AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tiempo de verdades violentas | Privado
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Tiempo de verdades violentas | Privado
El aroma de las lavandas del pequeño jarrón junto a la ventana, se desplegaba por toda la habitación. El cortinado de color amarillo claro, estaba cerrado, y los últimos vestigios de luz del atardecer, no lograban penetrar. Dentro, por lo bajo, Lyudmilla tarareaba una canción, mientras se cepillaba el cabello frente al espejo. Estaba sentada con la espalda derecha y el corsé atenazándole las costillas. Ya se había acostumbrado, pues para eso había sido criada, a la dolorosa sensación de aquel atuendo. Sin embargo, la sencillez del vestido azul con puntillas en los puños, en nada de parecía a los hermosos trajes que habían conformado su guardarropa de la infancia y adolescencia. El tiempo había pasado, con ello sus experiencias; la vida con sus golpes y con ello sus aprendizajes; el dolor con su ardor y de él…sólo quedaron las cicatrices.
Apoyó el cepillo de mango de marfil, que le habían regalado, sobre el tocador. Sus ojos se fijaron en la llama de la vela que tenía encendida frente a ella, que se mecía suavemente a causa de la brisa que penetraba por las hendijas de la ventana. Se puso de pie y observó tras el vidrio, sería una noche ventosa. No le gustaba el viento, tampoco el frío, ni mucho menos la nieve, la trasladaban a los peores recuerdos del desgastante y horrible viaje junto a su padre enfermo y su hermano pequeño. En ocasiones, cuando un escalofrío le recorría el cuerpo, viajaba, inevitablemente, a ese pasado que prefería enterrar, pero al cual, de alguna manera muy extraña, respetaba. Había llegado a esa conclusión hacía varios años, cuando se percató de lo mucho que había salido fortalecida. Pensó en su madre, que no resistió la vida de penumbra y penuria de una celda, en su padre enfermo, que sólo era sostenido por sus dos hijos, y también en ella y su hermano, que habían sido, paradójicamente, más beneficiados.
Tenía un profundo amor por su hermano, él era su fuerza y su sostén. Había sido sólo un niño cuando tuvieron que enfrentarse a aquellos dolorosos desarraigos, y en él no habían hecho mella. Lo consideraba un valiente y un verdadero guerrero, y por él haría lo que fuese necesario para que sea feliz. Solía reflexionar que aún trataba a Rhostislav como si se fuese de un niño, hasta llegaba a hablarle como a un bebé, y lo cierto es que ya era todo un hombre. Se había convertido en un caballero, y ella se había esforzado por darle una educación para que honrase el apellido y la memoria de Yulia. También le compraba ropa cara y hacía tiempo, le había dado lecciones para agradar a las chicas. Suponía que debía ser un galán, era el vivo reflejo de Víktor en su juventud, pero nunca hablaban de ese tema. A Lyudmilla le daba cierto pudor preguntarle sobre sus aventuras románticas, y temía que él pudiera interpretarlo de una manera errónea y se alejase.
Volvió a sentarse frente al espejo. Hurgó en el pequeño cofre de madera que oficiaba de joyero, en busca de unos pequeños pendientes de plata, que colocó en los lóbulos de sus orejas. Tomó un listón de seda en color celeste, lo extendió, pasando los dedos con firmeza para estirarlo; luego recogió su cabello en un tirante rodete, con manos hábiles. Con la derecha, tomó el listón y lo ató en un prolijo moño, que sostuvo a la perfección su peinado. Abrió un cajón y sacó un diminuto frasco de vidrio, que contenía una sustancia líquida, su adorada esencia de jazmines. Le quitó el corcho, lo dio vuelta sobre su índice, y se perfumó detrás de las orejas, en el escote, los puños y los pliegues del brazo. Siempre ese aroma la embargaba de serenidad, que era lo que necesitaba para cruzar su casa, saludar a su familia, y partir a trabajar, como cada noche. Guardó el envase y se quedó mirándose, y sus ojos brillaron ante el deseo de llorar. ¡Engañaba a todos! Pero recordó que no podía darse el lujo de abandonar los beneficios que su empleo le daba no sólo a ella, sino también a su familia. <<Lyudmilla, tranquila, es un trabajo digno, como cualquiera>> evocaba esas palabras que una compañera le había dicho hacía mucho tiempo, intentaba convencerse, pero se le anudaba el estómago ante su propia mentira. Tocaron la puerta, y supuso que era la doméstica que anunciaba la cena.
—Pase —dijo, al tiempo que recobraba la compostura.
Apoyó el cepillo de mango de marfil, que le habían regalado, sobre el tocador. Sus ojos se fijaron en la llama de la vela que tenía encendida frente a ella, que se mecía suavemente a causa de la brisa que penetraba por las hendijas de la ventana. Se puso de pie y observó tras el vidrio, sería una noche ventosa. No le gustaba el viento, tampoco el frío, ni mucho menos la nieve, la trasladaban a los peores recuerdos del desgastante y horrible viaje junto a su padre enfermo y su hermano pequeño. En ocasiones, cuando un escalofrío le recorría el cuerpo, viajaba, inevitablemente, a ese pasado que prefería enterrar, pero al cual, de alguna manera muy extraña, respetaba. Había llegado a esa conclusión hacía varios años, cuando se percató de lo mucho que había salido fortalecida. Pensó en su madre, que no resistió la vida de penumbra y penuria de una celda, en su padre enfermo, que sólo era sostenido por sus dos hijos, y también en ella y su hermano, que habían sido, paradójicamente, más beneficiados.
Tenía un profundo amor por su hermano, él era su fuerza y su sostén. Había sido sólo un niño cuando tuvieron que enfrentarse a aquellos dolorosos desarraigos, y en él no habían hecho mella. Lo consideraba un valiente y un verdadero guerrero, y por él haría lo que fuese necesario para que sea feliz. Solía reflexionar que aún trataba a Rhostislav como si se fuese de un niño, hasta llegaba a hablarle como a un bebé, y lo cierto es que ya era todo un hombre. Se había convertido en un caballero, y ella se había esforzado por darle una educación para que honrase el apellido y la memoria de Yulia. También le compraba ropa cara y hacía tiempo, le había dado lecciones para agradar a las chicas. Suponía que debía ser un galán, era el vivo reflejo de Víktor en su juventud, pero nunca hablaban de ese tema. A Lyudmilla le daba cierto pudor preguntarle sobre sus aventuras románticas, y temía que él pudiera interpretarlo de una manera errónea y se alejase.
Volvió a sentarse frente al espejo. Hurgó en el pequeño cofre de madera que oficiaba de joyero, en busca de unos pequeños pendientes de plata, que colocó en los lóbulos de sus orejas. Tomó un listón de seda en color celeste, lo extendió, pasando los dedos con firmeza para estirarlo; luego recogió su cabello en un tirante rodete, con manos hábiles. Con la derecha, tomó el listón y lo ató en un prolijo moño, que sostuvo a la perfección su peinado. Abrió un cajón y sacó un diminuto frasco de vidrio, que contenía una sustancia líquida, su adorada esencia de jazmines. Le quitó el corcho, lo dio vuelta sobre su índice, y se perfumó detrás de las orejas, en el escote, los puños y los pliegues del brazo. Siempre ese aroma la embargaba de serenidad, que era lo que necesitaba para cruzar su casa, saludar a su familia, y partir a trabajar, como cada noche. Guardó el envase y se quedó mirándose, y sus ojos brillaron ante el deseo de llorar. ¡Engañaba a todos! Pero recordó que no podía darse el lujo de abandonar los beneficios que su empleo le daba no sólo a ella, sino también a su familia. <<Lyudmilla, tranquila, es un trabajo digno, como cualquiera>> evocaba esas palabras que una compañera le había dicho hacía mucho tiempo, intentaba convencerse, pero se le anudaba el estómago ante su propia mentira. Tocaron la puerta, y supuso que era la doméstica que anunciaba la cena.
—Pase —dijo, al tiempo que recobraba la compostura.
Lyudmilla Blavatsky- Prostituta Clase Media
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 24/10/2011
Re: Tiempo de verdades violentas | Privado
Los días pasaban continuamente frente a sus ojos, su vida se desarrollaba con la misma rutina de siempre, estaba algo cansado, saldría a algún lado, al burdel, no sabría dónde pero tenía que ir a algún sitio. Odiaba estar encerrado y más cuando habían dado una especie de toque de queda y él estaba muy molesto. Habían avistado personas vestidas de cuero negro augurando peligro en las calles. Estas habían acortado las horas del burdel y de salir al exterior, nada de nada. No estaba de acuerdo, pero que se le iba a hacer. La policía hacia lo que le daba la puta gana y golpeaban a aquellos que les daba la gana.
