AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No importaron ni las horas, ni los años, sus miradas se encontraron || Privado
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No importaron ni las horas, ni los años, sus miradas se encontraron || Privado
Cada luna llena bajaba desde la montaña donde nació a Paris. Su madre adoptiva que tampoco era una loba, la resguardaba de contraer la maldición del licántropo. La protegía, soñaba junto con la adolescente que estaba tomando conciencia, la niña inocente iba desapareciendo, aunque quizás su inocencia jamás se esfumaría por completo. Llegar a esa ciudad sola la ponía nostálgica. Tenía una pequeña casa modesta a las afueras de la ciudad, no tan lejana a la civilización. Cuando su padre la compró le dejó en claro que deseaba estuviera más que vigilada, acompañada por los pasos de aquellos que transitaban de un lugar a otro sin importar la hora. Todo lo aceptó, todo lo acató, sin embargo el vacío de dejar aquello amado era grande, una semana llevaba ahí, incluso ya tenía trabajo, aun así seguía llorando con la esperanza que al levantarse al día siguiente, todo aquello de la maldición fuera un sueño, una pesadilla de la que pudo salvarse.
Sus manos delicadas buscaban entre la casi carencia completa de luz una lampara para poder encenderla. Su destreza hizo que terminara por iluminar aquella pequeña habitación continua a la suya. Sólo quedaba una caja de pertenencia que no había desempacado, extrañamente las ganas por hacerlo habían llegado, aprovechó para hacerlo. Dentro de aquella caja habían cuentos infantiles, una muñeca de trapo, un lobo de manera, y un corazón que colgaba de una cadena de plata. Recuerdo de su santa madre. ¿Por qué alguien era tan desconsiderado de arrancarle a una niña a su madre? La confusión siempre iba de la mano de la frustración. Ella no era una joven de sentimientos negativos pero una neblina gris le llegaba a nublar los sentidos cuando su realidad le azotaba llena de tragedia. No recuerda nada de su madre, eso es lo que más le duele, se la arrancaron, la asesinaron.
Avanzó con la lampara en mano, con cuidado de no tropezar visualizaba más de una vez el camino que estaba por pisar. Era un poco torpe ¿Para que mentir? Al final de cuentas llegó a la cocina, comió un poco de pasta fría que preparó al medio día. Para ella sabía delicioso, quizás en realidad si llevaba un buen sazón, en la comunidad que vivió las mujeres destacaban por sus habilidades a la hora de elaborar deliciosos platillos, para su buena suerte no se encontró exenta. Lavó sus platos, bebió un poco de vino, sacó su viejo diario empolvado sin olvidar escribir lo aburrido y monótono que había sido su día. ¿Aventura? Ojalá llegara un poco de ella; la brisa fría le entró hasta por las enaguas, respingó deseando cerrar la ventana, y así estuvo a punto de hacerlo, el problema es que una sombra en medio de la calle llamó su atención. Parpadeó, su frotó los ojos, al abrirlos ya no estaba. ¡Tremenda alucinación! Desde pequeña siempre se sintió vigilada, custodiada, cazada. ¿Sería aquello parte de la maldición? Chasqueó la lengua y por fin cerró aquel cuadro de madera y cristal.
- Luna llena - Musitó con suavidad. Era momento de cerrar e impedir que el aire del exterior quisiera entrar. Su padre se lo había advertido. Cuando la luna estuviera iluminada por competo debía escapar del alcance de un lobo. Su corazón se aceleró. Aunque la primera hora permaneció encerrada, los palpitaciones le ordenaban echar un vistazo, sentir la brisa de los suyos. ¡Los extrañaba!. Con bata de dormir ciñendo su figura delicada y fina, la joven salió con lentitud de aquella acogedora casa. Caminó por un sendero que a plena luz del día mostraba hermosos girasoles. La morocha adoraba las flores. Sin embargo no se detuvo, siguió, sus piernas no dejaban de avanzar. Algo la jalaba, la guiaba, la empujaba; tropezó un par de veces pero no se cayó. Terminó frente al río observando su reflejó en las aguas iluminadas bajo la luz de la luna - ¿Debería estar protegida en casa? - Se preguntó detallando su rostro de porcelana a cada movimiento que sus labios hacían; se giró con rapidez. ¿Por qué sentía que la observaban de nuevo? - Tonterías - Mencionó para ella misma, incluso sonrió sonrojándose al notar que hablaba sola - Me pensaran loca - No pudo evitar decir.
- No creo que alguien pueda sentirse más solo - Su espalda se recargó en el primer árbol cercano, sus brazos abrazaron su cuerpo con fragilidad. Cerró los ojos, y separó los labios dejando salir delicadas palabras que formaron una amorosa canción. Eso le recordaba que seguía con vida, era su manera de expresar lo que sentía. La melancolía, la añoranza, el deseo de poder permanecer así, y aspirar a una vida sin tener que temer a cada paso que daba. [/justify]
Sus manos delicadas buscaban entre la casi carencia completa de luz una lampara para poder encenderla. Su destreza hizo que terminara por iluminar aquella pequeña habitación continua a la suya. Sólo quedaba una caja de pertenencia que no había desempacado, extrañamente las ganas por hacerlo habían llegado, aprovechó para hacerlo. Dentro de aquella caja habían cuentos infantiles, una muñeca de trapo, un lobo de manera, y un corazón que colgaba de una cadena de plata. Recuerdo de su santa madre. ¿Por qué alguien era tan desconsiderado de arrancarle a una niña a su madre? La confusión siempre iba de la mano de la frustración. Ella no era una joven de sentimientos negativos pero una neblina gris le llegaba a nublar los sentidos cuando su realidad le azotaba llena de tragedia. No recuerda nada de su madre, eso es lo que más le duele, se la arrancaron, la asesinaron.
Avanzó con la lampara en mano, con cuidado de no tropezar visualizaba más de una vez el camino que estaba por pisar. Era un poco torpe ¿Para que mentir? Al final de cuentas llegó a la cocina, comió un poco de pasta fría que preparó al medio día. Para ella sabía delicioso, quizás en realidad si llevaba un buen sazón, en la comunidad que vivió las mujeres destacaban por sus habilidades a la hora de elaborar deliciosos platillos, para su buena suerte no se encontró exenta. Lavó sus platos, bebió un poco de vino, sacó su viejo diario empolvado sin olvidar escribir lo aburrido y monótono que había sido su día. ¿Aventura? Ojalá llegara un poco de ella; la brisa fría le entró hasta por las enaguas, respingó deseando cerrar la ventana, y así estuvo a punto de hacerlo, el problema es que una sombra en medio de la calle llamó su atención. Parpadeó, su frotó los ojos, al abrirlos ya no estaba. ¡Tremenda alucinación! Desde pequeña siempre se sintió vigilada, custodiada, cazada. ¿Sería aquello parte de la maldición? Chasqueó la lengua y por fin cerró aquel cuadro de madera y cristal.
