AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Perfect Strangers [Ramsay Drake]
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Perfect Strangers [Ramsay Drake]
¿Cuánto había pasado ya desde que había caído en estas desgracias? ¿Meses? Parecía toda una eternidad desde que se había visto forzada a pisar esta ciudad, y media eternidad más desde que había escapado de aquella sanguinaria bestia con quien su familia tenía las intenciones de atarla. Por suerte había escapado, sí, aunque se resistiera a creer que existiera algo tal como la suerte, en lo más profundo de su corazón comenzaba a albergar dudas sobre el camino que Dios le había trazado. Sabía que a nadie se le ponían pruebas que no pudiera sortear con la suficiente fe, pero esta vez parecía que todo se confabulaba a minar sus convicciones.
Hace un par de días habían concretado aquella amenaza de quitarle el techo, “un convento no era un lugar para esconder a muchachas que escapaban de casa” le habían hecho saber repetidas veces ante la negativa de decirles el motivo por el que había escapado. Aurora no acostumbra a ser alguien que aceptara de buenas a primeras la ayuda de otros, aun ahora lo de refugiarse en aquel claustro había sido únicamente porque era su única opción, pero ahora, con nada más que un par de monedas restantes en los bolsillos, las ideas más desesperadas habían empezado a ganar fuerza.
Ideas que iban desde pedir limosnas hasta robar ¡Pero aquello era pecado! Aun en el estado en que se encontraba… lo era. Supuso que así debían ser las encrucijadas normales por las que la gente con menos fortuna debía de pasar, lo que en parte le hizo sentir afortunada de su infancia y adolescencia, pero esas burbujas, la de su hogar en Inglaterra y la del convento en Roma, eran los únicos mundos que conocía, y a estas alturas dudaba de si alguna vez habían sido reales.
Por hoy, ya era demasiado tarde como para seguir pensando en ello. Las calles ya habían dejado atrás el ir y venir de la gente, dando paso a un sepulcral ambiente donde apenas unos aislados pasos y unos cuantos ladridos o maullidos rompían el silencio. Aurora llevaba vagando por aquellas calles todo el día, con la esperanza de encontrar un lugar donde pudiesen darle algún tipo de trabajo. Era iluso creer que con ello podría juntar rápidamente dinero suficiente como para volver a casa, pero si al menos lo suficiente como para poder enviar una carta pidiendo ayuda.
Hoy no había encontrado nada, y por lo mismo se resistió a gastar esas pocas monedas que le quedaban en algo de comer, dejándole como única misión del día buscar un lugar donde descansar unas horas. Los callejones eran pésima idea, pero en su ingenuidad no había medido el peligro que podría llegar a haber en ellos.
En ello estaba, buscando, cuando de la nada una gélida figura la arrastró a uno de los callejones cerrados. No tuvo tiempo para ver de quien, o qué, se trataba, solo sintió el aliento ajeno en su cuello antes de conseguir reaccionar y forcejear para liberarse. Sus gritos de auxilio se veían ahogados por la mano que cubría su boca, y no fue hasta que le hizo perder el equilibrio a su agresor, que consiguió escapársele. Instintivamente comenzó a correr fuera del callejón, pero lo irregular del empedrado le dificultó la huida al punto de exigirle todas sus fuerzas y concentración en ello, por lo que no fue capaz de detenerse para no estrellarse con otro transeúnte nocturno.
Aurora cayó automáticamente al suelo luego de estrellarse con él, y cuando pudo tomar consciencia de su propio cuerpo, levantó el rostro con una mirada suplicante que no hacía necesario que usara palabra alguna, pidiendo ayuda, sin saber que se trataba del mismo tipo de ser que segundos atrás amenazaba su vida.
