One thing you can't hide is when you're crippled inside || Privado.

por **Athéna Courcelle** Sáb Nov 02, 2013 9:51 pm

“Numbing the pain for a while will make it worse when you finally feel it.”

Siente la garganta seca y los labios adoloridos, síntomas de alguien que ha pasado muchas horas al sol aunque en este caso sea el crepúsculo lo que acompaña la imagen que puede verse. La mayor parte de las personas camina con un rumbo fijo, quienes sonríen lo hacen porque van acompañados y aquellos que mantienen el rostro sereno es probablemente porque sus pensamientos los llevan a un lugar distinto al de esa plaza. Estar consciente de la realidad de los demás es un mecanismo de defensa para evitar ahondar más en si misma, es mentirse para no tener que enfrentar lo que la tiene ahora a tantas cuadras de su hogar.

Apenas alguien enfoca los ojos en ella rápidamente desvía la mirada para no generar algún tipo de interacción que pueda significar una posterior conversación. Su relación con los desconocidos no es fácil, nunca lo ha sido ni mucho menos lo es desde aquel momento posterior a su separación. La ruptura con su esposo la hace sentir como una mujer expuesta, vulnerable, más débil de lo que era antes, tal como si llevara colgado un cartel que le informara a todos que falló en la faceta más importante de su vida. Porque está claro que aunque ahora quiera suplir sus falencias intentando llenar las horas con el trabajo comunitario de enseñar a los niños más desposeídos, sigue creyendo que todas las peleas las provocó ella y todo el dolor que ambos sintieron, también lo provocó ella.

Le cae una gota en la mano que tiene sobre el regazo, luego otra en la punta de su nariz y finalmente una más en su barbilla, que rápidamente se desliza por su cuello y se pierde entre sus pechos. Es una llovizna que claramente se trasformará en tormenta y que, además de la inminente llegada de la noches, es la mejor señal para que abandone ese lugar y vuelva a encerrarse a esa bonita cárcel que ella misma decoró. No está bien pero tampoco está mal. Su propia condición la hace reír y el sonido de esa risa es peor que un trueno para sus oídos. La aterra y provoca que levante la cabeza y se siente erguida, que deje caer las gotas como si pudieran llevarse el recuerdo que la atormenta y también el dolor que ha comenzado a sentir.

Le gustaría no sentir las piernas débiles, le gustaría que el sol saliera y que aquello no fuera más que una metáfora del renacer de su vida, pero los años no han pasado en vano y ya no posee la inocencia de la juventud. Está decidida a cambiar pero se detiene; y no es su voluntad lo que impide que vuelva a moverse, es sentirse observada y girar su cabeza mientras encuentra que a poca distancia alguien está mirándola. Ese alguien tiene rostro, cuerpo, esencia. Es un alguien que la obliga a mirarlo y a permitir que la lluvia siga empapándola. — Disculpe… ¿nos conocemos? —

por **Micky Vanier** Lun Nov 25, 2013 1:52 am

“Quien no llena su mundo de fantasmas, se queda solo”
Antonio Porchia

Cuando era más joven y más vulnerable, evitaba a toda costa dormir sobre una cama porque creía firmemente y con tanta convicción, tanta cómo es posible a esa edad, que si lo hacía tendría horribles pesadillas. Solía mantenerme despierto hasta que mi cuerpo decidiera lo contrario y se rindiera finalmente en cualquier lugar en el que me encontrase. Aquello, además de producirme recurrentes resfriados y dolores de espalda, me mantenía alejado de las pesadillas.

Ahora que mi cuerpo y sobre todo mi mente ya no son tan inocentes como allá entonces, son ellas precisamente, la única cosa que me mantiene en este mundo. Y ni siquiera tengo dormir sobre una cama para dejarles entrar, ellas han aprendido a invitarse solas.

Mate a un hombre. No era un hombre. Fue hace dos días. Yo mismo lo elegí y le di caza. Converse con él unas dos o tres veces. Tres veces. Tenía dos hijos y una esposa. No era un hombre. Era un licántropo. Lo sorprendí en el bosque. Y platique con él unas dos o tres veces.

Suelo rondar el bosque en luna llena, supongo que no soy el único que lo hace, aunque nunca me he encontrado con alguien de frente, siempre son ruidos o sombras en la obscuridad. Tengo un problema en los ojos, es algo que me hace parpadear más de lo habitual, yo creo que eso cubre las sombras, la cosa de los ruidos sí no puedo explicarla, quizá sólo sea mi mente llenando los espacios, siendo congruente. Diciéndome “tranquilo… maldito imbécil, no, no estás loco”….

