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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lulán Metanova Vie Nov 17, 2017 12:13 am

Había llegado el momento de estrenar el bonito y significativo regalo que Hector le había hecho. La noche anterior había llegado una misiva, una invitación, de parte de él en la que le preguntaba si deseaba ser su invitada a una cena especial a celebrarse en el Palacio Royal. ¿Que si lo deseaba? ¡Casi se le habían aflojado las piernas al leer su letra, al saberse especial para él!

Se habían conocido de manera inesperada, habían disfrutado de la libertad que da la improvisación, y Lulán… Lulán se sentía confundida con respecto a él. Si no hubiera sabido más de Hector, Lulán se hubiese quedado con su hermoso recuerdo, con su beso –uno de los primeros de su vida- marcado en sus labios, pero eso no sería nada más que un recuerdo bonito al fin. Ahora que él quería volver a verla, Lulán no sabía cómo o qué sentir. Ansias, felicidad, euforia, temor… todo se mezclaba en su interior mientras leía una y otra vez sus palabras.

Eligió cuidadosamente su vestido, uno rojo -bien acampanado y escotado profundamente- que la hacía lucir mucho mayor de lo que en verdad era. Sucedía que su edad a veces le daba vergüenza, de solo pensar que pasaría toda su vida aparentando tener diecinueve años se ponía nerviosa, todo el mundo la trataría como una chiquilla –que todavía era, pues su edad real era de veinte años- durante toda la eternidad. Por eso se sentía segura con aquel atuendo. Bella y fuerte, esa impronta parecía tener. Una de las muchachas de la casa –una esclava de sangre de su creadora-, la ayudó a maquillarse, su boca quedó tan roja como la sangre y Lulán creyó que eso le gustaría a Hector; también le trenzó el cabello para poder recogérselo en lo alto de su cabeza. Por último, Lulán se puso alrededor del cuello el regalo que él le había hecho… le daba el toque perfecto.

Hector llegó puntual, tal como Lulán esperaba pues lo sabía todo un caballero galante. Desde lo alto de su habitación, y por el ventanal que solo se abría en las noches, Lulán observó el carruaje detenido junto a la entrada. Estaba tan nerviosa que se puso a dar saltitos como si fuese una niña pequeña. Pasaron unos minutos hasta que se tranquilizó y pudo volver a ser dueña de sí.

Descendió por la escalera central y corrió hacia la puerta, sin poder contener sus deseos de volver a verle. Con esa misma ansiedad recorrió el caminito de entrada hasta que lo vio descender del carruaje para recibirla. Estaba tan hermoso, más de lo que ella recordaba. Lulán sabía que debía comportarse como una joven dama decente, había repasado sus modales durante toda la noche anterior, pero no pudo reprimir el deseo y, en lugar de extenderle la mano para que él se la besase, Lulán se arrojó y lo abrazó.


-Hola, Hector –saludó, tan bajito que temió que él no la oyese-. Gracias por invitarme, gracias por querer volver a verme.


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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Jue Nov 23, 2017 10:04 am

La compañía de Héctor Lebeau-Fortier siempre era un asunto comentado en todas las reuniones a las que el vampiro asistía. Nunca llegaba solo y pocas veces se marchaba sin compañía. Al recibir la nota de la cena que se celebraría en el Palacio Royal, Héctor tuvo claro a quién quería llevar del brazo aquella noche. Lulán se le antojaba un rareza maravillosa en la decadente sociedad vampírica; mantenía un halo de inocencia que llamaba mucho la atención de Héctor. Era fresca y espontánea y se alejaba bastante del clásico prototipo de mujer de alta sociedad. Sabía que llegar con ella de acompañante sería una provocación para algunos círculos. Y Héctor adoraba provocar.

Garabateó una misiva corta y sin demasiadas florituras, muy en su estilo, elegante y directo, en papel grueso, blanco impoluto, escrito con tinta negra, de su puño y letra, en un sobre lacrado que uno de sus hombres entregó personalmente en la casa Metanova.

"Estimada srta. Metanova.

Me dirijo a usted para solicitar el placer de su compañía en la cena que se celebrará el próximo sábado en el Palacio Royal. Si tiene a bien aceptar, pasaré a recogerla personalmente a las ocho.

En espera de sus gratas noticias, reciba un  cordial saludo.

H. Lebeau-Fortier."



El día en cuestión, con tiempo suficiente para ser estrictamente puntual, el vampiro se vistió, con traje completo, de tres piezas, gris marengo, la camisa blanca, los zapatos tan limpios que brillaban, la corbata de un suave color perla, a juego con el pañuelo que se dejaba ver mínimamente en su bolsillo. Se echó sobre los hombros la capa española que tanto le gustaba. Por su condición no sentía frío ni siquiera en plena noche, pero le parecía un complemento elegante y le gustaba el contraste del paño exterior negro con el forro de raso rojo.

Ordenó al cochero que se detuviera frente a la propiedad donde recogería a Lulán y descendió del coche para acercarse a la puerta, como correspondía. Antes de que pudiera alcanzar su objetivo, ésta se abrió para dar paso a una emocionada Lulán. Sonrió. Decirle que estaba preciosa era quedarse corto. Pero encontraría un momento para hacérselo saber.

Al sentirla repentinamente contra su cuerpo, se tomó la libertad de tomarla de la cintura. Para evitar que perdiera el equilibrio, por supuesto... Deslizó la mano por toda la extensión del brazo de la joven, desde el codo, hasta la mano, tomando la de Lulán por debajo para guiarla hasta sus labios y dejar un beso sobre sus nudillos, sin alejarla de él, sino aún con la otra mano firmemente asida a su cintura.

-Hola, Lulán -respondió en el mismo tono de intimidad, prescindiendo definitivamente del trato formal-. Gracias a ti por aceptar acompañarme. ¿Sería demasiado atrevido pedirte que me reserves el primer baile de la noche?

La separó de su cuerpo, pero sin soltar su mano, para dirigirse al carruaje que les llevaría al Palacio Royal. Era un paseo de diez o quince minutos, que no les daría para una conversación profunda, pero que Héctor aprovechó para interesarse por su semana. Desvió los ojos hacia el cuello de la muchacha, esbozando una sonrisa complacida al ver que lucía su regalo. Mas no comentó nada al respecto. Quizás lo hiciera más tarde, durante la cena o el baile. Nunca le había gustado emplear demasiados piropos con las mujeres o hacerlo apenas las veía. Pensaba que era adulador y, en cierto modo, falso. Prefería elegir los comentarios y los momentos.