Hace un par de días habían concretado aquella amenaza de quitarle el techo, “un convento no era un lugar para esconder a muchachas que escapaban de casa” le habían hecho saber repetidas veces ante la negativa de decirles el motivo por el que había escapado. Aurora no acostumbra a ser alguien que aceptara de buenas a primeras la ayuda de otros, aun ahora lo de refugiarse en aquel claustro había sido únicamente porque era su única opción, pero ahora, con nada más que un par de monedas restantes en los bolsillos, las ideas más desesperadas habían empezado a ganar fuerza.
Ideas que iban desde pedir limosnas hasta robar ¡Pero aquello era pecado! Aun en el estado en que se encontraba… lo era. Supuso que así debían ser las encrucijadas normales por las que la gente con menos fortuna debía de pasar, lo que en parte le hizo sentir afortunada de su infancia y adolescencia, pero esas burbujas, la de su hogar en Inglaterra y la del convento en Roma, eran los únicos mundos que conocía, y a estas alturas dudaba de si alguna vez habían sido reales.
Por hoy, ya era demasiado tarde como para seguir pensando en ello. Las calles ya habían dejado atrás el ir y venir de la gente, dando paso a un sepulcral ambiente donde apenas unos aislados pasos y unos cuantos ladridos o maullidos rompían el silencio. Aurora llevaba vagando por aquellas calles todo el día, con la esperanza de encontrar un lugar donde pudiesen darle algún tipo de trabajo. Era iluso creer que con ello podría juntar rápidamente dinero suficiente como para volver a casa, pero si al menos lo suficiente como para poder enviar una carta pidiendo ayuda.
Hoy no había encontrado nada, y por lo mismo se resistió a gastar esas pocas monedas que le quedaban en algo de comer, dejándole como única misión del día buscar un lugar donde descansar unas horas. Los callejones eran pésima idea, pero en su ingenuidad no había medido el peligro que podría llegar a haber en ellos.
En ello estaba, buscando, cuando de la nada una gélida figura la arrastró a uno de los callejones cerrados. No tuvo tiempo para ver de quien, o qué, se trataba, solo sintió el aliento ajeno en su cuello antes de conseguir reaccionar y forcejear para liberarse. Sus gritos de auxilio se veían ahogados por la mano que cubría su boca, y no fue hasta que le hizo perder el equilibrio a su agresor, que consiguió escapársele. Instintivamente comenzó a correr fuera del callejón, pero lo irregular del empedrado le dificultó la huida al punto de exigirle todas sus fuerzas y concentración en ello, por lo que no fue capaz de detenerse para no estrellarse con otro transeúnte nocturno.
Aurora cayó automáticamente al suelo luego de estrellarse con él, y cuando pudo tomar consciencia de su propio cuerpo, levantó el rostro con una mirada suplicante que no hacía necesario que usara palabra alguna, pidiendo ayuda, sin saber que se trataba del mismo tipo de ser que segundos atrás amenazaba su vida.
Aurora K. Windsor- Humano Clase Alta
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 23/05/2013
Re: Perfect Strangers [Ramsay Drake]
Hacía ya unos años que la labor de Ramsay había acabado, aun no se lo podía creer, habían pasado siglos y al fin había terminado, con pena lo aceptaba pero tenía que hacerlo ya que el tiempo jamás daba marcha hacia atrás, era realmente triste que todo quedase en nada… aunque en la vida eso siempre estaba presente por lo que debería estar acostumbrado pero era difícil… la inmortalidad lo era, habían noches en las que pensó acabar con todo, pero no podía… o más bien no se atrevía, era un cobarde pero ahora ya no tenía razón de vida, había sido un guardián tantos años que ahora que tenia libertad y tiempo para sí mismo, no sabía qué hacer, sus noches se volvían aburridas y monótonas, se alimentaba y paseaba, no había nada mas…
Menos mal que al menos le quedaban los libros, se había encerrado un largo tiempo en el pasado, en aquellos años tan brillantes y llenos de vida, pero solo era una ilusión, Ramsay lo sabia pero no tenía nada mas… estaba totalmente solo por primera vez en su vida, ya no había nadie, estaba pasando por una etapa de depresión que le duro bastante tiempo hasta que hayo la fuerza para levantar cabeza y volver a ser el mismo, comenzando con dar paseos largos y leyendo libros extranjeros para distraerse, obteniendo así un hobbie nuevo, que era coleccionar todo libro que cayese en sus manos, teniendo así su casa llena de estos, aunque todos bien ordenador por categoría y ordenados alfabéticamente, ya que no le gustaba el desorden.
