AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un juego de niños [PRIVADO]
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Un juego de niños [PRIVADO]
Cuando ya divisaba la silueta de la taciturna ciudad parisina en el horizonte, hice frenar el galope del caballo y detenerlo por un momento, recuperando el aliento perdido con aquella carrera, sin evitar girarme hacia atrás, como si pudiera ver qué era lo que estaba sucediendo en casa con mi padre metido -cómo no- en problemas. Obviamente, tras mis pasos sólo había el camino que ya había recorrido y la vegetación a lado y lado de éste, nada más, y a la vez, mucho más: un mar de dudas que sin duda, me hizo llevar las manos a mi bolsillo para recuperar aquello de lo que me había hecho entrega mi padre con disimulo. Mordiéndome los labios a sabiendas de que aquello era algo que no me concernía...
- ¡Al diablo, con que no me concierne! Papá me ha metido en esto, aunque sea sin querer... Tengo derecho a saber si la razón de que su vida corra peligro vale la pena o no...- pensé en voz alta, desenlazando el cuero para tomar entre mis dedos un manuscrito antiquísimo con unos garabatos que parecían indicar un lugar específico. Un mapa, sin duda. Tragué saliva ruidosamente.- ¿Será este el mapa que lleva a...?
No era momento de conjeturas, sin duda, así que me armé de valor y enrosqué el manuscrito en sí mismo para guardarlo en mi bota derecha, enlazando de nuevo el cuero para fingir que seguía salvaguardando el manuscrito. Quise entonces reprender el camino pero de vuelta a casa cuando por delante, dos caballos con sus respectivos jinetes se dispusieron a cortarme el paso, creyendo que aun anhelaba escapar hacia la ciudad. Por sus trajes y sus rostros triunfales supe que se trataban de los mafiosos que acompañaban a Zasa, sólo que ellos habían sido enviados en mi captura, creyendo -correctamente, cabe añadir-, que yo podría poseer información valiosa sobre aquello que buscaban.
Salté del corcel e hice varios intentos de escapar, queriendo que me atraparan tal y como lo hicieron, aunque no contaba con varios bofetones por parte de uno de ellos, el más grande y salvaje, el Calvo, tal y como lo mencionó su compañero.
Así, me llevaron de nuevo a casa, prisionera de sus zarpas y encarcelada en mis propias preocupaciones. ¿Estaría bien mi padre? Durante el camino, me planteé varias formas de matarlos si descubría que algo malo le había pasado a papá, y lo cierto es que todas ellas eran bastante... estremecedoras. Pero todo ello, las preocupaciones y las ganas de matar desaparecieron momentáneamente cuando pude ver su figura erguida, aunque... humeante. ¡Se estaba calcinando!
Fue algo impulsivo y estúpido por mi parte, pero no dudé en dar al Calvo un fuerte codazo en su vientre que le hizo doblegar y escupir algo de sangre, aprovechando la distracción para correr hacia mi padre sin tener en cuenta que allí habían más hombres, a parte de los tres que le sujetaban, exponiéndole ante al sol ante la divertida sonrisa triunfante de Zasa. La ira se apoderaba de mí por momentos, pero debía tener la cabeza bien fría para arreglar aquél desastre, así que cuando los muros corporales de sus escoltas colapsaron mi avance y mi trasero aterrizó sobre el rocoso paraje, alcé la voz hasta captar la atención del mafioso.
- ¡Yo tengo ese mapa, dejad libre a mi padre y os haré entrega de él!
Pude visualizar aunque de reojo el rostro perturbado de mi padre al escucharme y al verme ahí, indefensa y a merced de aquellos hombres que pronto me levantaron con brutalidad y me acercaron a su jefe, quién me tomó del cuello con fuerza y me alzó del suelo, ahogándome sin que yo pudiera hacer mucho contra sus manazas más que forcejear y forcejear contra el aire, cayéndoseme el cuero enlazado de mi bolsillo, momento en que el hombre me soltó y me lanzó a los pies de mi padre, al que abracé con fuerza. No había tiempo, en cuanto lo desenlazara, Zasa vería el engaño y se cebaría con ambos. Debía pensar algo deprisa mientras cubría a papá del sol, encontrando en uno de sus bolsillos traseros, justo lo que necesitaba... Una daga.
Lo cierto es que no era bélica, no era como mis padres, capaces de hacer eficaces movimientos como atacantes y defensores, pues ellos de algún modo, estaban acostumbrados a una vida agitada, llena de aventuras, de riesgos. Pero yo... ¡no era más que una simple periodista! Ni siquiera tenía sus dones como vampiros, yo era de carne y hueso, una humana tan mortal como una hormiga, sin duda, nada especial. Pero aun así, tenía que intentarlo. Tenía que hacerlo por papá...
Así que me acuclillé con gran rapidez, estirando una de mis piernas y haciendo la zancadilla a uno de los hombres que lo sujetaban, quién cayó escaleras abajo. Llevándome la daga a la boca y con mis manos libres, pude tirar de papá hacia atrás, empujándole contra la fachada principal, llevándose consigo al segundo trajeado que se hallaba tras su figura y que ahora quedó aprisionado contra la pared. De él, estaba segura que se encargaría mi padre mientras yo volvía mi atención hacia el tercero de ellos, quién ahora ya sin el factor sorpresa, tuve que lidiar con la daga entre fugaces movimientos en los que esquivé sus golpes mientras escuchaba las maldiciones que Zasa nos lanzaba al descubrir el embuste. El tercer hombre cayó a mis pies y yo aproveché el momento para clavarle la daga en el talón de Aquiles, rasgándolo para que no pudiera levantarse, lanzando lejos de su alcance su pistola antes de encararme a los otros hombres que subían las gradas dispuestos a terminar su trabajo. Zasa, sin embargo, no quería esperar más para sentenciarnos, así que fui testigo de cómo su dedo morcilloso apretaba el gatillo y la bala salía disparada del cañón, sin tener demasiado tiempo de actuar.
Sólo unos segundos. Unos intensos y largos segundos me separaban de la bala.
- ¡Al diablo, con que no me concierne! Papá me ha metido en esto, aunque sea sin querer... Tengo derecho a saber si la razón de que su vida corra peligro vale la pena o no...- pensé en voz alta, desenlazando el cuero para tomar entre mis dedos un manuscrito antiquísimo con unos garabatos que parecían indicar un lugar específico. Un mapa, sin duda. Tragué saliva ruidosamente.- ¿Será este el mapa que lleva a...?
No era momento de conjeturas, sin duda, así que me armé de valor y enrosqué el manuscrito en sí mismo para guardarlo en mi bota derecha, enlazando de nuevo el cuero para fingir que seguía salvaguardando el manuscrito. Quise entonces reprender el camino pero de vuelta a casa cuando por delante, dos caballos con sus respectivos jinetes se dispusieron a cortarme el paso, creyendo que aun anhelaba escapar hacia la ciudad. Por sus trajes y sus rostros triunfales supe que se trataban de los mafiosos que acompañaban a Zasa, sólo que ellos habían sido enviados en mi captura, creyendo -correctamente, cabe añadir-, que yo podría poseer información valiosa sobre aquello que buscaban.
Salté del corcel e hice varios intentos de escapar, queriendo que me atraparan tal y como lo hicieron, aunque no contaba con varios bofetones por parte de uno de ellos, el más grande y salvaje, el Calvo, tal y como lo mencionó su compañero.
Así, me llevaron de nuevo a casa, prisionera de sus zarpas y encarcelada en mis propias preocupaciones. ¿Estaría bien mi padre? Durante el camino, me planteé varias formas de matarlos si descubría que algo malo le había pasado a papá, y lo cierto es que todas ellas eran bastante... estremecedoras. Pero todo ello, las preocupaciones y las ganas de matar desaparecieron momentáneamente cuando pude ver su figura erguida, aunque... humeante. ¡Se estaba calcinando!
Fue algo impulsivo y estúpido por mi parte, pero no dudé en dar al Calvo un fuerte codazo en su vientre que le hizo doblegar y escupir algo de sangre, aprovechando la distracción para correr hacia mi padre sin tener en cuenta que allí habían más hombres, a parte de los tres que le sujetaban, exponiéndole ante al sol ante la divertida sonrisa triunfante de Zasa. La ira se apoderaba de mí por momentos, pero debía tener la cabeza bien fría para arreglar aquél desastre, así que cuando los muros corporales de sus escoltas colapsaron mi avance y mi trasero aterrizó sobre el rocoso paraje, alcé la voz hasta captar la atención del mafioso.
- ¡Yo tengo ese mapa, dejad libre a mi padre y os haré entrega de él!
Pude visualizar aunque de reojo el rostro perturbado de mi padre al escucharme y al verme ahí, indefensa y a merced de aquellos hombres que pronto me levantaron con brutalidad y me acercaron a su jefe, quién me tomó del cuello con fuerza y me alzó del suelo, ahogándome sin que yo pudiera hacer mucho contra sus manazas más que forcejear y forcejear contra el aire, cayéndoseme el cuero enlazado de mi bolsillo, momento en que el hombre me soltó y me lanzó a los pies de mi padre, al que abracé con fuerza. No había tiempo, en cuanto lo desenlazara, Zasa vería el engaño y se cebaría con ambos. Debía pensar algo deprisa mientras cubría a papá del sol, encontrando en uno de sus bolsillos traseros, justo lo que necesitaba... Una daga.
Lo cierto es que no era bélica, no era como mis padres, capaces de hacer eficaces movimientos como atacantes y defensores, pues ellos de algún modo, estaban acostumbrados a una vida agitada, llena de aventuras, de riesgos. Pero yo... ¡no era más que una simple periodista! Ni siquiera tenía sus dones como vampiros, yo era de carne y hueso, una humana tan mortal como una hormiga, sin duda, nada especial. Pero aun así, tenía que intentarlo. Tenía que hacerlo por papá...
Así que me acuclillé con gran rapidez, estirando una de mis piernas y haciendo la zancadilla a uno de los hombres que lo sujetaban, quién cayó escaleras abajo. Llevándome la daga a la boca y con mis manos libres, pude tirar de papá hacia atrás, empujándole contra la fachada principal, llevándose consigo al segundo trajeado que se hallaba tras su figura y que ahora quedó aprisionado contra la pared. De él, estaba segura que se encargaría mi padre mientras yo volvía mi atención hacia el tercero de ellos, quién ahora ya sin el factor sorpresa, tuve que lidiar con la daga entre fugaces movimientos en los que esquivé sus golpes mientras escuchaba las maldiciones que Zasa nos lanzaba al descubrir el embuste. El tercer hombre cayó a mis pies y yo aproveché el momento para clavarle la daga en el talón de Aquiles, rasgándolo para que no pudiera levantarse, lanzando lejos de su alcance su pistola antes de encararme a los otros hombres que subían las gradas dispuestos a terminar su trabajo. Zasa, sin embargo, no quería esperar más para sentenciarnos, así que fui testigo de cómo su dedo morcilloso apretaba el gatillo y la bala salía disparada del cañón, sin tener demasiado tiempo de actuar.
Sólo unos segundos. Unos intensos y largos segundos me separaban de la bala.
Kahlan M. Délvheen- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 09/09/2011
Edad : 32
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Siempre quise ser respetuoso con los humanos…Porque yo quería sentirme como uno de ellos, soñando con ser civilizado y coherente como un hombre justo. Pero habia momentos en los que de nada servía intentar equipararme a ellos. Yo no era como ellos, y en esta ocasión mi moral ya no servía. No, no servía de nada por el simple hecho de verles intentar atentar contra mi propia sangre. Eso fue lo que definitivamente me hizo abrir los ojos, dejando totalmente de lado incluso el temor a que mi propia hija me viera asi…Como lo que realmente era.
Agarre al hombre que se hallaba detrás de mí, desgarrando su hombro y lanzando su brazo lejos antes de que este gritara cual animal de granja, retorciéndose en el suelo sin su miembro mientras yo me abalanzaba veloz hacia Kahlan, agarrándole con firmeza a la vez que la bala dirigida a ella se alojaba en mi espalda a la altura de la escápula.
Sujete a Kay con firmeza por los hombros, mientras mis ojos se inyectaban en sangre al percibir su temblor.
Gire el rostro lentamente mientras el sol hacía sus estragos en mi piel, quemándome vivo. Mas no fue eso lo ocupo mi cabeza en ese instante y es que visualice como aparecían mas hombres hacia Zasa. Pobres infelices…
Solte a Kay, para abalanzarme con una ferocidad impropia de mi ante el primero de ellos; Zasa. A quien agarré del hombro, sujetándole mientras los demás se abalanzaban encima mio. Mientras yo me apresuraba con mi primera victima, hundiendo mis dedos directamente en su pecho, dejando mi mano derecha allí, apretando su corazón mientras sujetándole por el hombro me acercaba a su cuello grasiento, para beber de la forma mas desgarradora que pude los sorbos que le arrebataban la vida. Arranqué su corazón de cuajo antes de lanzarlo a suelo, agachándome para esquivar a uno de los otros hombres que intentaba atacarme queriendo golpear mi cabeza. Pise el corazón de Zasa hasta aplastarlo totalmente mientras este mismo caia al suelo y yo aprovechaba para centrarme en un nuevo atacante, arrancando su cabeza. Alegrandome de la cercania de otro pobre infeliz que creia poder igualarse a mi, para golpear su abdomen con la rodilla izquierda, haciéndole caer antes de pisar su femur y hacerlo crujir ante su agonia que ningún efecto me causaba pese a su mirada suplicante. Pues yo estaba demasiado absorto en otro de los cansinos atacantes, que intentaba agarrarme por la espalda y a quien con mis propias manos agarre del cuello para bebérmelo también, estrujándole tanto con mis dedos que finalmente su cabeza fue cortada por mi apreton, cayendo a mis pies.
La sangre cual elixir revitalizante y a su vez adictivo cual droga, me hizo sentir aun mas despierto. Como si me acabaran de dar adrenalina directamente a las venas. Oh eterna y maldita sed... Era una condena y a su vez un placer. Gruñi mientras enseñaba los colmillos a los hombres que aun quedaban atrás. -porque si...aun quedaban algunos mas atras, por lo visto custodiando sin que les vieramos- Pero la diferencia, era que ahora sus rostros permanecían asustados y asombrados, como si no supieran que hacer al ver a su jefe muerto.
Pero yo no me iba a quedar esperando que me dijeran algo. Fui veloz. Corri hacia Kahlan, le sujete tomandole entre mis brazos y corri con ella, corri como alma condenada, pues me quemaba y tenia que sacarla de allí como fuera…Un caballo ya no nos servia, teniamos prisa, y vive dios, que pese a su temor y a sus pulsaciones agitadas, no me detuve hasta que hubieron pasados ya demasiados kilómetros como para mirar atras. Mientras ella se agarraba con firmeza a mi cuello escondiendo su rostro en mi pecho ante el fuerte viento y el ramaje que nos azotaba al desplazarme por en medio del bosque. Hasta que logre encontrar lo que buscaba después de unos agobiantes y veloces minutos en los que me desplace sin parar por un atajo de bosque tierra y roca; el puerto.
Me detuve en una caseta alejada del muelle. Dejando a Kahlan sentada en el suelo mientras yo ponía una rodilla en tierra, afirmando una de mis manos en mi rodilla y la otra en el suelo de madera, respirando mientras mis colmillos -aun al descubierto- me distinguían con un aspecto estremecedor al mostrar mi verdadera forma ademas de mi rostro ahora agrietado, y lleno aun de quemaduras sin sanar que me harían parecer un hombre accidentado o salido de un incendio.
