¿Baño entre hermanos? ||Privado||

por **Deiran Chassier** Jue Dic 12, 2013 8:29 pm

La gente cree que el destino es como un río que fluye en una sola dirección. Pero yo le he visto la cara al tiempo y es como un océano en la tormenta.

Después de haber despertado en el diván, mi piel sintió la textura suave entre lazada de la seda con mis dedos, mis manos en forma de cruz se extendieron. Mis ojos parecieron ventanas que se abrieron de manera instantánea, me puse de pie y todo estaba perfectamente ordenado. El silencio era una cuna que arrullaba a la otra criatura que estaba a mi par. Aquel aposento resguardaba el delicado cuerpo de una vampiresa, Yuna. Mi cuello se comenzó a estirar, era como un tipo de ritual sin necesitarlo. Me levanté y me dirigí hasta la sala de estar. La copa estaba llena de vino tal cual había ordenado. Acomodé mi ropa y saqué un abrigo negro, pues era uno de mis colores preferidos. Por alguna extraña razón la helada en París hacía que mi hambre acrecentara más de lo habitual así que salí de la mansión de manera despreocupada a pie, en busca de algo que saciara un poco el deseo de querer vivir por un día más. Se había convertido todo en un verdadero sacrilegio, quizás por eso es que de manera más frecuente estaba escupiendo mi veneno cada que me dirigía a alguien, sinceramente admiraba demasiado a la vampiresa, soportarme no debía ser fácil.

Caminé unas manzanas más adelante y encontré a una mujer en una banca de un pequeño parque sentada observando el lago congelado que estaba a su izquierda, parecía sumida en una especie de sueño, su cabello rojizo rizado y tez blanca delataban el cuidado que tenía para con ella, propósito hice crujir una hoja y ella me volteó a ver, sus ojos verdes se cruzaron con los míos y sonreí ladinamente. Ella me miró como si fuese un ángel, alguien que le fuese a liberar de alguna cadena mundana que la estuviese atando a este infierno. Me fui hasta donde ella y le tomé por la cintura acariciando una de sus mejillas y negué. —No más- le dije suave y muy despacio y ella asintió con una lágrima en su mejilla en lo que mis colmillos se clavaban en su ser. Tomé tanta sangre como crío del seno de su madre y con cuidado el pumpunear de aquel corazón dejó de escucharse y fue cuando le recosté en la banca donde antes le había encontrado, la escena se había vuelto más dramática y hermosa. Una joven dama, recostada, aquellos todo lleno de frío y congelado sin una huella de lo que pudo haber sucedido.

Llegué de nuevo hasta la mansión, estaba todo callado, ¿sería que ella aún no había despertado? Habían pasado aproximadamente unos seis meses desde que le había traído a la casa. Comencé a caminar por el hall hasta uno de los sofás y tomé asiento. Me dispuse a degustar la copa de vino. Le había enseñado lo fundamental, lo que debe saber un vampiro para sobrevivir, solo era cuestión de tiempo pero ella parecía cómoda aquí y yo con ella, aunque a veces me sacaba de quicio con sus caprichos. Sobre todo cuando me hacía preguntas que no sonaban propias puesto que le había dado la confianza suficiente para eso pero a mi edad no estaba para lidiar con niñatos pero ella diferente, era prometedora, un orgullo de raza, podía obtener a quien quisiese y arrancarle la vida en menos de cinco segundos. Su mente retorcida era lo más especia, su disposición y la lealtad que mostraba ante mi concepto de lo que estaba bien o mal. Claro, todo aquello no se lo decía de manera tan abierta como lo estaba pensando pero ella lo sabía y cuando desgarraba una yugular sin siquiera dejar caer una tan sola gota de sangre al suelo lo sabía.

Subí las escaleras para buscarle, un pequeño chillido me dijo que estaba en su habitación y tocando la puerta murmuré sobre ella —Yuna, hoy no iré a la Vinería así que estaba pensando hacer algo contigo esta noche ya que estos últimos días no he tenido mucho tiempo- no había ninguna respuesta y algo que me hacía desvariar era su silencio que a veces hacía incómodamente a propósito —Yuna…- girando la perilla de la puerta para entrar en la habitación, mi sorpresa fue su pálida piel a mis espaldas, al darse la vuelta algo había en sus ojos que ya conocía, no sé si era bueno aquello pero sabía que significaba que pediría algo y como un hermano alcahuete trataría de cumplirlo.

por Yuna Rutledge* Mar Dic 17, 2013 1:47 am

Que sueños tan vanos y ligeros podía tener un inmortal, descubrió con sorpresa la única vampiresa en la mansión Chassier al despertar. Durante lo que había parecido por sí mismo una eternidad, su cuerpo permaneció tan inmovil como el de sus presas al perder la última gota de sangre; sólo recordaba nubes de colores y el plácido aroma de las flores en primavera. Los detalles fueron irrecuperables una vez que sus ojos verdes divisaron la solitaria habitación, pero lo más impactante y significativo de sus sueños era... el sol. Sí, soñó con él; con su luminosidad y su calor. Resultaba curioso cuando ella se sentía tan a gusto con la noche. Desde antes de ser convertida tenía un gran apego a la seguridad de las sombras, y ahora que dependía de ellas, no imaginaba por qué su mente le haría recordar al magnífico astro. Sólo algo tan inquietante pudo distraerla del hecho de que Deiran no estuviera ahí a su lado, como sospechaba que ocurría de vez en cuando.

No podía asegurarlo a ciencia cierta porque a diferencia del vampiro, ella no tenía la capacidad de leer mentes. Incluso con esta desventaja, había creado con él un extraño vínculo que la hacía reaccionar siempre a su presencia y ausencia. Su aroma personal y único, el minúsculo cambio en la temperatura cuando él estaba muy cerca, el susurrar de su ropa al tocar el diván donde descasaría a su lado. Detalles que notaba debido a que su sueño no solía ser muy profundo. Sin embaro, en esta ocación el inconsciente la atrapó con tal dosis de posesión, que ni siquiera pudo predecir en qué momento el serio vampiro había abandonado la mansión.

