Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}

por **Nick Maquiavelo** Jue Nov 14, 2013 9:38 pm

Había mucho trabajo por hacer, y a Nick le habían pedido ordenar toda la sección doce de la biblioteca, en donde se encontraban los libros infantiles para niños.
Nick hizo su trabajo con gusto, ya que le encantaba estar rodeado de libros, y cuando ordenaba había encontrado una antigua leyenda de un Niño que no quería crecer, que vivía en un país lejano llamado: "El País de Nunca Jamás". Nick conocía bastante bien, la literatura de fantasía, pero este cuento en especial, llamó mucho su atención y distraídamente se puso a leerlo.

Aquel hecho de que existía en aquel mundo de fantasía un niño que no quería crecer jamás produjo en Nick, una extraña sensación que fluía por su pecho, como un extraño veneno que quisiera llegar a matarlo. Todo esto debido a que el "Complejo de Niño", que poseía Nick y que dejó la fuerte muerte de sus padres, estaba vivo en su interior en su vida diaria y rutinaria. Aveces intentaba pensar en un licántropo de su edad, pero eso solo le sucedía al momento en que tenía que matar.

Un hombre adulto pasó a su lado mirando con algo de extrañeza al joven, al verle con aquel libro en sus manos entonces Nick se justificó:
- Solo ordeno, monsieur - esbozó una sonrisa algo esforzada y volvió a ordenar los libros, mientras negaba un poco con la cabeza pensando y sonriendo esta vez para si mismo con sinceridad: "Me encanta cuando me pierdo en esta sección"...

Nick sentía como el paso de tiempo en su hora de trabajo corría lento, pero lo disfrutaba. Veía entrar y salir gente al lugar y él se preguntaba: ...¿Cuál es el afán de llevar una vida tan atareada?...
Él asi como muchos otros, tenía mucho trabajo por hacer, pero cada vez que entraba a la biblioteca, todo tipo de pesar y estrés desaparecía, y el lugar era como un paraíso en donde solo existían letras y tranquilidad, asi pensaba él de la biblioteca.

Comenzó a tararear una dulce melodía de las que cantaba en el coro de la Iglesia, mientras ordenaba los libros de la sección y estornudaba de repente, al limpiar algunos que tenían mucho polvo. Cuando se halló terminando de ordenar, una mujer extraña, se presentó a su lado para preguntar direcciones:
- Monsieur, la sección de literatura mitológica.. ¿Donde queda? - preguntó en un tono, que para Nick solo sonó algo más misterioso que serio.

- De aqui... - hace una pausa innecesaria observándole con detención, pero sus sentidos no demostraban peligro alguno, era una simple humana- ...a dos pasillos más, madame.. - inclinó Nick su rostro en una reverencia -

...¿Podría ser alguna de las almas humanas traicioneras que están esparcidas por el lugar, y que prefieren hacer amistad con aquellas especies que no son propias de este mundo, sino que del inframundo?...

...Nick entristeció su mirada, pues el era condenado a una raza distinta de la que siempre debió haber sido, si no fuera por aquella maldita noche de aventuras en el bosque, con aquellos "amigos" que fueron simples idioteces ociosas... -pensaba-
...Y entonces el arrepentimiento de Nick comenzó a amargar su interior, su pecho comenzaba a punzar, pero no de la manera dulce con que se había sucedido al tomar el libro del "Niño que Nunca Creció y el País de Nunca Jamás", sino que con una manera mucho más dolorosa y profunda al recordar esa memoria de aquella noche que cambiaría su raciocinio por completo. Transformándolo al final, en una simple bestia asesina.

