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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Sabrina De la Vega Jue Ago 28, 2014 12:21 am

Je ne sais pas si la douleur et l'amour sont nés ensemble ou d'apprendre dans la façon des larmes.
-Sabrina De la Vega-
El frio viento de las noches heladas golpea intensamente las calles parisinas todos los que aun recorren a esa horas las empedradas avenidas y callejones se resguardan tras grandes y cálidos rollos de tela que le proporciona el calor suficiente pero no saben que mientras más se abrigan sus corazones late aún más atrayente para aquellos cuya vida es la fría muerte que se refleja en sus pálidas presencias, tan níveos y hermosos que atraen a cualquiera a pecar, por aquellos pasillos aun soñolienta una pequeña, una niña va rondando vestida de forma diferente como si el tiempo la hubiera arrancado del lugar y de la era, su Vestido  era una blusita blanca de mangas largas y el vestidito gris con arandelas en encajes negros y un lazo en el pecho, con medias de seda negras y sus pequeños zapatos de taconcitos blancos, tan bella e inocente luce con su cabello largo siendo agitado por las frías ventiscas.

Las campanas de las iglesias repican por última vez dejando el terreno a los demonios surgir, estos se alzan como el polvo al pasar el viento, miles y miles en oleadas de ellos aparecen como sombras por las calles ansiando la vida de otros.

La pequeña luce perdida, el sonido de un llanto es lo que se escucha, sus pies no tocan el suelo está sentada sobre la banqueta mirando la pileta frente a la catedral, su piel es muy pálida demasiado y su vestidito la hace brillar como alguien apagado, el aroma del mar lo tiene presente en su ser aunque pocos podrían percibirlo. El sonido de unas mujeres maduras conversando saliendo de la iglesia con rosarios en la mano para ahuyentar a los malos espíritus, al ver a la pequeña se acercan como almas caritativas, unas almas que pronto irán al cielo, o al infierno.

-Pequeña estas perdida-
-Debemos llevarla a un orfanato-
-No, mírala es muy linda, ven pequeña, te llevaremos a casa-
La mano amiga extiende para tocar el hombro de la pequeña pero antes de que la niña pueda decir algo tenía ya los brazos alrededor del cuello de la mujer inocente el cual su cuerpo cayó frío sin gota de vida y del mentón de la niña las gotas de sangre corriendo, sus ojos claros se posan en la otra mujer que con horror trata de correr, huye del monstruo con rostro de niña, entre el correr la mujer escucha solo la risa de su consciencia, una que buscaba matarla.

La mujer se escondió entre un callejo pero la pequeña sabía dónde estaba y entre las sombras los colmillos son los que se vislumbran junto al sonido de un grito y un cuerpo desplomándose, la pequeña sale limpiándose los labios con los dedos para relamer la sangre que queda, al ver a los cuerpos hace una mueca refunfuñando por tener ahora que cargarlos –Vaya a la próxima me los llevo al pantano o a mi casa- coloca sus manitas en la cadera de ella en forma de jarra pensando en cómo cargar los dos cuerpos hasta el rio, ladea su cabeza y poco a poco se acerca a uno de los cuerpos para con sus uñas hacer unos cortes en la piel lamiendo más la sangre, sus ojos se ven cándidos y atrayentes por ver su obra de arte, con la mano de su cena  la pasa por las mejillas de ella –¡ah si tan solo hubieran sido más duras conmigo, hubiera sido perfecto! Debo dejar de buscar mujer siempre surge su maternalismo- cruje los dedos de su yaciente victima rompiéndole la muñeca algo que hace que ella sonría de manera extraña.

Esperaba que nadie viera su obra de arte o estaría en líos, aunque pensar en los problemas y las reprimendas de provocaba un calor único mordiéndose el labio pensando en lo que le podría pasar.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Miér Oct 15, 2014 12:00 am



Soy un espíritu de carne preternatural. Enajenado. Incambiable. Vacío.





Desde que el tiempo había convertido las calles parisinas en tenues encuentros pasajeros entre personas que se apresuraban por llegar al calor del hogar, las noches se habían convertido en un agradable momento en el que la soledad y el silencio lanzaban el sonido de un coro celestial para él.

La Mansión en la que vivía era un elegante edificio construido según la moda francesa, una enorme extensión de columnas blancas que sostenían el peso de un tejado amplio en el que se conservaba el calor del día. Le encantaba la tonalidad pálida y blanquecina que adornaba toda la extensión, destacándola de las demás por todos los elementos brillantes que gritaban riqueza. A él, la mansión le evocaba un enorme copo de nieve, brillante y hermoso ante la luz de la luna. En el interior convivía lo más preciado para él, su familia, pero también se encontraba la mismísima encarnación del pecado hecho mujer. Su hermana era una creación destinada a arrancarle el corazón cada vez que posaba sus ojos en ella. No podía evitar pensar, más ahora cuando su locura susurraba con mil bocas en su cabeza, que sería una víctima perfecta. Su piel tan pálida como el alabastro, con un brillante cabello rubio que cepillaba lo suficiente como para que brillara intensamente sin necesidad de que la luz de las velas diera  en él. Su cuerpo era un lienzo que él deseaba mancillar, cortar y morder su piel, marcándola salvajemente hasta que brillase el esplendor escarlata de su sangre abandonando su hogar.