El coche paró justo en la puerta del Palacio Royal y Héctor fue el primero en bajar, ofreciéndole la mano a Lulán para ayudarla a descender. Había algunos hombres de negocios fumando en la recepción, mientras sus mujeres se piropeaban unas a otras los vestidos elegidos, los peinados o las joyas. El vampiro subió la escalinata con Lulán del brazo, saludando al grupo con un cabeceo que escondía la promesa de tratar asuntos más tarde, aunque no estaba seguro de que fuera a cumplirla.

En el interior, las mesas ya estaban dispuestas para la cena y la música de cámara flotaba en el ambiente, con una suave melodía, sutil y envolvente. Un mayordomo se acercó a darles la bienvenida y recibir sus abrigos para ponerlos a buen recaudo y devolvérselos después, cuando quisieran retirarse. El salón era amplio y decorado con gusto exquisito.

-¿Una copa de vino? -ofreció una vez que entraron al salón, donde ya había varios comensales ocupando sus lugares-. Busquemos nuestra mesa.


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Mensaje por Lulán Metanova Dom Dic 17, 2017 10:16 am

El viaje le resultó incómodo. No por él, claro, sino por ella que no sabía de qué hablar o como responder, tampoco si era correcto o no mirarlo como lo hacía. No tenía experiencia en cuanto a hombres, mucho menos si estos eran inmortales y eso, no saber si se estaba comportando de forma correcta, acrecentaba su incomodidad.

El lugar era precioso, Lulán nunca había estado en un lugar tan hermoso como ese. Se sintió pequeña ante tanta majestuosidad y se alegró al mismo tiempo por la acertada elección de su atuendo, también por llevar el regalo de Héctor al cuello. Se sentía en armonía con el Palace Royal. La gente la observaba, Hector saludaba a unos y otros muy resuelto y seguro como era, y ellos la obserbaban detenidamente como si quisiesen indagar quién era esa chiquilla que iba prendida del brazo de Lebeau-Fortier, quién era y qué tenía de especial para que él la llevase a un evento así. Y Lulán se limitaba a sonreír, a devolver la cordialidad de cada saludo, a avanzar conforme él lo hacía y a detenerse junto a él cuando encontraba oportuno hablar con alguien.

La música era preciosa. Lulán había descubierto su fascinación por crear historias hacía muy poco, tenía solo dos escritas y aún dudaba de mostrárselas o no a su Creadora con la propuesta de representarlas en el teatro de vampiros… pero aquella música de inmediato la nutrió en su imaginación, vio a dos vampiros que se adentraban en un palacio, una noche de fiesta, tal vez sin saber que descubrirían un asesinado, o un amor imposible ejecutándose. Oh, ya quería poder escribir aquella historia, procuraría no olvidarla para cuando llegase a su casa, aunque tal vez en su mente aquello fuese cambiando con el paso de las horas.


-Sí, me gustaría beber –le dijo, mientras caminaban por el interior del salón-. ¿Y luego podremos bailar? –Tuvo el valor de preguntar ya ilusionada con la idea de compartir con él una pieza de baile-. ¿Se celebra algo? ¿A qué se debe la fiesta?

Un joven les cruzó el paso y los saludó con una reverencia antes de decirles:

-Señor Lebeau-Fortier, sea bienvenido. Usted y su acompañanate, claro –dijo, al fin reparando en Lulán-. Acompáñeneme, su mesa es la principal –con un gesto marcado les invitó a seguirle para indicarles su ubicación.

Lulán sonrió excitada, ya comenzaba a disfrutar del lujo del lugar y de las consideraciones que otros les tenían. ¿Tan importante era Hector para que les asignasen la mesa principal? De pronto comprendió que no lo conocía bien, de hecho no lo conocía para nada, eso lejos de asustarla la llenaba de una sensación parecida a la adrenalina –aunque no podía ser, pues ya no era mortal-, una sensación engañosa que parecía recordarle a sus épocas de muchacha viva.


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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Dom Ene 07, 2018 4:49 am

El intercambio de saludos cordiales y cumplidos bien elegidos se prolongó más de lo que el vampiro hubiera deseado. Siempre era así. Pero era un pequeño precio a pagar por la posición que ocupaba. Tenía que dar esa pequeña palmadita en la espalda a los empresarios en cuyos negocios movía capital, para hacerles saber lo satisfecho que estaba con sus gestiones y animarles a que siguieran en esa senda que hacía crecer su fortuna más allá de lo que cualquiera podría desear.

A ojos de la sociedad parisina, Fortier era un hombre con suerte y buena mano para los negocios. La realidad era que el vampiro podía influir en las decisiones de otros, que llevaba demasiados años en el mundo para haber podido acumular moneda a moneda lo que ahora era su imperio. Invertía en negocios rentables, retiraba su dinero cuando encontraba opciones mejores y sabía negociar contratos favorables a sus intereses.

Pero eso sólo era algo que hacía por matar parte de su infinito tiempo. Y por disponer del dinero necesario para deshacerse en placeres en el resto del mismo.

Finalmente pudieron alcanzar el salón principal y, con ello, algo de tranquilidad.
-Por supuesto que podremos bailar -respondió con una sonrisa divertida, como si fuera algo demasiado obvio. Era una fiesta, después de todo-. Celebramos el final del ejercicio, el reparto de beneficios y aprovechamos la ocasión para abordar nuevos negocios o establecer nuevos contactos.

Dicho así, sonaba tremendamente aburrido, pero los hombres de negocios parecían considerarlo parte de la diversión. Algunos de ellos aprovecharían el rato de compartir un cigarro o una copa para tantear el terreno. Otro se limitarían a hacer alarde de su posición allí, donde sólo acudían los más exitosos. Otros, como él, no necesitaban ni lo uno, ni lo otro, y se limitaban a disfrutar de una lujosa fiesta, de la comida, la bebida, la música y quizás algún momento de coqueteo cortés con alguna dama.
Alta sociedad en estado puro. Tan superficial y falsa como siempre.