Esta noche había salido para alimentarse y de paso para encontrarse con un clérigo que le regalo un libro de bolsillo de Thomas Malory, era curioso que un hombre así tuviese una novela así y tan antigua pero Ramsay se lo agradeció y le entrego a cambio una biblia que el hombre deseaba, era una biblia bien antigua, del 1500, tras ese intercambio Ramsay se alejo del lugar, ojeando el libro con gusto, hacía tiempo que estaba buscando una de sus novelas y al fin la tenia, ahora solo le quedaba irse a casa y leer hasta que el sol se presentara, vaya entretenimiento que tenia últimamente, pero era mejor que nada la verdad, había leído ya tantísimos libros… pero jamás se cansaba.
Camino por unos pasillos hasta que de pronto oyó un ruido de lo más extraño, eran pisadas pero alteradas, era evidente que alguien corría con desesperación pero torpeza, Ramsay se detuvo para oír con atención, la persona que corría no estaba sola, había alguien más, el perseguidor, no tenía el por qué meterse pero aun así lo hiso, no tenía nada que perder, aparte de que prefería salir herido el que una persona viva, ya que de por si él estaba ya muerto, no era un suicida ni nada, solo que atesoraba la vida humana más que nada, rápido corrió hacia donde había oído las pisadas, viendo como un hombre agarraba a una mujer, pero había algo raro, el aura de la persona no era normal, no era un humano… sino un vampiro, pero no era uno viejo, ni nada por el estilo, tenía pocos años y era un… sediento, se ponía oler la sangre de él, aunque eso solo si uno tenía bien el olfato, un humano no lo notaria.
Ramsay llamo su atención con un silbido para que soltara a la joven, la cual se libro, pero ahora el vampiro joven centraba su atención en este, era más que evidente que iría a por él para demostrar su fuerza o por el mero pensamiento de que deseaba quitarle su presa, menos mal que el lugar estaba oscuro, demasiado como para ver del todo lo que pasaba, por lo que Ramsay dejo que el vampiro se le acercara lo suficiente como para usar su poder, infringiéndole dolor por medio de la mente, solo los vampiros más viejos podían usarlo aunque no todos, solo algunos que lo desarrollaban, y Ramsay lo había desarrollado bastante bien con los años que había trabajado de guardián, bloqueo los movimientos del vampiro a la vez que le dañaba sin tocarle ni un pelo hasta verlo caer de rodillas, no lo iba a matar, no era su estilo, pero lo amenazo, si volví a poner un solo pie por la ciudad y una mirada sobre alguna persona del lugar, estaría muerto, el vampiro molesto huyo de allí dejándolos solos.
- ¿está usted bien? – le pregunto a la mujer al acercársele con cuidado, usando un tono tranquilo y amable, le tendió la mano por si necesitaba un apoyo para levantarse ya que parecía que la dama se había plantado en el suelo por el susto o algo, esperaba que estuviese bien.
Menos mal que al menos le quedaban los libros, se había encerrado un largo tiempo en el pasado, en aquellos años tan brillantes y llenos de vida, pero solo era una ilusión, Ramsay lo sabia pero no tenía nada mas… estaba totalmente solo por primera vez en su vida, ya no había nadie, estaba pasando por una etapa de depresión que le duro bastante tiempo hasta que hayo la fuerza para levantar cabeza y volver a ser el mismo, comenzando con dar paseos largos y leyendo libros extranjeros para distraerse, obteniendo así un hobbie nuevo, que era coleccionar todo libro que cayese en sus manos, teniendo así su casa llena de estos, aunque todos bien ordenador por categoría y ordenados alfabéticamente, ya que no le gustaba el desorden.
