Solfeo Privado (Mikelangelo Van Dort)

La cita se había concretado para las 20 horas, las calles estaban repletas de almas vagabundeando la noche y el carruaje andaba lentamente porque la nieve de las calles truncaban el movimiento de las ruedas y enfriaba las patas inquietas de Frankie, el caballo manchado de negro, que se quejaba más de lo usual en este viaje. Daniel ordenó al cochero detenerse y se bajó del carruaje a un par de calles de distancia del teatro y le ordenó a su cochero, Broley, que se llevara a Frankie de inmediato a la casona y lo alimente, acto seguido se dirige al teatro a pie.
La ciudad se veía blanca, las fachadas de las casas y los suelos de las calles brillaban por la blanca nieve que los cubría, las luces parecían más brillantes y el vaho que salía de las gargantas de los transeúntes pintaba un paisaje puro y expedito, a pesar que no fuese así.
Daniel llegó al teatro fue despojado de su abrigo, lo recibieron los muy elegantes, trabajadores y, su viejo amigo,  Alexandre Lenoir, le extendió los brazos y le dio un emotivo abrazo de bienvenida.
-Gracias por responder a mi carta, Leoni, me emociona verlo nuevamente después de tanto tiempo-
-Por supuesto que si, viejo amigo, nunca pasaría por alto un llamado tuyo, pero cuéntame, ¿para que necesitabas mi presencia con tanta urgencia?
Daniel y  Alexandre  caminaban juntos hasta el recibidor del teatro, donde ocuparon un sillón aterciopelado, y Alexandre hacía una seña con la mano para pedir por una botella de champaña.
-Amigo mío, has de saber que las personas que trabajaban para mi desde hace años están perdiendo sus facultades auditivas, en lo que respecta a la Académie royale de Musique; últimamente me eh puesto en la tarea de hacerme de muchos contactos, pues, necesito nuevos talentos, aunque, ¿sabes?, la fragilidad de su raza me hace desearlos a todos jóvenes y vulnerables...- Daniel respondió a esto con una sonrisa, sabía que a lo que se refería a que deseaba músicos humanos, esa fragilidad que describía era su cercanía al la muerte, esa pasión que podían sentir al saber que su vida no sería eterna, esa ansia de absorber lo que el camino les brinda antes de que sea demasiado tarde.
-Y, como se que sabes de que hablo...- Continuó Alexandre-...y confío plenamente en tu criterio artístico, además de solicitar tu ayuda en esta búsqueda, resulta que yo te eh recomendado a ti para la búsqueda de alguien más, también un viejo socio...-
Alexandre tomó la botella que acababa de llegar a sus manos y se levantó del sillón, haciendo un gesto con la mano para invitar a Daniel a la sala del teatro.
-...se trata de un antiguo vampiro, muy talentoso, pertenece a la realeza, así que, sabes de que manera tratar con el..-
-Y, ¿que necesita de mi?- Daniel examinaba el amplio espacio y veía a lo lejos el escenario, en busca de otra parecencia antigua...
-Busca alguien en quien confiar su carrera musical..-

Daniel es invitado a seguir frente al escenario, escoge un lugar en la primera silla y se posa con tranquilidad, cuidando de no agitar su copa flauta y no arruinar la efervescencia de la champaña ni dañar el suave vestido blanco que recubre el cristal de la copa que se encuentra de frente con el liquido helado, Daniel nunca ha podido dejar de sentir ese gusto infinito por los vinos y el café, a pesar que ya no le produce nada a su cuerpo aún puede disfrutar de su textura, su aroma y el cosquilleo que produce en su lengua y su garganta. Justo cuando Mikelangelo se sienta al piano, Daniel se toma unos segundos para analizarlo, aunque se interrumpe en su evaluación al decidir que su juicio debe basarse en su música, y no su aspecto, que por cierto resulta ser un tanto enigmático, claro, de no conocer su naturaleza, entonces espera la primera nota en la melodía para tomar un trago de su helada bebida y cerrar sus ojos.
Ciertamente, si tenía intenciones reales de representarle como agente, debía conocer su desempeño en un escenario, ver como la música no solo florecía de sus dedos o su garganta, sino de todo su cuerpo, tenía que ver como sentía lo que interpretaba, tenía que ser capaz de convencer al publico de enamorarse de las melodías, hacerlos sentir lo que el sintió al componerla y lo que el siente al tocarla, esa puesta en escena era primordial, pero, según su experiencia, no era más primordial que el mismo talento para hacer música, para hacer de una pieza algo único y un sello personal, se presentaba ante alguien como Daniel como un músico, y el tenía que juzgarlo antes como eso, tenía que juzgar su música, no su imagen, eso sería lo segundo a ver, aunque el no estaba allí para juzgar ni para evaluar, realmente, sino para conocer, no era quien para decir si algo era bueno o malo, solo si era algo en lo que quería involucrarse seriamente.
La suave melodía empezó a escurrirse de sus oídos para adentro de su cabeza, suave y densa como un aceite, que mojaba los pies de la imagen que se pintaba tranquilamente en su mente, las notas saltaban de un lado a otro festivas, surgiendo de ese aceite de colores fríos y aún, brillantes, danzaban con elegancia entre ellas como si se conocieran perfectamente, era una escena primaveral nocturna donde los asistentes de una gala al aire libre tocaban sus cuerpos con roces ligeros en sus brazos y sus cabellos como si se conocieren de siempre...
La película que la melodía iba rodando en los ojos cerrados de Daniel lo hacía mover la cabeza de un lado a otro con calma, una sonrisa en los labios, mientras con la mano izquierda sostenía la copa y la derecha hacía el gesto del suave compás meciéndose de un lado al otro.
La canción cesó con unas notas un tanto pasionales y determinadas, unos segundos antes, Daniel abría los ojos para ver a Mikelangelo golpear las teclas del piano en su sonido final, y se levantaba satisfecho de la banca, acercándose a el y a Alexandre entre los aplausos.
-Je suis enchanté, Monseur Van Dort- Responde Daniel a tan elegante introducción, sabía que el "Je Suis" tal vez estaba de más, pero en su vieja York, nunca se acortaban las frases, siempre se toman su tiempo para decir las cosas con todo el sentido.
- Su interpretación me ha llevado lejos, me hizo sentir en un lugar diferente, y podría invertirle la fe necesaria para una próspera carrera si cada melodía es tan única como esta última- permite florecer una sonrisa sincera y que revela casi por completo su dentadura, ofreciendo su copa para un brindis e iniciar una conversación un tanto más casual y entrando en una confianza que, de llegarse a concretar un negocio, sería imprescindible.