-Suspiro-
-Bostezo-
-Aburrimiento-
-Esto es aburridísimo…-Bufo cansado de estar tumbado en la cama sin nada que hacer. Miraba la pared sin ponerle demasiada atención y todos sus pensamientos le rondaban en la cabeza. Estaba harto de estar ahí y solamente se levantó de la cama para poder caminar unos pasos alrededor de su cama, pero igualmente era en vano, se ponía más nervioso, el tiempo se alargaba considerablemente y la tarde se volvía cada vez más oscura, las luces se encendían antes y la noche aparecía oscura y tenebrosa. No por eso no saldría a escondidas. Se dirigió hacia la habitación de su hermana en donde seguramente dormía, pero al escuchar el “pase” sonrió victorioso, puso su acostumbrada mala cara de pocos amigos y se quedó observándola-….¿Qué? ¿Otro cliente? –murmuro mirándola de abajo arriba.
-…Espero que traigas dinero…al menos más que el otro día…-suspira-…Los costes de padre cada vez son más caros…-dijo como dejándolo caer sin importarle en como pudiera repercutir aquello. Se hizo camino hacia dentro de la habitación sin importarle las quejas ajenas, se puso detrás del cuerpo de su hermana y lentamente se acercó a besarle el hombro, a la vez que le acaricio su delicado y pálido brazo-…Voy a salir…-susurro sobre aquella tersidad pálida de su hermana, termino por abrazarla por detrás con ambos brazos, olio aquel perfume que a veces forzadamente conseguía excitarle, aun tenia aquel problema que desconocía, no se…Daba igual.
La separación de después entre él y su hermana, era que ya estaban separados unos 20 cm de distancia entre uno y otro, se había sentado en el borde de la cama de esa habitación a continuar con la observación. Termino por levantarse y cerró la puerta de aquella habitación-…Vas a salir cuando acaban de dar el toque de queda….-suspiro-..Si se te ha pasado por esa cabeza tuya…-Bajo la mirada al suelo-…Dame dinero, igual yo quiero salir de este antro…-miro a su hermana con una falsa teatralización de un rostro triste, pucheros, queriendo obtener beneficios para sí mismo, pero sabía que no iba a ser así .. ¿O sí?
-Suspiro-
-Bostezo-
-Aburrimiento-
-Esto es aburridísimo…-Bufo cansado de estar tumbado en la cama sin nada que hacer. Miraba la pared sin ponerle demasiada atención y todos sus pensamientos le rondaban en la cabeza. Estaba harto de estar ahí y solamente se levantó de la cama para poder caminar unos pasos alrededor de su cama, pero igualmente era en vano, se ponía más nervioso, el tiempo se alargaba considerablemente y la tarde se volvía cada vez más oscura, las luces se encendían antes y la noche aparecía oscura y tenebrosa. No por eso no saldría a escondidas. Se dirigió hacia la habitación de su hermana en donde seguramente dormía, pero al escuchar el “pase” sonrió victorioso, puso su acostumbrada mala cara de pocos amigos y se quedó observándola-….¿Qué? ¿Otro cliente? –murmuro mirándola de abajo arriba.
-…Espero que traigas dinero…al menos más que el otro día…-suspira-…Los costes de padre cada vez son más caros…-dijo como dejándolo caer sin importarle en como pudiera repercutir aquello. Se hizo camino hacia dentro de la habitación sin importarle las quejas ajenas, se puso detrás del cuerpo de su hermana y lentamente se acercó a besarle el hombro, a la vez que le acaricio su delicado y pálido brazo-…Voy a salir…-susurro sobre aquella tersidad pálida de su hermana, termino por abrazarla por detrás con ambos brazos, olio aquel perfume que a veces forzadamente conseguía excitarle, aun tenia aquel problema que desconocía, no se…Daba igual.
La separación de después entre él y su hermana, era que ya estaban separados unos 20 cm de distancia entre uno y otro, se había sentado en el borde de la cama de esa habitación a continuar con la observación. Termino por levantarse y cerró la puerta de aquella habitación-…Vas a salir cuando acaban de dar el toque de queda….-suspiro-..Si se te ha pasado por esa cabeza tuya…-Bajo la mirada al suelo-…Dame dinero, igual yo quiero salir de este antro…-miro a su hermana con una falsa teatralización de un rostro triste, pucheros, queriendo obtener beneficios para sí mismo, pero sabía que no iba a ser así .. ¿O sí?
Última edición por Rhostislav Blavatsky el Mar Feb 11, 2014 6:46 am, editado 1 vez
Rhostislav Blavatsky1- Humano Clase Media
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 11/09/2013
Re: Tiempo de verdades violentas | Privado
Antes de voltear, supo que era su querido hermano. Su aroma inconfundible inundó la habitación, y ella giró la cabeza con una amplia sonrisa. Se puso de pie y observó la totalidad del guapo hombre que tenía frente a ella. Se preguntó en qué momento había crecido tanto. Aún le parecía ver al niño dulce y frágil que acunaba para dormir mientras los dientes de ambos castañeaban de frío en medio de una tormenta de nieve. Extrañaba los tiempos de inocencia, la adversidad los había hecho uno, los había hecho unirse de una manera simbiótica. Lyudmilla sentía un profundo e inalcanzable amor por Rhostislav, una admiración y devoción hondas y sin límite. Él había sido y era su fuente de fortaleza, de él sacaba el deseo de levantarse cada mañana, de abrirse al mejor postor y de transitar con la mayor dignidad posible el triste sendero en que se había convertido su vida. Ella estaba marchita, pero rezaba para que en su muchacho no pesara aquel pasado doloroso y plagado de ausencias y carencias.
El modo imperativo, casi violento, con el que se dirigió a ella le llamó la atención. Le pareció haber escuchado mal, no podía haber dicho la palabra “clientes”, era imposible que él supiera. La mueca alegre del principio, se fue desfigurando lentamente, hasta convertirse en una sonrisa nerviosa. Las manos le temblaron, por eso optó por apretárselas, y cuando notó que le transpiraban más de lo humanamente posible, las secó en su falda. Se puso de pie y lo dejó acercarse. Seguía impactada por la forma en que se dirigía a su persona, Rhostislav jamás la trataba de aquella manera, y pensó que podía tener algún problema. Intentó pensar si su hermano era alguna especie de vicioso o un apostador que tenía deudas, pero lo descartó rápidamente. Quizá estaba enamorado de una muchacha que no le correspondía, y eso le provocaba aquella actitud tan desagradable. Hasta en su mirada había algo distinto, sabía de hombres y sabía leer a las personas, no era ingenua. Rhostislav ocultaba algo, que no era tan puro.
—Voy a agradecerte que no me hables de esa manera —acortó la distancia que los separaba y le acarició el rostro con una mano— No tengo clientes, tengo pacientes —enfatizó la última palabra— Mi trabajo en el hospital me demanda mucho tiempo, lo sé, intentaré obtener la mayor cantidad de dinero posible. Conozco muy bien los costos de la casa, te recuerdo que soy yo quien la mantengo —si bien usó un tono suave, en sus ojos había decisión. Lo tomó de la mano y lo guió hasta su cama, lo hizo sentarse y ella a su lado. Entrelazó sus dedos con los de él y lo contempló varios segundos— Rhos, ¿qué te sucede? Jamás me habías tratado de esa manera. Puedes pedirme dinero siempre que el disponible no sea el destinado al tratamiento de papá, pero debes hacerlo cordialmente, no soy una desconocida, soy tu hermana —le palmeó levemente la rodilla— ¿Tienes algún problema del que no estoy enterada? Puedes confiar en mí. Sé que tienes a tus amigos, pero nuestra relación…es especial, sabes perfectamente todo lo que vivimos, y yo siempre estaré allí mientras lo necesites —le acarició el cabello, peinándoselo— ¡Qué guapo te has puesto! —la emocionó observarlo tan de cerca. La imagen del padre de la niñez se le hizo presente— Eres igual a papá en sus buenos tiempos, debes sentirte orgulloso —de su escote sacó un monedero, lo que le dio cierto pudor, pues una dama respetable nada guardaba entre sus senos, pero intentó que no lo notase. Lo abrió— Dime cuánto necesitas, y quiero saber para qué. No me gusta que estés de juerga, papá te necesita aquí por las noches, ya que yo estoy en el hospital.
