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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Jue Oct 24, 2013 5:33 pm

Tus conjuros y letras
la física retan

Se respiraba un aire diferente en la tienda, había estado cerrada por mucho tiempo, pero por suerte volvía a ser la misma de antes, los clientes parecían estar contentos de que la joven de rasgos asiáticos volviera para venderle sus especias, era una tienda pequeña, pero muy hogareña, que tenia buenos clientes y nunca faltaban. Los chismes de que habían abiertos otras tiendas con su misma labor, le llego rápidamente, mucho más rápido de lo que la pólvora llega a quemarse, pero ella hizo caso omiso, sabía que tener una tienda era difícil y pocos sobrevivían, ella tenía la suerte de tener clientes leales, que sabía que siempre llegarían a su tienda.

Abrió hasta medio día, tenía otros planes para la tarde, así que después de disfrutar una buena comida hogareña que su madre le mando desde su casa materna, arreglo la parte trasera de su tienda, para la cita que tenia. No sabía cómo se había metido en eso, ni mucho menos como se había dejado convencer, preferiría estar junto con Teng en su casa, sin tener que esperar que la persona citada llegara para comenzar las lecciones. ¿Por qué no mejor se buscaba a alguien más para hacer sus prácticas? Aitziber era ágil en el tema de la nigromancia, una hábil bruja, que no podía ser ignorada, tal vez por eso deseaba que le enseñara algunos de sus conocimientos.

Había puesto en la mesa, viejos libros, codificados, para que nadie más los leyera, gente curiosa, solamente ella podría leerlos, solamente la persona a quien ella enseñara, podrían saber lo que decían en esos libros, pero antes tendría que decirle como leerlos. Su tienda estaba repleta de entes que iban y venían, la mayoría buenos que estaban con la bruja por su buena energía y su aura atrayente, siempre buscando protegerla de cualquier mal venidero.

En esta ocasión, parecía que un bebe lloraba, la bruja frunció el ceño, mostrando desinterés en las jugarretas de aquellos fantasmas, aun así el llanto del bebe seguía y parecía estar esperando que su madre fuera a buscarle para calmarlo — No estoy de humor para juegos — se quejo en voz alta. El llanto ceso, la bruja miro de un lado hacia otro, buscando alguna anomalía con sus ojos, pero parecía que se habían largado, suspiro largamente, verificando si percibía alguna energía, pero no, estaba sola esta vez.

Hasta que la campana pequeña, que estaba sobre la puerta de la entrada sonó, dejando en evidencia que alguien había entrado en la tienda, se aproximo a la puerta para ver hacia la parte principal y una pequeña sonrisa se vio en sus labios — Monsieur Lissander — le hizo una señal con la mano para que se acercara, ella se adelanto solamente unos paso, para llegar a la pequeña estantería que los dividía, la deslizo hacia un lado, con ayuda de unas ruedas que tenia para darle paso y mandarlo a seguir hasta la otra puerta — este es mi tienda de hierbas y especias— explico, mientras seguía avanzando para volver a su segundo cuarto, llena de botellas, sacos y otras cosas necesarias para su tienda, todo estaba muy ordenado, una pared, estaba completamente adornada con estantes cuadrados, en donde se guardaban grandes frascos con hierbas secas o sin preparar. Ella sonrió, notando que el hombre seguía viendo curioso todo el lugar — este es mi estudio, también hago las medicinas naturales más elaboradas aquí — miro hacia abajo por unos momentos, juntando sus manos, para entrelazarlas.

Pocas personas habían llegado a pisar ese lugar, recordaba a la pequeña ratoncita, que busco escabullirse y escapar de Lune, al final había sido una cambiante muy linda y amable, a su fiel y amado amigo Louis, que siempre llegaba de forma inesperada a pelear con Lune por mi atención. Había notado que tenía muchos amigos cambiantes, que terminaba dando refugio en este lugar. Saliendo un poco adormilada, de otra puerta, que llevaba a una habitación persona, llego Lune su gata negra, que miro a Lissander y con cara de pocos amigos, se volvió a echar un sofá cercado — Ella es mi compañera Lune — la presento, señalándola, para luego caminar hacia donde había dejado los libros —Es mejor que comencemos… ¿te parece? — otra vez el llanto del bebe llego a sus oídos, frunció el ceño. Alzo la mano e hizo un ademan de molestia, como si estuviera espantando una mosca.

— No los he llamado, se me van en este momento — dijo fastidiada, parecía como si los espectros que Vivian en ese lugar, no quisieran que ella practicara la nigromancia en ese momento, pero ella normalmente, hacia caso omiso a lo que estas, quisieran, siempre eran, al final cosas vanas de ellas, que no se le debía dar mucha impotancia a lo que ellas dijeran
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Vie Oct 25, 2013 11:40 pm


Aquel día se había levantado con un buen humor, un extraño buen humor, desde temprano había hecho ejercicios matutinos, había desayunado, acomodado su maletín de suplementos médicos y por último, se había preparado psicológicamente para lo que sabía que vendría para él a partir de ese día. Sus habilidades seguían madurando, conforme estaba en París, sentía que se hacía cada vez un mejor brujo, uno más fuerte, maduro, poderoso, era increíble cómo se estaba sintiendo, su batalla con Leonor, su batalla con Asknhar Kironto, todo le había hecho subir un escalón, pero ya era hora de subir más, y por tanto, debía pasar la única barrera que le impedía ser un brujo completo: La nigromancia.

No tuvo un mentor en ese tipo de magia, su madre nunca le enseñó aquello, porque la pobre mujer no conocía de magia negra, era una pura y poderosa bruja blanca. En cambio aquel, nació con los dotes necesarios, y su curiosidad por el mundo fantasmal y espiritual, le llevaron a leer libros de antiquísimos rituales, libros repletos de oscuridad, de magia que trascendía la vida y la muerte, que manipulaban a los muertos, y que usaban este gran poder a costos muy altos. Porque la magia negra era así de peligrosa, siempre se llevaba algo, siempre podía ser un útil recurso, pero mortal. Y este riesgo aquel lo conocía, fue por eso que le pidió aquello a Aitziber D’Lemoine, la otra nigromante que llegó a conocer hacía un tiempo atrás, misma a la que le pidió fuese su mentora, la necesitaba y no le apenaba decirlo.

Llegó a la dirección especificada con antelación, y cruzó el umbral de la puerta, escuchando el chirrido de una campanita vieja, marcando así su bienvenida. Debía aclarar aquel joven que de inmediato se sintió extraño, el ambiente cambió rotundamente al entrar, no sabía aun como describirlo, pero pudo percibir tal cambio. - Buenos días, señorita Aitziber. - Le dice respetuosamente aquel doctor, haciendo una suave reverencia a la dama, siguiendo el camino que esta le marcaba en todo momento, paseando sus orbes por todo el lugar, tratando de no centrarse en nada, pero maravillándose curiosamente por todo. - Es un hermoso lugar, debo decirle, y un paraíso para nosotros. - Dice con una sonrisa, pues, una tienda de hierbas le permite a un brujo hacer casi cualquier cosa, o por lo menos intentarlo.