La figura de su cuerpo se detuvo de golpe, no a causa del cauce que había tomado su pensamiento, sino por el inconfundible olor de la sangre humana en el aire. De pie, en medio de una de las calles centrales que daba a la gran Catedral, su cuerpo se revelaba gracias a las luces que habían encendidas en las pequeñas farolas que colgaban de las casas. Como si el azar del destino jugase  a la ironía, su rostro, a diferencia del resto de su cuerpo perfectamente vestido con su elegante traje negro y camisa de un tono tan blanco como su piel, permanecía completamente oculto bajo la sombra del ala de su sombrero. Las luces de las farolas, aunque destinadas a dar protección a todos los viandantes que pasaban por allí, favorecían que el efecto de su sombrero hiciera que su rostro fuera una mancha negra que le permitía continuar en el anonimato de todas las acciones que, con incredulidad, estaba viendo.

Una pequeña visión, un ángel vengador salido de aquel libro sagrado para los cristianos, se alzaba en el frágil cuerpo de una muñeca de porcelana no viviente. La rapidez de sus movimientos, dando muerte a aquella mujer que se atrevía a huir de ella, provocó que la sangre manchase su pequeño rostro. Y, como si alguien hubiera abierto la jaula de la bestia que siempre guardaba en él, algo encajó en la perfección dentro de él.

- ¿No has oído que no se juega con la comida, ómorfi̱ kakía?- Su voz era un susurro cálido y oscuro, casi tanto como el tono que adquiría la sangre cuando se coagulaba y secaba entre sus dedos cuando jugaba demasiado tiempo con sus víctimas. El brillo de sus ojos era lo único que se advertía de su rostro protegido entre las sombras, pues de haber visto la expresión salvaje que poseía, seguramente habría huido de él. O tal vez no.

A pesar de sus ansias por acercarse a ella, se tomó varios segundos para dejar que su voz causase efecto en la vampiresa. Tuvo que tirar de su bestia de tres cabezas; cada una llamada locura, maldad y lujuria, antes de dar un paso hacia delante para que su rostro se revelase por fin ante ella, con una pequeña sonrisa amable y ojos brillantes de picardía ahora que se había serenado. No entendía qué había hecho que su bestia saliera de su jaula, pero había conseguido atraparla antes de que fuera demasiado tarde. No quería volver a esos momentos en los que sólo hacía lo que ansiaba su naturaleza impía, la sangre de Gaél corriendo en su interior y bramando por convertirlo en alguien tan despreciable como él.

- Vas a conseguir que te castiguen por tu comportamiento salvaje, ordinario y sucio. – Hizo una mueca al ver la  sangre recorriendo su rostro y entonces, más que nunca antes, supo que las palabras que le había dicho en su lengua natal, el griego, habían sido tan certeras como una flecha lanzada por la mismísima diosa Artemisa. “ Hermosa maldad”.
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Mensaje por Sabrina De la Vega Vie Oct 17, 2014 9:53 am

Cándidos cuerpos celestiales, cubiertos de la fina de capa de la vida tan efímera y vacía como los cuerpos yacientes sobre aquella calle, la mirada de la pequeña asesina vislumbra su temprano fallecimiento anhelando que duraran más, la mano del cadáver con la que camina opuesto al sol, entre sus manitas toma la mano femenina rozándolas contra su fría mejilla, uno a uno sus ojitos se prestan a soñar con la posibilidad de haberlas dejado más tiempo con su fragilidad, pero no, ahora yacen sin vida a sus pies, eso la molesta mucho.

En su ataque de ira de la mano amiga que mordió va rompiendo los huesos de sus víctimas reclamándoles por no haberle dado esa satisfacción inocente que busca, inocente y llena de perversiones donde la sangre de sus mascotas sería el plato principal ¡qué clase de bestia podría pensar de esa manera tan atroz! solo las bestias del mismo lucifer, aquellos hijos de las sombras que anhelan tener la sangre ajena, una que no molestaba en lo absoluto la pequeña princesita de las tinieblas que con su boquita manchada de aquel elixir se atrevía a lamer los cuerpos rotos de sus cenas –Por qué, solo díganme por qué no pudieron ser más duras conmigo tan poca cosa me ven- su ira iba subiendo leve pero sin detonarse en su rostro angelical, solo en sus acciones de romper más aquellos huesos –debieron ser más duras, más severas conmigo, no tratarme como una niña porque no lo soy- un berrinche de niña que retuerce el brazo de la mujer dejándolo caer de sus manos.

