AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Destila miedo por cada uno de sus poros || Alexalmo
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Destila miedo por cada uno de sus poros || Alexalmo
1:30h. · Martes · Habitación número 9
La oscuridad había comenzado a posarse con timidez sobre aquel París deformado por la sociedad. Cantidad de extranjeros de distintas naturalezas, especies y clases lo habitaban, haciendo de este, para algunos, un suplicio diario al que enfrentarse cuando tocaba salir a la calle. Si ya de por sí la sociedad era injusta con aquellos que no tuvieron oportunidad de nacer en una cuna de oro, con aquellos seres merodeando por los alrededores, las oportunidades de mejorar sus vidas se veía completamente imposibilitadas. Tenían que estar siempre mirando a sus espaldas y temiendo que ese nuevo amigo que habían encontrado fuera lo que realmente parecía y no un ser dispuesto a desangrarlo, transformarlo o endemoniarlo. Era un riesgo salir de día, pero es que por las noches París era una capital completamente distinta y con mayores riesgos… albergaba más horrores, más miedo, más incertidumbre… y de eso se aprovechaban los que, por suerte o desgracia, tenían unos poderes especiales (gitanos, hechiceros…) o eran unas criaturas completamente distintas de los humanos (vampiros y licántropos). Ruxandra no temía de esos humanos que un día murieron, pero sí tenía cierto respeto a los que habían tenido el privilegio de aprender todo lo que ella no había podido hasta el momento.
El burdel, esa madrugada de Martes, comenzó a vaciarse y muy a su pesar, Ruxandra todavía no parecía haber terminado sus labores allí. Hombre entraba, hombre salía en su habitación, y así sucesivamente. Se maldecía a sí misma una y otra vez, mientras otras prostitutas se dedicaban a hacer lo mismo pero de una manera más sebera. La envidia les corroía de ver cómo una desnutrida y desfallecida rusa se hacía con tales cantidades de clientes. Pero es que ni ella misma sabía qué hacer para detenerlo. El cansancio apenas le dejaba tiempo para idear un plan y ninguna de sus compañeras parecía querer ayudarla. Pues tomar un cliente de Ruxandra suponía perder uno fijo o semanal, y eso era impensable para ellas. Así, una vez más, la delgada rusa se dispuso a hacer la cama y cambiarse de atuendo entre lo que llegaba el siguiente cliente. Un corsé de tinte negro con unas cintas color escarlata cubría su torso, y una larga falda –demasiado quizá para su estatura- sus piernas. Se colocó un rubor rosáceo sobre las mejillas y tomó de una mesilla los pendientes que se había quitado haría cosa de treinta minutos.
Dispuesta y preparada para el siguiente hombre, se sentó a los pies de la cama, que daba justo a la puerta de la entrada. Miró al techo y suspiró como si quisiera deshacerse de su alma. Cuando de repente, alguien abrió la puerta sin tocar antes y comenzó a reclamar a Ruxandra.
― ¿Estás lista?
― Sí.
Y enseguida la rechoncha mujer cerró la puerta de un portazo. Ruxandra bajó la mirada a la puerta –pues aún no lo había hecho-, y echó otro suspiro, esperando que apareciese la mujer de nuevo como de costumbre. Y así fue. Cinco minutos más tarde estaba de nuevo allí.
― ¡Sia!
― Es Ruxandra.
― Ruxandra. ― Corrigió rápidamente asintiendo con la cabeza. ― Hay un nuevo cliente, tiene pinta de forastero. Complácelo como si la vida te corriese en ello.
― Haré lo que pueda, madame.
A la mujer no pareció gustarle mucho la respuesta de Ruxandra, pero tampoco quiso perder el tiempo. Huyó de la habitación y una vez más, Ruxandra esperó, pero esa vez a que entrase el hombre que decía aquella desgraciada. Solo esperaba que no tuviera que darle su sangre si el hombre era vampiro, sino caería enferma seguramente esa misma noche. Y tampoco quería pensar que pudiera ser un borracho desquiciado que quisiera golpearla y posteriormente tratarla como un simple animal. Quería imaginarse un hombre cortés, de los que oían en cuentos, que solo buscase una mujer que escuchara sus penas y le aconsejase. Pero eso era algo que solo ocurría en la cabeza de Ruxandra, la realidad era mucho más dura.
