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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Danna Dianceht Vie Dic 20, 2013 7:44 pm


Ten en cuenta que los grandes logros requieren grandes riesgos.
Dalai Lama

Hacia una semana de el encuentro de ambas, de la pequeña bruja que había escapado de unos inquisidores junto con su fallecida madre, que no pudo luchar al final contra la gravedad de sus heridas, y de la licántropa, que se las encontró a tiempo de salvar por lo menos una de las dos vidas aquella oscura mañana.

La pequeña que se la encontró dormida, tardó un día entero en volver a ser consciente de todo lo que le rodeaba, murmurando lo primero alertada y con sumo miedo “¡Nos siguen! No siguen! ¡Corre!”. Danna extrañada y preocupada al verla tan alterada consiguió calmarla hasta que pudo contarle las vivencias de los últimos días, en los que le contó que habían encarcelado a ella y a su madre en distintas celdas, en un lugar oscuro, que daba mucho miedo. La inquisición dijo ella, llamándolo así por ser como lo había descrito su madre. Enseguida Danna se alertó y cayendo en la cuenta de que debían de estar buscando a quien parecía ser una pequeña bruja o por lo menos, la hija de una bruja, y que si se quedaba con la pequeña en su casa, corría serio peligro su familia, se despidió de ellos tras un día hablarlo y huyó lejos de sus raíces, hacia Paris. No podía dejar que aquella niña terminara en aquellas manos de quienes la destruirían sin miramientos. La llevaría a París y allí pensaría que hacer, una vez a salvo ambas.

Aquel era su destino inicial y si no se hubiese torcido nada de aquel plan hubiera sido así, pero como todo siempre tiene algún fallo, y la inquisición tardó poco en localizarlas. Encontrándolas a poco de llegar a París, cruzando el ultimo terreno de bosques vírgenes que les separaba de la ciudad.

¡Corre vamos!— Alentaba a la niña para que se apresurara, tomándola en brazos finalmente al observar con la lentitud que daban esquinazo a sus perseguidores, los que les pisaban los talones.

Tras dos días huyendo sin cesar de los inquisidores, sin descansar, dejó a la niña en un agujero de un tronco de un árbol hueco, escondiéndola. — Pase lo que pase prométeme que no vendrás a mi ayuda, que te quedaras aquí y que cuando pase un día y no haya nadie por aquí, seguirás sin desviarte del camino hasta llegar a Paris.— La miró profundamente esperando el asentimiento de la pequeña, la que asintió no muy convencida, con miedo visible en su mirada. — Nada te pasara. Vendré a por ti y si no llego a tiempo, busca la corte de los milagros, allí te ayudaran. —Besó la pequeña frente ajena antes de dejarla en aquel lugar escondida y disimulada entre el paisaje, alejándose, haciendo lo que le había dicho no hiciera. Desviarse del camino en un intento de despistar a los inquisidores.

Y como abeja a la miel, la siguieron sin darse cuenta de que escapaba una de sus presas. Centrados en Danna, se les hacia irresistible no ir tras ella, dejando en un segundo puesto la hija pequeña de aquella bruja. Su corazón en su pecho latía acelerado, la adrenalina corría en su sangre, haciéndola más veloz, todo y que esos días sin descanso y agotamiento la iban ralentizando, hasta que tuvo a una parte de los inquisidores demasiado cerca de ella. No sabía donde se dirigía, su mente solo se llenaba de la necesidad de huir de aquellas garras que querían atraparla y dañarla, como hicieron con la fallecida bruja. Finalmente su ritmo fue haciéndose irregular, cayéndose alguna vez contra el suelo, hiriéndose gravemente el tobillo en una de esas caídas. No obstante la urgencia de correr permanecía en ella. Los inquisidores la cercaban.

¡Levántate! ¡Levántate! Se ordenó a si misma volviendo a la carrera, intentando no pensar en aquel tobillo que arrastraba, muriendo de dolor a cada paso que daba con él. Se oían las risas de los inquisidores por doquier en cuanto el camino que había tomado se encontró terminado abruptamente en forma de precipicio, donde justo abajo un caudaloso rio de aguas oscuras fluía. Ellos debían de saberlo ya que se oían regodeantes y celebrando ya anticipadamente una buena captura y caza. Parándose justo al final del  terreno, se quedó mirando la caída y aquel rio y negada a que pusieran un dedo encima de ella, representando quizás ese momento su única salvación de poder escapar de ellos, saltó al vacío.

El choque de su cuerpo contra la fría agua, la hizo padecer de un intenso dolor, al no encontrarse preparada para una caída tan peligrosa como aquella. Le faltó el aire e intentando tomar aire, solo consiguió llenarse los pulmones de agua, y ahogarse siendo arrastrada por la fuerza descomunal de la naturaleza. Ya no oía a los inquisidores, ni sus presencias, solo la desesperación de no poder salir del agua al ser su cuerpo tomado por la fuerte corriente, cayendo irremediablemente en el baile salvaje del caudaloso rio. No supo cuantas vueltas hizo dentro del agua, ni cuantas veces se agarró a las piedras que encontraba, en las que débilmente no llegaba ni a durar tres segundos para recomponerse antes de volver a ser engullida por aquella fuerza. Y así finalmente terminó inconsciente siendo arrastrada rio abajo.

No supo cuanto tiempo estuvo bajo el agua y tampoco cuándo ni cómo llegó a salir de allí, pero de pronto sintió su cuerpo bajo el duro suelo de la orilla. Rápidamente tosió sacándose el agua de sus pulmones y respirando entrecortadamente se quedó unos segundos allí tumbada de cara al suelo, hasta que s fijó en un olor ajeno a ella, similar por eso al propio. Frunciendo el ceño, terminando de toser alzó la mirada, encontrándose con unos pies a su lado. Subió la mirada temerosa hasta que llegó a los ojos oscuros del joven que estaba allí observándola. Un inquisidor, alertaron sus sentidos solo verle. Intentó levantarse, sin éxito gracias al dolor del tobillo y pesadez que sentía en su cuerpo tras ser arrastrada por la fuerza ciega del rio.

Eres…c-como yo. —Dijo con voz ronca, ya que tenía la garganta al rojo vivo tras el ahogamiento. — No lo hagas. Yo solo la protegí del mal… —Añadió viendo como él se agachaba hasta ella, reprimiendo el gruñido que salía de su garganta. Esos ojos la observaban demasiados fijos, reparando en cada detalle y curva de su cuerpo, que poco dejaba a la imaginación contra aquel vestido ahora pegado a su piel al encontrarse mojado. — No. No os diré donde se encuentra, no la traicionaré. —Contestó firme al licántropo, encontrándose sin esperarlo con un golpe que la hizo doblarse de dolor, volviendo a la inconsciencia tras poco tiempo y un nuevo golpe de aquella fuerte mano.


[…]


Hacía frío mucho frio. Aún desde la inmunidad de la inconsciencia era consciente de aquellos pequeños detalles, los que hacían que su piel se erizara de frio, y temblara todo su cuerpo. ¿Dónde estoy? Pensó mucho antes de empezar a entreabrir los parpados. Se oían voces lejanas, o quizás estaban cerca? No lo sabía, su mente daba vueltas sin cesar. Sin conseguir concentrarse más que en una milésima de segundos en que oyó los agónicos alaridos de alguien en algún lugar adyacente a ella, lentamente empezó a abrir los ojos, presa del pánico y miedo tras oír aquellos gritos, que mas que una alegría, eran simplemente la bienvenida a un mundo lleno de maldad y dolor. Un aviso de que nada bueno le deparaba. Con gran esfuerzo por mantenerse despierta recorrió el oscuro lugar con la mirada. Se encontraba entre barrotes, sin escapatoria visible a primera vista. ¿Dónde estoy? Volvió a repetirse en su mente, moviendo inconscientemente sus manos, soltando un gemido de dolor al sentir como unas frías esposas apretaban más contra su piel, hasta hacerle doler. Se encontraba sujetada por unas esposas a unas cadenas en alto, las que impedían que pudiera sentarse al suelo o relajar su cuerpo de aquel firme agarre.