Se puso de pie y miró su reflejo en uno de tantos espejos que colgaban la pared. Sus parpados estaban semi-caídos como siempre, aunque esto no hacía sino resaltar el difuminado verdoso de sus ojos perezosos. Dejó escapar un suspiro al ver su desgastado cabello. ¿Cuanto tiempo hacía que lo llevaba de esa forma? Casi no tenía color y durante seis meses el mayor arreglo que le hizo fue peinarlo de manera elegante; no había movido un dedo para darle tratamiento a tan pobre y decolorada melena femenina.

— Prepáreme un baño de agua caliente. —ordenó con suavidad a una criada que llevaba una buena pila de toallas sobre los brazos; se dirigía justamente al pasillo del cuarto de baño, pero detuvo su andar en cuanto escuchó a la joven. Los sirvientes de esa mansión no terminaban de acostumbrarse a su presencia pues no sabían si confiar en ella fuera sensato. Hasta el momento, Yuna jamás dio motivos para creer que pudiera ser grosera, violenta o caprichosa... al menos, no como el resto de las jovencitas humanas. Sus caprichos eran muy distintos y sólo Deiran podía cumplirlos.— Si sabe de algún jabón o remedio naturista para el cuidado del cabello, no dude en añadirlo. —le indicó e hizo un gesto para que siguiera su camino.

Caminó entonces hacia su propia habitación, allá donde guardaba toda la ropa que Deiran había comprado para ella. Resultaba extraño depender económicamente de alguien luego de dos años donde lo único que necesitaba para sobrevivir (a medias) era la oscuridad. Pero, se dijo mientras elegía un camisón cómodo para ponerse tras el baño, no era siquiera desagradable. Apreciaba con especial afecto cada cosa que el vampiro iba obsequiandole, de forma que una joya podía tener el mismo valor que un pañuelo. Sabía que a esas alturas, el baño estaría listo, pues todo lo que podía escucharse ahora era el silencio... eso, y unos pasos que reconocería hasta el fin. Sonrió sin darse la vuelta hasta que él hubiese entrado a la habitación.

— Deiran. —dijo, no como un saludo o un llamado. Sólo deseaba decir su nombre, como cada vez que lo veía. La sonrisa sobre sus labios era efímera cual brisa de mar. Una idea acababa de llegar a su cabeza, y aunque quizás él no hubiese leído sus pensamientos aún, sabía que podría reconocer la mirada que le dedicaba. ¿Cuándo llegaría alguien a explicar que tipo de comunicación tenían estos dos seres fríos, serios y callados? Nunca, probablemente, pero eso no detendría su creciente afecto hacia él.— Disculpa que te lo pida —dijo como si tal cosa, si bien era evidente que no lo lamentaba en absoluto—, pero, ¿podrías ayudarme con esto? He pedido que me preparen un baño y olvidé pedir ayuda con las cintas del corsé. —explicó al fin. Sin esperar respuesta, volvió a darle la espalda y retiró las largas capas de cabello, elevandola por encima de su cabeza. Cuando suponía, el vampiro debía estar lo suficientemente cerca, dejó atrás el silencio para expresar sus pensamientos en palabras.— Apenas y has estado conmigo. Me alegra que hoy puedas prescindir de la vinería. Y, a decir verdad... se me ocurre algo. Dei, ¿tomarías un baño conmigo? —lo miró de reojo, con aquella expresión que hacía dudar si se trataba de un ángel o un demonio, de una niña o una mujer.

por **Deiran Chassier** Dom Dic 29, 2013 4:04 pm

Las almas de París se encontraban más que calladas, estaban ausentes, dormidas. Sólo los demonios que por las noches salían a cazar hacían festín de su silencio e indudablemente una cosa que otra para parecer encajar en su aburrida vida. Susurrante gritaba desde adentro mi cabeza, como si pidiese a gritos que huyera de las ideas que con anterioridad me había detenido a pensar. El frío de la casa y sólo las respiraciones de los sirvientes haciendo aquí y allá más el deslizar suave de una inmortal me acunaban, pensé en creerme loco ¿Cuándo todo había comenzado a ser tan normal? Solté una media sonrisa al viento y dirigiéndome a una de las ventanas de las escaleras de la casa que comunicaban con el jardín me quedé viendo el negro infinito.

Antes de llegar a su puerta, quedé viendo las rosas rojas que habían sido plantadas hace muchos años atrás, su color sangre me hizo perderme en una letargia transitoria, ¿Ella era la espina de la rosa? La verdad que el toque femenino que la vampiresa le daba a la casa era muy peculiar, uno del cual no estaría dispuesto a salir a menos que ella así lo quisiese. Cierto dolor se afincó en mi pecho dándome un malestar leve que hacía opresión, mientras los capullos de las rosas se abrían de manera cuidadosa y apacible. Me pregunté si ella era como esa hermosa flor esperando a ser arrancada y marchitarse. Me negué la idea y continué mi camino.

Estando frente a ella, con los ojos posados en los ajenos, hundiéndome en su bosque, en los orbes de una intención que no era tan oculta como la mía, alcé las cejas ante su voz susurrar mi nombre y quedé un segundo pausando viéndole de pies a cabeza, su idea ya me había recorrido los pensamientos mucho antes de que sus labios me lo confesaran. Sus caprichos siempre llegaban antes que su voz, de eso estaba más que seguro. —Deja te ayudo- salió mi voz con un tono suave y casi resignado, era preso de sus deseos. Viendo las líneas que contorneaban su cintura posé una mano en ella y terminé por retirar un poco del cabello que quedaba cubriéndole la espalda, deslizando un dedo hasta el inicio de los hilos que hacían un curioso chongo. La cinta de seda pura comenzó seductivamente a ceder a la fuerza depositada con cuidado por mis manos, desanudando el amarre y comenzando a des entrelazar las vueltas, que poco a poco la resistencia al cuerpo de ella se debilitaba. —Sé que estos días he estado muy ausente pero como verás, por la época es cuando más diligencias en las empresas he tenido que hacer y no he podido fiarme de nadie quien las haga así como yo deseo- terminando con la cinta para quedar con ella enredada en mi antebrazo y con una mano retirarle el corsé dejándolo en un lado de las cómodas. Su silencio me decía algo más. Alzando una ceja, sonreí pasivamente sosteniendo la mano ajena y acercándola a su pecho, justo donde la línea de los botones de su camisa se juntaban cerrándolos —Si eso es lo que deseas me parece bien… Pero a cambio serás tú quien retire mi ropa de tu camino- viendo directamente a los ojos esperando que aquello le dejase sembrado que después de esto su deseo sería realidad o simplemente un juego uno del cual no acabaría hasta llegar a su final.