Ruxandra D. Kornitsova- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 26/10/2014
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Re: Destila miedo por cada uno de sus poros || Alexalmo
Caminaba por las calles de París, acompañado como siempre por mi perrito Elmo. Era la vida cotidiana, el día a día. Vagar por las calles sin rumbo fijo, dejando que las aventuras vinieran a nosotros, disfrutando del presente, viviendo sin remordimientos y aprovechando cualquier oportunidad que se nos presentara. Miré a mi fiel compañero, y él me devolvió la mirada. Si los perros tuvieran la misma cara que los humanos, estaría sonriéndome, no me cabía duda. Podía verlo en sus ojos. Hacía bastante poco había usado el poder de la Persuasión para conseguir algo de comida gratis para mi perro en una tienda local, y yo me había alimentado de un humano también, como siempre teniendo cuidado de no matarle en el proceso, y tomar sólo la cantidad de sangre justa y necesaria para seguir viviendo sin hacer más daño del necesario. Mi vida como vampiro vagabundo era bastante feliz.
Mientras caminaba por las calles, observé una extraña silueta femenina. Estaba protegida de pies a cabeza por una enorme capucha negra, como si fuera una sacerdotisa de alguna secta satánica secreta o algo así. Ella también se acercó a mí con rapidez, y me susurró violentamente:
- Quieto. No te muevas.
- ¿Eh? - aquello me había cogido desprevenido, pero obedecí - ¿Y a tí qué te pasa?
- Sé lo que eres.
- ¿Ah, sí? - sonreí divertido, aquello empezaba a ponerse interesante.
- Así es. Eres un vampiro. Yo me dedico a cazar vampiros.
Era de esperar...
- Ya veo. ¿Inquisición?
- No. Soy atea, nunca trabajaría para la Iglesia.
- Entiendo. Yo soy creyente y cristiano, pero también odio a la Inquisición y a la Iglesia católica.
- Soy una cazadora independiente. Tengo mis propias razones para odiar a los vampiros. Y donde sea que los encuentre, los mato.
- Pero aún no me has matado porque toda esta gente nos está mirando, ¿verdad?
- Exacto. Hay demasiados testigos como para intentar nada. Sin embargo, tampoco quiero dejarte escapar.
- ¡Qué exitante! ¿Y qué propones?
- Mañana por la noche te estaré esperando en el burdel que hay por aquí cerca. Seguro que lo conoces.
No pude reprimir una risita.
- ¿En un burdel? Mira, la oferta es tentadora pero... es que... quiero llegar virgen al matrimonio... y no me siento preparado, y espero que entiendas que no quiero ir demasiado rápido en nuestra relación - reí.
- Imbécil. Te estaré esperando, y te daré muerte en un lugar donde no hayan testigos, en una habitación privada de esas.
- ¿Y cuando descubran el cadáver? ¿No harán una investigación y no nos perseguirán después?
- Mira, yo soy una cazadora de vampiros, pero la ley no distingue entre eso y una asesina corriente, y tú eres una alimaña que bebe sangre de los inocentes. Tarde o temprano nos pillarán en el acto y nos tacharán de criminales, así que ¿para qué negar lo contrario? Además, en esos burdeles de barrio bajo se producen peleas y asesinatos todos los días. No le darán mayor importancia por un cuerpo más. Tendrías problemas, desde luego, si te vieran en la habitación con una mujer muerta, pero por eso no tendrás que preocuparte porque seré yo quien te mate.
- No me cabe ninguna duda - dije, con sarcasmo.
Ella me dio un papel, tenía escrito "el martes a las 1:30 en la habitación número 9".
- Jejeje... entiendo... ¿Y si decido no acudir a nuestra cita?
