AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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París, mi nueva amiga
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París, mi nueva amiga
Jamás en mi vida pensé que estaría tan lejos de mi hogar, o de lo que yo denominaba como tal. Aquel grupo, mi familia, que nunca pensé abandonar, a quienes debo mi vida y todo lo que he aprendido. Pero ya no había vuelta atrás. Nuevamente me encontraba respirando los aires de un nuevo mundo para mi, tierras que deseaba descubrir con todas mi ansias, pues Francia era mi nuevo hogar y París mi nueva aventura. Sólo que esta vez me encontraba sola y por mi cuenta. Asustada no estaba pero si con la adrenalina a punto de hacer estallar mi cuerpo.
Desde la proa de un barco pesquero logré divisar el puerto de mi nuevo hogar. Tuve la suerte de conseguir que me dejaran viajar con ellos desde el extremo de otra ciudad, mientras desembarcaban la mercancía nueva. Por suerte no me costó ni una sola moneda, sólo subir mi falda unos centímetros más para la morbosidad de algunos, de todos modos durante el viaje no se habían atrevido a tocarme aunque fuese desagradable tener a olorosos y peludos hombres cerca.
Sonreí satisfecha con mis logros ya cuando el barco llego a la punta del puerto y se ajustó el barco con la amarra para asegurar la embarcación en el puerto. La gente que logré ver desde mi lugar me hacía querer empezar de una vez con mis andanzas, la gente en París tenía un toque característicos y diferente a las otras ciudades, y eso se olía, se veía, se percibía con mucha facilidad y en mi idioma lo conocía como "grandes ganancias". Un hombre gordo y con los dientes negros me ayudo a bajar del barco. Le sonreí de la manera más encantadora y acaricié su velluda mejilla con mi mano, y para completar mi agradecimiento le lancé una moneda al momento de darme vuelta. No sabía que tanto valor tenía una moneda inglesa en ese lugar pero tampoco me iba a quedar a descubrirlo con un hombre que me duplicaba el tamaño.
Las personas se movían de aquí a allá, todos en un constante desorden sin prestar atención a nada de lo que hubiese al rededor de nadie. Calculando la hora por la posición de sol no me extrañaba que ésta fuese la hora pico para ellos. Suponiendo que aunque intentará hacer uno de mis trucos públicos nadie me prestaría atención, así que tome asiento en un barril viejo y me dedique a observar a la gente correr de un lado a otro, y también de arrancar cosas de los bolsillos a los más despistados que pasaban cerca.
Un señor, anciano que vestía buenos trapos y llevaba una caja encima con la que apenas podía, de la parte trasera de su pantalón colgaba un reloj de bolsillo que por su brillo dorado no pasaba desapercibido su material caro, era de oro. Me levanté y seguí sus pasos cuidadosamente hasta tomar la cuerda y jalar de ella con rapidez. Sabía que no lo pudo haber notado así que fui dando saltos hasta el barril, me senté en el de nuevo mientras admiraba el reloj de oro y pensaba cuánto me darían por él si lo vendía. Recién llegaba y ya me veía un buen futuro en ese lugar sobre todo si conseguía cosas tan buenas como esa, tenía una gran sonrisa.
Desde la proa de un barco pesquero logré divisar el puerto de mi nuevo hogar. Tuve la suerte de conseguir que me dejaran viajar con ellos desde el extremo de otra ciudad, mientras desembarcaban la mercancía nueva. Por suerte no me costó ni una sola moneda, sólo subir mi falda unos centímetros más para la morbosidad de algunos, de todos modos durante el viaje no se habían atrevido a tocarme aunque fuese desagradable tener a olorosos y peludos hombres cerca.
Sonreí satisfecha con mis logros ya cuando el barco llego a la punta del puerto y se ajustó el barco con la amarra para asegurar la embarcación en el puerto. La gente que logré ver desde mi lugar me hacía querer empezar de una vez con mis andanzas, la gente en París tenía un toque característicos y diferente a las otras ciudades, y eso se olía, se veía, se percibía con mucha facilidad y en mi idioma lo conocía como "grandes ganancias". Un hombre gordo y con los dientes negros me ayudo a bajar del barco. Le sonreí de la manera más encantadora y acaricié su velluda mejilla con mi mano, y para completar mi agradecimiento le lancé una moneda al momento de darme vuelta. No sabía que tanto valor tenía una moneda inglesa en ese lugar pero tampoco me iba a quedar a descubrirlo con un hombre que me duplicaba el tamaño.
Las personas se movían de aquí a allá, todos en un constante desorden sin prestar atención a nada de lo que hubiese al rededor de nadie. Calculando la hora por la posición de sol no me extrañaba que ésta fuese la hora pico para ellos. Suponiendo que aunque intentará hacer uno de mis trucos públicos nadie me prestaría atención, así que tome asiento en un barril viejo y me dedique a observar a la gente correr de un lado a otro, y también de arrancar cosas de los bolsillos a los más despistados que pasaban cerca.
Un señor, anciano que vestía buenos trapos y llevaba una caja encima con la que apenas podía, de la parte trasera de su pantalón colgaba un reloj de bolsillo que por su brillo dorado no pasaba desapercibido su material caro, era de oro. Me levanté y seguí sus pasos cuidadosamente hasta tomar la cuerda y jalar de ella con rapidez. Sabía que no lo pudo haber notado así que fui dando saltos hasta el barril, me senté en el de nuevo mientras admiraba el reloj de oro y pensaba cuánto me darían por él si lo vendía. Recién llegaba y ya me veía un buen futuro en ese lugar sobre todo si conseguía cosas tan buenas como esa, tenía una gran sonrisa.