Lleve mis manos a los hombros de Kahlan, palpándolos y bajando por sus brazos hasta sus manos, llevándolas luego sin disimulo alguno a su cuello y pecho, en busca de marcas o heridas, sujete su cintura y respire aliviado al percatarme que la sangre que manchaba su antes blanca camisa era mía y no de ella.
Te dije que me esperaras en el muelle Kahlan. Indique con disgusto con una voz más grave de lo que era la mía propia ante mis quemaduras y la sensación desgarradora en mi garganta al sentir la sed ahogándome una vez más.
¡Podría haberte ocurrido algo por volver! Regañe enseñándole mis colmillos pese a que no deseara hacerlo. Por lo que cerré los ojos y trague saliva. Intentando poder tomar un aspecto y un tono menos amenazador y violento con ella. Ya que jamás use un tono así con mi hija. Por lo que le acerque a mí y le envolví en un abrazo sobreprotector, acunándole pese a su temblor, sin saber si seria por lo sucedido, por mi voz o realmente por temor a mi…
Jamás me podría perdonar que te pasara algo.
Ese era el motivo de mi disgusto, y sabia que en el fondo ella lo entendería tarde o temprano, pese a que ahora pudiera temerme...
Un hombre se nos acerco cual curioso, Por lo que le mire tan solo un segundo antes de que este se desplomara en el suelo ante mi orden mental. Solté a Kahlan y me ocupe de arrebatarle la capa al intruso, posándomela encima, situando la capucha sobre mi rostro para poder ocultarme de la luz y de las miradas que podría levantar ante mi horrendo aspecto de monstruo.
Kahlan se mantenía quieta y en silencio, mientras el cuerpo del hombre inconsciente descansaba allí junto a los dos.
Pero pese a eso, a arriesgarte y desobedecerme…Te agradezco que lo hicieras.
Aprecie como su cuerpo dio un respingo centrándose su mirada en mi, quizás por la sorpresa de mis propias palabras inesperadas. No puedo pedirte que no tengas fortaleza cuando estas hecha de ella. Acaricie su mejilla. Volviste a por mi… No puedo decir que mucha gente haya hecho algo asi por alguien como yo…
El sonido del barco capto mi atención, y es que el pitido que indicaba su salida era ya inminente y definitivo, por lo que mire a Kahlan, sin poder evitar sentarme a su lado, cansado, pues aun era de dia y pese a mantenernos ocultos eso implicaba un desgaste más rápido para mí.
Necesito que te las ingenies para subir a bordo y para llevarme contigo. ¿Tienes el mapa?...Porque si es así, es ese barco el que nos espera. Tenemos menos de dos minutos…
MIN DATTER INGEN, DRITTSEKK!!
-A MI HIJA NO, MALDITO BASTARDO.-
Los humanos no se interpondrían en mi camino si se trataba de los míos. -A MI HIJA NO, MALDITO BASTARDO.-
Agarre al hombre que se hallaba detrás de mí, desgarrando su hombro y lanzando su brazo lejos antes de que este gritara cual animal de granja, retorciéndose en el suelo sin su miembro mientras yo me abalanzaba veloz hacia Kahlan, agarrándole con firmeza a la vez que la bala dirigida a ella se alojaba en mi espalda a la altura de la escápula.
Sujete a Kay con firmeza por los hombros, mientras mis ojos se inyectaban en sangre al percibir su temblor.
Gire el rostro lentamente mientras el sol hacía sus estragos en mi piel, quemándome vivo. Mas no fue eso lo ocupo mi cabeza en ese instante y es que visualice como aparecían mas hombres hacia Zasa. Pobres infelices…
…El humano se habia ido de paseo, mientras que el vampiro sonreía saludando a sus nuevos amigos…
Solte a Kay, para abalanzarme con una ferocidad impropia de mi ante el primero de ellos; Zasa. A quien agarré del hombro, sujetándole mientras los demás se abalanzaban encima mio. Mientras yo me apresuraba con mi primera victima, hundiendo mis dedos directamente en su pecho, dejando mi mano derecha allí, apretando su corazón mientras sujetándole por el hombro me acercaba a su cuello grasiento, para beber de la forma mas desgarradora que pude los sorbos que le arrebataban la vida. Arranqué su corazón de cuajo antes de lanzarlo a suelo, agachándome para esquivar a uno de los otros hombres que intentaba atacarme queriendo golpear mi cabeza. Pise el corazón de Zasa hasta aplastarlo totalmente mientras este mismo caia al suelo y yo aprovechaba para centrarme en un nuevo atacante, arrancando su cabeza. Alegrandome de la cercania de otro pobre infeliz que creia poder igualarse a mi, para golpear su abdomen con la rodilla izquierda, haciéndole caer antes de pisar su femur y hacerlo crujir ante su agonia que ningún efecto me causaba pese a su mirada suplicante. Pues yo estaba demasiado absorto en otro de los cansinos atacantes, que intentaba agarrarme por la espalda y a quien con mis propias manos agarre del cuello para bebérmelo también, estrujándole tanto con mis dedos que finalmente su cabeza fue cortada por mi apreton, cayendo a mis pies.
La sangre cual elixir revitalizante y a su vez adictivo cual droga, me hizo sentir aun mas despierto. Como si me acabaran de dar adrenalina directamente a las venas. Oh eterna y maldita sed... Era una condena y a su vez un placer. Gruñi mientras enseñaba los colmillos a los hombres que aun quedaban atrás. -porque si...aun quedaban algunos mas atras, por lo visto custodiando sin que les vieramos- Pero la diferencia, era que ahora sus rostros permanecían asustados y asombrados, como si no supieran que hacer al ver a su jefe muerto.
Pero yo no me iba a quedar esperando que me dijeran algo. Fui veloz. Corri hacia Kahlan, le sujete tomandole entre mis brazos y corri con ella, corri como alma condenada, pues me quemaba y tenia que sacarla de allí como fuera…Un caballo ya no nos servia, teniamos prisa, y vive dios, que pese a su temor y a sus pulsaciones agitadas, no me detuve hasta que hubieron pasados ya demasiados kilómetros como para mirar atras. Mientras ella se agarraba con firmeza a mi cuello escondiendo su rostro en mi pecho ante el fuerte viento y el ramaje que nos azotaba al desplazarme por en medio del bosque. Hasta que logre encontrar lo que buscaba después de unos agobiantes y veloces minutos en los que me desplace sin parar por un atajo de bosque tierra y roca; el puerto.
Me detuve en una caseta alejada del muelle. Dejando a Kahlan sentada en el suelo mientras yo ponía una rodilla en tierra, afirmando una de mis manos en mi rodilla y la otra en el suelo de madera, respirando mientras mis colmillos -aun al descubierto- me distinguían con un aspecto estremecedor al mostrar mi verdadera forma ademas de mi rostro ahora agrietado, y lleno aun de quemaduras sin sanar que me harían parecer un hombre accidentado o salido de un incendio.
Lleve mis manos a los hombros de Kahlan, palpándolos y bajando por sus brazos hasta sus manos, llevándolas luego sin disimulo alguno a su cuello y pecho, en busca de marcas o heridas, sujete su cintura y respire aliviado al percatarme que la sangre que manchaba su antes blanca camisa era mía y no de ella.
Te dije que me esperaras en el muelle Kahlan. Indique con disgusto con una voz más grave de lo que era la mía propia ante mis quemaduras y la sensación desgarradora en mi garganta al sentir la sed ahogándome una vez más.
¡Podría haberte ocurrido algo por volver! Regañe enseñándole mis colmillos pese a que no deseara hacerlo. Por lo que cerré los ojos y trague saliva. Intentando poder tomar un aspecto y un tono menos amenazador y violento con ella. Ya que jamás use un tono así con mi hija. Por lo que le acerque a mí y le envolví en un abrazo sobreprotector, acunándole pese a su temblor, sin saber si seria por lo sucedido, por mi voz o realmente por temor a mi…
Jamás me podría perdonar que te pasara algo.
Ese era el motivo de mi disgusto, y sabia que en el fondo ella lo entendería tarde o temprano, pese a que ahora pudiera temerme...
Un hombre se nos acerco cual curioso, Por lo que le mire tan solo un segundo antes de que este se desplomara en el suelo ante mi orden mental. Solté a Kahlan y me ocupe de arrebatarle la capa al intruso, posándomela encima, situando la capucha sobre mi rostro para poder ocultarme de la luz y de las miradas que podría levantar ante mi horrendo aspecto de monstruo.
Kahlan se mantenía quieta y en silencio, mientras el cuerpo del hombre inconsciente descansaba allí junto a los dos.
Pero pese a eso, a arriesgarte y desobedecerme…Te agradezco que lo hicieras.
Aprecie como su cuerpo dio un respingo centrándose su mirada en mi, quizás por la sorpresa de mis propias palabras inesperadas. No puedo pedirte que no tengas fortaleza cuando estas hecha de ella. Acaricie su mejilla. Volviste a por mi… No puedo decir que mucha gente haya hecho algo asi por alguien como yo…
El sonido del barco capto mi atención, y es que el pitido que indicaba su salida era ya inminente y definitivo, por lo que mire a Kahlan, sin poder evitar sentarme a su lado, cansado, pues aun era de dia y pese a mantenernos ocultos eso implicaba un desgaste más rápido para mí.
Necesito que te las ingenies para subir a bordo y para llevarme contigo. ¿Tienes el mapa?...Porque si es así, es ese barco el que nos espera. Tenemos menos de dos minutos…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Mi piel y mi alma entera temblaban como una hoja en pleno invierno, escarchada y enfrentándose al duro frío de la noche, siendo los brazos de mi padre los que me envolvieron entonces para sosegarme y reconfortarme, sintiéndome de pronto pequeña, frágil y pequeña entre sus brazos. No pude evitar cerrar los ojos un momento y deleitarme con ese gesto, aspirando su aroma y agarrándose mis dedos a la tela de su ropa, como si así impidiera que él se desvaneciera en la nada cuando despegara de nuevo mis párpados. Necesitaba sentir su cercanía, anhelaba sentirlo junto a mí, muy cerca de mí.
Padre me regañaba aun y yo no podía evitar sonreír, alegrándome de que no viera semejante gesto rebelde en mi rostro, escondiéndolo más entre su ropa. ¿Cómo podía pretender que me quedara ahí de brazos cruzados? ¿Esperando qué? Toda mi vida era él. Vivía el respiro suyo que consumía día tras día. No podía estar quieta y esperarle. Yo, que por él era capaz de estar en un cualquier lejana ciudad, sola y siempre junto a él.
Un estremecimiento recorrió mi piel, pero no me aparté de él aun, aferrándome todavía más a sus ropas, rehuyendo las formas que de pronto se dibujaron en mi mente y que daban respuestas a algunas dudas de mi ser. No podía disimular y negar la evidencia, no podía fingir sin tener el valor de decir lo que realmente me sucedía con él.
- ¿Y crees que podía quedarme al margen esperando el no volver a verte jamás? ¿El no ser tu sonrisa más para mí? ¿El no tener ya nada de ti? Nunca más vuelvas a pedirme algo así, papá.- susurré, sintiendo cómo el dolor me atenazaba.
Antes de lo que yo quería, papá se deshizo de mi abrazo con sorprendente facilidad, usando sus dones para adormecer a un hombre que cayó junto a nuestros pies. Le robó su capa y se la puso sobre sus hombros, cubriéndose el rostro con la capucha ante mi atenta mirada.
- Eso es porque nadie te ama como lo hago yo...- y añadí en mis adentros.- Ojalá un día te des cuenta de ello.
Sé que en aquél momento él se refería a mi madre, a mis tíos, a mis primos y al resto de allegados con los que él había mantenido relaciones más allá de las puramente románticas. Lo sabía, y sabía que quizás mis palabras le habrían podido dañar. Sin embargo, ambos sabíamos que mis palabras eran verídicas. ¡Y es que nadie le quería como le quería yo! ¡Tan ciegamente!
Sus palabras me despistaron de mis propios pensamientos, así que asentí a su petición y le pedí que me esperara ahí sentado mientras yo me dirigiría hacia la cabina del puerto, dónde conocía al joven encargado de los billetes de clase alta y que por cierto, estaba interesado en invitarme a cenar. Aquella era una buena ocasión para aceptarlo a cambio de un favor del que sabía, no se negaría.
Mientras caminaba hacia allí no pude evitar retomar el hilo de mis cavilaciones. Me preguntaba qué sería de mí cuando mi padre encontrara de nuevo el amor en los brazos de otra mujer, fuera quien fuera ella. Desde luego, mi vida no sería la misma sin su compañía. Luego un latigazo de ira me hizo soltar una blasfemia que captó la atención de algunos pasajeros que esperaban en el muelle por el que caminaba. ¡Y es que en un instante yo podía ver que era él y sólo él todo cuanto yo soñaba! ¡Nadie podía comprender algo así! ¡Nadie le vería jamás como yo le veía! Nadie le sentía tan en sus profundos adentros como lo sentía yo. ¡Nadie llevaba tatuado en su ser el sonido de su voz y su alegría! Casi podía yo imaginar sobre mis labios su forma de besar, la intensidad de que fuera su piel intensamente mía. Casi podía sentir cómo más de él podía enamorarme...
¿Enamorarme?
Frené mi paso con las respiraciones agitadas y mis ojos abiertos cuales platos.
- ¿Madame Délvheen? ¿Vos por aquí?
Era el joven al que había ido buscando, por lo que tras descongelar la sangre de mi cuerpo y sentir cómo está descendía vertiginosamente hasta la punta de los dedos de mis pies, me animé a recobrar la compostura perdida y hablarle, contándole una de esas falacias que tan bien solían funcionarle a mi padre, obteniendo el resultado esperado. Así, conseguí dos billetes en clase superior para mí y para mi padre, consiguiendo unas buenas condiciones para que él se sintiera como en casa y pudiera recomponerse.
- Nos vemos el sábado, madame.- me recordó con una sonrisa ingenua antes de que me despidiera de él con la mano.
Había conseguido también que me prestara un carruaje pequeño en el que transportar a mi padre en la oscuridad, recogiéndolo dónde le había dejado y ayudándole a entrar en él, acompañándolo hasta que el corcel se detuvo y el cochero esperó a que bajáramos.
- Ya hemos llegado, papá. El barco nos espera.- concluí, sin siquiera mirarle a la cara, pues aun me sentía nerviosa y agitada.
Bajé del carruaje y lo rodeé hasta abrir la puerta de su lado, ayudándole a bajar y cargando luego su brazo sobre mi hombro, pasando el mío por su cintura. Poco a poco y en silencio nos fuimos desplazando hasta la escalera del barco, subiendo por ella y ayudándome unos mozos cuando me vieron flaquear.
Uno de ellos nos guió hacia nuestro camarote interior cuando el barco empezó a navegar y después de pagarle con una pequeña propina, al fin la calma regresó a nuestras vidas tras cerrarse la puerta y comprobar que nos encontrábamos solos allí. Al fin... solos.
Senté a mi padre sobre el lecho matrimonial y me dispuse a cerrar todas las ventanas por las que la luz pudiera entrar, sumiendo la habitación en una profunda oscuridad que tan sólo fue iluminada por las velas de un candelabro que yo misma prendí. Sólo entonces me quité algo de ropa para sentirme más cómoda, dirigiéndome luego al baño en silencio, arrastrando mis pies con cansancio. Allí, ante el espejo, usé mi codo para romper el espejo y tomé un trozo de éste, volviendo a dónde se encontraba mi padre. No pude ver su rostro porque aun su capucho le cubría, pero imaginé ver la confusión escrita en él. Me arrodillé frente a su figura taciturna y con la punta del vidrio rasgué la piel de mi muñeca, brotando de la herida un hilo carmesí.