- Bueno, me encantaría obtener recetas de esas medicinas, si es posible, también práctico la herbolaria de ese modo. - Le indica, levantando el maletín negro de médico que no dejaba de portar, pues, en un lugar como Paris, nunca se sabía cuándo podría necesitarse un doctor. También, escucharía su pregunta para empezar las lecciones, y mucho antes de que pudiese responder le hablaría a varios presentes diciéndole que le dejasen tranquila, Lissander no había escuchado nada, extrañado volteó hacia un lado buscando algo, pero nada, no encontró nada, ni percibió nada, por tanto solamente se limitó a sonreír complícitamente y a voltear a verle, estaba… ¿feliz? Creo que si lo estaba.

- Soy todo ojos para usted, mentora. - Respondería con respeto a la interrogante hecha por la dama, le daba aquel calificativo porque en ese momento el solamente era un alumno, un aprendiz, y se comportaría como tal, se dispondría a sus indicaciones y prestaría toda la atención que fuese posible. ¿Un accidente como en el cementerio? No, eso no volvería a pasar, no iba a permitírselo.
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Sáb Oct 26, 2013 8:31 pm

Fue algo interesante, verlo voltear confundido, buscando el motivo de su molestia y no encontrar nada, aquello le dio a entender que Lissander no había practicado nada sobre la nigromancia, apenas tenía los conocimientos previos y sus cualidades innatas poco desarrolladas. Eso complicaba las cosas,  debían comenzar desde lo básico e ir aumentando poco a poco hasta que el joven pudiera llegar a ser un buen adepto en el tema, por  suerte curiosidad no le faltaba, eso era algo bueno, pues se necesitaría mucho entusiasmo para  seguir con el entrenamiento. Se quedo al frente de el, mirándolo con el ceño fruncido, disgustada y con cara de pocos amigos, suspiro largamente, entrecerró los ojos, mientras ponía una de sus manos en su frente, había bajado la mirada, mientras negaba levemente, pero rápidamente la alzo, para quedarse mirando al joven, mas alto que ella; todos siempre eran más altos que ella y eso la irritaba. Lo señalo con el dedo índice –tienes muy mala vista y también oído- sentencio. Miro los libros, eran unos viejos libros que había encontrado en uno de sus viajes a sola a otro pueblo, no muy lejos de parís, unas tres horas caminando.

Retiro los libros, no era momento de comenzar con eso, bueno, no era bueno, ni viéndolos, ni escuchándolos. Se mordió los labios, no quería volver a llamar a Isabel, aquella malcriada se comenzó a comportar mal, se le salía de las manos, parecía cada vez mas independiente de ella a lo mejor era porque ya Aitziber no la necesitaba y era hora de desprenderse por completo. Quería dejar de pensar en eso, le hizo una señal para que se sentara, mientras ella hacía lo mismo, para quedar en la mesa que tenia los libros, los volvió a mirar, para apartarlos definitivamente — Primero, no tienes suficiente capacidad y tu sensibilidad está muy baja — suspiro levemente — no pudiste ver a los espíritus molestosos y menos oírlos — se rasco un poco su cabeza — ¿Pudiste sentirlos al menos? — pregunto curiosa mientras ladeaba su cabeza hacia un lado.

Señalo a la gata Lune — ella puede verlos — dijo en un tono suave y decepcionado, como para querer bajarle la moral. Puso su mano en alto e hizo un el aire un circulo, con algunos dibujos dentro de ella. no necesitaba materializarlos en algún papel o tiza, pues su visualización era poderosa y cualquier cosa que quiera proyectar, se creaba con facilidad. Termino dejando salir un suspiro, para luego bajar la mano, se había concentrado para crear con su energía una mariposa, que comenzaba a revolotear alrededor de Lissander, la había hecho para que dejara un pequeño destello de luz, que solamente se vería si realmente estaba concentrado en lo que quería ver, pero eso no era suficiente, no debía esforzar la vista y hacer que la mente hiciera algo desesperado para quedar bien — Ahora… ¿Qué ha cambiado?— Pregunto dejándole la incógnita —relájate, no te esfuerces, pero esfuérzate — rio suavemente, por su contradictorio consejo, pero él debería entender a lo que se refería.

—Puntos importantes, nunca excedas tu limite, tienes cierta energía que se acaba. Pero no puedes acabarla por completo o morirás — rio suavemente, se escuchaba cruel pero era así de sencillo — no juegues con lo que no sabes, pueden matarte — se detuvo por unos momentos, para luego retomar — otras de las cosas que siempre mantengo es no prestarle atención a lo que dicen los fantasmas, siempre quieren “ayudarte” y a la final nunca lo hacen —  acaricio un poco su cabello— ellos ven nuestro mundo en otro plano, en ocasiones hacen cosas que creen correctas cuando no lo son, pero eso solamente será una molestia cuando logres “abrirte” completamente — tenia la habilidad por suerte, pero lamentablemente, si no actuaban rápido, podría haberse oxidado por la falta de entrenamiento correcto y lo peor de todo, podría ser un peligro para la humanidad entera.
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Dom Oct 27, 2013 5:14 pm

Los ojos y los oídos de los seres humanos estaban hechos para ser emisores, tener un límite, y mandar las imágenes y sonidos al cerebro para ser procesados, asimilados, entendidos y así, evocar una respuesta en el ser humano, que viene dada por inmensos factores, uno principal, la personalidad. Los sentidos de un brujo, son primordiales, al no poseer una fuerza física exagerada, como un licántropo, o una velocidad extrema como un vampiro, debían confiar en lo que sí tenían desarrollado de manera sobrenatural: sus ojos y oídos. No estaban agudizados al limites de oír un alfiler caer a treinta metros, no, estaban hechos para trascender lo natural y lo corriente, para escuchar más allá, y los ojos, para ver más allá de un pluma caer a kilómetros. Escuchar y ver lo que no es normal y trasciende el plano existencial donde habitan no es precisamente algo común, aun, entre los dotados de la magia, no todos poseían los dotes inclinados hacia el espiritismo. Pero los que si eran benditos, o malditos, entre los brujos y poseían ese don, debían ver, escuchar, y sentir.

- Si, si pude sentirlos. - Recordó cuando cruzó la puerta de aquella tienda y pudo percibir el cambio de ambiente, estaba más pesado, el aire más frio, podía sentir la energía pululante, más no verla y mucho menos “oírla”. - Cuando entre a la tienda, sentí el cambio de energías comparado al de allá afuera. - Dijo en un tono calmado, observando cuando la dama señalase a la gata, que sí podía verlos y él no, sonrío ante aquello y se limitaría a decir: - Que bueno por ella. - No le importaba ser comparado con un animal, se supone que fue a aprender, y si la maestra intentaba hacerle sentir decepcionado, iba a tener que intentarlo más fuerte. Luego de ello, vio como su dedo se movía en el aire, liberando cierta cantidad de energía que próximamente cobró forma y movimiento, era una mariposa, un hermoso insecto que libero cierto destello de luz al desplazarse cerca, muy pobre y débil, como el de una luciérnaga en la noche, tal cual el joven lo vería.