Eleanor Lloyd- Gitano
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 13/01/2014
Re: París, mi nueva amiga
El puerto estaba soleado y lleno de gente aquel día, mi padre no podía haber escogido peor momento para volver de uno de sus viajes. Mi madre y yo aguardábamos en silencio, no había mucho que decir después de la riña reciente.
Suspiré frustrada y le dije que me iba a dar una vuelta, pues aún parecía quedar un buen rato hasta que el barco militar atracara por allí. La multitud caminaba apresurada, hacia los barcos y desde ellos con enormes bultos. No habían discriminaciones allí, todas las clases se entremezclaban en el puerto, y todas se embarcaban en barcos compartidos. Solo que una vez en él unos dormirían en la zona de carga, y otros en lujosas habitaciones.
Paseé cerca del borde, observando el ir y venir de las olas, y cómo los barcos se balanceaban suavemente ante la brisa marina. Las gaviotas no dejaban de chillar en el cielo azul, manchado por algunas nubes claras. El frío era intenso, a pesar del sol que acariciaba mi rostro. Por suerte, yo llevaba un buen mantón sobre el vestido, que me cubría como una capa y estaba forrado de piel de conejo en su interior.
De repente, me percaté de que una muchacha con claros rasgos gitanos estaba sentada sobre un barril. Su expresión tranquila y atenta me hizo sospechar, por lo que me quedé a unos metros fingiendo esperar a alguien. Sutilmente, le robó un reloj de oro a un anciano que se esforzaba por arrastrar su maleta.
La indignación estaba claramente plasmada en mis facciones. Pero la chica sonreía triunfante, ajena a que yo la observaba. Pero algo en ella, en su aspecto exótico y solitario me hizo sentir cierta empatía. Había llegado a París sin nada más que su persona, por lo que parecía en sus ojos curiosos y asombrados.
Me acerqué a ella con curiosidad, fingiendo acercarme al barco del que había bajado. Poseía una belleza singular, que me resultó extraña. Nuestras miradas parecieron encontrarse, así que me aproximé sin dudar, ofreciéndole una sonrisa.
-Parece que un poco de ayuda no te vendría mal.- susurré.
Me reí traviesamente, y sin dejarle responder me di media vuelta, acercándome a una mujer de aspecto orgulloso a unos metros más allá.
-Perdone, ¿sabe donde embarcará la milicia?- pregunté con falsa inocencia.
La mujer comenzó a explicarme lo que sabía, y yo aproveché aquella distracción para giñarle un ojo a la gitana, señalando sutilmente la bolsa que tan descuidadamente colgaba de la espalda de la mujer. Yo me esforcé por entretener a la mujer, deshaciéndome en elogios y falsas frases de cortesía.
Suspiré frustrada y le dije que me iba a dar una vuelta, pues aún parecía quedar un buen rato hasta que el barco militar atracara por allí. La multitud caminaba apresurada, hacia los barcos y desde ellos con enormes bultos. No habían discriminaciones allí, todas las clases se entremezclaban en el puerto, y todas se embarcaban en barcos compartidos. Solo que una vez en él unos dormirían en la zona de carga, y otros en lujosas habitaciones.
Paseé cerca del borde, observando el ir y venir de las olas, y cómo los barcos se balanceaban suavemente ante la brisa marina. Las gaviotas no dejaban de chillar en el cielo azul, manchado por algunas nubes claras. El frío era intenso, a pesar del sol que acariciaba mi rostro. Por suerte, yo llevaba un buen mantón sobre el vestido, que me cubría como una capa y estaba forrado de piel de conejo en su interior.
De repente, me percaté de que una muchacha con claros rasgos gitanos estaba sentada sobre un barril. Su expresión tranquila y atenta me hizo sospechar, por lo que me quedé a unos metros fingiendo esperar a alguien. Sutilmente, le robó un reloj de oro a un anciano que se esforzaba por arrastrar su maleta.
La indignación estaba claramente plasmada en mis facciones. Pero la chica sonreía triunfante, ajena a que yo la observaba. Pero algo en ella, en su aspecto exótico y solitario me hizo sentir cierta empatía. Había llegado a París sin nada más que su persona, por lo que parecía en sus ojos curiosos y asombrados.
Me acerqué a ella con curiosidad, fingiendo acercarme al barco del que había bajado. Poseía una belleza singular, que me resultó extraña. Nuestras miradas parecieron encontrarse, así que me aproximé sin dudar, ofreciéndole una sonrisa.
-Parece que un poco de ayuda no te vendría mal.- susurré.
Me reí traviesamente, y sin dejarle responder me di media vuelta, acercándome a una mujer de aspecto orgulloso a unos metros más allá.
-Perdone, ¿sabe donde embarcará la milicia?- pregunté con falsa inocencia.
