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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Gonnar Domne Vie Dic 06, 2013 5:24 pm

La seguí. Ella había aceptado mi ayuda, aún sin decirlo de forma explícita. Estaba seguro, pues no sólo había dicho "tenemos que irnos", sino que además se había tomado la molestia de no correr muy rápido, de no tomar caminos que pudieran despistarme mientras le seguía. Habría podido seguirla igual pensé mientras dejábamos la ciudad atrás. No había luna llena, y las estrellas que adornaban el cielo no eran suficientes para iluminar a través de las copas de los árboles que parecían cernirse sobre el suelo del bosque. Mientras ella se sentaba en el tronco del árbol caído, me paré un momento a pensar. Estábamos en los lindes del bosque y lamenté no haberme obligado antes a explorar esos bosques, porque si lo hubiera hecho un par de veces de día, ahora sería capaz de reconocer dónde estaba exactamente y no temería perderme en su interior si nos adentrábamos. Pero no lo había hecho, y ahora era tarde para cambiar aquello, y tenía mejores cosas en las que pensar.

Cuando se quitó la capucha yo debería de haberme quedado sin aliento. Sus facciones, su tez, sus ojos... su mirada. Decir que era guapa habría sido casi un pecado, esa joven estaba por encima de las palabras que nosotros los humanos podemos utilizar. Era una belleza distinta, una belleza que juntaba cada rasgo de su rostro y lo unía con su carácter y su personalidad, creando así una melodía perfecta. Pero en ese momento, no reparé en ello, no me di cuenta de lo que tenía ante mi... simplemente podía ver la llave que abría la puerta de mis recuerdos.

La pregunta que me hizo me pilló por sorpresa. Que ¿qué quiero a cambio de ayudarla? reproduje la pregunta en mi mente, como si no la hubiera entendido y necesitara asimilarla. ¿Cómo explicarle lo que necesitaba de ella sin que resultara completamente extraño y absurdo? Apoyé mi espalda en el árbol que tenía tras de mi, cruzando los brazos y sin poder apartar la mirada de ella. -A cambio quiero que me dejes estar a tu lado- dije sin estar convencido de que esa fuera la mejor respuesta, pero seguro de que eso era exactamente lo que quería de ella. No sabía cómo reaccionaría a esto, pero independientemente de su respuesta, yo no iba a dejarla escapar.
Ojalá no lo complique. pensé mientras esperaba su reacción.
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Mensaje por Aishell Demberg Vie Dic 06, 2013 6:19 pm

Otra frase. Había pronunciado otra de esas frases que golpeaban mi pasado como piedras rodando ladera abajo. Alcé los ojos con desesperación hacia él. Más dolor. ¡¿Por qué se parecía tanto al hombre al que había venido a buscar?! ¡Se parece al hombre al que pretendes matar! Qué ironía. Mi mente se carcajeó de mí y, mientras tanto, solo alcancé a sujetarme las costillas con un brazo, como sosteniéndome. Incliné la cabeza sobre las rodillas y me oculté de él y de la luna, que me miraba como avisándome de que en pocos días podría controlarme a sus anchas. De pronto sentí unas ganas terribles de llorar.

-No os entiendo... no sé qué queréis de mí.- mi voz sonó amortiguada por la tela del vestido.

Respiré hondo, notando los ojos húmedos. Era tan injusto que ocurriera aquello... Llevaba mucho  tiempo sola, buscándome la vida y luchando por sobrevivir sin nadie. Había tratado por todos los medios de no establecer lazos sentimentales con nadie, de borrar los años que había vivido como humana y de caminar sin mirar atrás. Sabía cual era mi destino... pero aquí llegaba el hombre que lo estropearía todo, y lo peor era que sabía que le necesitaba, aunque fuera tan cabezota que no lo habría reconocido en voz alta ni en un millón de años.

En fin. Si aquello iba a ser así, una condena en toda regla, tendría que superar todo aquel shock inicial cuanto antes. Me incorporé, me aparté los mechones rebeldes de mi rostro y esperé hasta que todo rastro de emociones se borraran y dejaran mi garganta y mi estómago libres. Después avancé hacia el joven que estaba apoyado en el árbol y me paré frente a él. Me obligé a clavar los ojos en los suyos. Pese a la penumbra, veía a la perfección. Aunque sentí de nuevo la misma asfixia que en la carpa del circo, a medida que me fijaba en los detalles de su rostro mi pasado fue retrocediendo."Tiene los ojos muy claros y la tez más morena que Él. Y tiene una cicatriz.". Por inercia me toqué la mejilla con un dedo, como dibujando la misma cicatriz que él tenía bajo el ojo. Después dejé caer la mano y seguí mirándole, con la cabeza medio inclinada. Su rostro, aun teniendo aquella marca tan evidente, poseía una belleza innata que seguramente habría traído de cabeza a más de un ser sobrenatural en su camino. Y habría acabado muerto. No podía confiarme. Me miré las manos mientras hacía rotar un anillo en mi dedo anular.

-No puedo encadenarme a ti para toda la eternidad- fue la primera vez que le traté de tú a tú-.El trato no me beneficia en absoluto. Además, vas armado. ¿Cómo sé que tras haber visto tu rostro, tu objetivo no es simplemente ver mi guarida, y clavarme un cuchillo a traición? ¿Acaso puedes darme alguna garantía?

Alcé las cejas con el rostro serio y me obligé a volver a mirarle solo para presionarle a tomar decisiones. Todavía no entendía qué problema tenía conmigo.

-¿Cuál es tu nombre y por qué me necesitas? Sé que me ocultas algo. Nunca antes habíamos coincidido y pareces... obsesionado con no perderme de vista.- reflexioné en voz alta.
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Mensaje por Gonnar Domne Vie Dic 06, 2013 10:13 pm

Me relajé un poco, como si al haberle dicho aquello me hubiera quitado un gran peso de encima. Su primera reacción no fue mala tampoco, y eso contribuyó a que cogiera un poco más de seguridad. Su mirada era algo distinta, no era la mirada que yo había visto por primera vez en el circo, esa miraba que no expresaba absolutamente nada. Claramente la situación era desconcertante, y eso no puede dejar indiferente a nadie, pero había algo más que le cambiaba la mirada, desde el momento en el que le había dejado ver mi rostro. ¿El qué? No tenía ni idea.

-Si quisiera haberte matado no te habría salvado antes, ¿No te parece?- le contesté sin apartar la mirada de la suya. Normalmente habría sonreído acompañando al comentario, normalmente habría usado palabras maquilladas y palabrerío acertado para acercarme un poco más a ella. Pero ésta no era una chica normal, nada de lo que "normalmente" habría hecho, iba a funcionar. Y lo más difícil de todo: No puedes ganarte con palabras la confianza de alguien que no confía en nadie, ni en su sombra. Actos, Gonnar. Actos pensé para mí mismo mientras deslizaba mis manos de manera bien visible hacia mis cuchillos y los desenvainaba. Los giré en mi mano con el movimiento de dos dedos, agarrándolos por la punta y extendiéndolos hacia ella sin dejar de mirarle a la cara.

-No te preocupes, los humanos no vivimos eternamente- dije para contestar a su otra pregunta. En está ocasión sí que sonreí, pero no porque quisiera causar un efecto determinado en ella, era simplemente que el comentario me había hecho gracia a mí mismo, fue una sonrisa sin pensar. Esa tontería me hizo darme cuenta de lo cansado que estaba. Había sido un día muy largo y había tenido que hacer bastantes esfuerzos físicos, además había estado expuesto al humo del fuego más de lo previsto y notaba que ahora respiraba con un poco más de dificultad de lo normal. Nada que un buen sueño no pueda remediar pensé mientras esperaba a que ella recogiera los cuchillos de mi mano. Realmente no pensaba que los fuera a coger, pero el ofrecimiento en sí debía de ser suficiente garantía para ganar un poco de confianza, que viera que no tenía ninguna intención de hacerle daño.

Ella seguía esperando contestación a una de sus preguntas, quizá no la más importante para ella, pero seguramente la que más curiosidad le producía. ¿Por qué cojones tengo tanto interés en ti?....-No puedo decírtelo- terminé diciendo con un suspiro -todavía no.-. En verdad quería decírselo, quitarme otro gran peso de encima, pero no era inteligente darle esa baza a una total desconocida, y además tampoco me sentía del todo cómodo con ella. No sabía nada de ella. O casi nada...