- ¿Qué se supone que debo ver con la mariposa? ¿Un débil destello de luz? - Preguntaría todo serio desde su asiento, ella no explicaba lo que quería de él, y este no podía esforzarse en hacer algo que no sabía, a duras penas logró ver lo que quería ella, sin siquiera saber qué era eso. Después, le dio la clase básica de hechicería, energía, conocimiento y experiencia. No excedas tu energía. No uses lo que no conoces. Aprenderás de la experiencia. Su madre se lo advirtió desde hacía mucho, se lo enseño y el pudo aprenderlo, pero también comprendió tres cosas que se salían de esas reglas, y que regían al brujo médico que estaba en esa mesa: Siempre superar los límites. Experimentar lo desconocido. La experiencia se gana. Lissander Cornelio Arcalucci no era de los que se preocupaba solamente, era de los que se ocupaban.

- Eso es del conocimiento básico de todo brujo. Créame, que lo tengo bien claro, mentora. - Le diría con total calma, observándola fijamente, esperando lo siguiente que tocaba hacer. No pretendía oxidar su don, pretendía dominarlo, cual caballo salvaje, sabía que era peligroso, sabía que no sería fácil, pero sabía que no se rendiría.
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Mar Oct 29, 2013 9:24 am


Yo amo los cantos que llevan dentro aire, agua, tierra y fuego, los cantos que son claros, ligeros y diáfanos, vivientes como mundos lanzados al azul, con algo de magia y de prodigio, cual pompas de jabón que no se rompen.
Rafael Lasso de la Vega


Ella asintió, estaba satisfecha con el resultado, el sentirlos, quería decir que aun tenía su don, solo que estaba un poco oxidado. La magia era como todo, si no se practicaba, corrían el riesgo de que se extinguiera de alguna u otra forma. Ella hubiera querido poder evitar tener su apatía, pero en ocasiones era tan poderosa, que con solamente un pensamiento negativo hacia una persona la podría poder en funcionamiento, por suerte comenzaba a ser controlada por años de intenso entrenamiento y autocontrol.  Miro los libros nuevamente, dejando que su mano se estirara y tocara uno de ellos, para arrastrarlos hasta donde estaba ella. No lo abrió, mientras que el joven estaba hablando.

—No estás tan mal… — susurro para ella misma mientras abría el libro, busco la pagina correcta. Alzo su mirada frunciendo levemente el ceño — discúlpeme, pero debe recordar que apenas los conozco hace unos meses, no puedo saber con exactitud hasta donde llegan sus conocimientos — se alzo los hombros dejando sus manos hacia cada lado del libro — bueno, si puedo, porque ellos me lo pueden decir, pero eso sería aburrido ¿no le parece? — ladeo su cabeza un poco, para luego seguir ojeando aquel viejo libro de gruesa tapa. Parecía que buscaba algo que no encontraba, al final pareció dejar de buscar, dejando el libro abierto, en una página que no parecía ser la que se buscaba.

Suspiro largamente, mientras entrecerraba sus ojos y parecía descansar de algo que solamente ella podría saber — No puedo enseñarte con mis métodos, pues mis métodos, son para mí. En la magia no se necesita regirse por un método, usted puede crear sus propios — aclaro, pero eso no quería decir que no lo iba a ayudar, al contrario iba a darle las instrucciones necesarias para crear su propio estilo, que no podría ser copiado por otra persona, solamente si él deseaba revelarlos. Se inclino para mirarlo detenidamente y sonreír un poco, con un aire de cierta picardía. Como siempre su rostro parecía haberse congelado en una edad temprana, dándole un aspecto juvenil.

— ¿Qué es lo que le gustaría intentar en estos momentos? ¿Hacer algún pacto? ¿Llamar a algún difunto? ¿Atrapar a un fantasma? Dígame… ¿que se le viene a la mente para hacer aquello? — la creatividad era importante, volverse un niño, jugar hasta cansarse y perder la vergüenza en el acto, eso era lo que se necesitaba principalmente para crear los rituales personalizados.
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Mar Oct 29, 2013 9:39 pm


El joven miraba atento a su mentora, esperando instrucciones, métodos, enseñanzas, seguramente algo de teoría acerca de la nigromancia, Lissander estaba ansioso, como cuando niño tenía ganas de aprender más y más sobre la magia, y su madre, siempre cariñosa, le enseñaba con decoro y cuidado, todo a su justa medida, porque sabía que si era por aquel pequeño, aprendería todo de un solo golpe, y no buscaba darle poder, sino control e inteligencia, cosa que logró satisfactoriamente. En cambio a lo que esperaba, el brujo obtuvo una crítica sobre sus habilidades, “no estás tan mal”, eso fue lo que dijo la herborista y eso fue lo que escuchó el médico, y efectivamente, aquel en ese ámbito, no estaba tan mal, pero ansiaba estar mejor.

- Si quería saber mis conocimientos, podía preguntarme, mentora. - Le diría el joven aclarando su duda, estaba más que claro que se conocían desde hace poco, pero, nada que no pudiesen solventar, todo era cuestión de preguntas y respuestas. - Mis conocimientos pueden ser muchos, leo bastante sobre este tipo de magia, pero, mi control es poco, ya una vez intente invocar y controlar a un fantasma, y lo primero salió bien, lo segundo se volvió un desastre. - Eso fue un muy práctico resumen de lo que sucedió en el cementerio para la noche del día de los muertos cuando trajo a Asknhar Kironto a su mundo y casi murió en el intento, no quiso entrar en muchos detalles, supuso que Aitziber los sabría en cuestión al descontrol que sufrió a manos de aquel espectro.

Luego de ello, la mujer le explicó que no podría darle sus métodos, que él podía hacer los suyos, y eso era precisamente lo que pensaba, cada brujo desarrollaba su forma de ejecutar la magia porque cada brujo venía con una línea de sangre distinta, algunos heredaban un estilo propio de la familia, o algunos aprendían y desarrollaban el suyo propio conforme pasaban los años, perfeccionándose en sus dones y en sus cualidades. Lissander recitaba hechizos en alemán, su familia venía aprendiéndolos de esa manera y fue el “método” o vía más sencilla para él, quizás para la nigromancia debía crear otro, pero eso aun no podía saberlo. - Entiendo, entonces, deme las herramientas y veremos que va sucediendo. - Respondió ante aquello, siempre concentrado, enfocado, atendiendo curioso y hasta un poco ansioso por saber cuándo iba a empezar la parte divertida y peligrosa.