Ordenando a las mujeres que se encontraban entrando a la habitación de ella salir me quedé de pie frente a ella, pues quería un poco más de privacidad para ambos, dentro de mis ojos no había una pizca de perversión, era más aquello como un rito santo. Me pregunté si Yuna en la otra vida había visto desnudo a otro hombre porque sin vergüenza alguna ahora estaría por presenciarlo y quizás la experiencia no le fuese tan placentera, al menos eso imaginé, cuando me acerqué para desalinearle el cabello - ¿Es esto lo que deseas? le miré por una vez más mientras el vapor de su baño comenzaba a inundarme los porosy el olor a aceite de baño presionaba por su respuesta.

por Yuna Rutledge* Miér Ene 08, 2014 2:19 am

La ropa cedía a la fuerza que Deiran aplicaba en la acción de desnudarla. Aunque el pensamiento le provocó un escalofrío, no fue capaz ni de moverse por el extraño ambiente ceremonioso que impregnaba la habitación. Su inexperiencia era abundante y, la mayor parte del tiempo, molesta; pero incluso cuando no sabía mucho acerca de las relaciones pasionales, algo le decía que su reacción distaba mucho de la respuesta de una mujer a su amante. Deiran la atraía como si se tratara de un gran y poderoso imán, pero todo era muy diferente a lo poco que ella conocía. Ningún hombre en su vida (exceptuando a su padre en muy contadas ocasiones) la había visto desnuda. Su cuerpo era frágil como el de un ave desplumada que poco a poco intenta recuperar sus plumas.

Mientras veía caer las capas de ropa a sus pies, escuchó las palabras de Deiran y sólo asintió hacia ellas. A decir verdad, le interesaba su negocio. Lo consideraba un hombre serio al que se le podía confiar incluso una vida, y las veces que pudo observarlo concentrado en ocupaciones de la vinería, una chispa de curiosidad saltaba de sus ojos verdes. Quería saber.

— Eres el jefe. —dijo con naturalidad, como si las palabras tuvieran por sí mismas una larga explicación de por qué siquiera las mencionaba. Desde su infancia, las figuras de autoridad le parecían tan repugnantes como los insectos que se paseaban por el jardín en temporada de lluvia; el falso dominio y la altanería las despreciaba tanto como a los ebrios que se perdían por el campo, entonando indecentes canciones sobre prostitutas. Pero Deiran había renovado su visión del mundo, y eso incluía a las figuras de autoridad. Lo imaginaba dominando si necesidad de dramatizaciones un negocio como la vinería, todo el esfuerzo y la atención que eso representaba. Y si al principio pensó que la seria y pulcra imagen de ángel caído era lo único que la atrajo hacia él, ahora sabía que no era cierto. Sintiendo la calidez de su pecho, la textura de su camisa, el frío de los botones. Lo miró bajo las finas pestañas castañas, sabiendo que él podría leer sus pensamientos. «— Lo haré. —».

Y lo haría, tenía una firme convicción sobre ello. De vez en cuando las circunstancias se prestaban para aquel tipo de comunicación silenciosa entre mentor y alumna, pero ella prefería poner sus pensamientos en palabras. No quería que olvidase su voz. Así pues, ya vestida sólo con un fino camisón que rozaba peligrosamente las siluetas de su cuerpo, se apartó de las ropas del suelo y lo miró intensamente. Sabía lo que estaba pensando, podía verlo en sus facciones, aunque los gestos fueran sutiles y casi imperceptibles.

— Si, en verdad lo deseo. —confesó con una voz distinta a la normal. Un poco más ronca, carente de la fría pulcritud del acento inglés. Sonaba honesta y deseosa, casi vulnerable. Lentamente, sin las prisas de una criatura tímida ni la indiferencia de un insensible, comenzó a desabotonar la suave camisa que cubría a Deiran. Conforme la piel bajo la ropa aparecía, mostrando aquella esplendoroza coraza vampírica, algo se revolvió en Yuna. Algo que ni siquiera él podría leer en su mente, pues sería como intentar leer un idioma desconocido. No hubo torpeza en sus movimientos. Pronto se deshizo de la camisa y la abandonó por ahí sin consideración. «— Ya se ocuparán otros de eso... —», susurró con los labios sellados, intentando aclararse la mente. Su mirada estaba clavada en la de Deiran cuando sus dedos rozaron la hebilla de su cinturón.— Es agradable pasar tiempo contigo... —susurró con el ceño fruncido, como si fuese una confesión importante.

Mientras sus manos se iban ocupando del cinturón y, después, de los botones y los pliegues, pensó que incluso en aquellos momentos él tenía algo que enseñarle. Intentaba imitar sus movimientos ágiles y precisos. Por otro lado, cuando el flojo camisón de lino comenzó a caer de sus hombros, sus manos se detuvieron rotundamente. Ya no había donde más ocultarse. Su mente y su cuerpo estaban expuestos y le preocupaba cómo la vería Deiran. Aún después de meses de alimentarse correctamente, su cuerpo conservaba una delgadez que para un humano resultaría alarmante. Bajó la mirada, mostrando por primera vez desde la noche de Notre Dame, miedo.

por **Deiran Chassier** Dom Ene 12, 2014 2:44 pm

Mis ojos estaban fijos posados en ella, Yuna debía ser muy lista ¿sabía que no podía decirle que no a sus deseos? Era como un padre alcahuete que no quería que a su hija le faltase nada, aunque los padres no se desnudaban frente a sus hijas para conferirles morbo y darles un baño. Era como de hermanos, sí, eso quizás era más apropiado, ¿Con qué ojos estaría viendo Yuna esto? Me pregunté a mí mismo con una mano posaba en el hombro desnudo de ella —Sí, por desgracia- respondí con cierto vacío en aquellas palabras cuando mencionó lo del Jefe y es que en cierta manera tenía razón, no era fácil cuando era tan rígido para encontrar a alguien que pudiese desempeñar el papel que yo quería, era tan escrupuloso con eso, debía hacerse como yo quería sin más, en cuestión era difícil porque para eso primero debía de confiar en alguien y hasta el momento ni mi sombra se había ganado tal derecho pero miraba muchas esperanzas en la vampiresa que tenía al frente, tenía tantas expectativas en ella que sólo quería proteger.