“tan sólo eres un asesino”

Llevo treinta y seis horas bebiendo. Siete años en realidad. El maldito que mate también bebía como yo. Y ahí, con una mano vacía y la otra llena charle con él. Tenían dos hijos y yo lo mate. Mi corazón va a explotar, se siente como si se fuera a salir por mi boca, vomite en un callejón sobre un hombre muerto o casi muerto en un callejón camino acá. Tampoco estoy respirando bien, el aire se rehúsa a entrar a mi cuerpo – ¿Ves esto? – Le muestro mi mano al cantinero, mi mano, inmóvil – ¿Lo ves? Está quieta. – “tan sólo eres un asesino” – Mate a un hombre y mi mano ni siquiera tiembla.

Salí del bar, o burdel, o cantina, no recuerdo que era. Me echaron. Afuera escuche a una mujer y creí que me hablaba a mi “Disculpe… ¿nos conocemos? “Dijo. No, no nos conocíamos, pero tampoco me hablaba a mí. Le hablaba al hombre, a un hombre como el que mate, a un hombre que no era hombre. Los pude ver. Era tarde y la noche comenzaba a caer. Y los vi. Dos blancos y aperlados colmillos. Lo sujete del cuello y comencé a estrangularlo. Él pareció sorprenderse, pasó de babearse a mearse en los pantalones. No era un vampiro, tan sólo un imbécil con mala dentadura. Salió corriendo entre tumbos y nunca miro atrás, muy seguramente era un violador, creyó que lo habían atrapado y corría con todos los pantalones mojados de miedo. Mire a la mujer. Mi cabeza pensó cosas inapropiadas, culpe al alcohol por vergüenza. –Descuida, no te lastimare, tan sólo necesito que me lleves a tomar el té.

por **Athéna Courcelle** Mar Dic 03, 2013 5:19 pm

"What if this storm ends and leaves us nothing?
Except a memory. A distant echo"

Él seguía mirándola fijo, como si la estudiara o como si realmente la conociera. No le respondía afirmativamente, pero tampoco lo negaba y eso sólo lograba que Athéna siguiera pendiente de los movimientos de ese hombre que para nada le sonaba familiar. Cuando levantó la mano para llamar su atención, alguien más apareció y lo siguiente fue demasiado rápido para poder procesarlo. En un segundo tenía los ojos fijos del desconocido sobre ella y al siguiente lo tomaban del cuello queriendo matarlo. Porque está segura que esa era la intención del otro hombre que apareció ahí, quería matarlo pero algo lo llevó a detener aquella acción justo a tiempo. ¿Por qué no lo detuvo? ¿Por qué no gritó? ¿Por qué no intentó hacer algo más que transformarse en su cómplice?

Tenía ahora el corazón desbocado y los oídos tapados por el sonido de ese palpitar que se había hecho demasiado fuerte. Probablemente él también podría escucharlo, cualquier podría notar lo nerviosa que se encontraba y además, la falta de miedo que era tan evidente. — ¿El té? — Dijo con la voz similar a un murmullo temeroso, como los pasos que alguien da sobre un terreno nuevo intentando averiguar si es seguro. No podía comprender por qué ese hombre le pediría algo como eso, quizás estaba hambriento y no se atrevía directamente a pedir algo de comer, pero observando un poco más el estado en el que se encontraba es probable que sólo quisiera té para deshacerse de la borrachera que cargaba encima, el olor a alcohol era notorio incluso a la distancia en que ellos se encontraban.

Pese a todo esto, no le parecía alguien peligroso. Quiso culpar a su intuición que raramente se equivocada o tal vez al hecho de que aún la noche recién comenzaba y mucha gente se encontraba en las calles. Si necesitaba ayuda podría pedirla con apenas un grito. — Mi casa está a un par de cuadras… ¿realmente sólo necesita tomar el té? No sé si algún negocio siga abierto como para comer algo… pero vamos, si usted así lo quieres, podemos tener una taza de té… — una tímida sonrisa aparece en sus labios que se transforma pronto en un gesto más seguro que intenta dar la sensación de cercanía y tranquilidad. Lo mejor, le dijo siempre su marido por si alguien trataba de robarle, es intentar hacerle sentir al otro que todo está bien, de este modo la agresividad disminuye y también es posible dialogar, aunque no en todos los casos.

— Vivo casi en la misma calle de ese pequeño local que tiene unos exquisitos croissants, ¿los ha probado? Si no lo ha hecho debería hacerlo… podemos caminar por ahí y comprobar si sigue abierto, de lo contrario en casa encontraremos lo necesario. — Hace cuentas mentales de quienes estarán en su hogar, dos empleadas, un cuidador y el jardinero, algunos de ellos pendientes hasta el momento en que ella llegue. Si la ven ingresar con un extraño estarán aún más atentos y eso la hará sentir segura. Quizás sea un mejor idea llevarlo a casa, pero ya es tarde, Athéna sigue caminando y espera que ese hombre la siga. Si antes no tenía miedo, ahora cree sentirlo un poco, especialmente porque recuerda que acaba de decirle “no te lastimaré”, tal como si esa idea hubiese cruzado su cabeza. — Mi nombre es Athéna, ¿cómo prefiere que lo llame? —

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