De pronto un libro se cayó a los pies de la persona que se encontraba a su lado, buscando una lectura...
-Disculpe...- pronunció Nick, suavemente intentando volver a su realidad.

por **Gabriella de Beaucaire** Jue Nov 14, 2013 9:58 pm

Tardes aburridas y noches monótonas. Desafortunadamente, los años comenzaban a amontonarse como las ojas de un Otoño eterno. Los días transcurrían en el desesperante silencio de su habitación en el hotel; ni siquiera las excéntricas y dramáticas vidas de los otros huespedes podían divertirla. Había poco que le interesara últimamente. "París solía verse tan excitante...", pensó, desalentada. Y las noches... Ah, ni hablar de las noches. Las horas que para un vampiro debían ser de maliciosos pecados, no eran más que minutos también acumulados. Cazar ya no le atraía. Desde aquel joven de rizos rubios en el campo, no pudo volver a cazar. La garganta le reprochaba adolorida que debía cambiar su actitud. ¿Pero qué podía hacer? Ninguna desición le parecía acertada y la eternidad perdía su encanto poco a poco.

— Ya basta. Estoy harta. —exclamó, levantandose del fino diván en la salita de su habitación. Llamó a una camarista para que la ayudara a vestirse y peinarse. Luego de una hora desgarradoramente larga, estuvo lista. De un momento a otro se encontraba montando un modesto pero bello carruaje para dar un paseo. No tenía del todo claro a donde se dirigía, pero sabía que no podía permanecer más tiempo en ese hotel. Las oscuras y tupidas cejas se ciñeron sobre los ojos azules de una forma peculiar. Todo mundo comentaba que París era mucho más emocionante que Londres, con su clima cálido y su gente empalagosa.

Sin embargo, el invierno parisino no tenía nada que envidiarle al clima londinense. No había ocurrido la primera nevada, pero las calles estaban tan heladas que todos los ciudadanos debían ir con cuidado para no revalarse. La falta de leña, comida y entretenimiento ponía a la gente de mal humor. Solo los más adinerados como ella podía darse el lujo de pieles gruesas y calientitas para salir de noche. Gabby en particular detestaba tener que llevar tan lujoso abrigo mientras otros sufrían las bajas temperaturas, pero de no hacerlo, abriría las sospechas. ¿Qué mujer de alta alcurnia saldría a dar un paseo de noche sin un buen abrigo que la protegiese del frío? Suspiró y sonrió al descubrir que su aliento no podía verse como el de los humanos.

Pronto llegó al primer destino que se le ocurría. La biblioteca. Era un agradable y acogedor lugar para pasar el fin de la tarde, por lo cual no se sorprendió de ver salir a varios caballeros. Ser una "solterona" ante la sociedad tenía sus ventajas. Podía visitar aquel lugar sin compañía y nadie podía juzgarla. Al entrar, si bien no podía notar gran diferencia entre el gélido exterior y el calorsito de las chimeneas adentro, comprendió que había acertado. Los tapices eran perfectos para una lectura bien estudiada.

— ¡Très sympathique! —exclamó en un murmullo bajo. La figura de la bella y recatada dama pelirroja desconcertó a un par de caballeros que seguían buscando ejemplares en algunas estanterías. Para alguien de su "edad", vestir colores claros y telas vaporosas era un gran riesgo; no a todas las mujeres les sentaba bien un estilo tan inocente. En su caso, era un contraste peculiar. Sus ojos eran demasiado azules y su cabello demasiado rojo para aquel vestido de encaje blanco. Las faldas eran elegantes y los zapatos hacían un majestuoso sonido contra las tablas de madera del suelo.

Caminó buscando la sección de poesía. No tenía un género predilecto de literatura aunque por lo general prefería el misterio y las novelas policiacas. Un poco confundida por el orden de las estanterías, dio un giro mal hecho en una de ellas y se topó con un joven y un libro al caer. Cuando el muchacho lo recogió, estuvo muy cerca de rozarle la falda. La vampiresa curvó las cejas y notó algo extraño en él. ¿Qué sería? Sus labios hicieron un mohín tan encantador como confuso y ladeó la cabeza. Algunos rizos escarlatas escaparon de su tocado.