Retiró la silla para Lulán y ocupó la contigua. Las conversaciones durante la cena no fueron profundas y la comida que servían tenía un aspecto delicioso, a pesar de que para el vampiro todo tuviera el mismo sabor insulso, pues lo único que de verdad le saciaba era la sangre, de la que se había satisfecho antes de abandonar su mansión.

Tras los postres, cuando la música, que se había mantenido suave para crear ambiente, se volvió más animada y varias parejas habían disfrutado las primeras piezas, el vampiro se disculpó para abandonar la mesa y se puso en pie. Con una leve inclinación, ofreció su mano, palma hacia arriba, hacia Lulán.
-¿Me concede el honor, señorita Metanova?
-preguntó con una sonrisa radiante de quien conoce de antemano la respuesta. Era un mero formalismo, porque le gustaba mantener esos modos, más que simplemente coger la mano de Lulán y arrastrarla a bailar para huir de una nueva oleada de anécdotas de juventud de los rancios empresarios y sus estiradas señoras.

Colocó su mano en el centro de la espalda de la muchacha para guiarla en el baile, tal vez un poco más cerca de lo estrictamente necesario. Pero adoraba tomarse esas pequeñas licencias por encima de los cánones sociales.
-¿Lo estás pasando bien? Si lo deseas, podemos compartir un pequeño postre en un lugar más privado.

Una invitación que si era escuchada por oidos ajenos podría entenderse como la búsqueda de un poco de intimidad, para charlas más personales, para alguna caricia furtiva, para algún beso robado. Pero entre los que eran como ellos, entre vampiros, implicaba la opción de disfrutar de un sorbo de la sangre de cualquiera de los presentes. Un juego de seducción compartido, que comenzaba con la elección del tercero en discordia, seguía con un acercamiento, una insinuación... y culminaba con la sangre roja y caliente en sus gargantas, posiblemente mezclada con otro placeres.


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Mensaje por Lulán Metanova Vie Ene 19, 2018 9:38 am

Había imaginado que aquello era una boda, un cumpleaños tal vez de alguien vivo… ¡de un niño! Hubiera sido tan hermoso que así fuese, ver a un niñito celebrar que estaba vivo un año más. Pero los motivos eran por demás aburridos y Lulán no ocultó su desilusión, aunque mucho no le duró porque era por naturaleza agradecida y podía desilusionarse e ilusionarse de un instante al otro.

Lulán comió y no le costó fingir que aquello estaba delicioso, el aroma le recordaba a su pasado no muy lejano. Además, la compañía lo era todo: podía estar comiendo en una mesa pobre de una casa precaria, pero si estaba con alguien querido esa cena podía trasformarse en inmejorable. Y esa noche tenía la oportunidad de observar de cerca a Hector, de conocerlo como no había podido conocerlo en la anterior ocasión. La gente con la que compartían mesa parecía importante, por eso Lulán se preocupó de no intervenir, no quería que su desconocimiento acerca de economía y negocios saliera a la luz y que por culpa de ella aquellas personas tuvieran una mala imagen de Hector, no sabía si eran viejos conocidos o no y por eso le pareció prudente no intervenir si no le hablaban.


-¿He estado bien? –le preguntó cuanto, gracias al baile, pudieron tener un momento para hablar a solas. Y era curioso, sentir intimidad y cercanía mientras bailaban a la vista de todos-. Si me equivoco en algo debes decírmelo, así puedo mejorar para la próxima ocasión.

Lulán sonrió ante sus propias palabras. La velada no había acabado, todavía bailaba entre los brazos de él, y ella ya estaba segura de que volverían a salir juntos. Ah, el poder de la ilusión…

-La estoy pasando muy bien –le aseguró, ¿cómo podía no hacerlo mientras bailaba pegada a él, movida por una melodía demasiado dulce para ser real?-, pero no he de negar que tu idea de compartir algo más me parece demasiado tentadora.

Lulán comenzó entonces a ver a todos quienes le rodeaban como posibles candidatos a alimentarlos. Giraba en brazos de Hector porque la música así lo dictaba y volvía a unirse a él, sin dejar de analizar las opciones que tenía a su alrededor. Algo le decía que en esa oportunidad era ella quien debía proveer el alimento, porque la vez anterior habían compartido a una compañera de él.

-Cuando llegamos pasamos junto a una glorieta que está escondida entre la arboleda, pero desde el carruaje se veía. ¿La recuerdas? ¿Sabes cuál digo? –sonrió, ya deseando que su plan funcionase-. Espérame ahí, llegaré diez minutos después que tu y llevaré compañía.

Se puso en puntillas de pie y le besó los labios rápidamente antes de alejarse de él. ¡Estaba tan emocionada! Esperaba que aquello funcionase, no quería quedar como una tonta delante de él, por el contrario: quería que se sintiera orgulloso de ella. Se encaminó hacia la presa elegida, pero no le habló directamente sino que dejó pasar algunos minutos, cuando estuvo segura de que nadie la miraba Lulán se acercó y le habló con su tono de voz más inocente:

-Disculpe, buenas noches. Necesito su ayuda. –El muchacho en cuestión, uno de los camareros, le sonrió, parecía más que dispuesto. –Me han citado en la glorieta de el primer jardín, pero no me atrevo a ir sola… La noche está muy oscura –su voz era inocente, persuasiva-, ¿podría acompañarme?

Owen, inglés según le comentó, era verdaderamente amable y no dejó de hablarle durante el trayecto hacia el exterior, tampoco hizo silencio cuando llegaron sino que al notar que no había luz dentro le aconsejó a la señorita volver a la fiesta.

-Oh no, Owen, debo encontrarme con alguien importante. Te agradecería si te quedases conmigo unos minutos hasta que él llegase.

No le dio tiempo a responder, simplemente tiró de él hacia el interior segura de que Hector ya la esperaba dentro.


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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Dom Feb 04, 2018 5:38 am

-Has estado perfecta. Estás perfecta -respondió mientras bailaban-. Mantén esa sonrisa y tendrás a todos a tus pies.

