AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Esto no es... juego de niños (Mihaela)
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Esto no es... juego de niños (Mihaela)
Madrugada en el centro de París, su soledad contrastaba con el bullicio que permanentemente azotaba sus calles. La oscuridad se cernía sobre la plaza ganando la batalla a las centelleantes farolas que intentaban iluminarla sin lograr su cometido, tan sólo conseguían darle una tenue claridad que le otorgaba un aspecto de lo más siniestro digno de cualquier cuento de Poe. El sonido de una botella rompiéndose y los jadeos de cualquier borracho tambaleante, un grito desgarrador procedente de un callejón en sus proximidades, el taconeo de una puta aproximándose a su cliente... lo único que se atrevía a romper aquel silencio que incluso resultaba irónicamente ensordecedor. Mercenarios, mujeres de mala vida, desgraciados tomaban sus efervescentes caminos matutinos dándoles una atmósfera que tan solo inspiraba miseria y aún así nadie podía contradecir que la capital francesa rezumaba vida por todos sus costados e incluso encantos, aunque claro está, con matices muy distintos.
Por una bocacalle aparecía misterioso como si aquello fuera una película de terror y yo el autor de su crimen. Enigmático penetraba en la fría plaza con rostro crudo ignorando a las zorras que se me acercaban, hoy no tenía cuerpo para fiestas con ninguna ramera barata que incluso se atrevería a pagarme ella a mí para que le tocara con un solo dedo. Mis pasos eran demasiados pausados, lo suficiente como para poder recrearme y sentir en mis propias carnes esa sensación mezquina rebosante de pecado que movía cada uno de mis días, o más bien noches. Lejos de miradas inoportunas y posturas remilgadas al amparo de la luna la ciudad se transformaba y dejaba escapar la verdadera esencia de los pocos que se atrevían a disfrutar la vida sin represiones tal y como su cuerpo les pedía.
Relajado me aproximé a uno de tantos bancos dejándome caer en el. Mi organismo incansable demandaba su correspondiente dosis de nicotina que yo por supuesto le ofrecía sin oponer ningún tipo de resistencia, así pues a un lado la petaca y a otro un paquete de cigarros que parecía no consumirse jamás. Con parsimonia me llevaba uno de ellos a la boca y lo encendía disfrutando de aquella primera calada que inundaba de humo mis pulmones, de esa forma ni si quiera el frío calándose en mis huesos era capaz de interrumpir mi calma.
Por una bocacalle aparecía misterioso como si aquello fuera una película de terror y yo el autor de su crimen. Enigmático penetraba en la fría plaza con rostro crudo ignorando a las zorras que se me acercaban, hoy no tenía cuerpo para fiestas con ninguna ramera barata que incluso se atrevería a pagarme ella a mí para que le tocara con un solo dedo. Mis pasos eran demasiados pausados, lo suficiente como para poder recrearme y sentir en mis propias carnes esa sensación mezquina rebosante de pecado que movía cada uno de mis días, o más bien noches. Lejos de miradas inoportunas y posturas remilgadas al amparo de la luna la ciudad se transformaba y dejaba escapar la verdadera esencia de los pocos que se atrevían a disfrutar la vida sin represiones tal y como su cuerpo les pedía.
Relajado me aproximé a uno de tantos bancos dejándome caer en el. Mi organismo incansable demandaba su correspondiente dosis de nicotina que yo por supuesto le ofrecía sin oponer ningún tipo de resistencia, así pues a un lado la petaca y a otro un paquete de cigarros que parecía no consumirse jamás. Con parsimonia me llevaba uno de ellos a la boca y lo encendía disfrutando de aquella primera calada que inundaba de humo mis pulmones, de esa forma ni si quiera el frío calándose en mis huesos era capaz de interrumpir mi calma.
Marek Vražda- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/01/2011
Re: Esto no es... juego de niños (Mihaela)
París, la ciudad del amor. Una sonrisa asqueada se dibujaba en mi rostro níveo como la misma luna. El traqueteo de mi carruaje sonaba por las calles empedradas. Mis dama de compañía descansaba con los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre su regazo. Una sonrisa malévola se dibujo en mi rostro en el momento que el collar de perlas brillo bajo la luz de una farola, y por debajo de este, se podía ver dos marcas perfectas en su garganta ya cerradas. Mis manos llevaban unos finos guantes de hilo blanco sin dedos, alargando mis dedos acaricie esa marca con mis uñas y la pobre en sueños tembló. Mi bello rostro se torció en una sonrisa impensable en una joven de mi alta alcurnia. El carruaje paro, mi destino la plaza Tertre. Maleantes, mujeres de la vida, vagabundos…el cochero bajo y me abrió la puerta.
