudiaba. ¿Porqué? ¿Qué pasaría por su mente? Definitivamente no era una de tantas, eso estaba más que claro. Sí, era preciosa, casi con una perfección antinatural, pero había algo en ella, en esa mirada pícara y fría a una vez. En lugar de dar un nuevo paso adelante lo di de lado, como si de dos lobos en un enfrentamiento se tratase. Medía las distancias pues, no sabía porque, esperaba que saltase contra mí y me descuartizase. Por raro que parezca también esperaba, y deseaba, que en lugar de descuartizarme me poseyese hasta que la noche diese a su fin. Supongo que era la excitación ante la muerte... vestida con un bello disfraz de indiferencia.

No respondía a mis preguntas con palabras pero tampoco hacía falta. ¿Acaso había preguntado esperando una respuesta? No, simplemente afirmaba con la voz lo que pensaba con la mente. La miré de arriba a abajo una vez más. Rasgos definidos, barbilla perfecta, ojos negros, nariz respingona, labios gruesos y delineados. Hombros trabajados, pecho turgente sin excesos ni defectos, centrado y apetecible. Vientre plano, caderas con curva, y de nuevo, sin excesos ni defectos, de esas caderas a las que te quedarías agarrado durante días dejando que con movimientos cadenciosos te arrancasen la vida a gemidos y jadeos. Piernas largas y torneadas que la sujetaban en el suelo en actitud de diosa. Si no fuese porque tenía el instinto alerta, y que ya me había encontrado con otros seres de la noche, estaría rendido a sus pies, con una erección de caballo y pidiéndole que hiciese conmigo lo que fuese.

Fruncí el ceño escrutando su mirada y terminé de dar esos pasos lentos. Ahora a su espalda quedaba el callejón sin salida, a la mía el camino por el que habíamos venido. La única luz seguía siendo el farolillo.- "Supongo que no vas a hablar, que juegas conmigo por algún motivo que se me escapa." -Di un paso hacia ella de nuevo, si ella daba otro solo nos separarían cuatro, o dos acercamientos mutuos más.- "No eres como ninguno de los que hemos dejado en esas calles de mala muerte. Cortesanos llenos de enfermedades, hombres y mujeres que buscan saciar su hambre de sexo, cambiaformas o licántropos que buscan desfogarse y alimentarse o vampiros que buscan una presa fácil con la que jugar. Te acercas más a esa última descripción pero no del todo. Tú solo juegas... no buscas el placer carnal, o al menos no como los otros." -Ladeé el rostro tratando de descifrar algo más de sus movimientos y gestos.- "Estás pensando en matarme, ¿verdad? Discurriendo como hacerlo y te lo he dejado en bandeja al caer en tu extraña aura, en tu atracción innata, trayéndote hasta aquí." -Entonces mi fijé en sus manos.- "¿Qué escondes en ellas dentro de los bolsilos?" -Volví a mirarla a los ojos inquisitivo.- "Si es el arma con la que me matarás más vale que lo olvides. No pareces ser de los que matan por la espalda y yo no soy de los que se dejan matar. Solo te pido una cosa, un combate justo." -Alcé una ceja.- "Si es el pago por mis servicios espero que no sean francos, ni oro, ni plata. No cobro en esa mercancía, sino en comida, alojamiento y presentes que puedan ser útiles para mí o los necesitados." -No sabía muy bien que me hacía tener tanta certeza con esas cosas pero la tenía, también podía equivocarme.

Di un nuevo paso hacia ella y fruncí el ceño.- "Si me equivoco, bella dama, os pido disculpas pues nunca sería mi intención la de incomodaros sino más bien la de haceros gemir mi nombre y pedirme más de lo que, en mi profesion, puedo ofreceros. ¿Y bien? ¿Vais a hablar o tendré que seguir buscando en vuestra mirada calculadora mientras vuestro cuerpo hace que el mío se caliente aunque la intriga me alerte de no hacerlo?"
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Mensaje por Lara Karstein Dom Feb 16, 2014 4:59 am

"¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte?
lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad
o con cualquier fruto de sus manos."