- Luna llena - Musitó con suavidad. Era momento de cerrar e impedir que el aire del exterior quisiera entrar. Su padre se lo había advertido. Cuando la luna estuviera iluminada por competo debía escapar del alcance de un lobo. Su corazón se aceleró. Aunque la primera hora permaneció encerrada, los palpitaciones le ordenaban echar un vistazo, sentir la brisa de los suyos. ¡Los extrañaba!. Con bata de dormir ciñendo su figura delicada y fina, la joven salió con lentitud de aquella acogedora casa. Caminó por un sendero que a plena luz del día mostraba hermosos girasoles. La morocha adoraba las flores. Sin embargo no se detuvo, siguió, sus piernas no dejaban de avanzar. Algo la jalaba, la guiaba, la empujaba; tropezó un par de veces pero no se cayó. Terminó frente al río observando su reflejó en las aguas iluminadas bajo la luz de la luna - ¿Debería estar protegida en casa? - Se preguntó detallando su rostro de porcelana a cada movimiento que sus labios hacían; se giró con rapidez. ¿Por qué sentía que la observaban de nuevo? - Tonterías - Mencionó para ella misma, incluso sonrió sonrojándose al notar que hablaba sola - Me pensaran loca - No pudo evitar decir.
- No creo que alguien pueda sentirse más solo - Su espalda se recargó en el primer árbol cercano, sus brazos abrazaron su cuerpo con fragilidad. Cerró los ojos, y separó los labios dejando salir delicadas palabras que formaron una amorosa canción. Eso le recordaba que seguía con vida, era su manera de expresar lo que sentía. La melancolía, la añoranza, el deseo de poder permanecer así, y aspirar a una vida sin tener que temer a cada paso que daba. [/justify]
Victoire Vacquette- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/01/2014
Localización : Afueras de París
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Re: No importaron ni las horas, ni los años, sus miradas se encontraron || Privado
La observaba, siempre lo hacía, desde que había hundido sus colmillos en la garganta de su madre hasta arrancarle la vida, hasta sacar su mancillado corazón de su pecho. Siempre la había estado mirando, jurando que no era la primera vez que veía su pequeño rostro. Y a medidoa que fue creciendo la confusión se hacía más y más grande en la cabeza de Yannick, y en alma, o lo más parecido a ella que pudiera tener gracias al señor que tanto le había dado en ese tiempo. Aquella muchacha era la viva imagen de su más antiguo antepasado, de su propia hermana.
De ser capaz de creer en algo así pensaría que se había reencarnado para hacerle sufrir y pagar por la maldición que había lanzado sobre todos sus descendientes, pero él pensaba otra cosa, prefería creer que aquello era una prueba de Dios, una forma de que le demostrara hasta donde llegaba su verdadera fe, su amor por la santa iglesia. Su hermana, su aspecto físico había sido entregado a una mujer que sería mordida, que se conviertiría en una de esas bestias destinadas a ser castigadas por sus pecados. Él debería demostrar que, esta vez, la mataría sin ningún tipo de ira en su corazón.
Aun recordaba cuando había terminado con la vida de su amadísima hermana y amante, la ira le había asfixiado, los celos habían movido sus manos en vez de haerlo por el verdadero motivo que debía haberlo hecho, porque era un monstruo. Iba a esperar a que la maldición siguiera su curso, que fuera mordida por uno de los suyos, aunque al parecer estaba intentando evitarlo. No parecía entender que eso no iba a servir de nada, que su destino la llamaría, como una cadena en su corazón que apretase y tirase con tanta fuerza que la asfixiaría si no lo hacía, si no buscaba ser maldecida y seguir con lo que se esperaba de ella. La magia de un brujo era poderosa, demasiado como para poder evitarla.
Cuando quedara embarazada, cuando diera a luz a su pequeña criatura, iría a buscarla y hablaría con ella, le explicaría por qué debía morir, le diría que ya realmente no quedaba ningún odio o rencor, o eso quería creer al menos. Le daría una muerte limpia y luego también acabaría con la vida de la criatura, poniendo así fin a la maldición que él mismo había iniciado, poniendo fin a su odio y su rencor. Así podría dedicar el resto de su eternidad, o todo el tiempo que Dios creyera necesario, a la iglesia y su mandato.
Era luna llena, y de nuevo estaba vigilándola, pendiente de cómo avanzaba aquella historia. Ella salía, a pesar de que seguramente quería evitarlo, no era capaz. La vio sentarse bajo aquel árbol y comenzar a entonar una melodía. Cerró los ojos, porque realmente hasta su voz era igual a la de ella. Se sintió tan transportado al pasado que juró sentir calor en sus fríos dedos, como si un escalofrío hubiera regalado una cálida corriente a todo su cuerpo. Tomó aire profundamente y se acercó a ella, caminando muy despacio, casi como si se deslizara por el aire, parándose frente a su cuerpo.
— Cuentan las leyendas que las sirenas, hermosas criaturas del mar, atraían con sus cánticos a los marineros, que terminaban encayando en las rocas y encontrando su propia muerte. — dijo muy suave, sin apartar sus ojos de ella. Tenía tantísimas ganas de dejarse llevar, de tomarla y morderla, de degustar su sangre para saber si sería tan parecida a la de su amante como lo era su rostro y su voz — ¿Por qué cree que belleza y muerte siempre parecen ir de la mano? ¿Será tal vez el miedo que tiene el hombre a caer hechizado y preso de una mujer? — era demasiado tarde como para un encuentro casual, ¿qué mujer no se preocuparía o asustaría de que un varón la asaltara de tal forma en medio de ninguna parte y bajo la luz de la enorme luna? Pero ella no era como el resto.
De ser capaz de creer en algo así pensaría que se había reencarnado para hacerle sufrir y pagar por la maldición que había lanzado sobre todos sus descendientes, pero él pensaba otra cosa, prefería creer que aquello era una prueba de Dios, una forma de que le demostrara hasta donde llegaba su verdadera fe, su amor por la santa iglesia. Su hermana, su aspecto físico había sido entregado a una mujer que sería mordida, que se conviertiría en una de esas bestias destinadas a ser castigadas por sus pecados. Él debería demostrar que, esta vez, la mataría sin ningún tipo de ira en su corazón.