- Bebe. Me necesitas.- musité con dulzura a la vez que le acercaba mi mano a su boca, esperando sentir la frialdad de su boca envolver mi piel. Al fin.
Padre me regañaba aun y yo no podía evitar sonreír, alegrándome de que no viera semejante gesto rebelde en mi rostro, escondiéndolo más entre su ropa. ¿Cómo podía pretender que me quedara ahí de brazos cruzados? ¿Esperando qué? Toda mi vida era él. Vivía el respiro suyo que consumía día tras día. No podía estar quieta y esperarle. Yo, que por él era capaz de estar en un cualquier lejana ciudad, sola y siempre junto a él.
Un estremecimiento recorrió mi piel, pero no me aparté de él aun, aferrándome todavía más a sus ropas, rehuyendo las formas que de pronto se dibujaron en mi mente y que daban respuestas a algunas dudas de mi ser. No podía disimular y negar la evidencia, no podía fingir sin tener el valor de decir lo que realmente me sucedía con él.
- ¿Y crees que podía quedarme al margen esperando el no volver a verte jamás? ¿El no ser tu sonrisa más para mí? ¿El no tener ya nada de ti? Nunca más vuelvas a pedirme algo así, papá.- susurré, sintiendo cómo el dolor me atenazaba.
Antes de lo que yo quería, papá se deshizo de mi abrazo con sorprendente facilidad, usando sus dones para adormecer a un hombre que cayó junto a nuestros pies. Le robó su capa y se la puso sobre sus hombros, cubriéndose el rostro con la capucha ante mi atenta mirada.
- Eso es porque nadie te ama como lo hago yo...- y añadí en mis adentros.- Ojalá un día te des cuenta de ello.
Sé que en aquél momento él se refería a mi madre, a mis tíos, a mis primos y al resto de allegados con los que él había mantenido relaciones más allá de las puramente románticas. Lo sabía, y sabía que quizás mis palabras le habrían podido dañar. Sin embargo, ambos sabíamos que mis palabras eran verídicas. ¡Y es que nadie le quería como le quería yo! ¡Tan ciegamente!
Sus palabras me despistaron de mis propios pensamientos, así que asentí a su petición y le pedí que me esperara ahí sentado mientras yo me dirigiría hacia la cabina del puerto, dónde conocía al joven encargado de los billetes de clase alta y que por cierto, estaba interesado en invitarme a cenar. Aquella era una buena ocasión para aceptarlo a cambio de un favor del que sabía, no se negaría.
Mientras caminaba hacia allí no pude evitar retomar el hilo de mis cavilaciones. Me preguntaba qué sería de mí cuando mi padre encontrara de nuevo el amor en los brazos de otra mujer, fuera quien fuera ella. Desde luego, mi vida no sería la misma sin su compañía. Luego un latigazo de ira me hizo soltar una blasfemia que captó la atención de algunos pasajeros que esperaban en el muelle por el que caminaba. ¡Y es que en un instante yo podía ver que era él y sólo él todo cuanto yo soñaba! ¡Nadie podía comprender algo así! ¡Nadie le vería jamás como yo le veía! Nadie le sentía tan en sus profundos adentros como lo sentía yo. ¡Nadie llevaba tatuado en su ser el sonido de su voz y su alegría! Casi podía yo imaginar sobre mis labios su forma de besar, la intensidad de que fuera su piel intensamente mía. Casi podía sentir cómo más de él podía enamorarme...
¿Enamorarme?
Frené mi paso con las respiraciones agitadas y mis ojos abiertos cuales platos.
- ¿Madame Délvheen? ¿Vos por aquí?
Era el joven al que había ido buscando, por lo que tras descongelar la sangre de mi cuerpo y sentir cómo está descendía vertiginosamente hasta la punta de los dedos de mis pies, me animé a recobrar la compostura perdida y hablarle, contándole una de esas falacias que tan bien solían funcionarle a mi padre, obteniendo el resultado esperado. Así, conseguí dos billetes en clase superior para mí y para mi padre, consiguiendo unas buenas condiciones para que él se sintiera como en casa y pudiera recomponerse.
- Nos vemos el sábado, madame.- me recordó con una sonrisa ingenua antes de que me despidiera de él con la mano.
Había conseguido también que me prestara un carruaje pequeño en el que transportar a mi padre en la oscuridad, recogiéndolo dónde le había dejado y ayudándole a entrar en él, acompañándolo hasta que el corcel se detuvo y el cochero esperó a que bajáramos.
- Ya hemos llegado, papá. El barco nos espera.- concluí, sin siquiera mirarle a la cara, pues aun me sentía nerviosa y agitada.
Bajé del carruaje y lo rodeé hasta abrir la puerta de su lado, ayudándole a bajar y cargando luego su brazo sobre mi hombro, pasando el mío por su cintura. Poco a poco y en silencio nos fuimos desplazando hasta la escalera del barco, subiendo por ella y ayudándome unos mozos cuando me vieron flaquear.
Uno de ellos nos guió hacia nuestro camarote interior cuando el barco empezó a navegar y después de pagarle con una pequeña propina, al fin la calma regresó a nuestras vidas tras cerrarse la puerta y comprobar que nos encontrábamos solos allí. Al fin... solos.
Senté a mi padre sobre el lecho matrimonial y me dispuse a cerrar todas las ventanas por las que la luz pudiera entrar, sumiendo la habitación en una profunda oscuridad que tan sólo fue iluminada por las velas de un candelabro que yo misma prendí. Sólo entonces me quité algo de ropa para sentirme más cómoda, dirigiéndome luego al baño en silencio, arrastrando mis pies con cansancio. Allí, ante el espejo, usé mi codo para romper el espejo y tomé un trozo de éste, volviendo a dónde se encontraba mi padre. No pude ver su rostro porque aun su capucho le cubría, pero imaginé ver la confusión escrita en él. Me arrodillé frente a su figura taciturna y con la punta del vidrio rasgué la piel de mi muñeca, brotando de la herida un hilo carmesí.
- Bebe. Me necesitas.- musité con dulzura a la vez que le acercaba mi mano a su boca, esperando sentir la frialdad de su boca envolver mi piel. Al fin.
Kahlan M. Délvheen- Realeza Neerlandesa
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
¡NOOO!
Mis ojos se abrieron de par en par al contemplar el corte de su herida, mas mis intentos de frenarle fueron en vano. El brillo carmesí, rojo como el más puro elixir, y la blancura de su piel de porcelana me paralizaron, asi como su olor que me golpeó con mas firmeza de la que jamás pude imaginar. Era como si su aroma me hubiera enredado en un laberinto del que no se podía escapar, pues la sed te ciega y la sangre…tentadora deliciosa…me impidió por un momento ver lo que tenia que ver…y mas viniendo de un ser tan puro como era mi propia hija, y es que su candor, su llamado, su sangre…se hizo mas fuerte y poderoso de lo que imagine, mas que que ninguna otra droga que yo mismo podría probar jamas…¿Porque Kahlan me hacia esto…¡¡¡PORQUE!!!?
Mis ojos la miraron, y estaba seguro que mi aspecto no era precisamente alentador a abrazarme, sino mas bien amenazador cual depredador, mis ojos grises ahora estarían casi blancos, quizás con las pupilas dilatadas. Mordi mis labios ferozmente, sintiendo con rapidez como mis colmillos perforaban mi propia carne hasta hacerme sangrar, sin que eso me importara. Pues mi cuerpo parecía vibrar ante aquella tentación.
"Kay…que has hecho…"Le susurre mentalmente antes de envolver su figura arrodillada delante de mi, envolviendo los pliegos de su blusa con mis dedos, recogiendo su torso del suelo para apegarlo hacia mi con firmeza, sujetando su muñeca con mis frios dedos. Su corazón comenzó a acelerarse y mis dedos se marcaron un tanto en su calida y tierna piel, mientras yo con los ojos cerrados acercaba y reseguía con mi nariz su antebrazo, entreabriendo los labios a la vez que sentía que se me hacia la boca agua por devorar y morder su carne, necesitando bebérmela y hacerla mia.
Hacerla mia…
Relami con extrema suavidad su muñeca, simplemente limpiando el rastro del hilo carmesí. Relami mis labios, sintiendo el temblor en ellos ante su esencia demasiado dulce y adictiva. Aprete mis ojos cerrados, frunciendo el ceño en un gesto de agonia. Y es que aquello fue como si yo mismo me clavara una estaca hasta atravesar mi pecho…Pues ¡aquello era inaudito! Ella era mi hija, no podía ceder a mis deseos como bestia inmortal. No podía ceder a los deseos que me incitaban a tomarla, a desgarrar su ropa, a sentir la necesidad de su carne. No cuando yo le amaba tanto…No cuando por ella me arrancaria el corazón y se lo echaria a los perros de ser necesario…
Respire con los dientes entrecerrados, agitándose mi pecho cuando le sostuve hasta sujetarla y alzarla encima mío, retrocediendo en el lecho, llevándola conmigo, apretándole y girándome con ella para posicionarme encima de su frágil figura, amoblándome a su cuerpo como si ella hubiera estado esperandome, como si su frágil cuerpo hubiera sido hecho para mi. Me arrastre por encima suyo arrastrando con las yemas de mis dedos y las palmas de mis manos por los pliegues de su blusa, arrastrando la tela conmigo mientras subía lentamente por su vientre, aspirando su aroma con necesidad, subiendo mis dedos por sus costados, subiendo por las curvas de sus senos, deslizándome hacia más arriba donde la camisa se arrugaba a la altura de su pecho hasta que mis dedos llegaron a sus hombros, teniendo que palpar su piel cálida por debajo de la tela hasta que sentí su escalofrío naciendo desde su mismo cuello ante mi contacto frio.
Oh dios… Le amaba tanto, que casi se podía considerarlo enfermizo por mi parte. Como si apenas pudiera distinguir la fina línea que separaba mi amor fraternal por mi hija, por mi amor sin más… Amor por aquel ser que se había colocado en todos los recónditos rincones de mi pecho, llenando todos mis espacios y vacios, mis recuerdos, mi pasado y el suyo a mi lado…Ante cada sonrisa que me brindaba, ante cada mirada, ante cada derrota y victoria que juntos siempre celebrábamos.
¿Cómo no amarla si la había amado desde que le vi?
Apoye la frente en su esternón, sintiendo su corazón desbocado y su respiración que hacia subir y bajar su pecho con ansiedad, mientras que yo aun sujetaba su muñeca abierta por encima de su cabeza, tapando la herida con mi pulgar que ahora presionaba su piel, mientras que mi otra mano se colaba por debajo de su blusa, adentrándose por su costado para palpar ahora su espalda mientras yo sentía mi cuerpo vibrar ante la sed y la tentación de beber de ella.
No te muevas…
No me sueltes…
Pedí, cuando era realmente yo quien le aprisionaba por debajo de mi cuerpo. Intentando sosegarme aun con la frente en su esternón. Mas no lo pude evitar, tenía que ver sus ojos, tenía que ver que pasaba por ellos…No necesitaba leer su mente, solo tenia que ver sus ojos... Necesitaba saber si me estaba convirtiendo realmente en un monstruo, por lo que alce mi mirada y encare su rostro a pocos centímetros míos encontrando al fin su gris reflejo, sintiendo que simplemente mi mente me decía…
Ay...
Ay de mi…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Nada tenía sentido. Nada parecía seguir su curso lógico y coherente. Nada indicaba que fueran reales sus caricias en mi piel, ni sus suspiros sobre mi cuerpo, ni su peso sobre mí, ni su mirada centelleante calándome la mía... Nada. Nada parecía real. Y si lo era... ¡se trataba de una locura! Más... ¡oh bendita, dulce y anhelada locura!
Al fin creí saborear el cielo, la justicia. Al fin mis súplicas y mis rezos habían sido escuchados. Estaba cansada de esperar. ¡Esperé tanto tiempo por un roce suyo! Yo, que había nacido como todos nacemos, llorando. Yo, que crecí como todos crecemos, jugando. Yo, que viví como todos vivimos, soñando. Yo, que conseguí todo cuanto tengo luchando. Yo... ¿por qué no encontrar un amor como el de aquél si yo era igual que todos los demás? ¿Por qué no poder yo tener su misma felicidad?
Se había acabado el esperar, el soñar, el mendigar por un amor que no llegaba.
Ahí estaba él, más que mi padre, mi hombre. Sí, mi hombre. El hombre por el que me desvivía desde siempre, aquél al que arropaba en sus noches tristes y vacías, aquél al que consolaba cuando su alma se quebraba, aquél del que aprendía cada día, aquél al que admiraba, aquél al que protegía y era protegida, aquél que amaba más allá del vínculo filial que nos unía. Él, Jerarld, era el que ahora ascendía por las curvas de mi cuerpo en busca de mi calor, aquél que siempre quise entregarle sin tributos ni peros, aquél que una vez más, yo le ofrecí en el silencio de la sala.
Sus ojos me atravesaron el alma y me fueron desnudando de a poco ante mi cristalina mirada. La respiración escapó de mis pulmones tras exhalar un suspiro y el tuntún de mi corazón se aceleró hasta enrojecer mis mejillas, encendiéndolas con viveza. La sangre corría por mis venas desbocada, haciéndome cosquillas en algunos puntos de mi piel.
Temí, por un instante, su mirada felina. Temí que en mí viera la luz de la cordura, que viera a su niña y no a la mujer que tenía bajo su cuerpo, que viera en mi rostro juvenil la cara inocente de una virgen.
Quise evitarlo cuando descubrí la duda planeando en su mirada, acechante. Quise evitar su retroceso mediante una sutil caricia de mis dedos sobre su rostro, haciéndolo con cuidado, con un sutil roce que deambuló desde su frente hasta su mentón partido, yendo más allá para encaminarme hacia su cuello hasta tropezar con la ropa que aun vestía y me obstaculizaba el paso. Mordí mis labios, escapándoseme una sonrisa pícara.
- Mírame.
Aprovechando el despiste suyo, aparté la mano que él con su pulgar había querido mantener sellada mi herida, comprobando gustosa cómo la sangre aún fluía por mi blanquecina piel. Así, con las manos libres, llevé mis dedos hacia los botones de mi blusa que fui desabrochando de a poco, sin siquiera apartar mis ojos de los suyos, cuya mirada mantuve encendida. Al desabrochar el último botón, abrí la blusa de par en par para mostrarle el ceñido corsé que oprimía mis senos y mi busto. Aun sumida en su silencio, enredé mis dedos entorno a los hilos que se encontraban en un costado, tirando de ellos y sintiendo cómo una bocanada de aire entraba veloz por mi nariz e invadía mi pecho.
- Desnúdame.
La sangre de la herida manchaba gota a gota los poros de mi piel, salpicando también el corsé impoluto. Alcé una ceja, casi retándole, cuando llevé la muñeca a mi boca y con mi propia lengua limpié el riachuelo carmesí que se había formado en mi piel y que ya descendía hasta mi codo.
- Bésame.