- ¿Aparte de que habrás demostrado que eres un cobarde que rechaza un duelo justo? Me obligarás a darte caza mientras duermes si te encuentro. Y si tienes suerte y consigues huir de mí, otro cazador (o peor, la Inquisición) te acabará matando. Si no quieres, nada te obliga a luchar conmigo mañana, pero te advierto que no acudir no significará otra cosa que atrasar tu inevitable muerte. Es tu decisión. Tú eliges.
Y con esta frase, la misteriosa mujer se alejó de mí rápidamente, escabulléndose entre la gente.
- Qué mujer tan interesante... Será una lástima matarla.
Seguí caminando sin rumbo por la calle. Hasta ahora no lo había notado, pero la sangre me hervía. Esa chica había conseguido herir mi orgullo, y ahora estaba furioso. Me llamó "alimaña", "cobarde", "imbécil" y dijo que con toda seguridad ella me mataría mañana, o que si no otra persona lo acabaría haciendo, por lo que también me llamó "débil". Acababa de firmar su sentencia de muerte. Iba a destrozarla, y le obligaría a afirmar que soy el más fuerte antes de acabar con ella. O podría esclavizarla con mi sangre para que pase el resto de sus día limpiándome las botas. Sea como sea, iba a acabar con esa maldita actitud de superior que se traía, de una manera o de otra, aunque sea lo último que haga en este mundo.
(...)
Me desperté al día siguiente por la noche. Había dormido en un edificio deshabitado, en el interior de un armario. Aquel sitio no tenía habitantes, o quizá estaban de vacaciones, pero había algunos muebles. Elmo estaba despierto, pero le ordené quedarse.
- No te muevas, chico. Volveré pronto.
Tenía un duelo a muerte que librar, y no quería involucrarle. Cuando volviera, tal vez debería conseguirle algo de carne. O darle de comer algunos pedazos del cadáver de esa maldita cazadora. Sí, eso último me parecía mejor.
Las últimas horas estuve paseando por las calles, esperando a que fuera de madrugada, concretamente la una y media, para acudir a dicho duelo a muerte. Llegué al burdel en cuestión. Como todas las noches, había una buena fiesta montada, pero yo no había venido a divertirme, no esa noche. La sangre me hervía, y no por la pasión del sexo, sino por las ganas de matar. Busqué a la mujer con la mirada. Esperaba que una de esas prostitutas dejara de reír y de bailar, me mirara fijamente, y me hiciera un gesto de "ven aquí" con una expresión fría. Ninguna chica dio esa señal, y entonces recordé el papel que me dio la encapuchada. "Habitación 9", decía. Muy bien. Subí por las escaleras hasta la sala privada en cuestión. Me encontré frente a la puerta con el número 9 en ella. Mi corazón ya no latía desde que había pasado al otro lado, pero si no fuera el caso, ahora mismo estaría saliéndoseme del pecho. Pero sí sentí la emoción del combate, mezclada con el miedo a la muerte. Los caballeros que van a la guerra deben de sentirse así antes de la batalla, cuando ven llegar a las tropas enemigas.
Y sin más, abrí la puerta, entré y la cerré rápidamente. Vi a una mujer acostada en la cama, en posición. Realmente se metía en el papel. Di algunos pasos hacia ella y la miré bien. Antes no había tenido oportunidad de verle la cara, y quería contemplarla. Contemplarla antes de destrozársela por haberme provocado. Era rubia, y bastante guapa. Mucho más bella de lo que me imaginaba. Casi sentí cierta lástima por ella, casi quería perdonarle la vida. Casi.
- Y bien... - dije, mientras abría los brazos como el actor que recibe los aplausos de un entregado público después de una exitosa actuación - Aquí me tienes. ¿Me has esperado durante mucho tiempo?
Mientras caminaba por las calles, observé una extraña silueta femenina. Estaba protegida de pies a cabeza por una enorme capucha negra, como si fuera una sacerdotisa de alguna secta satánica secreta o algo así. Ella también se acercó a mí con rapidez, y me susurró violentamente:
- Quieto. No te muevas.
- ¿Eh? - aquello me había cogido desprevenido, pero obedecí - ¿Y a tí qué te pasa?