La noche no era precisamente cálida, y el cansancio comenzaba a apoderarse de mi cuerpo ahora que ya no quedaba ni rastro de la adrenalina que lo había invadido hacía un rato. El viento silbaba entre las hojas y ramas de los árboles, se oía de vez en cuando algún ave nocturna batir las alas en la oscuridad, y del ajetreo de la ciudad no llegaba más que un débil eco hasta los lindes del bosque donde nos encontrábamos.-¿Podemos movernos? Necesito descansar- le pedí, finalmente, sabiendo que lo difícil, estaba aún por llegar.
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Mensaje por Aishell Demberg Sáb Dic 07, 2013 3:15 am

"Los humanos no vivimos eternamente". Por todos los dioses. No sé la cara que debí poner. ¿Sabía lo que yo era? ¿Era una especie de broma? Vi su sonrisa y recobré la compostura. Era imposible que me hubiera descubierto tan pronto. Aun así, el comentario hizo efecto en mi subsconsciente. Iba a vivir eternamente como una bestia. Maravilloso.

-Sí, claro. Vamos.- comenté sin mucha emoción.

Me quedé mirando los cuchillos que aun me ofrecía. Titubeé y le volví a mirar a los ojos. Tienes demasiados secretos, chico.. Alcé la mano y cogí con cuidado uno de ellos. Volví a observar con curiosidad la intrincada empuñadura de éste. Necesitaba poder, al menos, defenderme de un ataque imprevisto.

-Cuando te ganes mi confianza te lo devolveré. Te doy mi palabra- dije remarcando la última frase-. Parecen armas valiosas. ¿Alguna sugerencia sobre qué camino tomar? Mi casa no es... muy grande.

Y no mentía. Era una casucha destartalada. Lo único valioso de mi pobre guarida era el sótano, donde contaba con un espacio cerrado y varios juegos de cadenas para controlarme en las lunas llenas. Imaginé la cara que pondría el humano si diera con ese lugar. Por inercia fui a guardar el cuchillo bajo los ligeros, pero recordé que la hoja era de plata y suspiré. Tendría que llevarlo en la mano.

-Y todavía no me has dicho tu nombre.- le recordé.
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Mensaje por Gonnar Domne Sáb Dic 07, 2013 2:24 pm

Asentí con la cabeza y esbocé una pequeña sonrisa cuando cogió mi cuchillo. No hizo lo que le pedí,  coger los dos; ni tampoco lo que yo esperaba, que no cogiera ninguno. Genial. fue mi único pensamiento al respecto. Ella era la que me había guiado hasta los lindes del bosque, y ahora me preguntaba dónde ir. Definitivamente no iba a llevarla a mi habitación en la taberna, o mi media habitación, mejor dicho. No me importaba que viera mi desorden, ni tampoco que pudiera encontrar algo comprometedor sobre mi. Simplemente era cuestión de espacio, no cabíamos los dos.

-Vamos a donde quiera que vivas. Yo a penas tengo sitio para mi.- le dije despegándome por fin del árbol en el que llevaba apoyado todo el rato. Supuse que no le haría ninguna gracia mi propuesta, así que añadí algunas palabras más con la esperanza de que éstas le quitaran un poco de preocupación de la cabeza: -Te prometo que no tocaré nada. Dormiré en el suelo-. Le miré con ojos cansados, los únicos que era capaz de poner en ese momento. El frío me calaba ya hasta los huesos, de estar parados en el mismo sitio sin ningún tipo de cobijo y el cansancio ya se había instalado en mis músculos para no marcharse.

Envolví la capa más firmemente alrededor de mi cuerpo maldiciendo el frío. Me quedé pensativo unos instantes, pensando si debería decirle mi nombre real o usar el nombre ficticio que daba de costumbre. Me encogí de hombros, qué estupidez, si ya había visto mi rostro, mi nombre poco iba a importarle ya. -Me llamo Gonnar. Gonnar Domne- le dije haciendo un chiste de reverencia. No podía evitarlo, era el tipo de tontería que me nacía hacer sin ningún tipo de explicación. Ni siquiera me importaba si le hacía gracia o si pensaba que era un estúpido. De todas maneras, no quise dejar que esa sensación inundara el ambiente por mucho tiempo, así que le devolví la pregunta: -¿Y tú?¿Cómo te llamas?-
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Mensaje por Aishell Demberg Sáb Dic 07, 2013 3:32 pm

"Si el problema fuera que tocases algo..." Apreté los labios y alcé las cejas mientras asentía con lentitud. Qué forma tan sutil de autoinvitarse a mi casa. Había que reconocer que el joven sabía lo que se hacía, pues cada una de sus frases estaba perfectamente calculada para conseguir sus propósitos. Suspiré y entorné los ojos. No entendí lo de su reverencia. Supongo que en otra época me habría sacado una sonrisa tonta, pero hacía años que había perdido el humor y solo había conservado un sarcasmo ácido que me libraba de entablar conversaciones irrelevantes.

-Aishell Demberg- mascullé. Después observé la mirada cansada del humano. Lo cierto es que había olvidado por completo lo rápido que se agotaban-. Ya que no me queda más remedio que cargar vos, al menos no os durmáis de pie. Vamos.

Comencé a avanzar a grandes zancadas bosque através. A medio camino me di cuenta de que de los dos, yo era probablemente la única que veía con nitidez en la oscuridad. A partir de ese momento, comencé a girarme para asegurarme de que Gonnar me seguía, cuando la realidad era que hubiera preferido continuar de frente, dejarlo atrás y olvidarme de su presencia. Al cabo de unos minutos, divisé mi vieja cabaña. A simple vista parecía haber sido un lugar destinado a almacenar la leña que se talaba en los alrededores. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que un sitio  tan pequeño y abandonado contaba con un sótano revestido de piedra y madera, con una gran bóveda cementada. Imaginé que aquellas paredes habrían servido años atrás como una bodega ilegal, donde el frío hubiese conservado la bebida o la comida para posterior contrabando. Quién sabe. Nunca me molesté en averiguarlo. Me convenía que la cabaña tuviera un aspecto deshabitado, así que no me hábía preocupado en arreglar la zona exterior. La maleza crecía por doquier y la puerta principal seguía cerrada a cal y canto.

-Hay que entrar por la ventana trasera. Está un poco más alta que las de la puerta principal porque el terreno está en pendiente... así que espero que sepáis trepar- expliqué mientras me dirigía al lugar que había indicado.

Antes de que el humano doblara la esquina para dar con la fachada trasera, me encaramé a uno de los troncos que componían la pared de la cabaña. Era un salto grande y para una humana de mi tamaño habría sido dificil de salvar. No quería dar explicaciones y esperaba que el cansancio hiciera que el muchacho no pensara mucho en cómo me las había apañado. Cuando él me alcanzó yo ya estaba con un pie puesto en el interior de la casa. Agaché la cabeza para no darme con el marco de la ventana y penetré en una estancia fría y oscura. Me apresuré a encender un par de velas. Iba a tener que encender un buen fuego si no quería que el humano muriera de frío.

-Coged un par de troncos de ahí abajo- le grité desde arriba, y poco a poco metí en el interior de la vivienda la madera que Gonnar me alcanzaba. Cuando creí que era suficiente, volví a asomarme.

Al divisar la altura y enfocarla desde la perspectiva de un humano agotado, comprendí que debía de tenderle una mano para ayudarle a subir. Era cuestión de educación. Luché contra mí misma para no ocultar la mano bajo la manga y evitar así el contacto físico. Hice un gesto de impaciencia para que comenzara a subir.

-¡No tenemos todo el día!
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Mensaje por Gonnar Domne Sáb Dic 07, 2013 6:28 pm

Asentí educadamente cuando me dijo su nombre, y lo repetí en mis adentros varias veces, como si esperara que al resonar una y otra vez en mi cabeza fuera de repente a sonarme familiar. Pero no, no lo hizo. Menuda estupidez pensé.

Comenzó a caminar bastante deprisa por el bosque, yo le seguía a su ritmo. De día, habría orientado mis pisadas y movimientos mirando al suelo y mi alrededor; de noche, era mucho más sencillo fijar los ojos en ella, solamente en ella, e imitar sus movimientos para evitar las irregularidades del terreno. Era un buen método para seguirle el ritmo, pero tenía su parte negativa. Al obviar todo lo que había a mi alrededor, era imposible que pudiera orientarme, y al poco tiempo me consideré oficialmente perdido. De repente comenzó a girarse hacia a mi cada cierto tiempo, como si no estuviera segura de si todavía estaba allí. En condiciones normales, me habría hecho gracia, pero cansado como estaba, simplemente lo despaché de mi mente y me limité a seguir imitando sus movimientos hasta que llegamos a su vieja cabaña.