Esta noche había salido para alimentarse y de paso para encontrarse con un clérigo que le regalo un libro de bolsillo de Thomas Malory, era curioso que un hombre así tuviese una novela así y tan antigua pero Ramsay se lo agradeció y le entrego a cambio una biblia que el hombre deseaba, era una biblia bien antigua, del 1500, tras ese intercambio Ramsay se alejo del lugar, ojeando el libro con gusto, hacía tiempo que estaba buscando una de sus novelas y al fin la tenia, ahora solo le quedaba irse a casa y leer hasta que el sol se presentara, vaya entretenimiento que tenia últimamente, pero era mejor que nada la verdad, había leído ya tantísimos libros… pero jamás se cansaba.
Camino por unos pasillos hasta que de pronto oyó un ruido de lo más extraño, eran pisadas pero alteradas, era evidente que alguien corría con desesperación pero torpeza, Ramsay se detuvo para oír con atención, la persona que corría no estaba sola, había alguien más, el perseguidor, no tenía el por qué meterse pero aun así lo hiso, no tenía nada que perder, aparte de que prefería salir herido el que una persona viva, ya que de por si él estaba ya muerto, no era un suicida ni nada, solo que atesoraba la vida humana más que nada, rápido corrió hacia donde había oído las pisadas, viendo como un hombre agarraba a una mujer, pero había algo raro, el aura de la persona no era normal, no era un humano… sino un vampiro, pero no era uno viejo, ni nada por el estilo, tenía pocos años y era un… sediento, se ponía oler la sangre de él, aunque eso solo si uno tenía bien el olfato, un humano no lo notaria.
Ramsay llamo su atención con un silbido para que soltara a la joven, la cual se libro, pero ahora el vampiro joven centraba su atención en este, era más que evidente que iría a por él para demostrar su fuerza o por el mero pensamiento de que deseaba quitarle su presa, menos mal que el lugar estaba oscuro, demasiado como para ver del todo lo que pasaba, por lo que Ramsay dejo que el vampiro se le acercara lo suficiente como para usar su poder, infringiéndole dolor por medio de la mente, solo los vampiros más viejos podían usarlo aunque no todos, solo algunos que lo desarrollaban, y Ramsay lo había desarrollado bastante bien con los años que había trabajado de guardián, bloqueo los movimientos del vampiro a la vez que le dañaba sin tocarle ni un pelo hasta verlo caer de rodillas, no lo iba a matar, no era su estilo, pero lo amenazo, si volví a poner un solo pie por la ciudad y una mirada sobre alguna persona del lugar, estaría muerto, el vampiro molesto huyo de allí dejándolos solos.
- ¿está usted bien? – le pregunto a la mujer al acercársele con cuidado, usando un tono tranquilo y amable, le tendió la mano por si necesitaba un apoyo para levantarse ya que parecía que la dama se había plantado en el suelo por el susto o algo, esperaba que estuviese bien.
Ramsay Drake- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/09/2013
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Re: Perfect Strangers [Ramsay Drake]
A veces el destino se confabulaba de modo irónico, cruel y sin atender a plegaria alguna. Todo se movía como un sistema de engranajes perfectamente funcional, un movimiento a la izquierda y alguien estaba a punto de morir, un movimiento a la derecha y dos personas se conocían en condiciones que dejaban bastante que desear. A Aurora le gustaba pensar que por cada persona mala, habría al menos tres buenas. Y aunque en ocasiones pareciera que la regla se volvía la inversa, también sabía que bastaba una sola persona para seguir teniendo esperanza.
Y eso era lo que acontecía. Obviamente no buscaba poner en peligro a nadie más, pero el acto reflejo de pedir ayuda era inevitable. Había cerrado los ojos con fuerza y llevado las manos a su rostro como hacía cuando pequeña, y ajena a lo que sucedía alrededor con su atacante, se limitó a esperar que todo acabara. Y sorprendentemente, aquello no tardó demasiado.