El modo imperativo, casi violento, con el que se dirigió a ella le llamó la atención. Le pareció haber escuchado mal, no podía haber dicho la palabra “clientes”, era imposible que él supiera. La mueca alegre del principio, se fue desfigurando lentamente, hasta convertirse en una sonrisa nerviosa. Las manos le temblaron, por eso optó por apretárselas, y cuando notó que le transpiraban más de lo humanamente posible, las secó en su falda. Se puso de pie y lo dejó acercarse. Seguía impactada por la forma en que se dirigía a su persona, Rhostislav jamás la trataba de aquella manera, y pensó que podía tener algún problema. Intentó pensar si su hermano era alguna especie de vicioso o un apostador que tenía deudas, pero lo descartó rápidamente. Quizá estaba enamorado de una muchacha que no le correspondía, y eso le provocaba aquella actitud tan desagradable. Hasta en su mirada había algo distinto, sabía de hombres y sabía leer a las personas, no era ingenua. Rhostislav ocultaba algo, que no era tan puro.
—Voy a agradecerte que no me hables de esa manera —acortó la distancia que los separaba y le acarició el rostro con una mano— No tengo clientes, tengo pacientes —enfatizó la última palabra— Mi trabajo en el hospital me demanda mucho tiempo, lo sé, intentaré obtener la mayor cantidad de dinero posible. Conozco muy bien los costos de la casa, te recuerdo que soy yo quien la mantengo —si bien usó un tono suave, en sus ojos había decisión. Lo tomó de la mano y lo guió hasta su cama, lo hizo sentarse y ella a su lado. Entrelazó sus dedos con los de él y lo contempló varios segundos— Rhos, ¿qué te sucede? Jamás me habías tratado de esa manera. Puedes pedirme dinero siempre que el disponible no sea el destinado al tratamiento de papá, pero debes hacerlo cordialmente, no soy una desconocida, soy tu hermana —le palmeó levemente la rodilla— ¿Tienes algún problema del que no estoy enterada? Puedes confiar en mí. Sé que tienes a tus amigos, pero nuestra relación…es especial, sabes perfectamente todo lo que vivimos, y yo siempre estaré allí mientras lo necesites —le acarició el cabello, peinándoselo— ¡Qué guapo te has puesto! —la emocionó observarlo tan de cerca. La imagen del padre de la niñez se le hizo presente— Eres igual a papá en sus buenos tiempos, debes sentirte orgulloso —de su escote sacó un monedero, lo que le dio cierto pudor, pues una dama respetable nada guardaba entre sus senos, pero intentó que no lo notase. Lo abrió— Dime cuánto necesitas, y quiero saber para qué. No me gusta que estés de juerga, papá te necesita aquí por las noches, ya que yo estoy en el hospital.
Lyudmilla Blavatsky- Prostituta Clase Media
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 24/10/2011
Re: Tiempo de verdades violentas | Privado
-No…No tengo ninguno…ahora dame…-expandió la mano mientras veía que ella se sacaba el dinero de su escote, pero termino cogiendo aquel monederito el cual cogió dos billetes grandes, metió la mano en el escote de su hermana para devolverle el monedero y así poder aprovechar la oportunidad de rozar sus senos-….Si…”mama” –Burlo con aquellas palabras a quien era su hermana mayor, la que cuidaba de él y de su padre que aún estaba moribundo en la cama. Aunque tenía días buenos, este era uno de ellos -…No volveré más pronto de las dos de la mañana así que no me ates como una de esas perras a las que llamas compañeras de enfermería…-Tomo del cuello de su hermana para inclinarla hacia atrás, colocando una rodilla entre los muslos de esta para después acariciarle un muslo ascendiendo hasta su nalga la cual apretujo.
-….Si dices que nuestra relación es tan especial, ¿Por qué no me confiesas que trabajas en un burdel y no en un hospital? –Se quedó mirando a la mirada celeste de su hermana, la cual acaricio con la mano que subió de su nalga una de sus mejillas con total suavidad-… ¿eh? ¿Hermanita?...-Después de tenerla en esa posición comenzó a besar aquel pálido cuello que estaba perfectamente cuidado para pararse nuevamente en su mirada-….Soy tu hermano…aquel el cual has cuidado durante semanas en una pútrida celda en el más cruel de los inviernos cuando supuestamente hubo traición…-Sus labios se transformaron en una línea horizontal con lo que los segundos del reloj de arena se detuvieron hasta que volvieron a moverse con la frustración contenida del benjamín de los Blavatsky.
Finalmente se separó de aquel cuerpo femenino.
Se separó de su hermana que parecía entrar en pánico, pero solamente le recordó que no estaba sola tal y como ella decía-….Tu puedes decir a los demás que pueden confiar en ti, pero después no devuelves el favor para con la otra persona, te quedas para ti tus problemas. Puedes hacer lo que te dé la gana, no es de mi incumbencia desde ahora ni lo será en el futuro ¡NO Soy un crio! Tengo ya la suficiente edad para valerme por mi mismo, si no me gusta algo de alguien, esa persona se lleva en la cara un puñetazo o si una mujer me desobedece sufrirá la ira de la palma de mi mano hasta tal punto que sangra, o si me entero de algo que pueda involucrarme problemas con otra persona se toman las medidas adecuadas. Yo no me quedo de brazos cruzados Lyudmilla, ¡No me quedo! –Con esas y con el dinero que tomo en mano, se lo metió en el bolsillo, saliendo de aquella habitación que para nada había solucionado el ser amable –a su modo- para poder mantener una conversación tranquila. Pero su hermana lo trataba como si no supiera nada de la vida.
Bajo las escaleras de aquella pequeña y modesta mansión en la que podían mantener gracias al dinero de su hermana, pero aparte con lo que traía del puerto, apenas se sentía que ayudaba en algo. No supo porque se le cruzo la idea de ir al burdel a coger trabajo pero no iba a caer tan bajo.
Ríe con arrogancia sobre el retrato familiar de ambos.
-Qué familia más patética…-Con las mismas, tomo las llaves de casa, el chaquetón ligero pues el clima parecía haber intercambiado lugares con el invierno y parecía apreciar más calidez que vientos fríos -…- Pensó en volver y disculparse con su hermana. Normalmente era tranquilo con ella, pero se había sentido atado, y eso es lo que más odiaba de una persona. No. No lo haría y simplemente, con unos pasos hacia delante, comenzó a caminar dios sabe a dónde.
-….Si dices que nuestra relación es tan especial, ¿Por qué no me confiesas que trabajas en un burdel y no en un hospital? –Se quedó mirando a la mirada celeste de su hermana, la cual acaricio con la mano que subió de su nalga una de sus mejillas con total suavidad-… ¿eh? ¿Hermanita?...-Después de tenerla en esa posición comenzó a besar aquel pálido cuello que estaba perfectamente cuidado para pararse nuevamente en su mirada-….Soy tu hermano…aquel el cual has cuidado durante semanas en una pútrida celda en el más cruel de los inviernos cuando supuestamente hubo traición…-Sus labios se transformaron en una línea horizontal con lo que los segundos del reloj de arena se detuvieron hasta que volvieron a moverse con la frustración contenida del benjamín de los Blavatsky.
Finalmente se separó de aquel cuerpo femenino.
Se separó de su hermana que parecía entrar en pánico, pero solamente le recordó que no estaba sola tal y como ella decía-….Tu puedes decir a los demás que pueden confiar en ti, pero después no devuelves el favor para con la otra persona, te quedas para ti tus problemas. Puedes hacer lo que te dé la gana, no es de mi incumbencia desde ahora ni lo será en el futuro ¡NO Soy un crio! Tengo ya la suficiente edad para valerme por mi mismo, si no me gusta algo de alguien, esa persona se lleva en la cara un puñetazo o si una mujer me desobedece sufrirá la ira de la palma de mi mano hasta tal punto que sangra, o si me entero de algo que pueda involucrarme problemas con otra persona se toman las medidas adecuadas. Yo no me quedo de brazos cruzados Lyudmilla, ¡No me quedo! –Con esas y con el dinero que tomo en mano, se lo metió en el bolsillo, saliendo de aquella habitación que para nada había solucionado el ser amable –a su modo- para poder mantener una conversación tranquila. Pero su hermana lo trataba como si no supiera nada de la vida.