- Sé lo que eres.
- ¿Ah, sí? - sonreí divertido, aquello empezaba a ponerse interesante.
- Así es. Eres un vampiro. Yo me dedico a cazar vampiros.
Era de esperar...
- Ya veo. ¿Inquisición?
- No. Soy atea, nunca trabajaría para la Iglesia.
- Entiendo. Yo soy creyente y cristiano, pero también odio a la Inquisición y a la Iglesia católica.
- Soy una cazadora independiente. Tengo mis propias razones para odiar a los vampiros. Y donde sea que los encuentre, los mato.
- Pero aún no me has matado porque toda esta gente nos está mirando, ¿verdad?
- Exacto. Hay demasiados testigos como para intentar nada. Sin embargo, tampoco quiero dejarte escapar.
- ¡Qué exitante! ¿Y qué propones?
- Mañana por la noche te estaré esperando en el burdel que hay por aquí cerca. Seguro que lo conoces.
No pude reprimir una risita.
- ¿En un burdel? Mira, la oferta es tentadora pero... es que... quiero llegar virgen al matrimonio... y no me siento preparado, y espero que entiendas que no quiero ir demasiado rápido en nuestra relación - reí.
- Imbécil. Te estaré esperando, y te daré muerte en un lugar donde no hayan testigos, en una habitación privada de esas.
- ¿Y cuando descubran el cadáver? ¿No harán una investigación y no nos perseguirán después?
- Mira, yo soy una cazadora de vampiros, pero la ley no distingue entre eso y una asesina corriente, y tú eres una alimaña que bebe sangre de los inocentes. Tarde o temprano nos pillarán en el acto y nos tacharán de criminales, así que ¿para qué negar lo contrario? Además, en esos burdeles de barrio bajo se producen peleas y asesinatos todos los días. No le darán mayor importancia por un cuerpo más. Tendrías problemas, desde luego, si te vieran en la habitación con una mujer muerta, pero por eso no tendrás que preocuparte porque seré yo quien te mate.
- No me cabe ninguna duda - dije, con sarcasmo.
Ella me dio un papel, tenía escrito "el martes a las 1:30 en la habitación número 9".
- Jejeje... entiendo... ¿Y si decido no acudir a nuestra cita?
- ¿Aparte de que habrás demostrado que eres un cobarde que rechaza un duelo justo? Me obligarás a darte caza mientras duermes si te encuentro. Y si tienes suerte y consigues huir de mí, otro cazador (o peor, la Inquisición) te acabará matando. Si no quieres, nada te obliga a luchar conmigo mañana, pero te advierto que no acudir no significará otra cosa que atrasar tu inevitable muerte. Es tu decisión. Tú eliges.
Y con esta frase, la misteriosa mujer se alejó de mí rápidamente, escabulléndose entre la gente.
- Qué mujer tan interesante... Será una lástima matarla.
Seguí caminando sin rumbo por la calle. Hasta ahora no lo había notado, pero la sangre me hervía. Esa chica había conseguido herir mi orgullo, y ahora estaba furioso. Me llamó "alimaña", "cobarde", "imbécil" y dijo que con toda seguridad ella me mataría mañana, o que si no otra persona lo acabaría haciendo, por lo que también me llamó "débil". Acababa de firmar su sentencia de muerte. Iba a destrozarla, y le obligaría a afirmar que soy el más fuerte antes de acabar con ella. O podría esclavizarla con mi sangre para que pase el resto de sus día limpiándome las botas. Sea como sea, iba a acabar con esa maldita actitud de superior que se traía, de una manera o de otra, aunque sea lo último que haga en este mundo.
(...)
Me desperté al día siguiente por la noche. Había dormido en un edificio deshabitado, en el interior de un armario. Aquel sitio no tenía habitantes, o quizá estaban de vacaciones, pero había algunos muebles. Elmo estaba despierto, pero le ordené quedarse.
- No te muevas, chico. Volveré pronto.
