Un café cautivante | Viola de Lesseps

por **Killian White** Dom Ene 12, 2014 11:20 pm

París... París... París...

No era el lugar más espléndido que haya visitado y ni siquiera antes había pensado visitar Francia, salvo si se trataba de algún negocio o conducido por algún amor que no he encontrado y que sé alguna vez encontraré, pero no aquí, no en esta ciudad colorida, de un ambiente encantador y sobre todo, donde se dice se respira amor.

Siempre que camino por las calles cavilo en aquellos romances que parecen no existir, cada que una pareja pasa a mi lado pienso ¿serán felices... Serán honestos el uno con el otro? Y ahora mientras camino por la Rue de Rivoli no dejo de pensar en ello al paso de decenas de parejas, pero al final siempre llego a la misma conclusión... Pensar en eso me distrae de mis ocupaciones, sobre todo cuando deseo dedicar dedicar todo mi tiempo a la mujer que tome por esposa, y para eso debo de asegurarme que la fortuna White no necesite de mi atención... Aunque... ¿Desearé que así fuera?

La salida de mi amada Londres no fue sencilla, no porque mi amor por mi patria me ate y me aferre como un capricho a no salir, simplemente por el hecho de abandonar mi familia cuando creo me necesitan más. Pero quizás tenga razón mi hermana, necesito despejarme para aceptar completamente a mi hermana tal y como a hora es. Cuando pienso en ella, todo lo que soy, lo que pienso desaparece; ¿cuánto tiempo añoré su presencia y ahora? Muchas veces he deseado la compañía de alguien, alguien que me escuche, a quien pueda depositar mis secretos, mis sentimientos. Aquellos filósofos racionalistas, clasicistas y románticos de los que sólo obtengo debates, no, un amigo, que en Inglaterra no he encontrado en mis años como soltero.

Es una maldita mentira que un hombre no necesita a alguien especial en su vida, sea hombre o mujer, sea un amigo o una pareja sentimental, no hay más... ¡Ay! Mis malditas cavilaciones que aburrirían a mis compañeros de debates y quizás a mi hermana, lastima que Viviana sólo pueda escucharme.

Así, con mi mente invadida por una discusión que no conducía a ningún punto llegué a una cafetería al aire libre. Un cercado lo limitaba de la acera, me detuve para contemplar la arquitectura, tan distinta a la inglesa, pero no por eso más elegante. Crucé por una puerta de jardín y de inmediato me atendieron. Pedí una mesa cerca de la acera, quería seguir contemplando la gente pasar, pensar sobre ella, imaginarme todo acerca de su vida, suponerlo mientras pongo en claro aquella ideas que no he consultado a mi llegada a París y las que me trajeron a este lugar.

por **Viola de Lesseps** Miér Ene 15, 2014 7:59 pm

Siempre era bueno darse un tiempo para uno mismo ya sea en la misma ciudad o en otra continua, disfrutaba de los viajes me servían mas que nada para no pensar en todo lo que me había ocurrido si no mas bien me ayudaba a encontrarme con la Viola que un día decidió dejar Londres y venir a París en busca de un sueño ¿Cual era ese sueño? ser la mejor perfumista de París, de Londres o mejor dicho de toda Europa. Había dejado de lado lo que mas me apasionaba por algo que al parecer en mi vida solo era pasajero, el amor. Un suspiro salio de mi interior mientras cepillaba mi cabellera roja con demasiado cuidado, frente al espejo estaba mi reflejo una imagen que hacia mucho no veía. Una Viola decidida, una mujer que seguiría luchando por ser la mejor y por sobre todo una mujer capaz de llevar un negocio. Mi padre estaría orgulloso, hasta Arlett sonreiría por mis planes. Aun cuando yo rompería toda tradición familiar, algo me enseño mi padre y me lo había dicho repetidas veces "La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante." y eso era lo que estaba dispuesta a seguir mis sueños.

