Ficha de Alexalmo

DATOS BÁSICOS

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Completamente impredecible y loco. Alexalmo se muestra siempre juguetón, hiperactivo y sonriente, haciendo chistes y burlándose de casi todo, sintiéndose, de manera inconsciente, superior por el hecho de ser vampiro. Con su actitud de payaso y de despreocupación absoluta, Alexalmo no tiene inconveniente alguno en usar palabras malsonantes, en cualquier lugar y dirigidas a cualquier persona, si es que siente el impulso de hacerlo.
Pese a su sed de sangre natural y su odio infinito hacia la Iglesia, especialmente a la Inquisición, Alexalmo siente un gran respeto y amor por la vida en general, y cuando tiene la necesidad de alimentarse de sangre, trata en todo lo posible, evitar dejar seca y matar a su víctima. Para esto, prefiere alimentarse de varias personas, tomando lo justo de sangre de cada una para poder seguir existiendo sin tener que tomar una vida inocente. Desea sobre todas las cosas, encontrar una fuente de alimentación alterna a la sangre, o una manera de disminuir su necesidad por ella.
Rechaza a los vampiros que buscan la esclavitud total de los humanos o la extinción de los cambiaformas y licántropos. Piensa que no es necesario matar, torturar o esclavizar a un humano para poder alimentarse de su sangre, aparte de que considera absurdo empezar una guerra contra aquellos sin los cuales sabe que no podría vivir ni alimentarse.
Debido a su pasado, considera a la Inquisición como su peor enemigo, y desea destruirla para siempre. Aun así, sigue siendo creyente y ama a la figura de Jesucristo.
Su actitud risueña y payasa es fruto de su locura, debido al trauma de su pasado que lo marcó para siempre, sin embargo, en ocasiones tiene lo que él llama "momentos de cordura" en los cuales deja de lado su personalidad burlona y vuelve a sentirse y a pensar como el ser humano racional que era. En estos casos se muestra mucho más serio, más normal y, en ocasiones, lleno de dolor, y en otras simplemente más racional, astuto y calculador.
Le gustaría que hubiese una alianza entre licántropos, cambiaformas y vampiros para luchar todos contra la Inquisición que tanto los condena sólo por existir. Sin embargo sabe, con tristeza, que ese día es muy posible que nunca llegue.

HISTORIA

Nació en el seno de una familia campesina, en España. Se crió en un pequeño pueblo, donde aprendió a trabajar la tierra y a cuidar de los animales, tal y como se esperaba de él. Pertenecía a una familia muy numerosa, lo normal de los campesinos en esa época. Conoció allí a un chico de su edad, llamado  Lázaro, con quien trabó una íntima amistad.
Lázaro, desde siempre, se mostraba interesado en conocer lo desconocido, en descubrir lo oculto, de modo que se interesaba por la investigación de la Naturaleza, por los conocimientos y por ver mas allá de lo que el resto veía, por lo que, con el tiempo, empezó a interesarse por el terreno de la brujería. A Alexalmo no le interesaba demasiado ese tema, pero con el tiempo empezaba a escuchar con más atención las cosas que Lázaro aprendía de su "amigo del bosque" (un anciano que le enseñaba, a escondidas, los secretos de la magia).

A Alexalmo y su hermana Hilda les encantaba pasar tiempo con Lázaro, el cual les enseñaba cosas relacionadas con la hechicería, y el poder de controlar los elementos o de alterar la Naturaleza. Incluso una vez logró que cayera una gran lluvia, salvando la cosecha, que estaba sufriendo una fuerte sequía. Sin embargo, por miedo a la Inquisición, les hizo jurar a los dos hermanos que guardasen el secreto, ya que si no, irían a por él.