— ¿Estás bien? —preguntó, preocupaba. Le era de extrañar que se disculpara con ella cuando había sido su error aparecer tan de repente. Sin pensar en las consecuencias, posó una mano enguandata sobre su hombro.— No debes disculparte. He sido muy descuidada. Lamento haberte asustado. —miró el libro que tenía entre las manos y sonrió, encantada.— Ha encontrado el país de las maravillas. —comentó como una exploradora consumada. Miró los estantes de arriba y encontró titulos de fantasía. Algunos eran pequeños y discretos y otros llamaban al lector a gritos.— No creí que me perdería por aquí. Hace mucho que no vengo por esta sección. —miró al muchacho con una sonrisa resplandeciente.— ¿Me recomendarías alguno?

por **Nick Maquiavelo** Vie Nov 15, 2013 1:04 pm

Al escuchar la cordial voz de la mujer, él quedó perplejo, aveces era demasiado tímido para hablarle a una mujer, además de que ese inocente: "Disculpe", fue pronunciado sin darse cuenta de que aquellos pies eran femeninos, se levantó y la mujer tocó de su hombro y Nick sintió una extraña aversión que corrió en sus entrañas, por lo que se apartó levemente evitando el roce de la mujer.
Al momento en que miró directamente a sus ojos, comprendió que era una vampiresa. Y sus sentidos se alertaron más que nunca, el jamás había hecho durante toda su vida bestial, una amistad con algún ser sobrenatural.
Al contrario, era completamente arisco a ellos y solo los ha de ver en un campo de batalla, desángrandose tras sus garras.

- Si, merci madame estoy bien - dijo algo cortante mientras bajaba la mirada en su caja de libros que llevaba por ordenar. Se quedó asi por un momento, y luego alzó la mirada a ella con ternura....
- ¿De qué tipo anda buscando específicamente... madame? ... a ver si es que le puedo ser de ayuda - dijo con esfuerzo, algo entrecortado, pues no quería que su impulsividad de lobo, estorbara en la situación, pues no era una situación hostil del todo, y menos en un lugar tan tranquilo como la biblioteca. Se aguantó las ganas mientras que la sonrisa de la vampiresa torturaba en lo más hondo.

"... ¿Cómo poder confiar en una mujer como ésta? ... ¿Qué hacer, mientras que habían ojos inquisidores esparcidos por toda la biblioteca, vigilándome quizás, mientras que yo me quedo aquí parado con un libro infantil en mis manos y esforzándome por sonreír a mi enemigo?..." -se preguntaba Nick, en su mente -

Intentó distraerse con el detalle del Libro del País de Nunca Jamás, de nuevo, que aún sostenía:

-Entonces, usted ha leído este libro ... ¿Y que le ha parecido madame? - preguntó con una voz que salió más que de disimulo... una voz aniñada ... - ...yo me pregunto como será, pues he de conocerlo recién y como ya ve, aún no lo suelto - esbozó una sonrisa rápida

Nick comenzó a observar a la mujer con más detención, intentando encontrar algo que quizás no había que eran las diferencias, dentro de una misma pasión ... la lectura.
La vampiresa era quizás del mismo porte que él, con un cabello de rojizo intenso tanto asi como para hacer notar que ella era mucho más que una mujer pelirroja, el rojo siempre viéndose como la pasión, el pecado y la sangre... la tez blanquecina, como el rostro de un ángel muerto, los labios pequeños, pero estéticos en la comisura más ínfima de estos. Y los ojos, al igual que los de Nick, azulinos y tiernos... inofensivos.

Nick se puso algo tenso tras observar tanta belleza plasmada en una dama de tal naturaleza, seguramente porque nunca se había detenido a observar a una mujer por tanto tiempo, pues cada vez que quería intentarlo, desviaba su mirada a costa de su timidez y se ocultaba intentando aparentar que de nada se ha dado cuenta.
En ese aspecto el alma de Nick era muy inocente, nunca antes habia experimentado relaciones tan estrechas con alguien, al menos no cuando ya no era humano...