Menudo palacio pensé mientras me detenía a coger aire, originando una sonrisa en mí mismo. Estaba cansado, pero mi sentido del humor seguía intacto.
Ella se movía con gran desenvoltura, parecía no estar cansada, o al menos no tanto como yo y para cuando yo llegué a la parte de atrás ella ya tenía un pie dentro de la casa.
-Claro, Gonnar el leñador, a su servicio- le contesté, sin emplear un tono irónico o enfadado, simplemente un tono cansado. En verdad había pretendido que sonara más desenfadado, pero simplemente mi cuerpo pasaba ya de esas tonterías.
Paseé por los alrededores de la cabaña, recogiendo troncos pequeños y ramas secas del suelo, y haciéndome una imagen muy muy vaga de como era aquello. Conocer el lugar es muy importante, porque nunca sabes en qué momentos tendrás que pelear o huir. Volví en seguida a la ventana y le comencé a pasar la leña que había recogido, casi toda.

-Espera un momento, ahora subo- le dije cuando me extendió la mano para ayudarme a subir. En verdad no quería darle la mano, no después de lo que había pasado en el circo. Bueno, sí que quería, pero no tan pronto, era muy pronto, y yo estaba muy cansado y... no, hoy no quería más de aquello. Me agaché con las ramitas secas que no le había dado a Aishell y las coloqué una a una sobre el suelo debajo de la ventana, después estiré el brazo para alcanzar unas hojas secas de encima de una piedra y cubrí las ramitas con cuidado. Miré hacia arriba brevemente, hacia Aishell. -El fuego puede atraer...cosas. No queremos sorpresas, ¿verdad?- le dije mientras deshacía el cordón de mi calzado. Lo deshice por completo, sacándolo de mis botas y estirándolo como si fuera una cuerda. Enganché un extremo a una tabla de madera que se apoyaba en la pared y apoyé los trozos de tejas que habían caído del tejado unos en otros, y todos a la altura de la tabla. Después clavé el otro extremo del cordón al suelo con ayuda de un palo cuyo extremo acabado en V sostenía el cordón contra el suelo y lo coloqué de tal manera que si alguien tropezaba con el cordón, la tabla se precipitaría sin remedio sobre las tejas, haciendo un ruido lo suficientemente alto como para alertarles.

-Vale, ya está...- le dije mirando mi pequeña obra. Miré después hacia arriba, la ventana estaba algo alta, podría haber subido...pero no sin desmontar mi pequeña trampa al hacerlo, así que tuve que resignarme y estirar mi mano para agarrarme a la suya. Por favor, que no pase nada ahora. Pensé para mí, cerrando los ojos y apretando su mano mientras me ayudaba a subir. No paso nada.
La cabaña era fría y oscura, y aún así le daba mil patadas a mi cuartucho de la taberna. Le ayudé a encender el fuego y me acurruqué cerca de él, aunque dejando hueco para ella también. Podía estar cansado y con frío, pero seguía teniendo mis cosas raras de modales, me pareció lo más oportuno que, siendo su cabaña, tuviera para ella la mejor zona cerca del fuego.

-Gracias, y buenas noches- atiné a decirle, justo antes de cerrar los ojos y cayendo en un sueño casi instantáneo debido al enorme cansancio que albergaba mi cuerpo. Esa noche no debí de soñar, y si lo hice, mi mente lo apartó de mi recuerdo y lo ocultó en las profundidades de mi cabeza con recelo.
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Mensaje por Aishell Demberg Sáb Dic 07, 2013 7:16 pm

Me quedé a una distancia prudencial del fuego. La realidad es que no necesitaba el calor, y la única razón por la que lo había encendido era por el humano y por hacer el ambiente un poco más acogedor. No, la verdad es que esto último no me importaba en absoluto. No me esperé que el humano se tendiera en el suelo y se quedara dormido con tanta rapidez. Podría haberlo matado mientras tanto. Podía lanzarme a su cuello y estrangularlo, clavarle el cuchillo que aun sostenía en la mano... aunque era obvio que no iba a hacerlo. Yo no era ninguna asesina y aunque Gonnar había aparecido en mi vida para condenarme (de esto estaba segura), llevaba tiempo aceptando cual era mi destino y me daba igual cómo o quién hiciera que se cumpliese. Quizás la pelea en el circo le había afectado más de lo que yo me esperaba y por eso se había rendido tan rápido a Morfeo. Le observé con atención tratando de ver en su rostro signos evidentes de llevar tiempo sin dormir y solo conseguí que la imagen de otra persona se instalara en mi cabeza de nuevo. La espanté.

-Si hubieras esperado cinco minutos más, estarías durmiendo en un sofá- comenté golpeando con suavidad la suela de su zapato.

Me cercioné así de que estaba completamente dormido. Después me acerqué a la ventana por la que habíamos subido y me asomé abajo. El chico era listo, no cabía duda. Había montado una trampa en apenas unos minutos. Increíble. Tomé nota de la rudimentaria construción para próximas situaciones que requirieran estar alerta.

Permanecí un par de horas más despierta. Vagué por la casa en silencio. Preparé una infusión de hierbas y limpié las encimeras de la improvisada cocina que había montado en una sala contigua a la principal. Tendí una manta sobre el joven que yacía frente al fuego de la cabaña y después cogí otro par para trasladar al sótano. Había una trampilla complicada de localizar en un falso escalón junto a la entrada de la casa. La abrí con cuidado y una vez dentro me entretuve preparando los grilletes y las cadenas para la luna llena. Dejé un par de mantas ocultas y una muda de ropa. También escondí allí el cuchillo de plata de mi invitado. Esperaba que mi otro yo dejara tranquilas las prendas para cuando me permitiera volver a entrar en mi cuerpo y controlarlo a mi gusto. Miré con desasosiego la bodega. Parecía una sala de torturas. Me estremecí.

Cuando cerré de nuevo la trampilla y por fin decidí sentarme, la cabeza me daba vueltas. Comprendí que había estado ocupando aquellas horas solo para no pensar en lo importante. Qué iba a hacer. Tenía a un extraño en mi escondite, un tipo que sabía a la perfección cómo matar a los de mi especie y que estaba segura que tenía un sexto sentido para los secretos. Por otro lado era la única persona que conocía capaz de ayudarme a llevar a cabo mi venganza. Su presencia era un dilema. Quedaban dos días para mi próxima conversión y ya empezaba a notar los cambios en mi comportamiento, la agresividad con la que me había comportado en la carpa del circo, la frustración... tenía que librarme del joven antes de que el lobo se abalanzara sobre él. ¿Cómo podía hacerlo? Esa era otra cuestión.

Volví a observar cómo dormía a pocos metros de mí. Su postura, el tempo de su respiración... y allí estaban los síntomas. Dolor en las sienes. Recuerdos borrosos que despertaban el odio en mis entrañas. Maldita sea. El fuego se estaba apagando, pero pronto amanecería y el sol calentaría la estancia. Dejé de preocuparme por la realidad. Cerré los ojos y me apoyé sobre el reposabrazos. Alec morirá por todo lo que hizo de mí. Ha llegado la hora de hacer justicia. Ya no me queda mucho tiempo. sentencié, y antes de que sus facciones se dibujaran en mi mente sobre el rostro del extraño que me acompañaba, me quedé dormida.
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Mensaje por Gonnar Domne Dom Dic 08, 2013 10:13 am

Desperté temprano, justo cuando los primeros rayos de sol entraron por la ventana. Al principio miré desconcertado a mi alrededor, no era mi cuarto, estaba ligeramente desorientado y mi mente todavía estaba aletargada por el profundo sueño en el que me había sumido. La vi entonces, tranquilamente dormida y en silencio. Mientras me incorporaba sin hacer ruido me di cuenta de que tenía una manta encima, sonreí para mí mismo mientras seguía observando a la chica. Si al final me cogerá cariño y todo pensé en mis adentros, sonriendo, mientras me acercaba un poco sigilosamente. El sol se deslizaba paso a paso, imparable, a través de la ventana y algunos agujeros en la estructura de la cabaña, y aunque no le daba directamente en la cara, uno de los rayos jugueteaba travieso en su pelo. Mentiría si dijera que no quise acercarme más, acariciar su cabello y observarla más de cerca. Esa chica tenía algo especial, algo tan especial que había hecho reaccionar a mi mente, era casi... sobrenatural.

Negué con la cabeza en silencio, tenía que hacer las cosas bien, y ganarme su confianza sobretodo. Salté por la ventana, aterrizando más allá de mi pequeña trampa y flexionando las piernas nada más impactar con el suelo, rodando hacia mi derecha para amortiguar la caída lo máximo posible. Ahora era de día, y el bosque parecía no ser el mismo que por la noche. Yo sabía que eso era una estupidez, pero era la sensación que daba.
Me interné en el bosque moviéndome en el más absoluto silencio, agazapándome en los arbustos y buscando con la miranda un rastro. Lo encontré en seguida, unas pequeñas marcas en la tierra, un característico desplazamiento de la maleza: Una jabalí. Seguí el rastro durante unos 100 metros y ahí lo encontré, arrimando el hocico a unos arbustos, despreocupado, desprotegido.
El desayuno pensé mientras me colocaba en la mejor posición para asaltar a mi presa. No me fue nada complicado, soy un cazador, y acostumbro a cazar criaturas mucho más inteligentes y peligrosas. Lancé el cuchillo de plata con fuerza y precisión, directo al cuello, y acto seguido salté sobre la criatura, hundiendo el cuchillo hasta el fondo y forzando su muerte lo más rápida e indoloramente posible.