De nuevo unos alaridos se oyeron estos más cerca de su celda. Aterrada por permanecer allí, se removió, solo logrando jadear del intenso dolor de las esposas en cuanto se le clavaron en su fina fiel. La mirada se le enturbió de lágrimas de dolor que intentó reprimir sin mucho éxito. Quedándose quieta intentó desemperezar su mente e ignorando el agudo dolor que aún latía en su cabeza empezó a pensar en que podía haber pasado, viniéndole los recuerdos tras un pequeño lapso de tiempo. Había sido capturada por la inquisición. Y así de golpe le vinieron los recuerdos. La pequeña niña y su fallecida madre, la persecución, el escondite, el miedo…la caída al vacío y el golpe que se la llevó de nuevo a la inconsciencia. Al recordar se removió, cayendo en la cuenta que tenía los pies libres, solo la habían atado de manos. Poco podía hacer con sus pies por eso.

¿Hay alguien? ¿Hola? — Preguntó rompiendo el silencio observando las celdas contiguas a la suya que por lo que parecía estaban vacías. — Alguien puede decirme dónde estamos? —Siguió intentándolo ya que olía sangre reciente justo proveniente de una de las celdas cerca de ella. Lo que tardó en asimilar era que aquella sangre pertenecía a alguien que ya no se encontraba entre los vivos, al entrever finalmente entre las sombras un bulto tirado en el suelo, tres celdas más lejos de ella. Un muerto. Temblando de pánico, sin saber que sucedería con ella, rezó por la esperanza de que la pequeña niña consiguiera escapar finalmente y se encontrara en algún lugar seguro y no en aquel mugroso lugar, en el que solo los gritos y la sangre eran derrochados. Y ahí se quedó esperando por el destino, sin saber esta vez si podría salirse de esta.


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Mensaje por Astor Gray Jue Dic 26, 2013 12:21 am

Para mi vida hambrienta, ¡Eres la presa única, eres la presa eterna!
Delmira Agustini

La misión era sencilla o al menos lo habían pensado ya que solo debían capturar a una poderosa bruja que al parecer estaba ya enseñando a su pequeña hija aquellas oscuras artes para usarlas en contra de la Iglesia y de la inquisición y si bien Astor estaba desinteresado en saber que pasaba debía cumplir con su deber.

Aquella persecución de hecho estaba durando mucho más de lo que él hubiese esperado desde un inicio, pues aquella mujer era inteligente y sabía bastante de magia, sin embargo en un pequeño encuentro que había tenido con el inquisidor había resultado gravemente herida al igual que Astor, lo único bueno de todo aquello era que las heridas del hombre sanarían sin necesidad de esperar mucho tiempo mientras que ella necesitaría descanso y quien le curase; aquel encuentro se resumía en solo un posible desenlace, la muerte de ambas brujas.
Si continuaba moriría desangrada, si se detenían las encontrarían así que todo había terminado.

Continuaron cerca de dos días hasta que encontraron el cadáver de la bruja, pero para su desgracia la niña no se encontraba cerca de la madre y al preguntar por los pueblos cercanos se enteraron de que una mujer joven se había llevado a la niña por lo que ahora la caza volvía a tratarse de una mujer y una niña. Sin perder tiempo el grupo de inquisidores siguió la dirección que la gente le indicaba, yendo de un lado a otro esperando finalmente toparse con la desdichada infante que sufriría el mismo destino de la madre o quizás un poco peor si es que decidían que debían torturarle para limpiar su alma de los pecados cometidos antes de asesinarla y hacerla llegar al cielo. Para el licántropo siempre aquella forma le parecía una estupidez, pero eso era lo que se esperaba que hicieran y como le era permitido asesinar y sobre todo estar a salvo le daba igual.

Más adelante, cerca de un pueblo fue que les encontraron. Una mujer joven y la pequeña que comenzaban a adentrarse en el bosque, como si aquel lugar fuera a salvarles de la inminente desgracia que estaba cerca de ellas. El grupo de inquisidores les seguía con desesperación pero en cierto momento de aquella aburrida persecución, Astor se dio cuenta del olor a licántropo de la joven y siguiendo aquel olor se fue por otro camino, esperando que ese le guiara por una con menos dificultades que todos aquellos arboles que se veían obligados a esquivar con tal de darles alcance.

El camino por el cual le guío el olor resulto ser peor al anterior y con furia no pudo más que maldecir, estaba demasiado lejos, bajo una caída de agua y al levantar la mirada fue posible para él ver a la loba que finalmente era acorralada por aquel grupo de inquisidores y agradeció que al menos podría regresar a su hogar y dejar toda aquella perdida de tiempo, detrás y justo cuando iba a girarse para regresa por el camino que antes le llevo hasta aquel sitio fue capaz de observar como ella saltaba y su cuerpo era recibido por las aguas.
Será idiota… – sin pensarlo más siguió la figura que luchaba por salir de las aguas y se lanzo a río que arrastraba a aquella mujer.  No tardo mucho en llegar hasta ella, pero para el momento en que lo hizo, la joven ya se encontraba inconsciente lo cual le facilitaba las cosas.
Espero un poco a que las aguas se calmaran y entonces la llevo hasta la orilla donde le dejo solo para observar de un sitio a otro si es que alguien se acercaba hasta ellos, pero el grupo estaba demasiado lejos aún.

Permaneció inmóvil, con agua escurriendo de su cuerpo, esperando que llegara alguien hasta que la tos detrás de si le hizo girar para ver a la mujer que comenzaba a despertar y se acerco hasta ella. Ella era bella, de eso no cabía duda alguna y la forma de su cuerpo era sencillamente espectacular. Lo primero que dijo le provoco una gracia tremenda.
¿Protegerla del mal? ¿Saltando a las aguas para ahogarte? Que gran protección loba, pero para la próxima vez que intentes hacerte la heroína asegura que aquellos a quienes retes no sean la inquisición… lastima que no habrá una siguiente vez, a mi me hubiese encantado seguirte – nuevamente recorrió aquel cuerpo con la mirada, percatandose del desperdicio que sería que le matan sin él haberla “probado” antes – Y tranquila, no nos digas donde esta… finalmente la encontraremos – dijo burlón antes de que dijera algo más y con los pasos de sus compañeros acercandose a su ubicación la golpeo para dejarle nuevamente inconsciente.

Parece momento de irnos – dijo a los demás, que miraban sus ropas aún mojadas – traigan a la loba y otro grupo que se quede y busque a la chiquilla… debe estar en algún sitio por los que ella pasa – y señalo a la licántropo solo para después emprender el camino para entregar aquella presa.

[…]

Todo había estado bien, la loba había permanecido inconsciente gracias a algunas pociones que cargaban miembros del grupo así que no existió problema alguno para llevarla a las celdas que la inquisición tenía preparadas y de hecho, le habían pedido a Astor que le vigilara y que sacara información  de ella por cualquier medio y una parte de él, lamento tener que maltratar aquel hermoso cuerpo pero no había nada más que pudieran hacer.

Continuamente había estado visitando aquel lugar donde la mantenían, pero al parecer lo que le habían dado era realmente poderoso pues en ningún momento mostró señales de despertar y eso solo provoco que Astor terminara por enfadarse de eso dejándola sola más tiempo quizás del debido, pero tenía otras cosas que hacer más importantes que cuidar que aquella mujer se despertara después de todo regresaría horas después; se alejo entonces incluso de aquellos lugares pensando no volver hasta varias horas después.

Durante la ausencia del licántropo fue que la mujer volvió a la consciencia en aquel sitio tan decadente y rodeado de muerte y destrucción. Para Astor no era precisamente agradable trabajar para la gente que servia a lo que llamaban Dios, más bien él lo hacía por gusto, como una manera de dejar escapar sus frustraciones y molestias de todos esos años teniendo que servir a los inútiles que se creían que ellos no eran más que monstruos que debían ser destruidos. Pensando en esas cosas se fue a una taberna a beber algunos tragos solo para después de que aquel ambiente le hubiese hartado regresar a vigilar a su pequeña cautiva.