Y entonces, cuando podía ya sentir mi piel febril, deseosa de sentir el roce frenético de su cuerpo con el mío, tiré del último nudo que mantenía el corsé cubriendo aun mi desnudez. Luego, fueron mis dedos los que de a poco fueron apartando la tela bordada hasta dejar ante él el paisaje de mi busto desnudo, aquellas sendas intransitadas antes, siempre esperando su paso, siempre anhelando ser el hogar de sus dedos, de sus besos, de su aliento.
- Hazme tuya.- susurré finalmente sobre su boca entreabierta, aun con el sabor de mi sangre en mi paladar.- Tómame.
Al fin creí saborear el cielo, la justicia. Al fin mis súplicas y mis rezos habían sido escuchados. Estaba cansada de esperar. ¡Esperé tanto tiempo por un roce suyo! Yo, que había nacido como todos nacemos, llorando. Yo, que crecí como todos crecemos, jugando. Yo, que viví como todos vivimos, soñando. Yo, que conseguí todo cuanto tengo luchando. Yo... ¿por qué no encontrar un amor como el de aquél si yo era igual que todos los demás? ¿Por qué no poder yo tener su misma felicidad?
Se había acabado el esperar, el soñar, el mendigar por un amor que no llegaba.
Ahí estaba él, más que mi padre, mi hombre. Sí, mi hombre. El hombre por el que me desvivía desde siempre, aquél al que arropaba en sus noches tristes y vacías, aquél al que consolaba cuando su alma se quebraba, aquél del que aprendía cada día, aquél al que admiraba, aquél al que protegía y era protegida, aquél que amaba más allá del vínculo filial que nos unía. Él, Jerarld, era el que ahora ascendía por las curvas de mi cuerpo en busca de mi calor, aquél que siempre quise entregarle sin tributos ni peros, aquél que una vez más, yo le ofrecí en el silencio de la sala.
Sus ojos me atravesaron el alma y me fueron desnudando de a poco ante mi cristalina mirada. La respiración escapó de mis pulmones tras exhalar un suspiro y el tuntún de mi corazón se aceleró hasta enrojecer mis mejillas, encendiéndolas con viveza. La sangre corría por mis venas desbocada, haciéndome cosquillas en algunos puntos de mi piel.
Temí, por un instante, su mirada felina. Temí que en mí viera la luz de la cordura, que viera a su niña y no a la mujer que tenía bajo su cuerpo, que viera en mi rostro juvenil la cara inocente de una virgen.
Quise evitarlo cuando descubrí la duda planeando en su mirada, acechante. Quise evitar su retroceso mediante una sutil caricia de mis dedos sobre su rostro, haciéndolo con cuidado, con un sutil roce que deambuló desde su frente hasta su mentón partido, yendo más allá para encaminarme hacia su cuello hasta tropezar con la ropa que aun vestía y me obstaculizaba el paso. Mordí mis labios, escapándoseme una sonrisa pícara.
- Mírame.
Aprovechando el despiste suyo, aparté la mano que él con su pulgar había querido mantener sellada mi herida, comprobando gustosa cómo la sangre aún fluía por mi blanquecina piel. Así, con las manos libres, llevé mis dedos hacia los botones de mi blusa que fui desabrochando de a poco, sin siquiera apartar mis ojos de los suyos, cuya mirada mantuve encendida. Al desabrochar el último botón, abrí la blusa de par en par para mostrarle el ceñido corsé que oprimía mis senos y mi busto. Aun sumida en su silencio, enredé mis dedos entorno a los hilos que se encontraban en un costado, tirando de ellos y sintiendo cómo una bocanada de aire entraba veloz por mi nariz e invadía mi pecho.
- Desnúdame.
La sangre de la herida manchaba gota a gota los poros de mi piel, salpicando también el corsé impoluto. Alcé una ceja, casi retándole, cuando llevé la muñeca a mi boca y con mi propia lengua limpié el riachuelo carmesí que se había formado en mi piel y que ya descendía hasta mi codo.
- Bésame.
Y entonces, cuando podía ya sentir mi piel febril, deseosa de sentir el roce frenético de su cuerpo con el mío, tiré del último nudo que mantenía el corsé cubriendo aun mi desnudez. Luego, fueron mis dedos los que de a poco fueron apartando la tela bordada hasta dejar ante él el paisaje de mi busto desnudo, aquellas sendas intransitadas antes, siempre esperando su paso, siempre anhelando ser el hogar de sus dedos, de sus besos, de su aliento.
- Hazme tuya.- susurré finalmente sobre su boca entreabierta, aun con el sabor de mi sangre en mi paladar.- Tómame.
Kahlan M. Délvheen- Realeza Neerlandesa
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Algunas gotas rojizas cayeron por sus labios, haciendo que yo apreciara el transcurso pausado de las brillantes gotas que se desparramaban con una lentitud tortuosa por su piel. Quedándose ancladas en su cuello, acomodándose en sus clavículas, deslizándose para recorrer el camino palido de cada poro que las recibia…Mientras que mi mirada agonizante apreciaba cada destello, matiz y aroma de aquellas perlas rojizas que en su piel se alojaban.
Subi la mirada hasta apreciar su mentón y luego la rugosidad de aquellos labios que imaginaba ardientes y blandos, sabrosos como la mas dulce de las mieles, apasionados, como los mas necesitados…
Dicen que cuando la cordura hace las maletas y se va, solo es el instinto mas profundo, y el deseo más sincero es el que se queda contigo.
Y creo que en esta ocasión fue asi… Y fue asi porque pese a mi deseo, pese a mi sed, una parte de mi no quería controlar el fuerte impulso que me llevaba hacia ella mas alla del deseo carnal, la sed o la simple lujuria…
Ella era mi niña, mi carne. Aquella a la que siempre habia cuidado, aquella por la que siempre velé, aquella que no se dormia si yo no estaba a su lado, acunandole, aquella por la que siempre temia, aquella por la que mi corazon daba un vuelco, aquella que protagonizaba mis peores pesadillas ante la sola idea y mencion de que me dijera un dia que marchaba ya de mi lado para hacer su vida, para realizarla con alguno...
Una de mis manos, aun alojándose a su espalda, le alzaron un tanto, levantándole con sutileza, notando la calidez elevada de su piel, que traspasaba incluso mis ropajes. Le sostuve asi un instante, semi sentada, mientras mi figura aun encima suyo apreciaba las formas de aquella que ya no era mi niña, sino la mujer que ahora me pedia entre mis brazos que le tomara, como si mi deseo y mi locura ya no me cegaran lo suficiente…
Deslice los dedos de mi mano libre por su vientre, deslizándolos muy suavemente por su anatomía, haciendo que subieran por sus curvas, tropezando con su carne erecta, siguiento su transcurso hasta subir por su pecho y acercarse a su cuello. Le sujete por el con extremo cuidado antes de acercarme a una de las gotas que se alojaban en su clavicula, dándole un beso en el que la absorvi, haciéndola estremecer. No pude evitar sonreir sin que ella me viera ante aquella reacción, y es que al fin sentía efímeramente, la sensación de que podía saciar algo en mi que parecía no satisfacerse nunca.
Por lo que aun allí, cerca de su cuello, deslice la punta de la lengua por su cuello, limpiando el rastro que por la sangre de su muñeca se habia formado y deslizado alli, llevando mis besos por su cuello hasta que llegue al mentón, teniendo que continuar. Mas sus labios entrabiertos me distrajeron. Los anhelaba mas que a cualquier cosa, deseaba apropiármelos, deseaba saborearlos, fue por ello que el transcurso de mi lengua humeda, se deleito con la curva que contorneaba su labio inferior. Haciendome estremecerme tanto como se estremeció ella.
Trague saliva sintiendo mi respiración agitada, mi deseo vivo, mi ganas de no soltarla y mi sed implacable adueñarse de mi. Instandome a obedecer sus ordenes, sus deseos, sus caprichos como siempre habia hecho y es que en esta ocasión, sus deseos se convertían en mis deseos también. Fue asi, como temiendo mi acto que me deje llevar por lo que mi interior me dictaba, pues algo dentro de mi me hacia continuar, y realmente a "ese algo" no lo podia comprender...Solo sabia, que le debia obedecer. Ella me ordenaba, yo lo deseaba. ya no podria retroceder, no cuando ella era mi ley.
Fue asi como recorte aun mas nuestras escasas distancias, sintiendo al fin su aliento sobre mi.Entrechocando con suavidad mis labios frios y gélidos con los suyos, tan carnosos, calidos y blandos. Amoblándose su suave y tierna piel a mi fría y marmorea carne en un dulce y prohibido susurro que me llevo a besarle con cuidado para posteriormente sentir que me desataba. Teniendo que degustarle mas, deborandole, mordiéndole con suavidad, absorviendo la sangre que aun se almacenaba en ellos, hasta que su lengua juguetona encontró la mia y se enredo con ella.
Su corazón latia con firmeza, dejándome sentir su compás acelerado y martilleante en cada palmo de su anatomía.
El monstruo que yo era estaba despierto, mas sus latidos aun me recordaron los atisbos de humanidad que quedaban en mi…
¿Por qué…?
¿Por qué no me temes?
¿Por qué no huyes…?
¿Porque te quedas junto a mí, siempre?
Te destruiré…
Destruyo todo lo que amo…
Entrechoque los dientes, sintiendo mi mandíbula tensa mientras abría mis ojos apreciando los suyos, a la vez que le dejaba reposar sobre la almohada, teniendo mi frente sobre la suya.
Mis brazos rodearon su desnudes envolviéndola pese a que mis dedos se alojaban pocos centímetros por debajo de su falda...Como si aun quisieran ir a por mas, nunca conformes con lo que se interponía en su camino...
Subi la mirada hasta apreciar su mentón y luego la rugosidad de aquellos labios que imaginaba ardientes y blandos, sabrosos como la mas dulce de las mieles, apasionados, como los mas necesitados…
Dicen que cuando la cordura hace las maletas y se va, solo es el instinto mas profundo, y el deseo más sincero es el que se queda contigo.
Y creo que en esta ocasión fue asi… Y fue asi porque pese a mi deseo, pese a mi sed, una parte de mi no quería controlar el fuerte impulso que me llevaba hacia ella mas alla del deseo carnal, la sed o la simple lujuria…
Ella era mi niña, mi carne. Aquella a la que siempre habia cuidado, aquella por la que siempre velé, aquella que no se dormia si yo no estaba a su lado, acunandole, aquella por la que siempre temia, aquella por la que mi corazon daba un vuelco, aquella que protagonizaba mis peores pesadillas ante la sola idea y mencion de que me dijera un dia que marchaba ya de mi lado para hacer su vida, para realizarla con alguno...
Una de mis manos, aun alojándose a su espalda, le alzaron un tanto, levantándole con sutileza, notando la calidez elevada de su piel, que traspasaba incluso mis ropajes. Le sostuve asi un instante, semi sentada, mientras mi figura aun encima suyo apreciaba las formas de aquella que ya no era mi niña, sino la mujer que ahora me pedia entre mis brazos que le tomara, como si mi deseo y mi locura ya no me cegaran lo suficiente…
Deslice los dedos de mi mano libre por su vientre, deslizándolos muy suavemente por su anatomía, haciendo que subieran por sus curvas, tropezando con su carne erecta, siguiento su transcurso hasta subir por su pecho y acercarse a su cuello. Le sujete por el con extremo cuidado antes de acercarme a una de las gotas que se alojaban en su clavicula, dándole un beso en el que la absorvi, haciéndola estremecer. No pude evitar sonreir sin que ella me viera ante aquella reacción, y es que al fin sentía efímeramente, la sensación de que podía saciar algo en mi que parecía no satisfacerse nunca.
Por lo que aun allí, cerca de su cuello, deslice la punta de la lengua por su cuello, limpiando el rastro que por la sangre de su muñeca se habia formado y deslizado alli, llevando mis besos por su cuello hasta que llegue al mentón, teniendo que continuar. Mas sus labios entrabiertos me distrajeron. Los anhelaba mas que a cualquier cosa, deseaba apropiármelos, deseaba saborearlos, fue por ello que el transcurso de mi lengua humeda, se deleito con la curva que contorneaba su labio inferior. Haciendome estremecerme tanto como se estremeció ella.
Trague saliva sintiendo mi respiración agitada, mi deseo vivo, mi ganas de no soltarla y mi sed implacable adueñarse de mi. Instandome a obedecer sus ordenes, sus deseos, sus caprichos como siempre habia hecho y es que en esta ocasión, sus deseos se convertían en mis deseos también. Fue asi, como temiendo mi acto que me deje llevar por lo que mi interior me dictaba, pues algo dentro de mi me hacia continuar, y realmente a "ese algo" no lo podia comprender...Solo sabia, que le debia obedecer. Ella me ordenaba, yo lo deseaba. ya no podria retroceder, no cuando ella era mi ley.
Fue asi como recorte aun mas nuestras escasas distancias, sintiendo al fin su aliento sobre mi.Entrechocando con suavidad mis labios frios y gélidos con los suyos, tan carnosos, calidos y blandos. Amoblándose su suave y tierna piel a mi fría y marmorea carne en un dulce y prohibido susurro que me llevo a besarle con cuidado para posteriormente sentir que me desataba. Teniendo que degustarle mas, deborandole, mordiéndole con suavidad, absorviendo la sangre que aun se almacenaba en ellos, hasta que su lengua juguetona encontró la mia y se enredo con ella.
Su corazón latia con firmeza, dejándome sentir su compás acelerado y martilleante en cada palmo de su anatomía.
El monstruo que yo era estaba despierto, mas sus latidos aun me recordaron los atisbos de humanidad que quedaban en mi…
¿Por qué…?
¿Por qué no me temes?
¿Por qué no huyes…?
¿Porque te quedas junto a mí, siempre?
Te destruiré…
Destruyo todo lo que amo…
Entrechoque los dientes, sintiendo mi mandíbula tensa mientras abría mis ojos apreciando los suyos, a la vez que le dejaba reposar sobre la almohada, teniendo mi frente sobre la suya.
Mis brazos rodearon su desnudes envolviéndola pese a que mis dedos se alojaban pocos centímetros por debajo de su falda...Como si aun quisieran ir a por mas, nunca conformes con lo que se interponía en su camino...
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Torcí una sonrisa.
- No puedo temer a quién amo. No puedo huir de quién adoro. ¿Cómo no quedarme junto a ti, si de ti nunca querría alejarme? Destrúyeme si eso significa que me correspondes. Destrúyeme con tus propias manos si eso implica amarme. Ámame pues... sin temor. Soy tuya. Haz conmigo lo que gustes.
Enredé mis piernas a su cadera mientras mis dedos vagaban ahora por sus ropajes, desanudando aquella capa que deseché a un lado, lejos de la cama. Así, sin la capucha que enturbiara su semblante, pude recrearme en su rostro perfecto, de facciones alargadas y marcadas, de piel suave y tez pálida como el mármol.
Mis dedos, ajenos a la calma que mi mente les imploraba, se apresuraron a desabrochar el chaleco que lucía, así como la camisa blanca que se hallaba bajo la primera tela. Ansiosa, me incliné hacia él para quedar sentada a su altura y así tener mayor libertad de movimientos, lo que utilicé para desprenderme de aquellas dos primeras piezas textiles.
Su torso, al fin desnudo, se presentó ante mí como el más goloso dulce que jamás antes hubiera visto o tocado. Estaba ahí, a mi merced, esperando que fuera mi boca y no otra la que le degustara. Las yemas de mis dedos se pasearon por las formas de sus músculos, erizándole la piel a su paso, sonriendo por ello. Su piel... juraría que ardía bajo la palma de mi mano. ¿Ardería por el mismo deseo que me consumía a mí?
