Il servizio è pagato [Privado]

por **Salomé Ameris** Sáb Oct 19, 2013 4:29 pm

El día había llegado, estaba ansiosa, feliz y nerviosa, aunque no lo mostrara, había mandado a sacar su mejor vestimenta, uno pomposo, que estaba diseñado exclusivamente para ella, con el color negro, en la palera y un morado oscuro, también en ella, siendo esos dos los únicos resaltantes, el negro era la base y el morado, se veía en los detalles, en una fina tela que caía por encima de la falta, algunos moñitos y cintas que recorrían cada parte del vestido. Su carruaje se había puesto en el lugar predilecto, un campo vacio, perdido, olvidado. Nadie la ayudaba, pues era su trabajo especial, su obra de arte, que no dejaría que algún humano metiera las manos. Hacia acondicionado uno de sus salas más grandes, paredes se alzaban, grises con tonalidades negras y verdes, por culpa de la falta de techo, que lograba que la naturaleza hiciera estragos.

Salome adoraba la naturaleza, la veía como impotente, nadie la podría vencer, ella al final ganaría, no importaba cuanto la lastimaran, ella se reganaría, eso veía ella en aquella habitación, en donde el piso se había cubierto por una alfombra de pasto y maleza, que lo había ver más natural, las pantas parecían querer aferrarse a las paredes, para lograr salir de ese cautiverio, pero nunca podrían, las paredes eran muy altas, y no había escapatoria.

No había salido aun la luna, la noche estaba cerca, pero aun faltaban unas horas para que llegara el final de la luz del día Ameras esperaba, tomando el té, teniendo atrás, una gran mansión destruida, que había sido reclamada por la vegetación hace muchos años, pero aun se mantenía, a duras penas pero lo hacían, se podía pasear los pasillos sin problemas, aunque siempre se encontraría alguna molestia, alguna alimaña que saldría asustada por la presencia humana. Ella tenía una mesa de madera, cubierta por un mantel blanco, allí había la tetera llena con te caliente de su preferencia, además de sus galletas en forma de hueso.

Tomaba galante, con su juego de te china, no había nadie más allí, solamente ella, esperando pacientemente que sus invitados llegaran, pero no habían mas tazas para servir, no había mas sillas para los que llegaran, pues esta fiesta de te sería algo diferente. Tenía los ojos entrecerrados, mientras saboreaba la delicia del combinado de té negro con yerbabuena, tenía algunos huesitos en un plato del mismo juego que la taza, la cual agarraba para humedecerla y romperlas a la mitad con sus dientes blancos y perfectos. Parecía el sombrerero loco, esperando celebrar el No cumpleaños, pero… ¿de quién?, solamente habría que esperar que algún carruaje en la lejanía llegara, con sus invitados y el No-cumpleañero.

Tic tac, el reloj sonaba en la mente de cada uno de los involucrados, si tardaban mucho, podría haber un desastre, era mejor no atreverse a retar al padre tiempo, pues podría salir todo mal, así que tic, tac. En la mente de todos sonaba el reloj que les indicaba que pronto la bella luna, lunera, llegaría a lo más alto del cielo y el rey sol, terminaría durmiendo, escondiéndose, de terror, por la cercanía de aquellos dos.