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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Svetlana Metanova Sáb Ene 18, 2014 3:59 pm

"La única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse."
Oscar Wilde

La noche había caído, gélida y sin luna. Con ella despertaban las criaturas más temidas y más buscadas, y las calles, los salones y los sitios más impensados, se teñían del rojo de la sangre de sus víctimas. Había muchos intentando detenerlos, pero era sabido que los vampiros eran muy superiores a quienes los perseguían. Estos podían tener muchas armas, pero eran simples mortales, y la impotencia los vencía contra la fuerza que la eternidad les había otorgado a los sobrenaturales. A Svetlana toda esa cuestión de la Inquisición jamás le había interesado, ni preocupado. Le parecía banal, y la desdeñaba olvidándose, moviéndose en la impunidad de la oscuridad, y con el sigilo propio de su naturaleza inmortal. La vampiresa tenía otras preocupaciones, como su aspecto; adoraba verse espléndida. Gastaba fortunas en vestidos con piedras preciosas, en joyas traídas de los rincones más remotos del planeta, en chapines que hicieran juego con el atuendo principal, en abrigos de piel, en perfumes, y en cualquier capricho que se le ocurriese. Tenía quien manejaba sus finanzas, ella sólo debía gastar la herencia de sus padres y de su adorado y muy muerto esposo. Su marido era un pensamiento recurrente; cada vez que recordaba cómo lo había asesinado, una corriente eléctrica le corría el cuerpo, y se convertía en maravillosos orgasmos. Svetlana acariciaba su intimidad rememorando el preciso instante en que había hundido su mano en el pecho del desgraciado, y le había arrancado el corazón. Una vez había cometido el grave error de no acabar con él, y haberle otorgado, sin voluntad alguna, el don del vampirismo, pero su festín había terminado, y el de Metanova, recién había comenzado.

Para disfrutar de su viudez, había obtenido unos adorables juguetes, para los cuales tenía unos planes maravillosos, que le hacían dar volteretas como una casamentera excitada por la invitación de un buen pretendiente. Su criterio para elegirlos no había sido específico, Svetlana actuaba por impulso, por deseo; simplemente, los había visto, y los había obtenido. Estuvo varios minutos dentro de la tina jugando con la espuma, con su cabellera rojiza, y alimentándose de la criada de ocho años que había adquirido hacía pocos días. Cuando ya no hubo una gota de sangre en las venas de la niña, la vampiresa se levantó y dejó que el cuerpecillo se deslizara, inerte, bajo el agua. Salió al exterior ataviada en un vestido de exquisita confección, en color verde esmeralda, que realzaba su piel pálida. No cazó, se dirigía a un sitio específico, estaba de excelente humor y la aparición de un niño pidiéndole monedas le arrancó una sonrisa tan simpática, que el nene no pudo más que corresponder. Claro que sacó de su pequeño bolso unas monedas, y le preguntó si quería acompañarla a jugar. Rata, como le dijo que se llamaba, aceptó y la tomó de la mano como si se tratase de una encantadora mujer de la caridad. Svetlana montó el papel a la perfección, y el infante ingresó al cementerio como si se tratase de una casa de caramelos. La vampiresa adoraba la noble ingenuidad de la niñez, le inspiraba un hambre incontenible y le arrancaba suspiros de alivio cuando por fin ingería la dulzura de su sangre.

<<Allí está>> pensó al ver a la joven trabajadora. Le indicó a Rata que se sentara junto a una estatua en forma de ángel que posaba semidesnudo con un arpa en las manos. Aquella muchacha era espléndida, no había pasado desapercibida desde la primera vez que visitó la tumba definitiva de su marido. En aquella dama había algo tan exótico que Svetlana no se había demorado en decidirse que la quería, y tampoco tardó en conseguir que ella se presentase como Juliet y le dedicara alguna que otra palabra. El latido acelerado del corazón de la mujer, llegaba a sus oídos como una música celestial, como un canto placentero que despertaba sus instintos más bajos. Esa sería la noche, no había vuelta atrás. Tomó unas flores frescas que descansaban junto a una lápida, y caminó hasta llegar al sitio del eterno descanso de su esposo. Se agachó y depositó el ramo en la tierra seca, acarició las letras del epitafio que rezaban un “marido amoroso, compañero ideal, hombre increíble” que ella había pedido se trazara. Sus instintos le avisaron que la joven estaba cerca, sus pasos se acercaban hacia su figura empequeñecida en la oscuridad. Se cubrió el rostro con ambas manos, y unas lágrimas tan falsas como el alma que no tenía, brotaron de sus ojos. Lanzaba pequeños quejidos, una perfecta viuda dolorida, que extrañaba a su compañero de vida y de muerte, que lloraba el recuerdo de lo que nunca más será.

Querido mío, querido mío… —murmuraba, mientras su cuerpo se convulsionaba en espasmos. Su mentira era tan verdadera, que en cualquier momento, la vampiresa, terminaría creyéndola. Debía llamar la atención de la empleada, pero su histrionismo le impedía comenzar un diálogo sin una cuota de su teatro, que salía tan natural, que no podía más que sentirse orgullosa de su labor.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Jue Ene 23, 2014 11:48 pm

“Debes recordar que las noches sin luna son las que alimentan a las criaturas de Satan, es cuando nacen las brujas y los demonios plagan las tierras” las palabras de su madre resonaban en sus oídos cada vez que levantaba la mirada para presenciar un cielo oscuro, apenas iluminado por cansados y lejanos astros que palidecían tristemente intentando iluminar el cielo. La luna nueva era una luna dual; era momento propicio para iniciar rituales y exonerar sentimientos y energías negativas, en esta fase lunar era cuando las heridas tratadas con magia encontraban mejor resultado. Pero también era la fase lunar idónea para la magia negra. Rituales y maleficios destinados a dañar o influenciar a otros resultaban más duraderos y poderosos.

No que Juliet estuviese lo suficientemente loca, desesperada o aburrida para realizar rituales, mucho menos con magia negra.  No había que ser demasiado inteligente para saber la proporción de daño que causaban en relación con sus efectos, o de la cantidad de experiencia y energía que requería lograr que el resultado fuese positivo. No. Esta noche, aun,  no resultaba diferente que otras en las cuales esperaba  a La Hora de las Brujas para sentir como el ambiente cargaba sus sentidos, como la propia magia, súbitamente volátil,  vibraba bajo su lengua esperando ser conjurada,  cosquilleando la punta de los dedos, cargándolos de energía e incentivándola a actuar de forma caprichosa. Pero ella no podía ceder al descontrol y aunque su dientes se apretaban  y sus puños blanqueaban, lograba disfrutar de todo aquello. Era en realidad, la razón definitiva por la cual seguía acudiendo a estas horas a un lugar lleno de muerte y tristeza, envuelto en historias, secretos y traiciones. Y aun asi, tan oscuro, frio y vacío como era no podía evitar sentirse atraída como el buitre hacia la muerte. Era innato

-Pero aun nos quedan algunas horas ¿No es asi? – Incapaz de calcular el tiempo sin la luna de guía y estando el relog de pie demasiado lejos para lo que era su interes, decidio bajar de nuevo su mirada de los cielos para centrar su atención en la botella que giraba en su mano. El liquido violáceo girando al compás  “ojala, supiese tan bien como se ve” pensó antes de llevárselo a los labios con la mera intención de bebérselo pero casi ahogándose  cuándo el caballo decidió frenarse en seco y dar un brinco ligero y ansioso con las patas delanteras – Hermes, coño, quédate quieto – intento mientras tosía y apretaba las riendas hasta obligar al animal. Era su culpa, decidio, por ir bebiendo sobre el caballo simplemente por comodidad. Y aunque reconocía su error, no hiso ni el menor movimiento para desmontar, de pronto habiendo escuchado lamentos que la hicieron ahogar un suspiro en el fondo de su garganta. Adoraba las visitas, en cierto modo, las silenciosas e incluso las violentas pero las que se envolvían en pena…

Volvió a jalar de las riendas del caballo para dirigirlo hacia el sonido en un trote ligero y mientras más se acercaba y el llanto se volvía palabras entendibles, mas era visible que Hermes prefería cualquier otro camino, intentando desviar su dirección cada vez que una pequeña intersección entre las tumbas y estatuas le permitía un giro pero, cada vez, recibiendo a cambio un fuerte jalón que le forzaba  a levantar la cabeza y retomar el sentido deseado de su dueña que ignoraba los esfuerzos del animal por evitar llegar a destino. Quizás una persona sensata se hubiese percatado de que un camino que un animal prefería no transitar a ser hastiado continuamente no era camino que nadie desease caminar. Pero la corta paciencia de Juliet en ese momento no dejaba lado para la sensatez y no fue hasta que la figura se volvió visible a pocos metros, que la bruja decidió bajarse y acabar con esa fútil lucha entre ambos para caminar los últimos pasos hasta la mujer que había reconocido  curvada frente a la tumba