Cargué con el jabalí a cuestas, había recuperado mis fuerzas durmiendo, y las iba a recuperar aún más con ese potente desayuno. De vuelta a la cabaña recogí algunas bayas que reconocí como no venenosas, no muchas, pero las suficientes para endulzar la comida. Desmonté de forma cuidadosa mi pequeña trampa, volviendo a poner el cordón en mi bota y miré a la ventana. Está jodidamente alta. pensé mirando al jabalí que llevaba a cuestas. No quería despertar a Aishell, y tampoco quería quedarme fuera de la cabaña como un tonto. Suspiré. Me quité la capa de los hombros y me puse el jabalí en su lugar, después volví a coger la capa y me la puse como una toga, en diagonal, haciendo un nudo fuerte sobre mi pecho de manera que el peso del jabalí se mantuviera en mis hombros y no cayera. Trepé por la cabaña hasta la ventana y me colé, bueno, no  me colé, estaba invitado.

No me sorprendió en absoluto que se despertara nada más empecé a hacer el fuego. Esa chica no era cazadora, no, pero tenía los sentidos muy agudizados y siempre estaba alerta. Si yo hubiera sido un humano cualquiera, lo habría entendido. Pero yo era un cazador, el sigilo y los movimientos delicados eran parte de mi, hacía menos ruido al moverme que el silencio. Y aún así ella se despertó. -Espero que te guste el jabalí- le dije mientras usaba mi cuchillo para despellejar al animal y cortar las partes más nutritivas y jugosas. Avivé el fuego un poco más, añadiendo unas ramas secas, y pinché la carne en un palo, sosteniéndola por encima del fuego. Era evidente que no era la primera vez que hacía todo aquello, lo hacía despreocupadamente, como quien se ata los cordones o se pone la ropa cada mañana.

Me giré a ella una vez más, y le invité a acercarse con un gesto de mi mano. -ven, siéntate conmigo y dime: ¿A quién estamos buscando?- Al formular aquella pregunta, me di cuenta de algo que había permanecido oculto en mí hasta ahora. Realmente quería ayudarla.
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Mensaje por Aishell Demberg Dom Dic 08, 2013 10:40 am

"Fuego". Lo sentía dentro del sueño. No sabría cómo explicar el funcionamiento de una mente compartida por el instinto de un lobo. Todo era más intenso, más colorido e incitante. Cualquier movimiento repiqueteaba contra los tímpanos y cualquier olor se extendía por el aire a kilómetros de distancia. Ya estaba acostumbrada a ello... pero la soledad no me había permitido acomodarme a otra persona revoloteando a mi alrededor mientras dormía. En cuanto la primera chispa se formó sobre la madera, yo ya estaba erguida y oteaba la habitación, alerta. Me dejé caer de nuevo cuando mis pensamientos se ubicaron y vi a Gonnar frente al fuego. Gruñí.

-No me lo puedo creer- protesté frotándome la cara con fuerza-.Buenos días querido invitado. ¿Qué preparáis, la comida o la cena?

Mi pregunta no esperaba respuesta, solo quería hacer un comentario mordaz en condiciones. Nadie en su sano juicio salía al despuntar el alba a cazar un jabalí para desayunar. Me levanté de sopetón y me dirigí a una pequeña sala donde varias encimeras soportaban el peso de fruteros y pequeños botes con conservas. Era lo único que quedaba comestible en toda la casa pues rehuía todo lo que podía del centro de la ciudad. Tendría que hacer unas cuantas compras. O mejor, tendría que robar dinero y luego comprar. O podría robar directamente lo que necesitaba, lo mismo daba. Nadie sería capaz de atraparme. "O quizás un hombre como el que tengo en casa sí" pensé, y el comentario hizo que una parte de mí, se carcajeara de nuevo. Tenía una fascinante semana por delante. Fui derecha a la pila de agua que había recogido el día anterior (entre gruñidos y maldiciones) y me lavé la cara y las manos con entusiasmo. Era la única manera de despejarme del todo.

-A un viejo amigo- contesté mientras regresaba a la sala principal y observaba la habilidad del joven para cocinar. Mientras le vigilaba en la lejanía, me entraron ganas de apuntar que el hombre lobo al que buscábamos podría haber sido su hermano, pero me pareció de mal gusto. Además, no iba a confesar las ganas de llorar y el dolor de cabeza que me entraban cada vez que le veía-. He seguido sus pasos desde muy lejos y tengo que saldar una cuenta pendiente con él.

Antes de que la ira se hiciera más patente en mi voz, me senté en el sofá dando por concluida mi explicación. Odiaba hablar de mi vida y narrar una parte de ella a un desconocido era lo último que habría imaginado que haría antes de morir. Cuanto menos supiera, mejor.

-¿Y vos? ¿Me vais a contar qué hacéis en París? ¿Cuál es vuestro objetivo en la vida? ¿Por qué matáis licántropos? ¿Quién os hizo esa cicatriz que tenéis?- pregunté con voz aburrida. Apoyé la mandíbula bajo la cabeza mientras aguardaba una respuesta convincente.
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Mensaje por Gonnar Domne Dom Dic 08, 2013 1:55 pm

No me giré para hablar con ella. Si no se había sentado a mi lado, era evidentemente porque quería mantener las distancias, y no iba a ser yo quien propiciara lo contrario. Al menos no de momento. Espachurré las bayas sobre la carne con mis manos, procurando que recubriera cuanto más mejor.
-No hace falta que seas tan sutil- le dije mientras giraba el palo con la carne para terminar de cocinar la parte interior del trozo de jabalí. -Di que buscas a un hombre lobo para matarlo con tus propias manos- continué diciendo, secándome el sudor de la frente y echando un pequeño leño más al fuego, el cual se avivó casi al instante.

Me giré hacia ella un momento, y la vi sentarse en el sofá. La manera de sentarse, la expresión de su rostro y su manera de hablar. No quería hablar de ello, al menos no todavía. Suspiré mientras volvía a negar con la cabeza y terminé de cocinar el jabalí en silencio, sólo fueron un par de minutos más. Después me levante y me acerqué al sofá, extendiéndole un trozo de jabalí y quedándome con el otro. Miré el sofá brevemente, parecía cómodo, o al menos más que el suelo. Aún así, ni siquiera hice ademán de sentarme a su lado, me puse en el suelo y pegué un buen bocado al jabalí. Hmm.. no está mal pensé, relativamente contento de cómo me había quedado.

Cuando terminé de tragar el primer trozo de carne, comencé a hablar. -Desperté en la orilla del río, no sé cuánto tiempo llevaba allí inconsciente- dije sin darle mayor importancia.-No recuerdo cómo llegué ahí, ni tampoco recuerdo nada de mi vida pasada. Ni quién era mi familia, ni dónde vivía, ni con quién jugaba cuando era niño. Nada.- le di otro bocado al jabalí. No me sentía mal por hablar con ella de aquello, no me venía la tristeza a los ojos... quizá había guardado todo aquello demasiado tiempo para mí mismo y el poder contárselo a alguien era una pequeña liberación de toda aquella carga. De todas maneras, tampoco entré en detalles, simplemente respondí a sus preguntas de manera directa, sin rodeos ni mentiras, pero también sin abrir las puertas que consideraba que aún debían de permanecer cerradas. - Soy un cazador, ese es mi cometido en la vida, supongo. Para eso estoy entrenado- tragué del todo el trozo de carne -mato licántropos porque ellos matan gente sin contemplaciones. ¿Hay mejor motivo que ese? Y en cuanto a la cicatriz...- dudé unos instantes, y después me encogí de hombros -ya te he dicho que no me acuerdo de nada-. Continué comiendo, disfrutando de cada mordisco como si fuera el último. En verdad hacía mucho tiempo que no compartía una comida con alguien, y eso era de agradecer.

-¿Alguna pregunta más, o vas a decirme ya lo que necesito saber para dar caza a ese monstruo?- le pregunté, metiéndome en la boca una baya rojiza que me había guardado para el final.
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Mensaje por Aishell Demberg Dom Dic 08, 2013 2:53 pm

-Vaya, me habéis descubierto-musité sarcásticamente ante la afirmación sobre mi premeditado asesinato.