Ha mantenido la distancia através de los años, descartando cosas asi, de ser tan importantes o necesarias para su vida. Él estaba hecho para matar, solo que aveces tanta inocencia en su forma humana, le jugaba un poco en contra.

por **Gabriella de Beaucaire** Sáb Nov 16, 2013 2:18 pm

No pudo pasar por alto los nervios e indesiciones del muchacho. Era joven y tímido, cosa que estaba de moda últimamente; sin embargo, veía en él algo más que un niño que no ha sido tocado por la madurez. A veces las apariencias engañaban. Por más astuta que fuese, no podía ver a través de él si no le conocía. Lamentó un poco que el chico tuviese que poner tanto esfuerzo en hablar con ella, pero no podía culparlo. ¿Realmente era una mujer tan intimidante? Quizás la sed estuviese afectandole un poco al carácter.

— No busco nada en particular. —explicó en un suspiro distraído. Miró la interminable fila de libros que guardaba entre sus hojas mundos fantásticos. ¿Cómo podía alguien resistirse a leerlos todos? Bajó la mirada al muchacho otra vez y se preguntó qué papel jugaba ahí. Por la forma en que se dirigía a ella y le brindaba su ayuda, o bien era alguien excepcionalmente amable o trabajaba ahí.— Venía con la esperanza de tener un titulo en mente al llegar, pero... no se me ocurre nada. He leído ya demasiados libros. —hizo un ligero mohín en el que sus labios se curvaron hacia abajo. Era la expresión muy inocente para una mujer "madura". Tras echarle un vistazo al libro que sostenía el joven y escuchar sus palabras, asintió.— Uno de mis favoritos. La primera vez no pude soltarlo. Es muy reciente, ¿sabes? Pero tengo fe en que prosperará con los lectores.

Mientras hablaba, sus dedos enguantados se deslizaban sobre la cubierta de algunos ejemplares. No tenía en mente ningún titulo, pero confiaba en su instinto. "Peter Pan en los Jardines de Kensington" era la primera edición del libro de aventuras, y lo guardaba muy recelosamente en un baúl junto a la cama. Su tendencia a comprar libros y guardarlos como el más grande tesoro era, por el momento, un secreto. Disfrutaba el olor a libros antiguos y Dios sabía que algunos tenían un par de siglos.

Tiró de un libro de colores llamativos que tenía el titulo en letras doradas. "Las aventuras de Alicia y el país de las maravillas". Dedicó al joven una sonrisa de complicidad por debajo del brazo, de forma que nadie más pudiera verla. Un rizo escarlata le calló sobre la frente, pero lo ignoró.

— Quisiera preguntarte un par de cosas. —dijo sin rodeos, alargando cada palabra como si temiera ser muy abrupta. Los orbes azules observaron un punto indefinido en el suelo y, sin dejar de sonreír, frunció el ceño.— Pero sería inapropiado hacer un interrogatorio en medio de dos estanterías. Alguien podría querer pasar y no me gustan los oídos indiscretos. —apretó los labios y meditó al respecto. Luego recordó que habían salitas para la lectura en algún lugar de la biblioteca; ahí encontraría también un poco de vino. Bajó los brazos y, con un porte refinado, ladeó la cabeza.— ¿Me mostrarías una sala de lectura, por favor? Preferiría no perderme de nuevo. Ah, y por cierto —levantó un dedo, cual profesora—, puedes llamarme Madame D' Beaucaire.

por **Nick Maquiavelo** Mar Nov 19, 2013 9:35 am

Observó detenidamente todos los movimientos de la vampiresa, intentando pasar desapercibido todo aquel análisis que Nick es capaz de guardar en su memoria fotográfica que tenía, no sabía realmente si era una ilusión o no, pero para él parecía que todo este encuentro y pequeño diálogo, se volvería mucho más complicado de sobrellevar, recalcando una vez más la diferencia de razas y estilos de vida.
Nick prestó aún mas atención al momento en que ella comenzó a hablar sobre el libro y la historia del País de Nunca Jamás, creo que ya se había dispuesto en su mente hacer un espacio en su ajetreada agenda de trabajo, para dedicarse a leer el cuento.