Un día, el señor al que pertenecían las tierras que el pueblo trabajaba fue a visitar dicho pueblo, para realizar una supervisión general de cómo iba todo. Durante su visita, se fijó en Hilda, la hermana de Alexalmo, y aprovechándose de su superioridad social y su fuerza, mandó a unos soldados a que la trajeran a su presencia, y a pesar de estar casado, la violó y luego la abandonó. Pronto se corrió la voz de lo sucedido en el pueblo, y el padre de la familia vio en su hija violada la deshonra de toda la familia, y la castigó dándole una paliza por algo que no hizo voluntariamente. Mientras tanto, el dueño de las tierras se iba de rositas, intocable por su elevada posición social. Como era evidente, al cabo de unas semanas se pudo comprobar que Hilda estaba embarazada, lo que le pareció una desgracia, pues no se sentía preparada para ser madre, y su hijo no era deseado, además de las complicaciones y el riesgo de morir desangrada durante el parto era muy alto, teniendo en cuenta las complicaciones que traía dar a luz en un ambiente tan pobre.
Lázaro, tratando de aliviar la situación, planea un acto de brujería, por el cual podría abortar el embarazo de Hilda mediante un hechizo, en secreto. Hilda accede, en un intento desesperado por librarse de su mal, aun ante las advertencias de Lázaro del peligro de dicho ritual. A Alexalmo también le cuenta Lázaro sobre el ritual de aborto, pero le advierte de que no acuda a este, para que, en el caso de que los descubran, que él no parezca involucrado.
A pesar de las precauciones, un pueblerino sospecha al ver a Hilda y a Lázaro adentrándose en el bosque y los descubre, y al ver el ritual decide avisar a las autoridades, que rápidamente entran en el bosque para apresarlos. Al cabo de un rato, unos miembros de la Inquisición vuelven con Hilda atada, y la acusan de haber intentado asesinar a su hijo para borrar su mancha y el deshonor que ha causado a su familia. Sin embargo, Lázaro no aparece por ninguna parte. A pesar de los ruegos de Alexalmo y algunos pueblerinos, Hilda es quemada en una hoguera de manera pública, mientras Alexalmo observa la escena con impotencia, sabiendo que no puede hacer nada contra la todopoderosa Inquisición. Pero lo que más le choca es la reacción de su padre, el cual no se lamenta por la muerte de su hija, sino por su honor mancillado, lo que hace que Alexalmo enloquezca de ira. Esa misma noche, tras cenar y fingir estar dormido en su cama, espera a que todos se vayan a dormir, y se escabulle. Rápidamente coge una antorcha de una pared, que se usaba para iluminar, y se acerca a su casa, dispuesto a incendiarla con toda su familia dentro, tratando de vengar a su hermana, sin embargo, en el último momento, se detiene, vuelve a colocar la antorcha donde estaba y se escapa por los bosques sin hacer ninguna estupidez.

Tras unas horas en el bosque, siendo consumido por el dolor y la ira hacia su propia familia, hacia el dueño de las tierras y hacia la propia Inquisición. Especialmente hacia la Inquisición. Empieza a odiar a muerte todo lo que representa a la Iglesia, y se da cuenta de que no son más que asesinos sin corazón vestidos de blanco y hablando en nombre de Dios. Empieza a odiar a Dios y a Jesús por haber existido y haber permitido que la Iglesia que le siguió fuese tan sanguinaria, pero al mismo tiempo sabe que no puede culpar a Dios o a Jesús pues sus enseñanzas son contrarias a lo que practica la Inquisición. Mientras se va adentrando en el bosque, una parte de su mente chilla por volver al pueblo, volver a coger la antorcha, acabar lo que empezó y quemar a su familia, pero otra parte sólo quiere seguir corriendo por los bosques y olvidar la venganza. También cree que todos los miembros de la Inquisición deberían estar muertos, pero al mismo tiempo no quiere ser un asesino despiadado como ellos. Y con estos pensamientos tan intensos y contradictorios batallando en su mente durante toda la noche, mientras corría sin rumbo por el bosque, en la oscuridad de la noche, tambaleándose, tropezándose con árboles, ramas y arbustos por casi cada paso, no es de extrañar que Alexalmo acabara volviéndose loco. Y así, cuando los primeros rayos de Sol anunciaron una nueva mañana en España, Alexalmo se vio de repente en la carretera de una ciudad burguesa, y se dio cuenta de que el ser que se crió en aquel pueblo campesino había sido desterrado a un lugar muy lejano de su mente, si bien aún no había muerto del todo.

