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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Gonnar Domne Vie Dic 06, 2013 5:24 pm

Recuerdo del primer mensaje :

La seguí. Ella había aceptado mi ayuda, aún sin decirlo de forma explícita. Estaba seguro, pues no sólo había dicho "tenemos que irnos", sino que además se había tomado la molestia de no correr muy rápido, de no tomar caminos que pudieran despistarme mientras le seguía. Habría podido seguirla igual pensé mientras dejábamos la ciudad atrás. No había luna llena, y las estrellas que adornaban el cielo no eran suficientes para iluminar a través de las copas de los árboles que parecían cernirse sobre el suelo del bosque. Mientras ella se sentaba en el tronco del árbol caído, me paré un momento a pensar. Estábamos en los lindes del bosque y lamenté no haberme obligado antes a explorar esos bosques, porque si lo hubiera hecho un par de veces de día, ahora sería capaz de reconocer dónde estaba exactamente y no temería perderme en su interior si nos adentrábamos. Pero no lo había hecho, y ahora era tarde para cambiar aquello, y tenía mejores cosas en las que pensar.

Cuando se quitó la capucha yo debería de haberme quedado sin aliento. Sus facciones, su tez, sus ojos... su mirada. Decir que era guapa habría sido casi un pecado, esa joven estaba por encima de las palabras que nosotros los humanos podemos utilizar. Era una belleza distinta, una belleza que juntaba cada rasgo de su rostro y lo unía con su carácter y su personalidad, creando así una melodía perfecta. Pero en ese momento, no reparé en ello, no me di cuenta de lo que tenía ante mi... simplemente podía ver la llave que abría la puerta de mis recuerdos.

La pregunta que me hizo me pilló por sorpresa. Que ¿qué quiero a cambio de ayudarla? reproduje la pregunta en mi mente, como si no la hubiera entendido y necesitara asimilarla. ¿Cómo explicarle lo que necesitaba de ella sin que resultara completamente extraño y absurdo? Apoyé mi espalda en el árbol que tenía tras de mi, cruzando los brazos y sin poder apartar la mirada de ella. -A cambio quiero que me dejes estar a tu lado- dije sin estar convencido de que esa fuera la mejor respuesta, pero seguro de que eso era exactamente lo que quería de ella. No sabía cómo reaccionaría a esto, pero independientemente de su respuesta, yo no iba a dejarla escapar.
Ojalá no lo complique. pensé mientras esperaba su reacción.
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Mensaje por Gonnar Domne Dom Dic 15, 2013 7:58 pm

Sus frases se amontaban en mi cabeza mientras me dejaba llevar hacia el túnel secreto. Cada frase, cada palabra que decía tenía mucho significado, y mientras las palabras se precipitaban por mi mente a toda velocidad tenía la urgencia de entender la situación que ella me pintaba y enlazarla con mis propias necesidades. "Tienes que irte", "tienes que salir de aquí" repetí en mi cabeza una vez más. Ya no era en sí las palabras, si no el cómo las había pronunciado y la situación en la que lo había hecho.

Hay muchas cosas en esta vida de las que un hombre puede prescindir, cosas tan importantes que muchos hombres sólo de pensar que podrían perderlas tiemblan de miedo... pero en el fondo, se puede prescindir de ellas y seguir viviendo.
Sin embargo, había una cosa de la que yo no estaba dispuesto a prescindir, a ningún precio. Porque un hombre sin pasado, no sabe quién es, y un hombre que no sabe quién es... no tiene presente ni futuro. O quizá sólo yo pensaba así, o quizá yo mismo me autoconvencí de ello porque. simplemente, no quería dejarla atrás.

-No puedo dejarte aquí- le miré fijamente, de forma que pudiera ver en mi rostro mi determinación y mis intenciones de no ceder en sus demandas. -O nos vamos los dos, o no se va ninguno, Aishell- continué diciendo mientras me separaba del túnel. -Eres la llave de mis recuerdos. Cuando te toqué el otro día, pude recordar brevemente algo de mi pasado. No puedo dejarte, lo siento-. sentencié, con esa confesión de mis verdaderos motivos, dejando muy claro que no había posibilidad de hacerme cambiar de opinión. Si ella había entendido algo de lo que le había explicado, entendería seguro lo que significa para alguien encontrar sus recuerdos.

Le mantuve la mirada, serio como no lo había estado hasta entonces. Si me iba no podía estar seguro de que la volvería a ver, y no estaba dispuesto a dejar que pasara eso. Por mi mente se cruzó una idea, no muy buena, a decir verdad, pero una solución alternativa a las únicas dos opciones que teníamos. -Vamos al circo- le dije, casi con un tono de súplica. -Ardió hace poco, nadie estará ahí, y nadie esperará encontrar a nadie allí. Tienen jaulas...- esto último lo dije apartando la mirada, extrañamente avergonzado por el comentario que hacía referencia a su condición de hombre lobo. Me sentí incluso peor por apartar la mirada, y me forcé a mí mismo a devolverla a sus ojos.

-O quedarnos y luchar. Tú decides- dejé el futuro en sus manos. Mi vida en sus manos.
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Mensaje por Aishell Demberg Lun Dic 16, 2013 3:14 am

Supongo que si hubiese querido zanjar el tema le hubiera empujado hacia el túnel y le habría encerrado tras el mueble que cubría la entrada. No lo hice. No debí dejarle hablar. La situación dió un giro inesperado que me hizo perder la determinación. El pasado de ese joven, que había aparecido de la nada, se había ligado por algún motivo a mí... Mi existencia se había vuelto útil, y ser algo para alguien hacía que mi vida tuviese un valor que yo creía extingido. Me recompuse del shock inicial en cuestión de segundos. Tenía muchas preguntas que hacerle, se me notaba en la forma de sostenerle la mirada, pero ambos éramos conscientes de que no había mucho tiempo.

-Supongo que esto cambia un poco las cosas- dije con voz ahogada.

Miré el techo sobre nuestras cabezas. Ambos escuchamos las pisadas, amortiguadas por la experiencia de los cazadores. Dudé. No le dije absolutamente nada a Gonnar, pero perdonar la vida a aquellos hombres iba a salirme caro. Sabían que era una mujer. Sabían mis medidas, mi olor, dónde compraba lo poco que había en la despensa, mi talla de pie, el color de mi cabello... registrarían todo hasta reunir la información suficiente para condenarme. París ya no era un lugar seguro para mí. Tenía que marcharme... o acabar con sus vidas. Pero teniendo a un cazador frente a mí... ¿Qué pretendía? ¿Acaso Gonnar me perdonaría por aquellos tres asesinatos que quería cometer? Bajé la cabeza con tristeza cuando el joven expuso su plan. Me resistí a escoger la última opción. Que Gonnar luchase contra los de su clase no era lo mismo que el que yo acabara con algunos individuos de mi naturaleza. Los cazadores que estaban sobre nosotros no tenían por qué merecer la muerte. Estaban haciendo su trabajo. No podía obligarle a aquello. El circo tendría que servirnos de escondrijo hasta que pudiera reunir las provisiones suficientes para marcharme lejos y empezar de cero.

-Vámonos- dije rehuyendo su mirada.

Tenía mucho que preparar para la luna llena si pretendía encerrarme en una simple jaula. Volví al pequeño armario donde había guardado su cuchillo y cogí la muda de ropa que tenía y una capa oscura que cubriría el resto del atuendo. Era lo único que me quedaría de aquella casa, pero al menos me serviría para sustituir el vestido sucio y desgastado que portaba desde el encuentro con Alec. Atravesé el túnel sin mirar atrás, cerrando por dentro el hueco por el que habíamos pasado. Eso haría que los cazadores perdieran un tiempo precioso si encontraban la entrada. Y así fue como cazador y presa, se sumergieron en la oscuridad...
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Mensaje por Gonnar Domne Mar Dic 17, 2013 8:42 am

A los pocos metros de caminar por aquel tunel, la tenue luz que atravesaba las rendijas de la puerta secreta se desvaneció por completo, sumiéndome a mi y Aishell en una negra oscuridad. Ella era un hombre lobo, seguramente podría ver algo en aquellas condiciones, o al menos conocía mejor que yo los túneles por los que nos adentramos. Yo desde luego no veía absolutamente nada, y simplemente caminaba detrás del sonido de sus pasos y su respiración. Podría haber continuado así, pero yo siempre tengo ideas, siempre tengo pequeños detalles del pensamiento que parecen nimios, pero que esconden grandes significados detrás.-Vas a tener que darme la mano, no veo absolutamente nada- le dije mientras me paraba en mitad del túnel.
No pude ver su cara, obviamente, pero estoy casi seguro que cambió hasta dos veces de expresión antes de que Aishell me diera la mano y tirara firmemente de mi. Seguramente no le haga ni pizca de gracia tener que darme la mano pensé para mi mientras una extraña sonrisa se abría paso en mi cara.

Estuvimos bastante tiempo caminando en silencio, ya había suficiente tensión en el ambiente. No tenía ni idea de a dónde saldríamos exactamente por ese túnel, pero tenía unas ganas tremendas de descubrirlo. La humedad, el aire cargado de tierra y falto de oxígeno, y la oscuridad incesante hacían de aquellos túneles una desagradable y pesada experiencia que yo quería que durara lo mínimo posible. Al menos está ella conmigo pensé brevemente mientras ella tiraba de mi para girar una esquina. Ese pensamiento me golpeó de una manera inesperada. ¿Por qué había pensado eso? ¿Quién demonios era esa chica y qué vínculo me unía a ella? Pero no tuve tiempo de indagar más en esos pensamientos. Aishell paró en seco y tanteando la pared de en frente nuestra activo un mecanismo que hizo ceder la pared y abrirse como una puerta, devolviendo algo de luz a mis ojos, permitiéndome ver aunque fuera tan sólo un poco. En ese mismo momento pude soltarle la mano, ya no tenía motivos para seguir cogiéndola, podía ver por mí mismo, al menos lo suficiente para guiarme. Aún así no lo hice, y esperé a que fuera ella la que me soltara a mi.

