AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A pesar del dolor o la soledad - privado
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A pesar del dolor o la soledad - privado
Para Emilia, Volver a París, tratar de alejarse del amor que sentía por ese brujo llamado Ichabod, había sido una decisión algo difícil de tomar, ya que no sería raro poder encontrarlo en algunas de las calles o de los lugares de la ciudad. La Bruja cavilaba en la posibilidad de abandonar la ciudad, temía cruzarse con la jovencita de cabellos rojizos y su antiguo y no olvidado amor, - tal vez si viviera en otra ciudad, o en otro pueblo... - sonrió con tristeza, comprendía muy bien que por más que pusiera distancias entre ellos, Emilia, seguiría amando a ese hombre, - porque no importa que tu destino sea estar en brazos de esa joven, y que me destroce por dentro... al fin de cuentas he comprendido que solo deseo... seas feliz – caviló, contemplando, por el ventanal, la nieve que caía afuera, cubriendo las aceras, la calle; mojando, sin remordimiento alguno, los abrigos de las almas que caminaba presurosas intentando llegar - ha vaya a saber donde – se dijo .
Apoyó la mano en el cristal, la observó, delgada, blanca, de uñas prolijamente cuidadas y pintadas, creyó que nada recordaba ya a esa jovencita que había emprendido el viaje desde Vigo a París en busca de recuperar a toda costa el amor de su vida, - eso es un imposible... siempre lo fue - caviló. Unos ojos azules, cargados de nostalgia la contemplaron, aquel rostro, conocido y que cada día se asemejaba mas al de un fantasma, hicieron que bajara la vista, - no puedo seguir así... ni siquiera por el gran amor que le tendré siempre... mi dulce amado – susurró, girando lentamente, dejando que las cortinas de grueso terciopelo azul noche cubrieran la vida que afuera se desarrollaba.
Caminó por el pequeño, pero coqueto, salón de su nuevo hogar. Ahora no necesitaba pasar necesidades, ni vivir en aquella pequeña cabaña en la zona del lago pasando frío en los inviernos o realizando largas caminatas para poder guardar algo de sus ingresos para comprar una yegua o construir un cobertizo. Su mente dibujó la sencilla construcción de techo a dos aguas, con sus paredes encaladas y su puerta de madera pintada en un azul brillante al igual que sus ventanas, - todo me recordaba a ti, aunque estuviste poco tiempo... - sonrió mientras meneaba la cabeza negando sus propias cavilaciones– bueno, por lo menos a mi me pareció extremadamente pequeño el tiempo que estuvimos juntos –.
Se dejó caer suavemente en un sillón estilo luis XVI, desde allí contempló las lenguas de fuego que en la chimenea lamían la leña antes de consumirla. Cerró sus ojos e inspiró, - no puedo quedarme aquí encerrada, como si hubiera muerto y éste fuera mi bóveda funeraria – reflexionó - por más que no vuelvas a mi o no podamos por lo menos ser amigos, debo intentar seguir adelante -. Se levantó con agilidad, dirigiéndose hacia el perchero, tomó una gruesa capa con capucha de bordes de piel, y se la colocó sobre el vestido, tras ponerse los guantes de cabritilla, abrió la puerta y bajó los escalones que la separaban de la nieve, del frío y las almas que deambulaban por las calles de un diciembre frío.
Apoyó la mano en el cristal, la observó, delgada, blanca, de uñas prolijamente cuidadas y pintadas, creyó que nada recordaba ya a esa jovencita que había emprendido el viaje desde Vigo a París en busca de recuperar a toda costa el amor de su vida, - eso es un imposible... siempre lo fue - caviló. Unos ojos azules, cargados de nostalgia la contemplaron, aquel rostro, conocido y que cada día se asemejaba mas al de un fantasma, hicieron que bajara la vista, - no puedo seguir así... ni siquiera por el gran amor que le tendré siempre... mi dulce amado – susurró, girando lentamente, dejando que las cortinas de grueso terciopelo azul noche cubrieran la vida que afuera se desarrollaba.
Caminó por el pequeño, pero coqueto, salón de su nuevo hogar. Ahora no necesitaba pasar necesidades, ni vivir en aquella pequeña cabaña en la zona del lago pasando frío en los inviernos o realizando largas caminatas para poder guardar algo de sus ingresos para comprar una yegua o construir un cobertizo. Su mente dibujó la sencilla construcción de techo a dos aguas, con sus paredes encaladas y su puerta de madera pintada en un azul brillante al igual que sus ventanas, - todo me recordaba a ti, aunque estuviste poco tiempo... - sonrió mientras meneaba la cabeza negando sus propias cavilaciones– bueno, por lo menos a mi me pareció extremadamente pequeño el tiempo que estuvimos juntos –.
Se dejó caer suavemente en un sillón estilo luis XVI, desde allí contempló las lenguas de fuego que en la chimenea lamían la leña antes de consumirla. Cerró sus ojos e inspiró, - no puedo quedarme aquí encerrada, como si hubiera muerto y éste fuera mi bóveda funeraria – reflexionó - por más que no vuelvas a mi o no podamos por lo menos ser amigos, debo intentar seguir adelante -. Se levantó con agilidad, dirigiéndose hacia el perchero, tomó una gruesa capa con capucha de bordes de piel, y se la colocó sobre el vestido, tras ponerse los guantes de cabritilla, abrió la puerta y bajó los escalones que la separaban de la nieve, del frío y las almas que deambulaban por las calles de un diciembre frío.
Última edición por Emilia Borromeo el Sáb Ago 09, 2014 4:34 pm, editado 1 vez
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/01/2013
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Re: A pesar del dolor o la soledad - privado
Desperté dentro del armario en el que me escondía. No había dormido bien. Eso no era precisamente un ataúd de lujo acolchado. Había sido un día muy incómodo, pero por fin había llegado la noche. No estaba acostumbrado aún a vivir sólo por la noche. Apenas llevaba dos días de vampiro, y me estaba acostumbrando aún a la sensación.