Ciertamente estaba siendo la compañera ideal para esa velada. Elegante, discreta, luciendo hermosa a su lado, pero sin arrebatarle el protagonismo en las conversaciones sobre negocios que se sucedieron en la mesa. Una mujer que sabía su lugar, toda una dama que desprendía un aura encantadora.

Lo sabía a ciencia cierta porque sus habilidades mentales le permitían conocer de antemano los pensamientos de las personas a su alrededor y todos parecían encantados con la muchacha. Los que habían coincidido en más ocasiones con el vampiro, se permitían hacer comparaciones con las mujeres que le habían acompañado en otras ocasiones, pero se guardó para sí esa información.

La pieza acabó y Héctor se inclinó brevemente ante Lulán, como correspondía, tomándola de la mano para dejar un beso en su dorso y guiarla fuera del espacio reservado para bailar. Ningún caballero dejaría a una señorita sola en mitad del salón, sin otra pareja que la guiase en la siguiente danza.

-Estaré esperándote con ansias
-susurró al separarse de ella, dejándola con un grupito de mujeres que en seguida se lanzaron a curiosear sobre ella y cómo había conseguido ser su acompañante. Cotilleos de la alta sociedad parisina, demasiado aburrida para tener que conformarse con esas fruslerías.

Abandonó el salón y se perdió entre los árboles del jardín, hacia el lugar que Lulán había elegido. Era un rincón lo bastante apartado como para tener intimidad, oculto de miradas indiscretas, donde había varios bancos de piedra que bordeaban un pequeño estanque con una fuente. No había mucha luz, pero él no la necesitaba. Se escondió en el cenador acristalado, que quedaba tenuemente iluminado por la luz de la luna, entre las plantas que se enredaban para ofrecer sombra durante el día.

Vio acercarse a Lulán del brazo de un hombre. Lo observó en la distancia y sonrió complacido. Le gustaba la elección que había hecho. Era alguien que nadie echaría de menos en la fiesta, salvo el servicio. Y estarían todos demasiado ocupados en sus propios quehaceres y en suplir los que éste dejaba pendientes como para preocuparse de buscarle. Sí, había sido una gran elección.

Apenas ambos estuvieron dentro, Héctor cerró las puertas y echó el pestillo. Avanzó hasta situarse detrás de la mujer, frente al muchacho, sonriendo de medio lado, complacido.
-Shhhh. No te asustes -susurró hacia Owen, mientras una de sus manos se aferraba a la cintura de Lulán. La otra la tomó del mentón con suavidad y la hizo girar la cara para besarla en los labios-. Has hecho una elección maravillosa, querida.

Levantó la mirada hacia Owen y extendió la mano hacia él.
-Vamos, ven.
Le agarró de la muñeca y guió su mano hacia el rostro de Lulán, obligándole a acunar su mejilla contra la palma. Luego tiró del brazo hacia abajo, haciendo que los dedos del muchacho recorrieran el cuello expuesto de ella y dibujaran la línea de su escote.

Ambos podían notar el nerviosismo del chaval, su miedo, sus ganas de huir... y cómo le excitaba aquella situación. Iban a jugar con la comida antes de devorarla.
-No seas tímido.

Soltó la muñeca del camarero y le hizo un gesto a Lulán, desabrochando el primer botón de su uniforme, para que ella siguiera. Héctor mordió sin hacer daño el cuello de la mujer y se apartó de su espalda para pasar a situarse tras la espalda de Owen, atrapándolo entre ambos, abriendo la tela que su compañera desabrochaba, dejando libre la caliente piel del pecho de su víctima.



Tenían tiempo de sobra para divertirse y degustar esa dulce compañía, pues la fiesta aún se extendería varias horas más. Lo que ninguno de los dos sabía era que mientras ellos se encontraban en el cenador, varios miembros de la Orden de Hellsing se dirigían hacia la finca.


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Mensaje por Lulán Metanova Lun Feb 19, 2018 7:44 pm

Nada disfrutaba tanto como saber que Hector estaba orgulloso de ella, ni siquiera sus besos podían compararse a lo que Lulán sentía cuando él elegía las palabras con las que halagarla, con las que demostrarle que aprobaba lo que ella hacía.

Tenían a Owen en el centro y él parecía no quejarse, hasta la miraba con deseo. ¿Quién lo hubiera dicho? Lulán tenía un defecto, que a veces podía tornarse en virtud, y era que le costaba darse cuenta del deseo de los hombres. Nunca sabía si alguien la miraba porque le parecía atractiva o porque tenía algo en la cara, tampoco notaba si le hablaban de forma amistosa o con mentiras para seducirla. Esa vez, en cambio, sí notaba como había cambiado el muchacho con ella… habían caminado juntos y hablando de forma divertida, mas ahora la tocaba con delicadeza como si su cuerpo le gustase.

Siguió las tácitas instrucciones de Hector, iba bastante bien hasta que los pensamientos volvieron a su mente. Voces le susurraban que no iba a poder controlarse, que acabaría arruinando todo, que lo mataría y solo le traería problemas a Hector que tan amablemente la había invitado a compartir esa noche especial junto a él.


-Yo voy a poder –dijo, buscando la mirada del otro vampiro, pero en verdad se lo decía a sí misma-. Owen, ¿estás pasando un bonito momento? –le preguntó, besando la calidez de su cuello, apoyando sus manos en el pecho del muchacho y disfrutando de la tibieza naciente de la mezcla de su tacto helado y el otro cuerpo caliente-. No, claro que tú no te quieres ir.

El aroma de su piel era embriagador, asfixiante, Lulán no soportaría mucho sin beber de él. Tenía la falsa sensación de que los colmillos le latían, como si estuviesen vivos y adivinaran lo cercanos que estaban a rasgar por fin la piel del camarero.

Era considerablemente baja en comparación de ambos hombres, de modo que le fue necesario pegarse a Owen y ponerse en puntillas. Además, Lulán se atrevió a tomarlo de la nuca y le sonrió antes de meterse de lleno a cenar.

Sangre caliente, deliciosa y excitante. Mientras con ojos cerrados disfrutaba, Lulán solo pensaba en que debía detenerse, en que no tenía que dejarse llevar por el disfrute porque, aunque sabía que no estaba sola y que Hector la ayudaría, quería saberse capaz de manejar la situación.