La dama dijo que no buscaba nada en particular entonces Nick, pensó en qué podría recomendarle... hasta que ella con suavidad deslizó su mano para sacar el libro de Alicia, uno que él ya se había leído tantas otras veces anteriores y lo observó..

- Aquél libro... es especial, madame D' Beaucaire... - observa el libro mientras alzó levemente su mano rozando un poco la de la mujer y se estremeció un poco al sentir aquella piel tan fría - ...podría...decirse que es un libro para "Niños Grandes"... - dijo asi sin más esperando que ella pudiera entender la expresión.

Al escuchar a la vampiresa el decir tan firme que necesitaba preguntarle algunas cosas, Nick se estremeció sintiendo aquél incómodo calor que quemaba en su pecho, y sus partes de lobo comenzaban como a encenderse de algun forma, quizás no con intenciones hostiles pero si con rabia para consigo mismo al estar en frente de uno de sus enemigos sin hacer nada. No quería crear alborotos, estaba concentrandísimo en hacer bien su trabajo... ¿Pero acaso, no era parte de su trabajo asesinar a bestias como esas también?... - cuestionaba su mente una y otra vez -
Aunque Nick también tenía prioridades, y matar vampiros no era exactamente una ellas, sino que llegar a encontrar uno de los suyos y asesinarlo sin compasión...

Observó como la vampiresa miraba hacia todos lados, sintiéndose mucho más que observada por el licántropo en frente suyo, sino que sentirse incómoda en lugares donde hay ojos de todos tipos, contemplando, era una de las cosas en común que halló con la vampiresa...
A Nick no le gustaba estar entre tanta gente, pues por algo había elegido la biblioteca como su lugar de trabajo, en ella... distintas almas suelen ir a encontrarse cara a cara con otras realidades, pero no con otras personas exactamente...
Una observación bastante extraña quizás, pero así lo veía él en su infante forma de ver el mundo...

A pesar de que al estar en estado Lycan, lo convertía en un asesino casi como serial, sin compasión, ni piedad por los suyos... Nick quería seguir sintiéndose humano, como lo ha sido todo la vida, y el hecho de haber tenido esa Gran Experiencia Traumática en su niñez, con la muerte de sus queridos padres, dejó una marca en él de que no pudo vivir aquellos felices días de niñez y adolescencia como correspondía...
Nick ahora tenía 45 años, pero las marcas seguían allí...

Nick dirigió su vista hacia la vampiresa, quien le preguntaba si éste le podía guiar hacia una de las salitas aisladas que hay en la biblioteca para sentarse a leer.
Con miedo él aceptó, y se encaminó junto a ella.

- Espero que sean de su agrado, madame D' Beaucaire aunque si aqui pudiésemos tener para el gusto de cada uno sería un caos... - dijo en un leve tono sarcástico haciendo entender que él ya había captado realmente su naturaleza.
Dejó la caja de libros con pesar sobre una mesilla, mientras se limpiaba un poco la frente de cansancio y dejó sus manos sobre ésta:

- Dígame entonces madame, ¿En qué puedo serle de ayuda? - le miró con algo más de seriedad, intentando ocultar ya esa timidez, que el bibliotecario no tenía por qué demostrar para con los clientes, y esperó....

por **Gabriella de Beaucaire** Miér Nov 20, 2013 10:51 pm

El chico le tenía miedo, es algo de lo que podía estar segura. No necesitaba leer la mente para saber que en su interior se entremezclaban las dudas, el temor y los nervios. Y era a causa de su presencia. Lo que no entendía era, ¿por qué? Se movía con delicadeza y gracia, evitando los movimientos bruscos y su tono de voz nunca era tan elevado para considerarlo un grito. Su vocabulario era exquisitamente refinado y su porte ligero y femenino. De ser así, ¿por qué entonces un chico como aquel podría temerle? Lo único que se le ocurría es que él sospechara su naturaleza. Y eso solo despertaba en ella la curiosidad y la cautela. Sonrió esplendorosamente cuando él aceptó guiarla y lo siguió hasta su destino.