Aun recordaba cuando había terminado con la vida de su amadísima hermana y amante, la ira le había asfixiado, los celos habían movido sus manos en vez de haerlo por el verdadero motivo que debía haberlo hecho, porque era un monstruo. Iba a esperar a que la maldición siguiera su curso, que fuera mordida por uno de los suyos, aunque al parecer estaba intentando evitarlo. No parecía entender que eso no iba a servir de nada, que su destino la llamaría, como una cadena en su corazón que apretase y tirase con tanta fuerza que la asfixiaría si no lo hacía, si no buscaba ser maldecida y seguir con lo que se esperaba de ella. La magia de un brujo era poderosa, demasiado como para poder evitarla.
Cuando quedara embarazada, cuando diera a luz a su pequeña criatura, iría a buscarla y hablaría con ella, le explicaría por qué debía morir, le diría que ya realmente no quedaba ningún odio o rencor, o eso quería creer al menos. Le daría una muerte limpia y luego también acabaría con la vida de la criatura, poniendo así fin a la maldición que él mismo había iniciado, poniendo fin a su odio y su rencor. Así podría dedicar el resto de su eternidad, o todo el tiempo que Dios creyera necesario, a la iglesia y su mandato.
Era luna llena, y de nuevo estaba vigilándola, pendiente de cómo avanzaba aquella historia. Ella salía, a pesar de que seguramente quería evitarlo, no era capaz. La vio sentarse bajo aquel árbol y comenzar a entonar una melodía. Cerró los ojos, porque realmente hasta su voz era igual a la de ella. Se sintió tan transportado al pasado que juró sentir calor en sus fríos dedos, como si un escalofrío hubiera regalado una cálida corriente a todo su cuerpo. Tomó aire profundamente y se acercó a ella, caminando muy despacio, casi como si se deslizara por el aire, parándose frente a su cuerpo.
— Cuentan las leyendas que las sirenas, hermosas criaturas del mar, atraían con sus cánticos a los marineros, que terminaban encayando en las rocas y encontrando su propia muerte. — dijo muy suave, sin apartar sus ojos de ella. Tenía tantísimas ganas de dejarse llevar, de tomarla y morderla, de degustar su sangre para saber si sería tan parecida a la de su amante como lo era su rostro y su voz — ¿Por qué cree que belleza y muerte siempre parecen ir de la mano? ¿Será tal vez el miedo que tiene el hombre a caer hechizado y preso de una mujer? — era demasiado tarde como para un encuentro casual, ¿qué mujer no se preocuparía o asustaría de que un varón la asaltara de tal forma en medio de ninguna parte y bajo la luz de la enorme luna? Pero ella no era como el resto.
Yannick Dómine- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/02/2013
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Re: No importaron ni las horas, ni los años, sus miradas se encontraron || Privado
La melodía salía suavizando el ambiente tenso que provocaba la luna llena. Su cuerpo se comenzaba a relajar a cada segundo transcurrido. Cada que cantaba se transportaba, se dejaba llevar hasta otro mundo dónde no existían maldiciones, tampoco temores, sólo amor y armonía. Ni siquiera recuerda quien le enseñó a cantar, lo único que puede tener en la mente es que le encanta hacerlo, hasta su corazón lo disfruta cuando ella lo hace, se siente enamorado y al mismo tiempo saludable. Si tuviera la condición y la fuerza para poder encontrarse así toda la noche, sin duda no dejaría de cantar, de esa forma olvidaría que se encuentra en medio de la luna llena, a punto de cumplir aquello que tanto teme. Olvidar lo que debe pasar puede ser la clave para dejarse fluir en ello. Si dejara de pensarlo con terror, y se dejara llevar por lo que debe hacer, entonces más rápido sería terminar para ella ese terror. ¡Pero es que no desea morir! ¿Quién desea pasar por eso? Nadie, aunque lo tétrico de la situación viene acompañado del saber en que momento pasará, porque es parte de su destino.
Se puso de pie de un salto interrumpiendo su terapéutico canto al notar una figura grande, imponente, masculina claramente, colocarse frente a ella. Su espalda seguía recargada en aquel tronco del árbol, cómo si en realidad aquello la fuera a salvar de una gran agresión. Tragó saliva con mucha fuerza, los músculos de sus piernas, incluso de sus brazos y abdomen se contrajeron con fuerza. Le dolía por la tensión que generaba. Escuchó con atención sus palabras ¿Ya que le quedaba? Además, no es que el hombre le estuviera diciendo algo malo, si se ponía a analizar sus primeras oraciones, la estaba aludiendo ¿No? Hizo una mueca, eso de pensar cuando debía actuar por instinto en momentos como esos no iban bien, pero Victoire era así, tan extraña en sus maneras de ser. Se cruzó de brazos a la altura del pecho.
- No es manera de acercarse a alguien en medio de la nada, pudo haberme matado de un susto - Regañó con la mirada severa - Le hago la observación para que no vuelva a hacerlo, pobres de las criaturas del señor a las que les de tremendas apariciones - Una delicada sonrisa cómplice apareció en el rostro de porcelana femenino. Sus músculos poco a poco se relajaron - No creo que me pueda comparar con la melodía de una exquisita sirena, y tampoco que yo pueda ser letal, ni siquiera me atrevo a matar animales para alimentarme propiamente - Se ruborizó de un momento a otro, recordaba cuando en la comunidad a regañaban por no tener el valor de hacer lo que debía para subsistir. Aunque claro, aquello nada tenía que ver - Usted tampoco tiene cara de marinero - Le molestó soltando una risita traviesa a causa de la burla.
- ¿Usted lo ha experimentado? - Movió una de sus manos con suavidad - Lo de hechizarse por una mujer, no lo sé, yo creo que hechizar es algo superficial y por eso lleva a la muerte, porque sólo se interesan de lo que ven, sin embargo, si se llegaran a enamorar, a amar, entonces… ¿Sería distinto? Seguramente no se correría el mismo destino - Ni ella misma entendía lo que trataba de expresar. ¿Cómo hablar de un tema que ella no había experimentado, sabía al respecto por lecturas, por relatos, por historias que pasaban de boca en boca, pero nunca lo había podido sentir. - ¿Usted lee mucho sobre novelas de piratas? - Quizás sólo se trataba de un hombre perdido queriendo compartir de su forma de ser. - ¿O cree en esas cosas? - Se mantuvo entonces muy seria, no debía ser agresiva, mucho menos prejuicios por lo que le mostraban los demás. Le había hablado con cautela. ¿Cómo se supone que debía actuar? Se empezaba a poner de malas, nunca había pasado por algo así, por eso no socializaba o tenía amigos.
