AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Jugamos a las escondidas? [Vianna Wilde]
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¿Jugamos a las escondidas? [Vianna Wilde]
- ¡Alto ahí! ¡Detengan a la ladrona! - Cuatro guardias le cerraron el paso.
- ¿Puedo saber de qué se me acusa? -Se dio la vuelta. Todavía era temprano en el mercado popular, el sol estaba saliendo y los primeros destellos iluminaban los techos de las tiendas. Los vendedores y algún curioso observador eran los protagonistas del armado de la escenografía principal, sus caras de cansancio aprovechaban cada movimiento para bostezar. No se comparaba para nada con el revuelto del mediodía, todo era más lento, más tranquilo, pero más desordenado. Acomodaban los objetos para venderlos, y los montones de bolsas y bultos incomodaban para caminar. El grito había salido de la boca del vendedor de especias, un asiático que pronunciaba perfectamente las palabras sin dificultad alguna, se aproximaba a ella acompañado por un guardia real esquivando los amontonamientos. Desde el otro día que estaban vigilando el mercado y no se podía trabajar en paz. - ¡Ella señor! Ella robo mis especias - El extranjero la apuntaba con su dedo indice. Una vez que estuvieron al lado de ella, pudo notar la diferencia de tamaño entre ella y el guardia mayor. Aquella bestia medía 2 metros de alto y 3mts de Ancho. Lo bien que debían pagarle a los brutos para tener esa panza. El guardia la agarró de la capucha de su capa marrón oscura, que la abrigaba y le cubría la mitad de la cara y gran parte de su vestido, - ¿Tú otra vez? Creí haberte dicho que desaparecieras de mi cuadra . El guardia la levantó unos centímetros del suelo y la sacudió levemente, pero brutamente. - ¡Devuélvelas, ladrona! Esas especias son muy caras y muy importantes, son traídas desde Asia y..
- ¡BASTA! - Colombina cortó secamente las palabras del hombre de ojos rasgados y se soltó rápidamente de su capa. - Yo no he robado nada. Se me acusa sin pruebas, por lo tanto no hay delito. Mucho gusto. Permiso. Evandiendo la "muralla humana" divisó un pasaje hacía la izquierda y apuró el paso, pero el mercader no la dejó avanzar demasiado. - ¡No dejen que se escape! - Lo que hacía el poder! Los guardias comenzaron a seguirla, tuvo que correr rápido dos cuadras adentro y tomar otro camino hacia su derecha. Lo rinocerontes se le aproximaban. Debía volver para buscar su capa, comenzaba a sentir frío, andar en vestido en pleno invierno no era recomendable. Trató de perderlos tomando los callejones cercanos al mercado y desembocó en la plaza comercial. Desde el extremo sur vio volver al guardia mayor acompañado por otros dos.
El Mercado era ahora un laberinto de gente. No solo se encontraban los madrugadores sino que ya estaban los trabajadores comprando su comida del día, las clases bajas y populares eran las más concurrentes. Aprovechó la multitud para esconderse detrás del puesto de frutas, mientras una sigilosa mano se asomaba sobre la cesta de peras y capturaba una brillante y jugosa.
- ¿Puedo saber de qué se me acusa? -Se dio la vuelta. Todavía era temprano en el mercado popular, el sol estaba saliendo y los primeros destellos iluminaban los techos de las tiendas. Los vendedores y algún curioso observador eran los protagonistas del armado de la escenografía principal, sus caras de cansancio aprovechaban cada movimiento para bostezar. No se comparaba para nada con el revuelto del mediodía, todo era más lento, más tranquilo, pero más desordenado. Acomodaban los objetos para venderlos, y los montones de bolsas y bultos incomodaban para caminar. El grito había salido de la boca del vendedor de especias, un asiático que pronunciaba perfectamente las palabras sin dificultad alguna, se aproximaba a ella acompañado por un guardia real esquivando los amontonamientos. Desde el otro día que estaban vigilando el mercado y no se podía trabajar en paz. - ¡Ella señor! Ella robo mis especias - El extranjero la apuntaba con su dedo indice. Una vez que estuvieron al lado de ella, pudo notar la diferencia de tamaño entre ella y el guardia mayor. Aquella bestia medía 2 metros de alto y 3mts de Ancho. Lo bien que debían pagarle a los brutos para tener esa panza. El guardia la agarró de la capucha de su capa marrón oscura, que la abrigaba y le cubría la mitad de la cara y gran parte de su vestido, - ¿Tú otra vez? Creí haberte dicho que desaparecieras de mi cuadra . El guardia la levantó unos centímetros del suelo y la sacudió levemente, pero brutamente. - ¡Devuélvelas, ladrona! Esas especias son muy caras y muy importantes, son traídas desde Asia y..