Tenía un duelo a muerte que librar, y no quería involucrarle. Cuando volviera, tal vez debería conseguirle algo de carne. O darle de comer algunos pedazos del cadáver de esa maldita cazadora. Sí, eso último me parecía mejor.
Las últimas horas estuve paseando por las calles, esperando a que fuera de madrugada, concretamente la una y media, para acudir a dicho duelo a muerte. Llegué al burdel en cuestión. Como todas las noches, había una buena fiesta montada, pero yo no había venido a divertirme, no esa noche. La sangre me hervía, y no por la pasión del sexo, sino por las ganas de matar. Busqué a la mujer con la mirada. Esperaba que una de esas prostitutas dejara de reír y de bailar, me mirara fijamente, y me hiciera un gesto de "ven aquí" con una expresión fría. Ninguna chica dio esa señal, y entonces recordé el papel que me dio la encapuchada. "Habitación 9", decía. Muy bien. Subí por las escaleras hasta la sala privada en cuestión. Me encontré frente a la puerta con el número 9 en ella. Mi corazón ya no latía desde que había pasado al otro lado, pero si no fuera el caso, ahora mismo estaría saliéndoseme del pecho. Pero sí sentí la emoción del combate, mezclada con el miedo a la muerte. Los caballeros que van a la guerra deben de sentirse así antes de la batalla, cuando ven llegar a las tropas enemigas.
Y sin más, abrí la puerta, entré y la cerré rápidamente. Vi a una mujer acostada en la cama, en posición. Realmente se metía en el papel. Di algunos pasos hacia ella y la miré bien. Antes no había tenido oportunidad de verle la cara, y quería contemplarla. Contemplarla antes de destrozársela por haberme provocado. Era rubia, y bastante guapa. Mucho más bella de lo que me imaginaba. Casi sentí cierta lástima por ella, casi quería perdonarle la vida. Casi.
- Y bien... - dije, mientras abría los brazos como el actor que recibe los aplausos de un entregado público después de una exitosa actuación - Aquí me tienes. ¿Me has esperado durante mucho tiempo?
Alexalmo- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 146
Fecha de inscripción : 16/10/2013
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Localización : Visto por última vez en París. Si lo ve, avise en la comisaría más cercana, por favor.
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Re: Destila miedo por cada uno de sus poros || Alexalmo
Los párpados caían pesados sobre las pupilas de Ruxandra. El cansancio la estaba metiendo poco a poco en un huracán del que le era imposible salir. «No puedes quedarte dormida», se decía a sí misma tumbada en la cama a la espera del forastero. «No puedes quedarte dormida», una y otra vez. Hasta que la puerta se abrió de súbdito y aquel hombre irrumpió en la morada, pero Ruxandra no se levantó… «Dos minutos más, por favor…» Rogaba como si el hombre pudiese leerle la mente y escucharla. Más, a sabiendas de no ser así, se incorporó con lentitud, volviendo a adoptar la postura que unos minutos atrás tenía cuando la rechoncha le avisó de que él sería su próximo cliente. Recogió sus manos por encima de las faldas, como si eso fuera a darle un aire de elegancia o sofisticación del que carecía por las pintas que llevaba. Y entonces… esa voz arrogante y firme: «Aquí me tienes. ¿Me has esperado durante mucho tiempo?»
― Desde que el primer haz de luz se posó sobre París, mi señor. ― Respondió con educación.
Desconocedora de la situación, se puso en pié y se acercó al que era su nuevo cliente. Una mano traviesa acarició su tráquea y mandíbula, comenzando con el sendero que le llevaría al edén. Continuó por su hombro, y lo rodeó, quedando a sus espaldas.
― ¿Y qué me decís de vos, mi lord? ¿Habéis esperado bajo por mucho tiempo?