La mujer comenzó a explicarme lo que sabía, y yo aproveché aquella distracción para giñarle un ojo a la gitana, señalando sutilmente la bolsa que tan descuidadamente colgaba de la espalda de la mujer. Yo me esforcé por entretener a la mujer, deshaciéndome en elogios y falsas frases de cortesía.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 308
Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: París, mi nueva amiga
El reloj de oro tenía preciosos detalles al igual que tenía algunas partes que ya estaban un poco maltratadas. Noté también que no servía, pero de todos modos al ser de oro me iba a ganar algo bueno. Me daba un poco de gracia pensar que aquel señor sólo tenía el reloj para dar una buena imagen, y sé que ese es el problema con la gran sociedad de la que todo el mundo muere por ser parte. Todos ser esfuerzan por dar una buena imagen y ser lo que los demás quieren que sean para agrandarse aunque por dentro seguirán siendo miserables. No es que los odie sólo que aquellas reglas no iban conmigo.
Guarde el reloj en mi bolso mientras miraba a los lados para ver que otra cosa valiosa podía conseguir, me sentía con bastante suerte y animada luego de eso así que aprovecharía de tomar lo que podía mientras lo tuviese a mi alcance. En mi vista encuentro gente de todo tipo, de todas las clases pero sólo una persona entre todos capto mi atención. Una pelinegra que a juzgar por su ostentoso vestido debía ser sin duda bastante adinerada, muy hermosa y encantadora, una piel tan blanca que parecía pulida, a diferencia de la mía que estaba muy maltratada. Lo que a mi me pareció bastante extraño pues las señoritas de ese tipo no eran de estar solas por los puertos.
Intenté ocultar mi sorpresa cuando se dirigió a mi ofreciéndome a ayuda, lo primero que paso por mi cabeza era que no sólo me había pillado sino que me delataría con alguna autoridad así que me levante de golpe del barril dispuesta a correr si era necesario. En cambio, empezo a hablar con una señora que debía ser bastante mayor que nosotras pero que desde lejos se notaban los aires de superioridad, me guiño un ojo a la vez que señalaba el bolso de la mujer e inmediatamente capte su propuesta, me sentí un poco lenta por no haberlo notado pero no es algo común de ver alguna chica como ella ayudando a una ladrona gitana como yo — Hoy debe ser mi día de suerte o esta ciudad está perfectamente hecha para mi — Musité para mi misma con una sonrisa en mis labios por lo fácil qu ese me iban dando las cosas. París si tenía sus sorpresas.
Para no hacerla esperar demasiado tome mi camino directamente hacía ellas, siendo sigilosa para que la señora no sospechase nada a pesar de que se le veía demasiado entretenida balbuceando sin parar. Su bolsa colgaba de su espalda y no la sostenía de ninguna forma, aprovechando saqué mi cuchilla y con un corte rápido separé las tiras que sostenían la bolsa. Rogué por no tener que empezar una persecución pero la señora ni se percató de la falta de peso mientras señalaba el muelle y seguía balbuceando. Le guiñé el ojo a la chica para asegurarle que todo estaba listo y con rapidez me aleje lo más que pude hasta llegar a un carruaje que se encontraba solo a unos metros, y me escondí detrás de éste.
Me recosté en el carruaje mientras esperaba que llegará la chica. En cuanto la divise estando cerca me incorporé — ¿Vestida en seda, joyas y por lo que me parece la piel de algún animal también haciendo cosas indebidas de una señorita? — Pregunté con un tono de burla y sonriendo pero sin sonar demasiado vil. Una de las cosas que si estoy clara es que yo siempre he estado por mi cuenta y no necesito a nadie más, pero no por eso me iba a poner desagradable con una chica que me había ayudado, y en cierta forma me llamaba mucho la atención conocer sus razones.
— No es por juzgarte mal pero comúnmente una dama cualquiera me hubiese señalado y acusado de ladrona en frente de todos — Hable de nuevo aún con una sonrisa y con las cejas levantadas, esperando una respuesta por parte de ella.
Guarde el reloj en mi bolso mientras miraba a los lados para ver que otra cosa valiosa podía conseguir, me sentía con bastante suerte y animada luego de eso así que aprovecharía de tomar lo que podía mientras lo tuviese a mi alcance. En mi vista encuentro gente de todo tipo, de todas las clases pero sólo una persona entre todos capto mi atención. Una pelinegra que a juzgar por su ostentoso vestido debía ser sin duda bastante adinerada, muy hermosa y encantadora, una piel tan blanca que parecía pulida, a diferencia de la mía que estaba muy maltratada. Lo que a mi me pareció bastante extraño pues las señoritas de ese tipo no eran de estar solas por los puertos.
Intenté ocultar mi sorpresa cuando se dirigió a mi ofreciéndome a ayuda, lo primero que paso por mi cabeza era que no sólo me había pillado sino que me delataría con alguna autoridad así que me levante de golpe del barril dispuesta a correr si era necesario. En cambio, empezo a hablar con una señora que debía ser bastante mayor que nosotras pero que desde lejos se notaban los aires de superioridad, me guiño un ojo a la vez que señalaba el bolso de la mujer e inmediatamente capte su propuesta, me sentí un poco lenta por no haberlo notado pero no es algo común de ver alguna chica como ella ayudando a una ladrona gitana como yo — Hoy debe ser mi día de suerte o esta ciudad está perfectamente hecha para mi — Musité para mi misma con una sonrisa en mis labios por lo fácil qu ese me iban dando las cosas. París si tenía sus sorpresas.