Estaba decidida a continuar lo que había comenzado, sus pensamientos me lo habían dicho, yo asentí con una sonrisa para darle por entendido que había captado su mensaje y que después de que una vez esto diera su inicio sería hasta su fin, no me gustaba dejar cosas a medias. Sus manos comenzaron a deslizarse por los botones de mi camisa y yo estaba tan fijado en sus acciones, era como si todo lo ejecutara con perfección, podía ser un excelente músico si ella lo quisiera, tenía agilidad con los dedos. Las prendas quedaron despojadas a un lado, así dejando ver mi tórax y abdomen al desnudo a sus ojos. Su cuerpo bajo aquel camisón de tela que apenas y podía cubrir lo suficiente dejaba a la vista su intimidad pero mis ojos estaban concentrados en los ajenos todo el tiempo, derribando las barreras mentales para saber qué era lo que ella pensaba hasta que hubo una que no pude escalar, era demasiado sólida al parecer ella había bloqueado con alguna emoción que se desató por haber terminado su trabajo con el cinturón desatado de par en par. —Opino lo mismo, no quiero que te sientas sola y cometas alguna cosa descabellada sin invitarme- dije en tono suave tratando de suavizar su voz por la seriedad de sus palabras, entre ambos había un compromiso muy sólido, más allá de la sangre.

—Eres rápida- alcé una ceja alabando su labor mientras me terminaba de ocupar de lo que restaba de ropa en ella, con delicada precisión comencé a deslizar por las finas pieles hasta dejar a la vista su desnudez, mis ojos dieron una inspección rápida por su cuerpo de pies hasta su cabeza, asentí con una sonrisa y le tomé de la mano trayéndola hasta mi cuerpo y le abracé —Eres hermosa- dije sincero acentuando mis palabras con voz gruesa depositando un beso en su cabello que fue despeinado por mis manos otra vez con más soltura. Me separé de su cuerpo echando un vistazo al mío que estaba complemente desnudo y alcé una ceja sin esperar que ella comentara algo sobre lo que miraba, la verdad no me importaba.

Tomé su mano en dirección al baño y abrí la puerta para que ella pasase, viendo el humor escurrirse por la abertura y la piel pálida de Yuna siguiendo las líneas de su cuerpo que se envolvían con facilidad, creo que era por nuestra naturaleza fría, tan congelada como el hielo, que se atraía con el calor de aquellas aguas calmadas en espera de dos cuerpos absortos de deseo más si de asombro el uno al otro.

por Yuna Rutledge* Jue Ene 30, 2014 2:36 am

Había algo tranquilizador en los ojos azules de Deiran, algo que la motivaba a seguir con algo que le provocaba miedo e inseguridad. No era la malvada manipulación de un hombre perverso que busca satisfacer sus deseos carnales, como solía leer en libros de contenido cuestionable para una chica soltera y de su edad; era algo más trascendental que eso, como el roce de un pétalo de rosa contra el cuerpo desnudo de una mujer. No era vulgar y no faltaba cierta chispa de erotismo. Era lo más cercano al contacto físico de dos almas, sin que "esa" clase de amor estuviera involucrada. Hermanos o simples compañeros, dos personas que se encontraron por casualidad a los pies de una catedral fría y oscura; acabaron viviendo juntos y ahora, como un par de ángeles condenados, pasaban la tarde haciendo de algo tan ordinario como tomar un baño, un completo ritual. Era esto lo que le daba a la joven vampiresa la confianza para estar desnuda frente a Deiran, aunque dicha desnudez sólo fuera parcial, si se tenía en cuenta la mente.

No sabía cómo, pero a veces creía que podía bloquearlo. No era nada concreto y no creía ser tan poderosa para ello, de modo que jamás lo comentó o creó hipótesis al respecto. De cualquier manera, cuando ambos estuvieron en las mismas condiciones, ni siquiera entonces sus ojos abandonaron los ajenos, y descubrió con sorpresa que ocurría lo mismo con él. ¿Qué quería ver más allá? ¿Un reflejo o un secreto? No tenía nada de eso, o al menos, así lo creía. Frunció el ceño cuando comprendió que divagaba de nuevo. ¡Cuanto debía esforzarse por darle más tiempo a los detalles! Sus palabras le arrancaron una pequeña sonrisa, que con lentitud, emergiendo como un pequeño chorro de agua dulce, se convirtió en una risa.

¡Reía! No recordaba la última vez que había reído así. Eran como diminutas campanillas haciendo eco la una de la otra. Y no paró, hasta que su delgado cuerpo quedó atrapado en el fuerte del vampiro. De todos modos, la sonrisa permaneció ahí, intacta. Cerró los ojos y aspiró su aroma. El calor que desprendía su cuerpo era como el que recordaba alguna vez siendo humana, cuando el sol salía por las mañanas y hacía del frío campesino un poco más tolerable.

— Tu también lo eres. —no pudo evitar decir. Sus dedos delineaban los músculos del hombre que la rodeaba, como un historiador debía hacer con una reliquia milenaria con la que dio por mera casualidad. Se dejó arrastrar al baño y notó que su piel reaccionaba al vapor que viajaba caprichoso por ahí. Debía ser muy caliente para un humano, ¿quién sabía? Pero ella sólo podía sentir una ligera y húmeda calidez. Miró de reojo a Deiran y se dio el lujo de acariciar su cabello, que poco a poco se impregnaba de gotitas de agua.— Nunca te había visto así. Despojado de la ropa, el dinero y las joyas. Apartado de tu trabajo por un rato. Solo, conmigo. —apretó los labios y bajó la mano al pecho masculino. Evidentemente no podría oír un corazón.— Al agua, my sweet vampire.

Sonrió levemente antes de tocar la bañera y, lentamente, hundirse en sus aguas. Debía estar hirviendo, si es que ella podía disfrutar del exquisito calor que desprendía. Era como descongelarse después de mucho tiempo. Estaba olvidando asuntos como los de su pasado y su creador. ¿Qué más daba? Estaba ahí, junto a Deiran, y lo recordaría por mucho más tiempo. Suspiró, invitando al vampiro a unirse a ella.

por **Deiran Chassier** Miér Mar 12, 2014 4:11 pm

¿Cuándo había avanzado tan rápido? ¿Cómo era que, aquella chiquilla que tenía al frente había tocado mi alma? Me quedé pensando en esas dos interrogantes mientras dábamos paso al baño que sin malicia hilvanábamos, era como un ritual sagrado. Mis ojos verdes se acentuaban en los de Yuna sin ningún morbo miré su cabello, sus hombros desnudos, sus pequeños senos y sus pálidas piernas. ¿En qué condición ella me encontraría después de desnudarme?