No siente remordimiento ahora solo siente pena y tristeza pero no por su obra, si no por no sabía cómo deshacerse de aquel vestigio… ¿o eso ella pensaba?...

De entre las sombras cual ave oscura acechando una presa, una voz hermana se alza dejando al principio una brisa helada a la pequeña falsa, pero poco a poco su pequeño cuerpo gira mirando con esos agudos ojos el lugar de donde provenía la voz y lo más importante a su dueño…busca y busca sin cesar hasta que el mismo demonio decide presentarse ante ella, tan alto y galante cual príncipe de las tinieblas, ladea su cabeza dejando sus bucles caer a un lado, su sonrisa tan carente de piedad se hace presente –Todos jugamos con nuestra comida, los mejores depredadores lo hacen ¿tú no lo haces? entonces no eres un buen depredador- se acerca al hombre haciendo una reverencia para volver donde sus cuerpos marchitos, subiéndose encima de ellas, pasando por encima de ellas.

-Si me castigan sería una redención divina de placer, pero ¿quién?, ¿quién se atrevería a castigar a un ángel infernal con severidad? nadie porque solo sienten cariño, compasión y la ternura por un cuerpo infantil que es más letal de lo que creen- vuelve a pasar por encima de aquellas que fueron en algún momento seres con vida, se acerca a tomar la mano del caballero –¿Usted no dejará que me castiguen verdad? es un ángel enviado por mi padre para ayudarme con este dilema- señala los cuerpo –Si dice que es sucio es porque viene a limpiar el desastre de una pequeña niña que solo tenía hambre- sus ojitos se abren y su sonrisa se muestra, una sonrisa de terror que toma la mano “amiga” para rozarla contra sus mejillas manchadas de salpicaduras de sangre.

-¡oh padre, padre hermoso gracias por aliviar mi cruel destino con este bello regalo!- acerca su pequeña boquita a la mano pero son los colmillos los que roza a la fría piel, su hambre aún está vigente y no reconoce humanos o inmortales, sangre es sangre sea de quien sea, aunque quizás aquel demonio encarnado no piense lo mismo al sentir la proximidad de aquellos colmillos.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Lun Dic 08, 2014 1:05 pm

“El deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir.”

Marcel Proust


Sus reclamos infantiles resonaban en el interior de su cabeza, rozando esa parte perversa que él compartía con aquella extraña de rizos angelicales. Sus ojos quedaron atrapados por el movimiento de sus rizos cuando ella inclinó su cabeza, a veces ocurrían cosas como esas. Pequeñas nimiedades para el resto, que a él le atrapaban, como escuchar el canto de una sirena irresistible de la cual no podía huir. ¿ Cómo la muerte podía ser tan cruel con una criatura tan inocente?. ¿ Acaso nadie podía acallar el llanto de su alma?.

Juguetes rotos del destino, danzando muertos entre los vivos, sonriendo con una máscara de piel y músculos que jamás desaparecerían. Nada podía marcarlos ahora que habían muerto, eran muñecos de mármol preparados para destruir todo lo hermoso y vivo en la tierra. La biblia de los cristianos hablaba de ellos, los llamaban ángeles destructores, los vengadores sobre la tierra, trayendo el fin del mundo para las almas descarriadas. Si sólo pudieran ver sus alas oscuras en la noche, si sólo pudieran entender el hambre que los devoraba por dentro, siempre pidiendo más y más.

- Los mejores depredadores juegan con la comida en un lugar en el que puedan ampliar el sufrimiento de su víctima, no aquí, en medio de la calle. – Su voz sonó con una tranquilidad impasible, como si nada de lo que ella pudiera hacer lo asustara o le provocase la más mínima aversión. De alguna forma, ella era el eco de su retorcida y putrefacto ser. Ansiaba escuchar más su voz, ver cómo aquella pequeña boca de fresa se abría y cerraba para decir aquello que muchos callaban. Tal valentía saliendo de un cuerpo tan frágil, era pura poesía.

Sus ojos siguieron todos sus movimientos mientras que él se quedaba completamente inmóvil viendo todo el espectáculo. Sus pies parecían una máquina destructora, clamando venganza mientras rompía los huesos de los humanos muertos. Cada crujido que hacían, reverberaba en el interior de su cuerpo, ejerciendo un eco poderoso que rozaba a su bestia interior, pidiéndole que saliera a jugar, que le ofreciera a aquella niña lo que tanto ansiaba.

Él sabía lo que era estar perdido en una necesidad que pocos podían llegar a saciar completamente. Odiaba ser tocado, manchado o siquiera rozado por el aliento de los demás; pero aun así, los necesitaba para sobrevivir a su oscuridad. Necesitaba que le ordenasen cosas, él adoraba la sensación de ser atado por aquellos que lo eran todo por él. Se asfixiaba si le daban libertad, porque entonces, y sólo entonces, se quedaba solo consigo mismo y su bestia amenazaba con devorarle. Temía perderse a sí mismo, así que se clavaba en la realidad a un costo demasiado obsceno y terrorífico para los demás. Pero qué sabrían ellos de lo que es el dolor y la soledad. ¿Quiénes podían decir que tenían una bestia que alimentar diariamente y sobrevivir sabiendo que era un monstruo?.