- ¡BASTA! - Colombina cortó secamente las palabras del hombre de ojos rasgados y se soltó rápidamente de su capa. - Yo no he robado nada. Se me acusa sin pruebas, por lo tanto no hay delito. Mucho gusto. Permiso. Evandiendo la "muralla humana" divisó un pasaje hacía la izquierda y apuró el paso, pero el mercader no la dejó avanzar demasiado. - ¡No dejen que se escape! - Lo que hacía el poder! Los guardias comenzaron a seguirla, tuvo que correr rápido dos cuadras adentro y tomar otro camino hacia su derecha. Lo rinocerontes se le aproximaban. Debía volver para buscar su capa, comenzaba a sentir frío, andar en vestido en pleno invierno no era recomendable. Trató de perderlos tomando los callejones cercanos al mercado y desembocó en la plaza comercial. Desde el extremo sur vio volver al guardia mayor acompañado por otros dos.
El Mercado era ahora un laberinto de gente. No solo se encontraban los madrugadores sino que ya estaban los trabajadores comprando su comida del día, las clases bajas y populares eran las más concurrentes. Aprovechó la multitud para esconderse detrás del puesto de frutas, mientras una sigilosa mano se asomaba sobre la cesta de peras y capturaba una brillante y jugosa.
Colombina- Gitano
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 10/12/2013
Re: ¿Jugamos a las escondidas? [Vianna Wilde]
Aquella mañana tenía que ir al mercado, las reservas que guardaba en el pequeño piso donde vivía habían empezado a escasear hace varios días, únicamente me quedaban dos manzanas, una salchicha y un mendrugo de pan, con aquello no llegaría hasta mañana, por lo que a primera hora del día me vestí y me abrigué, poniéndome un vestido que me había comprado hace poco de manga larga y la capa, prometía ser un día frío de invierno.
El mercado estaba lleno de vida a aquellas horas, podías ver toda clase de personas comprando, la diversidad era enorme. Yo me deslizaba entre las personas aunque era imposible no llevarte de vez en cuando ningún empujón, alzaba la cesta, donde guardaba lo que compraba, por encima de mi cabeza para evitar que fuera aplastada.
Me acerqué a los puestos de fruta, ubicados las mayoría de ellos en la parte derecha de la calle. Iba cogiendo los alimentos y depositándolos en la cesta tras pagarlos a los tenderos. Cuando me acerqué al puesto de las peras y mientras elegía las piezas que tenían mejor color, vi a una muchacha agachada tras el puesto. ¿Estaba intentando robar?
Le miré unos segundos y entonces unos guardias pasaron corriendo a toda prisa por la calle. Esperé a que estuvieran lo suficientemente lejos para acercarme a la muchacha, quitándome la capa y ofreciéndosela.
- No sé en qué lío te habrás metido, pero no puedes quedarte aquí agachada para siempre, te congelarás de frío. - miré hacia atrás para percatarme de que no hubiera ningún guardia. - Vamos, está libre. - le avisé, alejándome de aquel puesto - Camina cogida de mi brazo, sujeta esto -le di la cesta - No mires todo el rato hacia el suelo, pero evita cruzar la mirada con algún guardia... hazme caso, yo he estado en tu situación demasiadas veces - le sonreí y le ofrecí mi brazo para que se agarrara. Teníamos que cruzar toda la calle y alejarnos un poco del mercado para poder escapar de los guardias.
El mercado estaba lleno de vida a aquellas horas, podías ver toda clase de personas comprando, la diversidad era enorme. Yo me deslizaba entre las personas aunque era imposible no llevarte de vez en cuando ningún empujón, alzaba la cesta, donde guardaba lo que compraba, por encima de mi cabeza para evitar que fuera aplastada.