"Mmm, hombre inteligente" me atreví a pensar cuando noté la forma en la que se movía y me miraba. Sentí que sus ojos me decían una cosa y que su cerebro se esforzaba por aclarar otra. Él sabía que yo no era cualquiera y eso me resultó agradable. ¿Qué sospechas tendría de mí? con mi modo de comportarme podía ir desde una loca cualquiera hasta una asesina particular; pero no descarté la posibilidad que él conociera de lo sobrenatural y que quizás estuviera lo suficientemente preparado como para enfrentarlo ¿Qué debía hacer? ¿Empezar a buscar armas ocultas entre sus ropas que parecían tan fáciles de desprender y tan ligeras como para esconder algo? lo dudé por un segundo. Le mantuve la mirada como si no pensara moverme ni un milímetro, pero finalmente me descubrí en una especie de juego donde acechabamos sin pensarlo al otro o, más bien, intentabamos despejar las dudas en cada movimiento de esos.

Ahora, yo me encontraba de espaldas al callejón que no tenía más que una salida y no era precisamente la que más tenía cerca. Una sonrisa se escapó de mis labios por eso, aunque quedó casi oculta cuando bajé la mirada y el cabello cayó sobre mi cara pese al poco viento que se alcanzaba a colar por aquél lugar de altas paredes que evitaban las corrientes de aire. Dejé una de mis manos libre del mínimo calor que le daba el bolsillo de mi abrigo y eché hacia atrás mis cabellos negros al tiempo que levantaba la mirada al hombre que me hablaba. Le permití que se acercara, me mantuve en mi lugar dejándolo continuar y enarqué las cejas a su mención de lo sobrenatural. Claramente no era un ingenuo.
-¿Y atiendes a todos tus clientes aquí, en este callejón que parece podrirse incluso mientras hablamos?- mi pregunta parecía querer desviar sus teorías pese que a su forma de deducir declaraba a viva voz mi naturaleza. -Todos buscamos algo, pero no todos buscamos lo mismo. Todos queremos satisfacción, pero no de la misma manera. Eso lo tienes claro- afirmé, siendo yo la que ahora avanzaba un paso hacía él. Aquello parecía un baile; giros, miradas, un paso de uno, la respuesta del otro... ¿Acaso bailaba la muerte?

Un momento después, la mano que había liberado regresaba a su lugar de confort y yo sonreía a esa nueva forma de buscar respuestas por parte del cortesano "Estás pensando matarme" hubo afirmado él antes de hacer una pregunta que al final dejaba opciones cual si fueran esperanzas
-¿Lo has buscado, lo deseas? Dime si disfrutas esto y dime también que te deleitas en lo que haces- aquello sonó más a una orden envuelta en una voz extrañamente aterciopelada. -¿Crees que puedo lastimarte con lo que tenga en las manos? pues, helas aquí...- saqué las manos del bolsillo y las extendí apenas con las palmas vueltas hacia arriba -Ahora ¿Qué ves?- mis preguntas buscaban conocerle, pero no querían respuestas vanas sino sinceras, salidas de la sensación que tuviera él en ese momento y que sin duda serían distintas de las que respondería si yo se lo preguntara actuando como cualquiera de sus clientes. No erraba cuando dijo que no era como los otros, sencillamente mi deseo carnal con respecto al sexo era practicamente nulo desde hace unos buenos años y debo admitir que desconozco plenamente los motivos. No obstante, no indago en aquello. No ahondo en el tema y no le busco solución, no ahora. -Jamás olvido,...- un nombre me hizo falta en aquella frase pero no quise preguntar nada -aunque en efecto no ataco por la espalda. Aún así, sé bien que entre nosotros jamás habría una justicia ¿Qué te hace pensar que entonces realmente podría haber un combate justo? ¿Qué tal si no soy lo que crees?- me encogí de hombros como si me declara inocente cuando apenas quería confundir un poco sus propias ideas. Extendí la mano y la apoyé en su mejilla -Estas son mis armas- deslicé los dedos sobre su piel al tiempo que retiraba la mano -Pero la justicia no existe, entonces ¿Cuáles serían las tuyas en tu idea de combate justo?- cuestioné  con gusto hasta que su mención del pago de los servicios logró mi primer desarme, por llamarlo de algún modo.