Era la primera vez que mi cuerpo era visto al desnudo de una manera tan concienzuda pero ella se había ganado el derecho, quizás era una prueba de lealtad o simplemente diversión. Para mí siempre había sido un sacrilegio mi templo. Trataba de cuidarlo, de mantenerme en forma e incluso a la hora de la alimentación por eso era tan personal aquello que definitivamente esperaba que en ella hubiese este mismo ‘’sentimiento’’ de cuidado y respeto, este voto de confianza. Cerré los ojos cuando su piel chocó con la mía, su frío pudo conseguir calentarme o quizás fue el vapor que del baño como nube nos atrapaba a ambos pero dudaba de ésta última como una posibilidad mi cuerpo yacía tanto tiempo tirando al mismo fuego hirviente sin obtener una respuesta para volver a sentir el calor humano que casi medio milenio había perdido, esto fue lo más cercano y me sentí complacido por ello.

Su risa inundó mis oídos, había sido lo más delicado que en tanto tiempo había escuchado lo cual me hizo casi arrancando de mí una sonrisa, me sentí extraño pero factible para el momento. Abrí los ojos y llevé una mano hasta mi cabeza en la parte posterior y solo pude negarme a la idea de este juego casi a mitad. Mi piel de nuevo conjugándose con la de ella, peiné su cabello lentamente y su delgado cuerpo encajaba en el mío.

Escuché su cumplido. No era del tipo que aceptaba aquellas manifestaciones de admiración o compromiso dudaba que ella lo supiera pero viendo de sus labios todo era diferente. Asentí con la cabeza. Sus palabras eran tan sinceras pero una manera u otra tenía razón. Mi temple de piedra jamás había sido quebrado por nadie, mucho menos por caprichos, Yunna era la primera en hacerlo y eso me hacía sentir descubierto de cierto modo. —Te confieso que esto jamás lo había hecho. Eres la primera en verme de esta manera. Ni siquiera a los criados de esta casa les permito tal cosa por meramente principios, quizás e tiempo me ha hecho algo… resabido- sonreí por aquella aclaración que era tan cierta como mis preceptos. —Tendré que planificar más tiempo para pasar juntos, puede ser de cierto modo todo esto aburrido para ti, tendremos que conversar sobre negocios después de esto-su acento inglés se coló por mis oídos y un pequeño calosfrío me recorrió, era una de sus virtudes que más gustaba. —Después de ti- respondí de manera instantánea.

El humo salió como descongelando un témpano de hielo empañando toda la habitación de manera inminente y yo dejé acariciar mi cuerpo por el agua cálida sumergiéndome en aquella tina enorme casi como una piscina de porcelana, mojando mis cabellos, estirando el cuello hasta atrás. Saqué primero mi rostro a la superficie y después me reincorporé. Sentandome tomé una de las esencias de vainilla y jazmín a uno de mis costados y vertí un poco dejando aromatizado el ambiente. Las burbujas con leves movimientos se iban acumulando alrededor de nosotros y por dentro del agua busqué la mano de Yunna enganchando mis dedos en ella. Traje su cuerpo hasta el mío y le miré fijamente sin distraerme. Tomé el aceite para cabello y vertí un poco en su cabellera introduciendo mis dedos en sus finos cabellos haciendo un pequeño masaje. —¿Cómo te sientes?- murmuré bajo acercando la esponja de baño —Yunna- musité su nombre con cierta confianza —¿Alguien mas te ha visto en estas condiciones?- alcé la ceja. Realmente eso no importaba. Entre nuestro pasado, presente y futuro no había nada que se pudiera hacer.

por Yuna Rutledge* Jue Abr 03, 2014 12:08 am

No esperaba ser la primera en ver ese cuerpo poético que exigía ser registrado desde la punta de los pies hasta las hebras des cabello oscuro. Tal vez las palabras expresadas por el vampiro más antiguo fueran algo evasivas. Quizás en algún tiempo pasado su cuerpo pudiera haber sido poseído de algún modo, no lo sabía. Pero tenía algo muy en claro, y es que cada curva, sombra, textura y saliente de su cuerpo estaba en su visión y memoria. Y sus ojos, la expresión de su rostro cuando él la miró por primera vez. La juventud de Yuna explicaba en gran parte por qué su cuerpo nunca había sido admirado por ningún hombre o mujer salvo su madre y alguna criada cuando era demasiado pequeña para lavarse por sí misma. Era como si la ropa fuese parte esencial de su persona. Pero el concepto había cambiado ahora que sabía lo que era verse desnuda frente a otra persona.

Ya dentro de la bañera, con el agua caliente abriendo sus poros y el vapor llenando de minúsculas gotitas su largo cabello de opaco color castaño, se relajó. Escuchó y sintió la presencia de Deiran a su espalda, e imaginó la forma en como las burbujas debían acariciar su cuerpo. El rostro somnoliento de la joven era como el de un ángel caído escuchando una melodía de ensueño. Debía disfrutar ese momento, guardarlo en la memoria para siempre. Cada sensación que se extendía por su cuerpo era única. Y ahí, en medio de la fantasía, sintió los maravillosos dedos del vampiro contra su cabeza.

— No hay palabras para describir cómo me siento, Dei. —Susurró un poco ronca, siendo tan honesta como siempre. Su piel se veía incluso más traslucida que de costumbre, y la humedad en ella la hacía parecer más un retrato en óleo que una persona real. Se volvió un poco hacia él cuando escuchó su nombre. También su rostro estaba húmedo y parecía derramar lágrimas como lo haría cualquier humano. Resultaba inquietante la belleza de la escena, tan hermosa que resultaba inhumana. Algo en la cercanía y desnudez de ambos cuerpos confería al ambiente un matiz tan íntimo, que no le sorprendió cuando Deiran volvió a preguntarle aquello. Sonrió levemente y se inclinó un poco hacia atrás, dejando que su espalda descansara sobre el pecho ajeno.— Mi madre, cuando era una niña. Pero en ese entonces era demasiado difícil de manejar. Los baños nunca eran voluntarios y a veces ni siquiera conseguían quitarme toda la ropa antes de dejarme caer en la bañera.