Me aferré más a su figura, sintiendo mis pechos rozar su piel, sintiendo la excitación crecer por momentos hasta hacerme humedecer mi entrepierna como nunca antes lo había sentido. Estaba preparada. Nunca antes lo había estado porque nunca antes me había hallado ante aquél a quién quería entregarme en cuerpo y alma. Y ahí estaba él. Y ahí estaba yo. Ambos anhelando formar un solo ser aquél idílico día.
- Aquí estoy. Tómame.- repetí entre susurros.
Sus manos, aun aferradas a mis muslos, empezaros a desprenderse de mis medias mientras por mi lado, surcaba el dichoso cinturón que se interponía con aquello que más anhelaba sentir en mis adentros. Tiré de él una vez desabrochado y con un tirón, dejé caer sus pantalones unos centímetros más abajo, aunque no era suficiente para mí. Por ello, enredé mis manos en su nuca y le indiqué mediante ese gesto que quería volver a sentirlo sobre mi pecho, por lo que Jerarld le inclinó como antes y así, con sus rodillas hincadas sobre el colchón, tiré de sus pantalones gracias a la fuerza ejercida por mis piernas enlazadas a su cadera. Ya sólo una prenda me separaba de aquél soñado talento que ansiaba saborear en mi paladar.
Entre risas y unos fugaces besos que le robé, me escabullí entre sus herméticos brazos hasta llegar a la altura de su ombligo, el que lamí para hacerle cosquillas mientras mis manos se desprendían de su ropa interior, sorprendiéndome gratamente aquello que mis ojos encontraron y mi boca atrapó por primera vez.
Lamí su glande, al principio con timidez, luego con alevosía, envolviéndolo con mi boca, dejando que mi saliva recorriera su miembro de principio a fin, moviendo entonces mi cabeza para estimularle más profundamente, estrechando mi boca para que Jerarld lo sintiera con más intensidad. Oh, sí, podía sentir su sabor en mi boca, podía sentir cómo escapaba de él aquello que en su interior se guardaba preciadamente.
Me aparté levemente, relamiéndome los labios antes de llevar mis manos a su vientre y empujarle sutilmente, indicándole que deseaba que su espalda se acomodara en el colchón. Ansiaba poder sentirle muy dentro de mí... ¿me dejaría tomar las riendas de aquella locura desatada? ¿Le decepcionaría saber de mi nula experiencia?
- No puedo temer a quién amo. No puedo huir de quién adoro. ¿Cómo no quedarme junto a ti, si de ti nunca querría alejarme? Destrúyeme si eso significa que me correspondes. Destrúyeme con tus propias manos si eso implica amarme. Ámame pues... sin temor. Soy tuya. Haz conmigo lo que gustes.
Enredé mis piernas a su cadera mientras mis dedos vagaban ahora por sus ropajes, desanudando aquella capa que deseché a un lado, lejos de la cama. Así, sin la capucha que enturbiara su semblante, pude recrearme en su rostro perfecto, de facciones alargadas y marcadas, de piel suave y tez pálida como el mármol.
Mis dedos, ajenos a la calma que mi mente les imploraba, se apresuraron a desabrochar el chaleco que lucía, así como la camisa blanca que se hallaba bajo la primera tela. Ansiosa, me incliné hacia él para quedar sentada a su altura y así tener mayor libertad de movimientos, lo que utilicé para desprenderme de aquellas dos primeras piezas textiles.
Su torso, al fin desnudo, se presentó ante mí como el más goloso dulce que jamás antes hubiera visto o tocado. Estaba ahí, a mi merced, esperando que fuera mi boca y no otra la que le degustara. Las yemas de mis dedos se pasearon por las formas de sus músculos, erizándole la piel a su paso, sonriendo por ello. Su piel... juraría que ardía bajo la palma de mi mano. ¿Ardería por el mismo deseo que me consumía a mí?
Me aferré más a su figura, sintiendo mis pechos rozar su piel, sintiendo la excitación crecer por momentos hasta hacerme humedecer mi entrepierna como nunca antes lo había sentido. Estaba preparada. Nunca antes lo había estado porque nunca antes me había hallado ante aquél a quién quería entregarme en cuerpo y alma. Y ahí estaba él. Y ahí estaba yo. Ambos anhelando formar un solo ser aquél idílico día.
- Aquí estoy. Tómame.- repetí entre susurros.
Sus manos, aun aferradas a mis muslos, empezaros a desprenderse de mis medias mientras por mi lado, surcaba el dichoso cinturón que se interponía con aquello que más anhelaba sentir en mis adentros. Tiré de él una vez desabrochado y con un tirón, dejé caer sus pantalones unos centímetros más abajo, aunque no era suficiente para mí. Por ello, enredé mis manos en su nuca y le indiqué mediante ese gesto que quería volver a sentirlo sobre mi pecho, por lo que Jerarld le inclinó como antes y así, con sus rodillas hincadas sobre el colchón, tiré de sus pantalones gracias a la fuerza ejercida por mis piernas enlazadas a su cadera. Ya sólo una prenda me separaba de aquél soñado talento que ansiaba saborear en mi paladar.
Entre risas y unos fugaces besos que le robé, me escabullí entre sus herméticos brazos hasta llegar a la altura de su ombligo, el que lamí para hacerle cosquillas mientras mis manos se desprendían de su ropa interior, sorprendiéndome gratamente aquello que mis ojos encontraron y mi boca atrapó por primera vez.
Lamí su glande, al principio con timidez, luego con alevosía, envolviéndolo con mi boca, dejando que mi saliva recorriera su miembro de principio a fin, moviendo entonces mi cabeza para estimularle más profundamente, estrechando mi boca para que Jerarld lo sintiera con más intensidad. Oh, sí, podía sentir su sabor en mi boca, podía sentir cómo escapaba de él aquello que en su interior se guardaba preciadamente.
Me aparté levemente, relamiéndome los labios antes de llevar mis manos a su vientre y empujarle sutilmente, indicándole que deseaba que su espalda se acomodara en el colchón. Ansiaba poder sentirle muy dentro de mí... ¿me dejaría tomar las riendas de aquella locura desatada? ¿Le decepcionaría saber de mi nula experiencia?
Kahlan M. Délvheen- Realeza Neerlandesa
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Sus ojos me miraban con atrevimiento, mas podía percibir cierto brillo especial, cierto aire de rubor…¿sería posible?
...
Si… era más que posible.
Su piel no había sido tocada antes, su cuerpo no había sido besado antes…
Oh mi dulce niña, iba a ser mía por primera vez en todos y cada uno de los aspectos inimaginables. Definitivamente le estaba robando algo más que una noche a Kahlan…Le estaba robando su primera y gran noche…
Le sonreí, alzando la mano hacia ella, invitándola a venir a mí. Kahlan se mordió los labios y se acerco, por lo que sujetando su cintura, le ayude a poner sus piernas de lado a lado de mi cadera para dejarme a mí en medio, acercándole para poder llevar mis dedos hacia su entrepierna, ante su ligero sobresalto. Palpando sus labios, inmiscuyendo las yemas de mis dedos por la superficie y el interior ardiente. Su humedad me hizo sentir aun mas agitado, pues ella me estaba esperando con ansiedad…tanta como la que yo mismo empezaba a sentir por hacerla al fin mía.
De haber sido otra la situación y el desenfreno, la habría vuelto a situar debajo de mi, embistiéndola sin contemplación, aprovechando para morderla y beber de ella. Pero no podía actuar salvajemente con ella, al menos no desde el principio…
Le acerque con mucha cautela, y la senté pausadamente sobre mi cintura, acomodando su cadera por encima de mí, ayudándola, sujetándole por la cadera para guiarla y asi inundar sus rincones con mi miembro. Apreciando en su rostro la contención ante mi intromisión que ahora se hacía hueco en su estrechez. Su espalda se arqueo gimiendo ella de placer y dolor para después caer y apoyar ella sus brazos sobre mi pecho, mientras que yo estiraba la cabeza hacia atrás, apretando los dientes, respirando ambos agitados. Eleve el rostro sin poder evitar un tanto la preocupación por haberla dañado. Su rostro permanecía enrojecido y acalorado ahora, a la vez que sus movimientos aun la instaban a acomodarse a mi anatomía a la vez que su cuerpo se estremecía con cada sutil movimiento que daba.
Pose las manos sobre su cadera, empujando de ella situlmente, acomodándole mas encima para poder estar aun mas profundamente dentro de ella, mientras ella me miraba respirando por la boca, como si de algun modo esperase esa ligera pauta que yo estaba llevando con ella…Pero entonces... no lo pude evitar, senti una gran vergüenza por ser su maestro incluso en una situación así… con ella… Yo que le habia enseñado tanto, sobre casi todas las materias…incluso le guiaba en esta…
Negue con violencia, queriendo quitar esos pensamientos de mi cabeza, sin poder evitar dar una ligera embestida que le hizo saltar y respirar agitada antes de que fuera ella la que sin mi ayuda comenzara a reseguir el ritmo que ella misma necesitaba mientras yo me sentaba poco a poco, sujetándole para que ella siguiera llevando los movimientos iniciales.
Rodee su torso con mis brazos, guiándola para que poco a poco fuera más rápido, notando como podía alcanzar más profundidad dentro de ella, siendo sus uñas las que ahora comenzaban a marcar un camino en mi espalda, a la vez que sus cabellos azabaches caían encima de mi rostro ante mis besos que se alojaban en su cuello, aun notando el ansia de beber de ella… Un ansia que aun no lograba ni debía completar. Pese a que me estuviese muriendo por ella y su sabor...
...
Si… era más que posible.
Su piel no había sido tocada antes, su cuerpo no había sido besado antes…
Oh mi dulce niña, iba a ser mía por primera vez en todos y cada uno de los aspectos inimaginables. Definitivamente le estaba robando algo más que una noche a Kahlan…Le estaba robando su primera y gran noche…
Le sonreí, alzando la mano hacia ella, invitándola a venir a mí. Kahlan se mordió los labios y se acerco, por lo que sujetando su cintura, le ayude a poner sus piernas de lado a lado de mi cadera para dejarme a mí en medio, acercándole para poder llevar mis dedos hacia su entrepierna, ante su ligero sobresalto. Palpando sus labios, inmiscuyendo las yemas de mis dedos por la superficie y el interior ardiente. Su humedad me hizo sentir aun mas agitado, pues ella me estaba esperando con ansiedad…tanta como la que yo mismo empezaba a sentir por hacerla al fin mía.
De haber sido otra la situación y el desenfreno, la habría vuelto a situar debajo de mi, embistiéndola sin contemplación, aprovechando para morderla y beber de ella. Pero no podía actuar salvajemente con ella, al menos no desde el principio…
Le acerque con mucha cautela, y la senté pausadamente sobre mi cintura, acomodando su cadera por encima de mí, ayudándola, sujetándole por la cadera para guiarla y asi inundar sus rincones con mi miembro. Apreciando en su rostro la contención ante mi intromisión que ahora se hacía hueco en su estrechez. Su espalda se arqueo gimiendo ella de placer y dolor para después caer y apoyar ella sus brazos sobre mi pecho, mientras que yo estiraba la cabeza hacia atrás, apretando los dientes, respirando ambos agitados. Eleve el rostro sin poder evitar un tanto la preocupación por haberla dañado. Su rostro permanecía enrojecido y acalorado ahora, a la vez que sus movimientos aun la instaban a acomodarse a mi anatomía a la vez que su cuerpo se estremecía con cada sutil movimiento que daba.
Pose las manos sobre su cadera, empujando de ella situlmente, acomodándole mas encima para poder estar aun mas profundamente dentro de ella, mientras ella me miraba respirando por la boca, como si de algun modo esperase esa ligera pauta que yo estaba llevando con ella…Pero entonces... no lo pude evitar, senti una gran vergüenza por ser su maestro incluso en una situación así… con ella… Yo que le habia enseñado tanto, sobre casi todas las materias…incluso le guiaba en esta…
Negue con violencia, queriendo quitar esos pensamientos de mi cabeza, sin poder evitar dar una ligera embestida que le hizo saltar y respirar agitada antes de que fuera ella la que sin mi ayuda comenzara a reseguir el ritmo que ella misma necesitaba mientras yo me sentaba poco a poco, sujetándole para que ella siguiera llevando los movimientos iniciales.
Rodee su torso con mis brazos, guiándola para que poco a poco fuera más rápido, notando como podía alcanzar más profundidad dentro de ella, siendo sus uñas las que ahora comenzaban a marcar un camino en mi espalda, a la vez que sus cabellos azabaches caían encima de mi rostro ante mis besos que se alojaban en su cuello, aun notando el ansia de beber de ella… Un ansia que aun no lograba ni debía completar. Pese a que me estuviese muriendo por ella y su sabor...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
La intrusión me sorprendió, robándome un gemido que no pude contener, así como el resto de respiraciones agitadas y latigazos placenteros que poco a poco se fueron adueñando de mi anatomía. Pronto, mi piel febril y ardiente fue liberando pequeñas gotas de sudor que resbalaron por mi espalda e impregnaron mis poros a medida que aquellos pélvicos movimientos, tan parecidos a una danza de compás suave y melódico, fueron creciendo en profundidad y velocidad.
- Te siento... Oh, sí... te siento dentro de mí, muy dentro de mí...- balbuceaba una y otra vez, apoyando mis manos sobre su pecho desnudo mientras él me embestía con cuidado.
Cerré los ojos, concentrándome en el cúmulo de sensaciones que me embriagaban, sintiendo sus labios recorrer mi piel, escuchando sus respiraciones, estremeciéndome ante las caricias de su pelo contra mi piel. Mis uñas dibujaban sobre su piel un camino que abría como trincheras en las que pretendiera luego esconderme, ahí, en los recovecos de su piel, incapaz de abandonar mi hogar, mi dueño, mi amo, aquél de cuya barca jamás querría bajar.
Despegué mis párpados, molestándome la ropa que aun vestía, aquella enorme falda que tanto pesaba e impedía mis gráciles movimientos. Me deshice de ella de un tirón, quitándomela por arriba para evitar abandonar el calor que Jerarld producía con su roce interno en mi cuerpo. Ahora ya más libre, más desnuda que nunca y más excitada que antes, guié sus embestidas con cierta brusquedad, escapándoseme sonoros gritos y espasmos musculares que me llevaban a arquear mi espalda en ocasiones, mientras que en otras caía rendida ante su pecho que volvía a arañar y a morder con salvajismo.
Le grité. Le pedí. Le supliqué. Le exigí. Le imploré. Le lloré... Que me hiciera el amor como nunca antes se lo había hecho a nadie. Que fuera mío. Que yo fuera suya. Que me poseyera a su modo, sin remisión, sin control, sin muros, sin peros, sin temores.
Luego, pareció que mis palabras, tras resonar en aquél camarote cuyos cristales y espejos se fueron empañando a medida que el calor crecía y los suspiros escapaban como locos de nuestras respectivas bocas, hicieron mella en él y despertaron aquellos instintos que creí dormidos. Jerarld me tomó entre sus brazos una vez más y juntos rodamos por el lecho hasta que él quedó sobre mí, momento en el que flexioné mis piernas y las abrí lo más que pude para facilitar su penetración que, por cierto, no se hizo de rogar. Tal y como yo así lo esperaba.