La delataban la forma en que sus cabellos caían salvajes e intensos por sobre su espalda y hombros ataviados en un caro vestido que seguro estaba destinado a lugares más finos –y limpios- que el suelo del cementerio. Y a pesar de que el vestido era llamativo, no había sido lo que había delatado a la visitante nocturna – de hecho era una fortuna que lo hubiera notado- si no el intenso color de su pelo. Claro, ella había visto cabellos rojos antes pero estaba segura que nunca alguno que fuera de ese color, no se aproximaba a el castaños o dorados como otros hacían si no que simplemente era rojo,  como las brasas ardiendo o como la sangre de una nueva herida abierta. Pero aun sabiendo que se trataba de una persona con la que había “tratado” antes y a pesar de trabajar en un cementerio, no sabía cómo confortar a los corazones desgarrados por el dolor o lidiar con las lágrimas, le faltaba la empatía natural del ser humano, perdida quizás en algún momento de la carrera por su vida

Sin embargo algo debía hacerse y por mucho que no quisiera acercarse e interrumpir un momento personal, debía impedir que continuase con sus lamentos. No podia esperar a que terminase por cuenta, podría llevar toda la noche y Juliet no tenia la paciencia para esperarla ni los nervios para seguir oyéndola llorar -¿Sra Metanova? –  Llamar a los apoderados por su apellido era algo que intentaba evitar tanto como podía, odiaba tener que reforzar esa sensación de que tenían poder por sobre ella, que era un siervo de sus caprichos pero el nombre de la pelirroja era sencillamente imposible de pronunciar sin ser ultrajado por su acento italiano, mas no pretendía gastar su valioso tiempo mortal en aprender a pronunciarlo, así tampoco como en escuchar sus quejas si se ofendía por una mala entonación. Así pues, Metanova tendría que ser  - El horario de visitas ha terminado... ¿Qué hace aquí? –  Siguió avanzando hasta detenerse a una respetuosa y prudencial distancia de poco mas de un brazo que le permitía reforzar su presencia lo suficiente para no ser ignorada y extendiendo su mano para ayudarla a ponerse de pie y asi insistir de forma silenciosa - La noche puede esconder peligros en las sombras, especialmente para damas como usted ¿Por qué no regresa y  disfruta del calor de su hogar hasta la llegada del sol? Entonces y si aun siente deseos, podria volver a velar el alma de su esposo—  no es como que el marido fuera a irse a ningún lado durante la noche, probablemente ni siquiera estuviera allí habiendo alimentado a las mascotas subterráneas del cementerio. Pero eso ella no necesitaba saberlo pues  la roca grabada igual se conservaría por todos los años que ella deseara sentarse a dedicarle algunas lagrimas.
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Mensaje por Svetlana Metanova Lun Feb 17, 2014 4:29 am

Qué encantadora le resultaba la ignorancia mortal. ¿La brujita no se había percatado de su condición sobrenatural? Más divertido aún sería el juego. Alguien debía enseñarle de su potencial, ayudarle a utilizar el don que le había sido brindado en el nacimiento. Svetlana tenía la extraña concepción de que ella era una diosa que había descendido a la Tierra para hacer su voluntad. Así pasaba sus días, haciendo lo que deseaba con quien desease. Obtenía, ya sea con consentimiento o sin él, todo lo que quería de sus víctimas. Algunas le apetecían más que otras, a sus favoritas las degustaba a fuego lento, les arrancaba hasta la última gota de dignidad, hasta saciarse por completo de ellas. Si había algo que le gustaba más que la sangre era humillar a los demás, gozaba del sometimiento mental y espiritual que lograba con algunos, especialmente con los niños. Ellos eran tan fáciles de manipular… Recordó a su roedor, no estaba muy lejos de allí, olía por debajo de su suciedad la inocencia infantil, y en su paladar ya comenzaba a saborear la victoria cuando sintió a la empleada acercarse con aquella seguridad tan falsa que hasta le provocaba gracia. Se cuidó de mantener perfecta su actuación de viuda solitaria, secando sus mejillas lentamente con un pañuelo extraído de su puño. No buscaba atrapar la pena de la dama, sino, su atención; los seres humanos, por más frialdad que poseyese su corazón, tenían un punto endeble, y allí era donde se cocinaba el festín que los inmortales, como la vampiresa, consumían en las noches y rememoraban en sus sueños diurnos hasta encontrar nuevos banquetes en su anochecer.

Se puso de pie lentamente, con la espalda encorvada y ahogando quejidos de un dolor que no sentía. Se irguió con una exasperante parsimonia, podía percibir la impaciencia en Juliet, y le encantaba. La quería enojada, al límite. Sus ojos se clavaron en los de ella por un instante, para luego descender sus párpados y secar las últimas dos lágrimas que rodaron por sus pómulos. Demostró una compostura recuperada tras varios segundos de un silencio que hubiera resultado agotador para cualquiera, salvo para ella, que estaba en plena exposición. Había escuchado atentamente sus palabras, había endulzado sus oídos con la voz melodiosa y aquel acento sensual y se había fascinado con la preocupación de la empleada. Le parecía increíble que alguien con su habilidad no fuese capaz de captar el aura oscura que rodeaba a Svetlana, ¿y si la estaba engañando? Indagó en su mirada una vez más. No, era sincera, y eso era lo que más le gustaba. Se adelantó un paso, y quedó separada a escasos centímetros. La vampiresa estiró sus manos para tomar una de la joven y la envolvió en la suya. El frío nocturno haría pasar desapercibida la baja temperatura de su piel. Negó varias veces con la cabeza, visiblemente afectada por la irrupción de la hechicera, pero mostraba en todo su rostro un arrepentimiento digno de una platea aplaudiendo de pie. Apretó un poco más y la observó con ojos tristes, cargados de una melancolía profunda, de honda soledad. Debía extrañar a su marido, debía llorar por su alma, y así lo hizo, nuevas gotas cayeron por las mejillas.

Cuánto lo siento, querida —se lamentó. —No era mi intención interrumpir tu trabajo ni violar las normas del cementerio. Éste es el único horario en que puedo venir a velar por el alma de mi adorado esposo. Oh… —el mencionarlo debía provocarle una herida, y separó una de sus manos para llevarla a su boca y de esa manera inmutar un lamento— Disculpa, estoy muy afectada. Él…él fue mi compañero de mi vida, mi gran amor… —y sonrió con nostalgia, como si en un pasado la felicidad junto a aquel hombre hubiera sido real. Quizá sí lo fue. Alguna vez fue una humana enamorada, una esposa dedicada; tuvo un matrimonio maravilloso, planes de familia, el deseo de envejecer junto a él y de morir tomados de la mano al mismo tiempo. Los hechos tuvieron una culminación infame e injusta. Ella fue víctima del adulterio y la traición de un vil marido capaz de cercenar sus sentimientos a cambio de unas noches de placer. La vampiresa gozaba con el recuerdo del asesinato a la amante de su esposo, jamás olvidaría lo desquiciada que se sintió al enterarse que ellos iban a ser padres. Aquella puta le iba a dar algo que ella nunca iba a poder: un hijo. La venganza la devoró desde las entrañas, había sentido cómo crecía dentro suyo como si se tratase de un vástago, y las consecuencias habían sido indescriptibles. Lo más maravilloso de eso fue el terror y el horror plagados en las miradas de los infieles. Habían pagado caro su amor; habían pagado muy caro el desamor de Svetlana. — ¿Tú eres casada? —hizo una pausa simulando incomodidad— Lo lamento, no debí hacer una pregunta tan privada, no me contestes, no es necesario. Cuando ames a un hombre tanto como yo amé al mío, comprenderás ésta angustia que me acompaña cada día.

Rata apareció caminando a un costado. Era como anillo al dedo. Ella giró lentamente, soltando a la empleada. Se acuclilló y extendió sus brazos, llamando al niño por el nombre de “Jean-Claude”, el pequeño corrió hacia ella y la abrazó. La vampiresa lo acunó y acarició, y le dio en un susurro la orden de que él era hijo de su esposo. Sintió cómo el cuerpecillo se relajaba contra su pecho y lo levantó lentamente, mientras lo peinaba. La mugre del infante no sería un problema que sortear. Se alegró de tener a sus piezas juntas, era la hora de comenzar a moverlas. El pequeño lloriqueó ante la indicación, y ella lo consoló con palabras dulces murmuradas cerca de su oído. Intensificó el abrazo y tarareó una corta canción de consuelo. Le echaba vistazos a Juliet y le sonreía, ya llegaría el momento de una explicación.

Cariño, ¿dónde te habías metido? Mira lo sucio que estás —comentó tras la letanía de aplacamiento. —El hijo de mi esposo —se justificó con la bruja— Jean-Claude quedó a mi cargo luego de…de… —no podía ni decirlo— Estamos más unidos que nunca, pero es tan difícil. No llegamos a tener hijos propios, pero éste pequeño es mi vida —lo puso sobre el suelo y Rata se aferró a su falda— Querida, nuevamente, lamento que seas testigo de éste momento —volvió a acercarse y la tomó de los hombros— Agradezco tanto tu preocupación, sé que debo retirarme, pero ¿me permites permanecer unos minutos más junto a mi amado? Jean-Claude tiene muchos deseos de decirle unas palabras a su padre —la atrajo lentamente hasta su cuerpo y acercó sus labios a la oreja de la joven— Dirás que si, y aceptarás mi juego —se alejó— Por favor, no será por mucho tiempo.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Vie Feb 28, 2014 9:08 pm

¿Acaso no resultaba irónica la vida? En un intento de recuperar la paz y tranquilidad que se le había prohibido en los últimos años, Juliet se había alejado de los vivos para cuidar de los muertos quienes la recibían con el mayor de los silencios. Y no se trataba de simple coincidencia que acudiera a ellos en la protección de la noche si no su necesidad de evitar las visitas recurrentes, los llantos extensos y los niños que, aburridos o incapaces de entender con plenitud donde estaban, se dedicaban a las travesuras. Y sin embargo allí estaba todo lo que ella habida procurado evitar! Apenas había aceptado , no muy segura,  de que quizás había imaginado lo susurrado en su oído por efectos del aullar del viento, cuando se vio sobresaltada por el escándalo que monto el niño y al que pronto se le sumo la mujer. Por  unos instantes, sintió deseos de responder con un grito propio e iracundo que quemara su garganta. No lo hiso , el deseo se desvaneció en sorpresa al mismo tiempo que una sonata extensa y repetitiva de “no,no,no,no” daba inicio y se volvía más y más rápida, llegando al punto más alto cuando el crio se dio a la fuga, veloz como las ratas, como si de pronto quisiera jugar con ellas ¿No acaba de decir, en voz alta, que se negaba? Miro a la pelirroja con el reproche latente en los ojos cuando esta pidió su ayuda -Por supuesto, no puedo dejar que el niño corra por todo el cementerio. Ni a usted tampoco - dijo como si se tratara de algo obvio, con la paciencia a los pies y todo resquicio de buen comportamiento abandonando su cuerpo a la misma velocidad en que ambas se abrían paso por entre las lapidas.