Los tacones resonaban y las faldas susurraban contra el suelo. De haber sabido que encontraría un lugar tan exquisitamente íntimo y tranquilo habría llevado un vestido más sencillo y llevadero. Se sentó en un sillón individual con porte recto y relajado. A pesar de que su curiosidad crecía a medida que observaba las reacciones del muchacho, la impaciencia no apareció en ningún momento. Presumía unos modales perfectos para una dama de su edad y posición social.

El doble sentido en las palabras del chico no pasaron desapercibidas por la vampiresa, quien lo miró con las cejas arqueadas sobre los ojos azules. Sus labio rojizos hicieron un gesto de reproche.

— Oh, en realidad sería algo encantador. —replicó con tal inocente lamento, que parecía hablar enserio.— Vendría aquí cada noche si con eso pudiese disfrutar de mis gustos y sus peculiaridades.

Sonrió por primera vez mostrando una fila de dientes blancos y perfectos. Los "caninos" se apreciaban ligeramente más largos de lo normal, pero solo alguien en extremo conocedor podía catalogarlos como vampíricos. Estaba haciendo una demostración del poco interés que tenía en ocultar su naturaleza. Ya que ella deseaba saber más del jóven, lo mínimo que podía hacer primero era mostrar cierto grado de confianza. Había algo en él que le cautivaba.

— Pero siéntate, querido. No esperarás que conversemos estando tu de pie, ¿o si? —le indicó con una mano enguantada el asiento que había al otro lado de la mesita que sostenía los libros. Esperó paciente y cuando se sintió complacida, le dedicó una sonrisa traviesa.— Pasé una... larga, larga temporada en Inglaterra. En Londres, para ser más exactos. Allá la gente es muy fría y rara vez se le pide a un ayudante que se siente. Pero estamos en París, aquí en esta ciudad de misterio y efusividad... —suspiró, notálgica. Deslizó los dedos por la cubierta de cuero negro de un libro pequeño. La pausa que siguió a sus palabras la utilizó para meditar con cuidado qué preguntas le soltaría al joven y temeroso muchacho. Se cruzó de piernas sin que esto se notara bajo sus faldas y sacó un cigarrillo de una bolsita blanca de encaje. Se lo llevó a los labios hasta notar que no tenía fuego. Arrugó el entrecejo y suspiró.— Que pena, el humo siempre me va bien en los interrogatorios.

Su expresión no mostraba angustia o culpabilidad alguna al usar ese término.

— Querido, no creas que compartir contigo mi secretito no es agradable, pero me gustaría saber más de ti. —le brindó una sonrisa conciliadora.— Antes que nada, ¿cómo te llamas? —recargó su blanquecino mentón sobre la palma de su mano. Lo observó fijamente mientras esperaba con la seguridad de que no podría mentirle. Alargando un poco más la sonrisa, añadió más preguntas.— ¿Te dedicas solo a ser ayudante en la biblioteca? ¿Cuáles son tus libros favoritos? ¿Qué edad tienes? ¿Hay algo que me estés ocultando ahora mismo que yo debería saber?

por **Nick Maquiavelo** Lun Nov 25, 2013 4:43 pm

Era inevitable que Nick se sintiera un poco nervioso ante la naturalidad con la que la vampiresa se planteaba sobre él, él estaba acostumbrado a un diálogo justo y necesario para con sus enemigos, todo lo demás quedaba a cargo de las garras del lobo.