Apenas abrió la puerta que llevaba a las celdas se dio cuenta de que estaba despierta ya, pues existía movimientos provenientes de aquel lugar y dado que la única compañía que ella tenía eran cadáveres solo podía ser indicio de que estaba activa ya.
Astor camino lento, pensando en que era lo que debía hacer o que información sacarle primero.
Nada es más excitante que ver una mujer esposada – río al verla en aquella celda – de verdad que no me canso de esta clase de cosas nunca – abrió la reja y entro dentro de aquel lugar – ¿Cómo esta mi querida presa? Has descansado bastante así que espero que bien porque de no ser así comenzare a sentirme mal por ti – mintió, acercandose cada vez más a esa mujer.

Una vez que estuvo realmente cerca de ella, le acaricio los labios con delicadeza.
Ahora… estas aquí porque necesitamos saber algunas cosas y esta preciosa boca va a decirme todo lo que yo le pida – una sonrisa se dibujo en su rostro antes de que su mano fuera al mentón ajeno y le apretara – ¿entendiste? – no espero respuesta alguna, pues soltó con brusquedad aquel rostro – ahora dime… ¿Cuántos sobrenaturales conoces? y ¿Dónde podemos encontrarlos? – le miro fijamente y su voz se había tornado más dura y sería, esperaba que aquella mujer respondiera sus preguntas pues no quería dejarla inconsciente nuevamente, no considerando que debía entregar el reporte de lo que ella respondiera.


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Mensaje por Danna Dianceht Jue Dic 26, 2013 6:12 pm


El miedo es un sufrimiento que produce la espera de un mal.
Aristóteles

La respuesta a sus preguntas, le fueron devueltas con un sombrío y frío silencio. No parecía tampoco que aquel lugar alguna vez fuera lleno de la alegría o de las conversaciones ajenas de la gente que pereció entre esas cuatro paredes, solo era el lugar en el que los inquisidores llevaban a cabo sus torturas y maquinaciones. Y como evidenciaban los cadáveres de lado a lado de su celda, también allí se asesinaba a todo sobrenatural  culpable de cualquier delito, sin opción a que vieran el amanecer de nuevo. Una lagrima surcó su mejilla, cayendo al frío suelo que tocaban sus pies, al pensar en no salir de allí en vida. En su interior desde que había visto aquel inquisidor, había sabido que no sobreviviría a aquel encuentro y ahora que se encontraba en una celda, en un lugar cuyo olor era el de la muerte, mucho menos.

Desesperada por salir de allí antes de que perdiera toda esperanza, y algún inquisidor fuera hacia ella y torturarla por el simple placer de hacerlo, se removió nuevamente, gimiendo de dolor cuando las esposas hicieron más presión contra sus muñecas. Alzando la mirada observó aquellos instrumentos con que la sujetaban, dándose cuenta de que estaban hechas con plata, por lo consiguiente para los licántropos como ella, la plata era venenosa, un letal veneno que tras mucho tiempo en contacto con ella, la plata se adentraba en sus cuerpos, haciéndolos padecer una muerte lenta y dolorosa, en la que la agonía era extrema y tortuosa. Al ser consciente de las esposas preparadas para torturar a los licántropos como ella, tembló de miedo e impotencia. Ahora no podía mover sus muñecas,  ya que como mas se moviera más rápidamente la plata haría efecto en ella y no deseaba descubrir cómo era morir de aquella cruel manera.

Respirando profundamente cesó en todo intento de escapar, pensando en que otras vías tenia de escape, cuando desde unos metros lejos, lo olió. Era él. El inquisidor licántropo que la había recogido del agua y encarcelado en ese lugar, entregándola a la inquisición. Consciente de su lento avance hacia ella, logrando que su cuerpo temblara, se mantuvo en silencio esperando por él, hasta que le tuvo delante de su celda y le miró fijamente con dolor.

Al oír su risa se envaró y le gruñó. Había oído decir que los inquisidores eran el mal personificado. Traidores de condición que se deleitaban y vivían solo por el placer de provocar el dolor en otras personas. Nunca había creído aquello, en su inocente mente les tenia pena, pensando que muchos de ellos eran obligados a servir a la Iglesia, pero el comentario de labios de aquel inquisidor, le daba a conocer la maldad que en ellos se cernía. — Enfermo y cobarde… —Susurró tras sus hirientes y degradantes palabras. ¿Qué pensaba hacer con ella? Aquella pregunta no dejaba de acudir a su mente al mismo tiempo que finalmente entraba en su celda. — Nunca te sentirías mal por mí. Y tampoco soy tu presa, y menos tú querida, chucho traidor...  — Le espetó intentando nuevamente moverse y librarse de sus esposas, lo que provocó que tras un jadeo de dolor lo dejara y asumiera que irremediablemente aquel inquisidor se acercaría a ella. Con la mirada baja escuchó sus pasos con miedo, hasta tenerlo delante de ella. — ¿Qué queréis de mí? —Preguntó en un hilo débil de voz alzando la mirada, encontrándose con la oscuridad de los orbes ajenos.

Tomada por sorpresa, no esperó que el licántropo acariciara sus labios con delicadeza ni tampoco que fuera capaz de sonreírle, hasta que tras esos gestos descubrió su faceta real delante de ella, al tomarla del mentón fuertemente, hasta sonsacarle una queja de dolor de sus labios. — Vais a matarme, ¿porque debería deciros nada? Hable o no hable no veré el amanecer de nuevo. ¿Porqué molestarme? Tampoco es que habéis dado con la presa adecuada para eso, apenas conozco a sobrenaturales como nosotros y si los conociera, nunca en mi vida os diría nada, y menos como encontrarlos. — No iba a darse por vencida, ni iba a ceder. Si moría iba a hacerlo con la consciencia tranquila, de quien no traicionó a los suyos, ni de quien causó más muertes que la suya propia.

Miró fijamente al inquisidor, que ahora lucia serio y pensativo, como si se encontrara meditando como proceder con ella, porque a horas luz se veía el descontento de la respuesta que le habían dado sus labios. Pese a ser una licantropa y tener la temperatura más alta de lo normal, el aún mojado vestido, más el frío de aquellas celdas, hicieron temblar su cuerpo. Mordiéndose el labio, para que estos no temblaran agachó la mirada incapaz de mirar a los ojos a quien la miraba sin parpadear siquiera y medía cada movimiento de ella. — Antes de matarme…decidme. ¿Cómo podéis matar a inocentes y no sentiros culpable? Matar a infantes inocentes sin diferenciación de si son seres sobrenaturales o simples humanos… también a jóvenes indefensas. A familias enteras. — Cerró los ojos con dolor, sintiendo las muñecas arderle tras soportar unas horas en contacto con la plata. Ahora solo sería cuestión de horas o días, eso el joven ante ella debía de saberlo mejor que ella, para que la plata hiciera efecto en ella y la matara lentamente. — Vosotros sois el mal, quien encontráis el placer en el dolor ajeno en vuestras presas. —Añadió levantando la mirada hacia él, clavando sus verdes ojos en los ajenos, sentenciando quizás su vida a las manos de aquel licántropo al no colaborar con él de buenas a primeras. No obstante como había dicho, qué más daba… si la matarían de igual modo? Solo esperaba que sucumbiera a la muerte rápidamente, con la última imagen de sus padres, su familia en su cabeza con la esperanza de verlos en otra vida, si esta existía tras aquellos muros de muerte y desolación.


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Mensaje por Astor Gray Miér Ene 15, 2014 10:26 pm

El pecado ofende a Dios lo que perjudica al hombre.
Santo Tomás De Aquino


Enfermo quizás… cobarde… eso jamás – respondió a las primeras palabras que salían de aquellos hermoso labios. En situaciones como esa consideraba verdaderamente un desperdicio que mujeres tan bellas y a las que se les podía sacar bastante provecho terminaran muertas tan pronto. En un inicio que Astor había iniciado como inquisidor, no fue capaz de creer todo lo que se inventaba con tal de que los sobrenaturales hablaran y dijeran a los inquisidores lo que ellos esperaban oír.