Después escuché con atención lo que Gonnar me contaba. Me sorprendió su sinceridad y la naturalidad con la que respondió a mis preguntas y, solo alcancé a sentir pena por él. Perder los recuerdos era para todos dejar atrás una parte de lo que somos, las vivencias que nos han contruido durante los años. Después de reflexionar unos segundos sobre esa afirmación, volví a la realidad. Allí parada, con un trozo de carne en la mano invadiendo todos mis sentidos y mirando al joven que lo había preparado desde la altura del sofá, me sentí por primera vez fuera de lugar. Antes de darme cuenta, me deslicé por el borde del cojín hasta el suelo con la intención de ponerme a su altura. Cuando hablé, volví a dirigirme a él de manera directa.

-No te equivoques. Yo voy a cazarle y tú me vas a ayudar.- le corregí, por primera vez, con suavidad.

Mordí el trozo de jabalí que tenía entre los dedos y estuve a punto de emitir un sonido de satisfacción muy poco femenino. Hacía mucho que no comía nada cocinado y elaborado. Me entretuve devorando aquel manjar y dejé que el joven se percatara de que me gustaba chupándome las yemas de los dedos. No tenía servilletas al alcance, y me daba exactamente igual lo que pensara de mí. No estaba dispuesta a darle una tregua felicitándole por su talento abiertamente. Eso no iba conmigo. Lancé los restos al fuego.

-También hay animales que asesinan hombres y no vas por ahí cazándolos. Los licántropos no son conscientes de sus asesinatos hasta que despiertan del letargo que les provoca la luna llena- expliqué, e ignoro por qué traté de justificar a los de mi raza. Yo era la primera que me odiaba a mi misma por todo lo que había hecho en mis primerizas transformaciones, pero algo me impulsó a retomar el tema anterior. La confesión de Gonnar sobre su trabajo me había caido como un jarro de agua fría. Al final, sí que iba a estar en peligro de morir antes de tiempo-. Si matas a un licántropo que alberga un hombre bueno... ¿eso no te convierte también en un asesino, cazador?

Perdí la mirada en algún lugar de la vieja tarima de la cabaña. Mi mano buscó de nuevo la cicatriz de mi hombro, y palpó el lugar como si pudiera sentirla bajo la tela del vestido. ¿Mis palabras podían aplicarse a mí? ¿Era yo una persona digna de vivir, pero un licántropo que merecía la muerte? Se me hizo un nudo en la garganta. No comiences a justificarte, loba. Llevas demasiada sangre en las manos. Dejé caer la mano y sostuve la mirada a mi acompañante. Me sentí incómoda.

-Supongo que al fin y al cabo no es tan fácil juzgar quién merece dejar de existir y quién no, pero el licántropo que busco perdió su humanidad hace demasiado tiempo como para optar a una expiación.- susurré. Cuando me di cuenta del pesado silencio que habían provocado mis palabras, agité la cabeza y esbocé una tímida sonrisa. Qué tonta era. Desvié la mirada a mis manos, unidas sobre el regazo-. Va a ser complicado atraparlo. Quizás debería dar por perdida esta lucha. Ha pasado demasiado tiempo...
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Mensaje por Gonnar Domne Mar Dic 10, 2013 3:46 pm

Levantó los ojos hacia ella, de la misma manera que alguien miraría a  quien acaba de de abrir, sin saberlo, una puerta de esas que no se deben abrir. Se mantuvo en silencio unos instantes, pero no con una expresión pensativa, sino más bien con una expresión vacía, porque en esos momentos, sus ojos no veían lo que tenía en frente, sino lo que tenía dentro.

-La diferencia entre un animal y un hombre lobo, es que el segundo es también hombre. Eso le da capacidad para prever lo que va a hacer o no va a hacer. Pero aquellos que no hacen nada por evitar sus carnicerías no serán exculpados por el hecho de que pierdan el control cuando se transforman - Hice una breve pausa, pero no le di tiempo a contestar, si es que quería hacerlo. Tampoco miré si me prestaba atención, había silencio, y eso era todo lo que yo necesitaba para decir lo que tenía que decir. Continué. -Si sólo fueran lobos, sería una cosa. Pero son también hombres, y tienen la capacidad para intentar proteger a los demás de sí mismos. Cadenas, jaulas, aislamiento, internarse en un bosque. Lo que sea. No es humano dejar que la luna llena te posea en mitad de la plaza de un pueblo, cuando niños, mujeres y hombres vuelven a sus casas de noche. No, eso se puede evitar, si uno quiere, claro- Cerré los ojos un momento, tomando aire con ganas, como si fuera el último poquito de aire que fuera a respirar, y lo solté lentamente.

-Y tienes razón. Yo no soy quién para decidir quién vive y quién muere. Pero yo no soy un cazador del montón- le dije, mientras mis ojos recuperaban su vida poco a poco y una pequeña sonrisa tímida se asomaba por las comisuras de mis labios. -Yo creo en lo imposible, Aishell. Yo creo en la gente, y hay hombres lobo que como tú dices, también son gente. Y por eso sólo cazo a aquellos que dejaron de ser gente.- Hice una pausa más y lancé mis restos del jabalí al fuego yo también. Había notado que se chupada los dedos, Me alegro que le guste, pero no hice comentario al respecto. Lo agradecí en silencio, y para mí mismo. Después volví a mirarle a los ojos, y por si no había quedado claro o no creía mis palabras, concluí con una verdad que para mi era como un puño.

-¿O a caso crees que no podría haber llegado antes al circo y haber hecho mi trabajo sin saber?...- lo dejé ahí. Ya no tenía más que decir al respecto. Esa era mi manera de actuar, mi propio código de cazador. Al que no le gustara, mala suerte, pues no iba a cambiarlo. Sin embargo, aún quedaba un comentario más que hacer a algo que ella había dicho, y no pude más que hacérselo saber.
-Has dicho que será complicado atraparlo. Pero yo creo en lo imposible, recuérdalo- y le sonreí, sin ningún aparente motivo. Me nació.
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Mensaje por Aishell Demberg Miér Dic 11, 2013 6:03 am

"Yo creo en lo imposible, Aisheel. Yo creo en la gente, y hay hombres lobo que, como tú dices, también son gente. Y por eso sólo cazo a aquellos que dejaron de serlo."

Fue esa frase la que resonó en mi cabeza cuando el silencio volvió a posarse en la habitación.  Observé al cazador con incredulidad mientras él seguía hablando. No podía despegar los ojos de sus manos moviéndose al compás de sus palabras, de su tímida sonrisa al terminar de hablar y de la cicatriz de su rostro, pero sobre todo de su mirada, que transmitía más que el resto de sus movimientos. No esperaba esa revelación por parte del joven. Que discriminara a los licántropos y los estudiara antes de matarlos decía mucho de él.Por un momento estuve a punto de interrumpirle para hacerle comprender que un licántropo a veces se transformaba sin previo aviso, que no era fácil de controlar y que, aunque se tomaran precauciones que evitaran una masacre, la naturaleza del lobo podía acabar con uno mismo y aislarlo durante días. Muchos hombres se habían despertado en medio de la nada, kilómetros más allá de su hogar sin saber cómo había podido ocurrir. Preferí no  darle más vueltas al asunto.

-Supongo que con el tiempo creer en lo imposible es lo único que nos queda ¿no?- susurré. Después me levanté, notando cómo se me había formado un nudo en la garganta. Evité que me viera los ojos, que me escocían por algún motivo que no comprendí, y me acerqué a mi única vía de escape- Necesito dar un paseo.

Antes de darle tiempo a pararme, me deslicé por la ventana trasera de la casa. El aire frío hizo desaparecer el desazón que sentía y me obligó a centrarme. Me alejé varios metros de la cabaña y la observé desde los árboles, meditabunda. Desde que Gonnar había aparecido no había parado de plantearme si había algún motivo por el que se justificara todo lo que había hecho hasta entonces. "¿Acaso eres una buena persona?" preguntó una parte de mi mente. Ahuyenté por tercera vez en ese día las ideas que me martirizaban desde que el cazador había abierto la boca. Estaba harta de plantearme de nuevo todo lo que había defendido durante veinte años. Yo no era alguien digno de esa vida. La posibilidad de haber vivido atormentada y sumida en la culpabilidad sin motivo alguno me provocaba ganas de reír y llorar al mismo tiempo. Sacudí la cabeza y me giré brúscamente hacia la zona en la que el bosque se estrechaba y la luz no penetraba en él. Había detectado un olor en el aire. Un olor familiar me hizo enervarme y ponerme a la defensiva en cuestión de segundos. Hacía demasiados años que no lo percibía tan cerca, tanto, tanto tiempo que la escena que reprodujo en mi subsconsciente me revolvió el estómago.

"-¿Me quieres?