Yuna no se dio cuenta en qué momento había revelado tanta información. Por lo general los recuerdos de su pasado la hacían sentir atormentada, como un pajarillo encerrado en una jaula de oro. Sin embargo, ahí junto al vampiro, todo parecía tan insignificante que hablar de ello resultaba cómodo y sencillo. El olor a vainilla y jazmin le arrancó un suspiro de placer, sumado al relajante masaje que el hombre procuraba.

— Hey, Dei... —Quizo llamar su atención al cabo de unos minutos de silencio.— Quisiera contarte algo que me pasó recientemente. —Se giró un poco más, lo suficiente para quitarle la esponja de baño al vampiro y escurrir en ella un poco de jabón. Lavó con suavidad y consciencia los hombros masculinos. Mientras lo hacía, los ojos verdes se fijaron en los ajenos con intensidad. En el fondo sabía que lo que estaba a punto de decir no le gustaría nada a su compañero de cacería, pero dudaba que pudiera ocultarlo por más tiempo.— ¿Recuerdas la velada a la cual no pudiste acompañarme? Tenía planeado cenar como siempre. Encontré a unas lindas pelirrojas que pecaban de ingenuas, parecía sencillo. Pero... —Al llegar a esta parte del relato, frunció el ceño, evocando el recuerdo de aquellos ojos azules tan faltos de miedo hacia su persona. La rabia y confusión que le hizo sentir en su momento, así como esa extraña necesidad hacia su calor humano.— Me topé con una cazadora. Probablemente tenía mi edad. —Se miró la mano, la cual había sanado satisfactoriamente desde que la otra le rajó con una daga.

por **Deiran Chassier** Dom Abr 06, 2014 10:08 pm

Era inusual todo esto, el escenario era como dormir sin querer jamás despertar, entre ella y yo todo era claro y puro justo como el agua que rodeaba nuestros cuerpos alrededor. Cerré los ojos al sentir mi piel mojarse con el líquido y después de unos segundos ni la suya ni la mía estaban a la vista por la gran cantidad de espuma y vapor que empañaba los azulejos del baño. El choque de su piel con la mía fue una onda al viento como un cincel que quiebra el mármol al ser esculpido, ella era una muñeca que se podía moldear a mí antojo y el baño eran los colores que le pintaban el ser. Su tranquilidad era traspasada hasta mí por osmosis, una simple difusión de energía que era difícil de explicar, sentía su misma necesidad de morir ahí mismo y revivir sin poder dejar el agua, quizás desde hace mucho y más que ella necesitaba tanta paz y una buena compañía, una alejada del vino, una que en realidad no entendía porque jamás la había experimentado pero así como la mansión había acertado ante la presencia de la vampiresa de esa misma manera yo estaba convencido que también podía sentirme diferente sin ver aquello como extraño.

Abrí los ojos y mientras tallaba el cuerpo delgado de Yuna sonreí de medio lado al escuchar que se sentía bien y que sólo su madre más algún criado le había visto en aquellas condiciones . —Entonces me siento un profanador de tu cuerpo robándome su riqueza- susurré a sus palabras —Extrañamente no sientes vergüenza ¿qué significa eso para ti?- miré su cabello al cual eché un poco de agua y me detuve —¿Confían en mí?- pregunté sin cuidado alguno pues realmente me interesaba qué pensaría ella de mí. El olor a fruta y flores secas se disipaba por todo el sitio y encogiendo levemente las piernas quedé pensativo mientras Yuna me cuestionaba, era lista. —Que seamos inmortales no quiere decir que podamos gozar de estos placeres, claro, no se compara al de la caza, en mi caso al de una buena copa de vino frío pero tengo que admitir que tu compañía es una excelente compañera, la noche se vuelve interesante cuando la compañía lo es ¿lo sabías? - susurré cerca de su oído y me separé para verle a los ojos, con simpleza sonreí.

Observando su temple serio y cambiado de forma miré sus hábiles manos que jugaban con aquella esponja restregándose en mis hombros y mi pecho, como si supieran qué hacer, como si antes ya lo habían hecho, recogí un poco de espuma de los alrededores y apoyé con más firmeza mi espalda tirando levemente la cabeza hacia atrás cerrando los ojos de inmediato para dejar que sus palabras contaran la historia que quería que supiese, sonreí porque iba a recrearme la escena para mí y entonces pasó, mencionó palabras claves que se incrustaron en mis oídos y todo comenzó a dibujarse, la fiesta, mi invitación entregada a Yuna, las joyas que llevaba puestas como obsequio, las pelirrojas, la cazadora y lo peor una de su edad. Cada vez había menos piedad en los corazones tiernos es por eso que después terminaban siendo unas bestias sin poder domarse. —¿Una cazadora, huh?- abrí los ojos y tomé su mano. Sin esperar que continuara tanteé la superficie de aquella estructura de cinco dedos y lamí pesquisando más que su solo relato, —plata- susurré para mí mismo a sabiendas que ella escucharía mi descubrimiento —¿Dejaste que te dañara?- solté su mano al agua y negué —¿Qué sucedió exactamente?- alcé la ceja prestando toda la atención posible, esperaba contase los detalles con precisión pues de una manera bizarra estaba plácido de que ella se encontrara con esa cazadora para ver en qué debía de reforzar y qué debía enseñarle, desde luego estaba aquí conmigo había sido habilidosa y tenía que reconocerlo.

por Yuna Rutledge* Vie Mayo 02, 2014 11:50 am

Entre las aguas calientes y calmadas de la bañera, era fácil omitir las penas. Yuna, que se había vuelto una joven recatada y seria, en contraste con la pequeña marimacho que fue en su infancia, estaba desprovista de cualquier máscara que pudiera hacerla mentir en aquella conversación. Deiran apenas conocía su lado salvaje en las noches de cacería, cuando disfrutaba arrancarles lenta y dolorosamente la vida a niños hermosos. Deiran apenas conocía su lado apasionado, como cuando la encontró por primera vez a los pies de Notre Dame. Pero, ¿acaso Deiran podría conocerla más de lo que ella se conocía a sí misma? Podía leer su mente, sus facciones, su modo de actuar. Quería su opinión respecto a esa noche porque ni ella misma entendía lo que había sucedido. "¿Por qué no la maté?", era una pregunta constante. Él ya debía haberla oído.