Había llegado de Rusia hacia dos días, con un centenar de baúles repletos de todo tipo de especias, de muchos materiales para la re modelada Perfumería, quería que "Il Imagine" fuera no solo un lugar donde se vendía perfumes costosos, si no mas bien un lugar donde al sentir un aroma puedas imaginar las mas grandes fantasías, donde una gota de cualquier aceite perfumado pueda traer el recuerdo que algún ser amado, de algún día en especial, de lo que el comprador este dispuesto a soñar. Sonreí ante mi propio pensamiento y termine por dejar mi cabellera suelta sobre mis hombros, me levante con cuidado del tocador y ya en la mesita de mi habitación estaba el desayuno, pero hoy no quería perder mucho tiempo en la mansión y eso Darla, mi ama de llaves, debía saberlo. Una doncella entro a mi habitación tan sonriente que me causo bastante simpatía, era nueva, tenia una gracia y humildad demasiado notorio - Luisa, Tráeme el vestido burdeo con detalles en palo rosa - esperaba que supiera cual eran esos colores, volví al tocador y maquille suavemente, nada muy estrambotico. Al minuto llego Luisa con dos tenidas una la correcta y otra similar asentí con la cabeza y tome el correcto, al cabo de algunos minutos ya estaba lista, sobre mis hombros pose una capa para opacar el frió y tome mi maletín redondo que había adquirido, ahí tenia varias muestras de perfumes que aproveche de crear en Rusia, durante mis vacaciones.

Ya en el centro de París fui directo a la perfumería, que había estado cerrada por mas de un mes, un pintor estaba dándole color a las paredes exteriores, pintando vigas y haciendo círculos o que se yo, lo deje a su imaginacion, algo sofisticado pero soñador, el cartel era mas grande y salia una bella silueta de un perfume que decía IL IMAGINÉ, sonreí satisfecha por lo que estaba a la vista. En el interior estaban pintando y cambiando las galerías, eche una ojeada rápida por si había venido Arlett a traerme algún secreto pero no había nada, pregunte por algún sobre y nadie respondió con una afirmación. Si me quedaba ahí de seguro estorbaría mas que ayudar, tome el maletín me dirigí al jefe de los pintores, el cual me dijo que mas menos en dos a tres horas estaría todo terminado para comenzar con la puesta en escena.

Tiempo libre algo que a veces era bueno, solo a veces. Camine mirando las calles, observando detenidamente la infraestructura de los locales, los colores, cada sitio tenia su sello único y eso era lo que yo andaba buscando, algo único y mio. Cerré unos instantes los ojos dejándome llevar por los aromas de París, a mi llego el dulce y fuerte aroma del café, haciéndome soñar y recordar tantas veces que disfrute uno con mi padre aquellas noches donde nos poníamos a componer nuevas fragancias, de mis labios salio una sonrisa mas no se si mis ojos demostraron lo mismo, sentimientos encontrados me hicieron entrar en aquel lugar, no había mucha gente, un joven me abordo y me llevo a una mesa solitaria cerca de la ventana un lugar perfecto para un buen café. -Una tarta de frambuesa y un café de amareto, por favor- le pedí antes de que se retirara. De mi maletín saque el diario de mi padre y lo abrí en completo silencio, era como si el mismo estuviera frente mio acompañándome.

por **Killian White** Mar Ene 21, 2014 1:05 am

La nieve ya se había de las calles y nadie se esperaba una nevada de nuevo, mas el clima no responde a nadie y yo lo sabía perfectamente, por eso, cuando las nubes hicieron presencia y comenzará a nevar agraciadamente, no me sorprendí. Londres y en general Inglaterra son tierras frías, con nevadas duras, lluvias gélidas en días grises y con poco sol. ¡Ah! La maldita pero gloriosa Londres.

Yo siempre he sido un hombre precavido y pese a que el sol estaba en su apogeo por la mañana me cargué con mi abrigo invernal, mis guantes y mi bufanda que hacían juego. Me levanté para ingresar a la estancia, no era buena idea seguir en la terraza. Así, tomando mi abrigo y el saco que había dejado en otra silla me giré para entrar por la puerta de cristal; sin embargo, todo se frustró cuando fui jalado del brazo, me di vuelta para ver al causante y lo que contemplé fue un tumulto que buscaba refugiarse en los locales cercanos.

Sí bien pude aferrarme y entrar a empujones como lo hacía la gente preferí esperar, pese a que me decía ser humilde no sentía propio meterme en un tumulto, rebajarme a empujar y exponerme a algún golpe. La gente despobló las calles, yo me coloqué mi abrigo para marcharme de ahí, no iba a entrar a la cafetería con tanta gente en el interior y con la posibilidad de que no hubiera ninguna mesa disponible, fue así que salí a la calle dejando que la nieve clara me abordara.