Quizás si hubiera hecho caso al caballo y los hubiera dejado solos..

Para fortuna de ambas, el infante decidió que un panteón era el mejor lugar para esconderse porque incluso si se trataba de uno de los más grandes de Montmarte era un recinto cerrado que no le permitiría escapar por ninguna otra salida más que en las que ellas se encontraban. No era el mejor lugar, pero ciertamente era mejor que andar corriendo por todas las inmediaciones del cementerio  o peor. Temía que si el niño escapaba a la calle también se viera involucrada en una persecución a medianoche por las calles de la colina. -Quizás esperarlo aquí sea lo mejor, en cuanto se calme seguramente regresara -  comento como una primera idea al ver el estado catastrófico de la mujer aunque dudaba que la estuviera escuchando entre los gritos y gemidos que parecían ser el único medio de comunicación de la noche. No le apetecía dejarla sola,  Dios sabe las malas ideas que podían llegar a tener las personas en momentos tan emotivos pero tampoco le agradaba la idea de que Claude deambulara por alli habiendo tantas cosas que podrían atraer su atención, mucho menos tentadora era la idea de esperarlo a cada segundo que pasaba y los gemidos continuaban llenando el aire. -Mejor no. ¿Madame? - intento, volteando para sujetar una de las lámparas de entre las garras de las gárgolas que habían decidido no proteger la tumba de sus amos - ¿Metanova - repitió, esta vez acompañándose de un sutil golpecito en el hombro para atraer su atención y enseguida aplicando empujándola con suavidad para instruirle silenciosamente que se apartara de la abertura -Sera mejor si voy por el, puede acompañarme si lo desea pero si en cambio prefiere quedarse, le ruego no se mueva de aquí. De hecho, seria mejor si decidiera esperar adentro de la tumba así no debe aguardar en el frio de la noche- Apenas hubo terminado las instrucciones, abrió la puerta para que ambas entraran a la recamara de alguna antigua familia francesa donde, en efecto, la temperatura era más agradable. Lo suficiente para evocar un par de escalofríos a la francesa  -Lo bueno, es que tiene buen gusto -  dijo antes de bajar por las escaleras al notar tras una rápida investigación que no se encontraba en la sala principal “Lo malo” pensó  para si “es que no se comió las frutas de Majuelo” – y unos pulmones fuertes -  suspiro cansada aunque agradeciendo que los gimoteos regresaran para  guiaran escaleras abajo hacia el pequeño infiltrado.

La oscuridad era infinita. Incluso con la luz del fuego no se distinguía mucho más hacia adelante que  que la continuación de aquella masa negra que abarcaba toda la visión sin dejar espacio a las formas o colores siquiera a una vista tan adaptada como lo era la de la bruja que no pareció inmutarse por la pérdida del principal de los sentidos humanos.  Un sentido de seguridad la invadió al verse rodeada de aquel manto de sombras, la desesperación de segundos atrás lentamente se desvanecía y el secretismo que el lugar inspiraban la tentaron lo suficiente como para decidir atraer al niño hacia ella reuniendo la energía y liberándola por cada uno de sus poros, volviendo el ambiente más denso y adormeciendo los sentidos para que estos no sintiera nada más que el deseo de alcanzarla -¿Jean? - su voz sonaba melódica y reconfortante, prometiendo seguridad y luz en aquel lugar habitado por la muerte, el frio y el silencio– Awn, vamos pequeño Metanova. Los baños no son tan malos-  la risas sarcásticas se volvieron alegres cencerros por arte de la magia que consumía el lugar a medida que los segundos pasaban y la bruja se internaba en la boca del lobo


No pasa nada ^^


Última edición por Juliet E. Deveroix el Mar Jun 17, 2014 8:35 am, editado 2 veces
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Mensaje por Svetlana Metanova Miér Mayo 28, 2014 9:56 am

La brujita ofrecía resistencia. Y a Svetlana se le retorcía la libido de sólo pensar en someter su cuerpo y su mente. Había subestimado a la mujer, usando tan sólo una pequeña porción de su poder de persuasión, como si se tratase de una simple humana. Desde que la había visto por primera vez, había sabido del potencial que se ocultaba detrás de ella. Sería una buena prueba intentar llegar a los rincones más profundos de su alma. De haber tenido un corazón, éste se hubiera acelerado de pura ansiedad, de pura dicha. No le gustaban las cosas fáciles, le encantaba disfrutar de saborear lentamente a sus presas. Y ahí tenía dos. Un niño, un infante, un pequeño que estaba completamente a su merced, jugando un papel que no existía, convirtiéndose en alguien que no era. Y también Juliet, con sus curvas peligrosas bajo aquella oscuridad, con su mirada felina en alerta posándose sobre la vampiresa, presintiendo un peligro que existía pero que Svetlana se esmeraría en ocultar hasta que fuera el momento preciso de jugar con el pánico. Acarició la cabeza del Jean-Claude, y él le sonrió con una ternura inconmensurable. Ella le devolvió el gesto, y apretó levemente uno de sus cachetes, como si entre ellos existiera una complicidad casi maternal, como si el tiempo se hubiera detenido, verdaderamente, en un hijo y una madre adoptiva dispuesta a sacrificar su juventud en pos de una obra de bien, de cuidar y proteger a un pequeño que se había quedado sin familia, sin un protector, sin alguien que lo amase con sinceridad. La situación le parecía tan cínica que Svetlana hubiera reído a carcajadas, se hubiera sentado en una lápida sólo para observarse realizar aquel papel con tanta prestancia y con tanta sensibilidad. Se preguntó qué hacía cazando humanos por las noches en lugar de estar en la tarima de un teatro.

¿Juego? —Se hizo la desentendida— ¿De qué hablas, querida? Yo no dije nada de jugar. ¿Tu escuchaste eso, Jean-Claude? —le preguntó, y el nene negó con su cabecita como un perro amaestrado que está esperando que le den su premio. —Solamente te pedí unos minutos más para que Jean-Claude hable con su padre. Lamentablemente, dentro de dos días viajaremos a Londres y estaremos un tiempo considerable fuera, y sin poder visitar a mi querido esposo —el gesto de congoja se naturalizó en sus rasgos— ¡Jean-Claude! —exclamó cuando el supuesto hijo se lanzó sobre la tierra a dar gritos espasmódicos de que extrañaría a su papito, de que no quería irse para poder continuar con las visitas periódicas. La vampiresa hizo el intento de separarlo, pero él continuó allí. Svetlana se colocó una mano en el pecho, las lágrimas comenzaron a brotas de sus ojos como manantiales brillantes iluminados por la noche. Sacó de su manga un pañuelo, y se secó el rostro. Pero era en vano, el llanto salía a borbotones, empañándole la visual. Tosió, se sacudió levemente, y le rogó al niño que se tranquilizara. Pero el lado emotivo de la criatura se había descontrolado, para alegría de la vampiresa, que seguía en su rol de preocupada madrastra desesperada e inexperta. Él le daba golpes a la tierra y rugía como un animal herido, con el alma hecha pedazos ante tamaña pérdida, ante la horrorosa ausencia de un padre adorable y encantador, que consentía y ponía límites por igual, correcto, intachable, buen marido. Si, realmente, su difunto esposo hubiera tenido la mitad de esas cualidades, no se encontraría bajo tierra por mano de Svetlana, que se había encargado de devolverlo al infierno del que no debería haber salido jamás. Concurría a la tumba cada semana, no sólo para ver a Juliet y contemplar su belleza, sino para asegurarse que el cadáver continuara allí, y no le diera una sorpresa como la que ya había pasado.