Para no hacerla esperar demasiado tome mi camino directamente hacía ellas, siendo sigilosa para que la señora no sospechase nada a pesar de que se le veía demasiado entretenida balbuceando sin parar. Su bolsa colgaba de su espalda y no la sostenía de ninguna forma, aprovechando saqué mi cuchilla y con un corte rápido separé las tiras que sostenían la bolsa. Rogué por no tener que empezar una persecución pero la señora ni se percató de la falta de peso mientras señalaba el muelle y seguía balbuceando. Le guiñé el ojo a la chica para asegurarle que todo estaba listo y con rapidez me aleje lo más que pude hasta llegar a un carruaje que se encontraba solo a unos metros, y me escondí detrás de éste.
Me recosté en el carruaje mientras esperaba que llegará la chica. En cuanto la divise estando cerca me incorporé — ¿Vestida en seda, joyas y por lo que me parece la piel de algún animal también haciendo cosas indebidas de una señorita? — Pregunté con un tono de burla y sonriendo pero sin sonar demasiado vil. Una de las cosas que si estoy clara es que yo siempre he estado por mi cuenta y no necesito a nadie más, pero no por eso me iba a poner desagradable con una chica que me había ayudado, y en cierta forma me llamaba mucho la atención conocer sus razones.
— No es por juzgarte mal pero comúnmente una dama cualquiera me hubiese señalado y acusado de ladrona en frente de todos — Hable de nuevo aún con una sonrisa y con las cejas levantadas, esperando una respuesta por parte de ella.
Eleanor Lloyd- Gitano
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 13/01/2014
Re: París, mi nueva amiga
Tras haber cumplido su propósito, huyó sigilosamente y se resguardó detrás de un carruaje.
-Está bien, señora, creo que le he entendido. Muchas gracias, dele recuerdos a su familia de parte de mi madre.
Sonreí con dulzura y me aparté de su lado. Me reí internamente mientras me reunía con la gitana de nuevo, la cual parecía sorprendida y algo molesta.
— ¿Vestida en seda, joyas y por lo que me parece la piel de algún animal también haciendo cosas indebidas de una señorita?
Esbocé una media sonrisa, traviesa y algo orgullosa. A modo de respuesta, le hice una leve reverencia con la cabeza y me presenté.
-Molly a su servicio- solté una risita.
— No es por juzgarte mal pero comúnmente una dama cualquiera me hubiese señalado y acusado de ladrona en frente de todos
-Disculpa, creo que no te entendido bien. ¿Se supone que soy yo la que debería ser mal juzgada? Hasta donde yo se, he actuado por camadería, y usted, señorita, por avaricia.
Le miré con ojos divertidos y algo burlones.
-Si quieres saber mis razones... son bastante simples. Te seré sincera, no me gustó tu acción en un principio, y pensaba acusarte. Pero después me fijé en la forma en que admirabas aquel reloj, y me di cuenta de que necesitabas algo para empezar... Simplemente sentí el impulso de ayudarte, por diversión y camadería, por supuesto. Es mi forma de darte la bienvenida, por decirlo de alguna forma.
Volví a sonreír, pícara, y me asomé tras nuestro escondite para comprobar que mi madre seguía allí, esperando y sin parar de hacer comentarios superficiales con la gente cercana. Aparte la vista y volví con la joven.
-Sé lo que estás pensando, y sé que que no te fías ni un pelo de mí. Pero debo decirte que aquella señora a la que tan gentilmente distraje para ti era una conocida de mi familia. Y no, no se trata de mi mala educación, si no de una... "venganza". -me reí sin poder evitarlo, pero mi rostro se volvió serio cuando proseguí-. Tiene un hijo, pequeño, no llega a los 4 años, y al parecer tiene algún tipo de discapacidad. No le deja dormir en su casa, y las marcas de golpes son bastante claras en su cuerpo. Si sólo supiera la manera en que...
Sacudí la cabeza, intentando desterrar la ira y el odio.
-El caso es que he actuado con razones de peso, señorita. Pero no se preocupe, no voy a molestarla más.
Volví a hacer una reverencia y me dispuse a marcharme, se notaba que no le agradaba ni una pizca.
-Está bien, señora, creo que le he entendido. Muchas gracias, dele recuerdos a su familia de parte de mi madre.
Sonreí con dulzura y me aparté de su lado. Me reí internamente mientras me reunía con la gitana de nuevo, la cual parecía sorprendida y algo molesta.
— ¿Vestida en seda, joyas y por lo que me parece la piel de algún animal también haciendo cosas indebidas de una señorita?
Esbocé una media sonrisa, traviesa y algo orgullosa. A modo de respuesta, le hice una leve reverencia con la cabeza y me presenté.
-Molly a su servicio- solté una risita.
— No es por juzgarte mal pero comúnmente una dama cualquiera me hubiese señalado y acusado de ladrona en frente de todos
-Disculpa, creo que no te entendido bien. ¿Se supone que soy yo la que debería ser mal juzgada? Hasta donde yo se, he actuado por camadería, y usted, señorita, por avaricia.
Le miré con ojos divertidos y algo burlones.
-Si quieres saber mis razones... son bastante simples. Te seré sincera, no me gustó tu acción en un principio, y pensaba acusarte. Pero después me fijé en la forma en que admirabas aquel reloj, y me di cuenta de que necesitabas algo para empezar... Simplemente sentí el impulso de ayudarte, por diversión y camadería, por supuesto. Es mi forma de darte la bienvenida, por decirlo de alguna forma.