… y llegó, la joven mentora le hizo un par de propuestas al primogénito Arcalucci que no pudo evitar ocultar, su sonrisa ya hablaba por sí sola. - Quisiera que me sorprendiera, mentora. Podemos ir desde lo más fácil a lo más complicado, o viceversa, soy todo sentidos para usted. - Le respondería con la misma picardía que ella le hablaba, es que en realidad aquel muchacho de ojos azules no sabía por dónde empezar, dominar espíritus, invocarlos, pactos, adivinación, usar los poderes espirituales, posesión de un alma en su cuerpo, ver, sentir, oír el mundo espiritual, mucho por hacer y conocer. Que ella le diera las herramientas, él se encargaría de lo demás…
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Vie Nov 01, 2013 4:28 pm

Si no tenemos un punto fijo al que queremos llegar, damos vueltas y vueltas.
Luis Sepúlveda


Comenzaba pensar que el joven no era divertido, pero también comprendió que había mucha diferencia en lo que habían vivido aquellos dos, ella siempre estuvo sola, entre libros que su maestro le mandaba a leer y las tareas impuestas por el, tal vez era mala idea tratar de poner en práctica sus métodos de enseñanza, pues eso era lo que a ella le habría frustrado desde un principio  y por ende asesinado, pero no debía dejar atrás lo bueno que había sido todo aquello que le había influenciado. Lo más importante de todo era disciplina que le había implementado, siempre se lo agradecería, además de los conocimientos que en su mente estaban grabados como si esta misma fuera un libro

—Está bien, está bien… —dijo para calmarlo con una mano, al notar lo ansioso que estaba para comenzar la práctica, ella se levanto del asiento para caminar unos pasos y tener espacio a si disposición, para que aquel vestido tuviera área para mantener su esponjada falda — Yo nunca busco “sorprender” a alguien, pero te mostrare mis habilidades — sonrió levemente,, mientras miraba al joven, era peor que un niño ansioso, pero aquello solamente le hacía recordar a sus buenos amigos, quienes siempre buscaban mantener esa esencia de niño en su ser y que ella misma poseía, pero que pocas veces llegaba a demostrar.

Miro a un lado y al otro, como buscando algo en especifico, puso su mano en su mentón, hasta que su mirada se fijo en el mismo libro que estaba hojeando, se acerco a él, para sujetarlo y llevarse consigo, en donde lo dejo en el piso — tiene tiempo conmigo, pero debe tener un poco de la energía de su autor — puso sus manos al frente del libro, ella levantaba, entrecerró sus ojos y comenzó a susurra suavemente ciertas palabras, mientras con cada entonación, provocaba que la energía atrajera la materia del necesitado, del llamado, su aura se volvía más oscura, densa y mágica, su vestido parecía tener vida propia, se movía de un lado a otro, como si algún viento la moviera, pero ni una ráfaga había pasado por ese lugar.

El sonido del la campana de la entrada, hizo que se detuviera, su rostro se volvió más tranquilo, mientras su aura y su cuerpo comenzaban a relajarse. Abrió los ojos y ella misma mostro cierto aire de sorpresa, al notar que una energía había sido atraída por su energía. Junto sus manos mirando hacia la puerta, como si la bruja estuviera esperado que alguien apareciera. Una sonrisa apareció en sus labios y se apresuro a decir — Responde en donde del santo que glorificas cuando estabas entre los vivos y decidme tu nombre, ente desconocido —

Un pequeño estruendo pareció retumbar en el salón, pero más nada paso —Bardan, My Lady — respondió el ente, quien parecía en una forma acuosa, aun parado en el umbral de la puerta. Aitziber entrecerró sus ojos un poco, buscando apreciar aun mejor el aspecto del hombre

— Bardan, un famoso ingles, un viejo Alquimista que buscaba crear diferentes posiciones que estuvieran a su alcance y así facilitar su vida. ¿Cierto? — el ente no dijo nada, eso le daba aun mas seguridad a la bruja. Camino nuevamente hasta sentarse en su silla. — Lissander, te presento a Bardan, es algo tímido, pero buen tipo, es uno de aquellos entes calmos, viejos y sabios — Bardan pareció sonreír o tal vez solamente fue imaginación de ella.

¿Ahora que venía? El momento del pacto y el ente lo sabia — ¿Qué quiere ganar con este ofrecimiento? — Pregunto como el ente, como si supiera lo que venía a continuación, la bruja miro a aquella sombra que se formaba en el umbral  e hizo una pequeña mueca — ¿Acaso prefiere aventurarse con un ente más joven y menos sabio del que tenía antes? — el ente pareció reírse, pero eso también lo dudaba Aitziber, aunque no tanto como lo anterior — Ella parece enojada, desde que la dejo en aquella muñeca de trapo con cabello castaño de infante. —

Desapareció. Se había ido, dejando todo en incógnita.
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Necromantīa || Privado  Empty Re: Necromantīa || Privado

Mensaje por Lissander C. Arcalucci Vie Nov 01, 2013 8:23 pm


Era verdad, parecía un niño entusiasmado, y es que lo estaba, controlar tal poder de magia negra sin duda era un gran paso en su vida, él quería desarrollarlo, usarlo a cabalidad, dominarlo y poder llamarse un buen ejecutante del mismo. Tenía muy claro los riesgos, y de no ser así, no hubiese pedido la ayuda de la joven bruja, pues, después de todo, aquel Arcalucci no era impulsivo e idiota, era muy conservador y de pensamiento crítico, su profesión se lo exigía, su personalidad calzaba a la perfección con ello. Por eso estaba tan expectante, tan ansioso, quizás fue ese entusiasmo el que hizo que abriera sus sentidos, su percepción, o simplemente que sin querer, lo había hecho. Eso era relativo.

- Está bien. - Se quedo quieto, callado, aguardando hasta una respiración lenta y pausada, vio tomar el libro, escucho sus susurros y lo que a continuación pasaba, el aura negra que poseyó su cuerpo, la energía que emanaba y esa pesadez en el ambiente, todo tan mágico, tan macabro, tan maldito. Estaba maravillado, presenciando una invocación de parte de otro brujo, era similar a la suya, la que realizó tiempo atrás en el cementerio, misma que casi cuesta la vida suya y la de sus amigos. - Excelente… - Se le escucharía susurrar, justo para cuando terminase, volteando un poco instintivamente hacia el sonido de la campana, viendo la figura que hacía acto de presencia, y detallándola, sintiéndola, oyéndola. Con que así se sentía una controlada y fluida invocación…

- Es un placer conocerlo, Bardan. - Se levantó y realizó una reverencia al ente, siempre debía tener respeto por los muertos, quizás fue su actitud con exceso de confianza la que hizo se deshiciera el control sobre lo que hizo en la tierra santa, quizás y solo quizás fue demasiado y cruzó los limites que no conocía. Luego, pudo escuchar un par de preguntas, no entendió a quienes se referían, mucho menos lo que sucedió después… porque aquel hombre había desaparecido, tan efusivo como había llegado. - ¿Qué sucedió, mentora? - Volvió sus ojos a los ajenos, intrigado, esperando que aquella tuviese la respuesta. Se acercaría y tomaría el libro, percibiendo la energía de Bardan, sintiendo el lazo corto y sublime que aun había entre él y aquel instrumento del conocimiento. No haría nada, se limitaría a colocarlo sobre la mesa y a observar a Aitziber.