-No sé dónde estamos, pero necesito antes de ir al circo pasar por la taberna a recoger mis cosas. No creo que vaya a volver por allí.- le dije pensativo. Además así podríamos coger provisiones y otros útiles. Algunos me los daría el tabernero de buen agrado, y otros... quizá tuviera que cogerlos prestados. Cuando mis ojos por fin se acostumbraron a la luz, examiné con detenimiento el lugar en el que nos encontrábamos. Era sin duda un almacén, y por la manera en la que estaban distribuidas las mercancías y el tipo de mercancías que eran, no era difícil imaginar que era algo ilegal. Sonreí para mis adentros, pues quien roba a un ladrón... tiene cien años de perdón.
Cogí algunas cosas de la estancia, nada que abultara mucho. Cuerdas, cables, alguna bebida, clavos y ese tipo de cosas que quizá pudiera necesitar en algún momento. De hecho, no dudada que las fuera a utilizar.

-Te sigo- le dije... y eso hice.
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Mensaje por Aishell Demberg Jue Dic 19, 2013 2:48 pm

En cuanto fue prescindible que Gonnar me sujetase la mano para guiarse, agité la mía para soltar su agarre y esconder la palma bajo la manga. Mientras el cazador parecía estar emocionándose cogiendo un montón de provisiones, como si fueramos a quedarnos eternamente entre las ruinas del circo, me coloqué la capa sobre el vestido con movimientos rígidos y la mirada perdida. Escuchaba levemente los pasos de la familia que vivía sobre el almacén. Nadie sospecharía de ellos nunca y eso que, por lo que sabía, llevaban viviendo del tráfico ilegal durante siglos generación tras generación. Escuché parlotear a mi compañero, pero tenía la mente embotada y girando siempre entorno al mismo problema. Tenía que irme de París. Nos seguían.

-No sé de qué estás hablando, cazador. Asíque espero que me expliques qué relación tienes tú con una taberna- comenté sin ápice de emoción.

Callejeé entre las pilas de cajas y baules y encontré la salida. Hacía mucho que no tenía que escapar por los túneles, y había deshechado de mi mente los caminos correctos. Por eso habíamos ido a parar a ese almacén y no a otro. No sabía en qué calle apareceríamos, pero apostaba a que aterrizaríamos en algún callejón del centro de la ciudad a juzgar por todo lo que habíamos caminado. Subí por varias cajas y en la última, tuve que agacharme un poco. Empujé con ambas manos la tapa circular que había sobre mi cabeza y enseguida, el frío y la lluvia me golpearon la cara. Bingo.

-Una falsa alcantarilla. Maravilloso- mascullé.

Observé con admiración la tapa que estaba sujetando. Habían taponado los agujeros por los que podía entrar la humedad para que no se inundara el escondrijo, pero a simple vista, nadie se plantearía un engaño como ese. Además, desde el callejón al que daba se podían recoger las entregas de los materiales con bastante discreción. Una parte de mi mente asintió con aprobación. Era una salida inteligente. Me aupé sobre los brazos y en cuanto salí a la superficie, comencé a calarme.

-Date prisa. Recuerda que nos están buscando. Tus compañeros deben de haber encontrado ya los túneles- dije recalcando la última frase. Aun no conseguía asimilar que ese joven me necesitara para algo, y si no era verdad lo que me había comentado... ¿qué era lo que planeaba? Tenía una larga conversación pendiente con él, pero tendría que esperar hasta poner mi mente en condiciones. "Primero yo, y luego los demás". esa era la regla que me había hecho sobrevivir a tantos años de engaños y persecuciones.
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Mensaje por Gonnar Domne Jue Dic 19, 2013 4:25 pm

La miré atónito por la pregunta unos segundos. Después seguí recogiendo cosas que creía de utilidad mientras le contestaba de forma parca y seca. -Trabajo en la taberna, a cambio me dan una habitación. Eso es todo- Miré hacia arriba, advirtiendo que había encontrado por fin la salida. Me encogí de hombros y la seguí hasta la superficie.
Sí, nos seguían, pero ir con prisas no iba a hacer más que aumentar las probabilidades de cometer un error.

Sin mediar palabra caminé delante de ella por entre los callejones, no sabía por qué pero se me habían ido las ganas de hablar con ella. Quizá su reacción más fría, o su voz tan seca me habían dejado de peor humor. Cuando llegamos a la taberna no había mucha gente, sólo unos cuántos borrachos de medio día, contando historias que creían falsas, pero que seguramente tuvieran más de ciertas de lo que a ellos les habría gustado. Pero estaban borrachos, y nunca repararían a pensar en esas cosas.

Llevé rápidamente a Aishell a mi habitación, era realmente pequeña, de unos 2 metros cuadrados, y tan sólo contaba con una mesa y la cama. Tampoco necesitaba más. La cama estaba desecha, con una toalla limpia y doblada por la mitad, cortesía del tabernero con el que tenía una relación muy amigable. En la mesa sólo había papeles, con dibujos algunos, con cosas escritas en otros, pero tan pronto como entré en la habitación les di la vuelta, supuse que sería suficiente. Y de la silla de enfrente de la mesa colgaba mi único otro par de ropas, estas limpias, que había comprado tan pronto como pude con mi primera paga de la taberna. -Quédate aquí, volveré en seguida- le dije mientras cerraba la puerta de mi habitación. No fui muy cortés, debo de admitirlo, pero en ese momento tampoco me importaba.

Bajé a donde el tabernero y mantuve una conversación privada con él. Me dio una bolsa, donde pudiera guardar y llevarme todo lo que necesitara, y además me dijo que si en un futuro volvía a querer trabajar allí, estaría encantado de tenerme de vuelta. Entre otras cosas, en la mochila metí yeso, cerillas, las cuerdas, clavos y bebidas del almacén clandestino, un poco de pan y muchos papeles. Me despedí del tabernero, bastante seguro de que sería la última vez que sabría algo de él.Es un buen hombre, y no quiero que lo relacionen conmigo pensé para mis adentros mientras volvía a mi cuarto, donde esperaba encontrar a Aishell sentada y esperando.

Al entrar en la habitación la encontré de pie. Aunque al volverlo a pensar, no me sorprendió en absoluto. Ella siempre parecía estar alerta, y no era yo quién se lo reprocharía. Miré de reojo mis papeles de encima de la mesa, estaban exactamente en la misma posición que yo los había dejado. Eso no quería decir que no los hubiera mirado, pues era lo suficientemente mañosa para haberlo hecho y dejarlos después tal y como estaban previamente. La miré un momento, desconcertado, no terminaba de entender su manera de pensar... y en ese momento, sin venir a cuento, pensé que realmente nunca terminaría de entenderla. Demasiado diferente.
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Mensaje por Aishell Demberg Jue Dic 19, 2013 6:42 pm

-Alec también está cerca- espeté nada más le oí entrar de nuevo en la habitación.

No podría explicar con palabras lo que me había sucedido mientras esperaba a que el joven regresara. Me había quedado parada mirando fíjamente la sencilla habitación en la que vivía Gonnar. Ni en mis más remotos pensamientos habría podido imaginar que un cazador viviera en semejante miseria. Aunque claro, Gonnar no parecía un cazador cualquiera. Él mismo me había explicado cómo seleccionaba a sus presas... lo que en cierto modo significaba matar menos y cobrar poco si surgía algún encargo en concreto. ¿Cuántas ofertas habría rechazado para seguir sus principios?

Rodeé la cama y fijé la mirada en los papeles que el joven había volteado. Recordé que horas antes, había sido él quien había fisgado en mis cosas, encontrado mi sótano y averiguado así mi secreto. Una ira violenta y nauseabunda me recorrió. Mis manos formaron dos puños casi por inercia y mis ojos cambiaron de nuevo. Ah... la ira de la bestia. Cómo aumentaba y me torturaba en los días previos a la luna llena. Tenía que controlarla como fuera o cualquier error ajeno me sacaría de mis casillas y me convertiría en lo que no quería ser. Giré la cabeza en círculos para intentar despejarme y desvié la mirada de El Lobo de los papeles del cazador. Lo que fuera que contuvieran no eran asunto mío.

Entonces vi la ropa del joven sobre la única silla de la habitación. Me obligé a abrir las manos para pasar los dedos por la suave tela que las componía. Por mis ojos de lobo cruzó una imagen clara y concisa. Alec haciendo exactamente lo mismo que yo. Paseando por la habitación, husmeando... acechando. Las heridas que me adornaban ardieron y fui a parar a la pared más cercana. Me sujeté a la nada y boqueé por un instante, pero El Lobo cedió. Despaché todos los sentimientos de un manotazo y me recompuse lo suficientemente rápido como para que el cazador no sospechase. Noté una mano apresándome el corazón. Alec ha elegido a su nueva presa me lamenté y es culpa mía. Le ha condenado que le permitiera acompañarme. Él debería saberlo... me dije, pero la idea se esfumó. Si Gonnar sospechaba algo, no lo había demostrado... y ahora él estaba tan en peligro como yo. Necesitaba que estuviera al cien por cien, y saber que nos seguía alguien más, no iba a ayudarnos. No podía irme, no podía quedarme... lo único que tenía claro era en qué circunstancias me arriesgaría a luchar en la misma guerra que Alec. En una en la que se hiciera justicia. Y en ese momento, la realidad era que no habría apostado todas mis cartas a favor del joven que me acompañaba. Cerré los ojos y recuperé la tranquilidad de nuevo. En ese instante no tenía muchas más opciones que confiar en los Dioses y en su misericordia. Me acerqué a la puerta y la cerré, dejando acorralado a Gonnar. Le sentí alerta por mi repentino acercamiento, pero no podía retrasar más aquello.