Lo dejemos, ya se tranquilizará —tomó a la cuidadora del codo y la llevó un metro más alejada de la escena lamentable. —Disculpa éste escándalo, querida. Pero Jean-Claude es un niño muy sensible, estaba muy aferrado a mi adorado Norman… Ya se está sosegando —los gritos comenzaban a cesar, pero él seguía aferrado a la tierra. Las flores se había dispersado, y el leve aroma a sangre que le inundaba las fosas nasales, le daba cuentas que en aquel acto, se había lastimado. —Cuando tiene esos ataques, lo mejor es dejarlo sólo, seguramente siente la presencia del alma de su padre y eso lo tranquiliza —les llegaba el murmullo de la voz infantil, que prometía quererlo para siempre, extrañarlo cada día y nunca dejar de pensarlo. Le pedía perdón por tener que viajar, pero que no quería dejar sola a la Señora Svetlana, que era tan buena con él. Ante esa última frase, la vampiresa se emocionó y en sus labios se dibujó una sonrisa conmovida, que se transformó en un rictus de preocupación cuando el nene salió corriendo. — ¡¿A dónde vas?! —exclamó— Por favor, no te pediré más nada, acompáñame a seguirlo —segura de que Juliet se solidarizaría con ella, corrió a través de las tumbas, y vio a Jean-Claude meterse en un panteón. Se paró en la puerta, que estaba entreabierta. Los sollozos del menor traspasaban las paredes y la eternidad. —Mi niño, ven, sal de ahí, por favor. No hagas que entre, sabes que le temo a éste tipo de lugares. Vámonos a casa, vamos a descansar, a darte un baño, mañana tenemos un día agitado, debemos terminar de preparar todo para el viaje —se cubrió el rostro con las manos y rompió a llorar, llamándolo sin recibir más respuesta que los gemidos lastimosos.

Off: Imperdonable mi demora. Mil disculpas.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Miér Jun 18, 2014 1:28 am

¿Acaso no resultaba irónica la vida? En un intento de recuperar la paz y tranquilidad que se le había prohibido en los últimos años, Juliet se había alejado de los vivos para cuidar de los muertos quienes la solian recibir en el mas sepulcral de los silencios. Como si esto no fuera suficiente, se había asegurado de acudir a ellos en el amparo de la noche para evitar las visitas recurrentes, los llantos extensos y los niños que, aburridos o incapaces de entender con plenitud donde estaban, se dedicaban a las travesuras. Y sin embargo allí estaban! Apenas había aceptado, no muy convencida, de que podría haber imaginado aquella psudo orden, cuando se vio sobresaltada por el escándalo que monto el niño y al que pronto se le sumo la mujer. Sintió deseos de responder con un grito propio e iracundo que quemara su garganta.Sin embargo no emitio sonido. una sonata de repetitivos “no, no, no, no” daba inicio en su cabeza y se volvía más y más rápida, llegando a su punto culmine cuando el crio se dio a la fuga, veloz como una rata y como si de pronto hubiera decidido dar inicio a un juego persecutorio ¿No acaba de decir, en voz alta, que se negaba a ser su fuente privada de diversión? Miro a la pelirroja con el reproche latente en los ojos cuando esta pidió su ayuda -Por supuesto, no puedo dejar que el niño corra por todo el cementerio. Ni a usted tampoco- dijo como si se tratara de algo obvio, con la paciencia a los pies y todo resquicio de buen comportamiento abandonando su cuerpo a la misma velocidad en que ambas se abrían paso por entre las lapidas.

Fue una fortuna para ambas que tras una corta carrera el niño decidiera que un viejo panteón era el mejor escondite para encerrarse pues se trataba de un recinto cerrado que no le permitirá escapar por ninguna otra salida.-No creo que mencionar el baño fuera la mejor idea de la noche… si me permite- la acuso sin esperar o interesarle su permiso. Bien era cierto que no trataba con infantes regularmente pero su hermano siempre habia tenido un odio particular a la hora del baño que sentía era compartido por todos los menores. No creía que la mujer la escuchara y en ello, aprovecho a recorrer su rostro mientras meditaba sus opciones; No podia dejarla sola pues Dios sabia y era testigo de las malas ideas que podían llegar a tener las personas en momentos tan emotivos. Y sin embargo tampoco le agradaba la idea de que Claude deambulara por allí habiendo tantas cosas que podrían atraer su atención y que prolongarían el sufrimiento de la rusa y por consiguiente, su propio y creciente mal humor. -¿Madame? - intento, volteando para sujetar la lámpara de entre las manos de uno de los ángeles en la puerta-  - ¿Metanova? - repitió, apoyando una mano en su hombro y empujándola con suavidad para apartarla de la puerta y atraer su atención– -Sera mejor que valla por él. Si desea puede esperarme aquí y si tal fuera su decisión, le ruego que no se mueva de este lugar más que parar entrar a la primera sala a resguardarse de este odioso frio invernal–se encogió de hombros, quitándole peso a la sugerencia- Aunque por supuesto, si prefiere, puede acompañarme- Apenas hubo terminado las instrucciones abrió la puerta para que ambas entraran a la recamara de alguna antigua familia francesa donde, en efecto, la temperatura era más ligeramente mas agradable -Lo bueno, es que tiene buen gusto- menciono casi con sarcasmo al ver la habitación llena de pequeños y complicados diseños que cubrían las paredes de mármol. Sus manos se deslizaron por el único féretro, el más importante, que se conservaba en la sala a medida que avanzaba por el lugar, intuyendo que el niño no se encontraba allí. “Lo malo” pensó para si “es que no parece haber comido de las frutas del Majuelo. Una verdadera pena”. Como si le hubiese leído la mente, el llanto redoblo su fuerza guiándola escaleras abajo haca la sala subterránea donde descasaban los miembros restantes de la familia. Se detuvo apenas un segundo para observar a la mujer por sobre el hombro y así constatar su decisión antes de continuar

Allí la oscuridad era infinita. Incluso con la luz del fuego no se distinguía mucho más que la continuación de aquella masa negra que abarcaba toda la visión sin dejar espacio a las formas o colores siquiera a una vista tan adaptada como lo era la de la bruja que no pareció inmutarse por la pérdida del principal de los sentidos humanos. Contrario a ello, se sentía segura al verse rodeada de aquel manto de sombras y pronto la desesperación comenzó a disiparse dejando solamente en ella la determinación de atraer al niño para convencerlo de que debía irse de allí, con su madre y en silencio. Aquel deseo alimentaba su energía mágica que, influenciada por la luna y la revuelta de emociones en la pasada media hora, empezaba a desbordarse y escapar por cada uno de sus puros en forma de olas graduales que volvían el ambiente mas denso y adormecían los sentidos de aquellos a quienes alcanzaban para que no sintieran mas que el deseo de llegar a ella -¿Jean?- su voz, envuelta en aquel hechizo, sonaba melódica y reconfortante, prometiendo seguridad y luz en aquel lugar habitado por la muerte, el frio y el silencio-¿Claude? Encanto, debes regresar con tu madre y dejar a los espíritus descansar – continuo, deteniéndose en el último peldaño – Ahora-



Off: No pasa nada ^^
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Mensaje por Svetlana Metanova Lun Sep 15, 2014 12:48 am

La vampiresa se preguntó si la muchacha conocía el efecto que producía su tacto. El hambre, que comenzaba a arderle en la garganta, estaba llegando a un punto de extrema irracionalidad desde que Juliet apoyó su pequeña y delicada mano en su hombro. Svetlana comenzaba a hacer un esfuerzo realmente fuerte para controlarse. Se sentía una neófita ante su primera presa. No podía dejar de escuchar su corazón cálido y poderoso emanando vida por doquier, el sonido de la sangre recorriendo sus venas como un río, la invitaba al mayor de los placeres, el brillo de sus ojos, exaltados por la oscuridad, que lejos de opacarlos los convertía en brazas calientes, se le clavó en la memoria. Inspiró profundo, como si fuera verdaderamente necesario que a sus pulmones llegase el oxígeno, y se instó a mantener su instinto a raya. Aquello comenzaba a aburrirle; el hecho de que parecía que la hechicera estaba jugando con ella, más que al revés, le provocó una puntada de inconformidad, y habría hecho un berrinche allí mismo si su personaje de viuda y madrastra atormentada, se lo hubiera permitido. Svetlana era sensorial, impulsiva y estaba sedienta, y sólo quería tener a Juliet a su merced. Deseó que el niño se cayese por las escaleras y se torciese el cuello. Cerró los ojos e imaginó, por un instante, el sonido de las vértebras quebrándose por cada escalón que las rompía. Música, pura música para sus oídos, que se concentraban en los sonidos de alrededor, buscando un posible peligro, algo que alterase sus planes; pero nada había a cientos de metros a la redonda, que pudiera complicarla, sólo la fuerza de voluntad de Juliet y su propio instinto. Las manos comenzaban a temblarle, y en su mente, se quejó de las consecuencias del tacto de la hechicera, que parecía controlada, mientras ella se consumía en su deseo de poseer cada centímetro de su piel y cada centímetro de su alma. Sabía a la perfección que, cuando esperaba tanto tiempo para atrapar a una presa, luego no disfrutaba el momento, que se extinguía fugaz bajo sus colmillos, entre sus dedos.