Volví a sonreír, pícara, y me asomé tras nuestro escondite para comprobar que mi madre seguía allí, esperando y sin parar de hacer comentarios superficiales con la gente cercana. Aparte la vista y volví con la joven.
-Sé lo que estás pensando, y sé que que no te fías ni un pelo de mí. Pero debo decirte que aquella señora a la que tan gentilmente distraje para ti era una conocida de mi familia. Y no, no se trata de mi mala educación, si no de una... "venganza". -me reí sin poder evitarlo, pero mi rostro se volvió serio cuando proseguí-. Tiene un hijo, pequeño, no llega a los 4 años, y al parecer tiene algún tipo de discapacidad. No le deja dormir en su casa, y las marcas de golpes son bastante claras en su cuerpo. Si sólo supiera la manera en que...
Sacudí la cabeza, intentando desterrar la ira y el odio.
-El caso es que he actuado con razones de peso, señorita. Pero no se preocupe, no voy a molestarla más.
Volví a hacer una reverencia y me dispuse a marcharme, se notaba que no le agradaba ni una pizca.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 308
Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: París, mi nueva amiga
No estaba acostumbrada a ver señoritas de clase actuar de esa forma, no quería confiar en ella y siendo como cualquier otro gitano normal debía aprovecharme que la tenía cerca y despojarle todas sus prendas de valor. Pero algo había de diferente en aquella que me agradaba, quizá era el hecho de que me había ayudado pero sabía en el fondo que no era precisamente por eso.
Deje que hablase y expresase toda su verdad pues ella sabía muy bien que no me iba a quedar sin explicaciones. A pesar de que no era la rebelde chica de sociedad que pensaba que sería en un principio sus razones sirvieron para mi. Me sentí afligida por lo que me contó de aquella mujer. Nunca me he considerado una buena persona, es más nadie podría decir eso de mi pues lo único que hago es robar, estafar y aprovecharme de todos, actuar a mi conveniencia. A pesar de eso, yo no estaba hecha de hielo, no estaba de acuerdo que existiesen personas como aquella señora en el mundo. Es más por esas razones odiaba a la gente de clase y alta sociedad, todos aparentaban ser encantadores con una feliz vida para sentirse superiores pero por dentro son tan miserables como un perro moribundo, incluso peor.
La chica se volteó para irse ya que no le había dado respuesta, supuse que había captado mal mi burla así que con el bolso de aquella mujer aún en mi mano, fui hacía ella tomándola del brazo y casi arrastrándola de nuevo detrás del carruaje — Siempre hago lo que este a mi alcance para conseguir lo que sea que me de buena ganancia. Es algo que nos define a todos los gitanos para tu información — Empecé suspirando y tratando de suavizar mi tono para no asustarla. De verdad no me parecía tan mal — Pero en este caso debiste haberme informado antes sobre eso, le podríamos haber hecho algo peor a esa malnacida... O todavía podemos, si quieres — Le dije alzando la cejas con una sonrisa maliciosa en mis labios. Esa chica se veía tan buena que no estaba segura si se atrevería a hacer algo peor pero al menos lo intentaba porque a mi no me importaba buscar a alguien que no se preocupe en servir a la vieja de cena para todo el pueblo.
— Me caes bien y has sido buena, así que te debo una. Si necesitas un favor aquí está Eleanor Lloyd para servirle, señorita — Dije mientras le guiñaba un ojo. Leal es algo que me define, no soy de las que pague sus deudas pero cumplir favores a quienes me han servido es algo que nunca falló en hacer. Me acordé de la bolsa así que la tome y empecé a rebuscar en ella. Encontré una bosilla llena de monedas, algunas joyas de plata que por su estado debían ser nuevas, un pedazo de pan duro y muchos papeles que luego revisaría. Tomé el pan y lo mordí como pude — Vaya mierda, al menos ha tenido algo bueno aparte de éste viejo pan... — Musité más para mi que para ella.
Deje que hablase y expresase toda su verdad pues ella sabía muy bien que no me iba a quedar sin explicaciones. A pesar de que no era la rebelde chica de sociedad que pensaba que sería en un principio sus razones sirvieron para mi. Me sentí afligida por lo que me contó de aquella mujer. Nunca me he considerado una buena persona, es más nadie podría decir eso de mi pues lo único que hago es robar, estafar y aprovecharme de todos, actuar a mi conveniencia. A pesar de eso, yo no estaba hecha de hielo, no estaba de acuerdo que existiesen personas como aquella señora en el mundo. Es más por esas razones odiaba a la gente de clase y alta sociedad, todos aparentaban ser encantadores con una feliz vida para sentirse superiores pero por dentro son tan miserables como un perro moribundo, incluso peor.
La chica se volteó para irse ya que no le había dado respuesta, supuse que había captado mal mi burla así que con el bolso de aquella mujer aún en mi mano, fui hacía ella tomándola del brazo y casi arrastrándola de nuevo detrás del carruaje — Siempre hago lo que este a mi alcance para conseguir lo que sea que me de buena ganancia. Es algo que nos define a todos los gitanos para tu información — Empecé suspirando y tratando de suavizar mi tono para no asustarla. De verdad no me parecía tan mal — Pero en este caso debiste haberme informado antes sobre eso, le podríamos haber hecho algo peor a esa malnacida... O todavía podemos, si quieres — Le dije alzando la cejas con una sonrisa maliciosa en mis labios. Esa chica se veía tan buena que no estaba segura si se atrevería a hacer algo peor pero al menos lo intentaba porque a mi no me importaba buscar a alguien que no se preocupe en servir a la vieja de cena para todo el pueblo.