Así pues, Alexalmo estaba de rodillas en mitad de una carretera de una ciudad burguesa, con arañazos y golpes y trozos de plantas por todo el cuerpo, con la ropa hecha añicos y el pelo completamente alborotado, mirando alrededor con aire confuso, mientras las gentes de la clase media lo observaban con miedo, temiendo que fuese un loco. Y quizá no estuvieran mal encaminados del todo.
Mientras Alexalmo se empezaba a preguntar cómo había acabado ahí, un carruaje se acercaba a él con rapidez, y frenó. El piloto empezó a gritarle para que se apartara, pero él no se movió, y se mantuvo inmóvil, mirando con curiosidad a quien le gritaba. De repente, de dentro del carruaje salió un hombre, algo entrado en años, un poco gordo y muy bien vestido. Era obvio que tenía una buena vida. Cuando el señor le ordenó de forma educada que le dejara pasar antes de que llamase a los guardias, Alexalmo respondió, sin venir a cuento: "Enséñame a leer y haré lo que quieras" con una sonrisa inquietante, seguida de una reverencia muy exagerada y casi ridícula, muy parecida a la que haría un bufón o personaje de una obra de comedia. Ante la sorpresa del hombre, él simplemente insistió en que quería saber leer y que haría cualquier cosa a cambio.
Quizá porque vio algo interesante en el muchacho, porque tuvo un buen presentimiento con él o simplemente por lástima y piedad, el hombre burgués aceptó y le dejó subir al carruaje.
Alexalmo pasó unas semanas en casa del burgués, quien resultaba ser un médico llamado Edith, y a cambio de convertirse en su sirviente, Edith le enseñó a leer y a escribir, además de cosas básicas para un "hombre civilizado", como la forma de vestir, de hablar y de comportarse. Sin embargo, le advirtió de que no se quedarían mucho tiempo en España, ya que debía "reunirse con su señor". Le parecía extraño a Alexalmo que alguien tan anciano fuese siervo de alguien. Pero así era.

Cuando llegó el momento, Alexalmo fue con Edith y sus sirvientes a un barco, rumbo a Francia, y al llegar al puerto, viajó en carruaje hacia la gran ciudad de París, donde se instaló definitivamente. Edith añadió el idioma francés a las enseñanzas de Alexalmo.
Una noche, mientras paseaba por la casa en la que vivían, se encontró con un hombre joven que no había visto antes, el cual se presentó como Benoît, el amo de la casa y el señor de Edith. Al principio, Alexalmo no le creyó, ya que Edith había dicho que su amo era mucho más viejo que él, incluso mucho más viejo que nadie que haya conocido nunca, y Benoît tenía un aspecto demasiado joven, y le llamó mentiroso y le preguntó si era un ladrón. Benoît aclaró que era un vampiro, que de hecho la mayor función de los sirvientes de la casa, aparte de limpiar y cocinar, era administrarle sangre para mantenerlo alimentado, y ante la incredulidad de Alexalmo, Benoît le demostró que decía la verdad, hiriéndose con una espada y dejando que contemplara la rapidez con la que la herida cicatrizaba. Así, y viendo Alexalmo que lo que le decía era cierto, quizo saber más. Esa noche, Benoît compartió con él lo que sabía acerca de los vampiros y hombres lobo, y también mencionó que había participado en una infinidad de batallas en las que había conseguido una gran experiencia con la esgrima. Alexalmo le suplicó que le enseñara a luchar, pero Benoît le exigió que a cambio debía de contarle todo acerca de su pasado, ya que antes Edith le había preguntado acerca del asunto, pero él se había negado a responder. Así lo hizo. Le contó toda su historia, le contó cómo su amigo Lázaro se había dedicado a la magia y la brujería, cómo el dueño de las tierras violó y embarazó a su hermana, y cómo Lázaro intentó abortar el embarazo mediante magia, pero fue descubierto por la Inquisición. Cómo su hermana fue quemada en público, aunque no se supo nada de Lázaro, y finalmente cómo estuvo a punto de matar a su familia para luego escapar por los bosques, hasta que Edith lo encontró. Benoît escuchó atento la historia, e hizo algún comentario y pregunta en algunos momentos dados. Luego accedió a entrenarlo en la esgrima cada noche, con la condición de que olvidase su rencor por la Inquisición, ya que su idea de exterminarlos a todos era algo absurdo, estúpido y suicida, además de que si lo intentara sería un asesino como ellos. Alexalmo accedió y prometió usar sus habilidades sólo como defensa propia.
Así Alexalmo pasó cuatro años como sirviente en la casa de Benoît, sirviendo en las tareas de la casa, siendo educado por Edith por las mañanas, y entrenando la esgrima con Benoît por las noches. Y a medida que entrenaba con su maestro, iba creciendo en él un deseo cada vez mayor de convertirse en vampiro él mismo.