-Hector –dijo, en cuanto se separó del cuello del muchacho. Buscó a su compañero y se abrazó a su espalda. Owen había quedado entre la pared y ellos dos y un hilo de sangre caía por la piel de su pecho-. Es tu turno, Hector –le sonrió en la penumbra y antes de dejarlo hacer le besó los labios para compartirle el sabor de la sangre que acababa de beber, como un pequeño adelanto.


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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Mar Mar 20, 2018 1:52 pm

Héctor, a espaldas de Owen, deslizó las manos por el pecho del muchacho, abriendo las dos mitades de la prenda que Lulán había desabrochado. Las mantuvo a los costados, dejando para la mujer la amplia extensión de piel caliente, pulsante, pasando sus brazos sobre los del camarero para obligarle a abrir los suyos, llevando las manos bajo las axilas, a su espalda, de forma que, con un seco movimiento, pudiera dejarlo inmovil, aunque dudaba que fuera necesario. El joven estaba muy metido en la sensualidad del momento y no era consciente del peligro de las arenas movedizas en que se adentraba. Ni siquiera tuvo que hacer uso de sus habilidades de control mental y eso le resultaba tremendamente divertido.

-¿Quién querría irse, Lulán, pudiendo disfrutar de tus caricias? Y de las mías...
Se pegó aún más al cuerpo de Owen, atrapando sus brazos entre ambos, notando cómo el chico entendía aquellos gestos como parte de un excitante juego de seducción y se tomaba la licencia de tocar al vampiro donde sus manos llegaban, que no era demasiado, dada la posición de sus cuerpos, pero sí alcanzaba terreno vedado. Héctor sonrió. Jamás le habían desagradado las caricias de otro hombre, puesto que buscaba placer indistintamente en ambos sexos. Y menos aún si eran el preludio de un banquete como el que Lulán y él iba a disfrutar a costa de la inocencia del desdichado Owen.

Dejó que Lulán tomase el primer bocado, el más delicioso, el más cargado de lujuria y deseo. La observó beber con una sonrisa de aprobación en sus labios. Pequeña, pero evidente. Esa mujer era un diamante en bruto y disfrutaba mucho cada encuentro con ella.

Cuando se apartó y le cedió el turno, volteó el cuerpo de Owen para que éste les mirase. No podía gritar, presa de la mezcla de emociones que bullían en su cuerpo. Deseaba más, deseaba ser mordido hasta las últimas consecuencias. Sus ojos mostraron ese brillo de súplica anhelante por un nuevo contacto, por la intimidad del momento, por el placer que otorgaba y que embotaba sus sentidos y le hacía perderse en ese instante perfecto y decadente.

El beso que compartieron provocó que Owen se mojase los labios con la lengua, repentinamente secos de deseo. Podía ver perfectamente la lengua de Hector acariciando los labios de Lulán, degustando con deleite su sangre. Podía ver cómo el vampiro buscaba colarse entre ellos para iniciar un beso profundo, con sabor a complicidad. Owen tragó en seco al ver a Héctor clavar sus ojos en él, se apoyó contra la pared, incapaz de sostener su peso por sí mismo, y ladeó la cabeza, ofreciéndose con un suspiro estrangulado.

Fue complacido. Total y absolutamente, pues mientras tomaba su sangre, Héctor incrementó su pulso con lánguidas caricias por su piel.
-Eso es, Owen. Buen chico...



Por desgracia, no tendrían tiempo para acabar aquel tórrido encuentro bajo la luz de la luna, pues varios miembros de la orden de Hellsing hicieron acto de presencia en el lugar. Chasqueó la lengua. Con la sangre de Owen manchando su ropa y la de Lulán, aunque fuera mínimamente, no podía hacer el paripé de siempre y evitar el problema. Les habían pillado con las manos en la masa.
-Me temo, querida, que van a echarnos a perder el postre. Pero no te preocupes -añadió dirigiéndose a Owen-, volveremos a verte en otra ocasión. Come bien, duerme... y no le digas nada de esto a nadie. Es nuestro pequeño secretito -explicó antes de acercarse a rozar los labios del muchacho, al tiempo que su mano subía a tocarle la sien, provocando que cayera inerte contra la pared.

Lo acomodó, más o menos, sentado en el suelo, con la espalda apoyada, y encaró a Lulán.
-Tenemos que abandonar la velada antes de lo previsto. Hay unos invitados de última hora con los que no contaba. -Le tomó la mano para besarle el dorso, dejando la marca de sus labios en sangre-. ¿Me perdonarás el atrevimiento de llevarte a las catacumbas? Si tenemos suerte puede que hasta veamos a los gitanos de la Corte de los Milagros haciendo alguno de sus números.


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Mensaje por Lulán Metanova Miér Abr 18, 2018 11:20 pm

Estaba disfrutando de todo esa noche. De la música, de contemplar los vestidos bellos de las demás mujeres, de Hector y de su fuerza, de Owen y su entrega. Lulán creía que esa era la mejor noche que había vivido desde que era vampiresa, sabía que la recordaría por siempre y que desearía internamente que se repitiese.

Reía con ganas y alentaba a Hector a beber y disfrutar del muchacho, orgullosa de haber sido ella valiente para invitarlo a pasar ese momento con ellos. Lamentablemente, el encuentro no duró todo lo que ella había imaginado y Lulán se quedó con deseos de un poco más. ¿Qué ocurría? No entendía lo que Hector le decía, solo podía concentrarse en limpiar de su rostro las gotitas de sangre que lo manchaban, no quería que alguien lo viera y lo creyera un hombre desprolijo.


-¿Nos vamos ya entonces? –le preguntó, acariciando su rostro con la excusa de limpiarlo-. ¿Qué ocurre? ¿Estamos en peligro?

Lo imitó y se despidió también de Owen, aunque sin palabras, le agradeció por el bello momento que les había dado. Se tomó del brazo de Hector y caminó junto a él con las frases rebotando en su mente. ¿Catacumbas? ¿Gitanos? ¿Acaso estaban en peligro? Creía que sí, porque había algo en su interior que se lo decía con claridad: había peligro cerca.

-Claro que sí, Hector. Te seguiré a dónde vayas –le prometió como si fuesen dos enamorados que se juraban eterno amor-. Tengo miedo –confesó finalmente, porque la sensación se volvía pesada e intensa en el interior de su pecho.