Dado que no se le ocurría que decir. Se dedicó a observarlo. Primero que nada aquel par de ojos, le hicieron sentir de nuevo esas sensaciones de estar observada, cómo hace unos momentos, ¿él la estaba viendo? Su paranoia la estaba llevando a lugares catastróficos. Movió con fuerza su cabeza de un lado a otro, negando. Siguió entonces observando; la forma de su rostro, cuadrado, con ese perfil que le recordaba a imágenes de libros sobre dioses antiguos, los largos brazos le hicieron imaginar que de abrazarla, seguramente la envolvería por completo, la protegería; su altura no era normal, demasiado alto, no conocía a alguien de ese tamaño. Comenzaba a hacerla sentir diminuta; de un momento a otro el rostro femenino se giró para observar la maleza oscurecida. El nervio le ganaba, nunca antes se había encontrado a solas con un hombre que no fuera un conocido en su manada, en su comunidad, de hecho a todos los había visto como familiares. Era extraño, nuevo, emocionante, arriesgado.
- ¿Puedo saber que hace por estos rumbos? nunca antes lo había visto, y conozco a los de la zona - Suspiró. ¿Era él también parte de su destino o simple casualidad?.
Se puso de pie de un salto interrumpiendo su terapéutico canto al notar una figura grande, imponente, masculina claramente, colocarse frente a ella. Su espalda seguía recargada en aquel tronco del árbol, cómo si en realidad aquello la fuera a salvar de una gran agresión. Tragó saliva con mucha fuerza, los músculos de sus piernas, incluso de sus brazos y abdomen se contrajeron con fuerza. Le dolía por la tensión que generaba. Escuchó con atención sus palabras ¿Ya que le quedaba? Además, no es que el hombre le estuviera diciendo algo malo, si se ponía a analizar sus primeras oraciones, la estaba aludiendo ¿No? Hizo una mueca, eso de pensar cuando debía actuar por instinto en momentos como esos no iban bien, pero Victoire era así, tan extraña en sus maneras de ser. Se cruzó de brazos a la altura del pecho.
- No es manera de acercarse a alguien en medio de la nada, pudo haberme matado de un susto - Regañó con la mirada severa - Le hago la observación para que no vuelva a hacerlo, pobres de las criaturas del señor a las que les de tremendas apariciones - Una delicada sonrisa cómplice apareció en el rostro de porcelana femenino. Sus músculos poco a poco se relajaron - No creo que me pueda comparar con la melodía de una exquisita sirena, y tampoco que yo pueda ser letal, ni siquiera me atrevo a matar animales para alimentarme propiamente - Se ruborizó de un momento a otro, recordaba cuando en la comunidad a regañaban por no tener el valor de hacer lo que debía para subsistir. Aunque claro, aquello nada tenía que ver - Usted tampoco tiene cara de marinero - Le molestó soltando una risita traviesa a causa de la burla.
- ¿Usted lo ha experimentado? - Movió una de sus manos con suavidad - Lo de hechizarse por una mujer, no lo sé, yo creo que hechizar es algo superficial y por eso lleva a la muerte, porque sólo se interesan de lo que ven, sin embargo, si se llegaran a enamorar, a amar, entonces… ¿Sería distinto? Seguramente no se correría el mismo destino - Ni ella misma entendía lo que trataba de expresar. ¿Cómo hablar de un tema que ella no había experimentado, sabía al respecto por lecturas, por relatos, por historias que pasaban de boca en boca, pero nunca lo había podido sentir. - ¿Usted lee mucho sobre novelas de piratas? - Quizás sólo se trataba de un hombre perdido queriendo compartir de su forma de ser. - ¿O cree en esas cosas? - Se mantuvo entonces muy seria, no debía ser agresiva, mucho menos prejuicios por lo que le mostraban los demás. Le había hablado con cautela. ¿Cómo se supone que debía actuar? Se empezaba a poner de malas, nunca había pasado por algo así, por eso no socializaba o tenía amigos.
Dado que no se le ocurría que decir. Se dedicó a observarlo. Primero que nada aquel par de ojos, le hicieron sentir de nuevo esas sensaciones de estar observada, cómo hace unos momentos, ¿él la estaba viendo? Su paranoia la estaba llevando a lugares catastróficos. Movió con fuerza su cabeza de un lado a otro, negando. Siguió entonces observando; la forma de su rostro, cuadrado, con ese perfil que le recordaba a imágenes de libros sobre dioses antiguos, los largos brazos le hicieron imaginar que de abrazarla, seguramente la envolvería por completo, la protegería; su altura no era normal, demasiado alto, no conocía a alguien de ese tamaño. Comenzaba a hacerla sentir diminuta; de un momento a otro el rostro femenino se giró para observar la maleza oscurecida. El nervio le ganaba, nunca antes se había encontrado a solas con un hombre que no fuera un conocido en su manada, en su comunidad, de hecho a todos los había visto como familiares. Era extraño, nuevo, emocionante, arriesgado.
- ¿Puedo saber que hace por estos rumbos? nunca antes lo había visto, y conozco a los de la zona - Suspiró. ¿Era él también parte de su destino o simple casualidad?.
Victoire Vacquette- Humano Clase Media
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Re: No importaron ni las horas, ni los años, sus miradas se encontraron || Privado
Al parecer había asustado a la muchacha con su repentina cercanía. Eso era bueno, significaba que un poco de sentido común tenía y no le daba igual que un desconocido apareciera en medio de ninguna parte y de aquella manera. Aun así, no tardó en mostrar confianza suficiente como para ponerse a hablar con él como si no tuviera problema alguno en hacerlo. Seguía siendo una joven descuidada, a fin de cuentas. Pero a él no le molestó, simplemente se quedó en su posición, observándola. Era como ver un fantasma del pasado, dispuesto a atacarle con sus recuerdos.