No le respondió más que con monosílabos temblorosos, consciente de que su pantomima se vendría abajo si armaba frases complejas. No le gustaban tanto las palabras como los actos, y sólo le dio una suave palmada en la espalda, para que entendiera que ella la seguiría a donde fuera. Un lugar pequeño, cerrado y oscuro. El panorama comenzaba a mejorar considerablemente, y Svetlana volvió a alegrarse de que su pequeño monigote fuera tan encantador de haberse escondido en la parte subterránea. Entró detrás de Juliet, y cerró la puerta suavemente, sabiendo que saldría de allí satisfecha. Nada impediría que su nueva sala de juegos se desmoronara. Bajó las escaleras suavemente, acariciando con sus dedos las paredes frías y mohosas. Un pequeño bicho caminó por su índice, y ella lo aplastó con el pulgar. No podía quitar su vista de las curvas de la bruja, que se contoneaba delante suyo, con aquella inocencia que poseen los humanos confiados en que su acto de solidaridad será compensado, alguna vez, por un ser superior o por un destino que podría volverse generoso. Pobre Juliet, pobre e ilusa Juliet. ¿Jamás le habían enseñado que no debe hablarse con extraños? ¿Nunca le dijeron que la noche podía ser peligrosa para ella? Podía ser una bruja, sí; podía tener armas para defenderse, también; pero no dejaba de ser una humana, y estaba muy por debajo de la vampiresa. Svetlana sonrió al descubrir al pequeño en un rincón, sentado y abrazado a sus rodillas, lloriqueando, cansado de sus alaridos. Podía oler la sangre de su garganta lastimada y se relamió los labios. Le dio una orden y el niño corrió hacia ella, aferrándose a su falda.

Niño travieso, no vuelvas a hacer eso conmigo —lo tomó en sus brazos y acarició su cabello. —Le debes una disculpa a la señorita, que se ha tomado el trabajo de venir hasta aquí por ti —Jean-Claude balbuceó unas simples palabras, y luego escondió su rostro en el cuello de Svetlana. Su aroma, su joven existencia, comenzaban a hacer mella. Tragó con dificultad. —Juliet, no sé cómo agradecerle lo que ha hecho por nosotros… —clavó la uña de su pulgar en el índice, hasta que provocó un corte profundo. Se acercó a la muchacha y extendió su mano para delinear el contorno de su rostro. —Si hay algo que pudiera hacer por ti…  —sonrió— Te quedas quieta —su poder de persuasión podía ser de gran ayuda. Si bien no le gustaba utilizarlo demasiado, en ese caso, se había vuelto menester hacer uso de las habilidades que el vampirismo le había otorgado. —Hace tiempo que vengo observándote —le acarició los labios, tiñéndolos con el carmín de su sangre. —Hermosa, inteligente e inconsciente del poder que guardas. ¡Magnífica! —soltó al niño, que lanzó una exclamación de dolor por la caída. Ya no le servía para su farsa, así que le devolvió la razón y lo dejó que corriera a refugiarse en un rincón. El muy idiota no tuvo la idea de subir las escaleras. Svetlana empezó a caminar alrededor de la muchacha. —Ay Juliet, Juliet… Sé que debe ser desesperante no poder moverse, pero podrás hacerlo si aceptar jugar —se paró detrás de ella y con sus uñas largas y afiladas, rozó su garganta. — ¿Sabés lo que soy? ¿Tienes una mínima idea de lo que quiero que ti? No debes temer, porque podemos divertirnos mucho, ambas; puedo hacer que disfrutes de cosas de las que quizá no eras capaz de advertir que guardabas en tu interior —sus manos fueron descendiente hasta posarse en su cintura. — ¿Jugamos, Juliet? ¿O juego yo sola? Tú decides…
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Sáb Oct 11, 2014 5:13 pm

Cerró los ojos. Un suspiro imperceptible abandono su cuerpo cuando el alivio recayó en su ser al reunir a la falsa madre con el hijo huérfano. Por supuesto, este sentir no se alimentaba del deseo de ayudar al prójimo si no de la necesidad egoísta de finalmente acabar con la travesía nocturna y poner un fin a los llantos de medianoche que tanto habían jugado con sus emociones durante la breve estancia en la casa de los muertos. Desearía en cierta manera que su visita se alargase solamente para satisfacer su curiosidad respecto aquel extraño matiz que cubría a la mujer y sin embargo quería alejarse de ella con aun mas intensidad porque aunque la atraía, también le causaba cierta inseguridad y nerviosismo. Como la luz en el fondo abismal del océano solo puede significar la presencia de un depredador y aun así ¿Quién no se acercaría a algo tan hermoso, tan misterioso? Abrio los ojos para observarla y recorrer las líneas que partían aquella aura como un espejo roto que no dejaba ver el reflejo. Peor aun, proyectaba miles de otros, imprecisos e incorrectos que confundían a quien mirase ¿Por qué se encontraba de aquel modo?¿se trataba de pecados tan grandes que partieran su alma?¿el dolor en verdad podría destrozar a una persona? Muchas razones podían ser viables pero ninguna lograba convencerla y solo salio del trance cuando volvieron a dirigirse hacia ella, entonces sus ojos se sobresaltaron con cierta lentitud, como si olvidara que el objeto de su estudio podía verla o querer interactuar con ella. Y estuvo a punto de responder sus preguntas, de continuar con la formalidad forzada cuando vio que levantaba la mano para acariciar su mejilla. Por un segundo acepto el gesto…y entonces chillo horrorizada.

Bien es cierto que no logro ver el líquido carmesí pues la oscuridad era plena, pero sintió el cálido y espeso liquido recorrer desde la frente hasta su barbilla, trazándose sobre sus labios como un rudimentario labial del cual pudo saborear el metálico sabor al abrir la boca– NO ME TOQUES- grito entonces. O quizás solo fuera un pensamiento que retumbo en su mente. Estaba colérica y aunque no se lograse escucharla, sus ojos la delataban. Brillaban enfurecidos, reflejando los rojos y naranjas que provenían del fuego y que parecían bailar peligrosamente en sus mirada ante la idea de ser escrita con sangre. No era el elemento en cuestión lo que la perturbaba si no los trazos que dibujaba con tanto descuido, como burlándose en una mímica de lo que era y lo que hacia. Se sentía ofendida y más lo pensaba todo, mas se incendiaba su alma, ahogándose en el humo negro de sus pensamientos mientras la escuchaba como se escucha a los perros ladrar continuamente, con hastio y  ganas de patearla para que se callara. La enfurecia, la frustraba de sobremanera pero además provocaba que lentamente empezara a crecer el miedo y la inseguridad en su alma al saberse observaba todo ese tiempo- ¿Una pedófila?¿una necrofilia? – respondió de forma automática y sin pensar. Con el sarcasmo siendo su única arma, era obvio que comenzaba a ponerse a la defensiva pues las palabras de la pelirroja empujaban a su corazón a dar palpitos dolosamente fuertes aun con la absoluta quietud de su cuerpo oprimido por aquella magia extraña mientras en su mente buscaba y rebuscaba la solución a sus preguntas ¿Qué era? ¿Qué-era? Por largos segundos quedo callada, tanto que el latir de su corazón era lo único que se escuchaba y los gimoteos del niño pasaban a un segundo plano

La respuesta la golpeo como un rayo y hundió su estomago

-Un demonio-dijo en un tono bajo e incrédulo como quien descubre una horrible verdad y sin embargo, algo allí no terminaba de tener sentido. Las piezas no encajaban en su cabeza y sin embargo, no se detuvo a pensar en aquello antes de volver a explicarse, con el mismo tono abrumado que intentaba ignorar la forma en que su piel se erizaba con el recorrido de sus peligrosas caricias–Y si es asi, entonces ambicionas mi alma o, como mínimo, mi cuerpo porque asi lo dicta tu naturaleza infernal que seguro ha preparado…ingeniosos juegos para nosotras. De todos modos muy considerado de su parte el preguntar mi decision –Esperaba inocentemente que se tratara de un demonio de los primeros círculos, alguno que fuera básico en sus emociones, fácil de adular y controlar. Aunque con su suerte y por la forma en que se movía y hablaba, tal no parecia el caso. Cerro los ojos y se estremeció al sentir sus manos seguir recorriendo su cuerpo hasta aferrar su cintura y reforzar la intensión de sus palabras

Tomo aire esperando no sucumbir ante el miedo y habiendo decidido que, eligiera lo que eligiera, la única que se divertiría y saldría airosa de allí seria Metanova. Bien, aquello no importaba si podia liberarse de las sogas invisibles, si podia usar el niño como rata experimental para  saber con que se encontraba y finalmente salir minimamente bien parada. Con salir viva –y completa- se conformaba.– Juguemos entonces Esvetlana, ¿Por qué no me liberas y recitas las reglas primero? - dijo con una sonrisa amarga, relamiéndose la sangre que había quedado sobre sus labios de forma inconciente mientras esperaba a que decidieran su destino y entonces ojala tuviera razón su madre. Ojala se fueran los demonios al amanecer y ella pudiera aguantar sus tratos hasta entonces
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Mensaje por Svetlana Metanova Mar Feb 03, 2015 11:44 pm

Al fin el aroma del miedo, al fin el aroma del horror, al fin la única y maravillosa verdad le abría la puerta a aquel sinfín de perfumes que emanaban los seres humanos cuando sus emociones se alteraban, cuando algo que no podían controlar se presentaba ante ellos. Svetlana se regodeó en aquel colchón de olores que le llenaban las fosas nasales y la recorrían de palmo a palmo. Podía sentir su propio frenesí recorriéndole las venas, exudando de sus propios poros, envolviéndole su inexistente alma. Exhaló profundo, con un gesto de triunfo que volvía sus facciones aún más etéreas. Sus labios se curvaron en una suave sonrisa, sus párpados bajaron, acariciándose los pómulos con las largas pestañas con las que había sido dotada de nacimiento. Le habría gustado danzar de pura dicha, moviendo sus pies al ritmo de una música muda, creada por los sollozos del inútil niño y el corazón ferviente de la hermosa mujer. ¡Cuánta gracia! ¡Cuánta belleza! El miedo era algo que a la vampiresa la excitaba de sobremanera, y no podía disimular la satisfacción que estaba experimentando, regodeándose en la debilidad humana. ¿Cuánto hacía que ella no sabía lo que era el miedo? En el momento que supo que nunca envejecería, cualquier temor fue despojado. Por siempre espléndida y reluciente, joven y aterradora. Era lo único que podía agradecerle a aquel desgraciado que le otorgó la eternidad, una eternidad sin la decrepitud de la ancianidad.