Me acerqué a los puestos de fruta, ubicados las mayoría de ellos en la parte derecha de la calle. Iba cogiendo los alimentos y depositándolos en la cesta tras pagarlos a los tenderos. Cuando me acerqué al puesto de las peras y mientras elegía las piezas que tenían mejor color, vi a una muchacha agachada tras el puesto. ¿Estaba intentando robar?
Le miré unos segundos y entonces unos guardias pasaron corriendo a toda prisa por la calle. Esperé a que estuvieran lo suficientemente lejos para acercarme a la muchacha, quitándome la capa y ofreciéndosela.
- No sé en qué lío te habrás metido, pero no puedes quedarte aquí agachada para siempre, te congelarás de frío. - miré hacia atrás para percatarme de que no hubiera ningún guardia. - Vamos, está libre. - le avisé, alejándome de aquel puesto - Camina cogida de mi brazo, sujeta esto -le di la cesta - No mires todo el rato hacia el suelo, pero evita cruzar la mirada con algún guardia... hazme caso, yo he estado en tu situación demasiadas veces - le sonreí y le ofrecí mi brazo para que se agarrara. Teníamos que cruzar toda la calle y alejarnos un poco del mercado para poder escapar de los guardias.
Vianna Wilde- Cazador Clase Media
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Re: ¿Jugamos a las escondidas? [Vianna Wilde]
Efectivamente, las manos de Colombina sabían cuando una fruta estaba madura, y no se había confundido con la pera. Tenía un sabor dulce, y como no había desayunado aquello fue un manjar delicioso. Su disfrute duro unos segundos, recordó los guardias y los buscó con la mirada por el mercado. Habían cambiado de lugar pero no estaban cerca, aunque lo que más le importaba a ella era saber dónde se había metido el asiático. Solo él podía haber agarrado su capa, ya que del lugar de los hechos había desaparecido. Recorrió con la vista todo el mercado, pero una sombra detrás suyo acompañada por unos pasos la distrajo. Se dio vuelta rápidamente pensando en los guardias y, para su sorpresa, encontró una chica de pelo anaranjado que le ofrecía su capa.
- Te lo agradezco pero se cuidarme sola, ¿sabes? - La chica parecía no haberla escuchado, insistía en que la acompañara y ella deseaba que no las vieran. -Aléjate, ¿no te enseñaron a no meterte en asuntos ajenos? - Estiró la mano para apartarla pero la chica aprovechó para encajarle la cesta de alimentos. Seguía insistiendo en ayudarla, le sonreía y le ofrecía una mano, tampoco quería ser maleducada. Buscó con la mirada a los guardias y los vio más cerca que antes. Rapidamente se levantó del escondite con la cesta en la mano y se aproximó a la chica -Muy bien, ya que tanto insistes, un poco de ayuda no me vendría mal, pero vuelve a ponerte la capa te puedes resfriar. - Le tomó del brazo, y avanzó apurada, se podía decir que Colombina la llevaba a ella. -Sígueme- Quería dar una vuelta por el mercado buscando al oriental. Al doblar en una fila de tiendas, del lado de la derecha, en el 5to puesto divisó su capa y, al no ver al vendedor, aceleró el paso y agarró el abrigo, escondiéndolo en la cesta. Se metió por el espacio entre una tienda y otra, saliendo al otro pasillo de puestos.
- ¡Eh! ¡Alto Ahí! - Un grito resonó detrás de ellas.
- Oh oh, pasillo equivocado... ¡CORRE!