-Por supuesto que te quiero Aishell. Después de todo este tiempo, ¿tienes alguna duda?- me sonrió y me acarició el pelo , envolviendo sus dedos en uno de mis rebeldes mechones.

-A veces- dije encogiéndome de hombros, pero luego me eché a reír.

Como esperaba, él se acercó y me abrazó, separando mis piés del suelo sin ningún esfuerzo.

- Estaremos siempre juntos, y ya nunca más estaré solo- susurró en mi oído, pero no fui capaz de ver el cambio de color en sus ojos, que delataron la verdad más allá de sus palabras, y una promesa oculta en ella."


-No puede ser- mascullé mirando a todas partes.

Mis pupilas se estrecharon hasta enfocar con claridad la zona más sombría del bosque. Creí detectar un movimiento y entonces, eché a correr tras él.
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Mensaje por Gonnar Domne Miér Dic 11, 2013 3:22 pm

Se había marchado. Por alguna razón que desconozco la gente piensa que huyendo se ocultan las verdades, pero muchas veces dices más cuando intentas ocultar tus emociones, que cuando dejas que las cosas sigan su curso. Ella se había ido, y eso a mi me indicaba que mi comentario había causado en ella un efecto que no quería mostrar. ¿Cuál? Eso era lo de menos, lo importante era simplemente que sí había algo.
Es más de lo que parece dije para mí mismo en mis pensamientos. Soy un cazador, estoy entrenado y además mis sentidos están acostumbrados a detectar cosas. Es algo vital para un cazador. Ella ocultaba algo, sin duda alguna, y si ella había decidido marcharse de su cabaña y dejarme solo en ella... ¿ Qué culpa tenía yo? Quizá no fuera de buen gusto rebuscar en casa ajena, pero es algo que no puedes evitar cuando eres lo que yo soy. El entorno es tu mejor aliado, y tus aliados no lo son si no puedes conocerlos a fondo.

Caminé por la estancia tranquilamente y deteniéndome en cada uno de los objetos que había en la casa. No había nada que por sí mismo supusiera un misterio. Había pocas cosas, y posiblemente la mayoría ya estaban ahí mucho antes de que Aishell llegara a la cabaña. No se había molestado en decorar aquello, lo cual me hizo pensar que posiblemente yo hubiera sido su primer y único invitado. De pronto, mientras caminaba, reparé en unas marcas distintas, unas marcas que seguían un curso característico en el suelo. Estaban bien camufladas, y si no hubiera estado buscando, no lo habría encontrado jamás. Sonreí para mis adentros y pensé:
Veamos qué escondes, Aishell

Cuando abrí y miré hacia abajo vi que estaba oscuro, demasiado oscuro para mis ojos. Así que volví a la chimenea y reavivé las ascuas del fuego con el que había cocinado hacía a penas una hora. Enrollé una tela vieja alrededor de un palo y con eso obtuve mi improvisada antorcha. Sabía que no duraría mucho, así que me di prisa.
Descendí al sótano de un salto y miré al rededor, el lugar era bastante tétrico, y advertí que estaba bien aislado, a diferencia del resto de la casa. Todo parecía relativamente normal... excepto las cadenas. Las cadenas sólo sirven para una cosa: Para retener a algo o alguien. Me acerqué a las cadenas con velocidad, la antorcha ya se estaba apagando. Cogí la cadena y la estiré todo lo que pude a ras de suelo, y ahí donde llegaba la cadena arrime la antorcha.
Tengo que decir que casi se me para el corazón en ese momento, mil y una ideas se pasaron por mi cabeza en tan sólo una fracción de segundo, pero por mucho que buscara en mi cabeza otra explicación, sólo había una válida para aquellas marcas de garras en el suelo.

Sumé todo lo que había observado en ella, sus reacciones a mis palabras, sus preguntas, su manera de moverse, la fuerza que había demostrado en el circo, la comida en conservas... y hasta cosas que ni siquiera había considerado dignas de observación vinieron a mi mente en ese momento. ¿Qué clase de mujer dispuesta a matar un hombre lobo no lleva cuchillos de plata consigo? ¿Por qué para devolvérmelo lo cogió por el mango? lo lógico al devolver un cuchillo es darlo por la punta. Se me hizo un nudo en la garganta y salí corriendo del sótano tras dejarlo todo tal y como lo había encontrado yo. Cerré el camino al sótano y eché la antorcha al fuego para dejar que se terminara de consumir, había cumplido su función a la perfección.

Me senté en el sofá, cerré los ojos y respiré hondo. Tenía mucho en lo que pensar y decisiones importantes que tomar... y todo ello antes de que Aishell regresara. Y una frase mía resbaló hasta mi mente, como recordándome algo. "Yo creo en lo imposible"


Última edición por Gonnar Domne el Miér Dic 11, 2013 4:59 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Aishell Demberg Miér Dic 11, 2013 4:27 pm

Recuerdo mis pies volando sobre las hierbas altas que cubrían el suelo del bosque. Me volví loca. Mis ojos cambiaban intermiténtemente de color, noté mis dientes crecer, como augurando una transformación imprevista. No sé cómo conseguí evitarlo. Una parte de mi mente sabía que si me convertía en lobo con la luna llena tan próxima, me perdería antes de tiempo. Seguí el olor y ni las ramas que me azotaban a cada zancada me detuvieron. Llegué a un claro que hasta ese momento nunca había pisado, y frené mi carrera en su centro. Sabía que había llegado a mi destino.

-¿ALEC?-los árboles me devolvieron la llamada.

Roté sobre mi misma mientras respiraba entrecortadamente. Entonces lo vi. Apoyado en el tronco de un árbol varios metros a mi derecha, un joven de pelo negro como el carbón y ojos claros me observaba. Mi corazón dejó de latir durante unos instantes y todos mis sentimientos chocaron unos contra otros. Había buscado al mismo licántropo durante media vida. Había atravesado países enteros en pleno invierno interrogando persona por persona. Había luchado contra todo hombre lobo que se había interpuesto en mi camino, y ahora que tenía delante lo que había buscado con tanto ahínco... no sabía cómo reaccionar.

-Hola Aishell- dijo con tranquilidad.

Su voz rebotó en mis tímpanos y me perforaron las entrañas. Me abalancé sobre él sin ningún tipo de planteamiento. Quería golpear su bonita cara hasta que pidiera clemencia. El odio me traspasaba, no me dejaba pensar. Mi objetivo claro era aquel muchacho que tenía las manos en los bolsillos y que me había destrozado la vida. Entonces ocurrió algo que no me esperaba. Él avanzó un paso hacia mí, y el dolor de diez mil latigazos cayó sobre mi espalda. Cada una de las cicatrices que tenía en ella, en los hombros... todas las que me había producido el ser que tenía frente a mí ardieron a la vez. Mi columna se arqueó y caí al suelo de rodillas, gruñiendo como si estuviera luchando contra mi verdadera esencia.

-Veo que te alegras de verme- comentó con sorna mientras se acercaba a mí. Apreté los dientes mientras alzaba la mirada para verle la cara-, al fin y al cabo llevas mucho tiempo buscándome, ¿no es cierto, querida?

Mi nombre en sus labios sonó emponzoñado. Me revolví en el suelo intentando levantarme mientras el dolor seguía lacerándome. No entendía que era lo que ocurría. Las manos de Alec se cerraron sobre mis brazos y gemí cuando apretó las heridas que el lobezno de la noche anterior me había provocado. Cuando me tuvo a su altura me estudió con detenimiento. Por un momento deseé que me matara allí mismo. No lo hizo.

-Estoy cansado de tenerte tras mis pasos, asíque he venido a advertirte- sonrió con suficiencia, y después puso cara de tristeza, como si la situación a la que habíamos llegado realmente le afligiera-. Cesa tu búsqueda Aishell. Nunca podrás acabar conmigo... ¿no sabes que un licántropo no puede atacar a su creador? Son las normas no escritas de nuestra raza. Una lástima para ti.

Negó con la cabeza y se encogió de hombros. Siguió mirándome mientras yo peleaba por zafarme de su agarre. No era capaz de articular palabra. Todas mis acciones eran destellos de la  desesperación. Su rostro cambió de repente y me aferró más fuerte. Grité. Después me arrastró con él, como si fuera una niña pequeña, hasta apoyarme en el mismo árbol donde le había encontrado. Las cicatrices dieron con la madera del tronco, y me encogí de dolor. Noté la humedad de la sangre correr bajo la ropa. Alec se acercó a mí y a parté la cara bruscamente. Le golpeé y me inmovilizó sujetándome por el pelo. Solo cuando acercó la cara a mi piel entendí que estaba oliendo.

-Hueles a humano- el recelo se había apoderado de su voz y de sus ojos. Me sostuvo para que siguiera mirándole. Una parte de mí se hubiera estremecido si no hubiera estado en shock.