Así pues, salí del armario (chistes aparte, por favor) en el que me veía obligado a dormir, y contemplé cómo la oscuridad ya había invadido las calles de París. La pregunta era: ¿de verdad estaba esta casa abandonada? Aún había muebles, ¿y si a lo mejor los dueños estaban fuera, de viaje o de vacaciones, y volverían en cualquier momento? No podría quedarme mucho más tiempo en esa casa.
Así pues, salí del edificio y empecé a caminar. Necesitaba, cuanto antes, un escondite permanente, uno en donde esconderme y vivir, un lugar seguro al que llamar refugio y hogar al mismo tiempo, donde esconderme o relajarme cuando lo necesitase.
Aún sentía en mi aliento el sabor salado de la sangre de los cazadores de los que me alimenté la noche pasada, cuando me estrené como vampiro tras perder a todos mis amigos. Me habían dejado solo, y yo los dejé secos. Reí por lo bajo con este pensamiento. Realmente había cambiado mucho en cuatro años, ¿eh? Adiós al muchachito indefenso que vivía en el campo.
Bueno, lo importante era que no tendría que alimentarme en tres días, contando con éste. No tendría que preocuparme aún por hacer daño a nadie. ¿Podría aguantar así mucho tiempo? ¿Preocupándome por saciar mi sed sin tener que matar a nadie todo el rato? Espero que no. Bueno, ¿y dónde puedo esconderme? Con lo grande que es París y yo sin saber ni dónde. ¿Tal vez en un cubo de basura? No. Ni de coña. Que no.
Y así, envuelto y absorto en estos pensamientos, acabé en una calle que no recordaba. Una de las miles calles parisianas en el gran laberinto de esta gran ciudad que es París. Y no recordaba el camino de vuelto a la casa vacía.
Bien hecho, idiota, te acabas de perder. Pobre subnormal.
Cansado de andar, y sin ánimos de ponerme a recordar todo el recorrido, simplemente me retiré a un oscuro callejón, me apoyé en una pared y simplemente descansé, mientras miraba las calles, atento a todo cuanto veía.
Y ahora que lo pienso, tampoco me vendría mal un ayudante. Un sirviente, vamos... ¿Quién sería el afortunado?
Así pues, salí del armario (chistes aparte, por favor) en el que me veía obligado a dormir, y contemplé cómo la oscuridad ya había invadido las calles de París. La pregunta era: ¿de verdad estaba esta casa abandonada? Aún había muebles, ¿y si a lo mejor los dueños estaban fuera, de viaje o de vacaciones, y volverían en cualquier momento? No podría quedarme mucho más tiempo en esa casa.
Así pues, salí del edificio y empecé a caminar. Necesitaba, cuanto antes, un escondite permanente, uno en donde esconderme y vivir, un lugar seguro al que llamar refugio y hogar al mismo tiempo, donde esconderme o relajarme cuando lo necesitase.
Aún sentía en mi aliento el sabor salado de la sangre de los cazadores de los que me alimenté la noche pasada, cuando me estrené como vampiro tras perder a todos mis amigos. Me habían dejado solo, y yo los dejé secos. Reí por lo bajo con este pensamiento. Realmente había cambiado mucho en cuatro años, ¿eh? Adiós al muchachito indefenso que vivía en el campo.
Bueno, lo importante era que no tendría que alimentarme en tres días, contando con éste. No tendría que preocuparme aún por hacer daño a nadie. ¿Podría aguantar así mucho tiempo? ¿Preocupándome por saciar mi sed sin tener que matar a nadie todo el rato? Espero que no. Bueno, ¿y dónde puedo esconderme? Con lo grande que es París y yo sin saber ni dónde. ¿Tal vez en un cubo de basura? No. Ni de coña. Que no.
Y así, envuelto y absorto en estos pensamientos, acabé en una calle que no recordaba. Una de las miles calles parisianas en el gran laberinto de esta gran ciudad que es París. Y no recordaba el camino de vuelto a la casa vacía.
Bien hecho, idiota, te acabas de perder. Pobre subnormal.
Cansado de andar, y sin ánimos de ponerme a recordar todo el recorrido, simplemente me retiré a un oscuro callejón, me apoyé en una pared y simplemente descansé, mientras miraba las calles, atento a todo cuanto veía.
Y ahora que lo pienso, tampoco me vendría mal un ayudante. Un sirviente, vamos... ¿Quién sería el afortunado?
Alexalmo- Vampiro Clase Media
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Localización : Visto por última vez en París. Si lo ve, avise en la comisaría más cercana, por favor.
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Re: A pesar del dolor o la soledad - privado
La bruja caminaba por esas calles del París nocturno, iluminadas tenuemente por las farolas publicas, esa maravilla del progreso, y a pesar de que en las noches los parisinos solían refugiarse, en sus casas, de terrores nocturnos y de esos seres que existían pero que se negaban a admitir que eran tan reales como Emilia y la feliz pareja que pasaba a su lado, la ciudad se veía totalmente congestionada. En otras fechas, la soledad hubiera sido abrumadora, sus tacos se podrían haber escuchado en toda la calle y los coches a caballo pasarían uno cada hora, si es que tenía suerte, pero en pleno Diciembre a pocas semanas de la navidad, era lógico ver a tantas familia, parejas y hasta personas solitarias, subiendo y bajando de coches de alquiler. Niños pidiendo un regalo u otro, padres llevando paquetes hasta casi desperdigarlos por la acera. En el rostro de la bruja una sonrisa se dibujo, algo triste, pensó en que bello hubiera sido caminar del brazo de Ichabod, él cargando regalos y ella con un pequeño pelirrojo en sus brazos, meneó negando con su cabeza, eso era imposible, nunca pasaría, aunque en verdad daría la mitad de los años que le restaran vivir por ese sueño hecho realidad.