- Mi hermosa cruel muerte, ¿por qué llora tu alma retorcida?- Le devolvió la caricia, rozando su rostro con las yemas de los dedos, tocando la suave y fría piel con la persistencia de una pluma congelada. - ¿ A qué padre clamas tus agradecimientos por la presencia de este loco asesino?.- Sus dedos le tomaron el rostro con un repentino agarre intenso, podía ver cómo su piel se moldeaba debajo de sus dedos, haciendo que sus mejillas redondeadas se hundieran allí donde sus dedos la apretaban.

Sus uñas se clavaron en su piel, perforándola, dejando cuatro surcos en ella mientras movía sus dedos con mucha lentitud haca sus labios. Sus ojos no se apartaron de los de la muchacha, quemándola con ellos, floreciendo el brillo de los secretos oscuros que había tras sus palabras.

- Cuidado con lo que pidas, pequeña flor . Quizás te sea dado.- Le sonrió con un aire infantil, revelando un hoyuelo en una de sus mejillas antes de separarse de ella para ir a ocuparse de los cadáveres.
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Mensaje por Sabrina De la Vega Lun Feb 16, 2015 12:39 am

Los seres más sensibles no son siempre los seres más sensatos.
-Honoré de Balzac-


Bello cual retrato de ángel era el rostro de aquel hombre; hermoso con sus dedos que toman a fuerza y desdén el rostro de la pequeña insensata, Sublime, con aquellas palabras que engalanan a los deseos ocultos y mórbidos del demonio. Los ojos de la pequeña brillan con cada una de las frases, con cada promesa y sobre todo con cada acción. Sus pequeñas manos se deslizan por la mano que le sujetan el rostro, las yemas de sus dedos acarician la fría piel subiendo más y más sintiendo como su cuerpecito se estremece por aquel contacto, desciende pero ahora con sus aquellas filosas uñas cual garras. Su piel se eriza al contacto fiero de la piel ajena con sus uñas, como la rasgan, como siente la vida de él.

Esta noche, en la hora de las bestias, su corazón lo siente latir por ver primera en tantos años. Tiene hambre la cual no cesa fácilmente y que ahora ruega que él pueda saciarla; muerde el pulgar del hombre con sus colmillos dejando una pequeña impronta de herida que sana pero que antes deja algo de sangre, lo limpia, toma esas gotas con su lengua chupando el dedo. Delicioso sabor al que sonríe mostrando los colmillos con esos ojos tiernos y ese puchero de “inocencia”, fatal inocencia. –Lloro porque mis presas caen tan rápido, porque no hay quien pueda resistirse a una pequeña como yo ¿Por qué les cuesta tanto castigarme?– suspira como si se tratara de una tragedia.

Observa atenta como el “protector guardián” se ocupa de su desastre maravillada por semejante acto bondadoso. Suspira como una enamorada feliz entre sonrisas y danzas alrededor de lo que parecería una obra de terror, tararea notas sin sentido alrededor de él, se siente como las ninfas de los bosques junto a su dios creador. –Eres tú, tu eres él, mi padre, mi ángel mi príncipe oscuro– canta entre risillas que solo en la retorcida cabeza de ella sonarían bien –Si, si deseo todo y más, y espero que tu me lo puedas cumplir, que tú me des aquello que deseo con tanta fuerza ¿Serás capaz? o eres como estos cadáveres?– la pregunta abandona de sus labios junto a una postura reprochadora, las manos en su cinturita en forma de jarra y una ceja enarca de incredulidad mirándole de arriba a abajo.

Malcriada, irrespetuosa, una niña que no ha conocido los castigos por su insolencia, le da la espalda cruzando sus brazos, un cambio en su voz, el tono de la desilusión junto a la solución de último momento –Creo que solo me queda jugar con mis presas luego de cenarlas ya que ellas no pueden aguantar más de cinco segundos, que humanos tan patéticos. Quizás deba buscar presas más grandes, quizás los mismos a los que pertenezco, a lo mejor un vampiro– ladea a un lado la cabeza sobre su hombro con sus ojos brillando aún más ante la sola idea de probar sangre de un semejante, se relame los labios hasta el punto de lastimar su lengua con sus filosos colmillos dejando un hilillo de sangre correr por su comisura. Corre y en segundos está a la espalda de él, se aferra al vampiro, sus manos suben para tomarse del cuello de él, en puntitas queda para poder alcanzar la piel expuesta y es ahí donde roza sus dientes en un aliento frío susurrado –Quieres ser mi presa esta noche y jugar conmigo, mi bello Ángel, prometo portarme muy mal– lame la piel gélida con una risilla infantil, soberbia y llena de locura.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Miér Abr 01, 2015 11:55 pm

Más allá de estos sueños, de esta muerte:
tras de la sombra en llama de tus ojos.