- La nigromancia comprende varias ramas, los pactos, el control espiritual, la adivinación, posesión, invocación, y la percepción del plano espiritual, ¿No es así? - Preguntaría a su mentora, con total calma, él, había hecho su tarea antes de llegar a ella, no iba a ir esperando recibir el conocimiento, así no era Lissander Arcalucci. - Ya me mostró una invocación, y la percepción, ¿me podría explicar y mostrar todo lo demás? Creo que así aprenderíamos mejor. - Su rostro mostraba mucha calma, pero muchas ansias de aprender, y pensó que resumiendo conceptualmente lo que había leído en sus antiguos libros podría aprender más y poner ciertos parámetros, quería aprender, estaba dispuesto, quizás ella conocía mucho más de las ramas de la nigromancia, quizás podría llevarse una sorpresa, quizás, quizás, quizáz… porque, con los muertos, uno nunca sabía que podía pasar.
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Mar Nov 19, 2013 7:52 pm

“Demasiado juego para ser una ciencia y demasiada ciencia para ser un juego”
Gottfried Wilhelm Leibniz


No se había ido o eso creía Aitziber, siempre les gustaba jugar, dejar migajas de cosas importantes, de información que en ocasiones podría ser útil, pero nunca decían las cosas claras y precisas. Sus ojos se movieron lentamente en el lugar, sintiendo como algunas almas comenzaban a sentirse temerosas, ellas, las que la cuidaban, estaban preocupada por la bruja. ¿Cuántas las perseguían? Una docena podría ser, en ocasiones las reconocía fácilmente, iban y venían, pero siempre llegaba una nueva, que nunca antes había visto, pero siempre había estado en ese lugar. Para la bruja eran sus fieles, les había agarrado mucho cariño, el día que el vampiro sordo la había atacado, ella había escuchado sus llantos, sentido el miedo terrible de sentir que ella podría volverse una de ellas, por suerte, no había sucedido y Aitziber había sobrevivido, gracias al sacrificio de la mas apegada a ella, aun así, las otras no lo vieron como un sacrificio, fue mas una traición y como leones enfurecidos, prefirieron darle la espalda, antes que entenderla.

Siempre la había sobreprotegido desde aquel momento, aquella fisura en la unión entre brujo y ente, pero Aitziber no presto atención a las advertencias y aunque la relación entre los otros entes e Isabel era hostil, ella siempre la tuvo a su lado, porque no había conocido otro mundo, si no fuera junto con ella. — Desapareció — susurro ante la pregunta del hombre. No fijo su mirada en el, solamente seguía mirando un punto determinado del lugar, como si en ese lugar hubiera algo tan interesante que no se atrevía a parpadear ni siquiera. El sonido de los pasos de Lissander la puso alerta, dejo salir un pequeño suspiro, para parpadear y luego ver el proceso de que el recorría al llevarlo a la mesa.

— Este bien informado — asintió tratando de dejar todo atrás, pero ¿Cómo podría? Si el aire comenzaba a sentirse tan pesado y molesto, era como si este mismo fuera el que le quisiera recordar su pasado y sus inconvenientes. — Los pactos…— susurro. Trato de aclarar su garganta mientras se ponía en marcha hasta donde estaba el joven — Son muy fuertes, casi irrompibles, me temo — dijo mirándole. Trataba de mostrarse tranquila, con su aire de no querer decir nada, por temor a que lo puedan hacer en su contra, pero ya estaban allí, debía confiar en él, era alguien de confiar o eso era lo que su instinto le decía. — Si quieres hacer un pacto, es mejor que elijas bien a tu prospecto — aconsejo — Desde pequeña fui perseguida por un ente, que atendía al nombre de Isabel, No diré que sus intenciones eran malas, porque nunca me pareció que fueran así, pero la tuve que encerrar en una muñeca de trapo — entrecerró sus ojos — me temo que la advertencia del ente era para protegerme, debió encontrar la manera de salir de mi contenedor —

Desde aquel incidente, en donde había absorbido tanta energía maligna, el control sobre ella había decaído, por eso la había encerrado en aquella muñeca de trapo y olvidado por completo su paradero, claro, la había guardado en la tienda, no la iba a dejar tirada a merced de cualquiera, era importante tenerla vigilada. Aitziber no pensaba en ella ya como la pequeña niña que siempre había estado con ella para cuidarla, lamentablemente ella había desaparecido, ahora, como suele pasar con los seres humanos, su corazón se había oscurecido y marchitado.
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Vie Nov 22, 2013 5:40 pm


Decían los antiguos sabios que el único problema en todo el mundo que no tenía solución era la muerte, pero la verdad, es que si se ponían a discernir el tema, si se detenían a hacerlo, la muerte era la misma solución a su problema, y todo yacía en la misma acción natural: morir. Aquel brujo de ojos hielo, pensaba que la muerte era la solución, a pesar de ser doctor, y de contradictoriamente tener que luchar contra ella en una carrera sin fin, pensaba que si ella llegaba a ganarle, era por un bien mayor, y obviamente, porque la medicina no podría nunca salvar al paciente, en dado caso, claro está. Pero, en esta parte, solo se veía lo racional y natural del asunto, existía la parte sobrenatural, donde la muerte podía ceder un paso a la magia, y a la magia podía ceder muchos más a la muerte. La magia y la muerte bailaban un vals eterno sin equilibrio, sin música, sin banalidades, sin riquezas, solamente al son de la vida, que podía bien salir victoriosa, o simplemente transformarse…

- Sí, tengo libros en casa, generales en su mayoría, aprendí esa parte teórica, pero ya de irnos a la parte práctica, no soy tan bueno. - Diría humildemente, esa era su verdadera realidad correspondiente a la magia negra, no sabía cómo usar perfectamente la nigromancia, bueno, no sabía cómo usarla en lo absoluto. - ¿”Casi irrompibles”? - Preguntaba citando sus palabras porque le pareció curioso, un pacto espiritual comprendía una relación humano-espíritu mucho más profunda que la dada por la invocación, el espíritu te acompaña y obedece tu control a través de lo que pactaste, según sus reglas y condiciones, según tu voluntad y poder. - ¿Se salió de su contenedor? ¿Eso puede ocurrir? - Preguntó curioso de nuevo, aquella mujer le intrigaba bastante, al parecer coleccionar espíritus era algo que tenía como hobbie. - ¿Que ganancias se obtienen de un pacto, que riesgos y perdidas? Hableme de todo, maestra. - Si pensaba si quiera en hacer una cosa tan peligrosa como aquella, por lo menos quería saber que beneficios podría tener, aunque tenía cierta idea de que más podrían ser las consecuencias.