Bajo las escaleras de aquella pequeña y modesta mansión en la que podían mantener gracias al dinero de su hermana, pero aparte con lo que traía del puerto, apenas se sentía que ayudaba en algo. No supo porque se le cruzo la idea de ir al burdel a coger trabajo pero no iba a caer tan bajo.
Ríe con arrogancia sobre el retrato familiar de ambos.
-Qué familia más patética…-Con las mismas, tomo las llaves de casa, el chaquetón ligero pues el clima parecía haber intercambiado lugares con el invierno y parecía apreciar más calidez que vientos fríos -…- Pensó en volver y disculparse con su hermana. Normalmente era tranquilo con ella, pero se había sentido atado, y eso es lo que más odiaba de una persona. No. No lo haría y simplemente, con unos pasos hacia delante, comenzó a caminar dios sabe a dónde.
Rhostislav Blavatsky1- Humano Clase Media
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 11/09/2013
Re: Tiempo de verdades violentas | Privado
De pronto, sin ningún tipo de preparación, el castillo de naipes de Lyudmilla se derrumbó, arrasando con su paso toda su dignidad, todos los restos de su honor, todo el amor puro. No pudo hablar, simplemente, se había quedado muda. No había palabras para expresar el torbellino que se había desatado en su interior y en su hogar. ¿Cómo se había enterado? ¿Cómo era posible? Sus excusas eran perfectas, su accionar acompañaba el discurso de manera intachable, nunca dio motivos para dudar, nunca dio una mínima señal para que su hermano sospechara y comenzara a hacer peligrosas averiguaciones. No comprendía nada de lo que estaba ocurriendo. A la mujer hecha y derecha, dueña de sus actos, puta de los hombres más importantes, la habían dejado sin recursos, nada más ni nada menos que la persona que más amaba en el mundo. No parecía su Rhostislav el que estaba frente a ella, su mirada furiosa, su cinismo, el deprecio con el que se dirigía a su persona, era inconcebible. En nada se parecía al niño y al hombre que ella había criado, al muchacho amoroso que la saludaba cada mañana cuando volvía del trabajo. Lo habían cambiado por otro, debía ser una artimaña de sus ojos, su imaginación le estaba jugando una mala pasada. Era, simplemente, imposible que su hermano fuese ese chico que la maltrataba, que hablaba de violencia, que hasta en su pose destilaba odio. Su Rhostislav era dulce y encantador, no aquel que parecía demente.
Dio un paso adelante, intentó tocarlo, pero inmediatamente se arrepintió. Volvió la mano al costado del cuerpo. Sin dar crédito a lo que de su boca salía, escuchaba atentamente. No podía concebir aquellas frases sin sentido que escupía sin pensar en las consecuencias. Sería en vano negarle la realidad, sería en vano rogar su perdón. Él no estaba valorando el esfuerzo que realizaba, el sacrificio que hacía para darles lo mejor a él y a su padre, porque nunca dejaba nada para ella. Víktor y Rhos recibían cosas buenas, de excelente calidad, gracias a su profesión, gracias a la humillación que sufría noche tras noche, atendiendo un cliente, y otro, y otro más. ¿Acaso su hermano no veía lo difícil que era todo? No quiso oír más, y a punto estuvo de echarlo, pero le ahorró el trabajo. Dio un portazo, dejándola con el alma rota. Los labios y las manos le temblaban, se sentó un instante sobre la cama, le costaba respirar. Las lágrimas rodaban sin detenerse. Se tapó el rostro con las palmas y ahogó un grito, que de haberlo llevado a cabo, hubiera despertado hasta los muertos. Era el fin, todo había acabado. Pensó en su padre, estaba segura que su hermano se lo diría. La idea de que Víktor se enterase de lo que ella hacía, lo mataría; no podía permitirlo.
Salió corriendo tras su hermano, bajó los escaleras casi a los saltos, le preguntó a la enfermera, que justo en ese momento llevaba unas sábanas, si había visto dónde estaba Rhostislav. La mujer le respondió que acababa de salir por la puerta trasera. Lyudmilla se lanzó a la carrera, y agradeció la luz de las farolas que le permitían ver la silueta no tan lejana de su hermano. Le gritó, nada. Aceleró, siguió gritando, nada. Cuando estuvo cerca, estiró el brazo y agarró al menor, lo hizo parar en seco. La ira le recorría el cuerpo como lava, ella era la mayor, era la autoridad, era quien lo mantenía, y por más que fuese una ramera, merecía respeto. Con todo el dolor de su alma, alzó la mano y le dio una bofetada. La palma le quedó caliente, sin embargo, hizo acopio de toda su fortaleza, y a los empujones lo llevó adentro, sin importarles las malditas protestas que hacía. Lo hizo cruzar el patio, y lo metió al depósito de herramientas. Cerró la puerta, y algunas que colgaban, tintinearon con la brisa. Le dio otro empujón y lo obligó a sentarse en un baúl.
— ¡Vas a respetarme! —exclamó. Caminaba de un lado a otro. —Desagradecido, ingrato… —lo encaró, poniéndose muy cerca de él. No se amilanaría, por más que le partiera la existencia lo que veía en los refulgentes ojos de Rhostislav. —Soy tu hermana, ¡soy tu hermana! Y vas a respetarme. Si maltratas a las mujeres, como dijiste, me importa una mierda. —La rubia debía estar realmente enfadada para usar aquel tipo de expresiones. —A mi no me tratarás como a una cualquiera, te lavarás la boca con jabón antes de faltarme el respeto. Te crié, te di y te doy todo de mí, y así me lo devuelves. ¿Qué hice contigo? ¿En qué me equivoqué? —Lo tomó del rostro— Quita esa expresión, yo no soy tus amiguitos idiotas. Todo lo que tienes, es por mí, porque me abro de piernas cada noche para que tú y papá tengan lo mejor. ¿Y osas pedirme que te confiese cosas? No es así, no es así —lo soltó con desprecio y se alejó. —Rhostislav, yo te amo, te amo con todo mi ser, pero no te voy a permitir que me maltrates, no te voy a permitir que me hables como me hablaste, y tampoco te voy a permitir que le vayas con el cuentito a papá. Tienes prohibido hablar con él de esto. ¿Te quedó claro? —se había calmado, a medida que hablaba. Pero sabía que no conseguiría mucho, lo veía en su hermano.
Dio un paso adelante, intentó tocarlo, pero inmediatamente se arrepintió. Volvió la mano al costado del cuerpo. Sin dar crédito a lo que de su boca salía, escuchaba atentamente. No podía concebir aquellas frases sin sentido que escupía sin pensar en las consecuencias. Sería en vano negarle la realidad, sería en vano rogar su perdón. Él no estaba valorando el esfuerzo que realizaba, el sacrificio que hacía para darles lo mejor a él y a su padre, porque nunca dejaba nada para ella. Víktor y Rhos recibían cosas buenas, de excelente calidad, gracias a su profesión, gracias a la humillación que sufría noche tras noche, atendiendo un cliente, y otro, y otro más. ¿Acaso su hermano no veía lo difícil que era todo? No quiso oír más, y a punto estuvo de echarlo, pero le ahorró el trabajo. Dio un portazo, dejándola con el alma rota. Los labios y las manos le temblaban, se sentó un instante sobre la cama, le costaba respirar. Las lágrimas rodaban sin detenerse. Se tapó el rostro con las palmas y ahogó un grito, que de haberlo llevado a cabo, hubiera despertado hasta los muertos. Era el fin, todo había acabado. Pensó en su padre, estaba segura que su hermano se lo diría. La idea de que Víktor se enterase de lo que ella hacía, lo mataría; no podía permitirlo.
Salió corriendo tras su hermano, bajó los escaleras casi a los saltos, le preguntó a la enfermera, que justo en ese momento llevaba unas sábanas, si había visto dónde estaba Rhostislav. La mujer le respondió que acababa de salir por la puerta trasera. Lyudmilla se lanzó a la carrera, y agradeció la luz de las farolas que le permitían ver la silueta no tan lejana de su hermano. Le gritó, nada. Aceleró, siguió gritando, nada. Cuando estuvo cerca, estiró el brazo y agarró al menor, lo hizo parar en seco. La ira le recorría el cuerpo como lava, ella era la mayor, era la autoridad, era quien lo mantenía, y por más que fuese una ramera, merecía respeto. Con todo el dolor de su alma, alzó la mano y le dio una bofetada. La palma le quedó caliente, sin embargo, hizo acopio de toda su fortaleza, y a los empujones lo llevó adentro, sin importarles las malditas protestas que hacía. Lo hizo cruzar el patio, y lo metió al depósito de herramientas. Cerró la puerta, y algunas que colgaban, tintinearon con la brisa. Le dio otro empujón y lo obligó a sentarse en un baúl.