Según le habían dicho, nadie, absolutamente nada era perdonado por sus pecados. Primero, para que confesaran sus crímenes y todo lo que se esperaba de ellos, tanto sobrenaturales como humanos que les ayudaban o sabían del paradero de alguno, eran torturados hasta revelar información útil para la iglesia; posteriormente se les llevaba a otras celdas para que expiaran sus pecados y nuevamente eran torturados, solo para después acabara asesinados ya que de esa manera se “ayudaba” a que esas almas que seguían un camino oscuro fueran capaces de encontrar nuevamente la luz.

Las siguientes palabras que salieron de los labios de la loba que tenían presa las ignoro porque no le interesaban. Para él, ella era su presa y nada más; además, ¿Qué derecho tenía ella a decir lo contrario? Se encontraba en una celda y a merced de él y de todo lo que se le ocurriera hacerle, así que las cosas eran sencillas, la licántropo era su presa y punto.
Tampoco deseo  contestar a la acusación de que era un traidor porque algunas ocasiones él mismo se consideraba de esa manera, pero claro, para todos era sencillo juzgar cuando no estaban en su lugar y bueno; la cosa es que si iba a ser obligado a llevar a cabo algo que se supone no debería de hacer al menos debía disfrutarlo. Esa era la manera en la que Astor pensaba siempre y por eso era que su crueldad y su manera de tomarse las cosas de la manera en la que lo hacía. Se inquisidor claro que tenía sus ventajas, muy por el contrario de lo que era ser alguien que se la pasaba huyendo o escondido de todo y todos.

¿Quién ha hablado de matarte? Yo no lo he dicho ¿o si? – Sus palabras eran una mentira, nunca hablaban claro de matar a los interrogados, aunque todos lo sabían pero igual era más divertido cuando en algún punto creían que serian liberados – De hecho, si me dices lo que deseo saber seguramente veas el amanecer más pronto de lo que esperas, así que anda… habla… – Astor dejo escapar un suspiro de frustración al escuchar lo que ella decía – ¿Por qué siempre hacen esto? Finalmente no interesa cuanto se nieguen o se resistan porque al final de todo, siempre terminan  hablando – una sonrisa apareció en su rostro, una que se volvía mas amplia a medida que su mente maquinaba la manera en la que le obligaría a hablar – o es acaso… ¿Prefieren decir las cosas entre gritos de dolor? – le miro fijamente unos segundos antes de buscar la manera de quedar a su nivel. El sufrimiento en aquel rostro era visible, pero él ya estaba acostumbrado a esa clase de sufrimientos, les había visto y sido su causante durante mucho tiempo como para que aquella mujer lograra afectarle.

Cuando ella agacho la mirada, Astor la mantuvo firme escuchando cada una de las palabras que eran pronunciadas por ella. No era particularmente algo nuevo lo que ella le decía así que tampoco es que fuera realmente complicado responder a las preguntas de alguien como ella.
Veras… cuando sabes que es necesario que hagas ciertas cosas para mantenerte con vida… y a los tuyos… no te niegas, solo lo aceptas y el tiempo se encarga de lo demás – saca un de uno de los costados de sus ropas un arma y la pone frente a ella para que la viera cuando levantara la mirada – cuando era joven y humano… no me gustaban las cacerías y tener que matar animales, pero cuando comencé a salir me acostumbre… – se acercó más a ella – pasa lo mismo con las personas y sean lo que sean – suspira – aunque hay cosas a las que uno no se acostumbra, pero son cosas sin sentido. Yo por ejemplo aún no me acostumbro a usar armas para las misiones – la mirada de ambos se topo entonces y el inquisidor se rió de aquellas palabras.

Nosotros también asesinamos humanos sin diferenciación y sabes bien a lo que me refiero… y si aún no has asesinado a alguna pobre persona, no falta mucho para que lo hagas, así que dime… ¿Dónde puedo encontrar más sobrenaturales? – su mirada se torno sombría – finalmente todos debemos morir tarde o temprano y respecto al placer que genera el dolor… te equivocas… – sin aguardar más y con un rápido movimiento el arma fue apuntada a una de las piernas de ella y Astor presiono el gatillo. Una bala de plata salió entonces del arma y fue a impactar por encima de la rodilla de la fémina mientras que la mirada del inquisidor seguía sobre ella y ninguna expresión ni de placer o de sufrimiento por sus actos apareció en él.


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Mensaje por Danna Dianceht Dom Ene 19, 2014 2:27 pm


El dolor es lo único que nos hace saber que aun estamos vivos.
A.Wildson


Cada palabra provenientes de los labios ajenos le hería en lo más profundo. Es que acaso aún hoy en día, después de tantas muertes sin ninguna razón mas que el exterminio de quienes no creen en un ser superior como Dios, se creían aquellas vanas esperanzas que los inquisidores les decían para hacerles hablar? No, ella no se creía ninguna de esas palabras, desde que el licántropo la atrapó supo que ya no habría mañana que sus ojos pudieran contemplar, más que cuando la decidiera enterrar en algún bosque de los alrededores. Aún así sus ojos fueron un momento a los lados de su celda, contemplando los rastros de sangre, el aroma a muerte, y hasta lo que parecía alguna alma ya sentenciada y muerta dejada de cualquier manera en su celda.

¡No me mientas! — Chilló negada a oír mas mentiras sobre salvarse de él. — Si te digo algo, solo terminaré mas rápido muerta. —Susurró intentando aparentar que aquello no iba con ella, para no sufrir más al miedo a morir que del que ya tenía. — Es este el significado tuyo de ver de nuevo el amanecer? No hablaré. De mi boca no saldrá nada... No tengo nada que decirte.— Dijo escupiendo las palabras con rabia. ¿Como podía creerla tan inocente de creer en su falsa liberación? Le miró fijamente sonriendo por unos instantes al verlo frustrado por su respuesta, pero en apenas una frase su mirada volvió a la cautela, al ver en los ojos ajenos un peligro inminente. Dolor... la iba a hacer hablar con dolor. Tragó saliva consciente que no soportaba estoicamente el dolor en grandes raciones  y que aquella fuerza que mostraba al encararse a él, solo era fruto de su terquedad y honor como su deseo de morir con la cabeza alta.

Esa es la cobarde y rastrera forma en que s veis obligados a sonsacar información, la tortura. No debería extrañarme...viniendo de vosotros. — susurró viéndole acercarse hasta ponerse a su mismo nivel, bajando la mirada temblorosa, dejando escapar un leve gemido de dolor por la plata que encarcelaba sus pequeñas muñecas. — Así que os visteis obligados a entrar en la inquisición? —Le miró unos instantes, cayendo en lo que parecía dolor en las palabras ajenas, pero tampoco sentía apenas un remordimiento. Aquel licántropo estaba allí por que vivía de aquello y no le disgustaba. — Nada os exculpa del daño que hacéis, cuando sabéis que obráis mal, que ese dios al que tus superiores adoran solo es una fantasía, una mera ilusión que terminara por matarnos a todos. — Su mirada esta vez viendo su cercanía, observó sus movimientos cayendo en el arma que le enseñaba dejándola frente a ella, alardeando como si fuera un trofeo de caza.

Viéndole el arma tembló, presentía que aquella mirada fría y metódica que antes u negativa le había mostrado, tenía que ver con aquel instrumento que llevaba en su mano. — ¿Que harás con eso?...No soy un animal que cazar.—Susurró mirándole fijamente con dolor esperando encontrar un titubeo, alguna señal de que no la dañaría, que no lo haría, porque aunque fuera una pequeña, demasiado pequeña esperanza, rezaba para que no le dañara, para que no jugara con ella a la muerte.

Temblando aguardó a que le enseñara sus cartas, negando todo el rato sus palabras. — Aún no lo he hecho... no he matado a nadie. —contestó negando. — No sé donde hay, siempre he estado rodeada de mortales. —dijo ella mirándole fijamente, cayéndole una lagrima de sus ojos viendo, intuyendo el momento en que la partiría de dolor al ver su sombría mirada. Y sin esperar aquel movimiento, esperando un golpe nuevamente de aquellos puños o cualquier otra cosa física, lo último que habría esperado era que el arma fuera empuñada contra ella. La bala salió del arma internándose en su carne, hiriéndola de gravedad a causa de la cercanía y fuerza con la que disparó contra ella. Dana doblándose del dolor, gritó, cerrando los ojos negada a ver aquellos ojos que la observaban inexpresiva, mientras su cuerpo temblaba del dolor. Tras los primeros segundos, el dolor de la herida pasó en segundo lugar al sentir la sorpresa de la plata del arma. Plata que le quemaba la carne, provocándole un intenso dolor que la mantenía corcoveada, con las manos en puños conteniendo en cierta forma aquel dolor que azotaba cruelmente su cuerpo.