-Bien. Tú y yo tenemos que hablar, pero por ahora, voy a dejar claras dos cosas. La primera: No quiero que te separes de mí, ¿me has entendido? Ni un milímetro hasta que lleguemos al circo. Si no me haces caso ahora, entenderé que has cambiado de parecer y prefieres quedarte con tu pasado en blanco. Pasarás a ser mi enemigo. No puedo permitir vivir a un humano sabiendo mi naturaleza y mucho menos a un cazador. Si vamos a estar juntos en esto, en la huida, en la lucha... en cualquier cosa que se nos presente ahora que estamos desapareciendo del mapa, lo estaremos hasta el final. No quiero salidas nocturnas repentinas, no quiero desapariciones sin explicación. O estás conmigo, o contra mí. No puedo permitirme secretos. Tú y yo deberíamos ser enemigos  y aun no entiendo qué está pasando, asíque espero una larga conversación cuando nos asentemos en el circo. - hice una pausa y le miré a los ojos con intensidad, asegurándome de que, pese a la rapidez con la que estaba poniendo los puntos sobre las ies, captara el mensaje. Noté cómo sus músculos se tensaban más al ver mis ojos. Sí Gonnar, es mi otra naturaleza. ¿Sorprendido?-. En segundo lugar: si he decidido acompañarte, es en gran parte porque me siento en deuda contigo. Podría haber muerto hace dos noches si no hubieras aparecido y odio deber favores. Si de verdad puedo ayudarte con... tus recuerdos, que así sea, pero si descubro que todo forma parte de algún plan para ligarme a ti y después traicionarme, no tendrás callejón en el que esconderte.

Se hizo un silencio pesado sobre nosotros. Me percaté entonces de que había estado hablando en susurros, pero que mis manos apretaban la puerta como si fuera a tirarla abajo. Enfoqué el rostro del cazador y no supe interpretar su expresión, pero sí noté sus manos a cada lado de su cuerpo. Listas para sacar los cuchillos pensé, y eso me desarmó. Mis ojos recuperaron su color normal y le miré con horror. Estaba perdiendo el control. Cerré los ojos y bajé la cabeza, sentí ganas de gritar. Me aparté con lentitud  y despegué las manos de la puerta. Me moví inquieta por la habitación.

-Nos vamos- logré articular con la voz agarrotada. Antes de salir de la habitación y buscar con desesperación el aire del exterior, me volví hacia él -. Si tan importantes son esos papeles que tienes sobre la mesa como para ocultarlos, quizás merezca la pena que los lleves contigo...


Última edición por Aishell Demberg el Miér Dic 25, 2013 11:01 am, editado 1 vez
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Mensaje por Gonnar Domne Lun Dic 23, 2013 3:37 pm

Creo que ni siquiera asimilé las primeras palabras que me dijo antes de cerrar la puerta con tal violencia que me resonaron hasta los tímpanos. Me sorprendió aquella manera de dirigirse a mi, tan repentina, tan cargada de lo que yo pensaba que era rabia. No la había visto así antes, y tardé aún demasiado en salir del shock y recordar qué era ella.
Mientras me hablaba le miraba a los ojos, ojos en los que se reflejaba la bestia que llevaba dentro, pero no sólo eso, quizá aquella rabia contenida, la fuerza e intensidad de aquella mirada no fuera únicamente causada por la loba que anidaba en su interior, sino por su corazón de humana que irradiaba dolor y rabia de una manera tan potente, que hasta un ciego podría haberla visto en sus ojos. Ojalá pueda ayudarla fue lo único que pensé con claridad para mi mismo. En ese momento puse los brazos a mis lados, un poco tensos, y estuvo a punto de hacerlo. Estuvo a punto de hacerla callar con un abrazo, parecía realmente que necesitaba uno. Le habría querido dar una abrazo para que viera que no iba a traicionarla, que yo tenía intención de ayudarla de verdad y estar a su lado, incluso aunque no me amenazara para ello. Le habría abrazado, y si hubiera podido habría absorbido en ese abrazo toda esa rabia que pensaba que la consumía por dentro. Lo habría hecho... Pero no lo hice, no lo hice y me reprimí, me quedé quieto, sin moverme ni decir nada, tan sólo mirándole con una cara extraña, intentando adentrarme más y más en ella a medida que me iba hablando y que me aguantaba la mirada.

-Vale. Lo entiendo, vámonos entonces.- fue mi única contestación. No sé qué esperaba exactamente que respondiera a todo aquello, pero ciertamente no era yo alguien que hablara por hablar, y tenía mucho que asimilar e ideas que ordenar en mi cabeza antes de atreverme a contestar a algo tan trascendental como lo que me acababa de decir arrinconado contra la puerta.
Me miró frunciendo el ceño cuando vio que no cogía mis ropas limpias, que no recogía los papeles de la mesa, y que tampoco hacía ningún esfuerzo por ocultarlo en ningún lado. Use mi cuchillo para hacer presión y sacar el ladrillo hueco de la pared tras el cual se ocultaba mi diario, lo único que realmente quería llevarme de aquella habitación. Ladeé la cabeza curioso ante su mirada de ceño fruncido y me encogí de hombros. Le expliqué el por qué. -Esas ropas están nuevas, no me las he puesto todavía...al menos no yo.- dije con total normalidad, como si lo hubiera tenido planeado todo desde hacía tiempo. -Las hojas no contienen más que poesías y escritos en los que menciono, alguna vez, lugares de la ciudad por "donde me gusta ir".- añadí mientras volvía a poner las hojas boca arriba -¿O eran lugares donde no he estado jamás?- sonreí para mí mismo.

Salí por la puerta sin mirar atrás, no iba a echar de menos aquella habitación. Esperé a escuchar sus pasos detrás de mi para continuar moviéndome. Me despedí del tabernero una vez más, con un leve movimiento de cabeza y salimos de la taberna en silencio. Esta vez el que necesitaba el silencio para reflexionar, era yo,y por eso no medié palabra con ella a lo largo de todo el camino hasta el circo. Ni siquiera le miré a la cara, eso habría distraído mis pensamientos. Ella tampoco era muy habladora de todas maneras, aunque era evidente que sí nos esperaba una importante y larga conversación una vez estuviéramos acomodados.
Caminábamos por caminos muy frecuentados por gente, con las capuchas cubriéndonos el rostro y dando mucha más vuelta de la que era estrictamente necesaria, dificultando en gran medida cualquier intento de ser seguidos.

Cuando llegamos al circo nos deslizamos con cuidado por la parte de atrás, asegurando que no había nadie en el interior y que nadie nos veía penetrar en la carpa. Estaba desierto como era de esperar, y aún se podía ver las cenizas del fuego y las sillas chamuscadas alrededor. Lo único que no había, era el cadáver que Aishell había dejado en el suelo.
Inspeccionamos cada rincón del circo, cada posible vía de entrada y de salida, cada rincón oculto para poder estar tranquilos con la certeza de que todo estaba en orden. Y así parecía ser. Aishell me ayudó a colocar algunas trampas de seguridad muy rudimentarias, simples mecanismos que nos alertarían de cualquier otra persona que intentara deslizarse en el circo como habíamos hecho nosotros, nada complejo. La tarea tampoco nos llevó mucho tiempo, y tampoco mediamos palabras, no más de las necesarias, posiblemente acumulando todo lo que teníamos que decirnos para cuando la conversación real empezara.

Estábamos en la parte de atrás, donde estaban las jaulas y demás utensilios y aparatos circenses. Golpeé con el pie un cajón de madera dejándolo caer de pie justo al lado de Aishell, mientras giraba 360 grados sobre mis pies, agarrando otro cajón en el proceso y sentándome en él en el mismo movimiento ininterrumpido. -Hablemos, ahora.- le dije con la voz seria. Y esperé que ella empezara con sus preguntas.

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La búsqueda: Continuación  (Aishell Demberg) - Página 2 Empty Re: La búsqueda: Continuación (Aishell Demberg)

Mensaje por Aishell Demberg Miér Dic 25, 2013 11:18 am

Desde la pequeña explicación que Gonnar me había dado antes de salir de la taberna, el joven había tomado la iniciativa y había comenzado a andar en primer lugar. No medié palabra sumida como estaba en mis pensamientos. Si un cazador como él pensaba que podría protegerse de las amenazas con cuatro detalles dentro de la habitación donde dormía... no había salvación alguna para él. No obstante, en cuanto llegamos al circo me obligó a ayudarle a montar algunas trampas por todo el perímetro. Evité gruñirle mientras me daba explicaciones, al fin y al cabo estaba siendo cuidadoso con la situación. Observé con cierta inseguridad la improvisada silla que me ofreció, pues sabía que había llegado el momento de sentarse a hablar. La realidad es que eso era lo último que me apetecía hacer en aquel momento. Charlar, abrir nuestros corazones, compartir la verdad. Llevaba años arreglándomelas sola... y no veía el momento para volver a estarlo. Suspiré. Sabía que era necesario y que no tenía muchas alternativas. Me coloqué con rigidez sobre el cajón y mi mano se deslizó hacia mi hombro derecho, como siempre que tenía que lidiar con algún tema que no sabía como abordar. Fruncí el ceño cuando recordé que la cicatriz no estaba curada como normalmente y dejé caer la mano entre maldiciones. Me llevé los dedos al puente de la nariz y cerré los ojos intentando organizar mis ideas.

-En primer lugar: ¿Gonnar es tu verdadero nombre? Dices que apareciste en la playa sin recuerdos.- fue lo primero que se me ocurrió decir. Sabía que había temas más importantes que tratar, pero tenía que sumergirme en ellos a un ritmo llevadero para mi embotada cabeza-. Quiero saber cuándo tuviste el primer flashback de tu vida y qué has averiguado sobre tu pasado.

Mientras esperaba que las primeras respuestas llegasen, sentí la necesidad de mantener las manos ocupadas. Busqué en el bolsillo de la capa que había conseguido en el sótano de la cabaña y hallé una manzana que no recordaba haber metido ahí. Me encogí de hombros y comencé a comérmela con mordiscos pequeños y calculados. Esperaba que me durase un buen rato, puesto que no habíamos comido nada desde que habíamos salido rumbo a la ciudad. Estuve tentada a ofrecérsela al cazador en primer lugar, pero sabía que él tenía un montón de provisiones escondidas en su bolsa y... ¡Qué narices! Hasta que no supiera todo lo que quería saber sobre aquel joven, mis barreras estaban puestas y mi gentileza limitada.