— ¡Vas a respetarme! —exclamó. Caminaba de un lado a otro. —Desagradecido, ingrato… —lo encaró, poniéndose muy cerca de él. No se amilanaría, por más que le partiera la existencia lo que veía en los refulgentes ojos de Rhostislav. —Soy tu hermana, ¡soy tu hermana! Y vas a respetarme. Si maltratas a las mujeres, como dijiste, me importa una mierda. —La rubia debía estar realmente enfadada para usar aquel tipo de expresiones. —A mi no me tratarás como a una cualquiera, te lavarás la boca con jabón antes de faltarme el respeto. Te crié, te di y te doy todo de mí, y así me lo devuelves. ¿Qué hice contigo? ¿En qué me equivoqué? —Lo tomó del rostro— Quita esa expresión, yo no soy tus amiguitos idiotas. Todo lo que tienes, es por mí, porque me abro de piernas cada noche para que tú y papá tengan lo mejor. ¿Y osas pedirme que te confiese cosas? No es así, no es así —lo soltó con desprecio y se alejó. —Rhostislav, yo te amo, te amo con todo mi ser, pero no te voy a permitir que me maltrates, no te voy a permitir que me hables como me hablaste, y tampoco te voy a permitir que le vayas con el cuentito a papá. Tienes prohibido hablar con él de esto. ¿Te quedó claro? —se había calmado, a medida que hablaba. Pero sabía que no conseguiría mucho, lo veía en su hermano.
Lyudmilla Blavatsky- Prostituta Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/10/2011
Re: Tiempo de verdades violentas | Privado
La mano ardiente de su hermana aun palpitaba en su mejilla a la vez que la escuchaba replicar con aquella voz de pito que tanto le caracterizaba. No pudo evitarlo. No pudo evitar saltar, no saltar, si no abrirse de brazos para poder abrazar a su hermana con ambos brazos, sin mas soltó a llorar y no eran lagrimas de cocodrilo, no, estaba arrepentido pero desde que llegaron a aquel lugar, a Paris, él mismo jamás había podido conciliar el sueño, jamás podía hacer amistades solidas pues nunca eran de fiar o simplemente le miraban con intenciones de follarselo en una esquina de algún callejón.
Ya fuera hombre o mujer. Se saco su chaqueta de su cuerpo y la puso sobre los hombros de su hermana, volviéndola a abrazar en silencio mientras salían mas lagrimas, suplicando en silencio ser perdonado y consolado por la única persona que lo tomaba en serio. Su hermana. Su única amiga y por lo pronto la única persona que sentía como si fuera su propia madre -…Perdóname hermana, perdóname –No habían sido las palabras de un sinvergüenza, sino las del verdadero Rhostislav que se arrepintió de lo que dijo a su estimada hermana y a la única persona en quien confiaba al cien por cien.
La desesperación y la desidia le habían llevado por el camino equivocado. En verdad necesitaba ese trago en una taberna en donde solía observar a un joven que por algún motivo no le podía quitar los ojos de encima, pero también iba por las mujeres picantes que se sentaban sobre sus pantalones y la bebida que podías beber hasta reventar. Mientras seguía abrazado a su hermana, sentía que podría estar molestándola. Se separo inmediatamente de ella y se sentó en un banco que había cerca de donde estaban. La noche era fría pero calurosa. No había apenas gente por alrededor y todo (apenas) estaba en silencio. Incluso que cerca había una taberna, no se escuchaba nada de nada, ni gritos de bebederos ni mujeres riéndose con vulgaridad.
Rhostislav acariciaba sus cabellos con suavidad mostrándose cuidadoso a no despeinarse demasiado. No se atrevía a mirar a su hermana que posiblemente estaría a su lado aun, permaneciendo callada y sin decir nada - ¿Te…te hacen daño en ese lugar? –Se refería al burdel. Al menos él mantendría su secreto si sabia de que no sufría daños colaterales. Finalmente la miro a los ojos con la ternura que siempre tenia para ella -….No iba en serio con pegarte, lo juro…-se limpio las lagrimas que no podía ocultar – jamás lo haría con una mujer…-Ambas manos fueron a sus sienes, maldiciéndose por lo que dijo anteriormente – Eres hermosa, si no fueras mi hermana ya te habría cortejado ¡lo juro! Pero dime, deja a este pobre hermano tranquilo de que te tratan bien….-La miraba como suplicando su respuesta – y puedes estar tranquila, me llevare tu secreto a la tumba, pero al menos a mi, no me ocultes tu vida pues creo que yo también pertenezco a ella –Con la mirada puesta en la belleza de su hermana, le pedía sinceridad ante todo.
No más mentiras.
No más secretos entre ambos.
Quería respirar en paz.
Ya fuera hombre o mujer. Se saco su chaqueta de su cuerpo y la puso sobre los hombros de su hermana, volviéndola a abrazar en silencio mientras salían mas lagrimas, suplicando en silencio ser perdonado y consolado por la única persona que lo tomaba en serio. Su hermana. Su única amiga y por lo pronto la única persona que sentía como si fuera su propia madre -…Perdóname hermana, perdóname –No habían sido las palabras de un sinvergüenza, sino las del verdadero Rhostislav que se arrepintió de lo que dijo a su estimada hermana y a la única persona en quien confiaba al cien por cien.
La desesperación y la desidia le habían llevado por el camino equivocado. En verdad necesitaba ese trago en una taberna en donde solía observar a un joven que por algún motivo no le podía quitar los ojos de encima, pero también iba por las mujeres picantes que se sentaban sobre sus pantalones y la bebida que podías beber hasta reventar. Mientras seguía abrazado a su hermana, sentía que podría estar molestándola. Se separo inmediatamente de ella y se sentó en un banco que había cerca de donde estaban. La noche era fría pero calurosa. No había apenas gente por alrededor y todo (apenas) estaba en silencio. Incluso que cerca había una taberna, no se escuchaba nada de nada, ni gritos de bebederos ni mujeres riéndose con vulgaridad.
Rhostislav acariciaba sus cabellos con suavidad mostrándose cuidadoso a no despeinarse demasiado. No se atrevía a mirar a su hermana que posiblemente estaría a su lado aun, permaneciendo callada y sin decir nada - ¿Te…te hacen daño en ese lugar? –Se refería al burdel. Al menos él mantendría su secreto si sabia de que no sufría daños colaterales. Finalmente la miro a los ojos con la ternura que siempre tenia para ella -….No iba en serio con pegarte, lo juro…-se limpio las lagrimas que no podía ocultar – jamás lo haría con una mujer…-Ambas manos fueron a sus sienes, maldiciéndose por lo que dijo anteriormente – Eres hermosa, si no fueras mi hermana ya te habría cortejado ¡lo juro! Pero dime, deja a este pobre hermano tranquilo de que te tratan bien….-La miraba como suplicando su respuesta – y puedes estar tranquila, me llevare tu secreto a la tumba, pero al menos a mi, no me ocultes tu vida pues creo que yo también pertenezco a ella –Con la mirada puesta en la belleza de su hermana, le pedía sinceridad ante todo.
No más mentiras.
No más secretos entre ambos.
Quería respirar en paz.