— No es necesario matar animales para alimentarse. Dios dijo que no había que comer otras criaturas a menos que se estuviera en una situación en la que no quedara más remedio, mientras tanto, podemos sobrevivir perfectamente con las plantas que nos rodean. — comentó, haciendo un gesto de asentimiento, porque exactamente, no pretendía parecer un marinero — Fui hechizado por una mujer, hace ya mucho tiempo de eso, así que podría decirse que sí lo he experimentado. — caminó un par de pasos, hasta ponerse al lado de la joven y dejarse caer sentado también, mirando hacia el frente mientras escuchaba toda su disertacicón. No pudo evitar soltar una risita leve, negando con la cabeza — El amor es mucho más peligroso que un simple hechizo. Por amor la gente comete grandes locuras y deja de pensar en si mismo para anteponer a otras personas, el amor lo vuelve a uno un completo loco. Así que, a mi parecer, es mucho peor enamorarse que ser hechizado. Pues de lo segundo al menos puedes curarte. Y sí, he leído novelas de piratas, aunque no son mi género favorito. Por supuesto creo en todo, mi mente está abierta a creer que no somos únicos en el mundo, pues Dios siempre ha sido demasiado grandioso como para crear simples formas como las personas.
Cerró los ojos con calma, dejando que los sonidos que los rodeaban se hicieran dueños de la situación. Ahora estaba allí, sentado al lado de la mujer que algún día debería matar. Aun se preguntaba si no había llegado el momento de acabar con todo, tal vez terminar con su vida en ese momento, antes de que el destino de la maldición se cumpliera, no dejar que volviera a ocurrir. Porque si se parecía tanto a su hermana, a su amante, tal vez era una señal que el señor le estaba mandando para que diera por cerrado el círculo. Y su voz volvió a llenar sus oídos y suspiró, abriendo de nuevo los párpados.
— Simplemente paseaba. Me gusta mucho andar, me ayuda a poner mis pensamientos en orden. Mientras mis pies van uno detrás del otro, mi mente va haciendo lo mismo con todo lo que tiene dentro. — giró un poco el rostro, para poder mirarla — Mi nombre es Yannick Dómine, si le inquieta el no conocerme, ahora ya puede decir que lo hace. — volvió a sonreír, de forma ladina — ¿Y su nombre es? Además de que ya que me ha preguntado qué hago yo por aquí, podría también decirme qué hace usted. Ya sabe...un intercambio equivalente de información.
— No es necesario matar animales para alimentarse. Dios dijo que no había que comer otras criaturas a menos que se estuviera en una situación en la que no quedara más remedio, mientras tanto, podemos sobrevivir perfectamente con las plantas que nos rodean. — comentó, haciendo un gesto de asentimiento, porque exactamente, no pretendía parecer un marinero — Fui hechizado por una mujer, hace ya mucho tiempo de eso, así que podría decirse que sí lo he experimentado. — caminó un par de pasos, hasta ponerse al lado de la joven y dejarse caer sentado también, mirando hacia el frente mientras escuchaba toda su disertacicón. No pudo evitar soltar una risita leve, negando con la cabeza — El amor es mucho más peligroso que un simple hechizo. Por amor la gente comete grandes locuras y deja de pensar en si mismo para anteponer a otras personas, el amor lo vuelve a uno un completo loco. Así que, a mi parecer, es mucho peor enamorarse que ser hechizado. Pues de lo segundo al menos puedes curarte. Y sí, he leído novelas de piratas, aunque no son mi género favorito. Por supuesto creo en todo, mi mente está abierta a creer que no somos únicos en el mundo, pues Dios siempre ha sido demasiado grandioso como para crear simples formas como las personas.
Cerró los ojos con calma, dejando que los sonidos que los rodeaban se hicieran dueños de la situación. Ahora estaba allí, sentado al lado de la mujer que algún día debería matar. Aun se preguntaba si no había llegado el momento de acabar con todo, tal vez terminar con su vida en ese momento, antes de que el destino de la maldición se cumpliera, no dejar que volviera a ocurrir. Porque si se parecía tanto a su hermana, a su amante, tal vez era una señal que el señor le estaba mandando para que diera por cerrado el círculo. Y su voz volvió a llenar sus oídos y suspiró, abriendo de nuevo los párpados.
— Simplemente paseaba. Me gusta mucho andar, me ayuda a poner mis pensamientos en orden. Mientras mis pies van uno detrás del otro, mi mente va haciendo lo mismo con todo lo que tiene dentro. — giró un poco el rostro, para poder mirarla — Mi nombre es Yannick Dómine, si le inquieta el no conocerme, ahora ya puede decir que lo hace. — volvió a sonreír, de forma ladina — ¿Y su nombre es? Además de que ya que me ha preguntado qué hago yo por aquí, podría también decirme qué hace usted. Ya sabe...un intercambio equivalente de información.
Última edición por Yannick Dómine el Vie Nov 14, 2014 4:37 am, editado 1 vez
Yannick Dómine- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: No importaron ni las horas, ni los años, sus miradas se encontraron || Privado
Hablar de amor le resulta extraño. En su corta vida a duras penas había volteado a ver a un hombre con interés, sólo porque llamó su atención, sino, quizás ni siquiera creería que llama su atención eso de acercarse demasiado a alguien. Todo forma parte del miedo, de la maldición que sabe está por vivir si se deja llevar por el corazón y las pasiones. No deseaba tocar demasiado el tema porque le perjudicaría. Una parte de ella anhelaba poder sentir aquello que las mujeres buscan y aspiran a tener. La otra parte se reúsa, pero dado que el tema había salido a colación, lo único que podría hacer es seguir, decir lo que creía era, y darse cuenta que su vida ni siquiera estaba siendo vivida por tanto que se reprimía.
¿Qué es el amor?. Preguntárselo una y otra vez la alejaba de la respuesta.
— A mi también me han embrujado, pero no de la misma manera — Se encogió de hombros, suspiró con profundidad, y al final resopló dejando salir todo el aire, un mechón de su cabello subió y bajó por las recientes acciones. — ¿Sería lo mismo? — Arqueó una ceja, ni siquiera se entendía ella sola. ¿Cómo pretendía que alguien más lo hiciera por ella? — El amor es un tema del que no tengo conocimiento, así que no podría decirle que tan peligroso es, pero muchos dicen que es maravilloso, y aunque he visto sufrir personas por tal sentimiento, dicen que vale la pena ¿usted lo cree? — Lo miró de reojo por unos momentos. Victoire se dio cuenta de la palidez extrema que poseía el hombre, de sus ojos ligeramente oscurecidos, de sus anchos hombros, en resumen, notó que estaba muy bien trabajo en su aspecto físico. ¿Sería algún instructor de danza o de defensa personal de aquellos que poseían grandes riquezas?
