Cacería | Marie Monserrath Goretti

por **Lìsbeth E. Sigríður** Sáb Nov 02, 2013 5:16 pm

Sonrió. Como quien se sabe victorioso en una afrenta. Como quien posee un gran secreto que implica una ventaja sobre el resto, que la desconoce. Como quien espera algo que solo él sabe que llegará a ocurrir... Porque en todas esas suposiciones que indicaban su sonrisa, estaba lo mismo explícito. Aquel amanecer ella ganaría, ella se alzaría como la única superviviente en aquella guerra fría iniciada hacía años, y el vampiro milenario caería a los más profundos abismos del infierno, de donde nunca debió escapar. Había salido de casa temprano, cuando aún la noche se estaba asentando, previendo un encuentro fortuito con aquel ser terrible con el que debía acabar. Fortuito para él, que no sabía que Lìsbeth llevaba meses persiguiéndolo, actuando como si fuese su sombra, esperando el momento propicio para darle muerte. Y ahora tenía aquella oportunidad tan cerca, que casi podía adivinar a qué sabría su sangre una vez derramada. Era el momento. Era su momento.

Pero, ¿por qué a él? ¿Quién era Lìsbeth realmente? Una pregunta que a simple vista podía parecer sencilla se complicaba enormemente a la hora de ser respondida. Ella era una cazadora. Una asesina. Tenía más en común con su presa de lo que le gustaría reconocer... ¿Las razones? Múltiples. Un alma a la que le arrebatas cualquier rastro de humanidad no era más que un retículo de oscuridad, una red tejida por la maldad... Maldad, sí, era todo cuanto su destrozado corazón llevaba consigo, ocultando el remordimiento tras un siniestro sentido de la justicia. Creía que hacía lo correcto eliminando del mundo a aquellas monstruosas criaturas que sólo traían dolor y más dolor. Estaba entrenada para ello, vivía de ello. Era todo cuanto sabía hacer... Y era jodidamente buena. Una de las mejores.

Lìsbeth, la mujer que había vivido más de lo que era capaz de soportar, era de ese tipo de ánimas que, pérdidas en el tiempo y el espacio, habían caído en la vesania de su propia existencia. Sus ojos, trastocados por la maldad de un dios cruel en el que ya no era capaz de creer, escrutaron la mansión del vampiro mientras una oscura sonrisa se formulaba en sus labios. Su rostro, ladeado hacía la izquierda en sintonía con su ladina sonrisa, denotó que nada bueno estaba por suceder. Había dejado que el vampiro pensara que la había seducido con sus hermosas palabras, a fin de que la invitase a pasar un rato "agradable" en su guarida. Y el estúpido se lo había creído. El resto vino casi rodado. Tras disfrutar de una predecible sesión de sexo, la muchacha había fingido caer rendida hasta que el amanecer obligó al monstruo a marcharse a su escondrijo.

Le siguió hasta la sala donde estaba su ataúd, sigilosamente. Parecía ser cierto que cuando estaban sedientos y el alba se acercaba, sus sentidos se dormían... O eso, o era demasiado idiota. Dejó transcurrir varios minutos después de que escuchase el cierre de la tapa de su ataúd. Tenía la estaca preparada desde hacía rato. Abrió el cubículo con cuidado y lo observó detenidamente. Pálido, frío, muerto. Por un instante se perdió en sus propios recuerdos, en sus lejanas ensoñaciones, de cuando era una niña y solía imaginarse a sí misma colmada por una vida eterna, por una vida en la que pudiese disfrutar de viajes inacabables, de infinita sabiduría. Ahora sólo sentía desprecio. Un profundo y pesado desprecio que la perseguía allí adonde fuese. Clavó la estaca en su marmóreo torso con una sonrisa de satisfacción. La había tocado, con sus horribles y mugrientas garras... No podía decir que no lo mereciera.