Yo tenía claro que los cortesanos pasaban situaciones difíciles y no obstante muchas veces pasaba por encima de eso. Sabía que unos lo disfrutaban, otros mantenían a sus bastardos con lo que ganaban o alimentaban sus gustos excéntricos, pero ¿Ayudar a otros? ¿Qué clase de cortesano era este? fruncí el ceño como si aquello me molestara aunque no era realmente de ese modo.
-¿Qué dijiste?- susurré entrecerrando los ojos y mirándolo con una extrema duda. Le había entendido bien, sólo quería que lo repitiera mientras yo buscaba en su mente la verdad. Las cosas no podían ser así, no quería creerlo.

-No, no busco el placer físico que vendes, eso es algo que he olvidado con el tiempo y que no planeo recordar. Pero, tal vez si puedas complacerme con algo que quizás imagines o quizás no...- me giré y caminé alrededor de él con las manos en los bolsillos de nuevo. Sonreí a sus espaldas por lo último que dijo y fui realmente consciente como hace mucho de la muerte de esa parte de mí. Había sido demasiado tiempo, tanto como años lejos de mi única creación inmortal que pareció arrancarme el deseo del cuerpo para dejarme vagar sólo con sed de sangre y venganza. ¿Se podía recuperar? yo lo dudaba del mismo modo que dudo que un eunuco vuelva a ser el mismo. Sencillamente, hay cosas que se arrancan que jamás se recuperan.
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Mensaje por Aemon Lun Mar 10, 2014 9:00 am

Oscuros reflejos flotaban en el aire a nuestro alrededor aislándonos de lo que nos rodeaba. Parecía que las sombras, temerosas del único candíl que nos alumbraba, envolviesen el callejón llevándolo a otro mundo, a otro momento. Ese callejón, con sus adoquines, sus dos paredes, el candil y nuestros cuerpos, parecía flotar en el aire, lejos de cualquier mundo, de cualquier vida, de cualquier momento importante que pudiesemos recordar. Como si las sombras fuesen suyas, la mujer, de la que desconocía nombre o apodo, ocultó su rostro entre sus cabellos. Fue entonces cuando pude ver una de sus finas y pálidas manos ir al encuentro de los mismo para reconducirlos a su lugar, permitiéndole una buena visión. Aquellos ojos fríos pero penetrantes, aquella mano fina pero pálida... la teoría de que su alimento era la sangre cogía fuerza por momentos.

Ahora era mi turno de hablar sin palabras, de encerrarme sin muros, de bailar sin moverme. No negué a su primera pregunta, pues no hacía falta, ni asentí a la segunda, pues era una afirmación. Ahora ella era la que se movía, la que formaba parte del aire que nos rodeaba y acercaba. Ahora era yo el que se quedaba quieto, observando y escuchando, siendo, tal vez, estudiado en profundidad. Sentía la presión de las sombras, la mirada de la muerte tanto sobre mi cabeza como a través de esos ojos negros que en su vacuidad poseían cierta luz.- Si te refieres a la muerte no la busco, no la deseo ni anhelo. Si te refieres a la excitación y a la curiosidad solo puedo decirte que no se que es la vida sin ellas. Me pides, ordenas más bien, que te diga que me deleito con lo que hago y que disfruto con esta incertidumbre... pues sí, así és. Hace tiempo que no temo al sueño eterno, hace tiempo que no es más que un fin que alejo para disfrutar de lo que hay entremedias, hace tiempo que se que ese fin... no será otro fin normal sino que lucharé por ello y no será fácil hacerme llegar a él. Se que cuando llegue llegará y que merecerá la pena. -Entonces callé, después de dejar claras mis intenciones. No sé porque se lo dije, ni porque me vi en la obligación de hacerlo pero tampoco me sentía mal, sino todo lo contrario.