Sus brazos se cruzarían a la altura de su pecho, su ceño se frunciría, y su mirada se cerraría, sentía la pesadez de ese ambiente cargado de espíritus, sentía que habían más de lo que podía contar, aquella casa era un centro espiritual, si lo espíritus acudían a ella era por algo. Era la única experta que conocía, algo debía tener. - Bien, quiero hacer un pacto con algún espíritu. Pero, yo no puedo encerrarlo en algún objeto, carezco de ese don, ¿podría usted maestra ayudarme en ello? - Estaba seguro de lo que estaba pidiendo, seguro de lo que quería hacer, y seguro de que quería aprender. Ese pacto era el primer paso en el escalafón de la magia negra, se volvería más profunda su conexión con los espíritus, pero al mismo tiempo, más peligrosa.

… más aquellas transformaciones no eran más que pasos circulares en un ciclo eterno, un baile infinito en una pista incorpórea, uno donde no se sabía quién podía llevar la batuta, pero algo siempre era seguro. Juegas con la muerte, y ganas, prepárate para la siguiente vencida, porque de esa seguro vas a salir perdiendo… con creces.
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Lun Dic 16, 2013 10:15 pm


“(...) Sus voces hacen tremolar el viento y sus conciencias trepidar la tierra. Doblegan bosques enteros y aplastan ciudades, pero jamás bosque o ciudad alguna ha visto la mano destructora.”
— Howard Phillips Lovecraft

¿Quién detendría la destrucción inminente del cuerpo? Solamente quedaba esperar la cruel verdad, todas las respuestas, que solamente se revelarían el día de nuestra muerte, muchos querrían adelantar su día de partida, hartos de no poder entender el mundo en que vivieron, pero. ¿Valdría la pena realizar tal acto? La desesperación hacia que tuviéramos decisiones equivocadas. El mundo de la magia no era fácil, siempre habría incógnitas que nadie entenderá, pero lo más importante es buscar todo el conocimiento que se pueda, experimentar, crear e innovar. Todo cambiaba, todo estaba en un constante movimiento, en el cual, los adeptos, también tenían que estar en movimiento, buscando nuevas corrientes, modos eficaces y nuevos, que ayudaran a crear la manera más factible y lo más importante de todo, era poder trasmitirlo a nuevas generaciones, pues, tener mucho conocimiento y morir con él, sin que este pudiera traspasar y evolucionar en manos de alguien más, sería como haber perdido toda tu vida, buscando respuestas, que nunca llegarían a ser reveladas.


Ella asintió suavemente, sus cabellos se movieron un poco, los arreglo con un rápido movimiento de sus pequeñas manos — Todo es posible — respondió en un leve susurro — Los beneficios pueden ser infinitos, los riesgos también; ellos pueden protegerte, pero también pueden jugarte una mala pasada y asesinarte — alzo sus hombros — te pueden dar el poder y te lo pueden quitar — se abrazo a sí misma. Era cierto, el tener otra fuente de energía, quien te aportara un soporte, cuando te quedabas sin ella, era una forma de rendir el doble que cualquier brujo, pero así como ellos daban, podían quitar la energía con la cual se necesitaría alimentarse o por simple gusto de alimentarse de la vida con la que se ha pactado — ¿Estás seguro? — le sorprendió un poco su tono directo, le agradaba eso, iba al punto, no tanto rodeos, aunque Aitziber no era de las personas que le gustaba demostrar sus talentos, trataría de ser diferente, esta vez mostraría lo que tenia o lo internaría, pues siempre había ese pequeño miedo de que, en realidad no sirviera para nada. Aun así, armada de valor, asintió, dejando que una amplia sonrisa se posara en sus labios. — Esta bien, Comenzaremos —

Su seguridad la entusiasmaba, se podía ver sus mejillas con un poco de color, algo avergonzada por esa sensación de libertinaje que tenía tiempo que no tenía en su vida, bueno, no del tipo mágico, pues, ella vivía en el libertinaje, pero ya había dejado unos meses atrás, la última vez que hacía “travesuras” recordaba con cierto cariño aquella noche solitaria en la catedral, un momento único que marcaria su vida, en muchos sentidos. — Bueno te daré las instrucciones y tú las seguirás, no importa que no sean a pie de letra, diviértete, crea tú mismo tu pacto — y así comenzó. La bruja centro su atención en el hombre que tenia frente a ella, detallando sus facciones europeas, mientras ella seguía cruzada de brazos, como si se estuviera abrazando o protegiendo del frio, pero en realidad solamente era, una simple reacción, de ese momento.

Así comenzó, diciéndole paso a paso lo que podría hacer para llegar a obtener el pacto que él quería, Aitziber ambiento el lugar, encendió algunas velas de color negro, en sitios estratégicos, en donde había la señal, de que no era la primera vez que se encendían velas en ese lugar, luego encendió un pequeño incienso de sándalo para calmar el aire y dejar solamente cosas buenas en ese lugar, así las buenas vibras estarían en todo lugar y las malas no llegarían. Primero explico que debía atraer a los entes, elegir uno y hacer un contrato con él, la negociación no era fácil, en ocasiones no llegaban a un acuerdo, Aitziber esperaba que si pudieran hacerlo a la primera aunque, sabía que tardarían un poco. Después de tener los puntos de cada uno de los involucrados (Humano y ente) se evaluaría si era factible, tal hecho, si era beneficioso o no, a tal caso, se llevaría a cabo el pacto, en el cual el fantasma quedaría atrapado al lado del brujo, hasta que este se lograra romper, el brujo tendría poder en el fantasma, sin o con su voluntad.

Había una gran cantidad de entes, algunos de energía fuerte, otros bajos, fáciles de controlar a su beneficio, sin necesidad de mostrar mucho esfuerzo — A ver… Lissander, trata de identificar a uno de los que puedas controlar y muévelo, échalo o atrápalo, vamos intenta jugar con el — Aitziber se había sentado, cruzando sus piernas, para ver el espectáculo que se le daba al frente de ella, a su lado había algunos tres de sus fantasmas personales, que parecía hacer alguna especie de campo, que evitaba que los otros se atrevieran a acercar, los mas traviesos que trataban de acercársele, salían llorando, otros riendo de nerviosismo, cuando alguno de ellos se abalanzaba a ellos de forma violenta. No podían tocar aquella muñequita de porcelana, era suya, pero más que protegerlos de ellos, estaban más interesados en protegerla de “Ella”. Aitziber parecía concentrada en ver cada uno de los movimientos de Lissander, que no detallo cierto cambio en el ambiente, en incienso se había acabado, el dulce olor del sándalo, aun lo llegaba, pero se iba debilitando cada vez mas. Una extraña sombra pesada se formo detrás del brujo, Aitziber abrió en par en par, mientras sus labios trataban de abrirse para advertirle del peligro, pero Isabel lo anticipo y cerro sus cuerdas vocales, para dejarla con voz, por unos segundos, solamente dejo salir un quejido de su labios —Liss… ahg… — con la mirada envió a uno de sus espíritus para crear una protección ante el brujo.