Sin embargo, cuando un vampiro vive en una zona tan poblada, no puede pasar desapercibido para siempre, especialmente cuando hay tantos agentes de la Inquisición investigando, y tantos cazadores solitarios al acecho dispuestos a todo para localizar nuevas presas. Así pues, alguien, quizá un investigador que se coló en la casa, quizá alguno de los sirvientes que se chivó, quizá alguien que ya sabía de la existencia de Benoît y sólo estaba esperando el momento adecuado para atacar, informó a la Inquisición de que el dueño de la casa era un vampiro que se alimentaba de sus sirvientes.

Así pues, un grupo de cazadores de la Inquisición atacó la casa, en una "misión de purificación", en plena luz del día, para garantizar que Benoît no escapara. Los sirvientes rápidamente cogieron las armas y se enfrentaron a los cazadores. Alexalmo quería unirse a la batalla, pero Edith lo detuvo, ya que necesitaba que alguien se asegurara de que Benoît estaba a salvo, y así, ambos fueron a su ataúd en el sótano, para despertarlo y avisarle del peligro. Para cuando llegaron vieron que ya estaba despierto, y que de hecho había eliminado a dos inquisidores y se había bebido toda su sangre. La batalla en la casa prosiguió, y por los gritos y ruidos de los pisos de arriba, los tres pudieron deducir que todos sus sirvientes estaban ya muertos, y que la Inquisición no tardaría en llegar hasta el sótano. Al principio llegaron 4 cazadores, pero Benoît mató a dos con facilidad, Edith se encargó de uno, pero el último del grupo, que era más experimentado, le dio más dificultad. Sin embargo, cuando el inquisidor estuvo a punto de matarlo, Alexalmo le ensartó por la espalda y lo mató, salvando a Edith. Aunque se sintió bastante aturdido, pues era la primera vez que mataba a alguien. Cuando empezaron a oírse a los demás miembros de la Inquisición llamando a sus amigos, los tres sabían que estaban completamente acorralados.

Alexalmo pidió a Benoît que lo convirtiera en vampiro, para poder ayudarlo mejor en la batalla, pero Benoît le dijo que eso sería inútil, ya que estaría unas horas inconsciente antes de despertar como vampiro. Sin embargo, podían oír cómo se acercaba un nuevo grupo de cazadores. Uno verdaderamente grande, y sabían que se estaban quedando sin tiempo.
Viendo que era imposible escapar de ahí con vida, Edith cerró la puerta y la tapó con todo lo que pudo, mientras Benoît se hacía un pequeño corte en el dedo, para que Alexalmo bebiera un poco de su sangre. Después de eso eso, Benoît lo miró a los ojos y le dijo que lo mordería para convertirlo definitivamente en vampiro si a cambio de eso se olvidaba todo lo que le dijo antes acerca de olvidar la venganza y prometía destruir a la Inquisición, ya que habían demostrado ser unos asesinos genocidas sádicos sin remordimientos, y eran la verdadera amenaza de la civilización. Tras jurarlo, Benoît le mordió el cuello, y quedó inconsciente.

Cuando se despertó, unas horas después, lo vio todo negro, y le costaba respirar. Se dio cuenta de que estaba en un espacio muy cerrado y alargó la mano. Tras un poco de fuerza, salió del ataúd de Benoît, donde lo habían escondido para que pareciera que Edith y Benoît eran los únicos supervivientes. Cuando salió vio, con dolor, a sus dos amigos muertos. El cadáver de Edith, aún fresco, había sido abandonado cruelmente allí, y también había un gran montón de ceniza que, como Benoît le explicó la noche en la que se conocieron, era en lo que se convertía un vampiro al morir.
El odio que sentía por la Inquisición aumentó todavía más. Pero se sentía distinto. Se sentía frío, pero al mismo tiempo se sentía mejor que nunca, como joven y lleno de energía. Tampoco tardó en darse cuenta de lo mucho que le habían crecido los colmillos. Supo entonces que se había convertido definitivamente en vampiro. Y sentía sed, mucha sed.
Aún escuchaba los pasos y voces de algunos inquisidores que se habían quedado en la casa para hacer vete tú a saber qué. Quizá para celebrar su victoria. Los pobres ilusos creían que estaban solos en la casa.