Escuchó las palabras incitadoras de aquel pequeño demonio, revolviéndolo, llamándolo como si fuesen numerosas cuerdas que tiraban de él para acercarlo cada vez más a ella. Sabía lo que era, aquella hambre insaciable de dominación. La entrega absoluta a la locura.

Caminó con firmeza, dejando que la voz de ella entonase un espeluznante canto que lo acompañaba en la noche, como si fuese un réquiem para el alma de aquellos que había destrozado tan solo por un capricho que no le sería dado. Él conocía demasiado a sus congéneres, sabía de su egoísmo. Pero sobretodo, sabía de su soledad. De aquello que siempre les acompañaría; los deseos incumplidos. Almas condenadas, rotas, buscando incansablemente a alguien que pudiese repararlos.

Los cuerpos de las mujeres parecían una imagen retorcida de su propio interior, algo amorfo que debía tener forma humana y creaba un entresijo de carne colgante, fofa, sin huesos que pudieran sostenerla después de la muerte. Ya no podrían servirles como muñecas. Estaban tan rotas, que ni siquiera su expresión de pánico y dolor se podía siquiera ver, ya que la mandíbula de una de ellas había sido rota, colgando como una pieza mal puesta, temblando a cada paso que daba como un balancín mecido por el viento. De arriba hacia abajo, de derecha a izquierda. Dulce y doloroso vaivén de un adiós no respetado.

- Yo soy yo. Ni padre, ni ángel, ni príncipe. – Señaló antes de arrojar los cadáveres sobre el hueco de una alcantarilla recién instalada en aquellas calles públicas. Sabía que sería un problema cuando lloviese, ya que los huesos no tardarían en flotar y taponar la entrada del agua, revelando el horrible juego en el que habían participado ambas mujeres. Así que sacó la caja de plata en la que guardaba sus cigarrillos importados, abriéndola para sacar varias cerillas que encendió con tan solo un movimiento de su muñeca.

- Sólo un hacedor de muerte, un artista del dolor, una pesadilla escondida hábilmente tras una dulce máscara. – El chasquido de la cerilla al prenderse, creó que su rostro brillase con la luz anaranjada durante unos segundos, los mismos segundos que duró aquella sonrisa que permitía ver todos los dientes de su boca, sobretodo sus afilados y mortales colmillos.

Dejó caer la cerilla sobre los cuerpos y las llamas comenzaron a danzar sobre los cuerpos. Repitiendo el mismo acto; una, dos, tres y hasta cuatro veces. Asegurándose de que pudiese acabar con el máximo número de pruebas de su presencia en aquel lugar. Al fin y al cabo, ellos no eran los únicos seres retorcidos en la noche. Los humanos también sabían ser tan terribles con su especie como los vampiros. Salvo que ellos no tenían el permiso del infierno para ser demonios. Eran como perros, mordiéndose y gruñendo siempre por el mayor pedazo de carne.


La rapidez de aquel demonio caprichoso y malcriado no lo sorprendió, pero sí su astucia. La depravada sinceridad con la que le pedía con aquel frágil rostro de muñeca que participase en aquel oscuro juego que sólo ella podía finalizar. Tan oscuro deseo, siendo dicho en voz alta, arriesgándose a ser rechazada. Al dolor. Era como una rosa, tan hermosa y terriblemente llena de espinas. Una flor cuyas raíces anidaban en la perfidia de su ansiosa necesidad.

- Pobre criatura, ¿ Cuántos compañeros de juegos se han muerto sin comprender cómo callar tu grito desesperado?. – Preguntó mientras se llevaba una de sus manos a la cabeza ajena y le acariciaba la masa, suave y esponjosa, de sus rizos. Peinados de forma pródiga, como si para matar fuese necesario cumplir con una etiqueta de decoro. Cerró sus dedos en el pelo castaño y tiró de ellos, alejándola con crueldad de su cuerpo como si fuese una garrapata que se adhería a él con demasiada fuerza.

- Jugaré contigo, pero con mis reglas. No me toques sin mi permiso. – La dejó en el suelo y soltó su pelo para agacharse y poder mirarla a los ojos, como si fuese un padre animando a su pequeña a susurrarle qué dulce quería que le comprase.


- ¿ Qué pecado oscuro deseas cometer, mi pequeña y tormentosa criatura?- Preguntó extendiendo una de sus manos para arreglarle la tela de su vestido, alisándolo antes de levantarse y rodear su figura, colocando su mano sobre uno de sus pequeños hombros, guiándola lejos del hedor de la carne quemada, escoltándola en la noche, abrigándola en su sueño sangriento.
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Mensaje por Sabrina De la Vega Mar Abr 28, 2015 10:38 pm

El verdadero dolor es el que se sufre sin testigos.
—Marco Valerio Marcial—


Había sido una niña muy buena, tanto que ha sido premiada con el mejor de los regalos que cualquier ser le podría dar, la caída de la cenizas cuando los cuerpos arden en una cruel combustión, la sonrisa de dicha y retorcidas imágenes que aparecían en su cabecita le hacían perder el conocimiento del momento real, ahí estaba ella danzando como una muñeca de porcelana que se arranca de tiempo antiguos cuando el recato es la orden del día pero no siente que deba serlo y no le importa. Los zapatitos suenan contra la calzada empedrada al ritmo de esa risilla que se oculta en la oscura y densa noche, atrapa entre sus fríos dedos aquella exposición de arte que nunca olvidará y sobre todo al maestro de dicha demostración.