Entonces ella hizo lo que todos los dictadores, asesinos y maltratadores hacen en algún momento con su presa y fue cuando una leve sonrisa asomó en mis labios, ahora no había duda de lo que ocurría, ahora era consciente de esas sombras que nos rodeaban, consciente de que no estaban a merced de ella sino que nos rodeaban a ambos. Lo que había empezado como un encuentro casi casual ahora era algo más que una simple conversación, una simple lucha o enfrentamiento de intereses. De allí ambos saldríamos cambiados... si es que alguno salía de allí, de ese duelo de mentes. Eso que hizo no fue más que ofrecer una muestra de amistad, mostrar sus manos. Las miré estudiándolas, sin perder esa sonrisilla de sabiduría y ese brillo en los ojos. Al cabo de casi un minuto elevé la mirada a sus ojos.- "Veo dos manos, diez dedos, cien formas de ocultarlas, mil de utilizarlas. Veo doce armas, una por cada mano, una más por cada dedo. Veo caricias y arañazos placenteros, así como asfixia, lágrimas y muerte. Veo un juego en ellas, un juego peligroso entre lo que muestras y lo que ocultas. Veo su palidez y su finura, y la forma de moverlas, como acostumbradas a los juegos de cartas o la magia. Veo más cosas de las que me gustaría ver y en las que reconozco temor. Siento que quiero conocer una caricia de ellas aunque se que eso sería lo último que notase, el frío que de ellas emana." -La miraba directamente a los ojos, marcando bien cada palabra para que supiese cuales eran mis conclusiones y que sabía que no eran erróneas. Ahora no podía ocultarse, no podía jugar a ser quien no era. Tal vez no la conociese a ella pero quería dejar claro que conocía lo que era y cuales eran sus debilidades y sus fortalezas mejor que muchos otros.

Las preguntas continuaron y sus labios siguieron lanzando preguntas en susurros hacia mis oidos, que las recibían con agrado y prudencia. El frío tacto de su mano y sus dedos me hicieron cerrar los ojos y disfrutar de la caricia como disfrutaría la de una amante, la de una madre, una hija o la muerte. Era una caricia cargada de ternura asesina, dirigida a destruir la mente de quien la recibiera pero eso no ocurriría conmigo, no cuando ya esperaba ese frío y esos juegos; no por algo entre mis círculos más íntimos se encontraban algunos vampiros reconocidos.- "No necesito armas pues se que en un combate mi destino ya estaría escrito. Casi mis ideas de justicia están con quien acabe conmigo. Lealtad, ideales, sinceridad, juego limpio,... No quiero desaparecer en un arrebato. Quien tenga que llevarme tendrá que hacerlo convencido de sus actos, conocerme y entenderme. Entonces... si sigue pensando igual... y me demuestra que lo merezco... no tendré problemas en ofrecerle mi pecho, mi cuerpo y mi vida para acabar con todos ellos." -La leve sonrisa seguía allí, como enmarcada, mientras seguía mirándola fijamente a los ojos con el brillo del entendimiento en ellos.

Y allí estaba, la primera duda, el primer muro caido. De pronto su planteamiento, su diagrama se venía abajo. Difería, yo difería de lo que esperaba, difería de lo que ella usaba como pretexto para acabar con la vida de quienes la alimentaban. Seguramente eso no fuese mi salvación, seguramente estaba muerto desde que entré en el callejón y la luz del candil me atrapó en sus sombras, pero al menos ahora había llegado a su curiosidad, a esa parte de su mente en la que ya no era un trozo de carne de la que sacar el delicioso liquido rojo sino... algo que estaba un poco más allá.- "Cobro en comida, alojamiento o presentes para mi supervivencia y la de los huerfanos y enfermos. Cobro en plantas medicinales y especias para prepararles ungüentos y emplastos que mejoren sus días. No quiero dinero ni joyas a no ser que sean intercambiadas por comida, ropa y demás para ellos." -Ella había preguntado, yo contestaba. Ella buscaba la mentira, yo le dejaba pues no había mentira ni duda en mi voz o mente. La miré de reojo hasta que desapareció a mi espalda, momento en que miré al candil, atento a cualquier sonido o movimiento que realizase. Sabía que sería mucho más veloz que yo pero tenía mis trucos aprendidos de los propios vampiros.- "Puedo imaginarlo pero imagino que os gustará saborear las palabras entre los labios. Decídlo en voz alta, no me asustaré, pero ya os digo que cobraré alto cualquier acto dañino." -Lo dije sin miedo, sin amenaza, sin autoridad sobrevalorada, no era una advertencia sino una simple información a tomar en cuenta.
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Mensaje por Lara Karstein Miér Mar 19, 2014 6:02 pm

"Desde ese cielo lívido y extraño,
igual que tu destino torturado,
¿qué pensamientos pueden descender
hasta tu alma vacía, libertino?"