Tomando aire como pudo, volvió a abrir los ojos tras unos minutos en que no fue consciente de nada más que no fuera de la herida y su tembloroso cuerpo. Con lágrimas en los ojos miró al licántropo y volvió a negar con la cabeza. — No conozco a nadie... no sé cómo encontrarlos... es la verdad...—Musitó con una voz rota, removiéndose en un acto reflejo de apartarse del arma que aún empuñaba y la que acercaba de nuevo a ella. — ¡No! por favor... os lo ruego... no me hagáis sufrir...No os acerquéis, No! —Sus labios temblaron de temor y al temer ver de nuevo en aquellos ojos la orden de disparar nuevamente contra su cuerpo, bajó la mirada, odiándose por lo que iba a hacer, cuando aquella arma tocó su piel en un aviso de que sucedería si no hablaba. — Sé de un gran número de...cambiaformas...viven como animales en el bosque que me encontraste. — Confesó al final con voz entrecortada, llena de dolor, mientras aquella pierna herida le ardía, sonsacando de su garganta jadeos de dolor. — Sacadme la p-plata, por favor...sacádmela!


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Mensaje por Astor Gray Vie Ene 31, 2014 11:06 pm

La vida es un instinto de desarrollo, de supervivencia, de acumulación de fuerzas, de poder.
Friedrich Nietzsche


Bueno, es probable que tengas razón en que te miento y en que terminaras más rápido muerta… ¿Quién sabe? – le miro con superioridad – Estas en mis manos y puedo hacer lo que quiera contigo loba, así que deberías ser buena y decirme lo que te pido. Puede que te deje libre o… que te asesine sin que debas sufrir mucho – no estaba realmente seguro de no querer hacerla sufrir, una mujer tan hermosa y un cuerpo tan bello… tenía un montón de planes para alguien así y bueno, nunca sabía lo que podía ocurrirsele además con el pasar de los minutos cerca de ella. Pero ella era terca y decidida a no hablar a no contarle nada sobre lo que le estaba interrogando y eso solo llevaría a que enfrentara un destino terrible de seguir así.

Suspiro ante su pregunta y solamente se encogió de hombros.
Ha pasado tanto tiempo desde eso que no se si fui obligado o la realidad es que me gustaba desquitar mi ira con quien pudiera – no le extrañaban para nada ninguna de las palabras de la mujer aquella, pero claro, todos mostraban una gran integridad y fortaleza al principio de todo aquello, pero entonces lenta y paulatinamente todo terminaba al ver el destino que tenían frente a si. Más de uno había dicho que sabia de lo que les aguardaba al hablar y finalmente, con la estúpida esperanza de que sobrevivirían después de toda la agonía, terminaban por decir tanto como los inquisidores pidieran solo para después morir. – Bueno la tortura no será la mejor forma pero es la más eficiente sin duda alguna – menciono de manera tranquila ante las palabras ajenas, que parecían más un reclamo que nada. Una risotada salió de sus labios ante las siguientes palabras de ella. – No seas ridícula todos saben que dios es una mera fantasía uno quiero que nadie me perdone del daño que hago. ¿No ves las calles? Todo mundo se daña, de una forma u otra y todos mueren así que… ¿Por qué no seguir el orden natural de las cosas? Los fuertes sobreviven… los débiles… – le acaricio entonces la mejilla – mueren.

El grito de dolor que salió de los labios femeninos le agrado demasiado, era el momento en el que las fuerzas comenzaban a desmoronarse, cuando por leves segundos pensaban en seguir resistiendo pero la mera idea de ser lastimados de nuevo les llevaba a hablar, a responder y traicionar aquello que más protegían. Observo el arma con desinterés mientras el cuerpo de ella seguía curveado y el grito había cesado, dejando el cuerpo de la licántropo tembloroso.
Vaya… de verdad que no puedo acostumbrarme a usar estas cosas, no me agrada que todo sea tan impersonal – suspiro – cuando uno entra en contacto más directo con la persona… es entonces cuando puedes sentir más satisfacción, es cuando tomas las cosas como tuyas… ¿me explico? – preguntaba a la mujer, que en breve debía darse cuenta de que la bala era de plata.

De nuevo una negativa a conocer a alguien y Astor le apunto con el arma a la cabeza para después apuntara a su brazo, deslizando el cañón del arma por el cuerpo de ella.
Pero si no voy a hacerte nada, no si aceptas cooperar con lo que te he pedido – espero unos segundos y cuando se disponía a disparar nuevamente fue que lo que tanto deseaba escuchar, salió de los labios de ella. Astor sonrío complacido y termino por guardar el arma mientras que levantaba el rostro de ella a su altura para que le mirara – Ves lo sencillo que ha sido cooperar y responder mis preguntas además no pensaba dispararte… quizás solo una vez más que ya te dije que me gusta que las cosas sean más personales – susurro mientras le soltaba la cara y tiraba un poco de las manos de ella, para que la plata de las cadenas le lastimara más – esto… es mucho más personal y respecto a la plata de tu pierna – le sonrió – no voy a sacarte nada hasta que me digas ¿Quienes son? y me des ubicaciones exactas de más sobrenaturales, todo aquel a quien conozcas.

Soltó las manos de la loba y su mano fue a la pierna herida, tocándole con cuidado ahí donde se notaba la sangre.
Un desperdició que la pierna de una mujer tan bella este herida y probablemente le lleve a la muerte… ¿no? – y dicho aquello su mano presiono de manera firme aquella pierna, con la clara intención de lastimarle, que le doliera al punto de que dijera algo más, a menos claro que deseara seguir jugando con todo lo que había en aquella celda.


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Mensaje por Danna Dianceht Dom Feb 02, 2014 6:29 am


Vivir no es otra cosa que una resistencia inútil. El hombre sabio sabe que va a morir, pero vive y se resiste a la muerte tanto como puede.

Alejandro Dolina

En sus manos, a su merced, se repitió en su mente mientras su cuerpo temblaba al ser testigo de aquella mirada, de como el inquisidor la observaba, midiendo su cuerpo, recreándose en él. Por lo menos la niña espero que esté bien, muy lejos de aquí... Aún en la miseria de la celda encontraba algo con que poder enfrentarse al licántropo, algo que le diera fuerzas a resistir hasta poder escapar. Porque no podía ni llegar a imaginarse a una inocente niña en su lugar sometida a cualquier inquisidor que la torturará esperando que hablaran o si no quemándola en la hoguera, como tenia oído que hacían con las brujas y en un tiempo no demasiado lejano hicieron con inocentes, bajo la sospecha de hacer brujería.

Con indignación escuchó cada palabra del inquisidor y gruño por lo bajo. Asesinar a personas sin ningún motivo más que el que divertimiento y el placer de ver sufrimiento, hacia que la piel de Danna se erizara. No había nada más maldito que los inquisidores, ni los vampiros se asemejaban a ellos y cuando le dijo que si le decía lo que le pedía la dejaría libre o la asesinaría sin sufrir mucho, gruñó sabiendo la gran mentira, la falsedad de sus palabras. — La tortura es una forma de doblegar, de terminar con la voluntad de vuestras presas... —Gruñó asqueada de su contacto cuando este le acarició la  mejilla. — Los débiles también deben vivir.  — Añadió antes de que la pistola fuera disparada sin previo aviso y su cuerpo temblara al tiempo que de sus labios salía un grito agónico al sentir la plata en su piel, dañándole, quemándole.