Continuó caminando, mientras el sonido lejanos de unas voces llamó su atención, se fue acercando, un grupo de personas le ocultaban la visión, pero pudo escabullirse hasta estar casi en la primera linea y ver de que se trataba. Sonrió al ver que era un grupo de jóvenes que portando pequeños ramitos de muérdago con cintas rojas o verdes entregaba a la gente que hacía una donación, entonaban canciones navideñas, Eran un grupo bastante grande unos veinte integrantes desde varios adultos hasta unos niños de no mas de cinco años, se notaba que pertenecían a una de las asociaciones protectoras de la infancia, nombre pomposo para denominar a los orfanatos, atestados de pequeños de mirada triste y destino trágico. A los pies de tan compacto coro, una olla junto a un cartel primorosamente pintado que decía cual era la institución a la que pertenecían los integrantes, y en donde se podía dejar la colaboración para los niños del orfanato en cuestión. No pudo resistir el impulso de poner unos cuantos francos en esa improvisada alcancía y contemplar como los rostro de los mas pequeños se iluminaba, mirandola asombrados, esperanzados por ser adoptados por una mujer como esa, de rojos cabellos y de buen pasar. No era necesario que pudiera leer sus mentes para saber cuales eran sus sueños y eso le partió el alma.
Se alejó apresuradamente antes que la emoción le jugara una mala pasada, es que de pronto se acordó de la pequeña niña que viviera con Saskia y Galia, - como era que se llamaba – pensó mientras se cerraba mejor el botón superior de su abrigo - Dios, tan metida estaba en mis propios asuntos que ni me dí cuenta de lo que pasaba en casa de mis amigas – se reprochó mientras seguía su camino por una calle menos iluminada. Recordó que había llegado a sus oidos la versión de que la bruja, había encontrado a una sobrina, en uno de esos orfanatos y que la había llevado a vivir con ella, y que Saskia, tan parca y poco dada con cualquiera, la amaba como si fuera su propia hija, - en verdad eso le hará muy bien tanto a Sask como a la pequeña -. Prometió pasar a saludar a su amiga, aquella perfumista que se había convertido en vampiro y ese solo pensamiento la hizo sentirse menos culpable.
Se apresuró a cruzar una calle, en el momento que unos coches pasaban, los caballos relincharon, y se pararon en su cuartos traseros haciendo difícil su manejo, para los que conducían los vehículos - oiga, que intenta hacer, si desea morir... hágalo pero no me estropee el viaje – le gritó uno de los cocheros, ella sonrió, e hizo un gesto de disculpas mientras llegaba a la otra acera. Suspiró, tratando de encontrar la serenidad, su corazón latía con fuerza por la situación vivida. Se quedó estática por un segundo, una imagen llegó a la mente, una nueva premonición, ésta vez, un hombre se sonreía y ella también como si disfrutaran de una alegre velada. Pronto la imagen se esfumó y ella se acercó a la pared apoyando su espalda, se arrebujo en el abrigo, cerrando los ojos, - por Dios que hace frio, ¿verdad? - lo dijo sin pensar, como muchas veces lo hacía, pero consiente de que cerca de ella un ser estaba escuchando.
Continuó caminando, mientras el sonido lejanos de unas voces llamó su atención, se fue acercando, un grupo de personas le ocultaban la visión, pero pudo escabullirse hasta estar casi en la primera linea y ver de que se trataba. Sonrió al ver que era un grupo de jóvenes que portando pequeños ramitos de muérdago con cintas rojas o verdes entregaba a la gente que hacía una donación, entonaban canciones navideñas, Eran un grupo bastante grande unos veinte integrantes desde varios adultos hasta unos niños de no mas de cinco años, se notaba que pertenecían a una de las asociaciones protectoras de la infancia, nombre pomposo para denominar a los orfanatos, atestados de pequeños de mirada triste y destino trágico. A los pies de tan compacto coro, una olla junto a un cartel primorosamente pintado que decía cual era la institución a la que pertenecían los integrantes, y en donde se podía dejar la colaboración para los niños del orfanato en cuestión. No pudo resistir el impulso de poner unos cuantos francos en esa improvisada alcancía y contemplar como los rostro de los mas pequeños se iluminaba, mirandola asombrados, esperanzados por ser adoptados por una mujer como esa, de rojos cabellos y de buen pasar. No era necesario que pudiera leer sus mentes para saber cuales eran sus sueños y eso le partió el alma.
Se alejó apresuradamente antes que la emoción le jugara una mala pasada, es que de pronto se acordó de la pequeña niña que viviera con Saskia y Galia, - como era que se llamaba – pensó mientras se cerraba mejor el botón superior de su abrigo - Dios, tan metida estaba en mis propios asuntos que ni me dí cuenta de lo que pasaba en casa de mis amigas – se reprochó mientras seguía su camino por una calle menos iluminada. Recordó que había llegado a sus oidos la versión de que la bruja, había encontrado a una sobrina, en uno de esos orfanatos y que la había llevado a vivir con ella, y que Saskia, tan parca y poco dada con cualquiera, la amaba como si fuera su propia hija, - en verdad eso le hará muy bien tanto a Sask como a la pequeña -. Prometió pasar a saludar a su amiga, aquella perfumista que se había convertido en vampiro y ese solo pensamiento la hizo sentirse menos culpable.