Tras quitarse la peluca rubia y deshacerse de los ropajes que había utilizado, los metió en una bolsa y ordenó a su mayordomo que la llevase al bosque en el carruaje. Una vez allí, formó una hoguera y quemó todas aquellas prendas. Permaneció cerca de un pequeño lago hasta que la noche volvió a cernirse sobre la ciudad de París, para luego adentrarse en lo más frondoso del bosque tras enviar al mayordomo a casa. La Luna brillaba en lo alto, arrogante y hermosa, tiñendo de plateado la pálida piel de la muchacha. Se recostó contra el grueso tronco de un árbol y entrecerró los ojos... Irónico que fuese capaz de dormir en mitad del bosque y no en la comodidad de su cálida cama. El peligro, para alguien como ella, estaba dentro de la ciudad, y no fuera. Y no parecía que eso fuese a cambiar en breve...

por **Marie Monserrath Goretti** Lun Nov 25, 2013 3:37 pm

Rápido, fugaz, silencioso, así había sido la muerte de aquel vampiro fuerte para mi, ese vampiros de años, con ciertas habilidades y con mucha destreza, había oído que muchos cazadores habían intentado cazarlo, sin embargo ninguno había podido, se habían quedado sin brazos, sin piernas, sin ojos y hasta sin vida, muy difícil de si quiera encontrar era el vampiro al que acababan de dar muerte, sin embargo... escondiéndome y siendo lo mas silenciosamente posible vi como la muchacha que acaba de dar muerte al vampiro se quitaba la peluca, no era rubia sino morena, observándola detenidamente toma nota mental de sus datos físicos, nunca la había visto, pero tenia fuerza, al menos la necesaria para matar a un vampiro ¿acaso era cazadora?, tarde me había enterado que la mayoría de los cazadores era cazadores sin paga, es decir, no era trabajo para ellos, sino un capricho o una obsesión, matar al causante de la desdicha de su vida, así que poco los entendía, sentimientos y venganza no era algo con lo que estuviera familiarizada a pesar de mi historia, sin embargo la chica parecía que si.

Suspirando mire el pequeño pasaje de la mansión que se abría en mi espalda, normalmente me iría, la dejaría y me iría a dormir, a descansar del fraudulento día en donde no había hecho mas que esperar al vampiro, preparándome para matarlo, mentalizando lo que me costaría hacerlo, para llegar al momento en donde una chica, segundos antes que yo, se ponía en el lugar de la cazadora y lo mataba, así de simple, así de fácil, en realidad no podía negarlo, ni yo lo hubiera hecho mejor.... sin embargo...

Mire al frente, a la chica y a la pasión que había en sus ojos, nunca me habían llamado la atención las historias de las personas, sus vidas, eran patéticas para mi, pero ella, esta chica demasiado extraña a la cual nunca había visto, tenia algo, extraño, diferente, bueno, claro que tenia algo diferente: de un simple levantar de manos había matado al vampiro, como si se tratara de algún pequeño animal o la almohada, así se lo había clavado.

Decidida comencé a seguirla mientras veía que partía hacia el bosque, no la conocía, pero quería hacerlo, no para tener amigos, claro que no, no me interesaba ese tema, lo que me interesaba era el saber el como lo había matado, una simple experiencia, si era cazadora podria contármela ¿no? al fin y al cabo las dos estábamos en el mismo oficio.

Cuando llegue al bosque y la vi recostada en el piso pensé y reconsidere el caso ¿había hecho lo correcto en perseguirla? nadie dormía en el bosque así, tan abiertamente, a no ser que estuviera seguro de que no lo matarían... ¿me había equivocado o no? esa era la pregunta que tenia que responderme.

por **Lìsbeth E. Sigríður** Mar Dic 03, 2013 6:41 pm

La victoria le supo a gloria, y eso se tradujo en una serie de ensoñaciones de lo más vívidas y alegres. Coloridas. Como tenía en muy pocas ocasiones. Normalmente, a la hora de dormir, se veía a asaltada por una serie de horribles pesadillas que la hacían despertarse varias veces por la noche, desvelándose al final. Podía decir que en el último mes, había dormido una media de tres horas diarias, debido a esas continuas intrusiones de recuerdos deformados por la rabia y el dolor. La pérdida de sus padres, de su identidad, de su universo, la había hecho volverse alguien frío y atormentado. Externamente, parecía dura, rígida, incapaz de expresar sus sentimientos... Mientras que su interior hervía por las lágrimas contenidas durante años. La impotencia que había sentido ante la muerte de sus padres, la llevaba persiguiendo desde entonces. No había podido salvarlos. Su fuerza no le había valido contra aquellas bestias que se los llevaron, y aunque finalmente se había vengado de ellos, nada había podido hacer que se olvidase. Cada vampiro que asesinaba a sangre fría, era aquel general que con una mirada de satisfacción le había arrebatado la vida a su amado padre. Era su droga, su vicio, lo único que la hacía sentir un poco más viva.