Rhostislav Blavatsky1- Humano Clase Media
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Re: Tiempo de verdades violentas | Privado
Dudó. Dudó una y mil veces en aquellos segundos que duró el abrazo, si eran ciertas las palabras y las lágrimas de su hermano. Se odió por no confiar, pero la experiencia le dictaba que debía ir con pie de plomo. Aquel muchacho fuera de sí y resentido que había salido de la casa hacía unos instantes y que ella había traído de vuelta como un chiquillo herido, no era su Rhostislav. Con amargura, se dio cuenta de que desde el momento en que pusieron un pie en aquella ciudad, había negado el hecho de que ninguno de los tres –ni su padre, ni su hermano, ni ella- eran los mismos ni volverían a serlo. Se había esmerado hasta la idiotez para seguir cubriendo todo en una nebulosa de ilusión. Ella era una enfermera bondadosa del hospital, Rhos un muchacho feliz y Víktor se curaría pronto. Había soñado una y mil veces que podrían salir a pasear a la plaza juntos, reír y alimentar a las palomas bajo el sol matinal. Ella sosteniendo una sombrilla de colores pastel, y sus dos hombres enfundados en ropas elegantes, con un brazo apoyado en la espalda, como caminaban los de la alta sociedad. Hasta había imaginado a Víktor con un brillante bastón, ayudándolo en su paso. Habían sido hermosas imágenes, que la rubia había estado segura que algún día conseguiría. Pero el castillo de naipes había recibido un cachetazo, y todo por lo que luchaba, se había desmoronado ante sus ojos. Aceptó el gesto de Rhostislav, pero algo en su interior estaba muriéndose lentamente. Lo había golpeado, él le había gritado y, ante sus ojos, le pedía disculpas. Esos no eran ellos, o quizá sí, y Lyudmilla se había negado a verlo durante todos esos años.
—Es un burdel, muchacho, ¿cómo crees que tratan a las mujeres? —soltó casi con violencia. Se lamentó instantáneamente de la rudeza de sus palabras, y se acercó para ser ella quien acariciase la cabeza de su hermano, la cual apoyó en su vientre. —Podría ser peor, créeme. Pero no tengo más alternativa. Sé que no es fácil asimilar esta realidad, pero es lo que nos ha tocado en suerte, Rhos… —con los dedos le delineó la mitad del rostro, suavemente. Suspiró, y apretó los dientes para evitar que las lágrimas rodasen por sus mejillas. —Claro que perteneces a mi vida, sin embargo, ¿consideras que estoy orgullosa de ser una prostituta? No podría habértelo dicho en mil años, pero no sé cómo descubriste esto. Si tuviera el corazón de piedra, o al menos los nervios de hierro, habría sido capaz de negártelo, pero no puedo. Es el fin de mi mentira —se preguntó cómo la vería Rhostislav a partir de ese momento. Ella no se había percatado de algún cambio en él hasta esa misma noche, y no podría soportar su mirada acusatoria o, en el peor de los casos, de pena.
—Gracias por guardar éste secreto —se acuclilló frente a él y lo tomó de las manos— Tú también eres hermoso, mi niño. Sólo quiero que seas feliz, que consigas lo que deseas. Sí, yo…uso mi cuerpo, es para que papá y tú tengan lo mejor. Sabes que no ha sido fácil ni lo será —lo apretó suavemente. Se puso de pie, le dio la espalda y caminó unos pasos. Necesitaba alejarse un poco de él. —Te ruego que no me juzgues, ni tampoco sientas lástima por mí. No es lo que nuestros padres —<<ni yo>>— hubieran querido para mí, pero hay cosas mucho más indignas que lo que yo hago. Me he acostumbrado, y cada vez que puedo comprar una medicina o puedo hacerte un regalo, me doy cuenta que todo mi esfuerzo es recompensado —era eso lo que realmente sentía. Lyudmilla no quería ser martirizada, y con aquellas palabras se sintió hipócrita. Estaba intentando desdramatizar la situación, y sólo conseguía imaginar el discurso de una canonización. —Hasta he llegado a disfrutarlo —mentira—, me han tocado hombres buenos que, incluso, me han ayudado con médicos y algún que otro tratamiento —otra vil mentira. — ¿Puedes decirme cómo te enteraste? —necesitaba saberlo.
—Es un burdel, muchacho, ¿cómo crees que tratan a las mujeres? —soltó casi con violencia. Se lamentó instantáneamente de la rudeza de sus palabras, y se acercó para ser ella quien acariciase la cabeza de su hermano, la cual apoyó en su vientre. —Podría ser peor, créeme. Pero no tengo más alternativa. Sé que no es fácil asimilar esta realidad, pero es lo que nos ha tocado en suerte, Rhos… —con los dedos le delineó la mitad del rostro, suavemente. Suspiró, y apretó los dientes para evitar que las lágrimas rodasen por sus mejillas. —Claro que perteneces a mi vida, sin embargo, ¿consideras que estoy orgullosa de ser una prostituta? No podría habértelo dicho en mil años, pero no sé cómo descubriste esto. Si tuviera el corazón de piedra, o al menos los nervios de hierro, habría sido capaz de negártelo, pero no puedo. Es el fin de mi mentira —se preguntó cómo la vería Rhostislav a partir de ese momento. Ella no se había percatado de algún cambio en él hasta esa misma noche, y no podría soportar su mirada acusatoria o, en el peor de los casos, de pena.
—Gracias por guardar éste secreto —se acuclilló frente a él y lo tomó de las manos— Tú también eres hermoso, mi niño. Sólo quiero que seas feliz, que consigas lo que deseas. Sí, yo…uso mi cuerpo, es para que papá y tú tengan lo mejor. Sabes que no ha sido fácil ni lo será —lo apretó suavemente. Se puso de pie, le dio la espalda y caminó unos pasos. Necesitaba alejarse un poco de él. —Te ruego que no me juzgues, ni tampoco sientas lástima por mí. No es lo que nuestros padres —<<ni yo>>— hubieran querido para mí, pero hay cosas mucho más indignas que lo que yo hago. Me he acostumbrado, y cada vez que puedo comprar una medicina o puedo hacerte un regalo, me doy cuenta que todo mi esfuerzo es recompensado —era eso lo que realmente sentía. Lyudmilla no quería ser martirizada, y con aquellas palabras se sintió hipócrita. Estaba intentando desdramatizar la situación, y sólo conseguía imaginar el discurso de una canonización. —Hasta he llegado a disfrutarlo —mentira—, me han tocado hombres buenos que, incluso, me han ayudado con médicos y algún que otro tratamiento —otra vil mentira. — ¿Puedes decirme cómo te enteraste? —necesitaba saberlo.
Lyudmilla Blavatsky- Prostituta Clase Media
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Re: Tiempo de verdades violentas | Privado
Te ruego que no me juzgues, ni tampoco sientas lástima por mí.............Me he acostumbrado, y cada vez que puedo comprar una medicina o puedo hacerte un regalo,me han tocado hombres buenos que, incluso, me han ayudado con médicos y algún que otro tratamiento¿Puedes decirme cómo te enteraste?
Las palabras de Lyudmilla resonaban en la cabeza de su desquiciado hermano que con todo lo que estaba pasando a su alrededor, él mismo no se daba cuenta de que estaba perdido completamente, pero ¿en serio que serían buenos? Vamos, desde que llegaron no han recibido ni un golpe de suerte, bueno, su padre seguía vivo por el puro milagro de las medicinas que el también compraba para su padre. Él también hacia un trabajo sucio en el puerto, todo el día subiendo y montando cajas para después llenarlas y subirlas. Ya era algo agobiante la lluvia de palabras de su hermana y más la que se formuló como pregunta. “¿Cómo te enteraste? “ No era imbécil, a él también le gustaba disfrutar de la mano de una mujer sobre su erecto pene de vez en cuando, pero lo que más le gustaba era espiar en las habitaciones que muchas de ellas los baños se compartían.
Algo exclusivo para un cliente y una puta que sean habituales –Tsk tengo mis contactos….-Deslizo una mano por las piernas de su hermana, por aquellas medias de seda de buena calidad -¿Sabes estas medias lo que podríamos hacer con ellas? –susurro con cierta malicia mientras indago un poco más en el interior de la entrepierna de su hermana, fue depositando un ligero camino de suaves besos picaros sobre aquel pálido cuello de su hermana, sangre de su sangre – Podríamos venderlas y conseguir algo de dinero….o…-fue llevando sus labios hacia un poco más cerca de su rostro, tirando del lóbulo de la oreja para sonreír tras ver que se le puso la piel de gallina a su querida hermana – Además…- Se atrevió a meter aún más la mano, llegando hasta el epicentro del sexo femenino, volviéndola a besar el cuello para finalmente tomarla del mentón, observarla mientras sacaba la mano de aquel lugar y acercarla de la cintura hacia el
– Este…labial…-Su pulgar acaricio el labial carmesí que había sido puesto momentos atrás, arrastrándolo de una manera sensual y critica –Podría venderse por un poco de pan recién hecho….-Su nariz fue oliendo el aroma de su hermana - el perfume del pecado está impregnado en tu piel…-Y siendo rápido, antes de que volviera a ser abofeteado, le sujeto la mano derecha pues la otra se la tenía presa tras la espalda, sonriendo estaba Rhostislav viendo a su hermana quien era una puta – el aroma de una puta….-lamio parte de su mentón con la punta de su lengua para probar el aceitoso sabor del maquillaje y los polvos sobre su rostro – que hará todo lo que yo quiera si no quiere que su estimado padre muera de un ataque de pánico….-Aquellas palabras fueron dichas con firmeza, altanería que demostraron que por un momento, Rhostislav quería ser el protagonista por una vez en su vida.