No pienses tanto, Juliet, por favor… —le susurró cerca del oído. Le habría gustado pasar su lengua por la herida, pero aquello podía esperar. — ¿Un demonio? Eso es muy básico… —aseguró, volviendo a recorrerla, sin quitar su mirada de su cuerpo voluptuoso. —Hurga en tu mente, usa lo que sabes hacer. ¿Qué soy? Tienes la respuesta, debes encontrarla —aseguró. Le gustaba ponerla a prueba, ella era una mujer de capacidad, y la vampiresa lograba ver sus aptitudes, aunque la hechicera se negara a observar más allá de lo cotidiano, de lo coloquial. Tenía la certeza de que la bruja lograría sortear aquel pequeño reto. Le encantaba aquella expresión en su mirada, entre decisión y pánico, ¿enojo también? Seguramente. Juliet era una caja de pandora, repleta de sentires que la abrumaban y la convertían en aquella criatura fascinante que había captado la atención de Svetlana desde un primer momento. —Me gusta la idea de tenerte a mi merced, controlada, pero más me gustas rebelde —finalizó su discurso, y se relamió, antes de echarle un último vistazo y dar por finalizado su truco, con una simple orden que realizó en un murmullo, inaudible para cualquier humano. No quería una Juliet sumisa, lo que más le gustaba era cuando sus juguetes se volvían combativos.

¿Así estás mejor? —sonrió, antes de quitarse un fino lazo de terciopelo negro, que llevaba atado a la cintura, y entregárselo a la bruja. —Ve con la señorita, Jean-Claude —el pequeño se negó desde su rincón oscuro, y la vampiresa se vio obligada a utilizar, nuevamente, su persuasión. Estaba cansándola esa situación de hacer uso de la fuerza, ¡qué aburrimiento! El niño obedeció y se acercó a la mujer, tal y como Svetlana le había ordenado. La vampiresa tomó las manos de la hechicera, y la ayudó a colocar el lazo alrededor la garganta del niño, sin ejercer presión —Ahórcalo —no había necesidad de utilizar sus dones. —Pero no lo mates, no aún.

¿Qué haría Juliet? La curiosidad estaba, de haber sido posible, matándola. Su ansiedad se traducía en el sutil movimiento que realizaba con sus dedos, tamborileándolos en sus brazos. Era una imagen memorable, el niño estaba consciente de su situación, de la orden impartida, y de su impotencia, de no poder moverse ni defenderse. Svetlana podía notar en los infantiles ojos, la expresión de quien sabe que ha llegado al fin. No era resignación, sino una profunda nostalgia por todo lo que no podría vivir a partir de ese momento. El anhelo de aquel niño de continuar con su existencia, lejos de embargarla de ternura, sólo era un aliciente para continuar con sus malévolos planes. Jean-Claude había terminado siendo de lo más útil, pues serviría para poner a prueba la moral de la bruja. Le habría gustado recordar al primer infante que tuvo la dicha de ser asesinado por ella, pero le fue imposible. Habían sido tantos… Pero de lo que Svetlana más había disfrutado a lo largo de todos aquellos años, era de arrebatarles los ideales a los demás, de llevarlos a su límite; sin embargo, no era algo que cualquiera pudiera hacer, y confiaba en su percepción a la hora de elegir a Juliet. Ansiaba el alma de aquella humana, deseaba poseer su oscuridad, hacerla suya; que emergiera la negrura que todos los corazones poseen, y sentirse plena de orgullo cuando ella, finalmente, se lo agradeciese como debía.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Mar Abr 14, 2015 10:03 am

Aquella voz le crispaba los nervios. Era demasiado suave y sedosa, una caricia fantasmal que hacia cosquillar la piel hasta dejar sobre ella una extraña sensación de peligro y ausencia; la obligaba a cerrar los ojos pues en su sonrisa oscura anticipaba un golpe que diera inicio a la malicia de su mirar que, sin embargo, jamas llegaba. No habia chasquido en el aire ni dolor en el cuerpo, solo temor y expectativas enloqueciéndola con la espera de algo que parecía inevitable pero que solo se extendía en el tiempo para dejarla en la punta de sus pies, con el cuerpo tenso e intentando apartar cada célula que pudiera oponerse al hechizo mientras este funcionara pues si bien le desagradaba la violencia, le resultaba aún más inquietante su ausencia hasta el punto de casi anhelar que se desatara de una vez pues a fin de cuentas una magulladura, un hueso roto o una herida abierta no eran mas que eso, finitos como todo lo tangible cual no era el caso de los nervios destrozados, la bruma del miedo o las emociones desmedidas que destruyen la capacidad que tiene uno para percibir la realidad, lo inhabilitan para hacer decisiones certeras y con seguridad lo guiaran por el camino mas tormentoso el cual se hiso evidente transitaría aquella noche cuando sin apresurarla su captora insistía en que debía dar con la respuesta a una pregunta que ya no le interesaba tanto como en un principio ¿Importaba que era, realmente? Abrió los ojos y con las pupilas contraídas observo a el rostro de la mujer que se cernía a su lado; incluso su aliento le resultaba helado!  Sintió el vientre contraerse lleno de cobardía cuando adivino la realidad tras unos segundos, de tal forma que su voz resulto un susurro –il vampiro- dijo en su lengua madre siendo liberada enseguida de sus cadenas no logro moverse presa de la sorpresa y el espanto -Figli della notte- repitió para si, recordando tantas leyendas, habladurías y lecturas había tenido alguna vez de ellos. Perdió, por unos segundos, la sensación de ser presa con la que jugaban y el miedo se disipo, o la abarco con tal magnitud que ya no sentía sus efectos en el cuerpo.

No duro demasiado, aquella sonrisa fue como un relámpago bajando por su columna vertebral; cada fibra de su cuerpo se sacudió, los sentidos despertaron de su extraño letargo y ella misma salto hacia un lado, sujetándose el cuello como si pudiera proteger la sangre que allí fluía,  buscando refugiarse entre las sombras en el momento que vio los afilados colmillos relucir detrás de aquellos labios rojos como la sangre de la que se alimentaban. Se removía inquieta en la oscuridad como un animal enjaulado y maquinaba la forma de salir de aquel lugar y sin embargo, nunca se acercaba a la puerta en sus ires y venires por miedo a represalias. Quería que estuviera distraída antes de intentar acercarse para que tuviera algún sentido el arriesgarse, quizás incluso su movimiento constante hiciera pasar desapercibido el segundo en que optara por escapar –Ya veremos– dijo con tono un tono seco y resentido. La libertad era siempre cara y aquella sabia no sería la excepción incluso si era por designio del titiritero que movía los hilos que pronta le acerco una cuerda con la que jugar con la respiración del crio hasta desvanecerle; guiando sus manos y asistiéndola en un nudo corredizo mientras procuraba la bruja el hacerse pequeña y escabullurise tan pronto le fue posible, arrastrando consigo al chico hacia una de las esquinas de piedra desde donde observaba el contorno enrojecido por las llamas que lentamente se consumían en el candil. Si pudiera usarlas tendría mas posibilidades de salir, pero controlarlas requería tallar en su piel los símbolos del fuego y estaba segura que no contaba con el tiempo para hacerlo asi mismo no creía que fuera prudente abrirse nuevas heridas si lo que quería era conservar su sangre intacta.

Dejo la vela en el suelo y tomo aire, fuerzas y coraje, o lo mas similar que hubiera

-¿Y si, por error, lo mato? – tanteaba el terreno en el que jugaban mientras su mano se deslizaba por la tela, llevándola hacia atrás para arrebatarle el aire a la víctima a la cual no observo desde que le dieron sus instrucciones. -Puedo equivocarme, no se cuánto aire necesitan exactamente los niños. O quizás apiadarme de su pobre, joven alma- Era una mentira por supuesto. Se había criado entre cadáveres y desde joven su madre arrebato todo sentimiento negativo que pudiera tener hacia la muerte; quedaba aceptarla como se acepta el invierno y, como nigromantes, nutrirse de ella. Después de todo no era muy diferente a matar animalillos en el bosque por sus vísceras para las pociones y brebajes; es mas, era ciertamente similar pues estribaba y se sacudía como uno, arrebatándole siseos de dolor cada vez que sus codos se hincaban en sus costillas hasta que finalmente la falta de aire le obligo a rendirse, reducido a ese estado grogui por la falta de oxígeno en la que uno esta lo suficientemente despierto para sentir pero incapaz de defenderse, de procesar e incluso de armar frases coherentes, problema que de pronto compartía con la pequeña italiana porque su voz había decidido ocultarse en el fondo de su garganta ahora que la necesitaba para seguir con el siguiente paso. Al final por dejar caer el cuerpo del chico que golpeo el suelo con un sonido seco que le regreso la voz para exclamar un  –Listo madame. Bon Appetit- - tan temeroso como sarcástico mientras se perdía nuevamente en la oscuridad para moverse con pasos rápidos y nerviosos esta vez si, hacia la salida.
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The Crying Game || Privado Empty Re: The Crying Game || Privado