Pero aquel sueño era distinto. Olores, sabores, imágenes llenas de vida, eso era todo cuanto lo conformaba. Flashes de luz que traían consigo una canción infantil que su madre siempre le había cantado cuando era pequeña para irse a dormir. Una fiesta de cumpleaños. La primera vez que fue a entrenar con su padre... La calma lo adornaba todo de un hermoso y pacífico color celeste. Hacía mucho que no recordaba cosas como aquellas. Normalmente, las memorias que le asaltaban acerca de su familia estaban llenas de sangre, de confusión, de caos... Que por una vez fuese diferente, le resultó sumamente agradable. Una lágrima solitaria recorrió su mejilla derecha en silencio. El bosque a su alrededor parecía yerto, sumido en el mismo sueño que atenazaba bajo su yugo a la ciudad de París. Lìsbeth estaba camuflada en las tinieblas, donde siempre se había sentido cómoda. Nada parecía poder romper aquella momentánea quietud.

Mientras dormitaba, su cuerpo se había relajado tanto hasta el punto de sentir un leve cosquilleo en sus extremidades. Sus escasas horas de descanso, ineludiblemente, provocaban que cuando lograba dormirse, cayera directamente en un sueño sumamente profundo del que le costaba bastante salir. No mentalmente, pero sí físicamente. No sería la primera vez en que la sorprendían durmiendo y no era capaz de levantarse, cayendo de bruces frente al enemigo. Aunque ella siempre estuviera alerta, su cuerpo no le respondía. Necesitaba descanso, necesitaba reponer energías, fuerzas... Su trabajo no era precisamente fácil, eso no podían negárselo, pero le gustaría tener la capacidad que en algún momento tuvo su padre, de estar siempre al cien por cien preparado para partir. Claro que la complexión de ambos difería bastante. Ella era relativamente pequeña, tanto que su fuerza estaba más basada en la agilidad y velocidad que en el músculo. Estaba fibrada, pero no tanto como un varón. Y su delgadez tampoco ayudaba.

Aún así, no había ninguna presa que se le escapara. Era temida por muchos, y subestimada por otros tantos. Y no sabía cuál de las dos cosas le gustaba más. ¿Por qué dormía en el bosque sintiéndose más segura que en su propia casa? Precisamente por eso. Siendo conocida, su hogar era de dominio público, y nadie en su sano juicio atacaría a una persona que se atreviese a dormir en mitad de la nada. Sólo alguien peligroso podría hacerlo sin temblar... O alguien lo bastante loco.

De repente, el sonido cercano de una rama al romperse le avisó de que había alguien cerca de donde ella se encontraba. Instantáneamente, comenzó a despabilarse, agitando la cabeza de lado a lado, consciente de que al ver el movimiento, la otra persona se sorprendería. ¿Qué haría alguien paseando por un lugar así por la noche? ¿Era alguien tan loco como ella, o un animal salvaje? Echó mano al cuchillo que llevaba oculto en el muslo, girando levemente el rostro en la dirección en que había procedido el sonido. Rápidamente, como el "animal" sigiloso que realmente era, se escabulló de su escondite entre las sombras, para acabar viendo a una muchacha mirando hacia el árbol donde hacía unos segundos había estado. La rodeó, y cuando estuvo a su espalda, colocó el cuchillo a escasos centímetros de su cuello, lo bastante lejos para no hacerle daño, y lo bastante cerca para intimidarla.

- Quién eres tú y por qué estás aquí. Habla rápido. Mi paciencia es escasa. -Su voz sonó fría, hiriente, tan afilada como el cuchillo que sostenía con firmeza en la mano... pero a la vez serena, dándole un aspecto de lo más siniestro a la totalidad de la escena.

por Contenido patrocinado

Cacería | Marie Monserrath Goretti

Cacería | Marie Monserrath Goretti

Re: Cacería | Marie Monserrath Goretti

Re: Cacería | Marie Monserrath Goretti

Re: Cacería | Marie Monserrath Goretti