— Nunca había escuchado su nombre — Se sinceró, a veces Victoire se fijaba en cada cosa insignificante y sin sentido. Quizás eso era lo que la hacía tan única. — Mi nombre es tan francés y común — Se sentó de forma correcta estirando la espalda y pronunció con delicadeza aquel con que la habían bautizado — Victoire Vacquette — Soltó una pequeña risita porque la pronunciación le resultaba graciosa. — Mi casa no se encuentra muy lejana de aquí, cuando me encuentro nerviosa suelo venir a distraerme, la naturaleza es un medio relajante, más que cualquier otro, por eso es mi zona favorita para descansar y encontrarme conmigo misma — Se encogió de hombros — Aunque tal parece que usted lo ha descubierto, tendré que buscar algo más intimo y privado — Sonrió de medio lado. Cerca de ella había una pequeña flor, la cual no tardó en cortar y llevársela a la oreja.
— ¿Vive por la zona? De verdad intento hacer memoria pero no recuerdo haberlo visto, aunque su rostro me parece ligeramente familiar — Frunció el ceño mostrando su confusión. — ¿Y qué le gusta hacer, señor Yannick? — Acomodó los faldones de su vestido para cubrir por completo las piernas. ¿Qué se supone debía hablar? Era torpe con el uso de las palabras, de hecho con la mayoría de las cosas, por eso su vida social no se trataba de la mejor. Incluso ella debía reconocer que el exilio le había caído como anillo al dedo.
¿Qué es el amor?. Preguntárselo una y otra vez la alejaba de la respuesta.
— A mi también me han embrujado, pero no de la misma manera — Se encogió de hombros, suspiró con profundidad, y al final resopló dejando salir todo el aire, un mechón de su cabello subió y bajó por las recientes acciones. — ¿Sería lo mismo? — Arqueó una ceja, ni siquiera se entendía ella sola. ¿Cómo pretendía que alguien más lo hiciera por ella? — El amor es un tema del que no tengo conocimiento, así que no podría decirle que tan peligroso es, pero muchos dicen que es maravilloso, y aunque he visto sufrir personas por tal sentimiento, dicen que vale la pena ¿usted lo cree? — Lo miró de reojo por unos momentos. Victoire se dio cuenta de la palidez extrema que poseía el hombre, de sus ojos ligeramente oscurecidos, de sus anchos hombros, en resumen, notó que estaba muy bien trabajo en su aspecto físico. ¿Sería algún instructor de danza o de defensa personal de aquellos que poseían grandes riquezas?
— Nunca había escuchado su nombre — Se sinceró, a veces Victoire se fijaba en cada cosa insignificante y sin sentido. Quizás eso era lo que la hacía tan única. — Mi nombre es tan francés y común — Se sentó de forma correcta estirando la espalda y pronunció con delicadeza aquel con que la habían bautizado — Victoire Vacquette — Soltó una pequeña risita porque la pronunciación le resultaba graciosa. — Mi casa no se encuentra muy lejana de aquí, cuando me encuentro nerviosa suelo venir a distraerme, la naturaleza es un medio relajante, más que cualquier otro, por eso es mi zona favorita para descansar y encontrarme conmigo misma — Se encogió de hombros — Aunque tal parece que usted lo ha descubierto, tendré que buscar algo más intimo y privado — Sonrió de medio lado. Cerca de ella había una pequeña flor, la cual no tardó en cortar y llevársela a la oreja.
— ¿Vive por la zona? De verdad intento hacer memoria pero no recuerdo haberlo visto, aunque su rostro me parece ligeramente familiar — Frunció el ceño mostrando su confusión. — ¿Y qué le gusta hacer, señor Yannick? — Acomodó los faldones de su vestido para cubrir por completo las piernas. ¿Qué se supone debía hablar? Era torpe con el uso de las palabras, de hecho con la mayoría de las cosas, por eso su vida social no se trataba de la mejor. Incluso ella debía reconocer que el exilio le había caído como anillo al dedo.
Victoire Vacquette- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/01/2014
Localización : Afueras de París
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Re: No importaron ni las horas, ni los años, sus miradas se encontraron || Privado
Las palabras de la muchacha casi lo hicieron sonreír, ella también estaba embrujada, y de qué manera. Su destino estaba sellado antes incluso de nacer, desde que comenzaba a formarse en el vientre de su madre. Y el vampiro sabía de sobra que ella no podía hacer nada, aunque tratara de evitarlo. Tal vez era lo que ella pretendía, evitar su destino. La miró de reojo, arqueando ligeramente una de sus cejas y alzándose un tanto de hombros.
— Es un tema bastante delicado. — tuvo que reconocer, agachando por un segundo la mirada, de forma pensativa — Yo creo que todo depende del grado de amor que uno viva. Por ejemplo, cuanto más amas más fuerte será el dolor si algo sale mal. — alzó de nuevo los ojos, clavando sus orbes en los de ella — Puedes llegar a querer tanto a una mujer que si ella te rechaza no puedes encontrar mejor consuelo que la muerte. ¿Cree usted que eso es algo que merezca la pena? ¿Morir por algo que ni siquiera ha llegado a nacer? — nunca había vivido algo así, pero más o menos podía entender ese sentimiento. Cuando su hermana había decidido estar con aquel lobo, aunque alguna vez fuera suya a escondidas, definitivamente habría preferido la muerte a vivir aquello — Hay quien ama con tanta fuerza que es incapaz de encontrar consuelo en nadie más, y pasa su vida mirando hacia esa persona, viéndola vivir, mientras él solo se marchita, incapaz de hacer nada más que observarla y amarla en silencio.
El vampiro dejó escapar un suspiro, un simple gesto del pasado que él realmente no necesitaba, que simplemente daba más fuerza a sus palabras. Además, al tratar de pasar inadvertido entre humanos terminabas acostumbrándote a realizar cosas que realmente no necesitabas, como respirar, o a veces incluso toser. La escuchó presentarse y volvió a sonreír, sin dejar de observarla. ¿Por qué Dios le castigaba de aquella manera? ¿Cómo era posible que dos mujeres separadas por tantísimos años y tantísimas épocas pudieran tener gestos tan parecidos? Apretó ligeramente los labios, pero disimuló rápidamente el gesto.
— Tiene usted un nombre precioso, señorita Vacquette. A pesar de lo francés que pueda ser. — aseguró, dedicándole una nueva sonrisa amable. No debía estar tratando de aquella manera a quién debía matar, ¿por qué no era capaz simplemente de marcharse y seguir observándola desde la distancia? O mejor aun, ¿por qué no acababa allí mismo con su vida y terminaba con todo? Tal vez se estaba escudando en que era humana, pero eso no restaba que estaba maldita — Pues ruego me disculpe por haber mancillado su lugar de descanso. — se llevó una mano al pecho, en un gesto casi teatral, pues no había perdido la sonrisa — Juro que no volveré a incordiarla y me dedicaré a dar mis paseos por zonas más alejadas, ¿conforme?