Se apresuró a cruzar una calle, en el momento que unos coches pasaban, los caballos relincharon, y se pararon en su cuartos traseros haciendo difícil su manejo, para los que conducían los vehículos - oiga, que intenta hacer, si desea morir... hágalo pero no me estropee el viaje – le gritó uno de los cocheros, ella sonrió, e hizo un gesto de disculpas mientras llegaba a la otra acera. Suspiró, tratando de encontrar la serenidad, su corazón latía con fuerza por la situación vivida. Se quedó estática por un segundo, una imagen llegó a la mente, una nueva premonición, ésta vez, un hombre se sonreía y ella también como si disfrutaran de una alegre velada. Pronto la imagen se esfumó y ella se acercó a la pared apoyando su espalda, se arrebujo en el abrigo, cerrando los ojos, - por Dios que hace frio, ¿verdad? - lo dijo sin pensar, como muchas veces lo hacía, pero consiente de que cerca de ella un ser estaba escuchando.
- disculpas:
- Perdón por tanta demora, prometo no retrasarme tanto *levanta su mano*
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Re: A pesar del dolor o la soledad - privado
Y ahí seguía yo, apoyado sobre la pared, mirando fijamente a la multitud que pasaba de un lado a otro. Había bastante felicidad en el ambiente. Nieve, regalos, familias unidas... Ya habia olvidado con tantas emociones que era Navidad. Tan sólo unos días más y Edith y Benoît estarían organizando una fiesta con todos los sirvientes, incluyéndome. Una fiesta agradable con los sirvientes y amos de la casa, alrededor de una mesa llena de comidas deliciosas, bebiendo vino, riéndonos entre nosotros y compartiendo un momento de amistad que no veíamos todos los días del año. Tan sólo unos días más sin que la puta Inquisición decidiera fijar su mirada en nosotros y todo sería perfecto... Y en cambio, ahí estaba yo, único superviviente, apoyado en una pared, mirando a la multitud y preguntándome a quién esclavizar primero. Jodida Inquisición. Juro que les haré pagar.
No me daba cuenta de que estaba apretando el puño con demasiada fuerza mientras esos pensamientos me cruzaban la mente. Sólo paré cuando empezaba a notar dolor.
- Mamá, tengo frío. ¿Podemos irnos ya a casa? - preguntó un niño con voz tierna. Eso me hizo darme cuenta de un pequeño detalle: yo ya no tenía casa.
Tan sólo hacía un momento, había olvidado el camino de vuelta a la casa abandonada en la que me refugié durante la primera noche, y ahora no sabía en dónde más esconderme. Si aún no tengo casa, menos todavía podré tener a algún sirviente.
- Aaaah... tan sólo llevas unas horas siendo vampiro y ya quieres ponerte a esclavizar. Y ni siquiera tienes dónde esconderte junto a tu esclavo. Como vampiro, puedes cazar cuando quieras, pero un sirviente humano necesitaría alimentos un poco más exigentes. No podría mantenerlo. Será mejor que me olvide de los sirvientes hasta que al menos tenga un sitio estable - me reproché a mí mismo.
Ahora con algo de impotencia, seguía mirando las calles parisienses. Ya no con los ojos de un depredador esperando una buena presa, sino con los ojos envidiosos con los que un niño huérfano mira a una familia. ¿Por qué había hecho eso la Inquisición? Nunca atacamos a nadie, nunca fuimos una molestia ni un problema para la sociedad. Merecen morir. Cuando pudiera, yo destruiría a la Inquisición.
Mis pensamientos, sin embargo, se vieron interrumpidos de golpe, cuando vi que una señorita, algo despistada, iba a cruzar la calle al mismo tiempo que un coche iba a pasar a toda velocidad.
¡Mierda!, pensé, ¡La va a atropellar!. Apenas tenía tiempo para reaccionar y hacer nada para evitarlo, y no pude sino ponerme en tensión y ver cómo los caballos la dejaban hecha unos zorros a pisotazos. Aquello no iba a ser agradable...
Sin embargo, para mi sorpresa y alivio, el cochero tenía buenos reflejos y ordenó frenar a los caballos antes de que nada desagradable sucediera. La chica sólo se disculpó con una sonrisa nerviosa y terminó de cruzar la calle.
- Jejeje... - reí por lo bajo. Aquella visión me trajo un flashback bastante divertido. Así fue como conocí al viejo Edith. Su cochero casi me atropelló cuando estaba de rodillas en mitad de la carretera. Era un recuerdo un tanto bochornoso, pero divertido y agradable. Seguía riendo con diversión cuando me di cuenta de que la chica había ido a apoyarse en una pared cercana a mí. ¿Había notado que me estaba riendo y se había ofendido?
Por Dios que hace frio, ¿verdad? - dijo. Por lo visto, sólo quería entablar conversación, aunque aún se la veía bastante despistada. Desde luego que algo de frío hacía.
- Bastante - respondí con naturalidad, frotándome los brazos - Aunque teniendo en cuenta que es Navidad, pues vale la pena, jejeje.
No me daba cuenta de que estaba apretando el puño con demasiada fuerza mientras esos pensamientos me cruzaban la mente. Sólo paré cuando empezaba a notar dolor.
- Mamá, tengo frío. ¿Podemos irnos ya a casa? - preguntó un niño con voz tierna. Eso me hizo darme cuenta de un pequeño detalle: yo ya no tenía casa.
Tan sólo hacía un momento, había olvidado el camino de vuelta a la casa abandonada en la que me refugié durante la primera noche, y ahora no sabía en dónde más esconderme. Si aún no tengo casa, menos todavía podré tener a algún sirviente.
- Aaaah... tan sólo llevas unas horas siendo vampiro y ya quieres ponerte a esclavizar. Y ni siquiera tienes dónde esconderte junto a tu esclavo. Como vampiro, puedes cazar cuando quieras, pero un sirviente humano necesitaría alimentos un poco más exigentes. No podría mantenerlo. Será mejor que me olvide de los sirvientes hasta que al menos tenga un sitio estable - me reproché a mí mismo.
Ahora con algo de impotencia, seguía mirando las calles parisienses. Ya no con los ojos de un depredador esperando una buena presa, sino con los ojos envidiosos con los que un niño huérfano mira a una familia. ¿Por qué había hecho eso la Inquisición? Nunca atacamos a nadie, nunca fuimos una molestia ni un problema para la sociedad. Merecen morir. Cuando pudiera, yo destruiría a la Inquisición.