— Me caes bien y has sido buena, así que te debo una. Si necesitas un favor aquí está Eleanor Lloyd para servirle, señorita — Dije mientras le guiñaba un ojo. Leal es algo que me define, no soy de las que pague sus deudas pero cumplir favores a quienes me han servido es algo que nunca falló en hacer. Me acordé de la bolsa así que la tome y empecé a rebuscar en ella. Encontré una bosilla llena de monedas, algunas joyas de plata que por su estado debían ser nuevas, un pedazo de pan duro y muchos papeles que luego revisaría. Tomé el pan y lo mordí como pude — Vaya mierda, al menos ha tenido algo bueno aparte de éste viejo pan... — Musité más para mi que para ella.
Eleanor Lloyd- Gitano
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 13/01/2014
Re: París, mi nueva amiga
Su mano me sorprendió cuando me detuvo, y la forma en que me habló de los gitanos me hizo darme cuenta de que tenía razón. Pero yo no esperaba nada de ella, en realidad, podría decirse que le envidiaba... Ella era libre, libre de verdad. Algo que yo nunca jamás alcanzaría por mi condición.
Su propuesta de hacerle algún mal mayor a la mujer me hizo reír con cierta malicia, pero desterré la idea con la mano.
-No quiero que nos metamos en un problema mayor, sobre todo porque se da el caso de que mi padre trabaja en los cuarteles de policía, aunque su trabajo en realidad es ser un oficial militar. Imagínate lo que supondría para él si se enterara de que he cometido un delito grave...
— Me caes bien y has sido buena, así que te debo una. Si necesitas un favor aquí está Eleanor Lloyd para servirle, señorita- me guiñó un ojo con simpatía.
Sonreí a la joven por toda respuesta. Entonces se dispuso a rebuscar el contenido del bolso robado, y encontró varias monedas y joyas, papeles y, para nuestra sorpresa, un simple trozo de pan duro. La gitana le dio un mordisco y murmuró algo sobre el pan, molesta. Me reí ante su gesto y le arrebaté el trozo, traviesa.
-¿Qué te parece si vamos al mercado del puerto y conseguimos algo mejor? Yo invito.
Me separé de ella, asomándome para ver si habían noticias del barco militar, pero no parecía que fuera a llegar ninguno hasta dentro de un buen rato, y mi madre seguía entretenida con las mujeres quejándose de sus maridos. Me di la vuelta y le miré pícara.
-Aún me queda bastante tiempo, y allí nadie pensará mal de nosotras. Todos comen, ricos y menos ricos, al fin y al cabo.
Salí de nuestro escondite y le hice un movimiento de cabeza para que me siguiera, encaminándome hacia el mercado, donde la gente bullía y los puestos mostraban diversos manjares por poco dinero.
Su propuesta de hacerle algún mal mayor a la mujer me hizo reír con cierta malicia, pero desterré la idea con la mano.
-No quiero que nos metamos en un problema mayor, sobre todo porque se da el caso de que mi padre trabaja en los cuarteles de policía, aunque su trabajo en realidad es ser un oficial militar. Imagínate lo que supondría para él si se enterara de que he cometido un delito grave...
— Me caes bien y has sido buena, así que te debo una. Si necesitas un favor aquí está Eleanor Lloyd para servirle, señorita- me guiñó un ojo con simpatía.
Sonreí a la joven por toda respuesta. Entonces se dispuso a rebuscar el contenido del bolso robado, y encontró varias monedas y joyas, papeles y, para nuestra sorpresa, un simple trozo de pan duro. La gitana le dio un mordisco y murmuró algo sobre el pan, molesta. Me reí ante su gesto y le arrebaté el trozo, traviesa.
-¿Qué te parece si vamos al mercado del puerto y conseguimos algo mejor? Yo invito.
Me separé de ella, asomándome para ver si habían noticias del barco militar, pero no parecía que fuera a llegar ninguno hasta dentro de un buen rato, y mi madre seguía entretenida con las mujeres quejándose de sus maridos. Me di la vuelta y le miré pícara.
-Aún me queda bastante tiempo, y allí nadie pensará mal de nosotras. Todos comen, ricos y menos ricos, al fin y al cabo.
Salí de nuestro escondite y le hice un movimiento de cabeza para que me siguiera, encaminándome hacia el mercado, donde la gente bullía y los puestos mostraban diversos manjares por poco dinero.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: París, mi nueva amiga
Me daba cierta pena andar con aquella chica delante de la mirada de todos, no sabía si ella estaba siendo consciente de que se arriesgaba a que conocidos de su familia la vieran andar por allí con una gitana, aunque acababa de llegar y nadie me conocía, mi aspecto y mi persona son suficientes razones para hacerle mal. De todos modos, si no le importaba tampoco tendría que importarme a mi. Ella corría sus riesgos.
La seguí sin decir más nada pues tampoco era tan mala idea, yo tenía hambre. El mercado estaba repleto tal cual como lo estaba el resto del puerto. La locura de ir y venir del día, el trabajo para todos aquellos parecía interminable. De la ciudad donde venía las cosas eran diferentes, todo era más calmado a diferencia de aquí, pero eso se le atribuía por ser el centro del país, la ciudad con más poder que el resto. Si visitaba mercados tan repletos como aquel era para hacer de la mías y saquear lo que pudiese pero en ese momento tenía que portarme bien para no causar escándalo.