Se dedicó a observar cómo colocaba aquella flor sobre su oreja y la escuchó. Claro que no habría escuchado su nombre, se había encargado de ser una sombra en la vida de la chica, de que no supiera de él, así el momento de la muerte sería más sencillo. O tal vez había sido por algo egoísta, por miedo a...¿a qué? Prefería no pensar en ello. Estiró una mano, de forma bastante osada, llevándola hacia el rostro contrario, tomando la flor y sujetándola, mientras con los dedos le colocaba mejor el cabello tras la oreja, de forma suave. Aquella textura, ¿acaso podría existir algo mejor?
— Tal vez nos hemos cruzado alguna vez en las inmensas calles de París, pero no creo que me conozca. Mi residencia está bastante alejada de este lugar, tal vez por eso me gusta venir, porque sale de mi zona acostumbrada. — colocó de nuevo la flor tras su oreja y entrecerró un poco los párpados — Digamos que me gusta realizar diversas obras para llevar el día a día. A veces atiendo en comedores para las personas menos favorecidas, organizo campañas para poder hacerles llegar algo de ropa a los niños, participo en las actividades de la iglesia y poco más. Creo que aun estoy buscando mi verdadera vocación, así tal vez pueda hacerla profesión. — sonrió, apartando la mano aunque muy a desgana — Dígame algo, ¿por qué dice que está embrujada? — mostró interés, como si realmente no tuviera idea de a lo que se podía referir. Luego se puso en pie despacio, sacudiéndose la ropa de forma suave y elegante, tendiendo una mano hacia la muchacha para ayudarla a ponerse también en pie — Espero no le moleste mi curiosidad, ni que la invite a pasear a mi lado un poco.
— Es un tema bastante delicado. — tuvo que reconocer, agachando por un segundo la mirada, de forma pensativa — Yo creo que todo depende del grado de amor que uno viva. Por ejemplo, cuanto más amas más fuerte será el dolor si algo sale mal. — alzó de nuevo los ojos, clavando sus orbes en los de ella — Puedes llegar a querer tanto a una mujer que si ella te rechaza no puedes encontrar mejor consuelo que la muerte. ¿Cree usted que eso es algo que merezca la pena? ¿Morir por algo que ni siquiera ha llegado a nacer? — nunca había vivido algo así, pero más o menos podía entender ese sentimiento. Cuando su hermana había decidido estar con aquel lobo, aunque alguna vez fuera suya a escondidas, definitivamente habría preferido la muerte a vivir aquello — Hay quien ama con tanta fuerza que es incapaz de encontrar consuelo en nadie más, y pasa su vida mirando hacia esa persona, viéndola vivir, mientras él solo se marchita, incapaz de hacer nada más que observarla y amarla en silencio.
El vampiro dejó escapar un suspiro, un simple gesto del pasado que él realmente no necesitaba, que simplemente daba más fuerza a sus palabras. Además, al tratar de pasar inadvertido entre humanos terminabas acostumbrándote a realizar cosas que realmente no necesitabas, como respirar, o a veces incluso toser. La escuchó presentarse y volvió a sonreír, sin dejar de observarla. ¿Por qué Dios le castigaba de aquella manera? ¿Cómo era posible que dos mujeres separadas por tantísimos años y tantísimas épocas pudieran tener gestos tan parecidos? Apretó ligeramente los labios, pero disimuló rápidamente el gesto.
— Tiene usted un nombre precioso, señorita Vacquette. A pesar de lo francés que pueda ser. — aseguró, dedicándole una nueva sonrisa amable. No debía estar tratando de aquella manera a quién debía matar, ¿por qué no era capaz simplemente de marcharse y seguir observándola desde la distancia? O mejor aun, ¿por qué no acababa allí mismo con su vida y terminaba con todo? Tal vez se estaba escudando en que era humana, pero eso no restaba que estaba maldita — Pues ruego me disculpe por haber mancillado su lugar de descanso. — se llevó una mano al pecho, en un gesto casi teatral, pues no había perdido la sonrisa — Juro que no volveré a incordiarla y me dedicaré a dar mis paseos por zonas más alejadas, ¿conforme?
Se dedicó a observar cómo colocaba aquella flor sobre su oreja y la escuchó. Claro que no habría escuchado su nombre, se había encargado de ser una sombra en la vida de la chica, de que no supiera de él, así el momento de la muerte sería más sencillo. O tal vez había sido por algo egoísta, por miedo a...¿a qué? Prefería no pensar en ello. Estiró una mano, de forma bastante osada, llevándola hacia el rostro contrario, tomando la flor y sujetándola, mientras con los dedos le colocaba mejor el cabello tras la oreja, de forma suave. Aquella textura, ¿acaso podría existir algo mejor?
— Tal vez nos hemos cruzado alguna vez en las inmensas calles de París, pero no creo que me conozca. Mi residencia está bastante alejada de este lugar, tal vez por eso me gusta venir, porque sale de mi zona acostumbrada. — colocó de nuevo la flor tras su oreja y entrecerró un poco los párpados — Digamos que me gusta realizar diversas obras para llevar el día a día. A veces atiendo en comedores para las personas menos favorecidas, organizo campañas para poder hacerles llegar algo de ropa a los niños, participo en las actividades de la iglesia y poco más. Creo que aun estoy buscando mi verdadera vocación, así tal vez pueda hacerla profesión. — sonrió, apartando la mano aunque muy a desgana — Dígame algo, ¿por qué dice que está embrujada? — mostró interés, como si realmente no tuviera idea de a lo que se podía referir. Luego se puso en pie despacio, sacudiéndose la ropa de forma suave y elegante, tendiendo una mano hacia la muchacha para ayudarla a ponerse también en pie — Espero no le moleste mi curiosidad, ni que la invite a pasear a mi lado un poco.
Yannick Dómine- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: No importaron ni las horas, ni los años, sus miradas se encontraron || Privado
Tantos años de lecciones, tantas advertencias ofrecidas, tanto que se alejó del problema, del peligro, tanto fue que se resguardó de los peligros y de no caer en las tentaciones que le llevarían a tomar la mano de su maldición, y un día, una noche, un cuento la habrá hecho romper cada una de sus barreras. La joven suspiró observando de forma analítica al hombre. Suspiró con tanta profundidad que incluso le dolieron los pulmones de lo inflado que están. ¿Por qué hablar con soltura, y hablar con un desconocido cómo sí se trataran de grandes amigos? La pregunta la confundió aún más, y la puso a la defensiva, pero la verdad es que no tenía miedo, y no estaba dispuesta a tenerlo. Si tenía que morir debía hacerlo, con la frente en alto, sin embargo no lo deseaba pronto, y menos por una maldición.