-Respuesta por pregunta. Así funciona esto- comenté dándole pie a comenzar sus explicaciones.
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Mensaje por Gonnar Domne Miér Dic 25, 2013 2:34 pm

No pude evitarlo, cuando me preguntó si Gonnar era mi verdadero nombre no tuve más remedio que reírme suavemente. En verdad tenía razón, rara vez daba mi nombre de verdad, rara vez conocía a alguien a quién tuviera necesidad dejarle saber ese dato tan importante de mi. Asentí con la cabeza, difuminando lentamente la sonrisa de mi cara. -Sí, ese es mi nombre de verdad. Y no, no aparecí en la playa, aparecí en la orilla del río.- comenté, matizando y corrigiéndola en algo tan poco importante como el lugar donde había despertado.
Quizá es consciente de la equivocación, pero quizá lo haya comentado adrede para ver si era consistente con mi historia pensé unos segundos después a mi respuesta, sonriendo mentalmente.

Me incliné hacia delante, apoyando mis codos en las rodillas y juntando las manos, manteniendo la espalda recta y la cabeza sin apoyar en ningún lado, mirando al suelo. No era un tema fácil para mí, y no lo había hablado con nadie antes, pero por algún motivo estaba tranquilo, estaba despreocupado de la reacción que pudiera ocasionar en Aishell. Quizá ya no me importaba nada.
-Cuando toqué tu mano por primera vez- dije -Ahí es cuando tuve el primer flashback. Fue muy nítido, o al menos eso me pareció a mi. Sólo he tenido ese y otro más, recientemente, en la cabaña...cuando estaba...- hice una pequeña pausa y tomé aire profundamente, las imágenes que había visto ese día en mi recuerdo, volvían a mi de forma acelerada. Carraspeé. -cuando estaba intentando darte calor y te despertaste de golpe, alertada.- expliqué.

Me pasé una mano por el pelo, un gesto casi mecánico que empleaba cuando estaba pensando y tenía que organizar las palabras que diría a continuación. Evité a toda costa levantar la mirada para mirarle, porque sabía que mirando al suelo o a cualquier otra dirección, mi mente permanecería más clara. Finalmente fruncí el ceño un poco, había encontrado unas palabras que decir. -¿Sabes? Lo que me preguntas es muy personal. Mis recuerdos, siento como si te estuviera confiando una parte de mi. Y es una parte que no le he confiado nunca  a nadie más. Me resulta complicado todo esto, espero que lo entiendas y lo tengas en cuenta.- le dije, levantando por fin la mirada hasta la suya y mirándole con una intensidad que habría sido capaz de helar el fuego.

A los pocos segundos la volví a bajar, mirando de nuevo al cielo y soltando un suspiro de resignación. Mi voz sonó casi ahogada, como si al intentar salir las palabras por mi garganta éstas toparan con impedimentos y obstáculos. -Pues.. he visto poco. He visto a mi madre y padre, y mi hermana, pero no tengo sus rostros nítidos. Y he visto una casa destruida, sangre por todos los sitios, pero no mi sangre... la de ellos.- No quise especificar más, no quise siquiera mantener la mente en ese pensamiento, pero aunque intenté borrarlo concienzudamente era imposible dejar de visionar la triste imagen que me había abordado el día anterior al tener la visión. Seguramente ella habría entendido.

-Parece un proceso lento. Yo no los controlo. No.. no sé cómo activar esas visiones. Ni tampoco el por qué me ocurren contigo.- terminé diciendo, como intentando disculparme por hacerle saber que alguien le necesitaba en esta vida, que yo le necesitaba. Tragué saliva y le miré de nuevo, esta vez no con una intensidad abrumadora, sino con una súplica implícita. Quedé en silencio, esperando que dijera algo, cualquier cosa. Quizá quisiera preguntar algo más sobre aquello, o quizá decidiera que estaba loco y se marchara de allí sin más.
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Mensaje por Aishell Demberg Miér Dic 25, 2013 3:20 pm

Noté cómo una sonrisilla quiso asomar entre mis labios cuando Gonnar corrigió mis palabras. No había manera de pillarle desprevenido. Después de eso asistí a una confesión narrada por una voz que apagó todos los ruidos que nos rodeaban. En aquel desierto de cenizas solo quedó un cazador, su voz grave, suave y cadente pronunciando una a una todas las palabras que alcanzaban su mente y yo. La mano con la que sostenía la manzana a medio comer quedó tendida sobre mi regazo, y mis ojos eran incapaces de separarse del rostro de Gonnar. Mientras narraba parte de su historia, me vi libre para observarle con tranquilidad. Repasé con lentitud la curva de su mandíbula, su cicatriz, sus ojos claros y las pestañas largas que los enmarcaban. Incluso tropecé con sus manos, unidas mientras hablaba, y los mechones oscuros que se le alborotaban cada vez que se pasaba la mano por la cabeza. Me percaté de que aquel gesto ya se lo había visto hacer antes, y comprendí que era un tic paralelo al mío cuando me llevaba la mano a la espalda o al brazo. Me mordí el labio y bajé la mirada, abrumada por la comparativa, justo cuando él alzó la vista para taladrarme con sus pupilas. Él y yo no teníamos nada que ver y eso no iba a cambiar por sincerarse en una conversación. Debía recordarlo.

Pese a la brevedad de su explicación, entendí la gravedad de la situación. Comprendí que en su presente, el estímulo que mi presencia producía en su subsconsciente era de vital importancia para él. Comprendí que no me dejaría marchar tan facilmente, y que él no quería obligarme a permanecer a su lado. Por eso me suplicaba en silencio. Me pregunté de qué sería capaz un hombre para recuperar su pasado. Me estremecí mientras buceaba en la mirada del cazador y desvié los ojos, contrariada por la reacción de mi cuerpo. Yo era la depredadora, siempre lo había sido. Era en esos pequeños detalles sin importancia donde notaba mi flaqueza y los puntos vitales que Alec había destruido con unas pocas palabras. Ojalá consiga recuperarme pronto musité en mi interior.

-Quizás fue eso lo que hizo que te convirtieras en cazador- comenté mientras me colocaba la capucha sobre la cabeza de nuevo. Necesitaba esconderme de esa mirada cuanto antes. Me desconcentraba-. Quiero decir que si alguien mató a tus padres... si fue uno de los mios, o un vampiro o...- me encogí de hombros y bajé la mirada cuando la tristeza del muchacho reptó por mi columna vertebral- Quizás eso te hiciera entrenarte para acabar con ellos. Venganza.

Hice una pausa y volví a morder la manzana para hacerme callar. Yo también había asesinado a muchas personas años atrás... pero también había recibido la muerte en mi propia familia, y había sido tan similar a la escena que Gonnar había contado que no pude evitar echar la vista atrás. Un joven Alec apareció ante mis ojos bañado en sangre. Sobre las manos un pequeño cuerpo... y entonces una sonrisa satisfecha apareciendo en sus labios. Eran imágenes demasiado nítidas pese a los años. Imágenes que debían desaparecer pero que, sin querer, comenzaron a tejer un hilo invisible entre aquel joven y yo. En aquel momento no supe darme cuenta, pero mi indiferencia por el cazador comenzaba a desaparecer con pasos silenciosos. Por supuesto, mis barreras estaban tan altas que ni el más sabio de los brujos podría haberse percatado de ellos.

-Solo espero que cuando te sucedió aquello yo estuviera a miles de km de distancia- susurré con amargura, y la poca ira que permití que saliera a la luz, lanzó el corazón de la fruta que acababa de terminar por los aires, lejos de nosotros.

Coloqué varios mechones de pelo tras mi oreja, bajo la capucha, con dos movimientos secos. Después volví a suspirar, algo que comenzaba a volverse costumbre. Alcé la mirada al cielo. Comenzaba a anochecer. Mañana habría luna llena...  quién sabe lo que me depararía el día. Hice un apunte mental: debía revisar las jaulas del circo esa misma noche. De lo contrario medio París estaría en grave peligro y nada ni nadie podría pararme. Miré al cazador que se hallaba ante mí. O quizás sí.
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Mensaje por Gonnar Domne Miér Dic 25, 2013 4:42 pm

Mantuve mi semblante tan neutral como pude a lo largo de la conversación, pero no pude evitar arquear levemente la ceja izquierda cuando escuche sus palabras. ¿Venganza? la idea pasó por mi mente como flotando, lentamente, pero sin detenerse durante mucho tiempo. No, no era venganza lo que buscaba. Las evidencias señalaban a otra cosa.

-No busco venganza- le dije con firmeza -Cazo porque me parece lo correcto. Sigo mi propio camino, mis propias leyes. Si un humano matara a una familia a sangre fría, sería también mi presa- lo dejé caer como si fuera un comentario más, cuando en realidad era un poco más que sólo eso. Un cazador que no tenía reglas, no más que las suyas propias, y que admitía que sería capaz de cazar a los de su misma especie. Tan peligroso como inusual. Quise zanjar el tema del todo. -¿Sabes por qué no te tengo miedo?- le pregunté retóricamente mientras cambiaba las piernas de posición y me incorporaba en mi asiento. -no tiene nada que ver con mi pasado, ni con mis visiones, ni contigo. Simplemente es que te veo con los mismos ojos que a cualquier humano. Eres un ser, como lo soy yo, como lo era mi familia, o la tuya, un ser que vive y siente, y como tal... serán tus acciones las que determinen a mis ojos cómo mereces ser tratada-.