Mis pensamientos, sin embargo, se vieron interrumpidos de golpe, cuando vi que una señorita, algo despistada, iba a cruzar la calle al mismo tiempo que un coche iba a pasar a toda velocidad.
¡Mierda!, pensé, ¡La va a atropellar!. Apenas tenía tiempo para reaccionar y hacer nada para evitarlo, y no pude sino ponerme en tensión y ver cómo los caballos la dejaban hecha unos zorros a pisotazos. Aquello no iba a ser agradable...
Sin embargo, para mi sorpresa y alivio, el cochero tenía buenos reflejos y ordenó frenar a los caballos antes de que nada desagradable sucediera. La chica sólo se disculpó con una sonrisa nerviosa y terminó de cruzar la calle.
- Jejeje... - reí por lo bajo. Aquella visión me trajo un flashback bastante divertido. Así fue como conocí al viejo Edith. Su cochero casi me atropelló cuando estaba de rodillas en mitad de la carretera. Era un recuerdo un tanto bochornoso, pero divertido y agradable. Seguía riendo con diversión cuando me di cuenta de que la chica había ido a apoyarse en una pared cercana a mí. ¿Había notado que me estaba riendo y se había ofendido?
Por Dios que hace frio, ¿verdad? - dijo. Por lo visto, sólo quería entablar conversación, aunque aún se la veía bastante despistada. Desde luego que algo de frío hacía.
- Bastante - respondí con naturalidad, frotándome los brazos - Aunque teniendo en cuenta que es Navidad, pues vale la pena, jejeje.
Alexalmo- Vampiro Clase Media
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Re: A pesar del dolor o la soledad - privado
Emilia, giró su cabeza al escuchar primero la risa y luego la contestación. Le sonrió algo cohibida, ya que seguramente se había reído de lo despistada que había sido. Sus ojos se posaron en la mirada del caballero, recorrió con disimulo su figura, parecía estar mas desabrigado que ella y eso le provocó tristeza. A veces no se daba cuenta que las personas al rededor de ella sufrían mucho más de lo que pudiera creer y que a comparación sus sufrimientos eran totalmente superfluos.
Los transeúntes seguían pasando uno tras otro, sin poner su atención en ninguno de los dos seres que estaban allí apoyados en esa vieja construcción. La iluminación de la calle era tenue lo que permitía aun más pasar inadvertidos. Un viento helado acarició las mejillas algo rosadas de la bruja encendiéndolas aun mas, provocando que temblara por las bajas temperaturas, - a quien se le ocurre salir con éste clima a comprar chucherías si ya están cerrando – pensó, inspiró con profundidad y tomó valor para enfrentar al caballero que tenía a poco menos de un metro.
Se acomodó apoyando el costado derecho de su cuerpo en la pared, con sus brazos, apretando firmemente su cintura, en un intento vano de mantener el calor corporal. - Si, es verdad, pronto será Navidad y las personas nos olvidamos por unos poco días de aquellos problemas que no tienen remedio – dijo en vos alta, más para ella que para la persona que tenía a su lado. La imagen de Ichabod, se formó en su cabeza, cuanto deseaba volverlo a encontrar abrazarlo fuertemente y decirle que lo querría toda la vida – eso si que es imposible -, caviló – bien sabes que aunque te haya dicho que te amaba, su corazón ahora pertenece a otra persona – suspiró suavemente, - ojalá pudieras dejar de pensar tanto en él, tener una amiga o amigo que escuche tus problemas pero que tu le puedas ser útil, cuanto más pienses en tí mas patética será tu vida – concluyó, golpeando suavemente el taco de una de sus botas acordonadas, con la punta de la otra.
Como quien despierta de un sueño, volvió a la realidad. Inclinó su cabeza apoyándola en la superficie de la construcción – pero siempre existe alguien que sufre mas - lo dijo mientras sus ojos se internaban en los ajenos. Pudo sentir la tristeza que muy en el fondo de ese ser, se albergaba, - no es solo pena, tristeza, sino también un inmenso odio - pensó, frunciendo casi imperceptiblemente su frente. No era una humana común y corriente, lo que hizo que no le fuera difícil darse cuenta que se trataba de un inmortal, pero a la vez todavía conservaba algo de su aura humana, - os habéis convertido en vampiro hace poco – caviló aún mirándole a los ojos.
Un segundo después, reaccionó bajando su mirada y acomodándose el cabello nerviosamente, como si estuviera desprolijo, un movimiento cargado de el sentimiento que se había apoderado de su cuerpo. Se había dado cuenta que estaba siendo totalmente desubicada al observarlo de esa forma descarada, sin respeto alguno. Acomodó su ropaje con sus manos y extendió la derecha hacia el extraño – disculpe mi poco sentido de urbanidad – intentó disculparse - mi nombre es Emilia – mantuvo la sonrisa y la mirada en el hombre, esperando que él decidiera presentarse y rogando no haberlo ofendido – por cierto, no soy de ir por las calles esquivando torpemente carruajes – intentó quebrar, lo serio y poco común de aquel momento, dos extraños, que no habían sido presentados intentaban comenzar una conversación, para la sociedad parisina, eso sí que ra mas ilógico que una bruja y ún vampiro llegaran a ser amigos.
Los transeúntes seguían pasando uno tras otro, sin poner su atención en ninguno de los dos seres que estaban allí apoyados en esa vieja construcción. La iluminación de la calle era tenue lo que permitía aun más pasar inadvertidos. Un viento helado acarició las mejillas algo rosadas de la bruja encendiéndolas aun mas, provocando que temblara por las bajas temperaturas, - a quien se le ocurre salir con éste clima a comprar chucherías si ya están cerrando – pensó, inspiró con profundidad y tomó valor para enfrentar al caballero que tenía a poco menos de un metro.