- Nunca me conformo con tan poco, usted debe purificar mi tierras - Bromeó al ver el gesto tan dramático del hombre. ¿Qué si de actuación se hablaba? Ella era experta en esa sección, por algo había decidido entrar a trabajar al teatro de la ciudad, ser cantante y distraer su mente, pero sobretodo su vida, de lo que podría llegar a pasar con ella. — Ciertamente este lugar no es de nadie, así que da igual lo que haga o no, mi señor — Se encogió de hombros con naturalidad. Victoria no era dueña de nada, sólo de esa pequeña casita que había podido comprar, ese hogar que durante años había sido sólo ocupado durante las lunas llenas, pero que ahora era su hogar de forma permanente.
Se puso de pie y enredó su brazo en la del caballero, sintió que la temperatura había bajado con el simple contacto del varón, arqueó una ceja y la duda se acrecentó en su interior. ¿Sería posible? Negó para sus adentros, se mordió el labio inferior y decidió que ya no iba a estar cuestionando cada paso que daba, de esa forma no estaba disfrutando la vida por completo, sólo se estaba anticipando a un hecho que aunque quizás podría desviarse de lo que es, lo cierto es que era más probable que se viviera. Pisar terrenos desconocidos le resultaban espeluznantes, intrigantes; sin e embargo ahí se encontraba.
Le echó una mirada de reojo. ¿El señor de verdad quería saber? La verdadera pregunta era ¿ella debía contarle?
— Hacer un poco de todo esta bien, por ejemplo, cada tiempo voy a las montañas a pasar los días con mi gente, me dedico a cocinar para ellos, sólo por periodos, también hago vestidos, o coso algunas cosas que me piden por encargos, y ahora me he decidido a trabajar en el teatro cantando — ¿Decía cosas sin sentido? La verdad es que le estaba contando lo que era, sin más ni menos, y eso no tenía nada de malo. La joven clase media se aferró un poco más al vampiro para caminar con apoyo y seguridad. — Embrujada, hechizada, maldita, son varios sinónimos de lo que ocurre conmigo, no sé cual sea el más indicado — Miró hacía el lado contrario, le gustaba la vista natural, eso la tranquilizaba de todo aquello que pudiera ponerle los pelos de punta. Hablar de un tema tan delicado no le resultaba nada fácil. — Sólo puedo decirle que yo tengo que cumplir una condena, no puedo enamorarme, o intentar aspirar a una relación porque de hacerlo, de embarazarme, moriría, y dejaría a un bebé solo… — Tragó saliva, sus dedos se hundieron en el brazo de la criatura con fuerza, señal de que el tema le alteraba, y le ponía mal.
— Quizás lo crea una tontería, o una mentira, pero es la verdad — Miró hacía el frente y saltó con gracia y delicadeza una raíz grande y salida de un árbol. — Mucha gente no cree este tipo de cosas, no hasta que les pasa como tal — Sonrió — Pero da igual si se lo cuento, de todas maneras no creo que nos volvamos a ver — Y eso lo daba por hecho, no porque la compañía fuera mala, sino porque ella no se daba la oportunidad de estar más de una vez con una persona. Todo gracias a su maldición.
- Nunca me conformo con tan poco, usted debe purificar mi tierras - Bromeó al ver el gesto tan dramático del hombre. ¿Qué si de actuación se hablaba? Ella era experta en esa sección, por algo había decidido entrar a trabajar al teatro de la ciudad, ser cantante y distraer su mente, pero sobretodo su vida, de lo que podría llegar a pasar con ella. — Ciertamente este lugar no es de nadie, así que da igual lo que haga o no, mi señor — Se encogió de hombros con naturalidad. Victoria no era dueña de nada, sólo de esa pequeña casita que había podido comprar, ese hogar que durante años había sido sólo ocupado durante las lunas llenas, pero que ahora era su hogar de forma permanente.
Se puso de pie y enredó su brazo en la del caballero, sintió que la temperatura había bajado con el simple contacto del varón, arqueó una ceja y la duda se acrecentó en su interior. ¿Sería posible? Negó para sus adentros, se mordió el labio inferior y decidió que ya no iba a estar cuestionando cada paso que daba, de esa forma no estaba disfrutando la vida por completo, sólo se estaba anticipando a un hecho que aunque quizás podría desviarse de lo que es, lo cierto es que era más probable que se viviera. Pisar terrenos desconocidos le resultaban espeluznantes, intrigantes; sin e embargo ahí se encontraba.
Le echó una mirada de reojo. ¿El señor de verdad quería saber? La verdadera pregunta era ¿ella debía contarle?
— Hacer un poco de todo esta bien, por ejemplo, cada tiempo voy a las montañas a pasar los días con mi gente, me dedico a cocinar para ellos, sólo por periodos, también hago vestidos, o coso algunas cosas que me piden por encargos, y ahora me he decidido a trabajar en el teatro cantando — ¿Decía cosas sin sentido? La verdad es que le estaba contando lo que era, sin más ni menos, y eso no tenía nada de malo. La joven clase media se aferró un poco más al vampiro para caminar con apoyo y seguridad. — Embrujada, hechizada, maldita, son varios sinónimos de lo que ocurre conmigo, no sé cual sea el más indicado — Miró hacía el lado contrario, le gustaba la vista natural, eso la tranquilizaba de todo aquello que pudiera ponerle los pelos de punta. Hablar de un tema tan delicado no le resultaba nada fácil. — Sólo puedo decirle que yo tengo que cumplir una condena, no puedo enamorarme, o intentar aspirar a una relación porque de hacerlo, de embarazarme, moriría, y dejaría a un bebé solo… — Tragó saliva, sus dedos se hundieron en el brazo de la criatura con fuerza, señal de que el tema le alteraba, y le ponía mal.
— Quizás lo crea una tontería, o una mentira, pero es la verdad — Miró hacía el frente y saltó con gracia y delicadeza una raíz grande y salida de un árbol. — Mucha gente no cree este tipo de cosas, no hasta que les pasa como tal — Sonrió — Pero da igual si se lo cuento, de todas maneras no creo que nos volvamos a ver — Y eso lo daba por hecho, no porque la compañía fuera mala, sino porque ella no se daba la oportunidad de estar más de una vez con una persona. Todo gracias a su maldición.
Victoire Vacquette- Humano Clase Media
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