Salieron a la noche y el viento jugó con el cabello de Lulán, forzando a que algunos de sus mechones de oscuro pelo se salieran del peinado que tanto tiempo le había costado a su doncella hacer. Pero el viento no solo se hallaba juguetón esa noche, sino que traía también gritos y aroma ferroso. Sangre.


-¿Puedes sentir eso? Algo ocurre en el palacio –susurró y se tomó de la mano del otro vampiro.

Lulán se sabía fuerte y poderosa, mucho más de lo que era cuando solo era una muchachita que trabajaba para alimentar a sus hermanas, aún así no se había medido jamás en combate y la idea la aterraba.


-Mira, por allí –le dijo y señaló el costado oeste de la poderosa edificación. Una sombra se movía y por el aura ella identificaba que se trataba de otro vampiro como ellos-. Tal vez él haya encontrado un refugio, o la manera de salir de aquí que tú mencionaste.


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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Lun Mayo 07, 2018 6:01 am

-No lo tengas, si nos apresuramos, habremos escapado de la Orden de Hellsing antes de que el incidente llegue a oídos de su capitán. Y eso, querida mía, ocurre a una velocidad pasmosa. A veces creo que Blackmore tiene demasiados ojos y oídos en esta ciudad. Por suerte para nosotros, también tiene una férrea rectitud moral que le impide matar a criaturas inocentes, por muy oscuras que éstas sean y nosotros no hemos matado a nadie, ¿verdad?

No esa noche, al menos, pero Héctor sabía que no todos los hombres al servicio de la Orden tenían la moralidad de su capitán y que la mayoria de ellos les cortaría el cuello antes de hacer las preguntas. Por eso era mejor escapar, buscar un lugar seguro y dejar que el día pasase. Después de eso, podría estar tranquilo de nuevo, en su cómoda posición, en su mansión, donde sabía que su posición social, los negocios que llevaba y los favores que podía cobrar eran tales que ni el mismísimo líder de la Orden, ni la Santa Inquisición podían poner un dedo sobre él. Sabía jugar sus cartas en la economía y la política, que no dejaban de ser otras formas de participar en aquella guerra que se libraba desde tiempos inmemoriales a espaldas de los humanos.

Agarró la mano de Lulán para impedirle correr a la reunirse con aquel desconocdo que compartía su naturaleza. Desde la segura distancia a la que estaban, podía ver los cazadores que lo acechaban y así se lo señaló a la mujer a su lado.

-Shhh. Observa. Está a punto de ser cazado. Seguramente sea él el causante de este rastro de sangre. Los cazadores no tendrán piedad de él. ¿No escuchas sus corazones? Es el vibrante sonido de la sangre bullendo en sus venas, deseosa de la furia del combate, calentándoles el alma y alentando su espíritu hacia la victoria. Ése ya está perdido.


Podían quedarse a ver el espectáculo. No sería la primera vez para Hector, ni seguramente la última. A él no le importaba que hubiera bajas entre los cainitas. Los peones eran fácilmente reemplazables. Pero en aquel tablero de ajedrez, él era un rey, el negro, el que ejercía su poder en la sombra. Y debía sobrevivir junto a sus piezas principales: su dama, su alfil, su torre.

-Tendrán el edificio rodeado y es posible que la entrada a los pasadizos de los gitanos esté vigilada. Los de Hellsing no suelen meterse con ellos, pero les gusta saber sus movimientos, por lo que pueda ocurrir. Imagino que hacen la vista gorda de algunas cosas a cambio de información. Debemos llegar al otro lado del jardín y desde ahí a las alcantarillas. Tu vestido sufrirá un poco, pero ni siquiera eso podrá hacer que luzcas menos hermosa. Ven, aprovechemos que están ocupados.


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Mensaje por Lulán Metanova Sáb Mayo 19, 2018 12:06 am

No entendía nada de lo que él le decía, en verdad era mucho más difícil de lo que parecía. Ordenes de cazadores, gente que estaba en tratos con la inquisición… todo le era muy ajeno y eso no la avergonzaba, por el contrario, se sentía bien no estar contaminada con todo aquello, con todo ese odio entre razas que ella nunca había sentido por nadie, ni siquiera por los licántropos -tal vez porque nunca se había topado con uno-. Ella nunca había sido una muchacha problemática, nunca se había expuesto innecesariamente. La únicas veces que había estado cerca de cazadores habían sido en compañía de Hector, eso significaba mucho, quizás era solo él quien le imprimía emoción y aventura a la jovencísima eternidad de Lulán.

-Pero no lo comprendo, ¿quiénes son y por qué están aquí? Esto era una fiesta privada, nada malo estaba ocurriendo... tú lo hubieses sabido, todos allí dentro te respetan mucho. No entiendo, nada –le confesó, porque ya no sentía vergüenzas con él, podía ser quien realmente era sin temor a ser ridiculizada porque sabía que él jamás haria algo así con ella-. No importa, solo sé que quiero irme, Hector. Estoy asustada.

Miró con pena su vestido ante las palabras del hombre, era su favorito y se lo había puesto pensando en él, en Hector. Pero, si no quedaban más alternativas… pues sacrificado sería. Lulán corrió junto a él hacia la zona que le había indicado, las alcantarillas, ella nunca había estado cerca de un lugar así, ni siquiera en su peor época de pobreza, cuando era humana.

Percibía movimientos de los cazadores a su alrededor, pero ninguno parecía haberse percatado de la posición de ellos ni de sus movimientos, pese a estar cerca. Era extraño, pero Lulán lo veía como un pequeño milagro a favor de ellos que no habían tenido malas intenciones en aquella fiesta, se habían divertido, sí, pero ni siquiera el bueno de Owen había resultado herido. Todo había sido normal y sin malas intenciones.


-Oh, me despido de mis zapatos también –dijo tras introducirse en el túnel oloroso que al parecer les serviría de vía de escape-. Al menos hemos podido cenar bien, Hector –dijo, con demasiado optimismo, sin ser consciente del todo de lo que estaba ocurriendo con ellos-. ¿Ahora por dónde? –preguntó, desconcertada, necesitando indicación de qué hacer-. ¿Ya has estado aquí antes?