Mientras aquel grito salió de sus labios, no pudo pensar más que en resistir y en el dolor que aquella arma provocaba en ella. Con el cuerpo curveado y tembloroso, se obligó a respirar hondo. Cerró los ojos con lágrimas e intentó soportar aquel dolor, medio consciente apenas de las palabras del licántropo, sintiendo la plata en su pierna dañada. Con un jadeo de dolor fue que entendió que aquella bala, la plata, su esencia debía de ser más fuerte que en las cadenas que sujetaban sus manos, las que gradualmente le hacían daño, pero no así como aquella herida. Abrió los ojos y con una visión turbada por las lágrimas le miró con un creciente odio en los ojos. ! Como se atrevía a burlarse de aquel método de tortura! Ojala mueras tu también de forma lenta... pensó incapaz de pronunciar palabra alguna aún cuando el dolor era tan fuerte en ella.

Entonces porque debéis usar armas, si lo que os satisface son vuestras manos...? —Preguntó a la que pudo reunir el suficiente valor para enfrentarse a él, sintiéndose desvalida al sentir el arma recorrer de su cabeza a su brazo y quedarse allí como una amenaza. Con el miedo de volver a sentir aquel dolor en su piel y no recuperarse, cabizbaja, odiándose a si misma más de lo que le odiaba a él, habló. Apenas solo una frase, una pista que logró lo que buscaba, que el arma fuera apartada de ella y guardada por el momento. Suspiró con alivio, cerrando un momento los ojos, sintiendo la mano de Astor levantarle la cabeza, obligándole a mirarle, a abrir los ojos nuevamente.
Al encontrarse con sus ojos fijos en ella, con una sonrisa complacida en el rostro ajeno, tembló sintiéndose asustada, desconociendo que planeaba para ella, consciente de que querría saber mucho más de lo que le había dicho. Sus brazos le pesaban, entumecidos apenas los sentía, por lo que cuando la soltó y tiró de sus manos para que las cadenas le hicieran más daño, el dolor no fue tan fuerte en comparación con la herida de su temblorosa pierna. Aún así gimió de dolor y unas lagrimas saltaron de sus ojos incapaz de contener el dolor que sentía. — Déjame...ya has hecho suficiente.  —Dijo en apenas un bajo susurro, cual si no estaba atento no podría ni oír. Tuvo ganas de patearle con sus últimas fuerzas al oírle decir que no le sacaría la plata de la herida en la pierna. Intentó hacer eso mismo, pero al mover su pierna jadeó de dolor al mover sin querer la pierna herida.

Inconscientemente sus manos apresaron las ajenas que seguían tirando de ellas, buscando la calidez del licántropo, pues el frio de aquel lugar ya calaba sus huesos. El contacto no duró demasiado y jadeó desesperada. — Un grupo de cambiaformas, nunca les he visto en su forma humana.  —Contestó desviando la mirada de la sonrisa que él lucia.

Antes de que pudiera decir más, fue que notó las manos dejar las propias y tocarle su pierna herida. Al sentir su mano allí, negó con la cabeza y tembló. No quería sentirlo allí. — No me toquéis, apártate. Hablaré te lo prometo...pensaré en alguien. No me torturéis.  — su voz temblorosa se convirtió en un nuevo grito de dolor al sentir la presión de la mano en su herida. La plata entraba más adentro de su carne, con la latente amenaza de que terminará derritiéndose dentro de la licantropa, siendo irremediable su fin.  — Son panteras, una familia de siete, su zona de descanso es junto al arroyo. Y también sé de una familia como nosotros, en el pueblo de Vilhton. Los warhamptons, llevan generaciones siendo familia de licántropos y tienen niños...  — Las lagrimas bañaron su rostro en cada una de sus palabras, sintiéndose morir al saber que estaba condenando a aquellos simplemente para terminar ella después.

La mano seguía haciendo presión y temblorosa intentó zafarse de su agarre sin conseguir nada. — Bared Nichols, fue quien me convirtió.  — Añadió con un nuevo grito de dolor, agradeciendo por unos segundos que la mano dejara de dañarle la pierna, aunque el daño ya estaba hecho. La plata había ido más adentro de su carne. — Es fuerte, él podría mataros... —Ojalá lo hiciera, pensó mirándole a los ojos, intentando descubrir que mas querría ahora de ella, ahora que su mano había dejado su herida en paz, permaneciendo acariciando allí donde la sangre mojaba su piel.


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Mensaje por Astor Gray Dom Feb 16, 2014 12:36 am

Dios perdonará a los que le niegan; pero ¿qué hará con los que cometen maldad en su nombre?
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Ya dije que no es que me guste, solo es una demostración de lo que un arma puede hacer cuando se usa de la manera correcta, aunque bueno como ya lo has dicho y como te hice saber antes, me gusta más usar mis manos – le acariciaba la mejilla, en una forma increíblemente deliberada de que sintiera como las manos de alguien a pesar de transmitir calor y bondad podían ser las mismas que generaran un gran sufrimiento.
El inquisidor se divertía con lo que estaba haciendo, no siempre se tenía a mujeres tan bellas y que hablaran solo con un poco de presión en el punto adecuado; aunque en este caso era una bala en la rodilla, pero daba lo mismo para él – No ha sido suficiente loba, apenas estamos comenzando así que resiste – realmente pensaba divertirse con ella y asesinarla, pero también continuaba creyendo que ella era un completo desperdicio. Ese cuerpo que se notaba tan hermoso, esos ojos, hasta la manera en la que enfocaba su mirada cargada de odio en él, le agradaba. Tuvo entonces la extraña idea de sacarle la bala, mostrarle que no era tan malo como ella lo pensaba pero ante esa misma idea se rió. Como si alguien fuera a ser tan ingenuo como para considerar que en el fondo era bueno.

Cuando volvió a lastimar el cuerpo de la loba, ella canto más información. Le dolía traicionar a los sobrenaturales, claro, eso le dolía a cualquiera de ellos pero existían algunos que no podían hacer más que acatar ordenes y disfrutar de aquello.
Así me gusta que hablen y me digan todo lo que saben – la bala había entrado más en ella gracias a la presión ejercida por el inquisidor sobre la pierna femenina, pero con todo y eso no pudo no reír cuando ella menciono el nombre de aquel que le había convertido y lo que venia después de esas palabras – Descuida hermosa, no te preocupes por mi – volvió a tomar aquel delicado y lloro rostro entre una de sus manos – todo esta bien porque yo no seré quien vaya a la caza de todos los que me has dicho, yo únicamente daré la información y me encargare de otros asuntos mucho más importantes que una familia de cambiaformas, una de licántropos y tu creador – le sonrío entonces y deslizo uno de sus dedos por los labios de aquella loba – has sido una muy buena chica, dime, ¿Existe algo más que sea necesario que sepa? – la fémina negó con firmeza – bien, entonces te mereces un premio – y sin más que decir y con la tentación de probar aquellos labios fue que se acerco a besarle. Aquel beso estaba mezclado con la dulzura de los labios femeninos junto a las lagrimas que eran derramadas por ella y con todo eso Astor no pudo evitar desear más de ella.

Se separo de ella, relamiendo sus labios y mirando a la mujer que aún se mantenía llorosa y un tanto indignada por aquello que había hecho. Debía de pensar que era un monstruo, después de todo ¿Quién disparaba contra alguien y luego le besaba? La respuesta era sencilla, Astor.
Podrías mejorar al momento de besar, pero debo decir que tus labios me agradan… demasiado – le sonrío entonces mientras en aquellos ojos destellaba el odio – Y no me mires así que gracias a ese beso te has ganado que te saque la bala que tienes en la pierna, a menos que quieras continuar sufriendo hasta morir que dudo que sea algo agradable – sin esperar una respuesta, camino con dirección a otros grilletes, unos que no contenían plata y que mantenían las manos de la loba juntas pero de esa manera es que tenía más movimiento – Eso se sentirá mejor para ti – Una vez que estuvo libre, le cargo con cuidado, buscando no lastimar la pierna que ella tenía herida y la saco de aquella celda avanzado más al fondo de aquel lugar. Si bien se podía pensar que en el fondo de aquellas celdas se encontraba la zona de no retorno de cualquiera, la realidad era que en la ultima celda era donde había algunas telas que servían de vendas. Los inquisidores más crueles solían maltratar a quienes tuviesen y para que no murieran tan pronto les curaban solo para volver a torturarles más tarde.

