Bajo el alero de la noche [libre]

La noche había caído, la oscuridad de las calles le protegían de cualquier mirada indiscreta de cualquier amante de la noche que se encontrase fuera de su hogar como era debido para buscar algo de diversión. Una pequeña criatura negra se movía por los callejones con rapidez, amante de la oscuridad, no le importaba que temperatura hubiera afuera, mientras pudiera pasear libremente, nada le importaba. Con un salto, la pequeña criatura subió sobre unas viejas tablas y con una calma poco normal, movió su fina cola de un lado a otro, para luego estirarse y ronronear un poco antes de bajar de las tablas y continuar su camino, preocupándose de no ver a nadie en su trayecto. La felina apuro el paso pues sabía que la noche no era eterna y que a pesar de estar en una de sus formas animales, podía ser presa fácil para cualquier persona o criatura que rondara por esos lares, la noche, no era tan inofensiva como se creía.

Lentamente las casas y las áreas más pobladas fueron quedando atrás, a medida que esto ocurría, los pasos de Arikel se hacían más lentos hasta que nuevamente, se detuvo. Sin mayores precauciones, la joven mujer, transformo su cuerpo para retomar su forma humana, dejando atrás su antigua faceta de una inofensiva gata negra. Descalza, camino por las calles, el frio del momento calo sus huesos pues solo traía consigo un camisón de dormir, algo poco apropiado para andar por las calles, pero caminar tan solo unos metros vestida así, no era mayor preocupación para la mujer –Creo que ya no me falta mucho para llegar… pero que frió hace, solo a mi se me ocurre salir a estos lugares y a esta hora tan fría - Estremeciéndose cada dos por tres, y suspiran, al notar que su paseo se haría más largo de lo que esperaba con su ahora, lento andar, decidió tras un par de metros, una vez más, usar sus habilidades para adoptar la forma de una pantera. Sabía que eso estaba prohibido para ella, su familia le había dejado en claro que si deseaba pasear de noche o de día, debía ser siempre, bajo el aspecto de una simple gatita, pero ella, aventurera como siempre, había olvidado aquello para transformarse en algo más peligroso.

Ahora, con su rápido andar, el cual no se comparaba al simple andar de un ser bípedo, apuraba el paso para llegar cuanto antes a su destino, el cementerio. ¿Qué le había hecho decidir ir hasta dicho lugar?, simplemente, la nostalgia. Mucho antes de tener que huir hasta Paris, Arikel acostumbraba a visitar a sus familiares que ya descansaban en el cementerio de su lugar natal, cuantos recuerdos invadían su mente cuando los visitaba, cuantas añoranzas no estremecían su cuerpo y aquellos momentos actuales, donde ir hasta el cementerio de Londres era algo en extremo peligroso y sobre todo agotador, había simplemente decidido visitar el más cercano a su parecer, sabía que un antiguo miembro de su familia que había residido en Paris, estaba enterrado en algún lugar de ese cementerio y era su misión encontrar su tumba, al menos para lograr sentirse tranquila de saber que su familia no estaba sola en aquel lugar, fingiendo ser simples humanos para mantener su posición social.

Cuando los primeros rastros del cementerio comenzaron a presentarse, la felina disminuyo el paso y a sabiendas que ese lugar era un más peligroso que las simples calles, cambio su forma a la que había tenido en un principio, una simple gatita negra, así quien la viera husmeando entre las tumbas como para aquellos momentos ya lo hacía, solo vería, a una simple felina, tan oscura como la misma noche...

De vez en cuando, las pequeñas orejas de Arikel se movían según percibían algún ruido extraño, ruidos que luego eran ignorados al descubrir que no se trataba de nada mas, que algunos animalillos que hacían su vida en la oscuridad de la noche. Con un leve gruñido, la felina se detuvo y salto sobre una lapida, lugar donde se mantuvo sentada, moviendo su cola, cual péndulo de un antiguo reloj. Alzando su pequeña cabeza, miro la negrura de la noche, debía tener cuidado, no podía regresar cuando ya fuera de día, siempre debía hacerlo poco antes del amanecer. Desde su puesto de vigía, la joven ladeo la cabeza, aun mantenía su forma animal, por lo que saltar desde la lapida a la fría tierra de la tumba, no le fue difícil.

Necesitaba saber qué hacer, no podía vagar por el cementerio sin rumbo fijo. Dando un leve maullido, echo a correr por los senderos del camino, hasta que llego al fondo de este. Desde ese lugar, comenzó a revisar lapida por lapida, escondiéndose algunas veces al sentir algún ruido o movimiento extraño. Cada vez, avanzaba mas de regreso al centro del cementerio, no revisaba ninguna de las lapidas más de una vez, pues le bastaba con su buena memoria, le permitía recordar hasta la más pequeña cosa, visto o escuchada. Su revisión de lapidas, finalizo frente a una que parecía algo olvida, sentada frente a esta, leyó el nombre inscrito en la piedra. Un suave maullido acompaño el movimiento que hizo con su pata derecha, colocando esta sobre el nombre.

-Arthur Marllowen…-leyó en voz alta luego de un momento. Lentamente había regresado a su forma humana. No le importo que el frio erizara su piel, solo se mantuvo en silencio, apartando la mano para abrazar sus piernas- Abuelo… me alegra saber que estas aquí…-susurró, sus ojos lentamente se cerraron mientras escondía su cabeza entre sus piernas. Una lagrima rodo por su mejilla, el sentimiento de soledad volvía a atacarle y la nostalgia por su querida Inglaterra, volvía hasta ella, sabía que su familia había viajado hasta Paris para mantenerse oculta y evitar ser cazados pues ya habían sido descubiertos en Londres y todo ese cambio, era por su bien, pero separarse del resto de su familia, había sido algo extremo para ella, quien era apegada hasta al más pequeño de los Marllowen.