—No, no padre no haría esto el haría que sangrara antes de darme este hermoso espectáculo, solo eres un pobre artista que recién comienza a crear las obras y experimentos de la divinidad en el dolor, pobre mártir que no alcanza la gloria— se burla de él con un puchero que solo le arranca una risotada muy infantil, tanto que sus manos tocan el vientre plano de aquel monstruo tierno para no desarmarse o romperse de tanto que le provoca sus propias palabras. Problemas y más problemas, en su mentecita se recitaba cual coro angelical, ni el crepitar del fuego podía ya oír para danzar, ahora solo podía reconocer la palabra “problema” que le hacía moverse sutilmente mostrando los colmillos a aquel desconocido, los mismos colmillos que amenazan con clavarse en la mano de aquel sujeto pero es impedida por la gracia de los infiernos.

“Por qué no lo vi antes, un vampiro es mejor”

Esa frase cae cual rayo en su cabecita cuando su cuerpo entra en contacto con las húmedas piedras de la calle, sus garras que dejan una huella en las piedras y esa risa que le da un gusto al sentir la fuerza con la que aquel ser le toma, es la muestra de lo que necesitaba para sus juegos, se relame los colmillos sangrando unas gotas que caen estruendosamente al suelo y en su vestido albergando la esperanza del apetito saciado, asiente ante las cláusulas de reglas que no piensa cumplir, no le importa eso a ella ya.

—¿puedo tocarte ahora?— no espera recibir una respuesta se lanza a tocarle con las manos aquellos finos y largos dedos mientras se alejan de aquella escena de horror que tanto le agrada ver, sujeta con firmeza la mano en sus hombros solo para caminar tan despacio y contemplar así la piel —Puedo morderte hasta saciar mi apetito— acaricia con su cabeza la mano que la sujeta —Si, a eso quiero jugar a que mis colmillos rasguen tu piel y ver cómo va haciendo efecto esa habilidad tan nuestra, ver la esencia de los nuestros en su máximo esplendor y que me depara en mis futuros años de fría soledad— con la punta de la lengua toca el índice derecho con la risita en su rostro, con esa mirada oscura y sinuosa.

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Mi salvador o verdugo ¿que eres? || Privado  Empty Re: Mi salvador o verdugo ¿que eres? || Privado

Mensaje por Brönte d'Auxerre Mar Nov 17, 2015 5:27 pm

Las palabras y acciones de aquella niña lejos de ofenderlo u herirlo sólo ocasionaron que sus labios se curvasen en una sonrisa misteriosa. Ella le acusaba de no saber nada del mundo del dolor, pero no tenía ni idea de la oscuridad que había en su interior y cuán profundamente la entendía. Él había sufrido el pecado de la ira muchas veces, su locura permanecía encerrada tras unas firmes normas de higiene y fobias. ¿Sabría ella de lo que sería capaz si perdía la calma?. No, sería mejor que jamás lo sospechase.


Negó lentamente para alejar aquellos pensamientos y miró hacia la luna que brillaba sobre ellos, era más tarde de lo que había creído, lo suficiente como para gozar de un paseo antes de adentrarse de nuevo en su fría habitación. La soledad de su mansión, así como la ausencia de vida en la misma, le hacía escapar noche tras noche, buscando almas que llevar consigo a su infierno personal. Hoy parecía haber encontrado algo interesante, alguien afín a su lado oscuro con un rostro tan apacible  y atractivo como el suyo mismo. Linda como una muñeca de porcelana, cruel como una arpía.


- No - Contestó demasiado tarde a su pregunta, lo cual sólo hizo que uno de sus ojos temblase ligeramente como muestra se su falta de control. Su ente oscuro se retorció con cierta sensualidad en su mente, disfrutando de aquel momento de debilidad en su fortaleza. Quería salir y portarse mal, lo sabía, siempre había esperado a alguien que lo liberase con una mirada tan oscura y tentadora como la de aquella hermosa rubia.


Contrajo sus labios en una sonrisa macabra y cruel, tomando aquella pequeña cabeza entre sus manos para apretarla y alzarla en el aire ante sus ojos azules. Mantuvo el silencio entre ellos mientras sus dedos seguían ejerciendo fuerza sobre aquel hermoso rostro, arañándola y dejando profundas marcas en sus mejillas. La sangre que manó de ellas sólo hizo que su boca se entreabriese para emitir un gruñido bajo que podría considerarse casi un ronroneo seductor ante aquella imagen. Hilos de rojo carmín derramándose lentamente por sus dedos y aquella pálida piel.