Empezaba a moverme en el pecado de la asociación, caía en la generalización y comparaba al hombre frente a mí con una docena de sujetos que se dedicaban a lo mismo que él y ¿Cómo no hacerlo? si lo había encontrado en las calles rodeado de los otros a la espera de alguien con el dinero suficiente para pagar por los servicios que ofrecían sus ya tan usados cuerpos. Aún no alcanzaba a comprender por qué habia decidio ir allí precisamente esta noche.

-¿Por qué dices que no será otro fin normal? Es como si presintieras la muerte de una forma, mmm particular, como si sencillamente no esperaras a morir en tu vejez en un lecho cualquiera- hablaba de tal forma que me hacía querer escucharlo; no erraba cuando pensé que muchos de los suyos tienen una habilidad extraordinaria con la lengua y que va más allá de la sencilla complacencia para con sus clientes. Era extraño, demasiado inteligente para andar por las calles de esa forma y con una mezcla entre profundo y superficial que me confundía por momentos pero que me resultaba agradable y por ello mismo molesta.

La descripción que hizo de mis manos despertó en mi una ligera violencia. Curiosamente tenía la mente ávida y el cuerpo ligero como el de un depredador. Me sentí rebosante de maldad en cuanto su poesía lamió mis oídos y mis sentidos haciéndome sentir sed. Ese era el motivo por el que había ido allí, ahora lo recordaba, él me había inducido en el olvido y en el recuerdo de mis motivos. Vi entonces mi maldad sin ambagues y la aceptaba con la naturalidad de siempre. Lo miré a esos ojos profundos y sentí deseos de estrecharlo entre mis brazos y beber de él mientras cavilaba en cada cosa que decía. Me desconecté de lo que decía en aquellas ideas mías y al ser consciente de aquello me ví a obligada a parpadear para concentrarme de nueva cuenta y tragué saliva de manera amarga mientras guardaba mis manos.
-Hay en ellas más muerte que placer y dudo que se pueda encontrar otra cosa. Dudo que quieras saber más si tan sólo conocieras un poco de lo que estas manos logran- afirmé no sin la dificultad que me había provocado esa ligera excitación o emoción que me producían sus palabras tan llenas de analogías y tan escasas de una jerga común. Le sonreí a medias y me acerqué a él. Sentí el aroma de su sangre en aquella cercanía y me olvidé del hedor que rodeaba el resto del lugar. Había encontrado algo mejor en qué concentrarme y la manera en que llamó mi atención no me permitió alejarme. -Si conocieras una caricia de estas manos, te verías obligado a olvidarlas y no habría otra cosa que desearas más que eso, olvidar- susurré aunque bien sabía yo que era incapaz de acariciar a nadie. Mi mente estaba en oposición a mi cuerpo y lo sumergía en una especie de estado de coma donde sólo podía ser satisfecho a través de la sangre y nada más. Nada me emocionaba lo suficiente, nada me excitaba al punto de dejar ceder mi cuerpo a los instintos. Yo estaba muerta, por dentro, por fuera, por donde se viera había fallecido y me movía por el mundo como si cadenas ajenas tiraran de mí cual si fuera una marioneta.