Cuando di el primer paso volví a ver mi asiento por sí llegaba a olvidar algo y fue cuando la vi, una mujer de cabellos escarlata, estaba concentrada leyendo, el porte y la clase que demostraba me hizo la clara invitación a quedarme. Fue así que, motivado por conocerla regresé a la cafetería esta vez pasando por alto la terraza; como había sospechado todas las mesas estaban ocupadas lo que para mí fue una fortuna. Algo me decía que podía obtener de la mujer de cabellos rojos una gran conversación, de esas que convierten el café en algo espléndido.

Me acerqué hasta su mesa colocándome a un costado del asiento libre frente a ella. —Disculpe señorita— dije en mi pésimo francés, en ese momento me reproché no haber dedicado tiempo suficiente para aprenderlo, quizás y después de todo convertiría mi intensión en un burdo intento de entablar una charla. Admito que en ese momento pensé en retirarme avergonzado, pero algo, que no comprendía del todo me hizo quedarme y seguir adelante. —Molestia sería para usted sí sentarme hago aquí...— solicité nervioso consciente de que mi enunciado no tenía realmente cohesión fue entonces cuando suspiré. —¡Oh! Esto no va a funcionar— susurré en inglés.

—Mi francés malo es... No puedo más que suplicarle me permita a que pase esperar termine la nevada— continúe en mi francés y me parece que me sonrojé, sentí un calor anormal en mis mejillas y evidentemente podía reflejar el mal momento que yo mismo me había propiciado a experimentar. Como sea, ya estaba ahí tan sólo tenía que esperar a que la mujer del cabello escarlata me diera o no su autorización, aunque comenzaba a comprender que la idea de conversar con ella sería simplemente algo que no iba a suceder, por lo que en mi interior suspiré.

Estando ahí de pie, ignorando lo que acontecía a mi alrededor, omitiendo las charlas que no alcanzaba a comprender del todo me dediqué a contemplarla, no sólo su melena resaltaba, sino también sus ojos llenos de convicción, los labios por sí solos podían invocar el deseo de verlos moverse, su forma lasciva demostraba un ímpetu y dominio de las situaciones. Fui consciente de que aquel rostro hermoso podía contemplarlo todo el día, y en ningún momento me atrevería a decir que el aburrimiento me abordaría, así ella se sumiera en llanto o furia, sin saberlo siquiera me imaginaba su belleza era tan multifacética que nunca perdería en encanto bajo ningún estado anímico.

por **Viola de Lesseps** Mar Feb 18, 2014 10:36 pm

La soledad de un café siempre era bueno para el tiempo libre, abrí el diario a la espera de mi pedido, aun cuando me sabia casi de memoria todo lo escrito por mi padre no me aburría de leerle siempre encontraba algo nuevo y bueno para hacerme compañía, eche un vistazo antes de adentrarme en mi lectura el lugar de un momento a otro pareció llenarse a darle vida a un espacio hecho para compartir. Baje la mirada a las paginas frente a mí, la hermosa caligrafía me hacia sonreír y más que nada podía oír a mi padre leerme sus recetas, sus poemas, sus críticas, era un buen consuelo para mí, siempre lo había sido.

Del diario de mi padre.

Tu capricho y tu edad, según se mire,
provocan tus defectos o tu encanto;
y te aman por tu encanto o tus defectos,
pues tus defectos en encanto mudas.
Lo mismo que a la joya más humilde
valor se da en los dedos de una reina,
se truecan tus errores en verdades
y por cosa legítima se tienen.
¡Cómo engañara el lobo a los corderos,
si en cordero pudiera transformarse!
Y ¡a cuánto admirador extraviarías,
si usaras plenamente tu prestigio!
Mas no lo hagas, pues te quiero tanto
que si es mío tu amor, mía es tu fama.