Así pues, decidió usar a los cazadores desprevenidos como conejillos de indias para probar sus nuevos poderes vampíricos. Cogió la espada de Benoît, salió del sótano y asesinó sigilosamente a los merodeadores de la casa, mordiéndolos y dejándolos secos para saciar su sed por primera vez. Sin embargo, uno se dio cuenta y pidió refuerzos. El mismo ejército que mató a sus amigos irrumpió en la casa, pero en lugar de luchar contra ellos abiertamente, Alexalmo cogió un leño ardiendo de una chimenea, lo agarró y recordó la noche que escapó de su casa, y cómo no fue capaz de quemar a su familia.
"Esta vez no me echaré a atrás" pensó, con una sonrisa, y lo arrojó al suelo, creando un gran incendio.
Antes de escapar de la casa, bloqueó la puerta principal con una de las espadas de los sirvientes muertos. ¿Sabrían los inquisidores escapar de esa trampa mortal? Bueno, eso se los dejaría a ellos.
Miró atrás una última vez, con una gran sonrisa y gritó: "¡Buena suerte, amigos! ¡A partir de aquí estáis solos!" a los cazadores que quedaron atrapados en el incendio. Si tenían lo que había que tener para escapar de la casa o merecían conseguirlo, eso estaba a juicio de Dios.

Luego salió corriendo y se perdió entre las calles, mientras buscaba un refugio en el que esconderse antes de que amaneciera, consciente ya de que no podría volver a pasear a la luz del día. Mientras corría, vio lo grande que era París, y pensó que era un lugar enorme, pero que desgraciadamente había perdido demasiado tiempo en una casa tan pequeña.
"La Inquisición será destruida, eso está claro. Pero antes, quizá debería explorar más esta ciudad. Es impresionante. Cuántas cosas habrá por descubrir aquí. Me espera un gran viaje." pensó, mientras se metía en el portal de una casa abandonada, a fin de encontrar un lugar cualquiera para esconderse de su nuevo enemigo el Sol.
Mientras se acurrucaba patéticamente en posición fetal dentro de un armario antiguo, se dijo a sí mismo: "Buena suerte, amigo. A partir de aquí estás solo".

DATOS EXTRA

- Lucha con un sable. Tiene mucha práctica en esgrima, pero es pésimo con revólveres y armas de fuego. Nunca los usa.

-  Los valores morales inculcados por sus amigos y por las enseñanzas de Edith y Benoît le han dado un gran sentido de la piedad y un gran respeto por la vida.

- Siempre se muestra burlón, con comportamientos disparatados, impredecibles y alocados, señal de su locura, pero en ciertas ocasiones vuelve a un estado de cordura que le permite pensar con claridad y seriedad.

- Le dan miedo los fantasmas.

- No considera a los licántropos ni a los cambiaformas enemigos. De hecho, piensa que todas las razas de la noche deberían estar unidas para eliminar a la Inquisición.

- A pesar de su respeto por la vida, odia a muerte a la Inquisición por el daño que le hicieron en el pasado, por su infinita crueldad y por su manera de actuar, y tiene como misión personal exterminar a toda la organización. No muestra piedad con un enemigo de este tipo, ya que cree que merecen ser castigados.

- Aunque odie a la Iglesia y especialmente a la Inquisición, es muy creyente de Jesucristo.

- En ocasiones se arrepiente de haberse convertido en vampiro, ya que, habiéndose criado en un entorno rural, ha estado muy acostumbrado al calor del Sol y lo echa de menos, pero cuando piensa en su inmortalidad, olvida su arrepentimiento.

- No desea esclavizar a los humanos, y desprecia a los vampiros que buscan esto. Para él, el hecho de que un humano te dé su sangre es un gran regalo, y un sacrificio que debe respetarse.

- Siempre evita matar a los humanos de los que se alimenta, tratando de beber sólo la cantidad de sangre necesaria. Por eso no caza a un humano en individual, sino a varios al mismo tiempo, para beber un poco de cada uno y poder saciar su sed sin tener que matar a nadie.

- Sueña con encontrar una manera alternativa de alimentarse, o un método para beber sangre que no implique arriesgar la vida del humano víctima.

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