Defiéndete… quiso gritar, pero su voz no daba, el espíritu dio algunos segundos, pero como si se tratara de alguna especie de vampiro, lo absorbió, provocando que su cuerpo se formara con aun mayor rapidez, los entes huyeron, Aitziber Gruño, frustrada nuevamente, su voz había perdido, como aquella vez, cuando el vampiro había perdido su audición, se levanto rápidamente de su asiento, pero una hincada en la parte baja del vientre la hizo sostenerse de la cabecera de la silla. “Duele” quiso quejarse, pero en su rostro estaba dibujado un inmenso dolor, que parecía no querer irse. Isabel se convirtió en una bella mujer, con una vestido asustado a su cuerpo, negro, sus ojos y cabello, castaños, como siempre, pero con un semblante más maligno, ya no era la dulzura que antes había estado al lado de Aitziber, había cambiado, mucho, dejo a un lado a Lissander, con una rapidez se acerco a la bruja, quien la miraba con cara de pocos amigos, trato de alejarse de ella, sus fantasmas, querían alejarla, protegerla, pero su miedo hacia Isabel, los congelaba. Isabel solamente sonrió, mientras su mano, lentamente se acercaba al vientre de la bruja, ladeo su cabeza e hizo un leve puchero, para luego negar, haciendo que sus rizos castaños se movieran con su cabeza, Aitz dio un paso hacia atrás, sin dejar que la tocara, pero un dolor mas fuerte estuvo presente — Aléjate…ALEJATE — grito, sintiendo alivio, al sentir su voz salir. Con ella había creado una vibración, que la hizo desaparecer ante sus ojos, todo parecía calmarse… excepto el dolor que tenía en su vientre. Comenzó a jadear, sus manos resbalaron y cayó al piso, se aferraba a su vestido, gimoteando, tratando de no echar a llorar — Lissander… A..ayudame — pidió desesperada, buscando los brazos del caballero a quien, en ese momento, solamente podria recurrir.
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Vie Dic 27, 2013 5:20 pm


Su mirada estaba centrada en la joven que tenía al frente, cada palabra y explicación, cada aclaración fue detectada, obviamente era peligroso hacer un pacto espiritual, demasiado, los fantasmas no eran predecibles, no se manejaban en línea recta, eran seres susceptibles, volátiles y que fácilmente podrían salir del control de cualquiera, por más poderoso que sea el nigromante. Eso era lo que ella quería decirle, y obviamente, aquel muchacho estaba consciente, así era la magia negra, un alto precio siempre era jugado al usarla, más, aquel no se detendría por ello, ya había dado un paso al cruzar la puerta de ese local, había dado otro al demostrar los pocos conocimientos que tenía, y ahora daba el último y quizá más importante, aplicar y dar el paso a la magia negra, al propio entrenamiento, a una invocación y a un trato con uno de ellos. ¿Qué conseguiría? Eso era hasta imposible de saberlo para aquella mujer que más experimentada que él, era en la nigromancia. Su afirmación fue muy precisa, un solo asentir de su cabeza y una sonrisa que denotaba una leve excitación a la idea fueron suficiente para que aquella diera inicio a lo que verdaderamente le interesaba.

Cuando escuchó las indicaciones y posteriores recomendaciones, el joven volvió a asentir e hizo lo que creía correcto y apto para el momento: sentarse de piernas cruzadas en el suelo. La primera vez que hizo una invocación, lo hizo de pie, con un hueso del fantasma, pero no le sirvió de mucho, pudo hacer una perfecta invocación pero no ejerció nada de control, esta vez, dirigiría su energía al control, y buscaría en el mundo espiritual fantasmas que no fuesen peligrosos de controlar y no emanaran tanta energía negativa, aceptaría su debilidad y no volvería a ser un idiota y traer un fantasma asesino milenario que solo buscara acabar con la vida de la joven y la suya. Esta vez, se sentaría y trataría de estar en un estado de absoluta calma y paz, lo necesitaba, para poder sentir la pena de aquellas almas que nunca encontrarán el descanso eterno. Ya en su posición pudo divisar el encender de las velas y el delicioso aroma a sándalo que llego a su olfato, mismo que le invitaba a una perfecta armonía con el entorno, una paz, que quizás podría ser hasta cierto punto hipnótica y mística.

Cerró sus ojos y con una respiración totalmente pausada, dejo fluir la energía oscura que su cuerpo contenía, su aura, podría verse aun sin la percepción de aura de cualquier inmortal, era negro todo el contorno de su cuerpo, un negro profundo que parecía deshacerse con el viento inexistente que mecía sus cabellos y algunos bordes de su ropa, y lo último era lo que acontecería en sus orbes, brillantes como el hielo polar, se volvían tan negros que eran el reflejo mismo de la nada. En su mente, podría divisar el reflejo de muchas almas, incluso podría percibir el paso de tantas que parecía confuso y abrumador, era como si nadara en una corriente turbulenta de ellas, y él, estuviera siendo llevado a contra corriente, las penas, gritos, sollozos, lamentos, todo llegaba a sus oídos, era incomodo, molesto, preocupante. Empezó a sentir desespero, angustia, no podía localizar un alma en específico, no podía ver nada con claridad, su cuerpo empezaba a respirar de manera agitada porque la angustia le hacía perder más energía de la necesaria, incluso un sudor perlado se asomaría en su rostro motivo de lo que podía divisar y no controlar en el mundo espiritual. Allí radicaba lo peligroso, perder toda la energía y morir, ser absorbido por un montón de espíritus y dejar un cuerpo vacío sin alma, por haber sido llevado por el afluente espiritual. Su determinación entraría en juego y la seguridad sería el empuje perfecto para que aquel muchacho se calmase y con su dedo eligiera al azar una pequeña alma que se había acercado a rondarle, no pudo divisar bien quién era o qué era, simplemente vio lo menudo del mismo y lo escogió con su dedo, más justo cuando iba a hablarle, algo le sacó de balance…

Poderosa, inminente, era una presencia que no había percibido nunca en la casa, hasta ese momento, y fue de inmediato cuando exhalo el aire de sus pulmones y se liberó de la energía negra que tenía encima, que pudo detallar lo que acontecía fuera de su percepción. Volvió sus ojos hacia atrás y su cuerpo en el suelo trató de girarse con velocidad conforme sucedía, era una mujer la que estaba allí, una que absorbió a otro espíritu en sus narices, ¿era eso posible? ¿Tanto poder poseía aquel ente? Fue de repente cuando la pesadez que caracterizó cada centímetro de esa casa desapareció y solamente quedó la de aquella presencia. Lissander estaba un poco consternado porque no entendía muy bien lo que ocurría, su maestra se había levantado pero no había podido hacer nada o pronunciar nada para defenderlos, ni un hechizo había salido de su boca, y cuando esta que de nombre llevaba Isabel casi tocó su vientre, la mortal presente pudo exclamar un grito diciéndole que se alejara, y aquel espectro sin más que hacer desapareció. De esta forma pudo entender el poder que conllevaba… y el peligro que sería, que aun sin activar la magia negra, esta siempre jugaba malas pasadas.