Se acomodó apoyando el costado derecho de su cuerpo en la pared, con sus brazos, apretando firmemente su cintura, en un intento vano de mantener el calor corporal. - Si, es verdad, pronto será Navidad y las personas nos olvidamos por unos poco días de aquellos problemas que no tienen remedio – dijo en vos alta, más para ella que para la persona que tenía a su lado. La imagen de Ichabod, se formó en su cabeza, cuanto deseaba volverlo a encontrar abrazarlo fuertemente y decirle que lo querría toda la vida – eso si que es imposible -, caviló – bien sabes que aunque te haya dicho que te amaba, su corazón ahora pertenece a otra persona – suspiró suavemente, - ojalá pudieras dejar de pensar tanto en él, tener una amiga o amigo que escuche tus problemas pero que tu le puedas ser útil, cuanto más pienses en tí mas patética será tu vida – concluyó, golpeando suavemente el taco de una de sus botas acordonadas, con la punta de la otra.
Como quien despierta de un sueño, volvió a la realidad. Inclinó su cabeza apoyándola en la superficie de la construcción – pero siempre existe alguien que sufre mas - lo dijo mientras sus ojos se internaban en los ajenos. Pudo sentir la tristeza que muy en el fondo de ese ser, se albergaba, - no es solo pena, tristeza, sino también un inmenso odio - pensó, frunciendo casi imperceptiblemente su frente. No era una humana común y corriente, lo que hizo que no le fuera difícil darse cuenta que se trataba de un inmortal, pero a la vez todavía conservaba algo de su aura humana, - os habéis convertido en vampiro hace poco – caviló aún mirándole a los ojos.
Un segundo después, reaccionó bajando su mirada y acomodándose el cabello nerviosamente, como si estuviera desprolijo, un movimiento cargado de el sentimiento que se había apoderado de su cuerpo. Se había dado cuenta que estaba siendo totalmente desubicada al observarlo de esa forma descarada, sin respeto alguno. Acomodó su ropaje con sus manos y extendió la derecha hacia el extraño – disculpe mi poco sentido de urbanidad – intentó disculparse - mi nombre es Emilia – mantuvo la sonrisa y la mirada en el hombre, esperando que él decidiera presentarse y rogando no haberlo ofendido – por cierto, no soy de ir por las calles esquivando torpemente carruajes – intentó quebrar, lo serio y poco común de aquel momento, dos extraños, que no habían sido presentados intentaban comenzar una conversación, para la sociedad parisina, eso sí que ra mas ilógico que una bruja y ún vampiro llegaran a ser amigos.
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Re: A pesar del dolor o la soledad - privado
Escuché, no sin sentirme mal en mi interior, lo que decía aquella mujer. Dijo que la Navidad ayudaba a olvidar los problemas, pero claro, ella no sabía que mis problemas habían sucedido durante la Navidad. Este año no iba a poder olvidar nada, y puede que tampoco pudiera olvidarlo en toda mi vida. Pero supongo que esta chica no lo sabe, no es cuestión de enfadarme con ella por esta tontería.
- Bueno... la Navidad no es una fecha para ponerse triste - dije, tanto para seguir la conversación como para consolarme a mí mismo. Aunque no pudiera evitar sentirme triste, al menos tendría que aparentar lo contrario - ¡Feliz cumpleaños, Jesucristo! - grité, levantando una copa imaginaria al aire.
Reí de mi propio chiste. Por alguna razón, esa mujer se ausentó de la conversación y adoptó una actitud un tanto seria y triste, como si tuviera la mente en otra parte, en una parte aún más oscura que ese callejón, y murmuró algo de que siempre hay alguien que sufre más que tú.
- ¿Y hablas de desgracias en Navidad? Ya veo... la vida también ha sido una zorra contigo, ¿eh? - dije, mirándola con un poco de lástima.
No le faltaba razón, en cierto sentido. Yo desde luego estaba peor que ella, acababa de perder mi hogar y a todos los que me importaban hacía unas horas escasas, y también acababa de transformarme en vampiro. Estaba solo y desamparado en una enorme ciudad donde cazar a seres sobrenaturales era el pasatiempo favorito de la "Sagrada" Iglesia y de fanáticos con armas. Si no tenía cuidado, acabaría despertándome con una estaca en el corazón en cualquier momento. Y todo porque a la Inquisición le resulta incómodo que un vampiro tenga una vida normal en una ciudad normal. Estaba jodido, ¿había alguien peor que yo?
Bueno... ahora que lo pienso, aún conservo los brazos y las piernas, ¿no? Y sigo vivo. Por no mencionar que ahora tenía superpoderes, superpoderes que había estrenado hace poco y que me habían demostrado ser de lo más eficaces, de modo que no estaba tan mal. Y además, sí que hay gente peor que yo. Esos inquisidores... en cuanto los pille o se atrevan a ponerse en mi camino entonces sí que acabarían mucho peor de como he acabado yo. ¡Oh, sí! Muchísimo peor.
- Ya ves... Siempre hay alguien en peores condiciones que tú, sólo que en ocasiones aún no lo saben.
No me di cuenta, pero estaba sonriendo ante la idea de un inquisidor desangrándose ante mí, suplicando por piedad y viendo cómo la vida se le escapa por todas las heridas que le haga. Y estarían bañados y ahogados en su propia sangre... su sangre...
Empecé a relamerme de gusto ante la idea, pero la chica me devolvió a la realidad cuando la vi presentándose y disculpándose, de una forma tan educada y tímida...
- Tranquila. De todas formas siempre he encontrado la urbanidad muy aburrida. Tantas normas... tanta educación... Y me llamo Alexalmo - respondí, estrechándole la mano.