Llegaron entonces a aquella celda, en la cual existía lo que parecía una pequeña cama donde dejo a la loba antes de ir a buscar algunas telas y algunos instrumentos para sacar la bala de su pie. Estaba confiado en que no podría escapar aunque lo intentase; ya había tratado patearle y la pierna en esos momentos era sencillamente inútil así que si intentaba escapar terminaría por caer.
Solo cuando tuvo todo a la mano y con la mirada desconfiada de ella sobre él, fue que suspiro.
Vamos que esta vez no voy a lastimarte, así que no me veas así – desviando su mirada de la ajena levanto aquel vestido, observando y deslizando sus dedos suavemente por la pierna de ella hasta donde estaba la herida de la bala – ¿Cómo te llamas? – pregunto mientras le daba una tela que le serviría más adelante si es que buscaba evitar un poco el dolor al morderla. Los ojos de Astor estaban enfocados en aquel punto donde entro la bala, limpiando la sangre con algo de agua con tal de poder sacar la plata con más facilidad.


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Mensaje por Danna Dianceht Dom Mar 02, 2014 2:54 pm


Nunca se teme bastante al confiar en otro.
Pietro Metastasio

Las palabras del inquisidor para ella no eran más que una burla, una humillación que con gesto abatido aceptaba la licantropa. Había condenado a dos familias enteras, a criaturas inocentes de todo mal a ser perecederas de la muerte de la que ella primera de todos seria conocedora. Había traicionado la confianza...y si alguna vez ellos conocían su delatora, podrían perdonarla? No lo creía y eso la hacía sentir aún más miserable. Por lo tanto el dolor más que el dolor, la agonía física de aquella mano lastimando su pierna herida, lo que más la lastimaba era el dolor interior, el saber que no había marcha atrás y que una vez había dicho esas palabras, ya nadie detendría a aquel inquisidor de enviar a gente detrás de los sujetos.

Abrió los ojos y miró al licántropo, con dolor y lagrimas en su rostro.  — Tú te ocuparas de mi... de mi muerte.—Susurró ella terminando las palabras del inquisidor. Temblorosa le aguantó la mirada y conteniéndose dejó que le acariciara con un dedo los labios, cuando lo único que pensaba era en arrancárselo de una mordida. Negó fervientemente ante su pregunta, esperando que le creyera y le dejara respirar ni que fueran unos segundos, cuando agarrándola firmemente del rostro se acercó a ella hasta besarla. Tomada por sorpresa no pudo apartarse. Intentó librarse de él con las manos, acordándose demasiado tarde que seguía atada en alto con las cadenas de plato que hicieron que gimiera de dolor nuevamente y entreabriendo los labios, profundizó ligeramente aquel beso.

Al separarse, con lágrimas en los ojos le miró indignada y molesta. Que alguien le robara un beso en ese estado y además que ese fuera él, el mismo inquisidor que iba a asesinarla era un ultraje, una barbaridad! Aquel licántropo debía de ser un demente, solo así entendería aquel retorcido humor. Mordiéndose el labio con nerviosismo al encontrarse por completo perdida y desconcertada en lo que pasaría a continuación, restó en silencio hasta que su quejido reverberó en la celda. — Con cuidado...Ah. —Se quejó sintiendo la mano cálida del inquisidor tomando las suyas con demasiada firmeza para liberarlas. Apenas se las liberó suspiró plácidamente volviendo a sentir sus manos y la sangre circular por sus muñecas. Mansa y sumisa se mordió el labio acallando sus jadeos de dolor al ser cargada por él y con los ojos cerrados, recostó su cabeza sobre el hombro ajeno dejando que la llevara hacia donde él quisiera.

¿Vais a sacarme la plata de la pierna? O solo me lleváis a otra celda? —Le preguntó con voz temblorosa del dolor y del miedo al abrir los ojos y ver enfrente que se dirigían hacia el final del pasillo. Todo el ambiente, el camino tenía un aroma muy peculiar, parecido al de los cementerios, lo que provocaba que la piel de la loba se erizase. Echando la cabeza hacia atrás siguió con la mirada las celdas, cayendo en que algunas aún había rastros de sangre reciente. Su cuerpo tembló al llegar a la última celda y entrar a ella. Olisqueó el lugar, y allí era donde más aromas se mezclaban, siendo el del miedo, el más identificado. Al ser acostada en la cama que había a uno de los lados, intentó incorporarse, lográndolo solo moverse lo suficiente para que pudiera apoyar la espalda en los barrotes y observar así mejor al inquisidor.

Él sabía que no podría escapar jamás con la pierna tal como la tenia, por eso podía darle la espalda tan rápidamente, cuando en ocasiones normales no tendría que quitarle la vista de encima.

Este lugar es tan frío, tan desolado...aún se pueden oír los gritos, la sangre. —Musito en voz baja negando la cabeza horrorizada mirando de reojo los instrumentos que tomaba el inquisidor y los que descartaba, cayendo en un atizador de hierro tres veces el tamaño de la mano masculina y con algunos pinchos, por si no fuera ya bastante tortura el sentir como queman tu piel. Llorosa miró al techo, rezando en silencio por ella y por todas las almas ya en el cielo, volviendo rápidamente la mirada a Astor en cuando él se giró nuevamente hacia ella, con sus instrumentos en la mano. Por suerte, el atizador no lo habia tomado, pero allí seguía junto los cuchillos y demás herramientas de tortura en la mesa. — Con todo eso resulta poco creíble que no vayas a lastimarme...No te me acerques con eso. —Dijo con miedo, moviéndose un poco en la cama lo suficiente para que le faltara el aliento al mover la pierna herida y terminando por maldecir por lo bajo, al sentir las manos de él sobre su pierna herida jadeó de miedo, recordando instantes antes lo que aquellas manos la habían lastimado. Solo que esta vez los dedos parecían acariciar suavemente la pierna temblorosa, sin ninguna intención de dañarla.

Desconfiada tardó en contestar a su pregunta en lo que miraba que hacía con su pierna. — Danna, señor. —Contestó poniendo unos segundos los ojos en blanco al sentir el agua limpiando la herida. Recelosa le miró y antes de que pudiera protestar, el licántropo la movió lentamente de forma que terminara acostada en la cama y no apoyada, ya que necesitaba por completo la pierna estirada para poder quitar la plata con más facilidad y ver como debía proceder. Negando con la cabeza, al oír el ruido de las herramientas, mientras Astor escogía la que iba a hacer servir, su pierna tembló descontroladamente, hasta que el licántropo la inmovilizó bajo su fuerte mano.

Dejadme... solo me sanareis para volver a torturar mi cuerpo. Y no quiero sufrir más. Esto dolerá… —Rogó mirándole como podía con los ojos abnegados en lágrimas y con la tela en la boca, a sabiendas que le iba a quitar quisiera ella o no la plata de la herida y que le iría a doler como el diablo. Gimió desesperada y aterrorizada cuando sintió como se acercaba a su herida y como una de sus manos no dejaba de inmovilizar su temblorosa y dañada pierna y con los ojos cerrados con fuerza, esperó que todo pasara y que tras aquello, lograra escapar antes de que volviera de nuevo la tortura. Por suerte una vez que la plata fuera eliminada de su herida, su cuerpo no debería de tardar mucho en recuperarse.


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Mensaje por Astor Gray Mar Jul 29, 2014 10:31 pm

El sufrimiento purifica. Aquel que sepa sufrir mejor, hará mejor obra.
John Milton

Era inteligente. Lo suficiente como para saber que únicamente calmaba un poco su sufrimiento con las palabras que decía; aunque en realidad sus palabras eran tan frías y carentes de bondad que debían estar dañando más a la loba que cualquier cosa que estuviese haciendo por aquellos momentos. Le dedico una sonrisa cargada de burla, una que no salió en forma de carcajada sino que únicamente se mantuvo en los labios perfectamente curveados del inquisidor. Ahí estaba ella nuevamente, temiendo del destino que le aguardaba cuando fue únicamente ella quien se llevo hasta aquella situación al proteger a quienes no debía.
Me ocupare de ti, eso es cierto – sus ojos trataban de devorar cada parte del rostro de la loba, en especial aquellos labios perfectos que le llamaban – Pero no es momento de hablar de la muerte, nadie ha dicho nada de eso – Se lanzo entonces a besarla, la rudeza de su beso y el dolor de ella, volvieron aquello más profundo, terminando la mujer por soltar un gemido y cuando se separaron por fin termino riendo el licántropo – Quien diría, hasta cuando algo te duele parecer ser demasiado tentadora. Seguramente así es como te has mantenido oculta por tanto tiempo. Engañando a los hombres con tu cara de ángel y de buena mujer – le tomo del mentón, solo unos segundos antes de soltarle bruscamente.