-¿Algún problema con eso?- siseé. Mis ojos apenas dibujaban dos rendijas.

-Hueles a cazador-atisbé una nota de desconcierto en la cadencia de sus palabras. Me aferré a ella con uñas y dientes. Conseguí esbozar una leve sonrisa. Me zarandeó-. No sabes a qué estás jugando Aishell. Déjalo estar. Seré yo quien acabe con él y contigo. Lo desmembraré ante tus ojos para que aprendas de nuevo la lección.

Las ganas de golpearle renacieron en mí. Un instinto primitivo y salvaje aulló en el centro de mi pecho. ¿Cómo podía tener la sangre fría de hacer alusión a nuestro pasado de aquella manera? Me negué a revivir de nuevo la destrucción y la maldad de aquellos tiempos. No estaba dispuesta a pasar de nuevo por todo aquello. Me dejó caer y noté la hierba fresca en las palmas de las manos. La golpeé con frustración.

-Eres un bastardo Alec - dije sin ningún sentimiento en la voz-. - No podrás determe. Esta vez no.

-No me encontrarás Aishell. Desapareceré como el humo de un cigarro y no sabrás más de mí hasta que decida regresar para recuperarte. - su carcajada comenzó a alejarse a mi espalda-. Pon a buen recaudo a tu cazador. A veces me quedo sin pasatiempos .

No sé qué ocurrió después. Recuerdo el agua fría de un lago colándose por mis ropas, congelando la sangre y ahogando mis heridas. Veo el bosque pasando a mi alrededor, siempre igual, infinito, y noto los ojos ardiendo de tanto cambiar. Siento el lobo queriendo apoderarse de mí para sumergirme en el olvido. No se lo permití. Vagabundeé durante muchas horas. Eso sí lo sé. Anocheció. El bajo de mi vestido, empapado aún por el frío, había arrastrado hojas y suciedad de todos los rincones por los que había paseado y pesaba más de la cuenta a mi espalda. Cuando reconocí la fachada trasera de la cabaña, sentí el frío en los huesos por primera vez. La luz de un fuego parpadeaba sobre las paredes interiores. No sé cómo lo hice, pero trepé con las fuerzas que me quedaban. No sabía si Gonnar estaba o no en la casa. No le escuchaba, no le veía. No sabía si él no quería ser encontrado o era yo la que no percibía nada con claridad. Con la piel ardiendo, y los ojos febriles, me arrodillé frente al fuego. El vestido se extendió a mi alrededor. El baile de las llamas me hipnotizó.
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Mensaje por Gonnar Domne Miér Dic 11, 2013 8:31 pm

Estuve sentado en el sofá, dejando que mis emociones y sentimientos corrieran libremente por mis venas y que mis pensamientos volaran como cometas entrelazándose unas con otras. Cuando pasó un rato pensé que ya había tenido suficiente de aquello, respiré profundamente y aguanté la respiración dos segundos, y mientras expulsaba el aire después, hice lo que mejor sabía hacer después de cazar. Sentir.
Identifiqué cuál de todos mis sentimientos y emociones me calaba más hondo y lo saqué a flote en el mar de mi mente. Ahora ya sabía qué sentía al respecto, y ahora por fin podía pensar en qué hacer y cómo afrontarlo.

Hacía rato que había salido fuera de la cabaña y me había subido al tejado. Había dejado un fuego encendido para que al volver a dentro pudiera sentirme un poco más acogido entre esas frías paredes. Ella ni sentirá frío... Pensé brevemente mientras continuaba mirando al cielo. En verdad no lo miraba, lo observaba, contaba las estrellas que parecían estar más juntas, dibujaba imágenes uniendo de forma imaginaria estrellas con estrellas, e intentaba identificar cuál de todas ellas brillaba más. Es cierto que fuera hacía frío, y aunque me había subido una manta conmigo, la nariz y mis manos estaban frías como el hielo. Había subido simplemente porque se me había pasado por la cabeza, no tenía ningún motivo más.

De pronto escuché a Aishell trepar por la pared hasta la ventana y meterse en la casa. No quise, o no pude bajar de inmediato, me quedé unos minutos más arriba, todavía con la cabeza enfocada al cielo. Pero si antes había estado observando, ahora ni siquiera miraba. Podrían haber pasado diez estrellas fugaces y yo no me habría dado cuenta. Finalmente me decidí a bajar, suspiré y me deslicé desde el tejado hasta la ventana, entrando con cuidado de no resbalar con el agua que Aishell había dejado en la repisa y el suelo. -Ai..- maté la palabra en mi garganta de golpe, estaba dormida. Fruncí el ceño, olía diferente y realmente sus ropas daban pena. Me acerqué sin hacer ruido para verla más de cerca, estaba empapada en agua, sucia, llena de barro y hojas y ramitas. Me agaché para mirarla mejor, olí sangre.

Maldije en el fondo de mi mente el no haberla seguido, y cerré los ojos para calmar el martilleo de mis pensamientos. No podía volver a atrás y seguirla, y además, tampoco tenía derecho a hacerlo. Estaba encogida, agarrándose a sus ropas y una manta, y yo me pregunté hasta
qué punto tendría frío. Estaba empapada en agua y la temperatura era muy baja, el agua seguramente le habría calado hasta los huesos y no importaba qué clase de persona... o criatura fuera, seguro que algo así tendría que dejarte congelado. Quizá yo habría muerto pensé mientras me quitaba la manta de al rededor de mi cuerpo y la extendía por encima de ella con suavidad. Tembló un poco, supuse que por el frío.

Lo que hice a continuación, no fue algo que yo pensara. De hecho si lo hubiera pensado, es muy probable que no lo hubiera hecho. Eché un tronco grande al fuego, para que aguantara toda la noche, y de repente me encontré a mí mismo tumbado detrás de ella, y olvidando quién y qué era yo, y quién y qué era ella, únicamente pensando en que Aishell estaba helada, por detrás y por encima de las mantas que sólo le cubrían a ella... le abracé.
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Mensaje por Aishell Demberg Jue Dic 12, 2013 1:34 pm

Un hielo perpetuo se había adueñado de mi cuerpo. No sabía exactamente cómo había avanzado el tiempo a mi alrededor, sólo sentía una profunda rabia mezclada con una tristeza desconocida para mí. Era como si todo se hubiera despedazado y fragmentos de cielo estuvieran cayendo a mis pies. Una idea simple se había instalado en mi cabeza y no me dejaba recomponer el resto de piezas del puzzle. No podía matar a Alec. No yo sola, con mis propias manos, como había planeado desde que mi objetivo había sido acabar con él. Tantas expectativas, tantos sentimientos volcados en una misión que ni siquiera era viable... todos los planes que había hecho eran una pérdida de tiempo y yo no lo sabía. ¿Qué sentido tenía mi vida ahora?

Me removí en sueños. Tirité y me encogí más sobre mi misma. Todo el abatimiento me había dejado a nivel físico por los suelos. Estaba congelada, vacía. Ya no sabía hacia donde tenía que caminar. No había salidas, y si las había... mi embotada mente no quería descubrirlas. Notaba el pelo húmedo contra las mejillas, los dedos entumecidos y la ropa pegada al cuerpo. El sueño no me permitía moverme. Dejé que Morfeo me llevara con él para olvidar. Para eso dormiamos. Para dejar un espacio entre los sucesos que nos afectaban y los días en los que teníamos que seguir viviendo. Era un hueco que nos daba algo de margen para repararnos a nosotros mismos, y eso era lo que necesitaba. Aislar lo que había sucedido como una simple anécdota sin trascendencia... pero no pude huir. Alec me persiguió através del subsconsciente. Bajó hasta niveles infranqueables para un simple mortal y me atormentó durante la noche.

No fui capaz de abrir los ojos hasta que un calor intenso se deslizó hasta mi interior y me resucitó. Salí de la profundidad de los sueños hasta alcanzar la superficie, en la que me recibieron las ascuas de una hoguera a medio apagar. Creí ver en ellas los fríos ojos de Alec, y me alejé bruscamente, chocando con algo a mi espalda que, hasta donde alcanzaba a recordar, antes no había estado. Amortiguado por las mantas, el golpe no fue tan fuerte como esperaba, pero el dolor de las heridas recientemente abiertas me atravesó sin previo aviso, despertándome de golpe. Gemí mientras me retorcía y rodaba hasta pegar el pecho al suelo. Me saqué las mantas de encima para que el aire frío del ambiente suavizara el escozor. Noté la humedad que desprendieron mis ojos en el antebrazo derecho y, cuando volví a respirar con normalidad, estuve a punto de quedarme allí enterrada para siempre. No obstante, una parte desconocida para mí tiró de mis manos hasta apoyar las palmas en el suelo e incorporarme con cuidado. Cuando logré sentarme y me sequé las lágrimas con lentitud, enfoqué la mirada. Allí, mirándome fíjamente, se encontraba Gonnar. Observé la posición en la que estaba, a pocos centímetros de mí sin decir absolutamente nada y comprendí qué había hecho mientras yo dormía. Una pena inmensa se apoderó de nuevo de mí. La garganta me ardía mientras buscaba palabras coherentes que decir.