- Te lo agradezco pero se cuidarme sola, ¿sabes? - La chica parecía no haberla escuchado, insistía en que la acompañara y ella deseaba que no las vieran. -Aléjate, ¿no te enseñaron a no meterte en asuntos ajenos? - Estiró la mano para apartarla pero la chica aprovechó para encajarle la cesta de alimentos. Seguía insistiendo en ayudarla, le sonreía y le ofrecía una mano, tampoco quería ser maleducada. Buscó con la mirada a los guardias y los vio más cerca que antes. Rapidamente se levantó del escondite con la cesta en la mano y se aproximó a la chica -Muy bien, ya que tanto insistes, un poco de ayuda no me vendría mal, pero vuelve a ponerte la capa te puedes resfriar. - Le tomó del brazo, y avanzó apurada, se podía decir que Colombina la llevaba a ella. -Sígueme- Quería dar una vuelta por el mercado buscando al oriental. Al doblar en una fila de tiendas, del lado de la derecha, en el 5to puesto divisó su capa y, al no ver al vendedor, aceleró el paso y agarró el abrigo, escondiéndolo en la cesta. Se metió por el espacio entre una tienda y otra, saliendo al otro pasillo de puestos.
- ¡Eh! ¡Alto Ahí! - Un grito resonó detrás de ellas.
- Oh oh, pasillo equivocado... ¡CORRE!
Colombina- Gitano
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 10/12/2013
Re: ¿Jugamos a las escondidas? [Vianna Wilde]
La actitud de la chica me hizo pensarme si de verdad merecía que le ayudara, pero yo había estado en su situación, y mi de siempre carácter a ayudar a los demás me obligó a quedarme a su lado e intentar sacarla de allí.
Dejé que tomara la iniciativa y nos guiara a ambas, al parecer sabía mucho mejor que yo a dónde ir y como burlar a los guardias.
Yo la miraba mientras ella controlaba la situación, e incluso me costó diferencias quién estaba llevando la situación, casi parecía como si yo fuera la que hubiera sido perseguida y ella me ayudara a salir de la situación.
Miré hacia atrás cuando nos gritaron y corrí cuando ella me lo dijo, escapando de nuestros perseguidores. Pasamos por un puesto de manzanas, y yo me paré un momento para hacer caer uno de los cajones llenos de manzanas, haciéndolas rodar por el suelo y convertirse en obstáculos algo molestos.
- ¡Sigue corriendo! - le exclamé a la muchacha, mientras yo empujaba a gente para que se apartara de mi camino.
Mientras corría vi una calle que salía de la principal donde toda la gente compraba, y miré hacia atrás para percatarme de que había una distancia segura entre los perseguidores y nosotras.
- ¡Espera! ¡por aquí, confía en mí! - exclamé cogiéndola del brazo y tirando de ella hacia la calle que había visto.
En aquella calle había diversos balcones, algunos con las puertas abiertas.
- ¡Deprisa! apóyate sobre mis rodillas y salta al balcón, luego ayúdame a subir, nos colaremos dentro de esa casa y esperaremos a que los guardias dejen de buscarnos - expliqué poniendo mis rodillas para que pudiera hacer lo que le había dicho.
Dejé que tomara la iniciativa y nos guiara a ambas, al parecer sabía mucho mejor que yo a dónde ir y como burlar a los guardias.
Yo la miraba mientras ella controlaba la situación, e incluso me costó diferencias quién estaba llevando la situación, casi parecía como si yo fuera la que hubiera sido perseguida y ella me ayudara a salir de la situación.
Miré hacia atrás cuando nos gritaron y corrí cuando ella me lo dijo, escapando de nuestros perseguidores. Pasamos por un puesto de manzanas, y yo me paré un momento para hacer caer uno de los cajones llenos de manzanas, haciéndolas rodar por el suelo y convertirse en obstáculos algo molestos.
- ¡Sigue corriendo! - le exclamé a la muchacha, mientras yo empujaba a gente para que se apartara de mi camino.
Mientras corría vi una calle que salía de la principal donde toda la gente compraba, y miré hacia atrás para percatarme de que había una distancia segura entre los perseguidores y nosotras.
- ¡Espera! ¡por aquí, confía en mí! - exclamé cogiéndola del brazo y tirando de ella hacia la calle que había visto.
En aquella calle había diversos balcones, algunos con las puertas abiertas.
- ¡Deprisa! apóyate sobre mis rodillas y salta al balcón, luego ayúdame a subir, nos colaremos dentro de esa casa y esperaremos a que los guardias dejen de buscarnos - expliqué poniendo mis rodillas para que pudiera hacer lo que le había dicho.
Vianna Wilde- Cazador Clase Media
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