Asombrado de ver a la joven dormida quiso despertarla pero sus ojos se encontraron con una mirada fría como el océano.- Ni se le ocurra señor -mi pequeña mano se apoyo en la suya, y elevando la falda de mi frondoso vestido pose un pie en la escalerilla. Era asombroso la estabilidad que mantenía sobre esos tacones imposibles, así calificados por los modistas de la época. ¿Desde cuando yo era una joven típica?. Al posarme en el suelo me enderece con mi estatus social exigía, el escote de mi vestido apenas mostraba más de lo relevante, era precioso. Blanco como la nieve y con bordados en azul zafiro que potenciaban el color de mis ojos. El corsé marcaba mi cintura haciéndola minúscula. Una pequeña toquilla del mismo azul descansaba sobre mis hombros haciendo el paripé para que no se preguntaran porque en pleno invierno iba tan destapada.
- Señora…¿le acompaño? -el hombre se encontraba en un apuro dado que esta zona no era la mejor para que una joven princesa paseará en plena noche. Una simple negación por mi parte con mi dedo índice.-Lleve a la señorita al castillo, no se preocupe-murmuré con voz delicada al ver sus ojos sobresaltados por mi petición. Era novato, aún no sabía de mis salidas nocturnas. Para él era una joven enferma alérgica al sol y de aspecto frágil.- Estaré bien. -mi uña se dirigió a mis labios pintados de un carmín intenso y fue mordida delicadamente de manera traviesa por unos dientes blancos como las perlas. No parecía convencido, pero tampoco debía ignorar la orden directa de la princesa de Rumanía. Le despedí con una sonrisa infantil y mi cuerpo de adolescente se volteo hacia la plaza en cuanto escucho como el cochero azotaba con las fusta a esos magníficos ejemplares de pelaje negro.
Mi abanico se abrió y tape con ello la mitad de mi rostro abanicándome lentamente y solo dejando ver mis ojos potenciados por aquel maquillaje. Un ejemplar único en su especie, carterista que había observando desde la oscuridad se acercaba lentamente tras de mi. Coqueta, mis pasos angelicales se encaminaban hacia el centro de la plaza, mis tacones resonaban y mis movimientos eran delicados. Se me estaba haciendo la boca agua ante el pulso incesante de aquellos humanos, pero mi paladar era más exquisito para aquella escoria humana.
Bajo la luz de una farola, el brillo de una daga no paso desapercibido por el rabillo de mi ojo. Hábil, me volteé y la atrape con mi abanico el cual quedo destrozado, lo cerré volteándolo y lanzándolo lejos. Mi delicada mano se torno alrededor del cuello de aquel simple carterista, rozándolo con delicadeza a su vez que ladeaba mi cabeza y una risita traviesa cruzaba aquel lugar.- ¿De verás creía que sería tan fácil? -mi voz cantarina le produjo un escalofrío, que junto a la temperatura de mi mano helada hizo que mi sonrisa se volviera fría como la noche y se mostrase levemente mis colmillos, solo perceptibles para aquel simple mortal que huyo despavorido cuando la presión de mi mano paro y le dejo unas bonitas marcas en aquel cuello sucio. Asqueada, me dirigí hacia la fuente donde me incline e introduje las yemas de mis dedos para quitarme los restos de aquel sucio ser.
Asombrado de ver a la joven dormida quiso despertarla pero sus ojos se encontraron con una mirada fría como el océano.- Ni se le ocurra señor -mi pequeña mano se apoyo en la suya, y elevando la falda de mi frondoso vestido pose un pie en la escalerilla. Era asombroso la estabilidad que mantenía sobre esos tacones imposibles, así calificados por los modistas de la época. ¿Desde cuando yo era una joven típica?. Al posarme en el suelo me enderece con mi estatus social exigía, el escote de mi vestido apenas mostraba más de lo relevante, era precioso. Blanco como la nieve y con bordados en azul zafiro que potenciaban el color de mis ojos. El corsé marcaba mi cintura haciéndola minúscula. Una pequeña toquilla del mismo azul descansaba sobre mis hombros haciendo el paripé para que no se preguntaran porque en pleno invierno iba tan destapada.