- Hazlo, muérdeme y destruye mi piel. - Rió y acercó su rostro al de ella, acariciando con su aliento los fríos y rojos labios de aquella joven no muerta. - Pero si lo haces perderás la última oportunidad de que juegue contigo. Puedo ver lo que necesitas, pero simplemente prefiero oírte suplicar igual que tus presas. - La soltó con un movimiento fluído de su mano, lanzándola temerariamente cerca de la hoguera con una mirada de fría condescendencia.


- ¿ No está agradable la noche como para compartir un paseo por algún parque ?- Le preguntó como si nada, mientras sacaba un pañuelo de su chaqueta y limpiaba con el la sangre de la vampiresa. No queriendo ceder al impulso de saborearla como si fuese un animal salvaje.



Disculpas:
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Mensaje por Sabrina De la Vega Dom Abr 24, 2016 11:20 pm

La noche favorecía a sus hijos en los deseos más oscuros e insanos que podrían albergar en sus pútridos y casi inexistentes corazones, que se arraigan ferozmente ante el miedo de la desaparecer, la idea del rechazo y la eterna soledad, pero ya la viven, la sienten y no pueden hacer nada más que refrenar a la bestia que se oculta tras la piel de porcelana y rasgos hermosos, lástima que pocos entienden aquellas líneas de “rectitud” y “moral”, pena que no todos puedan hacer eso y terminen trasgrediendo todo lo construido en segundos, quizás lo que anhelas aquellas almas perdidas es la mano cruel y firme de la inanidad.

La fina línea entre el placer y dolor poco a poco iba develándose, a los ojos de aquel ángel de la muerte que se abrían estupefactos ante el agarre sorpresivo y fuerte, ante la garra que rasga su piel quemándola sin cesar, provocándole un dolor agónico que emula en una sonrisa placentera de éxtasis por sentir aquello; sus ojos se abren pidiendo más de la sensación permitida, pero es su cuerpo el que responde al ser arrojado cerca de las llamas observando a los cuerpos arder como ardió su rostro que ahora iba recuperando lentamente su forma dejando solo la muestra de lo que fue hecho, lentamente se cerraba pero es el pulgar que toma parte de aquella muestra lamiendo de forma descarada frente al agresor que ante sus ojos es como su creador.

—Entonces, tengo prohibido probar con mis dientes el sonido de tu carne siendo perforada, el sabor de sabor de su sangre y su aroma manchando mis labios y mentón cayendo directamente hasta mis pies— observa la tela ajena que se acerca a limpiar los rastros de sangre, pero ella solo sonríe dejando vayan hacia atrás, ambas, recargando su cuerpo, inclinando un poco hacia atrás. Le mira con aquella mirada traviesa y diabólica de quien anhela algo siniestro —¿Tendré que suplicarte de rodillas a tus pies por alimento o tu me alimentarás?— ríe con cinismo y locura levantándose de aquel suelo.

Toma el pañuelo del vampiro oliendo su propia sangre rozándola por sus mejillas sosteniendo la mano ajena y peligrosa —Mi suplicas podrían lastimarte severamente, podrían cambiarte y hasta enloquecerte ¿eso quieres?— susurra entre los dedos del hombre que deja sobre sus labios con aquella sonrisilla de niña malcriada. Da la espalda agitando sus rubios cabellos como si nada ocurriese en aquel momento, pero su alma, arde en las llamas del infierno, lo siente —Me gustan los paseos, son tan refrescantes a la hora de conseguir alimento, y creo que este será el mejor si estoy en compañía de mi protector, mi adorado y amado padre— mira sobre su hombre acercándose a tomar el brazo del hombre.

Se aferra a él como si se aferrara a una vida, pero lástima que ella no la tiene, lástima que es solo una muñeca vacía olvidada por el tiempo.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Dom Jun 12, 2016 10:35 pm

Observó sus heridas, ofreciendo durante unos instantes una imagen tan perturbadora que casi lo hizo suspirar. Toda aquella hermosa carne destruida, mancillada, marcada por él. Sí, habían horrores que le hacían sacar aquella parte que se parecía a Gael, la que llevaba profundamente anclada en su interior, atada con cuerdas para que jamás asomase en su rostro la bella frialdad de su monstruosidad.

Se planteó durante unos instantes su pregunta, adquiriendo una expresión soñadora. De esas que hacen saber a los que la observan, que su dueño había ido a un mundo que sólo él podía ver. Uno creado por su mente, en el que miles de posibilidades ocurrían, haciendo emerger una sonrisa tan siniestra como la que aquella niña le ofrecía en su cinismo autodestructivo.