Lamento el retraso u.u
Rhostislav Blavatsky1- Humano Clase Media
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Re: Tiempo de verdades violentas | Privado
Lyudmilla no daba crédito a la situación que estaba viviendo. Un nudo en el estómago se convirtió en un gusto amargo que subía y bajaba por su garganta, vomitaría, asqueada por la forma en que su hermano la trataba, la tocaba, ¡la besaba! Él era su niño y, de pronto, se había convertido en un pervertido cualquiera, que no le importaba el vínculo que los unía, la sangre compartida que corría por las venas de ambos. ¿En qué había fallado con Rhostislav? Había pasado su existencia intentando preservarlo de los males, le daba dinero para que tuviera sus propias cosas, jamás le había demostrado una actitud que lo obligase a pensar de una manera distinta, que le diese vuelta las ideas. Hubiera querido golpearlo hasta dejarle el rostro morado e hinchado, hasta arrancarle con tenazas calientes aquella expresión de lascivia de su rostro, que se traducía en aquella sonrisa que jamás le había visto a él, pero que sí distinguía en otros, en hombres extraños, que utilizaban su cuerpo para descargar sus frustraciones sexuales o llevar a cabo sus más perversas fantasías. Pero el espanto la tenía paralizada, y cuando reaccionó, fue demasiado tarde, el muchacho ya la había inmovilizado. No podía frenar las lágrimas que caían por sus mejillas, lágrimas de impotencia, de tristeza, de dolor, de repugnancia; si aquello era una de las tantas pesadillas que solían asaltarla, deseaba despertar en ese preciso instante, pero no, no despertaba, y se sumía cada vez más en una realidad oscura, en la cual nunca se imaginó estar.
—Somos hermanos, Rhos, por Dios… ¿Qué te sucede? —preguntó, intentando contener las náuseas. —Te daré dinero, todo lo que quieras, pero basta de esto, tú no eres así… —O quizá ese era su verdadero hermano, y había pasado la mitad de su vida idealizándolo, creando una imagen de él que no era. Lyudmilla no había hecho otra cosa que desvivirse por él, nuevamente se preguntó en qué había fallado, en qué momento de sus erráticas vidas Rhostislav se había desviado en el camino y había galopado tan frenéticamente por un sendero peligroso, que ella no había logrado verlo pasar. —No es necesario vender nada, yo tengo dinero guardado, y tampoco es necesario que juegues de ésta manera —movió levemente su cabeza, para evitar que siguiera lamiéndola.
— ¿Qué quieres de mi? No metas a papá en esto, está muy enfermo, no quieres matarlo… —pero luego de estar viviendo esa situación, la muchacha pensó que a su hermano poco le importaba la familia. Estaba invadiéndola e insultándola como si fuera una desconocida; sí, era una ramera, pero no merecía aquel castigo. Ella no era feliz haciendo lo que hacía, pero había tenido que conformarse y aceptar su suerte, a sabiendas de que no era el camino correcto, de que en algún momento debería expiar sus pecados, pero no imaginó que de aquella forma tan cruel. ¿Acaso todo el sufrimiento no era suficiente? —Haré lo que me digas, pero deja a nuestro padre fuera de toda ésta situación. Permítele vivir en paz el tiempo que le quede de vida. ¿Por qué me odias tanto, Rhos? ¡Oh Dios mío! —rompió en llanto, incapaz de seguir conteniendo la desilusión. Estaba aprisionada por su hermano, que sólo veía en ella a una prostituta a la cual extorsionar. ¿Merecía todo aquello? ¿Tanto daño le había provocado a su querido Rhostislav?
—Somos hermanos, Rhos, por Dios… ¿Qué te sucede? —preguntó, intentando contener las náuseas. —Te daré dinero, todo lo que quieras, pero basta de esto, tú no eres así… —O quizá ese era su verdadero hermano, y había pasado la mitad de su vida idealizándolo, creando una imagen de él que no era. Lyudmilla no había hecho otra cosa que desvivirse por él, nuevamente se preguntó en qué había fallado, en qué momento de sus erráticas vidas Rhostislav se había desviado en el camino y había galopado tan frenéticamente por un sendero peligroso, que ella no había logrado verlo pasar. —No es necesario vender nada, yo tengo dinero guardado, y tampoco es necesario que juegues de ésta manera —movió levemente su cabeza, para evitar que siguiera lamiéndola.
— ¿Qué quieres de mi? No metas a papá en esto, está muy enfermo, no quieres matarlo… —pero luego de estar viviendo esa situación, la muchacha pensó que a su hermano poco le importaba la familia. Estaba invadiéndola e insultándola como si fuera una desconocida; sí, era una ramera, pero no merecía aquel castigo. Ella no era feliz haciendo lo que hacía, pero había tenido que conformarse y aceptar su suerte, a sabiendas de que no era el camino correcto, de que en algún momento debería expiar sus pecados, pero no imaginó que de aquella forma tan cruel. ¿Acaso todo el sufrimiento no era suficiente? —Haré lo que me digas, pero deja a nuestro padre fuera de toda ésta situación. Permítele vivir en paz el tiempo que le quede de vida. ¿Por qué me odias tanto, Rhos? ¡Oh Dios mío! —rompió en llanto, incapaz de seguir conteniendo la desilusión. Estaba aprisionada por su hermano, que sólo veía en ella a una prostituta a la cual extorsionar. ¿Merecía todo aquello? ¿Tanto daño le había provocado a su querido Rhostislav?
Lyudmilla Blavatsky- Prostituta Clase Media
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Re: Tiempo de verdades violentas | Privado
Escuchaba atentamente a su hermana ¿Qué la dejara en paz? ¿Y a el que? ¿Qué pasaba? ¿A el alguien le dejaba tranquilo? Separándose de su hermana unos pasos hacia atrás, cayéndose del asiento hacia atrás dando una vuelta torpe en el asiento se hizo algo de daño pero nada que no le permitiera ponerse de pie - ¿Y a mí quien me deja en paz?! –Grito en pregunta Rhostislav comenzando a sentirse impotente de la situación, sintiéndose incapaz de controlar la ira que estaba a punto de destruir el bello rostro de su hermosa hermana, pero cayo de rodillas arrepintiéndose de lo que hizo momentos antes de su caída torpe.
- ¡Tengo a mi jefe que me mira más el culo que las tetas a una prostituta! ¡No puedo trabajar porque en cualquier momento temo que me violen y me dices que o meta a padre en esto?! Creo que para quien trabajo lo conoce y no quiero que seas tú la única que se rompe a trabajar. Eres mujer, deberías aprovechar de la belleza que puedas tener por el momento…-Termino sentándose de nuevo en el banco al lado de su hermana, arrastrando los cabellos hacia atrás, alborotándolos de una manera desordenada por el estrés de no saber qué hacer en ese tipo de situaciones.
Rhostislav se dejaría violar por una mujer igual de hermosa que su hermana. Se la quedó mirando fijamente y sin más se mordió el labio inferior hasta que lo hizo sangrar. No se dio cuenta de lo que hizo que se limpió con el resto de la camisa.
-Lyudmilla, esto, en la manera en que estamos viviendo ¿Te crees que esto es vida? –Pregunto seriamente con un tono de preocupación en su voz, estaba siendo temeroso porque no quería ser como aquellos que pedían mendrugos de pan - ¿Por qué tenemos que sufrir de esta maldita manera? –Se levantó y golpeo tantas veces aquel banco de manera cómo le fue posible, desatando toda su ira y su desprecio contra aquellos que querían destrozarlo por completo – No me malinterpretes, joder, porque ¿Sabes? Si no fueras mi jodida hermana te violaría en cada esquina –Estas palabras fueron susurradas con el cuidado de una serpiente que se desliza hasta el más inocente de los odios, pero en este caso al de su hermana Lyudmilla – ¡Y no te odio! ¿¡Cómo podría odiarte!? ¡Eres todo lo que tengo! ¡Tú y PADRE! –Decía entrando en un estado de furia inminente, subió su rostro hacia las estrellas - ¿¡Me has oído?! ¡Ni se te ocurra morirte, maldita seas! –Gritaba a pleno pulmón, desahogándose quizás porque en parte la culpa la tenía su padre, pero en cualquier caso ahora estaba desatado, sin saber o sin tener apenas un rumbo por el que seguir.