- Señora…¿le acompaño? -el hombre se encontraba en un apuro dado que esta zona no era la mejor para que una joven princesa paseará en plena noche. Una simple negación por mi parte con mi dedo índice.-Lleve a la señorita al castillo, no se preocupe-murmuré con voz delicada al ver sus ojos sobresaltados por mi petición. Era novato, aún no sabía de mis salidas nocturnas. Para él era una joven enferma alérgica al sol y de aspecto frágil.- Estaré bien. -mi uña se dirigió a mis labios pintados de un carmín intenso y fue mordida delicadamente de manera traviesa por unos dientes blancos como las perlas. No parecía convencido, pero tampoco debía ignorar la orden directa de la princesa de Rumanía. Le despedí con una sonrisa infantil y mi cuerpo de adolescente se volteo hacia la plaza en cuanto escucho como el cochero azotaba con las fusta a esos magníficos ejemplares de pelaje negro.
Mi abanico se abrió y tape con ello la mitad de mi rostro abanicándome lentamente y solo dejando ver mis ojos potenciados por aquel maquillaje. Un ejemplar único en su especie, carterista que había observando desde la oscuridad se acercaba lentamente tras de mi. Coqueta, mis pasos angelicales se encaminaban hacia el centro de la plaza, mis tacones resonaban y mis movimientos eran delicados. Se me estaba haciendo la boca agua ante el pulso incesante de aquellos humanos, pero mi paladar era más exquisito para aquella escoria humana.
Bajo la luz de una farola, el brillo de una daga no paso desapercibido por el rabillo de mi ojo. Hábil, me volteé y la atrape con mi abanico el cual quedo destrozado, lo cerré volteándolo y lanzándolo lejos. Mi delicada mano se torno alrededor del cuello de aquel simple carterista, rozándolo con delicadeza a su vez que ladeaba mi cabeza y una risita traviesa cruzaba aquel lugar.- ¿De verás creía que sería tan fácil? -mi voz cantarina le produjo un escalofrío, que junto a la temperatura de mi mano helada hizo que mi sonrisa se volviera fría como la noche y se mostrase levemente mis colmillos, solo perceptibles para aquel simple mortal que huyo despavorido cuando la presión de mi mano paro y le dejo unas bonitas marcas en aquel cuello sucio. Asqueada, me dirigí hacia la fuente donde me incline e introduje las yemas de mis dedos para quitarme los restos de aquel sucio ser.
Mihaela Menumorout- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 29/12/2010
Re: Esto no es... juego de niños (Mihaela)
Interpreté el fin de aquellas hojas de tabaco como si fuera un completo cataclismo, de repente el aire congelado conseguía traspasar mis finas ropas imposibilitadas de ofrecerme cobijo ante el frío invernal que azotaba las orillas del Sena. Traté en vano de acurrucarme bajo una chaqueta de lana que de barrera servía más bien poco pues estaba llena de agujeros que yo mismo producía con mis descuidos. Debajo una simple camisa mal abotonada y de aspecto desaliñado, ¡sin duda lo mejor para enfrentarse al duro invierno! había confiado demasiado en el calor corporal del que tanto alardeaba con las damiselas pero no había problema, mi segundo mejor amigo me acompañaba en las crudas noches parisinas obsequiándome con un ardor que hizo se me estremeciera todo el cuerpo con un escalofrío.
Los minutos pasaban lentos, tanto que incluso osé atreverme a producir una ilusión de mí mismo en el Pacífico pero desilusionado comprobaba que una vez más eso solo surtía efecto en el resto de los mortales. Una vez más me sentí defraudado cuando el licor de mi petaca parecía haberse esfumado - ¿tenéis un agujero preciosa? - pregunté alzándola y mirando su culo con algo de dificultad, se movía demasiado como para comprobarlo asique simplemente me dediqué a tumbarla sobre mi boca pretendiendo incluso estrujarla sin ningún resultado - ¡qué más me puede pasar! - en realidad no me había pasado nada pero nunca estaba de más hacerse de vez en cuando el mártir. Tambaleante me levanté por fin de ese mugriento banco y traté de tirar la petaca con fuerza a lo lejos, esta tan sólo se quedó a un par de metros de mí y con furia volví a patearla por no haberse alejado lo suficiente - ¡y no volváis! - dándome cuenta del gran error que había cometido corrí tras ella abalanzándome para impedir su extraña huída - ¡no penséis que os vais a librar de mí! - ya estaba bien, hora de buscar alguna diversión sin duda.