Luego de un suspiro, limpio su rostro con la manga de su camisón de dormir mientras mantenía la vista fija en la lapida. Un ruido, proveniente de cualquier lugar le hizo saltar levemente, asustada de que algo se tratase. Tragando saliva, frunció el ceño levemente- Solo… debe ser un animal nocturno –susurró para calmarse mientras frotaba sus brazos para que su piel dejara de estar erizada. Solo permanecería un tiempo más en el cementerio, luego, regresaría lo mas rápido posible hasta su hogar, pues sabía que corría peligro estando en aquel lugar, tan preferido para algunos que no deseaban el bien.

Off:

Sus ojos se mantenían cerrados y sus manos, frotaban constantemente sus brazos, buscando mantener el calor de su cuerpo mientras su mente vagaba, recordando las miles de cosas que había hecho cuando era pequeña junto con la persona que ahora descansaba bajo sus pies. La calidez invadió su cuerpo por un momento, más tranquila, creyó que había sido gracias a sus esfuerzos, más al rozar sus dedos con la tela de aquello que portaba sobre sus hombros, sus ojos se abrieron de golpe, su piel se blanqueo aun más, casi pareciendo una hoja de papel sin usar y su respiración, se detuvo por un momento. Pensó por un instante en levantarse cuán rápido le fuera posible, saltar sobre la lapida frente a ella, retomar su forma animal y huir tan rápido como pudiera, pero el pánico le impidió hacer todo aquello que había pensado en ese mismo momento.

-Gracias…-dijo, apenas en un susurro. De reojo, la joven observo de quien se trataba, logrando ver apenas, un par de rasgos faciales, soltó un suspiro y con cuidado, se puso de pie, sujetando con cuidado aquel abrigo prestado. Tras echar un último vistazo a la escritura de la lapida, Arikel se giró lentamente a la par que daba un par de pasos hacia atrás, hasta que sus pies tocaron el frio de la lapida. Con expresión seria, la joven poso si mirada en el desconocido, aun con la escasa luz, pudo notar el atractivo que tenía, pero ella sabía que no podía fiarse de un rostro bonito pues podía llevarle a la perdición. Aun con su seria expresión, aun con el frio y la desconfianza para con el desconocido, la pelirroja hizo una pequeña reverencia a modo de saludo- Muchas gracias por su ayuda, joven…

Su vista se mantenía fija en aquel ser que antes no había notado, dentro de su cabeza, reproches dirigidos a si misma era lo único que pensaba, podía tratarse de alguien peligroso y ella no lo había notado por estar ocupada buscando aquella tumba donde ahora estaba parada. Recelo y desconfianza era lo que mayormente se podía notar en sus gestos y su mirar bicolor.  Con semblante serio, Arikel coloco un mechón de cabello detrás de su oído- ¿Quién eres? –pregunto sin recato alguno, en aquellas circunstancias, los modales de la joven, solo se limitaban a lo necesario.

Con recelo en su mirar, no perdia movimiento realizado por su contrario. Silenciosa, permitió aquel beso sobre el dorso de su mano, misma que aparto con rapidez una vez realizado aquel acto. No debió hacer gran esfuerzo para memorizar el nombre del joven, pues le bastaba con oírle una vez, para recordarle hasta el fin de su vida; por un momento y mientras escuchaba la propuesta ajena, la pelirroja dudo en si debía o no, mencionar su nombre, hasta que finalmente decidió que era justo que él, al menos supiera su nombre.

-Arikel… -susurró- mi nombre es Arikel, es un… placer conocerle joven Gissei –con un sutil movimiento de su cabeza, dejo que su cabello cubriera su ojo izquierdo mientras meditaba sobre la invitación hecha. Era arriesgado para su persona, no conocía a ese hombre como para aceptar de buenas y primeras su invitación, por lo que tardo un varios minutos en lograr decidir- Esta bien… pero antes, quiero dejar en claro una cosa –dijo, con aquel mismo tono suave, pero serio en su voz, que había estado usando desde un comienzo. Alzando su cabeza en gesto orgulloso, carraspeo antes de retomar la palabra- Has solo el mas mínimo movimiento o gesto que atente contra mi integridad… y deberás darte por muerto…-no era que se encontrase dispuesta a una lucha en aquel momento o mejor dicho, en esa noche, pero sabia ante cualquier ataque o gesto que pudiera servirle de amenaza contra su persona, saltaría sobre aquel joven y lo despedazaría con sus garras, antes de que pudiera defenderse.

A pesar del frio, se quito el abrigo para entregárselo al joven. El frio calo sus huesos rápidamente, pero evito hacer una mueca para demostrarlo, mas su piel se erizo rápidamente. Suspirando, se cruzo de brazos a modo de protección- Caminare detrás de ti, tendrás que guiarme y por favor, no te voltees, no hasta que te hable nuevamente –con aquel frio, no podía dejar que el chico caminara sin abrigo alguno en aquella noche de invierno, prefería ella tener que seguirle en su forma animal, a dejarle andar así como así en la noche. De brazos cruzados, se mantuvo expectante ante cualquier seña del joven, esperando también que se volteara para poder seguirle.