Un silencio se hizo casi palpable a nuestro alrededor. Las palabras que había pronunciado necesitaban ser absorbidas en algo más que un par de segundos, o al menos así lo pensaba yo. Tomé aire profundamente y lo solté en forma de suspiro, sonriendo de nuevo y levantando la mirada hacia ella. -Lo siento, hablo demasiado, ¿Verdad?- le dije intentando suavizar la situación, intentando ver en su mirada algo más que preocupación y dolor.

Me incorporé del todo en la silla y giré la mano con la palma abierta hacia arriba, indicándole que era su turno de explicarse. Podría haberle preguntado mil cosas, cada cuál más importante, pero yo no era alguien que intentara arrancar palabras de nadie, si había algo de lo importante que ella quisiera compartir conmigo, estaría más que encantado de escucharla, pero no sería yo el que utilizaría la situación del momento para sonsacárselo. - Dime, Aishell, ¿qué haces en tu tiempo libre?- pregunté con total naturalidad. Seguramente no era el tipo de pregunta que ella esperaba escuchar. Supuse e incluso esperé que se sintiera confundida de alguna manera, pero no importaba lo mucho que protestara, habíamos hecho un pacto no escrito, y le tocaba contestar a mi pregunta. Y a pesar de todo, yo rara vez pregunto o digo algo... sin tener una buena motivación detrás.
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Mensaje por Aishell Demberg Miér Dic 25, 2013 5:54 pm

Esa noche di mil veces las gracias a los dioses por haber tenido ocultas las facciones del rostro mientras el joven contestaba a mis palabras. De no haber sido así, mi cara habría sido un lienzo pintado en vivos colores por el dolor, el desconcierto y la preocupación. Nunca me quedaba sin palabras, y que me sucediera por segunda vez ante un cazador, me enfadaba... pero aquella rabieta era un sentimiento secundario. Ante todo, un pesar denso como la niebla del Norte Europeo se asentó en mis venas permanentemente. Ya no controlaba las sensaciones que me producía cada cosa. Simplemente me zarandeaban a un lado y a otro sin motivo alguno. Lo único que conseguí aislar fue una emoción nítida como el agua de rocío. Miedo. Miedo de que alguien me ofreciera una segunda oportunidad y yo no pudiera aprovecharla. "Antes de comenzar de cero, necesito perdonarme por tantas cosas..." pensé, y la cuestión era que no sabía si sería capaz de hacerlo.

- ¿Qué has dicho? -susurré como si hubiera despertado de una ensoñación. En cuestión de segundos, la pregunta de Gonnar se reconstruyó en mi mente, y fue entonces cuando despegué la mirada de mis manos y la deposité, amparada en la oscuridad, en los ojos del cazador-. ¿Por qué querrías tú saber...?

Pero antes de terminar de preguntar, comprendí que no obtendría una tregua. Habiamos hecho un trato. Una carcajada trémula hizo vibrar mi pecho y fue curioso cómo, después de tanto tiempo, sentí extraño ese gesto tan cotidiano. Reír. Negué con la cabeza dándome por vencida y pensé en la respuesta a esa pregunta tan sencilla. Después de un par de minutos intentando recordar cuándo había tenido yo tiempo libre... llegó a mi mente un anhelo sordo al que hacía años que no prestaba atención. Ladeé la cabeza, sin saber si quería contar aquello. Al final cedí.

-Cuando llegué a París tenía ahorrado suficiente dinero como para no tener que trabajar. Encontré la cabaña que conociste ayer y poco a poco fui consiguiendo lo básico para sobrevivir allí por una temporada. No conocía el terreno, ni la ciudad, asique con la comida asegurada me dediqué a... pasear- expliqué, asombrándome de cuánto había cambiado mi situación desde entonces-. Fue en esos tiempos cuando conocí la biblioteca. ¿Has entrado alguna vez, cazador?- una parte de mí volvió a sonreír ante las imágenes del majestuoso edificio que coronaba la calle principal de la ciudad-. Recuerdo que solía escabullirme por las noches. Sobre todo en invierno. Los lobos odiamos la nieve ¿sabes? Pero en la biblioteca siempre hacía calor. Me colaba por unos túneles similares a los que hemos atravesado esta mañana y secuestraba miles de volúmenes polvorientos. Tenía un rincón secreto en una de las azoteas que usaban como desván. Había tantos libros y tantas historias maravillosas que... perdía la noción del tiempo.

Enmudecí, comprendiendo que estaba hablando de más. Me froté las manos notando cómo la vergüenza se apoderaba de mí y alcé la mirada para ver, muy seguramente, la burla en el rostro de Gonnar. Me sorprendió ver que no era eso lo que reflejaban sus ojos, sino otra cosa que no supe definir. Me obligué a decir algo más para acabar con el silencio.

-Cuando la situación se complicó y comencé a encontrar señales de que Alec estaba realmente en París lo dejé todo. Tuve que buscar trabajos temporales... recordar cosas básicas de lucha y también el idioma vulgar. Una dama con ropa vieja y sucia hablando con el vocabulario que había aprendido en mis libros no habría pasado desapercibida nunca.- comenté sin darle mucha importancia-. Asique dejé de tener tiempo libre. Me dediqué a sobrevivir y a planear. Supongo que yo si que tenía una venganza que cumplir.
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Mensaje por Gonnar Domne Jue Dic 26, 2013 9:14 pm

Escuché atentamente cada palabra que decía e imaginé en mi cabeza cada una de las cosas que contaba. No recordaba haber estado en una biblioteca, pero teniendo en cuenta que no recordaba con claridad ni el rostro de mi familia más allegada, aquello no era una garantía de que realmente nunca hubiera estado en una, así que negué con la cabeza a su pregunta. Cuando hizo la pausa en su explicación levantó la mirada hasta que se cruzó con la mía, no pude verlo bien, porque la capucha tapaba la mayor parte de sus facciones, pero estoy seguro que me miró. Yo estaba sumido en sus palabras, mecido por la entonación de su voz, perdido en la cadencia de cada frase que salía de su boca...y no reparé hasta mucho después en que quizá le resultaba desconcertante verme así, absorto y mostrando visible interés por lo que contaba.

Cerré los ojos un instante, mientras los rasgos de mi rostro se transformaban de la absorción a una leve sonrisa sin sentido aparente. Entiendo pensé para mis adentros, como si me hubiera confirmado algo aquello que había oído de ella. Como si hubiera llegado a un punto de inflexión en el que realmente hubiera empezado a saber con quién estaba sentado en aquel lugar.

-Entonces no estaba equivocado- dije mientras cogía mi mochila y sacaba una hogaza de pan con mantequilla untada por ambas partes y se la lanzaba. Cogió sin problemas el pan al vuelo, pero el pequeño arco formado sobre sus cejas me hizo darme cuenta que tenía que terminar de explicar mi última observación.-Tenía razón en no mirarte como a una bestia. Eres más humana de lo que muchos humanos serán jamás- comenté mientras cogía la otra hogaza de pan para mi y lo colocaba con suavidad sobre mis piernas. Levanté la mirada del pan y a propósito, para darle peso y fuerza a mis palabras, busqué sus ojos y clavé en ellos los míos.-Lo que determina tu humanidad no es tu sangre híbrida ni tus colmillos ni tu pelo. Lo que determina tu humanidad, está simplemente aquí- dije señalando a mi corazón. -y también aquí- señalando mi cabeza. -No lo olvides nunca.- dije por fin aguantando aún la mirada unos segundos más. No eran unas palabras que se pudieran decir a la ligera a una mujer lobo, no eran unas palabras cualquiera. Y yo lo sabía. Eran unas palabras con mucho peso, unas palabras que pueden hundir o pueden reforzar, un arma de doble filo, una apuesta sin garantías. Era fácil y posible que ella se pudiera ofender o expresar rechazo ante aquellas palabras. Pero eran las palabras que yo sentía y que yo creía que tenía que decir.

Borré la cara seria que había empleado para aquella firme afirmación y la reemplacé con otra de mis sonrisas, esta más casual, más despreocupada. -Entonces me llevarás, ¿no?- le pregunté justo antes de pegar un buen bocado al pan. Mastiqué unas pocas veces antes de apartar la comida dentro de mi boca lo justo para poder terminar la frase.-A la biblioteca, quiero decir. Puede ser divertido- le miré expectante, y aunque en esas mismas condiciones, de cualquier otra persona lo normal habría sido pensar que me burlaba, estaba claro que yo no. Lo decía mi rostro, lo decía el tono de mi voz, la intensidad de mi mirada. Aquella chica abría la puerta de mis recuerdos, y todavía no sabía por qué, pero por un momento, fugaz, lo pensé: Me alegro de que sea ella la llave
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Mensaje por Aishell Demberg Vie Dic 27, 2013 7:01 pm

Después de conseguir digerir todas las palabras del muchacho, ya no sabía qué decir. Parecía que me había subido a una montaña rusa y que tan pronto volaba por los aires como podría estar a punto de estrellarme contra el suelo. Mordisqueé el panecillo que me había ofrecido y la explosión de sabor en mi boca casi me llena los ojos de lágrimas. Aquella simple rebanada de pan untado, que no tenía absolutamente nada de especial, sabía condenadamente bien. Me esforcé mucho en no comérmela de un solo bocado. Incluso habría jurado que tragar ese manjar espantaba un poco el frío que empezaba a instalarse en las ruinas circenses que habíamos conquistado. Me arrebujé en la capa y subrayé en mi mente la importancia de tomar un baño en cuanto amaneciera, primero porque me sentía sucia, olía a humedad, a frío y a sangre desde hacía más de un día, y segundo, porque no existía ser alguno que hubiera conseguido meterme en agua fría después de caer el sol. No sabía qué ibamos a hacer si no podíamos encender un leve fuego. Tenía que haber alguna manera de no llamar la atención de todo París con una hoguera en medio de la nada. Pensé en ello mientras masticaba con lentitud.

-No creo que pueda volver más allí- susurré entre bocado y bocado-. Ya sabes cómo están las cosas. Me buscan... y probablemente a ti también.