Apenas escuchó los pasos de alguien alejándose, rogando porque fuese la persona correcta, hasta que esas tres palabras rompieron con ese silencio que solo estaba acompañado por el sonido de su respiración agitada. Abrió los ojos nuevamente, solo unos instantes, y suspiró. Intentando que toda la tensión de instantes atrás desapareciera en la medida de lo posible, aunque aún no era suficiente como para esbozar una sonrisa.
Llevó la mano izquierda a su nuca para casi enterrar sus dedos en la piel de su cuello, una vieja mala costumbre suya que parecía tranquilizarle, y al ver que el extraño le tendía a su vez la suya, se dispuso a aceptar aquel gesto. Pero al quitar la mano de su cuello, vio restos de sangre, apenas un poco, y solo entonces sintió una especie de ardor en el cuello, probablemente producto de un arañazo debido a todo el forcejeo de antes. Volvió a suspirar, y está vez con la mano derecha aceptó el gesto de quien la había salvado.
¿Era tan fría como la de su atacante? ¿O solo eran pareceres suyos? Bueno, era invierno de todos modos, en nada comenzaría la época de lluvias y nevazones, así que no tenía sentido seguirle dando vueltas a ese asunto. Por fin, al ponerse de pie, pudo contemplar al extraño que Dios había puesto en su camino para salvarla. El tiempo se detuvo por unos instantes, dejándole en los labios el resabio de una sensación de familiaridad injustificada ¿Será que lo conocería de algo? No, era imposible, no conocía a nadie en esta ciudad, así que le atribuyó aquella sensación al alivio que comenzó a invadirla.
- No sé muy bien lo ha pasado, pero gracias, no sabría cómo agradecerle – dijo saliendo de sus divagaciones mentales, y olvidando en parte la pregunta que le habían hecho – Por… aquello – agregó, sin ser capaz de ponerle palabras a lo que había pasado momentos atrás - ¿Está usted bien? – preguntó haciendo gala de su evidente acento inglés, y volteando la situación sin haber respondido ella misma a esa pregunta antes. Estaba claro que no sabía cómo es que había ahuyentado a su agresor, y quizás no era necesario saberlo pese a que ya había sufrido agresiones similares desde que había llegado a París, por lo que estaba prácticamente curada de todo espanto.
¿Por eso sería que no estaba tan asustada? ¿O sería por la calma que le transmitía el semblante amable de quien la había salvado? Como fuere, Aurora distaba bastante de aquellas mujeres exageradas que de estar en su situación ya se habrían desmayado, de hecho, si se lo pensaba, era algo distante y seria, lejos de ser alguien que necesitara constantemente un caballero de brillante armadura que la rescatara, excepto esta vez.
- Mi nombre es Aurora… - dijo, cortándose antes de decir su apellido ¿De qué serviría decirlo? No es que hubiese hecho alarde de su ascendencia en la realeza inglesa, ni mucho menos lo necesitaba, pero si se hubiese atrevido a decir quién era ¿Le hubiesen creído? - ¿Puedo saber su nombre? – preguntó, al tiempo de que tomaba consciencia de que aun sostenía la mano ajena, por lo que en otro acto reflejo le soltó, escondiendo sus manos tras su espalda, algo avergonzada, haciendo evidente que no tenía experiencia alguna tratando con varones, pero este era el mundo real, no la burbuja en que solía estar.
Y eso era lo que acontecía. Obviamente no buscaba poner en peligro a nadie más, pero el acto reflejo de pedir ayuda era inevitable. Había cerrado los ojos con fuerza y llevado las manos a su rostro como hacía cuando pequeña, y ajena a lo que sucedía alrededor con su atacante, se limitó a esperar que todo acabara. Y sorprendentemente, aquello no tardó demasiado.