- Bebe de mí.- le insté, ya no ofreciéndole mi muñeca rasguñada, sino mi misma entrepierna que ahora ya sangraba ante el desflorecimiento y que había manchado levemente aquellas impolutas sábanas blancas sobre las que ahora él me embestía sin piedad alguna, robando de mi garganta sonoros aullidos de placer inigualable.
- Te siento... Oh, sí... te siento dentro de mí, muy dentro de mí...- balbuceaba una y otra vez, apoyando mis manos sobre su pecho desnudo mientras él me embestía con cuidado.
Cerré los ojos, concentrándome en el cúmulo de sensaciones que me embriagaban, sintiendo sus labios recorrer mi piel, escuchando sus respiraciones, estremeciéndome ante las caricias de su pelo contra mi piel. Mis uñas dibujaban sobre su piel un camino que abría como trincheras en las que pretendiera luego esconderme, ahí, en los recovecos de su piel, incapaz de abandonar mi hogar, mi dueño, mi amo, aquél de cuya barca jamás querría bajar.
Despegué mis párpados, molestándome la ropa que aun vestía, aquella enorme falda que tanto pesaba e impedía mis gráciles movimientos. Me deshice de ella de un tirón, quitándomela por arriba para evitar abandonar el calor que Jerarld producía con su roce interno en mi cuerpo. Ahora ya más libre, más desnuda que nunca y más excitada que antes, guié sus embestidas con cierta brusquedad, escapándoseme sonoros gritos y espasmos musculares que me llevaban a arquear mi espalda en ocasiones, mientras que en otras caía rendida ante su pecho que volvía a arañar y a morder con salvajismo.
Le grité. Le pedí. Le supliqué. Le exigí. Le imploré. Le lloré... Que me hiciera el amor como nunca antes se lo había hecho a nadie. Que fuera mío. Que yo fuera suya. Que me poseyera a su modo, sin remisión, sin control, sin muros, sin peros, sin temores.
Luego, pareció que mis palabras, tras resonar en aquél camarote cuyos cristales y espejos se fueron empañando a medida que el calor crecía y los suspiros escapaban como locos de nuestras respectivas bocas, hicieron mella en él y despertaron aquellos instintos que creí dormidos. Jerarld me tomó entre sus brazos una vez más y juntos rodamos por el lecho hasta que él quedó sobre mí, momento en el que flexioné mis piernas y las abrí lo más que pude para facilitar su penetración que, por cierto, no se hizo de rogar. Tal y como yo así lo esperaba.
- Bebe de mí.- le insté, ya no ofreciéndole mi muñeca rasguñada, sino mi misma entrepierna que ahora ya sangraba ante el desflorecimiento y que había manchado levemente aquellas impolutas sábanas blancas sobre las que ahora él me embestía sin piedad alguna, robando de mi garganta sonoros aullidos de placer inigualable.
Kahlan M. Délvheen- Realeza Neerlandesa
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Lujuriosa…
Creo que ya podía decir que como rasgo familiar la lujuria era parte de nuestro apellido, y no porque fuéramos o no fuéramos buenos amantes…Sino porque además de la palabra incesto, parecía que la palabra lujuria iba de la mano de mi flamante y degenerado apellido.
Ahora, que su interior se hallaba húmedo en toda su totalidad, siendo su cuerpo uno que ahora me recibia relajado y gustoso, me acomode yo. Sujetando sus muslos con firmeza para poder embestirla a mi ritmo, rápidamente, con frenesí e ímpetu, arrancándole jadeos ante mis intromisiones enérgicas. El sudor de nuestra piel comenzaba a mezclarse en aquella fusión de calor. Y es que su cuerpo se estremecía con cada embestida que le daba, a la vez que yo me deleitaba con sus labios, mordiéndolos un tanto en aquellos besos desaforados, hasta que la sonrisa producida por su comentario me aparto de aquella lengua humeda que se removía deseosa de enredarse una y otra vez conmigo.
Su cuello en tensión me robo una tentación que intente disimular, a la vez que bajaba con mis besos y suaves mordiscos por sus senos, resiguiendo su vientre hasta encontrar su ombligo, el cual lami como hizo ella antes, robándole una sutil carcajada de cosquillas antes de descender por su bajo vientre notando la tensión que ya se producía en sus musculos, al salir de ella y de su interior húmedo, deslizando mis besos por su bajo vientre hasta que las puertas de su humedad se hayaron frente a mi, abriéndose de par en par para dejarme entrar. Mis manos se deslizaron por sus muslos y se alojaron en sus nalgas, masajeándolas y aprisionándolas mientras que mi lengua -indecorosa- navegaba por sus labios, resiguiendo sus contornos de un extremo a otro, haciendo incapie en aquellos puntos sensibles que tanto le hacían gritar y arquear su espalda mientras yo reseguía su carne caliente y húmeda, degustando el sabor mas intimo de aquella que ahora mostraba y ofrecía sus secretos ante mi. Absorbiendo aquella piel que me pertenecía por completo, palpándola incluso con las yemas de mis dedos ante sus gritos que me pedían que no parase.
Su humedad crecía y aumentaba con el estimulo de mi lengua en su intimidad y eso aumentaba aun mas mi excitación al percibir sus gemidos, sus gritos, sus rasguños en mi piel y sus estremecimientos que casi como espasmos le hacían arquearse hasta quedar todo su cuerpo en total tensión mientras las gotas de sudor resbalaban por su blanca y ardiente piel de porcelana.
Mas la sangre, cual aliciente, me despertó aun mas si cabía, haciéndome resurgir una sed que pese a todo aun quería doblegar. Pese al descontrol que resurgía en ambos...
Sus dedos se enredaron en mis cabellos y yo atrape su muñeca malherida con firmeza, agarrándola para poder beber un poco de aquel corte, sin absorber apenas, simplemente lamiendo la herida, pues tenía que aguantar un poco mas las ganas de morderle como fuera o podría dañarla de verdad…
Sus ojos implorantes y sus labios abiertos me miraron suplicantes mientras yo me alzaba en el lecho, torciendo una sonrisa antes de sujetarla por los muslos y tirar de ella hacia mi de un solo tirón. Sujete su torax alzándola cual pluma entre mis brazos para poder sentir la calidez de sus labios carnosos una vez mas en un fogoso beso antes de girarla de espaldas hacia mí. Abrazándole por detrás, sentándole encima de mis muslos, posando una de mis manos en su bajo vientre inmiscuyéndome en su intimidad con mis dedos mientras que con la otra masajeaba su pecho, a la vez que ella dejaba caer su cabeza hacia atrás, dejándola reposar sobre parte de mi pecho y hombro, haciéndome cosquillas con sus cabellos que ahora se pegaban a su cuerpo y al mío, sin definir donde empezaba uno y donde acababa el otro...Empezaba a ser descontrol y del bueno...
Creo que ya podía decir que como rasgo familiar la lujuria era parte de nuestro apellido, y no porque fuéramos o no fuéramos buenos amantes…Sino porque además de la palabra incesto, parecía que la palabra lujuria iba de la mano de mi flamante y degenerado apellido.
Ahora, que su interior se hallaba húmedo en toda su totalidad, siendo su cuerpo uno que ahora me recibia relajado y gustoso, me acomode yo. Sujetando sus muslos con firmeza para poder embestirla a mi ritmo, rápidamente, con frenesí e ímpetu, arrancándole jadeos ante mis intromisiones enérgicas. El sudor de nuestra piel comenzaba a mezclarse en aquella fusión de calor. Y es que su cuerpo se estremecía con cada embestida que le daba, a la vez que yo me deleitaba con sus labios, mordiéndolos un tanto en aquellos besos desaforados, hasta que la sonrisa producida por su comentario me aparto de aquella lengua humeda que se removía deseosa de enredarse una y otra vez conmigo.
Su cuello en tensión me robo una tentación que intente disimular, a la vez que bajaba con mis besos y suaves mordiscos por sus senos, resiguiendo su vientre hasta encontrar su ombligo, el cual lami como hizo ella antes, robándole una sutil carcajada de cosquillas antes de descender por su bajo vientre notando la tensión que ya se producía en sus musculos, al salir de ella y de su interior húmedo, deslizando mis besos por su bajo vientre hasta que las puertas de su humedad se hayaron frente a mi, abriéndose de par en par para dejarme entrar. Mis manos se deslizaron por sus muslos y se alojaron en sus nalgas, masajeándolas y aprisionándolas mientras que mi lengua -indecorosa- navegaba por sus labios, resiguiendo sus contornos de un extremo a otro, haciendo incapie en aquellos puntos sensibles que tanto le hacían gritar y arquear su espalda mientras yo reseguía su carne caliente y húmeda, degustando el sabor mas intimo de aquella que ahora mostraba y ofrecía sus secretos ante mi. Absorbiendo aquella piel que me pertenecía por completo, palpándola incluso con las yemas de mis dedos ante sus gritos que me pedían que no parase.
Su humedad crecía y aumentaba con el estimulo de mi lengua en su intimidad y eso aumentaba aun mas mi excitación al percibir sus gemidos, sus gritos, sus rasguños en mi piel y sus estremecimientos que casi como espasmos le hacían arquearse hasta quedar todo su cuerpo en total tensión mientras las gotas de sudor resbalaban por su blanca y ardiente piel de porcelana.
Mas la sangre, cual aliciente, me despertó aun mas si cabía, haciéndome resurgir una sed que pese a todo aun quería doblegar. Pese al descontrol que resurgía en ambos...
Sus dedos se enredaron en mis cabellos y yo atrape su muñeca malherida con firmeza, agarrándola para poder beber un poco de aquel corte, sin absorber apenas, simplemente lamiendo la herida, pues tenía que aguantar un poco mas las ganas de morderle como fuera o podría dañarla de verdad…
Sus ojos implorantes y sus labios abiertos me miraron suplicantes mientras yo me alzaba en el lecho, torciendo una sonrisa antes de sujetarla por los muslos y tirar de ella hacia mi de un solo tirón. Sujete su torax alzándola cual pluma entre mis brazos para poder sentir la calidez de sus labios carnosos una vez mas en un fogoso beso antes de girarla de espaldas hacia mí. Abrazándole por detrás, sentándole encima de mis muslos, posando una de mis manos en su bajo vientre inmiscuyéndome en su intimidad con mis dedos mientras que con la otra masajeaba su pecho, a la vez que ella dejaba caer su cabeza hacia atrás, dejándola reposar sobre parte de mi pecho y hombro, haciéndome cosquillas con sus cabellos que ahora se pegaban a su cuerpo y al mío, sin definir donde empezaba uno y donde acababa el otro...Empezaba a ser descontrol y del bueno...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Sus dedos, conocedores ya de mi anatomía y su funcionamiento, se inmiscuyeron en mi sexo de tal forma que su simple y pausado roce en él, provocaron nuevas oleadas de espasmos, contracciones musculares, gemidos, placer y humedad. Una más que creciente humedad que empapaba ya su mano. La tomé, apartando momentáneamente sus dedos de mi interior, pues la sensación era ya inaguantable. Aquellos torbellinos internos me enloquecían y sólo deseaba sentirle de nuevo dentro de mí, buceando por mi interior hasta el final, hasta dónde la piel le impidiera ir más allá.
Tomé sus dedos húmedos por mis mismos fluidos corporales, llevándomelos a la boca para lamer sus contornos, saboreándome a mí misma, excitada y fuera de sí. El fuerte aroma de la lujuria golpeaba mi nariz, incitándome más todavía, encendiéndome como pensé que no podía encenderme más. Guié luego sus dedos por mi cuello, mi clavícula, dejándolos reposar sobre el pezón de uno de mis pechos. Posé mi mano sobre la suya y apreté contra mi pecho, indicándole así que deseaba que su mano diera forma a mi seno desnudo y de pezón erecto, que ansiaba que lo oprimiera con fiereza y necesidad, aquella necesidad que me embargaba y me gritaba entre pellizcos volver a ser suya.
- Otra vez... Por favor... Infíltrate una vez más en mí...-suplicaba agitada, recostando de nuevo mi cabeza sobre el hueco entre su cuello y su hombro.- Lléname de ti, de tu esencia. Impregna mi cuerpo de tu querer... Tatúame tu nombre en cada rincón de mi ser. Por favor...
Apoyé entonces mi peso sobre mis rodillas ancladas al colchón, arqueando lo más que pude mi espalda para luego hacerla retroceder, sintiendo cómo al fin su miembro volvía a mí, aunque de un modo desconocido. Un quejido escapó de mí, mis piernas temblaron ante su embestida y no pudieron sostener mi peso, haciéndome inclinar hacia adelante y colocar mis manos para sujetarme. Así, a gatas, Jerarld me penetró con fiereza por un nuevo rincón de mi cuerpo que le envolvió gustosamente, ignorando el dolor que al principio sentí para focalizarme en las sensaciones que él me transmitía con sus salvajes incursiones.
Oh, sí... me encantaba aquello que me hacía...
Mis dedos agarraron las sábanas con fuerza hasta encerrarlas en mis puños, liberando así la tensión que mi cuerpo producía al ser embestida. Y yo gritaba, y agitada luchaba por recuperar el aliento ante cada perforación de su miembro. Mis humedades crecían, llegando a deslizarse suavemente por el interior de mis muslos hasta mis rodillas aun ancladas al colchón. Podía sentir el cosquilleo de aquellas aguas escapar de mi anatomía.
Ya nada más importaba. Nada excepto Jerarld y yo. Nada excepto aquél momento de pasión desmedida cuyo fin no deseaba conocer jamás. Tenía que retenerle conmigo. Tenía que hacerlo y debía hacerlo ahora.
- ¡Muérdeme!- le exigí con un sonoro grito que resonó en el camarote.
Tomé sus dedos húmedos por mis mismos fluidos corporales, llevándomelos a la boca para lamer sus contornos, saboreándome a mí misma, excitada y fuera de sí. El fuerte aroma de la lujuria golpeaba mi nariz, incitándome más todavía, encendiéndome como pensé que no podía encenderme más. Guié luego sus dedos por mi cuello, mi clavícula, dejándolos reposar sobre el pezón de uno de mis pechos. Posé mi mano sobre la suya y apreté contra mi pecho, indicándole así que deseaba que su mano diera forma a mi seno desnudo y de pezón erecto, que ansiaba que lo oprimiera con fiereza y necesidad, aquella necesidad que me embargaba y me gritaba entre pellizcos volver a ser suya.
- Otra vez... Por favor... Infíltrate una vez más en mí...-suplicaba agitada, recostando de nuevo mi cabeza sobre el hueco entre su cuello y su hombro.- Lléname de ti, de tu esencia. Impregna mi cuerpo de tu querer... Tatúame tu nombre en cada rincón de mi ser. Por favor...
Apoyé entonces mi peso sobre mis rodillas ancladas al colchón, arqueando lo más que pude mi espalda para luego hacerla retroceder, sintiendo cómo al fin su miembro volvía a mí, aunque de un modo desconocido. Un quejido escapó de mí, mis piernas temblaron ante su embestida y no pudieron sostener mi peso, haciéndome inclinar hacia adelante y colocar mis manos para sujetarme. Así, a gatas, Jerarld me penetró con fiereza por un nuevo rincón de mi cuerpo que le envolvió gustosamente, ignorando el dolor que al principio sentí para focalizarme en las sensaciones que él me transmitía con sus salvajes incursiones.
Oh, sí... me encantaba aquello que me hacía...