Mensaje por Svetlana Metanova Dom Jul 12, 2015 7:22 pm

Ah… Cómo le gustaba Juliet, y más le gustaba observar cómo la complacía, cómo hacía lo que le ordenaba ¡sin necesidad de controlarla! El potencial que encerraba la hechicera iba más allá de lo que Svetlana había imaginado, que no perdía detalle de sus movimientos. Su figura voluptuosa, sus manos delicadas cerniéndose sobre el niño, su mirada temerosa, la presión que ejercía, y cómo en un acto tan simple como matar a un miserable, la belleza hacía acto de presencia con todo su esplendor. Había idealizado a esa mujer durante un tiempo considerable, y no estaba decepcionándola. Su instinto lo había sabido desde el primer instante, y allí estaba, su anhelo haciéndose realidad. Esa era una de las grandes bondades que la inmortalidad le había otorgado: conseguir todo lo que quería. Desde que había logrado controlarse y dejar de ser una neófita impulsiva, había aprendido el arte de la muerte en la máxima expresión del dolor, no sólo físico, sino el del alma. Y a pesar de que el espectáculo del pequeño retorciéndose, ahogándose y sufriendo, significaba algo maravilloso, la vampiresa no podía quitar su atención de Juliet, tan solícita. La vida de Jean-Claude casi se extingue, pero logró soltarlo a tiempo. El golpe tampoco lo había matado.

La dejó caminar hasta la salida, y rió suavemente ante la frase de despedida de la hechicera. Svetlana recogió el cuerpo, lo acunó suavemente entre sus brazos y, gracias a los dones que había recibido con el vampirismo, se interpuso en cuestión de segundos en el camino de Juliet. La contempló en la oscuridad, la muerte le otorgaba un halo de misticismo que hechizaba a la pelirroja, que hacía uso de todo su poder para controlar el tobogán de sensaciones que la cruzaban. El niño se removió, emitiendo un quejido amargo. Pero la vampiresa no podía mirarlo, por lo que lo dejó que despertase, aunque aún se encontraba demasiado confundido para darle una forma precisa a todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Se dedicó a intercalar su mirada entre las dos mujeres, especialmente en la que lo cubría con su humanidad. Tembló de frío y de miedo, aunque éste último lo había paralizado y le impedía lanzarse al suelo y salir corriendo, intentar una manera de salvar su vida, de alejarse de aquel mal que se había inyectado en su destino.

¿Realmente crees que es a éste niño al que quiero? —comentó, acercándose a la hechicera. —No, Juliet. No lo quiero a él —lo depositó en el piso, y antes de que éste pudiera correr, lo tomó del cuello y lo alzó. Era tan delgado, que su mano cubría por completo la garganta y la nuca del infante. —Para mí, es muy fácil terminar con él, no es divertido, no me satisface, en cambio tú… —los deditos huesudos luchaban por liberarse de la presión. —Adiós, Jean-Claude. Saluda a Juliet —sonrió, y con una mínima presión, hizo trizas los huesos del nene, que murió instantáneamente. Quedó laxo, con la lengua hacia afuera y la mirada perdida en la eternidad, eternidad a la que había accedido con dolor. — ¿Ves? Contigo no sería tan fácil —dejó caer el cuerpito, que rodó algunos escalones abajo.

Eres muy especial, Juliet —se había colocado detrás suyo, con su torso pegado a la espalda de la dama. —Hace tiempo que he estado esperando éste momento, deseándolo, imaginándolo —con las yemas heladas le recorrió la curvatura del cuello, y sintió su piel erizándose debajo, con cada movimiento. —La sangre de ese pequeño no significa nada para mí, en cambio la tuya. ¡Tu sangre! Puedo escuchar cómo recorre tus venas, cómo tu corazón la bombea, cómo la vida, dentro de ti, fluye sin cesar. ¿Imaginas lo que es eso? —le rodeó el vientre con uno de sus brazos y la apretó contra su cuerpo. Pasó su lengua por la primera vértebra de la hechicera, olisqueó su aroma. — ¿Me permites beber de ti? Jamás pido, siempre tomo lo que quiero, pero tú no eres una presa común y corriente, hay algo en tu interior, hay algo distinto en ti y quiero ayudarte a que lo descubras —con sus labios recorrió su nuca. No cabían dudas de que Juliet sobrepasaba todas y cada una de sus expectativas, quería todo de ella, y quería que se lo diera por propia voluntad.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Lun Ago 17, 2015 4:32 am

Cuando la risa la alcanzo subiendo los primeros peldaños, algo dentro de ella supo instintivamente que aquel escape, su único escape, había fallado. Y aunque sus pies siguieron moviéndose por la inercia con que empuja la vida a continuar hasta el último aliento; sintió sus esperanzas desvanecerse con cada escalón que dejaba atrás hacia la inalcanzable puerta que pronto se vio eclipsada por la figura sonriente de la mujer que la esperaba como Perséfone el regreso de Orfeo; con la seguridad de que no saldría de sus reinos infernales pues así ella lo había planeado desde el inicio, alineando cuidadosamente las piezas para divertirse cuando el músico cayera en cuenta de todo y al final; ¿Qué era Orfeo si no un muñeco entre las garras de aquella diosa inmortal? Se detuvo de pronto, tiesa y con los ojos redondos vibrando en sus cuencas como dos espejos oscuros que amenazaban con destruir el reflejo con lágrimas ante la símil situación. Ella no quería quedarse en aquel infierno; no quería ser un títere bajo sus manos, no quería nada de eso, ni ser parte de un mito! pero tampoco deseaba vivir como aquel niño entre sus brazos, siempre aterrado y lleno de golpes, y sin embargo, no pudo lograr decir nada ni evitar sentirse indefensa y sobrecogida ante la infantil creencia de encontrarse frente a un ser infinitamente más poderoso que el humano y así; no podía creer en las palabras de la vampiresa y no se veía mas libre que el supuesto Jean Claude quien recobraba lentamente la consciencia, logrando despertarse de forma letárgica cuando Svatlana lo sujeto del cuello y partio sus vertebras con tanta facilidad que ni siquiera un grito pudo escaparse de los labios secos del huérfano mas el sonido de los huesos al quebrarse tomo su lugar, fue suficiente.

El chasquido resonó fuerte y claro en el silencio. Finito, libero a la bruja de aquel miedo paralizante y le permitió tomar el último aliento del niño como si fuera propio, recobrando el sentido común que la hiso alejarse rápidamente de aquel demonio de ojos afilados y salvajes de los que no pudo apartar la vista hasta que su descuidado movimiento la llevo a tambalearse peligrosamente en el borde del peldaño y rompió el contacto visual para intentar recobrar el equilibrio. Después de todo, no tendría mucha más suerte que el niño si caia hasta las piedras frías y toscas del fondo. Quizás incluso el mero ruidito de su cuello al partirse se volviera una orquesta de huesos destrozándose cuando ella cayera y golpeara cada uno de los escalones que antes había observado como si fueran su salvación. Como si realmente en aquel pequeño infierno hubiera dispuestas muertes azarosas que pudieran significar tan poco divertimento para la reina! En los pocos segundos que la gravedad tuvo para desestabilizar el cuerpo falto de equilibrio, la vampiresa volvió hacer alarde de aquella velocidad sobrenatural para interponerse y retenerla justo donde la quería, sujetándola contra su cuerpo esbelto en un abrazo que supo, no podría romper por mucho que lo intentara. Era como un diamante envuelto en satin, algo en aquel conjunto le decia que era indestructible y frio pese a que el roce de su piel fuera suave y seductor.

Tembló.Y no supo si se debía al reciente hallazgo, a la forma en que las palabras se deslizaban por su piel, como los labios ajenos recorrian su nuca o el hecho de que no pudiera despegar la mirada del pequeño y reciente muerto que se despegaba de su cuerpo mortal para unirse a los espíritus que empezaban a congregarse en la habitacion, atraídos por el rítmico tamborcito que aguardaba en el pecho mortal y por los deseos sanguinarios de aquella que gozaba de la inmortal belleza. – S..si, puedo imaginarlo– dijo en un susurro sincero que apenas se elevo lo suficiente para ser oído, sintiendo las manos cosquillear en deseos de controlar aquellas energías que se movían intranquilas y caprichosas, llamando a que su magia se desbordara por los poros de la piel como un mecanismo de defensa inconsciente, que mas atraía a aquellos entes, inútiles por si solos.