Con algún esfuerzo logré terminar de levantarme, poco me duró aquella efusividad pues el frío me despejaba la mente lo cual era digno de todo mi desprecio. Aún así algún resquicio quedaba que se plasmaba en una visión más que borrosa que no me impidió clavar mis ojos en una ramera a la cual me dirigí - puta dadme placer - le espeté mientras cogía su su trasero con firmeza a la vez que desabrochaba mi pantalón pero un golpe seco me produjo más interés que aquella furcia. Me deshice de ella empujándola hacia un lado y me encaminé al lugar de donde provenía encendiéndome uno de tantos cigarrillos caseros que poseía.
A lo lejos apenas iluminada descubrí una hermosa joven algo desabrigada, me aproximé a ella temiendo que pudiera haber resultado dañada por alguna alimaña pero su rostro inspiraba la más pura serenidad mientras enjugaba sus manos en el agua. El motivo que me había llevado hasta ella se había quedado en nada, con descaro me deleitaba observando su esbelta figura - conseguiréis enfermar, ¿os puedo ofrecer mi ayuda? - pregunté mirándola fijamente con una media sonrisa en mi rostro que dejaba entrever mis intenciones carentes de virtuosismo.
Los minutos pasaban lentos, tanto que incluso osé atreverme a producir una ilusión de mí mismo en el Pacífico pero desilusionado comprobaba que una vez más eso solo surtía efecto en el resto de los mortales. Una vez más me sentí defraudado cuando el licor de mi petaca parecía haberse esfumado - ¿tenéis un agujero preciosa? - pregunté alzándola y mirando su culo con algo de dificultad, se movía demasiado como para comprobarlo asique simplemente me dediqué a tumbarla sobre mi boca pretendiendo incluso estrujarla sin ningún resultado - ¡qué más me puede pasar! - en realidad no me había pasado nada pero nunca estaba de más hacerse de vez en cuando el mártir. Tambaleante me levanté por fin de ese mugriento banco y traté de tirar la petaca con fuerza a lo lejos, esta tan sólo se quedó a un par de metros de mí y con furia volví a patearla por no haberse alejado lo suficiente - ¡y no volváis! - dándome cuenta del gran error que había cometido corrí tras ella abalanzándome para impedir su extraña huída - ¡no penséis que os vais a librar de mí! - ya estaba bien, hora de buscar alguna diversión sin duda.
Con algún esfuerzo logré terminar de levantarme, poco me duró aquella efusividad pues el frío me despejaba la mente lo cual era digno de todo mi desprecio. Aún así algún resquicio quedaba que se plasmaba en una visión más que borrosa que no me impidió clavar mis ojos en una ramera a la cual me dirigí - puta dadme placer - le espeté mientras cogía su su trasero con firmeza a la vez que desabrochaba mi pantalón pero un golpe seco me produjo más interés que aquella furcia. Me deshice de ella empujándola hacia un lado y me encaminé al lugar de donde provenía encendiéndome uno de tantos cigarrillos caseros que poseía.
A lo lejos apenas iluminada descubrí una hermosa joven algo desabrigada, me aproximé a ella temiendo que pudiera haber resultado dañada por alguna alimaña pero su rostro inspiraba la más pura serenidad mientras enjugaba sus manos en el agua. El motivo que me había llevado hasta ella se había quedado en nada, con descaro me deleitaba observando su esbelta figura - conseguiréis enfermar, ¿os puedo ofrecer mi ayuda? - pregunté mirándola fijamente con una media sonrisa en mi rostro que dejaba entrever mis intenciones carentes de virtuosismo.
Marek Vražda- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/01/2011
Re: Esto no es... juego de niños (Mihaela)
Totalmente absorbida en mis pensamientos, apenas prestaba atención a la mente de segundos. Ahí fue que me lavaba los dedos delicadamente, sentándome en el borde de la fuente y mirando aquel agua cristalina. Quizás fuese lo único cristalino y limpio que hubiese por estos lares. Unos pasos inquietos se acercaban hacia mi persona, había podido leer en su mente su interés por ayudarme, pero en esos instantes su mirada analizaba mi cuerpo de una manera más particular. Aquello me hizo mirarle con asombro, fingiendo inocencia y pavor. Cual cría, metí nuevamente la mano en el agua y le salpique varias veces, enarcando una ceja e incitándolo a venir tras de mi hacia el callejón que había más próximo.