Me vi obligada a no mirarlo, me giré y me fui hacia su espalda y apoyé mis manos en sus hombros
-¿Qué sentido tendría ocultar lo que ya sabes? nada podrá apartarme de lo que quiero y me das a entender que lo sabes, a tu modo, con tus teorías, pero lo sabes- le susurré al oído cuando me acerqué para percibir el calor de las venas de su cuello. Me quedé ahí, sujetándolo por los hombros con delicadeza como si sólo necesitara apoyarme un poco de él -¿Buscas comida? bien, recibirás el dinero suficiente para alimentar a quien se te de la gana por un buen tiempo. Sólo dime ¿Porqué lo haces?- no terminaba de comprender. En su mente había ahondado lo suficiente para saber quién era y de lo que era capaz. Sabía de medicina, disfrutaba del sexo pero cobraba por ello, ayudaba a otros y parecía un martir en medio de su propia miseria. No podía entender sus motivos, me irritaba aquello y de nuevo sentí una sed insoportable. Desee que mis colmillos le rasgaran de una vez la piel del cuello y terminar con eso. Una vez muerto no habría problema, no sería consciente de sus desamparados, ni del precio que decía tener, nada. Al morir todo pierde sentido y eso bastaba. -¿Realmente crees que debo pagar por lo que puedo tomar sin esfuerzo?- chasqueé la lengua y negué al tiempo que deslicé mi mano por su cuello y la dejá apoyada desde atrás sobre su pecho -¿Acaso la muerte paga por lo que toma?- Sonreí al imaginar su respuesta. Terriblemente me descubrí anhelando sus palabras y en algún punto sentí que lo mejor era irme, dejarlo ahí, borrar su recuerdo de mí y partir hacia otro rumbo y otro desdichado, alguien que me hiciera sentir que sólo merecía la muerte en todo tiempo y que incluso me resultara tan chocante que me lo bebiera casi de un sorbo.

Maldigo la hora en que me dejo encandilar por las palabras de labios hábiles. Aprendo a las malas que no debo dejar hablar a nadie antes de matarlo. Detesto la desgracia de mi consciencia que sólo me permite matar a lo que considero del todo dañino. Odio esta confusión que le va dando más vida al hombre con cada cosa que habla. Condenada curiosidad, dañina duda que me carmome la calma y me impide hablar un poco más. Me quedo como un falso acorde en medio de la musicalidad de sus palabras y sólo empezar a deducir con claridad una cosa: Le odio.
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Mensaje por Aemon Jue Jul 10, 2014 6:29 pm

Era una extraña noche. Una de esas noches en las que se juntaba lo peligroso y lo excitante. No me refiero a lo excitante en el término que cualquiera esperaría de un cortesano sino en la prte que consigue hacer lo peligroso interesante y lo interesante convertirlo en un juego. Era una noche excitante para aquellos que disfrutasemos del juego de mentes, de buscar en nímios gestos del contrario todo lo que se esconde tras leves miradas y palabras susurradas. Era un juego en el que debías conocer bien el funcionamiento pues lo que estaba en juego no era algo mundano sino la propia vida. Una palabra en un mal momento podía cambiar el rumbo de la situación. Para ello había que ir con pies de plomo, escuchar y saber hablar. Muchos intentarían mantener al contrario contento, decirle lo que quiere oir, lo que llevaría sin lugar a dudas a una muerte por mentiras. Otros intentarían usar su mente, sentirse orgullosos de ella, para vencer en el juego, lo que conllevaría a otro fracaso pues era un juego mortal querer que una mente humana superase a una vampírica. Por todo ello hice lo único que se podía hacer, algo que muy pocos se atreverían a intentar y muy pocos podrían. Tan solo dije la verdad, fui yo mismo. No había necesidad de esconderse pues no era esa la forma en la que dejaría ese mundo. Yo no iba a jugar de ninguna de las formas mencionadas pues no era mi estilo y mi vida no dependía solo de la mujer que ahora me miraba. Necesitaba sacar su otra parte, su verdadero ser, pues de otra forma no podría ir en paz ya que esa parte de ella pensaría en mí creyendo que me reía a sus espaldas por dejarme marchar haciendo que desease darme caza para acabar con mi miserable vida. Pero tampoco quería que fuese ese único ser el que me perdonase. No quería que fuese una parte de ella la que lo hiciese, ni varias, sino ella por completo. Necesitaba recordarle la sed, el odio, el cariño, la misericordia, la excitación, el dolor, la duda, el caos y el orden. Quería que sus dos partes estuviesen presentes y jugarme con ellas mi vida pues ponerla en juego no había estado en mi mano pero si intentar salvarla.