Apenas escuchó los pasos de alguien alejándose, rogando porque fuese la persona correcta, hasta que esas tres palabras rompieron con ese silencio que solo estaba acompañado por el sonido de su respiración agitada. Abrió los ojos nuevamente, solo unos instantes, y suspiró. Intentando que toda la tensión de instantes atrás desapareciera en la medida de lo posible, aunque aún no era suficiente como para esbozar una sonrisa.
Llevó la mano izquierda a su nuca para casi enterrar sus dedos en la piel de su cuello, una vieja mala costumbre suya que parecía tranquilizarle, y al ver que el extraño le tendía a su vez la suya, se dispuso a aceptar aquel gesto. Pero al quitar la mano de su cuello, vio restos de sangre, apenas un poco, y solo entonces sintió una especie de ardor en el cuello, probablemente producto de un arañazo debido a todo el forcejeo de antes. Volvió a suspirar, y está vez con la mano derecha aceptó el gesto de quien la había salvado.
¿Era tan fría como la de su atacante? ¿O solo eran pareceres suyos? Bueno, era invierno de todos modos, en nada comenzaría la época de lluvias y nevazones, así que no tenía sentido seguirle dando vueltas a ese asunto. Por fin, al ponerse de pie, pudo contemplar al extraño que Dios había puesto en su camino para salvarla. El tiempo se detuvo por unos instantes, dejándole en los labios el resabio de una sensación de familiaridad injustificada ¿Será que lo conocería de algo? No, era imposible, no conocía a nadie en esta ciudad, así que le atribuyó aquella sensación al alivio que comenzó a invadirla.
- No sé muy bien lo ha pasado, pero gracias, no sabría cómo agradecerle – dijo saliendo de sus divagaciones mentales, y olvidando en parte la pregunta que le habían hecho – Por… aquello – agregó, sin ser capaz de ponerle palabras a lo que había pasado momentos atrás - ¿Está usted bien? – preguntó haciendo gala de su evidente acento inglés, y volteando la situación sin haber respondido ella misma a esa pregunta antes. Estaba claro que no sabía cómo es que había ahuyentado a su agresor, y quizás no era necesario saberlo pese a que ya había sufrido agresiones similares desde que había llegado a París, por lo que estaba prácticamente curada de todo espanto.
¿Por eso sería que no estaba tan asustada? ¿O sería por la calma que le transmitía el semblante amable de quien la había salvado? Como fuere, Aurora distaba bastante de aquellas mujeres exageradas que de estar en su situación ya se habrían desmayado, de hecho, si se lo pensaba, era algo distante y seria, lejos de ser alguien que necesitara constantemente un caballero de brillante armadura que la rescatara, excepto esta vez.
- Mi nombre es Aurora… - dijo, cortándose antes de decir su apellido ¿De qué serviría decirlo? No es que hubiese hecho alarde de su ascendencia en la realeza inglesa, ni mucho menos lo necesitaba, pero si se hubiese atrevido a decir quién era ¿Le hubiesen creído? - ¿Puedo saber su nombre? – preguntó, al tiempo de que tomaba consciencia de que aun sostenía la mano ajena, por lo que en otro acto reflejo le soltó, escondiendo sus manos tras su espalda, algo avergonzada, haciendo evidente que no tenía experiencia alguna tratando con varones, pero este era el mundo real, no la burbuja en que solía estar.
Aurora K. Windsor- Humano Clase Alta
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Re: Perfect Strangers [Ramsay Drake]
Cuando le tendió la mano y la joven la tomo, ni por nada del mundo habría estado preparado para lo que vino después, la joven se alzo dejando que la escasa luz recorriese su rostro, un rostro que se le hacía infinitivamente conocido, ¿estaba alucinando? ¿Comenzaba la locura a invadirle? Aquella joven se parecía tanto a ella… demasiado, incluso su tono de voz, aun cuando habían pasado siglos enteros, Ramsay los recordaba como si fuese ayer mismo la última vez que la había oído, pero ahí estaba… era imposible, ella había muerto, había comprobado el cuerpo, ya que el mismo la había enterado… pero entonces… ¿Quién era ella? No era una vampiresa por lo que la teoría de que ella fuese convertida tiempo atrás quedaba anulada, era humana de eso no había duda… se quedo sin habla mientras la observaba, era como volver al pasado, a un pasado que realmente añoraba como humano, una sensación de nostalgia lo invadió pero no dolorosamente, sino de forma cálida, la mano de ella le trasmitía la sensación.