Observó cada movimiento de la vampiresa con cautela, pues tampoco quería descuidarse de un repentino giro en aquel encuentro y que comience todo, a convertirse en una batalla de palabras y muchas otras cosas más. Independiente de que la sección de libros, de la cual se encargaba Nick era única y exclusivamente para asuntos de la inquisición, también sus mandamases le solicitaban encargase de ésta en su totalidad, pues él hacía siempre un buen trabajo minucioso, con aquellas reliquias de la antigüedad.

Contempló delicadamente a la dama, como si de un libro antiguo, que por mucho tiempo había pasado guardado en las grandes bodegas de la biblioteca, se tratara… aunque no quería que la belleza de aquel ser lo dejara engatusado. Pues solo era un ser muerto, y quien sabe quizás una de las carnes más viejas, aquellas que son las que más deben ser exterminadas por la inquisición, un blanco importante, pero realmente no sabía nada de ella asi que no podría actuar…aún…

Nick no solía observar a las mujeres a tan grandes sentidos y percepciones, pues no estaba familiarizado con que esas sensaciones, le produjeran alguna inquietud en su interior, pero si podía admirarlas sin importar las distancias. Comenzó entonces a sentirse algo incómodo tras descubrir cuánta atención le prestaba a esta vampiresa, y comenzó a ordenar los libros de su caja.

Entonces ella lo llamó a través de preguntas con respecto a él mismo, pero habían cosas que el tendría que omitir.
-Mi nombre es Nick Maquiavelo, señorita… y si, soy bibliotecario nada más…- respondió con naturalidad y asi sin más, mientras observaba los libros que tenía en la mano para ordenar, sobre sus piernas, sin mirar más a la vampiresa.

Se detuvo entonces a observar el cenicero de la mesilla, para prontamente darse cuenta que la dama fumaba, y sacó sutilmente de su bolsillo un encendedor y se lo acercó con educación:
-No es que yo fume, pero algunos compañeros de trabajo me piden que les guarde estas cosas.- dijo cortante y con su voz suave y aniñada de siempre, antes de que ella le ofreciese cigarro alguno.

Continúo revisando los libros que tenía sobre sus piernas, esperando que la indiferencia de los azulinos y tiernos ojos de Nick, por mirar directamente a la dama que tenía a su lado sentada, no demostrara alguna mala educación con ella, porque esa no era la intención… aveces mirar directamente a los ojos a seres como éstos era fatal…. Tenía que reconocerlo.

-Me gustan los libros infantiles… y también los libros de la Sección 7- dijo suave e inocentemente pues quizás ella no sabría los contenidos de los libros de la Sección 7, que eran exclusivamente parte de la historia de la Iglesia y sus inicios, detalles históricos, cosas generales… ya que los verdaderos archivos de la inquisición no estaban a vista del público, sino que una bodega secreta dentro de la biblioteca y en parte dentro de catedral, específicamente… bajo de ésta.

Luego se decide a mirar ligeramente al rostro de la dama, con toda naturalidad.
-Pero que hay de usted… ¿Qué me puede decir de usted… señorita?- terminó diciendo en un tono más natural, mirándole con más calma que al principio de la conversación, y quizás....con un poco más de interés...

por **Gabriella de Beaucaire** Miér Dic 11, 2013 11:53 pm

Bibliotecario. Era algo evidente, aun para la mujer de colmillos afilados y labios enrojecidos. Era observadora y desde el primer momento que lo vio, supuso su oficio; sin embargo, ¿esperaba ese muchacho que creyera que era su única ocupación? Ningún bibliotecario común y corriente habría descubierto su naturaleza así como así. Tampoco podía esperar gran cosa de su palabra si es que él estaba involucrado en algo grande, ya fuera una organización de cazadores o, peor, La Inquisición. Al pensar en dichas opciones se le vino a la mente que debía tomarlo con más seriedad y ser precavida. Hasta el momento se había mostrado muy confiada e incluso jobial con el chico. «— No me ha hecho nada malo —», se replicó mentalmente. No tenía motivos para ser grosera.