Mis dedos agarraron las sábanas con fuerza hasta encerrarlas en mis puños, liberando así la tensión que mi cuerpo producía al ser embestida. Y yo gritaba, y agitada luchaba por recuperar el aliento ante cada perforación de su miembro. Mis humedades crecían, llegando a deslizarse suavemente por el interior de mis muslos hasta mis rodillas aun ancladas al colchón. Podía sentir el cosquilleo de aquellas aguas escapar de mi anatomía.
Ya nada más importaba. Nada excepto Jerarld y yo. Nada excepto aquél momento de pasión desmedida cuyo fin no deseaba conocer jamás. Tenía que retenerle conmigo. Tenía que hacerlo y debía hacerlo ahora.
- ¡Muérdeme!- le exigí con un sonoro grito que resonó en el camarote.
Kahlan M. Délvheen- Realeza Neerlandesa
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Pose una mano sobre su espalda, sujetando su cadera con la otra mientras mis embestidas movían su cuerpo con ferocidad, adentrándose en el ardor de su carne expuesta y abierta ante mí.
Mi cuerpo vibrara ante su contacto y mis colmillos ahora entrechocándose y a la vista mostraban la tensión de mi cuerpo, cuyos músculos se marcaban ante la presión ejercida de aquel momento.
Las gotas de sudor se deslizaban con suavidad por mi piel a la vez que caían y mezclaban con las de ella.
Mi excitación crecía a cada segundo ante esa humedad suya que ahora se desparramaba por mi misma piel. Pero si habia algo que definitivamente me estaba quitando la poca cordura que me quedaba eso era la sed. Que ahora realmente me quemaba haciendo que empezara a desatarme aun mas. Sali de su cuerpo, girándola con brusquedad sobre el lecho para mirarle como el depredador que era, siendo mis manos las que abrieron sus piernas para volver a penetrarle,siendo recibido por sus labios mas que humedos con devoción. Sin dejarle ni un solo instante para que ella respirase con sosiego. Su rostro enrojecido y sus cabellos pegados a su piel le mostraban deshecha en sudor y en gritos desgarradores ante el placer que su cuerpo ya estimulado sentía y experimentaba una y otra vez. Mientras que yo apenas podía hacer que el aire entrara por mis labios; mi pecho se movía agitado, mientras que mi miembro la invadía más que ferozmente, mas allá del final de sus rincones, llenando sus vacios a la vez que mis manos sujetaban su cintura, para poder embestirla más directa y firmemente. Sintiendo como su espalda se arqueaba y su cabeza se extendía hacia atrás en un arco de tensión extremo. Su cuello estaba ahora a mi merced, se mostraba a la vista, sus venas marcadas, su sudor que caia como perlas, su humedad invadiendo mi vientre y mis propios muslos…Era demasiado. Aquello era demasiado para mí.
Mis pupilas se dilataron, mi semblante se torno sombrío, y mis colmillos ahora afilados y a la vista la amenazaron cuando mis manos se posaron sobre su torso. Agarrándola con una de mis manos con firmeza, siendo la otra la que le agarro por la nuca, enredando mis dedos en sus cabellos, los cuales sujete con firmeza, moviendo de ella hacia mi para llevar de ese modo mis labios hacia la tierna carne de su cuello. Perforándola con una extrema facilidad para alojarse allí, donde ella me reclamaba. Las gotas rojizas emanaron rápidamente de Kahlan mientras que yo sin desperdiciar una sola gota, bebía de ella, saciando mi sed, deleitándome con ese sabor celestial, tan puro, tan condenadamente dulce…Aquella era la sangre de mi carne, adictiva, necesaria, la droga más potente que jamás había podido degustar.
Su grito resonó en la estancia, pues bebía y le embestía, agarrando aun su nuca para que no se moviera mientras deslizaba la otra mano por su cadera para que sujetarle, indicándole que enredara sus piernas en mi cintura.
Su carne temblorosa y vibrante me incitaba a beber de ella más y mas, pero lo hice lentamente, degustando y torturándome con cada preciado sorbo que daba. Mi espalda se arqueo ante los latigazos de placer que -por beber y penetrarla a su vez- me suscitaba. Teniendo que separar mis colmillos de ella ante la tensión de mi propio cuerpo, que me hizo extender la cabeza hacia atrás, derramándose finas hileras de su sangre por mis comisuras, desparramándose por mi cuello en tensión, continuando su camino hasta alojarse en mis clavículas. Mis dedos se anclaron en las sabanas, rompiéndolas, desagarrando incluso parte del colchón con la sola presión de mis dedos. Los gritos de Kahalan resonaban en mis oídos, cuales peticiones desgarradoras, mientras yo la tomaba veloz por el torso, apretándola contra mi, retrocediendo con ella en el lecho, hasta que llegamos al cabecero. Le sostuve, alzándole, poniéndole en pie, aun teniéndola agarrada mientras mi cuerpo le elevaba por la misma pared, siendo sus piernas las que se agarraban a mi cintura y mis manos a su torso, mientras mi miembro aun muy dentro de su ser, le perforaba ya llegando casi al clímax. Mientras que yo con el uso de la levitación le alzaba, haciendo que su piel ya no tocara las sabanas sino la frialdad de aquella superficie de la propia pared y el aire bajo sus pies.
Su cuerpo temblaba con violencia entre mis brazos, entre espasmos que le hacían moverse violentamente mientras yo lamia la herida de su cuello, siendo sus uñas las que ahora estaban literalmente cortándome la piel de la espalda ante sus arañazos…
Ya no habia vuelta atras, habia bebido, seguia bebiendo, seguiria bebiendo...Estaba perdido.
Mi cuerpo vibrara ante su contacto y mis colmillos ahora entrechocándose y a la vista mostraban la tensión de mi cuerpo, cuyos músculos se marcaban ante la presión ejercida de aquel momento.
Las gotas de sudor se deslizaban con suavidad por mi piel a la vez que caían y mezclaban con las de ella.
Mi excitación crecía a cada segundo ante esa humedad suya que ahora se desparramaba por mi misma piel. Pero si habia algo que definitivamente me estaba quitando la poca cordura que me quedaba eso era la sed. Que ahora realmente me quemaba haciendo que empezara a desatarme aun mas. Sali de su cuerpo, girándola con brusquedad sobre el lecho para mirarle como el depredador que era, siendo mis manos las que abrieron sus piernas para volver a penetrarle,siendo recibido por sus labios mas que humedos con devoción. Sin dejarle ni un solo instante para que ella respirase con sosiego. Su rostro enrojecido y sus cabellos pegados a su piel le mostraban deshecha en sudor y en gritos desgarradores ante el placer que su cuerpo ya estimulado sentía y experimentaba una y otra vez. Mientras que yo apenas podía hacer que el aire entrara por mis labios; mi pecho se movía agitado, mientras que mi miembro la invadía más que ferozmente, mas allá del final de sus rincones, llenando sus vacios a la vez que mis manos sujetaban su cintura, para poder embestirla más directa y firmemente. Sintiendo como su espalda se arqueaba y su cabeza se extendía hacia atrás en un arco de tensión extremo. Su cuello estaba ahora a mi merced, se mostraba a la vista, sus venas marcadas, su sudor que caia como perlas, su humedad invadiendo mi vientre y mis propios muslos…Era demasiado. Aquello era demasiado para mí.
Mis pupilas se dilataron, mi semblante se torno sombrío, y mis colmillos ahora afilados y a la vista la amenazaron cuando mis manos se posaron sobre su torso. Agarrándola con una de mis manos con firmeza, siendo la otra la que le agarro por la nuca, enredando mis dedos en sus cabellos, los cuales sujete con firmeza, moviendo de ella hacia mi para llevar de ese modo mis labios hacia la tierna carne de su cuello. Perforándola con una extrema facilidad para alojarse allí, donde ella me reclamaba. Las gotas rojizas emanaron rápidamente de Kahlan mientras que yo sin desperdiciar una sola gota, bebía de ella, saciando mi sed, deleitándome con ese sabor celestial, tan puro, tan condenadamente dulce…Aquella era la sangre de mi carne, adictiva, necesaria, la droga más potente que jamás había podido degustar.
Su grito resonó en la estancia, pues bebía y le embestía, agarrando aun su nuca para que no se moviera mientras deslizaba la otra mano por su cadera para que sujetarle, indicándole que enredara sus piernas en mi cintura.
Su carne temblorosa y vibrante me incitaba a beber de ella más y mas, pero lo hice lentamente, degustando y torturándome con cada preciado sorbo que daba. Mi espalda se arqueo ante los latigazos de placer que -por beber y penetrarla a su vez- me suscitaba. Teniendo que separar mis colmillos de ella ante la tensión de mi propio cuerpo, que me hizo extender la cabeza hacia atrás, derramándose finas hileras de su sangre por mis comisuras, desparramándose por mi cuello en tensión, continuando su camino hasta alojarse en mis clavículas. Mis dedos se anclaron en las sabanas, rompiéndolas, desagarrando incluso parte del colchón con la sola presión de mis dedos. Los gritos de Kahalan resonaban en mis oídos, cuales peticiones desgarradoras, mientras yo la tomaba veloz por el torso, apretándola contra mi, retrocediendo con ella en el lecho, hasta que llegamos al cabecero. Le sostuve, alzándole, poniéndole en pie, aun teniéndola agarrada mientras mi cuerpo le elevaba por la misma pared, siendo sus piernas las que se agarraban a mi cintura y mis manos a su torso, mientras mi miembro aun muy dentro de su ser, le perforaba ya llegando casi al clímax. Mientras que yo con el uso de la levitación le alzaba, haciendo que su piel ya no tocara las sabanas sino la frialdad de aquella superficie de la propia pared y el aire bajo sus pies.
Su cuerpo temblaba con violencia entre mis brazos, entre espasmos que le hacían moverse violentamente mientras yo lamia la herida de su cuello, siendo sus uñas las que ahora estaban literalmente cortándome la piel de la espalda ante sus arañazos…
Ya no habia vuelta atras, habia bebido, seguia bebiendo, seguiria bebiendo...Estaba perdido.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Enredando mis dedos en sus cabellos sudorosos y pegados a su nuca, quise enredar de igual modo mis piernas alrededor de su cadera cuando Jerarld me alzó del colchón y mi espalda rozaba ya la fría textura de la pared. Tiré de su pelo y con él su cabeza se ladeó. Le miré, le contemplé divertida mientras él continuaba embistiéndome con fiereza. Le admiré y advertí del rastro de sangre que manchaba sus comisuras, por lo que no pude evitar querer probar el sabor de mi propia sangre, lamiendo aquellos riachuelos carmesíes que descendían por su cuello hasta sus clavículas, lugares que a mi paso mordí y besé con ansiedad, con verdadera desesperación.
Era cierto que aquello era una locura, una situación sin razón ni juicio, pero ninguno de los dos había planeado aquello, nadie había inventado aquella aventura amorosa, nadie quiso llegar a ese punto. Sin embargo, allí estábamos, amándonos intensamente, incapaces de distanciarnos. Y nos seguíamos buscando con las manos abiertas, sintiendo al otro como parte de uno mismo. Éramos incapaces de apagar en los labios la sed que enturbiaba nuestro razonamiento. Acabábamos de descubrir el amor que nos unía, las ganas que nos gritaban liberar nuestros peores y más puros instintos. Ya no habría más tristeza, más silencio, más dolor ni amargura. Nunca más tendría que temer perderle, no ahora, que su corazón me pertenecería. Ya no habrían más noches vacías, ya no tendría que soñar con su voz, ya no me escondería de mí misma ni mortificarme por anhelar llenarme de él.
El reloj de cuerda de la habitación cayó de la pared cuando tras una embestida de Jerarld mis pies lo golpearon, destrozándose al caer al suelo. Con unas miradas lo decíamos todo, más no descuidamos los gestos que más hablaban sobre nosotros y aquello que sentíamos en aquél instante. Sin duda, a la noche se le fue la mano.
Besos, ternura, locura... un cúmulo de ingredientes que conformaron el derroche de amor que nos intercambiábamos pasionalmente, anhelando que aquella noche no acabara jamás, riendo ante la idea de no ser preciso morir para entrar al cielo que Jerarld me ofrecía entre sus besos, sus caricias y sus roces.
Parecíamos dos irracionales que se iban a morir mañana, cuando no importaba nada más que el momento efímero que debíamos aprovechar bajo el manto de la lujuria, escondiéndonos de los remordimientos.
Y Jerarld, ajeno a mis incoherentes pensamientos, seguía besándome mientras sentía la piel que había detrás de mi piel, cruzándome algunas ideas que acallé en mi fuero interno, cosas que uno piensa en puntuales momentos, cosas como... ¿podría amarme un poquito más que ayer? Cosas que a veces hieren cuando no tienen respuesta o se teme escucharla. Cosas que a uno le empujan a dar más con la esperanza de obtener aquello que anhela en silencio.
En la oscura habitación, escondidos por un amor prohibido, su cuerpo y el mío se fundían como el tiempo de un reloj, como si fuera la vela y yo su luz, la misma luz tenue que nos iluminaba en una profunda penumbra fruto del candelabro cuyas velas empezaban ya a consumirse entre los suspiros y los gemidos que escapaban de mis labios.
Y quise seguir ahí, atrapándole en mi interior, sin poder salir de mí, degustando los últimos instantes en los que hacíamos el amor clandestinamente, intercambiando el calor que indiscutiblemente extrañaría al tiempo de su ausencia.
Una embestida más profunda, más brusca y más alargada en el tiempo me advirtió de que aquella danza carnal había puesto punto y final a mi mayor fantasía. En mi interior pude sentir cómo sus fluidos se desparramaban y me inundaban, escapándose parte de ellos para deslizarse por mis muslos internos, cayendo luego sobre el magullado colchón.
Jerarld detuvo las embestidas, quedándose muy quieto y abrazado a mí, jadeante. Yo coloqué mi mentón sobre mi hombro y ya un tanto más sosegada, posé mis manos sobre sus hombros también, aunque no moví mis enlazadas piernas de su cadera, queriendo así prolongar el último momento de intimidad junto a él. De pronto, su miembro escapó de la cárcel de mis entrañas y entonces... me sentí más sola que nunca.
Era cierto que aquello era una locura, una situación sin razón ni juicio, pero ninguno de los dos había planeado aquello, nadie había inventado aquella aventura amorosa, nadie quiso llegar a ese punto. Sin embargo, allí estábamos, amándonos intensamente, incapaces de distanciarnos. Y nos seguíamos buscando con las manos abiertas, sintiendo al otro como parte de uno mismo. Éramos incapaces de apagar en los labios la sed que enturbiaba nuestro razonamiento. Acabábamos de descubrir el amor que nos unía, las ganas que nos gritaban liberar nuestros peores y más puros instintos. Ya no habría más tristeza, más silencio, más dolor ni amargura. Nunca más tendría que temer perderle, no ahora, que su corazón me pertenecería. Ya no habrían más noches vacías, ya no tendría que soñar con su voz, ya no me escondería de mí misma ni mortificarme por anhelar llenarme de él.
El reloj de cuerda de la habitación cayó de la pared cuando tras una embestida de Jerarld mis pies lo golpearon, destrozándose al caer al suelo. Con unas miradas lo decíamos todo, más no descuidamos los gestos que más hablaban sobre nosotros y aquello que sentíamos en aquél instante. Sin duda, a la noche se le fue la mano.
Besos, ternura, locura... un cúmulo de ingredientes que conformaron el derroche de amor que nos intercambiábamos pasionalmente, anhelando que aquella noche no acabara jamás, riendo ante la idea de no ser preciso morir para entrar al cielo que Jerarld me ofrecía entre sus besos, sus caricias y sus roces.