Lo dejé caer, pero no quise confirmarlo para no destruir sus ilusiones. Al fin y al cabo, desde mi perspectiva, él era aún un humano joven. Ya había pasado por suficiente en su corta vida y, traerle más desgracias que ocuparan su mente, no le iban a favorecer en absoluto. Terminé la hogaza con un sabor amargo en la boca. Pesar, y no quise averiguar por qué ese sentimiento me había comenzado a hostigar tan repentinamente. Decidí que tenía que tratar otro tema importante antes de intentar dormir aquella noche, y no me podía ir sin hacerlo. La noche me daba más lucidez, como a la mayoría de las bestias, y no estaba segura de poder resolverlo al amanecer.

-Tenemos que organizar... lo de mañana. Ya sabes. Hay luna llena- dije, intentando abordar el tema con serenidad. Era una conversación que me frustraba y que, por lo que había podido comprobar, a Gonnar le avergonzaba tratar con una lobezna. Concretamente, conmigo. Intenté no entornar los ojos, pero no pude reprimir un gruñido-. No quiero que te pongas en peligro innecesariamente. Tengo que estar completamente aislada, y tú, bien lejos. Y si eres tan cabezota como para quedarte rondando por aquí, al menos tienes que estar preparado para lo que pueda suceder. ¿Has pensado ya en algo?

Comenté con voz seca, mientras me levantaba. El mal humor volvía a mí por sorpresa. Qué irascible e insoportable me ponía con la maldita luna a punto de reclamarme... Volví a gruñir cuando me di cuenta de ello y entendí que no iba a ser fácil explicar todo aquello sin más. Me enervaba mencionar mi cambio. Era algo privado que nunca había tenido que contarle a nadie. Por eso supuse que sería mejor hablar de mi encierro con ejemplos prácticos. Sin mirar a nada en particular, le hice una seña al cazador para que me seguiera hasta la zona de jaulas. Teníamos que revisar su estado antes de anclarme a una de ellas... o lo que fuera que pudieramos hacer para salvarnos a todos de mi otro yo.
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Mensaje por Gonnar Domne Vie Dic 27, 2013 9:29 pm

Sonreí de nuevo, las palabras pasaban por mi mente a una velocidad que impedía que mi cerebro intentara siquiera procesarlas a tiempo antes de pronunciarlas. -Volverás- le dije como si no fuera posible que ocurriera de manera diferente -te prometo que volverás-. Definitivamente no pensé lo que dije, pero lo dije. Lo dije supongo que porque pensaba que ella merecía volver, que ella querría poder volver... y se me ocurrió que eso sería entonces lo que yo le querría ofrecer.

Me mordí el labio inferior al escucharle decir que teníamos que prepararnos para retener su otro yo. En verdad era algo de lo que me incomodaba hablar, no me parecía educado o respetuoso para con ella, y no sabía hasta qué punto a ella le afectaba emocionalmente todo aquello. No sabía tampoco hasta qué punto era fuerte en su otro estado, pero algo me decía que un par de barrotes viejos no sería suficiente, así que habría que planear algo más complejo que aquello. Por suerte, yo no soy un cazador cualquiera, y cuanto mayor son los retos, más audaces e inteligentes son mis soluciones.

Noté que a medida que pasa el tiempo el ambiente se había hecho más gélido, que la calidez de las ropas y la capa ya no eran suficientes para mantener mi cuerpo caliente, y seguramente a medida que entrara la noche sería peor. Definitivamente yo no aguantaría pasar la noche así, y un fuego en aquel lugar sería estúpido hasta límites inimaginables. Suspiré levemente y dejé aquello para más adelante, intentando centrarme primero en lo más urgente.
-Me dijiste que no me separara de ti, y eso haré. Llámame cabezota o como quieras, pero yo estaré aquí contigo. Tengo...- hice una pausa y dejé escapar media sonrisa, sólo media. -...tengo todo bajo control- terminé diciendo mientras terminaba mi hogaza de pan de un último gran bocado. Mis ojos se habían vuelto a clavar en los suyos, por voluntad propia, sin que yo se lo ordenara, como si supieran que era ahí donde iban a encontrar la salvación. Ella podría..

Le vi entornar los ojos y gruñir con fastidio, supuse que no le gustaban mis comentarios o que estaba realmente incómoda y molesta por todo aquello. La seguí hasta la zona de jaulas donde tendríamos que prepararlo todo. Miré alrededor, la mayoría de aquellas jaulas no valdrían ni para retener a un humano normal, así que ni qué decir a Aishell. Las partiría como al papel pensé mientras continuaba mirando alrededor. No había mucho dónde rascar de todo aquello, jaulas y barrotes había muchos, había cuerdas y paja, cajas, cajones de madera, herramientas de reparación, algunas cadenas, y poco más. Suspiré.

-Si se me permite opinar, yo utilizaría aquella jaula- dije señalando a la única que parecía no estar oxidada. -la llenamos de paja para que puedas acurrucarte en ella y no dormir sobre el frío suelo. Imagino que así sin más no tardarías mucho en salir, tal y como hizo el otro hombre lobo- continué explicando, ya había empezado a hablar y estaba dejando que la idea se deslizara de mi mente a mi boca tal y como iba viniendo, y realmente estaba totalmente centrado en aquello y parecía que fuera algo que tuviera ensayado de antes, aunque evidentemente no lo era. -es por eso que voy a romper todos esos cajones de madera, de manera irregular, para crear así astillas de todas las formas y tamaños que después gracias a las cuerdas que hay por ahí y la masa de harina que cogí del tabernero, podremos fijarlas a los barrotes de la jaula para que si intentas forzarlos te las claves en las manos. Un humano quizá podría simplemente desatar o retirar las astillas con cuidado, pero un hombre lobo transformado tiene las manos y las garras demasiado grandes como para manejar de manera apropiada algo tan delicado como deshacer nudos o coger pequeñas astillas sin lastimarse, especialmente si te voy a vendar los ojos para que no puedas ver, lo cual si escaparas también sería útil. Pero claro, podría no ser suficiente, así que también utilizaremos las cadenas, pero no estarás cogida a los barrotes con ellas, sino que el extremo opuesto al que sujete tus muñecas y tobillos estarán cogidos a las otras jaulas, no puedo estar seguro de que no serías capaz de doblar los barrotes si las cadenas estuvieran unidas a tu propia jaula.- paré una fracción de segundo para tomar aire, el tiempo suficiente para que la idea continuara fluyendo por mi mente, y de mi mente pasara a mi boca. -No es suficiente garantía, de cualquier manera, así que colocaré dos cajas grandes repletas de agua con arena sobre tu jaula, en un relativo equilibrio, de manera que si llegaras a ignorar el dolor de las astillas y zarandearas la jaula, quedarías totalmente empapada en agua, helada. Eso seguramente te enfurecería, pero con tanto pelo mojado y con la pasta de arena tu peso aumentaría considerablemente y tus movimientos serían un poco menos ágiles, especialmente si el agua está tan fría como creo que está. Yo estaré fuera, a pocos metros de la jaula, por si eres muy persistente, para darte con un palo en las manos si te niegas a soltar los barrotes. Y no te preocupes, porque voy a atarme una cuerda doble con un contrapeso que pase por la viga de ahí arriba- dije señalando a lo más alto de la carpa del circo. -de manera que si consiguieras salir de la jaula y fueras un peligro para mí, sólo tendría que cortar la cuerda por el lado adecuado para salir volando a toda velocidad hasta un sitio seguro donde no podrás alcanzarme.- terminé de decir por fin. Sólo entonces, cuando ya había puesto toda mi idea, la cual he de reconocer que me había estado imaginando en la cabeza con todo lujo de detalle, me di cuenta de que estaba sonriendo y de que mi mirada y mis gestos habían estado narrando mi idea junto conmigo. Rápidamente me pase la mano por el pelo, dos veces, y miré al suelo esquivando su mirada.-pero bueno, sólo es una idea, tú sabrás mejor cómo hacer esto...-.
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La búsqueda: Continuación  (Aishell Demberg) - Página 2 Empty Re: La búsqueda: Continuación (Aishell Demberg)

Mensaje por Aishell Demberg Sáb Ene 04, 2014 12:44 pm

Escuché con incredulidad todo lo que me explicaba el cazador porque, sin duda, era su mente la que habia ideado todo ese plan tan descabellado como brillante. Con todos los detalles que me daba, mi mente no pudo más que transformar sus palabras y gestos en imágenes y, para cuando terminó de exponer su plan, ya me tenía a sus pies. Parpadeé varias veces para asegurarme de que no estaba en un sueño y recuperé la posición original de mi cabeza, que se había inclinado ligeramente mientras cedía toda mi atención al narrador.

-No tengo nada que objetar-musité con asombro, y cuando recuperé del todo la compostura no tuve más remedio que observar la jaula que debía de hacer de base para tal proyecto.

Me mordí el labio inferior preguntándome si sería posible llevar a cabo todo lo que habíamos imaginado entre unos barrotes que se me asemejaban a papel. Caminé hacia la jaula que Gonnar me había señalado y apoyé la mano sobre el hierro, oxidado en algunas partes. Cerré la mano sobre él y traté de zarandear la enorme jaula. No se movió de su sitio, y aunque no usé toda mi fuerza parecía que podría resistir. La rodeé con ojo crítico y cuando hallé la cara que formaba la puerta, sonreí con tristeza. Era una jaula para animales, asique la entrada era un cuadrado pequeño por el que tenía que agacharme para entrar. Intenté hacerme a la idea de que al día siguiente iba a pasar mucho rato allí dentro, y de que si trataba de salir me iba a hacer mucho daño. Ya se vería cómo se encontraba mi cuerpo cuando despertara de aquella empresa masoquista que habiamos ideado para controlarme. Noté que Gonnar me alcanzaba y observaba el hueco de la puerta, como yo.

-Esto es lo que hay- comenté sin emoción alguna.