Las luces de la farola no alumbraban este lugar, pero mis ojos veían perfectamente en la penumbra de aquel callejón sin salida. Unos perros salieron corriendo, el vagabundo que allí dormía, se removió inquieto pero nada más. Seguí caminando hacia el final de este sin parecer apresurada. Le escuchaba venir tras de mí, o quizás no fuese él. Solo se que al llegar al final del callejón, me apoye contra la pared y mis dedos juguetearon con el colgante que llevaba en mi cuello, justo encima de mi escote. Dedos perfectamente cuidados que rozaban la fina piel perfecta de mi escote, acariciando la seda que lo decoraba.
Unos gatos saltaron al suelo desde los tejados y comenzaron a remover la basura en busca de algo que llevarse a sus bocas. Asombroso a pesar de todo, mi mente vagaba en mis lejanos recuerdos. Aquella cocina enorme donde debía cocinar y aquella despensa en la que, más de un encontronazo sexual había vivido en ella. Mi mirada le instaba a llegar hacia mi persona, Delicadamente angelical, solté uno de los cordoncitos que mantenía la parte de mi escote bien apretada, revelando así, una leve porción de mis pechos, que antes, solo se intuía.- ¿Vendrá mi señor o presumís de algo que carecéis? -tras ser formulada aquella pregunta en un tono suave, embaucador, Mis manos se apoyaron sobre la piedra de aquellas paredes, alejadas del tronco de mi cuerpo y así potenciando todas las curvas de este.
¿Quién dijo que las princesas no sabían jugar?. Nadie se llegaba a imaginar lo que a esta joven de aspecto risueño e infantil le gustaba jugar con los hombres...por supuesto que nadie se hacia a la idea de como planeaba terminar aquella velada con aquel hombre de cabellos claros como el oro y mirada cautivadora.
Las luces de la farola no alumbraban este lugar, pero mis ojos veían perfectamente en la penumbra de aquel callejón sin salida. Unos perros salieron corriendo, el vagabundo que allí dormía, se removió inquieto pero nada más. Seguí caminando hacia el final de este sin parecer apresurada. Le escuchaba venir tras de mí, o quizás no fuese él. Solo se que al llegar al final del callejón, me apoye contra la pared y mis dedos juguetearon con el colgante que llevaba en mi cuello, justo encima de mi escote. Dedos perfectamente cuidados que rozaban la fina piel perfecta de mi escote, acariciando la seda que lo decoraba.
Unos gatos saltaron al suelo desde los tejados y comenzaron a remover la basura en busca de algo que llevarse a sus bocas. Asombroso a pesar de todo, mi mente vagaba en mis lejanos recuerdos. Aquella cocina enorme donde debía cocinar y aquella despensa en la que, más de un encontronazo sexual había vivido en ella. Mi mirada le instaba a llegar hacia mi persona, Delicadamente angelical, solté uno de los cordoncitos que mantenía la parte de mi escote bien apretada, revelando así, una leve porción de mis pechos, que antes, solo se intuía.- ¿Vendrá mi señor o presumís de algo que carecéis? -tras ser formulada aquella pregunta en un tono suave, embaucador, Mis manos se apoyaron sobre la piedra de aquellas paredes, alejadas del tronco de mi cuerpo y así potenciando todas las curvas de este.
¿Quién dijo que las princesas no sabían jugar?. Nadie se llegaba a imaginar lo que a esta joven de aspecto risueño e infantil le gustaba jugar con los hombres...por supuesto que nadie se hacia a la idea de como planeaba terminar aquella velada con aquel hombre de cabellos claros como el oro y mirada cautivadora.
Mihaela Menumorout- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 29/12/2010
Re: Esto no es... juego de niños (Mihaela)
Expectante observaba sus gestos llenos de sutileza e inconscientemente me imaginaba como sería entrelazar sus delicados dedos para deleitarme con la suavidad que tanto contrastaría con los míos. Por un sólo segundo pensé que tras aquella mirada le seguiría su huída pero sin embargo ese pequeño juego con el agua fue lo único que me hizo falta para que mis fantasías volaran viéndose cada vez más probables y con más ganas de realizarlas. Mis impulsos me decían que no dejara que se alejara ni un sólo milímetro más pero sin embargo era la diversión la que ahora guiaba mis pasos.