Lo inspeccionaba con la mirada, recorría cada centímetro de su ropaje, intentando averiguar sus gustos en cuanto al sexo para saber complacerlo. Más no encontraba ningún signo que pudiera utilizar para seducirlo y añadirlo a uno más de su gran lista de clientes. Lo volvió a rodear hasta encontrarse frente a él y se atrevió a inspeccionar sus facciones. Un vampiro. A Ruxandra le corrió un escalofrío enseguida que aquella sospecha se hizo certera, y por pura inercia cerró los ojos con fuerza, dejando de mirarlo. No quería pensar que había acudido allí a alimentarse de ella, sería el remate para acabar el día. Pero si era así, ¿qué podía hacer? Él era quién había pagado por sus servicios. Él era quién mandaba sobre Ruxandra. Una triste realidad que armó de valor a la desnutrida extranjera para separarse de él y comenzar a deshacer la tensión que ataba el corsé negro. Deshizo la lazada y siguió sacando la cinta escarlata de cada orificio, con una parsimonia segura de lo que hacía, pero temerosa de desconocer las intenciones del forastero con ella.
Tras aquello, con el corpiño destensado pero aún cubriendo sus atributos, le dió la espalda y, a gatas, trepó por la cama hasta llegar a los almohadones. Buscó sus pupilas con las propias, y alzó el dedo índice; incitándolo a recostarse con ella.
― Venid. Prometo no daros más que placer y robarle suspiros. ― A pesar del miedo que oprimía su pecho, Ruxandra sabía eludir aquello ante los ojos de cualquiera. Pero no estaba segura de si podría hacerlo ante aquel ser místico que le ganaba en años y experiencia seguramente. ―Venid… ― Susurró entonces.
― Desde que el primer haz de luz se posó sobre París, mi señor. ― Respondió con educación.
Desconocedora de la situación, se puso en pié y se acercó al que era su nuevo cliente. Una mano traviesa acarició su tráquea y mandíbula, comenzando con el sendero que le llevaría al edén. Continuó por su hombro, y lo rodeó, quedando a sus espaldas.
― ¿Y qué me decís de vos, mi lord? ¿Habéis esperado bajo por mucho tiempo?
Lo inspeccionaba con la mirada, recorría cada centímetro de su ropaje, intentando averiguar sus gustos en cuanto al sexo para saber complacerlo. Más no encontraba ningún signo que pudiera utilizar para seducirlo y añadirlo a uno más de su gran lista de clientes. Lo volvió a rodear hasta encontrarse frente a él y se atrevió a inspeccionar sus facciones. Un vampiro. A Ruxandra le corrió un escalofrío enseguida que aquella sospecha se hizo certera, y por pura inercia cerró los ojos con fuerza, dejando de mirarlo. No quería pensar que había acudido allí a alimentarse de ella, sería el remate para acabar el día. Pero si era así, ¿qué podía hacer? Él era quién había pagado por sus servicios. Él era quién mandaba sobre Ruxandra. Una triste realidad que armó de valor a la desnutrida extranjera para separarse de él y comenzar a deshacer la tensión que ataba el corsé negro. Deshizo la lazada y siguió sacando la cinta escarlata de cada orificio, con una parsimonia segura de lo que hacía, pero temerosa de desconocer las intenciones del forastero con ella.
Tras aquello, con el corpiño destensado pero aún cubriendo sus atributos, le dió la espalda y, a gatas, trepó por la cama hasta llegar a los almohadones. Buscó sus pupilas con las propias, y alzó el dedo índice; incitándolo a recostarse con ella.
― Venid. Prometo no daros más que placer y robarle suspiros. ― A pesar del miedo que oprimía su pecho, Ruxandra sabía eludir aquello ante los ojos de cualquiera. Pero no estaba segura de si podría hacerlo ante aquel ser místico que le ganaba en años y experiencia seguramente. ―Venid… ― Susurró entonces.
Ruxandra D. Kornitsova- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 26/10/2014
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Re: Destila miedo por cada uno de sus poros || Alexalmo
Observé cómo la cazadora reaccionaba. Se seguía comportando como una prostituta, muy metida en el papel todavía. ¿Quizá sospechaba que había algún testigo observándonos o es que se lo estaba pasando pipa con esta situación? Mi tensión fue en aumento, en el fondo sabía que me estaba metiendo en un lío. Aquella mujer tenía la sangre bastante fría, aunque no debía de sorprenderme demasiado.