Rhostislav estaba tan embriagado de decepción sobre sí mismo que el alcohol tan solo podría poner arreglos florales a su ira, podría adornarlo más incluso deformarlo volviéndolo de una manera demasiado ambigua, y como sus pasos no estaban siendo medidos a la perfección, su cuerpo rozo y choco con un cuerpo ambulante que iba por su mismo camino, pero Rhostislav lo malinterpreto como una amenaza y comenzó a pegar puñetazos al extraño sin razón alguna, pero la pelea finalizo con Rhostislav sobre el regazo de Lyudmilla, dejando al extraño formando vocablos toscos y de un tono elevado.
Rhostislav estaba ido y destrozado. Había abusado a su hermana, la había chantajeado y ahora se metió con padre cuando el pobre hombre estaba enfermo sobre su lecho. Lágrimas de vergüenza recorrían el rostro escondido de Rhostislav entre el regazo de su hermana – Por esta vergüenza que siento ahora, mejor prefiero la muerte a que me veas de este modo. Te humillé bajo la fiesta ciega de la ira o de querer esperar más….-Dijo con la voz rota, desamparada y entrecortada –No te merezco como un hermano.
Rhostislav Blavatsky1- Humano Clase Media
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Re: Tiempo de verdades violentas | Privado
Sin dudas, Rhostislav estaba completamente superado por la situación. Lyudmilla se preguntó en qué momento se le había escapado de las manos, y se dijo que, a pesar de ser una amplia conocedora del sexo masculino, jamás había detenido su pensamiento en su hermano, dando por sentado que él era feliz, o al menos lo intentaba. El relato que emanaba de los labios del muchacho, le parecía ajeno, como si perteneciese a la vida de otra persona, y no al chico inocente que ella había criado como a un hijo, y se dio cuenta que ella era la principal responsable, por no haber admitido jamás que ya era un hombre y no un niño. Dejó de lado el impacto que le había provocado el anterior chantaje y manoseo de su hermano, se irguió y lo escuchó con atención. Cada palabra le parecía una daga, le dolía su dolor, y podía imaginar la tortura que significaba para él verse envuelto en la toxicidad del ambiente que le relataba. La ucraniana, ni por asomo, había cavilado la posibilidad de lo mal que la estaba pasando, y tomó una decisión que sabía que iba a costarle.
—Deja ese trabajo, Rhos… —murmuró. —Sí, déjalo —y la firmeza acudió a su voz. Lo miró directo a los hermosos ojos, y extendió una mano para tomar la ajena. —Yo trabajaré más duro, empeñaré algunas joyas que tengo reservadas, pero debes dejar ese trabajo. Seré quien se haga cargo de todo. Quiero que estudies, que te formes, o que busques un trabajo donde no seas maltratado, sin importar la paga —le dio un leve apretón. —Sabes que a ti y a nuestro padre los amo más que a todo lo existente, que son mis pulmones, que son el aire que respiro. Vivo y muero por ustedes, y si llevo la vida que llevo, por más que te parezca humillante, para mí no lo es. Es la manera que he encontrado de mantener nuestro hogar.
Se puso de pie y recorrió el pequeño habitáculo. Se acariciaba el mentón con un pulgar, pensando en el rumbo que habían tomado los acontecimientos. Lyudmilla era la clase de persona que no albergaba rencor por nadie, por ende, ya había eliminado de su mente la horrible situación que había vivido en manos de la lascivia y la perversión de su hermano. Se sentía responsable, de hecho, lo era. Desde hacía casi diez años vendía su cuerpo para poder darles de comer a Víktor y a Rhostislav, ellos eran el eje central de su vida, y haría cualquier sacrificio con tal de que ellos estuviesen bien. Lo escuchó llorar y se detuvo en seco, con los párpados bien abiertos ante la visión de un joven frágil y quebrado, no parecía su dulce hermano menor. Caminó hacia él, se acuclilló en el piso y lo abrazó, mientras lo acunaba como a un bebé. Le dio pequeños besos en la coronilla, mientras le susurraba que todo iba a estar bien, que ella se haría cargo de la situación.
—Estás perdonado, Rhos. Deja ya de castigarte. Entiendo que estás pasando por un horror —se secó las lágrimas propias. No soportaba verlo así. —No me importa lo que digas, eres el mejor hermano que puedo tener. Soy la mayor, soy responsable por ti y por nuestro padre, y me haré cargo de todo. Sólo quiero que seas feliz, que conozcas a una buena muchacha y formes una familia —se alejó escasos centímetros. —Papá se pondrá feliz si le das nietos, quizá hasta le dé ánimos para recuperarse. Sería maravilloso tener ésta casa repleta de niños tan hermosos como tú, correteando y jugando, ¿no lo crees? —le sonrió con dificultad, pero le agradaba la idea. Sería realmente un sueño hecho realidad. —Saldremos adelante, hermano. Te lo prometo. Por eso, quiero que cambies de empleo, que hagas cosas que te hagan feliz, y que dejes todo en mis manos —debería recurrir a algunos de sus clientes de alcurnia, seguramente alguno podría conseguirle un puesto digno a Rhostislav. Sí, eso haría.
—Deja ese trabajo, Rhos… —murmuró. —Sí, déjalo —y la firmeza acudió a su voz. Lo miró directo a los hermosos ojos, y extendió una mano para tomar la ajena. —Yo trabajaré más duro, empeñaré algunas joyas que tengo reservadas, pero debes dejar ese trabajo. Seré quien se haga cargo de todo. Quiero que estudies, que te formes, o que busques un trabajo donde no seas maltratado, sin importar la paga —le dio un leve apretón. —Sabes que a ti y a nuestro padre los amo más que a todo lo existente, que son mis pulmones, que son el aire que respiro. Vivo y muero por ustedes, y si llevo la vida que llevo, por más que te parezca humillante, para mí no lo es. Es la manera que he encontrado de mantener nuestro hogar.
Se puso de pie y recorrió el pequeño habitáculo. Se acariciaba el mentón con un pulgar, pensando en el rumbo que habían tomado los acontecimientos. Lyudmilla era la clase de persona que no albergaba rencor por nadie, por ende, ya había eliminado de su mente la horrible situación que había vivido en manos de la lascivia y la perversión de su hermano. Se sentía responsable, de hecho, lo era. Desde hacía casi diez años vendía su cuerpo para poder darles de comer a Víktor y a Rhostislav, ellos eran el eje central de su vida, y haría cualquier sacrificio con tal de que ellos estuviesen bien. Lo escuchó llorar y se detuvo en seco, con los párpados bien abiertos ante la visión de un joven frágil y quebrado, no parecía su dulce hermano menor. Caminó hacia él, se acuclilló en el piso y lo abrazó, mientras lo acunaba como a un bebé. Le dio pequeños besos en la coronilla, mientras le susurraba que todo iba a estar bien, que ella se haría cargo de la situación.
—Estás perdonado, Rhos. Deja ya de castigarte. Entiendo que estás pasando por un horror —se secó las lágrimas propias. No soportaba verlo así. —No me importa lo que digas, eres el mejor hermano que puedo tener. Soy la mayor, soy responsable por ti y por nuestro padre, y me haré cargo de todo. Sólo quiero que seas feliz, que conozcas a una buena muchacha y formes una familia —se alejó escasos centímetros. —Papá se pondrá feliz si le das nietos, quizá hasta le dé ánimos para recuperarse. Sería maravilloso tener ésta casa repleta de niños tan hermosos como tú, correteando y jugando, ¿no lo crees? —le sonrió con dificultad, pero le agradaba la idea. Sería realmente un sueño hecho realidad. —Saldremos adelante, hermano. Te lo prometo. Por eso, quiero que cambies de empleo, que hagas cosas que te hagan feliz, y que dejes todo en mis manos —debería recurrir a algunos de sus clientes de alcurnia, seguramente alguno podría conseguirle un puesto digno a Rhostislav. Sí, eso haría.
Lyudmilla Blavatsky- Prostituta Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/10/2011
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