Y así tan simple como estas palabras es que encontré la perfección en ella, en la persona que me acompaña en mis locuras, que es la fuente de mi inspiración, quien lleva en su interior el mejor de los regalos de esta vida, mi hijo nuestro retoño…

La voz cálida de mi padre parecía retumbar en mi cabeza a medida que leía aquel soneto* uno que explicaba de manera fácil como amaba a mi madre. el joven garzón llego con mi pedido, agradecí y seguí dispuesta a centrarme en la lectura cuando una voz varonil irrumpe mi pensamiento y claro mi lectura también, alce la mirada con una media sonrisa en los labios cuando su francés declaro que aquella lengua no era lo suyo, no pude contenerme la risa con tal manera de expresarse casi propia de un niño que está aprendiendo hablar, más su perfecto inglés había sido lo que llamo mi atención cuando casi sin rendirse continuo – - Si el Francés no es lo suyo… mejor ocupe el inglés – dije en el idioma local – Puede tomar asiento – cerré el diario al decir aquella frase en mi lengua natal –- Creo que será más fácil que hablemos con nuestra lengua natal – no quería que el joven pensara que estaba bromeando, pero ya que se había tomado el atrevimiento de pedir mi asiento le daría la oportunidad, más cuando el café parecía estar más abordado de gente de lo común.

Comencé a revolver mi café después de introducirle dos cubitos de azúcar, con cuidado deje la cuchara a un lado, tomando entre mis manos la taza de loza la lleve hasta la altura de mis labios, inspire llenándome del aroma al amaretto y luego desvié mi vista al joven - - ¿De paseo por Paris? – Pregunte, siendo completamente mal educada, ya que no me había presentado –- Disculpe, Viola de Lesseps un gusto – ladee un poco mi cabeza de forma amigable, los ingleses siempre habíamos sido bien correcto a la hora de las presentaciones, pero estábamos en Paris siempre podíamos pasar a llevar las reglas, sonreí ante mi pensamiento. El joven de cabellos claros, aun parecía confundido, y no era para menos todos a nuestro alrededor hablaban un francés exquisito en suavidad, simplemente era un idioma que nunca denotaría el enojo en sus palabras, era por esa sencilla razón que adoraba aquel lenguaje. Probé un poco de mi café que sabía igual de delicioso que su aroma. Paso tras paso, el daba uno y yo otro, una mezcla de que algo bueno del tiempo libre podía salir.

* Soneto XCIV de Shakespeare

por **Killian White** Dom Mar 02, 2014 1:18 pm

Tomé asiento cuando me lo indicó, y justo como lo hacía cuando estaba de pie, la contemplé fascinado, observé esa elegancia y delicadeza con la que sólo lo ingleses preparan su té o en este caso el café. —Así es, para muchos sería un crimen llegar ha París y no detenerse a recorrer sus calles— dije aliviado de no tener que usar el francés y encantado de saber que aquella hermosa mujer de labios carmesí, era como yo, inglesa; el acento la delataba tanto como a mí el mío.

Seguí un poco distraído con la forma en la que sostenía el café, era muy similar al estilo con el que su hermana fingía tomar el té. Mis pensamientos viajaron hasta Londres, donde Camila debía estar dormida y Viviana despierta. —Encantado señorita de Lesseps— dije avergonzado por haberla desatendido esos breves segundos. —Soy Audrey White— le sonreí sin decir nada más.

Cuando el mesero se acercó a nuestra mesa le miré rápidamente —Thé à l’anglaise— solicité en una buena pronunciación y cuando se fue bajé la cabeza y solté una risilla silenciosa para volver a encarar la mirada de la hermosa Viola. —Usted, sin que pueda yo evitarlo, me ha cautivado. Denota conocer la cultura local, ¿radica aquí?— pregunté de una manera muy atrevida, mas ella era la causante, sus ojos azules conseguían distraerme.

—Por favor, pase por alto mis atrevidas palabras, aunque sincero, que espero una respuesta pues, realmente me sorprende que encuentre aquí lo que no he encontrado en Londres, mi tierra natal— dije al tiempo en el que se servía mi té. El vapor subió generando un manto entre mi y ella, el aroma caliente tomó posesión de casi todos mis sentidos, a excepción, por supuesto, de la vista que estaba enajenada por Viola.

—Noté que se encontraba leyendo, espero no haber interrumpido una exquisita lectura— mencioné mientras tomaba la taza como lo hacían todos los White y en di un sorbo. La expresión en el rostro de Viola manifestaron una revolución de sensaciones en mi y reí por lo bajo, sólo para ella y para mí. —Le ruego me disculpe, no quiero abordarla con preguntas asemejando un interrogatorio, sólo me interesa llevar una conversación tan cautivadora como sus expresiones y sí tengo suerte escucharla reír— le sonreí mientras daba un nuevo sorbo al té.

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