-Pero…- intento, sintiendo su garganta seca y los ojos ligeramente húmedos a falta de razones que la libraran de aquello. Cualquiera de las respuestas se sentía errónea; el “no” parecía peligroso teniendo aquellas manos sanguinarias sobre su vientre blando y desprotegido mientras que el “sí” era dar rienda suelta al hambre que pagaría con su sangre, una sangre a la que decía sentirse atraída pero que no tomaba por su cuenta por mera diversión ¿Cuál exactamente era la diferencia con aquel niño? No por ser adulta creía que fuera a tener huesos mucho mas fuertes y lo único que los diferenciaba era una magia que, pese a estar en su campo de ventaja, no dominaba completamente. Aunque eso quizás la vampiresa no lo sabia

- Si… te pido que frenes, lo harás-instruyo con un tono inseguro sabiendo que era inútil esconder su miedo una vez que lo había expuesto con aquella carrera por las escaleras y pretendiendo, en cambio, dirigir sus energías a convencerla de las siguientes palabras mientras apartaba el cabello para exponer el lateral de su cuello, por donde sabia pasaban las venas directas y el pulso saltaba como una respuesta afirmativa y silenciosa a su pregunta; necesitaba que prestara atención a sus palabras y no que ollera simplemente lo que deseaba –O te encadenare a mi y tan pronto hayas bebido toda mi sangre, la muerte vendrá por ti tambien-termino, levantando lo suficiente el rostro para poder observarla de reojo mientras deslizaba la diestra por el mismo brazo que la apretaba contra el cuerpo ajeno, formando una cadena que, de alguna forma, las encerraba ambas
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Mensaje por Svetlana Metanova Sáb Dic 26, 2015 10:25 pm

La ingenuidad de Juliet podría haberla conmovido, si se tratase de otra clase de ser. Svetlana, carente de sensibilidad hacia cualquier otro que no fuera ella misma, se limitó a sonreír. No en vano habían pasado casi doscientos años de su vida, cayendo en las trampas que les tejían aquellos más experimentados, haciéndose en soledad, juntando sus propios pedazos para fundirlos y convertirlos en la bestia dominante en la que había sido convertida. Había elegido el camino de la crueldad, quizá el que la mayoría que tenía su condición había tomado, pero había encontrado en él, el consuelo a aquella vida mortal que le había arrugado el corazón. Los desprecios y humillaciones de su humanidad, habían transmutado en una vampiresa de sangre fría, pero que no perdía su pasión. Svetlana era todos los vicios en uno, y no luchaba contra eso, jamás renegaba de lo que era. Estaba orgullosa, a pesar del odio que sentía por aquel que le había dado el abrazo.

Olisqueó el sitio que la hechicera había despejado, sus labios acariciaron la piel femenina, y se embebió de su aroma a mujer y a miedo. Las pulsaciones aceleradas de Juliet le arrancaron una sonrisa triunfal; conocía la naturaleza humana, ella lo estaba disfrutando. Había logrado su cometido: despertar el deseo de la bruja. La sentía bullir bajo aquellas prendas, que en nada le hacían justicia al cuerpo que cubrían. Podía imaginarla rogándole, rindiéndose ante ella, pero aún batallaba con aquel anhelo de conocer lo prohibido, y también, con aquel potencial que aún no lograba despertar. La vampiresa lo había notado, tantas noches observándole le habían dado la pauta de que no dominaba el don que le había sido otorgado, y aquello le generaba aún más atracción. Juliet podía tener el mundo en sus manos, si se animaba. Y a pesar de la firme determinación que la guiaba, aún había en ella el miedo a lo desconocido. Svetlana se encargaría de hacerle olvidar el terror.

No —sentenció, desembarazándose de ella. La hechicera no marcaría el camino, era la vampiresa la que dominaba. La tomó de los hombros y la obligó a voltearse, de forma que su espalda diera un golpe seco contra la pared. La mantuvo allí, observando de cerca su hermoso rostro, y acercó su boca a la de la mujer. Le rozó los labios con los propios, sin quitar sus orbes enrojecidos de la mirada de Juliet. —Hay algo que debe quedar claro entre nosotras —se relamió, el hambre le secaba el paladar. —Tú no me dirás qué hacer. Si te quisiera muerta, ya lo estarías. Es tan fácil para mí acabar con tu vida, ¿acaso no te das cuenta? —preguntó con el tono de voz suavizado.

Las manos de Svetlana descendieron hasta rodear los senos de la hechicera, y en un rapto de agresividad, atrapó su boca con la propia. Su lengua acarició la cavidad cálida y húmeda, y aquel contacto sólo sirvió para aumentar la lascivia de la vampiresa. La rodeó la cintura con el brazo derecho, con la mano libre la tomó de los cabellos, obligándola a llevar la cabeza hacia atrás. Se apoderó de su cuello con violencia, dos succiones extensas y se retiró, con la sangre de Juliet adornándole la sonrisa. Era mucho más deliciosa de lo que la había imaginado. Era consciente de que la había lastimado, y aquellas dos incisiones tardarían en cicatrizar. Mejor aún, quería marcarla como si se tratase de su ganado. Quería que la hechicera se mirara al espejo y descubriera su sello, si era que podía sacársela de la mente.

Ésta eres tú —susurró, mojando sus labios con el líquido carmesí. —Éste es tu sabor —había sido ruda. Bajo su cuerpo, el de Juliet se había vuelto blando, la había debilitado, y le agradaba profundamente aquella sensación de vulnerabilidad que tanto se esmeraba en ocultar. La soltó, sin importarle si caía rodando por las escaleras; quizá, porque sabía que el orgullo no le permitiría aquella humillación. —Volveré por más —sentenció, antes de encaminarse hacia el exterior y perderse en la penumbra de la noche. Ansiaba vaciar al primer debilucho que se cruzara en su camino, la bruja había despertado el deseo violento y el hambre insaciable.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Dom Ene 24, 2016 10:49 pm

La ansiedad crepitaba dentro de su cuerpo. La oscuridad había sido siempre su aliada, el silencio un refugio en el que hallaba paz y tranquilidad pero en aquel momento no lograban más que tenerla en la punta de sus pies. El no escuchar una respuesta, el no poder ver la intensión escondida tras los ojos esmeraldas era un vacío insoportable que hacía que su interior se revolviera nervioso mientras su figura se mantenía paralizada entre las manos de su agresora como si fuera una dócil mascota. Pero silograba aquella extraña quietud era porque podia asegurar que se encontraba a  sus espaldas y en ausencia de otros sentidos que la auxiliaran, su piel podia detallar perfectamente los roces que le permitía. La forma en que sus labios se tensaron en una sonrisa, el aliento helado viajando por su cuello o la forma en que respiraba su esencia. Era una sensación adrenalinica, frustrante y ¿enviciante? Lo seria de no ser la primera vez que se encontraba en una situación violenta donde el miedo y el desconocimiento de lo que acontecería tomaban todo su sentir y razonar.
Pero si quería respuestas, estas llegaron tras un largo silencio, quebrándolo como si fuera una ventana de cristal con una negativa rotunda pese a sencilla. El pequeño monosílabo basto para que la hechicera quisiera librarse y retomar su carrera pero en su lugar se encontró siendo apresada contra la pared de un golpe seco, con el cuerpo ajeno tan cerca del suyo que se veía obligada a mirar en los ojos súbitamente tan rojos como los labios que susurraban amenazas sobre su propia boca que buscaba el aire que le habian arrebatado
-No..- murmuro, con la intención de corregirla, de advertirle que ella no deseaba controlar nada entre ellas de la misma forma que no deseaba un “nosotras” que sonaba algo más que un encuentro casual, algo que ella no estaba segura de soportar. Svetlana era exceso y Juliet lo sabía. Lo veía en sus ojos, en su aura y en la forma en que demandaba; era fuego y abrasaba todo lo que tocaba hasta no dejar nada mas que ruinas, cenizas, de la persona que tocaba y ella, pese a su naturaleza en el fondo sumisa, se negaba a ser consumida por las llamas de su voluntad. Y, sin embargo, su deseo de seguir con vida a toda costa le impedía oponerse tan firmemente como hubiera deseado a aquellas manos, aquellos labios que agresivos la demandaban y que agresivos encontraron un nuevo camino hasta su frágil cuello

Pero aquello no duro mas que un par de seguros que se parecieron eternos y, cuando la mujer se fue, llevándose consigo el jadeo adolorido de la bruja, las fuerzas con las que quiso distanciarla y el sabor de su sangre mágica, Juliet debió apurarse a sujetarse de la pared, arañando el ladrillo viejo y musgoso, hasta dar con una pieza medio salida que hiso de tope y evito que colapsara sobre el piso viejo y frio mientras los últimos pasos de la vampiresa resonaban junto a sus palabras “Volveré” – No…- repitió, pero su voz estaba vez sonaba cansada y apenas fue audible para si misma. Cerró los ojos. Cerro los ojos y llevo las manos a su cuello donde la herida palpitaba caliente, sintiendo como la sangre se abría paso rápidamente por entre los dedos y formaba ríos que bajaban por su piel - Filii noctis tenebris dolor curabit, Luna patitur me esse adhuc semel –susurro mientras dibujaba alguna runa extraña con la sangre que caía y que era borrada torpemente por la misma pero que lentamente y gracias al hechizo, fue reduciendo su flujo hasta que pudo coagularse sobre la herida, cerrándola precariamente para no preocuparse de ella hasta que hubiera regresado a su hogar y para ello, apenas tenia que subir las escaleras, atravesar el cementerio y llegar hasta su apartamento en Montmarte. Que lejos y difícil parecía  alcanzar el confort de su cama y cuanto lo necesitaba! Con ambas manos libres para orientarse en aquella oscuridad, avanzo unos escalones antes de sentir el frio de exterior golpeando, advirtiéndole que la vampiresa habia finalmente salido al exterior…y que ella debia hacer lo mismo, antes de que la promesa se volviera realidad y la encontrara en la misma absurda posición.


“She was beautiful. Yes. But she was beautiful in the a forestfire is Beautiful”
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