- Mi nombre… es Ramsay Drake – hiso una reverencia cuando la joven le quito la mano, había visto el rubor en su rostro, sentía vergüenza y eso se le hiso tierno ya que pocas mujeres tenían semejantes reacciones en el día de hoy aun cuando se hacían pasar por decentes – pero no debería de preocuparse por mí, yo estoy bien pero la que me preocupa es usted, ante semejante ataque debió de asustarse mucho, pero me alegra ver que no resulto herida aunque… - se rebusco en su chaqueta sacando un pañuelo de tela – se hiso un leve corte, permítame – comento suave mientras llevaba su mano con el pañuelo a la pequeña herida que tenia ella en el cuello, cuando había rebuscado en su chaqueta, se hiso intencionadamente un leve corte en el índice, puso su dedo sobre la herida de la joven para luego limpiarla con el pañuelo quitando la sangre, viendo que ya no sangraba ni cicatriz le había quedado, menos mal que la sangre de vampiro era así de curativa, algo bueno tenía el ser uno, lo había aprendido hacia años, aunque sus poderes solo los había usado para ayudar a la familia que había servido…
pero ahora podía ayudar a esta joven, era mejor tapar la herida ya que no quería que otro vampiro se presentara para tomar de la joven como si ella fuese un barril de vino… le entrego el pañuelo diciéndole que podía quedárselo ya que tenía muchos más, en el pañuelo había un poco de sangre de ella pero también la suya propia aunque no había distinción, lo bueno de mesclar sangre es que podía sentir a la joven un poco, algo en su interior le hacía querer protegerla, quizás por su aspecto que tanto le recordaba a alguien muy querido para él o era solo su aura de bondad… no lo sabía pero quizás había hallado un nuevo propósito en su vida inmortal.
- Mi nombre… es Ramsay Drake – hiso una reverencia cuando la joven le quito la mano, había visto el rubor en su rostro, sentía vergüenza y eso se le hiso tierno ya que pocas mujeres tenían semejantes reacciones en el día de hoy aun cuando se hacían pasar por decentes – pero no debería de preocuparse por mí, yo estoy bien pero la que me preocupa es usted, ante semejante ataque debió de asustarse mucho, pero me alegra ver que no resulto herida aunque… - se rebusco en su chaqueta sacando un pañuelo de tela – se hiso un leve corte, permítame – comento suave mientras llevaba su mano con el pañuelo a la pequeña herida que tenia ella en el cuello, cuando había rebuscado en su chaqueta, se hiso intencionadamente un leve corte en el índice, puso su dedo sobre la herida de la joven para luego limpiarla con el pañuelo quitando la sangre, viendo que ya no sangraba ni cicatriz le había quedado, menos mal que la sangre de vampiro era así de curativa, algo bueno tenía el ser uno, lo había aprendido hacia años, aunque sus poderes solo los había usado para ayudar a la familia que había servido…
pero ahora podía ayudar a esta joven, era mejor tapar la herida ya que no quería que otro vampiro se presentara para tomar de la joven como si ella fuese un barril de vino… le entrego el pañuelo diciéndole que podía quedárselo ya que tenía muchos más, en el pañuelo había un poco de sangre de ella pero también la suya propia aunque no había distinción, lo bueno de mesclar sangre es que podía sentir a la joven un poco, algo en su interior le hacía querer protegerla, quizás por su aspecto que tanto le recordaba a alguien muy querido para él o era solo su aura de bondad… no lo sabía pero quizás había hallado un nuevo propósito en su vida inmortal.
Ramsay Drake- Vampiro Clase Media
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