-Podría haberte matado. No debes acercarte tanto a mí sin que yo lo sepa- alcancé a decir-.Si no hubiera estado tan cansada y hubiese notado a alguien a mis espaldas, no habría dudado en atacar.

Mi voz se apagó de golpe. Aunque debía de haber dormido varias horas, me sentía incluso peor que la noche anterior. Me quité el pelo de la cara y observé con desconcierto mis ropas, la habitación, y el escaso mobiliario. La luz que entraba por la ventana me molestaba en los ojos. El frío comenzó a reptar de nuevo por la tarima hasta alcanzar mis piernas. Tomé con lentitud una de las mantas, y volví a echármela sobre los hombros. No abrigaba absolutamente nada. Miré al cazador de nuevo. Volví a bajar la mirada. El calor que me había reconfortado en medio de la noche provenía de él, de su cuerpo, y no de una simple tela. Suspiré.

-No tenías por qué hacerlo. Gracias- susurré. Las palabras sonaron extrañas en mis labios.
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Mensaje por Gonnar Domne Jue Dic 12, 2013 6:09 pm

A los pocos segundos de rodearla con mis brazos temí por un momento que se despertara y arremetiera contra mi por no haberle preguntado y haberme tomado semejante libertad. Pero no lo hizo, continuó durmiendo como si no pasara nada, tal debía de ser su agotamiento.
Yo me dejé llevar por el sueño también, el día siguiente iba a ser un día intenso y largo, y era mejor estar descansado. Conseguí vaciar mi mente, no pensar en nada que pudiera disturbar mi tranquilidad del momento, y pese a que Aishell estaba fría y algo de su humedad se notaba ya incluso entre las ropas y mantas, y pese a todo, hacía tiempo que no me sentía tan a gusto para dormir. No recordaba que ésto fuera así... fue lo último en lo que pensé antes de quedarme totalmente dormido.

De pronto se sacudió como si le estuvieran atacando, despertándome a mi también y con lágrimas de dolor en los ojos. Me quedé mirándola, o eso parecía, porque en ese momento me volvió a venir un recuerdo. Ese momento de sobresalto trajo a mi mente una habitación destrozada, llena de sangre por todos los sitios, y un joven yo en el suelo, casi inconsciente y sin poder moverme. Recordé un olor, lo reviví mejor dicho, el olor de una bestia y el olor de la sangre, no la sangre de cualquiera, la sangre de mis padres que yacían sin vida a escasos metros de mi.
Cuando me habló, se disipó de mi mente el recuerdo como las nubes del cielo arrastradas por el viento. Mi rostro ni siquiera expresaba terror, ni pena. En ese momento de shock dudo que hubiera expresado algo, y sus palabras, sus "gracias" resonaron cálidas dentro de mi atenuando la sensación de desazón que me comenzaba a llenar por dentro.

-De nada, yo...- pero no terminé la frase. Recordé algo evidente y que se me había pasado por alto hasta este momento. Me puse en pie en seguida y le di la mano para que se levantara ella también. -Tenemos que irnos, ya. Has sangrado y es seguro que seguirán tu rastro para matarte- le dije con la mirada muy seria y apresurándome a la ventana para echar un vistazo al rededor de la casa. Observé detenidamente el bosque en silencio absoluto, deteniéndome en cada rincón de maleza y cada rama que mi vista alcanzaba a ver. Gruní. -Tarde, ya te han encontrado- dije mirando hacia donde se encontraba ella. Entendí que estaba siendo vago en mi explicación, y concreté, con un nudo en la garganta. -Cazadores- solté así sin más, como si yo no fuera uno de ellos también.

Era obvio, y lamenté no haberlo pensado antes. Ella había sangrado, y cualquier cazador que se precie puede seguir el rastro de la sangre de un hombre lobo, especialmente siendo ésta tan reciente y fresca que aún habría manchado los dedos de cualquiera que la hubiera tocado. No es raro que los cazadores se adentren nada más comenzar el día en los bosques, lugar de refugio ideal para un hombre lobo, sin duda, con la intención de ver si encuentran un rastro que puedan seguir y que les lleve hasta sus presas. En esta ocasión, lo habían encontrado.
Era imposible para mi saber cuántos había. Los cazadores no suelen trabaja en grupo, pero no es del todo raro ver a una pareja o trío unir fuerzas para dar caza a una presa especialmente escurridiza.

-Dime que tienes otra salida, por favor- le pregunté indirectamente, con un tono de preocupación evidente. Lo último que necesitábamos ahora, era otra pelea. Ella no estaba en condiciones, y yo tampoco quería ser visto ayudando a un hombre lobo. Apreté mi mano en un puño, tenso, esperando su contestación.
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Mensaje por Aishell Demberg Vie Dic 13, 2013 4:39 pm

Intenté aislar las atropelladas palabras de Gonnar, pero no fue hasta que dijo "cazadores" cuando me di cuenta de cual era la situación. Al principio sentí la adrenalina extenderse por todo mi cuerpo, mis sentidos buscaron cualquier salida viable que me mantuviera con vida. A los dos segundos me percaté de que para llegar a la conclusión de que alguien me perseguía, Gonnar debía de conocer mi naturaleza. Eso me desconcertó y me horrorizó a partes iguales.

-¿Cómo lo has...?- pero no me hizo falta terminar la frase.

Los ojos del joven se desviaron de mis pupilas a la trampilla que llevaba al sótano. Me quedé petrificada. No podía asimilar que aun no me hubiera matado y enterrado. "¿Por qué?", quise preguntar, pero la frase se quedó atrapada en mis labios. Intenté despejar la mente y volver a pensar con la claridad de un lobo, pero los mensajes se deformaban ante mis ojos. Un torbellino de dudas se acumuló en el centro de toda mi existencia. Cerré los ojos y di la espalda a mi compañero. No podía concentrarme. Me perdí de nuevo en mi misma, como la noche anterior. "Dios mio", me dije, "Vamos a morir" y lo curioso es que lo pensé en plural. Apoyé la frente en el cristal de una de las vitrinas que adornaban el salón. El frío me espabiló un poco. "Gonnar está aquí. Sabe la verdad. Por algún motivo no ha acabado conmigo cuando he estado vendida durante todas estas horas. Los cazadores vienen a por mí, los huelo, están rodeando la casa. Gonnar está en peligro. Alec sabe que está de mi parte y si el resto de cazadores averigüan nuestra relación le matarán. No puede morir.". Todos los datos se desparramaban por mi mente sin ningún tipo de orden. Inconexos.

-Tienes que salir de aquí- dije de pronto.

Cuando pronuncié la frase, fue cuando su significado tomó color y se asentó en mi como una verdad única. El último objetivo que me quedaba por cumplir era evitar otra muerte más.
De pronto la resolución volvió a mí. Separé la cabeza del cristal y me giré hacia el cazador. Le agarré por el antebrazo y le arrastré trampilla abajo. Hice las maniobras necesarias para que la única alfombra que había en el salón la cubriera cuando la cerramos por dentro.

-Escúchame. Este sótano servía como almacén de contrabando. Como el transporte no siempre podía mover los cargamentos por el exterior, se construyeron túneles por todo Paris comunicando cobertizos y bodegas de todos los rincones de la ciudad- bajé las escaleras y evité mirar las cadenas ancladas a la pared. Abrí un armario y esquivando una muda de ropa que tenía oculta para las transformaciones, tomé el cuchillo de plata del cazador. Se lo tendí y le empujé hacia una estantería. La desplacé sin dificultades dejando ver los túneles de los que hablaba-. Tienes que irte.

Agudicé el oído y percibí los primeros pasos sobre la tarima. Silenciosos, calculados. Eran tres cazadores. Una mujer y dos hombres. Volví la vista hacia Gonnar con tristeza. El vacío seguía anclado a mí, se había hecho un hueco propio bajo mis costillas. Negué con la cabeza.

-No puedo irme de aquí. Mañana hay luna llena... ya no tengo nada que hacer allí fuera. Se acabó. Alec es el lobo al que buscábamos, pero no tengo nada que hacer contra él. Estás en peligro- expliqué con rapidez mientras le empujaba hacia el pasadizo-. Acabarán contigo si te encuentran. Vamos. Coge el cuchillo y sal de aquí.
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