Tan pronto cuando escuchó su nombre se acercó a la mujer convaleciente, sintiendo su agarre en el brazo, y viendo claramente el quejido de dolor, ¿Qué diablos había causado aquella alma en ella? No podía dar un veredicto médico, no tenía el poder de sanación, ¡Maldición! Se sentía impotente, su mano tocaron su frente para verificar la presencia de fiebre, más solamente percibía un pobre sudor, su siguiente mano palpo el área que había “rosado” el alma errante y de allí, quiso voltearse hacia sus piernas, necesitaba observar si algún fluido salía de su órgano sexual, y no, no había nada. ¿Qué podía hacer un médico que no tenía información alguna? - … murió la semilla en su vientre, y como podrida está, debe salir, o matará la tierra fértil… - Dijeron a su oído, una voz femenina y sutil, pausada, como si de un cuento se tratase, su cara se alzó y busco el receptor de dicha voz, pero nada pudo observar. - Revélate. - Aclaró la voz del barítono aquel de apellido Arcalucci, y al lado de su maestra tomó forma una mujer de facciones angelicales, finas, suaves, cabello negro, y cubierta por un velo y un traje que apenas podía distinguirse por la similitud con el color de su cabello, una cinta blanca podía verse en su frente, y un rosario colgar de sus manos, ella era una monja. - Doctor del cuerpo, ¿Qué desea que haga esta servidora de Jesucristo? - Inclinó su rostro con moderación ante él, mientras una de sus manos se deslizaba con suavidad sobre el vientre, era una cálida caricia que buscaba aliviar el dolor, aunque de cálida no tuviese nada, porque aquella era un espíritu errante; aquel hombre sorprendido, simplemente produjo una suave sonrisa en su faz, porque ahora pudo entender que ella había sido traída con su poder, ¿ella fue la que eligió en medio de su azar en el mundo espiritual? - Radjad… - No sabía cómo, pero ese era su nombre. - Inmovilízala. - La mujer asintió y se colocó detrás de su cabeza, posando sus manos sobre sus brazos sin tocarlos siquiera, desplegando parte de su energía telequinetica para paralizar toda la fuerza motora de la mujer, mientras en su boca solamente se escucharía el rezo de un ave maría, una y otra vez.

El brujo se dispondría a la preparación, subiéndose las mangas de la camisa hasta los codos y luego buscando desesperadamente agua para lavarlas, no tenía muchos utensilios, pero podría hacer algo, que aunque peligroso y doloroso, salvaría su vida. Se sentó en el suelo, abrió sus piernas, y su mano diestra buscaría aquella entrada de su órgano genital. - Todos calmados, no voy a hacerle daño, intentaré salvar su vida… maestra, por favor, perdóneme. Esto va a doler. - Le hablaría primero a los fantasmas que sabía estaban allí y que intentarían protegerla, tenía miedo de que intentasen algo descabellado y acabaran por asesinarla, debían confiar en sus dotes médicos y su vocación, luego, le hablaría a ella con suavidad, justo antes de que su mano con cierta fuerza y cuidado comenzara a entrar para buscar la semilla muerta que pudiese pudrir la tierra fértil…
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Mar Ene 21, 2014 12:32 pm

Era un dolor profundo, que recorría todo su cuerpo, jadeante, su cuerpo recibía espasmos, que la hacían temblar, mientras ella solamente podía retorcerse de dolor, mientras buscaba ayuda en el único que estaba en ese lugar, pero este parecía igual de desconcertado que ella, revisaba por encima cada parte de su cuerpo y no encontraba nada, ningún signo del daño, pues era completamente interno, sin abrir herida, sin sangrar externamente. Quería a su madre, a su padre, también a Teng, pero nadie estaba, solamente se encontraba junto con su alumno, con solamente el. Sintió una cálida presencia formarse cerca de ella, abrió lentamente sus ojos, para encontrarse con la mujer de aspecto angelical y sonrió suavemente, mientras la giraba para ver a Lissander — Que bien… lo has logrado… ahg..— un espasmo de dolor recorrió todo su cuerpo, teniendo como núcleo la parte baja de su cuerpo.

— ¿Qué sucede? — comenzaba a gimotear, con un rostro ya sudoroso, se podía escuchar como los entes comenzaban a sentirse agitados, al verla así, ellos también comenzaron a gimotear, yendo de un lado a otro, como leones enjaulados, que no podían hacer nada, el ente, la había tranquilizado, entrecerró sus ojos, dejando que un suave hipeo aun saliera de sus labios, pero ahora estaba más trasquila, sintiendo su cuerpo inmovilizado, pero sin ser frustraste, era más bien algo reconfortante. Sus ojos se abrieron cuando noto que sus piernas eran abiertas, trato de levantar la cabeza, pero no pudo, cierto miedo incontrolable se presento en cada parte de su alma, su corazón se acelero, sin entender lo que estaba sucediendo — Lissander, Lissander ¿Qué pretendes hacer? — pregunto con su voz ahogada en gimoteos, que se volvían cada vez más fuertes.

Y un grito salió de sus labios, que espanto a cada uno de los espíritus que estaba en ese lugar, excepto a la que la mantenía, inmóvil, tratando de tranquilizarla, como si de una enfermera se tratara, muchos comenzaron a llorar de dolor, de sufrimiento, aunque en realidad no podían sentir el dolor desgarrados que estaría sintiendo Aitziber en ese momento. ¿Por qué a ella? Se preguntaba, mientras sentida que algo dentro de ella era desgarrado, su cabeza se arqueo del dolor, las lagrimas salían, para ocultarse en su cabellera oscura, mientras la mano del brujo, profanaba aquel humilde lugar, la cual, solamente había sido tocado por un solo hombre. Sabía que lo hacía por su bien, pero dolía tanto, que no podía pensar bien, si no estuviera paralizada, ya hubiera lanzado un manotazo al brujo, que lo hubiera apartado de su cuerpo, para solamente dejar de sentir aquel dolor desgarrador, que recorría todo su cuerpo.

— No, por favor, no más dolor — inquirió girando su rostro hacia un lado, ella sabía que la única forma de dejar de sentir dolor era muriendo, siempre habría dificultades en la vida, estaba segura que Isabel había querido eso, ofrecerle todo el dolor que pudiera ocasionar, podría ser que se lo merecía, con sus decisiones erradas, había convertido a Isabel en un ser oscuro, que se alimentaba de la energía de los demás para sobrevivir, sin importar el daño que causaría. Aunque deseaba alejar al brujo, sabía que el ya había encontrado el problema y por suerte lo arreglaría, eso esperaba, tenía fe, de que el dolor pronto desaparecería y todo sería como antes.
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