— Desde que te conocí di por hecho que el único verdadero placer de un vampiro era la muerte. —Le confesó con la suavidad y porte pensativo de un filósofo. Para ser tan joven, Yuna solía reflexionar demasiado en sus tiempos libres.— No podemos morir. Al menos, no tan fácilmente como los humanos. ¿Entonces por qué no tomar sus vidas? Si te soy honesta, no cazo para sobrevivir. Sobrevivo para poder cazar. La sangre siempre me ha parecido fascinante...

El énfasis que le dio al tiempo de su fascinación no fue del todo consciente. ¿Por qué recordaría que a los 13 años vio morir a su tía, desangrada en un granero, y no hizo nada al respecto? Probablemente aquel recuerdo sangriento se encontraba incrustado en lo más profundo de su mente, ahí donde las atrocidades estaban a salvo del mundo real. Sus ojos no mostraban el miedo que debía sentir una persona normal a la muerte. Había... curiosidad. La servidumbre, los vecinos, la gente que hoy en día la iba conociendo; ninguno de ellos podía saber lo que había bajo la fachada de niña bueno. Nadie, salvo Deiran. Esto y las palabras del mismo vampiro le hicieron reconsiderar la vida. Un respiro más que no necesitaba. Un corazón de piedra. Tal vez la compañía fuera exactamente lo que la motivaba a seguir andando. Por ejemplo... aquel encuentro furtivo con la cazadora.

— Debí suponer que era plata. —Asintió al descubrimiento de su "hermano", mirando con afecto y falta de excitación la forma en como éste le lamía.— No estoy segura de por qué lo hice, Deiran. —Confesó con cierto pesar.— O mejor dicho, no sé por qué no lo hice. No la maté cuando pude hacerlo. —Se tomó una pausa considerable para recordar cada pequeño detalle. El intercambio de palabras que la hizo divertir y perder la paciencia. La mirada de cautela y desafío que nunca se apartaba de su lado. Una sonrisa sarcástica. Y entonces la daga.— La llevé fuera del Palacio, a los jardines del piso inferior. Casi no había luz. Pude haberle cortado la respiración y dejarla ahí, sola. Pero ella me convenció de que no lo hiciera. —De un momento a otro, la expresión relajada de Yuna se cargó de frustración. Sus manos se volvieron puños y, por poco que fuera, sus mejillas se tiñeron de rosa.— ¿Cómo pudo hacerlo? Yo la mordí, ¿sabes? Pude desangrarla con tanta facilidad... y no lo hice. Ella aprovechó para clavarme esa maldita daga. Pero dolían más sus palabras que el mismo puñal. —Los cristalinos ojos verdosos de la joven vampiresa se posaron en Deiran, en su único compañero. Suplicaban.— ¿Por qué?

por **Deiran Chassier** Dom Mayo 04, 2014 4:41 pm

Sus palabras eran tan calladas y distantes. Podía saberlo, yo había estado en sus zapatos por muchos cuatro siglos donde el placer caía simple y sencillamente en devorar a las víctimas y gozarme de su dolor pero con el tiempo sería ella quien por sí sola aprendería que no todo gira alrededor de ese efímero placer que por un momento guarda el sentido a la vida. Sin entender por qué esos recuerdos se venían a mi cabeza fruncí el ceño relajado por el contacto de la espuma con mis músculos y la serena compañía de Yuna enfrente de mí —Aférrate lo más que puedas a ese placer o sino querrás ver el sol que calentó tu piel algún día- concluí rápidamente —Hace no mucho te has convertido en una esclava del tiempo por eso tus deseos de ese líquido son tu prioridad… Sentiría cierto desagrado o impresión si no fuese así, es parte de nuestra vida. ¿Sabes? Tenemos un ciclo de crecimiento por ahora tu fijación con esta es de lo más normal y me agrada que no te asustes, no temas ser el demonio que escondías de humana… Todos esos años, prejuicios quedaron en el pasado. Hemos muerto para nacer. Sería aburrido ser lo que antes fuimos una y otra vez- concluí masajeándole la espalda con cuidado y sumo recelo.

Los últimos frotes con la esponja llevaban consigo las últimas palabras de la vampiresa a mis oídos, pude saborear toda la historia al pie de la letra pese a su emotivo final. Fruncí el ceño sin querer moverme de aquella posición simplemente estaba absorto en silencio imaginado mil y un cosa sin decirle a ella qué pasaba por mi mente. El agua sinceramente era buena consolando sentimientos aunque en la cabeza de ella no existía más que discordancias. —Te estás ahogando sola en un vaso, Yuna. Tranquila.- susurré lo más calmado aún en aquella posición sin mover ni un solo dedo —Tuviste compasión, eso fue lo que sucedió- concluí abriendo los ojos utilizando mis manos como cuencos para enjuagar el cabello de la vampiresa que parecían mechas de oro y grana, revitalizado. —Tu misma contestas tus frustraciones, tuviste la oportunidad de tomar su vida, desgarrarle la piel y hacerle ver el infierno, mas decidiste no hacerlo y dejaste que la plata tocara tu piel.- tallando por última vez sus hombros poniendo en su cuerpo un poco de crema y miel. —De ahora en adelante las lecciones para ti se escriben solas, sabes lo que tienes que hacer y eso me reconforta. Pero no quiero cometas imprudencias, menos en estos tiempos dorados donde no somos más los que éramos antes, mantener el perfil bajo es una prioridad hasta que se tranquilice París que aúlla por la sangre de inmortales. Todos somos enemigos, hasta nosotros mismos, no lo olvides - abriendo el grifo de la tina sacando agua limpia y tirándola en mí mismo cuerpo.