- Veo que tienes bastante experiencia - dije, mientras la miraba fijamente.
Si tan sólo intentaba el más mínimo truco... tenía que verlo venir. Me acerqué lentamente a la cama, mientras mi brazo izquierdo sujetaba la vaina del sable, para tenerlo preparado en cuanto empezara la pelea.
- Placer, ¿eh? - respondí - La verdad, no creo que sientas ningún placer. Al fin y al cabo, llevas haciendo esto durante mucho tiempo, con varios objetivos distintos y en ocasiones seguro que con dos o más a la vez. Seguro que estás tan acostumbrada que ya no sientes nada ni te inmutas cuando... trabajas. Pero yo aún soy bastante nuevo en esto. Quiero decir... sí que tengo habilidades, muchas más de las que te imaginas, sé moverme bastante bien, pero no he tenido muchas oportunidades de probarme en un campo de batalla real. Pero lo de hoy voy a disfrutarlo, eso te lo aseguro.
Rodeé la cama lentamente, como una serpiente que acecha a su presa. Miré a mi alrededor, a ver si veía a alguien más. Estos cazadores traicioneros no suelen actuar solos. Seguramente habría alguien detrás de algún mueble o las cortinas, dispuesto a dispararme por la espalda con alguna ballesta... Sin embargo, a pesar de lo mucho que me fijé, no vi nada fuera de lo común.
- Je... Veo que no te has traído a nadie más... No eres de las que comparten la presa, ¿eh? - le dije, en tono burlón - Tenía entendido que los de tu profesión no suelen trabajar en solitario. Una verdadera lástima, pero bueno, me conformaré contigo.
OFF: Bueno, Ruxandra, si te parece bien, creo que podríamos hacer aquí un rol cómico. Me gustaría seguir como hasta ahora, usando frases con doble sentido, dando a entender que los dos estamos completamente fuera de lugar y equivocados. Si seguimos así este tema va a ser muy gracioso, me está gustando mucho.
- Veo que tienes bastante experiencia - dije, mientras la miraba fijamente.
Si tan sólo intentaba el más mínimo truco... tenía que verlo venir. Me acerqué lentamente a la cama, mientras mi brazo izquierdo sujetaba la vaina del sable, para tenerlo preparado en cuanto empezara la pelea.
- Placer, ¿eh? - respondí - La verdad, no creo que sientas ningún placer. Al fin y al cabo, llevas haciendo esto durante mucho tiempo, con varios objetivos distintos y en ocasiones seguro que con dos o más a la vez. Seguro que estás tan acostumbrada que ya no sientes nada ni te inmutas cuando... trabajas. Pero yo aún soy bastante nuevo en esto. Quiero decir... sí que tengo habilidades, muchas más de las que te imaginas, sé moverme bastante bien, pero no he tenido muchas oportunidades de probarme en un campo de batalla real. Pero lo de hoy voy a disfrutarlo, eso te lo aseguro.
Rodeé la cama lentamente, como una serpiente que acecha a su presa. Miré a mi alrededor, a ver si veía a alguien más. Estos cazadores traicioneros no suelen actuar solos. Seguramente habría alguien detrás de algún mueble o las cortinas, dispuesto a dispararme por la espalda con alguna ballesta... Sin embargo, a pesar de lo mucho que me fijé, no vi nada fuera de lo común.
- Je... Veo que no te has traído a nadie más... No eres de las que comparten la presa, ¿eh? - le dije, en tono burlón - Tenía entendido que los de tu profesión no suelen trabajar en solitario. Una verdadera lástima, pero bueno, me conformaré contigo.
OFF: Bueno, Ruxandra, si te parece bien, creo que podríamos hacer aquí un rol cómico. Me gustaría seguir como hasta ahora, usando frases con doble sentido, dando a entender que los dos estamos completamente fuera de lugar y equivocados. Si seguimos así este tema va a ser muy gracioso, me está gustando mucho.
Alexalmo- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/10/2013
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Localización : Visto por última vez en París. Si lo ve, avise en la comisaría más cercana, por favor.
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