De esa forma, en ese juego de mentes, primero quía hacer que su primer yo me conociese, que se sembrase la duda en su mente, su interés por mi persona, la curiosidad por lo que podría pasar. Ahora, mesurando las palabras, traté de sacar su verdadero ser, aquél que había puesto en juego mi vida, el que realmente debía ser iluminado para que respetase mi vida. Así que entreabrí mis labios para responderle.- "¿De viejo? Conozco demasiado de este mundo para pensar en ello como una posibilidad. Sería un egoista si pensanse en ello como algo que deseo. Este es un mundo maravilloso si sabes disfrutar de él y no pienso renunciar a ello por morir de viejo, a pesar de todos los peligros que ello entraña. Es por eso que acepto la muerte pero respeto demasiado la vida como para dejarla escapar o regalarla sin demostrar su valía." -Tras aquello me callé y dejé que hablase, pues ella tenía mucho que decir todavía y yo mucho que escuchar. Al fin había llegado ese verdadero ser, le había recordado lo que era. Era un segundo paso dificil tras sembrar la duda. Ahora debía ir con más cuidado, ser más cauteloso y más yo mismo. Ahora debía juntarlas a ambas, hacer que el odio, la misericordia y el interés se juntasen para ser más poderosos que la sed y que de ese modo mi vida fuese respetada, al igual que mi propia existencia.

Dejé que se colocase mientras mis ojos se fijaban en el farol frente a nosotros. Debía mantenerme concentrado, preparado. Sentí sus caricias y y como se colocaba, como olfateaba aquello que quería y me hacía su presa lentamente. Dejé que su mano sobre mi pecho sintiese el latido de mi corazón, como éste aumentaba y como la sangre se acumulaba entre mis piernas presa de la excitación que ella y la situación provocaban. No quería ocultarlo. Igual que quería que ella fuese una a la hora de jugarme la vida quería que ella sintiese todo tal y como yo era. Era mi única baza y la jugaría como mejor sabía. Desvié la mirada del candil para dirigirla a la mano que tenía sobre mi pecho para acariciarla- "Todo se paga." -Tras decir aquello me callé unos instantes y retiré de nuevo la mano visualizando una vez más el candil. No tenía un nombre por el que llamarla ni tampoco iba a hacerlo de ninguna otra forma.- "Toda acción tiene su reacción. La energía ni se crea ni se destruye, tan solo se transforma." -Respiré hondo y solté el aire.- "Si, se lo que quieres, y tú bien sabes lo que quiero, incluso lo que realmente quiero aunque yo mismo no sea consciente de ello. Pero dime una cosa. ¿Realmente sabes lo que tu quieres?" -Era este momento o nunca. Debía enfrentar la muerte, decirle que no tenía miedo, no de palabra sino de acto. Despacio pero con determinación giré entre sus brazos para mirarla a los ojos.- "¿Qué es lo que realmente quieres de mí?¿Qué es lo que buscas o te llamó la atención?" -Esa fue mi única pregunta, la única que hacía falta. Ahora que había sembrado la duda, ahora que había traido a su otro yo necesitaba unirlos. Hacer que la duda se uniese a la sed, que el odio se enfrentase a la misericordia. Necesitaba que sus dos mundos se uniesen, que fuese una sola, que no separase su vida anterior y la de ahora. Su vida mortal y la inmortal. Necesitaba que esa mujer dejase de leer mi mente y se centrase en ella. Tal vez, con aquello, consiguiese que me viese no como su igual pero si como algo más que un simple plato, alguien que en su vida mortal habría sido un amigo, en su vida inmortal un poderoso aliado y en ninguna de ellas un plato sobre la mesa. Si podía conseguir aquello, si podía hacer que la sed pasase a un segundo plano aquello podía acabar no solo conmigo vivo sino con una extraña relación entre ambos.

***

Off: Perdona el retraso y lo malo del post. Dos veces se me reinició el ordenador con él a medias...
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