Dado que una extraña presión me estaba comenzando a apretar el estómago, decidí que lo mejor sería hacerse una idea práctica de la situación. Dirigí mi mano a un sencillo cerrojo que adornaba la puerta y, tras arrancarlo sin miramientos, lo lancé lejos. Después tiré hacia arriba para deslizar la puerta enrejada y me colé dentro, dejando atrás a mi acompañante. Observé el poco espacio que había y roté sobre mi misma. "Genial. En cuanto Gonnar me encadene, sere un animal en toda regla" resonó una vocecilla amarga que ya había visitado demasiadas veces mi mente. Di la espalda al joven, cerré los ojos y apoyé la frente sobre los barrotes, helados por la temperatura ártica de aquella noche. Aquello me despejó un poco. Repasé el plan del muchacho punto por punto, imaginando todo, cavilando. Algo me angustiaba, y no habría sabido explicar qué era con palabras. Después de unos minutos de silencio que agradecí al cazador, me atreví a hablar.

-¿Y si algo sale mal?- susurré, dándole forma a una corazonada. Poco a poco me arrepentía de haber aceptado aquel trato, y la idea de echar a correr y dejar atrás al muchacho se me antojaba más suculenta. Pero mis dos almas sabían que eso no iba a suceder. Porque una parte de mí era un poco cobarde... o quizás contaba aún con un poco de honor-.Necesitas un arma. Un arma que puedas usar a larga distancia. Necesitas más plata que un par de cuchillos.

Comenté sin más, y dejé que la intuición de Gonnar leyera entre líneas. Si algo salía mal, realmente mal, iba a necesitar algo más que una cuerda que le alejara de mi alcance. Porque él no era el único en peligro y ambos lo sabíamos. Si se nos iba de las manos, alguien tenía que detenerme... aunque fuera para siempre. Y si mi insinuación no había quedado clara, no tenía ningún problema en aclarársela. Si había vidas en juego, él también tendría que renunciar a algo. En ese caso... a sus recuerdos, que probablemente, yo me llevaría a la tumba si él debía, al fin, hacer que mi corazón parase de latir.
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La búsqueda: Continuación  (Aishell Demberg) - Página 2 Empty Re: La búsqueda: Continuación (Aishell Demberg)

Mensaje por Gonnar Domne Sáb Ene 04, 2014 9:58 pm

Me acerqué a la jaula tras ella, observando como arrancaba el cerrojo de cuajo y sin miramiento alguno. Noté en su expresión que aquella situación no le agradaba lo más mínimo. Y por un momento me di cuenta de que ella nunca eligió ser lo que era, que quizá estuviera harta de ser lo que era. Me adentré en la jaula tras ella y cerré los ojos durante tan sólo un segundo, un escalofrío insensible recorrió mi espalda fugaz, casi imperceptible. Al abrirlos había tomado una determinación diferente, había decidido cosas que cualquier otro cazador habría no habría considerado jamás, absurdas e imposibles a ojos de cualquier otro. Pero yo creía en lo imposible.

Le miré detenidamente cuando preguntó qué pasaría si algo salía mal. Entendí perfectamente lo que quería decir, y bien sabía yo que ningún plan es a prueba de fallos. Y aunque querría poder haber afirmado sin dudarlo que no tendría problemas para acabar con su vida si era necesario... lo cierto es que no pude decirlo. No podré matarla pensé para mí mismo. El sólo intento de imaginarme la escena me hacía sentir mal, me producía rechazo. Tragué saliva antes de responder y recompuse mis rasgos para formar una cara seria, tanto como lo que tenía que responder. -Me subestimas, chica- le dije, enfatizando la palabra chica levemente. -Hay medidas. Pero no te las voy a decir, pues si en tu otro estado retuvieras esa información, sería un problema para mi- hice una pausa pequeña, para que se pronunciara si no estaba de acuerdo con dicha afirmación y acto seguido di un paso hacia delante, hacia ella, y le puse la mano en el hombro, de igual a igual, para preguntarle la que posiblemente era la más importante de las preguntas en aquel momento: -¿Confías en mí?-

La pregunta quedó suspendida en el aire, mecida por el silencio del abandonado circo, helada por el frío ártico del lugar. Quedó suspendida en la mente de ambos, resonando repetidamente entre ideas y pensamientos, intentando abarcar toda la atención del momento.
Y mientras esperaba la respuesta a mi pregunta, una sensación ahora familiar vació mi mirada y enmudeció mi respirar.

Todo se volvió negro, todo oscuro como una noche sin luna ni estrellas, y de pronto un halo de luz que lo inundaba todo y siluetas que se iban dibujando en un cuadro de fondo blanco como si un caprichoso artista estuviera pintando en mi mente, tan sólo para mi.
Una sonrisa que me golpeó todo el cuerpo con nostalgia, una sonrisa inocente y alegre, contagiosa...la sonrisa de mi hermana pequeña, con su pelo dorado y rizado, sus ojos verdes como la esmeralda y profundos como el mar. Sentada a mi lado, expectante de cada palabra de lo que yo debía de estar diciendo, y entre mis brazos, un libro, un libro que estaba a punto de abrir. El título no podía leerlo, pero la portada era de piel roja y tenía grabado un símbolo de dos espadas entrecruzadas y dentro de un rombo, hechas con tinta azul.

Tan pronto como había venido a mi mente, se desvaneció. Y me encontré allí de pie, en frente de Aishell, boquiabierto y absorto, y con una lágrima rodando por mi mejilla limpiando a su paso una ínfima parte de toda la suciedad que mi cara traía aún consigo. Parpadeé para recolocarme espacio y temporalmente en el lugar donde me encontraba. Miré a Aishell. -Lo lamento, yo...- hice una pausa para tragar saliva -es igual- terminé por decir, forzándome a volver a mostrarme entero y confiado.
-¿Te parece si empezamos con las maderas y astillas?- le pregunté, mientras en mi cabeza, una y otra vez sólo sonaba una misma frase: No podéis morir aquí.
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Mensaje por Aishell Demberg Mar Ene 14, 2014 7:15 am

Sentí la mano fría de Gonnar en mi hombro y tengo que admitir que, aunque su respuesta era lo que necesitaba escuchar, una parte de mí sintió frío en el cuerpo. "Me mataría sin pestañear" fue lo que entendí por su tono, y aunque no debía de ser así, algo en ese hecho me molestó y entristeció a partes iguales. Pero me recuperé rápido. Así debía de ser.

-¿Confías en mí?- la pregunta resonó en el vacío.

¿Confiarías en alguien que tiene en sus manos tu vida? ¿En un humano? ¿En alguien adiestrado para matarte? ¿En un cazador? Noté cómo su mano se crispaba levemente. Deslicé la mano por los barrotes y aparté la frente del frió hierro para observarle por encima del hombro. Sus ojos perdidos en el horizonte. Los ojos húmedos. "Está teniendo una visión" comprendí, y esperé pacientemente a que se finalizara. Las lágrimas en sus ojos me conmovieron, y me hicieron recordar algunas de las conversaciones que habíamos tenido hasta la fecha. Una respuesta acudió a mis labios casi por inercia.

-Confió en ti- susurré tomando su mano de mi hombro y apretándola con cordialidad.

Me sorprendí por lo fácil que me resultó hacer ese gesto, y aparté la mano lo más sutilmente que pude. Había cosas que nunca cambiarían para mí, y una de ellas era que no me sentía cómoda con el contacto físico. Esbocé una media sonrisa en forma de disculpa. Abrí la jaula y levanté la puerta invitándole a salir.

-Olvídate del plan. Mañana habrá tiempo suficiente para organizar todo. Hace frío y estás...- moví la cabeza sin saber cómo continuar-. Necesitamos descansar.

Le ayudé a recoger las provisiones que habíamos llevado. Gonnar me seguía de un lado a otro sin hacer ningún comentario, y me pregunté hasta qué punto le afectaban esas visiones de su pasado. Me mordí el labio preguntándome si sería adecuado meter el dedo en la yaga, o si sería él quien se decidiría a contarme lo que había averiguado. Terminé de meter las cosas en la bolsa del joven y dejé que la cogiera. Le pedí que me diera unos minutos en los que accedí a la carpa medio quemada que coronaba el circo. Una parte de ella había quedado intacta, asique desgarré la tela de rayas con la intención de poder sacar una buena pieza de aquellos fragmentos deteriorados. Sería de utilidad, bien para una manta, o bien para un lecho. Cargué con ella hasta dar con el silencioso cazador y le indiqué con la cabeza que me siguiera.

-Hay algunas caravanas abandonadas en la parte de atrás del descampado. Supongo que los circenses prefirieron dejarlas atrás- expliqué intentando hablar con menos brusquedad de lo que acostumbraba. Gonnar estaba afectado y no sabía lidiar con un guerrero sumido en recuerdos-. Estaremos a cubierto.

Busqué su mirada, desesperada por recibir algún tipo de señal que me indicara que estaba de acuerdo. Pasó sus pupilas por mis ojos y desvió su atención hacia otro punto perdido en la nada.

-Eh.- dije alzando la mano y tomándole de la barbilla para que me mirara-. Te necesito aquí conmigo, no en las nubes. Sobre todo mañana. Y llorar, no es motivo alguno para disculparse. ¿De acuerdo?
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Mensaje por Gonnar Domne Mar Ene 14, 2014 11:29 am

Debería haber reaccionado de manera distinta. Dentro de mi había algo que habría querido sonreír al escuchar de ella que confiaba en mi. La confianza es más peligrosa que las balas, pero también puede darte fuerzas y determinación, según a quién o quién te la de. Sin embargo, no pude sonreír, ni un poco, ni siquiera intentando forzar mis labios a curvarse lo más mínimo. Seguía teniendo la imagen de mi hermana en la mente, una imagen que sabía que no olvidaría jamás...y que nunca jamás volvería a ver en la vida. Tragué con amargor y aparté la mirada hacia cualquier lado en el que Aishell no pudiera verla.