— Ya que estamos aquí no me has dicho tu nombre — Dije mientras veía algunos frutos en venta, ubicados en estantes de madera que parecía podrida. Me parecía gracioso que los vendieran pues yo podía conseguir buenos frutos en los bosques, incluso en algunas partes habían buenas tierras para cultivar y era mejor que comprarlas — Insisto también que deberíamos darle una paliza a aquella mujer, estoy segura de que tu padre no se enteraría y de hacerlo no sabría que su pequeña se ha estado portando mal, es más fácil echarle toda la culpa a un gitano, y las autoridades nunca me han atrapado — Sonreí orgullosa por saber que nunca han podido conmigo. Era realmente buena persuadiéndolos y ocultándome, además que toda ciudad tenía sus puntos débiles, aprendí que mucha gente hace lo que sea por recibir algo que quieren a cambio.
A unos pocos pies de nosotras había una mujer mendigando algo para ella y sus pequeños, dos niños sucios y flacuchos de no más de cinco años. Me acerqué y le di el pan duro y unas cuantas monedas de las que habían en el bolso, no era mucho pero les serviría.
— Te seré sincera. No suelo mezclarme con la gente de tu clase así que es un poco extraño estar aquí contigo. Aunque es bueno saber que no eres como un niña rica cualquiera — Me encogí de hombros como si ni yo misma tuviese idea de porque no lo era. Y en realidad no — Alégrate de que no tengo intenciones de aprovecharme de tu nobleza.
La seguí sin decir más nada pues tampoco era tan mala idea, yo tenía hambre. El mercado estaba repleto tal cual como lo estaba el resto del puerto. La locura de ir y venir del día, el trabajo para todos aquellos parecía interminable. De la ciudad donde venía las cosas eran diferentes, todo era más calmado a diferencia de aquí, pero eso se le atribuía por ser el centro del país, la ciudad con más poder que el resto. Si visitaba mercados tan repletos como aquel era para hacer de la mías y saquear lo que pudiese pero en ese momento tenía que portarme bien para no causar escándalo.
— Ya que estamos aquí no me has dicho tu nombre — Dije mientras veía algunos frutos en venta, ubicados en estantes de madera que parecía podrida. Me parecía gracioso que los vendieran pues yo podía conseguir buenos frutos en los bosques, incluso en algunas partes habían buenas tierras para cultivar y era mejor que comprarlas — Insisto también que deberíamos darle una paliza a aquella mujer, estoy segura de que tu padre no se enteraría y de hacerlo no sabría que su pequeña se ha estado portando mal, es más fácil echarle toda la culpa a un gitano, y las autoridades nunca me han atrapado — Sonreí orgullosa por saber que nunca han podido conmigo. Era realmente buena persuadiéndolos y ocultándome, además que toda ciudad tenía sus puntos débiles, aprendí que mucha gente hace lo que sea por recibir algo que quieren a cambio.
A unos pocos pies de nosotras había una mujer mendigando algo para ella y sus pequeños, dos niños sucios y flacuchos de no más de cinco años. Me acerqué y le di el pan duro y unas cuantas monedas de las que habían en el bolso, no era mucho pero les serviría.
— Te seré sincera. No suelo mezclarme con la gente de tu clase así que es un poco extraño estar aquí contigo. Aunque es bueno saber que no eres como un niña rica cualquiera — Me encogí de hombros como si ni yo misma tuviese idea de porque no lo era. Y en realidad no — Alégrate de que no tengo intenciones de aprovecharme de tu nobleza.
Eleanor Lloyd- Gitano
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 13/01/2014
Re: París, mi nueva amiga
Su mirada inquisitiva al mercado y sus gentes me hizo contener una sonrisa. Ante su pregunta, le respondí mientras miraba un puesto de dulces y panes.
-Molly, Molly Winslet. Te lo dije cuando nos vimos al principio, pero supongo que no fui clara- le miré divertida.
Sus intenciones renovadas de hacerle un mal mayor a la mujer que robó hace apenas unos minutos me hicieron fruncir el ceño. En realidad, la idea me resultaba atractiva, pero no albergaba ese tipo de malicia en mis principios y negué con la cabeza.
-Eso es algo que dejaré que hagas a tu gusto y conveniencia, no tengo ese gusto por la violencia. Pero admiro tus capacidades de escapar de las autoridades, ojalá yo tuviera la misma suerte - esbocé una sonrisa torcida.
Su bondad frente a aquellos pobres que pedían limosna en la esquina me hizo tener una mejor imagen de por qué aquella gitana hacía lo que hacía. Y sus palabras lo confirmaron.
— Te seré sincera. No suelo mezclarme con la gente de tu clase así que es un poco extraño estar aquí contigo. Aunque es bueno saber que no eres como un niña rica cualquiera — Se encogió de hombros, dudando de su propia afirmación. — Alégrate de que no tengo intenciones de aprovecharme de tu nobleza.
Asentí, yo tampoco estaba del todo cómoda con aquella situación, pero lo necesitaba, respirar un poco de su libertad y olvidarme de la hipocresía que existía en la clase a la que pertenecía.