—Esa cazadora representará problemas?- hice mi última intervención sobre el tema esperando su respuesta —Porque puedo hacer cargo así como también tú podrías hacerlo- sonreí maquiavélicamente sin notar el peso de mis palabras enjuagando una vez más nuestros cuerpos dejándolos libres de jabón. Quedándose seca la bañera me levanté saliendo de ella quedando nuevamente mi parte trasera a la vista de mi pequeña ‘’hermana’’ sin tener ninguna pizca de vergüenza agarré una de las toallas enrollándola en mis caderas girándome de nuevo para tomar la otra y caminar hasta donde ella, la cual coloqué con sumo cuidado en el cuerpo de la vampiresa viéndole a los ojos. —Piénsalo, piensa en lo que te dije de esa cazadora y no dejes cabos sueltos que después se hagan un enorme agujero- besé su frente ayudando a sacar su cuerpo de la bañera y en un impulso abracé su delgadez —Gracias por esta noche- besé su cabellera húmeda —Tendremos que pasar más tiempo, la rutina se vuelve cada vez peor. Por cierto, iré de caza por si te animas- separé mi cuerpo del de ella caminando hasta la puerta de salida a su cuarto esperando a que pasase por aquella a lo que me despedí con una media sonrisa dibujada saliendo de su habitación con la imagen de la cazadora en mente una que, si llegaba a encontrarme le haría sentir cómo la plata quemaba nuestra piel dejando horribles cicatrices, algo simbólico solo para rememorar. Saboreándome los labios me dibujaba una presa con su rostro tanteada en la noche, desgraciando la vida que iba a robar.

por Yuna Rutledge* Jue Jul 10, 2014 12:16 pm

Siempre había dicho que las palabras de Deiran cargaba una sabiduría especial de la que él, a veces, no parecía ser consciente. Las escuchaba y asentía con la cabeza, con aquellos finos y quebradizos cabellos castaños escurriéndose por su piel, procesando el mensaje que su compañero quería transmitirle con eso. Nunca se había detenido a reflexionar lo que había ganado una vez que se hubiese transformado, ni siquiera durante los dos años que vagó sola por París. Nunca se cuestionó qué cambió en su ser, a parte de la obvia necesidad de sangre. ¿Se había liberado en ella la clase de monstruo que se pega a las paredes de noche y esparce pesadillas por el simple placer de hacerlo? ¿Bebía sangre por necesidad o por gusto? ¿Asesinaba por justicia o sadismo? Su rostro, que parecía blanco como el papel con un par de gemas verdes en el sitio de los ojos, no se inmutó. Parecía absorta en sus pensamientos, pero como ocurría desde que le conoció, esto no afectaba en absoluto el lazo que tenía con Deiran al conversar.

Él debía leer su mente mientras hablaba, y en cierto modo, esto proporcionaba al relato mucho más detalle, mucho más realismo.

— Ahora mismo no puedo decir que estás en lo correcto, aunque sé que lo estás. —Le soltó la vampiresa con voz espectral.— Soy demasiado joven incluso si no hubiese sido convertida. Hay muchas cosas que quiero aprender aún y no dar por hecho nada. Especialmente cuando tiene que ver con otras personas... —Murmuró lo último con una seriedad aplastante, hundiéndose unos centímetros en el agua de la bañera, que aún conservaba cierto calor. Cerró los ojos mientras escuchaba las siguientes palabras del comerciante, sintiendo el detalle del agua sobre su cabello y la agradable presión sobre los hombros; el aroma del baño, el calor, el vapor y las caricias eran como la clase de paraíso que ella recibiría en caso de merecerlo. Entonces comprendió que los vampiros, criaturas que ella consideraba destinadas al infierno, podían disfrutar tantos años y siglos de paraíso terrenal, que quizás ya no temieran a la muerte. Sin duda, la vida de los vampiros y sus viajes por el mundo eran quizás los temas más intrigantes que pudieran existir jamás, lo que la hizo pensar...

No, ciertamente no debía abrirse ante tal posibilidad. De hecho, cerró y desechó la idea al instante. La repentina intensidad de su mirada cristalina se relajó y se volvió perezosa. Deiran no tenía por qué escuchar sus recelos internos, ni siquiera cuando él mismo había mencionado la parte de una guerra campal. Fingiendo que apenas se sentía curiosa de esto último, le miró por encima del hombro.

— Así que piensas que la sangre de vampiro se derramará sobre París... —Concluyó en voz baja. Su angustia inicial por la cazadora pasó a segundo plano, aunque seguía perforando aquella zona donde debía latir su corazón. Sus palabras eran una completa alteración de las de Deiran, pero algo la motivó a ser más directa. Ya había notado un recelo en su compañero que la hacía levantar la mirada de los libros cada vez que él se movía, pero ahora estaba convencida de que se debía a algo especial. Lúgubre y peligroso, pero especial.— Tan sólo... cuéntame todo lo que puedas contarme, sabes que no me gusta ignorar cosas importantes. —Le pidió despreocupadamente, aunque había algo en su mirada que dejaba en claro que no le perdonaría ninguna omisión. Entonces le sintió apartarse, y supo que el baño había acabado. Pero no fue eso lo que la detuvo hasta parecer una estatua salpicada de agua perfumada. Fue una imagen... una nueva posibilidad. Lucielle muerta en cualquier esquina, con sus ojos azules faltos de brillo, con esa boca mezquina tiesa como cualquier trozo de yeso. Yuna no supo que fruncía el ceño ni que sus uñas habían sacado un par de gotas de sangre de sus manos. Sólo pudo atinar a decir:— Yo me haré cargo. Esto no se saldrá de control así que no debes preocuparte. —Salió con cierta elegancia de la bañera y observó sin escandalizarse como Deiran se secaba.— En todo caso... ya veré qué hacer. —Susurró, deseando cerrar el tema.

Y quizás se habría vuelto de nuevo un cúmulo de frío hielo "humano" de no ser por la cercanía que el vampiro impuso de nuevo. Si bien, no la tomó por sorpresa, le hizo pensar a la chica que había creado un lazo extraño y duradero con ese hombre. Era un poco aterrador, pero no deseaba detenerlo. Levantó la mirada al recibir tan tierno beso y luego cerró los ojos al sentir que la rodeaba, permitiéndose pasar los escuálidos brazos de porcelana alrededor del torso masculino. El roce de piel de aquellos asesinos era, en cierto modo, inocente.

— Si necesitas algo como esto otro día, sabes que estoy disponible. —Le susurró al oído sin ningún tipo de connotación sexual. Y una de las pocas sonrisas sinceras que la vampiresa otorgaba nació en sus labios con una pincelada de desafío.— Ve a vestirte y no te vayas sin mi. Te prometo encontrar algo más que niños pequeños si tu te olvidas de los cuellos vírgenes.

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