Permaneció impasible al escuchar su nombre y fingió no sentirse agradecida cuando él le ofreció el encendedor. Lo tomó con delicadeza y de la misma manera encendió su cigarrillo. Tras dar la primera calada supo que tenía el aspecto que tanto había estado buscando dar a la sociedad: Una mujer madura, refinada y elegante, altiva e inflexible. Lo que debía aparentar para ser dejada tranquila por un mundo de humanos intolerantes. Y lo que en realidad era, sería un secreto para la gran mayoría. Mirándo los ojos azulados del joven bibliotecario, y escuchando sus palabras, se preguntó si él sería uno más del montón.

— Maquiavelo, ¿uhm? —susurró con aire pensativo.— Gracias por el fuego, por cierto. —no pudo evitar sonreír, porque era algo en contra de su forma de ser. Los labios rojos que resaltaban en el blanquecino rostro femenino formaron una delicada sonrisa, y en las mejillas aparecieron un par de hoyuelos. Sin duda, Gabriella poseía una belleza desbordante que podía deslumbrar un poco al principio, pero no se comparaba a los vampiros que, con su antiguedad, manifestaron una habilidad capaz de atraer, seducir y condenar a una presa. Ella era así incluso en su humanidad. Dejó una pierna sobre la otra bajo las diversas y vaporosas capas de su vestido blanco. Una fina línea en su frente se formó cuando escuchó la segunda respuesta a sus preguntas. ¿Cuál sería la sección 7? Las sospechas se incrementaban y ni siquiera la fresca belleza del joven podía disiparlas. Por otro lado, no daría a conocer tales desconfianzas así como así.— Los libros infantiles tienen algo especial. Yo tengo muchos en casa, y los leo con frecuencia. Seguramente, los de la sección 7 deben ser igual de interesantes. —atribuyó como cualquier cosa, expresando una inocente ignorancia al respecto.

Por los años de experiencia, o quizás porque era parte de su personalidad, nunca desvelaba en un principio cuanta confianza sentía hacia una persona. Siempre buscaba un punto medio y se aferraba a la cordialidad; Nick, con sus ojos cautivadores, la hacían querer creer que era sólo lo que decía ser. Un bibliotecario, un joven que no sabe nada. «— Pero lo sabe —» pensó. Cuando menos sabía sobre su naturaleza y eso ya era bastante. De pronto, en medio del fino aroma a tabaco y menta, detectó la fragancia del muchacho. Era muy sutil. Olía a limpio, pero además de eso... era... ¿cómo decirlo?

— Lobos. —soltó sorprendida, con los ojos azules fijos en los ajenos. Entonces comprendió muchas cosas. Riendose como si hubiese dicho algo sin importancia, agitó la mano contraria a la que sostenía el cigarrillo y volvió a sonreír.— Es decir, me agradan los lobos. El animal y su significado ancestral. Son fascinantes. En el condado en el que vivía antes, en Inglaterra, abundaban los lobos. En Invierno la gente gustaba de cazarlos, pero a decir verdad, al final de la noche, yo tenía mis dudas sobre quien era el cazador y quien era la presa. —entornó los ojos, como si su pequeña e inocente anecdota fuese una indirecta más. Tomó otra calada y dejó escapar el humo lejos del chico.— Pero seguramente no era eso lo que esperabas oír, ¿verdad? —volvió a reír.— Mi nombre es Gabriella, pero dadas las circunstancias, lo más apropiado es que sigas llamándome por mi apellido. —se tocó los labios con algunos de sus dedos.— Puedo decirte que soy muy observadora, Maquiavelo. No me gusta pasar nada por alto.

por Contenido patrocinado

Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}

Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}

Re: Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}

Re: Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}

Re: Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}

Re: Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}

Re: Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}

Re: Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}

Re: Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}

Re: Perdiéndose Entre Libros {Gabriella}