La seguí con lentitud en la distancia echando un vistazo antes a mi alrededor antes de perder la capacidad de hacerlo entre aquel paraje de sombras al que se dirigía. Nadie prestaba atención a nuestro rumbo, nadie nos interrumpiría en aquel mundo al que yo mismo la llevaría una vez pudiera ser tan afortunado como para deslizar mis manos por su cintura ávidas de poder deshacerse de su corsé. Ni los ruidos de animales callejeros osarían perturbar nuestro encuentro, cada metro que recorría hacia la joven dama me daba un nuevo elemento para la ilusión con la que pretendía obsequiarla aunque para ella tan solo fuera un sueño muy real procedente de su prodigiosa imaginación.
La penumbra me invadió casi por completo pero aún así el brillo de la luna me era fiel permitiéndome apreciar su silueta cautivadora. Aquellos hilos deslizándose entre sus dedos bien podría ser una de las experiencias más eróticas que hubiera podido conocer, sus pechos aún sin descubrirlos del todo eran la sensualidad pura y dura, tersos y voluptuosos incitaban a las más oscuras perversiones a las que yo estaba dispuesto a rendirme y entregarme - podéis estar segura que alardear de una mentira no es precisamente una de mis costumbres, imagino me permitiréis hablar por mis hechos en lugar de mis palabras - una mirada llena de lascividad se escapaba hacia su escote y después lo abandonaba para posarse en su boca, objeto de deseo donde los haya.
Antes de hacer de la distancia algo inexistente entre nosotros, me fui aproximando lentamente hacia ella despojándome de la chaqueta para después ir desabrochándome los botones de la camisa uno a uno hasta dejar entrever mi torso al desnudo. Una vez llegué hasta el final del oscuro callejón pude embriagarme de aquella atmósfera que creaba tan sumamente seductora. No fui más dueño de mis propios actos, cayendo bajo su embrujo mis manos comenzaron a deslizarse por sus piernas subiendo su vestido arrimando por completo mi cadera entre sus piernas esperando que con aquel roce cayera ella en mi propio hechizo.
La seguí con lentitud en la distancia echando un vistazo antes a mi alrededor antes de perder la capacidad de hacerlo entre aquel paraje de sombras al que se dirigía. Nadie prestaba atención a nuestro rumbo, nadie nos interrumpiría en aquel mundo al que yo mismo la llevaría una vez pudiera ser tan afortunado como para deslizar mis manos por su cintura ávidas de poder deshacerse de su corsé. Ni los ruidos de animales callejeros osarían perturbar nuestro encuentro, cada metro que recorría hacia la joven dama me daba un nuevo elemento para la ilusión con la que pretendía obsequiarla aunque para ella tan solo fuera un sueño muy real procedente de su prodigiosa imaginación.
La penumbra me invadió casi por completo pero aún así el brillo de la luna me era fiel permitiéndome apreciar su silueta cautivadora. Aquellos hilos deslizándose entre sus dedos bien podría ser una de las experiencias más eróticas que hubiera podido conocer, sus pechos aún sin descubrirlos del todo eran la sensualidad pura y dura, tersos y voluptuosos incitaban a las más oscuras perversiones a las que yo estaba dispuesto a rendirme y entregarme - podéis estar segura que alardear de una mentira no es precisamente una de mis costumbres, imagino me permitiréis hablar por mis hechos en lugar de mis palabras - una mirada llena de lascividad se escapaba hacia su escote y después lo abandonaba para posarse en su boca, objeto de deseo donde los haya.
Antes de hacer de la distancia algo inexistente entre nosotros, me fui aproximando lentamente hacia ella despojándome de la chaqueta para después ir desabrochándome los botones de la camisa uno a uno hasta dejar entrever mi torso al desnudo. Una vez llegué hasta el final del oscuro callejón pude embriagarme de aquella atmósfera que creaba tan sumamente seductora. No fui más dueño de mis propios actos, cayendo bajo su embrujo mis manos comenzaron a deslizarse por sus piernas subiendo su vestido arrimando por completo mi cadera entre sus piernas esperando que con aquel roce cayera ella en mi propio hechizo.
Marek Vražda- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/01/2011
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