- Bueno... la Navidad no es una fecha para ponerse triste - dije, tanto para seguir la conversación como para consolarme a mí mismo. Aunque no pudiera evitar sentirme triste, al menos tendría que aparentar lo contrario - ¡Feliz cumpleaños, Jesucristo! - grité, levantando una copa imaginaria al aire.
Reí de mi propio chiste. Por alguna razón, esa mujer se ausentó de la conversación y adoptó una actitud un tanto seria y triste, como si tuviera la mente en otra parte, en una parte aún más oscura que ese callejón, y murmuró algo de que siempre hay alguien que sufre más que tú.
- ¿Y hablas de desgracias en Navidad? Ya veo... la vida también ha sido una zorra contigo, ¿eh? - dije, mirándola con un poco de lástima.
No le faltaba razón, en cierto sentido. Yo desde luego estaba peor que ella, acababa de perder mi hogar y a todos los que me importaban hacía unas horas escasas, y también acababa de transformarme en vampiro. Estaba solo y desamparado en una enorme ciudad donde cazar a seres sobrenaturales era el pasatiempo favorito de la "Sagrada" Iglesia y de fanáticos con armas. Si no tenía cuidado, acabaría despertándome con una estaca en el corazón en cualquier momento. Y todo porque a la Inquisición le resulta incómodo que un vampiro tenga una vida normal en una ciudad normal. Estaba jodido, ¿había alguien peor que yo?
Bueno... ahora que lo pienso, aún conservo los brazos y las piernas, ¿no? Y sigo vivo. Por no mencionar que ahora tenía superpoderes, superpoderes que había estrenado hace poco y que me habían demostrado ser de lo más eficaces, de modo que no estaba tan mal. Y además, sí que hay gente peor que yo. Esos inquisidores... en cuanto los pille o se atrevan a ponerse en mi camino entonces sí que acabarían mucho peor de como he acabado yo. ¡Oh, sí! Muchísimo peor.
- Ya ves... Siempre hay alguien en peores condiciones que tú, sólo que en ocasiones aún no lo saben.
No me di cuenta, pero estaba sonriendo ante la idea de un inquisidor desangrándose ante mí, suplicando por piedad y viendo cómo la vida se le escapa por todas las heridas que le haga. Y estarían bañados y ahogados en su propia sangre... su sangre...
Empecé a relamerme de gusto ante la idea, pero la chica me devolvió a la realidad cuando la vi presentándose y disculpándose, de una forma tan educada y tímida...
- Tranquila. De todas formas siempre he encontrado la urbanidad muy aburrida. Tantas normas... tanta educación... Y me llamo Alexalmo - respondí, estrechándole la mano.
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- Bueno, ha sido un placer, Emilia, nos vemos dentro de dos meses
Alexalmo- Vampiro Clase Media
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Re: A pesar del dolor o la soledad - privado
Tomó su mano y la estrechó. El viento de la noche estaba bajando aun mas la temperatura o eso fue lo que pensó cuando notó, aun con su mano enguantada, la mano fría del caballero. Los ojos de Emilia se clavaron en los de Alexalmo, - ¿es solo el frio de la noche invernal? - observó con detenimiento el rostro masculino, su tez blanca casi como la de una porcelana o de una escultura de mármol; su aura difusa y pálida aseveraron ante la conclusión irrefutable, ese ser era un vampiro. Emilia, no tuvo miedo alguno, no mudó su expresión al espanto o inseguridad, pues no la sentía. Como tampoco era necesario que le dijera ni una sola palabra para que comprendiera que aveces la soledad nos persigue aún después de ésta vida.
Le sonrió con dulzura, enfatizando el sentimiento de comprensión y entendimiento que la embargaba, - Un gusto señor Alexamo... y tiene razón no es una noche para ponerse melancólico no triste... – soltó suavemente la mano del vampiro, -es muy efusiva su forma de festejar el Natalicio del Salvador... - rió suave y femeninamente – felicidades... entonces -. Se quedó nuevamente observándolo, en silencio, pensando en como seguir con aquella charla, pero fue arrebatada de sus cavilaciones cuando un niño, que iba con sus padres, corrió distraído chocando con ella, - ay! - se quejó sintiendo el golpe en sus piernas y cerrando levemente los ojos. Se agachó para sostener a la criatura y que no cayera al piso helado – oye pequeño, debes tener cuidado por donde caminas – le reprendió con dulzura. Se sonrojó un poco cuando pensó que ella era tanto o mas distraída que aquel pequeño. Pronto los padres estuvieron con ellos, disculpándose por la acción del niño, luego de exigirle a éste que pidiera perdón a sus mayores, se alejaron rápidamente, tironeando al niño de la mano.
Emilia rió tapándose delicadamente la boca con su mano, observando como lo continuaban reprendiendo, - aveces los padres son demasiado duros... ¿no le parece? - caviló en voz alta y girando su rostro para observar al caballero que ocasionalmente ahora era su compañía. Volvió a centrarse en él, - ¿le molestaría acompañarme a terminar mis compras de navidad? - en verdad esos día estaba tan distraída que no sería raro que otra vez tuviera que esquivar un coche. Se sonrojó al darse cuenta que de seguro podría tomarlo como un atrevimiento – bueno... no quisiera importunarlo... de seguro tiene asuntos que cumplir... pero es que... - se detuvo un segundo – la soledad es tan mala compañera que solo nos trae a la mente aquello que mas nos hace sufrir - le dijo mientras se arrebujaba en su abrigo, - ademas el frío en esta zona está calando los huesos y preferiría sentarme a tomar un café – le sonrió algo tímida e insegura, nunca había estado tan cerca de un vampiro o por lo menos no se acordaba.