La seguí en silencio, sin mediar palabra y meramente dejándome llevar por ella. Sé que me hablaba, y la oía, pero no la escuchaba. Sé que estaba ahí, pero no la veía. Estaba ausente, completamente ido del mundo real, pese a que había intentado mostrarme entero y recomponerme después de aquella visión. Me resultaba imposible centrarme en la importante y delicada situación en la que nos encontrábamos, y pese a que sabía que eso podía tener unas consecuencias tan fatales como la muerte misma... no podía evitarlo. Era una sensación superior a mi, una sensación de rabia y resignación, hasta me reproché a mí mismo el no poder recordar mis mejores momentos con mi hermana. ¿Los habría disfrutado de verdad? ¿Qué había significado mi hermana para mí?...

Como un hielo que se escurre entre tus ropas en mitad del desierto me golpeó el que me cogiera la barbilla con su mano. Miles de alfileres se clavaron por todo mi cuerpo, por toda mi mente, haciéndome despertar del letargo en el que todo mi ser se había sumido, agudizando al máximo cada uno de mis sentidos y capacidades. Una cantidad incuantificable de pensamientos pasó veloz por mi mente. Me está tocando, por voluntad propia. Su mano no es suave, las ha usado mucho, aún así el tacto reconforta, tan humano. Me está mirando. ¿Es pena? No. ¿Es compasión? No. ¿Es instinto de supervivencia? No. las ideas iban tan rápido que ni siquiera había tiempo para organizarlas en mi cabeza, antes de terminar una frase en mi mente, cinco otras ya habían empezado a formularse, dejando que las otras se completaran en el subconsciente de manera que yo recibiera el significado aún sin formurarlo en pensamiento.Es respeto. Y algo más. ¿?... No sé el qué..
Todos esos pensamientos ocurrieron tan sólo en unos segundos. Había recuperado mi claridad mental. Sonreí, sin pensarlo. Quizá en reacción a su gesto cercano, o quizá como reacción a todo lo que había pensado. No lo sé, pero sonreí.

-Tienes razón. Lo siento por distraerme- le dije, y mientras cogía su mano de mi barbilla para apartarla con suavidad recordé, algo que no recordaba haber vivido. Su mano cogiendo la  mía de su hombro, apretándola con cordialidad y retirándola suavemente. Mi sonrisa creció a una amplia sonrisa. Así que tenía razón... pensé brevemente mientras volvía a poner mis manos en su sitio.
-Venga, va, elige caravana, tú eres la que tiene buen gusto- le dije, bromeando mientras señalaba a mis sucias y estropeadas ropas que llevaba aún. Todavía no me había cambiado, aunque tenía la ropa para hacerlo en la mochila.Mañana pensé.
Ninguna de las caravanas destacaba por su belleza, ni tampoco por su tamaño. Eran viejas y era claramente visible que tenían muchos km detrás. Posiblemente por ello todavía estaban ahí y nadie se las había llevado. Aún con todo, era mejor que dormir en la calle o al descubierto. Miré como Aishell ojeaba las caravanas, y entonces me reí por dentro, pero sin expresarlo en mi rostro. Quizá mi mirada me delató, a veces no se puede controlar.

-Pero ya sabes, compartimos caravana. No puedo dejarte sola. Así que elige una grande con dos camas- realmente aquel comentario limitaba la elección a tan sólo una caravana, la única en la que posiblemente cabrían dos camas. El resto eran demasiado pequeñas o estaban parcialmente inutilizables. La señalé como si hubiera hecho un gran descubrimiento. -¿Qué te parece esa? Siempre podemos ponerle un par de plantas y darle un toque más acogedor...- aguanté el reírme otra vez. Ni siquiera sabía por qué me resultaba tan graciosa la situación, pero así era. No supe como interpretar sus expresiones a medida que yo iba hablando, pero no se quejó tampoco de mi sugerencia. Me acerqué a la puerta de la caravana y la abrí haciendo una reverencia exagerada. -Por favor, adelante- le dije con un tono falsamente serio. Sonreí bajo el cobijo del ángulo que le impedía ver mi expresión.

La caravana era exactamente lo que esperaba. Una cama pequeña y una cama más pequeña aún, posiblemente para un padre y un hijo, y no para una pareja. Había en la pared de enfrente de la cama más pequeña un escritorio, y encima de este una estantería flotante con cosas tan variopintas como inútiles. La cantidad de cosas que acumulan los circenses en sus caravanas es indescriptible. Cada rincón en el que cabía aire, había algún artilugio, indumentaria circense o papel del guión que tenían preparado para la actuación. Suspiré, dejando mi mochila en la cama menos pequeña, a propósito. -Bueno, esta es para mi, ¿vale?- le pregunté, señalando a la cama en la que había dejado mi mochila. Quería ver si protestaba, si ponía algún impedimento a mi decisión injusta. Le miré y me estaba mirando, estaba oscuro dentro, pero sus ojos se podría decir que brillaban con su propia luz característica, como un sol.
No pude saber qué pensaba, pero sí que apunto estaba de hacérmelo saber...
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Mensaje por Aishell Demberg Vie Ene 17, 2014 2:48 pm

"Sí, por supuesto que soy la que tiene mejor gusto de los dos" dijo con ironía una parte de mi mente mientras observaba las mugrientas ropas que se escondían bajo la capa que había salvado de la cabaña. Entorné los ojos unas cuantas veces en todo el trayecto hasta la que sería nuestra casa aquella noche. "¿Me está tomando el pelo? ¿Está haciendo una broma?" me preguntaba mientras le veía parlotear y contener la risa a partes iguales. Estreché los ojos en dos rendijas intentando averiguarlo, pero no encontré respuesta. Mi yo interior se encogió de hombros. Mejor era verle así que perdido en su pasado como hacía unos minutos. Un flash de su mano cogiendo la mía apareció como por arte de magia en mi pensamiento, y yo lo aparté de un manotazo. No era el momento adecuado para bañarme  y chapotear en la nueva debilidad que estaba reptando por mi interior desde que había conocido al cazador. Me estaba volviendo sentimental e inestable a partes iguales,  y asumir aquello me molestaba. Años de autocontrol y odio echados por tierra en un par de días. Tenía que recuperarme cuanto antes si quería sobrevivir.

-Si me convierto en lobo en medio de la noche, te arrepentirás de haber querido dormir cerca de mí- mascullé, tratando de recuperar una parte de mi carácter.

Antes de entrar a la caravana, observé el descampado sucio y desordenado que había quedado tras el incendió. Desde allí divisaba a la perfección la jaula que me retendría la noche siguiente, y eso no ayudaba a sofocar mi jaqueca. Suspiré varias veces, y el viento frío me ayudó a despejarme un poco... pero también trajo un olor que me erizó la piel. Oteé el horizonte y agudicé el oído, poniéndome alerta en cuestión de segundos. Nada. Vacío. Una parte de mí sabía que era imposible que nos hubieran seguido hasta aquel lugar alejado de la mano de Dios, así que traté de tranquilizarme. La paranoia crónica era otra de mis recién adquiridas actitudes. Agité la cabeza maldiciéndome y me obligué a vivir una sola noche sin estar alerta. Necesitaba descansar.

Una vez dentro de la caravana, observé con satisfacción la disposición de los muebles y las camas que se adivinaban en la penumbra de la noche. Solo la luz de la luna iluminaba levemente la habitación, aunque gracias a mi condición, habría visto perfectamente con o sin su ayuda. No había nada que no me gustara de aquel pequeño lugar, y comprendí que podría vivir allí largo tiempo si me lo propusieran. Alcé una ceja cuando Gonnar se pidió la cama grande sin preguntar siquiera. La verdad. No me importaba en absoluto, porque mis ojos se habían posado sobre otra cosa en la habitación y no había forma alguna de que yo renunciara a apoderarme de ello. Miré al cazador preguntándome si debía hablarle acerca del olor que había percibido en el exterior, o limitarme a seguir su conversación. Opté una vez más por ocultarle información. No quería parecer una loca.

-De acuerdo. La cama es tuya, pero los libros que hay encima, son míos- dije, y no había lugar para discutir aquello. Me descalcé con dos golpes secos, me encaramé a la cama y secuestré todos los libros que había sobre la estantería que coronaba la pared.

Bajé de nuevo al suelo con los brazos llenos de volúmenes, unos infantiles, otros escritos a mano, otros que enseñaban a cocinar... no me importaba. Cargué con todos hasta llegar a la que iba a ser mi cama, y los solté sobre la colcha. Me llevé las manos a la cintura, y los observé con admiración. Una pequeña duda se instaló en mis ojos.

-¿Crees que me los puedo quedar?- pregunté dirigiéndome al cazador. Alcé la mirada y le insté a responder. Hice una mueca de disgusto-. Bueno, en realidad no podría llevarlos a ninguna parte. Pero si salimos de esta y puedo conseguir otra casa... quizás...- hice una pausa, comprendiendo que iba a ser difícil que algo me perteneciera dadas las circunstancias-. Supongo que podría esconderlos. En el bosque.

Y entonces, en ese momento de locura en el que me encontraba, esa opción me pareció maravillosa y nada descabellada, y me hizo sonreír. Dejé la bolsa que llevaba en el suelo y colgué la capa en una percha cercana a la puerta de la entrada. Arrugué la nariz cuando volvió a aparecer ante mis ojos el vestido de la noche anterior.

-Creo que... voy a ir a lavarlo. Solo tardaré dos minutos, hay un lago cerca.Hace mucho frío como para meterme en el agua ahora, eso puedo hacerlo mañana, pero solo tengo dos prendas de ropa. Necesito que el vestido se seque esta noche si quiero ir vestida a alguna parte mañana.- comenté observando lo que había cogido del sótano de la cabaña. Luego desvié los ojos hacia la vestimenta del joven-.Y creo que a ti también te hace falta un baño.

Antes de salir por la puerta de la cabaña, me acordé de algo que había obviado durante nuestra charla nocturna.

-Y por cierto. Mañana por la mañana voy a necesitar un adversario para recordar un par de cosas sobre luchar- no di tiempo a que el cazador, perplejo, respondiera. Salí a grandes zancadas de la caravana.
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