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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Jue Jun 07, 2018 1:52 pm

-Sí.
Había estado allí antes, mucho antes. Y en sitios mucho peores. Literalmente en el infierno, pero no como lo imaginaban los humanos, lleno de lava y fuego, sufriendo miles de torturas, sino atrapado de verdad en las profundidades del Tártaro.

Guió los pasos de Lulán hasta la entrada de las alcantarillas. No era un lugar agradable, desde luego, pero era mucho mejor que ser atravesados por las armas de los cazadores y expuestos al sol.
-Blackmore está invitado a todas las reuniones sociales, querida. El líder de la Orden de cazadores lleva una vida ejemplar de cara a la galería. Muy pocos conocen que ocupa el más alto rango en el ejército que defiende París en las sombras. Toda Francia está bajo su mando. Lo que no consigue a la luz, tratando con la realeza y los nobles, lo logra en las sombras, con un grupo muy bien entrenado de hombres y mujeres que podrían destruirnos. Por eso siempre sabe todo lo que ocurre a todos los niveles, tiene ojos y oídos en todas partes. Y, sinceramente, conozco a los cazadores que ha enviado esta noche y sé que no aceptarían que tú y yo estamos sólo disfrutando de la fiesta.


Prefería huir esa noche y evitar un enfrentamiento, sobre todo porque no quería exponer ante sus socios comerciales su verdadera naturaleza. Siempre era mejor dar la imagen de galán conquistador que había abandonado la fiesta para disfrutar de la dulce compañía de una mujer hermosa que intentar razonar con cazadores fanáticos que querían colgarse una medalla matando a vampiros longevos, de ésos que tienen más poder que los mismísimos miembros del Consejo.
-No temas, los gitanos nos ocultarán.

Si no lo hacían de buena gana, por los tratos que alguna vez había hecho con su patriarca, él les obligaría haciendo uso de su poder, capaz de doblegar mentes. Aunque esperaba que no fuera necesario, porque siempre era más sencillo.

Uno, dos, tres túneles, a la derecha, uno más, derecha de nuevo, el siguiente a la izquierda. Cruce tras cruce en aquel laberinto, alcanzaron una pared de piedra cubierta de moho y suciedad. El vampiro presionó una losa en concreto y esperó. Unos largos segundos más tarde, se oyeron pasos por uno de los pasillos laterales.
-Oh, vaya, Monsieur Fortier -se escuchó a uno de los gitanos, que rondaría los cincuenta y peinaba demasiadas canas-. No esperábamos una visita de su abolengo.
-La señorita y yo hemos tenido un desafortunado cruce con los de Hellsing y necesitamos llegar hasta el Chateau.

El gitano asintió y golpeó una rítmica secuencia contra la piedra, que sonó a hueco. Varios golpes, también con un marcado ritmo que seguramente significase algo para él, fueron la respuesta.
-En seguida vendrá Antoine, el viejo.
-Gracias, Antoine.

-Es un nombre común entre los gitanos
-explicó cuando estuvo de nuevo a solas con Lulán. Aunque claramente eran nombres falsos que daban a todo aquel que no pertenecía al clan. Héctor no podía quejarse, él hacía exactamente lo mismo.

Sin embargo, no podrían alcanzar la seguridad del Chateau, porque la acelerada carrera de pasos chapoteando pronto les alcanzaría. Los cazadores les habían seguido y los gitanos, obviamente, se mantendrían al margen. La luz de las antorchas marcó la llegada de tres hombres y una mujer, bien armados y pertrechados.
Estiró el brazo por delante de Lulán, en un gesto protector, para que se mantuviera detrás de él.
-Dejad que se vaya y solucionaremos esto nosotros.


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Mensaje por Lulán Metanova Vie Jun 22, 2018 7:44 pm

Una mezcla de miedo y excitación la invadían, pero a pesar del temor se sentía segura de marchar a toda prisa detrás de ese vampiro que le había dado tanto desde que se conocieron de modo casual, pero hermoso, una noche en la que ninguno había planeado hacer amistades… con paciencia, con cariño y hasta diversión, Hector le había enseñado y Lulán se sentía afortunada y segura. Por eso lo seguía, consciente de que había personas tras ellos, pero con la certeza de que él sabría cómo arreglarlo todo.

Se ilusionó, creyendo que serían libres otra vez, cuando se encontraron con el gitano llamado Antoine. Lulán sonrió, pensando en que aquello solo sería una buena aventura que recordar en el futuro, cuando al fin tuviese amigos con los que intercambiar anécdotas de los primeros tiempos de inmortalidad (que no era otra cosa que lo que ella vivía en esos momentos).


-Ha sido todo fácil, que suerte que tienes amistades en todos los ámbitos, Hector. Siempre sabes cómo salir airoso, eres muy inteligente y rápido, se nota todo lo que has vivido. Seguramente has pasado por cosas peores, por momentos de temores mayores.

Lo abrazó, mientras la espera hacía que cada segundo valiera oro, pero no podía entregarse a la dicha y disfrutar del momento, no cuando sabía bien que alguien les seguía. Primero fue una sensación, luego una certeza y por último todos sus sentidos –los naturales y los adquiridos luego de su transformación- le dijeron lo que ocurriría allí, los pasos eran audibles al igual que las voces y el olor del sudor humano también la alcanzaba. Los cazadores estaban cerca y Lulán supo que Hector también lo sabía.

Se separó del vampiro en cuanto oyó los latidos acelerados de los corazones, demasiado cercanos. Los vio y aunque el miedo no le permitía pensar con claridad su mente sí le dijo que más le valdría estudiarlos a conciencia. Eran cuatro, una mujer y tres hombres. Sus armas brillaban a pesar de la escasa luz del lugar.


-Son cuatro, son cuatro y nosotros dos. Yo no sé pelear, Hector –se desesperó, ella no llevaba armas, ni siquiera sabía usar una.

Uno de los hombres se acercó a ellos confiado, observaba a Hector sin reparar en la muchacha a la que el vampiro protegía y Lulán se escondió tras la espalda de su compañero. Quería rezar, ¿la escucharía Dios ahora que estaba muerta? Sí, quería rezar, pero se había olvidado de todas las oraciones que de niña había aprendido, era como si en un año de inmortalidad se hubiese muerto la Lulán creyente.