Le sonrió con dulzura, enfatizando el sentimiento de comprensión y entendimiento que la embargaba, - Un gusto señor Alexamo... y tiene razón no es una noche para ponerse melancólico no triste... – soltó suavemente la mano del vampiro, -es muy efusiva su forma de festejar el Natalicio del Salvador... - rió suave y femeninamente – felicidades... entonces -. Se quedó nuevamente observándolo, en silencio, pensando en como seguir con aquella charla, pero fue arrebatada de sus cavilaciones cuando un niño, que iba con sus padres, corrió distraído chocando con ella, - ay! - se quejó sintiendo el golpe en sus piernas y cerrando levemente los ojos. Se agachó para sostener a la criatura y que no cayera al piso helado – oye pequeño, debes tener cuidado por donde caminas – le reprendió con dulzura. Se sonrojó un poco cuando pensó que ella era tanto o mas distraída que aquel pequeño. Pronto los padres estuvieron con ellos, disculpándose por la acción del niño, luego de exigirle a éste que pidiera perdón a sus mayores, se alejaron rápidamente, tironeando al niño de la mano.
Emilia rió tapándose delicadamente la boca con su mano, observando como lo continuaban reprendiendo, - aveces los padres son demasiado duros... ¿no le parece? - caviló en voz alta y girando su rostro para observar al caballero que ocasionalmente ahora era su compañía. Volvió a centrarse en él, - ¿le molestaría acompañarme a terminar mis compras de navidad? - en verdad esos día estaba tan distraída que no sería raro que otra vez tuviera que esquivar un coche. Se sonrojó al darse cuenta que de seguro podría tomarlo como un atrevimiento – bueno... no quisiera importunarlo... de seguro tiene asuntos que cumplir... pero es que... - se detuvo un segundo – la soledad es tan mala compañera que solo nos trae a la mente aquello que mas nos hace sufrir - le dijo mientras se arrebujaba en su abrigo, - ademas el frío en esta zona está calando los huesos y preferiría sentarme a tomar un café – le sonrió algo tímida e insegura, nunca había estado tan cerca de un vampiro o por lo menos no se acordaba.
- :O disculpas u.u:
- eres un adivino!!!! cuando quise darme cuenta pasaron los dias perdón. Intentaré que las contestaciones sean mas rápidas
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Re: A pesar del dolor o la soledad - privado
Miré tranquilamente a Emilia mientras hablaba. Parecía bastante inocente. También vi la escena que sucedía con el niño, bastante divertido. Ella me preguntó sobre lo duros que pueden llegar a ser los padres. Algunas imágenes desagradables me vinieron a la mente.
- No sabes nada... - dije.
Los padres no sólo podían llegar a ser duros, sino incluso crueles, y yo lo sabía mejor que nadie. Sin embargo, si no hubiera sido el caso, nunca hubiera llegado a París, y me habría perdido... bueno, me habría perdido muchas cosas.
- Pero supongo que es necesario... - concluí. No quería hablar sobre mi propia familia, al menos no sobre mi familia biológica.
Ella me propuso que la acompañara en sus compras de Navidad. Aquello me llamó la atención, desde luego que una persona así debía de tener muchos amigos.
Saqué una agenda imaginaria de mi bolsillo y la miré, comprobando mi apretadísimo horario. ¿Tendría tiempo para acompañar a esta chica?
- ¿Que si tengo tiempo? Veamos... Hoy tengo que pasear distraídamente por la calle sin ningún rumbo en concreto, mirar el paisaje sin ver nada interesante en él, aburrirme, quedarme dormido en cualquier callejón, soñar con lo mejor que fue mi pasado con respecto a lo que vivo ahora... Bueno... - la miré con una sonrisa - Son asuntos bastante importantes que requieren mi atención lo antes posible, pero me imagino que puede esperar un poco, jejejejeje.
Caminé en su dirección, preparándome para ir adonde fuera. Hoy cualquier cosa que me ayudara a distraerme era bienvenida, realmente no quería pensar en nada de lo que había sucedido la noche anterior. No quería pensar en nada...
- Bueno... ¿vamos? Soy un poco nuevo en estas calles, de modo que tendrás que guiarme. Y... ojalá tuviera algo de dinero para ayudarte con los gastos, pero mucho me temo que no es el caso. Pero puedo ayudarte a cargar si quieres.
Le sonreí distraídamente, esperando su señal.
- No sabes nada... - dije.
Los padres no sólo podían llegar a ser duros, sino incluso crueles, y yo lo sabía mejor que nadie. Sin embargo, si no hubiera sido el caso, nunca hubiera llegado a París, y me habría perdido... bueno, me habría perdido muchas cosas.
- Pero supongo que es necesario... - concluí. No quería hablar sobre mi propia familia, al menos no sobre mi familia biológica.
Ella me propuso que la acompañara en sus compras de Navidad. Aquello me llamó la atención, desde luego que una persona así debía de tener muchos amigos.
Saqué una agenda imaginaria de mi bolsillo y la miré, comprobando mi apretadísimo horario. ¿Tendría tiempo para acompañar a esta chica?
- ¿Que si tengo tiempo? Veamos... Hoy tengo que pasear distraídamente por la calle sin ningún rumbo en concreto, mirar el paisaje sin ver nada interesante en él, aburrirme, quedarme dormido en cualquier callejón, soñar con lo mejor que fue mi pasado con respecto a lo que vivo ahora... Bueno... - la miré con una sonrisa - Son asuntos bastante importantes que requieren mi atención lo antes posible, pero me imagino que puede esperar un poco, jejejejeje.
Caminé en su dirección, preparándome para ir adonde fuera. Hoy cualquier cosa que me ayudara a distraerme era bienvenida, realmente no quería pensar en nada de lo que había sucedido la noche anterior. No quería pensar en nada...
- Bueno... ¿vamos? Soy un poco nuevo en estas calles, de modo que tendrás que guiarme. Y... ojalá tuviera algo de dinero para ayudarte con los gastos, pero mucho me temo que no es el caso. Pero puedo ayudarte a cargar si quieres.
Le sonreí distraídamente, esperando su señal.
Alexalmo- Vampiro Clase Media
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