Hacerla suplicar era sin duda una magnífica idea, sobretodo porque no parecía acostumbrada a ello, ni creía que fuera a hacerlo. Sabia que aquel monstruo hermoso y vacío sólo deseaba llenarse con su locura. Con el dolor de cada herida ofrecida. Su soledad era tan palpable que podría derramar lágrimas carmesí. Pobre criatura.

- Puedes suplicar, aunque si lo estropeas con tu tono de voz, no será agradable. - Le respondió a su pregunta, mientras ella se alzaba del suelo como una muñeca que había sido tirada por cuerdas invisibles. Cuerdas que parecían salir de su boca, gracias a cada palabra que le ofrecía a la vampiresa. Nunca había sido tan brutalmente sincero.

Sus actos lo hicieron sonreír, encontrando divertido que le ofreciera volverle loco. Él ya estaba loco, su mente había sido dañada siendo humano, encontrando una resistencia inhumana a cada castigo o cura que intentaban imponerle en el manicomio.

- Hazlo, vuélveme loco. Quema mi mente con cada uno de tus crueles actos. Haz que quiera arrancarte la piel. - Sus fervientes palabras quedaron suspendidas entre ellos, mientras la enfrentaba con una mirada de sus fríos ojos azules. La promesa de violencia estaba allí, brillando con ése aire de certeza mortal que le profería su estirpe. - Ten cuidado con lo que deseas, querida, de lo contrario te prometo un dolor atroz digno del inframundo.

No solía tomarse bien el que intentasen quitarle su máscara, mucho menos que acabaran con su estabilidad emocional. La necesitaba para aparentar normalidad, al menos tanta como podía.

Chasqueó con su lengua al notar la profundidad que estaba tomando la conversación y decidió comenzar el paseo que ambos necesitaban para enfriar al demonio que llevaban bajo la piel.

- Por supuesto, no hay nada más hermoso que ver a la muerte caminar bajo la luz de la luna, presurosa de arrancar almas de cuerpos inocentes. - Emitió una risa baja y modulada, casi como un ronroneo afectuoso hacia la dama que escoltaba aceptando aquel enfrentamiento con la misma solemnidad con la que ejecutaba todo.
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Mensaje por Sabrina De la Vega Vie Ago 26, 2016 11:08 pm

Siniestras palabras que solo crean un eco en escalofríos, una fugaz sensación placentera que se dibuja en aquellos labios marchitos como arte efímera aquella sensación en una sonrisa cómplice; un pacto marcado por el silencio de las palabra que ambos demonios guardan y que solo sus frías miradas son capaces de expresas, aquellas sensaciones olvidadas y casi extintas de quienes con pasos ligeros andan por la noche.

Aquella cabeza lentamente busca el abrigo cálido contra la fría piel de quien ha accedido a ser su compañía en lo que queda de la noche, las palabras antes mencionadas aun corren por su cabeza golpeándola con fuerza, estremeciéndola completamente hasta las más profundas de sus entrañas se encuentran en un estado de frenesí ante la pronta amenaza, una que es demasiado tentadora como para dejar pasar; entre el cándido silencio de las voces solo se podía apreciar claramente como la ciudad se abría para ellos cual jardín endemoniado, sus ojos brillaban con la mera expectativa de su mente que ya se ilusionaba y recreaba figuras de lo más extrañas, que para cualquiera sería un horror, lástima que ellos no son cualquiera

Sus suaves y engañosos ojos suben llevando consigo una tierna mirada de una niña inocente —¿Cómo arruinaría mi voz la súplica? Quizás si la hago muy grave o muy aguda— su voz es suave, tanto como para rayar en la infancia perdida —Debes decirme, mostrarme aquello que podría desencadenar en una infernal locura, porque no queremos eso ¿verdad, querido mío?— sus dedos joviales se entrelazan con la mano adulta besando aquel dorso con la insinuación de sus colmillos, esa postura tan fresca e ingenua —Solo recordar tu locura hace que mi corazón muerto salte, eres como él suave ángel del infierno, que delicia y a la vez que aburrido, aunque espero que esta vez no seas como las anteriores, si no que cumplas el querer arrancarme la piel cuando este entrando en tu mente a destrozarla con cada palabra, con cada acto, con cada provocación de mi parte— balancea esas pestañas como una señorita cándida y frágil que ha lanzado un desafió, uno mortal.

Rompe abruptamente la unión de ambos sonriendo, pero esta vez con una malicia en su rostro —Arrancar las almas es lo que me debes enseñar, hacerlo con el mayor dolor posible, el poder dar a mis victimas ese grito desesperado y desgarrador para que sus almas satisfagan al final mi hambre— frota su plano vientre como si ya estuviera deleitándose de la vida ajena —Pero para ello tendrás que enseñarme siendo tu el que grite ¿lo harás mi querido padre? ¿Harías eso por tu pequeño vástago?— la maldad se refleja en su rostro clara y visiblemente.

El sonido de sus zapatos chocando contra las empedradas calles de la ciudad parisina, y aquella pequeña risilla que como eco en el viento se deja escuchar.

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