-¿Lo conoces, Hector? Te mira raro… -lo susurró y cuando tuvo el valor de asomar un poco más la cabeza advirtió que los otros tres también se habían movido, estaban intentando encerrarlos.


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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Dom Jul 22, 2018 4:31 pm

Sonrió ante la inocencia de Lulán. Había vivido demasiado. Había estado presente en todas las edades del mundo, pues su existencia se remontaba hasta antes del tiempo. Pero se limitó a asentir con firmeza, para hacerla sentir segura. Realmente, si había podido sobrevivir a la fuga de la prisión del tártato, podía sobrevivir a un desafortunado encuentro en las cloacas de París.
O eso esperaba.

La llegada de los cazadores los puso en tensión. Cuatro contra dos era factible, pues sus habilidades eran superiores a las de los humanos. Pero si tenía que preocuparse de proteger a la mujer a su lado, se reducían sensiblemente sus opciones de éxito.
-Quédate detrás de mí.
Como si fuera fácil de hacer, en aquel lugar y con los ropajes que ambos llevaban, que no eran para nada lo más adecuado para un enfrentamiento.
-Sí, conozco a uno de ellos, el que los dirige. Es un luchador mediocre y peor estratega. –no así la mujer que iba con ellos, que, si bien no contaba con una amplia experiencia, sí había demostrado que sabía lo que se hacía y que suplía con creces su menor fortaleza física con respecto a sus compañeros, con una gran agilidad física y mental. Seguramente ella hubiera trazado el plan. -Intentan rodearnos para que no podamos llegar a la bifurcación que hay pasando la entrada a la Corte. Tsk. Vas a tener que confiar en mí y seguir adelante.
Así, él podría hacer de cebo, podría pelear con mayor libertad y acabar con aquellos muchachos antes de reunirse con ella cerca de la salida que estaba más cerca de su mansión.
-Voy a salir para que me vean. Crearé una ilusión, pero desconozco su resistencia mental. Aprovecha y huye. Recuerda, dos a la derecha, uno a la izquierda y el tercero hacia arriba. Llegarás cerca de mi casa. –Se quitó la corbata y se la entregó-. Llévate esto, mis hombres te dejarán entrar. Me reuniré contigo en cuanto pueda.
La besó en la frente y se dispuso a salir al centro de aquel corredor con el piso inundado. La idea de ser el cebo vivo no era la más inteligente, pero Hector era un maestro del engaño y las ilusiones mentales y podía hacer que los cazadores percibieran que había al menos una docena de vampiros clónicos repartidos por el lugar. Dos de los cazadores dispararon sus armas hacia sendas ilusiones, que se deshicieron en humo para cobrar forma en otro lugar.


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Mensaje por Lulán Metanova Jue Jul 26, 2018 12:07 am

Lulán no se consideraba una muchacha valiente, puede que cuando estaba con Hector quisiese aparentar bravía para sentir que lo cautivaba, que hacía algo fuera de lo común para tener la atención de ese vampiro hermoso que no se había cansado de cuidarla y mimarla… pero no era valiente, todo se trataba de una farsa, de una máscara, de una actuación, de una pretensión. Pero no había verdad en la valentía que mostraba.

-Confío, claro que sí, pero no quiero irme sin ti. Por favor, Hector –susurró la súplica sin despegar su cuerpo de la espalda del vampiro-, por favor… Por favor…

¿Y qué era eso que tanto le pedía? ¿Que por favor hiciera desaparecer a esos hombres? ¿Que por favor chasquease los dedos y mágicamente los regresara al disfrute compartido en la glorieta, hacía menos de dos horas? ¿Que por favor le devolviese la vida que hacía poco más de un año había perdido? ¿Que por favor le regalase una puesta de sol? Que no la dejase sola, que no se separara de ella, eso era lo que encerraban todas las súplicas que Lulán tenía en el pecho pero no podía poner en palabras.

Lulán no era valiente, y ya nunca lo sería, pero sí que siempre había sido obediente y era eso lo que la había salvado -y condenado también- en más de una oportunidad… pero por obedecer había llegado hasta allí sin perder la cabeza y entendía que Hector sabía mucho más de la vida –y de la muerte- que ella, una muchacha con apenas un año de convertida. No quería irse, presentía que nada malo le sucedería si se quedaba cerca de Hector, pero él tenía un plan y la obediente Lulán lo seguiría, aunque con pesar. Se dejó besar la frente, sin saber que era la despedida, y pese a desear poder disfrutar por un momento más el frío de los brazos del vampiro alrededor suyo, Lulán tomó la corbata y se envolvió con ella la muñeca derecha.


-Nos vemos pronto –le prometió y besó su hombro, porque quedaba a la altura justa de su boca, antes de comenzar a correr.

Pero Lulán no llegó lejos. Corrió unos pocos metros, sin saber qué hacía Hector, corrió sin que le importasen ya sus zapatitos por completo embarrados, corrió directa hacia su muerte. Un hombre que antes no había visto salió a su encuentro, cruzándole el camino. Antes de que ella pudiese siquiera comprender lo que sucedía él disparó y Lulán ya no llegaría a entender lo que sucedía, no repararía en que eran balas de plata las que se alojaban en su pecho y le provocaban un ahogo ya olvidado… hacía más de un año que ella no respiraba, ¿por qué sentía tanto la falta de aire en esos momentos?

Se llevó la mano al pecho e intentó atrapar las balas que le quemaban por dentro, pero no tuvo suerte con eso. El olor de la pólvora se mezclaba con el perfume que la corbata de Hector desprendía y a pesar del dolor ella pudo captar eso, se aferró a esa mezcla de olores y sensaciones como si su mente quisiese distraerle el dolor del último instante. Mientras se retorcía vio en los ojos de su asesino la certeza que él sentía de haber hecho lo correcto, de haber limpiado un poco el mundo al haberla matado a ella.

El sufrimiento fue corto, justo lo que un ser puro, crédulo y soñador como era Lulán merecía. Afortunadamente el tiempo no le alcanzó para arrepentirse de nada de lo vivido.




TEMA FINALIZADO
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