Aquel beso le resulto sumamente divertido, lo cual incrementaba cuando la cara de la loba pasaba de la sorpresa a la indignación. Los besos robados eran definitivo los mejores y cuando eran robados a alguien que no viviría tanto tiempo como esperaba eso, lo hacía solamente mejor.
Deja de quejarte, que por tampoco es como si vaya a tratarte de alguna manera especial. Solo necesito que hables más tiempo y esa bala terminara con tu vida antes de que consiga lo que quiero – Era tan delicada que le molestaba a momentos, con todo y eso, la cargo lo mejor que podía para que no se quejara más y guardara silencio unos momentos; por lo menos hasta que estuviese sacando la bala de su pierna que seguro sería algo que le causaría dolor a la loba. Rió de esa ingenuidad que parecía transmitir sus preguntas ¿Qué esperaba? ¿La suite de un hotel para sacarle la bala? – De hecho, iremos a otra celda a sacarte la bala, ¿feliz? – Sin dar más explicaciones la llevo hasta aquel lugar para dejarla sobre la cama que existía en la celda.

La verdad es que aquel otro lugar no era muy diferente a donde estuvieron antes, lo que le hacía verse ligeramente más normal era el hecho de tener una cama ahí, vendas y algunos artículos para curación. Nada más que eso le hacía diferente de todo lo demás en aquella planta.
Frío y desolado nos gusta. Después de todo la mejor manera de conseguir lo que deseamos es en un sitio así – cuando se giro en dirección a ella, suspiro. Tan tonta como bonita. No iba a matarla tan pronto, tenía muchos más planes de los que ella podía imaginar aguardando por la loba y por su cuerpo – Aquí tu no das ordenes, recuerda que eres la que esta en desventaja y más vale que seas obediente o la siguiente bala que te disparare ira a otro sitio mucho más doloroso y que te lleve a la muerte definitiva.

Danna. Ese era el nombre de la mujer que temblaba ante su toque, aquella reacción le era tan agradable que sonrió para si mismo. Continuaba encargandose de la pierna herida. Le miro fijamente sin decir nada, únicamente contemplaba las lagrimas correr por el rostro de la bella mujer. Si las cosas hubieran sido diferentes en la vida de Astor, hasta hubiera considerado estar cerca de alguien como ella por el resto de sus días. Le sujeto con fuerza para que dejara de moverla al tiempo que tomaba un pequeño cuchillo y cortaba la pierna femenina apenas lo suficiente como para continuar con el procedimiento para sacar la plata.
Para lo que te sane o deje de hacerlo, es mi problema. ¿Cuántas veces voy a decirte que aquí se obedecen mis reglas? Estas aquí para sufrir, acéptalo de una vez – una vez más, la frialdad inundo la voz de Astor y tomando rápidamente unas pequeñas pinzas entro en la piel de ella, buscando la bala.

Se concentro tanto en la pierna herida que ignoro como ella se quejaba, la manera en la que mordía con fuerza la tela aquella y las lagrimas corrían aún más por su rostro. Solo fue consciente de todo eso cuando saco las pinzas y la bala.
Ya esta – de la herida brotó más sangre, prueba de que el cuerpo de la loba estaba libre de la bala. Dejo la bala y las pinzas en una pequeña mesita, de donde tomo otro trozo de tela y lo presiono contra la herida, aguardando a que ahora que no existía plata en su cuerpo, se curase a mayor velocidad – Dime Danna ¿Qué estas dispuesta a hacer para sobrevivir? – hablo como si tuviera una charla de la que no dependía la vida de nadie – ¿Qué harías, con tal de que te saque de aquí? – sus ojos se clavaron en los ajenos, esperando la reacción de Danna.


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Mensaje por Danna Dianceht Dom Dic 14, 2014 7:49 pm


Sucumbir a lo inevitable es rendirse a lo evidente.

Antonio Cabado


De nada sirvieron sus ruegos más que de nuevo el mostrara que únicamente él estaba al mando y que su voz imperativa era lo único que podía salvarla o condenarla aún más al dolor su propio cuerpo. En sus brazos tembló viendo la celda oscura en la que se internaban y una sonrisa divertida por unos instantes cruzó sus labios, riéndose de las palabras del licántropo o quizás de su ingenuidad al pensar que podría llevarla  a un lugar más confortable, y de nuevo simplemente se encontraba en una especie de celda similar de la que provenía.

Obviamente no vais a conseguir información si no es a la fuerza en estos lugares, verdad? —preguntó mirando al húmedo y oscuro techo unos segundos antes de volver a fijar los ojos en los del inquisidor. — Alguien podría pensar que aparte de ser inquisidores sois sobrenaturales, como yo y los demás y que por ello no hacéis lo que no os gustaría que os hicieran… Vuelvo a pecar de ingenua y de nuevo me alegro de que así en la oscuridad los moribundos no deban de ver los rostros de sus asesinos… tampoco es que vuestros métodos sean muy distantes de ser como ellos. —Gruñó lo último de dolor, ya que como más hablaba más rápido se deshacía la bala y corría por su sangre el veneno lo que hacía arder literalmente la sangre y torturarla de una forma atroz e intensa.

La loba se estaba metiendo en problema y con las últimas palabras ajenas, por unos segundos se quedó callada afrontando lo que fuera a venirle encima, hasta que con un hilo de voz volvió a replicarle, como si simplemente estuviera tentando y viendo hasta qué punto podía seguir en su lucha por la vida sin morderse la lengua delante de quien todo indicaba sería su verdugo o salvador. Dependiendo que escogiera él finalmente.

Aguantando su mirada, la joven tembló e intentando zafarse de su firme agarré se retorció hasta que sintiendo las pinzas en su carne, se tensó por completo y con un abismal dolor, mordió con fuerza la mordaza de su boca. Las lágrimas inundaron su vista y cerrando los ojos con fuerza, cerrando las manos en puños aguantó como pudo sabiendo que en verdad le estaba ayudando en cierta forma, liberándole así de la plata y de una muerte lenta y dolorosa. Los minutos pasaron y lo que fueron unos segundos, para ella fueron horas de agonía hasta que extrayendo la bala y la plata fue relajándose al tiempo que el dolor disminuía, signo de que en breves su sanación haría efecto y cerraría su herida.

La licantropa jadeó e incorporándose aún su cuerpo temblando, observó los movimientos del inquisidor, quien dejó la bala y las pinzas para volverse a ella y con una tela presionó la herida, provocando que intentara por unos segundos apartar su pierna de allí, hasta que lentamente el dolor fue disminuyendo de nuevo y la presión que él mantenía ayudó a que la herida fuera empezando a sanar por cuenta propia. Con una de sus manos se secó las lágrimas de sus ojos y le miró fijamente, sin entender donde deseaba llegar el inquisidor con sus preguntas. Porque por ahora ella haría lo que fuera por salir de aquel lugar y vivir la vida de nuevo como siempre, fuera y lejos de todo aquel caos de sufrimiento y muerte.

Lo que tú quieras y desees… Lo que me digas. —le contestó con un labio tembloroso el que tuvo que morderse para acallar su temblor. — Sé que de ti depende mi vida, por lo que estoy completamente en tus manos. No hay nada que no pueda darte que no puedas tomar tú mismo, por lo que no intentes confundirme y dime que deseas… que cuesta recuperar mi libertad. — Habló con total franqueza y ante la cercanía ajena no se alejó como otras veces, esta vez permaneció en el lugar, inmóvil. Esperanzada de que en aquel oscuro corazón hubiera un resquicio de generosidad y bondad.


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