Parecíamos dos irracionales que se iban a morir mañana, cuando no importaba nada más que el momento efímero que debíamos aprovechar bajo el manto de la lujuria, escondiéndonos de los remordimientos.
Y Jerarld, ajeno a mis incoherentes pensamientos, seguía besándome mientras sentía la piel que había detrás de mi piel, cruzándome algunas ideas que acallé en mi fuero interno, cosas que uno piensa en puntuales momentos, cosas como... ¿podría amarme un poquito más que ayer? Cosas que a veces hieren cuando no tienen respuesta o se teme escucharla. Cosas que a uno le empujan a dar más con la esperanza de obtener aquello que anhela en silencio.
En la oscura habitación, escondidos por un amor prohibido, su cuerpo y el mío se fundían como el tiempo de un reloj, como si fuera la vela y yo su luz, la misma luz tenue que nos iluminaba en una profunda penumbra fruto del candelabro cuyas velas empezaban ya a consumirse entre los suspiros y los gemidos que escapaban de mis labios.
Y quise seguir ahí, atrapándole en mi interior, sin poder salir de mí, degustando los últimos instantes en los que hacíamos el amor clandestinamente, intercambiando el calor que indiscutiblemente extrañaría al tiempo de su ausencia.
Una embestida más profunda, más brusca y más alargada en el tiempo me advirtió de que aquella danza carnal había puesto punto y final a mi mayor fantasía. En mi interior pude sentir cómo sus fluidos se desparramaban y me inundaban, escapándose parte de ellos para deslizarse por mis muslos internos, cayendo luego sobre el magullado colchón.
Jerarld detuvo las embestidas, quedándose muy quieto y abrazado a mí, jadeante. Yo coloqué mi mentón sobre mi hombro y ya un tanto más sosegada, posé mis manos sobre sus hombros también, aunque no moví mis enlazadas piernas de su cadera, queriendo así prolongar el último momento de intimidad junto a él. De pronto, su miembro escapó de la cárcel de mis entrañas y entonces... me sentí más sola que nunca.
Kahlan M. Délvheen- Realeza Neerlandesa
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Deslice mi lengua por mis labios, saboreando el contenido rojizo en en ellos se almacenaba. Cerrando los ojos para sentir esa extraña paz, ese efímero sociego ante una sed que se remata y te inunda por un instante…Si, me sentí saciado, en paz, feliz, tranquilo. Consciente e inconsciente a la vez. Como si por un maldito instante no hubiera nada que pudiera romper aquel momento congelado en el tiempo.
¿Porque era tan difícil mantener esa paz, ese sosiego, esa armonía? ¿Porque no podía quedarme con la felicidad y la plenitud de un instante así?
Le sostuve así - ambos en posición fetal- abrazándola, sujetándola, acunándola. Con los ojos cerrados, frunciendo el ceño, sin poder soltarla ni querer hacerlo…Queriendo ver sus ojos y sin sentirme digno de ver el brillo en ellos.
Su sangre aun fluía de su herida, y aun se almacenaba en los rincones de mi boca. Aun aquel sabor me rondaba y me mataba, tan adictiva como necesaria…
Su cuerpo ardiente aun me rodeaba mientras que yo lo sujetaba con firmeza entre mis brazos, temeroso de que se me pudiera escapar.
Su rostro se alzo hacia mi mientras que yo bajaba el mío, sintiendo el roce de su nariz. Despegue los parpados, con un temor que no sentía hacia demasiados años. Y fue un temor hacia aquella mirada y lo que encontraría en ella. Mas sus ojos me miraban con sosiego, con dulzura…con amor. Me mire en el dulce espejo de su mirada encontrándome a mi mismo de un extraño modo. Yo, aquel quien siempre había cuidado y velado por ella, me sentía como si se hubieran cambiado las tornas, como si fuera ella quien velara por mi, quien me cuidaba, quien sabía lo que necesitaba…¿Por qué? ¿Por qué la quería tanto?
Te necesito… Kahlan…
De su cuello aun brotaban las gotas que provocaban mi delirio, Por lo que con suavidad pose las yemas de los dedos sobre las aberturas que habían dejado mis colmillos en su tierna piel.
Mi cuerpo se tensó al sentir la oleada del aroma del hierro venir una vez mas a mi nariz. Su aroma era tremendamente adictivo, mas el deseo de volver a beberla y a poseerla parecía no amainar y el roce con su cuerpo, su abrazo, y la extrema calidez con la que ambos nos manteníamos parecía volver a cegarme, mas me quede allí, sintiendo como aquella tensión entre ambos parecía volver a acomodarse y a nacer. A la vez que con mi otro brazo, acariciaba su espalda muy suavemente con la yema de los dedos, siguiendo el roce por su cadera.
Me perdí en aquella mirada, mientras ambos hablábamos en un idioma invisible y silencioso, sin decirnos nada y a la vez diciéndonoslo todo.
¿Estas bien?...
Su corazón volvió agitarse cuando mis dedos -que reseguían su cadera- se movieron y acercaron a su sexo, acariciando aquella piel con el dorso de mis dedos muy suavemente, aun percibiendo la humedad. Y es que temía haberle dañado realmente pese a que había intentado controlarme lo que más pude.
Sonreí poco a poco al ver aquel rubor que comenzaba a nacer en sus pálidas mejillas, sin poder evitar distraerme al ver sus labios que ahora comenzaba a morderse.
Ella era tan hermosa, tan pura, tan dulce…Que empecé a sentir que nublaba mis nociones, mis juicios, mi percepción del momento, del aquí y el ahora. Su sangre hacia ya sus efectos en mi haciéndome necesitarla y desearla cada vez mas.
Me removí en el lecho con ella, sintiendo el roce de sus senos contra mi pecho. Deslice los dedos que se acomodaban en la herida de su cuello hasta sus cabellos, enredándolos en el negro azabache para propiciar mi cercanía hacia ella.
Fue entonces, que ante su atenta mirada, gesticule en silencio lo que le decía cada noche, lo que ella siempre supo, lo que siempre sentí desde el primer momento en que le viera…Lo que en este momento tenía un significado distinto y especial, aun mas ampliado –si cabía- que antes…
Simple y sencillamente…Te quiero…
¿Porque era tan difícil mantener esa paz, ese sosiego, esa armonía? ¿Porque no podía quedarme con la felicidad y la plenitud de un instante así?
Le sostuve así - ambos en posición fetal- abrazándola, sujetándola, acunándola. Con los ojos cerrados, frunciendo el ceño, sin poder soltarla ni querer hacerlo…Queriendo ver sus ojos y sin sentirme digno de ver el brillo en ellos.
Su sangre aun fluía de su herida, y aun se almacenaba en los rincones de mi boca. Aun aquel sabor me rondaba y me mataba, tan adictiva como necesaria…
Su cuerpo ardiente aun me rodeaba mientras que yo lo sujetaba con firmeza entre mis brazos, temeroso de que se me pudiera escapar.
Su rostro se alzo hacia mi mientras que yo bajaba el mío, sintiendo el roce de su nariz. Despegue los parpados, con un temor que no sentía hacia demasiados años. Y fue un temor hacia aquella mirada y lo que encontraría en ella. Mas sus ojos me miraban con sosiego, con dulzura…con amor. Me mire en el dulce espejo de su mirada encontrándome a mi mismo de un extraño modo. Yo, aquel quien siempre había cuidado y velado por ella, me sentía como si se hubieran cambiado las tornas, como si fuera ella quien velara por mi, quien me cuidaba, quien sabía lo que necesitaba…¿Por qué? ¿Por qué la quería tanto?
Te necesito… Kahlan…
De su cuello aun brotaban las gotas que provocaban mi delirio, Por lo que con suavidad pose las yemas de los dedos sobre las aberturas que habían dejado mis colmillos en su tierna piel.
Mi cuerpo se tensó al sentir la oleada del aroma del hierro venir una vez mas a mi nariz. Su aroma era tremendamente adictivo, mas el deseo de volver a beberla y a poseerla parecía no amainar y el roce con su cuerpo, su abrazo, y la extrema calidez con la que ambos nos manteníamos parecía volver a cegarme, mas me quede allí, sintiendo como aquella tensión entre ambos parecía volver a acomodarse y a nacer. A la vez que con mi otro brazo, acariciaba su espalda muy suavemente con la yema de los dedos, siguiendo el roce por su cadera.
Me perdí en aquella mirada, mientras ambos hablábamos en un idioma invisible y silencioso, sin decirnos nada y a la vez diciéndonoslo todo.
¿Estas bien?...
Su corazón volvió agitarse cuando mis dedos -que reseguían su cadera- se movieron y acercaron a su sexo, acariciando aquella piel con el dorso de mis dedos muy suavemente, aun percibiendo la humedad. Y es que temía haberle dañado realmente pese a que había intentado controlarme lo que más pude.
Sonreí poco a poco al ver aquel rubor que comenzaba a nacer en sus pálidas mejillas, sin poder evitar distraerme al ver sus labios que ahora comenzaba a morderse.
Ella era tan hermosa, tan pura, tan dulce…Que empecé a sentir que nublaba mis nociones, mis juicios, mi percepción del momento, del aquí y el ahora. Su sangre hacia ya sus efectos en mi haciéndome necesitarla y desearla cada vez mas.
Me removí en el lecho con ella, sintiendo el roce de sus senos contra mi pecho. Deslice los dedos que se acomodaban en la herida de su cuello hasta sus cabellos, enredándolos en el negro azabache para propiciar mi cercanía hacia ella.
Fue entonces, que ante su atenta mirada, gesticule en silencio lo que le decía cada noche, lo que ella siempre supo, lo que siempre sentí desde el primer momento en que le viera…Lo que en este momento tenía un significado distinto y especial, aun mas ampliado –si cabía- que antes…
Simple y sencillamente…Te quiero…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Un juego de niños [PRIVADO]
Te quiero...
Palabras de amor sencillas y tiernas. Palabras en las que se almacenaban turbulentos y fuertes sentimientos de amor, puro, intocable, eterno, profundo. Palabras que quemaban en la hoguera de mi interior, crepitando en las brasas de mi conciencia. Palabras ajenas al tiempo y al espacio. Palabras cuyos significados había aprendido al experimentarlas en mi piel dotándolas de un sentido propio. Palabras que eran frases hechas. Palabras de antiguos comediantes, de historias de amor, de sueños de poetas. Palabras que resonarían en mi mente al anochecer, palabras en forma de notas, de acordes, de viejas canciones de amor.
Me amaba tanto... ¡y yo le amo todavía! ¿Cómo importarme siquiera el revestirme de pecado ante mi propio padre?
- Te amo
El susurro de mi voz voló suavemente hacia su rostro, tan cerca del mío y a la vez tan lejos. Quise fundirme en su abrazo, perder la noción del tiempo, formar parte de los poros de su piel, del sudor que impregnaba su cuerpo de mi querer... Pero el miedo, siempre acechante con un mazo en mano, me sorprendió cuando más baja tenía mi guardia, robándome el aliento y la luz de mis ojos.
¿Sería aquél amor como los brotes, que cuando florecen es para morir?
¿Me faltará un día su risa?
¿Sus besos?
¿Su despertar?
¿Volvería su amor a mí?
¿O me perdería en el olvido?
Y mi sangre latía a un ritmo vertiginoso. Y mi vida rezaba que no se alejara él de mi jamás.
Suspiré, deslizando la yema de mis dedos por su brazo, deleitándome con su roce, con el amor que desprendían sus cabellos húmedos, riendo levemente ante las cosquillas de mi vientre que él me provocaba. Él y todo sentimiento que Jerarld despertaba en mí.
- Mi gran amor has sido tú, ¿lo sabes, verdad? Te convertiste en mi aurora, cielo y mi paraíso. Si no hubiera sido por ti, mi vida vacía sin luz estaría. Ah... ¡ya quisiera yo ser mendigo, reina y centinela de tu querer! Poder soñar sin despertar, ser tu alegría de noche y de día, ser siempre tuya, vida mía. Oh, Jerarld... ahora soy feliz. El árbol seco de mi vida ya tiene flor y sé cantar al despertar. ¿Crees que algún día pueda ser yo tu corazón y tu pasión?
Mordí mis labios, girando el rostro para evitar su mirada, temiendo de igual modo su reproche. Había lanzado ya la primera piedra y ahora esperaba mi destierro. Al fin y al cabo, ¿no sería eso lo lógico? ¡Él era mi padre! ¿Cómo suplicarle un amor distinto al que pudiera sentir por mí? Era yo una pobre y condenada enamorada que por sus ilusiones sería una desdichada más sobre la faz de una tierra que giraba solamente alrededor de Jerarld.
Palabras de amor sencillas y tiernas. Palabras en las que se almacenaban turbulentos y fuertes sentimientos de amor, puro, intocable, eterno, profundo. Palabras que quemaban en la hoguera de mi interior, crepitando en las brasas de mi conciencia. Palabras ajenas al tiempo y al espacio. Palabras cuyos significados había aprendido al experimentarlas en mi piel dotándolas de un sentido propio. Palabras que eran frases hechas. Palabras de antiguos comediantes, de historias de amor, de sueños de poetas. Palabras que resonarían en mi mente al anochecer, palabras en forma de notas, de acordes, de viejas canciones de amor.
Me amaba tanto... ¡y yo le amo todavía! ¿Cómo importarme siquiera el revestirme de pecado ante mi propio padre?
- Te amo
El susurro de mi voz voló suavemente hacia su rostro, tan cerca del mío y a la vez tan lejos. Quise fundirme en su abrazo, perder la noción del tiempo, formar parte de los poros de su piel, del sudor que impregnaba su cuerpo de mi querer... Pero el miedo, siempre acechante con un mazo en mano, me sorprendió cuando más baja tenía mi guardia, robándome el aliento y la luz de mis ojos.
¿Sería aquél amor como los brotes, que cuando florecen es para morir?
¿Me faltará un día su risa?
¿Sus besos?
¿Su despertar?
¿Volvería su amor a mí?
¿O me perdería en el olvido?
Y mi sangre latía a un ritmo vertiginoso. Y mi vida rezaba que no se alejara él de mi jamás.
Suspiré, deslizando la yema de mis dedos por su brazo, deleitándome con su roce, con el amor que desprendían sus cabellos húmedos, riendo levemente ante las cosquillas de mi vientre que él me provocaba. Él y todo sentimiento que Jerarld despertaba en mí.
- Mi gran amor has sido tú, ¿lo sabes, verdad? Te convertiste en mi aurora, cielo y mi paraíso. Si no hubiera sido por ti, mi vida vacía sin luz estaría. Ah... ¡ya quisiera yo ser mendigo, reina y centinela de tu querer! Poder soñar sin despertar, ser tu alegría de noche y de día, ser siempre tuya, vida mía. Oh, Jerarld... ahora soy feliz. El árbol seco de mi vida ya tiene flor y sé cantar al despertar. ¿Crees que algún día pueda ser yo tu corazón y tu pasión?
Mordí mis labios, girando el rostro para evitar su mirada, temiendo de igual modo su reproche. Había lanzado ya la primera piedra y ahora esperaba mi destierro. Al fin y al cabo, ¿no sería eso lo lógico? ¡Él era mi padre! ¿Cómo suplicarle un amor distinto al que pudiera sentir por mí? Era yo una pobre y condenada enamorada que por sus ilusiones sería una desdichada más sobre la faz de una tierra que giraba solamente alrededor de Jerarld.
Kahlan M. Délvheen- Realeza Neerlandesa
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