-Oh no, no te preocupes. Por mí puedes aprovecharte todo lo que quieras, ese tipo de cosas no son las que me interesan últimamente. Y yo tampoco me junto con gitanos, de eso puedes estar segura - sonreí con sorna-. Supongo que si fuera como siempre soy, ahora mismo no estaría aquí y tú ya habrías sido arrestada. Pero me temo que las travesuras últimamente comienzan a ser parte de mi día a día.
Me acerqué al único puesto decente de aquel mercado, donde los precios eran extremadamente caros, pero el brillo de aquellas cerezas y los panes recién horneados parecían merecer la pena.
-Deme un par de éstos- señalé unos enormes panes redondos, brillantes por la miel con la que habían sido untados-. Y un kilo de esas cerezas.
Saqué las monedas y se las di con amabilidad mientras me lo entregaba. Saqué una de las grandes hogazas y se la di a Eleanor. Yo me dediqué a mordisquear algunas de las picotas, increíblemente jugosas y dulces.
-Seamos francas, a ti no te gusto mucho, más que nada por los prejuicios que tienes sobre los de mi clase. Pero te entiendo, yo estoy a punto de aborrecerles tanto como tú- nos sentamos en uno de los bordillos que daban al mar, un rincón más tranquilo y solitario detrás de los tenderetes del mercado-. No me malinterpretes, hay gente realmente buena también, pero como en todos lados. Sin embargo, parece que todas las jovencitas de buena cuna tuvieran aire en la cabeza. Se dejan la vida por los lujos y apariencias, y los hombres adinerados, que luego acaban dejándolas a su merced en casa mientras frecuentan los burdeles, y ellas se dedican a garantizarles la misma suerte a sus hijas.
Sacudí la cabeza, malhumorada.
-No tiene sentido, se aprovechan los unos de los otros, como sanguijuelas. Padres de hijos e hijos de padres, todo por dinero y honores, pero ningún amigo o familiar de confianza- clavé mis pupilas en las suyas-. Por eso, buscaba algo de empatía, y también algo con lo que darles un buen escarmiento, aunque sea una chiquillada, como lo que hice con aquella mujer...
-Molly, Molly Winslet. Te lo dije cuando nos vimos al principio, pero supongo que no fui clara- le miré divertida.
Sus intenciones renovadas de hacerle un mal mayor a la mujer que robó hace apenas unos minutos me hicieron fruncir el ceño. En realidad, la idea me resultaba atractiva, pero no albergaba ese tipo de malicia en mis principios y negué con la cabeza.
-Eso es algo que dejaré que hagas a tu gusto y conveniencia, no tengo ese gusto por la violencia. Pero admiro tus capacidades de escapar de las autoridades, ojalá yo tuviera la misma suerte - esbocé una sonrisa torcida.
Su bondad frente a aquellos pobres que pedían limosna en la esquina me hizo tener una mejor imagen de por qué aquella gitana hacía lo que hacía. Y sus palabras lo confirmaron.
— Te seré sincera. No suelo mezclarme con la gente de tu clase así que es un poco extraño estar aquí contigo. Aunque es bueno saber que no eres como un niña rica cualquiera — Se encogió de hombros, dudando de su propia afirmación. — Alégrate de que no tengo intenciones de aprovecharme de tu nobleza.
Asentí, yo tampoco estaba del todo cómoda con aquella situación, pero lo necesitaba, respirar un poco de su libertad y olvidarme de la hipocresía que existía en la clase a la que pertenecía.
-Oh no, no te preocupes. Por mí puedes aprovecharte todo lo que quieras, ese tipo de cosas no son las que me interesan últimamente. Y yo tampoco me junto con gitanos, de eso puedes estar segura - sonreí con sorna-. Supongo que si fuera como siempre soy, ahora mismo no estaría aquí y tú ya habrías sido arrestada. Pero me temo que las travesuras últimamente comienzan a ser parte de mi día a día.
Me acerqué al único puesto decente de aquel mercado, donde los precios eran extremadamente caros, pero el brillo de aquellas cerezas y los panes recién horneados parecían merecer la pena.
-Deme un par de éstos- señalé unos enormes panes redondos, brillantes por la miel con la que habían sido untados-. Y un kilo de esas cerezas.
Saqué las monedas y se las di con amabilidad mientras me lo entregaba. Saqué una de las grandes hogazas y se la di a Eleanor. Yo me dediqué a mordisquear algunas de las picotas, increíblemente jugosas y dulces.
-Seamos francas, a ti no te gusto mucho, más que nada por los prejuicios que tienes sobre los de mi clase. Pero te entiendo, yo estoy a punto de aborrecerles tanto como tú- nos sentamos en uno de los bordillos que daban al mar, un rincón más tranquilo y solitario detrás de los tenderetes del mercado-. No me malinterpretes, hay gente realmente buena también, pero como en todos lados. Sin embargo, parece que todas las jovencitas de buena cuna tuvieran aire en la cabeza. Se dejan la vida por los lujos y apariencias, y los hombres adinerados, que luego acaban dejándolas a su merced en casa mientras frecuentan los burdeles, y ellas se dedican a garantizarles la misma suerte a sus hijas.
Sacudí la cabeza, malhumorada.
-No tiene sentido, se aprovechan los unos de los otros, como sanguijuelas. Padres de hijos e hijos de padres, todo por dinero y honores, pero ningún amigo o familiar de confianza- clavé mis pupilas en las suyas-. Por eso, buscaba algo de empatía, y también algo con lo que darles un buen escarmiento, aunque sea una chiquillada, como lo que hice con aquella mujer...
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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